miércoles, 18 de mayo de 2022

IBN AL-BAYTAR Y LA FARMACOLOGÍA MEDIEVAL

 

IBN AL-BAYṬĀR Y LA FARMACOLOGÍA MEDIEVAL

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La obra de Ibn al-Bayṭār es muy extensa y está dedicada al estudio de la botánica, la zoología y la mineralogía con fines farmacológicos. En total se le atribuyen una docena de composiciones, algunas de ellas perdidas, otras duermen todavía manuscritas sin editar ni traducir en bibliotecas de todo el mundo, y otras tantas han visto la luz en ediciones y traducciones a varias lenguas.


ANA M. CABO GONZÁLEZ
UNIVERSIDAD DE SEVILLA


Detalle de una de las ilustraciones de una traducción árabe del Tratado de las plantas de Dioscórides. BNF ms. Arabe 2850, f. 117bis v.


El malagueño Ḍiyāʾ al-Dīn Abū Muḥammad ʿAbd Allāh b. Aḥmad al-Malāqī, más conocido como Ibn al-Bayṭār, puede ser considerado uno de los farmacólogos más importantes de la historia de la ciencia y, por supuesto, uno de los científicos andalusíes que más aportó a esa disciplina. 

La vida de Ibn al-Bayṭār transcurre durante la segunda mitad del siglo XII y la primera del XIII, y es Málaga o sus alrededores, posiblemente Benalmádena, la localidad que lo vio nacer. 

Fue en el seno de su familia donde el malagueño se inició en las artes de la botánica y de la farmacología, ya que su padre, Aḥmad b. ʿAbd al-Mālik y su abuelo, Abū Marwān ʿAbd al-Mālik Ibn al-Bayṭār, se habían dedicado al estudio de diferentes ciencias, entre ellas, las naturales. 

De esta primera etapa de la vida y la formación de nuestro autor se conservan pocos datos biográficos, pero de lo que no hay duda es de que adquirió, durante la misma, los conocimientos básicos y la estimulación necesaria como para desear ampliar sus estudios sobre plantas, animales, minerales y sus usos en la farmacología más allá de su localidad natal. 

En su población de nacimiento, Ibn al-Bayṭār residió hasta los 18 o 20 años, edad en la que se trasladó a Sevilla, con la intención de ampliar sus conocimientos de la mano de los más prestigiosos y conocidos botánicos musulmanes de la época: ʿAbd Allāh b. Ṣāliḥ, Abū l-Ḥaŷŷāŷ y Abū l-ʿAbbās al-Nabātī. Fue de este último del que se convirtió en discípulo distinguido y con el que aprendió a conocer y reconocer la amplia flora de Sevilla y sus alrededores, especialmente, de las tierras del Aljarafe, por donde realizaban sus labores de herborización. Este período transcurrió antes de 1220-1, fecha en la que inicia su largo viaje a Oriente, de donde nunca regresó. 

Detalles de este largo periplo podemos encontrar en su propia obra, donde va dejando pinceladas de lugares por los que pasa, personas a las que conoce y flora y fauna que recoge, cuyos datos almacena para su posterior estudio y descripción. 

El viaje sin retorno se inicia en el norte de África, concretamente en la ciudad de Ceuta, una vez atravesado el Estrecho de Gibraltar; desde allí se desplaza a Bujía, donde toma rumbo a Constantina, para llegar, más tarde, a Túnez, arribar después a Trípoli y, finalmente, detenerse en Barca, donde emprende viaje por el mar Mediterráneo en dirección a Asia Menor, tierra que recorre durante al año 1224 y que lo pone en contacto directo con las tradiciones clásicas griega y latina, y con las grandes obras de los médicos grecorromanos Dioscórides (40-90 d. C.) y Galeno (129-210 d. C.). 


Mapa del recorrido de Ibn al-Bayṭār.


De aquí se traslada a Siria, donde conoce a Ibn Abī Uṣaybi‘a, médico de Damasco muy conocido por su obra de recopilación de biografías de médicos ilustres, composición que comienza en los albores de la historia y termina con las vidas y las obras de sus coetáneos. Entre estas biografías podemos encontrar la de nuestro autor, a quien el médico damasceno describe con estas palabras: 

“La primera vez que me encontré con él fue en Damasco en el año 633 H (1253-4 d. C.) y pude apreciar sus magníficas cualidades y su gran conocimiento de las plantas. Yo exploré junto a él los alrededores de Damasco […] Con nosotros llevábamos las obras de Dioscórides, de Galeno y de al-Gāfiqī […] Primero él me citaba los términos griegos que aparecían en Dioscórides, después añadía lo que este decía de cada planta, sus características y sus propiedades, haciendo lo mismo con Galeno y los demás sabios, y señalando aciertos, contradicciones y errores. Así pude constatar su profundo conocimiento de las plantas y de las obras de los grandes clásicos Dioscórides y Galeno”. 

Desde Siria, Ibn al-Bayṭār viaja hasta Persia, pasando por Irak y recorriendo el norte de la península arábiga, siempre en busca del conocimiento farmacológico de plantas, animales y minerales, y recopilando datos de lugares, de términos, de especies y de personas que le descubrían nuevos horizontes del saber y la ciencia. 

Finalmente, se dirige a Egipto, lugar en el que nuestro autor se instala definitivamente bajo el amparo y la protección del sultán ayyubí al-Mālik al-Kāmil Muḥammad b. Abī Bakr, a quien había llegado recomendado como valioso botánico y farmacólogo. Este sultán, apreciando las dotes médico-farmacológicas de Ibn al-Bayṭār, lo nombró “Jefe de los herboristas” de su corte y, desde entonces, formó parte del séquito del sultán hasta su muerte, pasando, después, a servir al hijo que lo sucedió y al que dedicó sus dos obras más importantes: el Kitāb al-Ŷāmiʿ y el Kitāb al-Mugnī

Durante el largo viaje que hemos descrito, Ibn al-Bayṭār, aprovechó para ir tomando referencias botánicas y lexicográficas de todas aquellas plantas, animales y minerales que iba descubriendo por esas tierras, haciendo así un gran trabajo de campo que, más tarde, reelaboraría y sería la base para su ingente producción científica. 

La obra de Ibn al-Bayṭār es muy extensa y está dedicada al estudio de la botánica, la zoología y la mineralogía con fines farmacológicos. En total se le atribuyen una docena de composiciones, algunas de ellas perdidas, otras duermen todavía manuscritas sin editar ni traducir en bibliotecas de todo el mundo y otras tantas han visto la luz en ediciones y traducciones a varias lenguas. Entre todas estas obras podemos destacar las siguientes: 

Un Comentario al Libro de Dioscórides. De esta composición Ibn Murād llevó a cabo una edición (Túnez, 1990) y A. Dietritch una edición y una traducción al alemán (Göttingen, 1991). Se trata de una colección de nombres de medicamentos en diferentes lenguas (griego, árabe, beréber y latín) y de sus descripciones, y que tiene como fin fin acabar con las muy contadas confusiones que a lo largo de la historia se habían producido con muchos de ellos. 



Traducción árabe del Tratado de las plantas de Dioscórides. BNF ms. Arabe 2850, f. 70v.


Un Libro que aclara e informa sobre los errores y falsedades que contiene “El Método”. Se trata de una obra dispuesta en forma de diccionario que recoge las inexactitudes que Ibn al-Bayṭār detectó en la lectura de la composición titulada El Método, del médico iraquí de origen cristiano del siglo XI Ibn Ŷazla. 

Un Libro sobre lo que es útil saber acerca de los medicamentos simples. Obra compuesta en veinte capítulos en los que se van enumerando las diferentes partes del cuerpo, las dolencias que estas partes pueden padecer y los tratamientos que se deben aplicar según los casos. 

Una Epístola sobre el tratamiento de los venenos. Es una composición menor en la que el autor recopila una serie de antídotos para combatir diferentes envenenamientos. 

Un Tratado sobre las propiedades del limón. Esta obra contiene la descripción de las propiedades terapéuticas del limón. Aunque no se conserva copia manuscrita árabe alguna, sí existen varias traducciones al latín en las que se explicita que el autor es Ibn al-Bayṭār. 

Un Libro sobre la norma del médico. En él se describen en ochenta capítulos las enfermedades que pueden darse en cualquier parte del cuerpo humano, las terapias que se deben aplicar y su posología. Este trabajo se estructura de la siguiente forma: comienza por la cabeza y termina por los pies, pasando por cada uno de los órganos del cuerpo. 



Traducción árabe del Tratado de las plantas de Dioscórides. BNF ms. Arabe 2850, f. 11r.


Un Tratado sobre lo que es útil saber acerca de los medicamentos simples. Esta es la segunda obra en importancia de entre las composiciones de Ibn al-Bayṭār. Su contenido gira en torno a la función terapéutica de los medicamentos y está compuesta por veinte capítulos. 

Y, finalmente, la más importante y reconocida de todas, una Colección de medicamentos y alimentos simples. Se trata de un ingente diccionario, ordenado alfabéticamente, en el que se recogen las propiedades de alrededor de mil cuatrocientos simples (vegetales, animales y minerales), y cuya información es tomada de los grandes médicos griegos Galeno y Dioscórides, así como de más de un centenar de autoridades hindúes, persas y árabes, completado todo ello con los resultados de su propia experimentación. El orden interno de cada término estudiado siempre es el mismo: los diferentes sinónimos árabes, griegos y de otras lenguas por los que es conocido el simple propuesto, la descripción física del mismo, las propiedades terapéuticas que contiene, las enfermedades que cura y sus formas de aplicación, fundamentalmente. Todo ello, evidentemente, bien referenciado en las fuentes de las que el autor se nutre. 

La obra comienza con un extenso y detallado prólogo que describe con minuciosidad la intención que tiene el autor al escribir esta composición, y precisa los pormenores de su estructura, enumerando los seis propósitos fundamentales que aquí presentamos de manera muy resumida: 

1.  Explicar lo que Dioscórides y Galeno han dicho sobre los alimentos y los medicamentos, y el uso que de ellos ha de hacerse. 

2.  Exponer las opiniones de autores antiguos y modernos, y lo que en ellos es verdad confirmada, dejando a un lado todo aquello que se aparte de la evidencia y la confirmación.

3.  Evitar las repeticiones.

4.  Disponer la obra por orden alfabético para facilitar su estudio y su consulta.

5.  Demostrar los errores cometidos por otros autores y

6.  Escribir los nombres de los elementos en diferentes lenguas. 

Esta obra fue muy conocida en su tiempo y, prueba de ello, son las numerosas copias manuscritas que se conservan en la actualidad (concretamente 86, repartidas por Europa, Asia, África y América), y los cuantiosos trabajos de edición, traducción y estudio que sobre ella se han llevado a cabo a lo largo de la historia: las ediciones totales realizadas en El Cairo (1874) y en Beirut (1992); las parciales de al-Jaṭṭābī (Beirut, 1990) y de A. M. Cabo-González (Sevilla, 2002, 2005, 2009, 2010, 2011 y 2012); las traducciones al latín en los siglos XVII y XIX, la traducción al alemán de J. von Sontheimer (Stuttgart, 1840-42) y la francesa de L. Leclerc (París, 1877-83), entre otras. A esto hay que añadir otros muchos estudios y reflexiones que convierten a la obra en una de las más conocidas y reconocidas de la historia de la farmacología. 



Traducción árabe del Tratado de las plantas de Dioscórides (detalle). BNF ms. Arabe 2850, f. 116v


Para poder entender mejor la estructura y la finalidad del Kitāb al-Ŷāmiʿ, recogemos aquí el pasaje que contiene la descripción de las propiedades de la cicuta: 

“A esta planta se la denomina ŷaqūṭa en la lengua vulgar de al-Andalus. Dioscórides, en su Libro IV, la llama conium, y dice de ella que tiene un tallo nudoso como el del hinojo, es de gran porte, de hojas similares a las de la cañaheja y despide un aroma intenso; la parte superior de los tallos desarrolla umbelas de florecillas blancas y semillas como las del anís, aunque de un blanco más intenso; la raíz de la cicuta es hueca y no profundiza en la tierra. Por su parte, Galeno añade en su Libro VII, que el poder de este medicamento es el de enfriar intensamente, y todo el mundo lo sabe. Dioscórides sigue diciendo que la cicuta forma parte de los medicamentos letales, que mata por enfriamiento, y que el vino puro puede ser un buen remedio contra el daño que esta planta produce; la cicuta, aplicada en forma de cataplasma, alivia la erisipela y las pústulas, machacada con sus hojas y aplicada sobre los testículos es de utilidad contra las poluciones nocturnas, y usada de la misma forma sobre los testículos de los niños, los empequeñece y los atrofia; aplicar esta cataplasma sobre el pene, lo relaja, y sobre los pechos de las parturientas, les corta la leche y les impide que aquellos se agranden. Sigue diciendo Dioscórides que la cicuta con mayor poder e intensidad es la que crece en la isla de Creta, en Mégara y en Cilicia. Dioscórides agrega en su Libro VI, el dedicado a los venenos, que si se bebe cicuta, hace perder la razón y la vista, produce hipo y delirio, enfría las extremidades y, por último, produce espasmos y asfixia al estrecharse la tráquea y la laringe; llegados a este punto, lo oportuno es que el paciente comience a vomitar y a laxar el vientre para forzar la expulsión de la cicuta, luego debe tomar cosas que le beneficien como es el melote, y que lo beba lentamente, después debe tomar leche de burra o ajenjo con pimienta fresca, ruda, mosto, hojas de laurel y goma de asafétida, todo ello hervido; este es un antídoto muy eficaz”. 

Ibn al-Bayṭār nunca regresó a al-Andalus, presumiblemente porque el avance cristiano hacia el sur de la península y la conquista de las grandes ciudades no animara a nuestro autor a volver a sus orígenes. El malagueño murió en Damasco como consecuencia, al parecer, de ingerir por error un veneno mortal mientras llevaba a cabo su proceso de constatación de las propiedades del mismo. Esto ocurrió en los últimos días del mes de octubre o los primeros de noviembre del año 1248.


PARA AMPLIAR: 

 

¿HUBO UN PRECEDENTE CRISTIANO EN EL ORIGEN DE LA MEZQUITA DE CÓRDOBA?

 

¿HUBO UN PRECEDENTE CRISTIANO EN EL ORIGEN DE LA MEZQUITA DE CÓRDOBA?

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El tópico de la suplantación de los espacios sagrados, surgido sin base empírica, se esfuma cuando se ha excavado

FERNANDO ARCE SAINZ
BIBLIOTECA TOMÁS NAVARRO TOMÁS (CCHS-CSIC)

Patio de los Naranjos de la Mezquita de Córdoba. Wikimedia Commons.


Con la información disponible (documental y arqueológica) se puede afirmar que la gran mezquita de Córdoba se levantó en tiempos, y por impulso, de Abderramán I (756-788). No está claro, dentro de esas fechas, cuándo arrancó el proyecto. En algunos de los relatos que hacen alusión al origen del edificio se menciona el año 170 de la Hégira (784-785 a. d.), si bien los textos que la proclaman, aparte de ser tardíos (del siglo XII en adelante), suelen contener noticias desacreditadas desde otras fuentes informativas. Es del todo improbable, como se dice en esas fuentes, que la obra se ejecutara en un solo año.

La mezquita no es una consecuencia directa e inmediata de la conquista. Aparece cincuenta años después de ella. A mediados del siglo VIII, Abderramán Ibn Muawiya, nieto del califa omeya Hisam, ha conseguido escapar de la violencia abasí y establecer, en la Península Ibérica, una entidad político-territorial independiente sobre la legitimidad de su pertenencia a la estirpe de los conquistadores de al-Andalus. La aparición del emirato independiente significa el arranque de la dinastía omeya andalusí. Siguiendo modelos ensayados, la naciente dinastía impulsa espacios monumentales desde los que proyecta su poder e ideología a la sociedad. Uno de ellos es la aljama, una mezquita promocionada por el poder político en la que la comunidad de creyentes, con el sultán a la cabeza, se reúne para el rezo colectivo. Hasta que llegó Abderramán a Córdoba el rezo común no se desarrollaba en un edificio construido, una mezquita, sino en musallas, espacios al aire libre someramente señalizados en el suelo en los que se congregaban los creyentes. Las explanadas abiertas y despejadas usadas como musallas solo se podían encontrar fuera de unos límites urbanos llenos de obstáculos físicos.

La obra de la aljama, frente a las musallas, significaba un fuerte impacto en la trama urbana. Al levantarse dentro de las antiguas murallas romanas era necesario, en primer lugar, preparar un enorme solar en un sector de la ciudad secularmente urbanizado. ¿Por qué se eligió ese entorno? ¿Qué se tuvo que eliminar? En este punto entra en juego una vieja discusión respecto al pasado inmediato de la mezquita. Desde Francisco Javier Simonet, un arabista del siglo XIX, se habla de una presencia cristiana bajo la forma de una iglesia que fue necesario eliminar para dejar sitio a la mezquita. Se apoya Simonet en una tradición literaria musulmana según la cual, cuando la ciudad fue conquistada, se derribaron todas las iglesias menos una que, además, fue obligada a compartir para dar cabida al rezo musulmán. Décadas después, según ese relato, cuando Abderramán I decide emprender la construcción de la aljama, se entra en negociación con los cristianos para conseguir su mitad del templo. Estos últimos abandonarán el lugar tras recibir una indemnización económica y obtener el permiso para rehabilitar las iglesias que fueron destruidas. Una de las versiones de esta tradición literaria menciona, como escenario de los hechos, a la iglesia de  Sant B.n.y.n.t, nombre que tradicionalmente se identifica con San Vicente.


Francisco Javier Simonet (1829-1897​ ). Wikimedia Commons.


Se fue forjando así un mito histórico que ha hecho que la mezquita de Córdoba sea habitual escenario de batallas historiográficas, políticas, ideológicas y patrimoniales. Actualmente, la discusión sobre el pasado cristiano de la mezquita ha dado un salto cualitativo y cuantitativo por parte de los defensores de dicho pasado. Parece haberse abandonado la idea una solitaria iglesia (la basílica de San Vicente). Ahora se habla de todo un barrio episcopal integrado por diversos edificios, tanto religiosos como residenciales y de servicio. ¿Estaba el complejo episcopal visigodo en el lugar donde se erigió la aljama?

Una respuesta afirmativa reforzaría la lectura más conservadora que dice que la implantación musulmana sería, más bien, una suplantación simbólica y material. Los poderes locales derrotados y sometidos fueron obligados a dejar sus espacios representativos para ser usados por los conquistadores. Sin ir más lejos, el caso de Córdoba con la supuesta basílica de San Vicente, ha dado origen a un persistente tópico historiográfico que consiste en afirmar que las catedrales preislámicas fueron expropiadas para erigir sobre ellas las mezquitas principales de las ahora medinas.

Pasemos a valorar los orígenes de la mezquita desde el análisis de las fuentes informativas disponibles, documentales y arqueológicas. En conjunto, el dosier documental ofrece más bien confusión. Aparte de la famosa tradición literaria sobre la iglesia primero compartida y luego comprada hay otras que, de forma injustificada, no suelen ser manejadas. Reunidas todas, siempre procedentes del canal documental árabe, se ofrecen situaciones diversas, irreconciliables. Unas dicen que Abderramán I construyó su mezquita sobre una mezquita anterior que se remontaba a los tiempos de la conquista. Otras que había una iglesia pero que no estaba siendo compartida. Luego, como no, la de la iglesia de San Vicente, y otra que dice que el templo cristiano que se derribó no estaba en la sala de oración sino en lo que pasó a ser el patio de la aljama. Si ordenamos cronológicamente las fechas de elaboración de las fuentes que dan noticias sobre el origen de la mezquita comprobamos que son, las más tardías, aquellas que incluyen la presencia de iglesias. Autores de los siglos X y XI como al-Razi, Ibn Hayyan (quien dice tomar la noticia del anterior) o Ibn al-Qutiya muestran escenarios de exclusividad musulmana: el emir levanta la mezquita sobre otra anterior erigida por los conquistadores. Es a partir del siglo XII (Ibn Idari) cuando asoma el templo compartido en lo que parece ser una clara adaptación, a Córdoba, de una tradición literaria que tenía por escenario Damasco.


Tejado de la mezquita de Córdoba. Wikimedia Commons.


En cuanto al registro arqueológico, no han sido muchas las excavaciones  realizadas en la mezquita, aunque sí suficientes para poder descartar que este sector urbano contara con algún edificio religioso que fuera necesario eliminar como paso previo a la construcción de la aljama. Esto vale tanto para iglesias como para mezquitas ya que, no lo olvidemos, hay relatos que hablan de templos cristianos mientras que otros aluden a mezquitas. Las campañas excavatorias más extensas y ambiciosas se desarrollaron en los años 30 del siglo pasado, siendo impulsadas por Manuel Gómez-Moreno y dirigidas por Félix Hernández. Los resultados fueron del todo desmitificadores ya que, según sus propios testimonios, nada apareció que pudiera asimilarse a la basílica esperada. Los últimos niveles de uso, aquellos que tuvieron que ser arrasados para hacer el solar, presentaban estructuras arquitectónicas lejos de los estándares monumentales y, además, no definían espacios litúrgicos mínimamente coherentes. Había que bajar hasta los niveles más profundos, romanos, sepultados por los anteriores, para encontrar restos de cierta monumentalidad y calidad ejecutoria. Algunos de ellos pueden ser contemplados a través de un cristal en el suelo de la mezquita, a unos tres metros por debajo de él. Se le dice al visitante que son parte de la basílica de San Vicente. Falso. Se trata de un ámbito doméstico, residencial, erigido en torno al siglo IV.


Localización de las estructuras encontradas por Félix Hernández. Plano realizado a partir de la información de Félix Hernández revisada por Pedro Marfil y Antonio Fernández-Puertas, publicado en José Manuel Bermúdez, “El atrium del complejo episcopal cordubensis. Una propuesta sobre la funcionalidad de las estructuras tardoantiguas del patio de la mezquita de Córdoba”Romula, nº 9 (2010), pp. 315-341.


Excavaciones acontecidas tiempo después (años 90 y 2017) arrojan la misma secuencia, al tiempo que siguen sin aportar evidencias de un centro de culto arrasado. No es ninguna sorpresa que bajo la aljama cordobesa no aparezcan iglesias amortizadas. El tópico de la suplantación de los espacios sagrados (de catedrales a aljamas), surgido sin base empírica, se esfuma cuando se ha excavado. En Córdoba, pero también en Zaragoza y Toledo, bajo cuyas catedrales medievales encontramos los oratorios islámicos pero, si continuamos profundizando, no aparecen por ningún lado las catedrales visigodas.

Cuando Abderramán I, emir independiente de al-Andalus, comienza a gobernar en Córdoba hereda una ciudad emanada de la conquista. El área en la que se levantará la aljama contaba ya con una rotunda presencia musulmana: un potente edificio fortificado junto a la muralla, el alcázar, que era la residencia de los gobernadores vicarios que se fueron sucediendo en los anteriores cincuenta años. Las excavaciones de la mezquita han aportado interesante información sobre lo que estaba pasando en esta parte de la ciudad en la primera mitad del siglo VIII. En el patio se excavó un suelo de empedrado en el que aparecieron un buen número de monedas musulmanas de plomo (llamadas feluses), un tipo de numerario que se usaba de forma cotidiana en las pequeñas transacciones. Cronológicamente todos los feluses corresponden al emirato dependiente (primera mitad del siglo VIII). Son monedas perdidas por gentes que se muen e interactúan, con sus dineros, en esta parte de la ciudad. En la puerta de San Esteban, Félix Hernández excavó un pozo ciego, sellado por la construcción de la mezquita, que arrojó materiales cerámicos propios de ambientes domésticos que presentaban las primeras novedades respecto a la tradición alfarera local tardorromana. Las cosas, sin duda, estaban cambiando en la ciudad y en la vida de sus residentes.


Arquería de la mezquita de Córdoba. Wikimedia Commons.


Esta medina en ciernes dará un salto adelante con la aparición del emirato, empezando por la construcción de la mezquita aljama ¿De qué manera pudieron verse afectadas las iglesias cordobesas en este nuevo escenario? Pues seguramente de ninguna. En la zona de la mezquita no había ningún templo que perder, ni antes ni después de hacerse la aljama, por lo que nada hay que decir al respecto en esta parte de la ciudad. Miremos mejor donde tenemos evidencias materiales de iglesias preislámicas que se enfrentaron a un nuevo tiempo que empezó tras la toma de la ciudad. Hoy por hoy solo conocemos, con garantías arqueológicas, tres de las iglesias cordobesas tardoantiguas y altomedievales. Las tres se localizan en Cercadilla, un arrabal en el oeste de la ciudad, y funcionan sin solución de continuidad más allá de la conquista. Una de estas iglesias, identificada con la basílica de San Acisclo de las fuentes árabo-cristianas, estuvo con seguridad en activo hasta inicios del siglo XI.

Lo que tenemos es un modelo de implantación antes que de suplantación. Las ciudades en las que se instalan los que llegan seguirán teniendo los mismos habitantes. Unos habitantes que se han quedado donde están porque las élites que dominaban y articulaban las sociedades locales han llegado a un pacto con el poder entrante. La ciudad, con sus moradores, va redefiniendo su topografía, pero no de una manera arbitraria o conflictiva. El poder musulmán naturalmente impone sus intereses pero no va a disputar, a los que han pactado, sus espacios de representación. La legitimidad del acuerdo, respaldada por la fuerza, permite a los musulmanes actuar de forma decidida en ciertas partes de la ciudad, como se ve en la parte sur, donde primero apareció el alcázar y más tarde la mezquita. Al mismo tiempo, otras partes de la ciudad siguen manteniendo, sin ser cuestionados, sus referentes religiosos previos (cristianos). Este es el caso de Cercadilla, donde las iglesias ni son destruidas ni son desafiadas colocando, cerca, mezquitas. La primera mezquita acreditada arqueológicamente en este arrabal aparece en el siglo X y es consecuencia de un contexto (el explosivo crecimiento de la ciudad en época califal) que nada tiene que ver con lo que ocurría en el siglo VIII.

Este modelo de implantación no es algo original de al-Andalus. Lo encontramos en otros territorios de conquista. La gran mezquita de Damasco, aljama de los Califas Omeyas, se levanta dentro de los límites de un colosal templo pagano, sin restos de iglesias intermedias. La Cúpula de la Roca y la mezquita al al-Aqsa, en Jerusalén, se alzan en la Explanada del Templo, un barbecho urbano deliberadamente mantenido bajo la dominación bizantina como humillación al colectivo judío. En Amán, una de sus colinas que albergaba un conjunto de ruinas romanas vio surgir un gran complejo palatino omeya además de una mezquita y un mercado.

La implantación, sin duda, supuso una solución de continuidad en la historia de las ciudades, pero no se hizo a costa de provocar desplazamientos forzosos, sino con la intención de generar nuevos polos de desarrollo urbano propiamente musulmanes. Desde esta perspectiva pensemos de nuevo en el tópico historiográfico sobre las catedrales y las aljamas: ¿se imaginan que en todas y cada una las ciudades de al-Andalus que siguieron teniendo obispados (cerca de veinte) los mitrados tuvieran que hacer las maletas para dejar atrás su catedral y trasladarse a otra iglesia? De momento no tenemos ningún dato, documental o arqueológico, que acredite estas mudanzas.


Mihrab de la mezquita de Córdoba. Fototeca del Patimonio Histórico.


Terminemos preguntando por el edificio que lleva rato sobrevolando estas líneas ¿Dónde estaba la catedral cordobesa? Al no existir pruebas de traslados (bajo la mezquita no hay iglesias y mucho menos un complejo episcopal) tenemos que pensar que siempre estuvo en el mismo lugar, desde época preislámica hasta, por lo menos, finales del siglo X, momento en el que sabemos con seguridad que seguía existiendo el obispado cordobés (colofón de la Biblia Hispalense, escrito por el entonces obispo de Córdoba, Juan, en 988). Existe un conjunto de obras literarias debidas a escritores cristianos cordobeses de mediados del IX (Eulogio, Álvaro y Sansón) en las que se dan bastantes noticias sobre la actualidad del momento. Vemos desfilar por ellas a muchas personas y, también, a muchos establecimientos religiosos que van desde la ciudad hasta sus alrededores. Alguna de ellas tenía que ser necesariamente la catedral. El problema es que ninguno de los tres escritores usa el término catedral para referirse a una iglesia en concreto. Entre todas las iglesias mencionadas, por lógica y casuística, la catedral tiene que ser una de las ubicadas en el medio urbano cordobés: San Acisclo, San Zolio, Los Tres Santos. Todos estos centros religiosos se localizan en diferentes suburbios que iban más allá de los límites marcados por las murallas romanas, lo que no significa que no formen parte efectiva de la ciudad de Córdoba. Dentro de sus murallas, por cierto, no encontramos información sobre la presencia de iglesias. Ni en los textos de época visigoda ni en los textos árabe-cristianos hay referencias a iglesias intramuros, presentes o pasadas. En cuanto a las propuestas hechas desde el registro arqueológico (la basílica de San Vicente en la mezquita y la iglesia del Convento de Santa Clara) carecen de bases argumentales solventes.

Entre las candidatas a catedral tal vez sea San Acisclo la que tenga más opciones: hay obispos enterrados en su necrópolis (lápida del obispo Lampadio muerto en 549, anillo del obispo Sansón sin fecha); la información textual árabe-cristiana muestra una fuerte vinculación entre esta iglesia y autoridad episcopal. Sea o no San Acisclo la catedral, lo importante es que la ciudad a la que llegan los musulmanes tenía, fuera del viejo recinto romano, sus principales edificios religiosos. Esta circunstancia, consecuencia de unas dinámicas históricas previas que son comunes a los núcleos urbanos postclásicos hispanos, jugó a favor de los que vinieron, permitiéndoles ocupar unos espacios, antes centrales, que han perdido dinamismo pero que ofrecen escenarios en los que desarrollar los nuevos discursos monumentales. La verdadera suplantación llegará más adelante, cuando los poderes cristianos medievales van conquistando las grandes medinas de al-Andalus: las aljamas se transforman en catedrales, los alcázares en fortalezas-palacio cristianos, las mezquitas de barrio en parroquias, los zocos en mercados.


PARA AMPLIAR:

 

 

 

 

 

martes, 17 de mayo de 2022

MAYONESA DE AGUACATE

 

MAYONESA DE AGUACATE




Si deseas una mayonesa original, saludable y gourmet. Esta salsa cremosa a tu gusto y sobre todo menos calórica que la mayonesa, estará lista en 5 minutos. Es perfecta a la hora del aperitivo para mojar unos palitos de verduras frescas, con gambas, pescados, embutidos, sándwich, o un bocadillo de pollo.

 

Ingredientes

½ Aguacate

1 Huevo

2 Dedos de aceite de girasol

2 Cucharadas de jugo de limón natural

Pimienta negra recién molida

2 Ramitas de cilantro fresco

1 Pizca de sal

 

Elaboración

Ponemos en el vaso de la batidora el huevo, el aceite de girasol,  y la sal, todo a temperatura ambiente, le damos máxima potencia.

El resultado tendrá una consistencia muy espesa, casi espumosa muy similar a la mayonesa clásica. Agregamos el jugo de limón natural, la mitad del aguacate cortado en trozos, las hojas de cilantro y una pizca de pimienta negra recién molida, y damos máxima velocidad a la batidora unos segundos, para integrar bien los ingredientes.

Es muy importante guardar la mayonesa de aguacate en un frasco hermético, Guardamos en el frigorífico y nos durara 3-4 días.

¡Buen provecho!

MAYONESA CASERA SABROSA

 

MAYONESA CASERA SABROSA




Ingredientes

2 Yemas de huevo

2 Cucharadas de Vinagre blanco

Sal una pizca

1 Pizca de pimienta blanca molida

1,5 Cucharadas de mostaza Dijon

 

Elaboración

Debemos recordar la regla principal al elaborar una mayonesa con huevo, todos deben estar a temperatura ambiente.

En el vaso de la batidora, batimos las 2 yemas de huevo, hasta que queden suaves, agregamos las 2 cucharadas de vinagre y sal, batimos bien, y vamos dejando caer suavemente pequeñas cantidades de aceite mientras batimos hasta que la salsa espese. Entonces podemos verter grandes porciones de aceite, la pimienta, sal e incorporamos la mostaza Dijon.

Podemos usar esta salsa mayonesa en ensalada o para platos de carene y pescado.

¡Buen provecho!

 

MAYONESA DE LIMÓN CASERA

 

MAYONESA DE LIMÓN CASERA




El hermoso nombre solo enfatiza la presencia de uno de los ingredientes: “Jugo de Limón”. Intenta hornearlo y lo más probable es que te olvides de cómo se ven en las tiendas.

 

Ingredientes

1 Taza de aceite vegetal

3 Yemas de huevo

½ Cucharadita de sal

El jugo de medio limón exprimido (que hemos horneado)

Mostaza en polvo ½ Cucharadita

 

Elaboración

Separamos con cuidado las yemas de las claras, solo vamos a usar las yemas.

Vertimos las yemas en el vaso de la batidora, la mostaza, jugo de limón y sal, y dejamos en el frigorífico por 5 minutos para que la temperatura de los ingredientes esta nivelada y la emulsión se formen más fácilmente.

Sacamos del frigorífico y batimos, añadiendo el aceite gota a gota. Cuando las yemas brillen y espesen un poco, aumentamos la velocidad de la batidora y vamos agregando más cantidad de aceite, determinando el grado de preparación a la vista. Si la salsa resulta demasiado espesa, puede aligerarla con un poco de agua.

¡Buen provecho!

MAYONESA DE AJO CASERA

 

MAYONESA DE AJO CASERA




Este es el tipo de salsa más maravilloso, es adecuado para mariscos, verduras, pastas, patatas y sándwiches.

 

Ingredientes

2 Yemas de huevo

250-300  gr de aceite de oliva

½ Cucharadita de mostaza

Jugo de limón, la mitad de  1 limón

1 Cucharada de Ajo picado

Sal

Pimienta blanca molida ½ cucharadita

 

Elaboración

En el vaso de la batidora de inmersión, mezclamos las yemas con la mostaza, vertimos el aceite y revolvemos inicialmente a baja velocidad y vamos gradualmente aumentando la velocidad hasta que espese la mezcla.

Añadimos el ajo, la pimienta, el jugo de limón, y batimos hasta que el ajo este lo suficientemente triturado e incorporado.

Enfriamos en el frigorífico, hasta la hora de usarlo.

Para darle un toque especial. Podemos trocear aceitunas sinhueso y agregárselo a la mayonesa, después de que se haya formado la emulsión, esto le dará un toque muy especial.

¡Buen provecho!