SOBRE COCINA ÁRABE
Pero
¿qué cocina era aquella? ¿Árabe? Si por árabe entendemos lo relativo a la
Península Arábiga... poco
Autor: Agencias - Fuente: www.adn.es
Empanada
andalusi (Foto: nuestropasadoandalusi.blogspot.com).
En el Sudeste
español son tradicionales las fiestas que el pueblo, al que generalmente le
importa más el contenido que el envoltorio, conoce como "Moros y
Cristianos"; algo parecido, pero sin pólvora, servirá estos días de
sabroso prólogo al XII Congreso Lo mejor de la Gastronomía, en Alicante.
Ese aperitivo,
que se servirá en Elche, consiste en unas jornadas de hermanamiento de las
cocinas árabe y cristiana. Y aquí sí que el envoltorio nos plantea un problema.
Solemos hablar, en efecto, de la "cocina árabe"... cuando nos
referimos a las cocinas de los países a los que llamamos, también,
"árabes" no porque lo sean, sino porque en ellos se habla árabe.
Tampoco parece lógico contraponer una etnia -árabe- a una religión -cristiana-,
pero en fin, de alguna manera hay que entenderse, así que hablaremos de cocina
árabe.
Que, como sin
duda saben ustedes, desarrolló un papel muy importante en la historia y
evolución de la cocina occidental, en los tiempos en los que las ciudades más
cultas y refinadas del mundo eran Bagdad, Damasco, Córdoba... Hablamos de los
siglos que van del VIII al XI, tiempos de los Omeyas en Córdoba o de Harun
Al-Raschid y su hijo Al-Mamun en Bagdad. Vamos, de la época que reflejan
"Las mil y una noches", la época dorada de la civilización islámica.
Pero ¿qué cocina
era aquella? ¿Árabe? Si por árabe entendemos lo relativo a la Península
Arábiga... poco. En tiempos del Profeta, Arabia no era ya la Arabia Feliz de
otros tiempos; era, más bien, un país poblado por gentes nómadas, dedicadas al
pastoreo. Su cocina no era precisamente refinada; tampoco lo es la cocina
actual de los beduinos, su directa heredera. Una hospitalidad desbordante, sí;
pero casi nunca se va más allá del asado de cordero y las fuentes de arroz pilaf, cosas que están muy bien, pero que
no son las que disfrutan los poderosos de Córdoba o Bagdad.
Que, ellos sí,
son árabes. Tanto los Omeyas -Abderramán I descendía de la propia tribu del
Profeta- como los Abbasíes eran árabes de origen; sus súbditos, no. Un cordobés
del siglo X, bajo Abderramán III, sería hispano-godo, o hispano-romano, o
berebere, pero difícilmente árabe. Por eso hablamos a veces de la cocina
andalusí, de la cocina de Al-Andalus o, directamente, de la cocina
hispano-árabe.
Entonces,
volvemos a preguntarnos de dónde venía aquella cocina refinada, compleja, con
platos muy elaborados, cargados de aromas, de especias... Siempre me llamó la
atención el asado de gallina con jengibre que le gustaba al hijo del médico de
Harun Al-Raschid -versión "Las mil y una noches"-, del que eran
protagonistas unas gallinas cebadas con granos de granada, fruta predilecta en
esas cocinas, junto con el dátil.
Bien, esa cocina
tiene antecedentes conocidos. La expansión primitiva del Islam llevó a los
árabes a tierras de lo que hoy conocemos como Próximo Oriente... con muy fuerte
influencia de dos importantes imperios, con culturas poderosas y dominantes: de
un lado el imperio persa, con todo lo que aportó a la gastronomía occidental
como estación de paso de los productos del Asia más profunda y lejana. Y de
otro, el imperio bizantino, heredero de Grecia y Roma y, naturalmente, de sus
cocinas; un imperio que se ha puesto muchas veces de ejemplo de decadencia...
cuando ha sido el imperio que más ha durado -un milenio- de todos los que ha
habido en la faz de la Tierra.
Bien, con esos
antecedentes y su propia actividad comercial y marítima, que no hay que olvidar
que los árabes son tan semitas y tan hijos de Abraham como los judíos, ni que
Simbad era árabe, se crea una cocina muy superior a cualquier cosa de las que
se estuvieran guisando en aquella Europa que aún estaba en formación. Cierto
que en las cocinas árabes faltan cosas: poco pescado, por ejemplo; en carnes,
cordero más que nada; pero ellos nos trajeron numerosas hortalizas -alcachofas,
berenjenas-, nos enseñaron a usar el arroz, nos regalaron el azúcar,
introdujeron en occidente la pasta... Su aportación fue muy importante.
Lo curioso es
que, hoy día, hay países de los que llamamos árabes que tienen una cocina del
máximo interés; es el caso de los que intervienen en estas jornadas, que son el
Líbano, Siria y Túnez, como es el caso de Argelia y Marruecos. Casualmente -uno
no cree que sea casualidad- se trata de países que hasta mediados del siglo
pasado estuvieron bajo dominación de la patria de la mejor cocina del mundo de
la época: Francia. Es un factor más, pero un factor importante.
En fin,
participamos en el hermanamiento, y pensamos que, efectivamente, es mucho más
sencillo conciliar posturas, acercar civilizaciones, en torno a una buena mesa,
que en una reunión de líderes políticos o religiosos. Desde tiempos de Orfeo se
dice que la música amansa a las fieras; no sé, pero sí que estoy seguro de que
la buena cocina facilita muchísimo las relaciones humanas. Al menos, las hace
más agradables.
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