Acerca del jardín andalusí
PUBLICADO EN 13
FEBRERO, 2010 POR FUNDACIÓN
DE CULTURA ISLÁMICA
13
Feb
Feb
Autor del artículo: Antonio Almagro Gorbea
Fecha de publicación del artículo: "2010-02-13"
Año de la publicación: 2010
Article theme: Arte.
El jardín es una forma
de humanizar la naturaleza, de domesticarla para el disfrute y el solaz de los
sentidos. Toda cultura ha buscado la forma de adaptar la naturaleza,
seleccionando sus elementos más bellos y gratos y desterrando aquellos que
resultan molestos o desagradables. El jardín es, ante todo, una creación humana
en busca del placer, aunque en muchos casos esté también embebida de valores
trascendentes. Concebido por y para el hombre, ha formado en casi todas las
culturas parte indisoluble del entorno de habitación, tanto en el medio urbano
como en el rural. Pero el jardín ha estado ligado de una forma especial e
íntima al poder pues, al proporcionar dicha y placer a sus poseedores, se
convierte en muestra de distinción y autoridad para quienes tienen capacidad de
crearlos y mantenerlos. La existencia del jardín es tan antigua como la propia
cultura. Está presente en las primeras civilizaciones y vinculado a todas las
creencias trascendentes del hombre. El jardín ha formado parte siempre de las
más genuinas expresiones de cada cultura.
En la arquitectura palatina andalusí, prácticamente no existe palacio sin
jardín, según nos muestran tanto los ejemplos que han llegado hasta nosotros en
uso continuo como los arruinados o transformados. La presencia del jardín en
las casas y palacios de al-Andalus suele ofrecerse de dos maneras distintas. En
la mayoría de los casos aparece incorporado al interior de la arquitectura,
dentro de los patios que disponen del tamaño suficiente para permitir el
desarrollo de plantaciones de árboles y flores así como de estructuras
destinadas al riego y a acoger la presencia del agua como elemento inseparable
del jardín. En otros casos jardines y huertos aparecen como elementos
circundantes que enmarcan y realzan los atributos y esplendores de la morada
regia o añaden al simple deleite el aprovechamiento de sus frutos.
Casi ningún palacio andalusí ha llegado hasta nosotros en un estado de
conservación cercano al de su pasado esplendor y manteniendo por tanto las
disposiciones primitivas de sus jardines. Ni siquiera en casos como los de la
Alhambra puede hablarse de auténtica pervivencia de los primitivos jardines.
Porque el jardín, a diferencia de la arquitectura, es una realidad viva, ya que
está compuesta de seres que nacen, crecen y mueren, que van cambiando en cada
instante, de estación en estación y de año en año. El jardín nunca es igual hoy
que mañana. Y precisamente por ello resulta especialmente sensible a los
cambios de moda, a las innovaciones botánicas y especialmente al descuido y al
abandono. Si deja de cultivarse se degrada rápidamente, sobre todo en climas
áridos en donde la ausencia de riego provoca en poco tiempo la desaparición de
la mayoría de sus elementos.
Madinat al-Zahra’
Los primeros ejemplos de la jardinería andalusí los encontramos en Madinat
al-Zahra’ tanto en forma de grandes jardines de crucero de tradición oriental
abiertos al paisaje, como en forma de patios con eras de vegetación en su
interior acompañados del agua de albercas, fuentes y canales de riego. La
solución de jardín interior adoptado en el llamado Patio de la Alberca es sin
duda el modelo del que se puede considerar que arrancan las soluciones
posteriores que a lo largo de los siglos irán utilizándose en al-Andalus. Los
jardines evolucionan a lo largo del tiempo según pautas que pueden analizarse y
que afectan a distintos elementos como las zonas de circulación que son las que
finalmente definen la forma de los parterres donde se sitúa la vegetación. Los
tres andenes longitudinales que presenta el Patio de la Alberca pueden
considerarse los elementos compositivos sobre los que se basa la evolución
posterior que jugará con la existencia o no de un andén transversal definiendo
un crucero y con la forma de disponer la presencia del agua. En la Aljafería se
introduce el vínculo del agua junto a la vegetación en el frente Sur, a la vez
que aparece ya el juego de la circulación transversal anunciando la disposición
de crucero ya vista en los grandes jardines de Madinat al-Zahra’. En el siglo
XII la presencia de crucero es ya manifiesta como base compositiva del jardín
tal y como resulta evidente en el caso del Castillejo de Monteagudo. En época
almohade, en el Patio del Crucero, esta disposición aparece en un plano
rehundido respecto a los salones y parece que existieron sucesivas
subdivisiones creando cruceros secundarios. Dada la escala del espacio, se
adopta una solución similar a la que podemos suponer empleada en Madinat
al-Zahra’ donde la vegetación se dispondría en forma de bosque para estar
acorde con su función y escala dentro del conjunto. A finales del siglo XIII,
en el período nazarí, las circulaciones axiales, tanto longitudinal como
transversal desaparecen dando paso a la presencia masiva del agua en forma de
grandes albercas o rías longitudinales. La vegetación queda circunscrita a
largos parterres a los lados de la alberca tanto en el Partal como en el patio
de Comares.
No deben dejarse de lado dentro de esta aparente evolución lineal, los
ejemplos de palacios castellanos construidos tanto de nueva planta como
adaptando construcciones anteriores. En estas creaciones cristianas,
especialmente las del siglo XIV parece existir una gran capacidad creativa e
innovadora que trascenderá a las realizaciones andalusíes del último período.
Fruto de esta mayor libertad compositiva habría que considerar sin duda al
Patio de los Leones de la Alhambra, paradigma del jardín abstracto y
petrificado, aparentemente con disposición de crucero pero cuya vegetación
parece que estuvo circunscrita únicamente a unos simples alcorques para la
plantación de cítricos. Lo que en otra época fueran zonas de vegetación, se
transformaron aquí en amplias superficies soladas con canales de agua en torno
a los cuales era posible deambular.
Podemos hacer un rápido recorrido por los ejemplos más sobresalientes de la
jardinería andalusí iniciando nuestro recorrido por la ciudad palatina de
Madinat al-Zahra’, en donde encontramos los más antiguos hasta ahora conocidos.
En la parte inferior del área pública del alcázar había una extensa zona
ocupada por jardines que daban marco a dos salones, hoy excavados, y a otro
supuesto aún no investigado, que debieron constituir el centro emblemático de
la ciudad palatina: se trata del Salón de Abd al-Rahman III, el Pabellón
Central en medio del jardín de la Terraza Alta, complemento del anterior, y
otro supuesto salón que presidiría el llamado jardín bajo. Estas construcciones
tenían sin duda, a parte de sus funciones propiamente arquitectónicas, otras simbólicas
como el ofrecer un marco adecuado que a través de su riqueza y grandiosidad
representativa coadyuvara a la legitimación del califato cordobés.
Debemos fijarnos dentro de este conjunto en el binomio del Salón de ‘Abd
al-Rahman III y el del Pabellón Central así como de su entorno. Este último
salón, al cortar la visión del eje del jardín, crea el efecto de un espacio
fragmentado y controlado en la visión con que aparece desde el interior del
Salón principal, al percibirse el espacio dispuesto entre los dos salones como
si se tratara de un patio abierto en mitad del vergel en el que la presencia
del agua, que proyecta un tapiz prácticamente continuo entre ambas
construcciones, ayuda a intensificar dicho efecto.
En el caso presente se crea un juego de simetría arquitectónica, no sólo a
través de los propios frentes que se ven y relacionan entre sí, como si de un
espejo se tratara, sino a través del reflejo de las fachadas y sus planos de
luz que se proyectan en las láminas de agua de las albercas dispuestas en los
cuatro frentes del Pabellón Central. Se genera de este modo un conjunto de
dependencias espaciales que juegan a transformar el espacio exterior del jardín
en ambiente controlado desde el interior de los salones. Del mismo modo, desde
el Pabellón Central, se produce un efecto similar, aunque en este caso las
aperturas laterales abiertas hacia el jardín circundante lo incorporan
generando una dualidad entre la naturaleza que se extiende fuera y la
representada en la rica decoración que cubría todas sus paredes, como recreando
un paraíso interior dentro del propio pabellón. De ahí que este edificio se
asemeje, dentro de su exuberancia ornamental y disposición constructiva, a un
quiosco de recreo situado en el andén de un inmenso jardín de crucero retomando
modelos orientales. Para enfatizar este carácter, el Pabellón se sitúa sobre
una elevada plataforma que contiene amplios andenes y albercas que lo rodean en
todos sus frentes, disposición que recuerda modelos conocidos desde época
helenística, al menos en oriente, de palacios o quioscos ubicados en el centro
de una laguna o estanque, generalmente de creación artificial.
Parece evidente que la presencia de pabellones aislados en los jardines
tiene en el mundo islámico claras connotaciones paradisíacas y la arquitectura
del agua desarrollada por el Islam hace igualmente directa alusión a estos
aspectos. En Madinat al-Zahra’ se pueden identificar algunos elementos en
relación con ese Paraíso descrito en el libro sagrado de los musulmanes. Uno
sería el ya descrito Pabellón Central que debió ser una pequeña joya insertada
en medio de un auténtico vergel, siempre controlable con la mirada desde el
Salón de Abd al-Rahman III, como no queriendo perderlo de vista, ni a él ni a
su contenido. El otro caso podría haber existido en el extremo de uno de los
andenes de este enorme jardín. No resulta arriesgado suponer que la gran torre
central del lado occidental que forma parte de las murallas de contención del
jardín superior que no tenían función defensiva, pudo haber contenido en su
parte superior un pequeño pabellón al nivel de la Terraza Alta y que se
asomaría a modo de mirador al paisaje y a los jardines que se extendían a sus
pies. Esta disposición parece ser un claro precedente de la qubba ubicada
dentro de una torre como tipología palatina desarrollada en todo su esplendor
en época nazarí. Este pabellón se destacaría por su presencia en alto desde los
jardines inferiores, quedando como cenador integrado entre la vegetación en el
jardín del nivel superior. Dicha torre mirador se convierte en articuladora y
elemento de referencia de toda esta extensa área ajardinada, constituida tanto
por el jardín inferior como por el de la Terraza Alta. Su presencia claramente
dominante sobre el primero puede interpretarse como instrumento de control del
territorio circundante que comprendería no sólo el jardín bajo, sino el hair o
parque que se extendía al sur del alcázar, función que puede atribuirse
igualmente a la mayoría de los ejemplos posteriores que seguirán esta tipología.
La presencia del agua en esta zona pública del alcázar de Madinat al-Zahra’
resulta, como hemos visto, sustancial, empleándose en sus dos modalidades: el
agua en movimiento y el agua en reposo. Uno de los efectos perseguidos mediante
los grandes estanques en reposo, aparte del control medioambiental, era
procurar la reflexión de la luz hacia el interior de las salas, produciendo un
efecto de iluminación invertida característico en los espacios palatinos
andalusíes. Por el contrario, los arroyos como forma viva en movimiento se
incorporan a la arquitectura mediante complejas composiciones de canales que
bordean los parterres recorriendo los jardines y alimentando el riego de los
parterres a la vez que su murmullo llena de sonoridad el espacio del jardín. Así,
el agua en movimiento aporta fundamentalmente el sonido como complemento a la
contemplación de la arquitectura. En contraposición, el agua quieta y
silenciosa se presenta como espejo que varía de tonalidad según la profundidad
de la alberca y proporciona un tapiz oscuro sobre el que nítidamente se
proyectan arquitecturas ficticias generadas a través del reflejo.
En una terraza situada en un nivel superior al de los jardines antes
descritos se sitúa el núcleo residencial que se estructura en torno a un patio
conocido como de la Alberca. Se trata de un patio de proporciones cuadradas con
dos pórticos dispuestos según un claro eje de simetría y con un jardín central
cuya estructura viene marcada por la disposición de dicho eje. Sólo rompe la
rigurosa simetría del patio la disposición de una escalera de doble tiro que
comunicaba con una calle paralela dispuesta a una cota superior.
Esta unidad residencial constituye el arranque y precedente de un arquetipo
que alcanzará su máxima capacidad expresiva en el Patio de los Arrayanes de la
Alhambra en el s. XIV. Se fijan así los elementos formales de la tipología de
vivienda andalusí en su versión más suntuaria acompañada del jardín y del agua
como elementos añadidos que incorporan la naturaleza al ambiente creado por el
hombre.
El jardín que alberga este patio constituye igualmente el primer ejemplo de
la solución característica adoptada en las viviendas y palacios andalusíes con
la inclusión en él de la vegetación. Se instaura aquí el arquetipo desde el que
evolucionarán los distintos modelos compositivos posteriores, desde el jardín
de eje único al jardín de crucero, cuyo eje transversal se encuentra aquí
reducido a un simple bordillo que divide las eras. El eje longitudinal se ve
interrumpido por la disposición, en uno de sus extremos, de la alberca que ha
dado el nombre actual al patio, colocada frente al que debía ser el salón
principal de la casa. Es éste un claro antecedente del modelo de jardín que
aparece en ejemplos posteriores donde la vegetación se dispone a ambos lados de
un eje y abrazando una alberca dispuesta ante el pórtico de ingreso al salón
principal. En este jardín doméstico se rememora, al igual que se hiciera en los
grandes espacios exteriores de los alrededores de los salones de aparato, el
juego de naturaleza y agua. Agua tanto en movimiento, a través del sistema de
canales, como estática que busca recrear los efectos de un espejo. Un tapiz
acuático acompañado del marco vegetal para recrear aspectos del Paraíso dentro
del carácter domestico de la propia vivienda. En esta escala menor cabe
imaginar una mayor presencia de flores en pradera con algunas especies arbóreas
aisladas que no impidieran una adecuada contemplación de las ricas fachadas
ornamentales de los dos salones. Todo ello dentro de límites arquitectónicos
perfectamente definidos que acotan un espacio cerrado de escala muy distinta a
la de los jardines de las terrazas ya descritos. Aunque normalmente en estas
viviendas se buscará en el futuro una orientación Norte-Sur que favorezca el adecuado
soleamiento de uno de los salones, las características del solar en que se
construyó esta casa obligaron a disponerla en una dirección Oeste-Este. Así, el
interior del salón orientado al Este se vería inundado de luz por el sol
rasante de las mañanas, jugando además con su reflejo en el agua de la alberca.
Alcázar de Sevilla
El Patio del Crucero conservado parcialmente en el Alcázar de Sevilla debió
constituir la residencia principal de los califas almohades en su capital de
al-Andalus. Junto con la primera fase del Patio de la Casa de Contratación,
constituyen los mejores ejemplos de arquitectura palatina almohade conservados.
A pesar de su colosal tamaño, el gusto islámico por el espacio controlado se
nos manifiesta en este caso en una dualidad de patio y jardín dispuestos a
distinto nivel pero integrados en un único solar.
Este patio es el de mayor tamaño de los conocidos en al-Andalus, y sus
dimensiones condicionan el empleo y modo de disponer todos los elementos que
definirían este espacio de dimensiones tan vastas y que sin embargo trata, ante
todo, de conservar su carácter esencial de espacio interior e intimista de toda
residencia musulmana. La adopción de los elementos arquitectónicos acordes con
esta escala monumental debió ser uno de los retos principales del constructor
de este palacio, que sin embargo sólo podemos intuir en base a la
infraestructura de su nivel inferior. Una apreciación similar puede hacerse en
el caso del empleo de la vegetación como parte integrante del conjunto del patio.
La dimensión de este espacio obliga a imaginar el empleo del árbol como
componente vegetal para conseguir un equilibrio en la composición general, ya
que la escala que se utiliza necesitaría un elemento de cierto porte (alrededor
de los 4,00 m de altura).
Debemos destacar como la característica fundamental de este recinto el
hecho de presentar el suelo del jardín rehundido 4,70 m respecto al plano
principal de las salas. Esta particularidad del doble nivel aporta al espacio
general una gran riqueza de lectura, ya que las cuatro crujías que componen la
zona habitable del palacio se comunican sólo a través de los ejes visuales. El
hecho de que estos ejes no sean transitables a la cota del palacio convierte el
plano ficticio del suelo del patio en elemento de separación de dos mundos,
cada uno de ellos definido por unas cualidades espaciales propias.
Este plano, además, vendría marcado y definido por la envolvente de las
copas de los árboles que generan una alfombra verde. De este modo, la
percepción espacial del patio definido por ese tapiz vegetal y el espacio
interior de las salas, vista en la dirección del eje visual central, evoluciona
conforme se aproxima el espectador al pórtico, transformando lo que se percibía
en un inicio como plano opaco vegetal dispuesto horizontalmente, en un
espejismo, apareciendo ante nosotros otra realidad espacial inferior
yuxtapuesta a la del propio palacio.
El hecho de no poder acceder a los pórticos desde su eje frontal, por la
inexistencia en época islámica de un paso elevado a su misma cota, obligaba a
hacerlo a través de los andenes laterales del patio, que constituyen el enlace
de comunicación de las dos crujías principales, lo cual nos da un modo de
aproximación a los elementos arquitectónicos de los pórticos siempre oblicuo,
algo característico en todos los conjuntos que hemos analizado.
El Patio de la Casa de Contratación, perteneciente a una de las varias
residencias contenidas dentro del alcázar almohade sevillano, corresponde como
modelo al arquetipo de patio andalusí, con doble simetría y salones opuestos
precedidos por pórticos y con albercas frente a ellos, tal y como quedó
definido en el Castillejo de Monteagudo. Aunque sólo son reconocibles algunas
partes del edificio almohade, debido a las transformaciones posteriores que
sufrió, podemos identificarlo como un patio de crucero con parterres de jardín
notablemente profundos, aunque sin llegar al extremo del Patio del Crucero.
En este caso, se han conservado restos de la decoración pictórica con la
que se simulan elementos arquitectónicos en los muros de borde de las eras,
algo que pudo ser habitual en la mayor parte de los jardines que hemos visto.
El diseño del jardín cabe suponer que incluiría algunos árboles de porte, dada
la escala del espacio. Resulta imposible saber si la parte inferior de los
cuadros de vegetación tenía acceso directo desde los andenes, aunque la
existencia de zonas pavimentadas a nivel del terreno cultivado así parece
indicarlo. Todo ello permite suponer que al menos en algunas partes del patio
existieron hasta tres niveles distintos de tránsito, lo que permitiría una
observación del jardín y de su vegetación desde muy diversas perspectivas.
El Cuarto Real de Santo Domingo es un
caso paradigmático de jardín con pabellón, construido en los comienzos del
período nazarí. Responde perfectamente al modelo de jardín que forma parte de
una propiedad más extensa que integra normalmente huertas de cultivo productivo
y otras casas o edificios. Sin embargo, el núcleo principal del conjunto lo
constituye un jardín cerrado por tapias y un edificio destinado a abrigar al
propietario, no como vivienda habitual sino como espacio de uso temporal.
Aparte de alguna construcción contemporánea, como el Alcázar Genil de Granada,
el Partal o el propio Generalife, el paralelo más directo que podemos encontrar
para este conjunto es el supuesto pabellón alojado en la torre occidental del
recinto de la Terraza Alta de Madinat al-Zahra’ que pensamos permitía gozar
igualmente de los jardines inferiores. El Cuarto Real reproduce exactamente el
mismo esquema pues el pabellón, constituido por una qubba con alcobas y
alhacenas laterales, se encuentra alojado dentro de un grueso torreón de la
muralla de la ciudad y desde su interior se domina tanto el jardín intramuros,
al que se abre la sala, como las huertas que se extienden extramuros hasta la
ribera del río Genil a un nivel notablemente inferior y que podrían
contemplarse a través de sus ventanas.
En este jardín, la tapia o muro de cerramiento adquiere un valor
fundamental ya que se trata del elemento constructivo encargado de preservar la
privacidad y seguridad del recinto, siempre buscada por los musulmanes. Por
otro lado, desempeña la función de definir los límites físicos del espacio que
ocupará la vegetación destinada específicamente al placer y deleite, ya que
jardín y pabellón se encontraban rodeados por áreas de huertas y edificaciones
auxiliares que en ningún caso llegan a constituir una unidad arquitectónica. No
se trata, por tanto, de un jardín dentro de un patio, sino de un jardín cerrado
por tapias y con un pabellón en uno de sus lados.
En este jardín existe un claro eje direccional y compositivo en el espacio
exterior definido por un andén, la alberca, y el eje del pórtico que antecede
al pabellón y a través del que se produce una comunicación entre éste y el
jardín de una manera simple y continua. Una vez dentro del jardín, la qubba se
convierte en el polo de atracción por el carácter vertical de su volumen que
interiormente también se manifiesta por sus proporciones y su techumbre en
forma de artesa. El jardín es de composición sencilla, con dos grandes eras
separadas por el andén que sigue la dirección del eje y rodeados lateralmente
por otros andenes que discurren pegados a las tapias que cierran el recinto. El
escaso espesor de la tierra de cultivo sugiere que el jardín estuvo
mayoritariamente plantado con especies de pradera de flores, aunque
posiblemente habría también árboles y arbustos distribuidos a lo largo de los
dos parterres. Por ello hay que imaginar un jardín de ambiente despejado,
quizás con mesas de arrayán junto al andén central, grandes áreas de prado y
flores y árboles en las zonas más cercanas a los andenes laterales. Todo ello
dejaría despejada la perspectiva del pabellón desde el jardín, y especialmente
a lo largo de su eje, de modo que quedara patente la función utilitaria, pero también
simbólica, de esta construcción que presidía todo el conjunto.
Resulta relevante la presencia del pórtico como espacio de transición entre
el jardín y el espacio interior de la qubba, en donde cobra relevancia el juego
del agua que se introduce dentro del edificio, y que aquí anuncia su extenso
uso en la arquitectura nazarí, en donde puede decirse que acapara el
protagonismo dentro de los patios y jardines. La alberca octogonal situada en
el extremo del andén central del jardín estaba alimentada por una fuente
ubicada en el centro del pórtico, por lo que el agua transitaría desde el
interior de la arquitectura hasta el espacio exterior en donde se sitúa la
alberca.
En el conjunto de la
Alhambra han pervivido varios palacios con patios ajardinados y en algunos
casos con zonas externas de jardines y huertas que, aunque han sufrido
transformaciones a lo largo del tiempo, mantienen su carácter y en cierto modo
una imagen cercana a sus formas primitivas. En primer lugar vamos a analizar el
llamado Palacio de los Abencerrajes, edificio residencial suntuario construido
a comienzos de siglo XIV que resulta especialmente interesante porque fija el
cambio que se experimenta al comienzo del período nazarí, según el cual las
albercas se hacen cada vez más grandes y pasan a ocupar la totalidad del eje
principal del patio.
En este ejemplo la alberca toma un protagonismo absoluto en el patio, hasta
alcanzar la tercera parte de la superficie no destinada a los andenes. A ambos
lados se dispusieron cuadros de vegetación que ocupan una superficie semejante
a la de la alberca, separados de ésta por estrechos andenes que no estaban
destinados al acceso a las salas principales, pues prácticamente tropiezan con
los pilares de los pórticos. La circulación, por tanto, se desarrollaba por el
perímetro más exterior del patio desapareciendo de hecho todo recorrido axial.
Pese a la inexistencia de eje transversal en la composición del jardín, no
puede obviarse la presencia de una qubba dentro de una de las torres del
recinto amurallado, que permitiría la visión sobre las zonas externas, de
acuerdo con los modelos ya vistos en ejemplos como el Cuarto Real de Santo
Domingo.
Esta forma de ordenar
el patio y su jardín tendrá su expresión más significativa en el Patio de la
Alberca o de los Arrayanes del Palacio de Comares, en donde la zona destinada a
la vegetación queda reducida a dos largas y estrechas franjas ocupadas por
mesas de arrayán y dispuestas a ambos lados de la alberca, que se convierte en
la gran protagonista del espacio. Parece que en este último caso, nunca existió
más vegetación que los setos de arrayán. En el Palacio de los Abencerrajes, el
mayor tamaño de la zona ajardinada incita a pensar que junto a las mesas de
arrayán y prados con flores, hubo también algunos árboles. El protagonismo del
agua dentro del patio acentúa los efectos de reflexión de la arquitectura en la
superficie del estanque, algo apreciable de manera real en el palacio de
Comares. La proyección de los pórticos que anteceden a las salas principales en
el espejo de la alberca enfatiza el carácter virtual de esta arquitectura que
en este ejemplo inicial aún presenta pilares de ladrillo dentro de la tradición
de la arquitectura almohade.
Parecidos efectos podemos apreciar en otros edificios de este período y el
posterior. Destaquemos sobre todo casos como los del palacio del Partal, en
donde el agua aparece prácticamente en exclusiva sin que podamos asegurar la
presencia de vegetación, al menos en la zona inmediata al pórtico y al pabellón
septentrional, o el de Yusuf III en que agua y jardín aún mantienen un
equilibrio en la composición. En todo caso, la total desaparición del recorrido
axial en toda la longitud del eje mayor se convierte en una constante en los
patios y jardines nazaríes, tanto palatinos como domésticos.
Jardines del Generalife
En el Generalife se da, de alguna forma, una síntesis de muchas de las
características que hemos ido viendo en este último período del jardín andalusí.
Se trata de una propiedad de los sultanes nazaríes, a escasa distancia de sus
mansiones de la Alhambra, constituida por una serie de huertas organizadas en
terrazas y con una residencia con la estructura típica de una casa andalusí:
patio alargado, con salones en sus extremos precedidos por pórticos. A este
esquema básico característico de toda casa andalusí cabe añadir la presencia de
un pabellón-mirador en el centro del lado mayor del patio que permite una
comunicación visual con el entorno, de forma similar a lo visto en el Cuarto
Real de Santo Domingo o en el mismo palacio de los Abencerrajes. En un momento
posterior se agregó otra qubba-mirador a la sala del lado Norte repitiendo el
esquema del palacio de Comares.
Lo más interesante del jardín que ocupa el interior del patio es que el
elemento de agua está constituido por la Acequia Real, canal con el que se
abastece de agua toda la Alhambra. Tenemos por tanto un elemento que ocupa la
totalidad del eje del patio, de dimensiones más estrechas que las de una
alberca y con un carácter dinámico, ya que el agua no está quieta sino en
circulación permanente. De acuerdo con las excavaciones realizadas en 1959,
cuyos resultados fueron confirmados por las investigaciones efectuadas entre
1998 y 2001, el jardín tuvo una estructura de crucero resuelta con un puente
que cubre el centro de la acequia y que muy posiblemente estuvo ocupado por un
quiosco vegetal. Una parte importante de su fisonomía original se ha ido
recuperando con las restauraciones más recientes y hemos acudido a imágenes
retocadas para reintegrar la fisonomía del salón del lado Norte, recrecido en
época cristiana y que provocó la transformación de las proporciones originales
del espacio.
Dadas las dimensiones exageradamente alargadas del patio, el crucero
resulta poco significativo y apenas perceptible dentro del conjunto, pero es
fundamental para permitir la circulación transversal de acceso al pabellón
mirador del lado Oeste que de otra forma quedaría incomunicado con la zona
oriental del patio. El eje principal, como en otros casos, no resulta
transitable, pero mantiene su valor perceptivo precisamente porque la presencia
del agua impide que la vegetación rompa la visión, permitiéndose de este modo
que ambos extremos del patio se avisten entre sí, confirmando el carácter
acotado y controlado del espacio. Los estrechos andenes longitudinales
demuestran que este edificio tuvo siempre un carácter privado previsto para la
presencia de un reducido número de personas.
En una fecha posterior, seguramente ya en época cristiana, se abrió todo el
frente occidental por medio de arcos agregándose después una galería externa
que hoy facilita el recorrido longitudinal, aunque estas transformaciones
modificaron de forma sustancial el concepto primitivo del espacio, haciendo
perder sentido al pabellón mirador del lado oeste.
* Este artículo pertenece a la memoria redactada por el
arquitecto Antonio Almagro, para el proyecto de jardín de estilo andalusí
creado por él junto con Esteban Hernández Bermejo (Universidad de Córdoba) en
colaboración con la FUNCI, para la rehabilitación del Jardín de
Aclimataciones Botánicas de Rabat, que abrirá próximamente sus puertas al
público.
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