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viernes, 18 de noviembre de 2022

YAHWAR B. MUHAMMED

 

 

YAHWAR B. MUHAMMED

 

Ŷahwar b. Muḥammad b. Ŷahwar: Abū-l-Ḥazm Ŷahwar b. MuḤammad b. Ŷahwar b. ‘Ubayd Allāh b. AḤmad b. MuḤammad b. al-Gamr b. Yaḥyà b. ‘Abd al-Gāfir b. Yūsuf b. Bujṭb. Abī ‘Abda. Córdoba, 364 H./974 C. – 6 de muḤarram de 435 H./15.VIII.1043 C. Primer gobernante de la taifa de Córdoba,

Luego que una asamblea (ŷamā‘a) de notables depusiera al califa omeya Hišām III al-Mu‘tadd y aboliera el califato cordobés en u-l-Ḥiŷŷa de 422/noviembre de 1031. Abū-l-Ḥazm se convirtió en el primer gobernante —que no rey— de la taifa de Córdoba

A partir de esa fecha, Abū-l-Ḥazm Ŷahwar no abandonó su función de visir ni tampoco su residencia para trasladarse al palacio califal, evitando así suspicacias indeseables por parte de sus paraiguales, y consiguiendo la aceptación de los cordobeses, imprimiendo a su autoridad la apariencia de una república de notables; pues aunque fuera el más importante de los visires, y de hecho el dueño del poder, al principio prefirió formalmente establecer un triunvirato junto con otros dos visires miembros de su familia: MuḤammad b. ‘Abbās y ‘Abd al-‘Azīz b. Ḥasan, a los que no tardó de hecho en reducir a simples consejeros.

Abū-l-Ḥazm Ŷahwar no era más que el último eslabón de una cadena familiar de grandes dignatarios, y el primero en alcanzar el pleno gobierno en la ciudad de Córdoba. Se sabe, en efecto, que su antepasado Bujṭb. Abī ‘Abda fue cliente del quinto califa omeya de Damasco ‘Abd al-Malik (65/685-86/705), y que Yūsuf b. Bujṭentró en Al-Andalus poco antes de la venida de ‘Abd al-Raḥmān I; ‘Abd al-Gāfir fue uno de los chambelanes (ḤāŶib) de HiŠām I, y canciller o guardián del sello (sāḥib al-jātām) de este emir, así como de su sucesor al-Ḥakam I, del que sería también Ḥāŷib un hermano de ‘Abd al-Gāfir, llamado ‘Abd al-‘Azīz.

La familia de los Banū Ŷahwar siguió desempeñando los cargos más importantes del estado omeya, pues sus miembros fueron chambelanes, visires y secretarios —el propio padre de Abū-l-Ḥazm fue secretario particular de Almanzor— hasta que estalló la guerra civil que daría al traste con el califato, consiguiendo los Banū Ŷahwar mantenerse al margen de la misma y sin tomar partido públicamente por ninguno de los que aspiraban a ser califas.

Ibn Ḥayyān, el más grande historiador de Al-Andalus, contemporáneo de los hechos acaecidos en Córdoba y a veces testigo ocular, cuenta según Ibn ‘Iḏārī: “Convinieron los principales de entre las gentes de Córdoba en delegar su poder en Abū-l-Ḥazm Ŷahwar y consideraron sus cualidades —respecto a lo cual no discreparon— entonces pusieron el gobierno en sus manos, por ser el más capacitado para ello; confiaron el mando de la comunidad al más fiel de ella. Creó para ellos, desde el comienzo de su mandato, un género de gobierno al que los sometió y en el que tuvieron por excelente la política. Y así descendió la protección sobre las gentes de Córdoba en su tiempo. Logró todo lo que levantaba al país, después de dar con largueza a sus soldados, y hacía eso por mano de personas de confianza de entre sus criados, dominándolos con su poder, y si había algo de favor, lo dejaba en manos de ellos, inteligentemente, como testimonio en su pro, y no se les interponía en nada. Cuando se le pedía algo decía: “No me compete dar o prohibir, ello compete a la comunidad; yo soy su hombre de confianza”. Y si le inquietaba un asunto o resolvía administrar convocaba a los visires y les pedía consejo, y si le dirigían un escrito no lo examinaba, a menos de que estuviera dirigido a nombre de los visires. La suerte le dio el poder por su bondad, mas no dejó, a pesar de eso, de interesarse por sus medios de existencia, hasta el punto de que su riqueza se duplicó y no llegó a encontrar a otro más rico que él. Consiguió todo eso mediante la constante avaricia y la pura abstinencia; si no fuera por estas dos faltas, no se encontraría defecto que achacarle y sería perfecto, si el hombre pudiera ser perfecto”.

Está claro que Abū-l-Ḥazm Ŷahwar inauguró, al iniciar su tardía taifa, un sistema de gobierno de apariencia republicana, cuando en realidad su poder era ilimitado, porque la asamblea de visires nunca se opuso a sus opiniones ni rehusó contradecir o no sancionar sus órdenes. Los visires no fueron más que figuras decorativas de un gobierno democrático sólo de aspecto. Abū-l-Ḥazm tuvo la habilidad de derivar las responsabilidades de gobierno sobre los visires, ya que aparentemente él no tomaba ninguna decisión sin la conformidad unánime de los visires, y éstos, al ser las decisiones colegiadas, fueran erróneas o no, hacían causa común con el ejecutor de los acuerdos del consejo: el propio Abū-l-Ḥazm. Ello conjuraba cualquier disidencia entre esos notables, dando así estabilidad a su gobierno, sin suscitar la envidia de sus iguales al seguir con sus costumbres anteriores, mezclándose con la gente, visitando a los enfermos y asistiendo a los entierros, sin darse jamás aires de príncipe. Esta conducta no sólo le dio popularidad, sino que también reforzaría su autoridad.

Su gobierno paternalista duró doce años y fue sumamente beneficioso para Córdoba. Primero se ocupó del control de su ciudad, para ello expulsó a la mayoría del elemento militar beréber (salvo algunos Banū frān), aborrecido por los cordobeses, reemplazándolo por una milicia urbana, a la que distribuyó armas, reclutada entre los artesanos y gentes de los mercados. Según al-Dabbī, dispuso que sus soldadas fueran la base de su capital, que puesto en sus manos se convertiría en una fuente de beneficios, cuyas rentas cobrarían. Resultaba así que sólo cobraban una renta, mientras que el capital mismo quedaba intacto y se incrementaba, con lo que el nivel económico de Córdoba mejoró. Los saqueos de los palacios acabaron, encargando a la guardia palatina y a las tropas mercenarias su custodia y cuidado, como se hacía en tiempos del califato, sin que Abū-l-Ḥazm se trasladara a vivir en ellos, permaneciendo en su casa como un ciudadano más y desde donde dirigía los asuntos del Estado. Prohibió el consumo de bebidas alcohólicas, mandando derramar su contenido y romper los recipientes que las contenían. Desterró a los delatores que vivían de los pleitos que suscitaban, y nombró un pequeño número de testigos instrumentales con sueldo, al igual que los magistrados. Echó del territorio de la taifa a todos los curanderos y charlatanes que se hacían pasar por médicos, y ordenó a un consejo de expertos que examinara a quien pretendiera ejercer la medicina. Para garantizar la seguridad de los cordobeses, ciertos visires eran responsables de los distintos barrios de la ciudad, teniendo a su disposición una fuerza policial día y noche. Tanto los barrios como los mercados tenían puertas que se cerraban para evitar desórdenes nocturnos y robos, mientras las patrullas de ronda recorrían las calles. Abū-l-Ḥazm, con todo, gracias a su prudencia y prestigio, suavizó las penas más severas de la ley islámica (Šarī‘a), considerando que daba mejores frutos una política de moderación, a fin de pacificar una ciudad en exceso levantisca.

A la vez que conseguía la estabilidad y la paz interior, se ocupó de que los dineros del Estado no se malgastaran. Empezó por asignarse una cantidad mensual por sus servicios, haciendo lo mismo con los visires, a los que fijó un estipendio que cobraban del tesoro público, sin tener derecho ni ellos ni él a cantidad suplementaria alguna. Asimismo, como marca de probidad, no quiso hacer de su casa el almacén del erario (jizānaṭal-māl), como antaño habían hecho los califas de su palacio, cuyos dineros gastaban según su capricho. Abū-l-Ḥazm, por el contrario, consideraba el tesoro público patrimonio de la comunidad y, por tanto, ordenó que se custodiara en otra parte por hombres de confianza, a quienes se les entregaban los dineros del impuesto, obligándolos a llevar una minuciosa contabilidad. Todas estas medidas darían lugar a una ciudad pacificada y segura que, gracias a una política exterior amistosa con las taifas limítrofes llevada a cabo por este gobernante, traería nueva prosperidad para Córdoba, que empezó a recibir nuevos habitantes llegados de lugares inseguros o en guerra. Enseguida esta inmigración activaría la economía, pues los recién llegados compraron terrenos y reedificaron algunos de los barrios arruinados durante la guerra civil, con lo cual aumentó el valor de los bienes y de las casas. Activó el comercio y se llenaron los zocos de géneros y mercancías, bajaron los precios y hubo un bienestar general en la antigua capital califal.

Toda esta labor de saneamiento de la economía y de paz estuvo a punto de no servirle de mucho a Abū-l-Ḥazm Ŷahwar, ya que en 427/1035-1036 Muhammad b. ‘Abbād, rey de Sevilla, suscitó un falso califa Hišām II y pretendió que todos los demás régulos de taifas lo reconocieran, puesto que él había sido nombrado su Ḥāŷib. Fue reconocido por el señor de Carmona, por Muŷāhid de Denia, ‘Abd al-‘Azīz de Valencia y por el señor de Tortosa. Abū-l-Ḥazm Yahwar se vio también obligado a reconocerlo por presión de los cordobeses y, en adelante, se hizo mención del pseudo-califa en las oraciones públicas. Abū-l-Ḥazm envió emisarios para que se cerciorasen de la auténtica identidad del reaparecido Califa, pero fueron llevados a una estancia oscura donde estaba el supuesto Hišām II, y allí se les dijo que estaba enfermo de los ojos y no podía aguantar la luz. Los emisarios se volvieron a Córdoba sin estar seguros de su identidad. Cuando el Rey sevillano intentó instalar a su Califa en Córdoba, Abū-l-Ḥazm y la mayoría de los cordobeses, poco o nada convencidos de que aquel individuo fuera el Califa, le negaron la entrada en la ciudad y, por supuesto, no se dijeron más preces en su nombre.

La extensión de la taifa gobernada por Abū-l-Ḥazm Ŷahwar no se extendía más allá del alfoz de la ciudad de Córdoba, si bien su capital seguía siendo la más prestigiosa y populosa de Al-Andalus, tras Sevilla. Después de la abolición del califato y la proclamación de Abū-l-Ḥazm como gobernante independiente de la ciudad, los demás régulos de taifas consideraron que ningún lazo político los unía ya con la capital ni con su nuevo dirigente, un viejo visir que no les superaba en nada a muchos de ellos; de ahí que algunos se creyeran más dignos que él para gobernar sobre la antigua sede califal. Abū-l-Ḥazm intentó, no obstante, unificar el país dividido en taifas en provecho suyo, por ser el gobernante de la antigua capital del califato. Envió entonces cartas a los distintos régulos invitándoles de hecho a que lo reconocieran como señor. Como era de esperar, ninguno de aquellos cabecillas se prestó a sustentar tal pretensión. Abū-l-Ḥazm, por tanto, hubo de implementar una política exterior que alejara el peligro de una absorción de Córdoba por algunas de las taifas limítrofes más poderosas, como las de Sevilla o Toledo, a la vez que reforzaba los medios de defensa, a fin de dar seguridad y prosperidad continuada a sus dominios.

Para acabar con las veleidades de conquista de la ciudad por otros régulos, distribuyó armas entre la población civil cordobesa, y ordenó tenerlas a mano en las tiendas de los zocos y en las casas particulares, por si un ejército intentaba un ataque de día o de noche contra la ciudad; pero considerando que la fuerza militar de Córdoba no era suficiente para mantener y ganar una guerra, luego de la casi total expulsión de los contingentes militares beréberes, Abū-l-Ḥazm optó por una política de paz y moderación, empleando preferentemente medios diplomáticos. Conseguía así una razonable armonía con los régulos beréberes de distintas taifas y entabló provechosas relaciones económicas con ellos. Abū-l-Ḥazm Ŷahwar hizo de mediador en las disputas guerreras de algunas taifas, tal fue el caso del visir Ahmād b. ‘Abbas, prisionero del rey zīrí de Granada, Bādīs b. Habbūs, pero no pudo salvar la vida del poeta, literato y visir de la taifa de Almería. Medió asimismo en las disputas de Rey de Sevilla y el Rey de Badajoz (pero sólo su sucesor conseguiría que ambos rivales aceptaran la paz), así como en otros casos, con desigual éxito. Abū-l-Ḥazm logró, sin embargo, gracias a esta política, mantener la ciudad de Córdoba apartada de las rivalidades existentes entre los distintos reyes de taifas que deseaban extenderse a costa de sus vecinos. Hizo de ella una ciudad de refugio para los régulos y príncipes destronados por los reyes más poderosos, especialmente el de Sevilla, al-Mu‘taḏid. Esta política de protección a los vencidos fue continuada por su hijo y sucesor Abū-l-Walīd Muhammad b. Ŷahwar. Entre los reyes destronados que se acogieron en la Córdoba Ŷahwarí se hallan los siguientes: ‘Abd al-Malik b. Sābūr, heredero del reino de Badajoz y señor de Lisboa por un tiempo, pero el antiguo visir de su padre, ‘Abd Allāh b. MuḤammad b. Maslama b. al-Afðas lo desalojó del poder permitiéndole que se fuese a Córdoba, donde Abū-l-Ḥazm Ŷahwar le permitió aposentarse en la mansión que había pertenecido a su padre Sābūr, allí permaneció hasta el fin de sus días. También se refugiaron en Córdoba bajo la égida de los Banū Ŷahwar los príncipes destronados por los abadíes de Sevilla, entre ellos MuḤammad b. YaḤyà b. YaḤîubī, desalojado de Niebla por el rey sevillano al-Mu‘taḏid, buscó refugio en Córdoba en 433/1051-1052; lo mismo ocurrió con su sucesor Fatḥ b. Jalaf b. Yaḥyà que, desalojado de sus posesiones de Niebla y Gibraleón por el sevillano, se refugió en Córdoba en 445/1053-1054. Igual suerte corrieron los bakríes de Huelva y Saltés, tanto su señor, ‘Abd al-‘Azīz al-Bakrī —como su hijo, el famoso geógrafo Abū ‘Ubayd al Bakrī— al ser depuesto por al-Mu‘taḏid se vino a vivir a Córdoba en 443/1051-1052, etc.

Ibn Ḥayyān, historiador y secretario de los Banū Ŷahwar, resume la situación de Córdoba de la siguiente manera: “Era Abū-l-Ḥazm, pese a su excelencia y a lo elevado de su rango, uno de los hombres más dados a la modestia y a la sobriedad… No varió su proceder desde la juventud a la madurez y permaneció en el gobierno de Córdoba, pues tuvo éxito en su esfuerzo […] Alejó a los tiranos reyes de la sedición, hasta el punto de que preservaron su capital y la consideraron cosa inviolable […] Abū-l-Ḥazm murió la noche del viernes, 6 de muḥarram de 435 [15 de agosto de 1043]”.

Abū-l-Ḥazm Ŷahwar, consecuente con la forma de entender el poder, no nombró sucesor alguno; sin embargo los cordobeses entregaron el mando a su hijo Abū-l-Walīd MuḤammad b. Ŷahwar, que supo mantener en sus dominios, así como en política exterior, las directrices de su padre.

Bibl.: Al-MaqqarNafḥ al-ðīb, ed. de la primera parte por R. Dozy, G. Dugat, L. Khrel y W. Wright, Analectes, t. I, Leide, E. Brill, 1855, t. I, págs. 192 y 286; Ibn BažkwĀl, Kitāb al-Sila, ed. de F. Codera, Bibliotheca Arabico-Hispana, ts. I-II, Madrid, 1883, pág. 132; Al-DabbBugyaṭal-multamis, t. III, Madrid, 1885, págs. 23-24 y 243-244; Al-NuwayrNihāyaṭal-‘arab, ed. y trad. parcial de M. Gaspar Remiro, Historia de los musulmanes de España y África por En-Naguairi, Granada, 1917-1919, págs. 86-87 y 83-84; A. Prieto Vives, Los reyes de taifas. Estudio histórico-numismático de los musulmanes españoles en el siglo V de la hégira, Madrid, E. Maestre, 1926, pág. 64; Ibn ‘IĀral-Bayān al-Mugrib fī [ijtiîār] ajbār mulūk Al-Andalus wa l-Magrib, con título y subtítulo en francés: Al-Bayān al-Mugrib. Tome troisième. Histoire de l’Espagne Musulmane au XIème siècle. Texte Arabe publié par la première fois d’après un manuscriṭde Fès, ed. de E. Lévi-Provençal, Paris, Paul Geuthner, 1930, págs. 41, 150, 172, 185-187, 190, 198-199, 201 y 233-234 (trad. crítica [con centenares de correcciones, merced a la ajīra de Ibn BassĀm y a las “Observations sur le texte du tome III du Bayān de Ibn ‘Iḏārī”, establecidas por E. Lévi-Provençal, en Mélanges Gaudefroy de Mombynes, El Cairo, 1935-1945, págs. 241-258] de F. Maíllo Salgado, La Caída del Califato de Córdoba y los Reyes de Taifas [al-Bayān al-Mugrib], Salamanca, Estudios Árabes e Islámicos, Universidad de Salamanca, 1993, págs. 46-47, 130-131, 148, 157-159, 162, 168, 170, 194-195 y 233); ayl (texto anónimo y fragmentario incluido en apéndice en la edición del mal llamado) Bayān III, ed. de E. Lévi-Provençal, París, P. Geuthner, 1930, págs. 300 y 301 (trad. de F. Maíllo Salgado, Crónica Anónima de los Reyes de Taifas, Madrid, Akal, 1991, págs. 39, 40 y 41); R. Dozy, Historire des Musulmans d’Espagne, t. III, ed. de E. Lévi-Provençal, Leide, Brill, 1932, t. III, págs. 4-5 y 14-15; Ibn ḤayyĀn apud Ibn BassĀm, Kitāb al-ajīra fī maḤāsin ahl al-Ŷazīra, ed. El Cairo, 1942, parte I, t. 2, págs. 114-115; I, t. 4, pág. 182; Al-MarrĀkužAl-Mu‘Ŷib fī taljīs ajbār al-Magrib, ed. de M. Sa‘īd al-‘Iryān Y M. Al-‘Arabī al-‘Ilmī, El Cairo, 1949, pág. 57; Ibn Al-JaṬb, Kitāb A‘māl al-a‘lām, ed. de E. Lévi-Provençal, Histoire de l’Espagne Musulmane (Kitāb A‘māl al-A‘lām), Beirut, Dar al-Makchouf, 1956, págs. 147-148 (trad. de W. Hoenerbach, Islamische Geschischte Spanien. Übersetzung der A‘māl al-A‘lām und Ergänzender Texte, Zürich-Stuttgart, Artemis Verlags, 1970, pág. 310); Ibn Al-AbbĀr, al-Hulla al-siyarā’, ed. de H. Mu’nis, El Cairo, Dar al-Ma‘arif, 1963, t. II, págs. 30-34 (en estas páginas se cita a Ibn Hayyān, A Ḥumaydī, y a Ibn Jāqān); Ibn JaldŪn, Kitāb al-‘Ibar, t. IV, ed. de Būlāq, 1967, pág. 159; K. Soufi, Los Banū Ŷahwar en Córdoba, 1031-1070 d. J. C. 422-462 H., Córdoba, Real Academia de Córdoba, 1968, págs. 45-69; A. Huici Miranda, “Djawarides”, en Encyclopédie de l’Islam, t. II, Paris-Leide, Brill-Maisonneuve, 1977, pág. 399; J. Bosch Vila y W. Hoenerbach, “Los taifas de la Andalucía islámica en la obra histórica de Ibn al-Jaðīb: los Banū Ŷahwar de Córdoba”, en Andalucía Islámica, textos y estudios, I (1980), págs, 91-93; D. Wasserstein, The rise and falll of the Party Kings, Princeton-New Jersey, University Press, 1985, pág. 87; M.ª J. Viguera Molíns, Los reinos de taifas y las invasiones magrebíes, Madrid, Mapfre, 1992, pág. 131; Los Reinos de Taifas. Al-Andalus en el siglo XI, Madrid, Espasa Calpe, 1994, págs. 104-106.

Felipe Maíllo Salgado

 

viernes, 10 de junio de 2022

HAFSA BINT AL-HAYY AL- RAKUNIYYA

 

HAFSA BINT AL-HAYY AL-RAKUNIYYA



afa bt. al-āŶŶ al-Rakūniyya. ¿Granada?, c. 530 H. / 1135 C. – Marrakech (Marruecos), 580 H. /1184 C. o 586 H. / 1190 C. Poetisa árabe de al-Andalus.

Pertenece a una familia granadina que las fuentes árabes califican de noble, rica y poderosa, tal vez de origen bereber, pues, como señala L. di Giacomo, Rakūna —de donde procede el gentilio al-Rakūniyya— es el nombre de una fracción bereber establecida al oeste de Marrakech. También se llama así —Rakūna— una aldea del distrito de la Alpujarra, lugar de procedencia de la poetisa, según Ibn Sa‛Īd en el Mugrib. No se conoce la fecha de su nacimiento, que L. di Giacomo supone alrededor o después de 530/1135, apoyándose quizá en las biografías de los diferentes miembros de la familia Ibn Sa‛Īd con quienes tuvo ocasión de relacionarse, especialmente, los de la generación de Abū Ŷa‛far ibn Sa‛Īd, su enamorado y destinatario de la mayoría de sus versos; pero tampoco se sabe cuándo nació este poeta.

Debió de recibir una educación muy esmerada, pues sus biógrafos, además de su belleza, alaban su cultura e ingenio, así como su facilidad y rapidez para componer poesía. Más adelante, quizá en los últimos años de su vida, se ocupó de la formación de las princesas almohades en el palacio del califa Ya‛qūb al-Manîūr (580/1184-595/1199), en Marrakech, donde murió en 586/1190, según Yāqūt, o, según Ibn al-JaĪb, en 580/1184 o 581/1185.

Sus amores con Abū Ŷa‛far ibn Sa‛Īd, el episodio más conocido de su vida, pueden situarse, aproximadamente, entre 550/1155 y 559/1164, fecha de la muerte del poeta, víctima de la política —la familia de Ibn Sa‛Īd se une a Ibn MardanĪŠ en su rebelión contra los almohades— y de los celos del gobernador de Granada, el hijo del califa ‛Abd al-Mu’min, también enamorado de la poetisa.

Se han conservado 17 poemas breves de afîa al-Rakūniyya, gracias fundamentalmente a los cuidados de la familia Ibn Sa‛Īd, interesada en preservar la correspondencia poética entre afîa y Abū Ŷa‛far. Quizá eso explique el posterior silencio de afîa.

Bibl.: Yāqūt (575/1179-626/1229), IrŠād al-arĪb ilà ma‛rifat al-adĪb, ed. de D. S. Margoliouth, El Cairo, 1923-1930, IV, págs. 119-123; al-ŠaqundĪ (m. 629/1231-1232), “Elogio del Islam español (Risāla fĪ fal al-Andalus)”, en Andalucía contra Berbería, reed, de trads. de Ben ayyān, ŠaqundĪ y Ben al-JaĪb, con un pról. por E. García Gómez, Barcelona, Publicaciones del Departamento de Lengua y Literatura Árabes, Universidad de Barcelona, 1976, págs. 132-133; Ibn Diya (muerto en 633/1235), Al-Murib min aŠ‛ār ahl al-Magrib, ed. de I. al-AbyārĪ, . ‛Abd al-MaŶĪd y A. A. BadawĪ, El Cairo, al-Maba‛a al-AmĪriyya, 1954, pág. 10; Ibn al-Abbār (595-657/1199-1260), ed. en M. Alarcón y C. A. González Palencia, “Apéndice a la edición Codera de la Tecmila de Aben al-Abbār”, en Miscelánea de estudios y textos árabes, Madrid, Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas, Centro de Estudios Históricos, 1915, págs. 149-690, n.º 2891; Ibn al-Abbār (595/657-1199/1260), Tufat al-qādim, ed. de I. ‛Abbās. Beirut, Dār al-Garb al-IslāmĪ, 1406/1986, pág. 240 (n.º 104); Ibn Sa‛Īd, Al-Mugrib fĪ ulà al-Magrib, ed. de Š. ˆayf, El Cairo, Dār al-Ma‛ārif, II, s. f. (2ª ed.), 138-139 y 164-166; Ibn Sa‛Īd (610/1213 - 685/1286), ed. en E. García Gómez, El libro de las banderas de los campeones de Ibn Sa‛Īd al-MagribĪ. Antología de poemas arábigoandaluces, ed. por primera vez y trad. con introd., notas e índices, Madrid, 1942 (2.ª ed., con un nuevo pról., Barcelona, Seix Barral, 1978, págs. 61 y 212-214); al-BalafĪqĪ, Abū Isāq IbrāhĪm b. Muammad b. IbrāhĪm (s. VIII/XIV), Al-Muqtaab min kitāb Tufat al-qādim [li-Ibn al-Abbār], ed. de I. al-AbyārĪ, El Cairo, Dār al-Kitāb al-MiîrĪ-Beirut, Dār al-Kitāb al-LubnānĪ, 1402/1982 (2.ª ed.), pág. 219; Ibn al-JaĪb (713/1313-776/1375), Al-Iāa fĪ ajbār Garnāa, ed. de M. ‛A. ‛Inān, El Cairo, Maktabat al-JānŶĪ, I, 1973, págs. 491-494; al-SuyūĪ (849/1445 - 911/1505), Nuzhat al-Ŷulasā fĪ aŠ‛ār al-nisā, ed. de . al-MunaŶŶid, Beirut, Dār al-Kitāb al-ŶadĪd, 1978, págs. 32-35; al-MaqqarĪ (986/1577-1041/1632)Naf al-Īb min guîn al-Andalus al-raĪb, ed. de I. ‛Abbās, Beirut, Dār ādir, 1388/1968, IV, 171-179; L. di Giacomo, “Une poétesse andalouse du temps des Almohades: afîa bint al-ājj ar-Rukūniyya”, en Hespéris, 34 (1947), págs. 9-101; Ch. Pellat, “afîa bint adjdj”, en Encyclopaedia of Islam, 2.ª ed., III, pág. 66a; ‛U. R. KaḤḤāla, A‛lām al-nisā' fĪ ‛ālamay al-‛arab wa-l-Islām, Beirut, Muassasat al-Risāla, 1982, vol. I, págs. 267-271; M. Sobh, Poetisas arábigo-andaluzas, Granada, Diputación Provincial, [1985], págs. 94-111; T. Garulo, DĪwān de las poetisas de al-Andalus, Madrid, Hiperión, 1986, págs. 71-85; F. N. Velázquez Basanta, “Diálogo poético-amoroso en la Granada Almohade: Abū Ŷa‛far ibn Sa‛Īd y afîa la Rakūniyya”, en Anales de la Universidad de Cádiz, III-IV (1986-1987), págs. 149-169; C. del Moral Molina, Un poeta granadino del siglo XII: Abū Ŷa‛far ibn Sa‛Īd, selecc. de poemas, trad. e introd., Granada, Universidad, 1987, págs. 25-29 y 47-54; M.ª L. Ávila, “Las mujeres ‘sabias’ en al-Andalus”, en M.ª J. Viguera (ed.), La mujer en al-Andalus. Reflejos históricos de su actividad y categorías sociales, Madrid, Ediciones de la Universidad Autónoma de Madrid-Sevilla, Editoriales Andaluzas Reunidas, 1989, n.º 38; M.ª J. Rubiera, Poesía femenina hispanoárabe, Madrid, Editorial Castalia, 1990, págs. 138-147; C. del Moral, “Poesía de mujer, poesía de hombre: la diferencia de género en la lírica andalusí”, en C. del Moral (ed.), Árabes, judías y cristianas. Mujeres en la Europa medieval, Granada, Universidad, 1993, págs. 173-193; C. del Moral Molina, Abū Ŷa‛far ibn Sa‛Īd: un poeta granadino del siglo XII, Madrid, AECI, 1997, págs. 26-33 y 54-61; B. Gruendler, “Lightning and Memory in Poetic Fragments from the Muslim West. afîah bint al-ājj (d. 1191) and ārah al-alabiyyah (d. c. 1300)”, en A. Neuwirth y A. Pflitsch (eds.), Crisis and Memory in Islamic Societies. Proceedings of the Third Summer Academy of the Working Group Modernity and Islam Held at the Orient Institute of the German Oriental Society in Beirut, Würzburg, Ergon, 2001, págs., 435-452; T. Gallega Ortega, “afîa al-Rakūniyya”, en J. Lirola Delgado y J. M. Puerta Vílchez (dirs.), Enciclopedia de al-Andalus. Diccionario de autores y obras andalusíes, vol. I, Granada, El Legado Andalusí, 2002, págs. 232-233; R. Brann, “He Said, She Said: Reinscribing the Andalusi Arabic Love Lyric”, en J. P. Decter y M. Rand (eds.), Studies in Arabic and Hebrew Letters in Honor of Raymond P. Scheindlin, Piscataway, NJ, Gorgias Press, 2007, págs. 7-15.

Teresa Garulo

 

viernes, 22 de abril de 2022

AL-TIGNARI

 

AL-ṬIGNARĪ


Al-ignarī. Abū `Abd Allāh Muḥammad b. Mālik al-Mūrrī al-Ḥāŷŷ al-Garnāṭī. Ṭignar (Granada),  s. m. s. XI  ?, p. t. s. XII. Agrónomo, poeta y literato andalusí; posiblemente también fue médico y ocupó cargos políticos.

Se sabe que ya durante su juventud destacó como un excelente poeta en la época del último de los monarcas zīríes granadinos, el emir `Abd Allāh b. Bullugīn (465 H./1073 C. – 483 H./1090 C.). A partir de estas fechas las fuentes históricas y biográficas árabes guardan silencio sobre él, y únicamente el polígrafo granadino Ibn al-Jaṭīb señala que aún vivía en el año 480 H./1087 C. El resto de su vida hay que reconstruirla a partir de los datos autobiográficos incluidos en su tratado agrícola, que lleva por título Kitāb Zuhrat al-bustān wa-nuzhat al-aḏhān (Esplendor del jardín y recreo de las mentes), así como de las noticias proporcionadas por los agrónomos andalusíes posteriores.

Pronto se trasladaría a la taifa almeriense, de acuerdo con la información recogida en su obra, para poco más tarde dirigirse a Sevilla en las postrimerías del gobierno `abbādí. En esta corte sevillana entró a formar parte del grupo de poetas y naturalistas agrónomos, botánicos y médicos agrupados en torno a la figura de varios maestros comunes, entre ellos el agrónomo toledano Ibn Baṣṣāl, el médico sevillano Abū l-asan Šihāb, con quien estaba estudiando en esta ciudad en el año 494 H./1100 C., según indica en su tratado agrícola, y posiblemente también con Ibn al-Lūnquh o Ibn Luengo, médico toledano discípulo de Ibn Baṣṣāl.

De Sevilla partiría hacia Oriente para cumplir con el precepto canónico de la peregrinación el agrónomo Ibn al-`Awwām lo cita con bastante frecuencia en su tratado como al-ḥāŷŷ al-Garnāṭī o, simplemente, como al-ḥāŷŷ– y establecer contacto con otros centros intelectuales de la época situados en diversos puntos a lo largo de la ruta, de acuerdo con la información recogida en su tratado. Tras una estancia en la corte ḥammādí, en la actual Argelia, continuó su periplo por el Mediterráneo oriental, pasando por Trípoli, Alejandría y varias ciudades sirias, entre ellas Damasco, comprobando in situ prácticas agrícolas e hidráulicas que en estos lugares se practicaban y que podían tener aplicación en al-Andalus. Ya afianzado el gobierno almorávide en al-Andalus, al-ignarī regresa de nuevo a Granada y concluye la redacción de su tratado agrícola; posiblemente en esta ciudad transcurrirían los últimos años de su vida, aunque no sabemos con exactitud la fecha exacta ni el lugar de su muerte.

El Kitāb Zuhrat al-bustān wa-nuzhat al-aḏhān (Esplendor del jardín y recreo de las mentes) no se ha conservado completo; solo nos ha llegado una copia manuscrita del texto original, aunque incompleta en su inicio y final y, aproximadamente, una veintena de copias del resumen que de él se realizó. No obstante, en el Tratado de agricultura  de Ibn Luyūn, quien utilizó ampliamente el texto completo de al-Ṭignarī, encontramos una preciada información sobre el mismo. Así, se confirma el título y se detalla su estructura formal: contiene doce tratados (maqālāt), número igual al de los signos del zodíaco y al de los meses del año, y trescientos sesenta capítulos (abwāb), tantos como grados tiene la circunferencia”. Igualmente, en las notas marginales del manuscrito original de la obra de Ibn Luyūn, no recogidas en la edición existente de la misma, se indica que al-Ṭignarī entregó su tratado agrícola al gobernador almorávide de Granada Abū l-Ṭāhir Tamīm, hijo del emir Yūsuf b. Tašufīn, pudiéndose establecer la fecha de la redacción del mismo entre el año 490 H./1096 y el 501 H./1107 C.

El Kitāb Zuhrat al-bustān se encuentra precedido de un extenso prólogo con cuestiones de tipo jurídico referidas a las prácticas agrarias, aunque es un añadido posterior al texto original, ya que en él se citan algunos autores del siglo XIII. Tras este prólogo se inicia realmente el tratado con un calendario agrícola de carácter astronómico y meteorológico, que recoge también referencias de tipo mágico. Culmina esta parte introductoria un resumido tratado de cosmografía, para acabar con un interesante apartado sobre la naturaleza y génesis de las plantas que constituye una auténtica innovación temática con respecto a los restantes tratados agrícolas andalusíes. A continuación se exponen los temas generales que suelen encabezar las obras geopónicas: tras las referencias a tierras, abonos, aguas y vientos, siguen otros capítulos con contenidos amplios que van desde los factores, tanto físicos como morales, a tener en cuenta en la elección de los trabajadores y los encargados de las explotaciones agrícolas, hasta diversas normas prácticas dedicadas a los agricultores, finalizando con unos consejos sobre economía doméstica. A partir de aquí comienza la parte dedicada a fitotecnia, referida al plantío de árboles y arbustos de acuerdo con los sistemas básicos. Destacan, por su extensión e interés, los capítulos dedicados al cultivo del olivo y, sobre todo, de la vid, reflejando la importancia y extensión que tendría en aquella época este monocultivo característico del área mediterránea. Otro apartado destacado es el referido a los injertos y sus diferentes tipos, uno de los más interesantes desde un punto de vista botánico, dado el especial concepto de la sistemática que al-ignarī refleja, con agrupaciones de especies correctamente realizadas desde el prisma de la actual Sistemática Vegetal, además de ciertas cuestiones novedosas desde el punto de vista técnico y lingüístico en él recogidas. Tras un apartado dedicado a la elaboración del agua de rosas y de otras aguas aromáticas, se inicia la parte dedicada a fitotecnia herbácea: cereales, leguminosas, plantas textiles y tintóreas, junto a otras usadas como condimento, y hortalizas y verduras, truncándose aquí el texto del tratado, que debería contener, lo mismo que otros andalusíes, una última parte dedicada a la zootecnia y veterinaria. En estos capítulos se constata también la introducción de nuevas especies que, posteriormente, se fueron integrando en la agricultura peninsular, como plátanos, caña de azúcar, azufaifo, diversos cítricos, pistacho, algarrobo, determinadas variedades de trigo duro…Otra de las novedades que presenta este tratado es que finaliza el estudio de cada planta con un apartado en el que se recogen sus propiedades medicinales y nutritivas, hecho este inusual en los restantes textos agrícolas andalusíes.

Son numerosas las fuentes citadas y, al contrario de lo que sucede con la mayoría de los geóponos andalusíes, prácticamente todas son identificables; entre estos únicamente son mencionados los autores toledanos del siglo XI Ibn Wāfid e Ibn Baṣṣāl.

Se puede concluir que el Kitāb Zuhrat al-bustān es un tratado teórico y práctico,  que recoge y aúna la tradición clásica mediterránea junto con  la oriental representada por la magna enciclopedia del siglo X, la Agricultura Nabatea, y tras un proceso de comprobación y experimentación, las lleva a la práctica en suelo peninsular. En definitiva, el tratado de al-Ṭignarī es uno de los que reflejan de forma más directa y concreta la realidad agrícola andalusí, aportando una valiosa información de carácter lingüístico y botánico, junto a otra relativa a prácticas locales. A ello hay que añadir que en el aspecto formal, al menos el que presenta el original, es uno de los más claros y sistematizados de los textos agronómicos andalusíes.

A nuestro autor se le atribuye otra obra de tema agrícola que no se ha conservado y de la que se desconoce el título, aunque no existen argumentos sólidos para aceptar esta propuesta.

 

Obras de ~: Kitāb Zuhrat al-bustān wa-nuzhat al-aḏhān (Esplendor del jardín y recreo de las mentes), ed. de E. García Sánchez, en Fuentes arábico-hispanas, 32, Madrid, CSIC, 2006; unos breves fragmentos poéticos junto con otros en prosa recogidos por Ibn al-Jaṭīb e lbn Bassām.

 

Bibl.: Ibn al-`Awwām, Kitāb al-Filāḥa (Libro de agricultura), Madrid, Imprenta Real, 1802 (ed. y trad. J. A. Banqueri, Libro de agricultura. Su autor el doctor excelente Abu Zacaria Iahia Aben Mohamed Ebn el Awam, Sevillano; ed. facsímil, con est. prel. y notas por J. E. Hernández Bermejo y E. García Sánchez, Madrid, Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, 1988); M. Ullmann, Die Natur und Geheimwissenchaftten im Islam, Leiden, E.J. Brill, 1972; Ibn al-Jaṭīb, al-Iḥāṭa fī ajbār Garnāṭa, (ed. M. `A. A. `Inān, El Cairo, 1973-1978, 4 vols.); Ibn Bassām, al-Ḏajīra fī maḥāṣim ahl al-Ŷazīra, (ed. I. `Abbās, Beirut, 1978-1979, 8 vols.); E. García Sánchez, “El tratado agrícola del granadino al-Ṭignarī”, en Quaderni di Studi Arabi, V-VI (1987-1988), págs. 278-291; Ibn Luyūn, Kitāb ibdā´ al-malāḥa wa-inhā’ al-raŷāḥa fī uṣūinā`at al-filāḥ(Libro del comienzo de la hermosura y de la culminación de la inteligencia, acerca de los fundamentos del arte de la agricultura), ms. nº 14, custodiado en la Biblioteca de la Escuela de Estudios Árabes (CSIC), Granada, s. XIV (ed. y trad. de J. Eguaras Ibañez, Ibn Luyūn: Tratado de agricultura, Granada, Patronato de la Alhambra y Generalife, 1998, 2ª ed.); E. García Sánchez, “Al-Ṭignarī y su lugar de origen”, en Al-Qanara, IX/1 (1988), págs. 1-11; “Agricultura y legislación Islámica: el prólogo del Kitāb Zuhrat al-bustān de al-Ṭignarī”, en Ciencias de la Naturaleza en al-Andalus. Textos y Estudios, I, Granada, EEA-CSIC, 1990, págs. 179-193; “El botánico anónimo sevillano y su relación con la escuela agronómica andalusí”, en Ciencias de la Naturaleza en al-Andalus. Textos y Estudios, III, Granada, EEA-CSIC, 1994, págs. 193-210; J. M. Carabaza Bravo y E. García Sánchez, “Estado actual y perspectivas de los estudios sobre agronomía andalusí”, en El saber en al-Andalus. Textos y Estudios. III, Sevilla, Universidad-Fundación El Monte, 2001, págs. 101-118; E. García Sánchez, “Al-Ṭighnarī”, en Encyclopaedia of Islam (ed. ingl.), vol. X (2002), págs. 479-480, (ed. fr.), X (2002), pág. 515; J. Samsó, Las Ciencias de los Antiguos en al-Andalus, 2ª ed. con addenda corrigenda a cargo de J. Samsó y M. Forcada, Almería, Fundación Ibn Tufayl de Estudios Árabes, 2011; E. García Sánchez, “Al-ignarī, Abū `Abd Allāh”, en Biblioteca de al-Andalus, VII, Almería, Fundación Ibn Tufayl de Estudios Árabes, 2012, págs. 454-459.

Expiración García Sánchez

Web: Real Academia de la Historia