Mostrando entradas con la etiqueta Historia de los musulmanes en al-Andalus.. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Historia de los musulmanes en al-Andalus.. Mostrar todas las entradas

viernes, 8 de marzo de 2013

Historia de los musulmanes en al-Ándalus. Los castillos medievales de Almería

LOS CATILLOS MEDIEVALES DE ALMERÍA

Lorenzo Cara Barrionuevo

La diversidad y abundancia de estructuras defensivas es una de las características históricas de la provincia de Almería. Grandes alcazabas, castillos de diversa factura, dimensión y complejidad, torres que atalayan el horizonte o acogían a los temerosos campesinos, baluartes siempre del yihad en los que practicar la defensa de la fe, las fortalezas constituyen un hito en el paisaje, una geografía de misterios que excita la imaginación del visitante evocando la intensidad de las emociones del pasado.

En Almería, las construcciones defensivas esculpen un paisaje particular. Aquí, el fraccionamiento y complejidad del relieve multiplicaron las estructuras militares mientras que hacían innecesarias complicadas soluciones defensivas. La inseguridad constante y el tiempo consiguieron derrotar las ruinas hasta transformarlas en un patrimonio más arqueológico que monumental, de gran importancia histórica, de desigual envergadura arquitectónica y singular valor paisajístico cuando no medioambiental.

Los castillos forman parte de un conjunto o sistema defensivo, más o menos complejo y articulado, con el que las poblaciones y los estados, que decían defenderlas, pretendían salvaguardar vidas y haciendas.

Las fortalezas andalusíes, que prolifera-ron por la provincia hasta llegar a rondar la centena, presentan gran diversidad formal y cronológica, consecuencia de las particularidades históricas. Con todo, la función de los castillos medievales no puede reducirse a una historia política de enfrentamiento militar pues también ejercieron funciones impositivas sobre las comunidades campesinas, máxime cuando había que aplicar tributos especiales.

Estas complejas relaciones se reflejan, también, en su mantenimiento. Mientras que en el interior del reino correspondía a las comunidades locales (bien directamente, bien mediante el aprovechamiento delos recursos propiedad del castillo), en la frontera corrió a cargo directamente del sultán o de las alquerías de la retaguardia, situadas , a veces, a decenas de kilómetros.

LA INSEGURIDAD Y EL TIEMPO DERROTARON LAS RUINAS HASTA TROCARLAS EN UN PATRIMONIO MÁS ARQUEOLÓGICO QUE MONUMENTAL

DESGOBIERNO Y FORTIFICACIONES. Para asegurar la defensa de un territorio era necesario que los soldados recibieran su sueldo de forma puntual y generosa. En un primer momento se empleó el sistema de concesiones territoriales dadas a una familia o grupo, encargado de su defensa en nombre del poder central al que debían remitir parte de los ingresos obtenidos en muestra de obediencia.

La debilidad general del ejército en al-Andalus hay que buscarla en la profunda desconfianza que una gran fuerza inactiva provocaba tanto en las poblaciones como en el gobierno. Una vez rotos los lazos tribales, fueron los mercenarios, ajenos a la comunidad, los que sostuvieron al emirato granadino.

La fitna (es decir, la “disensión interna en la comunidad de creyentes”) supuso el desgobierno político y religioso en un periodo comprendido entre del 88o y el 925 aproximadamente.

Curiosamente, la mayoría de las fortalezas almerienses que citan los textos al relatar este periodo turbulento reúnen unas características comunes. De una parte, se emplazan fuera de las zonas de cultivos irrigados, en las áreas montañosas próximas. De otra, carecen de un elaborado sistema de defensa, reducido a un lienzo de muralla con torres rectangulares, no muy numerosas, todo realizado en tapial.

Estos grandes encintados engloban alrededor de dos hectáreas y media de extensión (El Castellón de Vélez Rubio, Tabernas y Marchena, y probablemente Vélez Blanco y Fiñana cuyo perímetro exacto desconocemos). Dos poblados se alejan de la media: el cerro del Espíritu Santo de Vera, con poco más de una hectárea, y Villavíeja (Berja), que alcanza las siete hectáreas.

Con el tiempo, muchas familias volvieron a poblar las antiguas alquerías de la llanura, pero cierta parte de la población quedó en estas pequeñas ciudades, donde también residieron el alcaide y el cadí de cada zona o comarca. Otras alquerías, sin embargo, no se integraron en estas fortificaciones pues quedaron fuera de la comunidad tribal de aprovechamientos. Algunas se refugiaron en cuevas artificiales, excavadas en los acantilados (un sistema, por cierto, habitual en el Norte de África, donde son mucho más escasos los castillos).

En el siglo X, el enfrentamiento entre omeyas de al-Andalus y fatimíes del actual Túnez por el control del Magreb afectó a la zona. En el verano del 955, la escuadra fatimí dio un audaz golpe de mano contra Almería, la sede de la escuadra califal. Las obras defensivas no acabaron con el amurallamiento de la nueva ciudad. De hecho, se emprendió la fortificación general de la costa (955-970), inspeccionada personalmente por Al-Hakam II. La torre del castillo de Huebra y El Castellón de Alias (Sorbas) formaron parte de este nuevo sistema defensivo que conocemos mal pues debió de quedar muy alterado por obras posteriores.

LA RIVALIDAD TAIFA (1012-1091). Tras la muerte de Abú Amir Muhammad (conocido como Almanzor, el Victorioso, 940-1002), se abre un largo periodo de inseguridad (1009-1031) del que surgen los reinos taifas. Jayran y Zuhayr, dos altos funcionarios de la administración califal, fundaron el reino de Almería pretendiendo reponer la legitimidad omeya.

Antes de mediar la centuria, el reino quedó constreñido a lo que, más o menos, fue luego la provincia. Así pasó a manos de los Ibn Sumadih y, a su rey más famoso, Al-Mu’tasim que abrió un largo periodo de luchas con sus vecinos.

Según el monarca granadino Abd Alá, las disputas se centraron en las tierras de Cor, Baza y parte de la alta Alpujarra central, que pasa a poder almeriense. Poco después (en el 1060-61), el almeriense atacó inútilmente una fortaleza de la antigua cora de Tudmir, aunque es probable que no pasara de la provincia actual cuya zona norte englobaba. La conquista de Murcia por los sevillanos (hacia el 1079) supuso una nueva amenaza que sumar a la presión que las huestes cristianas ejercían desde plazas estratégicas (como Belülos, en Granada, o Aledo, en Murcia), concretada en productivas correrías en demanda de parias, llegando hasta las mismas puertas de Almería hacia el 1085 y sometiéndola a asedio en 1088.

La acción militar de Al-Mu’tamid (el rey sevillano famoso también por sus veleidades literarias) fue constante y obtuvo importantes resultados. Dominadas ya algunas fortalezas de la sierra de Filabres, en 1089 atacaba Sorbas y hubiera terminado por conquistar toda Almería de no haber intervenido los almorávides que acabaron por reducirlos a todos y acabaron así con las rencillas internas que asolaron al-Andalus en ese siglo aciago.

Los castillos, por tanto, fueron numerosos pero también pequeños. Adoptaban planta rectangular cuando era posible, aunque debían adaptarse a la configuración del terreno. Cada tramo disponían de torres macizas, rectangulares, todo levantado de tapial. Al-Udri menciona la existencia de un castillo para cada uno de los distritos agrícolas (llamados yuz, “parte”, “trozo”) o comarcas (iklim, “clima”). Pero la función de estas fortalezas era algo más que defensiva. El mismo Abd Alá, el rey de Granada, vincula en sus Memorias defensa del territorio, asentamiento militar en régimen de concesión territorial y exigencia de impuestos, a menudo ilegales, con los que hacer frente a los desorbitados gastos militares.

Las medidas de fortificación emprendidas por los almorávides en la ciudad no fueron suficientes. Tras diversos tanteos en 1144 y 1146, el ataque conjunto de la flotas de Pisa y Genova y las tropas catalanas, navarras y castellanas, capitaneadas por Alfonso VII, logró conquistar y mantener la ciudad de Almería por diez años (1147-1157). Ello debió provocar un importante refuerzo de las fortalezas próximas como Mondújar, Marchena y Tabernas, con la probable adición de elementos externos, como torres albarranas y antemuros, tradicionalmente asignadas al periodo almohade.

Tanto los almorávides como, sobre todo, los almohades favorecieron la venida de tribus árabes (como los Hilal) y, sobre todo, beréberes (Zanata, Masmuda, Gazula, etc.), dedicadas a la defensa y algunas todavía semi-nómadas, cuya relación con el entorno fue a veces conflictiva aumentando la inseguridad, especialmente cuando fueron licenciados. Algunas tribus pudieron asentarse en castillos de itinerario, como El Castellón y San Gregorio, en Jergal.

Con los almohades, el esfuerzo de refortificación o refuerzo de antiguos castillos se concreta al añadirle un recinto más bajo a partir de un torreón y disponer una entrada en cañón (Iniza, entre Bayárcal y Paterna). La misma preocupación se observa en dotar de estructuras defensivas adicionales a los antiguos grandes encintados (corachas de Villavieja y Tabernas).

LA REALIDAD DE LA FRONTERA. La frontera, como confín de un Estado, muestra el contraste de formas sociales, económicas y políticas, obligadas aun continuo contacto, y cuyo desarrollo agrava la contradicción social en la inestabilidad del conflicto.

La frontera nazarí se construye a partir del tagr, es decir un conjunto jerarquizado de atalayas, torres de alquería y castillos dependientes de una ciudad, donde reside el jefe militar (caía), con funciones políticas (delegado del sultán) y parcialmente judiciales. Para un Estado basado en el difícil equilibrio entre linajes principales y sus clientelas, la frontera es el territorio en el que las élites periféricas controlan los recursos materiales e ideológicos para enfrentarse a las centrales, en una permanente sucesión de conflictos internos y de escaramuzas militares.

CON LA RIVALIDAD TAIFA LOS CASTILLOS FUERON NUMEROSOS PERO TAMBIÉN PEQUEÑOS Y ADOPTARON PLANTA RECTANGULAR CUANDO FUE POSIBLE

La línea fronteriza que separaba los reinos en la Edad Media solía ser imprecisa. Era resultado dinámico del enfrentamiento o sumisión bajo condiciones de presión constante pues todos los protagonistas se acogían al derecho de ampliar su territorio a costa del vecino. No obstante, algunas fuentes mencionan una curiosa manera de señalizar el límite: en las laderas montañosas que separaban la zona de Los Vélez de Huér-cal-Overa con Murcia, un acuerdo había establecido disponer cadenas sobre palos provistas de sonajas que movía el viento.

Incluso en épocas de paz, la hostilidad era continua, pero a menudo no pasaba del puro bandolerismo sin control oficial. Al contrario, en periodos de enfrentamiento directo se podían establecer acuerdos particulares.

Como pasará después en Antequera, en 1436 se produjo una breve conquista de gran parte de la frontera oriental. El conflicto se inició en el verano de 1433. Fuerzas lorquinas conquistan la fortaleza de Xiquena y destruyen la deTirieza, ambas dominando el valle del río Vélez. En una rivalidad típicamente feudal, el sobrino del adelantado de Murcia, Alfonso Yañez Fajardo, asaltó el castillo de Albox en octubre de 1436 pidiendo socorros y vituallas a la ciudad de Murcia para mantener la plaza. En abril de 1437 una nueva campaña logra el sometimiento de la mayor parte de las poblaciones del Almanzora: Oria se entrega sin lucha, sin embargo Cantoria ofrece resistencia y es saqueada.

PARA SEÑALIZAR LA FRONTERA UN ACUERDO ESTABLECIÓ DISPONER CADENAS SOBRE PALOS PROVISTAS DE SONAJAS QUE MOVÍA EL VIENTO

La tregua de 1439-1442 delimitaba la nueva frontera, marcada por las fortalezas y villas de Alicún de Ortega, Benzalema, Benamaurel, Callar, Castilléjar, Galera, Orce y Huescar, en Granada, y Los Vélez, Xiquena, Overa, Arboleas, Zurgena, Albox, Partaloa, Cantoria, Albánchez, Bédar y Cuevas en Almería. Pero sin las plazas fuertes de Baza, Purchena y Vera estos castillos aislados quedaban a expensas del contraataque.

La recuperación se inicia en 1445 y prosigue con el ataque y saqueo a las poblaciones murcianas (1448 y 1449).

LOS CASTILLOS FRONTEROS. Como acabamos de ver, la guerra fue un hecho constante en al-Andalus. Pero es evidente que esta inseguridad era producto de la política de desgaste, practicada mediante algaras, más que en arriesgadas campañas y sus costosos asedios. De aquí el importante número de fortalezas inventariadas. De todas maneras , la defensa estática del territorio era elpunto fuerte de los recursos militares de un Estado. De aquí la importancia de la remodelación de las defensas fronterizas.

El Castellón (Vélez Rubio) es la mayor fortaleza de Los Vélez. Ocupa una extensión de 2,3 hectáreas, sobre un cerro amesetado. Como es habitual, esta alquería fortificada se divide en dos partes o recintos. La muralla exterior es un largo encintado que ocupa un perímetro aproximado de 650 m., aprovechando el desnivel natural de la roca para reforzar la defensa. La puerta de acceso parece situada al Este, protegida por un torreón. El recinto interior se sitúa en la zona más alta y comprende un castillo diferenciado a modo de pequeña alcazaba, de planta rectangular (45 por 20 m.), con entrada j unto a un pequeño torreón. Una gran torre de manipostería domina el conjunto.

Las atalayas de Los Vélez son cilindricas. Las más antiguas (siglos XIII-XIV) son las de El Gabar y Cerro Gordo, levantadas en mampostería. La incidencia de la conquista de Xiquena y del avance temporal de la frontera en plena comarca (hacia 1430-40) justifica levantar otras de base maciza, una puerta-ventana superior de acceso y comunicación con la terraza desde la sala abovedada (El Char-che, Fuente Alegre, Alancín). Torres semejantes jalonan el Almanzora (Alcontar, Tardiguera, en Albox, y Ballabona, en Antas).

En Vera la Vieja (cerro del Espíritu Santo) quedan cuatro magníficas cisternas adosadas a las murallas (y una más pequeña intramuros a media ladera) con una capacidad máxima de 650.000 litros de agua. La muralla es de tapial con numerosos refuerzos, empleando, aveces, el sistema de cremallera y el de antemuro. Un potente castillo superior presentaba una imponente torre. Todo quedó derruido y abandonado en el terremoto de 1522. Desde 2001 dispone de un sendero de acceso y una mínima puesta en valor.

La llamada “alcazaba” de Purchena presenta planta rectangular topográfica sobre un cerro amesetado que domina la población y el río. La primitiva fortaleza debió alcanzar cierto protagonismo en los tardíos conflictos fronterizos taifa aunque indudablemente obtuvo mayor importancia con la oposición de Ibn Mardanis de Murcia contra los almohades (entre el 1160 y el 1171).

Con el reino nazari la fortaleza sufrió una completa remodelación. La primitiva obra de tapial fue intensamente reparada en mampostería y en la ampliación puntual de su trazado que llegó a ampliarse por algunos puntos. Hoy muestra torreones rectangulares en los ángulos salientes, de muy diferente tamaño. Son en total trece cubos en los que se añadieron otros alargados (como en la muralla de Vera) y los pentagonales en su frente oriental, donde se situó la entrada principal y la llamada “Torre del Agua”, una probable coracha de mampostería y sillarejo.

El sistema de control visual debió de ser más complejo y probablemente quedó re-definido con la efímera conquista de 1436. A lo largo del valle se fue levantando un conjunto de torres-atalayas, en su mayor parte muy destruidas. Casi todas son cilindricas (Perdiguera, Albox; La Tórrela, Cantoria, la más grande pues contó con cuatro pisos) pero también las hubo cuadradas (Aljambra, Albox; con un aljibe próximo).

LOS FILABRES Y TABERNAS. Los castillos de la sierra de Filabres quedaron muy remodelados en época almohade, gracias a la labor de Abú Isac Ibrahim ibn al-Hayy al-Balafiquí (1158-1219), cadí de la zona.

El castillo de Velefique corresponde, en realidad, a una población amurallada con un recinto total de unos 9.700 m2. La muralla es de mampostería con argamasa, de más de metro y medio de grosor y cuenta con, al menos, 17 torres, la mayoría macizas, rectangulares y de pequeñas dimensiones (alrededor de 4 metros, y escaso saliente, casi contrafuertes). La puerta oriental da acceso al recinto superior: es una entrada recta y queda protegida por dos torreones de tapial cuadrados.

Sin duda el edificio más complejo y uno de los castillos más interesantes de la provincia es el de Tabernas, en realidad una alcazaba, casi urbana.

SIN DUDA, EL EDIFICIO MÁS COMPLEJO Y UNO DE LOS CASTILLOS MÁS INTERESANTES DE LA PROVINCIA DE ALMERÍA ES EL DE TABERNAS

Con una posición estratégica inmejorable, cierra el acceso a la capital desde la principal vía de comunicación con el levante. Su planta es poligonal, alargada, de casi 3.000 m!, y ha llegado a la actualidad dividida en dos recintos por un muro con torre artillera de inicios del siglo XVI. La entrada es directa y está franqueada por dos torreones, muy rehechos en una desgraciada restauración moderna. El interior muestra un patio, reformado en época cristiana, y pequeñas habitaciones rectangulares, adosadas a la muralla exterior, de cronología imprecisa.

Obra del siglo XI son los, al menos, trece torreones de tapial, rectangulares y salientes , equidistantes unos diez metros y la mayoría huecos en altura, que jalonan la muralla. Se observan los vestigios de una posible albarrana (quizá incluso una coracha) que protege el área habitada inmediata al avanzar ladera abajo del extremo occidental, acabando en un gran torreón de casi 13 metros de frente. Esta importante modificación de la segunda mitad del siglo XII parte de una gran torre desfigurada por la intervención de 1984.

El área poblada abarca dos hectáreas. Estuvo protegida por una muralla de tapial, con torreones promediados, todo muy mal conservado y gravemente afectado por un aterrazamiento para repoblación forestal y un reciente camino de acceso que atraviesa la muralla de la alcazaba.

Servían de apoyo visual al castillo las arruinadas torres de los Ballesteros y Espe-liz, ambas de planta rectangular. Muchas de las “atalayas” mencionadas en los Libros de Apeo y Repartimiento (1572-75) deben ser rábitas, más o menos ligadas al sistema defensivo general.

TRES CASTILLOS DE LA ALPUJARRA. La llamada Alcazaba de Laujar es una fortaleza de planta rectangular y unos 3.600 m2, con torres rectangulares de 8 por 4,5 metros a los lados y más grandes en los ángulos. Propia del siglo XI, alcanzó cierta relevancia en el siglo XIV. En 1326, el meriní Utman se apoderó de la fortaleza en apoyo de uno de los contendientes que se disputaban el trono nazarí, con lo cual aumentó el poder de esta dinastía magrebí en la zona occidental del reino.

El Castillejo de Beires se sitúa en un cerro amesetado, inclinado al sur, con amplio dominio visual sobre las tres alquerías próximas. El recinto amurallado simple muestra una planta sensiblemente rectangular (2.000 m2). En su extremo Norte se levantó un gran baluarte o torreón de unos 11 metros de longitud por más de siete de anchura. De su extremo occidental partía un largo muro de 31 metros de longitud acabado en una pequeña torre albarrana que protegería un área habitada extramuros. Las similitudes con ciertos castillos levantinos tardíos (Aspe, Alicante) y granadinos (Los Cuajares) podría datar este castillo en la primera mitad del siglo XIII.

Finaliza nuestro apresurado repaso a las fortificaciones medievales de la provincia Villavieja, asiento de la antigua población romana y medieval de Berja y uno de los más importantes despoblados de la provincia.

Se localiza sobre un cerro amesetado que domina toda la vega, a unos 3 km. al Sudoeste de la población. El amuralla-miento medieval presenta cierta complejidad defensiva y cuenta con un reducto fortificado. Los muros son de tapial y cubren un recorrido de 1300 m. Tienen un espesor de más de dos metros por siete de altura máxima y no parece que tuvieran adarve (camino superior) ni almenado. Torreones macizos para reforzar el encintado quedan dispuestos de trecho en trecho, sin gran regularidad. A poniente, sobre el camino, los torreones son mayores hasta prolongarse en una torre albarrana o saliente, que avanza al exterior con un doble muro. Un gran torreón protege allí mismo la entrada al nacimiento de la Fuente de la Rana.

La diversidad de las estructuras defensivas

La tipología de las fortificaciones fue tan desigual como las funciones defensivas que debieron cubrir.

Ciudad o alquería amurallada

Disponer de un buen amurallamiento fue imprescindible para asegurar el futuro de una ciudad. Las murallas fueron evolucionando. Añadieron nuevos elementos defensivos, reforzando la entrada, el punto más débil para la defensa. El mejor ejemplo es el de la ciudad de Almería, pero hubo otras, mucho más pequeñas, enriscadas en los montes próximos a las zonas de cultivo, donde se habían refugiado las alquerías para defenderse en tiempos de desorden e incertidumbre (Villavieja, Berja; Marchena, Huécija-Terque), hasta que constituyeron la única forma de resistir el acoso fronterizo (El Castellón, Vélez Rubio, y, sobre todo, Vera la Vieja).

Castillo roquero

Es un pequeño castillo, con reducida guarnición, apropiado para la vigilancia estratégica de un territorio o de un camino. Perfectamente adaptados a la topografía del lugar, fueron reocupados en diversas ocasiones. La mayor parte de las fortalezas siguen este patrón, como El Castillejo de Beires, Cádor, Chercos o Bacares.

Fortaleza de itinerario

Es un castillo o alcazaba donde residía el alcaide con su tropa, rodeado de una muralla en la que vivía la población. Dispuestos a lo largo de las principales vías de comunicación, sus grandes proporciones y los elementos puestos en su defensa le permitían resistir asedios prolongados. Fiñana y, sobre todo, Tabernas son los ejemplos más destacados.

Calahorra

Esta fortaleza desarrollada en época nazari se caracteriza por la presencia de una gran torre cuadrada, a la que rodea una muralla de planta rectangular, con torreones en lados y ángulos. Huércal la Vieja y las torres de Huércal y de Overa siguen el modelo.

Torre de alquería

Como la inseguridad fue en aumento, algunas poblaciones debieron levantar torres cuadradas, de varias plantas, a las que normalmente se accedía por la primera altura. Alhabia en Alcudia de Monteagud y la de Santa Fe de Mondújar son los mejores ejemplos.

Atalaya

Son torres aisladas, de planta circular, provistas de dos o tres plantas, desde las que se oteaba el paisaje marítimo o terrestre. Las había también cuadradas y de mayores proporciones, con un aljibe subterráneo dentro de la misma torre. Ahumadas de noche y espejos de día las ponían en comunicación entre sí y con una fortaleza principal de la dependía su aprovisionamiento. En la frontera terrestre, destacan las atalayas de los cerros Gordo y Pelado, Charche, etc.; en la marítima, la desaparecida de Torrequebrada (Roquetas).

Más información

CaraB., Lorenzo y Rodríguez López, Juana Ma

Introducción al estudio cmno-tipológico de los castillos almeñenses, en A. Malpica

Cuello, ed. Castillos y territorio en Al- Andalus.

Atfios-Pergamos, Granada, 1998.

Viguera Molins, Ms José

La organización militar en al-Anáalus.

Revisto de Historia Militar XLV 2001.

W.AA.

Castillos, fortificaciones y defensas

Colecc. Guías de Almería. Territorio, cultura y arte, 4. Almería. Instituto

Estudios Almerienses.

Historia de los musulmanes en al-Ándalus. El litoral granadino, un legado de los moriscos


EL LITORAL GRANADINO, UN LEGADO DE
 
LOS MORISCOS
 

La costa de la ciudad española de Granada es conocida por sus playas y sus suaves temperaturas, sin embargo, la llamada Costa Tropical tiene mucho más que ofrecer al visitante. Conquistados por los musulmanes en tiempos remotos, los pueblos del litoral de Granada son el espejo perfecto para conocer el legado que los moriscos dejaron a su paso por Andalucía, en el sur de España.

Para recorrer la Costa Tropical, nada mejor que seguir la ruta del geógrafo árabe Al-Drisi, recuperada por la Fundación El Legado Andalusí, que comienza en Vélez de Benaudalla, un pequeño pueblo enclavado entre las Alpujarras y la Costa Tropical. Su nombre árabe, que puede traducirse como “el valle del hijo de Alá”, sus angostas calles y monumentos moriscos reflejan un claro aire musulmán que no dejará indiferente al viajero, según informa el periódico “El Nuevo Herald”.

Al adentrarse en el pueblo se divisa la torre del castillo que, junto al jardín nazarí y la iglesia del Rosario, componen el legado monumental más destacado del territorio.

La abundante presencia de agua, esencia de vida y belleza para los musulmanes, es otro ejemplo de su herencia. La fuente más conocida es la que se encuentra en el Paseo del Nacimiento, a la que acuden los vecinos de los pueblos colindantes para rellenar innumerables garrafas de agua fresca que cae de la fuente de piedra.

La herencia morisca también se conserva en la gastronomía veleña, de la que destaca la repostería y, especialmente, los pestiños y roscos de Vélez, elaborados de forma artesana, tal como lo hicieran los árabes siglos atrás. El visitante puede disfrutar de esta joya repostera en el establecimiento “Conchita”, un negocio familiar que elabora estos dulces desde hace veinte años.

Un buen momento para visitar Vélez es el día San Antonio, patrón del municipio quien, según sus habitantes, concede pareja a todo aquel que se lo pide; ésta es su festividad más importante junto con la de Moros y Cristianos, en la que los vecinos, ataviados con los ropajes de la época, representan una batalla en la ladera del castillo.

Siguiendo el cauce del río Guadalfeo se llega a la Costa Tropical, el lugar más turístico de la provincia granadina. La primera parada es Motril, pueblo de mar conocido por el cultivo de la caña de azúcar que fue considerada, durante mucho tiempo, el oro dulce del litoral andaluz.

Tras conocer los entresijos de la caña de azúcar, el viajero puede continuar la ruta en Salobreña, que a lo lejos enseña su castillo morisco, asentado en lo alto del cerro para vigilar al pueblo de casas blancas que reposa en la ladera de la montaña. Este castillo fue construido siglos atrás como residencia árabe, mientras que en la actualidad sirve de escenario para las cenas medievales que se celebran a la luz de la luna estival. Nuestra siguiente ruta es Almuñécar donde se encuentra el castillo de San Miguel, construido por los árabes como residencia de descanso de los monarcas en los meses de invierno. Desde este monumento se pueden contemplar los tres peñones que, según la fábula, son los cuerpos petrificados de los jóvenes que pretendían a la princesa que habitaba en el castillo. Junto al Peñón del Santo se avista la playa de San Cristóbal, donde acuden los turistas en verano, y a sus pies duerme la escultura de Abd Al-Rahman I quien, tras la matanza de su familia, desembarcó en Almuñécar en el año 755

Historia de los musulmanes en al-Ándalis. El esplendor de Sevilla en la época de al-Ándalus

EL ESPLENDOR DE SEVILLA EN LA ÉPOCA DE AL-ANDALUS

 
Sevilla es una ciudad española situada junto al Río Guadalquivir, a 97 kilómetros de la costa atlántica de Cádiz. Conocida como Ishbiliya en árabe, Sevilla fue la segunda ciudad después de Córdoba en tamaño e importancia durante el período islámico, alcanzando una extensión máxima de 187 hectáreas y una población máxima de 83.000 habitantes a mediados del s. XII, cuando la ciudad pasó a ser favorecida por los gobernantes almohades.

Hasta el s. IX, la ciudad estuvo confinada en los límites de la ciudadela (oppidum) romana. Tras el saqueo de la misma por los piratas normandos en el año 844, el emir Omeya Abdur Rahman II ordenó la reconstrucción de los muros para incluir dentro de ellos tanto a la ciudad vieja como a los nuevos suburbios que habían surgido al norte y oeste de la ciudad. Los muros fueron reconstruidos a principios del s. X y otra vez de nuevo un siglo más tarde. Finalmente, en los años 1170 y 1171, el califa almohade Abu Yaqub Yusuf, que convirtió a Sevilla en su capital, reconstruyó la parte del muro que se hallaba junto al río, después de que se produjera una calamitosa inundación. El Alcázar o ciudadela, construido originalmente por Abdur Rahman II, fue restaurado por los almohades, que fueron igualmente responsables de la construcción de la nueva mezquita principal en los años 1172-1176, de la cual sólo el minarete, conocido ahora con el nombre de la Torre Giralda, permanece en pie. En el tiempo de la conquista de la ciudad por Fernando III de Castilla (1248) existían en la misma 72 mezquitas.

Tras la caída del Califato Omeya en Sevilla (1013), el principal juez religioso (qadi), Abul Qassim ibn Abbad, se proclamó gobernante (hayib) de un principado independiente que perduró hasta la conquista de la ciudad por los almorávides en 1091. El principal gobernante de este reino, Al Muqtadid (1042-1069), incrementó su extensión y escribió poemas que alababan la indudable grandeza de la ciudad durante este período.

Los almohades, al construir una gran mezquita cerca del río, situada al sur del viejo centro urbano, crearon una zona económica dual en la que las exportaciones y las actividades económicas locales quedaron confinadas en áreas específicas. La Alcaicera, o mercado cubierto, donde se vendían sedas de gran valor con destino a la exportación, estaba situada cerca del puerto fluvial.

La Alhondiga, o mercado de la harina, que abastecía las necesidades de la gente de la ciudad, se encontraba en el centro de esta última, no lejos de la mezquita principal. La Sevilla islámica fue un centro de comercio, tanto doméstico como internacional, para el aceite de oliva, que se producía en la cercana región de Aljarafe. Un retrato de la vida económica de la Sevilla almohade se halla contenido en la regulación de los mercados o hisba, un tratado de Ibn Jaldun que describe no sólo una gran variedad de productos alimenticios sino también la industria de la construcción, la textil y la del hierro.

La ciudad había recibido su suministro de agua corriente a través de un acueducto en forma de arco que había sido construido por los romanos y fue conocido a finales de la Edad Media con el nombre de Canos de Carmona. Hacia el s. XII este sistema se había deteriorado notablemente, pero fue restaurado por los gobernantes almohades en 1172. Los castellanos encontraron el sistema todavía funcionando y en 1254 Alfonso X ordenó a un tal “Señor Caxico” (probablemente un residente genovés) “llevar agua (a través del acueducto de Carmona) a dos fuentes en Sevilla como solía fluir en el tiempo de los moros.” Los almohades, al construir su nueva mezquita principal, descubrieron el sistema de alcantarillado romano y alteraron y expandieron su curso.

Cuando el ejército castellano conquistó la ciudad en 1248, la mayoría de la población musulmana huyó y fue reemplazada por colonos de origen predominantemente castellano. Las mezquitas se convirtieron en iglesias o casas particulares. La conquista cristiana llevó así a una severa despoblación de la ciudad, y el desplazamiento de los residentes musulmanes creó muchos espacios abiertos que separaban los barrios cristianos, que tenían densidades de población relativamente bajas. Las áreas de baja densidad de población en la periferia urbana, adyacente a los muros, atrajeron a las órdenes monásticas. El barrio judío ocupaba aproximadamente el 11% de la ciudad amurallada. Por todo ello, la densidad de este barrio debió ser, hasta el pogrom de 1391, sustancialmente mayor que la de los barrios habitados por población cristiana. Un pequeño barrio musulmán, en el que residían principalmente artesanos (albañiles, tejedores y herreros, en particular) subsistió también tras la conquista cristiana. La sociedad posterior a la conquista estuvo caracterizada por la existencia de una aristocracia, cuya riqueza estaba basada en propiedades rurales, particularmente en el distrito de Aljarafe, y de burgueses urbanos, que desempeñaban un papel relevante en la industria textil y el comercio urbano. El comercio internacional estaba en manos de los genoveses (que se habían establecido en la ciudad ya en los tiempos de los almohades como mercantes, armadores y banqueros), florentinos y castellanos. Estos grupos controlaban las exportaciones de trigo, aceite de oliva y otros productos agrícolas, que pasaron a dominar el comercio internacional.

La separación funcional de la ciudad en dos zonas económicas diferentes perduró desde los tiempos almohades. El comercio internacional quedó localizado cerca del río, en el Barrio de la Mar (que era, de hecho, una entidad jurisdiccional separada) y en los así llamados barrios genoveses y castellanos, donde se realizaba la venta de productos textiles y se hallaban el mercado cubierto y los almacenes del aceite de oliva. La vida económica de la ciudad propiamente dicha continuó radicada en los alrededores del centro

viernes, 1 de febrero de 2013

Historia de los musulmanes en al-Andalus. Los serenos andalussíes de Málaga

LOS SERENOS ANDALUSSÍES DE MÁLAGA

 
SocButtons v1.4

Francisco Lancha

La inseguridad ciudadana no es problema de hoy. En la época medieval constituía una plaga contra la que se veían impotentes las autoridades. En Al Andalus estaba muy extendida, especialmente en los principales núcleos de población o medinas (ciudades) dotadas de aljama (mezquita mayor), según el código de Yusuf I, “el vencido de Salado”. Entre éstas se contaba la medina de Málaga, que se extendía desde la ribera del río, al oeste, y seguía por las actuales calles de Carretería y Álamos para enlazar, en la Puerta de Granada, con la Alcazaba, en el monte de Gibralfaro, a cuya falda se remansaba el mar.

Para seguridad de los vecinos se establecieron unos vigilantes nocturnos, conocidos en Al Andalus bajo el nombre de porteros, lo que proviene de que en aquel país hay caminos con portales que se clausuraban bajo cerrojo después de hacerse la noche, según Al Maqqari, en Kitab Nafh al Tit, en versión de Claudio Sánchez Albornoz, traducción de O. Machado. Posteriormente, la entrada principal de la casa se denominó portal, que estaba abierto durante el día y se cerraba por la noche.

En el relato citado se agrega que en cada calle había un vigilante en cuyo puesto está colgado un farol. Tiene un perro guardián y armas preparadas para defenderse de la astucia de los andalusíes, de la malicia de algunos y de su arte de engañar en materia de fechorías, hasta el punto de que escalan los edificios elevados, abren cerrojos difíciles y llegan a asesinar al durño de casa por temor de que los denuncie y luego los persiga la justicia. Añade Al Maqqari que es raro que en Al Andalus pase un día sin que se oiga que la casa de fulano fue violada ayer o que a fulano lo degollaron los ladrones en su lecho.

El texto que nos ha servido de referencia precisaba que el auge o la disminución de estos hechos está en relación con la energía o la blandura del gobernante, pero aunque incurra en un exceso de violencia y su espada gotee sangre, no cesan tales actos, habiendo llegado las cosas a tal extremo que se ha ejecutado a una persona por causa de un racimo de uvas que robó en una viña; y así por el estilo. Pero, no obstante, no se acaban los ladrones en Al Andalus. La utilidad de los serenos medievales malagueños, figura hoy desaparecida, data de varios siglos atrás y no sólo abrían puertas o portales, sino que demostraron su eficacia como vigilantes de las zonas urbanas que tenían encomendadas a su protección.

jueves, 31 de enero de 2013

Historia de los musulmanes en al-Ándalus. El tulipán llegó a Holanda desde al-Ándalus en el S. XI

EL TULIPÁN LLEGÓ A HOLANDA DESDE AL-ANDALUS EN EL SIGLO XI
 
 
SocButtons v1.4
 
Un nuevo estudio llevado a cabo en la Universidad de Córdoba y la Escuela de Estudios Árabes aporta nuevos datos sobre la llegada de la flor a Europa. Al contrario de lo que se pensaba hasta el momento, los primeros bulbos pudieron llegar a Holanda, donde hoy el tulipán es símbolo del país, a través de la al-Andalus del siglo XI, cinco siglos antes de lo estimado.
Los investigadores intentaban reconstruir la diversidad de la flora presente en la época medieval en al-Andalus (territorio que hoy se repartiría entre Andalucía, Castilla la Mancha y zonas del levante español y sur de Portugal) mediante el estudio de todos los textos conocidos de agrónomos andalusíes. Fue entonces cuando descubrieron lo que parecía ser, para Esteban Hernández Bermejo y Expiración García, directores de la investigación e investigadores en la Universidad de Córdoba y la Escuela de Estudios Árabes (CSIC), “la primera referencia histórica de los tulipanes”.
En la Umda (Umdat al-tabib), una obra de botánica atribuida a Abu l-Jayr y fechada entre los siglos XI y XII, se apunta al uso ornamental de esta flor en los territorios de la Península Ibérica bajo dominio islámico. Es probable que un conocido agrónomo toledano del siglo XI, Ibn Bassal (“el hijo del cebollero”) tuviera algún protagonismo en la introducción y primeros cultivos del tulipán en territorio ibérico, informó el SINC.
El estudio, que ha visto la luz en la revista Economic Botany, publicación promovida por el Jardín Botánico de Nueva York, echa por tierra la versión tradicionalmente aceptada de que el tulipán llegó a Holanda desde el Imperio Otomano pasando por Centroeuropa.
Según la nueva teoría, el origen ornamental de la flor está en Bizancio, y llegó a Europa mediante los turcos Seljuq, a través de lo que hoy es Andalucía. “No podemos ser categóricos con esto, pero defendemos la hipótesis planteada y damos argumentos bastante sólidos”, explica a SINC Hernández Bermejo.
Los grupos dirigidos por Hernández Bermejo y García Sánchez llevan más de 20 años “estudiando los textos y contribuciones de los agrónomos y botánicos andalusíes a la agricultura, al mundo de las plantas ornamentales y al de las plantas medicinales y conocimiento de nuestra flora silvestre”.
“La existencia de representaciones de tulipanes en los Templos de Konya (Turquía) que datan del siglo XI y la mención a Al-Andalus realizada en la Umda apuntan a la introducción de los tulipanes al mundo ornamental de Europa unos 500 años antes de las referencias conocidas hasta la fecha”, indica a SINC Hernández Bermejo. Previamente, se situaba a finales del siglo XVI su expansión hasta Holanda.
El tulipán es la flor nacional en Irán y Turquía, además de en los Países Bajos, donde su cultivo ha sido tradicionalmente importante desde hace más de cuatro siglos. Pero ya en el siglo XIII, el poeta turco Mevlana Celaleddin Rumi definía al tulipán como “la sonrisa más triste de todas”.
Hasta la fecha, numerosas teorías refutaban la llegada a Europa de los tulipanes desde el Imperio Otomano y pasando por el Imperio Habsburgo hasta llegar a Holanda. Una de las más populares apunta a que Ogier Ghislain de Busbecq, el embajador de Fernando I de Habsburgo en la corte de Suleymán fue en 1554 el primero en alertar al mundo occidental de la belleza de estos bulbos, “que los turcos conocen como tulipanes”.
Sin embargo, y a pesar de que el tratado agronómico de Abu I-Jayr analizado por Hernández Bermejo y García Sánchez precede a los testimonios de Busbecq en varios siglos, la ruta andalusí del tulipán no ha sido reivindicada hasta el momento. Para los investigadores, una de las razones de esto es que “a pesar de esta moda febril que se conoció como ‘tulipomanía’ y que comenzó en Holanda en el XVII, en nuestro país no se recogió testimonio”.
Los autores del estudio examinaron sin encontrar rastro de tulipanes el libro Agricultura de Jardines, manual escrito en 1604 por Gregorio de los Ríos, un experto jardinero al que luego Felipe II hizo Capellán de la Casa de Campo. El propio monarca, afirman Hernández y García en su estudio, “era conocedor de la botánica y escribió sobre bulbos ornamentales en las cartas a sus hijas, mencionando los narcisos pero no los tulipanes”.
EL VALOR DE LOS TRATADOS AGRÍCOLAS
La Umda de Abu l-Jayr es la contribución más importante al conocimiento de la flora silvestre de Al Andalus y del Mediterráneo occidental, pero no es el único testimonio que el estudio recoge para apuntalar este nuevo modelo de la historia de los tulipanes.
Un siglo más tarde, Ibn al-’Awwam escribió su Kitab al-Filaba, uno de los pocos tratados agrícolas andalusíes que aún se conserva en su totalidad. El valor de esta enciclopedia sobre la economía rural incluye multitud de citas de textos andalusíes y orientales, lo que justifica su gran valor histórico y testimonial.
Sobre los tulipanes, Ibn al-’Awwam (quien denominaba a la flor como “cebolla macedonia”) dice lo siguiente: “Es un tipo de narciso amarillo y viene de Macedonia, provincia de Alejandría. Su flor es amarilla por dentro y rosa por fuera, con forma de cubo. En su interior se encuentra otra bella y aromática flor. Crece en sitios húmedos y montañosos y es cultivado como el narciso amarillo”.
Al principio, la descripción de esa “cebolla macedonia con una flor en forma de cubo” era confusa y no permitió a los científicos identificarla como tulipán. Fue al cotejar este texto con la Umda -sobre todo las descripciones morfológicas de la flor, de sus hojas, sus raíces y su época de floración- cuando el equipo se percató de que estaba ante la primera evidencia histórica de la presencia de tulipanes en Europa.
Ahora, el equipo de investigación está próximo a completar, junto con científicos como Julia Carabaza de la Universidad de Sevilla, una completa Flora Agrícola Andalusí.

viernes, 11 de enero de 2013

Historia de los musulmanes en al-Ándalus. De Zegries y comerciantes: Málaga


DE ZEGRIES Y COMERCIANTES : MALAGA

Alfredo Leyva Almendros

El 19 de agosto es el “día grande” de Málaga, para los descendientes políticos de los conquistadores.

¿Qué grandeza hay en celebrar la masacre de miles de malagueños sitiados, muertos de hambre, teniendo que comer palmeras, ratas o cualquier otra cosa incomible para poder subsistir?.

Supongo que la elección de tan triste efeméride fue buscando el término medio entre la toma cruenta de Málaga y el asalto final a Gibralfaro, pues si bien el 18 de agosto de 1487, el pendón de Castilla o­ndeó en la torre del homenaje de la Alcazaba, rendida y entregada de manos de Ali Dordux y demás poderosos comerciantes genoveses, esos que venden sin escrúpulos cualquier cosa para no dejar de ser poderosos, del otro lado resistían los que trabajaban con sus manos, pagaban impuestos y emigraban de ciudad en ciudad tras las pérdidas o entregas de los anteriores, un ejército de renegados cristianos y refugiados que se disponían a luchar a las órdenes de Hamet el Zegrí.

Gibralfaro resistía en la lucha, cumpliendo Hamet el Zegrí su promesa hasta el final, disponiéndose junto con Ali Derbal y todos sus gomeles a luchar hasta agotar sus últimas fuerzas.El día 20 la tragedia se consumó. Los castellanos entraron en Gibralfaro apresando a los gomeles y encerrándolos en las mazmorras de la Alcazaba.

Me imagino a Hamet el Zegrí, alcaide de Málaga, entregado a defender su ciudad y las múltiples preguntas que pasarían por su cabeza. ¿Es este el final de un pueblo que dio luz donde sólo había oscuridad?, ¿vamos a entregar el fruto de un trabajo de siglos, de sudores y fatigas cincelando, curtiendo y creando un paraíso sin luchar?. ¿Quién labrará la multitud de fanegas creadas en las pendientes laderas de la Axarquía?, ¿quién tejerá la seda, esmaltará la cerámica, pisará las uvas o las extenderá al sol en los paseros?, ¿quién limpiará las acequias que irrigan y dan vida allí donde sólo había sequedad?. Según parece, el rey Fernando de Aragón le preguntó “¿Cómo persistísteis en una defensa que se sabía inútil?”. Hamet le contestó: “Juré al tomar el cargo la obligación de morir o ser preso defendiendo su ley, y la ciudad y la honra del que me la entregó, y que si fallaran ayudadores quisiera más morir peleando, que ser preso no defendiendo la ciudad”. La historia suele ser injusta con los verdaderos héroes, relegándolos al olvido, no reconociendo la valía de un malagueño que luchó hasta dar su vida por su ciudad.

domingo, 30 de diciembre de 2012

Historia de los musulmanes en al-Ándalus. La A-XAREQUIA


ةA-XARQIYYA. بسم آلله آلرحمان آلرحيم

 
axarquiavelez
 

Con este nombre se designa desde hace más de mil años a una comarca. La que mira a la salida del sol, el xarq, la que queda hacia el oriente en la provincia de Málaga, “LA AXARQUÍA”. En ella, escondidas como “mudéjar” o “morisco”, se guardan aún muchas de las esencias que hicieron de Al-Andalus la luz de occidente. Recuperarlas bajo la dignidad de su identidad andalusí, es la intención de estas páginas, así como resaltar los valores derivados de aquella época, cuando el sentido de la existencia humana rolaba en torno a la fe, teniendo en todo momento presente el nombre de Allah, el Clemente, el Misericordioso.

Cuando Ignacio Olagüe demostró en 1969 que “Los árabes jamás habían invadido España”, le tomaron por un loco. A día de hoy, cuando dichas tesis han sido comprobadas en base a estudios genéticos, hay lugar para reconsiderar la historia oficial, la impuesta por aquellos que conquistaron Al-Andalus y que ha sido mantenida durante más de cuatro siglos. Esta Historia se basa en dos estafas fundamentales:

La primera consiste en la invasión armada por parte de ejércitos árabes que sometieron a los habitantes de la Península Ibérica hasta imponerles la cultura árabe y la religión islámica. Esta es la justificación que los dirigentes de los reinos del norte, en gran medida descendientes de estirpes centroeuropeas, utilizaron para justificar la conquista de los territorios del sur, presentada como una necesaria reconquista, política y confesional, dirigida por la espiritualidad del apóstol Santiago “matamoros”.

La segunda es la expulsión de los andalusíes, de sus legítimos territorios, haciéndoles emigrar a la otra orilla del Mediterráneo, lo que en aquel tiempo se conocía como tierras de berbería o “tierras de moros”, de tal modo que se presenta a la actual población de la Península Ibérica como descendiente de cristianos viejos o de ascendencia castellano-aragonesa, cuando esta prácticamente se limita a la nobleza, señorío y cúpula militar de entonces.

Una y otra se han mostrado falsas e intencionadamente manipuladas. Para un mejor conocimiento de la primera, recomendamos las obras de Ignacio Olagüe “La Revolución Islámica en Occidente” y la de Roger Collins “La Conquista Árabe (711-797). Respecto a la segunda, recomendamos las obras sobre los moriscos de Domínguez Ortiz, Bernard Vincent, Mikel de Epalza y sobre todo de Govert Westerveld, relativa al caso concreto de los moriscos de Murcia, pero que es extensible al resto de los territorios de Castilla o Aragón.

“Sabido que para someter a un pueblo, es preciso borrar la memoria de su verdadera historia, porque conocerla implica acumular experiencia o suma de puntos de referencia que permiten comparar, y en consecuencia elegir, la de todos los pueblos fue adulterada, a conveniencia del poder. Y destruida la de aquellos que fueron sometidos al imperio de depredadores, en lo material y por extensión en lo intelectual, fuesen extraños o propios.” (África Versus América. La fuerza del paradigma. Luisa Isabel Álvarez de Toledo, duquesa de Medina Sidonia.)

Es solamente un afán por facilitar el conocimiento, liberar la Historia y dar carácter de normalidad a un pasado que siempre se quiso oscurecer y desarraigar. Esto no llevará sino al entendimiento con la pluralidad que desde siempre habitó estas tierras.

Quiere ser éste un homenaje a AQUELLOS ANDALUCES, los que dieron nombre al “andalusiyya”, “a-xarqiyya”, “al-hama”, “al-mihyara”, “mayurqa”, “balansiyya”, “isbiliyya”, “garnata”,……., hombres que hicieron de la Península Ibérica el foco de civilización más avanzado de Occidente, siendo el asiento del posteriormente llamado Renacimiento Europeo, y que hubieron de abandonar su tierra ante la negación de su cultura por aquellos que les sometieron. A los que les fue negada su lengua como medio de expresión, sus propiedades para mayor acúmulo en manos de poderosos y su religión, como medio de desarraigo y sometimiento social y cultural, daremos desde aquí, voz tardía y reconocimiento para que sus hijos, tengan elementos de conocimiento y capacidad con la que recuperar su identidad perdida.

En estas páginas iremos depositando nociones de historia, la pasada y la presente, relativas a la cultura andalusí, para que estén disponibles a todo aquel interesado en su consideración, por si contribuyen a la toma de conciencia de lo que fue el fracaso de una convivencia y la posibilidad de un progreso en común, a fin de que las luces y sombras del pasado nos sirvan como referente para el presente. Un pueblo que olvida su Historia, está condenado a repetirla, un pueblo que la ignora, está condenado a desaparecer.

Que el Único, el Altísimo, el Dador de Vida e infinitamente Misericordioso guíe nuestra mano y conciencia para mantenerlas en el recto camino de la humildad y objetividad.

“No me parece disparatado decir que Al-Andalus sigue existiendo. No como tal, claro está; sino como una espléndida y singular muestra de continuidad en la añoranza y en el mundo de los imaginarios, como una huella que pervive señalando caminos, como una realidad histórica, mezclada con otras, que infunde inspiración, recrea formas e informa pensamientos y actitudes. Se adapta a los tiempos y a las modas, y a los imperativos políticos, sobre una base que, para la Península Ibérica, para España en particular, y para el Magrib, para Marruecos en especial, orbita en el eje rocoso y acuático de la frontera del Estrecho de Gibraltar; esa, que es nuestra frontera Sur para unos y nuestra frontera Norte para otros.” Gil Grimau, R. “La frontera Sur de Al-Andalus”

http://www.andalucia.cc/axarqiya/

Historia de los musulmanes en al-Ándalus. Exportación de cerámica andalusí allende el estrecho de Gibraltar


EXPORTACIÓN DE CERÁMICA ANDALUSÍ ALLENDE EL ESTRECHO DE GIBRALTAR

 
Ceramica_andalusi
 

C. Posac Mon
 

Dentro de la amplia gama de productos cerámicos fabricados en los alfares andalusíes en el curso de la Baja Edad Media, cabe destacar los que por sus características técnicas y elementos decorativos forman dos unidades culturales bastante homogéneas y se conocen con los nombres de cerámica esgrafiada, una, y cerámica de reflejos dorados, la otra. Ambos modelos están bien representados en los principales yacimientos arqueológicos de los últimos siglos medievales, dentro del área geográfica de Al-Andalus y sería prolijo enumerarlos. Baste señalar que la mayor densidad de hallazgos se ha registrado, de Este a Oeste, en la región de Murcia, provincias de Almería, Granada, Málaga y Sevilla y en el Algarve portugués.
 

Diversos descubrimientos muy importantes, tanto en el aspecto cuantitativo como en el cualitativo, verificados en varios puntos del septentrión africano inmediatos o relativamente alejados del estrecho de Gibraltar, demuestran que esos dos tipos cerámicos fueron objeto de amplia demanda para los ajuares domésticos de quienes habitaban esas tierras.
 

Cerámica esgrafiada.


Elaborada casi siempre con barros de excelente calidad, por lo general de color pajizo y, más raramente, rosados, la característica fundamental de esta cerámica corresponde a sus motivos ornamentales, obtenidos mediante la aplicación de pintura de color negro que tiene como materia prima un óxido de manganeso. Sobre esta pintura se dibujan con un estilete diversos motivos de carácter caligráfico o simplemente esquemas puramente geométricos.
 

La vasija más típica de esta cerámica es una jarra de unos 20 cms. de altura con ancho gollete, de pie generalmente realzado, teniendo dos grandes asas laterales. Toda la parte externa del cuello va pintada de negro y muestra una profusa y elemental decoración esgrafiada. En la panza y encuadrada por líneas rectas, aparece con frecuencia un letrero en cursiva, de interpretación no determinada.


En el catálogo de decoraciones cabe apuntar manos de Fátima, aves, cervatillos y algunas representaciones humanas, siendo las más conocidas las que representan unos músicos, halladas en Murcia. Fueron dadas a conocer por Navarro Palazón, quien ha recogido un mapa de distribución de la cerámica esgrafiada en Al-Andalus(1). Sobre los hallazgos de la provincia de Cádiz tenemos un estudio reciente de Abellán Pérez(2).
 

Al otro lado del estrecho de Gibraltar la cerámica esgrafiada está ampliamente representada en Ceuta. De los descubrimientos hechos en esa ciudad he dado noticia en diversas publicaciones, a partir del año 1962(3). También ésta testimoniaba su presencia en otro punto de la ribera meridional del Estrecho: Alcazarseguir(4). Más al Sur, en la fachada atlántica magrebí han aparecido ejemplares en Larache, precisamente en el mismo solar que ocupaba la Lixus de tiempos antiguos(5), y en Salé(6). Todo este conjunto de hallazgos es testimonio fehaciente de una corriente de exportación de los productos de cerámica esgrafiada de Al-Andalus a los mercados del otro lado del mar.


Hasta el presente no ha sido posible localizar el lugar en que estuvieron instalados los alfares en que se fabricó la cerámica esgrafiada y es muy posible que fuesen varios los centros de producción, pese a la gran homogeneidad que ofrecen todos los materiales que se conocen. No hay que destacar que se instalara alguna sucursal allende el Estrecho. Tampoco se dispone de una cronología segura, apuntándose como una fecha inicial la situada en el siglo XII y posiblemente no se interrumpió su elaboración hasta el derrumbamiento del reino de Granada.


Cerámica de reflejos dorados.


La cerámica de reflejos dorados, conocida también como de reflejos metálicos, malagueña o granadina fue producto de lujo que se popularizó por toda la ecumene islámica medieval y de ella hay numerosas referencias en escritos contemporáneos. Con una variada gama de formas estaba caracterizada por mostrar diversas composiciones obtenidas mediante el uso de derivados del cobalto de color azul pálido, combinadas con elementos complementarios o, simplemente, fondos; de tonos que variaban entre el oro y un castaño-rojizo y que, con mucha frecuencia, han desaparecido en el curso del tiempo, sobre todo si estaban en estratos propicios para mantener la humedad.

A los temas geométricos se unen otros de carácter epigráfico, siendo los más numerosos los que reproducen la leyenda al-‘afiya, estudiados por Acién Almansa(7). No faltan decoraciones animadas zoomorfas o la propia figura humana.


Estas cerámicas, cuyos alfares todavía no han sido localizados pero se supone que deben ubicarse en el que fuera reino nazarita de Granada, serían objeto de imitación en talleres levantinos cristianos durante la Baja Edad Media, destacando los de Menises y Manilva. Sus imitaciones eran tan afines a los originales que existen dudas de atribución para algunos ejemplares importantes como es, por ejemplo, el de un barco reproducido en el fondo de una vasija que se conserva en el Museo Victoria y Alberto de Londres.

La piezas de reflejos dorados presentes en múltiples lugares de la orla mediterránea, tanto musulmanes como cristianos, no faltan en los yacimientos del septentrión magrebino. Sobre los ejemplares más interesantes encontrados en Ceuta presenté un breve catálogo en el IV CONGRESO DE ESTUDIOS ÁRABES E ISLÁMICOS celebrado en Lisboa y Coimbra en 1968.
 

NOTAS.-

1) J. NAVARRO PALAZON, La cerámica esgrafiada andalusí de Murcia, Murcia 1986, pág. 29, figura 9.

 

2) J. ABELLAN PEREZ, <>, ACTAS DEL CONGRESO INTERNACIONAL <> CEUTA 1987. Madrid 1988, Tomo II, págs. 173-181.

 

3) C. POSAC MON, <>, Ceuta 1962.

 

4) CH. L. REDMAN, <>, comunicación al Congreso LA CERAMIQUE MEDIEVALE EN MEDITERRANEE OCCIDENTALE, Sophie-Antipolis 1978.

 

5) M. ATAALLAH, <>, BULLETIN D’ARCHEOLOGIE MAROCAINE VII, 1967, págs. 627-42.

 

6) A. DELPY, <>, HESPERIS XLII, 1955, págs. 129-52.

 

7) M. ACIEN ALMANSA, <>. MAINAKE I, 1979, págs.. 223-34.

 

8) C. POSAC MON, <>, ACTAS DEL IV CONGRESO INTERNACIONAL DE ESTUDIOS ARABES E ISLÁMICOS, Lisboa-Coimbra 1968, Leiden (Holanda) 1971, págs. 565-71.