Mostrando entradas con la etiqueta Historia de al-ándalus. Personajes ilustres. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Historia de al-ándalus. Personajes ilustres. Mostrar todas las entradas

viernes, 23 de junio de 2023

ABDULADÍN - ADULADÍN

 

ABDULADÍN, ADULADÍN


Familia de aristócratas árabes. Los hermanos Alí (yerno de Abenamar) y Mohamed Aduladín, siendo uno alcaide y el otro alguacil de los Vélez, acogieron a Boabdil en Vélez Blanco, rindiéndole homenaje (1485) y ayudándole a introducirlo en el Albaicín, donde estalló el levantamiento en apoyo de Boabdil (1486).

El 17-VI-1488 pactaron con los Reyes Católicos la entrega de Vélez Blanco y Vélez Rubio, comprometiéndose a convencer a sus familiares, los mandatarios de Huéscar, Orce, Galera y Benamaurel, para que también entregaran sus fortalezas. Recibieron a cambio remuneraciones en dinero, cereal, paños y, como merced, la villa de Castilleja y el cortijo de Cortes de Baza. Mohamed Abduladín fue nombrado alguacil mayor de los Vélez, sierra de los Filabres, río de Almanzora y hoya de Baza; su hermano Alí, alcadí mayor de los mismos lugares para entender en los pleitos entre los mudéjares.

Intervinieron en apoyo de los Reyes Católicos durante la rebelión de gran parte del Reino de Granada (1499/1500), acompañó Mohamed Aduladín al condestable de Navarra y murió en el asedio de Laujar. Alí vivía desde hacía años en Granada y fue asesinado por los mudéjares sublevados (1500). Mahomad Abduladín tenía dos hijos que, bautizados, tomaron los nombres de Fernando y Garcilaso. Alí, casado con Aldonça, viuda de Alhache Abenziete, y con Isabel, tenía tres hijos ya con nombres cristianos: Isabel, Rodrigo y Juan. Las viudas y los hijos fueron recompensados con rentas vitalicias por los Reyes Católicos. El 26-II-1501 el alguacil Hamete Abduladín firmó la capitulación de los mudéjares de Vélez Blanco, tomando como nombre cristiano el del señor territorial: Luis de Beaumont. En 1513 y 1527 Juan Aduladín era alcalde de Vélez Blanco; en 1514 lo era Hernando Aduladín y, en 1515, Rodrigo Aduladín, siendo Luis Aduladín alguacil mayor (1515).

El último descendiente residente en Vélez Blanco fue Luis Aduladín. El bautizo de su hijo Juan (1552) lo ofició el vicario Juan Chacón, siendo los padrinos los regidores Ginés Guillén y Martín Valera. Expulsado con los demás moriscos, primero, a Albacete, y, luego, a Huete. Denunciado a la Inquisición por un asunto amoroso durante su vida en Vélez Blanco, fue procesado y condenado a penitencia pública, azotes y destierro. Otro Aduladín Mendoza aparece como vecino de Murcia. Una alianza matrimonial se detecta por los enlaces de un tal Juan Abduladín, el menor, con Catalina Laujete; y de Hernando Abduladín con Juana Laujete, ambos en 1550.



Roth Dietmar

GRIMA CERVANTES, Juan Antonio (1987)
TAPIA GARRIDO, José Ángel (1986)



INSTITUTO DE ESTUDIOS ALMERIENSES

 

lunes, 13 de marzo de 2023

IBN HAZM

 

IBN HAZM


Ibn Ḥazm: Abū Muḥammad ‘Alī b. Aḥmad b. Sa‘īd. Abenhazam de Córdoba. Córdoba, 994 – Montija (Huelva), 1064. Filósofo, historiador de la teología y del derecho, escritor.

Hijo de un alto funcionario de la Corte omeya cordobesa, fue visir del breve reinado del califa ‘Abd al-Ramḥān V al-Mustazḥir. Pero tras la caída del califato y las consiguientes luchas por el poder, dado que fue un convencido y tenaz defensor de los omeyas y de la institución califal, fue encarcelado y luego expulsado de Córdoba, huyendo a Almería y a Játiva, donde escribió en 1022 El Collar de la Paloma. Al final, cansado de las luchas políticas y de su polémica defensa del ẓāhirismo (una de las cinco escuelas jurídicas del islam), se retiró a su casa en Montija, Huelva, donde murió.

Fue un hombre de saber enciclopédico y su fuente principal en filosofía es el neoplatonismo y la lógica aristotélica. Conocía muy bien las ciencias, la teología y el derecho de su tiempo y el alto nivel que lograron en al-Andalus.

Sin llegar a la concordancia entre filosofía y religión de otros autores, defiende el valor de la ciencia y la razón como preparación para la fe, puesto que por medio de la filosofía se puede llegar a demostrar la existencia de un solo Dios, que es Creador y que es Perfecto. El resto de las verdades respecto a Dios nos las da la revelación.

Por este motivo, pone un especial cuidado en hacer una clara clasificación de las ciencias, enfocadas de modo práctico para el hombre religioso. Omite por ello la economía, por encontrarla contraria al espíritu del islam, la política por incluirla en la teología y la moral porque es una parte de la medicina del alma. De este modo, las ciencias se dividen en: Saberes particulares de cada pueblo: Teología (Sagrada Escritura, Derecho, Ciencia de las Tradiciones, Teología), Historia, Filología (Gramática, Lexicografía); Saberes generales de todos los hombres: Matemáticas (Aritmética, Geometría, Agrimensura), Medicina (del alma o ética y del cuerpo), Astronomía, Filosofía, la cual, a su vez, se divide en Física (Mineralogía, Botánica, Zoología) y Racional (Natural-Física, Divina-Metafísica); Ciencias mixtas: Poética (Crítica literaria, Preceptiva), Retórica, Interpretación de sueños.

La magna obra titulada Kitāb al-fiṣal wa-l-nihāl (Libro de las soluciones divinas [acerca de las religiones, sectas y escuelas]), traducida por Asín Palacios en cinco volúmenes en 1927-1932 con el título de Abenhazam de Córdoba y su Historia Crítica de las ideas religiosas, es, sin duda, el primer tratado de historia comparada de las religiones escrito en idioma alguno. En ella demuestra sus amplios conocimientos de todas las religiones, que analiza y compara, expone las distintas actitudes religiosas que puede tener el hombre, desde el escéptico y el ateo hasta el teólogo más estricto, pasando por el simple creyente. Por supuesto, da especial importancia a las religiones del libro (judaísmo, cristianismo), que han recibido una especial revelación de Dios que culmina en el islam.

Mención especial merece su obra Ţawq al-ḥamāma (El collar de la paloma). Ibn Ḥazm se adhiere a la corriente literaria y estética de los Banū ‘Ura o “Hijos de la Virginidad”, de Bagdad a la cual se unieron diversos literatos aristócratas de Córdoba capitaneados primero por Ibn Šuhayd y luego por el propio Ibn Ḥazm. Se trataba de una forma de concebir la belleza, el amor, la literatura de una manera sumamente exquisita, en la que mezclaban Platón, neoplatonismo y estoicismo. Ibn Ḥazm parte de la base, siguiendo a Platón interpretado por Ibn Dawūd, en su Kitāb al-zahra (Libro de la flor), de que las almas están predispuestas antes del nacimiento a unirse como si fueran medias esferas. Luego, al encontrarse en este mundo y partiendo del principio de que el alma es bella y busca la belleza, al percibir la belleza interior de esas medias esferas a través de la belleza corporal, surge el amor. Un amor que si es verdadero es eterno. El amor que se queda en la belleza puramente física es el amor carnal, que no tiene para él ningún valor. El libro es de una exquisitez ejemplar y puede ponerse al lado de los libros sobre el fenómeno amoroso más importantes de la literatura y compararse al dolce stil nuovo italiano. Hay que subrayar, asimismo, la influencia que tuvo en diversos autores como el arcipreste de Hita y su Libro del buen amor, así como en la Gaya Ciencia de Guillermo IX de Aquitania y en el mundo de los trovadores.

Otra obra a destacar de Ibn Ḥazm es Kitāb al-ajlāq wa-l-siyar (Libro de los caracteres y la conducta). En él expone las normas de conducta y del buen hacer moral, muy impregnado de estoicismo y de moral platónica e islámica, y vuelve al tema del amor, haciendo matizaciones de una gran sutileza psicológica.

Un tema abordado por Ibn Ḥazm es el del origen del lenguaje. Según él, hay cuatro teorías que lo explican. Una, que fue creado por Dios, según se dice en el Corán, tomándolo también del Génesis, II, 19-20. Segunda, por convención humana, lo cual tiene la dificultad de que no se explica cuándo se produjo la convención y cómo sería la situación de los hombres antes de inventar el lenguaje, ya que sin éste no es posible la existencia y coexistencia humanas. Tercera, por instinto natural, teoría que se contradice por la multiplicidad de las lenguas. Cuarta, por las condiciones geográficas, algo imposible pues lugares similares darían lenguas similares, lo cual no es verdad. En consecuencia, Ibn Ḥazm suscribe la primera teoría, la de que Dios enseñó la primera lengua hablada. Lo que no se sabe es cuál sería esta lengua. Dios enseñó la primera lengua a Adán y luego se fue diferenciando con el tiempo y según las gentes. No hay una lengua superior a otra ni más sagrada que otra, pues Dios se ha ido revelando en la Biblia, Evangelio y Corán en distintas lenguas. Lo único que dice Ibn Ḥazm es que el árabe, el siríaco y el hebreo proceden de un tronco común, del cual se separaron por diferenciación progresiva. Esta tesis la apoya en sus observaciones sobre el árabe andalusí, pues éste era distinto en el Valle de los Pedroches y en Córdoba, los cuales, a su vez, son distintos del norteafricano y del árabe oriental.

El historiador al-Marrākušī, (siglos XII-XIII), ciento cincuenta años después, en su Historia de los almohades, le llama “el más célebre de todos los sabios de al-Andalus”. Y de hecho, su influencia fue profunda tanto en el mundo musulmán (por ejemplo en al-Gazzālī) como en el cristiano.

Obras de ~: Kitāb al-fiṣal wa-l-nihāl (Libro de las soluciones divinas [acerca de las religiones, sectas y escuelas]), El Cairo, al-maktaba al-adabīya, 1899-1900, 5 ts. (trad. esp. de M. Asín Palacios, Abenhazam de Córdoba y su Historia crítica de las ideas religiosas, Madrid, Real Academia de la Historia, 1931, 5 vols.); Ţawq al-ḥamāma (El collar de la paloma), ed. de D. K. Petrof, Leiden, Brill, 1914, (trad. esp. de E. García Gómez, Madrid, Alianza, 1952); Kitāb al-ajlāq wa-l-siyar (Libro de los caracteres y la conducta), ed. de ‘I. ‘Abbās, Rasā’il Ibn Ḥazm al-Andalusī, vol. I, Beirut, 1980, págs. 333-415 (trad. esp. de M. Asín Palacios, Madrid, Centro de Estudios Históricos, 1916); Kitāb al-ihkām li-uṣūl al-aḥkām (Libro de los principios de los fundamentos jurídicos), ed. de ‘I. ‘Abbās, Beirut, Dār al-Afāq al-Ŷadīda, 1980, 8 vols.; Risāla fī faḍl al-Andalus (Tratado sobre la excelencia de al-Andalus [con mención de sus sabios]), en ‘I. ‘Abbās (ed.), Rasā’il Ibn Ḥazm al-Andalusī, vol. II, op. cit., págs. 171-188 [trad. fr. de Ch. Pellat, “Ibn azm, bibliographe et apologiste de l’Espagne musulmane”, en Al-Andalus, Madrid, 19 (1954), págs. 53-102]; Faṣl fī ma‘rufāt al-nafs bi gayrihā wa ŷahalhā bi-dātihā (Artículo acerca del conocimiento que tiene el alma de las cosas diferentes de ella y de la ignorancia que tiene de sí misma), en ‘I. ‘Abbās (ed.), Rasā’il Ibn Ḥazm al-Andalusī, vol. I, op. cit. págs. 443-446 [trad. esp. de J. Lomba, en Revista del Instituto Egipcio de Estudios Islámicos de Madrid, XXIX (1997), págs. 139-161]; Risāla al-tawqī ‘alà sāri‘ al-naŷāḥ bi bi-ijtiṣār al-ṭarīq (Tratado sobre la puesta al corriente sobre la senda de la salvación abreviando el camino), en ‘I. ‘Abbās (ed.), Rasā’il Ibn Ḥazm al-Andalusī, vol. III, op. cit., págs. 131-140; Risāla fī alam al-mawt wa-ibṭāli-hi (Tratado sobre el dolor de la muerte e invalidación de esta idea), en ‘I. ‘Abbās (ed.), Rasā’il Ibn Ḥazm al-Andalusī, vol. IV, op. cit., págs. 359-360; Kitāb fī marātib al-‘ulūm (Libro sobre la clasificación de las ciencias), ed. de A. Šahwān, Dayr al-Zūr, 1999; [reseña de sus 142 obras conocidas], en Enciclopedia de la cultura andalusí, t. III, Almería, Fundación Ibn Tufayl, 2004, págs. 403-442.


Bibl.: M. Asín Palacios, “La théologie dogmatique d’Abenhazam de Cordoue”, en Revue des Sciences Philosophiques et Théologiques (París), 19 (1930), págs. 51-62; Ch. Pellat, “Ibn azm bibliographe et apologiste”, en Al‑Andulus, 19 (1954), págs. 53‑102; R. Arnaldez, Grammaire et théologie chez Ibn Ḥazm de Cordoue, Paris, Vrin, 1956; M. Cruz Hernández, “La justificación de la monarquía según Ibn Ḥazm de Córdoba”, en Boletín del Seminario de Derecho Político (Salamanca), 1959; M. Cruz Hernández, “El neoplatonismo de Ibn Ḥazm de Córdoba”, en Miscelánea de Estudios Árabes y Hebraicos (MEAH) (Granada), 10 (1962), págs. 121-128; J. Lomba, “La beauté objective chez Ibn Ḥazm”, en Cahiers de civilisation Médiévale (Poitiers), 7 (1964), págs. 1-18 y 161-178; S. Gómez Nogales, “Teoría y clasificación de las ciencias según Ibn Ḥazm”, en Miscelánea de estudios árabes y hebraicos, Granada, págs. 14-15 (1965-1966), págs. 49-73; J. Lomba, “Ibn Ḥazm o el misterio de la belleza”, y D. Urvoy, “La perception imaginative chez Ibn Ḥazm”, en MEAH, 38 (1989-1990), págs. 117-139 y 359-366, respect.; J. M. Puerta Vilchez, Historia del pensamiento estético árabe, Madrid, Akal, 1997, págs. 474-548; R. Ramón Guerrero, “La lógica en Córdoba. El libro Al-Taqrīb li-ḥadd al-manṭiq de Ibn Ḥazm”, en Revista del Instituto Egipcio de Estudios Islámicos (Madrid), 29 (1997), págs. 163-180; J. Lomba, “Belleza y amor en el pensamiento de Ibn Ḥazm”, en Filosofía medieval árabe en España, Madrid, Fundación Fernando Rielo, 2000, págs. 43-68; J. M. Puerta Vilchez y R. Ramón Guerrero, “Ibn Ḥazm, Abū Muḥammad”, en Enciclopedia de la cultura andalusí, t. III, op. cit., págs. 392-443; C. Adang, M. Fierro y S. Schmidtke (eds.), Ibn Ḥazm of Cordoba: the life and works of a controversial thinker, Leiden, Brill, 2013.


Joaquín Lomba Fuentes

 

domingo, 27 de noviembre de 2022

IBN QUZMAN AL ASGAR

 

IBN QUZMAN AL-ASGAR.




IBN QUZMAN AL-ASGAR: Abū Bakr Muhammad b. ‘Īsà b. ‘Abd al-Malik b. ‘Īsà, al-ZuhrĪ al-ZaŶŶal. Córdoba, 479 H. / 1086 C. – 29 ramadán del año 555 H. / 2.XI.1160 C. Poeta y autor de céjeles de reconocida fama dentro y fuera de al-Andalus.

Procedente de una familia destacada de Córdoba, los Banū Quzmān, se le ha confundido con su tío paterno Abū Bakr Muhammad al- Akbar, el Mayor, en las fuentes así como en modernos estudios, por lo que a nuestro autor se le conoce como al-Asgar, el Menor. También su nisba o gentilicio al-ZuhrĪ ha sido considerado de rancio abolengo árabe y, sin embargo, el alto grado de mestizaje y la costumbre de falsificación de genealogías tan corriente en al-Andalus hacen que esta afirmación no pueda ser tenida en cuenta. Su biografía sólo puede ser extraída de la pintura que hace de él mismo en su colección de céjeles, pero en ellos los datos son contradictorios.

Conocía los autores occidentales y orientales y la versificación y métrica clásicas, en las que no despuntó, por lo que se dedicó al género cejelesco, más popular y en lengua romance. En su producción se adivinan variantes romances al uso en la Córdoba del siglo XII. Como era costumbre entre los poetas, su vida itinerante transcurre de una ciudad a otra de al-Andalus, llegando incluso a Fez en busca de mecenas a quien dirigir sus panegíricos. En sus composiciones se caricaturiza a sí mismo según la intención burlesca y satírica del género, pintándose como un bohemio, disoluto y sodomita. Son blanco de sus improperios mujeres y alfaquíes, al estilo de la moda de la época. Al final de su vida se arrepiente y muere como hombre de religión pero no se ha señalado que puede tratarse de otro cliché poético requerido por la imagen que se esperaba de él.

Su  colección de poesías (dĪwān) se conserva en el Museo Asiático de San Petersburgo (n.º 136), con el título Isābat al-agrād fi dikr al-a‘rād y contiene 149 céjeles a los que han añadido los modernos editores cuarenta y dos nuevos fragmentos. Hay que mencionar la primera edición crítica de García Gómez, en 1972, Todo Ben Quzman, y la de Federico Corriente en 1980 que incluye innovaciones en el campo de la dialectología andalusí aclarando pasajes hasta entonces mal entendidos. La principal y polémica diferencia protagonizada por ambos críticos es la posible procedencia de la métrica del céjel. Mientras García Gómez apuesta por los principios acentuales de la métrica hispana, Corriente defiende la proveniencia de la métrica árabe modificada.

Al igual que la moaxaja (muwassaha), versión en árabe clásico del céjel, éste suele tener una extensión de cinco o seis estrofas aunque pueden ser más extensos. La estructura seguida es común a la qasĪda —poema árabe clásico por excelencia—: una primera parte que canta a los placeres de la vida y enlaza con más o menos efectividad con la segunda parte o loa al destinatario del poema. Descripciones vivas y escenas cotidianas son pintadas con rapidez e ironía, introduciendo aspectos escabrosos y hasta obscenos. La jarcha (jarŶa) es el verso de salida del céjel —que coincide también en la moaxaja— y suele ser un proverbio o dicho, incluso puede ser un verso de una composición famosa.

Algunas composiciones clásicas y un par de piezas de prosa rimada completan la obra de este autor. En el prólogo de su poemario (dĪwān) defendió el uso de la métrica y lengua romance en los céjeles. Algunos de los mecenas a los que sirvió son mencionados, entre ellos el cadí o juez de la mezquita aljama cordobesa o el padre del famoso médico Avenzoar.

Obras de ~: Todo Ben Quzman, ed. de E. García Gómez, Madrid, Gredos, 1972, 3 vols.; El Cancionero hispanoárabe (de Ibn Quzman), ed. de F. Corriente, Madrid, Editora Nacional, 1984 (corr. y aum. con el tít. Cancionero Andalusí, Madrid, Hiperión, 1989 y 1996); Isabāt al-agrād fi dikr al-a‘rād, s. f. (en Museo Asiático de San Petersburgo, n.º 136).

Bibl.: W. Hoenerbach, “Neues über Ibn Quzman”, en Zeitschrift der Deutschen Morgenländischen Gesellschaft, XXIV (1945-1949), pág. 204; H. Ritter, “Neue Materialen zum Zagal, I, Ibn Quzman”, en Oriens, 3 (1950-1952), págs. 266-315; al-SafadI, al-Wafi bi-l-wafayat, vol. IV, Wiesbaden, Varios editores, 1962-, págs. 300-302 (n.º 1838); E. García Gómez, “La jarcha en Ben Quzman”, en Al-Andalus, XXVIII/1 (1963), págs. 1-60; T. Gorton, “The metre of Ibn Quzman: a ‘Clasical’ Approach”, en Journal of Arabic Literature, VI (1975), págs. 1-29; F. Corriente, Gramática, métrica y texto del Cancionero de Abén Quzmán […], Madrid, Instituto Hispano-Árabe de Cultura, 1980; F. Corriente, “The metres of the muwassah, an Andalusian adaptation of ‘arud”, en Journal of Arabic Literature, XIII (1982), págs. 76-82; F. Corriente, “Again on the metrical system of muwassah and zajal”, en Journal of Arabic Literature, XVII (1986), págs. 34-49; Ibn al-AbbAr al-QudA‘I, Tuhfat al-qadim, ed. de Ihsan ‘Abbas, Beirut, Dar al-Garb al-Islami, 1986, págs. 56-58 (n.º 25); F. Corriente, Léxico estándar y andalusí del Diwan de Ibn Quzman, Zaragoza, Universidad, 1993; Ibn Sa‘Id, al-Mugrib fi hulà l-Magrib, ed. de Sawqi Dayf, El Cairo, Dar al-Ma‘arif, 1953-5, 2 vols. [ed. de Jalil al-Mansur, Beirut, Dar al-Kutub al-‘Ilmiyya,1997, vol. I, págs. 100-101 (n.º 34)]; F. Corriente, Poesía dialectal árabe y romance en Alandalús, Madrid, Gredos, 1998; M. Sleiman, A poesia Árabe-andaluza. Ibn Quzman de Córdova, Sao Paulo, Perspectiva, 2000; I. Ferrando, “Ibn Quzman al-Asgar, Abu Bakr”, en J. Lirola Delgado y J. M. Puerta Vílchez (eds.), Biblioteca de Al-Andalus, vol. IV, Almería, Fundación Ibn Tufayl de Estudios Árabes, 2009, págs. 416-424, n.º 970 (Enciclopedia de la Cultura Andalusí).

Esther Fernández Medina

 

UMM AL SA'D BINT ·ISAM AL-HIMYARI.

 

Umm al-Sa’d (o Sa’dūna) bint ‘Iṣām al-Ḥimyarī.



Umm al-Sa’d (o Sa’dūna) bint ‘Iṣām al-Ḥimyarī. Cordoba ?- Málaga h. 640/1242. Poetisa árabe de al-Andalus.

Umm al-Sa’d bint ‘Iṣām nació en el seno de una familia cordobesa de hombres de letras. Su padre, ‘Iṣām b. Aḥmad b. Muḥammad b. Ibrāhīm b. Yaḥyà al-Himyarī (m. en Córdoba en 631/1234), y su abuelo eran expertos en lengua, lexicografía y literatura (adab), y tuvieron a su cargo el sermón de los viernes en la mezquita mayor de Córdoba durante bastantes años (Ḏayl, V, 147-8). También la familia materna de Umm al-Sa’d pertenecía a ese mundo de hombres de letras: su abuelo materno, Hišām b. ‘Abd Allāh b. Hišām al-Azdī (m. después de 603/1206), había sido el encargado de la oración y del sermón de los viernes en los últimos años de su vida; y sus tíos maternos, Abū Yaḥyà Abū Bakr y Abū l-Qāsim ‘Āmir (m. Córdoba, 623/1226), son recordados como poetas y prosistas (Mugrib, I, 74-77; Qidḥ, 80-93; Ḏayl, V, 106-110; Nafḥ, I, 542-544).

Tanto Umm al-Sa’d como su hermana Muhŷa debieron su educación a sus parientes masculinos, y se dice que transmitieron los poemas de todos ellos. De Muhŷa, muerta en Córdoba, en 617 o 618/1220-1221, varios años antes que Umm al-Sa’d, también se dice que fue poetisa, pero no se ha conservado ningún poema a su nombre.

Umm al-Sa’d murió en Málaga alrededor de 640/1242, adonde se había trasladado la familia, probablemente tras la conquista de Córdoba en 635/1236.

 

Obras de ~: Solo se ha conservado un poema de Umm al-Sa’d (Sa’dūna), donde describe la emoción producida al contemplar una imagen de las sandalias del Profeta, un tema que debía de estar consolidándose en esa época. En él completaba los versos de un un poeta granadino, cuyo nombre no se menciona. Los transmisores del poema señalan que lo han podido leer en el texto autógrafo de la poetisa. Es posible que en Umm al-Sa’d influyera su padre, un hombre serio, apartado de intereses mundanos, o su tío Abū l-Qāsim ‘Āmir, que, quizá al final de su vida —previamente se le suele asociar con anécdotas burlescas o libertinas—, se había dedicado al ascetismo y la vida piadosa. El poema de Umm al-Sa’d es el único poema de una mujer conservado en al-Andalus que aborda un tema religioso. Al-Maqqarī recoge otros dos versos, muy críticos con las relaciones familiares, que un tradicionista y hombre de letras cordobés de mediados del VII/XIII, Abū Muḥammad b. Hārūn, atribuye a su abuela Sa’dūna, porque cree que es esta misma poetisa, Umm al-Sa’d o Sa’dūna. Pero recuerda que son obra de un autor oriental, Ibn al-’Amīd (m. 360/970); efectivamente, están recogidos en la Yatīmat al-dahr de al-Ṯa’ālabī (m. 961/1038), una antología de la literatura árabe del siglo IV/X, que tuvo un extraordinario éxito en al-Andalus. Por su formación literaria, Sa’dūna estaba en condiciones de aplicar a una situación dada los versos compuestos por otro poeta sin que su crítica pareciera demasiado directa.

 

Bibl.: Ibn Jalīl, Ijtiṣār al-Qidḥ al-mu’allà fī l-ta’rīj al-muḥallà li-Ibn Sa’īd, ed. Ibrāhīm al-Abyārī, revisión de Ṭāhā Ḥusayn, El Cairo, al-Hay’a al-’Āmma li-Šu’ūn al-Maṭābi’ al-Amīriyya, 1959; al-Maqqarī, Nafḥ al-ṭīb, ed. de Iḥsān ‘Abbās, Beirut, Dār Ṣādir, 1388/196, IV, págs. 166-167; Ibn ‘Abd al-Malik al-Marrākušī, Al-Ḏayl wa-l-takmila li-kitābay al-Mawṣūl wa-l-Ṣila, vol. V, ed. Iḥsān ‘Abbās, Beirut, 1965; al-Suyūṭī, Nuzhat al-ŷulasā’ fī aš’ār al-nisā’, ed. de Ṣalāḥ al-Dīn al-Munaŷŷid, Beirut, Dār al-Kitāb al-Ŷadīd, 1978, pág. 23, nº 4; Ibn ‘Abd al-Malik al-Marrākušī, Al-Ḏayl wa-l-takmila li-kitābay al-Mawṣūl wa-l-Ṣila, vol. VIII (2 partes), ed. de Ibn Šarīfa, Rabat, 1984, pag. 481-482, nº 242; T. Garulo, Dīwān de las poetisas de al-Andalus, Madrid, Poesía Hiperión 1986, pág. 135-137; Poesía fenenina hispano-árabe, ed., introd. y notas de Mª J. Rubiera Mata, Madrid, Castalia, 1990, pág. 153-156; Ibn al-Abbār, al-Takmila li kitāb al-Ṣila, ed. de ‘Abd al-Salām al-Harrās, Beirut, Dār al-Fikr, 1415/1995, IV, pág. 264-5, nº 736; IV, 264: nº 733 (Muhŷa); al-Ṣafadī, Wāfī bi-l-wafayāt, ed. de Aḥmad al-Arnā’ūṭ´y Turkī Muṣṭafà, Beirut, Dār Iḥyā’ al-Turāṯ al-’Arabī, 1420/2000, XVI, pág. 339-340, nº 5873; Ibn Sa’īd al-Magribī (610/1213-685/1286), Al-Mugrib fī ḥulà al-Magrib, ed. Šawqī Ḍayf, El Cairo, Dār al-Ma’ārif, s.f.

 

Teresa Garulo

 

viernes, 18 de noviembre de 2022

SANCHUELO

 


SANCHUELO

Biografía

Sanchuelo: Abū-l-Muṭarrif ‘Abd al-Raḥmān b. Muḥammad (Almanzor) b. ‘Abd Allāh b. Abī ‘Āmir, Nāṣir al-Dawla, al-Ma’mun, apodado Šanŷūl (Sanchol o Sanchuelo). Al-Madīna al-Zāhira, c. 374/984 – cercanías de Córdoba el 3 de raŷab de 399/3.III.1009. Visir, chambelán (ḥāŷib) y presunto heredero del califa Hišām II b. al-Mu’ayyad.

‘Abd al-Raḥmān b. Muhammad b. Abī ‘Āmir, hijo de Almanzor y de una princesa cristiana, hija del rey de Pamplona, Sancho Garcés II Abarca, que convertida al islam llamóse ‘Abda. Fue ésta quien llamó a su hijo Sanchuelo en recuerdo de su padre y por lo mucho que se le parecía. Este tercer chambelán amirí, tras su padre Almanzor y su hermano mayor al-Muẓaffar, se arrogó el poder en Córdoba a la muerte de este último, que según algunas fuentes murió en circunstancias sospechosas, llegando a decir que fue envenenado por su hermano menor, Sanchuelo.

Cuando se hizo con el poder no pasaba de los veinticinco años y estaba mediocremente dotado, era vanidoso y llevaba una vida desordenada. Sin el menor sentido de las realidades políticas cometería error tras error, hasta alienarse la opinión pública. Según al-Bayān al-Mugrib, el Califa le dio el pésame por su hermano y le otorgó la investidura de autoridad soberana y le confió el oficio y las funciones de ḥāŷib. Sanchuelo enseguida celebró una recepción general en la cual las distintas categorías sociales de la capital del califato le prestaron juramento de fidelidad, después de haber recibido de Hišām II los sobrenombres honoríficos de al-Nāṣir al-Dawla (Defensor de la dinastía) que precedía a aquel otro de al-Ma’mūn (El fidedigno) conferido para la ocasión; de manera que se haría llamar en adelante al-Ḥāŷib al-‘Alà al-Ma’mūn Nāṣir al-Dawla (Chambelán Excelso y Fidedigno Defensor de la Dinastía). Esto acaecía al día siguiente de la muerte de al-Muẓaffar, el 17 de ṣafar de 399/21 de octubre de 1008.

El nuevo señor de al-Ándalus se condujo de manera descabellada, al decir de las crónicas, pues vivía embriagado pasando el día entre cantores, efebos y bufones, dándose a placeres de todo tipo. Además, pecaba de blasfemo, pues cuando oía al almuédano gritar “Acudid a la oración”, decía: “Si dijeses acudid a la copa sería mejor para ti”. Vivía además en relación de amistad con el Califa, así como con los jefes de las tropas. De ahí pasó a solicitar del califa Hišām II que lo designase su heredero, cosa que no le fue difícil conseguir, ya que ambos vivían en franca camaradería.

Sanchuelo hizo todo lo que su padre Almanzor había recomendado no hacer en su testamento, esto es, mantenerse alejado del Califa y mostrarle sumisión cara a los demás. En fin, Sanchuelo fue designado heredero en rabī’ I del año 399/noviembre de 1008, diversas fuentes han conservado el acta de investidura. Ni al-Muẓaffar ni Almanzor se les habría ocurrido nunca tal cosa, ya que la población de al-Ándalus, por mucho que respetara a los amiríes, identificaba la salvaguardia del país con los derechos dinásticos de la casa omeya. A consecuencia de esto se dio un gran malestar, tanto entre la plebe cordobesa como entre los marwāníes, en particular entre los descendientes de ‘Abd al-Raḥmān III, que no eran pocos. Este malestar llevaría en el momento favorable al derrocamiento de los amiríes y con ello empezaría una guerra civil que se prolongó más de veinte años, hasta producir la extinción del califato de Córdoba.

Sanchuelo siguió con sus despropósitos al día siguiente de su investidura como heredero, convocando a todos los notables de Córdoba a su palacio para que le rindieran pleitesía, entre ellos a los marwāníes, “que mostraron exteriormente sometimiento y humildad”. Confirió a su hijo ‘Abd al-‘Azīz, todavía un muchacho, el cargo de ḥāŷib, sumándole el título de Sayf al-Dawla (Espada de la dinastía), sobrenombre otrora de su tío al-Muẓaffar, permaneciendo en su puesto mientras duró el poder de su padre.

Exasperó aún más el descontento cuando el 13 de ŷumādà I de 399/13 de enero de 1009 determinó que todos los dignatarios y empleados del gobierno debían presentarse a su audiencia al día siguiente, viernes, tocados con turbante a la beréber, no con los usuales y altos bonetes de diversos colores propios de los andalusíes. Mientras, la oposición tenía ya un líder en ciernes, el marwāní y futuro califa Muḥammad II al-Mahdī. Merced a los dineros procurados por al-Ḏalfā’, madre del fallecido al-Muẓaffar, la cual tenía un odio mortal por Sanchuelo, a quien acusaba de la muerte de su hijo. Ella no había dejado de intrigar contra él invitando a los marwāníes a levantarse contra el poder del heredero al califato. Más tarde al-Ḏalfā’ y su nieto serían respetados por al-Mahdī.

Los cristianos del norte de la Península no ignoraban lo que ocurría en Córdoba, y sabían perfectamente quién era el irresponsable que detentaba el poder. No perdieron, por tanto, la ocasión de atacar las fronteras del dominio andalusí, sin importarles en absoluto la reacción del nuevo soberano amirí. En este hostigamiento destacó especialmente Sancho García, Conde de Castilla, puesto que había comprobado la nulidad del nuevo hombre fuerte de al-Ándalus y no ocultaba su desdén por él. En esos días, en efecto, “entró en tierra de moros hasta la ciudad de Molina y destruyó la torre azenca” (a la espera de su futura expedición a Toledo y a Córdoba, de donde vendría cargado de riquezas).

Sanchuelo decidió contra toda razón, e incluso avisado por oficiales esclavones del complot que se preparaba contra él, emprender en pleno invierno su primera expedición contra los cristianos norteños en medio de fuertes fríos y violentas lluvias, a mediados de ŷumādā I de 399/15 de enero de 1009. Tomó el camino de Toledo entre barrizales y durante el camino la única medida que tomó fue hacer que Ibn al-Rassān, jefe de la policía —y antaño hombre de la plebe— pregonase: “Manda el Príncipe de los Creyentes al-Ma’mūn esto y esto”, haciendo que lo repitiera varias veces por el real, hasta llegar a Toledo.

Tan pronto se supo en Córdoba por un correo que Sanchuelo se disponía a entrar con su ejército en tierra de infieles, Muhammad b. Hišām con algunos individuos atrevidos y apoyado por la plebe de Córdoba, a la que había repartido sumas de dinero que al-Ḏalfā’ había puesto a su disposición, mandó asaltar el Alcázar de Córdoba en el que pasaba el invierno el califa Hišām II, sin ningún tipo de resistencia seria lo tomaron y se proveyeron de armas. En seguida el jefe de la revuelta se proclamó califa con el nombre de al-Mahdī bi-llāh (El bien encaminado por Dios). Al día siguiente le llegó el turno a al-Medina al-Zāhira, que se tomó sin dar un golpe, ya que los defensores de la ciudad de los amiríes prefirieron aceptar el amán del nuevo Califa. El saqueo fue inmediato, ni siquiera se respetaron los harenes de Almanzor y de sus hijos. Sólo se dejaron libres y sin molestar a las mujeres de noble linaje, que debían desalojar la ciudad. Las de origen servil pasaron a poder del nuevo Soberano. Al-Ḏalfā’ fue tratada con todo miramiento y se le permitió vivir en una mansión de su propiedad en la ciudad de Córdoba. Ésta había tomado de antemano la precaución de poner a buen recaudo su fortuna personal.

Cuando en al-Zāhira no quedó nada por llevarse, al-Mahdī ordenó demoler la ciudad, cosa que se llevó a cabo en la segunda mitad de febrero del año 1009, no quedando casi piedra sobre piedra. Así, la ciudad de Almanzor, a la que había prodigado todos sus cuidados, no duró más que 29 años habitada; pues se acabó de construir en 980.

A pesar de la destrucción de al-Zāhira, de la que Sanchuelo se enteró en Toledo, éste disponía todavía de un aguerrido ejército con el que bien hubiera podido recuperar Córdoba y vuelto a tener las riendas del poder. Sin embargo, en vez de volver a la capital a marchas forzadas, mostró una conducta indecisa y errática, perdiendo unos días preciosos a fin de recibir el juramento de obediencia de cada uno de los soldados que componían el ejército. Pronto comenzaron las deserciones, el jefe zanāta, Muḥammad b. Ya‘là optó por no combatir, pues ello atraería sobre sus familias aposentadas en Córdoba los rigores del populacho. Por su parte el cadí Ibn Ḏakwān que había acompañado al cuerpo expedicionario, declaró que Sanchuelo se ponía fuera de la ley al querer atacar la capital y exponer a la matanza a miles de inocentes; además, ¿no era sabido acaso que no se comportaba como fiel musulmán? Por tanto, nadie podía sentirse comprometido por el juramento que se le había prestado.

Todo esto sucedía en Calatrava, donde pasó cuatro días sin saber qué decisión tomar. Lo único que hizo fue desprenderse del título de heredero presunto y limitarse al de ḥāŷib. Desde allí volvió a tomar el camino de Córdoba dando rodeos innecesarios, y cuando llegó a Manzil Ḥānī, a dos jornadas de la capital, cargando con setenta concubinas de su harén, los bereberes del ejército lo abandonaron esa misma noche (a fines de ŷumādà II de 399/28 de febrero de 1009) siendo muy bien acogidos a su llegada a Córdoba; no quedándole a Sanchuelo más que cincuenta hombres de a caballo que lo dejaron en el alcázar de Armilāṭ, a una jornada de Córdoba. Abandonado por sus partidarios, salvo por algunos esclavones y un grupo de cristianos al mando de García Gómez de Carrión, el cual debía ser muy afecto a Sanchuelo, ya que pereció con él sabiendo lo que le aguardaba.

Entretanto, al-Mahdī había enviado a una nutrida caballería para darle caza. Sanchuelo y García Gómez fueron atrapados en un convento mozárabe frente a Armilāṭ por el nuevo ḥāŷib Ibn Ḏurà, liberto de al-Ḥakam II. Las humillaciones por las que pasó Sanchuelo a la hora de su captura son cuasi inenarrables. Se prestó entre otras cosas a besar el casco del caballo del nuevo ḥāŷib, mientras sus concubinas fueron enviadas a Córdoba. De camino a la capital en un alto pidió que le quitasen las ligaduras, entonces intentó quitarse la vida con un puñal que llevaba oculto en su borceguí; pero se lo impidieron. En el acto Ibn Ḏurà ordenó que lo mataran, así como a su compañero García Gómez, quien, sin proferir una palabra, mostró una gran valentía y una lealtad al amirí del todo inmerecida. Ambos fueron decapitados y llevadas sus cabezas al nuevo dueño del alcázar de Córdoba.

Según recoge Ibn ‘Iḏārī del relato de Ibrāhīm b. al-Qāsim, conocido como Ibn Raqīq, el cadáver de Sanchuelo llegó a Córdoba en las siguientes condiciones: “Estaba yo de pie junto a Bāb al-Ḥadīd (Puerta de hierro) cuando llegaron con Sanchuelo atravesado sobre un mulo, desnudo el cadáver, amarillentas las manos y los pies por la aleña… puesto boca abajo, mostrando sus partes pudendas. Ví, por Dios, a gentes bajas del campo que le escupían en el trasero, mientras la plebe se reía de su acción, sin que nadie desaprobase lo que se hacía con él”. Al-Mahdī ordenó el sábado 4 de raŷab de 389/4 de marzo de 1009 que el cadáver de Sanchuelo fuera vaciado y que lo llenasen de plantas aromáticas para conservarlo. Se ajustó su cabeza al cuerpo y se le vistió con camisa y zaragüelles y, en esa guisa, fue clavado en un alto madero en Bāb al-Sudda (Puerta de la Zuda) y se emplazó la cabeza de García Gómez en otro madero más bajo a su lado. Mientras que Ibn al-Rassān, el jefe de policía de Sanchuelo, que había pregonado “Este es el Emir de los Creyentes al-Ma’mūn (El Fidedigno) que os ordena esto”, por mandato del nuevo califa pregonaba: “Este es Sanchuelo al-Ma’būn (el sodomita pasivo), que él y yo seamos malditos”.

Así terminó la breve y nada gloriosa aventura de este indigno hijo de Almanzor.

 

Bibl.: J. A. Conde, Historia de la dominación de los árabes en España, Barcelona, Imprenta de D. Juan Oliveres, Editor, 1844, t. II, págs. 102-107; Al-Maqqarī, Nafḥ al-tīb, ed. bajo el título de Analectes sur l’Histoire et la Littérature des Arabs d’Espagne, por R. Dozy, G. Dugat, L. Krehl, W. Wright, Leide, 1855, t. I, págs. 277-282, 315-320; Ibn Al-Aṯīr, Al-Kāmil fī-l-ta’rīj, ed. de C. J. Tornberg, Leiden, Brill, 1863, t. IX, pág. 176 (trad. de —al parecer de diferente versión— E. Fagnan, Annales du Maghreb et de l’Espagne, Argel, A. Jourdán, 1898, págs. 384-385); Ibn Jaldūn, Kitāb al-‘Ibar, vol. IV, Būlāq, 1284/1867, págs. 148-153; Anónimo, Anales Complutenses, ed. y trad. A. Huici en Crónicas Latinas de la Reconquista, Valencia, 1913, t. I, pág. 44; Al-Nuwayrī, Kitāb Nihāyat al-arab fī funūn al-adab, ed. y trad. de M. Gaspar Remiro bajo el título de Historia de los musulmanes de España y África por En-Nuguairí, t. I, Granada, Centro de Estudios Históricos de Granada y su Reino, 1917, págs. 68-71/62-64; Ibn ‘Iḏārī, al-Bayān al-Mugrib fi [ijtisar] ajbar muluk al-Andalus wa l-Magrib, con título y subtítulo en francés que reza: Al-Bayān al-Mugrib. Tome troisième. Histoire de l’Espagne Musulmane au XIème siècle. Texte Arabe publié par la première fois d’après un manuscrit de Fès, ed. de E. Lévi-Provençal, Paris, Paul Geuthner, 1930, págs. 22, 31-35, 38-57, 62-76, 90, 99, 155 (trad. crítica [con centenares de correcciones, merced a la Ḏajira de Ibn Bassam y a las “Observations sur le texte du tome III du Bayān de Ibn ‘Iḏārī”, establecidas por E. Lévi-Provençal, en Mélanges Gaudefroy de Mombynes, El Cairo, 1935-1945, págs. 241-258] por F. Maíllo Salgado, La Caída del Califato de Córdoba y los Reyes de Taifas [al-Bayān al-Mugrib], Salamanca, Estudios Árabes e Islámicos, Universidad de Salamanca, 1993, págs. 29, 36-41, 43-51, 53-61, 65, 68-74, 76, 86, 90, 92, 135); R. Dozy, Histoire des Musulmans d’Espagne. Jusqu’à la Conquête de l’Andalousie par les Almoravide (711-1010), ed. E. Lévi-Provençal, t. II, Leide, Brill, 1932, págs. 281-289; Ibn Al-Jatīb, Kitāb A‘māl al-a‘lām, ed. E. Lévi-Provençal bajo el título Histoire de l’Espagne Musulmane (Kitāb A‘māl al-A‘lām), Beirut, Dār al-Makchouf, 1956, págs. 89-98 (trad. W. Hoenerbach, Islamische Geschischte Spanien. Übersetzung der A‘māl al-A‘lām und Ergänzender Texte, Zürich-Stuttgart, Artemis Verlags, 1970, págs. 198-210); M. Ocaña Jiménez, “Al-Madīna al-Zāhira”, en Al-Mulk III (1963), págs. 41-43; R. García Boix, “Las puertas califales de al-Madīna al-Zāhira”, en Al-Mulk, IV (1964-1965), págs. 47-57; R. Fernández González, “Aportaciones a la localización de al-Madina al-Zahira: Bellas-Ballis-Vélez”, en Al-Mulk, IV (1964-1965), págs. 44-46; E. Lèvi-Provençal, España Musulmana hasta la caída del califato de Córdoba (711-1031 de J. C.), t. IV de la Historia de España, dirigida por R. Menéndez Pidal, 3.ª ed. Madrid, Espasa Calpe, 1967, págs. 455-462; F. de la Granja, “El testamento de Almanzor”, en Miscelánea J. M.ª Lacarra, Zaragoza, 1968, págs. 30-32; E. Lèvi-Provençal, “‘Abd al-Raḥmān b. Muḥammad b. Abī ‘Amīr”, Encyclopédie de l’Islam, t. I, Leiden-Paris, Brill-Maisonneuve, 1975, págs. 86-87; Ibn Sa‘īd Al-Magribī, Al-Mugrib fi ḥula al-Magrib, t. I, ed. crít. De Šawqi Dayf, El Cairo, Dār al-Mā‘arif, 1978 (4.ª reimpr. 1993), pág. 213, n.º 141; Anónimo, Ḏikr bilād al-Andalus, ed. y trad. de L. Molina bajo el título de Una descripción anónima de al-Andalus, 2 vols. Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1983, págs. 195/205; M. Ocaña Jiménez, “Las ruinas de Alamiría, un yacimiento arqueológico erróneamente denominado”, en Al-Qantara, VI (1984), págs. 367-381; P. Guichard, “Le pouvoir politique dans l’Occident Musulman Medièval”, en Horizons Maghrebins, XIV-XV (1989), págs. 39-49; A. Arjona Castro et al., “Localización de los restos de al-Madīna al-Zāhira (la ciudad de Almanzor)”, en Boletín de la Real Academia de Córdoba, de Ciencias, Bellas Letras y Nobles Artes, CVI (1994) págs. 255-267”; P. Guichard, “Al-Andalus sous les ‘Āmirides et les princes de taifas”, État, societés et culture du monde musulman medieval, Xéme-XVème siècles, Paris, 1995, págs. 49-55; L. Bariani, Almanzor, San Sebastián, Nerea, 2003, págs. 248-249.


Felipe Maíllo Salgado

 

viernes, 10 de junio de 2022

BÄDÚS B. HABÚS

 

BÄDÚS B. HABÚS


Bādūs b. Ḥabūs: Abū ‘Abd Allāh Bādīs b. Ḥabūs, al-Manṣūr. ¿Granada?, u. t. s. IV/X – ¿Granada?, 20. Šawwāl, 465 H./ 30.VI.1073 CTercer emir de la taifa de Granada desde 429 H./1038 C. hasta 465 H./1073 C.

Tomó Bādīs b. Ḥabūs las riendas del poder de la taifa granadina tras suceder a su padre ḥabýs b. Māksan, que falleció en 429/1038; ambos pertenecían a la rama de los Zīríes que regían esta taifa desde comienzos del siglo V/XI. Esta sucesión fue aceptada por el hermano de Bādis, Buluggīn b. ḥabýs, pero no por su primo Yaddayr b. Hubasa, que mantenía la esperanza de convertirse en legítimo sucesor por haber ejercido como colaborador de ḥabýs y dado que, según ‘Abd Allāh, tenía a gala haber resuelto con inteligencia y pericia todo asunto de responsabilidad que se le hubiese encomendado (véase ḥabýs b. Māksan). Pero la evolución dinástica estatal se consolidaba y el asunto se resolvió a favor de la transmisión patrilineal que, a pesar de no ser habitual en grupos clánicos, se instauró y constituyó entre los Zīríes granadinos. Estos beréberes “nuevos” se diferenciaban de los andalusíes por la fuerza que al inicio mostraban sus estructuras tribales, aunque poco a poco se consolidó su arabización, siendo un notable ejemplo de asimilación a la cultura árabe el caso del emir ‘Abd Allāh de Granada, como queda patente en sus famosas “Memorias” (El siglo XI en 1ª persona).

El nombre del emir, Bādīs, fue habitual entre la rama de los Zīríes que regían Ifrīqiya desde finales del siglo X; Bādīs se llamó también el tercer emir Zīrí de Ifrīqiya, que enlaza a través de Zīrí con la rama de Granada -aquél era Bādīs b. al-Manṣýr b. Buluggīn b. Zīrī, que tomó como sobrenombre honorífico el de Nāṣir al-Dawla (386/996-406/1015-1016).

Una vez que Bādīs se situó en el lugar de máxima responsabilidad de su taifa, se ocupó con interés de los asuntos ya iniciados por sus antecesores. En concreto, en lo que se refiere al proceso de edificación de la capital, Bādīs mantuvo la atención y el cuidado de sus antecesores en este asunto, al menos así lo afirmaba al-IdrĪsĪ (s. XII): [fueron] “consoli­dadas sus murallas y construida su alcaza­ba por ḥabýs al-ṢinhāŷĪ, a quien sucedió su hijo Bādīs b. ḥabýs, en cuyo tiempo fue completada la edificación de Granada y su poblamiento, que aún continúa” (véase ZāwĪ b. ZĪrĪ).

Afirman las fuentes que Bādīs estuvo aconsejado, en general, por un judío, Samuel b. Nagrela, que desde los últimos tiempos de ḥabýs venía destacando en la adminis­tración, ascendiendo rápidamente en la corte Zīrí hasta su muerte en 1056. Había dejado entonces su pues­to preeminente en la administración de Granada a su hijo José. Samuel b. Nagrela estuvo siempre en la escena granadina, y cierta responsabilidad parece haber tenido en el deterioro de relaciones entre Almería y Granada, que acabaron con la invasión del territorio granadino por parte de Zuhayr, vencido en 1038, a raíz de la cual ocupó Granada tierras al noroeste de Almería y recuperó Jaén. En todo ello hubo también intervención de los Abbādíes de Sevilla, quienes, tras proclamar a su presunto califa Hišām II, desde 1035, precisamente para oponerse en similares condiciones al califa ḥammý­dí, atacaron a éste, que entonces era al-Mu’talī, ven­ciéndolo y ocasionándole la muerte en 1036, para continuar contra los Birzālíes de Carmona. Estos enfrentamientos se saldaron con la victoria del grupo beréber en Écija, en 1039. Tras estos sucesos Bādīs atacó Sevilla, muriendo en aquellos combates un hijo del señor de aquella taifa, el ḥāŷib Muḥam­mad b. Ismāil b. Abbād, en el mismo año. Entre las taifas beréberes se iba consolidando el predominio de Granada, aunque aún actuara como aparente defensora del califato ḥammýdí, preso en querellas dinásticas, aun cuando Idrīs II logró mantenerse cinco años en su primer reinado, desde 1042 a 1047, reforzándose así también la posición del granadi­no Bādīs, quien dirigía sus campañas militares en esta época contra Ronda, Osuna, Morón y Carmona, al estallar desavenencias en el bloque de esas taifas beréberes. Desconocemos los detalles de estos conflictos, pero sí sabemos que no impidieron, en 1047-1048, que sus principales figuras, Isḥāq de Carmona, Muhammad de Morón, Abdýn de Arcos y Bādīs de Granada, reconocie­ran como califa al ḥammýdí Muḥammad b. al-Qāsim en Algeciras, apartándose del califa ḥammýdí de Málaga, Muḥammad b. Idrīs b. Alī, de sobrenombre al-Mahdī. Esta situación propició la toma de Algeciras por Sevilla, hacia 1054-1055, y la toma de Málaga por Bādīs, en 1056.

La toma de Algeciras por Sevilla estuvo precedida por la reclusión de los reyes de las taifas beréberes de Morón, Arcos y Ronda por el rey sevillano al-MutaÅid, en 1053, de la que sólo salió con vida el de Ronda. Asustado Bādīs ante el atrevimiento del sevillano, y ante una posible conjura en su contra, para la que él suponía habría de contar con el apoyo de los árabes que vivían en Granada, pensó incluso en deshacerse de éstos últimos, cosa que evitó Samuel b. Nagrela. Este suceso expone con claridad absoluta el estado de las relaciones entre los beréberes ZĪríes y la heterogénea población de su taifa, que mantenían entre sí en complejo equilibrio.

Bādīs, tras la muerte de Zuhayr en 1038, retomó sus contactos con la taifa de Almería, a partir de entonces regida por la dinastía de los Baný Ṣumādiḥ, de rancio abolengo árabe Tuŷibí; seguramente este ocasional “buen entendimiento” entre Granada y Almería, se debió a intereses comunes para compensar respectivos enfren­tamientos con otras taifas.

En el gobierno de Málaga situó Bādīs en 1056 a su hijo Buluggīn ayudado por un personaje clave, el visir y cadí Muḥammad al-Nubahī (o “al-Bunnahī”, según ha pro­puesto recientemente Muḥammad Bencherifa), el cual venía ya destacando en la administración de los califas ḥammýdíes.

En 456/1063-1064, Buluggīn b. Bādīs Sayf al-Dawla, hijo mayor del soberano grana­dino, fue envenenado, acción adju­dicada al visir judío José b. Samuel b. Nagrela, dada la enemistad manifiesta entre ambos, y dadas las suspi­cacias que provocaba aquel visir, verda­dero amo de la situación, y puesto que Bādīs había enveje­cido y perdía la capacidad del control directo en sus asuntos de Estado. Dichas suspicacias las refleja el emir Abd Allah en sus “Memo­rias” (El siglo XI, 114-115), donde culpa al judío José: “... luego se descompusie­ron las cosas, por la traición de que nos hizo víctima el judío (¡Dios le maldiga!); porque Guadix, con todos sus territorios anejos pasó a poder de [Muḥa­mmad b. Man] b. Ṣumādiḥ [señor de Almería], y porque los restantes soberanos se lanzaron contra nuestros dominios, no dejándonos más que Granada, Almuñécar, Priego y Cabra.. Cuando corrió entre los súbditos la nueva de que había muerto el 'príncipe excelso', [Buluggīn b.] Bādīs, que por mucho tiempo no se había mostrado a ellos, nuestras guarnicio­nes evacuaron los castillos y éstos fueron ocupados ilegalmente por los habitantes del país”.

Este texto muestra la rela­ción entre los Zīríes Ṣinhāŷa y sus súbditos andalusíes, y el hecho de que un problema dinástico era suficiente para hacer desaparecer el buen entendimiento entre unos y otros. Bādīs, cada vez más anciano y menos capaz, empezaba a apoyarse en advenedizos, como al-Naya, que iba desplazando a José b. Nagrela de su preeminencia junto al soberano. José, intrigando contra un hijo de Bādīs, Māksan, logró que fuera expulsado de Granada, el cual, marchando a Jaén, se declaró independiente, restándole a la taifa granadina dicho territorio. Inten­tando mantenerse a toda costa, José b. Nagrela ofreció Granada al rey de Almería, al-Mutaṣim, que avanzó con sus tropas, y se instaló cerca del lugar. Los granadinos, unidos bajo una causa común —pueblo y élite, beréberes y andalusíes— se alzaron el 31 de diciembre de 1066 contra José y contra sus correli­gio­narios, dejando disminuida la presencia de judíos en esta ciudad al morir muchos de ellos en este suceso.

Ahora serían los Ṣinhāŷa los que procuraron ganar el terreno cortesano y político que otros habían venido ejerciendo en la taifa granadina y, según las “Memorias” de ‘Abd Allāh (El siglo XI, 133): “se envalentonaron los Ṣinhāŷa y mostraron con sus hechos poca sumisión al soberano, que tenía que hacer frente a los tumultos que estallaban contra él por todas partes. Dichos Ṣinhāŷa se convirtie­ron en visires y ocuparon los altos puestos del Estado”. Bādīs pidió ayuda a al-Ma'mýn de Toledo para recuperar tierras, sobre todo Guadix, y luchar contra Almería, hasta volver al equilibrio con unos y otros. Los giennenses volvieron a obedecer al señor de Granada, expulsando de Jaén a Māksan, que se refugió en Toledo, aunque tornó a Granada y, mostrando un comportamiento advenedizo, perdió la posibilidad de ser designado sucesor por su padre Bādīs, cuya última gesta fue recobrar Baeza que estaba en poder del rey de la taifa de Denia.

Murió Bādīs, el 20 de šawwāl de 465/30 de junio de 1073. Fue uno de los más importantes reyes de las taifas de al-Andalus. Se había titulado al-Nāṣir (“el Triunfante”) y al-Mu’affar (“el Victorioso”), con referencia explícita al sobrenombre honorífico del primer califa de Córdoba ‘Abd al-Raḥman al-Nāṣir, por una parte, y por otra al del primer sucesor del chambelán Almanzor, su hijo ‘Abd al-Malik al-Mu’affar, conjugando así los nexos con Omeyas y Amiríes, como también al adoptar el título de chambe­lán (ḥāŷib), había dejado claras las pautas políticas en que se situaba. Es curioso, sin embargo, que no reflejó tales títulos en sus monedas, en las que mantuvo, hasta 1063, la referencia hammudí, como vínculo legitimador, aún cuando sus califas ya se habían extinguido.

Es sabido que la acuñación de moneda es signo del Estado y que la limitación con que los reinos de taifas emitieron moneda es manifestación de su fragilidad estatal. No sólo faltó en general buen oro, excepto en algunos dinares de Zaragoza y Sevilla, en fracciones de dinar en ciertas taifas, y en los dinares de los ḥammýdíes, sino que algunas taifas nunca acuñaron tipo alguno de moneda e incluso las que sí lo hicieron, no mantuvieron emisiones a lo largo de todo su reinado. ḥabýs b. Maksan murió sin haber acuñado moneda en su nombre. En cambio, supeditadas las taifas de beréberes a los califas Hammudíes, aunque fuera simbólicamente, de ellas sólo la taifa de Granada emitió mone­da, desde 1058-59 a 1081-82, ya con posterio­ridad al final de los ḥammý­díes manteniendo siempre la referencia expresa a éstos, los cuales, venidos del Magreb, habían acuñado moneda primero en Córdoba (1016-1026) y luego en Málaga, dejando claro su convencimiento de legitimidad.

En lo que se refiere al hecho de la sucesión, algunas de las monedas de Bādīs, sin fecha, señalan como presunto heredero a su hijo Bulug­gīn, muerto en 1063-64. Pero Bādīs tenía también a su hijo Māksan, que gobernaba Jaén con autono­mía ascendente el cual, como ya hemos dicho, perdió la oportunidad de ser nombrado heredero. Y tenía dos nietos, descendientes de Buluggīn: el mayor, TamĪm al-Mu’izz al-Mustan­ṣir, y el siguiente, ‘Abd Allāh, que habría de convertirse en el último emir de la taifa granadina. Parece evidente que el primero de ellos nunca llegó a ser designado sucesor por su abuelo. Residía en Málaga, donde Bādīs había nombrado a un jeque ṣinhāŷí para que se hiciera cargo del control del lugar hasta que el príncipe tuviera edad para gober­narla. En 1073 comenzó el gobierno de aquél, al tiempo que su hermano ‘Abd Allāh accedió al trono de Granada. Tamīm se fue distanciando de su hermano, llegando el enfrentamiento a serias controversias que acabó arbitrando y usando en su propio beneficio, el emir de los Almorávides, Yýsuf b. Tašýfin, desde sus intervencio­nes en al-Andalus a partir de 1086.

Según algunas fuentes, fue Bādīs un gobernante admirado por personajes influyentes de su época debido, entre otras razones, a su ecuanimidad, ésta fue ensalzada incluso en anécdotas de adab que cabe recordar. El autor de la obra Kitāb al-Ýaharāt al-man£ýra, b. Simak (s. XIV), que pertenecía a una ilustre familia de cadíes y juristas en Málaga y Granada, redactó esta obra de prosa edificante con cien ejemplos o historias de los cuales treinta y ocho se dedican a temas andalusíes. Sólo dos historias se refieren a la Granada de su tiempo, y de ellas una se dedica a loar al emir Bādīs b. ḥabýs quien, en el correcto desempeño de su responsabilidad en materia jurídica, impuso el castigo merecido a un sobrino que había sido denunciado por el rapto de una mujer (M. Guillén Monje, “Dos azahares sobre Grana­da”, 237)


Bibl.: B. Jāqān, Qalā’id, ed. Marsella-París, 1860 (reimpr. Túnez, 1966); al-IdrŪsŪ, Nuzhat al-muštāq, ed. y trad. R. Dozy y M. J. De Goeje, Description de l’Afrique et de l’Espagne, Leiden, 1886 (reimpr. 1968); A. Prieto y Vives, Los Reyes de Taifas. Estudio histórico-numismático de los musulmanes españoles en el siglo V de la Hégira (XI d. de J.C.), Madrid, Centro de Estudios Históricos, 1926 (reed. con Láminas y suplemento por T. Ibrahim y A. Canto, Madrid, 2003); IBN ‘IḎāRŪ, Al-Bayān al-Mugrib fĪ ajbār al-Andalus, III, ed. E. Lévi-Provençal, París, 1930 (trad. de F. Maíllo, La caída del califato de Córdoba y los reyes de taifas, Salamanca, 1993); al-ḥimyarŪ, Kitāb al‑R­awÅ al‑micṬār, ed. y trad. de E. Lévi-Provençal, La Péninsule Iberique au Moyen-Âge, Leiden, 1938 (ed. I. cAbbās, Beirut, 2ª ed. 1980); L. Torres Balbas, “El alminar de San José y las primeras construcciones de los Ziríes granadinos”, en Al-Andalus, VI (1941), págs. 427-446; R. Menéndez Pidal, “Leyendo las ‘memorias’ del del zirí Abd Allah”, en Al-Andalus, IX (1944), págs. 1-8; B. ḥazm, Ŷamharat ansāb al-’arab, ed. de E. Lévi-Provençal, El Cairo, 1948; ‘Abd Allāh, Muḏakkirāt, ed. E. Lévi-Provençal, El Cairo, 1955 (trad. de E. Lévi-Provençal (ob. 1956) y E. García Gómez, El siglo XI en primera persona. Las “Memorias” de ‘Abd Allah, último rey de la taifa de Granada, destronado por los almorávides (1090), Madrid, Alianza Tres, 1995); E. Terés, “Linajes árabes en al-Andalus según la Yamhara de b. Hazm”, en Al-Andalus, XXII (1957), págs. 55-112 y 337-376; H. R. Idris, la berbérie orientale sous les zirides, xe-xiie siècles, Paris, Adrien-Maisonneuve, 1962, 2 vols.; Ibn al-JAṬŪB, Al-IḥāṬa fĪ ajbār GranāṬa, ed. M. cA.-A cInan, 4t., El Cairo, 1973-1978 (ed. de Y. ṬawĪl, Beirut, Dār al-Kutub al-’ilmiyya, 2002); al-‘UḎrŪ, TarṣĪ’ al-ajbār, trad. “La cora de IlbĪra (Granada y Almería) en los siglos X y XI, según al-’UḏrĪ (1003-1085)”, en Cuadernos de Historia del Islam, VII (1975-76), 5-82; P. Guichard, Al-Andalus, historia antropológica de una sociedad islámica en Occidente, Barcelona, Barral Editores, 1976 (2.ª ed., Granada, Universidad, 1995); B. Bas­sām, al-ḎajiĪra fĪ maḥāsin ahl al-ŷazĪra, ed. I. ‘Ab­bās, 8t., Bei­rut, 1979; B. Simāk, al‑ḥulal al‑mawšiyya, Rabat, 1979 (trad. de A. Huici, al‑‑ḥulal al‑mawšiyya. Crónica árabe de las dinas­tías almorávide, almohade y beni­merín, Tetuán, 1951); M.ª I. Calero Secall, “Un personaje clave en la conquista de la Málaga hammudí por los Ziríes”, en Baetica, VIII (1986), págs. 535-548; D. Wasserstein, The Rise and Fall of the Party-Kings. Politics and Society in Islamic Spain. 1002-1086, Princeton, Princeton University Press, 1985; R. Pocklington, “ La etimología del topónimo ‘Granada’ ”, en Al-Qantara, IX (1988), págs. 375-402; P. Guichard, “Quelques reflexions sur le monnayage des prémiers taifas andalouses (1009/400-1059/451)”, en II Jarique de Numismàtica Hispano-Àrab, Lleida, Institut d’Estudis Ilerdencs, 1990, págs. 155-162; Les musulmans de Valence et la Reconquête (XIe-XIIIe siècles), Damasco, IFAO, 1990-1991, 2 vols.; M.ª J. Viguera Molins, Los reinos de taifas y las invasiones magrebíes, Madrid, Mapfre, 1992; M. Q. ṬawŪl, Mamlakat GarnāṬa fĪ ‘ahd BanĪ ZĪrĪ al-barbar, Casablanca-Beirut, Dar al-kutub al-ilmiyya, 1414/1994; M.ª J. Viguera Molins, “Historia política”, en M.ª J. Viguera Molins (Coord.), Historia de España Menéndez-Pidal, VIII-1: Los reinos de taifas. Al-Andalus en el siglo XI, Madrid, Espasa Calpe, 1994; Ch. Mazzoli-GuintardVilles d'al-Andalus, Rennes, 1996 (trad. Ciudades de al-Andalus, Granada, Ed. Almed, 2000); F. Clé­ment, Pouvoir et légitimi­té en Espag­ne musul­ma­ne à l'époque des taifas (Ve/XIe siècle). L'imam fictif, París, L’Harmattan, 1997; H. de Felipe, Identidad y onomástica de los beréberes de al-Andalus, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1997; G. Marçais, s.v., “Zirids”, en EI. 1ª ed., Leiden, reimpr. 1997, VIII, 1229-1230; B. Sa’Ūd, Al-Mugrib fi hulà al-Magrib, ed. J. al-Manṣýr, Beirut, Dār al-kutub al-’ilmiyya, 1997, 2 vols.; M. Guillén Monje, “Dos azahares sobre Granada transmitidos por b. Simak al-Amili (s. VIII/XIV)”, en C. Castillo (ed.), Estudios Nazaríes, Granada, Universidad, 1997; Semu’el ha-Naguid, Poemas. II. En la corte de Granada, edición del texto hebreo, traducción y notas por A. Sáenz-Badillos y J. Targarona Borrás, Córdoba, [1998]; M. Meouak, Pouvoir souverain, administration centrale et élites politiques dans l’Espagne umayyade (IIe-IVe/VIIIe-Xe siècles), Helsinki, Academia Scientiarum Fennica, 1999; M.ª I. Calero Secall, “Los Baný l-ḥasan al-BunnahĪ: una familia de juristas malagueños (ss. X-XV)”, en C. Castillo Castillo, I. Cortés Peña y J. P. Monferrer Sala (eds.), Estudios árabes dedicados a D. Luis Seco de Lucena, Granada, 1999, págs. 53-76; M.ª J. Viguera Molins, “Al-Andalus: de Omeyas a Almoha­des”, en La Historia Medieval en España. Un balance historiográfico (1968-1998). XXV Semana de Estudios Medievales (Estella-Lizarra 1998), Pamplona, 1999, 51-147; M.ª J. Viguera Molins, “Los Reinos de Taifas y el dominio magrebí (siglos XI-XIII)”, en R. G. Peinado Santaella (ed.), Historia del Reino de Granada, I, Granada, Universidad de Granada y Legado andalusí, 2000, págs. 155-185; J. M. SafranThe Second Umayyad Caliphate. The Articulation of Caliphal Legitimacy in al-Andalus, Cambridge, Mass.-Londres, Cambridge University Press, 2000; J. Ramírez del Río, La Orientalización de al-Andalus. Los días de los árabes en la Península Ibérica, Sevilla, Universidad, 2002; Ibn al‑JaṬŪB, A’māl al-A’lām, ed. de S. K. Hasan, Beirut, Dār al-kutub al-’ilmiyya, 2002 (E.I., 2ª ed.: I, 6b; 134a; 1350; II, 1036b; 1038b; III, 150b; VI, 215ª, 216a, 717a; VII, 762b, 768ª); A. Canto y T. Ibrahim, Moneda andalusí. Colección del Museo Casa de la Moneda, Madrid, Fundación Real Casa de la Moneda, 2004.


Fátima Roldán Castro