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miércoles, 4 de marzo de 2020

ESTRUCTURA DE LA FAMILIA


De esta forma contamos con una información rica, detallada y precisa sobre un número importante de familias andalusíes. Pero hay que plantearse la validez de los resultados del análisis que podemos efectuar partiendo de esos datos. Hay que recordar que los individuos que figuran en os diccionarios biográficos son ulemas de cierto prestigio intelectual o moral, esto significa que nuestros personajes debieron de alcanzar una edad que les permitiera haber conseguido ese cierto prestigio con lo que los fallecidos en la infancia y juventud nunca aparecerán consignados en las fuentes. Por otra parte, se presupone que los ulemas debían de proceder de las capas más acomodadas de la sociedad, con lo que la mayoría de la población no se vería representada en modo alguno en los diccionarios biográficos. Si a esto añadimos la ausencia de la vida rural y la mínima presencia de la mujer, cabría preguntarse sobre la utilidad de estudiar los aspectos sociales y demográficos de una reducida élite cultural urbana. Lo cierto es que es preciso hacer algunas matizaciones a estas objeciones: en primer lugar gracias a la reconstrucción de  familias, ya no es exacto hablar de que únicamente disponemos de información sobre ulemas, pues otros miembros de sus familias, no dedicados al saber ni necesariamente fallecidos a avanzada edad, son tenidos también en consideración. En cuanto a la extracción social de los ulemas, diversos trabajos han demostrado que, junto a ricos terratenientes y prósperos comerciantes, en ese grupo se incluían humildes artesanos, hijos de esclavos manumitidos y trabajadores manuales.
Sin pretender que el conjunto de individuos que sirven de base a este tipo de trabajos sea una muestra representativa de la sociedad andalusí, lo cierto es que tampoco se trata en modo alguno de una élite, sino más bien del segundo tramo de la escala social, el formado por una capa relativamente amplia de la población urbana diferenciada tanto de las familias dominantes como de la plebe y los siervos. En este sentido es muy significativo que las grandes familias de altos funcionarios del estado omeya, que conocemos bastante bien gracias a las crónicas, no tengan, salvo contadas excepciones, representantes entre los personajes mencionados en los diccionarios biográficos.
Solo en épocas posteriores, con el surgimiento de los Reinos de Taifas, y en algunas ciudades de segundo orden, el poder pasará a manos de algunas familias de ulemas, aunque tampoco serán ulemas “de a pie”, sino miembros de lo que, con no mucha propiedad, podríamos denominar “burguesía de provincias”, que ya en época omeya ejercían cierto poder local por medio del desempeño del cargo de cadí.
Fijadas las características del material documental que ha servido de base a este trabajo y explicadas sus limitaciones, podemos pasar a describir la imagen que de la estructura de la familia andalusí nos ofrecen esas fuentes, una imagen que forzosamente habrá que presentar algunas lagunas en ciertos aspectos, pero que se nos mostrará muy reveladora en otros.
El papel de la mujer: Las carencias de los diccionarios biográficos sobre el ínfimo porcentaje de mujeres mencionadas en ellos es una de las principales, ello no quiere decir que carezcamos completamente de datos útiles, siendo tal vez el más significativo, aunque parezca paradójico, precisamente aunque parezca paradójico, precisamente ese enorme desequilibrio entre ulemas masculinos y femeninos. En contra de lo que algunas escuelas historiográficas contemporáneas aceptan como indudable, la mayor libertad de la mujer andalusí con respecto a otras zonas del mundo islámico medieval, el hecho de que poco más de un uno por ciento de los personajes que aparecen en los diccionarios biográficos andalusíes sean mujeres nos debe hacer dudar de esa suposición.. Pero si analizamos en profundidad la personalidad del centenar largo de “mujeres sabias”, lo que hallamos es que desde un punto de vista cualitativo, su importancia es aun menor de lo que refleja su número. Con la probable excepción de alguna poetisa de renombre, ninguna de esas “mujeres sabias” alcanzó el menor reconocimiento ni tuvo la más mínima influencia en la ida cultural de al-Ándalus. Diversos factores pudieron provocar tal circunstancia; pero, entre ellos, hay uno evidente y que las fuentes dejan traslucir con claridad la transmisión del saber se realiza primordialmente, sobre todo en los primeros siglos del Islam, por medio del contacto personal entre el maestro y sus discípulos e incluso cuando las enseñanzas orales pasan a ser consignadas por escrito, la autentificación y validación del ejemplar de la obra en cuestión propiedad del discípulo requiere que haya sido escrita al dictado (personal o por medio de un ayudante) del maestro o leído en su presencia para que dé su visto bueno. Esa necesidad de trato directo de maestro y discípulo es lo que dificulta la incorporación de la mujer al sistema de enseñanza y transmisión del saber, como lo demuestran diversas anécdotas que nos presentan a mujeres recibiendo o impartiendo enseñanzas ocultas tras una cortina, aisladas de los varones que asistían a las clases aunque lo cierto es que la gran mayoría de nuestras sabias andalusíes no necesitaron recurrir a molestos métodos, ya que tuvieron como únicos maestros a padres y hermanos y como únicos discípulos a sus propios hijos. A este respecto son suficientemente reveladoras las cifras obtenidas del análisis de los datos suministrados por las biografías de ciento dieciséis mujeres. De ellas, una tercera parte (35) estudiaron con algún maestro, que en más de la mitad de los casos era familiar cercano, padre, hermano, esposo, abuelo, etc., mientras que únicamente diez recibieron enseñanzas exclusivamente fuera del entorno familiar, si bien lo harían con las restricciones antes señaladas, ocultas a la mirada del maestro y condiscípulos y sin mezclarse nunca con los  varones.
A pesar de la existencia de casos esporádicos de mujeres cuya actividad parece indicar cierta independencia y libertad (el ejemplo más conocido es el de la poetisa Wallada), todo apunta a que la mujer andalusí tenía limitado su ámbito de actuación al entorno doméstico. Es probable que entre las clases mas desfavorecidas, sobre todo en los casos en que el cabeza de familia estuviera ausente o hubiera fallecido, la mujer desempeñase algún trabajo que le obligara a relacionarse con el mundo exterior. También es cierto que en los estratos más altos de la sociedad muchas mujeres gozaron de poder e influencia; aunque si se reflexiona sobre ello, se verá que esas mujeres siguen confinadas al entorno doméstico, con la diferencia de que su hogar no es una humilde casa de un arrabal, sino el palacio real o la residencia de un alto funcionario y que por lo tanto, la influencia que pudieran ejercer en la gestión de los asuntos domésticos tendría inevitablemente cierta repercusión externa
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Composición y tamaño de la familia: La primera cuestión a tratar, en lo que se refiere a la composición de la familia, es la extensión de la poligamia en la sociedad andalusí. Por desgracia los datos que poseemos no son lo suficientemente explícitos para arrojar luz sobre ese punto, ya que, si acabamos de ver que la presencia de la mujer como protagonista directa en las fuentes biográficas es escasísima, lo es aún más como pariente, madre, esposa, hij, de los varones biografiados. Mientras no son infrecuentes las alusiones a los descendientes o ascendientes masculinos de los personajes, no ocurre lo mismo con la parentela femenina. Como la mujer no aparece en la cadena onomástica, nos encontramos con ciertas dificultades para saber si los diversos hermanos que hemos conseguido identificar al reconstruir una familia son hijos de una misma madre o no. Algunas veces encontramos en las fuentes menciones explícitas que dos personajes eran hermanos “de padre y madre”, como si eso fuera una circunstancia habitual que necesitara ser remarcada expresamente. Aún así, sería aventurado deducir que ese único dato que la poligamia era práctica extendida entre las capas más amplias de la población.
Pero si los testimonios directos sobre la poligamia son sumamente escasos, del estudio demográfico de las informaciones que nos proporciona la reconstrucción de familias cabe deducir que no debía de ser lo habitual en la sociedad urbana andalusí, ya que el número de hijos por unidad familiar parece ser reducido, y ese dato no cuadra bien con una generalización de la práctica e la poligamia.
La baja tasa reproductora de la familia andalusí, es una de sus características más destacadas. Junto a ella, e íntimamente ligada nos encontramos con una tasa intergeneracional sorprendentemente elevada. Dicho con otras palabras: la familia andalusí tenía pocos hijos y estos nacían cuando el padre había alcanzado una edad relativamente alta. Sobre la edad de procreación de la mujer no contamos con el menor dato.
Aunque todavía queda mucho por hacer en ese campo, en los últimos años han ido publicándose numerosos trabajos dedicados a la reconstrucción de familias andalusíes, gracias a los cuales disponemos de de un abundante material que posibilita un acercamiento fiable a la cuestión. Cuando la labor de sistematizar todas las informaciones de los diccionarios biográficos se encuentre concluida y la “Nómina general de personajes andalusíes vea la luz”, habrá que volver sobre otra cuestión ya con una documentación completa. Pero es presumible que las conclusiones a las que se llegue entonces no difieran en nada de las obtenidas con los datos que ahora poseemos.
Para hallar la tasa intergeneracional de las familias andalusíes que tenemos documentadas hemos recurrido a dos métodos: el primero consiste en recopilar todos los casos en los que conocemos las fechas de nacimiento de un padre y uno  o varios de los hijos (también se han contabilizado las fechas del abuelo-nieto). Este método tiene un único problema y es que si conocemos la fecha de nacimiento de un personaje, es porque cuenta con biografía propia en las fuentes, se trata de un ulema, miembro de un grupo social muy determinado cuyos datos biográficos no pueden ser tenidos como representativos del conjunto de sus conciudadanos. Esta objeción es perfectamente aceptable cuando se trata de aspectos de la vida del individuo en los que incluye su calidad de ulema de prestigio, tales como la edad al fallecimiento,, no porque la longevidad de los ulemas fuera mayor que la de otras personas de su entorno no dedicadas al saber, sino porque únicamente los sabios que alcanzaron renombre e influencia entre sus homólogos merecieron ser incluidos en los diccionarios biográficos, y ese renombre solo podía incluirse habitualmente a edad avanzada. Sin embargo, en el caso de la edad de procreación no tiene por qué influir en el hecho impredecible en ese momento, como la longevidad posterior, por lo que podemos suponer que, en este aspecto, el comportamiento de nuestros ulemas no debía de ser muy distinto del de sus contemporáneos. Sin embargo, para comprobar la fiabilidad de las de las cifras obtenidas del análisis de esos datos, el segundo método al que nos referíamos nos proporciona una información menos precisa pero que soslaya las objeciones que acabamos de comentar; este método consiste en el cálculo de la tasa intergeneracional bruta en familias de las que conocemos representantes muy separados cronológicamente entre sí hallando la distancia temporal entre las fechas de fallecimiento del primero y el último de los miembros de esa familia y dividiéndola por el número de generaciones entre ambos, obtendremos una cifra que nos indicará el lapso intergeneracional medio. Como entre esos dos personajes habrá en el árbol genealógico muchos individuos no dedicados al saber, las hipotéticas distorsiones causadas por la condición de “sabio que alcanzó edad avanzada” se verán fuertemente minimizadas.
En un trabajo de muy reciente publicación se estudiaba la edad del padre al nacimiento de sus descendientes de acuerdo con el primer método expuesto, analizándose en él cincuenta y tres lapsos, cuarenta y cinco entre padre-hijo y ocho entre abuelo-nieto, extraídos del análisis de treinta y cuatro familias que abarcaban un periodo comprendido entre los siglos VIII al XIV, aunque los datos más abundantes pertenecían al tramo IX-XI.
Agrupando esa serie de datos sobre la edad a la procreación en tramos de cinco años, la mayor acumulación se produce en tres tramos, 36-40, 31-35 y 26-30, que suman entre los  tres veintisiete casos, algo más de la mitad del total. La media aritmética se sitúa en 40,1 años, mientras que la mediana se halla en los 37, cifras extremadamente altas por más que se trate de años lunares y que, en principio, parecen sospechosas. La tasa intergeneracional de acuerdo con el segundo método expuesto, en un intento de dilucidar si, al menos en tendencia general, los resultados coinciden con estos.
La media aritmética es de 35,8 y la mediana se sitúa prácticamente en los 38, cifras que, aunque ligeramente distintas de las que hallábamos antes, vienen a confirmar que la edad a ls procreación dentro de este grupo social era sorprendentemente alta.
Este dato tal vez explique otra circunstancia que se desprende del estudio de esas amplias familias: el reducido número de hijos. Con la única excepción de los sevillanos Banu Hayyay, de los que conocemos en una generación nada menos que siete hermanos, el resto de las familias, por amplio que sea el árbol genealógico que se haya conseguido reconstruir, no nos ofrecen casi ningún ejemplo de más de tres hijos de un personaje. La drástica disminución del periodo fértil debido al comienzo tardío de la procreación, debió de ser un factor determinante en esa baja tasa reproductora que reflejan las fuentes biográficas.

María Luisa Ávila



jueves, 30 de enero de 2020

BADIS BEN HABBUS, REY DE LA TAIFA DE GRANADA


BADIS BEN HABBÚS, REY DE LA TAIFA DE GRANADA

Javier Iglesia Aparicio

[¿? – ¿Granada?, 30 junio 1073]

Rey de la taifa de Granada (429H/1038-465H/1073)
Su nombre completo era Abu ‘Abd Allah Badis ben Habbus ben Maksan ben Ziri ben Manad as-Sinhayi at-Talkatí, llamado al-Mansur. En árabe باديس بن حبوس
Hijo de Habus ben Maksán y perteneciente a la dinastía bereber de los ziríes.
Badis se hizo cargo del gobierno de Granada tras fallecer su padre. La sucesión fue aceptada por su hermano Buluggin ben Habus pero no por uno de sus primos: Yaddayr ben Hubasa.

Yaddayr agrupó a los enemigos de Badis (principalmente los bereberes zanata opuestos a los bereberes sinhaya, a los que pertenecían los ziríes) y trataron de conseguir el apoyo de Samuel ben Nagrela, funcionario judío de alto rango. Samuel ben Nagrela acordó una reunión con los conjurados en su casa pero, acto seguido, acudió a informar de la misma a Badis. Badis se escondió en la habitación donde se celebraba la reunión. En agradecimiento lo tomó a su servicio.
Los seguidores de Yaddayr habían decidido asesinar a Badis en un lugar llamado la Rambla, donde Badis tenía por costumbre salir, cerca de una almunia que servía para reunir a su consejo de gobierno. Los traidores decidieron organizar una carrera de caballos en La Rambla y asesinar a Badis cuando saliese de la almunia. Pero uno de los conjurados, llamado Firqan, decidió a su vez traicionar a los conjuradores y, con su caballo, se metió en la almunia para avisar a Badis.
Una vez avisado, Badis salió por otra puerta hacia la alcazaba mientras sus hombres de confianza fueron a amenazar a Yaddayr quien huyó de Granada al verse descubierto. Durante el resto de su vida se unió a cualquier ejército que combatiera a Badis, aunque parece que se exilió junto a los Banu Birzal, hasta que finalmente fue aprisionado y acabó muriendo en la cárcel de muerte natural.
Enfrentamiento con la taifa de Almería y Murcia
En los inicios de su gobierno Badis tuvo que hacer frente al enfrentamiento con la taifa de Almería y Murcia. Zuhayr, el gobernante de esta taifa, ya se había distancia de su antes aliado Habus ben Maksán.
Badis envió un mensajero a Zuhayr exigiendo la renovación de la alianza y quejándose de la amistad de Zuhayr con al-Birzali, rey de Carmona. Zuhayr montó en cólera y se dirigió con su ejército hacia Granada sin respetar las normas de cortesía habituales. Las conversaciones entre Badis y Zuhayr no fueron fructíferas y finalmente se desencadenó un conflicto.
La batalla, el ejército más numeroso de los granadinos y la traición de los 500 esclavos negros (sudan) de Zuhayr, acabo con la derrota de las tropas almerienses. En el camino de huida falleció el propio Zuhayr. Según la Crónica anónima de los Reyes de Taifas esto ocurrió en el lugar llamado al-Funt (La Fuente), a cuatro millas de Granada, el último día de sawwal del año 429H (4 de agosto de 1038). Así lo narra:
Ese visir perverso (Ahmad ben ‘Abbas) le recomendó (a Zuhayr) [emprender] una incursión contra Badis ben Habbus cerca de Granada. [Zuhayr] salió, pues, contra él con un gran ejército.
Badis se enfrentó a él en un lugar llamado al-Funt, a cuatro millas de Granada, y trabóse entre los dos un recio combate, en el que Zuhayr fue derrotado y una gran parte de sus compañeros fue aniquilada. Luego Zuhayr fue matado, mientras su visir fue hecho prisionero y llevado ante Badis; entonces [éste] le cortó el cuello.

Crónica Anónima de los Reyes de Taifas, ed. Felipe Maíllo Salgado, pp. 24-25
El relato que nos ha llegado por Ibn Idari, citando a Ibn Hayyan, es mucho más rico en detalles:
La causa de malearse [la situación entre] Badis ben Habbus con su antiguo vecino y aliado Zuhayr al-Fatà, fatà de al-Mansur ben Abi Amir, fue el aliarse [éste] con su mortal enemigo Muhammad ben ‘Abd Allah az-Zanati, y procedió a eso Habbus por su enemistad [con él], que la legó como lema permanente a su descendencia. Encendió Zuhayr su fuego [de inquina] después y persistió su apego al susodicho; entonces Badis le envió un mensajero con quejas, pidiéndole la renovación de la alianza.

Zuhayr se apresuró a dirigirse hacia [donde] Badis y perdió la sensatez. Se dejó seducir por la vanidad, confió en la muchedumbre y marchó pareciéndose más en su ida a un emir poderoso que va a[l encuentro de] uno de sus ámeles que otra cosa. Descuidó las reglas de los encuentros con los iguales, además de las razones de la prudencia. Prescindió Zuhayr de todo eso y avanzó restallando su látigo, hasta pasar el límite ante el cual era su costumbre detenerse -por [ser] los dominios de Badis y carecer de su autorización [para hollarlos]- y marchó dejando a sus espaldas gargantas y escabrosidades; sin pensar en ellas irrumpió en la región hasta que llegó a las puertas de Granada.

Cuando llegó Zuhayr a Granada salió hacia él Badis ben Habbus con su gente, pues desaprobaba su irrupción contra él, asó como [también] la consideraba una ganancia en sus manos; más le mostró amabilidad y honores, y se extremó en aprovisionarlo y aposentarlo a él y a sus hombres; con lo cual consolidó el extravío de ellos y afirmó su confianza. Entonces se efectuaron conversaciones entre Zuhayr y Badis y aquellos hombres de sus estados que los acompañaban; pero surgió entre ambos un obstáculo de desacuerdo desde el primer momento. Zuhayr llevaba su asunto según lo injusto, y su visir Ahmad ben ‘Abbas forjaba cosas inauditas al manifestar lo que quería Zuhayr. En ese punto Badis se decidió por el combate y su gente, los sinhaya, estuvieron de acuerdo con él. Tomó entonces sus disposiciones, emplazó sus escuadrones y cortó un puente del que no podía desviarse Zuhayr.

El tonto Zuhayr no se dio cuenta y pernoctó -trayéndole la noche dolores de parto de la camella primeriza- y así se le presentó Badis muy de mañana con una sólida formación de batalla, y no fue sorprendido sino [por] el estruendo de la gente avanzando hacia él batiendo sus atabales.

Zuhayr y sus compañeros se pasmaron y ¡oh qué desorden y qué terror repentino! Se dividía la atención de los hombres entre su vida y sus bienes, y se escindía su cuidado entre quedarse o marcharse, hasta que su emir Zuhayr tuvo por mejor la disposición de permanecer -si [ello] le hubiera salido bien- y comenzó a disponer la batalla. Permaneció en el centro de su real y envió delante a su lugarteniente Hudayl el Esclavón, con sus compañeros principales, los clientes amiríes no eunucos, sus allegados esclavones y otros, a enfrentarse a los sinhaya.

Cuando [éstos] vieron [aqu]ello, supieron que ellos eran su defensa y su poder y que cuando lo segasen no les quedaría nadie detrás. Se mezclaron, pues, los dos bandos y arreció la lucha entre ellos largo tiempo. No cesaron ambos, hasta que Dios otorgó la victoria al menos numeroso de los dos grupos, a fin de mostrar su poder y renovar en los corazones de sus devotos su lección.

Fue apartado en el choque su caíd Hudayl y se desbandaron sus compañeros. Al instante Hudayl fue llevado a empujones, prisionero, ante Badis, que se apresuró a cortarle el cuello. Apenas Zuhayr vio el campo de batalla huyó abiertamente, sin llevar consigo persona de confianza ni unirse a grupo [alguno]; se le adhirieron los fugitivos y se desbandaron sus compañeros tras él sin volverse para nada. Cabalgando cayeron los sinhaya y sus tropas de zanata sobre las espaldas de la gente y la pasaron a cuchillo con la fuerza de la solidaridad tribal y la ventaja [que procura] el exterminio; pues no dejaron a ninguno de los que acorralaron. Extremaron la hostilidad y aniquilaron a una muchedumbre que cogieron en ásperos desfiladeros y elevados montes, adonde los forzó a buscar refugio la espada, que fue la muerte del que huía, fueron [así] despedazados. Por ese camino pereció su emir, Zuhayr, que ignoró el campo de batalla. Sus negros (sudan) lo habían traicionado desde el principio, pues se pasaron a los sinhaya. Eran cerca de quinientos.

Los hombres de Badis se hicieron con un botín [que comportaba] dinero, tesoros, armas,aderezos, equipos, esclavos, tiendas y todo género de riquezas que la descripción no abarcaría. Badis se apoderó de un grupo de notables de los hombres de Zuhayr y se apresuró a matar a los caballeros (fursan) y caídes.
al-Bayan al-Mugrib, ed. por Felipe Maíllo Salgado en La caída del Califato de Córdoba y los Reyes de Taifas, pp. 146-148.
Como resultado la taifa de Granada ocupó algunos territorios del noroeste de Almería y de Jaén.
Los visires judíos Ben Nagrela
Badis estuvo aconsejado al principio de su gobeierno por el ya citado visir judío Samuel ben Nagrela. Samuel era también el jefe de la comunidad judía y destacó por su obra poética y teológica.
Cuando este falleció en el 1055, Badis nombró visir a Alí ben al-Qarawí pero un hijo de Samuel ben Nagrela, llamado Yusuf (Josef) logró hacerse finalmente con el puesto de su padre.
Josef es retratado en las Memorias de ‘Abd Allah como un hombre con grandes dotes de persuasión y también muy ambicioso, pero gozaba con la absoluta fidelidad de Badis.
Badis y la legitimidad califal de al-Andalus
Badis fue el gobernante más importante de la taifa zirí de Granada y acabó siendo el dirigente bereber más importante. Muestra de ello es que, en el 1066, el rey Muhammad II de la taifa de Arcos le ofreció el reino a causa de la asfixia a la que le sometía la taifa de Sevilla. Pero su ejército fue interceptado por al-Mu’tadid de Sevilla y derrotado, con lo que Arcos acabó incorporándose a Sevilla.
Badis participó en los distintos conflictos habidos entre las taifas árabes y bereberes, ambos representados por dos califas: los hammudíes Idris IYahya IIHasan e Idris II, seguidos por los bereberes; y el falso Hisham II apoyado por Sevilla.
Estos enfrentamientos se saldaron con la victoria del grupo beréber en Écija, en 1039. Tras estos sucesos, en 1040, Badis atacó Sevilla, muriendo en aquellos combates un hijo del rey sevillano, el hayib Muham­mad ben Ismail ben ‘Abbad. Así lo narra la Crónica anónima de los Reyes de Taifas:
Luego Badis ben Habbus, señor de Granada, ambicionó hacerse con Sevilla; entonces lanzó una incursión contra ella con un gran ejército. El hayib Muhammad ben Ismail ben ‘Abbad salió contra él en persona por orden de al-Mu’ayyad. Se acometieron en las cercanías de Sevilla y entablaron un terrible combate. Entonces el cadí, el hayib Muhammad ben Ismail ben ‘Abbad fue matado; sus tropas fueron puestas en fuga y entraron derrotadas en Sevilla. Esto tuvo lugar a principios del 431H.
Crónica anónima de los Reyes de Taifas, ed. Felipe Maíllo Salgado, pp. 73-74
Badis logró convertirse en la taifa predominante dentro de las bereberes. Pero al poco aparecieron también desavenencias en este bando pues se proclamaron dos califas hammudíes simultáneamente: Muhammad ben Idris en Málaga y Muhammad ben al-Qasim en Algeciras.
Badis dirigió entonces campañas militares contra Ronda, Osuna, Morón y Carmona. Se desconocen los detalles de estos conflictos, pero sí sabemos que no impidieron, en 1047-1048, que sus principales figuras, Ishaq de CarmonaMuhammad de Morón‘Abdún de Arcos y Badis de Granada, reconocie­ran como califa al hammudí Muhammad ben al-Qasim en Algeciras, apartándose del califa hammudí de Málaga, Muhammad ben Idris ben ‘Alí.
En el 1053 Badis organizó el asesinato del califa hammudí Muhammad I ben Idris de Málaga enviándole un vaso para beber vino.
La conquista de Málaga (1057)
Esta situación propició la toma de Algeciras por Sevilla, hacia 1054-1055, y la toma de Málaga por Badis, en 1057.
Badis, tras haberse ganado la confianza de los nobles de Málaga, entro en la ciudad y obligó a exiliarse al rey y califa hammudí Muhammad II.
En el gobierno de Málaga Badis situó a su hijo Buluggin ben Badis Sayf al-Dawla ayudado por un personaje clave, el visir y cadí Muhammad al-Nubahí (o al-Bunnahí), el cual venía ya destacando en la administración de los califas hammudíes.
El visir Josef ben Nagrela (1056/57-1066)
El ascenso de Josef (o Yusuf) ben Nagrela ocasionó una conjura en la que participaban Alí ben al-Qarawí y sus hijos así como el príncipe Buluggin, el hijo de Badis. Parecer ser que, finalmente, Josef ben Nagrela organizó el envenenamiento de Buluggin (1064).
Pero Josef ben Nagrela no paró de conspirar e instigó a Maksán ben Badis, el hijo menor, a rebelarse contra su padre, siendo finalmente desterrado, aunque acabó en Jaén, donde se declaró independiente.
La antipatía de los bereberes sinhaya contra el visir judío siguió en aumentó hasta que se descubrió la traición de Josef contra Badis con el apoyo de al-Mu’tasim, de los Banu Sumadih de Almería.
En este período, en el 1057, el rey de Sevilla ocupó brevemente la ciudad de Málaga, aunque no su alcazaba. Al poco fue recobrada por Badis.
Conflicto con Almería y masacre de Granada de 1066
El emir ‘Abd Allah en sus Memo­rias culpa al judío Josef de esta traición:
[…] luego se descompusie­ron las cosas, por la traición de que nos hizo víctima el judío (¡Dios le maldiga!); porque Guadix, con todos sus territorios anejos pasó a poder de [Muha­mmad ben Ma’n] ben Sumadiḥ [señor de Almería], y porque los restantes soberanos se lanzaron contra nuestros dominios, no dejándonos más que Granada, Almuñécar, Priego y Cabra. Cuando corrió entre los súbditos la nueva de que había muerto el príncipe excelso, [Buluggin ben] Badis, que por mucho tiempo no se había mostrado a ellos, nuestras guarnicio­nes evacuaron los castillos y éstos fueron ocupados ilegalmente por los habitantes del país.

Memorias de ‘Abd Allah, publicadas en El siglo XI en 1ª persona
Una vez conocida la conspiración hubo un levantamiento general de la población de Granada con la comunidad judía. El 30 de diciembre de 1066 la muchedumbre entró en la alcazaba granadina y capturó a Josef ben Nagrela. Éste acabó sus días crucificado. Pero a continuación se inició una masacre en el barrio judío que además fue despojada de sus riquezas.
Badis nombró visir a al-Naya, de estirpe árabe. A continuación pidió ayuda a Yahya al-Ma’mum de Toledo para recuperar los territorios ocupado por los almerienses, consiguiendo que Guadix volviera a pertenecer a los ziríes, aunque a cambio de dar Baza a Toledo.
El enfrentamiento continuó tras la muerte de Badis, con su hijo ‘Abd Allah, contra quien parece que perdió algunos territorios en la zona de Las Alpujarras. Finalmente lograron un acuerdo fronterizo.
Badis y las construcciones en Granada y Málaga
Badis mantuvo la atención y el cuidado de sus antecesores en la actividad constructiva en Granada, al menos así lo afirmaba al-Idrisí (s. XII):
[fueron] consoli­dadas sus murallas y construida su alcaza­ba por Habus al-Sinhayí, a quien sucedió su hijo Badis ben Habús, en cuyo tiempo fue completada la edificación de Granada y su poblamiento, que aún continúa.
Badis consolidó la expansión en el llano de Granada concluyendo su mezquita aljama.
Durante su gobierno, bajo las indicaciones de Josef ben Nagrela se levantó el Hisn al-Hamra, el antecedente de la alcazaba de la Alhambra.
Asimismo, tras la toma de Málaga, Badis realizó fuertes inversiones para acondicionar la alcazaba malagueña y sus murallas.
Últimos años de gobierno de Badis ben Habbus
Badis, cada vez más anciano y menos capaz, empezaba a apoyarse en advenedizos, como el árabe al-Naya. La acción diplomática y las intrigas de al-Naya lograron recuperar Jaén, obligando a Maksán a refugiarse a Toledo.
Pero este se granjeó la antipatía del resto de los bereberes sinhaya. al-Naya, mientras, se apoderó de la ciudad de Baeza, en manos de Alí ben Muyahid de Denia.
Tras este éxito, los jefes bereberes iniciaron una conspiración con el objetivo de asesinar a al-Naya y poner en su lugar a Maksán, quisiera o no Badis. El jefe del grupo, Wasil, gobernador de Guadix, acabó cortando la cabeza a al-Naya.
Pero Badis se opuso a que su hijo volviera a Granada y nombró visir al mozárabe Abu-l-Rabí, procedente de Denia. Gracias a sus consejos, negoció la vuelta de Maksán. Éste, aunque fue acogido con generosidad por su padre, no tardó en urdir nuevas conspiraciones, con lo que perdió cualquier oportunidad de ser designado sucesor al trono.
Muerte y sucesión de Badis ben Habus
Según Ibn al-Jatib, Badis ben Habús falleció el 20 de sawwal de 465H (30 de junio de 1073). Sin embargo existen otras versiones de la fecha de su muerte: Ibn al-Qattan, citado por Ibn Idari, da el año 469H (c. 1077); e Ibn Jaldún el año 467H (1075). El año 1077 no es posible porque cuando al-Ma’mun de Toledo toma Córdoba (1075) ‘Abd Allah ya es rey de Granada.
Badis se había titulado al-Nasir (el Triunfante) y al-Muzaffar (el Victorioso), con referencia explícita al sobrenombre honorífico del primer califa de Córdoba ‘Abd al-Rahman al-Nasir, por una parte, y por otra al del primer sucesor del chambelán Almanzor, su hijo ‘Abd al-Malik al-Muzaffar, conjugando así los nexos con omeyas y amiríes, como también al adoptar el título de chambe­lán (hayib), había dejado claras las pautas políticas en que se situaba.
Fallecido Buluggin y sin confiar en Maksán, Badis se apoyó en sus dos nietos descendientes de Buluggin: el mayor, Tamim al-Mu’izz al-Mustan­sir, y el siguiente, ‘Abd Allah, que habría de convertirse en el último emir de la taifa granadina.
Tammin residía en Málaga, donde Badis había nombrado a un jeque sinhayí para que se hiciera cargo del control del lugar hasta que el príncipe tuviera edad para gober­narla. En 1073 comenzó el gobierno de aquél, al tiempo que su hermano ‘Abd Allah accedió al trono de Granada.
Badis y la cultura
Badis no fue un gobernante que estuviera interesado en proteger a eruditos en su corte al contrario que muchos de sus contemporáneos. las fuentes árabes nos hablan de un gobernante poco culto y que hablaba más en bereber que en árabe.
Según Ibn Jaldún, Badis era poco más o menos que un bárbaro que desdeñaba los buenos modales, la cultura y la civilización, además de ser un bebedor empedernido. Aunque se le reconocía su franqueza y su disposición a estar en el campo de batalla.
En consecuencia, muchos eruditos de Granada y, posteriormente de Málaga, emigraron hacia otras taifas que acogían mejor a quienes eran versados en artes y ciencias.
Acuñaciones de Granada en época de Badis ben Habbus
Badis realizó numerosas acuñaciones de moneda en su territorio pero nunca reflejó sus títulos en las monedas, en las que mantuvo, hasta 1063, la referencia hammudí, como vínculo legitimador, aún cuando sus califas ya se habían extinguido.
Bibliografía
·         ‘Abd Allah, Memorias, publicadas en El siglo XI en 1ª persona, Alianza Editorial.
·         Ibn Idari, Al Bayan al-Mugrib, trad. Felipe Maíllo Salgado en La caída del Califato de Córdoba y los Reyes de taifas, Universidad de Salamanca, Salamanca, 1993.
·         Crónica anónima de los Reyes de Taifas, trad. Felipe Maíllo Salgado

MUHAMMAD II BEN IDRIS AL-MUSTALÍ, REY DE LAS TAIFAS DE MÁLAGA Y MELILLA


MUHAMMAD II BEN IDRIS AL-MUSTALÍ, REY DE LA TAIFAS DE MÁLAGA Y MELILLA

Javier Iglesia Aparicio

[¿? – Melilla, 460H ] Muhammad ben Idris ben Yahya ben Hammud. En árabe محمدالمستعليبالله

Rey de la taifa de Málaga (1054/55-1057)
Rey de la taifa de Melilla (c. 1063 – c. 1067)
Califa hammudí (1054/55-c.1067)
Hijo de Idris II ben Yahya, rey de la taifa de Málaga y califa hammudí.
Tras el fallecimiento de Idris II en el 446H (1054/1055), fue proclamado como califa hammudí y tomó el título de al-Mustali (el Supremo).
Pero solo fue reconocido en la propia taifa de Málaga pues el resto de emires bereberes convinieron en seguir como califa a Muhammad ben al-Qasim al-Mahdi de Algeciras, también hammudí o a su hijo al-Qasim (no están claras las fechas de la muerte de Muhammad ben al-Qasim).
Pocos más datos existen acerca de Muhammad II. La taifa de Málaga está en completo declive y Badis ben Habbus de Granada tiene preeminencia en la zona.
El soberano granadino se fue ganando mediante dádivas y sobornos a las personas influyentes de Málaga. El objetivo era tomar Málaga antes de que hiciera lo propio la taifa de Sevilla. Finalmente, en el 1057, Badis entró en Málaga y depuso a Muhammad II.
Exilio y gobierno en Melilla
Su vida fue perdonada y acabó exiliándose en Almería. Posteriormente recibió una oferta de los habitantes de Melilla para ser su gobernante.
Allí en torno al 456H (1063/64) o 459H (1066/67) fue de nuevo proclamado califa en sustitución de un descendiente de al-Hakam I, ‘Abd al-Aziz ben Ahmad ben Muhammad ben Muhammad ben Al-Asbag ben Al-Hakam Al-Rabadi.
Falleció en Melilla en el 460H (1067/68)