martes, 6 de marzo de 2012

Historia de los judíos en al-Ándalus. Al-Andalus y Sefarad, los judios del occidente musulmán



Al-Andalus y Sefarad

Los judíos del occidente musulmán


Ocho siglos de civilización en España y Portugal  (711-1492)


El Doctor en Filosofía Semítica de la Universidad de Zaragoza, especializado en el pensamiento musulmán andalusí Lomba Fuentes, dice en su libro La raíz semítica de lo europeo (ediciones Akal, Madrid, 1997).


“Si se quiere entender en profundidad el ser de Europa, no basta con volver la mirada a Grecia  y Roma para encontrar en ellas sus raíces. El mundo semita, en su vertiente musulmana y judía, constituye una de las bases  fundamentales de nuestra historia y cultura. No en vano “Europa”, es la mitología griega, era de ascendencia fenicia. Esas raíces semíticas de lo europeo se detectan especialmente en la Edad Media. Durante ese periodo el desnivel cultural entre Europa y el mundo árabe fue patente. Europa estaba sumida en los restos empobrecidos de una tardía latinidad mientras el Islam y el Judaísmo recuperaban lo mejor del legado griego, lo asimilaban y lo perfeccionaban. Tanto,  que empieza un ingente flujo de trasvase cultural hacia Europa gracias al cual esta rejuvenece, adopta nuevas formas de hacer ciencia, filosofía y literatura, aprende estilos nuevos de comportarse, de vivir la religión, de sumirse en los abismos misteriosos de la mística, de practicar la ascética, de amar, de disfrutar de la belleza. Reconocer esta deuda, agradecer a la Historia este regalo, es ser europeos auténticamente”…. Ante todo, Europa pudo leer por primera vez la ciencia y filosofía griega no solo como en su día fue sino reinterpretada, elaborada y perfeccionada por musulmanes y judíos.


Con ello y,  como consecuencia, aparece emparejado el tema, de procedencia semita, árabe y judía, cual es el de las relaciones entre fe y filosofía, o razón, entre religión y fe, entre pensamiento humano y revelación.


Para Averroes y Maimónides, la filosofía y la religión no se pueden contradecir a pesar de que son autónomas, porque apuntan y llevan la misma Verdad…


En la Edad Media (según la historia de Europa), la civilización musulmana – que entonces brillaba por el dinamismo y el prestigio de su filosofía, su literatura y sus ciencias- ejerció una gran influencia sobre la cultura judía.


En aquella época, sabios, eruditos, poetas y literatos judíos escribieron en árabe la mayoría de sus obras. También adaptaron en hebreo los modelos literarios árabes, muy especialmente en al-Andalus –la España islámica-, que conoció el florecimiento de una esplendida cultura judeomusulmana a lo largo de ocho centurias.


La Sefarad bíblica.


Pese a su poética resonancia oriental, la palabra hebrea “Sefarad” no se refiere a Asia: designa a la península ibérica, y “sefardí” quiere decir judío oriundo de España o Portugal.


Sefarad es un toponímico bíblico. La Biblia Hebrea se reconoce por las siglas de Tanaj - la suma de la Tora o Pentateuco, Neviim Tishonim o Primeros Profetas, Neviim Aharoním o Profetas  Posteriores y Ketuvím o Escrituras- En el libro de Abdias (en hebreo Ovadiau), desempeñaron los zelotes en la sublevación, así como sus oponentes los fariseos, quienes lo consideraron inútil.


SEFARAD EN AL-ANDALUS


El historiador español Ignacio Olagüe explica en su obra “La Revolución Islámica en Occidente (fundación Juan March, Barcelona, 1974), como los arrianos y judíos solicitaron la ayuda y el auxilio de los musulmanes para liberarse del yugo de la monarquía visigoda con sede en Toledo. Estos habían consolidado su dominio en la Ifriqiya (Tunicia) hacia el 670; en 701 alcanzaron el extremo occidental del Magreb y en 708 entraron en Tánger.


La llegada de los musulmanes


La historia de la España musulmana comienza en el año 711/92, a finales de  abril en que Tariq Ibn Ziad (m. 720), a la cabeza de un ejercito de siete mil hombres en el  domina la etnia bereber de la que forma parte (los árabes eran menos de 300), cruza el estrecho que llevara a partir de entonces su nombre


“Monte de Tariq”, es decir, Gibraltar. El 19 de julio de ese mismo año, por las orillas del río Guadalete, logro una victoria decisiva sobre el rey visigodo Don Rodrigo. Un  mes mas tarde, su lugarteniente Mugir ar-Rumi cercó la ciudad de Córdoba;  para desembarcar en la Península Ibérica. El contingente islamo-bereber hizo la travesía a bordo de la flota del conde Don Julián, el antiguo gobernador bizantino de Ceuta (septum: por sus siete colinas) que se había puesto al servicio del gobernador o Wolf musulmán de la provincia de Ifriqiya, Musa Ibn Nusair (640-714), con sede en Qairauán.


Dice  el erudito judeomarroqui y profesor emerito de la Universidad de Paris, Haim Zafrani (Essaouira, 1922) “durante el asedio a Córdoba, los judíos se encierran en sus hogares esperando impacientemente el desenlace. Contrariamente a lo que sienten por los godos y su clero, no temen en absoluto la llegada de los musulmanes en los que tienen puesta todas sus esperanzas, pues no olvidan que los reyes visigodos los han oprimido despiadadamente. Sirviéndose de estratagemas, los judíos –según narran los historiadores musulmanes y cristianos- contribuyeron a facilitar la entrada del ejército islámico a la ciudad, celebrando su victoria. Mughit los tomo a su servicio, confiándoles la guardia de la ciudad. Lo mismo ocurrió en Toledo, y en Sevilla, donde Musa Ibn Nusair dejo una guarnición judía para mantener el orden (haim Zafrani: Los judíos del Occidente Musulmán. Al-Andalus y el Magreb, Editorial MAPFRE, Madrid 1994, Pág. 21). Desde entonces España entro en el seno de Dar al-Islam, “La casa del Islam”.


Respecto a Musa Ibn Nusair, el historiador musulmán almohade Ibn al-Kardabús, del siglo y musulmanes en al-Andalus, durante las Cruzadas (1099-1291) y a lo largo de la historia del imperio otomano (1299-1909), hizo nacer las fobias antisemitas entre los europeos. “El judío como aliado del musulmán era algo inconcebible para la paranoia que azotaba la Europa altomedieval.


El esplendor del califato de Córdoba


En 863, el emir cordobés Muhammad I (g.852-886) convoca un congreso para la unión y fraternidad de los judíos, cristianos y musulmanes. El erudito español Felipe Torroba Bernardo de Quirós nos confirma esta crónica, bastante poco reconocida pero históricamente fidedigna:


“Tras la ruina del estado visigodo, los israelitas irrumpen nuevamente en España de la mano de los musulmanes. Comenzó entonces la época dorado de los judíos españoles……Se instalaron por doquier y prosperaron por todas partes. Encontraron un ambiente de tolerancia –característica de los árabes en sus conquistas-….  A la sombra de la Media Luna, los israelitas lograron el poderío, el saber, y las riquezas, que convergían en sus manos… Los  hebreos, aparentemente identificados con los vencedores árabes, ven llegado el momento de renacer de su raza, en adoptar sus costumbres y su lenguaje. Los omnipotentes califas de Córdoba presenciaron el apogeo de una cultura –complementaria de la suya- que irradiara un esplendor cegador frente a las incipientes civilizaciones europeas “(F. Torroba Bernardo de Quirós: Historia de los sefarditas. Eudeba, Buenos Aires, 1968, Pág. 14-15).


“Desde el primer momento lo judíos se pusieron del lado de los invasores, quienes reforzaron las colonias judías establecidas en las ciudades como Córdoba, Granada, Sevilla, Toledo y otras, con los contingentes judíos que durante los siglos VIII y IX inmigraron desde el norte de Afrecha. En el siglo IX se tenía a Lucena por la ciudad judía y con tal denominación designaron los geógrafos árabes de los siglos X y XII a ciudades como Granada y Zaragoza….. Los árabes toleraban a los judíos como “gente del Libro”, es decir, de la Biblia.,  y al servicio de los nuevos señores se convirtieron en eficaces  auxiliares para el comercio y la administración. La época más gloriosa de judaísmo en tierras europeas de todos los tiempos comenzó con el reinado de Abderrahmán III (012-961) y se prolongo hasta el siglo XII. En la corte de Abderraman ocupo un lugar de preeminencia el judío Hasday Ibn Shaprut quien ejerció las funciones de medico real y diplomático en las relaciones del califato con los reyes cristianos peninsulares y con los emisarios del emperador alemán Oton I y del de Bizancio; es notable también su carta a José, ultimo rey de los jazares. El alto cortesano ejerció el mecenazgo con los suyos, favoreciendo la poesía y la gramática hebrea así como las traducciones de obras científicas del griego al árabe. El fue el primer impulsor de la cultura hebrea en la Península y del renacer del hebreo como lengua literaria; en su tiempo recibieron también decisivos impulsos los estudios rabinitos, fundándose academias en Córdoba y Lucena. Al-Andalus había de convertirse en el centro espiritual del pueblo judío, arrebatándole a Babilonia su preponderancia.


Con la caída a comienzos del siglo XI del califato Cordobés y su desmembración en los llamados reinos de taifas no decayó sino que por el contrario aun alcanzo mayor esplendor la cultura hebrea, destacando sobre todo las comunidades de Granada y Zaragoza. La gran figura del reino de Granada fue Samuel Ibn Nagrela, llamado Hanaguid visir del rey Badis y hábil político que durante muchos años fue el organizador de la política granadina y general de sus ejércitos, a la vez que extraordinario poeta y erudito rabino. A su muerte en 1056 le sucedió en el cargo su hijo Yosef, quien como su padre se rodeo de judíos en los altos puestos de la administración del reino….En el reino de Zaragoza varios personajes judíos ocuparon destacados puestos en la corte, al amparo de cuyo patronazgo alentaron poetas como Salomón Ibn Gabirol y moralistas como Bahia Ibn Paluda.


El tipo de judío andalusí que se plasma en la poesía hebrea de la época es la de cortesano culto y refinado, que siendo amante de los placeres del mundo, de las letras y de las ciencias, se esfuerza en aunar con todo ello la religiosidad tradicional judía. Los jóvenes estudiaban junto con el Talmud otras materias, como poética, filosofía, medicina. Sin embargo, debemos ser objetivos en la evaluación de estas dos dinastías africanas. Su autoritarismo más se debía a su rudeza tradicional e incapacidad para gobernar un territorio tan complejo como al-Andalus que a una deliberada mala intención. Nunca consumaron matanzas ni represiones generalizadas contra los judíos ni contra ninguna otra minoría. Su grave equivocación fue tratar de convertir compulsivamente al Islam a éstos y a los mozárabes.


Sin lugar a dudas, almorávides y almohades estuvieron en las antípodas de los Reyes Católicos Isabel I (1451-1504) y Fernando II (1452-1516) y sus sucesores. Los Habsurgo Carlos V (1500-1558), Felipe II (1527-1598) y Felipe III (1578-1621). Estos monarcas reaccionarios trataron de erradicar definitivamente el Islam y el Judaísmo de la  Península mediante una sistemática campaña de asesinatos masivos e individuales, la desaparición de personas, la institunacionalización de la delación y la tortura, y la destrucción de l patrimonio cultural y religioso de judíos y musulmanes.


Contaron para ello con los recursos de una organización terrorista como el Santo Oficio –que lo único que tenia de santo era el nombre-, y luego con la Inquisición española (fundada en 1478),  encabezada por expertos verdugos como el fraile dominico Toma de Torquemada (Valladolid 142º-Ávila 1498) –confesor de los Reyes Católicos- y su sucesor, el cardenal Francisco Jiménez de Cisneros (1436-1517), Inquisidor general, el mismo que el 18 de diciembre de 1499 hizo quemar en la puerta de Bib Rambla de Granada las librerías de los moriscos; mas de ochenta mil manuscritos árabes de la España musulmana se perdieron para siempre.


La Inquisición no solo era un tribunal religioso sino también un instrumento del poder estatal que convenció a los monarcas de la necesidad de expulsar a los judíos y musulmanes para erradicar los males de la sociedad. El 31 de marzo de 1492 a tres meses de la caída del último baluarte musulmán en la Península, Isabel y Fernando firmaron el Edicto de expulsión, según el cual los judíos que no se convirtiesen deberían abandonar España en cuatro meses dejando todos sus bienes.


Cerca de trescientos mil judíos (el 5% de la población total del país) se vieron obligados a emigrar a regiones más seguras: al Mundo Islámico (Norte de África, Imperio  otomano, Egipto, Palestina), y a la Europa cristiana (Sur de Francia, Países Bajos, Italia, y Alemania). Unos ciento veinte mil cruzaron el Tajo y se refugiaron en Portugal bajo la especulativa protección del rey Juan II el Perfecto (1455-1495), quien le concedía temporalmente a cambio de gruesas sumas de dinero.

El paraíso de Granada nazarí (1232-1492)


“En los tiempos del Reino de Granada los judíos convivían con los árabes en perfecta armonía. Era la Granada exquisita y tolerante de los reyes Nazaríes que supieron engalanarla como a una joya prodigiosa con los torreones esplendidos y las primorosas taraceas, que tienen por verde marco los jardines maravillosos, esos jardines árabes cautivos entre patios, muros y arcadas. Cúpulas y yeserias, columnas y arcos, mosaicos y artesonados, bordaron la belleza incomparable del Mirador de Daraxa, de la Torre de Comares, del Patio de los Leones. Y por doquier, el regalo cristalino del agua. El agua de la Alambra, se deshilachaba en hilos tenues. Los surtidores brotan entre las qasidas de Ibn Zamrak (1333-1393), que ornamentan los muros y circundan las tazas marmóreas  de las fuentes. En Granada el sonido del agua es tenue, susurrante; se diría el desgranar melódico de un prestigioso collar de perlas. Fue aquella la época dorada de los israelitas, que estuvieron siempre en pie de igualdad con los musulmanes” (F. Torroba Bernardo de Quirós: historia de los  sefarditas. O. Cit. Pág. 189).


“Mayor interés (Instituto de Estudios Jienenses, Jaén, 1956) despertó esa floreciente cultura árabe entre los embajadores transpirenaicos que trataron misiones diplomacias ante los califas cordobeses. Instalados en la capital del Califato, pronto vieron la superioridad científica, filosófica y cultural del Islam sobre los reinos cristianos europeos y sintieron enseguida la avidez de llevarse cuanto podían de libros, de saberse y aun  de intelectuales y científicos en persona. Es el caso de los embajadores recibidos por Abd al-Rahmán (912-961) y su amigo intimo, eminente científico, el judío Hasday Ibn Shaprut (h 910-970), que tanto le ayudo en misiones diplomáticas, a través de las cuales la ciencia árabe penetro en Europa. Tales fueron las que recibió del emperador germánico Otón (912-973) y del rey franco Hugo Capeto (938-996)”  (Joaquin Lomba Fuentes)


Ibn Gabirol


Salomón Ibn Gabirol (1022-1053/1070), latinizado Avincenbrol, fue un renombrado poeta y filosofo judío andalusí nacido en la ciudad de Málaga, que durante años estuvo al servicio de Samuel Ibn Nagrila (993-1055), visir (ministro) de los soberanos beréberes ziríes de Granada Habús Ibn Maksán (1025-1038) y Badis Ibn Habas (1038-1077). Neoplatónico, mantuvo fuertes controversias con los sectores opuestos al pensamiento filosófico. Su trabajo poético mas destacado es “Corona Real (en hebreo Kéter Maljút). Allí afirma su profunda convicción monoteísta, tan cara a judíos y musulmanes.




Eres Uno, el principio de toda enumeración


Y la base de todo el  edificio.


Eres uno, y, por el misterio de tu Unidad,


La razón de los sabios queda estupefacta,


Porque de ello no conocen nada…


En efecto, no se concibe en Ti


Ni multiplicación ni modificación…


Eres Uno. Tu sublimidad y tu trascendencia


No pueden disminuir ni descender.


¿Podría existir el Uno que decae?




Su obra por excelencia, escrita en árabe, es Yanbu al-hayat “la fuente de la vida” (en hebreo Mekor Jáim).


Podríamos seguir citando grandes personajes de la época en la poesía, la filosofía y la medicina, tales como: Yehudá al-Harizi,  Moisés Ibn Ezrá,  Ibn Paluda, Ben Sahl, Ibn Falaqera, Moisés de León. Pro seria muy extenso de escribir y de leer.












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