MAIMONIDES
Maimónides. Mošeh ben Maimon, Rambam, Mūsā b. Maymūn. Córdoba, 28.III.1138 – El Cairo (Egipto), f. 1204. Filósofo, rabino, teólogo, legislador y juez, físico, astrónomo y médico.
Aunque hasta hace poco se creía que Maimónides —conocido así en
el mundo occidental y como Rambam entre los judíos— había
nacido el sábado 14 de nisán del año 4895 de la era judía (30 de marzo de
1135), sin embargo, recientes investigaciones basadas en documentos
descubiertos en la Geniza de El Cairo apuntan al hecho de que nació unos años
más tarde, el 28 de marzo de 1138. Descendía de una familia de jueces (dayyanim),
que remontaba a Rabí Yěhuda ha-Nasi, redactor de la Mišná, sabio
que había alcanzado la perfección moral e intelectual del que se dice que era
descendiente directo del rey David. De sí mismo decía Maimónides: “Yo, Mošeh,
hijo de R. Maimon, el juez, hijo de R. Yosef, el sabio, hijo de R. Yisḥaq, el
juez, hijo de R. Obadyah, el juez, hijo de R. Šĕlomoh, el maestro, hijo de R,
Obadyah, el juez”, según se refiere en la crónica compuesta por Abraham Zacuto
en 1505.
Conocido en árabe como Abū Imrān Mūsā b. Maymūn, nació en
Córdoba, ciudad dominada desde el año 1091 por los almorávides, que ejercieron
una profunda presión económica sobre los judíos para mantener un Ejército en
lucha contra los cristianos. Incluso, a juzgar por los testimonios de Yěhuda
ha-Levi, parece que el pueblo judío vivía oprimido, sojuzgado y sometido,
aunque se sabe también del aprovechamiento que los gobernantes musulmanes
hicieron de los judíos, de quienes se sirvieron como visires, altos dignatarios
y médicos en diferentes Cortes. En este sentido, cabe recordar que Córdoba
constituía un centro de estudios muy importante en la vida de los judíos
hispanos, donde cultivaban las artes, las letras y las ciencias desde la época
en que Hašday b. Šaprut, médico, literato, traductor, diplomático, jefe de las
comunidades judías de al-Andalus y gran mecenas de la cultura, había sido
hombre de confianza en la Corte de ‘Abd al-Rahmān III (muerto 961).
Muy pocas son las noticias que se conservan de su juventud. Se
sabe que se formó en la Torá y en el Talmud. Su padre, juez rabínico que obtuvo
renombre también por algunos de sus escritos, había estudiado con el célebre
talmudista Rabí Yosef ha-Leví b. Migaš, de quien Maimónides se consideró
discípulo, aunque es improbable que fuera su maestro por haber muerto a poco de
nacer Maimónides. Se cuenta, incluso, que tenía tal celo religioso desde niño,
que se entregaba a meditaciones profundas y que se refugiaba en la sinagoga, en
la parte reservada a las mujeres para que nadie lo interrumpiera. Aunque se
dice que durante su infancia en Córdoba estudió las diversas ciencias
racionales, sin embargo, es muy difícil que antes de los diez años hubiera
adquirido una formación profunda en ellas, según algunas referencias
biográficas. Porque no hay que olvidar que cuando tenía diez años, según la
cronología de su vida hoy aceptada, tuvo lugar un hecho de trascendental
importancia para la comunidad judía de al-Andalus y, más en concreto, de
Córdoba.
Fue en 1148 cuando los almohades, al mando de ‘Abd al-Mu’min,
entraron en la ciudad de Córdoba. Se trataba de una tribu berebere que, tras
sangrientas luchas, conquistó el poder en Marruecos y en al-Andalus. Impulsados
por una revelación teológica debida a su fundador, Ibn Tūmart, se consideraban
los verdaderos depositarios de la religión islámica, los firmes defensores de
la unicidad divina (al-muwaḥḥidūn), lo que les convirtió en inflexibles,
sectarios y fanáticos, que sin embargo no impidió que algunos de sus sultanes
aceptaran en su Corte la presencia de notables filósofos, como Ibn Ṭufayl y
Averroes. Los almohades desencadenaron una feroz persecución contra las
comunidades judía y cristiana de Córdoba, imponiendo la conversión al Islam o
el exilio. Así se deduce de varios testimonios, entre ellos la carta de un tal
Šĕlomo ha-Kohen de Fustat, donde habla de los exterminios de judíos por los
almohades en el Norte de África: “El invasor se dirigió hacia Tremecén, donde
masacró a gran parte de sus habitantes, sin contar a aquellos judíos a los que
forzó a convertirse. Cuando a los habitantes de Silŷimasa les llegó esta
noticia, se sublevaron contra los gobernantes almorávides, a los que expulsaron
de la ciudad. La ofrecieron a ‘Abd al-Mu’min. Cuando éste se apoderó de esos
lugares, reunió a todos los judíos locales y les ordenó convertirse al Islam.
Tras siete meses de ayunos y oraciones, los judíos rechazaron la conversión y
el tirano ejecutó a doscientos cincuenta de ellos; los otros se sometieron”.
Ante el cariz que tomaban los acontecimientos, la familia de
Maimónides decidió abandonar Córdoba, iniciando a una serie de exilios y
peregrinaciones que le llevaría finalmente a Egipto. En primer lugar, decidió
establecerse fuera de Córdoba, probablemente en Almería, hasta que los
almohades la conquistaron en 1157. La infancia y juventud de Maimónides se
vieron, así, marcadas muy pronto por la adversidad. Es muy posible que su
formación filosófica, científica y médica se realizara durante estos años en
estrecho contacto con maestros musulmanes, pues la gran cultura árabe y
musulmana que tuvo así como el amplio conocimiento de la ciencia de su época
son prueba de una sólida y excelente formación. A la par, Maimónides pudo
comenzar su profunda reflexión, de la que dejaría huella en sus escritos, sobre
el destino del pueblo judío: ¿Por qué razón los judíos están condenados a una
vida errante? ¿Por qué el pueblo judío se distingue de los demás pueblos? Tras
Almería, la familia anduvo errante por diversos lugares, sin que esté
confirmado que residieran en la Provenza, en el sur de Francia. A estas fechas
pertenece una carta del padre de Maimónides, la Epístola de la
consolación, escrita a petición de las comunidades judías perseguidas, en
la que les recuerda la infalibilidad divina y la existencia de una alianza
permanente entre Dios e Israel; señala que los judíos están expuestos a las
persecuciones, pero que deben afrontarlas con valor; son pruebas que Dios les
envía para purificar a los judíos, no para exterminarlos, porque Israel siempre
será el pueblo de Dios.
Se ha puesto en duda también el exilio en Almería de la familia
Maimon, por la inexistencia de datos que lo confirmen. Se sabe que en el año
1160 la familia abandonó la península y se estableció en Fez, en Marruecos. Y
existe un documento que señala que marchó directamente de Córdoba a esta ciudad
norteafricana. Es la crónica del granadino Sĕ‘adyah b. Danan, quien escribe lo
siguiente: “En aquel entonces el juez Rabí Maimon tuvo conocimiento de la
sabiduría del maestro, el gaón R. Yěhuda ha-Kohen. Estaba en Fez, en el Magreb,
a donde habían llegado sus antepasados desde Babel. Era un gran sabio y un
hombre piadoso... Cuando R. Maimon se enteró de la sabiduría del santo gaón fue
hacia él desde la ciudad de Córdoba a Fez, junto con sus dos hijos, R. Mošeh y
R. David, su hermano”. Iba, además, una hermana de Maimónides, que el padre
tuvo en segundas nupcias y de la que se desconoce el nombre. Ella se casó en
Egipto y su hijo se convirtió en secretario privado de su tío.
La tesis de la permanencia de la familia Maimon en Córdoba hasta
aproximadamente el año 1160, explicaría con claridad algunas referencias que se
hallan en la obra de Maimónides en las que habla de su contacto y de su
aprendizaje con algunos sabios musulmanes, entre ellos un discípulo de
Avempace, según refiere en la Guía de perplejos: “Surgieron en
al-Andalus varones muy versados en las matemáticas... Ŷābir b. Aflah de
Sevilla, con cuyo hijo me relacioné, compuso un libro famoso sobre el tema [de
Venus y Mercurio por encima del Sol]; y posteriormente, el eximio filósofo Abū
Bakr b. al-Ṣā’ig, de uno de cuyos discípulos recibí lecciones, examinó la
cuestión y formuló algunos argumentos” (II, 9). De ser cierta esta noticia, se
confirmaría la formación cordobesa de Maimónides en las disciplinas racionales.
Aunque se ha dicho que no se sabe por qué acudieron a la ciudad
de Fez, ciudad dominada por los almohades y, por consiguiente, sujeta a los
mismos peligros que las ciudades andalusíes en lo que se refiere a la
tolerancia hacia los judíos, la razón parece estar en el dato referido por el
cronista granadino antes mencionado, esto es, en la existencia en esta ciudad
de una notable escuela talmúdica, donde enseñaba el citado YÆhudah ha-Kohen ibn
Šošan, con quien Maimónides completó su formación. Los años de Fez fueron años
de estudio y de provecho y también de composición de obras, tarea que ya había
comenzado con anterioridad. El mismo cronista granadino añade que esta relación
entre el maestro y el discípulo no duró mucho tiempo, porque el gaón sufrió
martirio, tras la muerte de ‘Abd al-Mu’min en 1163, porque sus sucesores
recrudecieron las persecuciones contra los judíos. Su martirio hundió a los
judíos de Fez en la confusión y en la consternación. Pronto se impuso la cruda
realidad: o se convertían al Islam o tenían que abandonar la ciudad. Parece que
la decisión fue tomada rápidamente. La familia Maimon decidió partir a los
pocos días de la muerte de YÆhudah ha-Kohen, pero de una manera discreta.
Se ha escrito y se ha repetido muchas veces que fue entonces
cuando se produjo la conversión de Maimónides al Islam. La narración se debe a
dos historiadores árabes de la medicina y de los sabios, Ibn al-Qifṭī (muerto
en 1248) e Ibn Abī Uṣaybi’a (muerto en 1270). El relato del primero es el
siguiente: “Cuando ‘Abd al-Mu’min, el berebere que conquistó el Magreb,
proclamó en el país sobre el cual reinaba la expulsión de los judíos y de los
cristianos, les fijó un término y les estipuló que quien se convirtiera al
Islam allí donde se encontrara podría conservar sus medios de subsistencia y
tendría los mismos derechos y deberes que un musulmán. Pero el que continuara
con la religión de su comunidad debía o bien partir antes del término fijado, o
bien estaría expuesto, al acabar ese término, a la muerte y a la destitución de
sus bienes. Cuando este decreto fue proclamado, los que tenían pocos bienes y
familia se marcharon; pero quienes tenían grandes posesiones y quienes no
querían separarse de su familia se mostraron convertidos al Islam, pero
disimulaban su infidelidad. Mūsā b. Maymūn estuvo entre ellos y permaneció en
la ciudad. Cuando mostraba las apariencias del Islam, se limitaba a manifestar
las partes externas del Islam, a saber la lectura del Corán y la oración.
Continuó comportándose de esta manera hasta que se le presentó la ocasión para
partir, después de un período en el que se preparó y que fue apto para
facilitarle este viaje. Partió de al-Andalus para Egipto con su familia, se
estableció en la villa de Fustāt entre los judíos, manifestó entonces su
religión judía y habitó en un barrio llamado al-Massīsa. Para vivir, comerciaba
con piedras preciosas y otras cosas semejantes”. El relato de Ibn Abī Uṣaybi’a confirma
esta versión diciendo que cuando vivía en el Magreb se convirtió al Islam,
sabiéndose de memoria el Corán y ocupándose del Fiqh, aunque cuando
llegó a El Cairo renegó de la religión islámica: “Se dice que Mūsā b. Maymūn se
había convertido al Islam cuando residía en el Magreb, que se había aprendido
de memoria el Corán y que había estudiado el derecho musulmán, pero que cuando
llegó a Egipto abjuró del Islam”. Ibn al-Qifṭī añade otro dato más: “Al final
de su vida, Ibn Maymūn fue denunciado por un alfaquí que había llegado a
Egipto. Se encontró con Ibn Maymūn, discutió con él por el hecho de que se
había convertido al Islam durante su estancia en al-Andalus. Lo difamó mucho,
pero ‘Abd al-Raḥmān b. ‘Alī al-Fāḍil le protegió diciéndole: ‘Cuando un hombre
es obligado, su religión islámica no es válida jurídicamente’”.
No hay ningún otro elemento que permita suponer esta conversión
al Islam, que ha sido apoyada, sin embargo, por notables estudiosos desde el
siglo XIX. De lo que sí hay pruebas es de que siempre actuó conforme a su fe
judaica, y que pudo actuar de acuerdo con lo que sostiene en su Carta
de la conversión forzosa o Epístola de la apostasía,
escrita quizá en Fez en 1160 o 1161, poco después de la carta que sobre la
misma cuestión había compuesto su padre. En ella afirma sin la menor sombra de
duda que en caso de que en un determinado país tengan lugar duras persecuciones
religiosas y se corra el riesgo de una conversión forzosa, es necesario
abandonar ese lugar apresuradamente y encontrar otra comarca donde se garantice
la libertad de culto. No parece, pues, que hubiera conversión forzosa en el
caso de Maimónides y sí un nuevo exilio.
En 1165, tras la ejecución de su maestro ibn Šošan, la familia
Maimon abandonó Fez y embarcó en Ceuta para dirigirse a Palestina, con el fin
de establecer su residencia aquí. Desembarcaron en la ciudad de San Juan de
Acre, donde fueron recibidos por el Rabí Yafet b. Eliahu y donde permanecieron
durante cinco meses con la escasa comunidad judía allí existente y donde
Maimónides se entregó a interesantes observaciones referentes a prácticas
judías distintas de las habituales entre los sefardíes, a la diferente
pronunciación del hebreo y a las preparaciones medicinales propias de este
región mediterránea.
Palestina se hallaba bajo dominio cruzado en aquel entonces. Los
judíos encontraban dificultades numerosas para dirigirse a Jerusalén. A pesar
de ello, Rabí Maimon b. Yosef quiso ir con sus hijo a rezar ante el muro del
Templo de Jerusalén, “pequeña ciudad fortificada bajo tres murallas y con
muchos habitantes”, según Benjamín de Tudela, que la visitó unos años después
que Maimónides. Después pasaron por Hebrón, para visitar la tumba de los
Patriarcas. De vuelta a Acre, intentaron aclimatarse a Palestina. El padre confió
el negocio de piedras preciosas a su hijo David, mientras que Maimónides
proseguía sus estudios con su padre. Pero la vida en Tierra Santa era muy dura,
tanto por las difíciles condiciones económicas en que debían vivir los judíos
como por la inseguridad y los disturbios provocados por los cruzados.
En Egipto, en cambio, las circunstancias eran distintas. El país
estaba regido por la dinastía fatimí, tolerante desde el punto de vista
religioso. Aunque el país había sufrido diversos desórdenes, acababa de ser
pacificado por la presencia del Ejército turco-kurdo enviado por el Soberano de
Alepo, Nūr al-Dīn, en 1164. El Ejército estaba mandado por Sirkuh, cuyo
sobrino, Salaḥ al-Dīn, Saladino, llegaría a ser nombrado visir a la muerte de
su tío, en 1169. La familia Maimon decidió entonces trasladarse a Egipto. Se
dirigieron a Alejandría, a donde arribaron en 1166, ciudad grande, “centro de
comercio de todos los pueblos”, como la describía Benjamín de Tudela. A poco de
llegar, murió Rabi Maimon. Desde allí Maimónides se trasladó en ese mismo año a
Fustāt, vieja población en las afueras de El Cairo, donde fijó definitivamente
su residencia hasta su muerte.
En un naufragio en el Índico, ocurrido quizá en 1171 o 1173,
murió su hermano David, quien se encargaba del sustento de la familia. Esta
muerte le produjo una gran depresión y se sintió enfermo, según su propia
narración, en carta escrita al rabí Yafet b. Eliahu de Acre: “En Egipto fui
víctima de serios reveses. Caí enfermo y perdí muchos bienes. Además, delatores
se confabularon contra mí. Pero el golpe más duro que sufrí y que me infligió
el dolor más profundo de mi vida fue la desaparición en el océano Índico del
hombre más perfecto y virtuoso. Supe la triste nueva un año después de los
hechos y hube de luchar contra la fiebre y la desesperación. Hace más de ocho
años que han pasado de estos hechos y aún me lamento, porque ¿dónde podré
encontrar consuelo? ¿Quién podría consolarme? Mi hermano creció en mi regazo.
Era mi hijo y mi discípulo. Era él quien trabajaba y ganaba el dinero que me
permitía quedarme en casa estudiando... Mi única alegría era verle. Toda mi
alegría ha desaparecido. Siempre que veo su letra o alguno de sus libros, me da
un vuelco el corazón y el dolor despierta de nuevo en mí”. Maimónides hubo de
quedar entonces al frente de la familia, compuesta por sus hermanas, una de las
cuales casó con Abū l-Ma‘āli ‘Uzziel, judío que ocupaba un importante puesto en
la Corte de Saladino, la viuda y la hija de su hermano. No se sabe si por estas
fechas ya se había casado Maimónides, pues su hijo Abraham nació bastante más
tarde.
Una de las posibles causas por las que abandonó Alejandría pudo
ser la fuerte presencia de doctrina caraíta en la comunidad judía de esa
ciudad. Se trataba de una doctrina que despreciaba la ley oral, el Talmud y el
conjunto de prescripciones rabínicas. Era una doctrina que encontraba apoyo en
los dirigentes musulmanes de Egipto, en la creencia de que se encontraban mucho
más cerca del Islam que de los judíos que seguían las leyes talmúdicas, porque
habían introducido prácticas religiosas musulmanas. Al rechazar la halaja rabínica,
la regla normativa judía, los caraítas ponían en peligro el desarrollo
armonioso del judaísmo en Egipto. Pero esta comunidad estaba también presente
en El Cairo, por lo que, cuando llegó allí, Maimónides se propuso unificar los
ritos de la comunidad judía y sintió la necesidad de escribir un comentario a
la Mišná y su gran Misné Tora. Se enfrentó a
Zuta, nagid o jefe espiritual de la comunidad, individuo poco recomendable,
según un testimonio de la época, que se apoyaba en los caraítas. Hacia 1171 y a
propuesta de su comunidad, Maimónides fue nombrado “Jefe de los Judíos” (ra’īs
al-Yahūd, Roš ha-Yehudim), aunque rechazó ser investido
oficialmente de la dignidad de nagid. No ostentó nunca este título,
pero asumió plenamente las responsabilidades que el cargo implicaba. Desempeñó
el puesto con decisión y actuando como un hombre que no dudaba en preocuparse
hasta de los detalles más insignificantes.
También se sabe que para hacer frente a los gastos de
subsistencia de la familia comenzó a dedicarse a la práctica de la medicina.
Como hombre de ciencia, rechazaba la práctica de la medicina frecuente en su
época en la que se apelaba a remedios irracionales, mágicos y supersticiosos.
Él recomendaba, en cambio, el uso de medicamentos racionales y simples,
pensando que no debía torcerse la mano de la naturaleza. Incluso reconocía la
importancia que tiene la buena salud mental para el remedio de las
enfermedades. En la Mišné Tora expone un tratado de higiene de
vida que eleva al rango de norma religiosa. Prescribía evitar los abusos en el
comer y el beber, como norma para alcanzar una buena salud física, aconsejando
incluso quedarse con hambre al abandonar la mesa. Señalaba la bondad del vino y
de las bebidas fermentadas tomadas con moderación para los adultos, pero
desaconsejadas para los niños. Recomendaba dormir ocho horas y levantarse al
alba, pero rechazaba dormir durante el día. Exhortaba al trabajo y al ejercicio
físico como medios para alejar las enfermedades graves. Y pedía mantener una
higiene sexual muy estricta antes que una vida disoluta, causa de la muerte de
la mayoría de los hombres, según afirmaba. En suma, advertía que la vida
corporal, con sus placeres y gozos, debía estar subordinada a la vida del alma,
a las reglas que rigen la conducta de ésta, verdaderas reguladoras de la vida
corpórea: “Sólo quienes tomen las reglas morales de la religión y de la
filosofía llegarán a controlarse y a asegurar para su espíritu una cierta
libertad”.
Debió de ser tal su fama como médico, que hacia el año 1185 el
visir Saladino, el cadí al-Fāḍil al-Baysāmī le nombró médico personal, cargo
que luego ejercería para el hijo de Saladino, al-Afḍal Nūr al-Dīn. Compuso
escritos de medicina que dedicó a estos dos personajes. Todas sus obras de
medicina gozaron de una amplia difusión en medios culturalmente muy diversos.
Especialmente dotado para la medicina, para la que era preciso tener unas
grandes dotes de observación, así como un correcto conocimiento científico,
Maimónides señalaba la dificultad de esta ciencia en carta a su discípulo Yosef
ben Yehudá, diciéndole lo siguiente: “Consumo permanentemente el día en El
Cairo, en la visita de los enfermos. Cuando regreso a Fustāt, a lo más me
contento, en lo que queda del día y de la noche, con leer algo buscado por mí
en los libros de medicina. Tú sabes qué amplia es esta disciplina y qué difícil
es para un hombre consciente y responsable, porque yo no quiero proferir ningún
juicio si no conozco previamente las razones, por qué se dice y cuál es el
camino de la analogía en aquel ámbito” (trad. de C. del Valle).
Esta alusión a sus tareas cotidianas, nos llevan a la última
referencia a su vida: se entregaba diariamente a sus deberes médicos en la
Corte hasta el mediodía, a sus pacientes particulares, judíos y no judíos, por
la tarde en su casa, tomando sólo un refrigerio para mantenerse, única comida
que hacía en todo el día, hasta llegar la noche en que apenas podía hablar de
pura extenuación, según su propio relato en carta a Šĕmuel ben Tibbón, en la
que se halla el siguiente pasaje autobiográfico: “Resido en Fustāt, mientras
que el sultán habita en El Cairo... En resumen, cada día tengo que subir a El
Cairo de madrugada y cuando allí ya no hay ningún obstáculo y no hay ninguna
novedad, regreso a Fustāt después de mediodía. Bajo ningún concepto llego
antes. Lego hambriento y todos los vestíbulos están llenos de gente, de
gentiles y de judíos, gente importante y gente sencilla, jueces y guardias,
amigos y enemigos, una gran mezcolanza, que esperan el momento de mi retorno.
Desciendo de la bestia, me lavo las manos y voy hacia ellos para calmarlos,
saludarlos y pedirles que tengan la bondad de esperarme hasta que coma un
pequeño bocadillo, salgo luego para atenderlos y les prescribo recetas y
fórmulas para la curación de sus enfermedades. La entrada y salida [de los
pacientes] dura hasta la noche. A veces, lo aseguro solemnemente, hasta pasadas
dos horas de la noche o más, conversando con ellos, dándoles prescripciones,
hablando, mientras que yo estoy recostado sobre la espalda a causa del gran
cansancio. Cuando entra la noche yo me encuentro en el extremo de mis fuerzas
hasta el punto que apenas puedo hablar... Éste es el ritmo de mi día. Pero sólo
te he referido un poco de lo que verás si llegas a venir con la ayuda de Dios”
(trad. de C. del Valle).
Así fue su vida hasta que murió en noviembre, según unas fuentes,
o en diciembre, según otras, del año 1204. Fue enterrado en Tiberíades, según
deseo que había expresado antes de morir. Maimónides se consideró toda su vida
un sefardí, un judío inserto en la tradición cultural del hebraísmo hispano,
tan impregnado de cultura árabe.
Obras de: ~: Tratado sobre el calendario judío, s.
l., c. 1156; Tratado de lógica, s. l., c.
1158; Carta sobre la conversión forzosa, s. l., 1161-1162; Los
trece principios, s. l., 1168 ant.; Los ocho capítulos, s.
l., c. 1168; Luminar o Comentario a la
MiŠná, s. l., 1168; Carta a los judíos del Yemen, s. l.,
1172; Libro de los preceptos, s. l., 1180 ant.; MiŠné Torá,
s. l., 1180; Sobre la unidad de Dios, Sobre la felicidad y Guía
de perplejos, s. l., c. 1190; Epístola sobre la
resurrección de los muertos, s. l., 1191; Carta a los rabinos de
Montpellier sobre la astrología, s. l., c. 1194; Aforismos
médicos de MoŠé, s. l., s. f.; Tratado sobre el asma, s. l., s.
f.; Tratado sobre los venenos, s. l., s. f.; Tratado sobre
las hemorroides, s. l., s. f.; Comentario a los aforismos de
Hipócrates, s. l., s. f.; Comentario de los libros de Galeno y Comentario
sobre los nombres de las drogas, s. l., s. f.; Escribió, además, numerosas
cartas y epístolas (eds. Sobre el Mesías. Carta a los judíos del Yemen.
Sobre astrología. Carta a los judíos de Montpellier, notas biográficas,
intr., trad. y notas por J. Targarona Borrás, Barcelona, Riopiedras Ediciones,
1987; Cinco Epístolas, intr., trad. y notas por M. J. Cano y D.
Ferre, Barcelona, Riopiedras Ediciones, 1988; Cartas y testamento,
ed. preparada por C. del Valle, Córdoba, Publicaciones de Cajasur, 1989; Traité
de logique, trad., present. y notas de R. Brague, París, Desclée de
Brouwer, 1996).
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Rafael Ramón Guerrero
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