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miércoles, 4 de septiembre de 2019

LAS FIESTAS Y CELEBRACIONES


LAS FIESTAS Y CELEBRACIONES



Escena de Séder de Pésaj
Las fiestas judías están muy reguladas por la liturgia y en ellas se observa un enorme cuidado en las comidas, celebraciones en la sinagoga, o en el comportamiento individual de los individuos respecto a la familia y la comunidad. El día sagrado de la semana es el sábado (sábat), que comienza el viernes al atardecer, con el rezo en la sinagoga, la preparación de la cena y el encendido de dos velas. Se interrumpen los trabajos cotidianos y mecánicos, permitiéndose tan solo aquellos vinculados con la celebración. Si seguimos un sentido litúrgico recordaríamos entre septiembre y octubre los diez días temerosos (yamim noraim), que comienzan con la fiesta de Primero de Año (Ros ha-saná) y terminan con la fiesta de la Expiación o del Gran Perdón (Yon Kipur), es un período de gran solemnidad, austeridad, ayuno y penitencia, de recuerdo de los difuntos, de petición de perdón y de reconciliación con aquellos a los que se ha ofendido. Durante el rezo en la sinagoga en este período se hace uso del característico cuerno (de carnero, gacela, chivo.) conocido con el nombre de sofar.

Continuaríamos con la festividad de las Cabañuelas (Sukot), una de las tres fiestas mayores junto a la Pascua (Pésah) y el Pentecostés (Sabuot), en la que se peregrinaba a Jerusalén. La Fiesta de las Cabañuelas, igualmente celebrada entre septiembre y octubre, dura una semana y rememora el tiempo en el que el pueblo hebreo estuvo errante entre su salida de Egipto y su llegada a la Tierra Prometida, por ello en su recuerdo las comidas principales se deben hacer a cielo abierto, bajo una pérgola, sencilla tienda, cabaña o cabañuela (suká) que permita la comunicación con el exterior. Termina esta fiesta con la exaltación de la Ley (Simjat Torá) revelada por Dios a su pueblo.
Cuando los días acortan su duración en el inicio del invierno, en diciembre, se celebran durante ocho días Las Luminarias o Consagración, la conocida Fiesta de Hanuka, que recuerda la victoria de los macabeos sobre los seleúcidas, y la purificación del Templo de Jerusalén en el 165 a.C. La leyenda cuenta como al procederse al encendido de la lámpara sagrada solo quedaba aceite para un día, pero estuvo encendida los ocho que duró la sublevación contra Antioco Epifanes al querer este sustituir el culto a Dios por el de Zeus. Por ello surge una pieza esencial la hanukiyá,lámpara con ocho cuencos más uno adicional auxiliar desde el que se van encendiendo día a día cada una de las lamparillas hasta que al final aparecen todas encendidas.

Hanukiyá
Al acercarse la primavera, entre finales de febrero o ya en marzo se celebra la fiesta de las Suertes (Purim) en la que se recuerda como los judíos se salvan de la persecución de Hamán, cortesano protegido del rey persa Asuero (¿Jerjes o Artajerjes?). Historia que se cuenta en el Libro de Ester, por lo que también es conocida esta fiesta con su nombre, ya que la salvación se produjo gracias a la intercesión de esta reina. Es una celebración muy alegre en la que se realizan multitud de juegos, los niños utilizan las carracas, se reparten dulces, aguinaldos, limosnas, etc. El Libro de Ester se lee en la sinagoga, escrito en un rollo (meguilá) de tamaño más pequeño que el rollo del séfer Torá.
Finalizaríamos con la Pascua (Pésah). Se celebra entre marzo y abril, y en origen tenía un claro sentido agrícola al marcar el inicio del ciclo vegetativo de la naturaleza. Conmemora la constitución de aquel pueblo hebreo que consiguió su libertad con el Éxodo del Egipto faraónico en dirección a la Tierra Prometida. El inicio de esta festividad, que dura ocho días, comienza en la casa con una cena ritual (seder) en la que se dispone con mucho cuidado una serie de alimentos con gran sentido simbólico que aluden en gran medida a su vida sometida en el país del Nilo, además se lee el Hagadá, o texto sagrado donde se cuenta el Éxodo.
Si en lugar de la liturgia nos centramos en el ciclo vital de los judíos señalaremos además tres importantes celebraciones igualmente muy reguladas con gran celo: la circuncisión, el matrimonio y la muerte. La circuncisión (berit milá), que se realiza a los niños a los ocho días de nacer si no hay ningún impedimento de salud, recuerda la alianza de Dios con su pueblo. Se realiza en la casa o en la sinagoga por el circundador (mohel) acompañado por el padre y el padrino (sandaq)acompañados por diez hombres adultos (minyán).


Cortejo fúnebre de la Agadá Morisca.
La formación de los niños en la sinagoga de los preceptos religiosos es muy importante y se culmina con la fiesta de la mayoría de edad a los trece años. Con anterioridad a la solemne ceremonia el todavía niño realizará (el lunes, jueves o sábado anterior) una exégesis o lectura comentada e interpretativa (darús)sobre algún texto bíblico siguiendo las directrices de la literatura religiosa hebrea (Talmud). Tras la mayoría de edad el muchacho quedará sujeto a los preceptos religiosos de la comunidad (bar misvá) y podrá atar en su cabeza y en su brazo izquierdo las filacterias (tefilim) y cubrirse con el manto (talit) cuando así lo exige la liturgia.
La boda es otro de los momentos claves en la vida de todo judío. Contaba con un contrato (ketubá) donde se fijan todas las cláusulas matrimoniales (dote, posible divorcio…). La fiesta se compone del compromiso (erusín) y de la santificación del matrimonio (quidusín). De nuevo se celebra en la sinagoga, bajo un palio (jupá) y ante la presencia mínima de los diez varones adultos (minyán).
La muerte o tránsito a la otra vida en espera de la resurrección es otro de los momentos importantes en la vida de todo judío. La preparación del moribundo, cuando era posible, del cadáver, de la mortaja, del enterramiento y funeral, y del luto seguían unos pasos muy bien definidos.
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LOS CEMENTERIOS


LOS CEMENTERIOS



Epitafio de Abraham Satabi.
Cementerio judío de Soria
(Museo Numantino)
Las aljamas judías contaban con sus propios cementerios fuera de las poblaciones, próximos a su barrio y en lugar o monte elevado, en declive y orientado hacia el Este o salida del sol. Lo normal es que estuvieran delimitados por un muro con alguna puerta y que los difuntos se colocasen boca arriba, en fosas, cámaras laterales o hipogeas, con la cabeza hacia el Oeste para no estar de espaldas a Jerusalén tras la resurrección. Aunque los había próximos a la aljama (Córdoba, Murcia, Valencia, Segovia, etc.) no faltaban ejemplos en los que se ubicaban más alejados (Zaragoza, Barcelona). En ocasiones algunas comunidades no tenían permiso para contar con sus propios cementerios y por ello debían acudir a otros de aljamas hebreas próximas. Realmente se continuaba con la tradición antigua de situar los cementerios a las afueras por motivos de salubridad, como ya hacían los romanos, incluso al igual que estos cerca de alguna de las puertas de la ciudad. Al tratarse de una minoría sus cementerios tuvieron que ser muy humildes, y tan solo una lápida o ladrillo con alguna inscripción o epitafio en hebreo podría recordar la memoria del allí enterrado, o simplemente una piedra tumular sin más (massevot) marcaba una sepultura.
Aunque tenemos constancia de bastantes cementerios es mucho lo que todavía queda por saber. No es fácil encontrar yacimientos intactos que nos den tantos datos como para realizar generalizaciones sistemáticas, y más si tenemos en cuenta el cambio de ubicación de la población judía a lo largo del último siglo de su presencia en España.
Tras su expulsión no siempre se respetaron estos lugares y al igual que sucedió con los cementerios islámicos, en ocasiones se dio licencia para la reutilización del solar donde se hallaban o para vender parte de los materiales de las sepulturas para la construcción de nuevas edificaciones. Los cementerios al igual que las sinagogas configuraban los bienes comunales, por excelencia, de las aljamas, por lo que tras la salida de la población sefardí hubo un gran interés por su apropiación por parte de los cristianos en general y de la Iglesia en particular, con la anuencia de los monarcas, que en no pocas ocasiones cedieron estos lugares para la construcción de un monasterio.

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LA SINAGOGA


LA SINAGOGA



Sister Hagadá
Interior de una sinagoga
La sinagoga es el corazón de la vida de la aljama. Todo gira en torno a ella. Aunque pueda haber varias en una misma aljama, dependiendo de su importancia, siempre habrá una sinagoga principal. En ella no solo se encuentra la sala de oración, sino también un conjunto de espacios y casas donde se desarrollan todos esos aspectos comunitarios, desde la aplicación de la justicia, al ser sede del tribunal rabínico (Bet-Din), lugar donde se ubica la escuela (Bet-Midrás), o donde se realiza la asistencia a los pobres, peregrinos y necesitados, sin olvidarnos de la existencia de micves o baños rituales utilizados por las mujeres para su purificación o para lavar los ajuares domésticos ante la celebración de la Pascua, etc.
La sinagoga al ser sencillamente un lugar de oración y reunión, pasa desapercibida por la arqueología en numerosos casos ante su similitud con la arquitectura doméstica y por el contrario en no pocas ocasiones se han querido ver restos de sinagogas ante la aparición de cualquier espacio con cierto protagonismo. Solo era necesaria la reunión de diez varones mayores de edad (13 años) para que existiese el quórum (minyan) mínimo para realizar la oración.
Debemos recordar que pudieron ser muy pobres y sin apenas elementos definitorios que las caracterizasen. En condiciones normales están orientadas al Este y presentan un acceso indirecto desde la calle y a través de un patio en torno al cual se disponen otros espacios sinagogales. Cuentan con un armario o nicho en el paramento oriental (hejal o arón acodes), que se cierra con puertas de madera o metal que quedan cubiertas por una rica cortina (parojet), y donde se guardan los rollos de la Ley (sefer) que son leídas por el hazán. Debe existir un púlpito (bimá o tebá) desde el que se realizan las lecturas sagradas, sobre el que se solían disponer siete lámparas en recuerdo de los siete brazos del candelabro sagrado (menorá). En ocasiones se monumentaliza mediante un recrecimiento del suelo el camino que une el hejal y la bimá. Las mujeres cuentan con un lugar reservado para ellas (azará) que generalmente consiste en una tribuna a la que comúnmente la historiografía ha llamado matroneum, mientras que los hombres se disponen en el banco corrido adosado a los muros de la sala de oración. Cuando las normativas que prohibían su construcción o censuraban su decoración y monumentalidad se relajaban en momentos de mayor tolerancia, las sinagogas tendían a crear un espacio de gran altura que se iluminaba mediante ventanas abiertas en lo alto de los muros.
Las formas artísticas con las que se materializaron las sinagogas son simplemente las que encontramos en las edificaciones de la zona.
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LA ALJAMA


LA ALJAMA


La aljama judía es la comunidad en sí misma que se establece de forma independiente dentro de una población medieval y que se organiza al margen de ésta y a su vez se gobierna con sus propias leyes u ordenamientos conocidos como tacanot. Es una institución política, cultural y religiosa, con sus dirigentes, consejos de sabios y sus representantes para asuntos externos.


Agadá Morisca 
Es muy interesante la organización y administración de la justicia en las aljamas, al contar con sus propios jueces (dayanim), cuidadosamente elegidos, que configuraban el tribunal rabínico. Debido a que la comunidad hebrea dependía directamente del monarca, con quien había establecido el pacto que permitía su presencia en sus reinos, existía la figura del rabmayor de la corte, cargo que venía a desempeñar la función de un juez mayor, elegido directamente por el rey, que podía intervenir en multitud de ocasiones en la vida de las juderías (juicios apelados, destino de multas, etc.)
En un principio las comunidades hebreas elegían su ubicación independiente dentro de un núcleo urbano, aunque con el tiempo, sobre todo en la Baja Edad Media, se multiplicaron las normativas que exigían a los judíos vivir encerrados, primero, y apartados, después, para evitar al máximo el contacto con los cristianos y conversos. Por todo ello era común que las juderías pudieran contar con su muralla y puertas independientes dentro de una ciudad provista a su vez de las suyas, lo que marcaba aún más el carácter y personalidad de su hábitat. Lo que en origen constituía una interesante unidad urbanística que facilitaba en un principio la vida en comunidad y la propia defensa, finalmente en no pocos casos las aljamas se convirtieron en una terrible «ratonera» en momentos difíciles como los pogromos de finales del siglo xiv.
Además de la sinagoga, corazón indiscutible de la aljama, existían otros lugares comunitarios como los baños públicos, que continuaban la tradición antigua de la terma romana, los mataderos donde se realizaba el sacrificio de los animales según el ritual obligado (sehitah), el horno comunitario donde se cocía el pan, o las carnicerías donde se vendía la carne. Era muy importante cumplir una elaborada normativa rabínica en la preparación, selección y manipulación de los alimentos, para que éstos fueran kaser, es decir, para que la comunidad judía pudiera consumirlos. Por supuesto no nos olvidamos de otro lugar comunitario esencial en la vida de las aljamas: los cementerios.
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SEFARAD Y LA ESPAÑA MEDIEVAL CRISTINA


SEFARAD Y LA ESPAÑA MEDIEVAL CRISTIANA

No debieron ser muchos los judíos de la España cristiana de los primeros siglos tras la invasión musulmana del 711. Las comunidades sefardíes irían aumentando con el progresivo afianzamiento de los reinos cristianos del norte de la Península y su crecimiento territorial hacia el sur. Su presencia se explicaba mediante el pacto que los monarcas realizaban con ellos para que pudieran vivir en sus reinos, como si de huéspedes se tratase, y además tenían un régimen jurídico específico. Pagaban directamente al soberano por lo que su presencia le proporcionaba grandes beneficios. Durante los primeros siglos (viii-xiii) se respiró un ambiente de cierta tolerancia aunque terminaron siendo corrientes los preceptos normativos que intentaban limitar su libertad en el vestir o en las construcciones de sus sinagogas por ejemplo. Su presencia aumentó ante las fracturas políticas que se produjeron en Al-Andalus entre los siglos xi y xii, con la desintegración del Califato o las invasiones norteafricanas de almorávides y almohades. Participaron en la repoblación de los territorios anexionados y algunas aljamas llegaron a tener un gran desarrollo como por ejemplo la de Toledo, donde su presencia posibilitó el desarrollo de la celebérrima Escuela de Traductores, al ayudar en la traducción de multitud de textos clásicos griegos conservados en árabe que posteriormente se fijarían en latín.
Las comunidades hebreas nunca llegaron a asimilarse en la sociedad cristiana medieval al conservar su marcada identidad. El enfrentamiento con la sociedad cristiana fue en aumento así como las leyes de cortes, bulas o actas conciliares que limitaban cada vez más su libertad a todos los niveles.
Las leyendas que los acusaban de todo tipo de atrocidades y las predicaciones de destacados hombres de la iglesia como el famoso arcediano de Écija, Ferrand Martínez, fomentaron el odio visceral entre las capas más bajas de la sociedad que, unido al debilitamiento del poder real, garante de su integridad, terminó ocasionando importantes persecuciones a finales del siglo xiv, y la elaboración de leyes que les iban cerrando el paso a ciertos cargos y profesiones. En este ambiente llegamos a los tristemente famosos pogromos o matanzas de judíos de Sevilla del 1391, que se extendieron como un reguero de pólvora por múltiples localidades andaluzas primero y por el resto de Castilla después.
Semejante tensión produjo la conversión al cristianismo de multitud de judíos, algunos de los cuales llegaron a tener un protagonismo destacado como el famoso Pablo de Santa María, rabino de la judería de Burgos que llegó a ser obispo de la misma ciudad. Se inicia así otro importante problema, el de los conversos o cristianos nuevos, muchos de los cuales seguían practicando su antigua fe mosaica en la clandestinidad, pero al menos su nueva situación neófita les permitía conservar su precedente posición social, lo que levantó la desconfianza en amplios sectores de la sociedad cristiana.
La legislación continuaba dando muestras de la misma intolerancia. En 1412 la reina Catalina de Lancáster, influida por el dominico San Vicente Ferrer y por otros personajes como el citado obispo de Burgos, aprueba una pragmática o conjunto de leyes contra los judíos entre las que destaca su obligado encerramiento en sus aljamas para evitar el contacto con los cristianos.
La tensión parece aliviarse ligeramente durante los reinados de Juan II, Enrique IV y en la primera parte del gobierno de los Reyes Católicos. Se llegó incluso a intuir una posible recuperación de las aljamas, tan empobrecidas por los acontecimientos anteriores. Como reflejo de ello asistimos a la elaboración en 1432 de las conocidas tacanot de Valladolid por los procuradores de las aljamas castellanas, con el intento de constituirse en un ordenamiento general para todas las juderías de Castilla, y en 1443 Juan II tomó bajo su directa protección y amparo a los moros y judíos del reino. Pero todo fue un falso espejismo. Las medidas de presión aumentaron sobremanera a lo largo del último tercio del siglo xv. La expulsión de 1492 terminaría siendo inevitable.
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LEGADO CULTURAL Y CIENTIFICO DE LOS JUDÍOS SEFARDÍES


LEGADO CULTURAL Y CIENTÍFICO DE LOS JUDÍOS SEFARDÍES.

Introducción

La llegada de los musulmanes a la Península va a suponer el inicio de la renovación cultural a todos los niveles de la comunidad hebrea. Ello fue debido gracias a las posibilidades que se abrieron al aparecer al-Ándalus, todo el norte de África y buena parte del Oriente Medio unificados por una misma fe y una misma lengua. La rápida arabización de los sefardíes les permitió penetrar en el mundo filosófico-científico que se estaba desarrollando en el mundo islámico y por otra parte recuperar el tiempo perdido con las comunidades hebreas orientales y con los importantes centros persas de Pumbedita y Sura.

Mapamundi de Cresques Abraham 

Siglo xiv
Ante el nuevo ambiente creado a partir del siglo viii, asistiremos al florecimiento más granado y dorado de la cultura sefardí entre los siglos xxii, jamás alcanzada anteriormente, ni superada con posterioridad. La filosofía, la teología, la ciencia en general, la gramática y la literatura, la poesía, etc., experimentan una verdadera revolución. Se recuperaron los textos clásicos de la filosofía griega, con especial incidencia los de Aristóteles, lo que marcará una nueva aproximación científica al mundo natural y su estudio. Se tradujeron textos y se inició una labor cultural de tal calibre, que terminará influyendo al mundo del pensamiento y de la ciencia desarrollada en la Europa medieval.
La Córdoba del siglo x, la ciudad más importante de Occidente a todos los niveles, supo aprovechar al máximo la sabiduría de la comunidad judía. En ella existió una especie de centro de estudios de gran prestigio en el que se estudiaban materias religiosas y profanas, y al que llegaron alumnos de un sinfín de lugares. Otros centros más tardíos los encontramos también en Granada y en Sevilla.



Astrónomos discutiendo 
Muchos son los nombres que conocemos, así como sus obras escritas, aunque sin duda muchos quedarán olvidados para siempre. A lo largo del siglo x se dieron cita en Córdoba maestros de un gran prestigio y de procendencias muy dispares como Dunash Ibn David nacido en Fez, Menean ibn Saruq de Tortosa o Dunash Ibn Labrat procedente de Mesopotania, y no faltaron verdaderos humanistas, en el más puro sentido renacentista de la palabra, como Ibn Shaprut, médico, traductor, escritor, políglota y embajador de Abd al-Rahman III.
El ocaso de Córdoba en las primeras décadas del siglo xi tuvo por una parte la terrible consecuencia de la dispersión de la ciencia hebrea reunida en la capital omeya, pero por otra el enriquecimiento cultural de las cortes taifas gracias a la llegada de importantes maestros. En este ambiente encontramos a Isaac Ibn Albalía en la corte de al-Muttanid de Sevilla, a Joseph Ibn Nagrella en la del monarca Habbus de Granada, al tudelano Yehuda Ha-Levi, o a Jonah Ibn Yanah, a Salomón Ibn Gabirol y a Joseph Ibn Paquda en el reino de Zaragoza. El fruto más interesante de tal despegue cultural de los siglos x y xi lo encontramos en Maimónides, cordobés de nacimiento y emigrado a Egipto tras la invasión almohade.
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SEFARAD Y AL-ÁNDALUS


SEFARAD Y AL-ÁNDALUS

Con la invasión islámica que se inicia en el 711 el judaísmo español comienza una de las páginas doradas de Sefarad por el gran desarrollo que alcanzó en el campo de la política y de la cultura. La mayor permisividad de las autoridades musulmanas respecto a la represión de los monarcas visigodos hizo que los judíos no mostrasen ningún rechazo a la invasión sino todo lo contrario. Asistimos al nacimiento de importantes juderías como las de Lucena, Córdoba, Valencia, Toledo, Sevilla, etc. Al igual que los cristianos, eran considerados «gente del libro» o dimmies, por lo que su situación religiosa era permitida y protegida en al-Ándalus. Lógicamente sufrieron muchas limitaciones que se repiten continuamente en la legislación, aunque su situación dependió mucho según los gobernantes. En cualquier caso no podían levantar sinagogas a su antojo, y estas no podían destacar respecto a las construcciones circundantes. En numerosas ocasiones se promulgan leyes que exigen que su vestimenta sea especial para ser fácilmente distinguidos, que no puedan desempeñar cargos públicos, que debían recitar sus oraciones en voz baja o que no pudieran cabalgar a caballo, etc. Según el momento habría más o menos relajación en el cumplimiento de unas normas que se repiten y que por lo tanto indican su incumplimiento.
Respecto a sus ocupaciones en la sociedad andalusí, en numerosos casos llegaron a ocupar cargos de gran relevancia, fueron consejeros y visires de gobernantes, caso de los Nagrela en la taifa de Granada, y en ellos recayeron en bastantes ocasiones funciones diplomáticas por su dominio de idiomas. También fueron importantes médicos, astrónomos, artesanos, contables o comerciantes.
La llegada de los musulmanes facilitó la renovación intelectual de los judíos sefardíes. Su pronta arabización y las intensas relaciones existentes entre todo el islam, les abrió las puertas de un mundo inmenso y les permitió participar vivamente en las nuevas corrientes de pensamiento, no solo de los árabes sino también de los hebreos de Persia. Se inicia así un período de aproximadamente dos siglos (x-xii) en el que los judíos españoles escriben las páginas más preciosas de la cultura sefardí y demuestran el gran desarrollo alcanzado en teología, filosofía, gramática, poesía, medicina, etc. Se llegaron a crear una especie de academias formativas en ciudades como Córdoba o Sevilla.
Pero un período tan dilatado de ocho siglos de presencia musulmana en la Península no fue homogéneo y se pueden distinguir claramente varios momentos. Durante la primera parte y en especial en la época del califato omeya y de los reinos de taifas, siglos x-xi, los judíos logran un gran protagonismo en la vida social de al-Ándalus, y los encontramos ocupando elevados puestos en la administración junto a los monarcas. La magnífica formación de muchos miembros de la comunidad sefardí hizo que esta se convirtiera en la mejor cantera de embajadores, y así aparecen judíos en embajadas, recibiendo altos dignatarios extranjeros o firmando tratados con otras potencias. Pero la situación ya mostraba visos de cambio tras el derrumbamiento de Córdoba a principios del siglo xi, cuando muchos judíos optan por huir a otras zonas de al-Ándalus, o cuando en el 1061 se produce un pogrom o matanza de judíos en la tafia granadina ante la animadversión que había producido en la sociedad el elevado poder alcanzado por la comunidad hebrea.
Todo cambia tras las invasiones norteafricanas, especialmente con las almohades del siglo xii, ya que estos son muy radicales en sus posturas religiosas lo que supone el final del apogeo de las comunidades hebreas en al-Ándalus y su posterior destierro a otros lugares, caso del norte de África, Egipto por ejemplo, o de la España cristiana, que durante los siglos xi y xii, y en reinados como los de Alfonso VI y Alfonso VII fueron incluso recibidos con cierta simpatía.
Especial mención merece el Reino de Granada nacido con la disolución del imperio almohade tras su derrota en las Navas de Tolosa del 1212. La presión creciente de las autoridades cristianas sobre la comunidad hebrea a partir del siglo xiii, a pesar de la existencia de breves capítulos más tolerantes como el vivido durante el reinado de Juan II de Castilla, motivó que muchos judíos huyeran al abrigo de los nazaríes, especialmente durante el siglo xiv, en cuya segunda mitad se multiplicaron los progromos en numerosas aljamas castellanas.
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miércoles, 24 de julio de 2019

ABRAHAM IBN DAUD OR - ABRAHAM BEN DAVID (1110?-80?)


ABRAHAM IBN DAUD OR ABRAHAM BEN DAVID (1110?-80?)

N. en Fez, ca. 950, y m. en Córdoba, a principios del s. XI. Gramático hispanohebreo que escribió en árabe ya quien se debe la teoría de que todas las raíces verbales hebreas constan de tres letras. Ejerció gran influencia sobre los estudios gramaticales posteriores y su terminología técnica ha sobrevivido en gran parte. Por haber nacido en Fez, a veces es llamado al-Fosl, por lo que no hay que confundirlo con Igaq AI-Fosi, talmudista, también emigrado a España desde su país natal; y ., contrariamente al. Fosl, vino muy joven a Córdoba y allí se asentó hasta su muerte. Fue discípulo de Mena- Qem ben Sañiq e intervino en la polémica que sostuvieron los discípulos de éste con los de Dunas ben Labrat. Conocedor profundo de la lengua árabe y de sus escuelas gramaticales, aplicó sus conocimientos a la lengua hebrea. Sus trabajos gramaticales, así como la mayoría de los gramáticos hispanohebreos a partir de él, los escribió en árabe y esto fue causa de que el avance científico de la filología hispanohebrea no se pudiera aprovechar en Europa hasta que Abraham ben Ezra iniciara las traducciones al hebreo y los Oimqí, especialmente David (m. 1235), reelaborasen en lengua hebrea los principios de la escuela hispanohebrea en árabe.

La lengua hebrea tiene una vocalización complicada y un sistema de verbos anormales difíciles de clasificar sin excepciones. MenaQem b. Saruq había querido solucionar

las dificultades admitiendo raíces verbales de una, dos, tres letras, lo cual, como Y. demostró, era erróneo, pues, partiendo del hecho de que algunas letras se asimilan o desaparecen, hay que admitir que las raíces hebreas constan de tres letras. Aquellas letras sujetas a posible desaparición o asimilación las llamó débiles; de esta forma estableció la fecunda distinción entre verbos fuertes y verbos débiles en su obra capital Kitiib al-aftiil Jawiit wuruf al-fin (Libro de los verbos que poseen letras débiles), completada con otra sobre los verbos que tienen alguna letra repetida Kitiib al-aftiil Jawiit al-malalayn (Libro de verbos que tienen reduplicados). Estas dos obras, junto con una tercera sobre las vocales (Kitiib al-Tanqit: Libro de la puntuación), fueron dos veces traducidas al hebreo: una por Moseh ibn Chicatella, la otra por Abraham ibn Ezra. Los traductores respetaron la terminología adoptada por Y. y de este modo pasó a las gramáticas posteriores. Por otra parte, su distinción entre verbos débiles y fuertes ha sido aceptada hasta hoy día. Una cuarta obra, Kitiib al-Natf (Libro de Extractos), quiso ser un suplemento a las anteriores. La escuela gramatical española, traducida del árabe al hebreo y del hebreo al latín, fue la guía donde los cristianos de la Edad Media y del Renacimiento aprendieron la lengua hebrea. Como discípulo tuvo a Samuel ibn Nagrella, que salió en su defensa cuando creyó que el célebre R. Yonah ibn Ganah le criticaba.

F. DÍAZ ESTEBAN. 
Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991

AVICEBRÓN (1021-1070)



AVICEBRÓN (1021-1070)

Selomoh ben yehudah ben Gabiról (en las versiones latinas: Avicebrón o Avencebrol o Avicembrón). Filósofo, teólogo y poeta hispano-judío, n. en Málaga en 1021-22. Se tienen escasos datos de su vida: de familia de origen cordobés, tuvo una juventud difícil, debido a que perdió pronto a sus padres, y a su especial carácter: enfermizo. tímido, mordaz, irascible y melancólico. Emigró a Zaragoza buscando la protección del rey al-Mundir I. Primeramente se dedicó a la gramática y después a la filosofía. En 1045, por circunstancias políticas, huyó a Valencia. donde m. entre 1050 y 1070. Se conservan algunas de las 20 obras que escribió. Unas nos han llegado en su versión árabe, otras en latín y hebreo. Entre las principales se pueden citar: ´Anaq (Collar) que es una gramática hebrea en 400 versos acrósticos (casi totalmente perdida); Islah al-ajlaq (Corrección de los caracteres), tratado de ética, breve; Mujtar al-yawahir (Selección de perlas), del que solamente se conservan algunos fragmentos; 'Azharot (Prescripciones) o colección de normas obligatorias del código bíblico; Meqor hayyim (Fons vitae de las traducciones medievales: Fuente de la vida), su principal obra filosófica, de la cual hay una traducción latina hecha por Domingo Gundisalvo y Juan Hispano además de un resumen en hebreo de Sem Tob ibn Falaqera; Keter Malkut (Corona real), poema filosófico; y además algunas composiciones poéticas.

En el mundo judaico español había entrado en el s. X una fuerte corriente neoplatónica, que sólo al final del siglo tiene un carácter profundo y vigoroso, cristalizando de una manera definitiva en A. bajo la forma de neoplatonismo plotiniano y filoniano, del que toma la visión general de los seres y el emanatismo. Otras corrientes que influyen en A. son el peripatetismo, del que toma gran parte de la terminología, el hilemorfismo (interpretado a su manera) y el racionalismo en general; la escuela de ibn Masarra y la Teología de Aristóteles, la teología árabe (de la que acepta algunos conceptos en torno a la Voluntad de Dios) y el monoteísmo creacionista junto con el moralismo de la Biblia.

Como poeta es uno de los más grandes de la escuela hispano-judaica. Su poesía se caracteriza por el vivo sentimiento de su valor personal, por su agudo intelectualismo, por el pesimismo que lo invade todo y que únicamente se aclara un tanto con su concepción neoplatónica del mundo, con la esperanza mesiánica de la Biblia, y la fe en la salvación individual y colectiva, si bien la salvación individual está teñida de tanto intelectualismo y aspiración mística que casi resulta inaccesible al vulgo. Canta además los tradicionales temas hebraicos del dolor del exilio, de la esperanza en el Mesías, etc. Incluso se deja llevar a veces por la moda de la época de un lenguaje oscuro y afectado.

En su pensamiento filosófico, parte de un Dios personal, absolutamente simple y uno, concebido como Primer agente, Agente no hecho, Principio de las cosas, Fuente de la vida. y es origen de todo, en cuanto que 1°: su Esencia necesariamente da lugar a la materia prima universal; 2°: su Voluntad hace las formas múltiples que habrán de especificar a la materia. Con lo cual tenemos la primera división de los seres: Dios absolutamente simple y los demás, compuestos todos de materia y forma. Ahora bien, la Voluntad de Dios es indefinible en cuanto a nosotros, pero activa en sí, y es a su vez finita en cuanto a su acción, pero infinita en cuanto a su propia naturaleza. Respecto al resto de los seres, espirituales y corporales, todos están compuestos de materia prima y forma sustancial. La materia prima es concebida como un algo común a todos los seres, «sustrato único», «soporte» de las formas, las cuales son el principio de diversificación, bien entendido que materias y formas se escalonan en diversos grados a partir del primer producto de Dios hasta el ínfimo ser, conteniendo las superiores a las inferiores y produciendo aquéllas a éstas en un orden de poder creador emanador decreciente conforme se alejan del Primer principio. Este hilemorfismo universal, tomado de Aristóteles y en parte del neoplatonismo, se aparta de ellos en cuanto que la materia prima es configurada como soporte unitario en lugar de ser pura potencialidad e indiferencia como quería Aristóteles.

Por otro lado, el hilemorfismo no es aplicado al devenir de los cuerpos al modo aristotélico, sino a la totalidad de los seres, con el fin de diferenciarlos del único ser simple: Dios. Por su parte, el neoplatonismo había distinguido fundamentalmente entre mundo sensible e inteligible; A., en cambio, toma como distinción básica y cuadro general del universo la irreductible dualidad de materia y forma. Entre Dios y el mundo sensible sitúa A. tres seres intermedios que impiden que Dios se contamine de la multiplicidad al hacer los cuerpos: Inteligencia Universal, de la que procede el Espíritu o Alma Universal y Naturaleza (proveniente del Alma) de la cual salen las formas de todas las cosas. Los tres elementos están compuestos de materia y forma y cada uno sale del otro por emanación. En cuanto a los cuerpos terrestres, reciben muchas formas, entre las cuales, la primera es la forma de la corporeidad.
El hombre consta de cuerpo y alma: por medio de ésta se une al cuerpo el entendimiento, que desde su creación posee toda ciencia, sólo que oscurecida por la materia. El hombre, pues, debe purificarse y subir grado a grado por la escala de los seres hasta el conocimiento de Dios.
Su influjo entre los pensadores judaicos no fue del todo grande por creérsele aconfesional o por lo menos no judío de religión; sin embargo, influye en ben Zaddij, ben Ezra y Ha-Ieví. En el mundo cristiano es conocida su Fans vitae y de ella reciben impacto Guillermo de Auvernia, S. Alberto, S. Tomás, R. Bacon, D. Scoto, etc., pero no relacionan al Avicebrón del Fans vitae con el ben Gabiról poeta que ellos conocían. Se debe a Munk la identificación del autor.

I. LOMBA FUENTES.
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991
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sábado, 6 de julio de 2019

YEHUDAH IBN TIBBON - JUDIO


YEHUDAH IBN TIBBÓN

(c. 1120-c. 1190) Nació en Granada. Médico de profesión. Huyó de la persecución antijudía de los almohades (mediados del siglo XII) y se estableció en Provenza. Allí siguió praticando la medicina. El famoso viajero judío Benjamín de Tudela lo debió conocer cuando pasó por la ciudad de Lunel.

En esa comunidad de unos trescientos judíos destacaba “el médico R. Yehudah ben Tibbon hasefaradi [=el español], quien sustenta y enseña a cuantos vienen de lejanos países para aprender la Torah” (Benjamín de Tudela, Libro de Viajes. Trad. J.R. Magdalena). Fue un hombre de una gran cultura. Poseía una gran biblioteca que pudo salvar cuando emigró de Granada y se instaló en el sur de Francia. Ya que los judíos del Languedoc y Provenza desconocían el árabe, que era el vehículo principal de la ciencia y el pensamiento de la época, inició una importantísima labor de traducción al hebreo de obras escritas en árabe que no eran accesibles a los judíos europeos.

Por esta labor recibió el título de padre de los traductores. Se centró principalmente en la traducción de obras filosóficas, para lo que tuvo que crear una terminología científica nueva en hebreo.

Tradujo obras de Selomoh ibn Gabirol (Corrección de las cualidades del alma; Selección de perlas), Bahya ibn Paquda (Los deberes de los corazones), Saadia Gaón (Libro de las creencias y de las opiniones), Yehuda ha-Leví (Libro del Cuzari), etc.

Esta labor de traducción fue continuada por varios miembros de su familia en las siguientes generaciones. Destaca su hijo Semuel ben Yehuda ibn Tibbón, quien tradujo la Guía de los perplejos y otras obras de Maimónides.

SAADIA IBN DANAN - JUDIO


SAADIA IBN DANÁN


(muerto después de 1505) Rabino nacido en Granada. Su abuelo, Moseh ben R. Maimón, fue Rab y Hakam. Él llegó a ser dayyán (=juez) de la comunidad. Su familia era originaria de Fez, aunque algunos autores piensan que es probable que se instalaran en el Norte de África procedentes de la España cristiana huyendo de las matanzas de 1391. Otros investigadores (C. del Valle) creen que los Ibn Danán vivieron en Granada desde antes de la llegada de los almohades, siendo, por tanto, un ejemplo de la pervivencia del elemento judío en la Granada de la segunda mitad del siglo XII. Ibn Danán salió de Granada en 1492 y murió en Orán en las primeras décadas del siglo XVI. Es uno de los últimos sabios judíos de al-Andalus: conoció bien el árabe, lengua en la que escribió la mayor parte de sus obras. Fue gramático, poeta, cronista, filósofo y especialista en ley judía. Antes de salir de Granada escribió sus obras más importantes.

Destaca su Al-daruri fi l-luga al `ibraniyya (Lo necesario de la lengua hebrea), obra terminada en 1468: se trata de un diccionario en judeo-árabe del hebreo bíblico con una introducción sobre morfología y métricas hebreas. Como cronista, tiene una pequeña obra titulada Seder ha-dorot (=el orden de las generaciones). No es realmente una obra historiográfica, según lo entemos en la actualidad. Como otras obras anteriores (Abraham ibn Daud, Abraham de Torrutiel) su objetivo era presentar la “cadena de la tradición”: para hacer más fácil el estudio de la Ley judía era fundamental conocer cómo ésta se había transmitido de manera ininterrumpida de maestro a discípulo hasta sus días. ■

MOSEH IBN EZRA - JUDIO


MOSEH IBN EZRA

(c. 1055-después de 1135) Nació en Granada. Miembro de una importante familia aristocrática judía, recibió una completa educación en árabe y hebreo. En Lucena su maestro fue Yitzhaq ibn Gayyat. Al igual que sus otros hermanos, ocupó altos cargos en la administración de la Granada zirí en tiempos del rey Abd-Allah.

Como se aprecia en la temática de su poesía, llevó una vida placentera y sonriente hasta que, tras la llegada de los almorávides (1090) y la dispersión de sus amigos y parientes, se decidió finalmente por marcharse a la España cristiana, donde vivió la amargura del exilio y constantemente se acordaba de su ciudad natal.

Es uno de los grandes poetas del “siglo de oro” de la literatura hebrea andalusí. De su juventud es el Sefer ha-anaq (Libro del collar), colección de poemas cortos: cantos de vino y amor, descripciones de flores, jardines, etc. En su época de exilio, su poesía se hace más profunda y atormentada: dominan las poesías sobre la vanidad del mundo, la brevedad de la vida, lo inestable de las cosas, etc. En el exilio también compuso en árabe su Kitab almuhadara wal-mudakara (Libro de la consideración coloquial y del recuerdo) obra fundamental de la crítica literaria hebrea.

Es un libro en el que reivindica la poesía y retórica hebreas, insistiendo en que tienen tantos recursos y posibilidades como la poesía árabe. Esta obra, en la que expresa con orgullo la superioridad de la Diáspora judía en al-Andalus sobre el resto, también es de gran interés porque recuerda en ella las generaciones de poetas judíos andalusíes que le precedieron.

Es una obra nostálgica, como toda su producción del exilio: en ella nos habla de un mundo brillante y culto que ya no existía. Él y su hermano Yitzhaq fueron protectores y buenos amigos de Yehudah ha-Leví. Es muy interesante la correspondencia poética de Yehudah ha-Leví con los Ibn Ezra y otros personajes judíos de Granada, Córdoba, Sevilla y Lucena. ■