viernes, 10 de junio de 2022

HAFSA BINT AL-HAYY AL- RAKUNIYYA

 

HAFSA BINT AL-HAYY AL-RAKUNIYYA



afa bt. al-āŶŶ al-Rakūniyya. ¿Granada?, c. 530 H. / 1135 C. – Marrakech (Marruecos), 580 H. /1184 C. o 586 H. / 1190 C. Poetisa árabe de al-Andalus.

Pertenece a una familia granadina que las fuentes árabes califican de noble, rica y poderosa, tal vez de origen bereber, pues, como señala L. di Giacomo, Rakūna —de donde procede el gentilio al-Rakūniyya— es el nombre de una fracción bereber establecida al oeste de Marrakech. También se llama así —Rakūna— una aldea del distrito de la Alpujarra, lugar de procedencia de la poetisa, según Ibn Sa‛Īd en el Mugrib. No se conoce la fecha de su nacimiento, que L. di Giacomo supone alrededor o después de 530/1135, apoyándose quizá en las biografías de los diferentes miembros de la familia Ibn Sa‛Īd con quienes tuvo ocasión de relacionarse, especialmente, los de la generación de Abū Ŷa‛far ibn Sa‛Īd, su enamorado y destinatario de la mayoría de sus versos; pero tampoco se sabe cuándo nació este poeta.

Debió de recibir una educación muy esmerada, pues sus biógrafos, además de su belleza, alaban su cultura e ingenio, así como su facilidad y rapidez para componer poesía. Más adelante, quizá en los últimos años de su vida, se ocupó de la formación de las princesas almohades en el palacio del califa Ya‛qūb al-Manîūr (580/1184-595/1199), en Marrakech, donde murió en 586/1190, según Yāqūt, o, según Ibn al-JaĪb, en 580/1184 o 581/1185.

Sus amores con Abū Ŷa‛far ibn Sa‛Īd, el episodio más conocido de su vida, pueden situarse, aproximadamente, entre 550/1155 y 559/1164, fecha de la muerte del poeta, víctima de la política —la familia de Ibn Sa‛Īd se une a Ibn MardanĪŠ en su rebelión contra los almohades— y de los celos del gobernador de Granada, el hijo del califa ‛Abd al-Mu’min, también enamorado de la poetisa.

Se han conservado 17 poemas breves de afîa al-Rakūniyya, gracias fundamentalmente a los cuidados de la familia Ibn Sa‛Īd, interesada en preservar la correspondencia poética entre afîa y Abū Ŷa‛far. Quizá eso explique el posterior silencio de afîa.

Bibl.: Yāqūt (575/1179-626/1229), IrŠād al-arĪb ilà ma‛rifat al-adĪb, ed. de D. S. Margoliouth, El Cairo, 1923-1930, IV, págs. 119-123; al-ŠaqundĪ (m. 629/1231-1232), “Elogio del Islam español (Risāla fĪ fal al-Andalus)”, en Andalucía contra Berbería, reed, de trads. de Ben ayyān, ŠaqundĪ y Ben al-JaĪb, con un pról. por E. García Gómez, Barcelona, Publicaciones del Departamento de Lengua y Literatura Árabes, Universidad de Barcelona, 1976, págs. 132-133; Ibn Diya (muerto en 633/1235), Al-Murib min aŠ‛ār ahl al-Magrib, ed. de I. al-AbyārĪ, . ‛Abd al-MaŶĪd y A. A. BadawĪ, El Cairo, al-Maba‛a al-AmĪriyya, 1954, pág. 10; Ibn al-Abbār (595-657/1199-1260), ed. en M. Alarcón y C. A. González Palencia, “Apéndice a la edición Codera de la Tecmila de Aben al-Abbār”, en Miscelánea de estudios y textos árabes, Madrid, Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas, Centro de Estudios Históricos, 1915, págs. 149-690, n.º 2891; Ibn al-Abbār (595/657-1199/1260), Tufat al-qādim, ed. de I. ‛Abbās. Beirut, Dār al-Garb al-IslāmĪ, 1406/1986, pág. 240 (n.º 104); Ibn Sa‛Īd, Al-Mugrib fĪ ulà al-Magrib, ed. de Š. ˆayf, El Cairo, Dār al-Ma‛ārif, II, s. f. (2ª ed.), 138-139 y 164-166; Ibn Sa‛Īd (610/1213 - 685/1286), ed. en E. García Gómez, El libro de las banderas de los campeones de Ibn Sa‛Īd al-MagribĪ. Antología de poemas arábigoandaluces, ed. por primera vez y trad. con introd., notas e índices, Madrid, 1942 (2.ª ed., con un nuevo pról., Barcelona, Seix Barral, 1978, págs. 61 y 212-214); al-BalafĪqĪ, Abū Isāq IbrāhĪm b. Muammad b. IbrāhĪm (s. VIII/XIV), Al-Muqtaab min kitāb Tufat al-qādim [li-Ibn al-Abbār], ed. de I. al-AbyārĪ, El Cairo, Dār al-Kitāb al-MiîrĪ-Beirut, Dār al-Kitāb al-LubnānĪ, 1402/1982 (2.ª ed.), pág. 219; Ibn al-JaĪb (713/1313-776/1375), Al-Iāa fĪ ajbār Garnāa, ed. de M. ‛A. ‛Inān, El Cairo, Maktabat al-JānŶĪ, I, 1973, págs. 491-494; al-SuyūĪ (849/1445 - 911/1505), Nuzhat al-Ŷulasā fĪ aŠ‛ār al-nisā, ed. de . al-MunaŶŶid, Beirut, Dār al-Kitāb al-ŶadĪd, 1978, págs. 32-35; al-MaqqarĪ (986/1577-1041/1632)Naf al-Īb min guîn al-Andalus al-raĪb, ed. de I. ‛Abbās, Beirut, Dār ādir, 1388/1968, IV, 171-179; L. di Giacomo, “Une poétesse andalouse du temps des Almohades: afîa bint al-ājj ar-Rukūniyya”, en Hespéris, 34 (1947), págs. 9-101; Ch. Pellat, “afîa bint adjdj”, en Encyclopaedia of Islam, 2.ª ed., III, pág. 66a; ‛U. R. KaḤḤāla, A‛lām al-nisā' fĪ ‛ālamay al-‛arab wa-l-Islām, Beirut, Muassasat al-Risāla, 1982, vol. I, págs. 267-271; M. Sobh, Poetisas arábigo-andaluzas, Granada, Diputación Provincial, [1985], págs. 94-111; T. Garulo, DĪwān de las poetisas de al-Andalus, Madrid, Hiperión, 1986, págs. 71-85; F. N. Velázquez Basanta, “Diálogo poético-amoroso en la Granada Almohade: Abū Ŷa‛far ibn Sa‛Īd y afîa la Rakūniyya”, en Anales de la Universidad de Cádiz, III-IV (1986-1987), págs. 149-169; C. del Moral Molina, Un poeta granadino del siglo XII: Abū Ŷa‛far ibn Sa‛Īd, selecc. de poemas, trad. e introd., Granada, Universidad, 1987, págs. 25-29 y 47-54; M.ª L. Ávila, “Las mujeres ‘sabias’ en al-Andalus”, en M.ª J. Viguera (ed.), La mujer en al-Andalus. Reflejos históricos de su actividad y categorías sociales, Madrid, Ediciones de la Universidad Autónoma de Madrid-Sevilla, Editoriales Andaluzas Reunidas, 1989, n.º 38; M.ª J. Rubiera, Poesía femenina hispanoárabe, Madrid, Editorial Castalia, 1990, págs. 138-147; C. del Moral, “Poesía de mujer, poesía de hombre: la diferencia de género en la lírica andalusí”, en C. del Moral (ed.), Árabes, judías y cristianas. Mujeres en la Europa medieval, Granada, Universidad, 1993, págs. 173-193; C. del Moral Molina, Abū Ŷa‛far ibn Sa‛Īd: un poeta granadino del siglo XII, Madrid, AECI, 1997, págs. 26-33 y 54-61; B. Gruendler, “Lightning and Memory in Poetic Fragments from the Muslim West. afîah bint al-ājj (d. 1191) and ārah al-alabiyyah (d. c. 1300)”, en A. Neuwirth y A. Pflitsch (eds.), Crisis and Memory in Islamic Societies. Proceedings of the Third Summer Academy of the Working Group Modernity and Islam Held at the Orient Institute of the German Oriental Society in Beirut, Würzburg, Ergon, 2001, págs., 435-452; T. Gallega Ortega, “afîa al-Rakūniyya”, en J. Lirola Delgado y J. M. Puerta Vílchez (dirs.), Enciclopedia de al-Andalus. Diccionario de autores y obras andalusíes, vol. I, Granada, El Legado Andalusí, 2002, págs. 232-233; R. Brann, “He Said, She Said: Reinscribing the Andalusi Arabic Love Lyric”, en J. P. Decter y M. Rand (eds.), Studies in Arabic and Hebrew Letters in Honor of Raymond P. Scheindlin, Piscataway, NJ, Gorgias Press, 2007, págs. 7-15.

Teresa Garulo

 

IBN EZRA, MOSEH BEN JACOB

 

IBN EZRA, MOSEH BEN JACOB

Ibn Ezra, Moëeh ben Jacob. Granada, c. 1055 – ?, c. 1138. Poeta, filósofo y exegeta.

Procedente de una familia noble judía de Granada, Moëeh ibn ‘Ezra marchó a Lucena en su juventud para estudiar en la academia rabínica con el prestigioso rabino Isaac ibn Gayyat. Allí aprendió la cultura tradicional judía y las técnicas de la poesía litúrgica hebrea. En la década de los ochenta del siglo XI, regresó a su ciudad natal cuando sus hermanos habían alcanzado una situación económica y social importante.

Moëeh ibn ‘Ezra ocupó un alto cargo en la corte y participó en círculos de intelectuales judíos y musulmanes en los que se debatía sobre filosofía y poesía. Gracias a estas actividades conoció a YÆhudá ha-Leví, al que le unió una intensa amistad y con el que compartió su afición por componer poemas en hebreo. En esta época escribió su Sefer ha-anaq (Libro del collar), un libro de composiciones poéticas cuya estructura se basa en la rima de palabras homónimas en cada poema. Aborda los temas clásicos de la poesía cortesana de la época, llena de convencionalismos: panegíricos a amigos y familiares, poemas báquicos, de amor, descripciones de jardines y flores y otros.

Ante la llegada de los almorávides en 1090, muchos judíos emigraron de Granada y, entre ellos, varios familiares y amigos de Moëeh ibn ‘Ezra. Él decidió quedarse pero, poco tiempo después, inició un largo exilio por tierras cristianas que le ocuparía el resto de su vida. Fue testigo de la muerte de sus hermanos y de su hijo Jacob a los que dedicó poemas en los que expresa el enorme dolor que le produjo su pérdida.

Es en esta época cuando Moëeh ibn ‘Ezra compuso sus poemas más personales. Precisamente el hecho de estar alejado de su tierra natal es lo que despierta en él los sentimientos de nostalgia y anhelo del paraíso perdido que fue su juventud en Granada, mientras se lamenta de la fuerza indomable del Destino, que le ha llevado a una tierra que él no desea. Al mismo tiempo, Moëeh ibn ‘Ezra se queja de la incultura que encuentra tanto entre judíos como entre cristianos y marca en sus poemas un fuerte contraste con el ambiente intelectual y exquisito de la corte granadina en la que vivió.

Al final de su vida, Moëeh ibn ‘Ezra decidió dedicarse a la filosofía y compuso en árabe el tratado Al-Hadiqa fi ma‘na am-mayaz wa-l-haqiqa (El jardín, en sentido figurado y verdadero), que fue traducido al hebreo con el título ‘Arugat ha-bosem (Jardín de aromas). En él desarrolló un sistema para interpretar el sentido figurado o metafórico de la Biblia y, basándose en él, poder establecer las relaciones entre los conceptos filosóficos griegos y árabes y los principios fundamentales de la religión judía, tales como la unidad de Dios, la creación, la naturaleza del ser humano y los mandamientos.

Pero quizá su obra más conocida, compuesta también en su etapa del exilio, es Kitab al-muhadara wal-mudakara (Libro de la disertación y el estudio). Se trata de un estudio de crítica literaria en el que analiza la literatura hebrea desde la época bíblica hasta la Edad Media y destaca la superioridad de la poesía en lengua árabe. Ofrece, al mismo tiempo, un manual para aprender a componer poemas en hebreo y muestra cómo las técnicas y figuras literarias usadas por los árabes aparecen también en textos bíblicos. Esta obra tuvo un fuerte impacto en los cabalistas judíos de siglos posteriores.

En sus interpretaciones de la Biblia, Moëeh ibn ‘Ezra no sintió ningún reparo en utilizar la filosofía griega y la exégesis musulmana del Corán y, en general, todos aquellos elementos que le permitían explicar el texto bíblico desde un punto de vista científico y racional.

A la muerte de Moëeh ibn ‘Ezra, su íntimo amigo YÆhudá ha-Leví compuso una sentida elegía en la que le alababa y recordaba las penas y desgracias que tuvo que vivir en su etapa del exilio.

 

Obras de ~: The Collected Liturgical Poetry, ed. de S. Bernstein, Tel Aviv, Massadah Publishing Company, 1957; Secular Poems, ed. de H. Brody, Jerusalem, Jewish Theological Seminary of America, 1977, 3 vols.; Kitab al-muhadara wa-l-mudakara, ed. y trad. de M. Abumalhan Mas, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), 1985-1986, 2 vols.; Antología poética. Moseh ibn Ezra, trad., pról. y notas de R. Castillo, Madrid, Hiperión, 1993.

 

Bibl.: A. Díez Macho, Mose Ibn Ezra como poeta y preceptista, Madrid, CSIC, 1953; M. Abumalhan Mas, “Breve noticia sobre las fuentes árabes del Kitab al-Muhadara wa-l-Mudakara de Mose ibn Ezra”, en VV. AA., I Congreso Internacional “Encuentro de las tres culturas”, Toledo, Ayuntamiento, 1983, págs. 331-336; J. D. Katzew, “Moses Ibn Ezra and Judah Halevi: Their Philosophies in Response to Exile”, en Hebrew Union College Annual, 55 (1984), págs. 179-195; F. Pérez Castro, “Algunos poemas de Moseh Ibn Ezra (c. 1055-post 1135)”, en D. Muñoz León (ed.), Salvación en la palabra: Targum – Derash – Berith. En memoria del profesor Alejandro Díez Macho, Madrid, Ediciones Cristiandad, 1986, págs. 775-781; M. Abumalhan Mas, “Reflexión acerca de los métodos de Mose ibn ‘Ezra”, en Sefarad, 46 (1986), págs. 17-26; A. Sáenz-Badillos y J. Targarona Borrás, Poetas hebreos de Al-Ándalus (siglos X-XII): Antología, Córdoba, Ediciones El Almendro, 1988; A. Schippers, “Symmetry and Repetition as a Stylistic Ideal in Andalusian Poetry: Moses Ibn Ezra and Figures of Speech in the Arabic Tradition”, en M. Woidich (ed.), Amsterdam Middle Eastern Studies, Wiesbaden, Dr. Ludwig Reichert Verlag, 1990, págs. 160-173; A. Sáenz-Badillos, “Las muwassahat de Moseh Ibn ’Ezra’”, en F. Corriente y A. Sáenz-Badillos (eds.) Poesía estrófica, Madrid, Universidad Complutense de Madrid, Instituto de Cooperación con el Mundo Árabe, 1991, págs. 297-310; R. Castillo, “Moshé Ibn Ezra, poeta de las lágrimas y de los sueños”, en El Olivo, 37 (1993), págs. 25-31; A. Navarro Peiro, El tiempo y la muerte: las elegías de Moseh ibn Ezra, Granada, Universidad de Granada, 1994; “El tema del exilio en la poesía de Moseh ibn Ezra”, en Miscelánea de Estudios Árabes y Hebraicos, 44 (1995), págs. 47-59; J. Dana, “Natural Qualifications of a Medieval Poet According to Moshe Ibn Ezra”, en Journal of Semitic Studies, 41 (1996), págs. 251-261; A. Tannenbaum, “Nine Spheres or Ten? A Medieval Gloss on Moses ibn Ezra’s ‘Be-Shem El Asher Amar’”, en Journal of Jewish Studies, 47 (1996), págs. 294-310; P. B. Fenton, Philosophie & exégèse dans Le Jardin de la métaphore de Moïse Ibn ‘Ezra, philosophe & poète andalou du XIIe siècle, Leiden-New York-Köln, E. J. Brill, 1997; S. Wahnón, “Humanismo y pensamiento judío: sobre la poética de Mosé ibn Ezra”, en M. Beltrán, J. M. Mardones y R. Mate (eds.), Judaísmo y límites de la modernidad, Barcelona, Riopiedras, 1998, págs. 159-173; P. B. Fenton, “Traces of Moseh ibn ‘Ezra’s ’Arugat ha-Bosem in the Writings of the Early Qabbalists of the Spanish School”, en I. Twersky and J. M. Harris (eds.), Studies in Medieval Jewish History and Literature, vol. 3, Cambridge-London, Harvard University Press, 2000, págs. 45-81; A. Salvatierra Ossorio, “El elogio de la vejez: uso y ruptura de la convención en un poema de Moseh Ibn ‘Ezra’”, en Miscelánea de Estudios Árabes y Hebraicos, 49 (2000), págs. 147-169; M. Z. Cohen, “The Aesthetic Exegesis of Moses ibn Ezra”, en M. Saebo (ed.), Hebrew Bible/Old Testament. The History of Its Interpretation. Volume I: From the Beginnings to the Middle Ages (Until 1300). Part 2: The Middle Ages, Göttingen, Vandenhoeck and Ruprecht, 2000, págs. 282-301; R. Scheindlin, “Moses Ibn Ezra”, en M. R. Menocal, R. P. Scheindlin and M. Sells (eds.), The Literature of Al-Andalus, Cambridge, Cambridge University Press, 2000, págs. 252-264; A. Navarro Peiro, “Mosé ibn ’Ezrá: el poema de los dos exilios”, en Sefarad, 61 (2001), págs. 381-393; M. Abumalhan Mas, “La interpretación de los sueños o la poesía, oficio de alfarero”, en E. Romero (ed.), Judaísmo hispano: Estudios en memoria de José Luis Lacave Riaño, vol. 1, Madrid, CSIC, 2002, págs. 99-108; M. Z. Cohen, “A Poet’s Biblical Exegesis”, en Jewish Quarterly Review, 93 (2003), págs. 533-556; J. Martínez Delgado, “Moseh Ibn ‘Ezra’”, en J. Lirola Delgado y J. M. Puerta Vílchez (eds.), Biblioteca de al-Ándalus, vol. 3, Almería, Fundación Ibn Tufayl de Estudios Árabes, 2004, págs. 78-85; M. Zonta, “Moses ibn Ezra’s Treatise of the Garden and Maimonides’ Guide of the Perplexed”, en Revista Española de Filosofía Medieval, 12 (2005), págs. 49-45; M. Z. Cohen, “Rashbam vs. Moses Ibn Ezra: Two Perspectives on Biblical Poetics”, en M. Bar-Asher, D. Rom-Shiloni, E. Tov and N. Wazana (eds.), Shai le-Sara Japhet: Studies in the Bible, its Exegesis and its Language, Jerusalem, Bialik Institute, 2007, págs. 193-217 (en hebreo); M. Gómez Aranda, “Border Crossing and Identity Consciousness in the Jews of Medieval Spain”, en S. Doubleday and B. Sampedro (eds.), Border Interrogations: Questioning Spanish Frontiers, Oxford-New York, Bergham, 2008, págs. 228-245.



Mariano Gómez Aranda

 

IBN NAGRELA, SAMUEL

 

IBN NAGRELA SAMUEL

Ibn Nagrela, SamuelSamuel b. Yosef ha-Levi b. Nagrela. Córdoba, 993 – Granada, 1056. Político, sabio y poeta judío.

Samuel b. Nagrela, llamado en las fuentes árabes Abū Ibrāhīm Ismā‛īl b. Nagrela, es uno de los personajes más importantes del judaísmo hispano medieval, tanto desde el punto de vista social y político como literario e intelectual. Su figura puede analizarse tanto a través de las fuentes árabes y que dejaron constancia del relevante papel que desempeñó en su tiempo como de su propia obra poética, muy abundante. Asimismo, esa relevancia explica que los expertos le hayan dedicado una particular atención, en especial los historiadores judíos y los hebraístas, existiendo un importante volumen de estudios sobre su figura, su trayectoria y su producción escrita que facilita el conocimiento de su trayectoria.

Buena parte de lo que sabemos de Samuel antes del inicio de su trayectoria política procede de la biografía que Abraham b. Dawud incluye en el Libro de la tradición. La familia de los Banū Nagrela procedía de Mérida y se proclamaba de ascendencia levítica. Sobre la denominación de Ibn Nagrela se han formulado dos hipótesis. Algunos especialistas consideran que sería un diminutivo del latín nagra, mientras que otros lo interpretan como otro ejemplo de una denominación típica de los judíos medievales, incluyendo una parte latina, en este caso Negrella o Negrilla, con el significado de “hijo de la Negrilla”, lo que tal vez aludiría a un origen norteafricano. Pese a los orígenes emeritenses de la familia, Samuel nació en Córdoba, donde se educó con algunos de los maestros judíos más importantes de la época, como anok b. Mošeh y el filólogo Yehudah ayyūŷ. Su biógrafo destaca su sólida formación y su profundo conocimiento en lengua y literatura árabes, lo que le sería de gran utilidad en el desarrollo de su trayectoria. Así lo ratifica uno de los primeros episodios destacados de su actividad intelectual, la polémica sostenida en 1013, siendo todavía muy joven, con Ibn azm, a la que el célebre polígrafo cordobés alude en su obra sobre la historia de las religiones. Asimismo, se ha sostenido que la célebre Refutación escrita años más tarde por Ibn azm, de fuerte contenido anti-judío, estuvo motivada por un escrito anti-coránico previamente redactado por el propio Ibn Nagrela, si bien hay motivos para dudar que el ya entonces visir de la dinastía ZÌrí fuese el verdadero autor de esa presunta obra.

La trayectoria de Ibn Nagrela experimentó un cambio decisivo en el año 1013, cuando la entrada de los beréberes en la capital del califato lo hizo abandonar su ciudad natal, instalándose en Málaga, donde se dedicó al comercio. En esta ciudad fue donde se produjo la circunstancia, al parecer algo casual, que había de conducirlo por el camino de la actividad política, que hasta entonces le había sido totalmente ajena. Según el relato de Ibn Dawud, su tienda colindaba con la vivienda de Ibn al-‛Arīf, secretario del soberano ZÌrí de Granada, quien, sorprendido por sus dotes, lo tomó a su cargo. Su biógrafo pretende que ya en 1020 Samuel se habría instalado en la corte granadina, fecha considerada demasiado temprana por los especialistas, siendo más probable que ello no sucediese hasta poco antes de la muerte de abūs en 1038. Fue la desaparición de su mentor, Ibn al-‛Arīf, la que le abrió la posibilidad de convertirse en persona de confianza del soberano. Antes de morir, el secretario confió al soberano abūs la capacidad y habilidad de Ibn Nagrela, tomándolo entonces a su servicio. En principio, era su hijo el destinado a sucederlo pero, según las fuentes árabes, Samuel hizo gala de su astucia para apartar al joven y ocupar su lugar.

A partir de entonces se inició su trayectoria política, que cabe calificar como ampliamente exitosa. Buena prueba de ello son las elogiosas caracterizaciones que le dedican las fuentes árabes, pese al hecho de que, tradicionalmente, la normativa islámica relativa a las minorías judía y cristiana prohibía que ningún no musulmán desempeñase función pública alguna que implicase preeminencia o autoridad sobre los musulmanes. Gracias a sus condiciones personales, a su inteligencia y sus profundos conocimientos, Ibn Nagrela despertó la admiración de los árabes, quienes suelen nombrarlo mediante la relación de paternidad (Abū Ibrāhīm) e incluso como šayj, claras muestras de respeto y consideración.

Ibn Nagrela alcanzó la máxima preeminencia política en su tiempo, logrando la plena confianza del soberano Zirí y convirtiéndose en el verdadero hombre fuerte dentro de la corte granadina. Las fuentes árabes destacan el monopolio judío en la recaudación de impuestos y la gran riqueza de Ibn Nagrela. Tanto su preeminencia política como potencia económica suscitaron la enemistad de los beréberes, pero su sagacidad y su eficacia le hicieron contar siempre con el apoyo del soberano. Asimismo, dichas fuentes describen cómo Ibn Nagrela supo ganarse la confianza de Bādīs, hijo y sucesor de abūs, gracias a su habilidad política. En efecto, los partidarios de Buluggīn, hermano de Bādīs, pretendieron involucrarlo en una conjura para deshacerse del soberano, pero, en lugar de unirse a los rebeldes, Ibn Nagrela comunicó a Bādīs sus intenciones y, gracias a ello, pudo evitar ser asesinado. A partir de entonces y a lo largo de dieciocho años (1038-1065), Ibn Nagrela se convirtió en el principal apoyo del soberano ZÌrí, siendo elevado al máximo rango, de forma que, a la función de secretario que desempeñó con abūs se unió a partir de entonces la de visir. A partir de la propia producción poética de Ibn Nagrela, algunos especialistas han pretendido, incluso, que Ibn Nagrela desempeñó funciones de índole militar, llegando a dirigir campañas bélicas, si bien otros autores cuestionan abiertamente este extremo, considerándola como irreal e imposible en el contexto de su época, producto del mero afán de los propios cronistas y autores judíos por engrandecer su figura. Si bien su presencia en campañas militares parece incuestionable, su papel no habría pasado del de mero consejero de operaciones.

Su relevante función en el ámbito político lo convirtió en el personaje judío más importante de su tiempo, siendo elevado a la categoría de nagid o representante de la comunidad ante las autoridades musulmanas, circunstancia que se habría producido en el año 1027, según Ibn Dawud, si bien es un autor poco fiable en el aspecto cronológico. El título, de procedencia norteafricana, no sería ostentado en al-Andalus por ningún otro después de su muerte.

Junto a su actividad política, la segunda faceta más importante es la actividad intelectual, en la que también alcanzó una posición destacada. Ello fue incluso reconocido por los propios autores árabes, como denota su mención por su coetáneo toledano Sā‛id al-Andalusī entre los más importantes sabios hebreos, destacando su conocimiento de la ley mosaica. En este ámbito se le atribuyen la primera recopilación de derecho judío relativo a las reglas de la vida cotidiana realizada en al-Andalus y una introducción al Talmud. Junto al conocimiento de la ley, también cultivó la lengua y la literatura y, como discípulo de ayyūŷ, mantuvo una conocida controversia con el lingüista Yonah b. ŶahaÊ de Zaragoza, si bien no se conoce casi nada de la parte filológica de su producción. No menores eran sus conocimientos en lengua árabe, ponderada por los propios autores árabes, siendo este particular dominio el que le abrió las puertas de la función de escribano y secretario, en la que sobresalió, al punto que Ibn ayyān señala que podría haber pasado como el más egregio secretario habido en el Islam. Asimismo, dichas fuentes mencionan sus vastos conocimientos científicos en ámbitos como las matemáticas, la geometría, la lógica y la astronomía.

Su producción poética ha sido profusamente analizada por los hebraístas, en especial A. Sáenz-Badillos, quien destaca, en primer lugar, su abundancia, con más de mil setecientos poemas en los que emplea la métrica árabe, aunque sin apartarse de la auténtica tradición judía. La temática que aborda abarca temas muy diversos y variados, entre los que destacan lo poemas bélicos, báquicos, sobre la naturaleza, sátiras y plegarias, etc. Por todo ello, es considerado el primero de los grandes poetas del “siglo de oro” de la literatura hebrea de al-Andalus. Asimismo, es preciso mencionar su importante labor de promoción y mecenazgo de la cultura hebrea y judía, no sólo en al-Andalus, llevando a cabo una amplia tarea de difusión de la Torah mediante la compra de libros y la ayuda económica a los que deseaban dedicarse al estudio o la literatura. Entre sus patrocinados se cuentan figuras relevantes de la cultura hebrea como Isaac ibn Albalyah, Isaac ibn Gayyat y Shelomoh ibn Gabirol, este último uno de los mejores poetas de la citada época dorada de la literatura hebrea sefardí.

Samuel murió en Granada en el año 1056, siendo sucedido en sus funciones como visir por su hijo Yūsuf, lo cual prolongó por espacio de otros diez años el predominio de los Banū Nagrela en la corte granadina. Sin embargo, su actuación no fue tan exitosa como la de su padre, en parte debido, al parecer, a su vanidad y ostentación, lo que alimentó el antijudaísmo popular que, convenientemente excitado por los agitadores, acabaría desembocando en 1066 en un pogromo que acabó con su vida y con la de buena parte de la comunidad judía granadina.

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Alejandro García Sanjuán

 

BÄDÚS B. HABÚS

 

BÄDÚS B. HABÚS


Bādūs b. Ḥabūs: Abū ‘Abd Allāh Bādīs b. Ḥabūs, al-Manṣūr. ¿Granada?, u. t. s. IV/X – ¿Granada?, 20. Šawwāl, 465 H./ 30.VI.1073 CTercer emir de la taifa de Granada desde 429 H./1038 C. hasta 465 H./1073 C.

Tomó Bādīs b. Ḥabūs las riendas del poder de la taifa granadina tras suceder a su padre ḥabýs b. Māksan, que falleció en 429/1038; ambos pertenecían a la rama de los Zīríes que regían esta taifa desde comienzos del siglo V/XI. Esta sucesión fue aceptada por el hermano de Bādis, Buluggīn b. ḥabýs, pero no por su primo Yaddayr b. Hubasa, que mantenía la esperanza de convertirse en legítimo sucesor por haber ejercido como colaborador de ḥabýs y dado que, según ‘Abd Allāh, tenía a gala haber resuelto con inteligencia y pericia todo asunto de responsabilidad que se le hubiese encomendado (véase ḥabýs b. Māksan). Pero la evolución dinástica estatal se consolidaba y el asunto se resolvió a favor de la transmisión patrilineal que, a pesar de no ser habitual en grupos clánicos, se instauró y constituyó entre los Zīríes granadinos. Estos beréberes “nuevos” se diferenciaban de los andalusíes por la fuerza que al inicio mostraban sus estructuras tribales, aunque poco a poco se consolidó su arabización, siendo un notable ejemplo de asimilación a la cultura árabe el caso del emir ‘Abd Allāh de Granada, como queda patente en sus famosas “Memorias” (El siglo XI en 1ª persona).

El nombre del emir, Bādīs, fue habitual entre la rama de los Zīríes que regían Ifrīqiya desde finales del siglo X; Bādīs se llamó también el tercer emir Zīrí de Ifrīqiya, que enlaza a través de Zīrí con la rama de Granada -aquél era Bādīs b. al-Manṣýr b. Buluggīn b. Zīrī, que tomó como sobrenombre honorífico el de Nāṣir al-Dawla (386/996-406/1015-1016).

Una vez que Bādīs se situó en el lugar de máxima responsabilidad de su taifa, se ocupó con interés de los asuntos ya iniciados por sus antecesores. En concreto, en lo que se refiere al proceso de edificación de la capital, Bādīs mantuvo la atención y el cuidado de sus antecesores en este asunto, al menos así lo afirmaba al-IdrĪsĪ (s. XII): [fueron] “consoli­dadas sus murallas y construida su alcaza­ba por ḥabýs al-ṢinhāŷĪ, a quien sucedió su hijo Bādīs b. ḥabýs, en cuyo tiempo fue completada la edificación de Granada y su poblamiento, que aún continúa” (véase ZāwĪ b. ZĪrĪ).

Afirman las fuentes que Bādīs estuvo aconsejado, en general, por un judío, Samuel b. Nagrela, que desde los últimos tiempos de ḥabýs venía destacando en la adminis­tración, ascendiendo rápidamente en la corte Zīrí hasta su muerte en 1056. Había dejado entonces su pues­to preeminente en la administración de Granada a su hijo José. Samuel b. Nagrela estuvo siempre en la escena granadina, y cierta responsabilidad parece haber tenido en el deterioro de relaciones entre Almería y Granada, que acabaron con la invasión del territorio granadino por parte de Zuhayr, vencido en 1038, a raíz de la cual ocupó Granada tierras al noroeste de Almería y recuperó Jaén. En todo ello hubo también intervención de los Abbādíes de Sevilla, quienes, tras proclamar a su presunto califa Hišām II, desde 1035, precisamente para oponerse en similares condiciones al califa ḥammý­dí, atacaron a éste, que entonces era al-Mu’talī, ven­ciéndolo y ocasionándole la muerte en 1036, para continuar contra los Birzālíes de Carmona. Estos enfrentamientos se saldaron con la victoria del grupo beréber en Écija, en 1039. Tras estos sucesos Bādīs atacó Sevilla, muriendo en aquellos combates un hijo del señor de aquella taifa, el ḥāŷib Muḥam­mad b. Ismāil b. Abbād, en el mismo año. Entre las taifas beréberes se iba consolidando el predominio de Granada, aunque aún actuara como aparente defensora del califato ḥammýdí, preso en querellas dinásticas, aun cuando Idrīs II logró mantenerse cinco años en su primer reinado, desde 1042 a 1047, reforzándose así también la posición del granadi­no Bādīs, quien dirigía sus campañas militares en esta época contra Ronda, Osuna, Morón y Carmona, al estallar desavenencias en el bloque de esas taifas beréberes. Desconocemos los detalles de estos conflictos, pero sí sabemos que no impidieron, en 1047-1048, que sus principales figuras, Isḥāq de Carmona, Muhammad de Morón, Abdýn de Arcos y Bādīs de Granada, reconocie­ran como califa al ḥammýdí Muḥammad b. al-Qāsim en Algeciras, apartándose del califa ḥammýdí de Málaga, Muḥammad b. Idrīs b. Alī, de sobrenombre al-Mahdī. Esta situación propició la toma de Algeciras por Sevilla, hacia 1054-1055, y la toma de Málaga por Bādīs, en 1056.

La toma de Algeciras por Sevilla estuvo precedida por la reclusión de los reyes de las taifas beréberes de Morón, Arcos y Ronda por el rey sevillano al-MutaÅid, en 1053, de la que sólo salió con vida el de Ronda. Asustado Bādīs ante el atrevimiento del sevillano, y ante una posible conjura en su contra, para la que él suponía habría de contar con el apoyo de los árabes que vivían en Granada, pensó incluso en deshacerse de éstos últimos, cosa que evitó Samuel b. Nagrela. Este suceso expone con claridad absoluta el estado de las relaciones entre los beréberes ZĪríes y la heterogénea población de su taifa, que mantenían entre sí en complejo equilibrio.

Bādīs, tras la muerte de Zuhayr en 1038, retomó sus contactos con la taifa de Almería, a partir de entonces regida por la dinastía de los Baný Ṣumādiḥ, de rancio abolengo árabe Tuŷibí; seguramente este ocasional “buen entendimiento” entre Granada y Almería, se debió a intereses comunes para compensar respectivos enfren­tamientos con otras taifas.

En el gobierno de Málaga situó Bādīs en 1056 a su hijo Buluggīn ayudado por un personaje clave, el visir y cadí Muḥammad al-Nubahī (o “al-Bunnahī”, según ha pro­puesto recientemente Muḥammad Bencherifa), el cual venía ya destacando en la administración de los califas ḥammýdíes.

En 456/1063-1064, Buluggīn b. Bādīs Sayf al-Dawla, hijo mayor del soberano grana­dino, fue envenenado, acción adju­dicada al visir judío José b. Samuel b. Nagrela, dada la enemistad manifiesta entre ambos, y dadas las suspi­cacias que provocaba aquel visir, verda­dero amo de la situación, y puesto que Bādīs había enveje­cido y perdía la capacidad del control directo en sus asuntos de Estado. Dichas suspicacias las refleja el emir Abd Allah en sus “Memo­rias” (El siglo XI, 114-115), donde culpa al judío José: “... luego se descompusie­ron las cosas, por la traición de que nos hizo víctima el judío (¡Dios le maldiga!); porque Guadix, con todos sus territorios anejos pasó a poder de [Muḥa­mmad b. Man] b. Ṣumādiḥ [señor de Almería], y porque los restantes soberanos se lanzaron contra nuestros dominios, no dejándonos más que Granada, Almuñécar, Priego y Cabra.. Cuando corrió entre los súbditos la nueva de que había muerto el 'príncipe excelso', [Buluggīn b.] Bādīs, que por mucho tiempo no se había mostrado a ellos, nuestras guarnicio­nes evacuaron los castillos y éstos fueron ocupados ilegalmente por los habitantes del país”.

Este texto muestra la rela­ción entre los Zīríes Ṣinhāŷa y sus súbditos andalusíes, y el hecho de que un problema dinástico era suficiente para hacer desaparecer el buen entendimiento entre unos y otros. Bādīs, cada vez más anciano y menos capaz, empezaba a apoyarse en advenedizos, como al-Naya, que iba desplazando a José b. Nagrela de su preeminencia junto al soberano. José, intrigando contra un hijo de Bādīs, Māksan, logró que fuera expulsado de Granada, el cual, marchando a Jaén, se declaró independiente, restándole a la taifa granadina dicho territorio. Inten­tando mantenerse a toda costa, José b. Nagrela ofreció Granada al rey de Almería, al-Mutaṣim, que avanzó con sus tropas, y se instaló cerca del lugar. Los granadinos, unidos bajo una causa común —pueblo y élite, beréberes y andalusíes— se alzaron el 31 de diciembre de 1066 contra José y contra sus correli­gio­narios, dejando disminuida la presencia de judíos en esta ciudad al morir muchos de ellos en este suceso.

Ahora serían los Ṣinhāŷa los que procuraron ganar el terreno cortesano y político que otros habían venido ejerciendo en la taifa granadina y, según las “Memorias” de ‘Abd Allāh (El siglo XI, 133): “se envalentonaron los Ṣinhāŷa y mostraron con sus hechos poca sumisión al soberano, que tenía que hacer frente a los tumultos que estallaban contra él por todas partes. Dichos Ṣinhāŷa se convirtie­ron en visires y ocuparon los altos puestos del Estado”. Bādīs pidió ayuda a al-Ma'mýn de Toledo para recuperar tierras, sobre todo Guadix, y luchar contra Almería, hasta volver al equilibrio con unos y otros. Los giennenses volvieron a obedecer al señor de Granada, expulsando de Jaén a Māksan, que se refugió en Toledo, aunque tornó a Granada y, mostrando un comportamiento advenedizo, perdió la posibilidad de ser designado sucesor por su padre Bādīs, cuya última gesta fue recobrar Baeza que estaba en poder del rey de la taifa de Denia.

Murió Bādīs, el 20 de šawwāl de 465/30 de junio de 1073. Fue uno de los más importantes reyes de las taifas de al-Andalus. Se había titulado al-Nāṣir (“el Triunfante”) y al-Mu’affar (“el Victorioso”), con referencia explícita al sobrenombre honorífico del primer califa de Córdoba ‘Abd al-Raḥman al-Nāṣir, por una parte, y por otra al del primer sucesor del chambelán Almanzor, su hijo ‘Abd al-Malik al-Mu’affar, conjugando así los nexos con Omeyas y Amiríes, como también al adoptar el título de chambe­lán (ḥāŷib), había dejado claras las pautas políticas en que se situaba. Es curioso, sin embargo, que no reflejó tales títulos en sus monedas, en las que mantuvo, hasta 1063, la referencia hammudí, como vínculo legitimador, aún cuando sus califas ya se habían extinguido.

Es sabido que la acuñación de moneda es signo del Estado y que la limitación con que los reinos de taifas emitieron moneda es manifestación de su fragilidad estatal. No sólo faltó en general buen oro, excepto en algunos dinares de Zaragoza y Sevilla, en fracciones de dinar en ciertas taifas, y en los dinares de los ḥammýdíes, sino que algunas taifas nunca acuñaron tipo alguno de moneda e incluso las que sí lo hicieron, no mantuvieron emisiones a lo largo de todo su reinado. ḥabýs b. Maksan murió sin haber acuñado moneda en su nombre. En cambio, supeditadas las taifas de beréberes a los califas Hammudíes, aunque fuera simbólicamente, de ellas sólo la taifa de Granada emitió mone­da, desde 1058-59 a 1081-82, ya con posterio­ridad al final de los ḥammý­díes manteniendo siempre la referencia expresa a éstos, los cuales, venidos del Magreb, habían acuñado moneda primero en Córdoba (1016-1026) y luego en Málaga, dejando claro su convencimiento de legitimidad.

En lo que se refiere al hecho de la sucesión, algunas de las monedas de Bādīs, sin fecha, señalan como presunto heredero a su hijo Bulug­gīn, muerto en 1063-64. Pero Bādīs tenía también a su hijo Māksan, que gobernaba Jaén con autono­mía ascendente el cual, como ya hemos dicho, perdió la oportunidad de ser nombrado heredero. Y tenía dos nietos, descendientes de Buluggīn: el mayor, TamĪm al-Mu’izz al-Mustan­ṣir, y el siguiente, ‘Abd Allāh, que habría de convertirse en el último emir de la taifa granadina. Parece evidente que el primero de ellos nunca llegó a ser designado sucesor por su abuelo. Residía en Málaga, donde Bādīs había nombrado a un jeque ṣinhāŷí para que se hiciera cargo del control del lugar hasta que el príncipe tuviera edad para gober­narla. En 1073 comenzó el gobierno de aquél, al tiempo que su hermano ‘Abd Allāh accedió al trono de Granada. Tamīm se fue distanciando de su hermano, llegando el enfrentamiento a serias controversias que acabó arbitrando y usando en su propio beneficio, el emir de los Almorávides, Yýsuf b. Tašýfin, desde sus intervencio­nes en al-Andalus a partir de 1086.

Según algunas fuentes, fue Bādīs un gobernante admirado por personajes influyentes de su época debido, entre otras razones, a su ecuanimidad, ésta fue ensalzada incluso en anécdotas de adab que cabe recordar. El autor de la obra Kitāb al-Ýaharāt al-man£ýra, b. Simak (s. XIV), que pertenecía a una ilustre familia de cadíes y juristas en Málaga y Granada, redactó esta obra de prosa edificante con cien ejemplos o historias de los cuales treinta y ocho se dedican a temas andalusíes. Sólo dos historias se refieren a la Granada de su tiempo, y de ellas una se dedica a loar al emir Bādīs b. ḥabýs quien, en el correcto desempeño de su responsabilidad en materia jurídica, impuso el castigo merecido a un sobrino que había sido denunciado por el rapto de una mujer (M. Guillén Monje, “Dos azahares sobre Grana­da”, 237)


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Fátima Roldán Castro