Mostrando entradas con la etiqueta Historia de al-ándalus. Personajes ilustres. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Historia de al-ándalus. Personajes ilustres. Mostrar todas las entradas

viernes, 5 de julio de 2019

ABU-L-KASIM



Abû-l-Kâsim al-Zahrâwi Khalf ibn ‘Abbâs.
Médico andalusí.
Nació en Madînat Al-Zâhyra, cerca de Córdoba, en el 936. Murió en el año 1013.

Al-Zahrâwi –conocido en Occidente por Abulcasis por derivación de su nombre Abû-l-Kâsim-, médico de la corte de Al-Hakam II, se hizo famoso sobre todo como autor de tratados de cirugía. Sus obras fueron traducidas ya en la Edad Media al latín, provenzal y hebreo, e impresas repetidas veces durante el Renacimiento. De hecho la cirugía árabe se hallaba considerablemente adelantada con respecto a la latino-europea; los árabes ya practicaban la autopsia desde época temprana y conocían tanto la narcosis como los antisépticos.


 Tomado de wikipedia

Posible hijo del propio Abderramán III (nació dentro del harem de 
Medina Zahara), Abulcasis fue uno de los médicos más eminentes de Al Andalus.
Su vida transcurre durante el periodo del Califato, educándose en las madrasas creadas por los propios califas a los que termina por servir como médico personal (como también lo será de Almanzor y su sucesor)
A la herencia grecolatina aprendida, Abulcasis unió las más modernas técnicas aprendidas en sus viajes (Fez, Oriente en su peregrinación a la Meca, visita, ya en plena vejez, a Avicena) y una constante investigación. Todo ello le convirtió en uno de los más afamados cirujanos de la Edad Media, cuya influencia en el Renacimiento fue poderosa a través de sus escritos (reunidos en los más de 30 volúmenes Al Tasrif).
Entre sus numerosas aportaciones se podría destacar la operación de cataratas y diversos tumores, nuevos métodos de anestesia, sutura y cauterización, los forceps para los partos, las trepanaciones, el tratamiento del famoso cólico miserere...


También ideó una amplísima gama de instrumental quirúrgico, siendo muchos de sus diseños utilizados aún.



Interesado por las plantas, escribió todo un tratado de botánica médica.

Es el principal tratadista andalusí de medicina quirúrgica, que constituye precisamente el tema de su obra más importante, Al-Tasrîf. El amplio relieve que se da en ella a las heridas de guerra, hacen suponer que su autor fue cirujano militar.

Al-Tasrîf es una vastísima enciclopedia en treinta libros, que es, por lo general, una obra de recopilación de los conocimientos de sus sucesores –sobre todo de Al-Râzî-, pero importante por las observaciones originales sobre las enfermedades del oído y de la garganta, y sobre las técnicas operatorias.

La primera parte de la obra trata, en especial, de la cauterización de las intervenciones quirúrgicas, en las apoplejías y en la epilepsía. El segundo libro trata de cirugía, recordando al operado la santidad de su obra, inspirada en Allah y que, por consiguiente, no debe ser comenzada con fines lucrativos, sin un planteamiento maduro y sin conocimiento de las causas de la enfermedad y de la anatomía de ni la zona afectada. No debe usarse la cirugía antes de tener la prueba de que todos los demás remedios no producen efectos. De ningún modo se debe realizar una operación por desesperación, ya que la cirugía sólo es admisible cuando el estado general del enfermo hace probable el deseado éxito de la misma. Si el médico no ha reconocido de antemano la naturaleza de la dolencia, si no ha sido capaz de reconocer su causa verdadera y si tiene en su conciencia alguna duda acerca de ella, sería un crimen intentar una operación que pueda poner en peligro la vida de un prójimo.

Se describe a continuación las intervenciones que deben realizarse cuando se trata de heridas de abdomen, de la litotomía, de la trepanación del cráneo, de las amputaciones, de las operaciones de hernia, de las fístulas, etc. Se aconsejan las prótesis de hueso de buey y el uso del catéter de plata en las enfermedades de la vejiga.

El tercer libro trata de las luxaciones y fracturas. Otros capítulos tratan extensamente de farmacología. El último libro es el más interesante para la historia de la cirugía, y que puso a su autor a la altura de Hipócrates y Galeno. Contiene una descripción bastante clara de las técnicas operatorias y una preciosa reproducción del instrumental quirúrgico de la época. La obra fue traducida al latín por Gerardo de Cremona en 1181, y al hebreo por Sem Tob.

Otra obra suya es su libro Liber Servitoris –sólo ha llegado hasta nuestros días la traducción latina de Pablo de Egina-, donde describe la preparación de medicamentos a base de plantas, minerales y animales. Para Al-Zahrâwî, como para el resto de los médicos andalusíes, el equilibrio exacto de los alimentos constituía el fundamento de la salud. Clasifica los medicamentos simples –con arreglo a sus cualidades: calientes, fríos, secos o húmedos: 

El higo es de  naturaleza caliente y húmeda de primer grado. La mejor clase es el blanco con la boca abierta. Es empleado para los riñones, cuyos cálculos disuelve. Su inconveniente es que llena y ceba; ello se pede contrarrestar tomando caldo salado y bebida de vinagre.

La ciruela es de  naturaleza fría en primer grado. La mejor es la ciruela pasa dulce. Se emplea para evacuar la bilis. Tiene el inconveniente de perjudicar al estómago. Esto se contrarresta tomando azúcar de rosas.

La pera es de naturaleza fría en primer grado y húmeda en segundo. Las mejores son naturalmente las pasas. Se emplean en casos de debilidad de estómago. Tienen el inconveniente de producir cólicos. Esto se contrarresta tomando después de la peras frutas de  otra clase.

La violeta es de naturaleza fría en primer grado y húmeda en segundo. La mejor clase es de color azul, como el lino, con muchas hojas. El olor a violeta adormece y un jarabe fabricado a base de ella fomenta la evacuación de bilis. Sus inconvenientes es que enfría y produce catarros. Esto se contrarresta utilizando grano de sauco y clavos.
Las lentejas son de naturaleza fría y seca en segundo grado. Las mejores son las rojas, gordas. Se emplean para aliviar la acidez de la sangre y fortalecer el estómago. Tienen el inconveniente de dificultar el coito y de disminuir la visión. Esto se contrarresta comiendo berros y tomando duchas.

El melocotón es de naturaleza fría y húmeda en segundo grado. La clase mejor es la que huele a almizcle. Los melocotones se emplean en casos de fiebre ardiente. Tienen el inconveniente de descomponer los humores; esto se contrarresta con vino aromático.

La albahaca que huele a limón es de naturaleza caliente en segundo grado. La mejor es la fresca, roja y cultivada. Disuelve la gota, pero perjudica al cerebro. Esto se contrarresta con un remedio preparado de almendras y vinagre...

Un simple estudio estadístico, acerca de la esperanza de vida que alcanzaban los andaluces –cuando en el continente europeo apenas si se llegaba a los 30 años- era de una media de 70 años, lo que nos debe hacer pensar tanto en las condiciones sanitarias de las ciudades andaluzas como en el nivel alcanzado por la medicina en este período. Cuando leemos relatos acerca de los éxitos andalusíes en sus curaciones, debemos suponer la exactitud de sus métodos e hipótesis, pues éstos, y en general todos los médicos musulmanes, entendían que la constitución del cuerpo humano formaba parte de un todo indivisible.


jueves, 13 de junio de 2019

MASLAMA DE MAYRIT


Hoy pocos saben, ni los propios españoles (incluido los madrileños), que Madrid fue una ciudad fundada por los musulmanes y que el nombre Madrid es de origen árabe.
Mucho menos se conoce que en aquella urbe nacieron famosos investigadores como Abu-l-Qasim Maslama al-Maÿriti y Abu Maslama Muhammad al-Maÿriti, y sus discípulos, que desarrollaron múltiples ciencias, entre ellas la astronomía y la alquimia, las que a través de las traducciones al latín tuvieron una influencia importantísima en el Renacimiento europeo.
El primero de nuestro madrileños fue el astrónomo, filósofo y matemático Abu-l-Qasim Maslama Ibn Ahmad Al-Faradi al-Hasib al-Qurtubi al-Maÿriti nacido, como lo indica su nísba (patronímico del nombre árabe) en Maÿrit, hoy Madrid, a mediados del siglo X, y fallecido en Córdoba en 1007.
Parece que Maslama se estableció tempranamente en Córdoba, por entonces la capital del califato de Al-Ándalus, y fue discípulo del geómetra Abd al-Gafir Ibn Muhammad.
 
En el año 1004, existía en Madrid una Escuela de Matemáticas y de Astronomía fundada por Maslama al-Maÿriti.
Parece que hacia 979 llevó a cabo observaciones astronómicas y que por esa misma época adoptó las tablas de Al-Juarizmi al meridiano de Córdoba. Esta versión de Maslama sería traducida al latín por el sabio inglés Adelardo de Bath.
Y, precisamente como bien dice Juan Vernet, el gran arabista e islamólogo de la Universidad de Barcelona, especialista en ciencias, «La primera mención de una medida de la Tierra realizada por los árabes penetró en Occidente con la traducción de las tablas astronómicas traducidas por Adelardo de Bath en 1126» (J. Vernet, Lo que Europa debe al Islam de España, El Acantilado, Barcelona, 1999, p. 199).
Además de introducir en Al-Ándalus (y por añadidura en la Europa cristiana) esta obra clave del “Padre del álgebra”, Maslama hizo lo mismo con el saber enciclopédico de los “Hermanos de la Pureza”.
Maslama fue maestro de la filosofía pura, de la ciencia exacta, de la precisión astral y de la melodía de los números. Maestro de la armonía del universo..., de la matemática del Cosmos que permite medir distancias terrestres con la sombra de los astros. También perfecciono el Astrolabio y tradujo el Planisferio de Ptolomeo al árabe y lo anotó. Su láqab (apodo) Al-Faradi habla con elocuencia de sus capacidades.
Que Maslama fue famoso incluso entre sus contemporáneos no hay ninguna duda. Ibn Hazm de Córdoba lo cita en su obra principal: «Abu Dulaf el librero me contó que Maslama Ibn Ahmad, el filósofo conocido por Al-Maÿriti...» (Ibn Hazm, El collar de la paloma. Versión e introducción de Emilio García Gómez, y Prólogo de José Ortega y Gasset, Alianza Editorial, Madrid, 2007, p. 163).
Discípulos de Maslama fueron al-Kirmani; Ibn Al-Samh; Ibn Al-Saffãr e Ibn Al-Jayyãt.
Entre los numerosos trabajos de Maslama se cuentan el “Tratado del Astrolabio”, que se conserva en la biblioteca del Monasterio de El Escorial con el número 967 del Fondo Árabe; el “Extracto de las Tablas de Al-Battani, para posición de los astros y ecuaciones de los planetas”; el “Libro de Aritmética práctica”; la “Teoría de la perfección de las ciencias numerales” (en árabe Fi taman ilm al-adad), y también el “Cálculo comercial” (al-Mu’amalat).
Como atribuible a Maslama también se señala una verdadera enciclopedia que seguramente debe ser adaptación, o nueva forma de la ya nombrada de los “Hermanos de la Pureza”, y que forma un conjunto de cincuenta y dos tratados de muy diversas materias
En el año 1004, existía en Madrid una Escuela de Matemáticas y de Astronomía fundada por Maslama al-Maÿriti. No debe quedar la menor duda que Maslama lega a la posteridad conocimientos documentales de grandísimo valor, especialmente aquellos referidos a la astronomía y las matemáticas. Para aquellos que conocemos la ciudad atravesada por el río Manzanares, pensamos que naturalmente debió ser parte muy destacada en el espíritu inquieto de Maslama, el bonancible clima y la diafanidad de sus serenas noches que invitan a la observación de los astros y otras maravillas creadas por el Señor de los Universos.
La obra de Maslama sería ampliada y perfeccionada por otro andalusí, el astrónomo y matemático Abu Ibrahim Ibn Yahia al-Naqqás (el Grabador), llamado entre sus contemporáneos al-Zarqali, por lo que fue conocido en el mundo latino y la posteridad como Azarquiel, nacido en Córdoba hacia 1029, y muerto en Toledo en 1087.
El alquimista y astrólogo Abu Maslama Muhammad al-Maÿriti es nuestro otro gran madrileño. Vivió en la primera mitad del siglo XI. Sus dos trabajos de alquimia y magia, son respectivamente “Rutbat al-hakim fil-kimíya” (“La Distinción del Sabio en la alquimia”) y ‘Gayat al-hakim fil-sir” (“El Acierto del Sabio en el secreto”). Esta última obra fue hecha traducir por el rey castellano Alfonso X el Sabio en 1256.
En la parte normativa de estas obras, junto a los conceptos apuntados de influencias astrales, transmutación de metales, elixires, encantamientos, amuletos, etc., figuran datos de excepcional importancia relativos a sistemas de pesas y medidas; y también operaciones, en realidad científicas, de laboratorio, y que en opinión de distinguidos tratadistas, como el doctor Eric 

miércoles, 12 de junio de 2019

AL-YAZIRI



Abû Marwân ‘Abd al-Mâlik ibn IDrîs al-Jawlânî al-Yazîri.
Poeta ‘âmirî. Nació aproximadamente sobre los años 950-960. Murió asesinado en la cárcel subterránea de Madînat al-Zâhyra en 1003.
Los datos que conservamos acerca de su vida  y que nos proporcionan las fuentes conocidas son realmente escasos. Ya hemos indicado la probable fecha de nacimiento, basándonos en que una de sus primeras actuaciones públicas, al menos la más antigua que puede fecharse, es el duelo poético que por orden de Al-Mansûr mantuvo con Al-Mushafî, estando ya éste en prisión (978-983), momento en el que Al-Yazîrî no podría tener más de veinticinco años.


La vida del poeta debió transcurrir al servicio de Al-Mansûr, siendo uno de sus asiduos contertulios al que su innata facilidad para improvisar versos encomiásticos le proporcionaría sustanciosos regalos e incluso la obtención de altos cargos públicos. Así habría de alcanzar el puesto perfecto de policía (sahib-al-surta),gracias a uno de sus versos oportunistas. También durante un cierto tiempo estuvo al frente de la cancillería (dîwân al-insâ), si bien por ciertas irregularidades o negligencias en el desempeño de su cargo fue desposeído en él temporalmente, pues a la muerte de Al-Mansûr y ya bajo la autoridad de Al-Muzaffar, volverá a encargarse de ella hasta su muerte.
No estuvo su vida exenta de graves desgracias personales, ya que han llegado hasta nosotros noticias de que bajo el mandato del hâyib estuvo en prisión en dos ocasiones, una en la cárcel subterránea de Al-Zâhyra, y otra en Tortosa; aunque la duración de sus encarcelamientos no debió ser muy larga, pues parece ser que Al-Mansûr era bastante condescendiente con él, al menos, eso parece apreciarse viendo la actitud con que acoge sus súplicas de perdón y arrepentimiento. Mas esta benignidad no se mantuvo al resultar complicado en la conspiración dirigida a acabar con el influyente visir de Al-Muzaffar, ‘Isâ ibn al-Kattâ, e incluso con el propio Al-Muzaffar.
Esta conspiración puede ayudarnos a aclarar el trágico fin del poeta: al suceder Al-Muzaffar a su padre, confirió a ‘Isâ ibn al-Kattâ la dirección de la dirección de la Administración y le confirmó con el título de visir; pero Al-Kattâ no gozaba de las simpatías de los poderosos esclavos ‘âmiríes, quienes no cesaban de incitar a su jefe, Tarafa, a que se enrentara al odiado visir. El asunto no pareció desagradar a Tarafa, quien, excesivamente cauto, no se decidió a actuar solo y, pensando que otros enemigos de Ibn al-Kattâ no tardarían en unírsele, se puso en relación con alguno de ellos. De este modo, se le añadieron al pretendido golpe de fuerza, entre otros, Abû-l-‘Abbâs ibn Dakwân, gran câdî de Córdoba, y Al-Tazîr, secretario de corte.
Estaba próximo el verano del año 1003, cuando Al-Muzaffar deseó que se realizara una expedición contra Cataluña, cosa que alegró mucho a Tarafa que, sin dudarlo, se apresuró a equiparse con la magnificencia de los reyes  para salir lo antes posible, pidiendo encarecidamente a Al-Muzaffar que saliera con él su visir Ibn al-Kattâ. Pero su torpeza y precipitación indujo al visir a presentir sospechas de lo que se le avecinaba; éste, observando que era de todo punto imposible avisar a su señor de la conjura que se estaba forjando, escribió al Sâhib de Al-Zâhyra, Mufarry, amigo suyo, explicándole cómo se  encontraban las cosas con respecto a Tarafa.
Al enterarse Al-Muzaffar de la situación, después de haber mantenido una conversación secreta con su visir, le dispensa, en primer lugar, de salir en la expedición con el fatà ‘amirí, dejando, a su vez, a éste en total libertad para que nada sospechase. De este modo Al-Muzaffar con Ibn al-Yazîrî y otros magnates sale tras Tarafa que debía esperarle en Zaragoza. No obstante, antes de llegar y en un lugar del camino hacía esta ciudad que no se determina, Al-Muzaffar ordena a A-Yazîrî regresar a Córdoba, con la excusa de recoger dinero para la expedición, proveniente de los tributos. A-Yazîrî no se percató de lo que se tramaba, y al mismo tiempo Al-Muzaffar ordenaba secretamente que al llegar a córdoba fuera encarcelado en Al-Zâhyra. Tarafa muerte en su destierro de las Baleares; Ibn Dakwân perdió por un año su cargo de câdî; Al-Yazîrî, por mandato de ‘Isâ (quien no contento con su sola reclusión, envió un mensaje a sus amigos Mufarry y ‘Abd Allâh ibn Maslama, prefecto de policía, ambos enemigos encarnizados del poeta, en el que se pedía su muerte) fue asesinado por mano de un esclavo negro que penetró en la cárcel y le estranguló un día incierto de du-l-qa’da  o quizás de sawwaâl  del año 1003.  Fue enterrado pocos días después, cuando se hizo pública la noticia de su muerte.
Su producción poética se halla vinculada íntimamente a las circunstancias vitales que le tocaron en suerte, y de ahí que podamos distinguir en ella con bastante claridad aquellos poemas que compuso en su época de secretario de corte, cuando era contertulio de Al-Mansûr y llevaba una vida sosegada e influyente, de aquellos otros que nacieron de sus reflexiones de hombre encarcelado y abandonado de todos, y en los que se nota un ámbito existencial muy distinto del anterior, sólo animado por la amargura y la desesperanza.
Las composiciones de sus tiempos felices nos muestran a un Al-Yazîrî satisfecho, gozoso de vivir, anhelante de obtener el favor del omnipotente hâyîb. Pero el género en el que auténticamente destaca Al-Yazîrî y del que fue uno de los principales cultivadores en Al-Andalus, es el que podríamos llamarpanegírico floral, esto es, el típico poema floral, Nuria, yuxtapuesto al panegírico, en perfecta agrupación simbiótica. Veamos una composición, a modo de adivinanza, sobre la rosa:
Di al visir dotado de notables cualidades:
Explícanos a quién nos referimos:
Viene en un adiós, a toda prisa, vestida
Con velos verdes y túnicas rojas.
Con su llegada te entrega gran alegría, más rápidamente
Te despides de ella, pues con presura se alejan sus cabalgaduras.
Y no vuelves a gozar de su visita
Hasta pasado un año en que de nuevo vuelve.

O sobre la azucena:
Lóbulos deshilachados de un blanco purísimo que al cogerlos
se colorean de amarillo intenso.
El número de sus estambres si los cuentas son seis,
sin olvidar al espía que es el séptimo.
Todos ellos se resguardan amorosamente en su regazo
cual si ella fuera una madre que velara con celo
por un niño aún lactante.
La límpida piel de su piel de su pecho se impregna
del perfume profundo
azafranado (<<jalûk>>) que exhalan sus cabecitas
Su tibio olor y su maravilloso y bello aspecto
invitan al amor y a la pasión.

Son composiciones de gran belleza y en ellas se ven armonizadas con gran ingenio los tópicos en los que cae la poesía floral con harta frecuencia, y en las que se pretende el equilibrio con el forzado panegírico imbricado en ellas.
Dentro de la temática encomiástica podemos citar toda la producción existente de Al-Yazîrî, puesto que son famosos aquellos versos en los que rivalizan en belleza Al-Mansûr y la luna:
Veo a la luna llena aparecer un momento
y mostrarse completamente
envolviéndose al poco en el velo de las nubes.
Ella se comporta así porque habiendo aparecido
Percibió tu rostro y sintiendo vergüenza se ocultó.
Si estas palabras que pronuncio pudieran llegar a ella
Seguramente me respondería dándome la razón.

El carácter un tanto oportunista de Al-Yazîrî queda reflejado fidedignamente en una graciosa anécdota en la que interviene el famoso Sa’îd de Bagdad: cierto día de lluvia, se dirigía éste, llevando unos vestidos completamente nuevos, a presentarse ante Al-Mansûr, cuando he aquí que pasó muy deprisa junto a uno de los estanques del palacio, con tan mala suerte, que resbaló cayendo al agua. Siendo Al-Mansûr testigo del suceso, prorrumpió en estruendosas carcajadas y ordenó que fuera sacado inmediatamente del estanque. Una vez que le fueron quitados los vestidos, le dijo en tono burlón: Oh, Abû-l-Alâ, ¿por qué no improvisas algún verso sobre tu caída? Sa’îd al oírle, bajando la cabeza, recitó:
Dos cosas han llamado la atención en este tiempo:
la ventosidad de Ibn Wahb y el resbalón de Sa’îd.

Al-Yazîrî, que había presenciado la escena, le apostrofó, diciéndole: Oh Abû-l-Alâ, ¿por qué no recitas estos versos?:
Ciertamente debo toda mi alegría a la luminosa luz que tú viertes,
y a la lluvia de regalos que copiosamente caen de tus manos.
Hasta el punto me quedé aturdido al verte,
que, inconsciente, caí en el agua de la profunda alberca.
Ten la seguridad de que si tu siervo hubiera permanecido sumergido
se hubiera debido a que tu generosidad le habría
ahogado previamente.

Asombrado Al-Mansûr al escuchar estos versos le elogió a su vez, diciéndole: Oh Abû Marwân, te hemos comparado con los iraquíes y ciertamente los has vencido con tu excelente arte, ¿quién se podrá comparar contigo?  A continuación le otorgó el cargo de prefecto de policía.
El tema báquico tampoco le fue ajeno a Al-Yazîrî, quien debió destacar notablemente en él, pues el antólogo ‘Al-Kattânî incluye uno de sus poemas, al tratar de este tema.
Pero la producción de nuestro poeta no solo nos muestra el rostro placentero y feliz de quien es agraciado por los dones de la diosa Fortuna. Vemos también a un hombre atormentado por su estancia en prisión, cargado de temores y con débiles esperanzas de recuperar el favor del hâyîb .Pero, sobre todo, es digna de elogio su famosa qasîdah, de carácter ético-pedagógico que, desde la misma prisión, dirige a su hijo ‘Abd al-‘Azîz, y que casi en su totalidad nos ha conservado Ta’âlibî en su Yatîma, II, pp. 101-3, y que comenzaba así:
El alejamiento de los seres amados y el
continuo ir y venir de mis recuerdos
me han dejado totalmente huérfano de
paciencia y resignación.
El lugar en que me encuentro está demasiado
lejos para ser visitado
y aún ni siquiera cuando mis ojos consiguen dormitar
se me aparece se súbito ningún fantasma…


AL GARNATI, EL GRANADINO


. 
Abu Hamid al-Gharnati (árabe:  nombre completo Abu Hamid Muhammad ben Abd al-Rahman (o Abd al-Rahim) ben Sulayman al-Mazini al-Qaysi al-Gharnati) (1080-1170) fue un viajero andalusí y compilador de maravillas del mundo antiguo (adjaib) que vivió en el siglo XII.

Autor de libros de viajes cómo ´El Regalo de los corazones y elección de maravillas´ o ´El regalo de los espíritus´, visitó el norte de Africa, Siria, lrak, Persia, Jorasán y el centro y sur de Rusia y Hungría. Pereció en el transcurso de "Uno de sus viajes, en Damasco.

Nació en Granada en 1080, donde estudió. Prosiguió sus estudios en Uclés (ár: Uklis) y a los 30 años abandonó al-Ándalus. Estuvo viviendo en Ifriqiya hasta 1117 ó 1118, momento en el que marchó a Egipto y estuvo en El Cairo hasta 1123. Viajó a Damasco y Bagdad, donde permaneció cuatro años. En 1130 estaba en Abhar, en Irán, para luego llegar a la zona de la desembocadura del Volga.
Unos años después lo encontramos en Hungría, donde vivió tres años hasta 1153. Narró la vida cotidiana de los húngaros bajo el reinado de Géza II de Hungría. Entre sus anotaciones destacó la belleza de las mujeres húngaras de cabellos y ojos oscuros y piel blanquísima, la abundancia de oro y riquezas naturales, y describió 78 ciudades húngaras y sus asentamientos cercanos. Abu Hamid también dejó sentado que incontables tribus pechenegas y uzbecas vivían en el reino húngaro en sus propios asentamientos, y que el rey Géza II les permitía la práctica libre de su culto musulmán, a cambio de que asistiesen a los húngaros en las guerras contra el Imperio bizantino, gobernado por Manuel I Comneno. Abu Hamid también dejó registro de que los pechenegos fingían ser cristianos, pero en secreto practicaban su fe musulmana, pero que por el contrario los uzbecos no ocultaban su religión. Por esta tolerancia, estas tribus incluso llamaban a Géza II "rey", lo cual provocó la queja del papado, que no estaba de acuerdo con que el monarca húngaro permitiera la permanencia de musulmanes en un reino cristiano. Sin embargo, el Papa no estaba en posición de contradecir al rey húngaro, puesto que éste guerreaba contra los bizantinos, lo cual le convenía al sumo pontífice.1
Tras esto, Abu Hamid viajó a CorasmiaBujaráMervNishapurRayIsfahán y Basora, para finalmente llegar a La Meca para cumplir el peregrinaje. En 1155 se estableció en Bagdad, pero seis años después se fue a Mosul, y de allí un tiempo a Siria, donde vivió en Alepo y luego en Damasco, donde murió en 1169/1170 a los 90 años.
En los últimos años de sus viajes, escribió en Bagdad K. al Mu'rib an ba'd adja'ib al-Maghrib, dedicado al visir Yahya Ibn Hubayra, y en Mosul escribió Tukfat al-albab wa nukhbat al a'djab. En sus obras describe hechos maravillosos y cosas extrañas vistas en sus viajes.
A él le debemos la creación en la curva del río Níger, cerca de la mítica Tombuctú, de la localidad de Garnati. Hasta allí viajó en aquel siglo XII el intrépido granadino dejando buena cuenta de su recorrido en sus libros, un testimonio que pudo ser el antecedente del vínculo de la ciudad de Granada y su reino con aquel otro reino perdido de Tombuctú donde la familia de los Arma, una vez expulsados los moriscos de la península, recopiló y conservó los manuscritos de su memoria familiar, siendo hoy estos manuscritos el germen de la Biblioteca de Tombuctú, memoria africana de la historia granadina.