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miércoles, 18 de mayo de 2022

¿HUBO UN PRECEDENTE CRISTIANO EN EL ORIGEN DE LA MEZQUITA DE CÓRDOBA?

 

¿HUBO UN PRECEDENTE CRISTIANO EN EL ORIGEN DE LA MEZQUITA DE CÓRDOBA?

www.alandalusylahistoria.com

El tópico de la suplantación de los espacios sagrados, surgido sin base empírica, se esfuma cuando se ha excavado

FERNANDO ARCE SAINZ
BIBLIOTECA TOMÁS NAVARRO TOMÁS (CCHS-CSIC)

Patio de los Naranjos de la Mezquita de Córdoba. Wikimedia Commons.


Con la información disponible (documental y arqueológica) se puede afirmar que la gran mezquita de Córdoba se levantó en tiempos, y por impulso, de Abderramán I (756-788). No está claro, dentro de esas fechas, cuándo arrancó el proyecto. En algunos de los relatos que hacen alusión al origen del edificio se menciona el año 170 de la Hégira (784-785 a. d.), si bien los textos que la proclaman, aparte de ser tardíos (del siglo XII en adelante), suelen contener noticias desacreditadas desde otras fuentes informativas. Es del todo improbable, como se dice en esas fuentes, que la obra se ejecutara en un solo año.

La mezquita no es una consecuencia directa e inmediata de la conquista. Aparece cincuenta años después de ella. A mediados del siglo VIII, Abderramán Ibn Muawiya, nieto del califa omeya Hisam, ha conseguido escapar de la violencia abasí y establecer, en la Península Ibérica, una entidad político-territorial independiente sobre la legitimidad de su pertenencia a la estirpe de los conquistadores de al-Andalus. La aparición del emirato independiente significa el arranque de la dinastía omeya andalusí. Siguiendo modelos ensayados, la naciente dinastía impulsa espacios monumentales desde los que proyecta su poder e ideología a la sociedad. Uno de ellos es la aljama, una mezquita promocionada por el poder político en la que la comunidad de creyentes, con el sultán a la cabeza, se reúne para el rezo colectivo. Hasta que llegó Abderramán a Córdoba el rezo común no se desarrollaba en un edificio construido, una mezquita, sino en musallas, espacios al aire libre someramente señalizados en el suelo en los que se congregaban los creyentes. Las explanadas abiertas y despejadas usadas como musallas solo se podían encontrar fuera de unos límites urbanos llenos de obstáculos físicos.

La obra de la aljama, frente a las musallas, significaba un fuerte impacto en la trama urbana. Al levantarse dentro de las antiguas murallas romanas era necesario, en primer lugar, preparar un enorme solar en un sector de la ciudad secularmente urbanizado. ¿Por qué se eligió ese entorno? ¿Qué se tuvo que eliminar? En este punto entra en juego una vieja discusión respecto al pasado inmediato de la mezquita. Desde Francisco Javier Simonet, un arabista del siglo XIX, se habla de una presencia cristiana bajo la forma de una iglesia que fue necesario eliminar para dejar sitio a la mezquita. Se apoya Simonet en una tradición literaria musulmana según la cual, cuando la ciudad fue conquistada, se derribaron todas las iglesias menos una que, además, fue obligada a compartir para dar cabida al rezo musulmán. Décadas después, según ese relato, cuando Abderramán I decide emprender la construcción de la aljama, se entra en negociación con los cristianos para conseguir su mitad del templo. Estos últimos abandonarán el lugar tras recibir una indemnización económica y obtener el permiso para rehabilitar las iglesias que fueron destruidas. Una de las versiones de esta tradición literaria menciona, como escenario de los hechos, a la iglesia de  Sant B.n.y.n.t, nombre que tradicionalmente se identifica con San Vicente.


Francisco Javier Simonet (1829-1897​ ). Wikimedia Commons.


Se fue forjando así un mito histórico que ha hecho que la mezquita de Córdoba sea habitual escenario de batallas historiográficas, políticas, ideológicas y patrimoniales. Actualmente, la discusión sobre el pasado cristiano de la mezquita ha dado un salto cualitativo y cuantitativo por parte de los defensores de dicho pasado. Parece haberse abandonado la idea una solitaria iglesia (la basílica de San Vicente). Ahora se habla de todo un barrio episcopal integrado por diversos edificios, tanto religiosos como residenciales y de servicio. ¿Estaba el complejo episcopal visigodo en el lugar donde se erigió la aljama?

Una respuesta afirmativa reforzaría la lectura más conservadora que dice que la implantación musulmana sería, más bien, una suplantación simbólica y material. Los poderes locales derrotados y sometidos fueron obligados a dejar sus espacios representativos para ser usados por los conquistadores. Sin ir más lejos, el caso de Córdoba con la supuesta basílica de San Vicente, ha dado origen a un persistente tópico historiográfico que consiste en afirmar que las catedrales preislámicas fueron expropiadas para erigir sobre ellas las mezquitas principales de las ahora medinas.

Pasemos a valorar los orígenes de la mezquita desde el análisis de las fuentes informativas disponibles, documentales y arqueológicas. En conjunto, el dosier documental ofrece más bien confusión. Aparte de la famosa tradición literaria sobre la iglesia primero compartida y luego comprada hay otras que, de forma injustificada, no suelen ser manejadas. Reunidas todas, siempre procedentes del canal documental árabe, se ofrecen situaciones diversas, irreconciliables. Unas dicen que Abderramán I construyó su mezquita sobre una mezquita anterior que se remontaba a los tiempos de la conquista. Otras que había una iglesia pero que no estaba siendo compartida. Luego, como no, la de la iglesia de San Vicente, y otra que dice que el templo cristiano que se derribó no estaba en la sala de oración sino en lo que pasó a ser el patio de la aljama. Si ordenamos cronológicamente las fechas de elaboración de las fuentes que dan noticias sobre el origen de la mezquita comprobamos que son, las más tardías, aquellas que incluyen la presencia de iglesias. Autores de los siglos X y XI como al-Razi, Ibn Hayyan (quien dice tomar la noticia del anterior) o Ibn al-Qutiya muestran escenarios de exclusividad musulmana: el emir levanta la mezquita sobre otra anterior erigida por los conquistadores. Es a partir del siglo XII (Ibn Idari) cuando asoma el templo compartido en lo que parece ser una clara adaptación, a Córdoba, de una tradición literaria que tenía por escenario Damasco.


Tejado de la mezquita de Córdoba. Wikimedia Commons.


En cuanto al registro arqueológico, no han sido muchas las excavaciones  realizadas en la mezquita, aunque sí suficientes para poder descartar que este sector urbano contara con algún edificio religioso que fuera necesario eliminar como paso previo a la construcción de la aljama. Esto vale tanto para iglesias como para mezquitas ya que, no lo olvidemos, hay relatos que hablan de templos cristianos mientras que otros aluden a mezquitas. Las campañas excavatorias más extensas y ambiciosas se desarrollaron en los años 30 del siglo pasado, siendo impulsadas por Manuel Gómez-Moreno y dirigidas por Félix Hernández. Los resultados fueron del todo desmitificadores ya que, según sus propios testimonios, nada apareció que pudiera asimilarse a la basílica esperada. Los últimos niveles de uso, aquellos que tuvieron que ser arrasados para hacer el solar, presentaban estructuras arquitectónicas lejos de los estándares monumentales y, además, no definían espacios litúrgicos mínimamente coherentes. Había que bajar hasta los niveles más profundos, romanos, sepultados por los anteriores, para encontrar restos de cierta monumentalidad y calidad ejecutoria. Algunos de ellos pueden ser contemplados a través de un cristal en el suelo de la mezquita, a unos tres metros por debajo de él. Se le dice al visitante que son parte de la basílica de San Vicente. Falso. Se trata de un ámbito doméstico, residencial, erigido en torno al siglo IV.


Localización de las estructuras encontradas por Félix Hernández. Plano realizado a partir de la información de Félix Hernández revisada por Pedro Marfil y Antonio Fernández-Puertas, publicado en José Manuel Bermúdez, “El atrium del complejo episcopal cordubensis. Una propuesta sobre la funcionalidad de las estructuras tardoantiguas del patio de la mezquita de Córdoba”Romula, nº 9 (2010), pp. 315-341.


Excavaciones acontecidas tiempo después (años 90 y 2017) arrojan la misma secuencia, al tiempo que siguen sin aportar evidencias de un centro de culto arrasado. No es ninguna sorpresa que bajo la aljama cordobesa no aparezcan iglesias amortizadas. El tópico de la suplantación de los espacios sagrados (de catedrales a aljamas), surgido sin base empírica, se esfuma cuando se ha excavado. En Córdoba, pero también en Zaragoza y Toledo, bajo cuyas catedrales medievales encontramos los oratorios islámicos pero, si continuamos profundizando, no aparecen por ningún lado las catedrales visigodas.

Cuando Abderramán I, emir independiente de al-Andalus, comienza a gobernar en Córdoba hereda una ciudad emanada de la conquista. El área en la que se levantará la aljama contaba ya con una rotunda presencia musulmana: un potente edificio fortificado junto a la muralla, el alcázar, que era la residencia de los gobernadores vicarios que se fueron sucediendo en los anteriores cincuenta años. Las excavaciones de la mezquita han aportado interesante información sobre lo que estaba pasando en esta parte de la ciudad en la primera mitad del siglo VIII. En el patio se excavó un suelo de empedrado en el que aparecieron un buen número de monedas musulmanas de plomo (llamadas feluses), un tipo de numerario que se usaba de forma cotidiana en las pequeñas transacciones. Cronológicamente todos los feluses corresponden al emirato dependiente (primera mitad del siglo VIII). Son monedas perdidas por gentes que se muen e interactúan, con sus dineros, en esta parte de la ciudad. En la puerta de San Esteban, Félix Hernández excavó un pozo ciego, sellado por la construcción de la mezquita, que arrojó materiales cerámicos propios de ambientes domésticos que presentaban las primeras novedades respecto a la tradición alfarera local tardorromana. Las cosas, sin duda, estaban cambiando en la ciudad y en la vida de sus residentes.


Arquería de la mezquita de Córdoba. Wikimedia Commons.


Esta medina en ciernes dará un salto adelante con la aparición del emirato, empezando por la construcción de la mezquita aljama ¿De qué manera pudieron verse afectadas las iglesias cordobesas en este nuevo escenario? Pues seguramente de ninguna. En la zona de la mezquita no había ningún templo que perder, ni antes ni después de hacerse la aljama, por lo que nada hay que decir al respecto en esta parte de la ciudad. Miremos mejor donde tenemos evidencias materiales de iglesias preislámicas que se enfrentaron a un nuevo tiempo que empezó tras la toma de la ciudad. Hoy por hoy solo conocemos, con garantías arqueológicas, tres de las iglesias cordobesas tardoantiguas y altomedievales. Las tres se localizan en Cercadilla, un arrabal en el oeste de la ciudad, y funcionan sin solución de continuidad más allá de la conquista. Una de estas iglesias, identificada con la basílica de San Acisclo de las fuentes árabo-cristianas, estuvo con seguridad en activo hasta inicios del siglo XI.

Lo que tenemos es un modelo de implantación antes que de suplantación. Las ciudades en las que se instalan los que llegan seguirán teniendo los mismos habitantes. Unos habitantes que se han quedado donde están porque las élites que dominaban y articulaban las sociedades locales han llegado a un pacto con el poder entrante. La ciudad, con sus moradores, va redefiniendo su topografía, pero no de una manera arbitraria o conflictiva. El poder musulmán naturalmente impone sus intereses pero no va a disputar, a los que han pactado, sus espacios de representación. La legitimidad del acuerdo, respaldada por la fuerza, permite a los musulmanes actuar de forma decidida en ciertas partes de la ciudad, como se ve en la parte sur, donde primero apareció el alcázar y más tarde la mezquita. Al mismo tiempo, otras partes de la ciudad siguen manteniendo, sin ser cuestionados, sus referentes religiosos previos (cristianos). Este es el caso de Cercadilla, donde las iglesias ni son destruidas ni son desafiadas colocando, cerca, mezquitas. La primera mezquita acreditada arqueológicamente en este arrabal aparece en el siglo X y es consecuencia de un contexto (el explosivo crecimiento de la ciudad en época califal) que nada tiene que ver con lo que ocurría en el siglo VIII.

Este modelo de implantación no es algo original de al-Andalus. Lo encontramos en otros territorios de conquista. La gran mezquita de Damasco, aljama de los Califas Omeyas, se levanta dentro de los límites de un colosal templo pagano, sin restos de iglesias intermedias. La Cúpula de la Roca y la mezquita al al-Aqsa, en Jerusalén, se alzan en la Explanada del Templo, un barbecho urbano deliberadamente mantenido bajo la dominación bizantina como humillación al colectivo judío. En Amán, una de sus colinas que albergaba un conjunto de ruinas romanas vio surgir un gran complejo palatino omeya además de una mezquita y un mercado.

La implantación, sin duda, supuso una solución de continuidad en la historia de las ciudades, pero no se hizo a costa de provocar desplazamientos forzosos, sino con la intención de generar nuevos polos de desarrollo urbano propiamente musulmanes. Desde esta perspectiva pensemos de nuevo en el tópico historiográfico sobre las catedrales y las aljamas: ¿se imaginan que en todas y cada una las ciudades de al-Andalus que siguieron teniendo obispados (cerca de veinte) los mitrados tuvieran que hacer las maletas para dejar atrás su catedral y trasladarse a otra iglesia? De momento no tenemos ningún dato, documental o arqueológico, que acredite estas mudanzas.


Mihrab de la mezquita de Córdoba. Fototeca del Patimonio Histórico.


Terminemos preguntando por el edificio que lleva rato sobrevolando estas líneas ¿Dónde estaba la catedral cordobesa? Al no existir pruebas de traslados (bajo la mezquita no hay iglesias y mucho menos un complejo episcopal) tenemos que pensar que siempre estuvo en el mismo lugar, desde época preislámica hasta, por lo menos, finales del siglo X, momento en el que sabemos con seguridad que seguía existiendo el obispado cordobés (colofón de la Biblia Hispalense, escrito por el entonces obispo de Córdoba, Juan, en 988). Existe un conjunto de obras literarias debidas a escritores cristianos cordobeses de mediados del IX (Eulogio, Álvaro y Sansón) en las que se dan bastantes noticias sobre la actualidad del momento. Vemos desfilar por ellas a muchas personas y, también, a muchos establecimientos religiosos que van desde la ciudad hasta sus alrededores. Alguna de ellas tenía que ser necesariamente la catedral. El problema es que ninguno de los tres escritores usa el término catedral para referirse a una iglesia en concreto. Entre todas las iglesias mencionadas, por lógica y casuística, la catedral tiene que ser una de las ubicadas en el medio urbano cordobés: San Acisclo, San Zolio, Los Tres Santos. Todos estos centros religiosos se localizan en diferentes suburbios que iban más allá de los límites marcados por las murallas romanas, lo que no significa que no formen parte efectiva de la ciudad de Córdoba. Dentro de sus murallas, por cierto, no encontramos información sobre la presencia de iglesias. Ni en los textos de época visigoda ni en los textos árabe-cristianos hay referencias a iglesias intramuros, presentes o pasadas. En cuanto a las propuestas hechas desde el registro arqueológico (la basílica de San Vicente en la mezquita y la iglesia del Convento de Santa Clara) carecen de bases argumentales solventes.

Entre las candidatas a catedral tal vez sea San Acisclo la que tenga más opciones: hay obispos enterrados en su necrópolis (lápida del obispo Lampadio muerto en 549, anillo del obispo Sansón sin fecha); la información textual árabe-cristiana muestra una fuerte vinculación entre esta iglesia y autoridad episcopal. Sea o no San Acisclo la catedral, lo importante es que la ciudad a la que llegan los musulmanes tenía, fuera del viejo recinto romano, sus principales edificios religiosos. Esta circunstancia, consecuencia de unas dinámicas históricas previas que son comunes a los núcleos urbanos postclásicos hispanos, jugó a favor de los que vinieron, permitiéndoles ocupar unos espacios, antes centrales, que han perdido dinamismo pero que ofrecen escenarios en los que desarrollar los nuevos discursos monumentales. La verdadera suplantación llegará más adelante, cuando los poderes cristianos medievales van conquistando las grandes medinas de al-Andalus: las aljamas se transforman en catedrales, los alcázares en fortalezas-palacio cristianos, las mezquitas de barrio en parroquias, los zocos en mercados.


PARA AMPLIAR:

 

 

 

 

 

miércoles, 23 de marzo de 2022

ALCAZABA DE ALHAMA DE GRANADA

 

ALCAZABA DE ALHAMA


DE GRANADA


Estaba jalonados de torres, portillos y cuatro puertas



TORRE DE LOS ESCALADORES- Alcazaba de Alhama

Alhama de Granada está enclavada en un punto estratégico, a medio camino entre Málaga y Granada. Desde lo alto de la peña se domina el basto territorio circundante. Aquí se asentaron los musulmanes desde el siglo IX hasta la reconquista por parte de las tropas cristianas, el 28 de Febrero de 1482.

Alhama fue desde el primer momento una ciudad fortificada. Estaba constituida por zonas diferenciadas. Por un lado la medina, donde se estableció la población y por otro la alcazaba, que albergaba la guarnición militar, y sería la zona defensiva que presidía a la ciudad. Todo el conjunto estaba circundado por murallas, aprovecharon la protección que les daba los tajos por dos de sus flancos para levantar parte de la fortificación. Esto hizo de Alhama un lugar casi inexpugnable. El recinto de la ciudad estaba constituido por altos muros jalonados de torres, portillos y cuatro puertas que eran la de Granada, la de Málaga, la del Agua y la de la Mina.

En el interior se encontraba la medina cuyo trazado, de estrechas y serpenteantes calles, aun pervive. El centro de la ciudadela musulmana sería la actual Plaza de los Presos. Aquí se encontraba la mezquita mayor, el zoco, las alhóndigas y la alcaicería. La sede del gobierno de la ciudad también estaría cerca de la mezquita.

La parte Noroeste y Suroeste de Alhama era la más vulnerable, por lo que fue la zona mejor fortificada, emplazando en ella la parte más importante de la alcazaba.

TORRE DE LA VIUDA – Alcazaba de Alhama

La Alcazaba de Alhama  estaba separada de la población por una ronda. Albergaba las dependencias de los militares con viviendas, caballerizas y almacenes. Además contaba con una gran torre que era la residencia del alcaide, conocida posteriormente como El Castillo.

En las partes más importantes de lo que formó la fortaleza de Alhama, se han instalado hitos informativos, de los que destacamos los siguientes:

Puerta de Málaga: De ella partía el camino que comunicaba directamente con la ciudad de Málaga.

De gran importancia para Alhama, fue junto con la Puerta de Granada, uno de sus principales accesos.

Comunicaba directamente con la medina a través de calles anchas, facilitando así el acceso a las caballerías y los carros que abastecían la población.

Torre del Mirador o de las Almunias: Llamada así por los baluartes situados sobre los tajos, denominados también  Miradores del Concejo. Daban hacia las villas o casas de campo cercanas.

Puerta de la mina: Formaba parte del camino que comunicaba la población con las alquerías de Arenas, Játar y la costa de Almuñécar.

Bajo la torre se encuentra una vía subterránea, excavada parcialmente en la roca, que comunicaba la ciudad de Alhama con el río. Ideada para que fuese posible el suministro de agua en momentos de asedio.

Torre de la Viuda de Juan de Vallarta o del regidor: Era una torre de ronda de la muralla. Ubicada, al parecer, a la espalda de la casa del regidor.

Torre de los escaladores o de las peñas del adarve:  Según los cronistas por este lugar un grupo de escaladores musulmanes intentó el asalto a la ciudad.

Puerta del agua: Fue un punto de acceso de la población a la vega del río. Se sitúa entre la Puerta de la Mina y la de Granada.

Puerta de Granada o Torre de las Campanas: Fue la puerta principal de la ciudad de Alhama. De ella partía el camino medieval que unía Granada y Málaga. Se comunicaba directamente con la medina. En el siglo XVI se instalaron en su torre unas campanas, denominándose a partir de ese  momento Torre de las Campanas.

Torre de las Carnicerías, o del adarve del matadero: Se encontraba en dirección a las Carnicerías Reales, cuya portada blasonada todavía queda en pie.

Torre del portillo, de vergara o de la barbacana: Situada en una posición estratégica del perímetro amurallado de Alhama.

Torre de las escalas: Construida como refuerzo, se encontraba en el poniente del adarve de la muralla de Alhama. Por esta zona, según las crónicas, se concentraron las tropas castellanas.


Fortaleza de Alhama

Torre del homenaje: Adyacente a la Torre de las Escalas, cumplía funciones defensivas en la parte más vulnerable de la muralla, por donde los tajos pierden su elevación.

Torre de los arcos de la fortaleza: Por este espacio el acueducto entra en la ciudad llevando el agua a la población de Alhama. 

Torre de Vélez: Llamada así por encontrarse en el Camino de Vélez. Constituyó una de las vías principales de Alhama.

Portada de las Carnicerías Reales (1568-1571): En cuya ejecución intervino el alarife de Granada Juan Castellanos. Destacan en ella, los escudos del corregidor Gome Mesía de Figueroa, quien organizó las milicias de Alhama, Loja y Alcalá la Real para luchar contra los moriscos sublevados en las Alpujarras y Sierra de Bentomiz. La portada se volvió a remodelar en 1738.

A extramuros de la ciudad se encontraba la Al-musarà o al-musallà, un espacio reservado para el adiestramiento militar tanto ecuestre como de infantería, donde también se realizaban funciones públicas.

martes, 22 de marzo de 2022

LA ALCAZABA DE LOJA - GRANADA

 

ALCAZABA DE LOJA - GRANADA


La Alcazaba de Loja es una construcción defensiva de época nazarí, que se conectaba visualmente con la red de torres vigía distribuidas a lo largo de la frontera del reino de Granada. De un enorme pasado explendor, hoy quedan en pie muchas de sus murallas y torres, tras una reciente restauración. En la ciudad musulmana de Medina Lawsa, la alcazaba se erigía en centro preeminente de la vida política y militar, y fue pieza clave de la conquista de Granada. Es por ello, el espacio histórico mas significativo de Loja.




La Alcazaba está situada en el barrio al que da nombre, en el lugar mas elevado de la población y es un referencia visual del centro histórico de Loja que puede contemplarse casi desde cualquier punto de la localidad y sierras adyacentes. En ella destaca un majestuoso Torreón Principal, alrededor de una cúpula central en forma de media naranja. Se puede contemplar el aljibe nazarí de tres naves o el sistema de murallas y torres dentro del que destaca la Torre Ochavada. Permanecen en pie la Torre del Homenaje, con dos plantas en su interior, realizada en piedra de sillería, la Torre Ochavada, la de las Almenas, la del Maestre, la del Agua, y la de Basurto, junto al Caserón de los Alcaides cristianos y otros restos de edificaciones.

Historia de la Alcazaba

Fernando III el Santo, Pedro I el Cruel y los Reyes Católicos, en sucesivas etapas históricas, conquistaron esta fortaleza árabe. Para los Reyes Católicos resultó un lugar primordial en su empresa de la conquista de Granada. En los grabados históricos de la época, como en los de G.Hoefnagle en 1585, podemos apreciar la monumentalidad de esta Alcazaba lojeña. Restos arqueológicos encontrados en ella dan fe de la existencia de un núcleo poblacional de épocas ibérica y romana. La ciudad musulmana Medina Lawsa, se organiza en torno a la Alcazaba, siendo ésta el eje de la ciudad. En ella vivian el poder político y militar, organizándose por tanto como ciudad palatina.

Torre Ochavada

Baluarte o torre llamada así por su forma octogonal. Era habitable en su interior y se arrendaba hasta épocas recientes para ayudar a sufragar las arcas municipales. En 1576 se instala en ella un reloj "porque desde allí, se oirá en la mayor parte de la ciudad". En 1601 la reclama el alcaide don Pedro de Tapia, como perteneciente a la fortaleza y para utilizarla de polvorín y, en 1612, a petición de los vecinos del Jaufín y del Mesón de Arroyo, se acuerda de nuevo poner el reloj en ella.

Hoy en dia es un reducto impresionante sobre todo vista desde el Mirador de Sylvania, de la fortificación hispano árabe.

Otra opinión:

La alcazaba de Loja está situada sobre una roca que domina la localidad granadina del mismo nombre.

Tanto los íberos como los romanos ocuparon el lugar.

A finales del s. IX los musulmanes construyeron una primera fortificación a partir de la cual fue creciendo la ciudad. Entre los s. XI y XII Loja es ya una ciudad importante. A mediados de este siglo se amplían y refuerzan las murallas, algo que se volvería a hacer durante los s. XIII y XIV, conservándose en la actualidad 18 torres (de planta cuadrada, semicircular y 1 octogonal) y varios lienzos de muralla.

Fernando III “El Santo” conquistó la ciudad, volviendo a manos de los musulmanes. Lo mismo sucedería bajo el reinado de Pedro I “El Cruel”. En 1486 los Reyes Católicos la conquistarían definitivamente para el bando cristiano. Poco a poco, debido a que la función defensiva ya no es necesaria, el recinto amurallado y la alcazaba se van deteriorando, usándose además los materiales para la construcción de viviendas de la localidad.


Se trata de una fortaleza de planta triangular. La muralla estuvo defendida por numerosas torres de las que se conservan cinco: la de las Almenas, la del Agua, la del Maestre, la de Basurto y la más conocida, la torre Ochavada (por su planta octogonal). Esta última fue usada como vivienda (era alquilada por el propio ayuntamiento para recaudar fondos) y también como polvorín a comienzos del s. XVII. En 1576 se puso un primer reloj, siendo sustituido por otro en 1612.

Ya dentro de la fortaleza se conserva la Torre del Homenaje (s. XII o XIII), de planta cuadrada y con unos 10 m. de altura, y dos plantas en su interior. En ella encontramos la que seguramente fue la puerta de acceso principal a la fortaleza, que está defendida desde arriba por una trampilla por la que se arrojaban líquidos hirviendo al enemigo en caso de ataque. Sobre la puerta de entrada hay una inscripción en árabe en la que se pude leer: «Dios es único, no engendró ni fue engendrado, no tiene compañero». Y sobre ella una mano con la llave de la ciudad. Hay también una poterna en uno de los lados de la muralla que rodea el patio de armas.

Pegada a ella está el Caserón de los Alcaides Cristianos, convertido en 2004 en museo de la ciudad (antes de eso tuvo diferentes usos como almacén, cuartel o incluso cárcel). Los orígenes de esta edificación son de comienzos del s. XVI, mandado construir por don Pedro de Tapia,

alcaide de la fortaleza en esa época. Se trata de un edificio de dos plantas construido en mampostería.

De lo que fue el recinto amurallado de la ciudad apenas se conservan un par de torres y alguna puerta, como la conocida como del Jaufín.

En los alrededores de Loja se conservan restos de torres vigía que contribuían a la defensa de la ciudad y de la cercana Granada.

Este baluarte, no solo cumplía funciones defensivas, sino que también era el lugar de residencia de los mandatarios de la ciudad, antes y después de la conquista castellana. La Alcazaba de Loja, fue en resumidas cuentas, el núcleo administrativo, político, y militar, de la comarca de Loja. 

El cerro de la Alcazaba, donde se asienta su castillo, estuvo ocupado por el hombre desde el Bronce Final, y siguió habitado de manera ininterrumpida hasta la época ibérica. Durante la dominación romana, poco se ha documentado, si bien, se ha excavado una necrópolis tardorromana en la parte baja de la ciudad. Sin embargo, el origen de la ciudad de Loja y de la Alcazaba, es árabe. 



Loja se comenzó a poblar por los árabes, en la época emiral, siglo IX. En el año 893, los Omeya mandaron levantar un primer castillo o “hisn”, que con el curso de los siglos se fue transformando, hasta convertirse en la actual Alcazaba de Loja. Un siglo más tarde, en época califal, la alcazaba de Loja ya ejercía de eje administrativo con funciones fiscales y militares de la comarca, compuesta por 62 distritos.

Entre el siglo XI y XIII, Loja, ya era una ciudad de cierta importancia, integrada por un núcleo urbano que pudo albergar unos 2.000 o 3.000 habitantes. Tenía cuatro espacios diferenciados: una fortaleza o alcazaba, un barrio junto a la misma, el barrio del Arrabal, y otro barrio, situado en la ladera norte del cerro, que era denominado Jaufín, y donde todavía se conserva una de sus puertas de acceso, La Puerta del Jaufín.

El recinto amurallado de Loja fue, probablemente, trazado durante la segunda mitad del siglo XII, reforzado y corregido entre los siglos XIII y XIV. Consta de una muralla con varias torres: 13 cúbicas, 4 semicirculares y 1 octogonal, esta última conocida como Torre Ochavada. La mayoría de la Alcazaba de Loja está construida de mampostería, con refuerzos de cantería en las esquinas . Excepcionalmente aparecen muros realizados en tapial. 


La Alcazaba de Loja, corona un pequeño promontorio rocoso, al pie de Sierra Gorda, desde donde se domina un basto territorio. Tiene forma ligeramente triangular, y se podría decir que su orientación es Este-Oeste. Ocupa una extensión aproximada de 2.000 metros cuadrados. Destacan de su interior tres estructuras levantadas en dos épocas diferentes. Por un lado el Aljibe y la Torre del Homenaje construidas durante la etapa almohade, siglo XII-XII, y por otro, la Casa de los Alcaides Cristianos, edificada en el siglo XVII, por el Licenciado D. Pedro de Tapia, Alcaide de la fortaleza, y que está adosada a la torre del homenaje.


En la zona central de la ciudad fortificada se encuentra la alcazaba propiamente dicha. Su lienzo Sur-Suroeste se conserva entero. Está compuesto de tramos de muralla en los que se intercalan cinco torres, de planta cuadrada. Es de gran altura, y se construyó de mampostería. Parte del mismo se apoya en el escarpe rocoso, haciendo inexpugnable la fortaleza por el flanco Sur. 


PUERTA TORRE DEL HOMENAJE – ALCAZABA DE LOJA

A la Alcazaba de Loja se accedía desde la medina, a través de una puerta situada en la Torre del Homenaje, elaborada de gruesos muros de sillería, de más de 10 metros de altura. La planta de la Torre del Homenaje es rectangular, mide 14,20 metros de ancho por 11,20 metros de largo. En su fachada, y tras un pasadizo, se sitúa el hueco principal de acceso que está defendido por una buharda, hoy cegada. En el dintel de la puerta está escrito en caracteres cúficos: “Dios es único, no engendró ni fue engendrado, no tiene compañero”

Al igual que la Torre de la Justicia de la Alhambra, la Torre del Homenaje de la Alcazaba de Loja, contiene el símbolo de la llave, en un lado de la clave del arco de entrada, y la mano de Fátima o escudo de la Orden de la Banda en la otra, símbolos estos nazaríes. El interior de la torre lo forman varias dependencias para la guardia.

Un vano abierto, en el siglo XVII, en la cara Oeste de la torre, conecta la Torre del Homenaje con la Casa Cristina o Caserón de los Alcaldes, mandada construir por Don Pedro de Tapia en 1616.



Este inmueble tiene forma trapezoidal, y alberga actualmente el Museo Histórico Municipal de la Alcazaba de Loja. Se trata de una construcción de dos plantas levantadas sobre una superficie de 124 metros cuadrados. Fabricada en aparejo mixto de ladrillo, con cajones de mampostería y tapial. Interiormente, el edificio presenta dos salas (una en cada planta) abiertas al exterior por abundantes vanos que aportan magníficas vistas de Loja.


Junto al Caserón de los Alcaides, se encuentra el patio de armas, que alberga el gran aljibe de la fortaleza. Esta obra hidráulica está semienterrada, debido a la gran cantidad de relleno acumulado en el interior del recinto. El aljibe de la Alcazaba de Loja es de planta rectangular, constituido por tres naves paralelas, comunicadas entre sí por arcos apuntados que apoyan sobre pilares. Mide interiormente 7,80 metros de largo por 7,30 metros de ancho, y cuenta con una espectacular altura de 5,20 metros. 



ALJIBE – ALCAZABA DE LOJA

Las naves se cubren con bóvedas de arista las extremas, y esquifada la central. Los pilares y bóvedas están realizadas de ladrillo, enluciéndose el conjunto con mortero de cal. Conserva la escalera original por la que se bajaba. Este aljibe tenía capacidad para albergar 286 metros cúbicos de agua. 

En el patio de armas de la alcazaba de Loja se encontró, en 2014, una necrópolis que contenía 28 sepulturas, con los restos de las personas que perecieron durante los asedios y ataques que sufrió la ciudad, en la década de los 80 del siglo XV 

A partir de la conquista castellana de la ciudad, en 1486, las murallas de la alcazaba de Loja, sufrieron un deterioro continuo, desmantelándose algunas de las torres y parte de los lienzos. Si nos asomamos a los miradores, que hay apostados a lo largo de la muralla, podremos ver cómo muchas viviendas están construidas sobre los mismos lienzos de la fortaleza lojeña



MUSEO DE LOJA – ALCAZABA DE LOJA

Este inmueble tiene forma trapezoidal, y alberga actualmente el Museo Histórico Municipal de la Alcazaba de Loja. Se trata de una construcción de dos plantas levantadas sobre una superficie de 124 metros cuadrados. Fabricada en aparejo mixto de ladrillo, con cajones de mampostería y tapial. Interiormente, el edificio presenta dos salas (una en cada planta) abiertas al exterior por abundantes vanos que aportan magníficas vistas de Loja.