AL ANDALUS: 800 AÑOS DE CONVIVENCIA
INTERCULTURAL
Cuando se habla
de España y el Islam, se suele hacer referencia a un concepto con claro
significado religioso y a otro con contenido muy directo, de carácter
lingüístico. Se habla así, de España musulmana o de España árabe. Sin embargo, en
términos populares, con significado antropológico físico en primer lugar, se
habla de la España mora. La palabra castellana moro, viene, sin duda, del latín
"maurus", y del griego "mávros", que significa
"oscuro", "negro". Escritores latinos como Juvenal (60-140)
y Lucano (39-65) mencionan a los mauros, también conocidos como númidas, que
constituían en tiempos de lugurta (160-104) un pueblo caracterizado por su
energía física y belicosidad. Recordemos a la famosa caballería númida empleada
por los cartagineses en las guerras púnicas. La designación étnica en suma, es
muy antigua y al principio no tuvo el carácter peyorativo, como lo adquirió
después.
Parece claro que
la palabra "morisco" se forma como "berberisco", y es un
diminutivo cariñoso que más tarde se empleó para identificar a los
hispano-musulmanes que permanecieron en la Península luego de la caída de
Granada. Otros sinónimos son moruno, morería, almoraima, etc. La acepción de
beréber, que es otra forma de llamar a los moros, está relacionada con la
denominación utilizada por griegos y romanos para designar a los pueblos
extranjeros: bárbaros. En la antigüedad clásica el norte de Africa era conocido
como Berbería o país de los beréberes. El país de los mauros o mauritanos se
conocía como Mauritania, que luego fue provincia romana y hoy es un estado
islámico.
Los musulmanes de
los siglos VII, VIII y IX aplicaron el nombre de Al Andalus a todas aquellas
tierras que habían formado parte del reino visigodo: la Península Ibérica, la
Septimanía francesa y las Islas Baleares. En un sentido más estricto, Al
Andalus comprenderá la parte de aquellos territorios administrados por el
Islam. Conforme avanzaba la conquista cristiana, su extensión se iba reduciendo
progresivamente y a partir del siglo XIII designó exclusivamente al reino
nazarí de Granada. La prolongada resistencia musulmana granadina contra las
incursiones castellano-aragonesas permitirá que se fije el nombre de Al Andalus
y se perpetúe en el actual de Andalucía.
El islamólogo
holandés Reinhart Dozy (1.820-1.883), autor de la famosa obra "Historia de los musulmanes de España",
impulsó la teoría que fue apoyada por muchos historiadores modernos según la
cual el nombre de Al Andalus está relacionado con los Vándalos, suponiendo sin
ningún fundamento que la Bética pudo llamarse en alguna ocasión Vandalicia o
Vandalucía.
Nosotros
compartimos la opinión del eminente filólogo español don Joaquín Vallvé,
vertida en su trabajo erudito "La
división territorial de la España musulmana". Éste dice que la
expresión árabe Yazirat al Andalus (isla de Al Andalus) (1) es una traducción
pura y simple de "isla del Atlántico" o "Atlántida" (2).
Los textos musulmanes que dan las primeras noticias de la isla de Al Andalus y
del mar de Al Andalus, se clarifican extraordinariamente si sustituimos dichas
expresiones por isla de los Atlantes o Atlántida y por mar Atlántico. Lo mismo
podernos decir del tema de Hércules y las Amazonas, cuya isla, según los
comentaristas musulmanes de estas leyendas grecolatinas estaba situada en el
Yauf al Andalus, lo cual cabe interpretar como "al norte o en el interior
del Mar Atlántico".
La entrada de los
musulmanes en la Península
La cuestión de
cómo y por qué entraron los musulmanes en la Península Ibérica estuvo
sustentada durante muchos siglos por mitos, leyendas y relatos históricos
sumamente parciales. Gracias a la labor encomiable e imparcial de estudiosos e
investigadores españoles como don Américo Castro (1.885-1.972), Julián Ribera
(1.858-1.934), Julio Caro Baroja (1914-1995), y Juan Goytisolo (nacido en
1.931), hemos podido reconstruir una historia que se creía perdida para
siempre. Por ejemplo, Ribera ha descubierto gran cantidad de interesante
información en la crónica de Ibn Al Qutiyya, un historiador hispano-musulmán
descendiente de los príncipes visigodos, cuyo nombre significa descendiente de
la Goda. El análisis de los toponimios está rindiendo poco a poco información
útil, y recientemente se ha podido demostrar así con casi total certeza que
muchos de los beréberes que llegaron a España con los árabes musulmanes eran
aun cristianos y luego, más tarde, se islamizaron.
La historia de la
España musulmana comienza en el año 711, a finales de abril en que Tariq Ibn Ziad,
a la cabeza de un ejército de siete mil hombres en el que domina la etnia
beréber de la que él forma parte (los árabes eran menos de 300), cruza el
estrecho que llevará a partir de entonces su nombre, para desembarcar en la
Península Ibérica. El contingente islamo-beréber hizo la travesía a bordo de la
flota del conde Don Julián, el antiguo gobernador cristiano de Ceuta que se
había puesto al servicio del gobernador musulmán de la Ifriqiyah, Musa lbn
Nusair, con sede en Qairauan (hoy Tunicia).
Ahora hay algo
clave para contárabe: Por un lado, el conde Don Julián era un cristiano
unitario, es decir un monoteísta puro, que adhería a las enseñanzas de los
cristianos primitivos y de los llamados Padres y Doctores de la Iglesia, como
Orígenes (185-254), Clemente de Alejandría (m. 215), Tertuliano (155-220) y
Justino Mártir (100-165), y especialmente al obispo griego Arrio (256-336),
nacido en Libia, todos ellos defensores de un acendrado monoteísmo que
rechazaba la divinidad de Jesús. La doctrina de la Trinidad, recordemos, fue
instaurada en la Iglesia Católica recién a partir del Primer Concilio de Nicea,
en 325, y, produjo un gran cisma entre los cristianos de oriente, partidarios
del monoteísmo, y los obispos occidentales liderados por Osio (257-358) que a
través del llamado pacto constantiniano monopolizaron desde entonces la
orientación y el poder de la Iglesia. El historiador español Ignacio Olagüe
explica en su obra "La Revolución
Islámica en Occidente", que a partir de entonces "la
doctrina trinitaria fue impuesta a hierro y fuego" por todo el norte de
Africa y la Península Ibérica. Eso también explica la relativa facilidad con
que los musulmanes avanzaran por esas regiones, y la hospitalidad con que
fueron recibidos, particularmente la de los beréberes. Luego de consolidar su
dominio en la lfriqiyah (Tunicia) hacia el 670, en 701 alcanzaron el extremo
occidental del Magrib (3) y en 708 entraron en Tánger.
Respecto a Musa
Ibn Nusair, el historiador musulmán almohade Ibn al Kardabus, del siglo XII,
nos dice que pertenecía a la escuela de pensamiento shi"i. Su padre había sido
Nusair al Bakri, nacido en 640,
a quien el fundador de la dinastía omeya, Mu"awyah
Ibn Abu Sufián había conferido el mando de su guardia, pero él se negó a
combatir contra el cuarto califa, "Ali Ibn Abu Talib (600-661). Musa Ibn
Nusair haría la alianza con el arriano conde Don Julián, señor de Tánger y
Ceuta. Así, en 710 envió a su lugarteniente Tarif con 500 hombres a ocupar el
saliente sur de la Península donde la ciudad de Tarifa lleva su nombre y a la
cual impuso un pesado tributo, o sea "la tarifa", para castigar los
excesos de la gobernación visigoda contra los cristianos arrianos de la región.
Vale aquí puntualizar que la población mayoritaria de la Península adhería a
los principios unitarios y al arrianismo. Por el contrario, la corte y el clero
visigodo respondían a los dictados de Roma y al dogma trinitarlo. La oligarquía
visigoda con sede en Toledo explotaba y oprimía hasta los más crueles extremos
a sus súbditos arrianos. El profesor Olagüe en la obra ya citada, muy
recomendable ciertamente, brinda pormenorizados detalles de este asunto.
Volviendo a
nuestro tema anterior del cruce de Taríq, éste al frente de sus hombres
desembarcó en las cercanías del famoso peñón al que se dio su nombre: Yabal al
Tariq, "Monte de Tariq", es decir, Gibraltárabe: El 19 de julio de
ese mismo año, por las orillas del río Guadalete, logra una victoria decisiva
sobre el rey visigodo Don Rodrigo. Un mes más tarde, su lugarteniente Mughit ar
Rumi cerca la ciudad de Córdoba. Dice Haim Zafrani en su obra "Los judíos
del Occidente Musulmán": "Durante el asedio, los judíos se encierran
en sus hogares esperando impacientemente el desenlace. Contrariamente a lo que
sienten por los godos y su clero, no temen en absoluto la llegada de los
musulmanes en los que tienen puestas todas sus esperanzas, pues no olvidan que
los reyes visigodos los han oprimido despiadadamente. Sirviéndose de
estratagemas, los judíos -según narran los historiadores musulmanes y
cristianos- contribuyeron a facilitar la entrada del ejército islámico a la
ciudad, celebrando su victoria. Mughit los tomó a su servicio, confiándoles la
guardia de la ciudad. Lo mismo ocurrió en Toledo, y en Sevilla, donde Musa Ibn
Nusair dejó una guarnición judía para mantener el orden".
A partir de
entonces, España entra en el seno de Dar al Islam, (la Casa del Islam), y los
cristianos arrianos y judíos se integran armoniosamente en el estado musulmán
que se va forjando. Así, los judíos españoles, al convertirse en miembros de un
dominio que se extiende desde el Atlántico hasta la China, se reencuentran con
sus hermanos de las demás comunidades judías de Oriente y de Africa del Norte,
reanudando sus lazos socio-culturales y económicos. Por otra parte, los
cristianos unitarios españoles consolidan y reafirman su identidad monoteísta
junto con sus hermanos en la fe, musulmanes y judíos. Esta explicación de los
orígenes de la España musulmana, tal vez un tanto extensa para el reducido
tiempo que tenemos, la creemos necesaria para contrarrestar la historia oficial
que sin fuentes ni argumentos serios afirma que España fue conquistada a sangre
y fuego por los musulmanes.
Como hemos visto,
la población nativa mayoritarianiente arriana y la numerosa comunidad judía
recibieron a los musulmanes como libertadores y comulgaron con su fe, costumbres
y tradiciones, que eran prácticamente las mismas que ellos tenían. El pueblo
iberoromano, no se puede hablar de pueblo español en esa época, fue más bien
cómplice que conquistado. Además, en menos de una generación, los musulmanes
bereberes y árabes se integraron completamente a la población autóctona a
través de múltiples matrimonios mixtos, ya que la inmensa mayoría había llegado
a España sin mujeres.
Como mejor prueba
de lo que aseveramos, se puede decir que los musulmanes pacificaron la Península
en menos de dos años y establecieron un estado islámico integrado por
cristianos y judíos que llegó a durar casi ocho siglos, hasta 1.492. Recordemos
que los fenicios y cartagineses habían tratado infructuosamente de sojuzgar a
los béticos y celtíberos durante cuatro siglos, y los romanos durante casi
seis, provocando espantosas matanzas como aquella de la heroica Numancia, la
cual resistió durante 20 años su asedio y fue destruida por las legiones de
Escipión Emiliano (185-129 a .C.).
Los musulmanes no destruyeron nada de lo que había, sino que reconstruyeron las
antiguas obras dejadas por los romanos, como puentes y acueductos, erigiendo
una "cultura del agua", y construyeron monumentos maravillosos que
han sobrevivido hasta nuestros días. Hoy se puede afirmar que el 80% de los
quince millones de turistas que llegan anualmente a España tienen como meta
principal visitar la Giralda -la torre-campanario que fuera el minarete de la
mezquita mayor de Sevilla-, la Mezquita de Córdoba y el palacio-fortaleza de la
Alhambra de Granada.
Tolerancia y
convivencia
Pero más allá de
las obras públicas y arquitectónicas, y los prodigios científicos y culturales
de Al Andalus, lo que mejor caracteriza el legado hispano-musulmán es su
espíritu de la tolerancia. Si hablamos de la tolerancia del Islam, no se trata
de un tópico repetido con fines propagandísticos, sino de una experiencia y una
realidad histórica irrefutable. En la llamada Edad de Oro del Islam, cuando el
territorio musulmán se extendía de España hasta la China, entre los siglos VIII
y XIV, convivían en su seno en un ambiente de libertad y mutuo respeto
cristianos arrianos, nestorianos, monofisitas y coptos, judíos, budistas,
zoroastrianos, maniquéos e hinduistas, cuyas creencias y tradiciciones eran
garantizadas por el Islam por el estatuto de Ahl al Dhimma, es decir, la
"Gente del Pacto". Esto es algo que el Islam puso en práctica hace
más de 1.400 años y que Occidente a duras penas comenzó a llevarlo a cabo a
mediados del siglo XX.
Y es precisamente
uno de estos pactos, el firmado entre el godo Teodomiro, gobernador de
Orihuela, y "Abdul "Aziz, el hijo de Musa lbn Nusair, el 5 de abril
del año 713, el que conforma el documento más antiguo de la historia andalusi
(ver Apéndice). En virtud de este tratado Teodomiro quedó como gobernador
inamovible y Orihuela (la de Miguel Hernández) fue un estado autónomo durante
muchos años. Cuando los musulmanes llegaron a la Península, traían un concepto
absolutamente revolucionario basado en el Corán y la Sunnah o Tradición del
Profeta Muhammad, por el cual se trataba a los seres humanos por igual,
respetando sus derechos y propiedades. El pacto entre "Abdul "Aziz y
Teodomiro prueba que hace 14 siglos el Islam no sólo respetaba los derechos
humanos, que Occidente recién descubrió hace menos de 300 años, sino que tenía
códigos y regulaciones que las propias Naciones Unidas no son capaces de
aplicar a las puertas del siglo XXI. Por eso, vale remarcar aquí que ese
concepto o idea sobre "el oscurantismo de la Edad Media" tan en boga
en los medios de comunicación y en la lectura de los escritores posmodernos, es
algo que compete a la historia de Occidente, pero no a la del Islam. Pongamos
otro ejemplo muy conocido. Después de afirmar su posición en la Península, los
musulmanes escalaron los Pirineos y entraron en Francia. En 732, entre Tours y
Poitiers, dos mil kilómetros al norte de Gibraltar, y a 450 kilómetros de
Londres y a menos de 200 de París, fue el punto más septentrional que
alcanzaron esos predicadores carismáticos. En 735 entraron en Arlés y en 737
llegaron a Aviñón, el valle del Ródano y Lyon. Y aunque en 759 se vieron
obligados a retirarse del mediodía francés, sus cuarenta años de circulación
por aquellas tierras contribuyeron, en el Languedoc, a la insólita tolerancia de
diversas creencias, la pintoresca alegría y el amor romántico y caballeresco
que desde entonces caracterizó a los lugareños.
El esplendor del
Califato de Córdoba
El califato de
los Omeyas (661-750), con sede en Damasco, nunca dio a España el valor que tenía.
Incluso cuando en 750 éste fue reemplazado por el califato de los Abbasíes
(750-1100), con capital en Bagdad, el territorio era meramente conocido como
"el distrito de Al Andalus", gobernado desde Qairauán. Los
triunfantes abbasíes ordenaron la muerte de todos los príncipes omeyas. Abdur
Rahman (731-788), nieto del califa Hisham Ibn "Abdul Malik (691-743), fue
el único omeya que consiguió escapárabe: Perseguido de aldea en aldea, cruzó a
nado el ancho Eufrates, pasó a Palestina, Egipto, lfriqiyah, Marruecos y Al
Andalus. Así, en 756 fue proclamado califa de Córdoba iniciando uno de los
períodos más ilustres de la historia del Islam. Hacia 777, Al Andalus fue
invadida por el ejército de Carlomagno (742-814), pero los francos fueron
frenados en las puertas de Zaragoza por los soldados de "Abdur Rahman y su
retaguardia aniquilada por una alianza de vascos y musulmanes en Roncesvalles
(778), donde cayó el paladín franco Roland o Roldán que dio lugar al cantar de
gesta homónimo.
Los sucesores de
"Abdur Rahman I, como Hisham I (788-796), Al Hakam II (796-822),
"Abdur Rahman II (822-852), Muhammad I (852-886), Al Mundhir (886-888),
"Abdullah (888-912), "Abdur Rahman III (912-961) y Al Hakain II al
Mustansir, propiciaron un enorme desarrollo de las ciencias y las artes que
sería la base de¡ llamado Renacimiento europeo. Los romanos habían construido
en Córdoba un templo a Jano; los cristianos lo sustituyeron por una catedral;
"Abdur Rahman I compró el terreno a los cristianos y edificó la famosa
Mezquita que con el tiempo sería la más grande de todo el Islam y que ha
llegado casi intacta hasta nuestros días. La mezquita original tenía diecinueve
portales, con arcos de herradura elegantemente esculpidos con pétrea decoración
floral y geométrica, los cuales conducían al Patio de las Abluciones, hoy Patio
de los Naranjos. En este rectángulo, pavimentado con baldosas de colores, había
cuatro fuentes, cada una tallada en un bloque de mármol tan grande que se
habían necesitado setenta bueyes para su transporte desde la cantera. La sala
de oración era un bosque de 1.290 colunmas, que dividían el interior en once
naves principales y veintiuna secundarias. De los capiteles de las columnas
partía una variedad de arcos, semicirculares, apuntados, de herradura, la
mayoría con dovelas alternadamente rojas y blancas. El techo de madera estaba
tallado en cartelas que ostentaban inscripciones, muchas de ellas coránicas.
Colgaban de él 200 candelabros que sostenían 7.000 tazas de aceite perfumado
que les llegaban de depósitos constituidos por campanas cristianas invertidas,
también suspendidas del techo, El historiador musulmán argelino al Maqqari
(1.591-1.632) considera a la Mezquita de Córdoba "el más bello templo del
Islam en el mundo".
Los historiadores
musulmanes nos pintan las ciudades andalusíes como colmenas de poetas,
eruditos, juristas, médicos y científicos. Al Maqqari llena sesenta páginas con
sus nombres. Como cifras ilustrativas del apogeo de Córdoba durante la época
islámica se afirma que ésta llegó a tener casi un millón de habitantes (hoy
tiene menos de 300 mil), con 1.836 mezquitas, 800 de las cuales estaban en el
arrabal de Saqunda. El número de sus baños públicos era de 700, el de sus
fondas y hospederías era de 1.600 y había además 30.452 tiendas y comercios.
Las escuelas públicas sumaban 25. El circuito amurallado de la ciudad tenía una
superficie de 2.690 Ha .
Córdoba poseía un notable y revolucionario sistema de albañales y aguas
corrientes, a lo que se sumaba una red de alumbrado público y un ingenioso
método de irrigación de la vega circundante a través de norias y acequias que
extraían el agua del río Guadalquivir (del árabe: uadi al kabir, "el río
grande"). Debe destacarse que en esa época, a mediados del siglo X, París
y Londres eran aldeas casi desconocidas, y la gran mayoría de las ciudades de
la Europa no musulmana se hallaban en las más absolutas condiciones de
insalubridad y primitivismo.
Al Andalus llegó
a contar con setenta bibliotecas públicas, ya que casi todos allí sabían leer y
escribir, mientras que en la Europa cristiana, a menos que pertenecieran al
clero, no sabían.
La biblioteca del
califa cordobés al Hakam II llegó a contener 400.000 tomos, 44 de los cuales
formaban el catálogo de los restantes. Y al Hakam los había leído todos. Un
manuscrito andalusí en papel de algodón que hoy guarda la biblioteca del
Escorial, del año 1.009, prueba que los musulmanes fueron los primeros en
sustituir el pergamino por el papel. Las bibliotecas de la Europa no musulmana
tenían menos de cien libros en esa época.
Había centenares
de teólogos y gramáticos; los retóricos, filólogos, lexicógrafos, antologistas,
historiadores, biógrafos eran legión. Ibn Hazm (994-1.064), el famoso autor de "El collar de la paloma",
además de servir como visir (ministro) a los últimos califas cordobeses, era
teólogo, exégeta del Corán e historiador de gran erudición. Su "Libro de las religiones y sectas",
donde se discute el judaísmo, mazdeísmo, cristianismo y las principales
escuelas de pensamiento del Islam, es uno de los primeros ensayos del mundo
sobre religiones comparadas.
A pesar de esta
bonanza, el califato cordobés se vio involucrado en una guerra civil que
determinó su caída hacia 1.031. La España musulmana se desintegró en veintitrés
taifas o ciudades-estados, demasiado atareadas con sus intrigas y luchas
mezquinas para detener la gradual absorción de Al Andalus por castellanos y
aragoneses. Irónicamente, cada avance de los cristianos sobre Al Andalus dejaba
entrar una ola de literatura, ciencia, filosofía y arte islámico en la cristiandad.
Así la captura de Toledo en 1.085 hizo adelantar inmensamente los conocimientos
de los cristianos en astronomía y reveló la doctrina coránica de la esfericidad
de la tierra 400 años antes de Colón. Y aquí hay que destacar el mecenazgo y la
protección de este legado por Alfonso X el Sabio (véase, Francisco Marquez
Villanueva: "El legado alfonsí".
Madrid, 1.996).
El faro de Europa
Al Andalus
contribuiría con más de mil traducciones de los clásicos griegos al árabe,
luego llevadas al latín por eruditos cristianos visitantes de la España
musulmana, como Gerberto de Aurillac (938-1.003), que luego fue el Papa
Silvestre II; Adelardo de Bath (siglo XII), el viajero y filósofo inglés que
tradujo del árabe los Elementos de Euclides; Miguel Escoto, el polímata de
origen escocés, que llegó a Toledo en 1.217 y cuya primera traducción
importante fue la "Esférica" de Abu Ishaq al Bitruji, el Alpetragius
de los latinos, natural de Pedroche (cerca de Córdoba), que vivió en el siglo
XII; y el eminente sabio y sacerdote inglés Roger Bacon (1.220-1.292), conocido
como el Maestro Maravilloso (Doctor Mirabilis), quien hacia 1270 dijo: "La
filosofía de Averroes -el filósofo y médico hispano musulmán Ibn Rushd
(1.126-1.198)-, tiene actualmente el sufragio unánime de los doctos". Por
éstas y otras afirmaciones en favor de la ciencia y la cultura del Islam, Bacon
fue acusado de herejía por la Iglesia en 1278 y confinado de por vida.
Sobre otros
grandes sabios andalusíes como Ibn Bayya (Avempace, 1.070-1.138), Ibn Tufail
(1.110-1.185) e Ibn "Arabi de Murcia (1.165-1.240), recomendamos leer la
obra de Miguel Cruz Hernández "Historia
del pensamiento islámico", reeditada este año por Alianza en 3
volúmenes (Vol. 2: "El pensamiento de
Al Andalus. Siglos IX-XIV").
La Europa
cristiana recibió del Islam español alimentos y recetas de cocina, bebidas,
fármacos y medicamentos, armas, heráldica, temas y gustos artísticos antes
absolutamente desconocidos, artículos y técnicas industriales y comerciales,
costumbres y códigos marítimos y a menudo palabras para estas cosas (el
castellano tiene un 30% de términos derivados del árabe): naranja, limón,
azúcar, jarabe, sorbete, julepe, elixir, jarra, azul, arabesco, sofá, muselina,
bazar, caravana, tarifa, aduana, almacén, almirante, rambla, etc, etc. El juego
de ajedrez llegó a Europa procedente de la India por la vía del Islam hispano,
tomando las palabras persas en el camino; "Jaque mate" viene del
persa shah mat, "el rey ha
muerto". Algunos de los principales instrumentos utilizados más tarde en
Occidente llevan en su nombre la prueba de su origen: laúd, guitarra, tambor,
adufe. La Europa cristiana no fue invadida por alfanjes y cimitarras, sino por
otros ignotos invasores como álgebra, cero, cifra, azimut, alambique, zenit,
almanaque y astrolabio.
Las dinastías
bereberes: Almorávides y Almohades
La pérdida de
Toledo y la consecuente arremetida del rey de León y Castilla, Alfonso VI
contra Al Andalus, hizo reflexionar a los príncipes de las taifas y pedir ayuda
a una nueva dinastía bereber surgida en el Magrib, los almorávides o morabitos,
que eran unos soldados místicos oriundos del sur marroquí. Su líder, Yusuf Ibn
Tashufin, hombre de gran valor, piedad y prudencia, cruzó su ejército a través
del estrecho y con los refuerzos recibidos en Málaga, Granada y Sevilla venció
a las fuerzas de Alfonso en la batalla de Zalaca (23 de octubre de 1.086),
cerca de Badajoz. Allí comenzó el gran renacimiento de Al Andalus que continuó
con los califas de la dinastía de los almohades (al muahhidun: defensores del
tauhid o monoteísmo). Los almohades fueron constructores entusiastas. Primero
construyeron para la defensa y rodearon a sus ciudades más importantes con
poderosas murallas y torres, como la Torre del Oro, una de un grupo de doce que
guardaban al Guadalquivir en Sevilla. Luego erigieron el Alcázar en 1.181. El
mismo califa Abu Yaqub Yusuf que empezó el Alcázar construyó en 1.171 la
mezquita mayor de Sevilla, luego destruida por los cristianos victoriosos
quienes edificaron en su lugar primero una iglesia (1.248) y luego la catedral
gótica (1.401) que ha llegado hasta nuestros días. El califa almohade, para
celebrar su victoria sobre Alfonso VIII de Castilla en la batalla de Alarcos
(julio de 1.195), cerca de Ciudad Real, hizo erigir el magnífico alminar de la
citada mezquita, torre que hoy conocemos por la Giralda (luego convertida en
campanario de la catedral), y que fue terminada en 1.198. Su altura durante la
época islámica era de 76
metros y el fulgor que despedían al sol las cuatro
manzanas de bronce dorado de diámetro decreciente que coronaban el remate de la
torre se podía divisar a 20
kilómetros de distancia y servía a los musulmanes de las
comarcas aledañas como referencia para sus orientaciones hacia La Meca.
El reino nasrí o
nazarí de Granada fue el único estado andalusí que sobrevivió al avance
cristiano en el siglo XIII, luego de la derrota almohade en la batalla de las
Navas de Tolosa (16 de julio de 1.212). Su fundador, Muhammad lbn Nasr al Ahmar
ordenó en 1.239 la erección del edificio más famoso de España: la Alhambra,
esto es, "La Roja" (árabe: al Hamra"), que luego se convertiría
en la joya más hermosa del Islam en Europa y en una de las siete maravillas del
mando moderno.
La España
almohade se había quebrado en taifas que fueron conquistadas por los cristianos
una a una: Córdoba en 1.236, Valencia en 1.238. Sevilla en 1.248. Los
hostigados musulmanes se retiraron a Granada, donde la Sierra Nevada
suministraba una defensa natural, y campos bien regados florecían en olivares y
naranjales. Una sucesión de prudentes gobernantes sostuvo a Granada y sus
dependencias: Jerez, Jaén, Almería y Málaga, contra repetidos ataques
cristianos; revivieron el comercio y la industria, floreció el arte y las
ciencias. El pequeño reino sobrevivió durante casi 260 años (1.232-1.492) como
el último baluarte europeo de una civilización por la que Al Andalus, durante
ocho siglos, fue un honor para la humanidad.
Mozárabes y
Judíos
Son muy numerosos
en un principio, los cristianos llamados mozárabes por sus compatriotas
musulmanes -término que viene de musta"rab, es decir el
"seudoárabe"-, puesto que en todo asemejaban a aquéllos, ya que
hablaban, se vestían y vivían, en suma, de la misma manera; tan sólo eran distintos
por la adscripción a otra religión. Más tarde, a partir del siglo X, muchos
mozárabes se convierten al Islam, y son denominados muladíes (mual ladun), si
son descendientes de matrimonios mixtos, y musalima, si se han convertido por
propia convicción. Estos últimos serán cada día más, quedando los auténticos
mozárabes como una minoría. El profundo respeto de la libertad religiosa
contenido en la ley coránica permitió a los mozárabes gozar de una autonomía
interna considerable. Administrativamente dependían de un "comes" de
origen visigodo. La justicia se regía según leyes propias y los impuestos eran
recaudados por un mozárabe, el "exceptor". Este espíritu de
tolerancia hizo posible que mozárabes y judíos lograsen, sin demasiados
obstáculos, cargos en la diplomacia, el ejército y el propio gobierno musulmán.
En dos terrenos se manifiesta claramente la singularidad del estilo mozárabe:
arquitectura e iluminación de manuscritos. Las características de las iglesias
mozárabes, en las que se combinan elementos de la tradición visigótíca con
influjos musulmanes, son los arcos de herradura, los capiteles de tipo corintio
y elementos de decoración esculturada. La miniatura mozárabe, proyectada por el
arte islámico, está considerada como una de las escuelas más originales de todas
las que en esta especialidad produjo el arte medieval. Sobresalen ejemplares
como los ilustrados del "Comentario
del Apocalipsis" de Beato de Liébana (monje asturiano muerto
en 798). Entre otros miniaturistas y calígrafos mozárabes, destacan Magius y Florencio.
Podemos juzgar de
la atracción ejercida por el Islam en los cristianos por una carta de 1.311,
que calcula la población musulmana de Granada en esa época en 200.000
habitantes, de los cuales todos menos 500 eran descendientes de cristianos
convertidos al Islam (citado por Sir T. W. Arnold, "The Preaching of Islam", Nueva York,
1.913, pág. 144). Los cristianos a menudo declaraban preferir el gobierno
musulmán al cristiano (citado por S. Lane-Poole, "Story of the Moors in Spain", Nueva York, 1889, pág.
47). Un autor cristiano de la época de "Abdur Rahman II, llamado Alvaro
(siglo IX), en su manuscrito homónimo, dice lo siguiente: "Mís
correligionarios se complacen en leer las poesías y las novelas de los árabes:
estudian los escritos de los filósofos y teólogos musulmanes, no para
refutarlos, sino para formarse una dicción arábiga correcta y elegante. ¡Ay!,
todos los jóvenes cristianos que se distinguen por su talento, no conocen más
que la lengua y literatura de los árabes, reúnen con grandes desembolsos
inmensas bibliotecas, y publican dondequiera que aquella literatura es
admirable. Habladles por el contrario, de libros cristianos, y os responderán
con menosprecio que son indignos de atención. ¡Qué dolor!. Los cristianos han
olvidado hasta su lengua, y apenas entre mil de nosotros se encontraría uno que
sepa escribir como corresponde una carta latina a un amigo; pero si se trata de
escribir árabe, encontrarás multitud de personas que se expresan en esta lengua
con la mayor elegancia, desde el punto de vista artístico, a los de los mismos
árabes" (de "El manuscrito de
Alvaro, en la España Sagrada", por Flórez, Risco, etc. 2ª
edición, 47 vols., Madrid, 1.754-1.850, págs. 273-275. Citado por R. Dozy, "Historia de los musulmanes de España",
Turner, Madrid,1.984, Tomo 11, págs. 92 y 93).
Los judíos, como
ya hemos visto, ocupan desde épocas tempranas importantes puestos en la
administración y el gobierno andalusí. Ciudades como Lucena, Toledo, Córdoba y
Granada, albergan importantes comunidades judías. Por ejemplo, Hasdai lbn
Shaprut (915-975), médico famoso, hábil diplomático y gran traductor del griego
al árabe, estuvo al servicio, en su calidad de visir (ministro), de "Abdur
Rahman III, en Córdoba; Samuel Ibn Yusuf Halevi, conocido por los musulmanes
por el nombre de Isma"iI lbn Nagrilah (993-1.056), llamado también Ha
Nagid -el Príncipe-, fue también un gran sabio, poeta y ministro en la Granada
de los ziríes hasta su muerte. Fue sucedido por su hijo Yusuf Ibn Nagrilah. Uno
de los más celebérrimos del judaísmo y de Al Andalus fue el Rabí Moshe Ibn
Maimón (1.135-1.204), en árabe Musa Ibn Maimun al Qurtubi ("el
Cordobés"), el Maimónides de los latinos, médico, jurista, filósofo, un
polígrafo por excelencia, que llegó a ser médico personal del liberador de Jerusalén,
el sultán Salahuddín al Ayubi (1.137-1.193), nuestro Saladino. Maimónides junto
con su conciudadano, colega y amigo Averroes, influyó notablemente en el
pensamiento filosófico y religioso de la Europa cristiana, como por ejemplo en
la Summa Teológica de Tomás de Aquino (1.224-1.274). Otros grandes sabios
judíos andalusíes fueron el zaragozano Bahía Ibn Paqudah, moralista, cabalista
y poeta (siglos XI-XII); el malagueño Salomón Ibn Gabirol (1.022-1.070),
latinizado Avicebrón, poeta y filósofo; y el sevillano Ibn Sahl (1.212-1.251),
notable poeta que se convirtió al Islam, destacándose en el estudio de las
ciencias coránicas, llegando a ser secretario del gobernador de Ceuta. Podemos
afirmar, sin temor a equivocamos, que Al Andalus no fue solamente la Edad de
Oro del Islam, sino también del Judaísmo.
Mudéjares y
Moriscos
Los mudéjares
(del árabe: mudayyan = domesticado, domeñado), eran los musulmanes de los
reinos hispanos medievales a quienes se les permitía quedarse en su lugar de
residencia, bajo determinadas condiciones. Esta categoría comenzó a ser común a
partir de la toma de Toledo en 1.085. A partir de ese momento existió la
condición de mudéjar, pero no la denominación. En los documentos oficiales o
privados, escritos en latín y en romance que hacen referencia a los mudéjares,
se ignora absolutamente dicho término, se habla de forma imprecisa de moros o
sarracenos. Las morerías y aljamas en ese tiempo van a ser algo así como
ghettos de las ciudades cristianas, acentuándose con ello el aislamiento de los
mudéjares. En el siglo XV, la política de los reyes de Castilla y Aragón se
tornó violentamente represiva, especialmente con la llegada a Granada del
cardenal inquisidor Francisco Jiménez de Cisneros (1.436-1.517). Cisneros
impuso la cristianización de los musulmanes por la fuerza, inició
persecuciones, ordenó la quema de ocho mil manuscritos islámicos en la puerta
de Bibarrambla, en el acceso a la Alhambra, en 1.499, y expulsar a quienes no
se convirtieran al cristianismo. Por esa época había dos clases de musulmanes:
los unos eran mudéjares viejos, y los otros, los granadinos, nuevos o moriscos.
El sociólogo, norteamericano Noam Chomsky, nos dice al respecto: "En1.492,
la comunidad judía de España fue expulsada por la fuerza. Millones de moriscos
tuvieron el mismo destino. En 1.492, la caída de Granada, que puso fin a ocho
siglos de soberanía musulmana, permitió a la Inquisición española ampliar su
bárbaro dominio. Los conquistadores destruyeron libros y manuscritos
estimables, riquísimos testimonios del saber clásico, y destruyeron la
civilización que había florecido bajo el dominio musulmán, mucho más tolerante
y más culta. El camino quedó allanado para el declive de España, y también para
el racismo y la brutalidad de la conquista del mundo" (Noam Chomsky, "Año 501: La conquista continúa",
Libertarlas, Madrid, 1.993, pág. 12). Los conquistadores españoles repetirían
esos crímenes en América contra las espléndidas y sapientísimas culturas
indígenas mesoamericanas, como en el caso de la destrucción de los códices
mayas por Fray Diego de Landa (1.524-1.579).
El mudejarismo
será el movimiento artístico hispanomusulmán bajo dominio cristiano, que
florecerá en España desde el siglo XIII al XVI, y en sus colonias hasta
principios del XIX con la denominación de "Colonial". Hoy día,
podemos apreciar las iglesias mudéjares a lo largo y a lo ancho de toda América
Latina, desde Cuba hasta el norte argentino, como la bellísima catedral de la
Virgen de la Candelaria, en la población de Copacabana a orillas del Lago
Titicaca, a más de 3.800
metros sobre el nivel del mar, construida entre 1.610 y
1.620.
Viajeros y poetas
andalusíes
El término
arábigo rihla significa "viaje, periplo, itinerario, relato de
viaje". En el siglo XII aparece algo nuevo en las letras islámicas, el
género de la rihla que ocupará un destacado lugar, cuyo valor e interés radica
más en su naturaleza de documento histórico que en su aspecto literario. La
causa de esta aparición se debió al importante flujo de viajeros y peregrinos
andalusíes que se trasladaban desde la Península y el Magrib hacia La Meca y
otras ciudades santas del Islam. Es muy famosa la rihla del tangerino lbn
Battutta (1.304-1.377), quien estuvo viajando por más de veinticinco años desde
Al Andalus hasta la China, visitando las ciudades y los pueblos de casi todo el
mundo islámico. Sin embargo, la rihla por excelencia, por su contenido
literario y seriedad histórica, es la del valenciano Ibn Yubair (1.145-1.217),
que pereció en uno de sus viajes. Hubo otras rihlas muy interesantes que
tuvieron como protagonistas a viajeros esforzados y curiosos, como el granadino
Abu Hamid (1.080-1.169), el andalusí lbn Said al Magribi (1.208-1.286), el
historiador argelino Al Maqqari (1.591-1.632), y el magrebí Al Ayyasi
(1.628-1.679).
Otro gran viajero
andalusí fue Benjamín de Tudela (1.130-1.175), quien entre 1.159 y 1.173
realizó un extenso periplo que lo llevó de su Tudela natal, en Navarra, hasta
Bagdad, y probablemente Persia y el Uzbekistán, donde conoció y estrechó lazos
con todas las comunidades judías del mundo islámico, sin necesidad de
pasaportes o salvoconductos, con total libertad, como si fuera un musulmán, lo
cual da fe su "Libro de Viajes".
La poesía
andalusí es vastísima y nuestro tiempo es dramáticamente escaso. Sin embargo,
queremos hacer mención de dos grandes poetas muy representativos. Uno es el
valenciano Ibn Jafaya de Alcira (1.058-1.138), que tuvo el sobrenombre de
"El jardinero", porque fue especialista en describir flores y
jardines. Luego de convertirse en cantor de la naturaleza y recibir el apodo ya
mencionado, se hizo asceta (zahid), escribiendo numerosos poemas sobre el
misticismo islámico. He aquí dos pequeñas composiciones suyas:
"Oh, tú,
que de todo el reino de Cosroes (el emperador persa sasánida derrotado por los
musulmanes) te contentas con un pedazo de pan, sabes que la verdadera riqueza
es la eternidad, no las larguezas de Cosroes".
"Dichoso
el que, por temor de Dios, reza sus oraciones cuando la noche dibuja su túnel
de tinieblas".
El otro es lbn
Zamrak (1.333-1.392) de la Granada nazarí, quien así habla de su querida urbe:
"Detente en
la explanada de la Sabika (la ciudadela de la Alhambra) y mira a tu alrededor:
La ciudad es una dama cuyo marido es el monte.
Está ceñida por el cinturón en su garganta...
Mira las arboledas rodeadas por los arroyos: son como invitados a quienes escancian las acequias...
La Sabika es una corona sobre la frente de Granada, en la que querrían incrustarse los astros.
Y la Alhambra (¡Dios vele por ella!) es un rubí en lo alto de esa corona".
Conclusión
Los que
desconocían la temática se sorprenderán de la longitud de estos comentarios
sobre la civilización islámica de Al Andalus, y el erudito o el académico se
lamentará de su brevedad. No quisiéramos concluir sin dejar de mencionar unas
palabras que el escritor español Juan Goytisolo compuso para el prólogo de la
obra "La arquitectura del Islam
occidental" (Lunwerg):
"Digámoslo
bien alto: el complejo de inferioridad acerca del retraso histórico y nuestro
pasado árabe ha perdido su razón de ser. En la Europa Comunitaria a la que nos
hemos incorporado, nuestra diferencia no ha de ser ya un recordatorio penoso ni
causa de frustración: la huella musulmana en nuestro suelo, visible en todos
sus ámbitos, es expresión al contrario de una riqueza y originalidad únicas.
Ningún país europeo cuenta con un patrimonio como el legado de Al Andalus y
ello no redunda en mengua de nuestro europeísmo. Somos europeos distintos,
europeos en más.
El extraordinario
patrimonio artístico y cultural de Al Andalus formó parte durante centurias del
mundo occidental antes de ser desalojado de él por la nueva idea de Europa,
devuelta a sus raíces helénicas sin intermediario de los árabes, forjada en el
Renacimiento. Esa Europa inventada a finales del siglo XV separó brutalmente
las dos orillas del Mediterráneo y repudió como ajena la realidad cultural que
la alimentó durante la Edad Media. Es hora ya, próximos a entrar en el nuevo
milenio, de que reíncorporemos dicho patrimonio al lugar que le corresponde,
como expresión de una occidentalidad distinta, representada por Al Andalus en
el terreno de la arquitectura, filosofía, ciencia y literatura.
Las grandes
creaciones omeyas, almorávides, almohades y nazaríes -frutos de los trasvases y
corrientes migratorias entre la Península y el actual reino de Marruecos, así
como sus ramificaciones magrebies, sursaharianas y mudéjares-, han de ser
vistas hoy como paradigma de una visión ecuménica que incluya a las naciones de
diferencia, anomalía, mezcolanza y fecundación".
Nosotros los
indohispanoamericanos, somos los herederos de esta herencia inapreciable. Aquí
en América, en Argentina, las huellas de la herencia andalusí son palpables y
cotidianas. Basta mencionar el gaucho (del árabe uahsh = resero indómito,
montaraz) y su cultura criolla, del aljibe (árabe: al yubb = el pozo, cisterna)
a la guitarra (árabe: qitar = instrumentode cuerdas). Sepamos conocerla y
preservarla.
Y para terminar,
nos remitimos al lema de Al Zubaidi (muerto en 989), que fuera preceptor del
califa cordobés al Hakam II:
"Todas las
tierras, en su diversidad, son una.
Y los hombres todos son vecinos y hermanos".
Y los hombres todos son vecinos y hermanos".
Apéndice
Texto del pacto
de Teodomiro y "Abdul "Aziz lbn Musa Ibn Nusair, citado por el
historiador hispano-musulmán lbn Idhari (que vivió hacia 1.270), en su obra
"Al Baian al Mugrib", traducida por el profesor Felipe Maíllo
Salgado, bajo el título: "La caída del califato de Córdoba y los reyes de
taifas", Salamanca, 1.993:
En el Nombre de
Allah, el Clemente, el Misericordioso.
Edicto de `Abdul
"Aziz Ibn Musa Ibn Nusair a Tudmir Ibn Abdush (esto es, Teodomiro, hijo de
los godos). Este último obtiene la paz y recibe la promesa, bajo la garantía de
Dios y su Profeta, de que su situación y la de su pueblo no se alterará; de que
sus súbditos no serán muertos, ni hechos prisioneros, ni separados de sus
esposas e hijos; de que no se les impedirá la práctica de su religión, y de que
sus iglesias no serán quemadas ni desposeídas de los objetos de culto que hay
en ellas; todo ello mientras satisfaga las obligaciones que le imponemos. Se le
concede la paz con la entrega de las siguientes ciudades: Orihuela, Baltana,
Alicante, Mula, Villena, Lorca y Ello. Además, no debe dar asilo a nadie que
huya de nosotros y sea nuestro enemigo; ni producir daño a nadie que huya de
nosotros o sea nuestro enemigo; ni producir daño a nadie que goce de nuestra
amnistía; ni ocultar ninguna información sobre nuestros enemigos que pueda
llegar a su conocimiento. Él y sus súbditos pagarán un tributo anual, cada
persona, de un dinar en metálico, cuatro medidas de trigo, cebada, zumo de uva
y vinagre, dos de miel y dos de aceite de oliva; para los sirvientes, sólo una
medida. Dado en el mes de Rayab, año 94 de la Hégira (713 d. C.). Como
testigos, "Uzman Ibn Abu `Abda, Habib Ibn Abu "Ubaida, Idris Ibn
Maisara y Abul Qasim al Mazali.
Notas
1 En el uso de los árabes se llama también Yazirah (isla) a las
penínsulas e incluso a territorios mesopotámicos.
2 En árabe: Yazirat al Atlasi.
3 Magrib significa en árabe "lugar o momento de la puesta
del sol", es decir, geográficarnente, occidente, particularmente
contemplado desde el oriente musulmán. El nombre árabe del actual Marruecos es
al magrib.
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