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martes, 5 de agosto de 2025

LA ARABIZACIÓN DE AL-ÁNDALUS

 

LA ARABIZACIÓN DE AL-ÁNDALUS


El andalusí es el dialecto árabe medieval mejor documentado. Hoy día es considerado un elemento esencial en la historia de la lengua árabe y su dialectología

Ángeles Vicente
Universidad de Zaragoza

Reproducción facsímil de un fragmento del Vocabulista in arabico, según el códice de la Biblioteca Riccardiana de Florencia, edición de C. Schiaparelli (1871). Biblioteca Digital de la AECID.


¿Cómo se produjo la arabización de al-Andalus?

Al-Andalus llegó a ser una sociedad arabo-islámica gracias al éxito del doble proceso de arabización e islamización. Tras la llegada del islam, se produjo en la Península Ibérica una transformación similar a la que había tenido lugar anteriormente en las regiones del Mediterráneo oriental, y cuyo resultado fue la paulatina asimilación de la población local hacia la cultura recién llegada, es decir la cultura árabe, que se convirtió en la dominante, aunque de manera recíproca esta fue influida también por algunos elementos de las culturas autóctonas.

La lengua árabe fue introducida en la Península Ibérica con la llegada de población arabófona en el siglo VIII, aunque se sabe que su número era escaso, pues la mayor parte de los conquistadores eran bereberes islamizados procedentes del Norte de África. El éxito y la expansión del árabe se debió, por tanto, a la llegada algo posterior de nuevos aportes de población arabófona (especialmente los árabes que llegaron con el ejército de base tribal sirio) y al prestigio social alcanzado por esta lengua al ser la variedad vehicular de las clases dominantes, por lo que su uso tendría una serie de ventajas sociales para sus hablantes. A todo ello hay que sumar el hecho de que el árabe sea la lengua sagrada del islam, religión que llegó a ser la mayoritaria de la sociedad andalusí.

La población de origen árabe a la que se ha aludido procedía de diferentes partes de Oriente, por lo que el árabe que hablaban no era una lengua homogénea sino diferentes variedades habladas en áreas de la Península Arábiga y del territorio que en la actualidad se conoce como Oriente Medio. Así, se han descrito características propias de los dialectos sirio y yemení en la formación del árabe andalusí, debido a que parte de los pobladores árabes pertenecían a tribus procedentes del sur de la Península Arábiga y de Siria. Ya en este primigenio panorama lingüístico andalusí encontramos la situación de diglosia que caracteriza a la lengua árabe, es decir, una variedad usada en la escritura y la liturgia, y la existencia de un grupo de diferentes variedades orales empleadas como lenguas de comunicación.

La formación del árabe andalusí

La gestación del árabe andalusí se produjo de manera similar a la de otras lenguas de tipo neoárabe, un grupo del que forma parte en su fase antigua, siendo los actuales árabes marroquí, árabe iraquí, árabe egipcio, etc. una fase moderna del mismo grupo de lenguas. Es decir, les diferencia que el andalusí desapareció como lengua de comunicación en el siglo XVII, mientras que las otras lenguas árabes vernáculas siguieron evolucionando hasta la época actual.

El árabe andalusí se formó, por tanto, debido a la interacción de varios elementos: las diversas variedades árabes traídas a la Península Ibérica en el siglo VIII, junto con elementos autóctonos como el bajo latín, primero, y el romandalusí, después. Esta última consistía en la lengua romance hablada por la población andalusí durante los primeros siglos y que tuvo una evolución diferente a las lenguas romances habladas más al norte debido al contacto continuo con una variedad árabe.



Fragmento del Diván de Ibn Quzmán, ed. de David de Gunzburg (1896). Biblioteca Digital de la AECID.


Esta realidad lingüística anterior a la llegada de los árabes, y sobre la que se instalaron, funcionó como substrato lingüístico y dejó una huella importante en el árabe andalusí. Hay que contar además con otra influencia lingüística llegada del Norte de África, la lengua bereber o amazig; en primer lugar, con la presencia entre los conquistadores de variedades bereberes habladas por las tropas de este origen y, más adelante, por la llegada de población berberófona durante los imperios Almorávide y Almohade, lo que supuso también la influencia sobre el andalusí de otros dialectos árabes magrebíes, sobre todo, el marroquí. Todo ello dio forma a una variedad árabe particular que lograría imponerse en toda la sociedad andalusí como lengua vehicular o de comunicación.

Además del elemento religioso y del prestigio social ya aludidos, otros factores contribuyeron al éxito de este proceso. Por un lado, la llegada de arabófonos procedentes de Oriente durante la época del califato ayudó a la expansión de la arabización y, por otro, la campaña de propagación de la variedad cordobesa promovida por el califa ‘Abd ar-Raḥmân III en el siglo X, que tuvo un gran éxito sobre todo en las ciudades, contribuyó a conseguir una cierta homogenización de las diversas variedades del árabe andalusí. Así, se formó una coiné más o menos unificada y prestigiosa que, a lo largo del siglo XI, logró imponerse en esta sociedad sin distinguir la religión de sus hablantes; es decir, era la lengua de comunicación para los musulmanes, los cristianos y los judíos de al-Ándalus. Con ello, el mayor número de hablantes de esta lengua se alcanzó en los siglos XI y XII.

Su prestigio social fue tal que llegó a convertirse en lengua literaria, un papel normalmente desempeñado en las sociedades arabo-musulmanas por la variedad clásica, llegando a los círculos cortesanos y a los palacios de los reinos de taifas. Incluso, en una época concreta, los andalusíes comenzaron a exportar cultura árabe hacia el Magreb, donde tenían una considerable influencia, convirtiéndose en una referencia cultural y en artífices de la arabización de parte de esa región.

Disponemos de documentación textual del árabe andalusí desde el siglo X y hasta el momento de la expulsión de los moriscos en el siglo XVII. Así, el primer uso conservado del andalusí en un documento escrito, que aparece en la crónica histórica al-Muqtabis V de Ibn Ḥayyān, se documenta en un verso del año 913 en el que un partidario del rebelde ‘Umar ben Ḥafsûn insulta al emir ‘Abd ar-Raḥmân III.

Existen también huellas de la variedad andalusí en la producción literaria, como los proverbios o la poesía, pues fue en al-Ándalus donde nació el género de la poesía estrófica que nos proporciona tempranas muestras de esta lengua. Este es el caso de las xaraǧât (estribillos escritos en árabe andalusí o bien en lengua romance de los poemas conocidos como muwaššaḥât) y el de los cejeles (poemas estróficos escritos completamente en árabe andalusí).

Entre los últimos ejemplos del uso escrito de esta lengua contamos con los documentos redactados por los moriscos de Valencia, en prosa y de uso privado, donde encontramos interesantes ejemplos de la lengua romance hablada en esta región oriental de la Península Ibérica, a causa de la práctica por esta población del code-switching andalusí-lengua romance.

Gracias a esta situación, el andalusí es el dialecto árabe medieval mejor documentado y, como consecuencia, se ha logrado describir su gramática y su léxico a pesar del consabido registro elevado que caracteriza a las fuentes escritas. Hoy día es considerado un elemento esencial en la historia de la lengua árabe y su dialectología, pues su mayor conocimiento demostró su conexión con el resto de dialectos hablados en la región del Magreb, abandonándose con ello la denominación previa que se le había dado (dialecto hispano-árabe). Todo ello ayudó a corroborar que al-Andalus, aun habiéndose constituido como una entidad política diferente con la llegada del omeya ‘Abd ar-Raḥmān I, siguió formando parte del ámbito lingüístico y cultural creado por la expansión imperial islámica.

Contactos entre el árabe y el romance en territorio peninsular

Durante los nueve siglos en los que la lengua árabe se habló en parte del territorio de la Península Ibérica, su estatus sufrió varios cambios debido principalmente a circunstancias extralingüísticas, pasando así por tres etapas diferentes: en primer lugar, entre los siglos VIII y X, podemos hablar de una situación de bilingüismo, donde el árabe era la lengua que tenía el prestigio social, mientras que la lengua proto-romance de la población autóctona era la más importante desde el punto de vista cuantitativo. Un segundo periodo, en el que el árabe andalusí se impuso como lengua dominante de comunicación entre los diversos grupos sociales y religiosos que vivían en al-Ándalus, llegando a vivirse una situación de monolingüismo árabe más o menos generalizado entre los siglos XI y XIII. Y una tercera y última fase, del siglo XIII en adelante, en la que, tras el avance de las conquistas cristianas y la reducción numérica de la población arabófona, se produjo otra situación de bilingüismo entre el árabe andalusí y las lenguas romances, pero esta vez con el árabe vernáculo como lengua minoritaria y sin prestigio social, mientras que la lengua dominante era diferente dependiendo de la región, pues el bajo latín había evolucionado ya hacia las diversas lenguas romances peninsulares.

La existencia de la primera situación de bilingüismo en al-Ándalus y su duración en el tiempo ha sido un tema muy controvertido en la literatura científica, ya que han aparecido numerosas teorías contradictorias entre sí, algunas de ellas muy polarizadas. La teoría más aceptada en la actualidad consiste en que la situación de bilingüismo vivida en al-Ándalus llegó a un nivel de interferencia tan profundo que dejó huellas en ambas lenguas. No obstante, la arabización de al-Ándalus, aunque fue un proceso lento y no exento de contratiempos, llegó a culminarse en el siglo XI, unos tres siglos después de la llegada de la lengua árabe a estas tierras. La variación dialectal siguió existiendo en forma de variantes regionales e incluso hubo núcleos aislados de hablantes de otras lenguas, sobre todo en las zonas rurales.


Reproducción facsímil de un fragmento del Vocabulista in arabico, según el códice de la Biblioteca Riccardiana de Florencia, edición de C. Schiaparelli (1871). Biblioteca Digital de la AECID.


En lo que concierne al árabe andalusí, las interferencias con la lengua romance existen a nivel fonético, prosódico, morfosintáctico y del léxico. Así, por ejemplo, su particular prosodia demuestra su idiosincrasia, pues es diferente de la de cualquier otra variedad árabe.

En cuanto a las lenguas romances, la interacción con el árabe andalusí se refleja también en la presencia de algunas interferencias que, aunque no muy numerosas en aspectos fonéticos y morfosintácticos, sí lo son en el campo del léxico, donde la huella es mayor.

Se han establecido dos tipos de influencias desde el árabe andalusí hacia las lenguas habladas en el norte cristiano. En primer lugar, de tipo directo gracias a los grupos sociales que vivieron entre las dos culturas peninsulares: la cristiano-occidental y la musulmana-oriental. Esta población estaba formada primero por los mozárabes (cristianos arabizados) de al-Andalus que empezaron a inmigrar hacia el norte peninsular desde los siglos IX y X y sobre todo a partir del XII, transformándose así en los principales transmisores de las interferencias lingüísticas hacia las lenguas habladas en los reinos cristianos.

Posteriormente, existió un segundo grupo de población que vivió entre las dos culturas, se trata del formado por los mudéjares, con el tiempo moriscos, quienes mantuvieron un contacto cotidiano con las lenguas romances en algunas ciudades, ya bajo poder cristiano. Ellos contribuyeron a la transmisión de estas transferencias, pero en una menor escala, a causa de su estatus social más bajo que aquel del que gozaron anteriormente los mozárabes, pues estos últimos venían de una cultura vista como superior, por lo que fueron imitados en muchos aspectos.

La segunda clase de influencias son de tipo indirecto y se trata de un contacto lingüístico más distante y esporádico, motivado, por ejemplo, por las relaciones comerciales, militares y políticas.


Ilustración de la traducción castellana del Kalila wa Dimna (siglo XIII). Real Biblioteca del Monasterio de El Escorial, ms. H-III-9, f. 11v (copia del siglo XV).


En cuanto al contacto entre las variedades escritas, las interferencias lingüísticas se produjeron mayoritariamente desde el árabe clásico hacia el latín y las lenguas romances, cuando estas se convirtieron en lenguas literarias. Este contacto se produjo principalmente a través de una importante labor de traducción de las obras árabes orientales y andalusíes y de las obras griegas traducidas anteriormente al árabe en la famosa Dār al-Ḥikma de Bagdad, que habían llegado a al-Ándalus en el equipaje de muchos viajeros que llegaban de Oriente. Así, por ejemplo, en la corte de Castilla, se tradujo todo el saber árabe al castellano, variedad vernácula que con Alfonso X el Sabio se convirtió en lengua literaria, y al latín, pasando de esta manera al resto de Europa. Como el castellano no era aún una lengua de cultura bien desarrollada, se necesitó crear muchos neologismos para expresar lo que había en esas obras árabes y griegas, y con ello las influencias lingüísticas penetraron en las lenguas romances y en el latín, sobre todo en forma de préstamos semánticos, conocidos como arabismos.

El declive del árabe como lengua de comunicación y su desaparición en la España moderna

Con el paso de los siglos y el avance cristiano hacia el sur, la situación lingüística de los mudéjares y moriscos se caracterizó por una nueva situación de bilingüismo, como ya hemos señalado anteriormente. Esta difiere en muchos aspectos de la que hemos descrito para la primera época de bilingüismo en los siglos anteriores.

Primero, en la importancia del fenómeno, ya que ahora fue menos extenso desde un punto de vista cronológico y geográfico. En segundo lugar, la lengua de prestigio social era diferente en los dos casos, pues en la primera etapa de bilingüismo lo era el árabe andalusí y en la segunda lo serían las lenguas romances. En tercer lugar, porque ahora hay que hablar más bien de un bilingüismo individual, mientras que el primero era un fenómeno desarrollado a nivel social. Es decir, ahora en muchos casos se trataba de algunos individuos que dominaban las dos lenguas y que eran útiles como intermediarios, los famosos trujumanes.

La desaparición de la lengua árabe en la Península Ibérica fue un proceso muy lento, a causa de la resistencia de la población musulmana a abandonar su lengua, una situación que encontramos incluso entre algunos cristianos. De esta manera, el árabe existió entre la población de la ciudad de Toledo incluso después de la conquista de la ciudad en 1085 por el rey Alfonso VI. Esta situación se prolongó hasta los siglos XII y XIII, es decir, se mantuvo el uso del árabe como lengua de comunicación de una comunidad cristiana, antiguos mozárabes toledanos, y bajo el poder de un rey cristiano, a causa de motivos relacionados probablemente con la identidad de grupo.

En todo caso, el retroceso de la lengua árabe no se produjo en todas las regiones de una manera similar, y así la situación en Castilla y Aragón no fue la misma que la de Granada y Valencia, siendo la vitalidad del árabe mucho más fuerte en las dos últimas ciudades. De esta manera, en la zona norte de la Península Ibérica, el árabe como lengua de comunicación desapareció hacia el siglo XIV, mientras que en las regiones meridional y oriental sobrevivió hasta finales del siglo XVI en Granada y hasta el momento de la expulsión de los moriscos, al principio del siglo XVII, en el Levante. Este hecho tuvo como consecuencia que parte de la población morisca llevara consigo la lengua árabe al territorio donde se instaló, es decir, a algunas regiones magrebíes, mientras que otros tuvieron que “re-arabizarse” allí, pues solo hablaban lengua romance.


Para ampliar:

·         Corriente, Federico, 1992. Arabe andalusí y lenguas romances. Madrid, Editorial MAPFRE.

·         Corriente, Federico, Christophe Pereira & Ángeles Vicente, 2015-2022. Encyclopédie Linguistique d’Al-Andalus, 5 vols. Berlín, De Gruyter.

·         Vicente, Ángeles, 2006. El proceso de arabización de Alandalús: Un caso medieval de interacción de lenguas. Zaragoza, Instituto de Estudios Islámicos y del Oriente Próximo.

·         Wasserstein, David, 1991. “The language situation in al-Andalus”. En Studies on the Muwaššaḥ and the Kharja: Proceedings of the Exeter international colloquium, 1–15. Oxford, Ithaca Press.

 

viernes, 11 de julio de 2025

LA CORTE DEL CALIFA

 

LA CORTE DEL CALIFA


Eduardo Manzano nos ofrece la introducción a la nueva edición de La Corte del Califa, estudio centrado en el periodo califal omeya de Córdoba


Eduardo Manzano
IH-CSIC

Salón Rico de Medina Azahara


Los últimos cuarenta años han sido una “edad de oro” para la investigación sobre al-Andalus. Los trabajos dedicados a esta región del mundo medieval musulmán han sido muchos y de una calidad, por lo general, extraordinaria. Prueba de ella son, por ejemplo, los numerosos manuscritos árabes editados y, en muchos casos, traducidos, entre los que se incluyen crónicas históricas, obras de poesía, compendios jurídicos o tratados de disciplinas tan diversas como la filosofía, la astronomía, la botánica o la medicina. Datos que no hace mucho eran considerados como inabordables, como los miles de perfiles de sabios andalusíes incluidos en los llamados “diccionarios biográficos” árabes, han sido sistematizados y analizados por proyectos de largo alcance, tales como la Historia de los Autores y Transmisores Andalusíes (HATA), la Biblioteca de al-Andalus o la Prosopografía de los ulemas de al-Andalus, fácilmente accesibles en línea o en papel, y que han sido llevados a término gracias al trabajo colectivo de un buen número de arabistas bajo la inspiración de Maribel Fierro, Jorge Lirola, y Luis Molina y María Luisa Ávila, respectivamente. Las nuevas investigaciones también han supuesto la publicación de un gran número de inscripciones árabes, tanto las talladas en piedra o yeso, como las bordadas en tejidos, o las grabadas en orfebrería o incluso en anillos, destacando a este respecto los trabajos realizados por Carmen Barceló, Ana Labarta o María Antonia Martínez. Se han elaborado también gran número de catálogos de monedas árabes, así como descripciones muy precisas de tesoros y hallazgos fortuitos que han propiciado detallados estudios sobre la acuñación y la circulación monetaria. Además, la arqueología ha realizado importantes avances durante estos años, ya que se han emprendido campañas periódicas en determinados yacimientos, las excavaciones de urgencia, a pesar de todos sus inconvenientes, han aportado datos muy significativos, y los análisis de materiales han desvelado patrones inesperados de producción, distribución y uso de la cerámica, el vidrio y otros objetos diversos. 

La rihla – viaje para adquirir conocimiento – de los ulemas andalusíes, según la base de datos Prosopografía de los ulemas de al-Andalus


No es exagerado, por lo tanto, afirmar que la andalusí es la sociedad musulmana medieval mejor conocida, algo que suelen reconocer los estudiosos que trabajan sobre otras áreas geográficas del islam medieval. Además, hoy en día, también está demostrado que la presencia al-Andalus no fue un mero barniz histórico, que tuvo solo relevancia para determinadas zonas: empieza a ser cada vez más evidente que la presencia del islam afectó de múltiples maneras a todos los territorios peninsulares sin excepción. Incluso ya en época moderna serían inexplicables muchos aspectos sociales, culturales y políticos de la España imperial sin tener en cuenta el profundo legado de diversidad dejado por el período andalusí, tal y como cada vez muestran con más contundencia trabajos recientes.   

A pesar, sin embargo, de este formidable balance y del amplio reconocimiento internacional del que gozan sus investigaciones, los estudios andalusíes no parecen escapar a un cierto sentimiento de eterna frustración, que es posible pulsar en conversaciones, comentarios y alusiones que se deslizan en textos, notas y conferencias de los estudiosos de este período. Y lo cierto es que razones para ello no faltan. De un tiempo a esta parte, por ejemplo, han tomado carta de naturaleza los más asombrosos disparates sobre el pasado andalusí, lanzados con el más inusitado aplomo por gentes autoconvencidas de que una burda falsedad histórica puede ser tomada en serio si se repite machaconamente, encuentra eco entre una audiencia suficientemente crédula y, sobre todo, adquiere resonancia mediática. Afirmar que la conquista del reino visigodo en el año 711 no tuvo lugar, manipular textos árabes para probar que un cáliz conservado en la iglesia de San Isidoro de León es nada menos que el Santo Grial utilizado por Jesucristo en la Última Cena, o inventarse etimologías árabes de palabras del castellano ante la embobada cámara de un documental sobre la memoria de al-Andalus son sólo algunos de los síntomas de las infinitas formas de manipulación histórica que ofrece un período tan desconocido para el gran público, como propenso para que sobre él se proyecten las más peregrinas e interesadas disquisiciones, ocurrencias o fantasías emocionales que puedan concebirse.  

La mezquita de Medina Azahara. Wikimedia Commons.


La percepción de que el ingente trabajo de investigación realizado sobre al-Andalus quizá no haya servido para mucho a la postre, se ve corroborada por el hecho de que la historiografía española, con el ala más rancia del medievalismo a la vanguardia, sigue ignorando, cuando no despreciando, todo cuanto tenga que ver con el pasado musulmán de nuestra historia. La idea, que cada vez se repite con más insistencia, es que podemos echar en saco roto el legado histórico de al-Andalus, pues se trató de una sociedad árabe e islámica ajena a la tradición occidental y cristiana. Una anomalía histórica, que tuvo que ser combatida en los campos de batalla de la “Reconquista”. Gracias a esa lucha multisecular pudo evitarse que una cultura extraña a las esencias europeas llegara hasta nuestros días, lo que hubiera cambiado irremisiblemente el destino de la España actual como una sociedad occidental, abierta y democrática.  

Son muchos, y desde muy variadas instancias, quienes defienden esta visión simplista y, en apariencia, incontestable: desde tertulianos reconvertidos en escritores de pésimas novelas históricas basadas en bibliografías tan obsoletas como apresuradas, hasta solemnes académicos, que hacen gala de su “conocimiento experto” para intentar demostrar que la única historia relevante es la que conecta directamente a los reinos cristianos medievales con el presente. Añádase a todo ello el ruido causado por unas redes sociales, en las que verdades incontestables se ventilan en 280 caracteres, o la confusión creada por unos medios audiovisuales, que pretenden ahorrar el esfuerzo lector mediante recursos digitales supuestamente novedosos, pero que, en realidad, se limitan a reciclar los viejos manuales de historia del Franquismo. La guinda a todo esto, en fin, la ponen políticos, que se sirven de estas miradas históricas parciales y sectarias para justificar la validez de la única receta que tienen para afrontar los retos de las sociedades diversas y multiculturales del presente, y que consiste en dar marcha atrás al reloj de la historia, haciendo creer que es posible volver a un pasado supuestamente homogéneo y uniforme, del que además parece ser que debemos sentirnos “orgullosos” colectivamente. 

Resulta algo desolador, por lo tanto, que tanta y tan excelente investigación apenas haya hecho mella en esa visión de al-Andalus recamada de tópicos, nombres incomprensibles, e interpretaciones realizadas con materiales de cartón piedra, que muchos sectores de la historiografía y de la intelectualidad española siguen manteniendo. Sin entrar en otras muchas consideraciones que podrían hacerse (decir, por ejemplo, que la Reconquista salvó a España de permanecer en el islam calca el argumento que usaba el Franquismo para justificar que la Guerra Civil salvó a este país de ser una república soviética), llama la atención que, mientras que en las sociedades más avanzadas de nuestro entorno existe una preocupación creciente por abandonar las visiones eurocéntricas y colonialistas del pasado, incluyendo voces de culturas distintas para construir una historia más plural y global, en nuestro país muchos hayan decidido que tal enfoque no va con ellos, y que es legítimo tirar por la borda el legado histórico andalusí en nombre de una identidad nacional y religiosa excluyente, de la que ellos, y los hechos históricos que convenientemente seleccionan, se proclaman garantes. La consigna de este casticismo de vía estrecha y añorante del nacionalcatolicismo franquista es huir de los matices, repintar el pasado con burdos brochazos de colores reconocibles en el presente, ceñirnos a lo ya conocido, y dejar a un lado aquello que no se ajuste a las esencias históricas y religiosas que, se supone, definen la identidad nacional española. 

Cruzados del siglo XX, mural de Arturo Reque Meruvia.


 Afortunadamente, sin embargo, y a pesar de que el conocimiento histórico puede ser manipulado o ignorado, lo que no puede es ser eliminado, al menos de momento. Los hechos son tozudos. Hoy en día, simplemente, no se puede borrar de un plumazo el pasado andalusí, y mucho menos convertirlo en “carne de reconquista” sin que ello delate una profunda cortedad de miras y una lamentable incuria intelectual por parte de quien así lo exige. Cuando ciertos historiadores y publicistas despierten de sus sueños identitarios de nuevos ricos europeos, al-Andalus, simplemente, seguirá estando ahí, reclamando un conocimiento histórico profundo y riguroso, alejado de las reclamaciones esencialistas de unos y otros, e invitándonos a generar una visión crítica del pasado que pueda permitirnos afrontar mejor los complejos retos del presente. 

El libro que el lector tiene entre las manos pretende cumplir con esa función, y esta nueva edición demuestra que, a pesar de todo, el interés existente sobre al-Andalus es mucho mayor del que quieren hacernos pensar los guardianes de la galaxia hispana. Y espero que este libro haya demostrado también que cada vez somos capaces de responder mejor a ese interés. De hecho, al-Andalus ha dejado de ser esa “España Musulmana” tópica y semi-mítica, plagada de “esplendores”, “convivencias”, “alhambras” o “astrolabios”, para dar paso a una sociedad histórica exuberante y diversa, en la que es posible reconocer a personajes de carne y hueso, movidos por intereses terrenales y celestiales bien definidos, y que actuaban dentro de unas coordenadas sociales, religiosas y culturales que cada vez entendemos mejor. Hace años al-Andalus era sólo una desmadejada historia política repleta de gobernantes, rebeldes, dinastías y guerras, pero hoy podemos dar sentido a esa historia gracias a que comenzamos a comprender muy bien no sólo la estructura de la sociedad andalusí sino también, y esto es lo esencial, los profundos cambios que conoció a lo largo del tiempo y las reacciones que esos cambios produjeron entre sus gentes. 

La Corte del Califa se centra, en este sentido, en un momento histórico trascendental. En pleno siglo X, habían culminado ya los procesos sociales iniciados en el momento de la conquista del 711, que analicé en mi libro Conquistadores, emires y califasLos omeyas y la formación de al-Andalus. Al centrarme de forma específica en la época del califato omeya uno de mis objetivos era comprobar que la interpretación histórica que había propuesto en la anterior obra había sido correcta. El resultado desbordó mis expectativas más optimistas. Apoyado en un texto excepcional, el fragmento del tomo del Muqtabis del historiador cordobés Ibn Ḥayyān relativo al califato de al-Ḥakam II, me encontré con todos los elementos sociales y políticos que habían estado presentes de manera embrionaria en el período previo, pero que habían precipitado ahora con una nitidez extraordinaria. Con todo, la época del califato de al-Ḥakam II presenta elementos económicos y políticos nuevos, contradicciones muy profundas, y agentes sociales que actúan ahora con un marcado protagonismo, anunciando lo que va a ser el gran acontecimiento que va a marcar el devenir futuro de al-Andalus: la desaparición del califato omeya de Córdoba a comienzos del siglo XI, y su sustitución por unas formas políticas nuevas, los reinos de taifas, mucho mejor adaptados a la nueva contextura social que había surgido. El gran problema que tuvieron que afrontar estos reinos no estuvo motivado por causas económicas, por la torpeza de sus estúpidos gobernantes o por el declive intelectual de sus élites, como generalmente se tiende a pensar, pues pocos períodos de la historia de España han conocido un desarrollo económico y comercial tan acusado, un conjunto de gobernantes tan brillante o un esplendor intelectual tan evidente. Si los reinos de taifas fracasaron, ello se debió, en parte, a que carecían de una organización social capaz de enfrentarse al expansionismo militar de la sociedad feudal cristiana, y, en parte, a que estaban desprovistos de un programa ideológico compacto, lo que allanó el camino para el triunfo de los movimientos de reforma almorávide y almohade surgidos en el Magreb. Al situarse en una encrucijada cronológica fundamental para la historia de al-Andalus, mi objetivo en La Corte del Califa era, pues, contribuir también a identificar líneas de investigación en torno a los grandes temas de la historia andalusí tanto del período omeya, como de otros posteriores.  

Eduardo Manzano, La corte del califa. Cuatro años en la Córdoba de los califas omeyas, Crítica, 2023 (2º Edición)


La publicación de esta nueva edición de una obra, aparecida hace ahora cuatro años, me ha obligado volver sobre un texto ya publicado, lo que siempre entraña un cierto grado de frustración. En la obra original, este o aquel argumento podía haberse expuesto mejor, aquí o allá deberían haberse incluido más datos, y ciertos errores debidos a las prisas de última hora tendrían que haberse evitado. La tentación de volver a escribir algunas partes del texto siempre está ahí. Sin embargo, hacer tal cosa supondría algo así como hacerse trampas al solitario. Para quienes aprendimos de Pierre Villar que la historia es una disciplina siempre en construcción, no constituye una obligación escribir “libros definitivos”, decir la última palabra en un determinado tema, o marear al lector con sucesivas versiones de una misma obra. Preferimos asumir que nuestros trabajos queden identificados como jalones que, tal vez, hayan supuesto un avance para que el conocimiento del pasado adquiera una mayor densidad y capacidad explicativas. Siempre habrá quienes vengan a discutir, replantear o completar las interpretaciones que hemos propuesto, señalar algún error que haya podido cometerse, o incorporar nuevas fuentes o perspectivas que obliguen a revisar lo ya publicado. Es así como avanza una disciplina como la Historia, cuyo conocimiento comparte con otras áreas científicas su carácter incremental y no meramente acumulativo o circular. Esto es algo especialmente cierto en el caso de los estudios andalusíes, y del islam medieval en general, que en los últimos tiempos se vienen caracterizando por una asombrosa vitalidad.  

No me resisto, sin embargo, a mencionar aquí algunos trabajos que han aparecido después de la publicación original de este libro, y que tratan temas que en él también se abordan. Una aportación especialmente importante ha sido el libro de Marina Rustow, The Lost Archive. Traces of a Caliphate in a Cairo Synagogue, publicado por Princeton en 2020. En esta magistral obra, esta historiadora ha reconstruido un conjunto de documentos procedentes de los archivos de la administración de los califas fatimíes en El Cairo, los grandes rivales de los omeyas de Córdoba. El minucioso análisis que Marina Rustow ha realizado sobre esta valiosa documentación le ha permitido analizar el funcionamiento de la burocracia fatimí con un detalle hasta ahora desconocido y que, en muchos aspectos, se puede comparar con el funcionamiento contemporáneo de la corte de al-Ḥakam II, que se aborda en este libro. Resulta, de hecho, muy interesante comprobar que muchas de las conclusiones a las que llega Rustow coinciden con las que aquí se defienden. En concreto, la idea de Rustow de que “llamar al califato fatimí otra cosa que un Estado es malinterpretar gravemente el califato o el funcionamiento de los Estados” (p. 103) está de acuerdo con las conclusiones que yo mantengo. Rustow también considera que el califato fatimí no puede considerarse «despótico», pues el análisis de las peticiones conservadas en los documentos fatimíes demuestra que esos gobernantes tenían una gran preocupación por el bienestar y la prosperidad de sus súbditos. Ello coincide de forma asombrosamente exacta con la preocupación de al-Ḥakam II por el comportamiento correcto de sus gobernadores provinciales, y las frecuentes menciones a la prosperidad (‘imāra) y el bienestar (maṣlaḥa) de la comunidad en sus decretos y cartas oficiales, que en estas páginas también se tratan. La “vinculación explícita de prosperidad y justicia” (p. 225) que proponían los califas fatimíes constituía también para los omeyas un elemento fundamental de legitimidad política. Finalmente, y aunque Rustow se inclina por una interpretación sobre la institucionalización en las sociedades islámicas basada en los procesos de “racionalización” descritos por Max Weber, que yo no comparto, ambos estamos, sin embargo, básicamente de acuerdo en que es erróneo calificar como “débiles” las instituciones musulmanas en contraste con las instituciones supuestamente “fuertes” que caracterizan al occidente medieval, tal y como proponen algunas tendencias vinculadas a la escuela de la Nueva Economía Institucional (New Institutional Economics).  

En el capítulo final de La Corte del Califa se hace una detallada mención a los nuevos datos aportados por la excavación de los arrabales occidentales de Córdoba. En el año 2022, Cristina Camacho y Rafael Varela, que han trabajado de forma muy extensa en esas excavaciones, han publicado Historia y arqueología de la vida en al-Andalus, un estudio sobre lo que puede considerarse sin ninguna duda el mayor yacimiento arqueológico urbano de la Europa medieval: nada menos que 80.000 metros cuadrados de arrabales urbanos del siglo X, que han proporcionado un caudal de informaciones sin parangón, que todavía están siendo objeto de estudio, pero de las que esa obra ofrece un adelanto destinado fundamentalmente al gran público. Otro libro reciente en el que también se abordan cuestiones que aquí se tratan es el aparecido en 2020, obra de Josep Suñé Arce, y titulado Guerra, ejército y fiscalidad en al-Andalus (siglos VIII-XII), que ofrece un cuadro muy completo de la evolución de este binomio, que resulta fundamental para conocer muchos aspectos de la sociedad andalusí. Por último, y mientras escribo estas líneas, me ha llegado la noticia de la publicación inminente de la obra de Elsa Cardoso, The Door of the Caliph. Concepts of the Court in the Umayyad Caliphate of al-Andalus, que obviamente no he tenido ocasión de leer, pero que promete ser una aportación muy importante a temas que también se tratan en esa obra y, por lo tanto, merece ser consignada aquí. No puedo entrar, lógicamente, en otros muchos trabajos que tratan otras zonas de al-Andalus, han aparecido en obras colectivas y revistas especializadas y que harían estas líneas demasiado largas.  

Son muchos, por lo tanto, los aspectos que todavía quedan por estudiar sobre el califato omeya de Córdoba. Una de las grandes satisfacciones que, en su día, me otorgó la realización de este libro fue el poder identificar de una forma muy precisa los lugares exactos por los que transcurrieron los acontecimientos y las gentes que pueblan sus páginas. Esto es algo que muchas veces damos por supuesto pero que no es, en absoluto, nada común en las historias de una época tan remota como es el siglo X. Ojalá esa “edad de oro” de la que hablaba en las líneas iniciales de esta introducción pueda tener una continuidad en el futuro y permita poner en valor un período histórico tan excepcional, del que absurdamente reniegan quienes no parecen tener otro ideal más que el de desproveer a este país de todo cuanto lo enriquece.  

 

viernes, 20 de junio de 2025

LA DIFUSIÓN DE LAS MAQAMAT DE AL-HARIRI EN JEREZ

 

LA DIFUSIÓN DE LAS MAQAMAT DE AL-HARIRI EN JEREZ


«Pasaba yo por Jerez de vuelta de la tierra del Magreb en compañía del alfaquí Abū Bakr Muammad b. ʽAbd Allāh b. al-ʽArabī Dios lo tenga en su gloria y, cuando llegamos a su campiña, entre viñedos y huertos, el alfaquí Abū Bakr se puso a hablar maravillas de todo cuanto veía allí»


Miguel Ángel Borrego Soto
Universidad de Cádiz

Detalle de una de las ilustraciones de las Maqāmāt de al-Ḥarīrī. BNF, ms. Arabe 5847, f. 59r.


Introducción

El término árabe maqāma, derivado del verbo qāma, “levantarse”, se refiere a cualquier encuentro informal o fortuito que se tiene de pie, en la calle u otro lugar diferente del formal y organizado maŷlis, del verbo ŷalasa, “estar sentado”. En un contexto literario, se consideraba maqāma cualquier sesión poética e, incluso, las audiencias ante el Califa de ascetas y ulemas que, en sus admoniciones, incluían exempla para ilustrar sus enseñanzas. Gracias a la obra de Abū l-Faḍl al-Hamaḏānī (969-1008), la maqāma se convirtió en un género narrativo que consistirá, sobre todo a partir de Abū Muḥammad al-Ḥarīrī de Basora (m. 1122), en una serie fija de cincuenta relatos de tema anecdótico, cuyo interés e importancia va a radicar en el contraste entre la extraordinaria erudición y la grandilocuencia del lenguaje empleado por su autor, y la trivialidad o simpleza extrema de su contenido.

En al-Andalus, como ya apuntaba Fernando De la Granja, la maqāma clásica tuvo pocos continuadores y llegó a confundirse con risāla. De esta forma, la primera pasó a designar cualquier ejercicio retórico, en prosa rimada, con intercalación o no de versos, inspirado por cualquier motivo: felicitar a un recién nombrado juez de provincia, acompañar un azafate de fruta temprana que se envía de regalo, describir un paisaje, narrar un sucedido de mínima importancia, o los azares de un viaje; con ánimo de disculparse, elogiar o denostar, o simplemente para solaz del escritor o por matar el tiempo […] y esa composición, arropada hasta la asfixia por todas las galas del lenguaje, de la erudición y la pedantería, al punto de resultar indescifrable, se llamará indistintamente risāla o maqāma, sin atender al tema (si es que hay tema), aun cuando risāla continúe siendo, con mucho, el término más socorrido.

El texto de al-Hamaḏānī, que incluía cincuenta y dos maqāmāt o relatos breves e independientes, narra las peripecias del pícaro Abū l-Fatḥ al-Iskandārī en boca de ‛Isà b. Hišām, del mismo modo que al-Hāriṯ b. Hammān lo hará con Abū Zayd al-Sarūŷī en la obra de al-Ḥarīrī, cuyas Maqāmāt pronto obtuvieron mayor notoriedad que las de su predecesor al-Hamaḏānī en todo el mundo árabe. 

En al-Andalus, fueron usadas recurrentemente como modelo para el estudio de la gramática y las bellas letras, por lo cual necesitaban rigurosos comentarios que aclararan los aspectos más singulares u oscuros de la lengua de las mismas y de sus alusiones históricas y literarias. Buena parte de los diccionarios biográficos las citan entre los libros que los maestros transmitían y enseñaban a sus alumnos, y fueron varios los andalusíes que las oyeron del propio al-Ḥarīrī en Bagdad, entre ellos, Abū l-Qāsim Ibn Ŷahwar al-Šarīšī (PUA, 7214), alfaquí natural de Talavera, pero afincado en Jerez (Šarīš, de ahí al-Šarīšī, el jerezano), que murió en Sevilla a mediados de 1132, ciudad en la que ejerció de maestro, como antes lo había hecho en Córdoba y Jerez. En esta última población inició una importante cadena de transmisión (isnād) de las Maqāmāt de al-Ḥarīrī, a través de sus discípulos:

·         Abū l-Ḥasan Ibn Lubbāl al-Šarīšī, destacado gramático y poeta de Jerez, ciudad donde ejerció como cadí y en la que falleció en 1186 (PUA, 6349).

·         Abū Bakr Ibn Azhar al-Šarīšī, yerno de Ibn Ŷahwar y cadí y maestro en Jerez, población en la que murió en 1188 (PUA, 11624).

·         Abū Bakr Ibn Mālik al-Šarīšī, fallecido en Jerez en 1195-6 ó 1196-7 (PUA, 10309).


Difusión de las Maqāmāt de al-Ḥarīrī en Jerez


Ibn ‘Abd al-Mu’min al-Šarīšī

El Comentario (Šarḥ) más celebrado de las Maqāmāt de al-Ḥarīrī pertenece a otro jerezano, Ibn ‘Abd al-Muʼmin al-Šarīšī (PUA, 1291), pupilo común, junto a otros ulemas de su ciudad natal (véase tabla), de los autores arriba mencionados, y sobresaliente gramático, lexicógrafo, hombre de letras y maestro. Completó sus estudios en Sevilla, Ceuta, Algeciras, Fez, y también en Egipto y Siria, adonde viajó en busca de ciencia en otros sabios de allí, de los que apenas nos han llegado datos. Según sus biógrafos, Ibn ‘Abd al-Muʼmin era un hombre ávido de saber y transmisor digno de confianza. Tras su periplo por Oriente, regresó a al-Andalus, donde enseñó y tuvo fama de maestro experto en lengua (luga), bellas letras (adab) y prosodia (ʽarūd), tanto en su aula (maŷlis) de Jerez, como en Murcia y Valencia. Ibn ʽAbd al-Muʼmin murió en su ciudad natal el domingo 15 de enero de 1223.

El Comentario de las Maqāmāt de al-Ḥarīrī

Entre sus obras, conviene detenerse en la que le ha dado mayor gloria, su Šarḥ Maqāmāt al-Ḥarīrī (Comentario de las Maqāmāt de al-Ḥarīrī), dedicada al califa Abū Yaʽqūb Yūsuf al-Manṣūr (m. 1199), lo que delata no sólo el fructífero mecenazgo intelectual de la dinastía almohade, sino también la cercanía de al-Šarīšī al poder.

Este comentario se hizo en tres versiones: una extensa, en la que al-Šarīšī se emplea a fondo explicando los sentidos literarios; otra mediana, en la que hace una selección de la anterior; y una tercera breve, en la que se limita a comentar los aspectos lingüísticos. Otros autores afirman, además, que el mayor de los comentarios era literario, el mediano lexicográfico y el menor, un resumen. 

Ya hemos comentado cómo las Maqāmāt de al-Ḥarīrī obtuvieron más fama que las de su predecesor al-Hamaḏānī. En al-Andalus, el ya mencionado Ibn Yahwar se ocupó de difundirlas desde Jerez, hecho del que se hace eco el propio al-Šarīšī en la introducción a su magno comentario:

El primero del que tomé su transmisión y con quien aprendí [las Maqamat] en mi ciudad de Jerez fue el maestro, alfaquí y almocrí Abū Bakr Ibn Azhar al-Ḥaŷarī. Me instruyó en ellas a partir de la enseñanza de su suegro, el alfaquí, tradicionista y transmisor Abū l-Qāsim Ibn ʽAbd Rabbih al-Qaysī, conocido como Ibn Ŷahwar quien, a su vez, las había recogido de su autor, Abū Muḥammad al-Ḥarīrī. También en Jerez me las transmitió el alfaquí y transmisor Abū Bakr Ibn Malik al-Fihrī, que las aprendió del mencionado Ibn Ŷahwar y del maestro y alfaquí Abū l-Haŷŷāŷ al-Ubbadī al-Quḍāʽī [m. 1147], ambos a su vez de Abū Muḥammad al-Ḥarīrī. […].


Detalle de una de las ilustraciones de las Maqāmāt de al-Ḥarīrī. BNF, ms. Arabe 5847, f. 69v.


El resto de la obra se compone del prefacio y las cincuenta Maqāmāt de al-Ḥarīrī que Ibn ʽAbd al-Muʼmin al-Šarīšī interrumpe, sin un orden preciso ni preestablecido, tantas veces como cree necesario, para introducir sus glosas. En éstas, nuestro autor aclara los términos de peor comprensión o interpretación y expone, con ejemplos extraídos de obras poéticas o en prosa (cuentos, anécdotas, relatos, etc.), el uso que otros autores hacen de las expresiones, vocablos o asuntos tratados por al-Ḥarīrī.

El Comentario es también un alarde de los saberes de Ibn ʽAbd al-Muʼmin en disciplinas como la gramática, la ortografía, la lengua, la retórica o las bellas letras en general, en el que ofrece secciones fijas destinadas a aclarar referencias del corpus de al-Ḥarīrī y a instruir al lector sobre prosodia o tratamiento del léxico. Conviene señalar que lo más valioso de los comentarios de al-Šarīšī se centra en los cuentos y relatos que introduce para ilustrar algunas de sus explicaciones gramaticales, léxicas o literarias. Causa extrañeza la escasez de ejemplos sacados de la literatura andalusí y sus autores, pero buena parte de los que hay están ligados a la ciudad de Jerez y a dos de sus maestros, el citado Abū l-Ḥasan Ibn Lubbāl, y Abū ʽAbd Allāh Ibn Zarqūn (m. 1190) (PUA, 9041). Del primero recopila no pocos versos, algunos de los cuales, dedicados a una alameda jerezana, los encontramos en una de las glosas de la maqāma XXVII [metro ṭawīl, rima –ir]:

Oh cuán agradable es El Llano (Iŷŷāna), en primavera o en otoño.

Los arroyos de agua parecen plata sobre guijarros, que se esparcen en el fondo como perlas relucientes.

Cuando su arena no está empapada de agua, nos gusta ir allí y prescindir del ámbar y los aromas.

Y hay unos higos que parecen pezones; pechos de vírgenes negras en sus pecheras.

Diríase que hay allí alcobas fulgurantes con novias reposando sobre estrados de seda.

Por su parte, Abū ʽAbd Allāh Ibn Zarqūn aparece como interlocutor del sevillano Abū Bakr Ibn al-ʽArabī (m. 1148) (PUA, 9681) en un diálogo que contiene un interesante intercambio de versos de temática jerezana. La historia la inserta al-Šarīšī en uno de sus comentarios de la maqāma XXX, al final de la cual el pícaro Abū Zayd al-Sarūŷī recita unos versos sobre su ciudad natal, Sarūŷ, al narrador de la obra al-Hāriṯ b. Hammām [metro ramal, rima –uy]:

Mi patria chica es Sarūŷ, de la que pronto fui separado.

Es una ciudad en la que hay de todo, y provienen

sus aguas del Salsabil, siendo verdes prados sus arenales […]

El relato de al-Šarīšī, en el que Ibn Zarqūn e Ibn al-ʽArabī adaptan a su manera estas rimas, cambiando, entre otras cosas, el topónimo Sarūŷ por Šarīš, dice lo siguiente:

Esto me lo contó en su jardín de Triana el alfaquí Abū ʽAbd Allāh Ibn Zarqūn –que era, Dios lo tenga en su gloria, miembro de la cofradía de las buenas letras y distinguido en la de los alfaquíes–, en la época en que yo leía con él las Nawādir y el Kāmil, pues una tarde en que la conversación giraba en torno a los géneros literarios me dijo –Dios lo bendiga–, dichoso y contento, hasta el punto de contagiar su alegría a este jovenzuelo cuya barba aún no apuntaba, lo que sigue:

    – ¿Sabes que entre tú y yo hay una relación de fraternidad?

A lo que repliqué:

    – ¿Y cómo es eso, maestro?

Y respondió:

    – Porque yo también he nacido en tu ciudad de Jerez.

Como la conversación ganara en interés, le pedí que me diera más detalles y añadió:

    – Tengo a este propósito un curioso relato:

“Pasaba yo por Jerez de vuelta de la tierra del Magreb en compañía del alfaquí Abū Bakr Muḥammad b. ʽAbd Allāh b. al-ʽArabī –Dios lo tenga en su gloria– y, cuando llegamos a su campiña, entre viñedos y huertos, el alfaquí Abū Bakr se puso a hablar maravillas de todo cuanto veía allí, diciendo:

    – En verdad, las cosas que aquí se reúnen difícilmente se dan en otro lugar, por el primor de la agricultura y la ganadería, el aceite, el vino, la sal y demás productos.

Y le dije:

    – Debes saber que yo nací aquí.

Y Abū Bakr me respondió:

    – Pues tal vez tendrías que recitar ahora el siguiente verso [metro ramal]:

    – Mi patria chica es Jerez,

Y yo le dije, completando el verso:

    – donde yo vivía.

Y replicó Abū Bakr:

    – Es una ciudad en la que hay

Y añadí:

    – de todo, y se abastecen

Y dijo Abū Bakr:

    – sus manantiales del Salsabil

Y completé:

    – y están emparrados sus arenales.”

De este modo hicimos el camino con los versos sarūŷíes (sobre la ciudad de Sarūŷ) transformándolos en Šarīšíes (de Jerez), y así, sin darnos cuenta, el camino se hizo más corto.

Fue una de las tardes más felices que he pasado en mi vida, pues en ella mantuve esta conversación con mi ilustre maestro Ibn Zarqūn, cuya edad era entonces de 82 años [lunares], que solía hablarme de Ibn al-ʽArabī, Ibn ʽAbdūn y otros sabios en aquel ameno jardín a la orilla del río de Sevilla –ciudad que se alzaba ante nosotros en toda su belleza y esplendor–, y el cual, en aquella ocasión, me hizo este elogio de mi ciudad natal, Jerez, que tanta alegría me causó. ¡Roguémosle a Dios que le dé el mismo goce a él en la otra vida!

Para saber más:

·         BORREGO SOTO, Miguel Ángel (2012), “Al-Šarīšī, Abū l-‘Abbas”, Biblioteca de al-Andalus, 7, Almería, pp. 334-9.

·         BORREGO SOTO, Miguel Ángel (2006), “¿Una macama jerezana? Jerez y la difusión de las “Macamas” de al-Ḥarīrī en al-Andalus”, Al-Andalus–Magreb, 13, Cádiz, pp. 7-66.

·         BORREGO SOTO, Miguel Ángel, “Sabios musulmanes de Jerez (ss. IX-XIV)”, Al-Andalus–Magreb, 11, Cádiz, 2004, 7-66.

·         DE LA GRANJA, Fernando, Maqāmas y risālas andaluzas. Traducciones y estudios. Madrid, 1997.

·         FERRANDO, Ignacio, Las sesiones del Zaragocí. Relatos picarescos (maqāmāt) del siglo XII. Zaragoza, 1999.

·         HÄMEEN-ANTTILA, “Marginalia ḥarīriana”, ZGAIW, 11, Frankfurt, 1997, 251-280.

·         HÄMEEN-ANTTILA, Jaakko, Maqama. A History of a Genre. Wiesbaden, 2002.

·         AL-ŠARĪŠĪ, Abū l-‛Abbās Aḥmad b. ‛Abd al-Mu’min al-Qaysī al-Šarīšī, Šarḥ Maqāmāt al-Ḥarīrī, ed. Ibrāhīm Šams al-dīn, 3 vols., Beirut, 1998.