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sábado, 29 de julio de 2023

ABÉN HUMEYA

 

ABÉN HUMEYA  




, ABÉN HUMEYA (Válor, Granada, 1520 - Laujar de Andarax, 1569). Rey morisco.


      D. Fernando de Córdoba y Válor era hijo de Antonio de Córdoba. Regidor de Granada, en la Navidad de 1568, vendió su oficio y salió de la ciudad para marchar a su tierra natal, Béznar, donde fue coronado rey morisco por sus parientes los valoríes, bautizándose con el nombre de Abén Humeya.

     En los primeros días de 1569 constituyó su estado, logrando extender la sublevación a la Alpujarra almeriense, el río Nacimiento y Gérgal. Durante su mandato, afrontó el avance militar del marqués de Mondéjar, entrando en conversaciones con éste para tratar la paz en febrero de 1569, en Paterna del Río. Presionado por el sector morisco intransigente, las negociaciones se rompieron, obligándole a seguir la contienda, alzando de nuevo la tierra entre marzo y abril. Una de sus estrategias fue extender el conflicto a otras tierras, centrando sus esfuerzos en la Sierra de Filabres y Valle del Almanzora. En esta última comarca se casó con la hija de un notable para ratificar su alianza con la región, poniendo durante un tiempo su capital en Purchena. De vuelta a la Alpujarra, entre mayo y junio, haría frente al ejército del marqués de los Vélez que se internaba en la tierra, dirigiendo personalmente la batalla de Berja el 2 de junio.

     Fracasado en su intento de destruir al Marqués, Abén Humeya desplazó la ofensiva bélica al Bajo Almanzora. Desde el cuartel general de Lubrín, en la última semana de septiembre, lanzó una ofensiva que puso cerco a Vera. Levantado sin éxito el asedio, intentó la misma operación en Cuevas, aunque con igual fortuna. Vuelto a la Alpujarra, las últimas derrotas le hicieron caer en desgracia, muriendo asesinado a manos del sector intransigente en los últimos días de aquel mes. Le sucedió como rey su primo Abén Aboo.


Sánchez Ramos,Valeriano

SÁNCHEZ RAMOS, Valeriano (1999 y 2002)

 

viernes, 14 de abril de 2023

ABÉN HUMEYA

 

ABÉN HUMEYA  


ABÉN HUMEYA (Válor, Granada, 1520 - Laujar de Andarax, 1569). Rey morisco.

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      D. Fernando de Córdoba y Válor era hijo de Antonio de Córdoba. Regidor de Granada, en la Navidad de 1568, vendió su oficio y salió de la ciudad para marchar a su tierra natal, Béznar, donde fue coronado rey morisco por sus parientes los valoríes, bautizándose con el nombre de Abén Humeya.

     En los primeros días de 1569 constituyó su estado, logrando extender la sublevación a la Alpujarra almeriense, el río Nacimiento y Gérgal. Durante su mandato, afrontó el avance militar del marqués de Mondéjar, entrando en conversaciones con éste para tratar la paz en febrero de 1569, en Paterna del Río. Presionado por el sector morisco intransigente, las negociaciones se rompieron, obligándole a seguir la contienda, alzando de nuevo la tierra entre marzo y abril. Una de sus estrategias fue extender el conflicto a otras tierras, centrando sus esfuerzos en la Sierra de Filabres y Valle del Almanzora. En esta última comarca se casó con la hija de un notable para ratificar su alianza con la región, poniendo durante un tiempo su capital en Purchena. De vuelta a la Alpujarra, entre mayo y junio, haría frente al ejército del marqués de los Vélez que se internaba en la tierra, dirigiendo personalmente la batalla de Berja el 2 de junio.

     Fracasado en su intento de destruir al Marqués, Abén Humeya desplazó la ofensiva bélica al Bajo Almanzora. Desde el cuartel general de Lubrín, en la última semana de septiembre, lanzó una ofensiva que puso cerco a Vera. Levantado sin éxito el asedio, intentó la misma operación en Cuevas, aunque con igual fortuna. Vuelto a la Alpujarra, las últimas derrotas le hicieron caer en desgracia, muriendo asesinado a manos del sector intransigente en los últimos días de aquel mes. Le sucedió como rey su primo Abén Aboo.

 

 

Sánchez Ramos,Valeriano

SÁNCHEZ RAMOS, Valeriano (1999 y 2002)


.Fuente: Instituto de estudios almerienses

 

jueves, 13 de abril de 2023

LA HISTORIA DE AL-YAYAYAR, EL DESTERRADO DE CÚTAR QUE ALUMBRA EL PASADO ANDALUSÍ


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LA HISTORIA DE AL-YAYYAR, EL DESTERRADO DE CÚTAR QUE ALUMBRA EL PASADO ANDALUSÍ

·        Capturado, excarcelado y nombrado imam de la localidad malagueña en 1488, escondió sus libros en una pared y aún se conservan

·        El pueblo axárquico mantiene su trazado antiguo en el imponente y escarpado terreno 

Detalle de un azulejo andalusí. / M.H.

ADRIANO ESPINAL11 Abril, 2022 - 09:30h

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Cuando los ejércitos de los Reyes Católicos empezaron a cercar Málaga en 1487, el último rey nazarí Boabdil estaba en plena guerra civil contra su tío, Al-Andalus afrontaba una de sus batallas finales, de las más sangrientas y peligrosas. Desde los pueblos de la Axarquía y las localidades que no habían sido tomadas aún por los cristianos llegó hasta la fortaleza malacitana mucha gente. El miedo a quedar en sus pueblos a merced de las tropas cristianas y el presentimiento de una importante batalla en poco tiempo llenaron la alcazaba malagueña. Tomada la ciudad, Mohammed Al-Yayyar contaba entre los capturados a los que después de meses de asedio sólo se les dio dos opciones: esclavitud o muerte. Encarcelado en Sevilla, Al-Yayyar acabó de copiar La burda de Al-Busiri casi año y medio después de la caída malacitana: en noviembre de 1488. Más de cinco siglos después, ese manuscrito se encontró en la vieja tapia de una casa en Cútar, la casa del desterrado.

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No está claro cómo salió de la cárcel (los prisioneros se dividían en un tercio para los Reyes Católicos, otro para nobles y el último para intercambiar por presos cristianos), pero parece que el cadí mayor de Málaga, Alí Al-Durdus tuvo que ver en la liberación. Los documentos confirman que Al-Yayyar lo conocía y que en 1490 junto a su esposa agradeció que le nombraran imam de Cútar que, por entonces pertenecía junto a El Borge, Almarchar, Benamargosa a la taha de Comares. Diez años más tarde de tomar el cargo de imam, dejó de fechar sus escritos, según recoge la Real Academia de la Historia: "[El señor de Castilla] rompió el pacto y bautizó a la gente de Granada a primeros de ŷumādà al-ulà, que equivale a mitad del mes de duŷanbir (diciembre) del año 905/1499-1500 –¡Dios Altísimo los haga perecer y los trate de la manera como sólo alguien que es digno y capaz lo puede hacer!– , fue al atardecer de un viernes".

La conversión forzosa decretada para los residentes en lo que hoy es la provincia de Málaga en 1500 provocó marchas de gente con dirección a lugares que no estuviesen controlados por los cristianos o que tuviesen unos gravámenes menores. Esa población se denominaban monfíes, es decir, desterrados. Además, estaba prohibido libros en árabe. Así que ahí se pierde la pista de Al-Yayyar. No se sabe si huyó de Cútar o permaneció allí, pero lo que sí hizo fue guardar sus libros más preciados en una tapia que no volvería a abrir. Por eso se supone que se marchó. Su legado, más de 500 años después es clave para estudiar una parte de la historia de la zona: los escritos de tiempos andalusíes son escasos, cada vez que se encuentra y se estudia alguno aportar una pieza al puzzle histórico.



Corán de los manuscritos de Cútar ya restaurado. / PIQUI SÁNCHEZ

Unas reformas en una vivienda de Cútar durante 2003 dieron con tres libros diferentes de Al-Yayyar: una copia de un Corán del siglo XIII, de bella factura y que probablemente perteneció a alguien importante siglos antes de que naciese Al-Yayyar; otro libro que era una herramienta de trabajo, con formularios notariales, cuestiones jurídicas, reglas sobre el reparto de bienes en los matrimonios, herencias y otro tipo de documentos; y un el tercer volumen de carácter más personal con poemas, textos religiosos, ensalmos, sortilegios, temas que tienen que ver con la magia, la adivinación o la astrología, apuntes de filosofía y otras misceláneas que terminan con una obra sobre la muerte. Habla de acontecimientos como el terremoto en Málaga de 1494 o la toma de Vélez. Todo un tesoro. Hay 45 sitios en la península ibérica en los que sucesos similares han repercutido en casi 200 manuscritos en árabe. No son documentos muy habituales los documentos de esa época, pero menos aún los andalusíes. La población islámica se llevó consigo sus documentos o los quemó y también se estima que precisamente en 1500 se produjo la gran quema de libros nazaríes ordenada por el Cardenal Cisneros en la actual plaza de Bib-Rambla. Ardieron varios miles de volúmenes, sólo se salvaron algunos libros de medicina.

Los encontrados en Cútar han sido restaurados por el Archivo Provincial y puesto en valor por María Isabel Calero Secall, Esther Cruces Blanco, Ana Díaz Sánchez y Sonsóles González García con un libro publicado (Los manuscritos nazaríes de Cútar), son uno de los puntos de partida que tiene el turismo en el pueblo de Cútar en la actualidad, que a través del Museo del Monfí articula parte de su patrimonio. Pasar un día en la casa del desterrado Al-Yayyar tiene por delante bastantes cosas que hacer.

 

MUHAMMAD XIII O "EL ZAGAL", SULTAN DE GRANADA (1445-1500)

 

MUHAMMAD XIII O EL ZAGAL, SULTÁN DE GRANADA (1445-

1500).

www.mcnbiografias.com

De verdadero nombre Abu Abd Allah Muhammad Ibn Said, vigésimo segundo sultán nazarí de Granada (1485-1487). Conocido con el sobrenombre de el Zagal, era hermano del sultán Abu al-Hassan Ali y tío del último sultán efectivo del reino, Muhammad XII, más conocido con el sobrenombre de Boabdil, el Chico. Nació en Granada, en el año 1445, y murió en algún lugar del Magreb, posiblemente en Orán (Argelia), en el año 1500, en el más absoluto olvido.

Miembro relevante de la dinastía nazarí, en el año 1482 fue nombrado gobernador de Málaga, fecha en la que partió en auxilio de su hermano cuando éste fue destronado por su hijo Muhammad XII. Personaje muy popular entre los granadinos, su fama se acrecentó aún más cuando en el año 1483 venció a las huestes cristianas en la batalla de la Ajarquía, aunque la importante plaza de Alhama no pudo ser recuperada. La derrota y el posterior apresamiento de Boabdil el Chico en Lucena, el 21 de abril del mismo año, posibilitó al Zagal reponer en el trono nazarí a su hermano Abu al-Hassan Ali, cuyos partidarios le admitieron como jefe efectivo en la lucha entre padre e hijo por el trono. A partir de ese preciso momento, el Zagal aglutinó todos los poderes y el peso de la guerra que Abu al-Hassan venía sosteniendo contra su hijo Boabdil. Abu al-Hassan Ali, cansado y bastante envejecido, acabó abdicando en el año 1485 en favor de su hermano, reiniciándose de nuevo la guerra civil entre ambos bandos, convenientemente azuzada por los Reyes Católicos. Aunque siempre se mostró partidario de mantener la integridad física del reino, tras arrebatar Almería a Boabdil pactó con él un reparto territorial en virtud del cual el Zagal se instaló en la Alhambra mientras que su sobrino hizo lo propio en el Albaicín.

La caída de Ronda en manos de los cristianos, el 22 de mayo del año 1485, arrastró la de toda la Serranía y Marbella, haciéndose palpable la amenaza cristiana sobre el reino proveniente de Málaga, ciudad que en el año 1487 el Zagal se apresuró a defender como pudo, perdiendo así todas sus posiciones en Granada en favor de su sobrino, quien ya había firmado previamente un tratado con los Reyes Católicos en el que se comprometía a hacer la guerra a su tío en beneficio de éstos y a rendir la capital nazarí. La defensa de Málaga fue una lucha tan dura como inútil por parte de el Zagal, puesto que al final ésta cayó en manos cristianas el 18 de agosto de ese mismo año. La siguiente pérdida de Vélez-Málaga le obligó a retirarse a Almería. Durante todo el año 1488, el Zagal intentó contrarrestar el avance cristiano en la zona de Guadix, objetivo que logró por un cierto tiempo, hasta que su resistencia fue quebrada con la caída de Baeza, el 4 de diciembre del año 1489, ciudad que se encontraba gobernada por Yahya al-Nayar, pariente próximo de el Zagal. Previamente, Yahya había concertado una capitulación lo más honrosa posible con los Reyes Católicos a espaldas de el Zagal. A raíz de esa pérdida, desolado y cansado de hacer una guerra inútil, el Zagal consintió en negociar con los Reyes Católicos su retirada, obteniendo al final un señorío que incluía los distritos de Andarax, Orjivas, Lecrín y Lanjarón, incluyendo rentas y vasallos. El 21 de diciembre, el Zagal rindió a los cristianos la plaza de Almería, la última que le quedaba.

El Zagal no permaneció mucho tiempo en sus posesiones andaluzas. Después de la caída definitiva de Granada y por tanto también del reino nazarí, en la que él mismo había participado de manera activa al servicio de los Reyes Católicos, comenzó a encontrarse a disgusto por la presión a que era sometido por los monarcas cristianos y por la propia enemistad que se granjeó entre sus vasallos. Vendió sus territorios a los Reyes Católicos por cinco millones de maravedíes y se dirigió a Fez (Marruecos), como tantos otros compatriotas habían hecho anteriormente, entre ellos su propio sobrino Boabdil. Allí el emir le despojó de todas sus riquezas, le encerró en un calabozo y le quemó los ojos en nombre de su buena amistad con Boabdil el Chico. El Zagal anduvo mendigando errante de aldea en aldea por el norte de África hasta que murió en el año 1500, se cree que en la actual Orán.

Bibliografía

  • ARIÉ, Rachel: El reino nasrí de Granada. (Madrid: Ed. Mapfre. 1992).
  • LADERO QUESADA, Miguel Ángel: Granada: historia de un país islámico (1232-1571). (Madrid: Ed. Gredos. 1976).
  • SECO DE LUCENA, L: El libro de la Alhambra. Historia de los sultanes de Granada. (Madrid: Ed. Everest. 1975).

 

ADULADIN

 


ADULADÍN




ABDULADÍNADULADÍN


Familia de aristócratas árabes. Los hermanos Alí (yerno de Abenamar) y Mohamed Aduladín, siendo uno alcaide y el otro alguacil de los Vélez, acogieron a Boabdil en Vélez Blanco, rindiéndole homenaje (1485) y ayudándole a introducirlo en el Albaicín, donde estalló el levantamiento en apoyo de Boabdil (1486).

El 17-VI-1488 pactaron con los Reyes Católicos la entrega de Vélez Blanco y Vélez Rubio, comprometiéndose a convencer a sus familiares, los mandatarios de Huéscar, Orce, Galera y Benamaurel, para que también entregaran sus fortalezas. Recibieron a cambio remuneraciones en dinero, cereal, paños y, como merced, la villa de Castilleja y el cortijo de Cortes de Baza. Mohamed Abduladín fue nombrado alguacil mayor de los Vélez, sierra de los Filabres, río de Almanzora y hoya de Baza; su hermano Alí, alcadí mayor de los mismos lugares para entender en los pleitos entre los mudéjares.

Intervinieron en apoyo de los Reyes Católicos durante la rebelión de gran parte del Reino de Granada (1499/1500), acompañó Mohamed Aduladín al condestable de Navarra y murió en el asedio de Laujar. Alí vivía desde hacía años en Granada y fue asesinado por los mudéjares sublevados (1500). Mahomad Abduladín tenía dos hijos que, bautizados, tomaron los nombres de Fernando y Garcilaso. Alí, casado con Aldonça, viuda de Alhache Abenziete, y con Isabel, tenía tres hijos ya con nombres cristianos: Isabel, Rodrigo y Juan. Las viudas y los hijos fueron recompensados con rentas vitalicias por los Reyes Católicos. El 26-II-1501 el alguacil Hamete Abduladín firmó la capitulación de los mudéjares de Vélez Blanco, tomando como nombre cristiano el del señor territorial: Luis de Beaumont. En 1513 y 1527 Juan Aduladín era alcalde de Vélez Blanco; en 1514 lo era Hernando Aduladín y, en 1515, Rodrigo Aduladín, siendo Luis Aduladín alguacil mayor (1515).

El último descendiente residente en Vélez Blanco fue Luis Aduladín. El bautizo de su hijo Juan (1552) lo ofició el vicario Juan Chacón, siendo los padrinos los regidores Ginés Guillén y Martín Valera. Expulsado con los demás moriscos, primero, a Albacete, y, luego, a Huete. Denunciado a la Inquisición por un asunto amoroso durante su vida en Vélez Blanco, fue procesado y condenado a penitencia pública, azotes y destierro. Otro Aduladín Mendoza aparece como vecino de Murcia. Una alianza matrimonial se detecta por los enlaces de un tal Juan Abduladín, el menor, con Catalina Laujete; y de Hernando Abduladín con Juana Laujete, ambos en 1550.



Roth Dietmar

GRIMA CERVANTES, Juan Antonio (1987)
TAPIA GARRIDO, José Ángel (1986)

 

lunes, 13 de marzo de 2023

ZIRYAB

 

ZIRYAB


Ziryab: Abū l-asan ‘Alī b. Nāfi’. Irak, c. 789 – Córdoba, 857. Músico, cantor, poeta, gastrónomo y esteta.

Más conocido con el apodo de Ziryab, mirlo en árabe, emulando así al probable color de su piel y a la voz melodiosa de este ave, recibió una sólida formación literaria y científica, especialmente en geografía y astronomía, y aprendió música en Bagdad con el célebre cantor Ishaq Ibn Ibrahim al-Mawsilī (767-850), durante el califato de Harun al-Rasīd (786-808). La inestabilidad política a su muerte desatada por las guerras civiles entre sus hijos al-Amin y al-Ma’mun, unido a las desavenencias de Ziryab con su maestro, probablemente por la atracción del pupilo hacia las innovaciones musicales de Ibrahim al-Madhī, —otro hijo del califa entorno al cual los cantores y músicos con influencias persas comenzaron a liberarse del clasicismo de la música árabe—, aconsejaban abandonar la corte ‘abbasí de Bagdad. Hacia mayo de 822, recaló en la corte de Córdoba durante el advenimiento de ‘Abd al-Rahman II a un emirato pacificado por su padre al-Hakam I y con una próspera hacienda. Como Omeya, el emir no olvida que a su linaje le fue arrebatado el califato, cuyos derechos pretende aprovechando la decadencia de la corte ‘abbasí. Paralelamente, la riqueza de su tesoro le permitirá ostentar su poder con un lujo inaudito, para lo cual imita a los califas en su modo de vivir y toma las instituciones políticas de Oriente, creando así una conciencia en sus dominios de al-Andalus independiente del resto del mundo islámico, salvo en las esferas religiosa y cultural. Igualmente hace venir en un principio de Oriente los mejores poetas, cantores, músicos y bailarines. Este proceso de orientalización no hubiera eclosionado de no ser por la admiración y prestigio que alcanzó el cantor, poeta y músico desterrado de Bagdad. Con gustos afines y aproximadamente la misma edad, el emir se vio enseguida seducido por el genio musical de Ziryab, sus conocimientos enciclopédicos y sus costumbres extremadamente refinadas, llegándole a ofrecer una paga extraordinaria. La influencia que ejerció sobre la corte le convirtió en modelo a imitar del buen gusto y la elegancia entre la jassa o aristocracia andalusí, a la que inició en las modas y costumbres de la civilización bagdadí, que aceptaron como reglas de conducta social y urbana, incluso en aspectos tan íntimos como la higiene o el aseo y otros ligados a la propia moral y a la lengua. En su calidad de consejero principal del emir, introdujo las formas protocolarias orientales, según las cuales sólo sus súbditos principales podían acceder a las estancias reales en palacio, donde impone una etiqueta que regula todos los detalles de la vida cotidiana. Tanto el soberano como la jassa solían celebrar reuniones culturales en los que el anfitrión ofrecía un banquete, en el que se bebía vino —algo generalizado entre la población musulmana— viendo bailar a las danzarinas a la vez que se escuchaba música o declamar poesía y se jugaba a las damas y al ajedrez, juego que parece que introdujo el propio Ziryab. En este contexto, Ziryab favoreció la cocina bagdadí y fijó un orden gradual de platos para el banquete siguiendo las recomendaciones de los dietistas árabes, no mezclando los manjares, sino comenzando con entremeses o una sopa —único plato para el que se utilizaba un cubierto: la cuchara—, prosiguiendo con carnes asadas de cordero o vaca (las clases más modestas debían contentarse con carnes de baja calidad y vísceras), caza o aves condimentadas, manjar blanco que en al-Andalus recibía el nombre de tafaya, cuyo guiso se atribuía a la invención de Ziryab, para terminar con dulces, como pasteles o bizcochos de nueces, almendras y miel, pastas con fruta aromatizadas con vainilla o fruta confitada rellena de pistachos y avellanas. Los hispanomusulmanes alababan las frutas frescas y hortalizas que la fértil tierra de al-Andalus producía, pero Ziryab mostró el sabor de los espárragos trigueros, las ensaladas de alcauciles y los guisos de habas, plato que en la actualidad se conserva en Córdoba con el nombre de “ziriabi”. Siguiendo el código de Ziryab, el cadí cordobés Ibn Yabqa ibn Zarb, con fama de buen gourmet, pudo afirmar que “no es de buen tono servir dos series de manjares que no van bien entre sí”. Los platos se colocaban humeantes sobre una mesa baja cubierta con paños de vasto lino, que Ziryab recomendó se sustituyera por manteles de cuero fino. ‘Abbas Ibn Firnas, que había descubierto, entre otras cosas, una fórmula para fabricar vidrio, lo aprovechó Ziryab para demostrar a los comensales cordobeses que una copa de cristal era más apropiada para catar el vino que los cubiletes de oro o plata, mientras que las diminutas copas de licor eran el colofón de un banquete. Pese a la crítica de eruditos religiosos, estos placenteros entretenimientos eran tan corrientes que, salvo un lapso de tiempo represivo durante la etapa almohade, los muftíes se vieron incapaces de castigar las trasgresiones a la ley coránica y las medidas oficiales adoptadas al respecto.

Siguiendo la tradición griega e india, los árabes dieron tanta importancia a una dieta equilibrada como a la higiene personal, por lo que Ziryab abrió un instituto de belleza, que causó gran regocijo entre las cordobesas. Las peinadoras las depilaban y les ungían el pelo con perfumados aceites, para después venderles todo tipo de cremas para el cuidado de la piel y saquitos de polvos aromáticos para los vestidos, al tiempo que les enseñaban a emplear la pasta de dientes y el arte de maquillarse y pulirse las uñas, ya que la esposa mimada o la favorita debía esperar adornada con sus mejores galas la vuelta del dueño de la casa. También Ziryab influyó en la manera de cortarse el pelo y dejarse la barba de los hombres, que indujo a llevar corto y con forma, descubriendo los pómulos y la frente. Los hombres llevaban la cabeza descubierta o bien la cubrían con un simple gorro de lino o fieltro, mientras que las mujeres se envolvían la cabeza con un trozo de tela, cubriéndose el rostro por debajo de los ojos con un pañuelo que se ataba a la nuca o bien con un velo más amplio cuyas puntas caían sobre el pecho. Sin embargo, la moda bagdadí impuso a la jassa nuevos tocados: altos gorros de seda cruda, capelos cónicos de terciopelo bordado o incrustado de pedrería y tocas de brocado o de fieltro, que también serían adoptados por la corte leonesa. De otra parte, mientras los hombres y mujeres de la plebe usaban una camisa de lino y algodón, y ajustados al talle unos calzones largos y estrechos que no pasaban de la rodilla, añadiendo en invierno, una pelliza enguatada cortada en forma de túnica, o un chaquetón de piel de oveja o conejo; Ziryab estableció para la jassa un calendario de la moda, según el cual desde finales de junio hasta primeros de octubre se debía vestir de blanco, —color de los omeyas y de luto cuya generalización en verano llevó al negro como distintivo de las gentes enlutadas—, mientras que el resto del año se usarían trajes de color, normalmente de seda, añadiendo ligeras túnicas también de color y seda al comienzo del frío durante los equinoccios, que serían sustituidas por otras forradas de piel o por pellizas o abrigos de piel durante el invierno. Evitaba así la disparidad de atuendo entre las distintas clases de la población y se tenía en cuenta los cambios sensibles de temperatura, frescor o tibieza, lluvia o buen tiempo. En la Córdoba de Ziryab se conocieron los gusanos de seda y el papel, mientras en los talleres se intensificaba la producción de terciopelo, satén, sarga, lino y lana, que aprovecharon los artesanos sobre todo almerienses, inspirados en el tiraz bagadadí, para elaborar los brocados. Estos tejidos cortados para trajes de gala junto con las finas túnicas de gasa transparente colmaban los arcones de las familias aristocráticas. Pero no sólo la ornamentación de las telas sino también de las alhajas, aún bajo influjo de la tradición visigoda, sufren el influjo oriental.

Pero la contribución de Ziryab es sobre todo en el arte de la música. No sólo incorporó las vanguardias de Oriente, sino que creó originales formas que condujeron a la primacía cultural de al-Andalus. Destacó en el canto y en su virtuoso modo de tañer el laúd. Realizó algunas modificaciones en la técnica de construcción de este instrumento, añadiendo una quinta cuerda y aminorando su peso con maderas más finas y de mejor resonancia. Confeccionó las encordaduras con tripas de animal hilados en seda, y empleó plumas de águila como plectros, costumbre que persiste en la actualidad, en sustitución de madera, lo que posibilitó una mayor agilidad que mejoraba el sonido así como de duración de las cuerdas. Además, propuso técnicas más estructuradas para la voz y cambios en la forma, la estructura musical y la temática: jardinería y plantas, el agua junto al amor cortés, y el recurso de la variación de poemas y metros diferentes dentro de una composición musical, permitiendo mayor libertad en la estructura rítmica y melódica. Tenía un repertorio de más de diez mil canciones que en parte había compuesto y sabía de memoria, y creó la nawba, una especie de suite clásica (vocal e instrumental) con influencias cristianas y sefardíes y de la música bereber, manteniendo el clasicismo oriental como base. Esta expresión musical se abrió paso después hasta Oriente, conservándose en la actualidad como la wasla o suite clásica oriental de origen andalusí, algo que no hubiera transcendido si Ziryab no hubiese fundado en Córdoba el primer conservatorio de música del mundo islámico, mostrándose también como un gran pedagogo a la hora de formar discípulos. Estudiaba las condiciones naturales de su voz ordenándoles que la forzaran tapados por un almodón. Si el discípulo poseía una voz potente y limpia, comenzaba su enseñanza; desistía si percibía faltas que no posibilitaran el éxito. En pocos casos daba oportunidad a alumnos de voz escasa, que fortalecían atando un turbante al vientre. Al que cerraba la boca al cantar, le hacía pasar las noches con un trozo ancho de madera hasta que lograra separar las mandíbulas. Basaba su método de enseñanza en tres tiempos, comenzando por el aprendizaje del ritmo, como primer ejercicio, mediante el anexir o recitación en verso acompañándose de un instrumento de percusión. Seguía la enseñanza de la melodía en toda su sencillez, mediante cantos simples o llanos, para culminar la instrucción con el ornamento del canto, dándole expresión, movimiento y gracia, dependiendo de la habilidad del artista.

Contó con su familia como discípulos para difundir su escuela, entre los cuales destacó ‘Ubayd Allah como cantor. También Gasim y ‘Abd al-Rahman fueron buenos artistas, pero este último fue soberbio y cruel, antagónico en sus cualidades a Ziryab. Entre sus hijas, ‘Ulayya fue muy solicitada para el canto, ejerciendo su magisterio sin competencia, mientras que Hamduna fue una hábil artista que casó con el visir Hasim b. ‘Abd al-‘Azīz. Educó asimismo a diversas esclavas y esclavos, y a intelectuales y poetas como ‘Abbas b. Firnas y ,Aqil b. Tasr. Aslam b. ‘Abd al-’Aziz b. Hasim b. Jalid, un pariente de su hija Hamduna, recogió en su obra Agani Ziryab su legado musical, que aunque perdida, lo menciona Ibn Hazm en Tawq al-Hamama y al-Humaydī en Yadwat al-muqtabis. En definitiva, fue Ziryab quien principalmente contribuyó al posterior esplendor musical de al-Andalus. Los andalusíes amaban la poesía, las canciones, la música y la danza, y gracias a la política emprendida por ‘Abd al-Rahman II y al trato de preferencia que dio a Ziryab, superó en refinamiento y cultura a Oriente en su intención de tomar las riendas del mundo musulmán.

A Ziryab nunca le tentó ni la política ni el poder ni quiso inmiscuirse en las intrigas palaciegas, lo que contribuyó a elevar su posición en la corte y aumentar una fortuna calculada en 300.000 dinares, además de varias alquerías de la campiña cordobesa. Ni en Bagdad ni en Bizancio había sido jamás pagado tan generosamente el arte de un músico. Tanto trascendió en el mundo musulmán la munificencia del emir español que provocó el resentimiento en otros músicos y poetas al igual que en alfaquíes por motivos morales y religiosos. Con todo, hasta los historiadores alfaquíes gustaron de recordar el nombre de este músico, tras su muerte producida en Córdoba en el año 857, pues había logrado materializar el sueño de su mecenas ‘Abd al-Rahman II de pasar a la historia como un gobernante de gran inteligencia, constructor y esteta e imitador consciente de la cultura del califato de Bagdad para comenzar a ocupar en el mundo islámico de la alta Edad Media el puesto privilegiado que conservaría hasta la conclusión de la Reconquista cristiana. Pero fue bajo el arbitraje indiscutible de Ziryab, que la corte y la ciudad cambiaron sus hábitos y modales, vestimenta, mobiliario y gastronomía. Siglos después este Petronio árabe sería aún invocado siempre que una nueva moda hacía su aparición en la Península, mientras que la música quedó tan arraigada que siempre se defendió frente a las recomendaciones restrictivas de religiosos y juristas. De este modo, al-Andalus que había dependido de Oriente para su guía e inspiración religiosa, lingüística y cultural, adquirió conciencia de sí misma como metrópoli y con méritos propios de cara al resto del mundo musulmán.

 

Bibl.: J. Ribera y Tarrago, La enseñanza entre los musulmanes españoles, 3.ª ed., Córdoba, Real Academia de Córdoba, 1925, págs. 55-57 y 100-103; J. Ribera Y Tarrago, La música árabe y su influencia en la española, Madrid, Voluntad, 1927 (col. Hispania), págs. 157-181; H. G. Farmer, A History of Arabian Music to the XIIIth century, London, Luzca & Co., 1929, págs. 59-90; R. P. Dozy, Historia de los musulmanes de España (trad. de F. de Castro), t. I, Buenos Aires, Emecé, 1946, págs. 382-388; E. Levi-Provençal, “España Musulmana hasta la caída del Califato de Córdoba (711-1031)” (trad. de E. García Gómez), en R. Menéndez Pidal, Historia de España, t. IV, Madrid, Espasa-Calpe, 1950, págs. 119-181; E. Levi-Provençal, “España Musulmana hasta la caída del Califato de Córdoba (711-1031). Instituciones y vida social e intelectual” (trad. de E. García Gómez), en R. Menéndez Pidal, Historia de España, t. V, Madrid, Espasa-Calpe, 1950, págs. 272-291; H. Peres, La Poésie andalouse en arabe classique au XIe siècle, Paris, Adrien Maisonneuvre-Librairie d`Amerique et d`Orient, 1953; G. JACKSON, Introducción a la España medieval (trad. de J. Faci Lacasta), Madrid, Alianza, 1974, págs. 22-28; A. Martín Moreno, Historia de la música andaluza, Sevilla, Biblioteca de la cultura andaluza, 1985, págs. 41-44; L. Bolens, La cuisine andalouse, un art de vivre, XIe XIIIe, París, Albin Michel, 1990; Ch. E. Dufourcq, La vida cotidiana de los árabes en la Europa medieval, Madrid, Temas de Hoy, 1990; L. Benavides-Barajas, Al-Andalus, la cocina y su historia, Motril (Granada), Dulcinea, 1992; E. Manzano-Moreno, “Oriental Topoi in Andalusian Historical Sources”, en Arabica (Leiden, Países Bajos) XXXIX (1992), págs. 42-58; M. Marín y D. Waines (eds.), La alimentación en las culturas islámicas, Madrid, Agencia Española de Cooperación Internacional, 1994; E. García Sánchez, “La gastronomía andalusí”, en VV. AA., El zoco. Vida económica y artes tradicionales en al- Andalus y Marruecos, Barcelona, Lunwerg, 1995, págs. 49-57; M. Guettet, “L`École musicale d`al- Andalus à travers l`oeuvre de Ziryâb”, en Música oral del sur (Granada), n.º 1 (1995), págs. 204-213; H. Hassan Touma, The music of the Arabs, New Jersey (EEUU), Amadeus Press, 1996; A. G. Chejne, Historia de la España Musulmana, trad. de P. Vila, Madrid, Cátedra, 1999, págs. 136-144, 201 y 339- 341; M.ª F. Árgueda Carmona, “La educación musical en el Califato de Córdoba”, en Música y educación (Madrid), n.º 41 (enero de 2000), págs. 55-64; R. Fernández Manzano, “Ziryâb [Abū al asan Alī b. Nāfi]”, en E. Casares Rodicio (dir. y coord.), Diccionario de la música española e hispanoamericana, t. 10, Madrid, Sociedad General de Autores y Editores, 1999, pág. 1190; I. Hayyan, Crónica de los emires Alhakam I y Abdarraham II entre los años 796 y 847 (Almuqtabis II-1), trad., notas e índices de F. Corriente Córdoba y M. A. Makki, Zaragoza, Instituto de Estudios Islámicos y del Próximo Oriente, 2001 (col. Estudios islámicos); M. Cortés García, “Ziryâb, la música y la elegancia palatina”, en VV. AA., El esplendor de los Omeyas cordobeses, Granada, El legado andalusí, 2001; M. C. Gómez Muntané, La música medieval en España, Kassel (Alemania), Reichenberger, 2001; F. Valdés Fernández, “Algunas reflexiones sobre el estudio arqueológico de los tejidos de origen o procedencia andalusí”, en M. Marín, Tejer y vestir. De la antigüedad al Islam, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 2001, págs. 379-393; F. Mardam-Bey, La cocina de Ziryâb. El gran sibarita del Califato de Córdoba, Barcelona, Zendrera Zariquiey, 2002; J. Ramírez Del Río, La Orientalización de al-Andalus. Los días de los árabes en la Península Ibérica, Sevilla, Universidad de Sevilla, 2002, págs. 183-232; J. Sanguino Gallardo y J. F. Sanguino Collado, De cocina antigua: Viaje gastronómico desde Roma a al-Andalus, Mérida, A. J. Sanguino Collado, 2005; E. Mesa Fernández, “Tissus comparés: l´influence de l´orient sur le tissus hispano-musulmans”, en E. Fiammetta (coord.), Andalousie et Sicile: deux méthodes de recherche historique. Le textile dans le bassin de la Mediterranée, Palermo, Flaccovio Editore, 2006, págs. 8-19; A. Muñoz Molina, Córdoba de los Omeyas, Sevilla, Fundación José Manuel Lara, 2007, págs. 103-105 (col. Ciudades andaluzas en la historia); I. F. Moreno Landahl, Conde De Los Andes, “Abū al-asan Alī b. Nāfi, Ziryâb: Un músico, poeta, cantor, gastrónomo y esteta en la Córdoba del siglo IX”, en Boletín de la Real Academia de Córdoba de Ciencias, Bellas Letras y Nobles Artes (Córdoba), n.º 153 (julio-diciembre de 2007), págs. 153-164.


Iván F. Moreno Landahl, Conde de los Andes

 

jueves, 9 de marzo de 2023

UMM AL-SA'D (O SA'DUNA) BINT 'ISAM AL-HIMYARI

 

UMM AL-SA’D (O SA’DŪNA) BINT ‘IṢĀM AL-ḤIMYARĪ

Umm al-Sa’d (o Sa’dūna) bint ‘Iṣām al-Ḥimyarī. Cordoba ?- Málaga h. 640/1242. Poetisa árabe de al-Andalus.

Umm al-Sa’d bint ‘Iṣām nació en el seno de una familia cordobesa de hombres de letras. Su padre, ‘Iṣām b. Aḥmad b. Muḥammad b. Ibrāhīm b. Yaḥyà al-Himyarī (m. en Córdoba en 631/1234), y su abuelo eran expertos en lengua, lexicografía y literatura (adab), y tuvieron a su cargo el sermón de los viernes en la mezquita mayor de Córdoba durante bastantes años (Ḏayl, V, 147-8). También la familia materna de Umm al-Sa’d pertenecía a ese mundo de hombres de letras: su abuelo materno, Hišām b. ‘Abd Allāh b. Hišām al-Azdī (m. después de 603/1206), había sido el encargado de la oración y del sermón de los viernes en los últimos años de su vida; y sus tíos maternos, Abū Yaḥyà Abū Bakr y Abū l-Qāsim ‘Āmir (m. Córdoba, 623/1226), son recordados como poetas y prosistas (Mugrib, I, 74-77; Qidḥ, 80-93; Ḏayl, V, 106-110; Nafḥ, I, 542-544).

Tanto Umm al-Sa’d como su hermana Muhŷa debieron su educación a sus parientes masculinos, y se dice que transmitieron los poemas de todos ellos. De Muhŷa, muerta en Córdoba, en 617 o 618/1220-1221, varios años antes que Umm al-Sa’d, también se dice que fue poetisa, pero no se ha conservado ningún poema a su nombre.

Umm al-Sa’d murió en Málaga alrededor de 640/1242, adonde se había trasladado la familia, probablemente tras la conquista de Córdoba en 635/1236.

 

Obras de ~: Solo se ha conservado un poema de Umm al-Sa’d (Sa’dūna), donde describe la emoción producida al contemplar una imagen de las sandalias del Profeta, un tema que debía de estar consolidándose en esa época. En él completaba los versos de un un poeta granadino, cuyo nombre no se menciona. Los transmisores del poema señalan que lo han podido leer en el texto autógrafo de la poetisa. Es posible que en Umm al-Sa’d influyera su padre, un hombre serio, apartado de intereses mundanos, o su tío Abū l-Qāsim ‘Āmir, que, quizá al final de su vida —previamente se le suele asociar con anécdotas burlescas o libertinas—, se había dedicado al ascetismo y la vida piadosa. El poema de Umm al-Sa’d es el único poema de una mujer conservado en al-Andalus que aborda un tema religioso. Al-Maqqarī recoge otros dos versos, muy críticos con las relaciones familiares, que un tradicionista y hombre de letras cordobés de mediados del VII/XIII, Abū Muḥammad b. Hārūn, atribuye a su abuela Sa’dūna, porque cree que es esta misma poetisa, Umm al-Sa’d o Sa’dūna. Pero recuerda que son obra de un autor oriental, Ibn al-’Amīd (m. 360/970); efectivamente, están recogidos en la Yatīmat al-dahr de al-Ṯa’ālabī (m. 961/1038), una antología de la literatura árabe del siglo IV/X, que tuvo un extraordinario éxito en al-Andalus. Por su formación literaria, Sa’dūna estaba en condiciones de aplicar a una situación dada los versos compuestos por otro poeta sin que su crítica pareciera demasiado directa.

 

Bibl.: Ibn Jalīl, Ijtiṣār al-Qidḥ al-mu’allà fī l-ta’rīj al-muḥallà li-Ibn Sa’īd, ed. Ibrāhīm al-Abyārī, revisión de Ṭāhā Ḥusayn, El Cairo, al-Hay’a al-’Āmma li-Šu’ūn al-Maṭābi’ al-Amīriyya, 1959; al-Maqqarī, Nafḥ al-ṭīb, ed. de Iḥsān ‘Abbās, Beirut, Dār Ṣādir, 1388/196, IV, págs. 166-167; Ibn ‘Abd al-Malik al-Marrākušī, Al-Ḏayl wa-l-takmila li-kitābay al-Mawṣūl wa-l-Ṣila, vol. V, ed. Iḥsān ‘Abbās, Beirut, 1965; al-Suyūṭī, Nuzhat al-ŷulasā’ fī aš’ār al-nisā’, ed. de Ṣalāḥ al-Dīn al-Munaŷŷid, Beirut, Dār al-Kitāb al-Ŷadīd, 1978, pág. 23, nº 4; Ibn ‘Abd al-Malik al-Marrākušī, Al-Ḏayl wa-l-takmila li-kitābay al-Mawṣūl wa-l-Ṣila, vol. VIII (2 partes), ed. de Ibn Šarīfa, Rabat, 1984, pag. 481-482, nº 242; T. Garulo, Dīwān de las poetisas de al-Andalus, Madrid, Poesía Hiperión 1986, pág. 135-137; Poesía fenenina hispano-árabe, ed., introd. y notas de Mª J. Rubiera Mata, Madrid, Castalia, 1990, pág. 153-156; Ibn al-Abbār, al-Takmila li kitāb al-Ṣila, ed. de ‘Abd al-Salām al-Harrās, Beirut, Dār al-Fikr, 1415/1995, IV, pág. 264-5, nº 736; IV, 264: nº 733 (Muhŷa); al-Ṣafadī, Wāfī bi-l-wafayāt, ed. de Aḥmad al-Arnā’ūṭ´y Turkī Muṣṭafà, Beirut, Dār Iḥyā’ al-Turāṯ al-’Arabī, 1420/2000, XVI, pág. 339-340, nº 5873; Ibn Sa’īd al-Magribī (610/1213-685/1286), Al-Mugrib fī ḥulà al-Magrib, ed. Šawqī Ḍayf, El Cairo, Dār al-Ma’ārif, s.f.

 

Teresa Garulo

 

viernes, 18 de noviembre de 2022

AL-MUZAFFAR

 


AL-MUZAFFAR

Biografía

Al-Muẓaffar: Abū Marwān ‘Abd al-Malik b. Muḥammad (Almanzor) b. ‘Abd Allāh b. Abī ‘Āmir al-Ma‘āfirī, Sayf al-Dawla, al-Muẓaffar bi-llāh. Córdoba, 364 H./975 C. – Frente al monasterio de Armilat a 15 kms. al norte de Alcolea, 16 de ṣafar de 399 H./20.X.1008 C. Chambelán (ḥāŷib) del califa cordobés Hišām II y gobernante y señor absoluto de al-Andalus entre los años 1002 y 1008.

Nació plausiblemente en el barrio de la Ruṣāfa de Córdoba, en la suntuosa residencia que su padre Almanzor se había hecho construir allí dos o tres años antes, cuando, elevado a la magistratura de la Šurṭa (policía) media, se convirtió en uno de los primeros dignatarios del Estado. Su madre se llamaba al-Ḏalfā’ (la de la nariz pequeña y bonita), lo que indica su origen servil, su condición de esclava. ‘Abd al-Malik jamás dejó de sentir debilidad por su madre. Ibn ‘Iḏārī dice: “Fue el mejor de los hombres en testimoniar piedad filial a su padre, el más firme de ellos en sus promesas y el más unido a su familia y a sus clientes. Era para su madre de la misma manera. No equiparó a nadie con ella durante el tiempo de su poderío, ni cambió su estado, ni modificó su condición”. Su madre siempre le fue de gran ayuda, pues ésta no sólo protegió a su hijo en vida, librándolo del complot más importante urdido contra él, sino que también a la muerte de su hijo cuidó de su nieto Muḥammad b. ‘Abd al-Malik, que llegaría a ser señor de Jaén en 412/1021-22 y donde se mantendría un tiempo, muriendo en 419/1028-29.

‘Abd al-Malik, más conocido por su tardío título honorífico de al-Muẓaffar, pasó sus primeros tres años de vida en la mansión de su padre en la Ruṣāfa. Cuando estaba a punto de cumplir los cuatro años, su progenitor —que se había hecho construir una suntuosa munya (Almunia) a la que había dado su propio nombre, llamándola al-‘Āmiriyya— lo llevó a vivir allí a fines de 367/978 junto con el resto de la familia. En seguida mandó construir en terrenos cercanos una ciudad palatina al este de Córdoba, la llamada al-Madīna al-Zāhira (la ciudad resplandeciente) a la que, una vez acabada, se trasladó con todos sus familiares y gran número de clientes en 370/981, y en la que ‘Abd al-Malik creció y vivió el resto de su vida, salvo en los cortos periodos de ausencia por motivos políticos y militares; pues su padre dotó a sus hijos, así como a los principales dignatarios de su séquito, de espaciosas mansiones. Con todo, cuando ‘Abd al-Malik fue dueño del poder se construyó para él una nueva residencia, un alcázar fortificado extramuros de la ciudad palatina, a la cual daría el nombre de al-Ḥāŷibiyya, denominación extraída de su título de ḥāŷib, la duración de este alcázar fue de unos seis años a lo máximo.

La estrella de ‘Abd al-Malik se elevó en 379/989, cuando su hermano consanguíneo ‘Abd Allāh, seis años mayor, participó en una conjura contra su padre Almanzor, en compañía de ‘Abd al-Raḥmān b. Muṭarrif, jefe de la Marca Superior, cuya capital era Zaragoza, y de ‘Abd Allāh b. ‘Abd al-‘Azīz, conocido en romance como Piedra Seca, gobernador de Toledo, que prometieron al joven de 22 años que le ayudarían a derribar a su padre y a ocupar su puesto. Descubierta la conjura, el joven ‘Abd al-Allāh, aunque se refugiara en Castilla, a la postre fue entregado a Almanzor, quien mandó ejecutarlo y enviar su cabeza al califa Hišām II a Madīnat al-Zahrā’, junto al parte de las victorias obtenidas allende el Duero en el año 380/990. A partir de ese momento ‘Abd al-Malik se vuelve de más en más importante. Pero ya antes, avezado en alguna campaña militar, había sido enviado por su padre en 388/998 al otro lado del Estrecho con un ejército para reforzar al general en jefe destacado en la región, el fatà kabīr, el gran oficial esclavón Wāḍiḥ, encargado de pacificar el país, a fin de controlar el territorio, y a la vez vigilar entre otros intereses el comercio, mantener el flujo de oro desde el Sudán y tener en mano la recluta de mercenarios para mantener ejércitos combativos, en su política de legitimación por medio de la guerra santa, contra los cristianos del norte peninsular.

‘Abd al-Malik se distinguió en los combates por su pericia y valor —Ibn ‘Iḏārī en el Bayān advierte que “combinaba el exceso de modestia con la extremada valentía”— hasta tal punto que en la batalla más decisiva, rota un ala del ejército andalusí, dirigió personalmente la carga restableciendo no sólo la situación, sino alcanzando la victoria contra el ejército zanāta de Zīrī b ‘Aṭiya. ‘Abd al-Malik entró triunfante en Fez en šawwāl de 388/octubre de 998.

Esta victoria tuvo gran resonancia en Córdoba, donde Almanzor para celebrarla manumitió y dotó a mil quinientos esclavos suyos, y ordenó el reparto de limosnas a todos los menesterosos de sus dominios. Instalado en Fez como un auténtico virrey, ‘Abd al-Malik nombró jefes de distrito hasta Siŷilmāsa, puerta del desierto y depósito del tráfico comercial transahariano, amén de someter a los habitantes de esas tierras a impuesto. En Fez hizo algunas obras edilicias, así como mejoras en la mezquita aljama de al-Qarawiyyīn. Unos meses más tarde fue llamado a Córdoba por su padre, llegando el 28 de rabī‘ II de 388/18.IV.999; mientras Wāḍiḥ, el gran fatà, volvía al norte de África para reemplazarlo.

Almanzor dueño único y absoluto del poder, renunciaría al título de ḥāŷib, chambelán, dándoselo a su hijo —si bien el dictador se atribuyó otros títulos verdaderamente soberanos: Sayyid, señor, y Malik Karīm, noble rey— ‘Abd al-Malik entretanto se había hecho imprescindible para las empresas guerreras de su padre. En la expedición llamada de Cervera (gazwat Sarbīra) en el verano del año 390/1000, frente al ejército mandado por el conde de Castilla, Sancho García, por primera vez Almanzor estuvo cerca de la derrota al bascular los cristianos el ala derecha del ejército musulmán, la situación se restableció gracias a un destacamento mandado por ‘Abd al-Malik y ‘Abd al-Raḥmān (Sanchuelo), el otro hijo de Almanzor. Parece que en las últimas expediciones de Almanzor, éste iba acompañado de sus dos hijos.

Así, cuando el dictador muera en Medinaceli el 2 de ramadán de 392/noche del 10 al 11 de agosto de 1002, ‘Abd al-Malik se hallará a la cabecera del lecho de su padre, quien antes de morir tuvo tiempo de aconsejar a su hijo la manera de mantener el poder en manos de su familia; pues, a más de haberle allanado el camino, le dejaba una hacienda próspera, así como los graneros y depósitos de armas bien provistos. Le advierte que debe vigilar a los recaudadores de impuestos y no malgastar los recursos del Estado. En vista de que la jāṣṣa o aristocracia principesca y de servicio ha sido aniquilada, es importante que mantenga y conserve las prerrogativas externas del califa Hišām II, manteniéndolo aislado y entretenido lejos de los asuntos de Gobierno. Eso sí, debe cuidarse de la camarilla que le rodea, a fin de que no lo utilicen para sus fines o intrigas, pues “todo el mal vendrá de aquel que consiga ganárselo y pretenda alzarse en su nombre”. Finalmente ha de tratar con benevolencia a su hermano consanguíneo ‘Abd al-Raḥmān (Sanchuelo), más joven y peor dotado que él, y servirse de los clientes amiríes, miembros todos de su familia extensa, para los puestos de confianza tanto en la capital como en las fronteras.

Estas recomendaciones, como nos transmite Ibn Ḥayyān, también se las hizo a sus clientes esclavones, exhortándolos a que se mantuvieran alerta y obedecieran a ‘Abd al-Malik, “vuestro hermano y señor, y no os dejéis seducir por el resplandor de los Omeyas, ni por las promesas de aquellos de sus miembros que sólo pretenden dividiros… Nadie después de muerto yo tendrá tanto celo por vosotros como mi hijo. La clave de vuestra fuerza es que os mantengáis juntos como un solo hombre”.

Tomando al pie de la letra los consejos de su padre ‘Abd al-Malik se apresuró a volver a Córdoba, dejando a su hermano menor al cargo de las exequias de su progenitor. Aun cuando en el palacio califal intrigaban esclavos palatinos y clientes marwāníes, e incluso llegaron a soliviantar a la plebe urbana, sus esperanzas fueron vanas. Hišām II, que tenía un temperamento apacible, le entregó un decreto en el que le confería las mismas prerrogativas que a su padre, rogándole que evitase el derramamiento de sangre. Da la impresión de que ‘Abd al-Malik siempre agradeció al Califa su buena disposición para que él recibiera la herencia paterna sin dificultades. Por eso lo tratará con mayores miramientos que Almanzor, llegando incluso a invitarlo a ciertas fiestas en su palacio al-Zāhira. El decreto de investidura fue leído públicamente desde el almimbar de la mezquita aljama cordobesa. En cuanto a los fatà-s palatinos que habían tomado posiciones contra el nuevo gobernante, fueron desterrados a Ceuta.

Acto seguido se expidieron cartas a las provincias de al-Andalus y allende el Estrecho, dando cuenta del fallecimiento de su padre y de su nombramiento para regir en su lugar los destinos del imperio, un imperio completamente pacificado y sólidamente organizado que gozaba de una prosperidad económica sin precedentes. Autores de diversas épocas se hacen eco de esta situación en términos parecidos: Los siete años del régimen de ‘Abd al-Malik fueron para al-Andalus un período de paz y de bonanza, una verdadera edad de oro, si se compara con los sucesos que sobrevendrían a su muerte, que trajeron, a más de una cruenta guerra civil, la ruina del califato. Los cronistas están de acuerdo en comparar el corto periodo de su mandato con la primera semana de bodas (sābi‘ al-‘arūs) de unos recién casados. En términos generales se dio una verdadera luna de miel entre el hāŷib y su pueblo. Al-Maqqarī resume el período de la siguiente forma: “Cuando murió Almanzor se alzó con el poder tras él su hijo ‘Abd al-Malik al-Muẓaffar Abū Marwān. Siguió el proceder de su padre en la política y en las incursiones. Los días de su reinado fueron fiestas. [El reinado] duró siete años y se le dio el nombre de al-Sābi‘ por alusión a sābi‘ al-‘arūs” (cuando a los siete días de casados los esposos dan una fiesta a sus familiares y amigos). Sabemos efectivamente que desde su advenimiento ‘Abd al-Malik se concilió las voluntades de las gentes, reduciendo un sexto los impuestos (‘ibāya) de todo el país y rebajando los atrasos de los tributos impagados.

Así mismo se consagró a seguir la conducta que su padre le había indicado en sus últimas recomendaciones: justificar la necesidad de su régimen y conservar su popularidad, mediante la paz interior y el hostigamiento continuo al enemigo cristiano más allá de las fronteras. Así cada año de la jefatura de ‘Abd al-Malik está marcado por una expedición de verano (ṣā’ifa) o de invierno (šātiya). Enseguida, en 393/1003, dirigió una expedición hacia Cataluña, devastó las cercanías de Barcelona y tomó 35 castillos (85 según Ibn ‘Iḏārī), así como 5570 cautivos, estableciendo en algunas fortalezas guarniciones musulmanas, donde cada hombre recibía dos dinares al mes y una tierra de labor. Éste es un ejemplo de las contadas veces que se intentó repoblar la tierra con musulmanes allende las fronteras de al-Andalus, desde la fundación del emirato independiente.

En el año 394/1004 tal era el prestigio de ‘Abd al-Malik, que fue solicitado para ejercer de árbitro en una querella entre el conde de Castilla, Sancho García, su aliado en la anterior aceifa contra Cataluña, y Mendo González, el tutor gallego del pequeño rey leonés Alfonso V, que contaba diez años, y ambos magnates querían para sí la regencia del reino. El juez de los mozárabes de Córdoba Asbag b. ‘Abd Allāh b. Nabīl, enviado por el ḥāŷib amirí, se pronunció a favor del gallego. Esto desató las iras del castellano, que, según el historiador Ibn Ḥayyān, tuvo que sufrir una aceifa musulmana por su territorio, viéndose obligado a ir a Córdoba y comprometerse a servir de nuevo en las futuras expediciones guerreras de ‘Abd al-Malik.

En el verano de 395/1005 ‘Abd al-Malik se dirigió en aceifa contra el Reino de León y contra sus rivales los Banū Gómez de Carrión, corriendo las llanuras de Zamora, muy devastada por las expediciones de Almanzor, capturando alrededor de 2000 prisioneros y tomando cuantioso botín.

En el otoño de 396/1006 se repitió la campaña, pero hacia el noreste. Aunque la expedición se llamó de Pamplona, en realidad se dirigió a Zaragoza, Huesca y Barbastro, para penetrar desde esa ciudad en territorio enemigo. Comenzó por devastar la llanura habitada de Binueste, y desde allí hacia San Juan de Matidero en Sobrarbe. La expedición se malogró por el frío y las recias lluvias. De vuelta a Córdoba, según Ibn ‘Iḏārī, el vulgo comentaba con desprecio esta expedición, “porque no les habían sido traídos jóvenes cautivos con los que renovar sus deleites, según la costumbre de los tiempos de su padre… La codicia de un tratante de esclavos le hacía decir: Murió el importador de esclavos, aludiendo a Almanzor”. ‘Abd al-Malik para combatir esos malévolos rumores, hizo insertar en el mensaje de la victoria un párrafo en el que explicaba la razón de su malograda expedición.

Para colmo de males ese mismo año fue descubierto por su madre Ḏalfā’ un complot contra él (Ibn ‘Iḏārī data los hechos dos años más tarde, si bien parece más fiable la fecha más temprana). Ya antes ‘Abd al-Malik se había desembarazado del fatā kabīr, el gran oficial Tarafa, que llegó a ser nombrado jalīfa (título que sólo llevaron esclavones amiríes que desempeñaron un papel político de primer orden como, por ejemplo, Wāḍiḥ, Jayrān, Zuhayr, Muŷāhid) y ḥāŷib durante una grave enfermedad del propio ‘Abd al-Malik. Acusado de corrupción y de conspiración, fue deportado a Baleares y, meses después, eliminado en un calabozo. En esa conspiración se vio complicado el poeta al-Ŷazīrī, otrora prefecto de policía y jefe de la cancillería, dicho personaje fue asesinado en la cárcel.

Pero fue la conjura descubierta por Ḏalfā’ la que cambió del todo a ‘Abd al-Malik. Éste había confiado la dirección administrativa del Estado al visir ‘Īsā b. Sa‘īd, a cuyo hijo el ḥāŷib le dio incluso la mano de una de sus hermanas. ‘Īsā en el culmen del poder concibió el proyecto de derribar a ‘Abd al-Malik y a Hišām II, y colocar en el trono a uno de los conjurados, Hišām b. ‘Abd al-Ŷabbār, nieto de ‘Abd al-Raḥmān III; detrás, la vieja aristocracia cordobesa, fuera del juego político, apoyaba la conjuración. ‘Īsā b. Sa‘īd fue invitado a al-Madīna al-Zāhira y sin más asesinado. Días más tarde el pretendiente al Trono fue llevado a una cámara expresamente construida para él “y no se le vio más”. Estos hechos sucedían a comienzos de diciembre del año 1006.

A partir de entonces ‘Abd al-Malik tomó las riendas del Estado y se dedicó con ímpetu a legitimar su posición mediante la guerra santa. Efectivamente, en 397/1007 condujo una aceifa hacia Castilla en septiembre. Atacó la ciudad de Clunia y derrotó a los castellanos, volviendo a Córdoba con un gran botín de esta expedición, conocida con el nombre de gazat al-Naṣr (la incursión de la victoria). A su vuelta a Córdoba solicitó y obtuvo del Califa el laqab o título honorífico de al-Muẓaffar (el Triunfador) —hasta entonces se había contentado con el de Sayf al-Dawla (espada de la dinastía)— así como la kunya o sobrenombre honorífico de Abū Marwān, elevando a su hijo Muḥammad al doble visirato, por encima de los demás visires y dándole la kunya de Abū ‘Āmir.

Aunque no poseyera la cultura de su padre, ‘Abd al-Malik también mantuvo un círculo de poetas y literatos oficiales a los que pagaba pensiones. Con motivo precisamente de la imposición del nombre honorífico de al-Muẓaffar bi-llāh (el Triunfador merced a Dios) y de la kunya de Abū Marwān, se han conservado una serie de versos de distintos poetas conmemorando este hecho. Hay un poeta que especialmente resume la atmósfera de esos fastos refiriéndose al ḥāŷib y recogidos en el Bayān: “Tiempos nuevos y acciones nuevas/Una vida que es esplendorosa y una prosperidad que se acrecienta/Lluvia abundante cae y vivir es grato/El poderío persiste y vuelve la fiesta/La suerte llama a ‘Abd al-Malik/como el sol de la mañana que la fortuna favorece”.

Lejos estaban poetas y cortesanos de sospechar que estaban viviendo el fin de una época, la llamada Expedición de la Enfermedad (gazat al-‘illa) sin embargo pareció a algunos premonitoria. En efecto, en el transcurso del invierno de 398/1007-1008 se dirigió a la fortaleza de San Martín (quizá San Martín de Rubiales, a la orilla derecha del Duero entre Roa y Peñafiel) que fue tomada y pasada a cuchillo su guarnición arteramente, y repartidos después niños y mujeres entre los vencedores. Al-Muẓaffar, enfermo ya, trató de reponerse en Córdoba, ordenando preparar una expedición de invierno. Con dolores salió de la capital a mediados de ṣafar de 399/martes 19 de octubre de 1008, pero tuvo que ordenar un alto, y al día siguiente moría de una angina de pecho. Frente al Monasterio de San Zoilo Armilatense el 20 de octubre de 1008, cuando contaba treinta y tres años. Expiró frente al lugar que los cronistas musulmanes denominaban Dayr Armilāt, que se hallaba a unos escasos 15 kilómetros de Alcolea, en la linde de los términos de Córdoba, Adamuz y Ovejo, y que ha dado su nombre a un riachuelo que pasaba cerca del lugar, el Guadalmellato. Era en las inmediaciones de ese monasterio donde se solía hacer la primera parada de etapa o jornada al salir de Córdoba camino de Toledo. El mismo lugar donde sería asesinado Sanchuelo, el hermano de Al-Muẓaffar, apenas cuatro meses después.

A consecuencia de la rapidísima muerte del ḥāŷib, algunos cronistas insisten en que ‘Abd al-Malik fue envenenado por su hermano Sanchuelo, valiéndose de un cuchillo emponzoñado por una cara de la hoja, partió una manzana y la mitad envenenada se la dio a su hermano mientras él comía la otra. Hasta una fuente cristiana tan lacónica —pero siempre tan vertida hacia las cosas moras— como los Anales Toledanos II, salidos parece de la mano de un mudéjar, recogen: “Comió Sanchol media manzana, e dio la otra media a su hermano Abdelmalik, e murió con ella”.

Esto no parece descabellado, ya que la madre de ‘Abd al-Malik, Ḏalfā’, ayudó con sus dineros al seguido derrocamiento de Sanchuelo, y el nuevo califa Muhammad al-Mahdī no hizo nada contra ella ni contra su nieto, más bien lo contrario, según el Bayān: “Protegió Muhammad entretanto a Ḏalfā’, y al hijo de su hijo y sus bienes, y le permitió instalarse en su casa en la parte norte de la ciudad. Se trasladó a ella con lo que le quedaba y allí permaneció rodeada de sus bienes en libertad para disponer de sus propiedades. Había tomado medidas para sacar los dineros y tesoros y darlos en depósito antes de los acontecimientos; tras eso los recogió el hijo de su hijo Muḥammad b. ‘Abd al-Malik, después de que ella muriera”. Las fuentes difieren acerca de la suerte que corrió el hijo de Al-Muẓaffar, unas dicen que se aposentó en Jaén, donde murió como señor de la ciudad en 419/1028-29; otra versión, que parece más admitida, mantiene que se refugió con el eunuco amirí Jayrān, régulo de la taifa almeriense, quien lo nombró ḥāŷib dándole a su vez el gobierno de la ciudad de Murcia, luego las cosas se deterioraron entre ellos y Jayrān lo echo de la ciudad. Muḥammad se refugió en Orihuela intentando resistir, pero tuvo que abandonar la ciudad y dejar sus bienes personales que eran muchos —los salvados antaño por su abuela Ḏalfā´— Se vio obligado a pedir auxilio al señor de Denia, Muŷāhid, otro esclavón amirí, que lo amparó durante un tiempo, terminando por llevárselo a Córdoba en 417/1026. Finalmente desde allí se fue al Algarve, donde murió de viruelas en 421/1030.

Con la desaparición de Al-Muẓaffar se inicia la guerra civil que traería la caída del califato cordobés y la desagregación de al-Andalus en los llamados reinos de taifas.

 

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Felipe Maíllo Salgado