viernes, 21 de junio de 2024

AL-SAKUNDI

 

AL-SAKUNDÎ

 

Abû-l-Walîd Al-Sakundî.

Escritor andalusí.

Nació, como indica su nombre, en Secunda, cerca de Córdoba, en fecha desconocida. Murió en 1231.


Fue un documentado erudito de exquisito estilo que puso de manifiesto en sus epístolas. La fama y reputación de Al-Sakundî le valió la protección del sultán almohade Yâ’kûb Al-Mansûr, ocupando algunos cargos en la administración, siendo nombrado câdî de Baeza y Lorca.


Su obra capital, Elogio del Islam andaluz (Rísâlah fî fade al-Andalus) tuvo su origen –según nos dice el autor en el prólogo-, en la controversia en la que se habían enzarzado nuestro Al-Sakundî con Ibn Yahyâ, en presencia de Abû Yahyâ ibn al-Bizcaria, príncipe de Ceuta. Al-Sakundî defendía las excelencias de los hombres y tierras de Andalucía, en tanto que Abû Yahyâ señalaba la primacía de su patria marroquí; en un arranque apologético, Al-Sankundî exclama que el situar Berbería sobre Al-Andalus es como dar preferencia a la mano izquierda sobre la derecha o como pretender que la noche es más clara que el día. Deseoso el emir de que las agudezas y valoraciones que cada uno de los oradores aducía para sostener su punto de vista no se perdiera en el aire, les mandó que las expusieran por escrito, cosa que ambos cumplieron.

 

La Risâlah constaba de seis partes que trataban sucesivamente de: política, ciencia, poesía, valor guerrero, grandeza del alma y descripción de ciudades. Cada uno de estos aspectos constaban de dos partes que andaban entrelazadas: la una, combativa y polémica contra los bereberes en general –en especial contra los almorávides, pues no ataca a los almohades por entonces gobernantes de Al-Andalus, que lo protegían-; y otra, laudatoria y apologética, en la que señala los méritos y cualidades de los andaluces, sobresaliendo las páginas dedicadas a las ciudades andaluzas, que se considera lo mejor de la obra. Afirma Al-Sakundî que las poblaciones andaluzas son el paraíso y que cada una de ellas posee cualidades que no se conocen fuera de Al-Andalus: Sevilla, limpia y alegre, es famosa por sus magníficos edificios, sus instrumentos musicales, sus mujeres y vinos y los pueblos que la rodean, que están bien construidos y cuidados, pareciendo estrellas en un cielo de olivares. El alminar de la mezquita –se refiere a la Giralda-, construida por orden de Yâ’kûb Al-Mansûr, es el más destacado de todos los construidos en el mundo musulmán. Las orillas de sus ríos están adornadas por fincas, jardines y árboles  de  un  modo  que  no  se  encuentran  a  orillas del Nilo. Córdoba –anteriormente sede del gobierno, centro de la ciencia, antorcha de Din del Islam y morada de la nobleza-, es recordada por sus palacios de Al-Zâhyra y Al-Zahrâ, y por su mezquita principal. A Jaén la llama la ciudad de la seda  por sus gusanos de seda, famosa también por sus fortificaciones y por ser hogar de héroes. Ubeda, no lejos de ella, es conocida por sus lugares de recreo y sus bailarinas, las más diestras manejando las espadas. Granada es la Damasco de Al-Andalus, y posee altas murallas y espléndidos edificios, jardines y baños. Málaga tiene la suerte de haber sido favorecida por el mar y la tierra, y de poseer una gran extensión de viñedos y de hermosas mansiones que parecen estrellas en el cielo. Es famosa por una rara especie de higos y un vino delicioso. De Almería, el puerto comercial más famoso de Al-Andalus, nos habla de sus atarazanas y astilleros, valorando la riqueza de su puerto y el esplendor de su ciudad.


Cuenta Al-Sakundî que cuando a un hombre agonizante le aconsejaron que pidiese perdón a Allah, le replicó: ¡Oh, Señor!, de todas las cosas del Paraíso sólo deseo el vino de Málaga y la uva de Sevilla.


Es, pues, la Risâlah  un compendio de erudición y cultura, y de enorme interés hoy para conocer el mundo cultural de Al-Andalus. Está traducida al castellano por E. garcía Gómez (Madrid, 1974).

 

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