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domingo, 19 de mayo de 2024

IBN QASI


IBN QASI

Ibn Qasī: Abū l-Qasīm b. Qasī b. al-Ḥusayn. Silves (Portugal), f. s. XI-p. s. XII – ŷumādà, I 546 H./16.VIII-14.IX.1151 C. De origen cristiano (antepasados conversos), era experto en lexicografía y maestro sufí.

BIOGRAFÍA

Fue funcionario almorávide y lideró el movimiento de los murīdūn (iniciados), que se sublevaron en el Algarve contra el poder central. Estudió las obras de los principales autores orientales, como al-Gazālī y su obra Iḥyā’ ‘ulūm al-dīn (Vivificación de las ciencias de la religión), que fue posteriormente prohibida por los almorávides. Se dice que, como los sufíes, pudo falsificar los textos e interpretar el sentido aparente de la palabra de Dios.

No se sabe nada de su vida antes de crear el movimiento de los murīdūn, que tras comenzar como un movimiento espiritual contribuiría a provocar la caída de los almorávides, pues coincide con un período de crisis, al estar acorralado el emir entre cristianos y almohades, que ya habían conquistado zonas del norte de África. Tras un fracasado intento de conquistar Sevilla, sus seguidores conquistaron Mértola y de ahí se extendieron hasta hacer de Ibn Qasī el señor del Algarve. [...]

 

DAWUD B. 'A'ISA

 

DĀWŪD B. ‘Ā’IŠA.


Dāwūd b. ‘Ā’iša fue un relevante personaje de la época de Yūsuf b. Tāšfīn, primer emir almorávide, del cual solo disponemos de unas cuantas noticias dispersas en crónicas y fuentes de diverso tipo, las cuales son insuficientes para reconstruir su perfil biográfico y su trayectoria política.

Las primeras noticias nos lo sitúan como uno de los responsables de las cuatro regiones en las que, hacia 1074-1075, Yūsuf b. Tāšfīn dividió sus dominios territoriales magrebíes, correspondiéndole, en concreto, el gobierno de Siŷilmāsa y la región de Dar’a. Ello obliga a considerarlo como uno de los personajes más relevantes del momento, impresión que se corrobora mediante el análisis de su actuación posterior.

A partir de este momento, no tenemos más noticias de su actuación hasta una década más tarde cuando, en 1086, y ante la gravedad de la amenaza cristiana, Yūsuf b. Tāšfīn cruza el Estrecho para dirigirse a al-Andalus. En este momento, Ibn ‘Ā’iša vuelve a desempeñar un papel de primer orden, actuando como auténtica mano derecha del emir almorávide. En efecto, Ibn ‘Ā’iša aparece junto al emir durante los preparativos realizados en Marrakech antes de la partida, siendo, en realidad, el jefe de la expedición. En calidad de tal, se adelantó a la llegada del emir a Algeciras, donde debía desembarcar la expedición, para entrevistarse con el gobernador y pedirle que abandonara la ciudad para que el emir almorávide pudiera ocuparla. Tras la llegada de la orden del soberano abadí sevillano al-Mu’tamid, Ibn ‘Ā’iša tomó posesión de la ciudad, tras lo cual se produjo la llegada del emir almorávide.

Su segunda aparición en las fuentes se produce en el contexto de la célebre batalla de Sagrajas, cerca de Badajoz, ocurrida en octubre de 1086 y en la que la coalición formada por el emir almorávide y los principales reyes de taifa logró derrotar al soberano Alfonso VI, conquistador de Toledo. Ibn ‘Ā’iša tuvo en este episodio un protagonismo propio destacado. En efecto, de acuerdo con la tradición vigente, ambos soberanos habían acordado el día del combate pero, incumpliendo su palabra, los cristianos se dirigieron contra el campamento almorávide, atacando a las fuerzas de los régulos taifas, que formaban la vanguardia, obligándoles a retirarse hacia Badajoz. Ibn ‘Ā’iša quien, junto a al-Mu’tamid de Sevilla, formaba una segunda línea, pudo detener el avance de las fuerzas cristianas, hasta que, finalmente, las fuerzas comandadas por el emir decidieron la lucha a favor de los musulmanes.

 

Bibl.: J. Bosch Vilá, Los almorávides, Tetuán, Editorial Marroquí, 1956 (reed. Granada, Universidad, 1990), págs. 119, 133, 134 y 137; M.ª J. Viguera, Los reinos de taifas y las invasiones magrebíes (Al Andalus del XI al XIII), Madrid, MAPFRE, 1992; M.ª J. Viguera (coord. y pról.), Los reinos de taifas. Al-Andalus en el siglo XI, en J. M.ª Jover Zamora (dir.), Historia de España de Menéndez Pidal, vol. VIII-2, Madrid, Espasa Calpe, 1997; V. Lagardère, Les almoravides. Le djihâd andalou, Paris, L’Harmattan, 1998; P. Guichard, Al-Andalus frente a la conquista cristiana: los musulmanes de Valencia (siglos XI-XIII), Madrid-Valencia, Biblioteca Nueva-Universitat de València, 2001; H. T. Norris y P. Chalmeta, “Al-Murābiṭīn”, en VV.AA., Encyclopédie de l’Islam, vol. VII, Leiden, E. J. Brill, 1993, págs. 584-591.


Alejandro García Sanjuán

 

IBN GANIYA

 

IBN GANIYA

Ibn Gāniya: Yaḥyà b. ‘Alī b. Gāniya. ?, f. s. XI-p. s. XII – Granada, 10 de ša‘bān de 543 H./24.XII.1148 C. Político y militar, último gobernador almorávide de al-Andalus.

Caudillo andalusí, Militar, Político,

BIOGRAFÍA

Yaḥyà b. Gāniya fue un prominente político y militar, cuya actuación tuvo lugar, principalmente, durante la última fase del dominio almorávide en al-Andalus. Es el primer personaje conocido de los Banū Gāniya, dinastía bereber cuyo nombre, femenino, procede del de una princesa almorávide que fue entregada en matrimonio por el emir Yūsuf b. Tāšfīn a ‘Alī b. Yūsuf, jefe de la familia, el cual tuvo dos hijos, Yaḥyà y Muḥammad. Los Banū Gāniya fueron los últimos defensores de la legitimidad almorávide, incluso cuando su gobierno había caído hacía ya tiempo, llegando a crear un dominio territorial soberano en las Islas Baleares que no fue conquistado por los almohades hasta 1203.

Las fuentes no suministran ninguna biografía de Yaḥyà b. Gāniya, por lo cual es preciso espigar los datos que se encuentran dispersos en las diversas crónicas y fuentes históricas respecto a su actuación. A este respecto solo conocemos informaciones puntuales y fragmentadas de las diversas funciones que realizó y de las actuaciones que protagonizó durante los gobiernos de ‘Alī b. Yūsuf y Tašfīn b. ‘Alī, segundo y tercer emir almorávide respectivamente, siendo un personaje clave durante el período de declive del poder almorávide en la Península, que se produce a partir de la década de 1120.

Comenzamos a tener noticias de su actuación política a partir de 1133, cuando fue nombrado gobernador de Valencia, cargo que hasta entonces había ejercido en Murcia, donde desempeñó una actuación eficaz e incluso brillante. Al año siguiente obtuvo su principal éxito político y militar que fue, al mismo tiempo, una de las últimas victorias de los almorávides sobre los cristianos. Tras apoderarse de Mequinenza, el rey aragonés, Alfonso el Batallador, puso sitio a la localidad de Fraga, que se encontraba a punto de caer en sus manos. El gobernador almorávide de al-Andalus, Tašfīn b. ‘Alī, envió para socorrerla un contingente encabezado por sus mejores generales, Zubayr b. ‘Amr al-Lamtūnī, Yaḥyà b. Gāniya y ‘Abd Allāh b. ‘Iyāḍ, gobernador de Lérida. De ellos fue Ibn Gāniya el que llevó la iniciativa y organizó la disposición estratégica de sus fuerzas, colocando a la vanguardia a las tropas de Ibn ‘Iyāḍ, en el centro las suyas y en la retaguardia las de Zubayr. El encuentro con los cristianos se produjo el 23 de ramadán de 528/17 de julio de 1134 y fue favorable a los almorávides, quienes contaron con el apoyo de la población sitiada que, al ver que los cristianos eran derrotados, se lanzaron sobre su campamento. Ello hizo que el rey aragonés se viera obligado a retirarse, emprendiendo la marcha hacia Zaragoza. Gracias a esta victoria y con la ayuda del gobernador de Fraga, Sa’d b. Mardanīš, Ibn Gāniya logró apoderarse de Mequinenza y reocupar diversas localidades fortificadas de la marca oriental situadas en torno a dicha plaza.

En 1143 o 1144, al declararse la revuelta del místico Ibn Qasī en Mértola, Yaḥyà b. Gāniya fue trasladado a Sevilla, sede del poder almorávide en la Península, lo de que, de hecho equivalía a otorgarle el gobierno de al-Andalus, quedando como gobernador de Valencia su sobrino, ‘Abd Allāh b. Gāniya. A finales de 1144, Ibn Gāniya puso asedio a la ciudad de Niebla, principal centro urbano del territorio onubense durante la época medieval y una de las ciudades del Suroeste peninsular que habían reconocido la autoridad del rebelde Ibn Qasī. Sin embargo, en febrero de 1145 estalló otra revuelta en Córdoba, protagonizada por el cadí de la ciudad, Ibn Ḥamdīn. Ello obligó a Ibn Gāniya a abandonar el asedio de la capital iliplense para tratar de restablecer el control almorávide en la antigua capital omeya.

A partir de entonces y durante dos años, Ibn Gāniya tratará infructuosamente de recuperar el control de Córdoba desde Sevilla. En ŷumādà II de 540/19 de noviembre-17 de diciembre de 1145, los cordobeses, disgustados con la actuación de Ibn Ḥamdīn, reclamaron la presencia de Ibn Gāniya, a cuyo encuentro salió el cordobés, siendo derrotado en Écija, de forma que, el 12 de ša‘bān de 540/28 de enero de 1146, los almorávides recuperaron el control de la capital cordobesa. Pero Ibn Ḥamdīn no se resignó a perder el poder y, tras un breve refugio en Badajoz, se trasladó a Andújar, hacia donde de inmediato se dirigió Ibn Gāniya para capturarlo. El cordobés acudió entonces a la ayuda de Alfonso VII, quien aceptó su solicitud y acudió personalmente a socorrerlo. Ello obligó a Ibn Gāniya a retirarse a Córdoba, pero el 10 de ū-l-ḥiŷŷa de 540/24 de mayo de 1146 Alfonso VII e Ibn Ḥamdīn lograron entrar en la ciudad, obligando a Ibn Gāniya a ofrecer su vasallaje al soberano castellano-leonés. El almorávide, no obstante, mantuvo el control de la ciudad, mientras que Ibn Ḥamdīn se retiró a Hornachuelos, acogido por el emperador.

A comienzos de 1147 se produce la irrupción en la Península de los almohades, quienes se apoderan de Sevilla en enero. Sin embargo, el dominio inicial de los almohades se vino abajo por la defección de los caudillos andalusíes que los habían apoyado frente a los almorávides. Ello permitió a Ibn Gāniya protagonizar una última acción, recuperando Algeciras de manos de los almohades. Finalmente y ante la amenaza combinada de cristianos y almohades, Ibn Gāniya pactó con el general almohade Barrāz la entrega de Córdoba y Carmona a cambio de que le dejaran Jaén, donde, al poco tiempo, fue sitiado por el emperador Alfonso VII. Gracias a una estratagema pudo huir a Granada, ciudad en la que murió el 10 de ša‘bān de 543/24 de diciembre de 1148, siendo su tumba conocida aún en tiempos de Ibn Jaldūn, según afirma el célebre cronista tunecino.

 

IBN 'AMMAR

 

IBN 'AMMAR

Ibn Ammār: Abū Bakr Muḥammad b. ‘Ammār b. Ḥusayn b. ‘Ammār. Silves (Portugal), 422 H./1031 C. – Sevilla, 479 H./18.IV.1086-7.IV.1087 C. Literato y visir de la corte abadí de Sevilla.

BIOGRAFÍA

Abū Bakr Muḥammad b. ‘Ammār es, sin duda, uno de los personajes más célebres del período taifa. Al igual que otras relevantes figuras de su época, destacó en los ámbitos de la política y de las letras, habiéndose conservado parte de su producción poética. Su importante papel en ambos terrenos se combina con una trayectoria personal muy agitada, llena de vicisitudes, en la que se suceden momentos de auge y de completa postración, todo lo cual genera un perfil biográfico de tintes casi novelescos. La actuación de Ibn ‘Ammār está marcada por su relación personal y política con el soberano abadí al-Mu‘tamid y destaca por su enorme ambición política y su afán por emprender arriesgadas aventuras y empresas personales que acabaron suponiendo su final.

Ibn ‘Ammār era natural de una pequeña localidad rural cercana a la ciudad hoy portuguesa de Silves, la aldea de Šannabūs. Sus orígenes no hacían presagiar, en absoluto, su destino, ya que procedía de una familia humilde y sin antecedentes en el ámbito de la política, carente por completo de relevancia social y económica. Tras iniciar su formación en Silves, marchó a Córdoba, donde completó sus destrezas poéticas, dando, desde entonces, rienda suelta a su vocación literaria, dedicándose a recorrer la Península ganándose la vida con su talento, el cual le abrió las puertas de la carrera política, pues la poesía cortesana era entonces una de las principales vías de propaganda para los soberanos y de promoción personal para los vates. Su golpe de fortuna le vino gracias a una casida compuesta en alabanza del soberano abadí al-Mu‘taḍid, en la que elogiaba la derrota que había infligido a los beréberes, siendo desde ese momento inscrito entre los poetas cortesanos oficiales. A partir de entonces se inicia su ascenso, muy ligado a su estrecha amistad con el príncipe heredero abadí, que gobernaría más tarde como al-Mu‘tamid, personaje, asimismo, de fuerte vocación poética. Como indica metafóricamente una crónica árabe, Ibn ‘Ammār llegó a estar más unido a al-Mu‘tamid que los pelos de su pecho y más cercano a él que las venas de su cuello.

Dentro de su trayectoria política se pueden distinguir dos etapas, separadas por el acceso al poder de su amigo y mentor al-Mu‘tamid en 461/1069. El imparable ascenso de Ibn ‘Ammār se inicia antes de su proclamación y se sitúa hacia el año 455/1063, cuando Silves fue conquistada y anexionada a la taifa sevillana. El soberano al-Mu‘taḍid otorgó el gobierno de la ciudad a su hijo y heredero, quien se llevó consigo a Ibn ‘Ammār. Pero al-Mu‘taḍid no veía con buenos ojos la enorme influencia del visir sobre su hijo, por lo que decidió apartarlos, siendo desterrado Ibn ‘Ammār, que buscó refugio en Zaragoza. No pudo regresar hasta que en el año 461/1069, al-Mu‘tamid sucedió a su padre y desde entonces ganó tal confianza que, como señala el cronista al-Marrākušī, “lo hizo participar en lo que no hace uno participar a su hermano ni a su padre”.

Se inicia a partir de entonces la ascendente carrera de Ibn ‘Ammār, que dio comienzo en su tierra natal, pues en principio eligió convertirse en gobernador de Silves, si bien no permaneció allí mucho tiempo, siendo pronto requerido por al-Mu‘tamid, quien lo convirtió en su primer ministro. Ibn ‘Ammār se hizo imprescindible por su sagacidad, reflejada en la célebre anécdota en la que se cuenta cómo libró los dominios abadíes de la presión de Alfonso VI ganándole una partida de ajedrez.

Pero su sagacidad se tornó pronto en audacia, lo que acabó produciendo la ruptura entre el soberano y su visir y, finalmente, selló el destino de éste. Su afán de protagonismo lo llevó a tratar de ampliar los dominios abadíes como forma de promoción personal, si bien sus empresas no culminaron con éxito y, a la postre, fueron la causa de su muerte. Completada en la etapa de al-Mu‘taḍid la anexión de los territorios del Occidente andalusí, las miras de Ibn ‘Ammār se dirigieron a la zona del Levante, donde sus objetivos principales fueron Granada y Murcia, pero en ambos fracasó, a pesar de que no dudó en aliarse con el enemigo cristiano para lograr sus metas. El rey zirí ‘Abd Allāh nos ofrece en sus Memorias un detallado relato del fracasado empeño de Ibn ‘Ammār por adueñarse de Granada, ofreciéndonos una pésima imagen del visir sevillano, criticando su desmedida ambición y su afán por lograr un dominio personal, traicionando, así, a su soberano.

La negativa de ‘Abd Allāh de pagar parias a Alfonso VI fue el momento propicio aprovechado por Ibn ‘Ammār para entablar relación con el rey cristiano y pactar con él la conquista de Granada, para lo cual acordaron construir una fortaleza desde la que hostigarla, eligiendo el emplazamiento de Belillos, desde el que podían fácilmente atacar y devastar la rica vega granadina. La empresa, sin embargo, no prosperó, pero Ibn ‘Ammār había empeñado su compromiso y debía grandes sumas a Alfonso, por lo que siguió excitando su codicia para adueñarse de la ciudad del Darro, hasta que, finalmente, el rey ‘Abd Allāh se vio forzado a aceptar el pago de parias a Alfonso VI como única forma de subsistir. Ello lo libraba de la amenaza cristiana mientras que Ibn ‘Ammār, en cambio, no pudo ver cumplido su objetivo de tomar Granada.

Seguidamente dirigió su atención hacia Murcia, de la que trató de apoderarse en dos ocasiones, aunque de nuevo sin éxito. La primera vez buscó la alianza de Ramón Berenguer II, conde de Barcelona, a quien prometió una alta suma a cambio de su ayuda, poniendo como garantía del pago a al-Rašīd, hijo y heredero de al-Mu‘tamid. Las tropas sevillanas y catalanas salieron en expedición y atacaron Murcia, pero, al no llegar el dinero prometido, tanto Ibn ‘Ammār como al-Rašīd fueron presos por el conde, aunque finalmente liberados, a cambio del pago de un fuerte rescate por al-Mu‘tamid. La segunda tentativa de tomar Murcia la llevó a cabo con la ayuda de Ibn Rašīq, gobernador de la fortaleza de Bal’ (Vilches o Vélez). Ambos se apoderaron de Mula, población clave en el abastecimiento de Murcia, que cayó al poco tiempo en manos de Ibn Rašīq, mientras que Ibn ‘Ammār ya había regresado a Sevilla. Contando con apoyos internos, lograron apresar al señor murciano, Ibn Ṭāhir, y seguidamente Ibn Rašīq hizo proclamar al soberano abadí. Era el año 1079-1080 y Murcia pasaba a engrosar los dominios de la taifa sevillana. Allí se trasladó Ibn ‘Ammār, quien pronto comenzó a mostrar veleidades de independencia, como revela con contundencia el relato de las Memorias del soberano zirí, que resulta muy elocuente de la actitud del visir sevillano y de sus veleidades en Murcia:

“La conducta seguida por Ibn ‘Ammār en Murcia fue desastrosa: su altanería para con las gentes, su vida libertina y su pasión por el vino le enajenaron el afecto de los habitantes. Su actitud para con Mu‘tamid era una fingida obediencia que frisaba en la rebeldía. Llegó incluso a herir públicamente su honor, satirizándolo por cosas de que Dios había librado al príncipe. Obró, pues, como los hombres más bajos y ruines”.

De esta forma, Ibn Rašīq supo hacerse pronto con el dominio de la situación, aprovechando para ello la salida de Ibn ‘Ammār de la ciudad en embajada hacia Alfonso VI “con el pretexto de ocuparse de la suerte de los territorios de Levante vecinos al suyo, por si podía apoderarse de ellos (por ejemplo, de Santa María de Albarracín), y para ver si contrarrestaba el daño que le infería Ibn Rašīq”, según el testimonio del emir granadino. En esta situación, Ibn Rašīq se apoderó de Murcia, tras haberse ganado a sus habitantes, de forma que, enemistado con al-Mu‘tamid por su actitud y privado de Murcia, Ibn ‘Ammār hubo de buscar nuevos apoyos, encontrando acogida junto a Ibn Hūd de Zaragoza, ciudad en la que había estado cuando fue desterrado por al-Mu‘taḍid.

A partir de entonces se inicia la fase descendente de la carrera política de Ibn ‘Ammār. En sus Memorias, el emir granadino explica la enemistad entre él y al-Mu‘tamid como consecuencia del trato desdeñoso del visir hacia al-Rašīd, el heredero abadí, No obstante, su trágico final se vincula al asunto de Segura, cuya toma ofreció Ibn ‘Ammār a Ibn Hūd cuando se acogió a él tras perder el control de Murcia a manos de Ibn Rašīq. La ciudad había estado hasta entonces en manos de al-Mu‘tamid, que la había evacuado, detentando su control un esclavo de Sirāŷ al-Dawla, hijo de ‘Alī b. Muŷāhid, señor de Denia, el cual pretendía entregarla al soberano abadí. Para atraerlo al lado de Ibn Hūd, Ibn ‘Ammār se fue a hablar con dicho esclavo, pero lo que éste hizo fue apresarlo y enviárselo a al-Mu‘tamid.

Uno de los hijos del soberano abadí, al-Rāḍī, fue el encargado de trasladarlo, siendo llevado a Córdoba, donde estaba entonces al-Mu‘tamid, cargado de cadenas y montado en una mula, para servir de escarnio al pueblo, “humillado, temeroso y pobre, sin poseer más que la ropa puesta”, como afirma con elocuencia el cronista al-Marrākušī. Una vez en la capital hispalense fue encarcelado en el alcázar al-Mubārak, lo cual hizo alimentar su esperanza de poder recuperar la libertad y ganar de nuevo la confianza de al-Mu‘tamid, especialmente tras entrevistarse con el soberano. Sin embargo, Ibn ‘Ammār precipitó los acontecimientos, ya que, adelantándose a los actos del soberano abadí, divulgó desde su encierro la conversación entre ambos, manifestando su confianza en ser pronto liberado. Encolerizado, al-Mu‘tamid asesinó en persona a su visir a golpes de hacha, como narra de manera pormenorizada el cronista al-Marrākušī, tras lo cual ordenó enterrarlo en el propio alcázar. Era el año 479/18 de abril de 1086-7 de abril de 1087.

 

sábado, 29 de julio de 2023

ABÉN HUMEYA

 

ABÉN HUMEYA  




, ABÉN HUMEYA (Válor, Granada, 1520 - Laujar de Andarax, 1569). Rey morisco.


      D. Fernando de Córdoba y Válor era hijo de Antonio de Córdoba. Regidor de Granada, en la Navidad de 1568, vendió su oficio y salió de la ciudad para marchar a su tierra natal, Béznar, donde fue coronado rey morisco por sus parientes los valoríes, bautizándose con el nombre de Abén Humeya.

     En los primeros días de 1569 constituyó su estado, logrando extender la sublevación a la Alpujarra almeriense, el río Nacimiento y Gérgal. Durante su mandato, afrontó el avance militar del marqués de Mondéjar, entrando en conversaciones con éste para tratar la paz en febrero de 1569, en Paterna del Río. Presionado por el sector morisco intransigente, las negociaciones se rompieron, obligándole a seguir la contienda, alzando de nuevo la tierra entre marzo y abril. Una de sus estrategias fue extender el conflicto a otras tierras, centrando sus esfuerzos en la Sierra de Filabres y Valle del Almanzora. En esta última comarca se casó con la hija de un notable para ratificar su alianza con la región, poniendo durante un tiempo su capital en Purchena. De vuelta a la Alpujarra, entre mayo y junio, haría frente al ejército del marqués de los Vélez que se internaba en la tierra, dirigiendo personalmente la batalla de Berja el 2 de junio.

     Fracasado en su intento de destruir al Marqués, Abén Humeya desplazó la ofensiva bélica al Bajo Almanzora. Desde el cuartel general de Lubrín, en la última semana de septiembre, lanzó una ofensiva que puso cerco a Vera. Levantado sin éxito el asedio, intentó la misma operación en Cuevas, aunque con igual fortuna. Vuelto a la Alpujarra, las últimas derrotas le hicieron caer en desgracia, muriendo asesinado a manos del sector intransigente en los últimos días de aquel mes. Le sucedió como rey su primo Abén Aboo.


Sánchez Ramos,Valeriano

SÁNCHEZ RAMOS, Valeriano (1999 y 2002)

 

viernes, 14 de abril de 2023

ABÉN HUMEYA

 

ABÉN HUMEYA  


ABÉN HUMEYA (Válor, Granada, 1520 - Laujar de Andarax, 1569). Rey morisco.

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      D. Fernando de Córdoba y Válor era hijo de Antonio de Córdoba. Regidor de Granada, en la Navidad de 1568, vendió su oficio y salió de la ciudad para marchar a su tierra natal, Béznar, donde fue coronado rey morisco por sus parientes los valoríes, bautizándose con el nombre de Abén Humeya.

     En los primeros días de 1569 constituyó su estado, logrando extender la sublevación a la Alpujarra almeriense, el río Nacimiento y Gérgal. Durante su mandato, afrontó el avance militar del marqués de Mondéjar, entrando en conversaciones con éste para tratar la paz en febrero de 1569, en Paterna del Río. Presionado por el sector morisco intransigente, las negociaciones se rompieron, obligándole a seguir la contienda, alzando de nuevo la tierra entre marzo y abril. Una de sus estrategias fue extender el conflicto a otras tierras, centrando sus esfuerzos en la Sierra de Filabres y Valle del Almanzora. En esta última comarca se casó con la hija de un notable para ratificar su alianza con la región, poniendo durante un tiempo su capital en Purchena. De vuelta a la Alpujarra, entre mayo y junio, haría frente al ejército del marqués de los Vélez que se internaba en la tierra, dirigiendo personalmente la batalla de Berja el 2 de junio.

     Fracasado en su intento de destruir al Marqués, Abén Humeya desplazó la ofensiva bélica al Bajo Almanzora. Desde el cuartel general de Lubrín, en la última semana de septiembre, lanzó una ofensiva que puso cerco a Vera. Levantado sin éxito el asedio, intentó la misma operación en Cuevas, aunque con igual fortuna. Vuelto a la Alpujarra, las últimas derrotas le hicieron caer en desgracia, muriendo asesinado a manos del sector intransigente en los últimos días de aquel mes. Le sucedió como rey su primo Abén Aboo.

 

 

Sánchez Ramos,Valeriano

SÁNCHEZ RAMOS, Valeriano (1999 y 2002)


.Fuente: Instituto de estudios almerienses

 

jueves, 13 de abril de 2023

LA HISTORIA DE AL-YAYAYAR, EL DESTERRADO DE CÚTAR QUE ALUMBRA EL PASADO ANDALUSÍ


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LA HISTORIA DE AL-YAYYAR, EL DESTERRADO DE CÚTAR QUE ALUMBRA EL PASADO ANDALUSÍ

·        Capturado, excarcelado y nombrado imam de la localidad malagueña en 1488, escondió sus libros en una pared y aún se conservan

·        El pueblo axárquico mantiene su trazado antiguo en el imponente y escarpado terreno 

Detalle de un azulejo andalusí. / M.H.

ADRIANO ESPINAL11 Abril, 2022 - 09:30h

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Cuando los ejércitos de los Reyes Católicos empezaron a cercar Málaga en 1487, el último rey nazarí Boabdil estaba en plena guerra civil contra su tío, Al-Andalus afrontaba una de sus batallas finales, de las más sangrientas y peligrosas. Desde los pueblos de la Axarquía y las localidades que no habían sido tomadas aún por los cristianos llegó hasta la fortaleza malacitana mucha gente. El miedo a quedar en sus pueblos a merced de las tropas cristianas y el presentimiento de una importante batalla en poco tiempo llenaron la alcazaba malagueña. Tomada la ciudad, Mohammed Al-Yayyar contaba entre los capturados a los que después de meses de asedio sólo se les dio dos opciones: esclavitud o muerte. Encarcelado en Sevilla, Al-Yayyar acabó de copiar La burda de Al-Busiri casi año y medio después de la caída malacitana: en noviembre de 1488. Más de cinco siglos después, ese manuscrito se encontró en la vieja tapia de una casa en Cútar, la casa del desterrado.

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No está claro cómo salió de la cárcel (los prisioneros se dividían en un tercio para los Reyes Católicos, otro para nobles y el último para intercambiar por presos cristianos), pero parece que el cadí mayor de Málaga, Alí Al-Durdus tuvo que ver en la liberación. Los documentos confirman que Al-Yayyar lo conocía y que en 1490 junto a su esposa agradeció que le nombraran imam de Cútar que, por entonces pertenecía junto a El Borge, Almarchar, Benamargosa a la taha de Comares. Diez años más tarde de tomar el cargo de imam, dejó de fechar sus escritos, según recoge la Real Academia de la Historia: "[El señor de Castilla] rompió el pacto y bautizó a la gente de Granada a primeros de ŷumādà al-ulà, que equivale a mitad del mes de duŷanbir (diciembre) del año 905/1499-1500 –¡Dios Altísimo los haga perecer y los trate de la manera como sólo alguien que es digno y capaz lo puede hacer!– , fue al atardecer de un viernes".

La conversión forzosa decretada para los residentes en lo que hoy es la provincia de Málaga en 1500 provocó marchas de gente con dirección a lugares que no estuviesen controlados por los cristianos o que tuviesen unos gravámenes menores. Esa población se denominaban monfíes, es decir, desterrados. Además, estaba prohibido libros en árabe. Así que ahí se pierde la pista de Al-Yayyar. No se sabe si huyó de Cútar o permaneció allí, pero lo que sí hizo fue guardar sus libros más preciados en una tapia que no volvería a abrir. Por eso se supone que se marchó. Su legado, más de 500 años después es clave para estudiar una parte de la historia de la zona: los escritos de tiempos andalusíes son escasos, cada vez que se encuentra y se estudia alguno aportar una pieza al puzzle histórico.



Corán de los manuscritos de Cútar ya restaurado. / PIQUI SÁNCHEZ

Unas reformas en una vivienda de Cútar durante 2003 dieron con tres libros diferentes de Al-Yayyar: una copia de un Corán del siglo XIII, de bella factura y que probablemente perteneció a alguien importante siglos antes de que naciese Al-Yayyar; otro libro que era una herramienta de trabajo, con formularios notariales, cuestiones jurídicas, reglas sobre el reparto de bienes en los matrimonios, herencias y otro tipo de documentos; y un el tercer volumen de carácter más personal con poemas, textos religiosos, ensalmos, sortilegios, temas que tienen que ver con la magia, la adivinación o la astrología, apuntes de filosofía y otras misceláneas que terminan con una obra sobre la muerte. Habla de acontecimientos como el terremoto en Málaga de 1494 o la toma de Vélez. Todo un tesoro. Hay 45 sitios en la península ibérica en los que sucesos similares han repercutido en casi 200 manuscritos en árabe. No son documentos muy habituales los documentos de esa época, pero menos aún los andalusíes. La población islámica se llevó consigo sus documentos o los quemó y también se estima que precisamente en 1500 se produjo la gran quema de libros nazaríes ordenada por el Cardenal Cisneros en la actual plaza de Bib-Rambla. Ardieron varios miles de volúmenes, sólo se salvaron algunos libros de medicina.

Los encontrados en Cútar han sido restaurados por el Archivo Provincial y puesto en valor por María Isabel Calero Secall, Esther Cruces Blanco, Ana Díaz Sánchez y Sonsóles González García con un libro publicado (Los manuscritos nazaríes de Cútar), son uno de los puntos de partida que tiene el turismo en el pueblo de Cútar en la actualidad, que a través del Museo del Monfí articula parte de su patrimonio. Pasar un día en la casa del desterrado Al-Yayyar tiene por delante bastantes cosas que hacer.

 

MUHAMMAD XIII O "EL ZAGAL", SULTAN DE GRANADA (1445-1500)

 

MUHAMMAD XIII O EL ZAGAL, SULTÁN DE GRANADA (1445-

1500).

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De verdadero nombre Abu Abd Allah Muhammad Ibn Said, vigésimo segundo sultán nazarí de Granada (1485-1487). Conocido con el sobrenombre de el Zagal, era hermano del sultán Abu al-Hassan Ali y tío del último sultán efectivo del reino, Muhammad XII, más conocido con el sobrenombre de Boabdil, el Chico. Nació en Granada, en el año 1445, y murió en algún lugar del Magreb, posiblemente en Orán (Argelia), en el año 1500, en el más absoluto olvido.

Miembro relevante de la dinastía nazarí, en el año 1482 fue nombrado gobernador de Málaga, fecha en la que partió en auxilio de su hermano cuando éste fue destronado por su hijo Muhammad XII. Personaje muy popular entre los granadinos, su fama se acrecentó aún más cuando en el año 1483 venció a las huestes cristianas en la batalla de la Ajarquía, aunque la importante plaza de Alhama no pudo ser recuperada. La derrota y el posterior apresamiento de Boabdil el Chico en Lucena, el 21 de abril del mismo año, posibilitó al Zagal reponer en el trono nazarí a su hermano Abu al-Hassan Ali, cuyos partidarios le admitieron como jefe efectivo en la lucha entre padre e hijo por el trono. A partir de ese preciso momento, el Zagal aglutinó todos los poderes y el peso de la guerra que Abu al-Hassan venía sosteniendo contra su hijo Boabdil. Abu al-Hassan Ali, cansado y bastante envejecido, acabó abdicando en el año 1485 en favor de su hermano, reiniciándose de nuevo la guerra civil entre ambos bandos, convenientemente azuzada por los Reyes Católicos. Aunque siempre se mostró partidario de mantener la integridad física del reino, tras arrebatar Almería a Boabdil pactó con él un reparto territorial en virtud del cual el Zagal se instaló en la Alhambra mientras que su sobrino hizo lo propio en el Albaicín.

La caída de Ronda en manos de los cristianos, el 22 de mayo del año 1485, arrastró la de toda la Serranía y Marbella, haciéndose palpable la amenaza cristiana sobre el reino proveniente de Málaga, ciudad que en el año 1487 el Zagal se apresuró a defender como pudo, perdiendo así todas sus posiciones en Granada en favor de su sobrino, quien ya había firmado previamente un tratado con los Reyes Católicos en el que se comprometía a hacer la guerra a su tío en beneficio de éstos y a rendir la capital nazarí. La defensa de Málaga fue una lucha tan dura como inútil por parte de el Zagal, puesto que al final ésta cayó en manos cristianas el 18 de agosto de ese mismo año. La siguiente pérdida de Vélez-Málaga le obligó a retirarse a Almería. Durante todo el año 1488, el Zagal intentó contrarrestar el avance cristiano en la zona de Guadix, objetivo que logró por un cierto tiempo, hasta que su resistencia fue quebrada con la caída de Baeza, el 4 de diciembre del año 1489, ciudad que se encontraba gobernada por Yahya al-Nayar, pariente próximo de el Zagal. Previamente, Yahya había concertado una capitulación lo más honrosa posible con los Reyes Católicos a espaldas de el Zagal. A raíz de esa pérdida, desolado y cansado de hacer una guerra inútil, el Zagal consintió en negociar con los Reyes Católicos su retirada, obteniendo al final un señorío que incluía los distritos de Andarax, Orjivas, Lecrín y Lanjarón, incluyendo rentas y vasallos. El 21 de diciembre, el Zagal rindió a los cristianos la plaza de Almería, la última que le quedaba.

El Zagal no permaneció mucho tiempo en sus posesiones andaluzas. Después de la caída definitiva de Granada y por tanto también del reino nazarí, en la que él mismo había participado de manera activa al servicio de los Reyes Católicos, comenzó a encontrarse a disgusto por la presión a que era sometido por los monarcas cristianos y por la propia enemistad que se granjeó entre sus vasallos. Vendió sus territorios a los Reyes Católicos por cinco millones de maravedíes y se dirigió a Fez (Marruecos), como tantos otros compatriotas habían hecho anteriormente, entre ellos su propio sobrino Boabdil. Allí el emir le despojó de todas sus riquezas, le encerró en un calabozo y le quemó los ojos en nombre de su buena amistad con Boabdil el Chico. El Zagal anduvo mendigando errante de aldea en aldea por el norte de África hasta que murió en el año 1500, se cree que en la actual Orán.

Bibliografía

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  • LADERO QUESADA, Miguel Ángel: Granada: historia de un país islámico (1232-1571). (Madrid: Ed. Gredos. 1976).
  • SECO DE LUCENA, L: El libro de la Alhambra. Historia de los sultanes de Granada. (Madrid: Ed. Everest. 1975).

 

ADULADIN

 


ADULADÍN




ABDULADÍNADULADÍN


Familia de aristócratas árabes. Los hermanos Alí (yerno de Abenamar) y Mohamed Aduladín, siendo uno alcaide y el otro alguacil de los Vélez, acogieron a Boabdil en Vélez Blanco, rindiéndole homenaje (1485) y ayudándole a introducirlo en el Albaicín, donde estalló el levantamiento en apoyo de Boabdil (1486).

El 17-VI-1488 pactaron con los Reyes Católicos la entrega de Vélez Blanco y Vélez Rubio, comprometiéndose a convencer a sus familiares, los mandatarios de Huéscar, Orce, Galera y Benamaurel, para que también entregaran sus fortalezas. Recibieron a cambio remuneraciones en dinero, cereal, paños y, como merced, la villa de Castilleja y el cortijo de Cortes de Baza. Mohamed Abduladín fue nombrado alguacil mayor de los Vélez, sierra de los Filabres, río de Almanzora y hoya de Baza; su hermano Alí, alcadí mayor de los mismos lugares para entender en los pleitos entre los mudéjares.

Intervinieron en apoyo de los Reyes Católicos durante la rebelión de gran parte del Reino de Granada (1499/1500), acompañó Mohamed Aduladín al condestable de Navarra y murió en el asedio de Laujar. Alí vivía desde hacía años en Granada y fue asesinado por los mudéjares sublevados (1500). Mahomad Abduladín tenía dos hijos que, bautizados, tomaron los nombres de Fernando y Garcilaso. Alí, casado con Aldonça, viuda de Alhache Abenziete, y con Isabel, tenía tres hijos ya con nombres cristianos: Isabel, Rodrigo y Juan. Las viudas y los hijos fueron recompensados con rentas vitalicias por los Reyes Católicos. El 26-II-1501 el alguacil Hamete Abduladín firmó la capitulación de los mudéjares de Vélez Blanco, tomando como nombre cristiano el del señor territorial: Luis de Beaumont. En 1513 y 1527 Juan Aduladín era alcalde de Vélez Blanco; en 1514 lo era Hernando Aduladín y, en 1515, Rodrigo Aduladín, siendo Luis Aduladín alguacil mayor (1515).

El último descendiente residente en Vélez Blanco fue Luis Aduladín. El bautizo de su hijo Juan (1552) lo ofició el vicario Juan Chacón, siendo los padrinos los regidores Ginés Guillén y Martín Valera. Expulsado con los demás moriscos, primero, a Albacete, y, luego, a Huete. Denunciado a la Inquisición por un asunto amoroso durante su vida en Vélez Blanco, fue procesado y condenado a penitencia pública, azotes y destierro. Otro Aduladín Mendoza aparece como vecino de Murcia. Una alianza matrimonial se detecta por los enlaces de un tal Juan Abduladín, el menor, con Catalina Laujete; y de Hernando Abduladín con Juana Laujete, ambos en 1550.



Roth Dietmar

GRIMA CERVANTES, Juan Antonio (1987)
TAPIA GARRIDO, José Ángel (1986)

 

lunes, 13 de marzo de 2023

ZIRYAB

 

ZIRYAB


Ziryab: Abū l-asan ‘Alī b. Nāfi’. Irak, c. 789 – Córdoba, 857. Músico, cantor, poeta, gastrónomo y esteta.

Más conocido con el apodo de Ziryab, mirlo en árabe, emulando así al probable color de su piel y a la voz melodiosa de este ave, recibió una sólida formación literaria y científica, especialmente en geografía y astronomía, y aprendió música en Bagdad con el célebre cantor Ishaq Ibn Ibrahim al-Mawsilī (767-850), durante el califato de Harun al-Rasīd (786-808). La inestabilidad política a su muerte desatada por las guerras civiles entre sus hijos al-Amin y al-Ma’mun, unido a las desavenencias de Ziryab con su maestro, probablemente por la atracción del pupilo hacia las innovaciones musicales de Ibrahim al-Madhī, —otro hijo del califa entorno al cual los cantores y músicos con influencias persas comenzaron a liberarse del clasicismo de la música árabe—, aconsejaban abandonar la corte ‘abbasí de Bagdad. Hacia mayo de 822, recaló en la corte de Córdoba durante el advenimiento de ‘Abd al-Rahman II a un emirato pacificado por su padre al-Hakam I y con una próspera hacienda. Como Omeya, el emir no olvida que a su linaje le fue arrebatado el califato, cuyos derechos pretende aprovechando la decadencia de la corte ‘abbasí. Paralelamente, la riqueza de su tesoro le permitirá ostentar su poder con un lujo inaudito, para lo cual imita a los califas en su modo de vivir y toma las instituciones políticas de Oriente, creando así una conciencia en sus dominios de al-Andalus independiente del resto del mundo islámico, salvo en las esferas religiosa y cultural. Igualmente hace venir en un principio de Oriente los mejores poetas, cantores, músicos y bailarines. Este proceso de orientalización no hubiera eclosionado de no ser por la admiración y prestigio que alcanzó el cantor, poeta y músico desterrado de Bagdad. Con gustos afines y aproximadamente la misma edad, el emir se vio enseguida seducido por el genio musical de Ziryab, sus conocimientos enciclopédicos y sus costumbres extremadamente refinadas, llegándole a ofrecer una paga extraordinaria. La influencia que ejerció sobre la corte le convirtió en modelo a imitar del buen gusto y la elegancia entre la jassa o aristocracia andalusí, a la que inició en las modas y costumbres de la civilización bagdadí, que aceptaron como reglas de conducta social y urbana, incluso en aspectos tan íntimos como la higiene o el aseo y otros ligados a la propia moral y a la lengua. En su calidad de consejero principal del emir, introdujo las formas protocolarias orientales, según las cuales sólo sus súbditos principales podían acceder a las estancias reales en palacio, donde impone una etiqueta que regula todos los detalles de la vida cotidiana. Tanto el soberano como la jassa solían celebrar reuniones culturales en los que el anfitrión ofrecía un banquete, en el que se bebía vino —algo generalizado entre la población musulmana— viendo bailar a las danzarinas a la vez que se escuchaba música o declamar poesía y se jugaba a las damas y al ajedrez, juego que parece que introdujo el propio Ziryab. En este contexto, Ziryab favoreció la cocina bagdadí y fijó un orden gradual de platos para el banquete siguiendo las recomendaciones de los dietistas árabes, no mezclando los manjares, sino comenzando con entremeses o una sopa —único plato para el que se utilizaba un cubierto: la cuchara—, prosiguiendo con carnes asadas de cordero o vaca (las clases más modestas debían contentarse con carnes de baja calidad y vísceras), caza o aves condimentadas, manjar blanco que en al-Andalus recibía el nombre de tafaya, cuyo guiso se atribuía a la invención de Ziryab, para terminar con dulces, como pasteles o bizcochos de nueces, almendras y miel, pastas con fruta aromatizadas con vainilla o fruta confitada rellena de pistachos y avellanas. Los hispanomusulmanes alababan las frutas frescas y hortalizas que la fértil tierra de al-Andalus producía, pero Ziryab mostró el sabor de los espárragos trigueros, las ensaladas de alcauciles y los guisos de habas, plato que en la actualidad se conserva en Córdoba con el nombre de “ziriabi”. Siguiendo el código de Ziryab, el cadí cordobés Ibn Yabqa ibn Zarb, con fama de buen gourmet, pudo afirmar que “no es de buen tono servir dos series de manjares que no van bien entre sí”. Los platos se colocaban humeantes sobre una mesa baja cubierta con paños de vasto lino, que Ziryab recomendó se sustituyera por manteles de cuero fino. ‘Abbas Ibn Firnas, que había descubierto, entre otras cosas, una fórmula para fabricar vidrio, lo aprovechó Ziryab para demostrar a los comensales cordobeses que una copa de cristal era más apropiada para catar el vino que los cubiletes de oro o plata, mientras que las diminutas copas de licor eran el colofón de un banquete. Pese a la crítica de eruditos religiosos, estos placenteros entretenimientos eran tan corrientes que, salvo un lapso de tiempo represivo durante la etapa almohade, los muftíes se vieron incapaces de castigar las trasgresiones a la ley coránica y las medidas oficiales adoptadas al respecto.

Siguiendo la tradición griega e india, los árabes dieron tanta importancia a una dieta equilibrada como a la higiene personal, por lo que Ziryab abrió un instituto de belleza, que causó gran regocijo entre las cordobesas. Las peinadoras las depilaban y les ungían el pelo con perfumados aceites, para después venderles todo tipo de cremas para el cuidado de la piel y saquitos de polvos aromáticos para los vestidos, al tiempo que les enseñaban a emplear la pasta de dientes y el arte de maquillarse y pulirse las uñas, ya que la esposa mimada o la favorita debía esperar adornada con sus mejores galas la vuelta del dueño de la casa. También Ziryab influyó en la manera de cortarse el pelo y dejarse la barba de los hombres, que indujo a llevar corto y con forma, descubriendo los pómulos y la frente. Los hombres llevaban la cabeza descubierta o bien la cubrían con un simple gorro de lino o fieltro, mientras que las mujeres se envolvían la cabeza con un trozo de tela, cubriéndose el rostro por debajo de los ojos con un pañuelo que se ataba a la nuca o bien con un velo más amplio cuyas puntas caían sobre el pecho. Sin embargo, la moda bagdadí impuso a la jassa nuevos tocados: altos gorros de seda cruda, capelos cónicos de terciopelo bordado o incrustado de pedrería y tocas de brocado o de fieltro, que también serían adoptados por la corte leonesa. De otra parte, mientras los hombres y mujeres de la plebe usaban una camisa de lino y algodón, y ajustados al talle unos calzones largos y estrechos que no pasaban de la rodilla, añadiendo en invierno, una pelliza enguatada cortada en forma de túnica, o un chaquetón de piel de oveja o conejo; Ziryab estableció para la jassa un calendario de la moda, según el cual desde finales de junio hasta primeros de octubre se debía vestir de blanco, —color de los omeyas y de luto cuya generalización en verano llevó al negro como distintivo de las gentes enlutadas—, mientras que el resto del año se usarían trajes de color, normalmente de seda, añadiendo ligeras túnicas también de color y seda al comienzo del frío durante los equinoccios, que serían sustituidas por otras forradas de piel o por pellizas o abrigos de piel durante el invierno. Evitaba así la disparidad de atuendo entre las distintas clases de la población y se tenía en cuenta los cambios sensibles de temperatura, frescor o tibieza, lluvia o buen tiempo. En la Córdoba de Ziryab se conocieron los gusanos de seda y el papel, mientras en los talleres se intensificaba la producción de terciopelo, satén, sarga, lino y lana, que aprovecharon los artesanos sobre todo almerienses, inspirados en el tiraz bagadadí, para elaborar los brocados. Estos tejidos cortados para trajes de gala junto con las finas túnicas de gasa transparente colmaban los arcones de las familias aristocráticas. Pero no sólo la ornamentación de las telas sino también de las alhajas, aún bajo influjo de la tradición visigoda, sufren el influjo oriental.

Pero la contribución de Ziryab es sobre todo en el arte de la música. No sólo incorporó las vanguardias de Oriente, sino que creó originales formas que condujeron a la primacía cultural de al-Andalus. Destacó en el canto y en su virtuoso modo de tañer el laúd. Realizó algunas modificaciones en la técnica de construcción de este instrumento, añadiendo una quinta cuerda y aminorando su peso con maderas más finas y de mejor resonancia. Confeccionó las encordaduras con tripas de animal hilados en seda, y empleó plumas de águila como plectros, costumbre que persiste en la actualidad, en sustitución de madera, lo que posibilitó una mayor agilidad que mejoraba el sonido así como de duración de las cuerdas. Además, propuso técnicas más estructuradas para la voz y cambios en la forma, la estructura musical y la temática: jardinería y plantas, el agua junto al amor cortés, y el recurso de la variación de poemas y metros diferentes dentro de una composición musical, permitiendo mayor libertad en la estructura rítmica y melódica. Tenía un repertorio de más de diez mil canciones que en parte había compuesto y sabía de memoria, y creó la nawba, una especie de suite clásica (vocal e instrumental) con influencias cristianas y sefardíes y de la música bereber, manteniendo el clasicismo oriental como base. Esta expresión musical se abrió paso después hasta Oriente, conservándose en la actualidad como la wasla o suite clásica oriental de origen andalusí, algo que no hubiera transcendido si Ziryab no hubiese fundado en Córdoba el primer conservatorio de música del mundo islámico, mostrándose también como un gran pedagogo a la hora de formar discípulos. Estudiaba las condiciones naturales de su voz ordenándoles que la forzaran tapados por un almodón. Si el discípulo poseía una voz potente y limpia, comenzaba su enseñanza; desistía si percibía faltas que no posibilitaran el éxito. En pocos casos daba oportunidad a alumnos de voz escasa, que fortalecían atando un turbante al vientre. Al que cerraba la boca al cantar, le hacía pasar las noches con un trozo ancho de madera hasta que lograra separar las mandíbulas. Basaba su método de enseñanza en tres tiempos, comenzando por el aprendizaje del ritmo, como primer ejercicio, mediante el anexir o recitación en verso acompañándose de un instrumento de percusión. Seguía la enseñanza de la melodía en toda su sencillez, mediante cantos simples o llanos, para culminar la instrucción con el ornamento del canto, dándole expresión, movimiento y gracia, dependiendo de la habilidad del artista.

Contó con su familia como discípulos para difundir su escuela, entre los cuales destacó ‘Ubayd Allah como cantor. También Gasim y ‘Abd al-Rahman fueron buenos artistas, pero este último fue soberbio y cruel, antagónico en sus cualidades a Ziryab. Entre sus hijas, ‘Ulayya fue muy solicitada para el canto, ejerciendo su magisterio sin competencia, mientras que Hamduna fue una hábil artista que casó con el visir Hasim b. ‘Abd al-‘Azīz. Educó asimismo a diversas esclavas y esclavos, y a intelectuales y poetas como ‘Abbas b. Firnas y ,Aqil b. Tasr. Aslam b. ‘Abd al-’Aziz b. Hasim b. Jalid, un pariente de su hija Hamduna, recogió en su obra Agani Ziryab su legado musical, que aunque perdida, lo menciona Ibn Hazm en Tawq al-Hamama y al-Humaydī en Yadwat al-muqtabis. En definitiva, fue Ziryab quien principalmente contribuyó al posterior esplendor musical de al-Andalus. Los andalusíes amaban la poesía, las canciones, la música y la danza, y gracias a la política emprendida por ‘Abd al-Rahman II y al trato de preferencia que dio a Ziryab, superó en refinamiento y cultura a Oriente en su intención de tomar las riendas del mundo musulmán.

A Ziryab nunca le tentó ni la política ni el poder ni quiso inmiscuirse en las intrigas palaciegas, lo que contribuyó a elevar su posición en la corte y aumentar una fortuna calculada en 300.000 dinares, además de varias alquerías de la campiña cordobesa. Ni en Bagdad ni en Bizancio había sido jamás pagado tan generosamente el arte de un músico. Tanto trascendió en el mundo musulmán la munificencia del emir español que provocó el resentimiento en otros músicos y poetas al igual que en alfaquíes por motivos morales y religiosos. Con todo, hasta los historiadores alfaquíes gustaron de recordar el nombre de este músico, tras su muerte producida en Córdoba en el año 857, pues había logrado materializar el sueño de su mecenas ‘Abd al-Rahman II de pasar a la historia como un gobernante de gran inteligencia, constructor y esteta e imitador consciente de la cultura del califato de Bagdad para comenzar a ocupar en el mundo islámico de la alta Edad Media el puesto privilegiado que conservaría hasta la conclusión de la Reconquista cristiana. Pero fue bajo el arbitraje indiscutible de Ziryab, que la corte y la ciudad cambiaron sus hábitos y modales, vestimenta, mobiliario y gastronomía. Siglos después este Petronio árabe sería aún invocado siempre que una nueva moda hacía su aparición en la Península, mientras que la música quedó tan arraigada que siempre se defendió frente a las recomendaciones restrictivas de religiosos y juristas. De este modo, al-Andalus que había dependido de Oriente para su guía e inspiración religiosa, lingüística y cultural, adquirió conciencia de sí misma como metrópoli y con méritos propios de cara al resto del mundo musulmán.

 

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Iván F. Moreno Landahl, Conde de los Andes