LA
ALAMBRA
EL LEGADO
INMORTAL
Por Naggar, julio 2016
Sobre la colina de Al-Sabika, en lo que podríamos
denominar la Acrópolis de la ciudad actual de Granada se yergue una ciudad
palatina que hace los encantos de miles de visitantes cada año. Ese
emplazamiento estratégico se encuentra frente al antiguo barrio del Albaicín y
rodeado por el río Darro y las montañas de Sierra Nevada a la espalda. A sus
pies deja la Vega de Granada donde en la actualidad se desarrolla la ciudad
moderna. Durante la época de mayor esplendor de este lugar allá por el siglo
XIV la Vega era una zona de cultivo que quedaba a las afueras de la ciudad y
Sierra Nevada ofrecía un escudo ante inclusiones de otros pueblos, por lo que
aquel lugar era estratégico.
El conjunto arquitectónico que hoy conocemos empezó a
construirse gracias a Muhamad I (también
llamado Alhamar el Rojo) en el año 1238. Aquel lugar fue anteriormente también
un lugar donde se aposentaron diferentes fortalezas, aunque de menor
importancia, la más antigua data del siglo IX. En plena Reconquista, Muhamad I
empezó la construcción de una gran fortaleza que aspiraba a ser inexpugnable.
El conjunto estaba formado por una serie de torreones y una muralla exterior.
La torre más importante es la Torre de la Vela desde la cual el sultán podía
divisar todos sus dominios. Los materiales utilizados para su construcción eran
de los que podríamos calificar como ‘pobres’ (sufren gran erosión a la
intemperie). El material más abundante en todo el recinto es una especie de
conglomerado que se encontraba justo a los pies de esta misma colina y tras
mezclarlo con agua ofrecía una gran consistencia. Pese a ser un material de
gran desgaste era el más sencillo de reparar cuando sufría algún desperfecto.
Tras su finalización la recubrieron de una especie de mortero compuesto por cal
y arena que da ese color rojizo que la caracteriza y le da nombre además de
protegerla de esa erosión que hemos señalado. Todo ello fue acompañado de una
gran muralla y diferentes torreones de defensa como la Torre del Homenaje y la
Torre de Armas además de un campamento militar.
Pequeño mapa de los
Palacios
Muhamad I dejó un legado que calaría en sus sucesores,
crear una ciudad palatina en la cual residir con toda su corte. Los mayores
constructores que hoy día se conocen son Yusuf I y Mohamed V, su sucesor. Con ellos, Granada y el Palacio
Rojo adquirieron una dimensión inimaginable en un periodo de gran belicosidad.
Tras la Córdoba califal, la Granada Nazarí, fue el centro cultural, económico y
artístico de toda Europa.
Pero lo que realmente diferencia a la Alhambra de
todos los monumentos de esa época son los Palacios Reales. Diferentes fuentes
señalan que pudo haber hasta siete palacios de los cuales hoy en día solo se
conservan dos; El Palacio de
Comares y El Palacio y Patio de los Leones. Hay un tercero, el Partal
pero este es más una residencia apartada de los dos grandes palacios. Otro
emplazamiento que merece la pena señalar es el Mexuar, lugar más antiguo de los que hemos señalado y en el cual
se encontraba la Sura (Consejo de Ministros) y era el lugar indicado para
impartir justicia. Es un lugar ricamente decorado con Atauriques (decoración
vegetal), mosaicos geométrico… Con la llegada de los Reyes Católicos se
remodeló la estancia, levantaron los suelos y decoraron las paredes con sus
emblemas interrumpiendo la armonía propia del lugar.
El Palacio de Comares merece una mención especial y
con él finalizaremos este pequeño artículo sobre la Alhambra, en otro memento
hablaremos del Palacio de los Leones, el Generalife y toda la ingeniería y
secretos que esconden esas murallas de más de 700 años de antigüedad además del
uso del agua, muy importante en este palacio.
Comares proviene de la palabra persa “qamariyya” que
significa vidrieras de colores. Recibe este nombre por la cantidad de luces que
inundaban la sala en su momento de mayor esplendor. Este complejo está
orientado hacia el norte, situándose en ese lugar la famosa Torre de Comares, lugar de residencia
del sultán y donde ejercía sus dotes de mando. La gran torre de aproximadamente
unos 40 metros de altura forma parte de la muralla que rodea todo el complejo
de la Alhambra. En su interior podemos diferenciar dos estancias. En primer
lugar está la Sala de la Barca,
donde se localizaban los aposentos del sultán. Puede llevar a error este
nombre, muchos creen que se le denomina así por la forma de su bóveda
de madera ya que da la impresión de ser el casco de un barco, pero no es así.
El verdadero nombre proviene de la palabra “baraca” que en
árabe significa suerte. Ese lugar como el resto del palacio está decorado con
mosaicos, atauriques y ornamentación
Atauriques
caligráfica. La caligrafía árabe es de gran
importancia en la Alhambra puesto que cada pared reza diferentes textos
provenientes del Corán así como alabanzas al Profeta y a Allah. Se utilizan dos
tipos de tipografías, el denominado Nasif que es lo que podríamos
denominar como “cursiva” y la cúfica que es más rectilínea.
Los símbolos abundan en todo el Palacio, la Mano de Fátima que simboliza los 5
preceptos del Islam (Limosna, Peregrinaje a la Meca, Ramadam, Profesión
de fe y la oración). Esvasticas pero no como las que conocemos que fueron
utilizadas por los Nazis a mediados del siglo XX sino con las aspas en sentido
contrario que simbolizan la buena suerte, la prosperidad… cientos de símbolos
son representados en las paredes aunque solo un público experto es capaz de
apreciar todos sus significados. Otra maravilla arquitectónica de la Alhambra
son sus bóvedas de Mocárabes, son una composición de pequeñas estalactitas que
dan la sensación de que el techo de la sala se derrite, o que hojas de un arbol
que cuelgan a la vez que te dan cobijo.
Si observamos con
detenimiento podemos obserr 7 filas de círculos, cada una de ellas es un
‘cielo’
La techumbre de esta sala es el cenit de la
carpintería mudéjar, cerca de 8000
piezas de madera lo recubren. Este representa los siete cielos, y
justo en el centro se encontraría Allah. Sin duda alguna, este emplazamiento
ideado por Yusuf I es una de las joyas más preciadas que tiene todo el recinto,
además de estar en un perfecto estado de conservación.
Si salimos de ambas estancias nos encontramos ante
nosotros con una majestuosa alberca que refleja en ella todo el complejo. Para
los árabes como para los romanos o cualquier otra civilización el agua era lo
más importante. Casi toda el agua era recogida de un embalse que se construyó
en el río Darro y era conducido por una serie de acequias o canales hasta los
aljibes. Debemos tener en cuenta que toda el agua de la Alhambra está en
continuo movimiento ya que eso era símbolo de pureza. La alberca tiene un
sentido simbólico y es el de mutabilidad, ya que cuando el agua se mueve el
reflejo que hay en ella se desvanece. También es un símbolo de riqueza. Como ya
hemos dicho el agua es un bien muy preciado y el hecho de tener una alberca en
el patio del palacio era símbolo de gran poder cuando en la mayoría del mundo
conocido se morían de sed. A cada lado de la alberca están los famosos
Arrayanes que eran regados con el exceso de agua de la alberca. Alrededor de
ellos se encuentran las estancias de las mujeres del sultán. Unas habitaciones
austeras pero que se diferencian porque el alfiz que decora los arcos están
ornamentados con los diferentes tipos de decoración que hemos visto.
Finalmente en la parte Sur está el Palacio del príncipe un
recinto finamente decorado pero parcialmente derruido tras la creación
del Palacio del rey Carlos V.
Este edificio rompe con la armonía del lugar y se presenta como un monumento
sin finalizar, el cual pudo ser situado en cualquier otro lugar de la ciudad.
La Alhambra en todo su conjunto es un goce para los
sentidos, al traspasar sus murallas algo dentro de nuestro subconsciente se
activa. Quizá ese fue el motivo de la construcción del Palacio de Comares y el
de los Leones, transmitir algo que no fuera perceptible solo por los cinco
sentidos y que nos hiciera sentir extraños. Sin duda alguna la Alhambra es el
cenit del arte en Al-Andalus, con ella se culminó el trabajo de miles de
pensadores, arquitectos, artesanos, matemáticos… Todos ellos transformaron una
colina en lo que hoy conocemos.
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