jueves, 14 de noviembre de 2019

HISTORIA DE UN MAGNICIDIO FRUSTADO (MÁLAGA)


HISTORIA DE UN MAGNICIDIO FRUSTRADO (MÁLAGA)


López de Coca Castañer, José Enrique,  (Málaga, Universidad de Málaga, 2008)



El texto recoge la lección inaugural del curso 2008-2009 a cargo del catedrático de Historia medieval de la Universidad de Málaga José Enrique López de Coca Castañer, que versó sobre un atentado contra la vida de los Reyes Católicos, Isabel I y Fernando II, durante el sitio de la ciudad de Málaga en 1487, que, de no haberse frustrado, sin duda habría cambiado el curso de la historia política y también de la historia institucional europea y americana. Málaga, sometida a cerco por parte del ejército cristiano desde mayo de 1487, se rendirá el 18 de agosto de 1487.
Indica López de Coca que, durante el cerco de la ciudad, el 20 de junio de 1487, se entregó a las tropas cristianas un moro, que deseaba trasladar una información significativa a los monarcas. El sueño de Fernando II aplazó la comparecencia. Recuerda López de Coca lo que sucedió después: "A continuación, trasladaron al prisionero a la tienda de Dª Beatriz de Bobadilla, marquesa de Moya, que en esos momentos departía amigablemente con don Álvaro de Portugal. El moro dedujo que se trataba del rey y de la reina. Sin pensarlo dos veces empuñó un arma blanca que inexplicablemente llevaba y arremetió contra don Álvaro, haciéndole una herida profunda en la cabeza. Acto seguido se volvió contra Dª Beatriz y le propinó una estocada sin herirla, pues el filo del arma resbaló sobre el pesado recamado de sus vestidos. Pero antes de que pudiera repetir el golpe, el magnicida fue acuchillado y muerto por algunos soldados que acudieron al oír los gritos de la marquesa. Sus restos mortales fueron lanzados sobre la ciudad mediante una catapulta. Los sitiados respondieron matando a un cautivo cristiano y echando su cuerpo fuera, atado a la grupa de un asno" (p. 11).
El regicida frustrado se llamaba Ibrahim Algerbí. Su nombre ha sido adornado simbólicamente con el apelativo del "moro santo". En la información disponible queda de manifiesto la imprudencia del marqués de Cádiz, Rodrigo Ponce de León, a quien con sus declaraciones el "moro santo" medio convenció de que la toma de Málaga por los cristianos era inminente, sin que Ponce de León se preocupara de desarmarlo. La presencia de Algerbí en la tienda de Beatriz de Bobadilla, conocida por ser la gran amiga de Isabel I, fue, según alguna fuente de información, a solicitud de aquella, quien además se preocupó de que se le suministrara agua y comida al moro. El despiste de Ibrahim Algerbí se debió al tratamiento de suma cortesía con que los presentes deparaban a la marquesa de Moya y al noble portugués. Tras asestar un golpe a Álvaro de Luna y no alcanzar en el cuerpo, pero sí en el vestido, a la marquesa de Moya, Ruy López de Toledo retuvo por la espalda a Algerbí, mientras Juan de Belalcázar lo sujetaba por las piernas. Poco después entraban varios soldados en la tienda y el moro fue acribillado con cuchillos y espadas. Se indica que los que lo "hicieron pedazos" fueron Martín de Leceña, Luis Amar de León y Tristán de Ribera. Fue la marquesa la que dio aviso a Isabel y Fernando. La iniciativa de arrojar el cadáver del "moro santo" al interior de la ciudad no está claro si partió del propio Fernando II o de los soldados. A partir de ese momento se tomaron una serie de medidas de seguridad extraordinarias en torno a las tiendas de los reyes, temiéndose la posibilidad no remota de un nuevo atentado.
J. E. López de Coca documenta su trabajo con enorme pulcritud derivada de las informaciones que proporcionaban Pere Llitrà, notario mallorquín enviado por el municipio de Ciudad de Mallorques ante la Corte para hacer gestiones, Hernando del Pulgar, Diego de Valera, Alfonso de Palencia, pero no las fuentes árabes que, según el autor, no contienen apenas información sobre el magnicidio frustrado.
Por otro lado, López de Coca reflexiona sobre la preparación del crimen y considera que la forma de comportarse de Ibrahim Algerbí respondía a la operativa propia de la "secta ismailí que sembró el terror entre los gobernantes musulmanes y cristianos del Próximo Oriente en la época de las Cruzadas. En el ismailismo el crimen tenía un carácter ritual, casi sacramental. Los ejecutores usaban armas blancas, preferentemente dagas, en vez de veneno o proyectiles. Tenían que acercarse a sus objetivos y eran atrapados casi siempre porque no intentaban escapar. Antes de cometer sus crímenes se ganaban la confianza de las víctimas" (p. 40). En cualquier caso, detrás del magnicidio frustrado de Málaga, los cronistas recurren con frecuencia a la leyenda de Cayo Mucio Escévola que dio muerte en una tienda no a Lars Porsenna, su verdadero objetivo, sino a un secretario o ayudante de cámara suyo.
Muestra también López de Coca el paralelismo entre el crimen contra la marquesa de Moya, salvada por su vestido, y el que sufrió Isabel II el 2 de febrero de 1852 por parte del cura liberal Martín Merino, donde la reina salvó también la vida por la protección de su corsé.
Planteaba al final de su disertación el ilustre catedrático malagueño un interrogante. Para él, Ibrahim Algerbí sólo pretendía atentar contra Fernando, pues "para un musulmán de la época tan incomprensible resultaba la forma de gobierno republicana -propia de las señorías italianas- como el hecho de que una mujer pudiera reinar. Era don Fernando quien dirigía las operaciones militares, se ponía al frente de los ejércitos de Castilla y, llegado el caso, se jugaba la vida" (p. 59). Señala López de Coca que en los cronistas primitivos, fundamentalmente en Hernando del Pulgar, se incluiría a la reina Isabel por el interés que ella siempre manifestó de que donde fuera citado el monarca, también debía de serlo ella.
Manuel J. Peláez
Universidad de Málaga, España.


SOBRE LAS RELACIONES DE PORTUGAL CON EL REINO DE GRANADA (1369-1415)


SOBRE LAS RELACIONES DE PORTUGAL CON EL REINO DE GRANADA (1369-1415)

 JOSÉ ENRIQUE LÓPEZ DE COCA CASTAÑER Universidad de Málaga

Muerto Pedro 1 en los campos de Montiel (23 de marzo de 1369) el príncipe Enrique se apresuró a marchar sobre Sevilla, que ya se había pronunciado en su favor. Una vez allí intentó vanamente negociar con Martín López de Córdoba, que tenía Carmona con el tesoro real y los hijos del monarca difunto. Tampoco logró que Muharnmad V, emir de Granada, le renovase las treguas. Enrique II abandonaría luego Andalucía dejando al maestre de Santiago, D. Gonzalo Mexía, y al maestre de Calatrava D. Pero Moñiz, como fronteros de Granada, y a D. Juan Alfonso de Guzman y D. Alfonso Pérez de Guzman, alguacil mayor de Sevilla, como fronteros de Carmona. 1 Los granadinos habían aprovechado la desaparición de Pedro 1 para recuperar Cambil, Alhabar y Torre de Alhaquime en abril de 1369.2 Muharnmad V, no contento con rechazar la oferta de paz castellana, entablaba negociaciones con los enemigos del rey Enrique. Por una carta de Pedro IV al nazarí, sabemos que éste le había propuesto renovar la paz en unos términos similares a los suscritos con el rey de Portugal en un tratado reciente. 3 El contenido del mismo lo resume Fernao Lopes en su crónica del reinado de Fernando I. El monarca lusitano había reivindicado el trono de Castilla al comprobar que Enrique de Trastamara no contaba con el apoyo unánime de la nobleza. Y sabedor que Muharnmad V había desestimado su demanda de paz, se alió con él para combatir al rey de Castilla: « ... que ambos fezessem guerra a todollos que sua voz tomassem e fossem em sua ajuda, e esta guerra fosse per mar e per terra, e que el-rrei de Graada nom fezesse paz nem tregoa com el-rrei dom Henrrique, mas todavia fosse em ajuda d'el rrei dom Fernando, conthinuando a guerra comtra elle; e que! quaaesquer villas que tomassem voz por el-rrei dom Fernando, que fossem seguras d'el-rrei de Graada, e isso meesmo as que tomassem voz por el-rrei de Graada fossem seguras d'el-rrei dom Fernando: e que sse o rrei mouro fezesse viir gentes de Bellamarim 1. LÓPEZ DE AYALA, P.: Crónica del rey D. Enrique, segundo de Castilla. «Biblioteca de Autores españoles» t. LXVIII-2 (Madrid, 1953), p. 2. 2. AL-cABBADI, M.: El reino de Granada en la época de Muhammad V. Madrid, 1973. p. 84. 3. La carta está fechada en Valencia el5 de julio de 1369. DUFOURcQ, CH. E.: «Catalogue chronologique et analytique du registre 1389 de la chancellerie de la Couronne d' Aragon, intitulé «Guerra Sarracenorum» 1367-1386 (1360-1386»>. «Miscelánea de Textos Medievales» n. 02, 1974, doc. n. o 141. MERIDIES, V-VI, 2002, pp. 205-210. 206 JOSÉ ENRIQUE LÓPEZ DE COCA CASTAÑER ou d'outros logares em sua ajuda contra el-rrei dom Henrrique, que ell fosse theudo de lhe pagar o solldo sem custando a el-rrei dom Fernando nehüna cousa; e per essa guisa, viindo gentes estrangeiras em ajuda d'esta guerra a requirimento d'el-rrei dom Fernando, que el-rrei de Graada nom fosse theudo a lhe pagar parte do solldo que por sua viinda ouvessem d'aver: e que quaaesquer villas ou logares que tomassem voz por el-rrei de Graada, depois que as conquerisse ou hindo pera as conquerer, que seendo taaes logares per seu mandado destruidos, que nom fossem porém esta paz quebrada, pois que o nom faziam se nom com medo; e per esta maneira fezesse el-rrei dom Fernando aos que tomassem sua voz quando lhe prouguesse de o fazer, sem quebrando porém esta aveenc;a, a quall os rreis firmaron antre ssi por tempo assinado de cinquoenta anos, con grandes juramentos segundo a creenc;a de cada hüu, feitos de hüna parte aa outra a nom fallecer d'e110, por cousa que avehesse».4 Me parece excesiva la duración que el cronista atribuye a esta alianza militar. Es probable que transcribiera erróneamente el documento original del tratado, en su versión portuguesa, leyendo cincuenta años donde sin duda diría cinco. Al menos esto es lo que duraban las treguas que por aquel entonces pactaban los nazaríes con los reyes de la casa de Aragón. Fernando 1 invadió Galicia en julio de 1369 y el de Trastamara tuvo que levantar el cerco de Zamora, plaza petrista, para ir en su busca. Al retirarse el portugués, don Enrique atraviesa la frontera y ocupa la ciudad de Braga, poniendo luego sitio a Guimaraes. Pero se apresura a volver a Castilla al saber que los musulmanes se habían apoderado de Algeciras. 5 Esta acción granadina no fue casual como ya advirtió Esteban de Garibay en su día. 6 Y para ayudar a los partidarios del difunto don Pedro, que seguían refugiados en Carmona, Muhammad V corrió los alrededores de Sevilla en octubre de 1369, atacando y 'saqueando las plazas de Osuna y Marchena.7 El rey Enrique había permanecido mientras tanto en Castilla, empeñado en el asedio de Ciudad Rodrigo. Pero en marzo de 1370 se trasladaba a Medina del Campo, y luego a Toledo, con la intención de proseguJr viaje a tierras andaluzas. 8 El 6 de abril escribía a la ciudad de Murcia sobre su propósito de acudir a la frontera granadina y pasar allí el verano combatiendo contra los moros. 9 No obstante, refiere López de Ayala que yendo el monarca a Sevilla supo por el camino que los maestres de Santiago y de Calatrava, sus fronteros, habían acordado una tregua con el emir de Granada, «de lo qual plógole mucho». 10 Fernao Lopes subraya que «nom fallam por quanto tempo nem com que condi90es esta tregoa foi feita», lo que es cierto. l1 Por eso, y porque habría supues4. Cf. Crónica de dom Fernando. Ed. Giuliano Macchi. Lisboa, 1975, pp. 91 Y 92. Menciona este tratado SANTAREM, Vizconde de : Quadro elementar das relarDes políticas e diplomáticas de Portugal, 1 (Paris, 1842), pp. 213 Y 214. 5. LÓPEZ DE AYALA, P.: ob. cit., pp. 3 Y 4; LOPES, F.: ob. cit., p. 117. El ataque se produjo el 28 de julio, cayendo Algeciras tres días después. 6. El emir de Granada, «que con el rey de Portugal se entendía, juntó sus gentes y personalmente fue sobre la ciudad de Algeciras, tomándola». Cf. Compendio historial de las chrónicas y universal historia de todos los reynos d'España. Amberes, 1571, p. 1111. AL cABBADI, M.: ob. cit., p. ' 86. 8. LOPES, F.: ob. cit., p. 131. 9. CASCALES, F. de: Discursos históricos de la ciudad de Murcia y de su reino. Murcia4, 1980, f. 129 yO. 10. Cf. Crónica del rey D. Enrique, p. 6. 11. Cf. Crónica de dom Fernando, p. 141. SOBRE LAS RELACIONES DE PORTUGAL CON EL REINO DE GRANADA... 207 to un enfriamiento en las relaciones lusogranadinas, pone en duda que llegara a firmarse ese tratado. De haberlo hecho, el nazarí no pediría a Fernando 1 que le enviaraeierto presente -seis perros alanos y otros tantos sabuesos, con sus arreos- cómo hizo entonces. Y tampoco habría intentado socorrer a Carmona como se verá luego. 12 Sin embargo, gracias a un documento conservado en el archivo municipal murciano sabemos que el 31 de mayo de 1370 se firmaba entre Castilla y Granada una tregua valedera por ocho años. l3 Fue el resultado, al parecer, de una iniciativa del visir Ibn al-Jatib, quien logró además que los emires dejaran de pagar tributo a Castilla a partir de ese momento. 14 Los petristas de Carmona habían pedido auxilio al rey de Portugal a principios de 1371. Pero Fernando 1 respondió con evasivas, lo que facilitaría la toma de la plaza por el rey de Castilla ellO de mayo de ese mismo año. 15 Muharnmad V se encontraba entonces en la frontera dispuesto a intervenir en ayuda de los hijos de Pedro 1, pero al tener noticia de la caída de Carmona volvió a sus lares «e nom se fez sobr'esto mais». Fernao Lopes añade que el motivo de la tardía intervención del nazarí «foi c;:ertos rreeados que sobr'ello enviou a el-rrei dom Fernando, eujas rrespostas alongarom tanto e eom taaes rraz5es que o rrei mouro ouve d' entender que de poer em tall feito maas el-rrei dom Fernando non avia voontade, e que estonc;:e se fez prestes, e viinha d'esta guisa que dizemos ... ».16 La fidelidad de Granada a la causa petrista le reportaría a medio plazo algún que otro dividendo. Los partidarios de don Pedro que se habían refugiado en Portugal tuvieron que abandonar este país en virtud del tratado de paz firmado con Castilla el 24 de enero de 1374. Una parte de ellos, que dirigidos por Fernando de Castro viajaron hasta Valencia a bordo de naves lusas, ayudarían al nazarí a arrebatar Gibraltar a los benimerines. 17 La presencia de barcos portugueses en el Mediterráneo occidental era un hecho corriente por esas fechas, y a buen seguro que frecuentaban las aguas granadinas como corsarios, comerciantes o ambas cosas a la vez. 18 Tampoco faltaron los roces con los musulmanes: en 1374 Fernando 1 se excusaba ante el rey Enrique por no ayudarle en la guerra que preparaba contra los ingleses debido -escribe Fernao Lopes- a que «el-rrei de Graada tem tomados navíos e averes e gentes cativas de minha terra, por a quall razom eu ei eom ell guerra ... ».19 * * * 12. Ibidem, pp. 141 Y 142. 13. CASCALES, F. DE: ob. cit., f. 130 VO y 131. 14. AL-cABBADI, M.: ob. cit., p. 88. Es el egipcio al-Qalqasandi quien asegura que los nazaríes dejaron de pagar «parias». 15. LOPES, F.: ob. cit., pp. 149-152. Sobre la fecha en que cae Carmona, LOPEZ DE AYALA, P.: ob. cit.; p. 8. 16. LOPES, F.: ob. cit., pp. 155 Y 156. 17. Ibidem, pp. 300 Y 301. Colaboraron en el encalIamiento de la flota benimerin, superior a la granadina, antes de proseguir su viaje. 18. SANTAMARÍA, A.: «La reconquista de las vías marítimas» "Anuario de Estudios Medievales» n. o 10, 1980, pp. 99-101. 19. Cf. Crónica de dom Fernando, p. 330. 208 JOSÉ ENRIQUE LÓPEZ DE COCA CASTAÑER No hay noticias sobre el entendimiento entre granadinos y portugueses durante la «revolución» lusitana de 1383-1385. Al menos, no las hay con anterioridad a la derrota de Juan 1 de Castilla en los campos de Aljubarrota, lo que dice mucho acerca de la prudencia del soberano nazarí. Sin embargo, la propaganda castellana insistirá en lo contrario a partir de la intervención de Juan de Gante en el conflicto. El tratado de Windsor, firmado entre Portugal e Inglaterra, trajo a la Península Ibérica al duque de Lancaster como pretendiente a la corona castellana. Se inauguraba así la tercera etapa de la guerra Gulio 1386-noviembre 1387) que, al revés que las anteriores, iba a tener como escenario las tierras de Castilla. En las cortes de Segovia el rey Juan 1 censuraba al candidato inglés porque «ha trabtado e trata de cada día con el rrey de Granada e con los moros nuestros vecinos en que les dará una parte deste rregno sy le quisieren ayudar a ello, de lo qual fuimos gertificados por algunas personas». 20 Un texto interesante sin duda. El monarca castellano acusaba a un príncipe del que se ha escrito con frecuencia que en 1395 quiso dirigir una cruzada contra los turcos. 21 Un interés que se acentúa al constatar por un documento de la cancillería aragonesa que lo que pretendió Juan de Gante en realidad fue combatir contra los musulmanes de Granada. 22 Sea como fuere, Juan 1 no las tenía todas consigo respecto a la actitud que pudiera adoptar el nazarí en 1386. Una carta enviada al concejo de Murcia el 7 de septiembre lo deja claro. Leemos en ella: «. .. que si bien tenemos seguridad del rey de Granada que nos guardará la paz y amistad que con Nos hay hecha, es bien poner recaudo en las cosas, hasta ver lo que resultare; porque no sabemos si él, por inducimiento de algunos malos se moverá a hacer alguna cosa contra Nos, o contra nuestro reyno, o otros algunos de aquellas partes intentarán hacer guerra contra nuestra tierra». 23 Años después los nazaríes pretenderán que Castilla les recompense por su neutralidad, eximiéndoles de la obligación de contraer vasallaje. En 1410, al presentar esta demanda el infante don Fernando, durante el cerco de Antequera, los emisarios granadinos le responderán así: . « ... que por los reyes sus antegesores ser en guerras, e los reyes de Granada guardar a su tierra e a su vezindad, e a la verdad, que no hera razón en tienpo de fol- . gura ser mal tratados los que cunplieron con ellos en el tienpo de las sus nesgesidades e no quisieron fazer... ligas ni ser contra ellos con sus contrallos». 24 La diplomacia nazarí va a mostrarse mucho más explícita cuando Castilla exija de nuevo la vinculación feudal en 1439. Don Iñigo López de Mendoza, portavoz castellano en las negociaciones, recibía la siguiente respuesta: 20. Véase el «razonamiento» hecho por el rey en la apertura de las cortes, donde afirma que la guerra contra los ingleses se hacía en defensa de la religión. Cf. Cortes de los antiguos reinos de Leon y Castilla, II (Madrid, 1863), pp. 351 Y 352; insiste en p. 355. 21. PALMER, 1. N.: England, France and Christendom, 1377-1399. Londres, 1972, cap. XI. 22. Una carta de Guillermo Pujade al infante Martin (Barcelona, 20 de septiembre de 1395) menciona los prepara- . -._ tivos que en tal sentido hacían el duque de Lancaster y su hijo, el conde de Derby, en la ciudad de Burdeos. CAstiLA, F. C.: Carte reali diplomatiche di Giovanni 1 il Cacciatore, re d'Aragona riguardanti d'Italia. Padua, 1977, doc. 69, p.93. 23. CASCALES, F. de: ob. cit., p. 200. 24. GARCÍA DE SANTAMARÍA, A.: Crónica de Juan II de Castilla. Ed. J. de M. Carriazo. Madrid, 1982, p. 333. SOBRE LAS RELACIONES DE PORTUGAL CON EL REINO DE GRANADA... 209 «E asymesmo que vean lo que havía en Castilla antes de oy entre los señores pasados e ensalc;ados, el rey don Johan e el rrey don Enrrique con los ingleses e Portugal, del ruido e la guerra e peleas e 10 que fisieron los señores reyes de Granada :: ,: las villas c;ercanas a los moros fueron bien guardadas e sus verdades conplidas, como deben ser, e nunca se mostró ninguno a fazer trayc;ión nin se desfiso postura; e nunca fue oydo ruego de rey ninguno por amor dellos, e bien que por otros reyes eran rogados que fuesen contrarios al rey de Castilla, salvo todavía fueron ayudadores e consejeros en todas las cosas que fueron honrra del su regno .. . ».25 De la lectura de estas alegaciones se deduce que fue el maestre de Avis quien solicitó ayuda a los granadinos en aquellos años cruciales. No hay que decir que la parte portuguesa sostendrá justamente lo contrario: fue Granada la que se ofreció a participar en la guerra de independencia lusa, cosa que J oao 1 rechazaría, aun siendo provechoso para él, porque no quería aliarse con los enemigos de la fe. Al anunciar su intención de ir contra Ceuta ante el consejo de la nobleza, reunido en Torres Vedras, el soberano portugués justificaba su animosidad hacia los musulmanes con el ejemplo de la doblez granadina. Leemos en una crónica de Gomes Eannes de Zurara: « ... e esto podees claramente emtender comsijrando como seendo guerra amtre mym e o regno de Castella, quarntas vezes fuy rrequerido del rey de Graada offerec;endome gentes para me ajudarem a destroyr ou deneficar meus contra- . 26 nos ... » . Como es sabido, los portugueses prepararon la conquista de Ceuta con el mayor sigilo. Refiere el cronista citado que el emir de Granada, Muharnmad VII, despachó una embajada a Lisboa para asegurarse que la expedición no iba dirigida contra sus estados, según creían los mudéjares locales. El relato de Zurara sobre esta misión diplomática nos deja entrever lo que habían sido las relaciones entre la casa de A vís y los nazaríes durante casi tres décadas. Marcadas por la falta de acuerdos formales, no parece que se considerara necesario regular por escrito las relaciones susodichas; al menos, en el caso de Portugal. Zurara justifica la preocupación del nazarí por los aprestos militares que se hacían en Lisboa. «comsijramdo quamtas uezes emviara seus rrecados a el Rey pera cobrar sua amizade e seguramc;a de paz, e numca ha delle podera aver». 27 Esa indeterminación legal, pues no estaba declarada la guerra ni tampoco se había firmado la paz, daba pie a que se multiplicaran los inCidentes entre súbditos de los dos países, pero nunca hasta el extremo de que 'se interrumpieran los intercambios comerciales. Los emisarios granadinos se encargaron de recordar al rey de Portugal que desde su subida al trono. 25 . AMADOR DE LOS Ríos, J.: Memoria histórico-crítica sobre las treguas celebradas en 1439 entre los reyes de Castilla y de Granada. Madrid, 1879, pp. 86 Y 87. 26. Cf. Crónica da Tomada de Ceuta por El Rei D. Jotío l , composta por Gomes Eannes de Zurara. Ed. F. M. Esteves Pereira. Lisboa, 1915, p. 79. 27. Ibidem, p. 105 . Los embajadores granadinos volverán sobre esto al recordar la frecuencia con la que el nazarí enviaba regalos al monarca lusitano, «o que nurnca fez a nehün rrey christao» p. 106. 210 JOSÉ ENRIQUE LÓPEZ DE COCA CASTAÑER «numca amtre os seus naturaaes e os nossos foi achada tall discordia, per que leixassem de trautar huils com os outros, trazemdosse daquelle rregno ao nosso gramdes mercado rías e do nosso ao seu». 28 Más tarde, al entrevistarse con el príncipe heredero don Duarte, los embajadores de Muhammad VII presentaban como prueba de la benevolencia y amistad que el emir profesaba a la nación portuguesa las facilidades otorgadas a sus mercaderes, los cuales «eram trautados tam d0gemente e com tamto fauor leyxamdolhe trazer suas mercadorias e trautar com seus naturaaes assy como sse fossem subditos dalguil rrey mouro com que elle ouesse muy chegada liam9a de samgue ... ».29 Exageraciones aparte, hay otros indicios de que los portugueses gozaban de cierto trato de favor en territorio granadino a fines del Trescientos. Algunas de las fuentes relativas al martirio de los franciscanos Juan de Cetina y Pedro de Dueñas, acaecido en Granada en 1397, mencionan la existencia de una «posada de los portugueses» en la capital nazarí, donde servía como capellán el franciscano lusitano fray Eustaquio. 30 Un hecho importante ya que, por regla general, este tipo de establecimientos solía abrirse en los puertos de mar pero no en las ciudades del interior de un país islámico. Pone de relieve, además, que los intereses portugueses en esta zona del Mediterráneo occidental debían de ser bastante considerables. 28. Supra, p. 106. 29. Ibidem, p. 108. 30.

THE GIBRALTAR CRUSADE. CASTILE AND THE BATTLE FOR THE STRAIT, JOSEPH F. O'CALLAGHAN


JOSEPH F. O’CALLAGHAN,
THE GIBRALTAR CRUSADE. CASTILE AND THE BATTLE FOR THE STRAIT

José Enrique López de Coca Castañer
Referência(s):
Joseph F. O’CallaghanThe Gibraltar Crusade. Castile and the Battle for the Strait, Philadelphie, University of Pennsylvania Press, 2011, xv + 376 p.
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1A juicio del autor, la batalla del Estrecho debe ser contemplada en el contexto más amplio de la confrontación entre la Cristiandad y el Islam durante la era de las Cruzadas. A lo largo de los siglos xiii y xiv, el Papado trazó diversos proyectos para recuperar Tierra Santa. Pero los reyes de Castilla lograron persuadir a varios pontífices de la amenaza que suponía la presencia musulmana en la Península Ibérica, quienes garantizaron privilegios como cruzados a los que participaran en la lucha.
2Alfonso X el Sabio hizo suyo un plan que Fernando III había esbozado antes de morir. Era preciso tomar Tarifa, Algeciras y Gibraltar para impedir una nueva invasión africana y aislar a los mudéjares vasallos de Castilla, sin renunciar a poner un pie en África. El profesor O’Callaghan trata el tema en los cuatro primeros capítulos del libro, poniendo al día las opiniones y comentarios vertidos en su biografía de don Alfonso, publicada en 1993.
3Inocencio IV proclama la Cruzada en 1253 y consiente que el rey perciba las tercias de los arzobispados de Sevilla y Santiago. Alfonso X convierte el Puerto de Santa María en base de operaciones y punto de partida de los cruzados que en el otoño de 1260 saquean el puerto de Salé. Posteriormente, el monarca mantuvo relaciones esporádicas con los mamelucos. Aparte de los intereses comerciales, es posible que el rey de Castilla intentara convencerlos para que no entorpeciesen sus planes, según apunta el autor. Pienso, en cambio, que su interés por Jerusalén está relacionado con la custodia de los Santos Lugares y la seguridad de los peregrinos.
4A decir verdad, el sueño africano se desvanece con la revuelta de los mudéjares andaluces y murcianos (1264-1266), instigados por el emir de Granada. La represión del alzamiento contó con el respaldo papal: Clemente IV otorgaba nuevas bulas de Cruzada en marzo de 1265. Muhammad II recurrirá a la ayuda norteafricana: de 1274 a 1284, los benimerines invaden Andalucía en cuatro ocasiones, devastan el territorio y se retiran sin haber ganado ningún lugar o fortaleza importante. Mientras, Alfonso X fracasa en su intento de tomar Algeciras (1278-1279).
5El capítulo v está dedicado al breve reinado de Sancho IV. Este monarca, apodado el Bravo, afronta con éxito la quinta invasión meriní y conquista Tarifa en 1292. Cuando los norteafricanos acudan a recuperar la plaza, el alcaide Alfonso Pérez de Guzmán antepondrá su lealtad al rey al amor filial en un episodio bien conocido. Al autor le extraña que Mercedes Gaibrois llame «mártir» a Guzmán el Bueno y no a su hijo. Pero éste no muere por la fe y la lengua española admite el uso de la palabra «mártir» sin connotación religiosa.
6El tema central del capítulo vi son los asedios de Algeciras y Almería por Fernando IV de Castilla y Jaime II de Aragón, respectivamente. Las páginas que O’Callaghan dedica a la Cruzada de 1309 proceden de un artículo publicado en el número 19 de la revista Medievalismo. Llama la atención el malestar que provocó en Castilla la cesión a Jaime II de la sexta parte del territorio por conquistar. La crónica real lo refleja al señalar que los moros no objetaban que Fernando IV pusiera sitio a las ciudades que eran suyas por derecho, pero consideraban deshonroso el ataque del aragonés a Almería. Este es el sentido de lo que el autor considera «a curious remark».
7Alfonso Pérez de Guzmán murió tras la toma de Gibraltar (el 12 de septiembre de 1309). Según O’Callaghan, el día 19, cerca de Estepona, combatiendo con Utman, caudillo de la milicia africana a sueldo de Granada, que había derrotado a un destacamento aragonés en Marchena (Almería) el 17 de septiembre. Esto es imposible debido a la distancia que separa ambos lugares. También yerra al afirmar —siguiendo a Jerónimo de Zurita— que Almería se levantaba sobre las ruinas de la antigua Urci.
8En los capítulos vii-ix se analizan las Cruzadas emprendidas en el reinado de Alfonso XI. El infante don Pedro, regente, y su tío Juan, consiguieron que Juan XXII autorizara en febrero de 1317 la predicación de la Cruzada en Castilla. Pero la derrota y muerte de ambos en la batalla de la Vega (el 23 de junio de 1319) tuvo efectos traumáticos. Según la Gran Crónica de Alfonso XI, don Pedro se había comprometido a no firmar la paz sin permiso del Papa. Como había tregua con Granada, antes de romperla quiso devolver el tributo cobrado a Ismaʿil I. Pero el emir se negó a recibirlo, apelando al juicio de Dios. Una explicación ex post facto que O’Callaghan acepta sin reservas.
9Alfonso XI alcanza su mayoría de edad en 1325. Juan XXII le garantiza una bula de Cruzada y el derecho a disponer de tercias y décimas durante cuatro años. En 1330 conquista Teba y consigue que Muhammad IV se declare vasallo suyo. Los meriníes, que llevaban veinte años sin intervenir en la Península, responden a una llamada de socorro granadina recuperando Gibraltar en 1333. El tratado de Fez (el 26 de febrero de 1334) es la calma que precede a la tormenta.
10El 7 de marzo de 1340 Benedicto XII proclama la Cruzada en Castilla, León, Navarra, Aragón y Mallorca, garantizando tercias y décimas por tres años. El sultán Abu l-Hasan ʿAli cruza el Estrecho en el mes de agosto para tomar Tarifa. Pero su ejército es aniquilado a orillas del río Salado en octubre de 1340. La retirada benimerín facilita la toma de Algeciras en marzo de 1344 tras un largo asedio. Alfonso XI firma con Granada una tregua por 10 años, que incluye la restauración del vasallaje y el pago de un tributo similar al acordado en 1331. Pero el monarca castellano rompe el tratado al poner cerco a Gibraltar, ante cuyos muros perece (el 26 de marzo de 1350) víctima de la epidemia.
11La implicación genovesa en el bloqueo del Estrecho (1340-1344) fue importante. Las galeras portuguesas partícipes en el mismo estaban a las órdenes de Emmanuel Pessagno y de su hijo Carlo. En junio de 1340, Alfonso XI consigue, gracias al papa Benedicto XII, que el dogo Simon Boccanegra le ayude con quince galeras mandadas por su hermano Egidio. Tras la retirada de la flotilla portuguesa durante el asedio de Algeciras, Egidio Boccanegra se queda al mando de una flota castellano-genovesa de 50 galeras y 40 naves. Habría que explicar, no obstante, por qué los castellanos desconfiaban tanto de sus socios ligures.
12El autor destaca la venida de cruzados del norte de Europa en tiempo de Alfonso XI. Incluye a los Pastoureaux, que cruzan los Pirineos en 1320 y son expulsados por Jaime II. Pero los participantes en esta «Cruzada popular» vienen a enmendar el desastre de la Vega y no en busca del honor, la gloria y las indulgencias. Aquí es donde encaja el escocés Sir James Douglas, que murió en la campaña de Teba. Pese a que se trata de un caso bien estudiado, O’Callaghan ignora la crítica a la que han sido sometidas las fuentes, da por válidas leyendas posteriores y extrae datos triviales de una página web.
13Dos crónicas italianas mencionan la presencia de cruzados ultramontanos en la Cruzada del Salado. También hay que considerar como tales a Gastón de Bearn, conde de Foix, y a Felipe de Evreux, rey de Navarra, que estuvieron en el asedio de Algeciras. Pero los auténticos cruzados del norte de Europa serían los «condes»de Derby y Salisbury. También, el caballero del cuento de Geoffrey Chaucer.
14La Gran Crónica y el Poema de Alfonso XI reproducen una carta del Soldan de Babilonia pidiendo a los benimerines que conquistasen España. Joseph O’Callaghan demuestra que se trata de un texto propagandístico cristiano, si bien considera razonable que el mameluco animara a sus correligionarios magrebíes a acometer dicha empresa. Pero ʿUmari, autor egipcio contemporáneo, señala que gracias a Abu l-Hasan ʿAli se mantiene «lo que queda de al Andalus». No se trataba de conquistar sino, más bien, de defender lo que seguía en pie.
15El capítulo x aborda la historia interna de la Cruzada del Estrecho: la naturaleza de la guerra, la organización de los ejércitos, las operaciones militares y su coste. Según don Juan Manuel, se combatía a los musulmanes para recuperar los territorios otrora perdidos. Pero la batalla del Estrecho también tuvo una inequívoca dimensión religiosa: todos los monarcas implicados en el conflicto obtuvieron bulas papales, a excepción de Sancho IV. Alguno llegó incluso a tomar la cruz, o hizo voto de Cruzada, si es correcta la interpretación que O’Callaghan hace de dos fuentes árabes.
16El autor describe la composición del ejército castellano, subrayando la creciente importancia de las milicias concejiles y la desconfianza de la nobleza hacia el peonaje que prefiere el botín al honor. El análisis de los asedios de ciudades es extenso. También explica cómo cristianos y musulmanes aprendieron los unos de los otros en las escaramuzas y recoge el testimonio de don Juan Manuel sobre la superioridad de los moros en este tipo de lances. Pero no presta tanta atención a la guerra en el mar.
17Aparte de la ayuda eclesiástica, para financiar las Cruzadas del Estrecho se recurrió a impuestos extraordinarios: monedaservicio y, con Alfonso XI, la alcabala o impuesto sobre las transacciones comerciales. Aunque las cuentas reales se han perdido casi en su totalidad, O’Callaghan opina que los monarcas castellanos tomaban dinero prestado regularmente para financiar la guerra. Pero exagera la importancia de las parias granadinas como fuente extraordinaria de ingresos. En este sentido, echo en falta una lectura atenta del artículo de Hilda Grassoti.
18En el último capítulo, «Las repercusiones: el Estrecho hasta 1492», el autor se pregunta por qué los reyes de Castilla aspiraron a dominar el estrecho de Gibraltar; cuáles fueron sus logros y sus fracasos; y qué quedó por hacer en el siglo y medio transcurrido entre la muerte de Alfonso XI y la caída de Granada. No contesta a la primera cuestión pues ya lo ha hecho a lo largo del libro. Responde a la segunda con un repaso, reinado por reinado. La respuesta a la tercera cuestión es previsible: acabar la Salus Spaniae.
19El capítulo se cierra con el epígrafe intitulado «Un pie en Marruecos», a mi juicio innecesario. El autor resume en apenas dos páginas la historia de los presidios españoles desde 1497 a la actualidad. Abundan los errores geográficos e históricos: Melilla está en frente de Almería, no de Málaga; Orán fue conquistada en 1509, no en 1507; Tetuán no fue plaza de soberanía, etc.
Para citar este artigo
Referência eletrónica
José Enrique López de Coca Castañer, « Joseph F. O’CallaghanThe Gibraltar Crusade. Castile and the Battle for the Strait », Mélanges de la Casa de Velázquez [Online], 43-1 | 2013, posto online no dia 15 maio 2013, consultado o 03 novembro 2019. URL : http://journals.openedition.org/mcv/5037
Autor
Universidad de Málaga


LA MURALLA ISLÁMICA DE MÁLAGA: REFERENCIAS TEXTUALES Y CONSTATACIÓN ARQUEOLÓGICA

LA MURALLA ISLÁMICA DE MÁLAGA: REFERENCIAS TEXTUALES Y CONSTATACIÓN ARQUEOLÓGICA

 M. Carmen Íñiguez Sánchez

INTRODUCCIÓN El estudio de la muralla de Málaga es un tema lo suficientemente complejo, por lo que las siguientes páginas tratan sólo de una primera aproximación a su estudio, constituyendo una puesta al día, tras los últimos avances arqueológicos respecto a origen, morfología, transformación y cronología. En el mismo se conjugan distintos aspectos, ya que no se trata de un elemento inamovible, sino que como parte integrante de la ciudad, está sometida a la propia dinámica urbana, tanto en el mundo islámico como en el posterior cristiano. Dos conceptos convergen en la configuración de la muralla, el propiamente defensivo, integrado por lienzos de muros, que podían o no estar almenados, jalonados de torres cuadradas o semicirculares, la barbacana o antemuro que se sitúa a una distancia próxima delante de la muralla y de menor altura que ésta y el foso que discurre entre ambas. Y el segundo, de comunicación, al que corresponden las diversas puertas de entrada y salida de la ciudad, que como elemento más vulnerable solía flanquearse de sendas torres y con puesto interior de vigilancia. Obviamos una descripción pormenorizada

INTRODUCCIÓN HISTÓRICA Tras la conquista de Málaga, 711-713, según las fuentes (ACIÉN 1984a y b) se produce en los primeros momentos, una colaboración de los árabes asentados en la ciudad con el estado de Córdoba, siendo durante el Emirato su importancia relativa, frente a Bezmiliana (ACIÉN 1986) y Archidona, capital entonces de la kura. Dos elementos caracterizan el Califato, la configuración de las estructuras estatales y una vez pacificado el territorio, la falta de problemas internos. Málaga, ya como capital de la kura, adquirirá mayor notabilidad, que se verá incrementada, tras la crisis del Califato, con el establecimiento de la dinastía Hammudí en los inicios del siglo XI, para pasar a depender de los ziríes de Granada y, posteriormente de los imperios almorávide y almohade, sucesivamente, hasta mediados del siglo XIII en que formará parte del Reino nazarí de Granada. Tras un breve período de esplendor comercial, en el que destacamos la importancia de su puerto (LADERO 1979), incrementada por la decadencia de Almería y la apertura del Estrecho, se verá inmersa en la problemática de la conquista cristiana. Esta breve introducción histórica, no es gratuita, sino básica a la hora de interpretar la edificación de la muralla, ya que su factura y trazado es paralelo a la secuencia histórica de la ciudad

ESTUDIO HISTÓRICO Para el estudio de la muralla de Málaga contamos, en primer lugar con las fuentes documentales, tanto musulmanas como cristianas, sin olvidar a los eruditos locales, que siempre nos aportan noticias significativas. A esto, tenemos que añadir la propia topografía urbana de la ciudad, así como la toponimia, que ha mantenido en sus calles nombres bastante alusivos, por citar algunos ejemplos, los que hacen referencia a puertas o postigos: Puerta de San Buenaventura, de Antequera, Nueva, del Mar, Postigo de Arance, de los Abades, Muro de San Julián, de Santa Ana, etc... La muralla que cercaba la madina, en época Nazarí (Lám. I), partía de la Alcazaba, a la que no envolvía1 , en línea más o menos recta (su trazado iría por las actuales calles de Muro de Santa Ana, Plaza de Mª Guerrero), hasta enlazar con la Puerta de Granada, que quedaría situada un tanto desplazada del inicio de la calle que actualmente conocemos con tal nombre y que fue tapiada debido a las torrenteras que bajaban por calle de la Victoria (GUILLÉN 1984), con posterioridad al siglo XVII (AMATE 1988, p. 88). Su trazado continuaba por la acera izquierda de la Plaza de la Merced (PASTOR, PÉREZ 1983), prosiguiendo por C/ Alamos, conectando aquí con el muro que cercaba el arrabal de Fontanella, que se extendía entre las actuales calles Frailes, Refino, Postigo, Molinillo y Goleta 2 y dedicados sus habitantes a la fabricación de cerámica, topónimo mantenido en una de sus calles, Ollerías (ACIÉN, PERAL, RECIO 1989-90). Continuaba hasta la Puerta de San Buenaventura, calle que aún hoy conserva su nombre, y que identificamos con la puerta musulmana que conectaba con el arrabal de Fontanella. Dicha puerta sufre modificaciones durante el siglo XVII (AMATE 1988, p.98) y la misma pudo ser apreciada por Guillén Robles (1984, p. 477) antes de su demolición en el siglo XIX. A partir de aquí se bajaba, haciendo ángulo por C/ Carretería hasta la puerta de Antequera. En este tramo se localiza en l987 un torreón adelantado de época nazarí, durante el proceso de rehabilitación del palacio de Valdeflores, 3 actual sede del Instituto de la Mujer. La puerta de Antequera4 constituía una de las salidas más importantes de la ciudad. A continuación proseguía el tramo de muralla hasta enlazar con el Pasillo de Santa Isabel5 , donde se situaría la puerta de la Puente, desconociéndose su ubicación exacta (GUILLÉN 1984, p. 473). Conectaba con las atarazanas a las que se adosaba6 y siguiendo la línea costera enlazaba con el espigón natural de la plaza de La Marina7 , donde se emplazaba el castill de los genoveses, dejando atrás las puertas del Mar, Baluarte, Espartería y de los Siete Arcos, que comunicaban la ciudad con la ensenada del puerto. Su recorrido seguía8 por la actual calle Cortina del Muelle, bordeando la línea costera hasta enlazar con el conjunto de la Alcazaba, a cuya Haza se abrían dos puertas, la de la Caba y Puerta Oscura9 . 1 Tan importante era en el mundo musulmán la salvaguarda de la Alcazaba del exterior como de la propia ciudad. 2 Descrito por Ibn al-Jatib y al-Idrisi, citado por GUILLÉN ROBLES, F. p. 471. 3 La sección y una fotografía del mismo se puede ver en. MACHUCA SANTA-CRUZ, L (1987): Málaga, ciudad abierta. Origen, cambio y permanencia de una estructura urbana, Málaga, pp. 104-106. 4 Se conserva tal topónimo, pero desplazado del lugar de ubicación de la misma. Fue derribada en 1785 para dar mayor amplitud a la entrada del Convento de las Catalinas en F. Guillén Robles, p. 478. 5 NAVARRO LARA (1988) detecta un tramo de la muralla musulmana. 6 FERNANDEZ GUIRADO, M. I. (1988) igualmente localiza en la calle Sagasta una parte de la muralla de la ciudad. 7 Como así ha demostrado la excavación de urgencia efectuada en la Plaza de la Marina en 1988, dirigida por M. Acién Almansa a quien agradecemos nuestra participación como miembro del equipo técnico. Existe un informe : "Avance de la actuación de Urgencia en las obras de la Plaza de la Marina. Málaga-Casco Urbano. Abril/88". Inédito. 8 En la excavación de la Plaza de la Marina no se encontró el ángulo de muralla que conecta con este sector, probablemente más desplazado hacia el Este. 9 DE LA CERDA, E.: Planos comparativos de Málaga. Carpeta Archivo Municipal de Málaga. El plano lo recoge GUILLÉN ROBLES, F. p. 471.

La muralla, como anteriormente hemos señalado, presenta distintas etapas constructivas y continuas reparaciones, dependiendo de las necesidades defensivas de la ciudad, como así señalan las fuentes narrativas. Según una Crónica islámica de los Muluk al-Tawaif, recogida por Torres Balbás (1934, p. 478 y 533; 1982, p. 179), fue Hasan alMustansir, hermano y sucesor de Idris I (1040-1042), el que inicia la fortificación de la ciudad de Málaga. Al-Bakri, la describe hacia 1068, circundada por una muralla con cinco puertas (TORRES BALBÁS 1934, p. 533). Según `Abd Allah (GARCÍA GÓMEZ; LEVI-PROVENÇAL 1980, p. 114), cuyas memorias son una importante fuente coetánea, fue Badis, su abuelo, muerto en el último cuarto del siglo XI, quien edifica la Alcazaba, y suponemos efectuaría trazados de la muralla, citando, en una de las escaramuzas la salida de las tropas por la puerta de la Fontanella (GARCÍA GÓMEZ, LEVI- PROVENÇAL, 1980, p. 186). La muralla no es nombrada por al-Idrisi en el siglo XII (1974, p. 39). Durante el mandato de Ibn Hud (1228- 1237) (VALLVÉ 1966, p. 263), Ibn Zannun fortifica y repara las murallas del recinto abriendo una salida delante de la puerta de Bab Funtanalla y restaura la puerta de los Vientos (Bab al Riwah), cuya ubicación desconocemos. Será en el siglo XIV cuando tanto Muhammad IV (1325-l333) como Yusuf I (1333-1354), consoliden Gibralfaro y la Alcazaba realizando la coracha que une ambos conjuntos (CHABANA 1968, pp. 179), y se repare y amplíe el recinto murado de la ciudad. Ibn al Jatib (1977, p. 116-119) nos describe la alcazaba, protegida por doble y fuerte muralla pero obvia la protección urbana. EL cronista de los Reyes Católicos, Hernando del Pulgar, hace la siguiente descripción de Málaga en el momento de la conquista: "Está asentada en un lugar llano, al pie de una cuesta grande, e es cercada de un muro redondo, fortalecido de muchas torres gruesas, e cercanas unas de otras; e tiene una barrera alta e fuerte do asimismo ay muchas torres. E al cabo de la Cibdat, e al comienço de la subida de la cuesta está fundado un alcaçar, que se dize el Alcaçaba, cercado con dos cercas podimos contar fasta treynta e dos torres gruesas, de maravillosa altura e artificio conpuestas. E allende destas, tiene en el circuito de los dos muros fasta otras ochenta torres medianas e menores, cercanas unas de otras" (MATA CARRIAZO 1940, pp. 283-284). Suponemos que Pulgar se refiere al recinto murado del arrabal de Fontanella, cuando cita un "....muro redondo, fortalecido de muchas torres gruesas, e cercanas unas de otras...", siendo la muralla propiamente dicha "...una barrera alta e fuerte do asymismo ay muchas torres.." Tras la conquista, las fuentes cristianas nos aportan los intentos de reparar las murallas de la ciudad realizados por los Reyes Católicos mediante la emisión de una serie de documentos, en 1494 (MORALES 1906, I, p. 104), para reparar las torres y muros dañadas por un terremoto. En 1497 (MORALES 1906, I, p. 171), otorgando una serie de rentas para igualmente reparar los muros del daño ocasionado por la artillería durante la conquista, en 1500, para que prosigan las reparaciones (MORALES, 1906 II, p. 20) y en l501, obligando a los oficios del barro a pagar el diezmo para el arreglo de las murallas (MORALES, 1906, II, pp. 149-151). Es indudable que los primeros daños sufridos por la muralla se deben a la artillería durante la conquista, como anteriormente ha quedado reflejado. A partir de aquí sufrirá, dependiendo de la situación topográfica de su trazado, una serie de transformaciones.
Mientras que la orientada al mar, es decir, la que discurre desde la alcazaba hasta las Atarazanas, se mantendrá y será constantemente reparada por las necesidades de la defensa de la plaza en los siglos XVI y XVII, e incluso incrementada, como es el caso de la construcción del Torreón del Obispo10, El tramo orientado al interior y al río empezará a sufrir prontas modificaciones, los Repartimientos (BEJARANO 1984; 1985) ya recogen la cesión de solares enfrente de la muralla para casas y conventos, como el sitio para edificar el convento de San Francisco por Real Cédula de 27 de octubre de 1489 de los Reyes Católicos (GARCÍA DE LA LEÑA 1981, III, p. 233). E igualmente se habilita alguna puerta y postigo de nueva factura en su recorrido, como es el caso de Puerta Nueva, siendo corregidor Pedro Gómez de Torres, en 1534 (GARCÍA DE LA LEÑA, 1981, II, p. 203). En época de Felipe II, el corregidor Mendo Rodríguez de Ledesma hace que dos regidores y dos alarifes: "...viesen y tanteasen el daño de las dichas murallas y declarasen la forma y estado en que estaban y lo que costaría el reparo de ellas..." A lo que aluden a uno de sus trazados: "Las murallas que hay desde la puerta Nueva hasta la puerta que dicen de Antequera que mira por maestre tramontana en que hay seis torres con seis lienzos, costaran los materiales y manufactura de ellas mil ducados porque requieren mucho aderezo....11 Tal documentación que nos refleja el número de torres entre ambas puertas no hace sin embargo alusión a tipos de fábrica ni características de las mismas. A pesar de esto el estado del recinto murado en época de Carlos II debía ser tan lamentable que el marqués de Villafiel (AMATE 1988, p. 78) informa "...del riesgo de esta Plaza por estar allanadas todas sus murallas..." (AMATE 1988, p. 78), por lo tanto se efectúa una reparación de muros y puertas, sobre todo, hojas de las mismas, aunque "...sin tocar al pulimento de su antigüedad... dejándolas con las memorias de su fábrica...". Demoliéndose no obstante el llamado postigo de las Abades, situado en la Cortina del Muelle, de probable origen cristiano (AMATE 1988, p. 92). Poco a poco se fueron adosando casas por el interior a la muralla, el foso de la misma se había convertido en un estercolero, incluso la población abría agujeros en los lienzos para verter la basura directamente al foso12. Su situación tenía que ser lamentable, cuando y ante la amenaza de agresiones militares y avenidas del Guadalmedina (1661), se encarga al arquitecto militar Hércules Torelli un plan de obras de fortificación que nunca se llevarían a cabo (OLMEDO 1986). Para solucionar el problema y debido a la importancia urbanística que va adquiriendo el sector de Álamos y Carretería, el regidor Luis de Tolosa propone conceder gratuitos terrenos a vecinos que quisieran hacerse una casa en el tramo comprendido entre la puerta de Granada y puerta Nueva, con la obligación de limpiar la parte que le correspondiera de foso, que al final quedará convertido en una gran alcantarilla (BEJARANO 1984, I, 219; MORALES 1986, pp. 71-76). Es interesante hacer constar la descripción que hace de la muralla Guillén Robles que pudo observar algunos de sus tramos: "...muestra diversas alturas y espesores, según la disposición del terreno y también según las 10 Localizado en la intervención realizada por nosotros en la Plaza de la Marina Junio-Julio 1987. Informe inédito. 11 Este documento procede del Archivo General de Simancas, sección Guerra Antigua, leg. 266, recogido en CABRERA PABLOS, F. y OLMEDO CHECA, F. (1988): El puerto de Málaga, Málaga, , p. 90. 12 Tal documentación procede de los Libros Capitulares, vol. XVII, fol. 267v., recogido por BEJARANO 1984 vol. I, p. 216.

exigencias de la defensa... Su construcción también es muy varia; parte de ella la mas escasa, especialmente muchas torres, son de cajones de hormigón: la mayor parte de cajones de tierra y piedra menuda bastante bien apisonada y endurecida, a veces se ven refuerzos de ladrillo provenientes de obras cristianas" (GUILLÉN 1984, pp. 480-482). Respecto a la disposición de la misma "...el muro estaba almenado y de trecho en trecho, bastante corto, lo defendían torres cuadradas y a veces semicirculares... Eran estas torres de piedra, de hormigón y aún de ladrillo..." (GUILLÉN 1984, p. 480). Es indudable que Guillén Robles apreció en la misma distintos momentos constructivos. También menciona la existencia de otra muralla más baja que él denomina falsa braga, que identificamos con la barbacana. El foso, y el paso de ronda que sitúa, aún hoy puede comprobarse, incluso con un lienzo de muro, en las calles Muro de San Julián y Muro de las Catalinas (GUILLÉN 1984, p. 481). ANÁLISIS ARQUEOLÓGICO. Para el estudio arqueológico nos basamos en sondeos de urgencia realizados hasta el momento en la ciudad, el primero de ellos, del año 1983 situado en la plaza de la Merced (PASTOR, PÉREZ 1983). Lindando con el río Guadalmedina, en el pasillo de Santa Isabel (NAVARRO 1988) y en calle Sagasta (FERNÁNDEZ 1988) los siguientes el año 1987. Y el último realizado en calle Alarcón Luján13. Hemos de mencionar que se trata de excavaciones limitadas por las características de los solares y por la duración de la intervención, por lo que la investigación también se ve limitada. Además de los sondeos ya mencionados contamos con los datos obtenidos en la Plaza de la Marina14, que supone la excepción a lo anterior, ya que se trata de una excavación extensiva y con una secuencia estratigráfica completa, cosa que no ocurre, por ejemplo, en el corte de la plaza de la Merced. Dependiendo de los tramos de muralla excavados encontramos distintos tipos de cimentación y distintos momentos constructivos (exceptuando plaza de la Marina y calle Sagasta) La cimentación se realiza en la línea costera, directamente sobre la arena de la playa, en la que previamente se habrá efectuado una fosa, este es el caso de los tramos de la plaza de la Marina, Alarcón Luján y Sagasta. O abriendo la fosa en el lecho del río como es el caso del Pasillo de Santa Isabel. Mientras que en el tramo excavado en la Merced se haría un foso en el depósito de naturaleza antrópica de las diversas avenidas características, aún hoy en día, en dicho sector. Las facturas de dichas cimentaciones responden a diversos momentos constructivos. En la Merced se advierten dos cimentaciones, la primera, debajo del lienzo de muralla, de tapial, que pensamos obra anterior a dicho paramento, pudiendo corresponder al siglo XI (GARCÍA GÓMEZ, LEVI-PROVENÇAL 1980, pp. 114 y 186). A intramuros en estratos inferiores al paso de ronda, según sus autores, se localiza una segunda cimentación, de grandes piedras cuadradas, desconocemos si se trataban de sillares, pero creemos que podían responder a la obra de época califal de la que recientemente se encontró un paramento en la calle Almacenes15. 133 13 PÉREZ-MALUMBRES, A: Sondeo Arqueológico en la muralla musulmana de Málaga en el solar de calle Alarcón Luján, nº 3. En prensa. Agradezco a su autor la consulta del mismo. 14 Excavación realizada en la Plaza de la Marina, dirigida por M. Acién Almansa. Se prepara su publicación.
El ejemplo más representativo nos lo proporciona la plaza de la Marina16 que por su homogeneidad constructiva y cronológica, en el momento nazarí describimos completo. Un gran lienzo de muralla con factura de mampostería, presentando al exterior restos de enlucido o revestimiento de ladrillo y al interior las huellas de los maderos que formaban los cajones que sostuvieron el mampuesto. Al exterior tenía adosados dos baluartes semicirculares que perdían tal forma a nivel de cimentación. La misma estaba constituida por una escollera fuertemente trabada y un entramado de vigas de madera, dispuestas tanto horizontal como verticalmente en la arena. Similar homogeneidad y cronología presenta el tramo hallado en calle Sagasta, con la particularidad de su adosamiento al muro de las Atarazanas (FERNÁNDEZ 1988). La fábrica es de cajones de piedra con mortero de cal y arena separadas por hiladas de ladrillo, siendo también de este material la esquina. En la cimentación aparecen vigas de madera horizontales. Más conflictivos son el resto de los paramentos detectados, el de la plaza de la Merced, de siete metros, sus autores lo datan en el siglo XIV por la similitud de su fábrica, de mampostería de ladrillo y pizarra al exterior y con mayor abundancia de piedras a intramuros, con el recinto exterior de la Alcazaba. El tramo de Alarcón Luján supone un avance de la ciudad sobre la línea de costa, ya que el trazado de la muralla califal discurre más al interior. En la fosa de cimentación del mismo se pudo apreciar un estrato con materiales constructivos: teja, ladrillo, madera y cerámica quemados, quizás a fin de eliminar pequeñas estructuras asociadas a actividades pesqueras anteriores, como así lo recoge el autor de la excavación en su informe. La construcción muraria se presenta asociada a material almohade y nazarí, encontrándose deteriorada ya que ha perdido el paramento externo, se divide en tres partes transversalmente, la primera de mortero de cal, arena de playa, chinarro y arenisca, la parte central de ladrillo y la situada más al N. con un relleno de piedras, que según su autor colmataría con otro alzado situado más al interior y que no se pudo apreciar en el sondeo (PÉREZMALUMBRES en prensa). Es posible que correspondan a reparaciones realizadas en la muralla tras la conquista. La relación estratigráfica del corte situado junto al río Guadalmedina, se inicia con una serie de fragmentos de época califal de aporte, no asociado a ninguna estructura. En el mismo lecho del río, como ya se ha apuntado, se ejecuta la fosa para la cimentación, posiblemente de época almohade, ya que corresponde a este momento también el material cerámico asociado. La adscripción cronológica del alzado ya es más conflictiva debido a los tipos de factura que presenta. Al exterior de ladrillo y caliza, existiendo una clara diferenciación a intramuros, la primera obra de caliza y mortero, cuyos cajones se verán separados por hiladas de ladrillo en la parte superior del alzado. La barbacana y el foso, sólo se ha localizado en el solar de la plaza de la Merced, la primera de 1,20 m de grosor, con factura de piedra y ladrillo, según sus autores efectuaba un ángulo de 90º en dirección a la plaza que nosotros identificamos como la posible conexión con el arrabal de Fontanella que se encontraba murado. Estas estructuras tenían una continuidad en el trazado en las calles Alamos y Carretería, como se ha comprobado recientemente en esta última calle17, zona más vulnerable desde el punto de vista defensivo. Aunque no queremos entrar en dicho sondeo, cuyo articulo se publica en esta misma revista, si mencionar que este tramo correspondería a la obra del siglo XI, siendo de cronología posterior el primero. 16 Excavación realizada en la Plaza de la Marina..., dirigida por M. Acién.
No se ha podido excavar, por el momento ninguna puerta de la muralla, cosa que sería bastante interesante para determinar cronologías, fábricas y características estructurales, como por ejemplo su disposición en recodo. El paso de ronda, que se mantiene en el trazado de las calles Muro de Santa Ana y San Julián, también se ha detectado a intramuros en los sectores excavados, algunos de ellos ya de fábrica cristiana. CONCLUSIONES. Estas conclusiones van a suponer un punto de partida para proseguir la investigación sobre la muralla de Málaga, que prácticamente está en sus inicios. Aunque la mayoría de las fuentes nos hablan de la edificación de la muralla islámica en el siglo XI, de momento, ya que no contamos con ningún indicio documental ni arqueológico para el Emirato, parece iniciarse en la época califal, de cuya cronología se ha localizado un tramo en la actual calle Almacenes, con fábrica de sillares de arenisca unidos con argamasa y dispuestos a soga y tizón, zarpa también de sillares a soga y fosa de cimentación en la arena de la playa. En esta época incluimos, con las debidas reservas, la estructura de piedras cuadradas de la plaza de la Merced, ya que la secuencia estratigráfica no es muy científica. Así quedarían los límites N. y S. de la ciudad califal, formando la línea costera ángulo, desde la calle Almacenes hasta el espigón natural de la plaza de la Marina. En este espacio de la Plaza de la Marina, se recoge una secuencia ininterrumpida desde el momento emiral, ocupado por una necrópolis y posteriormente por una serie de estructuras dedicadas a actividades portuarias, fuera del recinto murado cuyo trazado transcurriría más al interior. Del siglo XI contamos con la cimentación de tapial cercana a la que posteriormente se conocerá como puerta de Granada. Así como la localizada en calle Carretería. Será en época almohade, con el registro arqueológico de calle Alarcón Luján y Pasillo de Santa Isabel, y nazarí, detectado en la plaza de La Marina y calle Sagasta, frontera ésta de las Atarazanas, cuando se avanzará sobre la línea de costa (Lám. II). Suponiendo el último trazado de la muralla islámica, y por lo tanto de expansión de la ciudad hacia el mar. A partir de este momento, y a pesar de los intentos de mantener y reparar la muralla, ésta terminará sucumbiendo ante la misma expansión urbanística de la ciudad en los siglos XVIII y XIX que acaba por destruirla. La muralla, intrínsecamente, se irá transformando adaptándose a las características defensivas y morfológicas de cada momento. Aunque el trazado en la zona interior se mantendrá con pocas variantes desde el siglo XI, sí sufrirá modificaciones en la estructura y materiales. BIBLIOGRAFÍA ACIÉN ALMANSA, M. (1984a): "La formación y destrucción de Al-Andalus" en M. Barceló, dir., Historia de los pueblos de España. Tierras fronterizas (I) Andalucía. Canarias, Barcelona, pp. 21-45. ACIÉN ALMANSA, M. (1984b): "De la conquista musulmana a la época nazarí", en Málaga, tomo I Historia, Granada. ACIÉN ALMANSA, M. (1986): Cerámica a torno lento en Bezmiliana. Cronología, tipos y difusión, en Actas del I Congreso de Arqueología Medieval Española (Huesca 1985), t. IV, Zaragoza, pp. 243-267. ACIÉN ALMANSA, M.; PERAL, C. y RECIO, A. (1989- 90): "Informe preliminar de la intervención arqueológica efectuada en la calle Ollerías de Málaga". Mainake, XI-XII (1989-90), pp. 233-250. AL-IDRISI (1974): Geografía de España, Valencia AMATE DE LA BORDA, C. (1988): Compendiosa Noticia de lo que ha obrado en esta Ciudad de Málaga el Excmo. Sr. D. Fernando Carrillo Manuel, Marqués de Villafiel. Impreso en Málaga...Año de 1675, ed. facsímil de M. Olmedo Checa: Málaga a fines del siglo XVII, Málaga, 1988, p. 88. BEJARANO ROBLES, F. (1984): Las calles de Málaga. De su historia y ambiente, vol. I, Málaga, 1984 BEJARANO ROBLES, F. (1985): Los Repartimientos de

CABRERA PABLOS, F. y OLMEDO CHECA, F. (1988): El puerto de Málaga, Málaga. DE LA CERDA, E.: Planos comparativos de Málaga. Carpeta Archivo Municipal de Málaga. CHABANA, M.K. (1968): "Historia política del reinado del sultán Nasri Yusuf I" Miscelánea de Estudios Arabes y Hebraicos, Granada. FERNÁNDEZ GUIRADO, M. I. (1988): "Informe del sondeo arqueológico en el solar de calle Sagasta nº 12 (Málaga). Anuario Arqueológico de Andalucía. 1987. Actividades de Urgencia, T. III (1988), pp. 469-478. GARCÍA DE LA LEÑA, C. (1981): Conversaciones históricas malagueñas, vol. III, Málaga, ed facsímil. GARCÍA GÓMEZ, E.; LEVI-PROVENÇAL, E. (1980): El siglo XI en primera persona. Las Memorias de Abd Allah, último Rey Zirí de Granada, destronado por los Almorávides (1090), Madrid. GUILLÉN ROBLES, F. (1984): Málaga musulmana, vol. II, Málaga, p. 476, ed. facsímil. IBN AL-JATIB (1977): Miyar al-ijtiyar fi dikr al-maahid wal-diyar ed. y trad. M.K. Chabana, Marruecos. LADERO QUESADA M.A. (1979): Granada. Historia de un país islámico (1232-1571), Madrid. MACHUCA SANTA-CRUZ, L. (1987): Málaga, ciudad abierta. Origen, cambio y permanencia de una estructura urbana, Málaga, pp. 104-106. MATA CARRIAZO, J. de (1940): Crónica de los Reyes Católicos por su secretario Fernando del Pulgar, vol. II, Madrid. MORALES FLOGUERA, J.M.: (1986): La Málaga de los borbones, Málaga, 1986. MORALES GARCÍA GOYENA, L (1906): Documentos históricos malagueños, vol. I, Granada. NAVARRO LARA, M.R. (1988): "Informe del sondeo arqueológico llevado a cabo en el solar de la calle Pasillo de Santa Isabel nº 8 de Málaga". Anuario Arqueológico de Andalucía. 1987. Actividades de Urgencia, T. III, pp. 449- 456. OLMEDO CHECA, M. (1986): "Guadalmedina, Cartografía e Historia". Jábega, 51, pp. 71-80. PASTOR, P. y PÉREZ, F. (1983): Informe sobre la excavación de la Plaza de la Merced. 1983. Inédito. Agradezco a sus autores la consulta de dicho informe. PÉREZ-MALUMBRES, A. (en prensa): Sondeo Arqueológico en la muralla musulmana de Málaga en el solar de calle Alarcón Luján, nº 3. En prensa. TORRES BALBÁS, L. (1934): Torres Balbás: Ciudades Hispanomusulmanas. Vol. II, Madrid. TORRES BALBÁS, L. (1982): "Excavaciones y obras en la Alcazaba de Málaga. 1934-1943" en Obra Dispersa, t. 3, Madrid. VALLVÉ, J. (1966): "La historia de Ibn Askar. Una fuente importante de la Historia de Al- Andalus", 

miércoles, 13 de noviembre de 2019

GALLETAS LUCIANO


GALLETAS LUCIANO


Ingredientes
500 gr de harina
200 gr de azúcar glas
1 Huevo entero
3 Yemas de huevo
100 gr de mantequilla ablandada
10 de levadura en polvo
5 gr de bicarbonato sódico
½ vainilla
50 ml de leche entera
Ralladura de 1 limón
1 Huevo para pintar
Azúcar para rociar

Elaboración
Precalentamos el horno a 180º.

En un bol, batimos la mantequilla, el azúcar glas, las semillas de vainilla y la ralladura de limón. Añadimos el huevo y las yemas de huevo, seguimos batiendo gasta integrar todos los ingredientes.

Añadimos la harina tamizada junto con la levadura en polvo y el bicarbonato, añadimos la leche y mezclamos muy bien hasta obtener una masa homogénea.

Sobre una mesa enharinada, extendemos la masa con l ayuda de un rodillo, dejándola de un grosor de 4 mm, y cortamos en rectángulos.

Ponemos sobre una placa de horno forrada con papel vegeta, y cepillamos los rectángulos con huevo batido y espolvoreamos con azúcar granulada.

Metemos en el horno y horneamos durante 20 minutos, hasta que la superficie este dorada. Retiramos del horno, dejamos que las galletas se enfríen, y volvemos a hornear con la puerta abierta del horno a 150º, durante 5 a 10 minutos. Sacamos del horno

Dejamos enfriar y con la ayuda de una espátula las despegamos del papel vegetal.

Ahora a disfrutar de las galletas.

¡Buen provecho!