miércoles, 18 de junio de 2025

¡HUBO BARRIOS DE JUDÍOS Y DE CRISTIANOS EN LAS CIUDADES ANDALUSÍES?

 

¿HUBO BARRIOS DE JUDÍOS Y DE CRISTIANOS EN LAS CIUDADES ANDALUSÍES?


Aunque se han venido utilizando los términos de “juderías” y “barrios” o “arrabales de mozárabes” para nombrar a los barrios de las ciudades andalusíes poblados por judíos o por cristianos, en el estado actual de nuestros conocimientos nada indica que tales barrios existieran, y mucho menos guetos donde estas personas vivieran marginadas


Christine Mazzoli-Guintard
Nantes Université

Detalle de la arquería de la sinagoga de Santa María la Blanca, s. XII (Toledo) .@Christine Mazzoli-Guintard, nov. 2017


El tópico de la presencia de barrios confesionales en las ciudades de al-Andalus sigue difundido, en particular en la red mundial del conocimiento compartido. La página «Judería» de Wikipedia dice lo siguiente:

«La presencia de judíos en España se testimonia desde época romana y visigoda, aunque no consta que vivieran en barrios separados. Surgieron con el crecimiento de las ciudades musulmanas de al-Ándalus, que se estructuraron espacialmente con criterios étnico-religiosos (una medina árabe-musulmana —en torno a la alcazaba y la mezquita— y arrabales de distinta composición, particularmente de mozárabes —es decir, cristianos sometidos— y judíos). […] La consolidación o creación de juderías en las ciudades cristianas fue realizándose esporádicamente a lo largo de la Edad Media, habitualmente al reordenar los espacios urbanos tras las sucesivas reconquistas y repoblaciones […] mientras que los judíos confirmaban o reubicaban su localización».

Ahora bien, ¿cómo se elaboró ese tópico? Cabe buscar en la indefinición de ambos términos, juderías y barrios de mozárabes, uno de los factores de la persistencia del tópico hasta la fecha. Y, por fin, ¿qué dicen las fuentes a propósito de barrios religiosos en las ciudades de al-Andalus?

¿Cómo se elaboró el tópico de la presencia de barrios de judíos y de cristianos en las ciudades andalusíes?

El tópico aparece en la primera mitad del siglo XX, bajo la pluma de los maestros del orientalismo y del medievalismo. Fue creado a partir de datos muy parcos y muy aislados, muchas veces solamente la presencia de un edificio de culto: en Sigüenza, se supone que los cristianos vivían agrupados en torno a una iglesia situada dentro de la ciudad como sugiere su nombre, Santa María de Medina. En Murcia, se supone la ubicación del barrio mozárabe alrededor de la iglesia Santa María de la Arrixaca; en Zaragoza, estaba situado en el ángulo noroeste de la ciudad, porque estaba allí la iglesia principal de Santa María. El tópico fue creado también a partir de datos muy tardíos, en particular la presencia de judíos o de juderías en las ciudades de los reinos cristianos: de la mención de judíos en el privilegio que Alfonso VI concede a la ciudad de Santarém en 1095, concluyó E. Ashtor que había una comunidad judía en época musulmana. En el reino de Aragón, la judería de Zaragoza ocupaba el ángulo sureste del espacio murado y J. M. Lacarra suponía que ocupaba el mismo emplazamiento en época andalusí. Pasa lo mismo con la judería de Toledo, y otras más.



Fig. 1. Plano de Zaragoza según É. Lévi-Provençal, Histoire de l’Espagne musulmane, Paris, 1953


Por otro lado, el cliché sobre los barrios religiosos de las ciudades andalusíes se alimentó con las observaciones que hicieron los sabios orientalistas en el Magreb en la primera mitad del siglo XX: para É. Lévi-Provençal, la fisonomía general de la ciudad de Fez en esa época apenas había variado con el transcurso de los siglos, es decir que «la ciudad musulmana», como se la designaba entonces, había conservado la misma fisonomía desde el medioevo. É. Lévi-Provençal y otros orientalistas de la época no tardaron en establecer un paralelo entre los mellahs de las ciudades marroquíes que pudieron observar, y las juderías de al-Andalus, sobre las cuales tan pocos datos tenían.

Por fin, el tópico de los barrios religiosos en las ciudades andalusíes se configuró con lecturas a veces apresuradas de los textos medievales: en la ciudad de Toledo, según É. Lévi-Provençal, los judíos moraban en un barrio aparte, nombrado ‘ciudad de los judíos’ (madīnat al-yahūd), tal y como aparece en una fuente del siglo XI, el Muqtabis de Ibn Ḥayyān, a propósito de una rebelión del año 820. Lo que narra en realidad Ibn Ḥayyān es lo siguiente: cuando los toledanos se rebelaron contra el emir de Córdoba, el jefe de la revuelta sitió la «ciudad de los judíos» antes de venir a Toledo, donde permaneció algún tiempo. Si bien no sabemos de qué ciudad de los judíos se trata, ya que varias ciudades andalusíes fueron llamadas así, lo que queda claro es que no se trata de un barrio judío de Toledo.


Fig. 2. Plano de Toledo según É. Lévi-Provençal, Histoire de l’Espagne musulmane, Paris, 1953


La presencia de barrios de judíos y de cristianos en las ciudades andalusíes es un lugar común que se fundamenta en bases frágiles, datos demasiados tardíos o una concepción ahistórica de la ciudad islámica, que no tiene apoyo ni en el tiempo ni en el espacio. Y el tópico debe su persistencia hasta la fecha a la indefinición que lo rodea: convirtió las juderías y los barrios mozárabes de las ciudades andalusíes en barrios invisibles, porque no se habían fijado con claridad sus rasgos.

Juderías y barrios cristianos de las ciudades andalusíes: barrios indefinidos e invisibles

Los barrios religiosos de las ciudades andalusíes, donde se agrupaba la gente que compartía la misma fe, permanecen sin definir en varios aspectos. Primero, en la realidad misma de la existencia del barrio, con datos distintos según el grupo religioso, como recuerda el léxico: en el Diccionario de la Real Academia, «judería» significa barrio de los judíos y conjunto de los judíos, mientras que «mozarabía» solo hace referencia a la gente mozárabe. La existencia de barrios judíos está, en efecto, mucho más afirmada que la de barrios cristianos, según afirmó L. Torres Balbás en los años 1950, sin que se hayan debatido sus propuestas desde entonces. Los cristianos «vivían unas veces mezclados con el resto de la población y otras en comunidades, en barrios o arrabales independientes, ya dentro de la madina, ya exteriores […] En casi todas las ciudades de la España islámica los judíos vivían en comunidad, separados de los musulmanes, en arrabales o barrios a ellos destinados. Apartadas de las calles de tránsito de la urbe islámica, las juderías formaban núcleos aislados en su interior, con uno o pocos ingresos». Se mencionan barrios de cristianos en Zaragoza, Tudela o Calatayud, cristianos que vivían mezclados con los musulmanes en Córdoba, Toledo, Écija, judíos que, en Granada, tuvieron su barrio propio en el centro de la ciudad mientras que algunos de ellos vivían en varios arrabales de Granada: la implantación topográfica de los grupos religiosos presenta en realidad un amplio panel de situaciones. En el caso de las juderías, se plantea además la cuestión de su cierre por murallas: ¿fueron siempre encastilladas las juderías, como la de Lucena, descrita a mediados del siglo XII por al-Idrīsī, o como la judería de Lorca (ss. XIV-XV), que se excavó hace veinte años?  



Fig. 3. Lucena, cementerio judío. @Claude Guintard, feb. 2023


Por otro lado, los barrios religiosos de las ciudades andalusíes permanecen sin definir en cuanto a su localización: hubo barrios de cristianos intramuros en Toledo o Écija, extramuros en Valencia, Alcira, Murcia o Granada según se ha escrito, mientras que hay discrepancias a propósito de Córdoba para saber si quedaron iglesias, y por tanto barrios de cristianos, dentro del recinto de la medina. Ahora bien, estamos de nuevo ante una cuestión de léxico sobre la cual no se ha reflexionado: ambos términos que designan las unidades topográficas de las ciudades, barrio y arrabal, tienen historia compartida en su etimología árabe, y en su campo semántico. Barrio, según el DRAE es «Cada una de las partes en que se dividen los pueblos y ciudades» y el «arrabal o barrio fuera del recinto de una población». Cuando el geógrafo al-Ḥimyarī (m. c. 1325) indica que Écija tenía varios arrabales y que en uno de ellos se encontraban la mezquita mayor y la iglesia, ¿qué quiso decir? L. Torres Balbás hizo de este rabaḍ el núcleo de la ciudad, distinto de la alcazaba urbana, situada en el sureste del recinto, es decir que el rabaḍ era un barrio intramuros. Y nosotr@s, historiador@s del siglo XXI, ¿qué estamos examinando al ubicar intramuros o extramuros un barrio? ¿Cierta proximidad con el espacio del poder, tradicionalmente fortificado y, por supuesto, intramuros? ¿Un momento de la formación de la ciudad?

Por último, los barrios religiosos de las ciudades andalusíes permanecen sin definir en cuanto, precisamente, a su historia, ya se trate del momento de su aparición o de su permanencia o desplazamiento a lo largo de los siglos: ¿el barrio de cristianos de Calatayud existía antes del año 1120, cuando el rey de Aragón conquistó la ciudad, o se formó después de la expedición del año 1125? En Córdoba, en el arrabal de Cercadilla, queda constancia de la presencia de dhimmíes cristianos desde el siglo VIII hasta la época almohade, con un hiato poblacional en el siglo XI, debido a la fitna. Se suele pensar que las juderías de Córdoba y Toledo permanecieron en el mismo lugar después de la conquista castellana, mientras que las de Sevilla y Granada fueron desplazadas. De manera que los barrios religiosos en las ciudades andalusíes resultan ser barrios indefinidos en varios aspectos —ubicación, recinto, evolución en el tiempo, realidad social— y, por lo tanto, quedan invisibles. Ahora bien, desde hace unos veinte años, el análisis de nuevas fuentes, jurídicas, ha aportado un enfoque nuevo del tema, mientras que los métodos de análisis de las fuentes literarias, renovados, hacen hincapié en la arqueología de los textos.  


Fig. 4. Plano de Sevilla según É. Lévi-Provençal, Histoire de l’Espagne musulmane, Paris, 1953.


¿Qué dicen las fuentes medievales sobre los barrios religiosos?

La documentación medieval aporta, ya, la palabra que designa el barrio, es decir la unidad básica de la ciudad, realidad a la vez espacial y social, puesto que los habitantes del barrio mantienen relaciones de vecindad: ḥawma en la obra de Ibn Sahl, jurista cordobés del siglo XI que compila casos judiciales de época omeya y taifa; rabaḍ en la obra de Ibn Baškuwāl, cordobés también, que en el siglo XII redactó un diccionario biográfico. En ambas listas, los barrios llevan el nombre de un elemento arquitectónico de la ciudad, una mezquita a menudo, una calle, una puerta, una almunia, un baño (ḥammām), etc., con más diversidad léxica en época almohade. Pero jamás aparece asociado al término ‘barrio’ una palabra que podría hacer referencia a una comunidad religiosa. En el léxico, pues, no hay constancia de la existencia de barrios religiosos.

En la obra de Ibn Sahl, sin embargo, figuran siluetas de cristianos y judíos en ciertos casos judiciales: ¿sabemos algo de su lugar de vida, de su barrio? Pues sí: vivían en barrios mixtos, mezclados con musulmanes. En la Córdoba de los años 1030, se denuncia a un almuédano que molesta a su vecindario al subirse de noche al techo de la mezquita para rezar en voz alta. Uno de los muftíes consultados contesta que el demandante en este caso judicial puede hablar en nombre de «todos los que están en las proximidades de la mezquita, los musulmanes y los demás, en caso de que ellos le hayan designado como su representante»: claramente, moraban en la ḥawma del almuédano mañanero musulmanes y dhimmíes. Cuarenta años más tarde, se presentan delante del juez dos vecinos de Córdoba que se disputan un edificio arruinado situado entre sus propias casas, que están en la ḥawma de la mezquita de Ṣawāb, en la medina de Córdoba. Uno es musulmán, el otro, es un judío que representa los bienes habices de la sinagoga y defiende una casa constituida en habiz en provecho de la sinagoga: en la ḥawma de la mezquita de Ṣawāb, en los años 1070, la propiedad de un musulmán lindaba con otra que pertenecía al edificio de culto israelita. En la Córdoba del siglo XI que figura en la obra de Ibn Sahl, no hay rasgo de barrios religiosos, sino de barrios donde vivían mezclados musulmanes y dhimmíes.

 

martes, 17 de junio de 2025

PURÉ DE DÁTILES Y ALMENDRAS

 

PURÉ DE DÁTILES Y ALMENDRAS

Ingredientes

6 dátiles maduros dulces, sin huesos

50 cl. de leche de avena

1,5 cucharadas de pure de almendras (almendras en polvo)

1,5 gr de agar agar (gelatina)

½ cucharada de maicena

1 pizca de canela

2 cucharadas de azúcar moreno de caña

 

Elaboración

Enjuagamos los dátiles con agua corriente. Agregamos todos los ingredientes en el vaso de la batidora con las cuchillas y trituramos hasta obtener una textura lo más suave posible-

Vertemos la mezcla en una cacerola y llevamos a ebullición removiendo con un avarilla. Reducimos el fuego y cocinamos durante 3 minutos más, removiendo regularmente.

Vertemos la mezcla, en vaso o moldes de silicona. Yo opte por vaso.

Dejamos enfriar a temperatura ambiente y luego refrigeramos en el frigorífico durante al menos 2 horas.

Servimos con un culi de dátiles (dátiles licuados en aguay canela) y unas migas de galletas de mantequilla. O simplemente con un poco de canela en el plato y unas migas de praliné, según el gusto de cada uno.

Servir frio.

¡Buen provecho!

MERLUZA A LA PLANCHA CON ALCACHOFAS Y ALMEJAS GUISADAS EN SALSA DE AZAFRÁN Y AVELLANAS

 

MERLUZA A LA PLANCHA CON ALCACHOFAS Y ALMEJAS GUISADAS EN SALSA DE AZAFRÁN Y AVELLANAS

Ingredientes

4 lomos de merluza con piel

4 alcachofas

Sal

Pimienta negra recién molida

25 ml de aceite de oliva

Para las alcachofas en salsa:

50 ml de aceite de oliva

1 cebolla, finamente picada

70 gr de panceta ahumada, o bacón

50 gr de avellanas sin piel, algunas trituradas

1 cabeza de ajo, finamente picada

1 cucharadita de pimentón dulce

1 cucharadita de harina

25 ml de vino blanco

Unas hebras de azafrán

Caldo de pescado

350 gr de almejas, limpias y enjuagadas

20 gr de cebollina muy picado

Sal

Pimienta negra recién molida

Aceite de oliva para rociar

 

Elaboración

Ponemos a hervir el caldo de pescado y dejamos en infusión las hebras de azafrán durante 20 minutos mientras preparamos el resto de los ingredientes.

Pelamos las alcachofas, desechando las hojas exteriores mas duras y la pile del tallo. Si las alcachofas son más viejas, retira el tallo y la parte con aspecto de pelo en el corazón, según el tamaño- Las ponemos en agua fría con medio limón exprimido para que no se oxiden.

En una sartén calentamos a fuego alto. Seca y sazona los lomos de merluza con sal y pimienta. Añadimos a la sartén con la piel hacia abajo, reducimos el fuego a medio y dejamos cocinar unos 5 minutos por el lado del la piel y 2 minutos por la parte sin piel.

Preparamos la guarnición y la salsa: ponemos en una sartén grande a fuego medio, aceite de oliva y añadimos las alcachofas, las freímos durante 3 minutos. Añadimos la cebolla picada fina, la panceta o banco y las avellanas y freímos durante 5 minutos. Añadimos el ajo `picado fino y, después de 1 minuto, añadimos el pimentón dulce y la harina. Removemos muy bien para que todos los ingredientes estén bien mezclados, sofreímos un par de minutos y veremos lentamente el vino blanco y el do de pescado con azafrán, removiendo para disolver los grumos de la roux fina que queremos formar.

Añadimos las almejas, salpimentamos al gusto y dejamos cocer a fuego lento unos 2 minutos, o hasta que las almejas se abran antes de terminar con un toque de cebollino y un buen chorro de aceite de oliva-

Servir caliente, en plato llano primero la guarnición con su salsa y encima la merluza a la plancha.

¡Buen provecho!

viernes, 13 de junio de 2025

TARTA DE ALMENDRAS Y MANZANAS

 

TARTA DE ALMENDRAS Y MANZANAS

Ingredientes

320 gr de harina (2 tazas)

120 gr de almendras en polvo (1 taza)

1 cucharadita de levadura en polvo

½ cucharadita de canela en polvo

Una pizca de sal

3 huevos

210 gr de azúcar (1 taza)

80 gr de mantequilla derretida (1/3 de taza)

180 ml de leche (3/4 de taza)

225 gr de pasta de almendras cortada en daditos

2 manzanas, peladas y cortadas en cuartos

60 ml de mermelada de manzana (1/4 de taza), (opcional)

 

Elaboración

Precalentamos el horno a 190º.

Forramos un molde desmoldable de 25 cm, con papel sulfurizado, y untamos el papel con mantequilla.

En un bol, mezclamos la harina de almendras, la levadura en polvo, la canela en polvo y la pizca de sal, mezclamos muy bien para integrar todos los ingredientes. Reservamos.

Con una batidora eléctrica o manual, en un bol, batimos los huevos con el azúcar, hasta que la mezcla blanquee y doble su volumen, en ese punto añadimos la mantequilla derretida y la batimos suavemente para integrarla con los huevos y el azúcar.

Incorporamos los ingredientes secos, alternando con la leche, poco a poco, una vez integrada la leche, añadimos la pasta de almendras, (o almendras trituradas) batimos suavemente hasta su incorporación total, y que forme una masa homogénea. Vertimos la mezcla en el molde preparado.

Cortamos cada cuarto de manzana en rodajas, sin llegar a cortarlas del todo, y las colocamos encima de la masa.

Metemos en el horno, y horneamos durante aproximadamente 1 hora o hasta que insertando un palillo en el centro del pastel este salga limpio.

Sacamos del horno, rebosamos las manzanas con la mermelada de manzana y volvemos a meterlas en el horno durante 5 minutos.

Sacamos del horno y dejamos atemperar, para desmoldar la tarta.

Servimos caliente o a temperatura ambiente.

¡Buen provecho!

jueves, 12 de junio de 2025

HAFSA AL RAKUNIYA

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HAFSA AL RAKUNIYA


Jamás fue tan quejumbroso
el amor que es verdadero,
porque confía y desecha
los apocados recelos.


HAFSA BINT AL HAYY AL RAKUNIYYA hija de un noble de origen bereber, nació en Granada, en 1135 y allí pasó su infancia y juventud en un contexto de intensa agitación política, que asistió a la caída del Imperio Almorávide y la instauración del Califato Almohade. Alabada y respetada por su cultura e ingenio, al igual que por su belleza. Estas cualidades le permitieron ocupar pronto un lugar destacado en la corte almorávide de Granada, donde desarrolló una intensa actividad literaria y educativa y alcanzó rápidamente la fama.

Se trata de la poetisa arábigo-andaluza de la que se conserva un mayor volumen de su producción poética. En total, han llegado hasta nosotros diecisiete poemas, de gran calidad literaria. Fue capaz de expresar sus sentimientos reales en un leguaje llano, espontáneo y con gran belleza.

Sería en el ambiente cortesano de Granada donde conocería al poeta granadino Abu Yafar ibn Said, del ilustre linaje de los Banu Said, con el que inició una pública relación amorosa hacia el año 1154. La situación se complicó en el año 1156, cuando llegó a Granada el gobernador almohade, el príncipe Abu Said Utman, hijo del Califa Abd Al Mumin, quien se enamoró de la poetisa. En un principio, Hafsa rechazó al gobernador, pero finalmente se convirtió en su amante, quizá cansada de las veleidades amorosas de Abu Yafar o por presiones del príncipe hacia ella o su familia.

En 1158 fue enviada a Rabat en misión diplomática con un grupo de poetas y nobles granadinos ante el califa Abd Al Mumin, quien, fascinado, le concedió el feudo de Al Rakuna, cerca de Granada, epónimo del que procede el nombre con el que fue conocida.

La doble historia de amor, con el poeta granadino Abu Yafar y con el gobernador almohade de la ciudad continuó inspirando, a su vez, ingeniosos cruces de poemas amorosos, donde se asoman románticas alusiones a los celos, el secreto de los encuentros y el temor. Abu Yafar que había sido amigo y secretario del príncipe, hizo a éste objeto de sus sátiras acabó participando en una rebelión política contra el gobernador, razón por la que éste lo mandó encarcelar y finalmente crucificar en el año 1163, en Málaga.

Hafsa, sabiéndose responsable, se retiró de la corte, guardó luto a riesgo de ser encarcelada y abandonó la actividad poética, centrándose desde entonces en la enseñanza. Vivió de este modo durante una parte importante de su vida, hasta que, hacia el año 1184, aceptó la invitación del califa Al Mansur y se dirigió a Marrakech para dirigir la educación de las princesas almohades. Allí permaneció hasta 1191, año de su muerte.

Hafsa es la poetisa arábigo-andaluza de la que se conserva un mayor volumen de su producción poética, gracias, sobre todo, al interés de sus biógrafos y de la familia Banu Said. En total, han llegado hasta nuestros días diecisiete poemas, de gran calidad literaria. Heredera de la tradición poética árabe, sin embargo, Hafsa, al contrario de lo que es habitual en ésta, es capaz de expresar, con gran belleza, sus sentimientos reales en un leguaje llano y espontáneo. La mayoría de sus versos son de tipo amoroso, dirigidos a Abu Yafar, aunque hay algunos satíricos y de elogio a Abu Said, alcanzando la cima de su inspiración en aquéllos en los que se lamenta de la prisión y muerte de su amante. Muestra de las mujeres independientes y cultas de la época de esplendor de al-Andalus, Hafsa fue muy respetada, a pesar de sus aparentes libertades, en su época y por los biógrafos posteriores, que la consideraron como una gran poetisa. Ibn Al Jatib dijo de ella: «Fue única en su tiempo por su belleza, elegancia, cultura literaria y mordacidad».

POEMA A A ABU YAFAR


Tú, que presumes de arder
en más encendido afecto,
sabe que me desagradan
tu billete y tus lamentos.
Jamás fue tan quejumbroso
el amor que es verdadero,
porque confía y desecha
los apocados recelos.
Contigo está la victoria:
no imagines vencimientos.
Siempre las nubes esconden
fecunda lluvia en el seno.
Y siempre ofrece la Palma
fresca sombra y blando lecho.
No te quejes; que harto sabes
la causa de mi silencio.

 

IBN ZAYDUN

 

IBN ZAYDUN

Ibn Zaydūn: Abū-l-Walīd Amad b. ‘Abd Allāh b. Gālib b. Zaydūn. Córdoba, 395 H./1003 C. – Sevilla, 1 de raŷab de 463 H./4.IV.1071 C. Político, intelectual y poeta andalusí.

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Biografía

Además de contarse entre los personajes más destacados de la época taifa, Abū-l-Walīd Aḥmad b. ‘Abd Allāh b. Aḥmad b. Gālib b. Zaydūn es considerado una de las máximas cumbres de la literatura andalusí. Si el período taifa representa la edad de oro de dicha literatura, Ibn Zaydūn ocupa un lugar destacado en ese momento de esplendor, siendo considerado el mejor poeta del siglo XI.

Su trayectoria vital resulta rica y variada, en gran medida debido a sus circunstancias personales y a la época que le tocó vivir, marcada por el desarrollo de la crisis del califato cordobés (fitna) y el surgimiento de los reinos de taifa. La categoría del personaje nos permite disponer de un cúmulo de información suficiente para trazar los rasgos esenciales de su evolución personal y profesional, tanto en el ámbito político como literario.

Ibn Zaydūn nació en Córdoba en el año 394/1003 en el seno de una familia acomodada de la aristocracia árabe, ya que los Banū Zaydūn pertenecían a la tribu de Majzūm. La familia tenía notables antecedentes de dedicación al ámbito de la actividad intelectual y las letras. Su padre, Abū Bakr ‘Abd Allāh b. Aḥmad b. Gālib b. Zaydūn, le legó una importante fortuna, pero murió cuando él tenía solo once años, pasando entonces a cargo de su abuelo, uno de los juristas más relevantes de Córdoba.

Dentro de su biografía es posible distinguir dos grandes facetas, la política y la literaria, si bien ambas se combinan de forma muy estrecha, ya que buena parte de su producción poética guarda relación con su actividad de gobierno y sus peripecias con la dinastía cordobesa de los Banū Ŷahwar, a la que sirvió durante una parte importante de su vida, y después con los abadíes de Sevilla. De esta forma, los sesenta y ocho años de su vida pueden dividirse en tres grandes etapas. La primera es la de su juventud, antes de su entrada en política, que coincide con la proclamación de los Banū Ŷahwar en el año 422/1031. La segunda abarca los diez años transcurridos al servicio de la citada dinastía (422-432/1031-1040), que finalizó de forma poco amistosa. Finalmente, la tercera y más larga etapa de su vida la pasó junto a al-Mu‘tamid b. ‘Abbād de Sevilla, a quien sirvió durante veinte años, hasta su muerte (441-463/1049-1071).

La actuación política de Ibn Zaydūn debe ser calificada de relevante, ya que ocupó posiciones de privilegio e intervino en importantes situaciones y acontecimientos ocurridos en su época. Se le atribuye un papel importante en la llegada al poder de los Banū Ŷahwar, ocurrida en el año 422/1031, que puso fin al período de la fitna y supuso la definitiva abolición del califato omeya en al-Andalus. En efecto, al poco tiempo fue nombrado visir por Abū-l-Ḥazm b. Ŷahwar, quien lo tomó como su secretario y le otorgó la dignidad de “el de los dos ministerios” (ḏū-l-wizāratayn). Esta pronta acreditación de confianza en Ibn Zaydūn indica que, probablemente, ya existía una relación entre ambos y que nuestro personaje hubo de colaborar de forma activa en la elevación del nuevo soberano. Sea de ello lo que fuere, Ibn Zaydūn quedó convertido, desde el primer momento, en la mano derecha de Ibn Ŷahwar, adquiriendo, de esta forma, un protagonismo político que, a la larga, habría de marcar su trayectoria.


Fue durante esta época cuando entabló su relación con la célebre Wallāda, que tanta influencia hubo de tener en su producción poética y en su propia vida, siendo uno de los hechos decisivos que marcarían su juventud. Wallāda era hija del califa omeya al-Mustakfī, quien solo ejerció el poder durante diecisiete meses, entre los años 414-416/1024-1025, siendo destronado y asesinado. Gracias al prestigio social inherente a su condición de miembro de la dinastía titular de los derechos califales y la fortuna que heredó de su padre, Wallāda adquirió un enorme protagonismo en el panorama intelectual y literario de Córdoba, de tal manera que su palacio se convirtió en lugar habitual de reunión frecuentado por los principales escritores y poetas de la época, siendo ella misma, también, poetisa. Ibn Zaydūn y Wallāda mantuvieron una relación amorosa que acabó en ruptura, al parecer debido a la proclividad del poeta hacia cierta esclava de la propia princesa. No obstante, Ibn Zaydūn mantuvo hasta el final el recuerdo de esta relación, según queda de manifiesto en sus poemas.

Pese a los sólidos lazos iniciales que unían a Ibn Zaydūn con el soberano cordobés, las relaciones entre ambos empeoraron, al punto que el que fuera mano derecha de Abū-l-Ḥazm fue encarcelado durante largo tiempo. Las causas que motivaron la ruptura entre ambos y la prisión de Ibn Zaydūn han sido debatidas.  Algunos la atribuyen a la presencia de la propia Wallāda, perteneciente al linaje omeya, que aún contaba con muchos partidarios en Córdoba: la relación del visir ŷahwarí con el entorno omeya no sería bien vista por parte del nuevo soberano y habría podido motivar su caída en desgracia. De hecho, algunos cronistas consideran que el encarcelamiento de Ibn Zaydūn fue debido a su conspiración a favor del omeya Hišām b. al-Ḥakam. Sin embargo, el delito que se le imputó al encarcelarlo no fue de índole política, sino de carácter privado, pues se le acusaba de haber usurpado la tierra de uno de sus libertos al morir. Algunas fuentes señalan, incluso, que Ibn Ŷahwar designó a propósito como cadí a ‘Abd Allāh b. Aḥmad b. al-Makwī con el único propósito de que emitiera la sentencia condenatoria de Ibn Zaydūn, ya que era un personaje ignorante que se plegaría a los deseos del soberano. Ello alimenta la idea de quienes opinan que la condena de Ibn Zaydūn fue debida a una venganza personal promovida por otro célebre miembro de la corte ŷahwarí, el visir Ibn ‘Abdūs, rico prohombre y rival de Ibn Zaydūn en la conquista de Wallāda, a quien ella se unió cuando rompió con el poeta, lo que motivó la sátira feroz de Ibn Zaydūn contra su rival, lo cual, con toda probabilidad, hubo de granjearle su enemistad.

Desde la cárcel, donde pasó más de un año, hasta quinientos días, Ibn Zaydūn trató en vano de recuperar el favor de Abū-l-Ḥazm b. Ŷahwar y con ello su posición. Para tal fin procuró ganarse su perdón mediante escritos laudatorios en los que expresaba su fidelidad al soberano y elogiaba su conducta y sus condiciones. Entre ellos sobresale la célebre Risāla ŷiddiyya, considerada una obra maestra de la prosa árabe por su elocuencia y el empleo de proverbios y refranes. La carta llegó a su destino pero no logró su objetivo, ya que Ibn Ŷahwar no dio su perdón al antiguo visir.

Viendo que sus súplicas no iban a dar ningún resultado y ante la imposibilidad de ser excarcelado por la vía legal, Ibn Zaydūn optó por fugarse, escondiéndose en uno de los arrabales de Córdoba. Trató entonces, de recuperar a Wallāda, ya unida a Ibn ‘Abdūs, enviándole la famosa casida en la que llora su ausencia y le suplica poder visitarla, composición que ha sido considerada el más bello poema de amor andalusí y uno de los más célebres de toda la literatura árabe. Pero ni siquiera con su hermosa poesía pudo Ibn Zaydūn recuperar a su amada. Sin embargo, sí pudo recuperar su posición y ser rehabilitado a la muerte de Abū-l-Ḥazm, ya que su hijo y sucesor, Abū-l-Walīd, había sido su valedor durante la época de encarcelamiento.

Sin embargo, la posición de Ibn Zaydūn en la corte ŷawharí se vio pronto comprometida, significando el final de su relación con la dinastía cordobesa. La ruptura se produjo con motivo de un viaje a Málaga, donde el visir-poeta entabló relación con el soberano local, Idrīs al-Ḥammūdī, cultivando su amistad y permaneciendo junto a él largo tiempo. Los ḥammūdíes aspiraban al califato y a la reunificación de al-Andalus y de ahí que se despertasen las sospechas del soberano ŷahwarí.

Se inicia entonces la última etapa de su vida, que transcurre al servicio de los abadíes de Sevilla. Los motivos de su abandono de la dinastía ŷahwarí y de su marcha a Sevilla han sido también debatidos, habiéndose atribuido a diversos factores. Entre ellos pudo incidir el temor a volver a perder el favor del soberano cordobés, sobre todo tras su estancia en Málaga, aunque también pudo ser una maniobra para intentar lograr junto a los abadíes la ansiada reunificación de al-Andalus, al ser los soberanos de Sevilla los más fuertes de la época y los únicos, por lo tanto, que podrían estar en disposición de llevarla a cabo. Sea de ello lo que fuere, Ibn Zaydūn fue muy bien acogido por al-Mu‘taḍid, junto a quien ocupó los más altos cargos. A la muerte del soberano abadí en 461/1069, junto al que permaneció veinte años, Ibn Zaydūn fue acusado por otros cortesanos sevillanos, que deseaban librarse de su influencia, pero al-Mu‘tamid lo mantuvo en su puesto y siguió desempeñando un papel político de primer nivel.

El destino le deparó volver a Córdoba de mano de los abadíes poco antes de su muerte. En efecto, en el año 471/1078, al-Mu‘tamid logró apoderarse de Córdoba y el poeta-visir fue enviado a la antigua capital califal para hacer de mediador y encargarse de los asuntos. Estando en esta tesitura se produjo su muerte, que, sin embargo, acaeció en Sevilla. En efecto, en el año 462/1069, hubo un tumulto antijudío en Sevilla y el soberano abadí formó una comisión de notables para averiguar lo sucedido. Uno de ellos era Ibn Zaydūn, que salió e Córdoba estando ya enfermo, falleciendo al poco tiempo de llegar, el 1 de raŷab de 463/4 de abril de 1071, según la fecha que da en su biografía el autor oriental Ibn Jallikān. Su hijo, Abū Bakr, continuó al servicio de los abadíes hasta ser ejecutado, años más tarde, por los almorávides.

Junto a su faceta política, es preciso destacar su enorme talento como literato y como poeta, que se comenzó a gestar a partir de su propia juventud, gracias a la notable formación recibida. Hasta los once años se educó con su padre así como con otros maestros, entre ellos algunos tan importantes como el célebre poeta Ibn al-Labbāna, uno de los más destacados de la época, y Abū-l-‘Abbās b. Ṭakwān. Esta esmerada educación le permitió adquirir conocimientos en los más diversos campos, entre ellos exégesis canónica, tradición profética, filosofía, lengua, lexicografía y literatura.

Sin duda, Ibn Zaydūn ha trascendido, sobre todo, como poeta, si bien su prosa es también de una gran calidad. Dentro de su obra poética deben distinguirse los temas cortesanos y amorosos. Durante la época taifa, la poesía desempeñó un importante papel político, como instrumento de propaganda y de promoción del culto al gobernante. De esta forma y como casi todos los autores de la época taifa, Ibn Zaydūn se entregó de manera abierta a esta poesía cortesana, dedicada al elogio personal de los soberanos y a la alabanza de su gobierno. Nuestro personaje cultivó ampliamente este género, tanto respecto a los ŷahwaríes como para los abadíes. Son célebres, asimismo, sus poemas de amor, inspirados en la figura de Wallāda, cuyo recuerdo lo acompañó hasta el final, pues incluso en su edad madura continuó escribiendo composiciones. Junto a los mencionados, Ibn Zaydūn desarrolló otros géneros, tales como los panegíricos de los grandes personajes a los que trató, las violentas sátiras contra sus enemigos y los poemas de autoelogio en los que se vanagloria de su exquisito refinamiento, su elevada cultura y su sagaz inteligencia. Su poesía es de lenguaje sencillo y resulta fácil de entender, habiendo sido considerado como un poeta neoclásico, influido, sobre todo, por al-Mutanabbī.

Aparte de su dīwān poético, Ibn Zaydūn fue autor, como prosista, de una serie de epístolas u opúsculos, de las que las más célebres son la Risāla hazliyya, en la que desfogó su ira poniendo en boca de Wallāda una sátira de Ibn ‘Abdūs, y la llamada Risāla ŷiddiyya, dirigida a Abū-l-Ḥazm b. Ŷahwar desde la prisión, epístola redactada en momentos de desgracia y caracterizada por su tono grave y su densidad, plagada de citas eruditas. Entre su producción también cabe citar otra clase de obras no conservadas, por ejemplo de índole histórica, como El libro de la aclaración sobre los califas omeyas de al-Andalus, que compuso, al parecer, a imitación de una obra similar escrita por el autor oriental al-Mas‘ūdī.

Bibliografía

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Autor/es

Alejandro García Sanjuán