domingo, 6 de mayo de 2012

Historia de los musulmanes en al-Ándalus. La Alhambra: El lucero que por amor vivió cautivo en una torre


LA ALHAMBRA: EL LUCERO QUE POR AMOR VIVIÓ CAUTIVO EN UNA TORRE





O LA HISTORIA DE LA CRISTIANA POR LA QUE EL REY MULEY HACÉN, PADRE DE BOABDIL, DESAFIÓ CON CONSECUENCIAS DESASTROSAS A SU FAMILIA


Autor: Máximo Fernández - Fuente: www.elperiodicodeaqui.com


Torre de la Cautiva. (Foto: ideal.es).
Torre de la Cautiva. (Foto: ideal.es).

Son muchos los espacios que pasan desapercibidos al visitante de la Alhambra. Quienes se acercan a este monumento suelen dedicar unas horas para pasearlo por sus corredores más destacadas, olvidando zonas impresionantes cuajadas de belleza e historias. Para animar a una visita más profunda de la Alhambra nos vamos a aproximar a la historia de una de sus torres más hermosas, nos referimos a la Torre de la Cautiva.

La torre se encuentra situada en el camino de ronda de la muralla, que circunda la Alhambra. Fue conocida en el siglo XVI como de Torre de la Ladrona y de la Sultana, aunque posteriormente se cambió su nombre por el de la Cautiva, ya que se pensaba que en ella vivió Doña Isabel de Solís, la cristiana por la que el rey Muley Hacén (padre de Boabdil) desafió con consecuencias desastrosas a su familia y a su corte.

Como la mayor parte de las construcciones alhambreñas, esta torre tenía una doble finalidad: la defensa y la habitabilidad. Esta funcionalidad determinó su estructura militar, su acceso se realiza a través de un estrecho pasadizo en recodo que dificultaba el acceso a posibles atacantes. A los visitantes puede resultarles peculiar una entrada tan “pobre” a una estancia tan rica y refinada. La estructura de pasillo en recodo permitía a los defensores apostarse en las esquinas y desde ellas lanzar flechas o atacar a los que intentaban acceder, de esta manera se anula al adversario si ataca en grupo, pues las estrechas dimensiones del acceso obligaba a los atacantes a ordenarse de uno en uno, facilitando su neutralización.

Tras el pasadizo accedemos a un patio con galerías abiertas por arcos peraltados festoneados en tres de sus lados, con profusa decoración de mocárabes. Este patio comunica con una sala cuadrada, a través de un arco doble de mocárabes, en la que encontramos un artesonado del siglo XIX y unos camarines con balcones al exterior. Las paredes aparecen recubiertas de finas yeserías con inscripciones que nos hablan de la importancia defensiva de esta torre y su función palaciega; algunas inscripciones dicen así: “Esta obra ha venido a engalanar la Alhambra; / es morada para los pacíficos y los guerreros; / Calahorra que contiene un palacio / ¡Dí que es una fortaleza y a la vez mansión para la alegría! / Es un palacio en el cual el esplendor está repartido / entre su techo, su suelo y sus cuatro paredes; / en el estuco y en los azulejos hay maravillas…”

La conservación de la torre en relativo buen estado se debe a que fue habitada durante mucho tiempo por los alcaides cristianos en manos de los cuales los Reyes Católicos dejaron la custodia del monumento, posteriormente pasó a manos privadas. A finales del siglo XIX fue sometida a una intensa restauración, que pretendió remarcar el carácter oriental de la construcción, muy de moda en la época.

La Torre de la Cautiva es un espacio cargado de historia, el escenario de una de esas historias de amor en la que nos gustaría ser protagonistas. Hay mucha mitología en torno a los amores de la cristiana Zoraya y el rey Muley Hacén pero también abundan los datos históricos que fijan esta relación en la historia y la responsabilizan de la última crisis dinástica que hundió el Reino de Granada ante los cristianos.

La Leyenda cuenta que en esta Torre de la Cautiva se oyen voces en el lugar donde estuvo presa la sultana Zoraya, siendo aún cristiana y antes de ser llevada a Lecrín, a Mondújar, donde tuvo su propio castillo.

Reinaba Enrique IV, hermano de Isabel la Católica, cuando los moros granadinos apresaron en una escaramuza, en la frontera con Jaén, a la bella Isabel de Solís (Zoraya), la hija del alcalde de Martos, (Sancho Ximénez de Solís). Isabel contaba con unos diecisiete años y era famosa en estas tierras por su hermosura y delicadeza. Por el cargo de su padre, pertenecía a la pequeña nobleza castellana. Huérfana de madre desde que nació, fue criada por nodrizas que la educaron con profundas creencias religiosas y la iniciaron en las labores propias de una noble rural (administración del hogar, cuidado de los hijos, las labores de aguja, observación de le fe…).

En su infancia padeció alguna extraña enfermedad que se atribuyó al mal de ojo, se cuenta que su padre estaba tan preocupado por perder a su única hija que pidió ayuda al poderoso Conde de Cabra, en Córdoba. Este tenía una esclava mora llamada Arlaja, que algunos llamaban bruja, porque conocía las hierbas y sus propiedades, se decía de ella que curaba los males para los que no había remedio. El todopoderoso Conde regaló al padre de Isabel a su esclava. Arlaja curó a la joven Isabel y se convirtió en una segunda madre para ella. La esclava gozó de gran reputación en la pequeña corte de Martos, parece que poseía una lengua bastante suelta que le llevaba a añorar las grandezas de su Granada frente a la pobreza y tosquedad de la vida cristiana.

Se dice que Arlaja predispuso a Isabel en contra del noble cristiano al que su padre la había prometido en matrimonio, Pedro Venegas, hijo de la familia de los Señores de Luque. La esclava relataba a Isabel de las grandezas y curiosidades que el mundo podría ofrecer a una joven tan hermosa como ella más allá de las lindes de aquellas tierras empobrecidas y acosadas por la guerra y sus lastres. Curiosamente fue la guerra la que abrió la puerta a esta joven a una vida muy distinta a la que el destino le deparaba.

Tras su captura, Isabel fue llevada a Granada como un valioso botín. El destino para una joven hermosa e instruida era el harem real. Dicen los que lo vieron que fue un amor a primera vista. Muley Hacén, algo tosco para la reputación de refinado que le venimos concediendo, pensó que el mejor modo para que Isabel cediera a sus requerimientos pasionales, era encerrarla en la torre que hoy conocemos como de la Cautiva. No debió considerar el monarca el efecto de un buen collar de diamantes al fondo de una caja de bombones. Sea como sea, Isabel de Solís se enamoró de Muley Hacén, y fue suya, no sabemos si antes o después de casarse con él, como marcaban los estrictos preceptos de su educación cristiana. Estos no fueron obstáculo para que aceptase compartir a su marido con otras esposas y concubinas (entre ellas la poderosa sultana Aixa, prima y esposa de Muley y madre de Boabdil) y convertirse al islam adoptando el nombre de Fátima Zoraya, que significa ‘Lucero de la Mañana’.

El sentimiento de Muley Hacen parce bastante fuerte, ya que le dio el rango de sultana, con los beneficios que este le daba a Zoraya y su descendencia en la corte.

La sultana Aixa, rival implacable, fue una mujer fuerte, curtida en las intrigas de palacio y conocedora de la corte alambreña. Por nacimiento pertenecía como su esposo a la familia real y contaba con el apoyo de importantes facciones nobiliarias. Aixa no soportó que una extranjera viniese a desplazarla a ella y su prole del trono al que había dedicado su vida. La situación se tensó cuando Zoraya dio dos hijos varones al sultán, Nasr ben Alí y Saad ben Alí que luego se castellanizaron como Juan de Granada y Fernando de Granada. Algunos consideran que estos amores fatales serían origen de la pérdida definitiva de Granada de manos musulmanas. Quizá haya algo de razón en esta consideración. Es cierto que éste pudo ser un episodio más de los que protagonizó esta dinastía, pero se produjo en un momento de debilidad, en que el enemigo estaba fuerte y bien situado, y en el que muchos de los que debían empuñar la espada para defender la tierra, habían muerto en alguna intriga dinástica sin sentido.

Los corredores de la Alhambra se llenaron de inquietud cuando la rencorosa Aixa inició su venganza para derrocar a su marido. Muley Hacen para proteger a Zoraida y sus hijos los saca de la torre donde vivían en la Alhambra y manda construir un castillo en el centro del valle de Lecrín (a unos 50 kilómetros de Granada) donde los instala. La ciudad se dividió en dos bandos rivales. La poderosa familia de lo Zegries apoyó a Aixa, las posiciones de Muley y Zoraya eran cada vez más débiles.

Lo demás ya es historia… En 1482 Muley es expulsado de la Alhambra y lucha contra su hijo por el trono en una guerra que quemó las últimas esperanzas de sobrevivir de Granada como reino independiente. Isabel acogió en su castillo a su amado, con la tristeza de lo que se acaba en los ojos. Cansado, con todo perdido, Muley Hacem entrega la legitimidad del trono a su hermano el Zagal en 1485, poco antes de morir.

Dicen que este sultán está enterrado en la cumbre del Mulacén, que pidió yacer allí para contemplar su reino y que por eso este monte lleva su nombre.

Isabel huyó y se convirtió al cristianismo buscando quizá el calor de sus raíces, tal vez para conseguir la aceptación social. Vivió marcada por una vida inusual, en un mundo estricto con las mujeres que no daba lugar a los que vivían de modo distinto. Acabó sus días encorsetada entre la búsqueda del perdón y el desprecio por su vivencia. Sufrió la tragedia de los derrotados, ella tuvo que seguir su camino lejos de los palacios donde la miraron como al “lucero de la mañana”. ¿Qué se pasaría por la cabeza de esta señora en las noches tranquilas en que esperó la muerte, después de tanta vida y tanta pérdida?


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