jueves, 24 de marzo de 2022

HASDAY BEN SAPRUO

 

HASDAY BEN ŠAPRU£

 Abñ Yñsuf asday b. Ishaq b. žhapruð. Córdoba, c. 915 – 970 o 975. Médico y diplomático judío.


Hasday es la primera personalidad judía de relevancia destacada en la historia de al-Andalus, con una doble proyección, política y diplomática, de un lado, y cultural e intelectual, por otro. Su familia, originaria de Jaén aunque asentada en Córdoba, gozaba de una posición económica desahogada, lo que, sin duda, favorecería la trayectoria ascendente de asday. Su formación fue especialmente completa en los ámbitos lingüístico y médico, siendo este segundo aspecto el que, con toda probabilidad, le abrió las puertas del contacto con los medios cortesanos y le permitió el desarrollo de una carrera administrativa. En este sentido, asday es tal vez el mejor ejemplo de la creciente prosperidad de las comunidades judías andalusíes y del ambiente propicio que supuso la época del califato para la integración de las distintas comunidades religiosas.


De su faceta médica hubo de derivarse la segunda, que hace de asday un destacado miembro de la administración Omeya, tanto en los servicios fiscales como en la diplomacia. Dentro del primer ámbito, ejerció como director general de aduanas. Las fuentes árabes lo designan como “secretario”, si bien el rango de sus funciones lo asemejaba, en realidad, a un ministro. Se trata, en cualquier caso, del primer personaje judío que ejerció funciones políticas relevantes, principalmente de carácter diplomático.


Sus amplios conocimientos y sus dotes personales lo convirtieron en uno de los principales representantes del Estado Omeya en el exterior, llevando a cabo importantes y difíciles misiones en la península Ibérica. Sus conocimientos de idiomas, hebreo como árabe y latín, le ayudaron en el desempeño de estas funciones. La relevancia de su condición de embajador de ‘Abd al-RaÊmªn III obligan a considerarlo hombre de su plena confianza, en un momento en el que el estado Omeya de Córdoba era una de las principales formaciones políticas mediterráneas. Las propias fuentes árabes no escatiman elogios a la hora de ponderar sus cualidades, definiéndolo como “persona sin par en su tiempo entre los servidores de reyes por su cultura, habilidad y sutileza”. Ya en 940 lo encontramos en Barcelona, donde concluyó un tratado de paz con el conde Suñer, volviendo a Córdoba en compañía de Gotmar, obispo de Gerona, enviado por el noble catalán para ratificar el tratado. Al año siguiente aparece actuando ante Ramiro II de León para obtener un acuerdo de paz y lograr la liberación de MuÊammad b. Hāšim, que había caído prisionero en la rota de Alhándega de 939. Asimismo, en 958 actuó como embajador en Pamplona ante la reina Toda de Navarra, que después viajó a Córdoba con su nieto, Sancho, llamado el Craso, para ser tratado de su obesidad: la soberana navarra formalizó una alianza con el califa por la que, a cambio de ayuda para recuperar el control de León, entregó la posesión de diez fortalezas.


Además de actuar como representante del califa ante los principales soberanos cristianos peninsulares, asday fue también el encargado de tratar con los mandaderos llegados a Córdoba desde diversos puntos, tales como el monje Juan de Gorze, que en el año 953 vino en nombre del emperador Otón I para lograr que Abd al-RaÊman III pusiera fin a las acciones piráticas sarracenas sobre territorio francés e italiano. Se han conservado varios testimonios de su actividad epistolar en forma de cartas redactadas en hebreo por su secretario. En una de ellas, hacia 948, dirigida al Emperador de Bizancio, pide un tratamiento más tolerante para los judíos. Asimismo, hacia 954 se dirige al soberano del reino caucásico judío de los Jázares, misiva que se abre con un poema que contiene como acróstico el nombre de asday y el del propio Ben Saruq: en ella informa al soberano de la situación de al-Andalus y pide referencias sobre el origen del reino de los Jázaros y sus características. Aunque el geógrafo Ibn awqal, que visitó al-Andalus en el año 948, afirma que asday recorrió tierras caucásicas, en realidad nunca estuvo allí, pero sí es probable que ambos se conocieran en Córdoba e intercambiaran información.


La segunda faceta de su trayectoria es la que lo vincula con el ámbito del saber y del conocimiento. En su Libro de las categorías de las naciones, el toledano Sā‛id al-Andalusī hace una breve pero elogiosa semblanza de asday, en la que destaca dos dimensiones principales dentro de esta faceta: la medicina, que ejerció al servicio del califa al-akam II, y su papel pionero en la introducción, dentro de su propia comunidad, de los saberes de jurisprudencia e historia judía. En su actuación médica, es preciso destacar su colaboración en la traducción de la obra De materia médica, de Dioscórides (siglo V), enviada a Córdoba por el emperador de Constantinopla Constantino VII y que, con ayuda del monje Nicolás, fue trasladada del griego al latín, contribuyendo asday a la elaboración de la correspondiente versión árabe.


Elevado a la categoría de nasi o “príncipe” de las comunidades judías de al-Andalus, asday se convierte en mecenas e impulsor de la cultura hebrea y judía, para lo cual se sirvió de la colaboración de su secretario, MenaÊem ben Saruq, originario de Tortosa, encargado de su correspondencia y también destacado poeta. A él le encomendó la redacción de un “trabajo sobre la lengua santa”, concebida como un regalo de Dios, que se plasmó en el primer diccionario hebreo-hebreo de raíces bíblicas, el MaÊberet, terminado antes de 958 y considerado como un gran hito en el desarrollo de la filología hebrea en al-Andalus.


Bajo su impulso, Córdoba se convertiría en un centro judío de primer orden internacional. Como señala el antes citado Sā‛id, hasta entonces, los judíos de al-Andalus tenían que recurrir a los de Bagdad respecto a su ley religiosa y para fijar su calendario y las fechas de sus fiestas. Sin embargo, asday, gracias a su relación con el califa, logró que fuesen traídos desde Oriente los textos hebreos necesarios con los que enseñó a sus correligionarios. Por todo ello, fue uno de los promotores de la revitalización de la lengua hebrea, corriente iniciada en Oriente a comienzos del siglo X, entendida como un vector esencial en la propia vivencia religiosa judía. De esta forma, su labor fue la base sobre la que se apoyaron los logros posteriores, como la obra gramática de aŷŷūŷ a finales del siglo X y la lexicográfica de Yonah ben ŶanaÊ en el XI.


Además, asday invitó a destacadas personalidades de la cultura judía, como Mošeh ben anok, gran maestro talmúdico, que vino procedente de Italia y fue nombrado dayyan de Córdoba, y también Dunaš ben Labrað, el más joven discípulo del ga’on Še‛adyah, el cual tuvo un papel relevante en el desarrollo cultural hebreo. La llegada de estas influencias exteriores, promovida por asday, suscitó, sin embargo, los recelos de ciertos sectores judíos autóctonos, temerosos de quedar desplazados, generándose ciertas tensiones en el seno de la comunidad. Probablemente como consecuencia de esta situación se produjo la caída en desgracia de su secretario, Ben Saruq, que perdió la confianza del maestro, e incluso es posible que el propio Ben Labrað acabase enemistado con asday.


Bibl.: D. Gonzalo Maeso, “Un jienés ilustre, ministro de dos califas (asday ibn Šapruð)”, en Boletín de Estudios Gienenses, 8 (1956), págs. 63-94; A. Ali el-Hajji, Andalusian diplomatic relations with Western Europe during the Umayyad period (AH 138-366/AD 755-976). An Historical Survey, Beirut, Dar al-Irshad, 1970; E. Ashtor, The Jews of Muslim Spain, vol. I, Filadelfia, Jewish Publication Society, 1973-1984, págs. 155-227; A. Sáenz-Badillos, Literatura hebrea en la España medieval, Madrid, Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED), 1991, págs. 20-40; F. Maíllo Salgado, “Los judíos en las fuentes andalusíes y magrebíes: los visires”, en Del pasado judío en los reinos medievales hispánicos. Afinidad y distanciamiento. XIII Curso de Cultura Hispanojudía y Sefardí de la Universidad de Castilla-La Mancha, Cuenca, Universidad de Castilla-La Mancha, 2005, págs. 169-204.

 

Alejandro García Sanjuán


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