SELOMON BEN GABIROL IBN GABIROL
Ibn Gabirol, ĕlomoh ben Gabirol. Avicebrón, Avencebrol. Málaga, c. 1020 – Valencia, c. 1070. Filósofo, gramático, poeta.
Conocido en árabe con el
nombre de Abñ Ayyñb Sulaymªn b. YaÊyà b. Gabirol; aunque el
mundo latino medieval lo conoció por el nombre de Avicebrón, sin embargo en la
Europa occidental no se llegó a conocer su verdadera identidad hasta mediados
del siglo XIX. En la primera década de este siglo, Salomon Munk identificó al
Avicebrón o Avencebrol latino con el Ibn Gabirol judío al hallar un resumen de
la Fuente de la vida, la principal
obra de nuestro autor, en un manuscrito hebreo de la Biblioteca Nacional de
París, que contenía varios tratados filosóficos. El resumen había sido hecho
por em £ob ibn Falaqera, quien
indicaba en el prefacio de su compendio que el autor fue Ibn Gabirol.
Son muy pocos los datos
que se han conservado acerca de su vida. Unos son proporcionados por algunos
autores contemporáneos de Ibn Gabirol o posteriores a él. Otros son debidos a
sus propios poemas, en los que se pueden encontrar diversos pormenores
autobiográficos.
Nació en Málaga y era
descendiente de una familia cordobesa, según se deduce del sobrenombre al-qurðubÌ que le atribuye algún autor posterior.
Él solía firmar sus poemas con acrósticos en los que a veces hacía figurar el
gentilicio malaqÌ, “el malagueño”. Fue en
Málaga donde se había establecido la familia tras abandonar la ciudad cordobesa
por razón de las revueltas que acabaron con el califato omeya. Siendo aún niño
—o quizá ya joven, si se tiene en cuenta una de sus poesías, Al salir de al-Andalus, escrita tal vez al
marcharse de Málaga, en cuyo caso debía ser ya un joven algo crecido—, su
familia se trasladó a Zaragoza, en la que existía una muy importante comunidad
judía. Fue aquí donde mostró su ansia insaciable de saber y donde, según Ibn
’Ezra, recibió su educación judaica, pues allí se habían dado cita afamados
estudiosos judíos, donde acabó de desarrollar su gran capacidad para la
composición de poesía y donde entró en contacto también con las fuentes
filosóficas. Recibió una excelente educación, dominando el hebreo bíblico y el
árabe, asimilando la filosofía neoplatónica y parte de la aristotélica, y
adelantando en los secretos de las ciencias.
A los dieciséis años ya
había compuesto varios poemas y en uno de ellos habla de que posee ya la
experta madurez de un anciano. Fue en Zaragoza donde murieron sus padres,
pérdida que fue profundamente sentida por él durante mucho tiempo, llegando
incluso a lamentarse en una poesía: “Estoy lleno de dolor, sin madre ni padre,
pobre, solitario y necesitado. Me he visto separado de mi hermano, sin más
compañero que mis pensamientos”. Se ha afirmado que muchos de los rasgos de
carácter de su personalidad estuvieron marcados por este hecho y por su
enfermedad de la piel, de la que fue consciente desde muy pronto: “Aprisionan
mis piernas unas llagas que en mi cuerpo producen exterminio y venganza”.
También en Zaragoza,
donde reinaban los Banñ Hñd, hubo de buscar un
protector que le ayudara a sobrevivir económicamente. Lo encontró pronto,
debido quizá a su genio creativo y a su inteligencia. Fue el mecenas Yĕquti’el
ibn YiîÊaq ibn assan al-Mutawakkil ibn
Kabrun, conocedor de la tradición judaica, que ocupaba una importante posición
en la corte musulmana de los tuÿibíes y a quien Ibn Gabirol consagró unos
doscientos versos elegíacos y laudatorios: “Déjate de loar a cualquier noble.
Con descontentadizos y taimados no compitas. Ensalza solamente a Rabí
Yĕquti’el, el hijo de Isaac, señor de los señores; quien revistió alabanzas
como mantos y se envolvió de gloria con un ceñir de paños”. Bajo su protección,
Ibn Gabirol se abrió a los goces de la vida, cantando la amistad, la
naturaleza, el vino y el amor, en términos de una elevada espiritualidad. En el
año 1039, Yĕquti’el ibn assan murió en los disturbios ocasionados
por la deposición y asesinato de al-Mundir
II de Zaragoza. También entonces Ibn Gabirol le dedicó unas sentidas endechas.
Permaneció en Zaragoza
hasta que la situación le obligó a abandonar la ciudad, hecho que cantó en un
poema, Al salir de Zaragoza, en el
que describe su marcha de una manera amarga y despectiva hacia la ciudad y sus
gentes, aunque el sentimiento de soledad podía haberse visto acentuado por la
muerte de su protector: “¿Acaso es poco estar entre una gente que piensa que mi
izquierda es mi derecha? Sepultado, mas no en cementerio, que mi morada está en
mi propia caja. Doliente estoy, de madre y padre falto, adolescente, asilado y
miserable; solitario, no tengo ni un hermano, y salvo el pensamiento, ni un
amigo [...]. Tenido por foráneo y extranjero, me siento en un concierto de
avestruces, entre tanto taimado y tanto necio”. Hay que señalar que las
relaciones que mantenía con sus correligionarios de la comunidad de Zaragoza
fueron distantes, menospreciando a muchos de ellos por no ocuparse del estudio
de las ciencias y de la poesía, cruzándose alusiones mordaces entre ellos. A
esta situación general parece aludir en su obra La
corrección de los caracteres, compuesta en Zaragoza y donde afirma:
“Vivimos en tiempos de males y de miseria, de continuas desgracias y
circunstancias perturbadoras”.
Se dirigió probablemente
a Granada, donde encontró la protección de ĕmu’el ibn Nagrella,
político y poeta con una gran formación en las culturas árabe y hebrea, que
ocupaba un cargo de confianza en la corte del rey zÌrÌ abñs, con quien tenía
relación desde años antes y a quien había dedicado ya varios poemas, elogiando
las cualidades poéticas de Ibn Nagrella: “Amigo de mi alma, amado, eres bálsamo
de dolores y de toda dolencia remedio y cura [...]. En tu presencia tiemblan
todos los vates y de rubor se cubre y de vergüenza”. Sin embargo, parece que
las relaciones entre ambos no fueron muy cordiales, a pesar de que Ibn Gabirol
fue preceptor de Yosef, hijo de ĕmu’el, a cuyo palacio dedicó un poema
fechado en 1060. A pesar de todo, Ibn Gabirol tuvo una gran estima por el visir
granadino, como lo prueba la elegía que le consagró cuando murió Ibn Nagrella
en 1055-1056. Su vida posterior apenas es conocida.
Algunos biógrafos señalan
como fecha de su muerte los años 1056 ó 1057. El musulmán Sª‘id al-AndalusÌ, que murió en 1070,
señala como fecha de su fallecimiento el año 1056-1057. De hecho, tanto Moëeh ibn ‘Ezra’ como Yĕhuda
al-arizÌ, que escribió un siglo después que Ibn
‘Ezra’, señalan que murió en torno a los treinta años, en plena juventud: “Su
rama fue arrancada mientras que su verdor estaba aún tierno, cuando la sabia de
la juventud corría aún por él; su lámpara se extinguió a los veintinueve años,
pues ni siquiera llegó a ver los treinta”. Sin embargo, algunos poemas, en los
que habla en unos de los mil años de destierro que ya llevaban sufriendo los
judíos y en los que se ocupa en otros de los pecados de vejez, parecen indicar
que aún vivía en 1068-1070. Él mismo, al final de su Corona
real, afirma que ya ha vivido lo suficiente cuando dice: “La mayor parte de
mis días ha pasado y desaparecido y los que me restan se extinguirán en el
pecado [...] ¡Dios mío, dígnate echar sobre mí una mirada propicia, para los
pocos días que me quedan!”. Palabras que suelen ser interpretadas como
aludiendo a una edad avanzada. El también poeta y filósofo cordobés Yosef ben Yaÿaqub ibn Saddiq, que vivió en la primera
mitad del siglo XII (murió en 1149) y cuyo pensamiento filosófico debe mucho a
Ibn Gabirol, declaró que éste murió en el año 5430 de la era judía, esto es, en
1070. Lo mismo afirmaron los autores judíos de los siglos XV-XVI Abraham Zacut,
en su Sefer ha-yuÊasin y Gediliah ibn
Yahyà, en su Sefer ëalëelet
ha-Qabbalah. Ibn ‘Ezra’ dice que murió en Valencia, aunque otro testimonio
lo hace morir en Ocaña. Y existe una tradición, muy poco fiable, en la que se
afirma que Ibn Gabirol murió asesinado por un musulmán envidioso de su talento.
De él afirmó poco después
el granadino Ibn ‘Ezra’ que encaminó su alma hacia lo espiritual y que adoptó
las sutilezas de las ciencias filosóficas; también aseguró que aunque era
filósofo por naturaleza y conocimientos, su alma colérica dominaba sobre su
inteligencia, pues poseía un genio indómito que le produjo muchos problemas con
los poderosos. Un poema autobiográfico refiere que se interesó muy pronto por
la ciencia: “Me esforcé en la ciencia desde mi primera juventud, puesto que
amable a mi alma era su fruto; ella, desde mi adolescencia, ha sido como mi
hermana, y entre los donceles me ha distinguido como pariente”. De su precoz
talento da muestras el hecho de que a los diecinueve años ya había compuesto su Collar (ÿAnaq), gramática hebrea en cuatrocientos versos
acrósticos, para facilitar su estudio. Sin embargo, le atraían más las
cuestiones filosóficas, especialmente las referentes a la explicación de la
realidad y a las cuestiones morales. El filósofo se descubre también en la obra
poética, pues su visión religiosa expuesta en esa poesía se manifiesta
enriquecida con aportaciones filosóficas y astronómicas, complaciéndose el
poeta en seguir la acción creadora de Dios; en la poesía el autor muestra su
actitud de búsqueda de la sabiduría como actitud vital: “Yo he escrutado los
secretos del lenguaje cadencioso, y he franqueado las puertas de las ciencias y
del saber, entre sus piezas dispersas, collares pude recoger, y entre lo que
era olvidado, perlas pude coleccionar […]. Yo penetré en sus moradas, las
cuales permanecían arcanas a todo sabio, y así escribo cánticos que a mi alma
alivian, y al corazón refrigeran de sus aflicciones”. Este interés queda
confirmado por una frase que inserta en su obra más importante, donde dice:
“Aplícate a esto y ama (stude ergo in hoc et
ama), porque tal es el fin de la existencia del alma humana y allí está la
gran delicia y la mayor felicidad”. Escribió más de veinte obras, pero sólo han
llegado unas cuantas, entre ellas su obra más importante, La fuente de la vida, escrita en árabe, como
sus otras obras filosóficas y luego traducidas al hebreo, pero conservada sólo
en su versión latina; en ella expone la derivación de las substancias a partir
de Dios, que es Voluntad o Palabra, al modo de la emanación, siendo el común
denominador de toda la realidad la materia y la forma universales, creadas en
el momento de su unión al formar la Inteligencia, a la que siguen el Alma, la
naturaleza y el mundo corpóreo. También compuso un diván con más de quinientos
poemas abarcando todos los géneros, religiosos y seculares, en las que se
percibe influencias de la Cábala del Séller
Yĕîirá. Estas poesías han
contribuido a realzar la importancia de Ibn Gabirol como poeta y no sólo como
filósofo, tal como fue considerado antaño.
Obras de ~: ÿAnaq (Collar) (c. 1040); Kitªb iîlªÊ al-ajlªq (Libro de la corrección
de los caracteres) (c. 1045); Mujtªr al-ÿawªhir (Selección de perlas); Yanbñ‘ al-Êayªt (La fuente de la vida); Poesías seculares y religiosas.
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Rafael Ramón Guerrero
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