Ibn Gabirol (1020-1058)
10/02/2003 - Autor: Roger Garaudy - Fuente: Webislam
Ibn Gabirol
El progresivo enriquecimiento del pensamiento andaluz, desde Ibn Masarra a
Ibn Arabi, es fundamental evocar la presencia y el trabajo del gran poeta y
filósofo judío Salomón Ibn Gabirol (conocido por los latinos con el nombre de
Avicebrón). Nació en Málaga, de padres procedentes de Córdoba, en el año 1020, y
murió en Valencia, en el año 1070.
Su trabajo fundamental «Fons Vitae» (fuente de la vida) es una
síntesis de la fe judía, de la filosofía de Ibn Masarra —que resume y
sistematiza— y, naturalmente, del aristotelismo.
A pesar de que «Fons Vitae» toma constantemente el lenguaje de
Aristóteles y sus categorías (sobre todo las de «sustancia» y
«forma») que invaden este tratado como la mayoría de los tratados de
los filósofos musulmanes de la época, vamos a tratar de estudiar a Ibn Gabirol
del mismo modo en que lo hacemos con los demás pensadores de su línea: tratando
de separar su propia aportación de la ganga aristotélica (1).
Ibn Gabirol fue, durante largo tiempo, confundido con los filósofos
musulmanes debido fundamentalmente a que escribía sus tratados de filosofía en
árabe y estaba integrado perfectamente en su espiritualidad. Sin embargo, por
encima de filósofo era un gran poeta. Y sus poemas, muchos de los cuales son de
caracter litúrgico, los escribió en hebreo.
En los poemas de Ibn Gabirol, cuyo tema principal es la vanidad de las cosas
terrestres, se encuentra una cristalización conmovedora de su filosofía. Una de
sus poesías más señalada es «Kether Malkhut» (La corona real). Es un
himno que canta las grandezas del Dios Único y las maravillas de su
creación:
«La sabiduría es la fuente de aguas cristalinas que brota de Ti... Y de
Tu Sabiduría has hecho que surja una Voluntad, artista del infinito, haciendo
brotar de la nada el ser, como la luz se extiende... Tú eres su fuerza. Y,
nacida de Ti. Hacia Tu ser se ve arrastrada y eres Tú el objetivo de su
deseo» (2).
Uniendo la concepción semítica de la creación divina a la teoría neoplatónica
de la emanación, sin siempre alcanzar (lo que sucede igualmente con los
filósofos musulmanes) a reconciliarnos con una lectura, aunque no sea más que
alegórica, de la Biblia, vuelve a tomar el tema principal del pensamiento
islámico: todo nace de Dios (IV, 78-79) Y a El todo vuelve (Corán, X, 56). Estas
palabras las interpreta según el pensamiento neoplatónico de la escuela de
Alejandría, como anteriormente había hecho ya Ibn Masarra.
Emanación y regreso a Dios son los dos pilares que inspiran su pensamiento.
Al comienzo del libro IV de «Fons Vitae» escribe: «Lo inferior
emana de lo superior». Tesis principal de la escuela de Alejandría: del Uno se
desciende, por una serie de emanaciones, hasta los últimos confines del mundo
sensible. Como en la pretendida «Teología de Aristóteles», recopilación de las
Eneadas de Plotino, Ibn Gabirol estima que: «la creación es una disminución,
puesto que la cosa creada no podrá estar al mismo nivel que el Creador, sino que
estará por debajo de él».
Tras evocar de esta manera la unidad absoluta y su paso gradual a la
multiplicidad, Ibn Gabirol se prepara a evocar el movimiento de regreso.
Todo movimiento viene de Dios y, en primer lugar, el deseo de cada criatura
de encontrar la unidad del acto creador. Todas las almas, sean vegetativas,
animales o racionales y humanas, tienen como primer anhelo y motor íntimo el de
volver al Uno, a Dios.
Pero Ibn Gabirol tiene conciencia del fallo principal de su sistema: sea cual
sea el número de intermediarios que podamos imaginar, ¿cómo explicar que lo
finito emane del infinito o que, en el movimiento de regreso, pueda
alcanzarlo?
La mera preocupación de la unidad entre este movimiento de emanación y el
movimiento inverso de retorno implica una continuidad y por esta razón Ibn
Gabirol atribuye una materia al alma. Esta idea dominante es la que llama la
atención a Alberto el Magno y a Santo Tomás de Aquino. Ibn Gabirol tiene la
ventaja, para sí mismo y contra los dos, de la lógica interna de su sistema que
no puede aceptar ninguna ruptura: «No hay, dirá Ibn Gabirol, materia sin
forma» (3).
Nadie puede concebir espíritu sin materia. Y solamente así puede darse el
movimiento de retorno. Por eso afirma:
«La Voluntad se comunica a todas las cosas y se introduce en todas ellas
y ninguna puede estar sin ella, porque por la Voluntad toda cosa existe y se
mantiene» (4).
«La Voluntad impulsa todas las formas que existen de la materia»
(5).
«Gracias a esta presencia del Uno, más o menos confusa, hasta los
confines de la materia, el movimiento de todas las cosas se orienta hacia la
unidad» (6).
Este movimiento de «deseo» y de «amor» (7) se manifiesta en todos
los niveles del ser: «La aspiración hacia Dios y el movimiento hacia él
están presentes en todas las cosas» (8). Está latente, de los astros en sus
desplazamientos siderales, a las plantas en su crecimiento, lo mismo que en los
animales en sus instintos. En cuanto al hombre es evidente que su fin último es
la unión con Dios.
«Siendo lo mejor del hombre su inteligencia, lógicamente el hombre debe
de buscar, por encima de todo, la sabiduría y el conocimiento. Lo que debe de
tratar de conocer, como primer objetivo, es su propia realidad con el fin de
llegar a través de este conocimiento a conocer las otras cosas, ya que su propia
esencia envuelve a los objetos y los penetra y de este modo quedan al alcance de
sus facultades. Le es necesario, a partir de aquí, buscar y tratar de conocer la
causa final por la cual existe, a fin de alcanzar la suprema felicidad. Porque
la existencia del hombre tiene una causa final que es la razón —ella sola— de su
realidad, al estar todo sometido a la voluntad del ser único.» (9)
Sin embargo, el hombre, ser limitado, no sería capaz de alcanzar lo
ilimitado, el infinito (I, 5). Lo más que puede hacer con el ascetismo y la
santidad es llegar a la contemplación y el «éxtasis» que le eleve por
encima de lo sensible, sin que por otro lado le abra la puerta del acceso a Dios
(III, 37-38).
Resumimos el contenido de la doctrina de Ibn Gabirol utilizando las palabras
de Munk (10):
«Toda la doctrina expuesta en este libro se resume en los tres puntos
siguientes:
» 1. Todas las cosas creadas, es decir, el conjunto de los seres fuera de
Dios, tienen materia y forma, lo que constituye el tema principal desarrollado
en este trabajo.
» 2. Cualquier movimiento dentro del universo emana de la voluntad de
Dios.
» 3. La Voluntad es una facultad divina que penetra e impregna todo el
universo.»
Ibn Gabirol, como todos los filósofos musulmanes con los cuales comparte la
concepción de la creación y la filosofía del acto que de ella brota, contra la
filosofía del ser de Aristóteles, trata de evitar continuamente el caer en el
panteísmo hacia el que es arrastrado por la teoría neoplatónica de la
emanación.
Ha tratado de evadirse de esta lógica de Plotino y de Proclus, forjándose a
su vez la hipótesis de la Voluntad para colocarla en el lugar de la Unidad de
los alejandrinos.
La Voluntad de Dios, al principio de toda creación, es el mensaje de la
Thora: «iQue la luz sea! Y la luz fue» (Génesis, 1, 3) Y el del Corán,
donde Dios dice a cada cosa: «iSé! y ella es» (III, 47).
Este expediente no resuelve el problema del paso de lo finito a lo infinito,
únicamente añade una «hipóstasis» mediadora entre Dios y el mundo.
El abismo entre la «emanación» necesaria y el acto libre de Dios, principio
de todo ser, y el que existe entre la aspiración del hombre en busca constante
de su finalidad última y la unión con Dios es un paso que no queda salvado.
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