EL LEGADO DE AL-ANDALUS
La primera imagen que se nos viene
a la memoria cuando hablamos del legado que hemos heredado de la civilización
andalusí es la de algunos monumentos muy conocidos como la Alhambra, la
Mezquita o la Giralda. Es decir; enseguida pensaríamos, como un insigne
académico nacido en Andalucía, que de al-Andalus sólo nos quedan unas cuantas
piedras. Esta visión tan simplista del legado andalusí es como consecuencia de
la, también, simplista visión de la Historia de al-Andalus que se da en la
enseñanza y que se basa en historias "oficiales" de batallas, reyes,
conquistas y reconquistas sin profundizar en cómo era la vida normal y
corriente de la gente, incluidos la de los mismos mandatarios. Es, estudiando
estos aspectos más "banales" de la vida de los andalusíes, como nos
damos cuenta de lo poco que ha cambiado
Andalucía desde el Califato andalusí hasta nuestros días -exceptuando,
obviamente, los últimos cuarenta o cincuenta años en los que Andalucía se ha
transformado radicalmente en muchos aspectos-.
Es difícil hablar de lo que
al-Andalus nos ha legado si primero no desbrozamos su historia , aunque sea muy
someramente, de los tópicos que la han desvirtuado.
El primero de ellos es la confusión entre los
términos musulmán y árabe . Al-Andalus fue una civilización en la que muchos de
sus habitantes tenían como religión la musulmana y como lengua culta y de
rezos, la del Corán, es decir: el árabe. Pero eso no quiere decir que la
población andaluza de la época fuera étnicamente árabe. Sin negar la existencia
de algunos componentes de etnia árabe, primero, y beréber después, la gran
mayoría de la población seguía siendo autóctona que, o bien se había convertido
al Islam o seguía siendo cristiana pero islamizada. Para convencerse de ello
sólo basta con leer los anales palatinos de Medina Azahara en los que en ningún
momento, los propios andalusíes, se autocalifican de árabes sino sólo de musulmanes o creyentes, o leer un
excelente libro sobre la vida en la Andalucía de aquella época como es el de
Henri Pérès ("Esplendor de al-Andalus"- Libros Hiperión,) en el que
el autor nos asegura que "la gran masa de la población musulmana está
constituida por hispanos convertidos al Islam y que, al abrazar la religión de
los vencedores, han cambiado en realidad poco en su forma íntima de
vivir" y añade más adelante:
"pero este país de Occidente anexionado al Islam marcó por su parte con un
fuerte sello todo lo que le legó Oriente. La mayor parte de su población, tanto
en el campo como en la ciudad, es hispánica, no solamente por su métodos
agrícolas, sus prácticas estacionales, su técnicas artesanales y el ritmo de
sus fiestas, sino también por su inspiración poética y sus preocupaciones
morales e intelectuales".
Otro de los tópicos históricos que
se han hecho correr sobre la historia de Andalucía es que después de la conquista
castellano-leonesa se produjo la expulsión de sus habitantes y la repoblación
con nuevas gentes venidas de los reinos cristianos. La historiografía española,
haciendo una gran simplificación, ha decretado que con la conquista de Castilla
desaparece en Andalucía todo el sustrato cultural anterior, naciendo una nueva
Andalucía como apéndice de Castilla; “la novísima Castilla” la han llegado a
calificar algunos. Sin embargo, cuando las premisas son falsas se cae en la
contradicción. Los mismos que defienden que con la conquista y repoblación de
Andalucía nace una “Andalucía nueva, distinta de la hasta entonces existente y
radicalmente transformada en sus estructuras básicas -demográficas... ”(Manuel
González Jiménez, EN TORNO A LOS
ORÍGENES DE ANDALUCIA: LA REPOBLACION DEL SIGLO XIII, Universidad de Sevilla),
reconocen la escasa fiabilidad de las fuentes: “en algunos casos, del
repartimiento sólo han llegado a nosotros simples nóminas o listas de
pobladores, casi todas ellas de escasa fiabilidad”(pág. 24); “Nunca llegaremos a conocer, ni siquiera de
forma aproximada, el número de las personas que acudieron a establecerse en
Andalucía a raíz de su conquista en el siglo XIII”(pág. 45). Incluso se
reconoce el fracaso de la repoblación oficial a la que aluden las crónicas
tendenciosas de la época: “Es evidente que puede hablarse de un cierto fracaso,
todo lo relativo que se quiera, pero fracaso al fin, de la repoblación
“oficial” realizada en tiempos de Fernando III y de Alfonso X”. (pág.
156). Por lo tanto, es necesario aclarar
que el fenómeno histórico de la expulsión-repoblación apenas se produjo en la
zona del valle del Guadalquivir y sí en mayor medida en la zona del antiguo reino
de Granada después de la rebelión de los moriscos en 1569. Pero tampoco en este caso se puede
hablar de expulsión total (las crónicas hablan de unos 75.000) y la repoblación
se hizo en gran parte con pobladores de las zonas limítrofes, es decir, andaluces
en su mayoría.
Por último, otro de los tópicos que
conviene aclarar para poder entender la continuidad socio-cultural de
al-Andalus con el período bético-romano anterior y el de dominio castellano
posterior es la coexistencia de las denominadas "tres culturas" en
una clara confusión entre cultura y religión. No se trata de negar la impronta
cultural que supone la práctica de una religión determinada pero en el caso de
al-Andalus tenemos que hablar de una cultura andalusí donde convivían personas
que profesaban religiones distintas pero con una gran interrelación entre
ellas. Un claro ejemplo de esta interrelación religiosa son los calendarios en
los que se mencionaban tanto las fiestas religiosas musulmanas, judías o
cristianas, como las continuas anécdotas que nos han llegado de celebración
conjunta.
Así pues, debemos tener en cuenta
estas premisas; -que la gran mayoría de la población de al-Andalus es la
descendiente de la bético-romana y que la gran mayoría de la población de la
Andalucía moderna es la descendiente de la población andalusí y, por tanto, de
la bético-romana que a su vez , en gran parte, también tiene un gran componente
de población tartésico-turdetana- para
poder entender la gran importancia del legado de al-Andalus, no sólo en
relación al patrimonio artístico sino también a la idiosincrasia del pueblo
andaluz que tiene mucho que ver con la del pueblo andalusí.
Vamos a ir rastreando, de una
manera no exhaustiva, por las distintas facetas de la cultura andaluza en su
más amplio sentido, todo aquello que nos han legado aquellos "hombres de
luz" que vivieron en el solaz andaluz hace más de quinientos años.
.-El Patrimonio.-
Una parte importante del rico
patrimonio andaluz se debe a la civilización andalusí. No solo los conocidos
monumentos de la Alhambra, Mezquita, Giralda, Alcazabas, ...sino también esa
multitud de pequeñas construcciones que jalonan el territorio andaluz como son
las mezquitas convertidas en iglesias, las torres almenaras, los baños,
aljibes, albercas y antiguas acequias que aún quedan, algunas de ellas en uso,
así como casas y palacios de la época que han sufrido restauraciones
posteriores. Pero no nos importa tanto la enumeración del patrimonio como
resaltar la peculiaridades arquitectónicas del arte andalusí que han influido
con posterioridad y, de las que algunas de ellas, han llegado hasta nuestros
días.
El andaluz de entonces, lo mismo
que el de ahora, concede una gran importancia a la casa cuidando todos los
detalles, no sólo del interior sino también del exterior. Es una casa encalada
con tejas rojizas -tejas árabes se les llama actualmente en Andalucía y tejas andaluzas se les llama en el magreb- con patio interior, si es posible, y un
zaguán a la entrada; todo ello adornado de plantas y flores. "Los burgos
de al-Saraf (el Aljarafe), nos decía el cordobés al-Saqundí en el siglo XII,
superan a todos los demás por la feliz elección de las casas y por el cuidado
que los habitantes dedican tanto a su interior como a su exterior, de suerte
que bajo el blanco encalado parecen estrellas en un cielo de olivares". El
visir y poeta Ibn al-Hammâra expresa la misma idea en un verso: "Las
aldeas de Andalucía aparecen en medio de la verdura de los vergeles como perlas
(blancas) engastadas en medio de esmeraldas" (Esplendor de Al-Andalus,
pág. 127). También el andaluz de entonces, aunque viviera en la ciudad, al
igual que el de hoy, si sus condiciones económicas o familiares se lo permitían
gustaba de tener una casa de campo (la munya) con su huerta.
La arquitectura andalusí en parte
no hizo más que seguir una tradición anterior de la época romana a la que le
puso su sello personal en la decoración y el revestimiento utilizando
materiales como el yeso, el azulejo, el ladrillo y la madera, que aunque han
sido catalogados por muchos como "pobres", la maestría y el gusto de
los albañiles, yeseros y artesanos de la madera andaluces consiguió darle un
toque personal lleno de exquisitez y sensualidad.
La influencia de la arquitectura andalusí
pasó al mundo cristiano, ya en muy tempranas fechas, a través de la diáspora
mozárabe que llenó de iglesias, entre otras cosas, el norte peninsular. Pero
esta influencia ha seguido en el tiempo a través del arte mudéjar, llamado así al que eleboraban
los alarifes andalusíes ya bajo dominio de los reyes cristianos. Algunas de las
soluciones arquitectónicas introducidas por los andalusíes tuvieron una gran
aceptación en los estilos importados de Europa. Como dice F. Sánchez Mármol (Andalucía Monumental, de la Mezquita al Mudéjar, B.C.A. pág. 218)
"Una de las formas arquitectónicas de origen andaluz que logró una mayor y
más dilatada difusión, a través del arte mudéjar, fue la bóveda nervada. Bóveda
que había llegado a su más pleno e inteligente desarrollo en las cúpulas con
nervios cruzados que se desarrollaron en la Mezquita de Córdoba bajo el reinado
de al-Hakam II. Su difusión alcanzó varios puntos de la península: catedral de Oviedo, la del
Salvador de Sepúlveda, la de Jaca, etc. Ejemplos más completos los encontramos
en las cúpulas de S. Miguel de Alamazán (Soria) y de Torres del Río (Navarra);
edificios completamente románicos, pero con cúpulas enteramente andaluzas, con
sus arcos por parejas, cruzados, y su ojo central con cupulilla o linterna."
Otra de las soluciones andaluzas,
el recubrimiento de las naves con artesonados de madera, tuvo una continuidad a través del mudéjar que lo
impuso como solución en muchas de las iglesias y palacios de toda la geografía
peninsular. Estos artesonados se caracterizan por su decoración geométrica
formada por líneas o cintas que se entrecruzan formando polígonos o estrellas.
Este tipo de decoración es una de las características del arte andalusí
presente en todo tipo de revestimientos, desde los mismos artesonados, hasta
las celosías y enrejados, pasando por la profusión de figuras geométricas de
los alicatados; que por cierto son una de las más claras pervivencias
andalusíes en la decoración arquitectónica actual.
Por lo tanto, lo andalusí ha
pervivido en el tiempo a través del mudejarismo mezclándose y transformando
otros estilos impuestos. Como señala L. Torres Balbá: "bien enraizado en
el alma popular, el mudejarismo persistió durante siglos a través de múltiples
transformaciones artísticas, más o menos exóticas, que apenas lo rozaron. Y en
ellas se mantiene latente la afición a la riqueza decorativa, a la profusión
ornamental, a la policromía violenta, unida a la repugnancia por todo lo
clásico y equilibrado, esperando el momento propicio para crear un nuevo
barroquismo" (Andalucía Monumental. Pág. 251)
.-La Toponimia.-
En el caso de la Toponimia está
clara la procedencia andalusí de multitud de nombres de nuestros pueblos,
ciudades, ríos, lugares, pagos agrícolas, etc, ya sea directamente del árabe, o
bien a través de la arabización de un
topónimo anterior, la corrupción de una palabra árabe o latina al arabizarse.
No se trata de hacer una mención exhaustiva de la gran cantidad de topónimos
andalusíes que perviven en la actualidad, sino de resaltar su importancia a
través de dos ejemplos muy ilustrativos, el de Andalucía y el de Sevilla.
Está claro que el nombre de
Andalucía viene del término Andalus al que se le añadió el artículo árabe al.
El primer documento que conocemos con el nombre de Andalus son las monedas
bilingües del año 716 en las que aparece
en una de las caras de la moneda escrito en árabe y en la otra cara, escrito en
latín, aparece como sinónimo el término de Hispania; por lo que debemos deducir
que para aquellos primeros musulmanes el término Andalus es sinónimo de
Hispania. Y eso fue así en los primeros siglos de la islamización. A pesar de
que parezca sorprendente, de las crónicas de los primeros reinos cristianos del
norte se deduce que Hispania era la zona de al-Andalus y no sus incipientes
reinos, como señala R. Menéndez Pidal (Orígenes del español, pág. 442) "la
voz Hispania fue, para los cristianos
independientes, sinónimo de tierra musulmana". Pero la
"historia" da muchas vueltas y la hispania andaluza (andalusí) es
conquistada y combatida por "la España, punta de lanza de Europa contra
Andalucía" que diría Blas Infante, y los reyes cristianos como Alfonso VI
"combaten el sentimiento hispano" (Orígenes del español, pág. 480)
Pero
continúa siendo un misterio el significado del nombre de Andalucía, porque
"Andalus" no es traducción de "Hispania". Ha existido una
versión, ya desechada, que lo hacía provenir de los vándalos -vandalicia,
tierra de los vándalos. Una versión del significado de al-Andalus nos la da A.
Medina en el boletín "La identidad andaluza" que edita la Yama'a
Islámica de al-Andalus que nos dice que Andalus es una palabra de origen
beréber y viene a significar "tierra labrada y surcada por ríos o por un
gran río".
Otra posible etimología de
al-Andalus nos la da Joaquín Vallvé en "El nombre de al-Andalus",
(Revista Al-Qántara, Madrid) que cree que los vencedores de Rodrigo pusieron el
nuevo nombre por una especie de arrebato romántico identificando Al-Andalus con
la Atlántida. Isidro de las Cagigas también ve un "cierto olorcillo, sabio
y pedante" en la voz al-Andalus.
Si bien muchos topónimos vienen
directamente del árabe, aunque sufriendo alguna que otra corrupción, como
Guadalquivir, Almería, Jaén; hay otros que vienen de un topónimo anterior pero
que han sufrido una arabización fonética y una corrupción. Es el caso de Sevilla que del Ispalis latino se ha ido
transformando hasta dar el Sevilla actual, cambiando la -p-, inexistente en
árabe, por una -b-, (Isbalia); añadiendo una -y- entre la -i- y la -a-, -en
árabe no se escriben las vocales y debe ir una consonante entre dos
vocales-_(Isbaliya) y corrompiéndose con el tiempo la fonética hasta dar el
actual nombre. Por lo tanto, hoy Sevilla no se llamaría así si no hubiera
existido al-Andalus.
.- La Lengua.
Una idea muy común y simplista es
la de pensar que en la Andalucía islamizada solo se hablaba el árabe. Es cierto
que el árabe, la lengua del libro sagrado, fue la lengua de rezos, de
civilización y de cultura. También es cierto que el conocimiento del árabe se
fue extendiendo por al-Andalus gracias
al fuerte grado de escolarización que existía. También es cierto que la
arabización lingüística abarcó también a los cristianos y judíos de al-Andalus como reconoce el propio
Alvaro de Córdoba en su "Indiculus Luminosus" (Alvaro de Córdoba y la
polémica contra el Islam, Feliciano Delgado, Cajasur publicaciones, pág. 185)
¿No es verdad que todos los jóvenes cristianos, de brillante presencia,
elocuentes, distinguidos en sus gestos y vestimentas, sobresalientes en la
sabiduría de los gentiles, notables por
su conocimiento de la lengua arábiga, se cuidan con avidez de los libros de los
caldeos...¡Ay dolor!". También es cierto que el árabe traspasó los límites
del al-Andalus y se extendió a los países cristianos limítrofes, llevado por
los diáspora mozárabe andalusí -así vemos en los monasterios del norte textos
escritos en latín pero que contienen anotaciones en árabe- (Gómez Moreno,
Iglesias Mozárabes). Pero a pesar de toda esta fuerza del árabe, también es
cierto que junto a él pervivió la lengua romance proveniente del latín y no
sólo entre los cristianos mozárabes sino también entre los propios musulmanes y
judíos: "tan lejos de olvidarse estaba la lengua vulgar, que sabemos había
entre los musulmanes muy altos personajes que no sabían hablar árabe y sólo se
expresaban en lengua aljamiada o romance." (R. Menéndez Pidal- Orígenes
del español, Espasa Calpe. pag. 418). El romance andaluz pervivió tan
fuertemente enraizado en la población que incluso en el muy arabizado reino de
Granada se hablaba un árabe vulgar salpicado por gran cantidad de palabras
romances como podemos deducir del vocabulario de Pedro de Alcalá publicado en
Granada el año 1505.
Es necesario entender este
bilingüismo de la sociedad andalusí para poder comprender el legado lingüístico
de al-Andalus, no sólo en lo que se refiere a la terminología proveniente del
árabe - apenas un 7% de las palabras de la actual habla andaluza, según datos
de Jose Mª de Mena en el "Polémico
dialecto andaluz"- sino también de otras muchas palabras de origen latino
provenientes directamente del romance aljamiado andalusí que han pervivido en
Andalucía, muchas veces catalogadas como arcaísmos, o que han pasado a engrosar
directamente el vocabulario actual, bien a través de su incorporación al
castellano en la propia Andalucía después de la conquista del valle del
Guadalquivir durante el siglo XIII -época, no olvidemos, de formación del
idioma castellano- o bien directamente en los propios reinos cristianos del
norte a través de la gran emigración andaluza a esos territorios durante los
siglos VIII al XII. (ver F. García Duarte "Andaluces en la génesis de
Castilla y el castellano", actas del VI Congreso sobre el andalucismo
histórico, -Huelva-1993).
.-La idiosincrasia.
La cultura andaluza es
eminentemente popular - paradójicamente, la élite ilustrada heredera de los
conquistadores, poco ha tenido que ver en la conformación de esa cultura
andaluza- pues es el pueblo llano, el de raigambre campesina o el
andaluz-morisco, que diría Blas Infante, el que ha sido depositario de esa
cultura a través del tiempo.
En cuanto al carácter de los
andalusíes podemos dar tres ejemplos de escritos de la época; uno, referente a
los andaluces en general del historiador al-Maqqarî que nos dice que "los
habitantes del al-Andalus tienen en su conversación una forma de bromear, decir
las cosas con determinada dulzura y de dar réplicas tan espontáneas, que
reducen al silencio al interlocutor" (Esplendor de al-Andalus- pág. 27).
Otro, del geógrafo al-Zuhrî que
refiriéndose a Sevilla en el siglo XII
dice: "sus habitantes son amables, elegantes, descarados, insolentes y
distinguidos". (el mundo en el siglo XII, El tratado de al-Zuhrî,
editorial Ausa, pág. 154). Y un tercero, del último rey zirí de Granada
describiendo a sus súbditos "granaínos": "La ciudad de Elvira,
situada en una llanura, se hallaba poblada por gentes que no podían sufrirse
unas a otras, hasta el punto que había persona que se hacía construir delante
de su casa un oratorio y unos baños para no tropezarse con su vecino, Por un
lado, no querían someterse a nadie ni aceptar las decisiones de un gobernador;
pero, de otra parte, eran las gentes más cobardes del mundo, y temían por la
suerte de su ciudad, ya que eran incapaces de hacer la guerra a nadie, aunque
fuese a las moscas.." (El siglo XI en 1ª persona, Las memorias de Abd
Allâh, último rey Zirí de Granada. Alianza tres, pág 84).
En estos textos podemos ver algunas
de las peculiaridades del carácter de los andaluces de aquella época que en muy
poco difieren de los de ahora, con la lógica "corrección" al rey
granadino de origen beréber que exagera la "malafollá" granaína y el
poco gusto por la guerra de unos andaluces que por encima de todo aman la vida.
Vamos a ir rastreando con Henri Pérès en su
libro "el Esplendor de al-Andalus" diferentes aspectos de la
idiosincrasia de los andalusíes y nos daremos cuenta de lo poco que ha cambiado
comparandola mentalmente con la de los actuales andaluces.
Los habitantes de al-Andalus eran, sobre
todo, amantes de la vida y de sus placeres,
a través de las fiestas, de la música, de la poesía, de la comida y la
bebida. Es curioso ver como para los no andaluces de aquella época, tanto para
los cristianos del norte como para los beréberes, estas inclinaciones eran
vistas como cobardía o libertinaje. Ejemplos de ello los tenemos en que el
principal reproche que hacen los Almorávides por boca de su Califa Yusuf ibn
Tasufín para justificar la destronación de los reyes de Taifas es,
precisamente, el de amar demasiado el placer : "su poco interés en hacer la guerra, sus disensiones internas....
Cada uno de ellos no tenía otra preocupación
que vaciar copas, escuchar a las
cantantes, pasar la vida en diversiones..." Curiosamente Alfonso VI les
acusaba también de "haber dado
lugar a la aparición del libertinaje y el espíritu de desobediencia, y de
entregarse continuamente a los placeres del canto y de la música".
(Esplendor de al-Andalus. pág-363)
Poesía y música van íntimamente
ligadas para los andalusíes, hasta el punto de que muchos poetas son a la vez
músicos. Multitud de poetas pueblan las cortes reales y las casas pudientes.
Son poetas de toda condición social, desde campesinos y artesanos hasta reyes y
príncipes que tratan sobre todo de temas amorosos,. Como dice Henri Pérès:
"La poesía báquica o amorosa parece caracterizar mejor al andaluz, que
gusta de la vida placentera y tiene una sensibilidad delicada,
civilizada"(Esplendor de al-Andalus- pág-361). Y añade: "los andaluces aman la poesía por ella
misma, por el ritmo que hay en ella, que la hace nacer de los labios, porque,
<<palabra alada>>, es música antes de ser discurso. Se la canta,
más que se la recita". Los andaluces son los creadores de dos géneros
poéticos, la muaxaja y el zéjel, que son dos tipos de poemas destinados a ser
cantados.
Los andalusíes eran muy fiesteros;
cualquier reunión social servía de excusa para una fiesta. Son famosas las
fiestas andalusíes llamadas zambras (veladas de noche) que siguieron
conservando los moriscos hasta que los edictos de los reyes castellanos
terminaron por prohibírselas, aunque han pervivido a través del pueblo
gitano-morisco del que más adelante hablaremos. Las fiestas no se pueden
entender sin música, bebida y comida. El poeta andalusí Abù Amir Ibn Maslama
nos dice: "¡Oh anfitrión mío!, levántate para verter la copa de la mañana
y en el laúd improvisa una canción. La vida sólo es agradable por la música ,
la flauta y el cubilete" (Esplendor de al-Andalus. pág-368) El mismo
rey-poeta al-Mutamid de Sevilla declara:
"¿Te dejarías llevar por la tristeza hasta la muerte cuando el laúd
y el vino fresco están aquí y te esperan?" (Esplendor de al-Andalus.
pág-365) El consumo del vino en la sociedad andalusí era mucho más frecuente de
lo que podríamos pensar de una sociedad mayoritariamente musulmana. Son muchas
las anécdotas que encontramos en las fuentes históricas y poéticas del consumo
del vino en fiestas de todo tipo, no solo por la población normal, sino por los
mismo mandatarios.; "los cordobeses se distinguían, según el padre de Ibn
Sa'id, el historiador, por la elegancia de su traje... y el celo en romper los
recipientes de vino" (Esplendor de al-Andalus. pág-370). En muchas
ciudades andaluzas existían tabernas que eran frecuentadas por los cristianos
pero a las que también se acercaban los musulmanes. Incluso muchas de estas
tabernas eran regentadas por mujeres, si hemos de creer al poeta Ibn
al-Labbâna: "¡A cuántas taberneras he despertado cuando ya el cielo había
quebrado y dispersado las perlas de su rocío!" (Esplendor de al-Andalus.
pág-371). Viñedos había en general por todo el territorio, pero había un vino
especialmente apreciado por los andaluces, de antes y de ahora; el vino de
Málaga. posiblemente ya se conocía un vino de color dorado semejante al vino
fino, según podemos deducir de estos versos de al-Mutamid : "El
escanciador nos ha ofrecido, gracias a la alquimia, oro fundido en agua
helada". Frecuentemente los poetas hacen referencias a los aperitivos que se ponen como acompañantes del vino o de
otras bebidas y que se conocen con el nombre genérico de "nadl" que tanto nos recuerdan a las actuales
tapas.
Los andalusíes eran amantes de la
naturaleza, del ocio al aire libre, de la casa de campo. Son muchas las
referencias que nos hacen los poetas de al-Andalus por estos placeres. Son
muchas las anécdotas de como los sevillanos se van a pasar el día o la noche a
las orillas del río Guadalquivir, o en los islotes que formaba el río que
"al atraer a los alegres vividores, vieron elevarse sobre su suelo,
consolidando con el tiempo, construcciones sin duda efímeras, donde podían
tomarse comidas y bebidas" (Esplendor, pág, 145). Los viajes de placer en
barca por el río, tanto en Sevilla como en Córdoba, es referenciado
continuamente por los poetas. Algunos versos "nos permiten adivinar todo
el encanto que el Guadalquivir encerraba para los sevillanos,; éstos no
solamente se paseaban por sus orillas sombreadas, sino que además navegaban en
barcas por sus aguas y parece ser que este género de distracción era
especialmente caro a los andaluces.....esta costumbre debía existir desde hacía
mucho tiempo en España y es posible que se remontara a la época romana" (Esplendor
de al-Andalus. pág- 213). En los
alrededores de las ciudades había lugares preferidos para ir a pasar un día de
campo. Eran sitios como la "pradera de plata" a las orillas del
Guadalquivir pero alejado de Sevilla; un lugar de recreo que describe el poeta
Ibn Said llamado Al-Sultaniyya; el llamado "valle de las desposada";
Triana y el islote de Qabtal, al lado de la ciudad, el valle de las Acacias en
el Aljarafe y el Mirador de la fuente. En los alrededores de Almería, las
personas importantes poseían villas llamadas "Bury (torre) donde se
retiraban a descansar de sus trabajos en la ciudad. En Granada existía un paseo
de álamos en la orilla derecha del Genil que "a partir del siglo XII se
hizo célebre por las citas de los enamorados que los poetas nos han
descrito" (Esplendor. pág-151). en Córdoba existía una presa sobre el río
Guadalquivir a cuyas orillas acudían los cordobeses. Estas pequeñas presas (los
llamados azud y de los que todavía quedan) al igual que las albercas, abundaban
por todo el país y a la misma vez que servían para el desvío y canalización del
agua servían de lugar de recreo y asueto de los andalusíes. En los alrededores
de las ciudades y los pueblos existían vegas y campiñas salpicadas de casas de
campo (munyas) con sus huertas y jardines. El visir sevillano Abû Marwân tenía
una munya a orillas del Guadalquivir que "como todas las munyas, tenía un
jardín en el que las flores más diversas formaban perfumados arriates"
(Esplendor. pág-145).
El perfume -los olores- es parte
esencial de una cultura sensitiva como la andaluza desde tiempos tan remotos
como Tartesos (recordemos las estatuillas como la diosa de Galera con vasijas
quemaperfumes o los "quemaperfumes" tartésicos de Lebrija. . Tanto
hoy como entonces, a los andaluces nos gusta que todo huela bien, las casas se
llenan de flores, frutos u otros productos que impregnaban de intensos olores
el ambiente. Como dice Henri Pérès: "perfumes y ungüentos eran de uso
general en todas las clases sociales, y los hombres, lo mismo que las mujeres,
los usaban en gran cantidad" (Esplendor de al-Andalus. pág-314)
Una civilización tan refinada
también hacía uso con profusión de las joyas (los oros que gustaban lucir
nuestras abuelas y madres, sobre todo con motivo de las fiestas) siguiendo una
tradición muy antigua que se remonta al neolítico. Tradición que, por supuesto,
no es exclusiva de Andalucía, pero que aquí ha tenido una especial importancia
su fabricación y diseño que va desde el repujado de las joyas tartésicas hasta
los talleres de los actuales plateros cordobeses, clara continuación de los
famosos orfebres de la Córdoba andalusí.
La música.-
Ya hemos visto lo amante que era el
pueblo andalusí de las fiestas en las que no faltaba la música y la danza. En
cualquier tipo de celebración estaba presente la música: bodas, circuncisiones,
veladas nocturnas (zambras) etc.. La música andalusí era una mezcla de lo
oriental con lo autóctono dando lugar a unos ritmos con una marcada
personalidad entre los que destacan las nubas en las que el ritmo y la poesía
se integran perfectamente. Con la música, las composiciones poéticas creadas
por los andalusíes como la muaxaja y el zéjel adquieren carta de naturaleza. Es
decir, que para un andaluz, melodía y letra van íntimamente ligados. En este
sentido cabe recordar como la Copla andaluza une a la melodía una auténtica y
completa historia de la vida cotidiana
en la que prevalece el tema del amor y el desamor, normalmente contado
desde el punto de vista de una mujer al igual que la moaxaja, a diferencia de
la poesía tradicional árabe. "tanto o más que su bilingüismo o su
estructura estrófica, la novedad de la moaxaja radica en haber incorporado a la
poesía árabe, a través de la coplilla romance recogida,(la jarcha) los tonos
amorosos de la lírica occidental cristiana, esa lírica un tanto ingenua que el
poeta coloca las más de las veces en labios
femeninos" (Darío Cabanelas y Maria Paz Torres en Poesía arabigo
andaluza, revista Litoral) La existencia
de las cancioncillas romances que incluyen las moaxajas demuestran la
existencia "de una literatura romanceada en Andalucía" como nos dice
Emilio García Gómez y profetizó el gran arabista andaluz Ribera. García Gómez
también pone de manifiesto la influencia de las jarchas en la poesía y la
música posterior: "es evidente la similitud, en métrica y sentido, de las
jarchas romances, o medio romances, descubiertas hasta ahora con las coplas y
villancicos castellanos posteriores". (E. García Gómez, "Las jarchas
romances de la serie árabe en su marco"-Seix Barral, 2ª edicción). Henri
Pérès abunda también en este sentido: La música andaluza -nos dice Pérès-
"se enriquece con formas nuevas más flexibles, más vivas que las que le
habían sido legada; deja cada vez más sitio a la inspiración popular al acoger
esas cantinelas y canciones que son especialmente "españolas", la
moaxaja y el zéjel. Es verdaderamente en el siglo XI cuando la música andaluza
adquiere la fisonomía que debería mantener después; es ella la que , a su vez,
se difundirá entre los cristianos españoles e irradiará a Marruecos y a Túnez,
conservando hasta nuestros días el nombre bien característico de canto andaluz
o de palabras de Granada" (El esplendor de Al.Andalus. pág- 395)
Aunque la influencia de la música
andalusí ha sido más patente en el norte de Africa a través de la persistencia
de las nubas también ésta influencia ha llegado hasta nuestros días como pone
de manifiesto Mahmoud Guettat en "El universo musical de al-Andalus"-
Música y poesía del sur de al-Andalus-. "La música andalusí -nos dice
Mahmoud- fue la fuente de las expresiones más sobresalientes del lirismo español y de los trovadores provenzales, ya
sea en su cuadro métrico, en su temática o en sus estructuras melódicas y
rítmicas.........podemos añadir que los râwi y las "troteras"
moriscas, los trovadores y los juglares (catalanes, provenzales, etc.) y más
tardíamente los cantaores de flamenco desempeñaron un papel considerable en la
transmisión y la continuidad del arte andalusí. Por otra parte, a través de la
conquista española y portuguesa, la influencia de la música andalusí se ha
extendido por toda la América latina, donde hizo "buenas migas" con
la música nativa (según las regiones y la cualidad de los emigrantes". Un
apartado especial habría que dedicar a la influencia de la música andalusí en
la más genuina expresión musical del pueblo andaluz: el flamenco. Como viera
Blas Infante, existe una relación, más o menos directa, entre el fondo
melancólico de la nuba andalusí cantada por ese pueblo andalusí errante -cante
jondo se llega a denominar a alguna composición andalusí en Túnez- y la rabia
melancólica del cante jondo desarrollado en Andalucía por ese pueblo
andaluz-gitano-morisco. En este sentido cabe recordar que muchos de los
"gitanos" -expresión que se utilizaba en el siglo XVII para denominar
a todos los marginados en general- son de origen morisco y han guardado en su
memoria histórica muchas de las tradiciones
moriscas.
Singular importancia tiene la
cultura de al-Andalus en el movimiento cultural que se ha denominado como
modernismo, que en el caso de la arquitectura nos ha dejado una serie de
edificios calificados como de "neo-mudéjares" y que en otros aspecto
culturales como la música ha influido en los grandes creadores del siglo pasado
y de éste, no sólo españoles como Pedrell, Albéniz, Granados, Morrera, Vives y
Falla, sino también en extranjeros, especialmente en la escuela rusa.
.-Gastronomía.-
La gastronomía es en uno de los
aspectos culturales en el que también se ve claramente el componente andalusí, sobre todo en la más
popular, que básicamente ha quedado inalterable. La hortaliza, sobre todo habas
y alcachofas -el tomate y la patata vendrían de América después- junto con las
legumbres, las frutas (frescas o secas), el aceite y los cereales constituían
la base de la alimentación del pueblo. A ello se unía un poco de carne,
pescado, leche y queso en algunas ocasiones. En definitiva, la base de la
alimentación poco ha cambiado desde hace siglos pero en cada época se ha dado
un toque personal a la forma de preparar o cocinar los alimentos. En la
gastronomía actual podemos encontrar fácilmente muchos platos que tienen una
clara ascendencia de la época andalusí (ver al-Andalus, la cocina y su
historia, de L. Benavides-Barajas, editorial Dulcinea-1992). Ya hemos
mencionado, cuando hemos hablado del vino, de los acompañantes que se servían y
que constituyen un antecedente de la peculiar costumbre del tapeo. Además,
existen algunas formas de preparar los alimentos que nos vienen de al-Andalus.
Entre ellas podemos destacar los cocidos en los que se mezclaban tres elementos
básicos de la alimentación: las verduras, carnes y legumbres; las albóndigas y
empanadas que servían para aprovechar las carnes sobrantes de platos
anteriores, las gachas, hechas sobre todo de harinas de garbanzos y las migas
hechas de trozos de pan sobrantes; los salazones -que ya tenían una tradición
reconocida desde la época tartésica- y los escabechados con vinagres y plantas
aromáticas -también podemos ver en el garum un antecedente tartésico de éstos-
y los fritos, tanto en lo que concierne a los pescados y la carne, como a las
llamadas "frutas de sartén" (buñuelos, churros, pestiños, roscos de
huevo, piñonates..etc..). Otras características de la cocina andalusí que nos
han llegado hasta hoy es el uso de los condimentos con multitud de especies y
plantas aromáticas; la utilización de los sabores dulces en platos salados a través del empleo de frutos secos
(almendras, castañas, piñones,, etc.) y frutas secas (pasas, higos y dátiles,
fundamentalmente) o la miel en el guisado de carnes o pescados.
Uno de los componentes básicos de
la actual gastronomía andaluza es la chacina hecha básicamente con carnes de
cerdo que como es sabido no era consumida por la población musulmana de
al-Andalus, aunque sí por la cristiana. Sin embargo, tenemos constancia a través de los poetas (El esplendor de
al-Andalus, pág-318) de que los andalusíes comían apreciadísimas salchichas que
incluso, -como recoge el cordobés Miguel Salcedo Hierro en su libro La Cocina
Andaluza, Editorial Nebrija- se vendían
en puestos de los mercados de los pueblos andaluces junto con el pescado frito,
pinchitos, albóndigas y otras viandas.
Aunque el tema del legado gastronómico de al-Andalus es muy amplio, no
podemos dejarlo sin hacer una especial referencia a la rica y variada
repostería, en su gran mayoría legada por el pueblo andalusí. No sólo nos referimos
a las ya mencionadas "frutas de sartén" sino a la variada pastelería
que tiene como componentes básicos la harina, el azúcar, la miel, los frutos
secos y los huevos. Los mazapanes, turrones, alfajores, tocinos de cielo....
son algunos de los más conocidos dulces que nos han legado nuestros antepasados
de generación en generación.
Francisco
García Duarte
Miembro
del Centro de Estudios Históricos de Andalucía
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