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domingo, 9 de noviembre de 2025

TARIQ B. ZIYAD

 

TARIQ B. ZIYAD

Ṭāriq b. Ziyād. Norte de África, s. m. s. VII – ?, p. m. s. VIII. General bereber que inició la conquista de Hispania.

Caudillo andalusí

Biografía

Oscuro personaje de breve y decisivo protagonismo en la invasión de Hispania, desapareciendo después. Hay quien lo daba como persa, otros como árabe, pero todos los autores norteafricanos se enorgullecen de que fuera bereber. Ṭāriq b. Ziyād b. Abd Allāh b. Rafhū (o Walgū/Wanmū) b. Warfaŷŷūm b. Yanzagāsin (o Narbagāsin/Yanzimāsin) b. Walhāṣ b.Yaṭṭūfat b. Nafzaw, por tanto perteneciente a esta tribu, entonces asentada en Tripolitania. Su genealogía tiene bastantes visos de no ser auténtica, sino ‘reconstruida’ a posteriori [tres-cuatro siglos después, cuando los amazigs sienten el prurito de emular los linajes arabo-andalusíes]. Sería nieto de un neo-musulmán, cuya conversión se remontaría a las campañas de Ibn Abī Sarḥ (27/647) o mejor a las de Uqba b. Nāfi (post 50/670); inclusive hay quien quiere hacerle tābi. Pero ello choca con un dato básico, unánimemente aceptado: Ṭāriq era un mawlà de Mūsà b. Nuṣayr, por tanto, un ex-cautivo manumitido (tal como afirma Ibn Iḏārī) o un converso por mediación suya. En cualquier caso, un neo-musulmán de creencias no demasiado seguras como apuntaba la afirmación del taimado Mugīṯ ante el califa Sulaymān. “Si ordena a sus gentes orar de cara a cualquier qibla que se le antoje, le seguirán sin advertir que [con ello caen] en la infidelidad…”.

Ningún autor recoge su nacimiento. Sólo consta que, en 85-6/704-5, “Mūsà lo puso al frente de la vanguardia de su ejército”. Mando que supone merecía cierta confianza y quizás también alguna ‘representatividad’ bereber. Implica también que Ṭāriq ya no era ningún crío y debía rondar los 30-40 años. Tampoco parece nada excepcional puesto que otro bereber, Zura b. Abī Mudrik, mandaba un ala del ejército y fue el encargado de someter a los Maṣmūda.

El hecho relevante se produce en 88/707. Mūsà ha dado por terminadas sus campañas magribíes y tropezado con la resistencia de Julián en Ceuta. “Cuando Zura b. Abī Mudrik le trajo a los rehenes Maṣmūda, Mūsà los juntó con aquellos que había cogido en Ifrīqiya y el Magrib. Los acuarteló en Tánger, bajo el mando de su liberto Ṭāriq al que dejó con 12-19.000 jinetes beréberes con armas y pertrechos. También le dejó 12 árabes para enseñarles el Qur’ān y las normas [islámicas]”; mientras él regresaba a la capital de su provincia con las tropas árabes. Se había recurrido a la colaboración [obligada] de rehenes/auxiliares beréberes para una acción militar concreta. Terminada la conquista del Magrib se disuelve y concentra cada etnia en un lugar distinto: Qayrawān para los árabes, Tánger para los beréberes.

āriq ha quedado en Tánger como ‘sub-gobernador’ bereber y con el encargo de hostigar Ceuta. Julián, no recibiendo ayuda visigoda, inicia una maniobra de diversión que haga cesar la presión que le asfixia. Las causas son político-militares (y no hay porque recurrir a legendarias venganzas de la honra de su hija (que presentan insalvables dificultades cronológicas). En 89-90/708-9, se somete (conservando vida, bienes, posición) y, simultáneamente, propone su colaboración activa para campañas en Hispania. Absolutamente todas las fuentes coinciden e insisten sobre este punto. Según las árabes es Julián quien “se entrevista”, “escribe”, “incita”, “ofrece”, “promete”, “hace desear”, “estimula”, “invita”; y la Crónica del 754 remacha “consilio nobilissimi viri Urbani Africane regionis”. El trato es inequívoco. Ṭāriq se desinteresa de Ceuta (que queda como ciudad autónoma) a cambio de algo mucho más goloso: correrías por Hispania. Una operación en la que una inversión reducidísima (el cese de un asedio largo, aburrido y poco enriquecedor) ofrece grandes beneficios a corto y medio plazo (los medios necesarios para lanzar pingues y enardecedoras algaras, cabalgadas de saqueo por ricas tierras). (En este caso concreto, la descomposición interna visigoda añadirá una increíble prima: los 8 siglos de al-Andalus…).

Llegamos a una cuestión de cierta relevancia histórica: ¿Quién tomó la decisión de atacar Hispania? Autores hay que afirman fue “por orden de Mūsà”, mientras otros aseguran fue “a iniciativa de Ṭāriq”. Antes de entrar a valorar testimonios, es imprescindible analizar los hechos. Circa 88/704, Ṭāriq había quedado como ‘sub-gobernador’ bereber de Tánger [con autonomía local para cuanto no sea ‘importante’], al frente de 12-18.000 h. Muchos son Maṣmūda pero otros proceden de diversas tribus norteafricanas (Ŷarāwa, Hawwāra, Zanāta, Kutāma) (grupos amigos o enemigos mutuos) y conviene tenerles ocupados para evitar se activen viejos antagonismos. Habiendo finalizado el cerco de Ceuta es necesario buscarles otros exutorios. Desde el Estrecho, estando ya todo el Magrib bajo dominio musulmán, lo obvio era la costa frontera. Para respaldar la credibilidad de su convenio con Ṭāriq, Julián realiza un pequeño saqueo, a finales del 90/709, de la costa algecireña. Animado “Ṭarīf, liberto bereber de Mūsà, pasa con 400 h. y 100 jinetes en 4 barcos de Julián. Atracan en Tarifa (que toma su nombre de aquel desembarco) y corren (la tierra de) Algeciras, apresando cautivas de una belleza tal como nunca vieran Mūsà ni sus compañeros, cuantiosos bienes y enseres. Esto fue durante el mes de ramaḍān 91/julio 710. Cuando las gentes (del Magrib) vieron aquel botín, se apresuraron para entrar (en Hispania)”.

Efectivamente, al poco tiempo, es seguido por la incursión (también fructífera) de otro bereber, Zura, al frente de mil hombres, por la costa frontera. Naturalmente, no se ha consultado a la lejana superioridad (Mūsà) para estas pequeñas acciones. Estamos ante iniciativas ‘privadas’, similares a las futuras de Hernán Cortes o Pizarro. Pero el rico y fácil saqueo ha despertado codicias, provocando una ‘fiebre del oro’ donde ninguno quiere quedarse atrás. No sabemos si Ṭāriq se ha contagiado y encabeza la estampida o se ve arrastrado por sus hombres. Lo cierto es que el 5 raŷab 92/28 abril 71, inicia su desembarco en el Peñón que recibirá su nombre: Ŷabal Ṭāriq/ Gibraltar.

El caso es que, con las prisas, se han olvidado no ya de consultar o pedir autorización sino inclusive de informar a la superioridad. Al-Raqīq es taxativo “Ṭāriq decidió invadir al-Andalus, enrolando para ello a los beréberes… Mientras Mūsà estaba en [su residencia de] Ifrīqiya y ni siquiera se enteró…”. Nunca hubo permiso, encargo ni orden alguna de Mūsà, ni mucho menos consulta de éste al Califa. Cuantas fuentes aluden a ello, lo hacen —en palabras de Ibn Iḏārī— “a título de atribuir al ordenante los hechos del mandado”. En ello también aflora su puntito de etnocentrismo por cuanto la autoría —y gloria— de tan prodigiosa conquista tenía por fuerza que ser árabe y no podía deberse a un oscuro bereber… Ṭāriq se ha tomado unas atribuciones que no le habían sido nunca conferidas; ha desobedecido las órdenes recibidas. Hecho que, cuando tuvo conocimiento de lo ocurrido, molestó y preocupó a su patrono y superior, por obvias razones de disciplina y mando, que reaccionó airadamente.

El cruce de las tropas (un primer cuerpo de 1.700 hombres seguidos por otros hasta llegar a 10-12.000 —ahí estarían los ayān/alām al-qabā’il recogidos por al-Rāzī—) que acompañaron a Ṭāriq, hubo de efectuarse en los cuatro barcos de cabotaje suministrados por Julián. Procuraron pasar desapercibidos, estableciendo una cabeza de puente de fácil defensa en Gibraltar. Requisito obligado pues la escasa capacidad de transporte obligó a múltiples viajes que duraron cerca de dos meses. Dueños de Carteya/Torre de Cartagena, lanzaron pequeñas algaras de forrajeo y saqueo. Sin más reacción que la de los directamente afectados pues Rodrigo estaba sitiando Pamplona y luchando contra los Vascones. Informado, acude a Córdoba donde concentra cuantas tropas puede. Un ejército numeroso pero de escaso entusiasmo. Sus mejores hombres (y partidarios) están cansados por la campaña norteña y la larguísima marcha que han tenido que soportar. Los recién incorporados (y opositores) son la facción familiar witizana y se confiará el mando de las alas derecha e izquierda a Sisberto y Oppa, hermanos del rey anterior. Quienes tramaron “Este malnacido (que no es de estirpe real y antaño no pasaba de ser uno de nuestros seguidores) se ha hecho con un poder que no le correspondía y su acción nos ha perjudicado mucho. Esas gentes que nos han invadido no pretenden afincarse en nuestra tierra pues su único afán es llenarse las manos de botín antes de marcharse. Desbandémonos cuando nos enfrentemos a estos invasores, ellos derrotarán a este malnacido y, cuando se retiren, entronizaremos a quien merezca el cargo”. Efectivamente cuando, a orillas del Guadalete o del Barbate, Rodrigo atacó las alas se dieron a la fuga. La vigorosa contraofensiva de Ṭāriq aplasta al ejército contrario, desapareciendo el monarca.

“Amontonadas las presas ante Ṭāriq, las repartió entre los combatientes. [Tan pronto como] los Magribíes oyeron de su victoria en al-Andalus y lo cuantioso del botín cobrado, acudieron de todas partes, cruzando el mar en cuantos barcos y botes pudieron hallar para unírsele…hambrientos de despojos y ansiosos por enfrentarse [a los enemigos]. Con ellos iba Julián —aquel que les pidiera seguridad— con sus hombres y la gente de su provincia, señalándoles los puntos vulnerables y suministrando información”. Reforzado con estos numerosos voluntarios Ṭāriq, partiendo de la bahía de Algeciras, remonta el Guadarranque, Hozgarganta y, por Jimena de la Frontera y Ronda, llega a Écija donde desbarata los restos del ejército visigodo. “Cuando los Godos oyeron de aquella doble derrota, Dios llenó sus corazones de pavor. Comprobando cómo Ṭāriq se adentraba por el país —cuando habían creído que no pasaría de hacer una pequeña incursión, semejante a la de Ṭarīf, buscando botín antes de retirarse— se asustaron. Y abandonando los llanos se dispersaron por las alturas”. Ya no habrá resistencia organizada. “(Ṭāriq) et su gente entraron por España, et comenzaron de fazer quanto querian, sin ningunt embargo”. Tres destacamentos van a Córdoba, Málaga y Granada, mientras el grueso de las tropas sube a Toledo.

Tampoco aquí hubo resistencia pues “no habían quedado más que unas pocas gentes, por haber huido su señor con sus compañeros, refugiándose en una ciudad tras los montes”. “Sinderedo, obispo metropolitano de la capital, por temor a la invasión árabe, actuando más como mercenario que como pastor, abandona las ovejas de Cristo y marcha a Roma”. “Intestino furore confligeretur”, seguimos en un contexto de guerra civil entre ‘rodriguistas’ y ‘witizanos’. Donde Oppas hace que se ejecute al “senatus, nonnullos seniores nobiles viros”. Pero lo importante, para los invasores, no era lo político sino lo material: el tesoro real, y el eclesiástico, que los toledanos se llevaron en su retirada hacia Alcalá de Henares/ Guadalajara. Allí fue donde se cobraron “muchas joyas y oro a profusión” así como la fabulosa Mesa de Salomón. “…mesa engarzada con perlas, jacintos y esmeraldas. La gente pretendía que era la mesa de Sulaymān b. Dāwūd, pero no es así. Antes bien, los cristianos piadosos legaban sus bienes a las iglesias cuando les llegaba su hora, bienes con los que se hacían atriles, donde colocaban los tomos del Evangelio en las fiestas. Aquella mesa era uno de estos atriles que los reyes se habían esmerado en adornar”. Los últimos ‘rodriguistas’ se han retirado (llevándose cuantos objetos de valor pudieron) hacia el Norte. Pero serán alcanzados en “Amaya, ciudad más allá de la sierra, donde se habían fortificado [los Godos], allí se cobraron joyas y riquezas”. Después Ṭāriq regresó a Toledo.

La invasión bereber había sido motivada por la fama de la riqueza hispana. Las fuentes árabes insisten todas sobre lo fabuloso del botín, la cantidad inconmensurable del oro y joyas conseguido. Cifras legendarias que van creciendo de boca en boca, despertando egoísmos y codicias. Se ha creado un mito movilizador, semejante al del Dorado, de los auríferos placeres de California y del Klondike. Toda riqueza rápida conlleva violencias, incumplimiento de las normas, irregularidades. La invasión bereber no fue ninguna excepción y muchos ocultaron presas para no tener que repartirlas. “Cuando la conquista de al-Andalus, todos incurrieron en el pecado de disimulo y apropiación de botín/gulūl”. En justo castigo, durante el regreso a sus lares, Allāh levantó un viento huracanado que hizo se anegasen con sus riquezas.

En 93/712, estando en Toledo, “quando (Ṭāriq) supo que Mūsà venia, saliol a recebir bien allend de Talavera al rio que dizen Tietar”. Aunque Ṭāriq se apeó humildemente, su desobediencia hizo que “Mūsà ordene arrestarlo y aherrojar, pensando incluso en ejecutarlo”. Salvado por la intervención de Mugīṯ, hubo de “entregar cuanto botín tuviese, así como los tesoros de los reyes, y apresurarse en presentar la Mesa”. Todas las tropas pasan bajo las órdenes de Mūsà. Ṭāriq, relevado del mando de los beréberes, irá en vanguardia, al frente de un pequeño destacamento. Las aguas han regresado a su cauce y el liberto a disposición de su señor. Así, hasta llegar a Zaragoza por el valle del Jalón, “Ṭāriq iba delante (de Mūsà) y no atravesaban lugar que no conquistasen y sin que Dios los enriqueciera…Nadie les salía al paso como no fuera para pedir la paz”. Ocupada, al parecer sin resistencia, la capital del Ebro, el retorno de Mugīṯ como enviado califal, es sincrónico del levantamiento de arresto a Ṭāriq. Éste, habiendo recobrado el mando de parte de los beréberes llegara hasta Tarragona, donde “mató las gentes et destruyo las obras [muy viejas et maravillosas]; mas non pudo todas, tanto las fizieron de firmes”.

āriq acompañó a Mūsà en su regreso a Oriente. Estaba entre los asistentes cuando, en 96/715, su señor presentó el quinto del botín andalusí al califa al-Walīd. Y aprovechó para reivindicar públicamente su protagonismo (silenciado por Mūsà) en la conquista de al-Andalus. Descontento con el “no ha lugar” califal, reiteró sus denuncias (acusándole de desfalco) ante Sulaymān, que las aprovecharía para justificar su malquerencia personal e incoar expediente a Mūsà. Con posterioridad a 97/716 no se vuelve a mencionar a Ṭāriq, que posiblemente regresaría al Norte de África.

Leer menos

Bibliografía

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P. Chalmeta, Invasión e islamización, Jaén, Universidad, 2003

Autor/es

Pedro Chalmeta Gendrón

 

viernes, 25 de julio de 2025

ibn al-labbaba, poeta de la corte de sevilla - siglo xi

 


IBN AL-LABBANA, POETA DE LA CORTE DE SEVILLA – SIGLO XI

by Elisa Simón


En este artículo los quiero acercar a uno de los poetas andalusíes más sobresalientes del siglo XI. Su nombre era Abu Bakr ibn Isa ad-Daní, más conocido con el sobrenombre de: 

Ibn al-Labbana, «el hijo de la lechera». 

Nació en Denia hacia 1044 en el seno de una familia humilde. De su padre sólo se sabe su nombre, ´Isa, al parecer su madre enviudó muy joven con dos hijos pequeños a los que crió ella sola. Ella consiguió una posición económica suficiente, para que sus hijos pudieran estudiar. Les dio una buena educación con el esfuerzo de su trabajo como lechera. De esta manera sacó a sus hijos adelante, quienes aunque no pudieron contar con la enseñanza de prestigiosos maestros, sí aprendieron los conocimientos fundamentales como lengua, bellas letras, poesía, etc. 

La ausencia de la figura paterna se reflejará en su poesía y marcará su carácter, buscando siempre una persona que lo proteja, era una ser muy sensible, casi frágil. sentiría que lo infravaloran, sólo encontró llenar el vacío de su padre, cuando estuvo en la corte de Sevilla del rey al-Mu´tamid. 

Ibn al-Labbana sintió preferencia por la poesía y su hermano se enfocó más bien hacia el comercio. Acerca de su aspecto físico sólo sabemos que era bajito y flaco. Debido a su difícil infancia, su carácter se fraguó en la realidad de la vida, sin grandes ambiciones. Buscaba en sus mecenas una protección paterna, ofrecía su sincera amistad, su forma de ser sencillo, franco, con fuertes valores.  

Era un hombre tranquilo, que basaba su relación con los demás en la fidelidad y gratitud. Deseaba ser aceptado y tratado tal como era él. 

Yo soy como el espejo brillante y sincero, 

y reconozco a la gente de la misma manera, 

que ellos lo hacen conmigo. 

Yo soy como el agua

que muestra su color 

como aquella que se encuentra debajo. 

Infancia en Denia 

Cuando ellos vivían en Denia gobernaba Alí Iqlab al-Dawla, el hijo de Muyahid, quien no sólo había expandido sus dominios hasta incluir las Islas Baleares, sino que convirtió a al-Daniyya en un enclave comercial y marítimo importante en el Mar Mediterráneo. Los barcos de la flota de Denia compartían el espacio con los genoveses, venecianos, alejandrinos, etc.  El comercio de todo tipo de productos y el intercambio cultural llenaban aquellos navíos, que surcaban el Mediterráneo de punta a punta.  

A la edad de veinte años, ibn al-Labbana decidió dejar su ciudad natal hacia 1064.

Inicio de su periplo por Al-Andalus 

Comenzó así un viaje por al-Andalus en busca de un mecenas a quien dedicar su poesía. Recaló primero en la taifa de Almería, donde reinaba al-Mu´tasim, poeta y amante de la belleza, hombre de paz, que se rodeó de poetas y sabios. Ibn al-Labbana logró entrar en su corte de poetas, debiendo dar lo mejor de sí para estar a la altura de las exigencias de al-Mu´tasim. Entre los poetas cortesanos había una cruda competencia, la envidia de uno hizo que ibn al-Labbana decidiera dejar aquella corte antes del año 1069.  

Se dejaba seducir por la belleza en todas sus acepciones. Le gustaban las mujeres y hombres hermosos, le gustaba los placeres de las fiestas, el vino, la música.  

Intentó suerte en la taifa de Sevilla. Sin embargo, llegó en el peor momento. Al-Mu´tadid vivía su último año, atormentado y enfermo, no fue capaz de ver en el poeta de Denia su potencial. Por lo que prosiguió su viaje por al-Andalus hasta que llegó a la taifa de Badajoz, justo cuando al-Mutawakkil había asumido el gobierno en el año 1072. Allí fue acogido, se le reconoció su valía. Durante un tiempo se sintió cómodo, manteniendo una buena y cordial relación con el rey.  A lo largo de unos diez años permaneció ibn al-Labbana al servicio de este rey componiendo versos en su honor. A lo largo de esos años sus conocimientos fueron aumentando y él fue madurando como poeta. 

Una vez más, ibn al-Labbana fue víctima de la envidia de ciertos cortesanos, que hicieron lo imposible por enfrentarlo al rey, hasta que éste le retiró su amistad y dejó de pagarle. El poeta entró en problemas económicos, por lo que casi sin dinero abandonó la taifa y decidió volver a probar suerte en Sevilla. 

Ibn al-Labbana llega a la taifa de Sevilla 

Llegó a la corte hacia el 1078, cuando gobernaba al-Mu´tamid, el poeta que reinó en Sevilla. Se inició así los momentos más intensos y cruciales en la vida de ibn al-Labbana. No sólo fue poeta al servicio del rey, sino que fue su amigo fiel hasta el fin de sus días. 

La amistad entre el rey de Sevilla, al-Mu´tamid, e ibn al-Labbana fue in crescendo, quizá porque cuando ingresó a la corte, contaba con un estable grupo de poetas de alto nivel, como ibn ´Ammar o ibn Wahdun, entre los cuales él aún no destacaba. En un inicio en un segundo plano, siguió aprendiendo y madurando en los conocimientos y arte de la poesía. El poeta de Denia se caracterizó por su discreción,  en un inicio. Sin embargo, en la corte sevillana terminó de forjarse el poeta, allí rodeado de los mejores siguió aprendiendo y madurando tanto como poeta como persona. Se sentía cómodo en la corte de Sevilla, había encontrado su lugar y su entorno. El trato con el rey se fue estrechando, demostrando una firme fidelidad hacia los banu ´Abbad. El tiempo de disfrute y tranquilidad no duró mucho, ya que los acontecimientos políticos y económicos no lo permitieron. Ibn al-Labbana, vivió junto al rey las intrigas de la corte y la traición de ibn ´Ammar, amigo, compañero, poeta, visir, hombre de suma confianza del rey al-Mu´tamid. La única vez que se sabe de un arrebato de furia fue cuando el rey supo de la traición de Ibn ´Ammar. Su violenta reacción fue acabar con su vida con tus propias manos. Poco tiempo después, ocurrió la conquista cristiana de Toledo por el rey Alfonso VI en el año 1085. Dicho acontecimiento desencadenó una serie de decisiones, buenas o menos buenas, que diseñaron el devenir de la taifa de Sevilla y la vida del rey al-Mu´tamid. El dilema y final decisión de pedir apoyo militar a los almorávides, abrió las puertas de al-Andalus a un inmenso contingente de beréberes bajo las órdenes de Yusuf ibn Tashufin. Sonada fue la victoria andalusí con ayuda almorávide de la batalla de Zallaqa en las afueras de Badajoz, en el año 1086. En aquella ocasión, Ibn al-Labbana luchó junto al rey, sable en mano como el más valiente.

No había entre tus manos, durante la batalla, 

más que yo, los sables y las lanzas

que se rompían contra las armaduras. 

Unos años después fue testigo del lamentable episodio del sitio de Aledo, en Murcia, donde quedó en evidencia la desunión de los reyes taifas. El rey al-Mu´tamid hizo lo imposible por evitar que Yusuf ibn Tashufin se diera cuenta de los entresijos políticos entre las taifas. La incapacidad de los dirigentes andalusíes, provocó que sólo un año después, en el 1090, las tropas almorávides cruzaran el Estrecho por tercera vez y esta vez para destronar a todos ellos y salvar así la unidad de al-Andalus.

En Septiembre del 1091 a ibn al-Labbana se le rompió el corazón, cuando vio que al-Mu´tamid no tuvo otra salida que rendirse ante los Almorávides. Uno de los poemas más famosos de ibn al-Labbana describe aquella despedida del rey al-Mu´tamid y su partida como prisionero hacia el Magreb. Una vez establecidos los almorávides en la Península, muchos poetas no encontraron lugar donde seguir escribiendo sus poemas, ya que los nuevos dirigentes no sentían ningún interés en la literatura y mucho menos en la poesía.

Ibn al-Labbana después del rey al-Mu´tamid 

Cada poeta buscó su refugio donde pudo y como pudo, y eso le ocurrió a ibn al-Labbana, que sentía un enorme pesar por la situación de su amigo el ya depuesto rey al-Mu´tamid, que ahora era un prisionero en Aghmat, al sur de Marraquech. Le envió al rey el siguiente poema:

Cuando pienso en los tiempos de luz luminosa, 

que ya ha pasado, 

la luz del día se vuelve oscura. 

Me asombra que el cielo hace aparecer sus estrellas, 

mientras que la luna está en eclipse. 

Aunque la catástrofe haya sido grande, 

tus virtudes las son más aún. 

Tu eres como una lanza, que ha perforado tanto, 

que se ha roto 

como el sable que ha golpeado tanto, 

que se ha roto

Que las nubes lloren lágrimas por los banu ´Abbad

Muhammad y sus hijos

Es tan agradable a mi corazón decir: 

quizá sus moradas se acerquen a las nuestras, quizá. 

Hacia el 1092 ibn al-Labbana decidió emprender el duro viaje hasta allí para visitarlo. 

Se sabe que permaneció un tiempo junto al rey, se estableció en Aghmat y visitaba a al-Mu´tamid en su celda. No queda claro en las fuentes si el poeta de Denia vivió allí hasta la muerte del rey o si se marchó antes. 

Se cuenta que, cuando ibn al-Labbana le dedicó un poema a quien fuera su señor, al-Mu´tamid ordenó que se le entregara 20 monedas de oro y dos trajes como recompensa por las poesías. El rey al-Mu´tamid compuso para la ocasión un poema excusándose del poco valor de los regalos. Sin embargo, ibn al-Labbana, rechazó los regalos, aludiendo que aquellos versos los hizo desde la amistad, no con la intención de recibir algo a cambio. 

La cuestión es que cuando el rey al-Mu´tamid murió en el año 1095, su poeta amigo quedó sin consuelo. Nunca se recuperó de esa pérdida, no sólo lamentaba la muerte del rey, sino la imposibilidad de volver a vivir el tiempo de felicidad que disfrutó en Sevilla, los días de paz y gloria, en una elegía lo expresó así:

Es el fin de la tierra y de sus habitantes: 

la tierra no es más que un desierto, 

la gente no son más que cadáveres. 

Dile a la gente de este mundo, 

a los de allí abajo, 

que el espíritu del mundo superior 

está confinado en Aghmat. 

Solo, sin rumbo en el Magreb, viajó a Bugía donde reinaban los banu Hammad. Allí vio, con gran tristeza, las pésimas condiciones en las que vivían los que un día habían sido los señores de Almería. Tanta carga emocional lo forzó a continuar su camino, atravesó el Estrecho de Gibraltar, regresando a al-Andalus de los almorávides. Deambuló por algunas ciudades, como Almería, donde vivió un tiempo y al parecer allí escribió algunos libros relatando la historia del rey al-Mu´tamid y la de los banu ´Abbad. Lamentablemente dichos libros se han perdido.

Sevilla parecía una tierra cubierta de antorchas, 

cuyas flores surgían de los espíritus que la iluminaban. 

En la orilla de su río, había jardines esparcidos 

entre colinas cubiertas de olmos que daban sombra. 

Escribió un segundo poema de 56 versos donde expresa el vacío que le dejó la partida del rey

El dolor de los que fueron cubiertos

de la generosidad y la virtud de los banu ´Abbad. 

Todo ha terminado para el poeta, 

el soldado debe entregar sus armas 

y regresar a sus pagos, 

aquellos que buscan ayuda y seguridad 

deben encontrarla desesperadamente … 

… no nos queda más remedio 

que pedir ayuda a Dios, 

aquellos tiempos pasados, 

cada día era un día de fiesta y disfrute. 

Ellos eran la montaña, con sus cuevas, grutas, 

para aquellos que buscaban abrigo: ellos eran la llanura 

para aquellos que buscaban la fertilidad 

Qué malvado universo que nos ha torturado, 

no fueron, sin embargo, incrédulos !  

Ibn al-Labbana en Mallorca 

Hacia el año 1096 encontró su nuevo lugar en la única taifa que aún sobrevivía libre del dominio de los almorávides, la taifa de Mallorca. 

Allí gobernaba Nasir al-Dawla Mubassir ibn Sulayman, un antiguo esclavo de al-Mu´tarda, quien se alzó con el poder a la muerte del rey.  Ibn al-Labbana fue acogido con generosidad. Para entonces ibn al-Labbana era un hombre maduro, su poesía y sus conocimientos fueron muy valorados en aquella corte, también por haber sido poeta de la corte sevillana. Eso suponía un gran prestigio. A pesar de todo ibn al-Labbana sentía una profunda tristeza, un inmenso vacío en su interior que nadie podía llenar. Volcó aquellas emociones en versos y poemas de gran calidad.

Se quejaron contigo hasta el sol y la luna

y las estrellas más bellas empezaron a esparcirse

el viento soplaba sin exhalar aroma,

y el jardín aparecía sin el rocío que cubría sus flores

la umbrosidad había desaparecido, para nosotros esta primavera,

y el jardín estaba a punto de arder por el calor

el agua era escasa, no manaba ya el manantial,

ni fluía el río en su lecho …

Su poesía de elogio al príncipe esta llena de expresiones artificiales e hipócritas. Sus versos de amor, al vino y a los amigos tenían una técnica y estilo magníficos, sin embargo, estaban vacío de alma, sin pasión. 

Un poema dedicado al rey de Mallorca, Nasir al-Dawla Moubassar describe la fiesta de Nayrouz, que era la celebración del Año Nuevo en al-Andalus, se hacía una fiesta con intercambio de regalos.

El amor, que estaba apagado, volvió a ella,

cuando los pájaros rompieron a cantar y lloró

me recordaba mi juventud, aquella paloma que zureaba,

envuelta en una de sus alas;

las gotas de rocío la habían mojado

y sacudía sus plumas como si fuesen un chal de brocado;

bajo su color gris, las ramas tiernas brotan

sobre las grandes dunas;

la brisa le da a beber su vino, y embriagada,
se tambalea y zurea;

Es igual que aquélla que alegra mi corazón,

allí donde se encuentre;

me daba a beber el vino de su saliva,

y me lo representaba con la frescura de las margaritas de sus dientes

¡Oh aquél que alancea a los caballeros en el combate,

cuando le alancean senos, debe arrojar las armas!

¡cuando atacan negras pupilas,

nada pueden hacer las blancas espadas!

Nada queda en mí sino el recuerdo de aquella mirada perversa,

que sin embargo, encerraba un bien;

¡Gracias a Dios, soy un hombre que se ha arrepentido

de todo, menos de amar a las bellas!

En otro fragmento del poema hace alusión a la fiesta de Nayruz, 

Si aún tuviese el vigor de mis años mozos, 

no dejaría pasar el día de Nayruz, sin beber hasta el amanecer;

es un día suave y poético, cuya blancura se extiende ya,

sobre los alcores y los valles;

es un día en el que juegan las muchachas

y se contonean como las ramas bajo el soplo de la brisa;

cuando se sientan, parecen colinas sobre tierra húmeda,

cuando caminan,

parecen antílopes en el aprisco;

tienen cuellos esbeltos, y sus vestidos,

con ceñidores, arrastran largas colas;

son, a la vez, cultivadas y silvestres,

sus rostros son, a la vez, serios y alegres;

silenciosas, en su interior, hay una voz que

habla y grita por ellas;

cada una tiene un cumplido caballero como servidor,

de rostro vergonzoso y corazón desvergonzado;

no tienen miedo a las heridas del combate,

pero las miradas hieren sus rostros;

la espada es fuego, la loriga, agua,

entre los dos extremos, está el acuerdo.

En otro poema dedicado al soberano mallorquín en ocasión de otra fiesta pagana que se celebraba en al-Andalus, el Mihrayan o solsticio de verano. 

¡Bienvenido sea el día de al-Mihrayan! 

¡Como tú lo celebras, es un día lleno de esplendor!

Sobre la bahía hay una flota tan numerosa 

como sus aguas

¡Ambas son desbordantes!

Vuelan las hijas de la mar, las naves;

sus plumas son como las del cuervo,

pero en realidad son halcones;

van los hijos de h guerra sobre las naves

que corren como corceles ganadores;

llenan guerreros armados sus puentes y bodegas

y así parecen nubes cargadas de lluvia;

se sumergen en la Bahía navegando

y parecen las camellas de un espejismo;

Es maravilloso, yo no imaginaba antes de verlas,

que los barcos pudiesen ser feroces leones;

agitan los remos hacia ti, 

como de un ojo que parpadea ante el espía indiscreto,

o como los cálamos del escriba real, que traza

sus alargados rasgos sobre el papel.

Una vez más, afloraron las envidias y los celos dentro de la corte y nuestro poeta comenzó a sentirse incómodo. Se lo acusaba de excederse en las fiestas, incumpliendo así la ley del Islam. Le dedicó este breve poema a sus enemigos: 

Digo ¡Hola!, pero es un adiós;

me quiero engañar, pero es inútil;

Yo tranquilizo a mi corazón,

dejándole creer que logrará sus deseos,

pero no se tranquiliza;

dejo a mis vecinos y digo

“Me han perdido, pero qué hombre han perdido!”

No han estimado mi valor, ni mi literatura.

¡Ni mi pluma ni mi espada eran suficientemente largas!

Los días me han vendido muy barato,

yo creía que los tesoros no se vendían.

Después de varias rencillas, decidió abandonar Mallorca, terminó escribiendo estos versos a Mubassir: 

La lluvia suave que cae en el río.

termina siendo torrente;

huyo, aunque Mallorca se convirtiese

en Egipto y tus dones, en el Nilo.

sin embargo, la muerte lo encontró antes de poder marcharse. Había cumplido unos 70 años, fue enterrado en la isla junto a abu al-Arab as-Siqillí. 

Su gran sensibilidad, sus valores, como la amistad, la lealtad, la fidelidad no encajaban en una sociedad frívola e hipócrita que intentaba sobrevivir el eclipse de la poesía y literatura que vivió al-Andalus bajo el Imperio Almorávide. 

La Poesía de ibn al-Labbana 

Realizó sus estudios de primaria y básico tanto en ciencias como literatura, poseía una cualidad innata, un talento natural, para la creación de versos. 

En su poesía no vemos expresiones eruditas, ni composiciones complicadas, ni metáforas o expresiones sofisticadas. sin embargo, eso no significa que su valor poético sea pobre. El dominio literario que poseía era el suficiente para guiarlo en el camino de la buena poesía y se ganó así un lugar preeminente entre los mejores literatos. 

El aprendizaje y experiencia que fue adquiriendo junto a los literatos en las diversas cortes, hizo que se desarrollara sus conocimientos que más tarde le sirvieron para redactar obra de historia de la literatura y ejercer como profesor de literatura. 

Sus versos están llenos de naturalidad, de espontaneidad, se expresa en versos sin artificios.  

 

BIBLIOGRAFÍA: 

–Biblioteca de al-Andalus, vol. V, Fundación Ibn Tufayl de estudios árabes

–«El poeta ibn al-Labbana de Denia en Mallorca» de María Jesús Rubiera de Epalza, Bolletí de la Societat Arqueológica Juliana nr. 39 (1983) ppgg. 503-510 

–Poetas árabes del País Valenciano, Margarita Lachica, Universidad de Alicante 

–Papers de Benissa, Cuaderns de Cultura Benissença, «Un benissero ilustre: el poeta árabe ibn al-Labbana» de María Jesús Rubiera de Epalza. En archivo pdf 

–«La vie litteraire a Sevilla au XIe siecle», Salah Khalis  – SNED Editions Nationales Algeriennes 

–«Al-Mu´tamid y los Abadíes, El esplendor del reino de Sevilla», Pilar Lirola Delgado – Fundación Ibn Tufayl de estudios árabes

–«Esplendor de al-Andalus», Henri Pérès – libros Hiperión  

–«Al-Mu´tamid ibn ´Abbad – Poesías, María Jesús Rubiera Mata – Instituto Hispano-Arabe de Cultura – Madrid 1987