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martes, 2 de diciembre de 2025

AL-QASIM B. HAMMUD

 

AL-QASIM B. HAMMUD

Al-Qāsim b. Ḥammūd: Abū Muḥammad, al-Qāsim b. Ḥammūd b. Maymūn b. Ḥammūd b. ‘Alī b. ‘Ubayd Allāh b. Idrīs b. Idrīs b. ‘Abd Allāh b. Ḥasan b. al-Ḥasan b. ‘Alī b. Abī Ṭalīb, al-Ma’mūn (El Fidedigno). Marruecos, c. 345-6/958 – Málaga, ša‘bān del año 427/VI.1036. Segundo califa ḥammūdí de Córdoba, descendiente de ‘Alī b. Abī Ṭalīb y de Fāṭima, hija del Profeta. Según Ibn ‘Iḏārī, siguiendo a Ibn Ḥayyān, su califato en dos etapas duró cuatro años y veintitrés días.

Califa hamudí

Biografía

Su padre, Ḥammūd b. Maymūn, fue un notable de la zona de Arcila de familia árabe fuertemente berberizada. Su madre se llamaba al-Bayḍā’ (Blanca) al-Qurayšiyya, hija del tío paterno de su esposo.

En las primeras semanas que siguieron al asesinato de su hermano ‘Alī b. Ḥammūd, primer califa ḥammūdí de Córdoba, y el advenimiento de al-Qāsim, se dio un pretendiente omeya —suscitado en el Levante de al-Andalus por Jayrān, señor de Almería y el tuŷībí al-Munḏir b. Yaḥyà, señor de Zaragoza, así como por otros notables—, del que esperaban los cordobeses una restauración omeya que diera nuevo esplendor al califato ya moribundo, pero no llegó a cuajar. El flamante califa omeya era un bisnieto de Abderramán III, llamado ‘Abd al-Raḥmān IV b. Muḥammad b. ‘Abd al-Malik, que se había retirado a Valencia y había sido proclamado califa bajo el nombre de al-Murtaḍà, luego del asesinato de ‘Alī b. Ḥammūd; mas viendo Jayrān y al-Munḏir que el nuevo Califa no iba a ser manejable, decidieron antes de ir a Córdoba atacar a los beréberes zīríes de Granada, a fin de deshacerse de al-Murtaḍà. Dicho y hecho, dejaron al flamante califa cuasi abandonado ante el ejército beréber, y los dos fautores califales se retiraron a Almería. Con todo, al-Murtaḍà pudo escapar y refugiarse en Guadix, donde unos sicarios de Jayrān lo volvieron a apresar y lo asesinaron.

En el ínterin, las milicias bereberes ḥammūdíes de Córdoba y Sevilla proclamaron a al-Qāsim como sucesor, vulnerando, pues, el testamento del difunto califa ḥammūdí ‘Alī, que había nombrado a su hijo mayor Yaḥyà heredero presunto y se hallaba entonces en Ceuta.

Al-Qāsim se apresuró a trasladarse de Sevilla, ciudad de la que era gobernador, a Córdoba para recibir el juramento de fidelidad de los cordobeses, que se lo prestaron el martes 4 de ḏū-l-qa‘da de 408/25 de marzo de 1018, tres días después de la muerte de su hermano menor ‘Alī. El nuevo califa había sobrepasado los 61 años de edad el día de su proclamación.

Yaḥyà, a quien correspondía la herencia de su padre, no estimó conveniente oponerse de momento a la proclamación de su tío, pero no descuidó asegurar sus dominios: Málaga, donde estaba su hermano Idrīs, y las plazas africanas. Al-Qāsim por su parte designó como heredero a su sobrino Yaḥyà y le dio a su hija Fátima como esposa. Cuando Yaḥyà más tarde reciba propuestas de los beréberes de Córdoba que el califa al-Qāsim había postergado, ofreciéndole su apoyo para ocupar el Trono, entonces Yaḥyà se desplazó a Málaga, enviando a su hermano y lugarteniente Idrīs a Ceuta.

Mientras, la capital cordobesa conoció durante tres años seguidos una verdadera paz. Al-Qāsim no estaba desprovisto de ciertas dotes políticas y su avanzada edad lo inclinaba a la moderación; de ahí que hasta gozase de cierta popularidad entre la población. Al hacerse cargo del poder decretó una amnistía general y abolió las medidas de su hermano ‘Alī, que obligaban, entre otras cosas, a la gente acomodada a pagar personalmente el equipo y el mantenimiento de un soldado. Poco a poco se ganó la animadversión de las milicias beréberes, hasta el punto de que el califa empezó a desconfiar de ellos, por lo que reclutó en el norte de África mercenarios negros que empleó como guardia de corps. Algunos le atribuían opiniones ši‘íes; pero no las dejaba transparentar. Su talante moderado atrajo a la corte a jefes esclavones amiríes de Levante, tales como Jayrān y Zuhayr, confiándoles el mando sobre sus regiones, Almería al primero, y Jaén, Baeza y Calatrava al segundo.

Con el tiempo las relaciones entre el califa y su heredero presunto, su sobrino y yerno Yaḥyà b. ‘Alī se fueron deteriorando; el segundo se había dado buena maña para acrecentar sus apoyos (Jayrān de Almería siempre dispuesto a venderse al señor del momento, le aseguró su participación). Cuando se sintió lo suficientemente fuerte, se sublevó contra su tío en Málaga, un día de rabī‘ I de 412/15 de junio de 1021, y acto seguido marchó contra Córdoba.

Su tío al-Qāsim, inseguro de los cordobeses, abandonó la capital el 22 de rabī‘II de 412/5 de julio de 1021 y se fue a refugiar a Sevilla, ciudad de la que había sido antaño gobernador. Los beréberes se fortificaron en el alcázar de Córdoba esperando la llegada de Yaḥyà b. ‘Alī, que entró sin dificultades en la ciudad y tanto los cordobeses como los beréberes se pusieron de acuerdo para proclamarlo califa. La jura tuvo lugar el primero de ŷumādā I de 412/13 de agosto de 1021.

Mientras al-Qāsim seguía titulándose califa y emir de los creyentes en Sevilla, y como tal lo reconocían sus habitantes; lo cual fue piedra de escándalo en al-Andalus ver reinar a dos califas a la vez. Pronto Yaḥyà no pudo mantenerse en Córdoba, su desmesurado orgullo le enajenó los apoyos beréberes y sintiéndose amenazado optó por huir a Málaga. Aprovechó la situación su tío al-Qāsim para volver a Córdoba de inmediato y entró en la ciudad el martes 17 de ḏū-l-qa‘da de 413/11 de febrero de 1023. Los cordobeses le renovaron el juramento de fidelidad y al-Qāsim revocó la designación de heredero que había formulado a favor de su sobrino Yaḥya, otorgando la herencia de su precario califato a su hijo Muḥammad.

El viejo califa reinó esta segunda vez siete meses y algunos días, hasta que el martes 21 de ŷumādā II de 414/9 de septiembre de 1023 la gente de la ciudad se levantó contra él y sus beréberes, a los que el califa no podía sujetar. Intentó impedir la llegada de toda clase de víveres y reducir por hambre a los cordobeses; pero al final al-Qāsim debió abandonar la ciudad para no volver el 16 de ramadán de 414/2 de diciembre de 1023.

Enseguida los cordobeses nombraron califa al omeya ‘Abd al-Raḥmān V al Mustaẓhir, hermano menor del desastroso califa Muḥammad II al-Mahdī, iniciador de la guerra civil que llevaría al califato de Córdoba a su extinción. En vano al-Qāsim buscó refugio en Sevilla, esta vez los habitantes le cerraron las puertas y expulsaron a sus familiares del alcázar; finalmente se refugió en Jerez, donde su sobrino Yaḥyà pronto vino a sitiarlo, obligándolo a capitular y desde donde sería conducido cautivo a Málaga. Permaneciendo en ese estado hasta la muerte de Yaḥyà b. ‘Alī; entonces su hermano y sucesor Idrīs mandó estrangularlo en prisión, corría el mes de ša‘bān del año 427/junio de 1036. Era por esas fechas un anciano octogenario. El cadáver fue entregado a sus dos hijos, Muḥammad y Ḥasan, que a la sazón residían en Algeciras.

Bibliografía

J. A. Conde, Historia de la dominación de los árabes en España, t. II, Barcelona, Imprenta de D. Juan Oliveres, Editor, 1844, págs. 140-142

Al-Maqqarī, Nafḥ al-ṭīb, ed. bajo el título de Analectes sur l’Histoire et la littérature des Arabs d’Espagne, t. II, por R. Dozy, G. Dugat, L. Krehl, W. Wright, Leiden, Brill, 1855, págs. 315-319 (trad. parc. P. de Gayangos, The History of the Mohammedan Dynasties in Spain, t. II, New York-London, Johnson Reprint Corporation, 1964, págs. 230, 234, 237 y 240-241)

Ibn al-Aṯīr, Al-Kāmil fī-l-ta’rīj, t. IX, ed. de C. J. Tornberg, Leiden, Brill, 1863, pág. 273

‘Abd al-Wāḥid Al-Marrākušī, Kitāb al-Mu‘ŷib fī taljīṣ ajbār al-Magrib, ed. R. Dozy bajo el título de History of the Almohades, Leiden, Brill, 1881 (trad. de E. Fagnan, Histoire des Almohades, Argel, Adolfo Jordán, Libraire-Éditeur, 1893, págs. 43-45), reimpr. Ámsterdam, Oriental Press, 1968, págs. 35-37

Al-Nuwayrī, Kitāb Nihāyat al-‘arab fī funūn al-adab, ed. y trad. M. Gaspar Remiro bajo el título de Historia de los musulmanes de España y África por En-Nuguairí, t. I, Granada, Centro de Estudios Históricos de Granada y su Reino, 1917, págs. 80-82/76-77

Ibn ‘Iḏārī, al-Bayān al-Mugrib fī [ijtṣār] ajbār mulūk al-Andalus wa l-Magrib, con título y subtítulo en francés que reza: Al-Bayān al-Mugrib. Tome troisième. Histoire de l’Espagne Musulmane au XIème siècle. Texte Arabe publié par la première fois d’après un manuscrit de Fès, ed. de E. Lévi-Provençal, Paris, Paul Geuthner, 1930, págs. 113-114, 122-124, 127-135 y 144 (trad. crítica [con centenares de correcciones, merced a la Ḏajīra de Ibn Bassām y a las “Observations sur le texte du tome III du Bayān de Ibn ‘Iḏārī”, establecidas por E. Lèvi-Provençal, en Mélanges Gaudefroy de Mombynes, El Cairo, 1935-1945, págs. 241-258] de F. Maíllo Salgado, La Caída del Califato de Córdoba y los Reyes de Taifas [al-Bayān al-Mugrib], Salamanca, Estudios Árabes e Islámicos, Universidad de Salamanca, 1993, págs. 103, 110-112, 114, 116-120, 126)

R. Dozy, Histoire des Musulmans d’Espagne, t. II, ed. E. Lévi-Provençal, Leiden, Brill, 1932, págs. 316-321

L. Seco de Lucena, Los Hammudies, Señores de Málaga y Algeciras, Málaga, Exmo. Ayuntamiento de Málaga, 1955

Ibn al-Jaṭīb, Kitāb A‘māl al-A‘lām, ed. de E. Lévi-Provençal bajo el título Histoire de l’Espagne Musulmane (Kitāb A‘māl al-A‘lām), Beirut, Dār al-Makchouf, 1956, págs. 129-130 (trad. de W. Hoenerbach, Islamische Geschichte Spanien. Übersetzung der A‘mal al-A‘lam und Ergänzender Texte, Zürich-Stuttgart, Artemis Verlag, 1970, pág. 264)

Al-Ḥumaydī, Yaḏwat al-muqtabis fī ḏikr wulāt al-Andalus, ed. de M. T. al-Tan’ī, El Cairo, al-Dār al-Miṣriyya, 1966, pág. 22-24

E. Lévi-Provençal, España musulmana hasta la caída del califato de Córdoba (711-1031 de J.C.), en R. Menéndez Pidal (dir.), Historia de España, t. IV, Madrid, Espasa Calpe, 1967, págs. 479-482

A. Huici Miranda, “Hammudides”, en Encyclopédie de l’Islam, Leiden-Paris, Brill-Maisonneuve, 1975. t. III, págs. 150-151

J. M. Continente, “Los Ḥammūdíes y la poesía”, en Awrāq, 4 (1981) pág. 57-72

Anónimo, Ḏikr bilād al-Andalus, ed. y trad. L. Molina bajo el título de Una descripción anónima de al-Andalus, 2 vols. Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1983, págs. 171/217

Autor/es

Felipe Maíllo Salgado

 

 

sábado, 29 de noviembre de 2025

ABD AL-MALIK B. MUHAMMAD B YAHWAR

 

'ABD AL-MALIK B. MUHAMMAD B. YAHWAR

‘Abd Al-Malik b. Muḥammad b. Ŷahwar. ?, s. X-s. XI – Saltés (Huelva), 15 šawwāl de 462 H. (27.VII.1070). Tercer y último soberano de la taifa cordobesa de los Banū Ŷahwar.

Rey de Taifa

Biografía

‘Abd al-Malik b. Muḥammad b. Ŷahwar fue el tercero y último soberano de los Banū Ŷahwar, familia cordobesa de origen árabe perteneciente a la aristocracia local, algunos de cuyos miembros fueron visires de la dinastía omeya.

Su acceso al poder se produjo de la mano de su padre, Abū-l-Walīd Muḥammad b. Ŷahwar, llamado al-Rašīd, segundo soberano de la dinastía, quien en el año 456 H/1064 elevó a sus dos hijos, ‘Abd al-Raḥmān y ‘Abd al-Malik, para ayudarse de ellos en las tareas de gobierno. Sin embargo, movido por su ambición, ‘Abd al-Malik apartó a su hermano ‘Abd al-Raḥmān del poder y lo recluyó en su casa, convirtiéndose en el “hombre fuerte” del régimen.

A diferencia de sus dos antecesores, su padre y su abuelo, cuya actuación se habría caracterizado por una actitud prudente y conciliadora en el intrincado mundo de los reinos de taifa, la imagen que las crónicas transmiten de ‘Abd al-Malik es de signo negativo. Su ambición le llevó a tratar de emular a los antiguos califas, adoptando títulos como Ḏū-l-siyādatayn (“el de las dos soberanías”), al-Manṣūr bi-llāh (“el victorioso por Dios”) y al-Ẓāfir bi-llāh (“el vencedor por la gracia de Dios”) y ocupando en la mezquita la macsura reservada a los soberanos omeya. A ello se añadió un ejercicio autoritario del poder, acompañado de actuaciones arbitrarias y confiscaciones de bienes.

Pese a su impopularidad, el fin de ‘Abd al-Malik y de la dinastía Ŷahwarí no vino del interior, sino de fuera, siendo la cordobesa una más de las taifas del Occidente andalusí que quedaron englobadas en el expansionismo de los Abadíes de Sevilla. La ocasión vino dada por el ataque de al-Ma’mūn sobre la antigua capital omeya, episodio inscrito en la rivalidad entre los soberanos de Toledo y Sevilla por el dominio de Carmona. Careciendo de fuerzas propias suficientes para hacerle frente, ‘Abd al-Malik hubo de pedir ayuda a al-Mu‘tamid, quien le envió un contingente de mil trescientos caballeros que lograron alejar a los atacantes toledanos. Sin embargo, este hecho determinó el fin de la dinastía Ŷahwarí.

La deposición de Ibn Ŷahwar fue resultado de una conspiración de los propios cordobeses, quienes se coaligaron con las tropas sevillanas para librarse de él. ‘Abd al-Malik trató de refugiarse en el alcázar, donde fue cercado y se rindió, mientras su padre, al-Rašīd, quien, al parecer, se encontraba enfermo de hemiplejía, se escondió con sus hijas en la macsura de la aljama, siendo capturado por las fuerzas cristianas que actuaban al servicio de los Abadíes, quienes los despojaron de sus bienes.

Siguiendo una práctica relativamente habitual en la época taifa, la vida del soberano depuesto fue respetada, aunque se le obligó al exilio, marchando con su familia a la isla onubense de Saltés, donde hasta el año 443/1051 habían gobernado los Bakríes, asimismo derrocados por los Abadíes. Allí sólo logró sobrevivir durante un mes, falleciendo el 15 de šawwāl de 462/27 de julio de 1070.


Bibliografía

A. Huici, “Djahwarids”, Encyclopédie de l’Islam, vol. II, Leiden, 1965, pág. 389

K. Soufi, Los Banū Ŷahwar en Córdoba 1031-1070 de J.C. 422-462 H., Córdoba, 1968

J. Bosch y W. Hoenerbach, “Los taifas de la Andalucía en la obra histórica de Ibn al-Jaṭīb. Los Banū Ŷahwar de Córdoba”, en Andalucía Islámica. Textos y Estudios, I (1980), págs. 65-104

D. Wasserstein, The Rise and Fall of the Party-Kings: Politics and Society in Islamic Spain 1002-1086, Princeton, 1985

M.ª J. Viguera, Los reinos de taifa y las invasiones magrebíes, Madrid, 1992

Autor/es

  • Alejandro García Sanjuán

 

ABDUN B. JIZRUN

 

ABDUN B. JIZRUN

‘Abdūn b. Jizrūn: ‘Abdūn b. Muḥammad b. Jizrūn. ?, s. XI – Sevilla, 1053-1054. Rey de la taifa de Arcos (1029-1053 o 1054).

Rey de Taifa

Biografía

Segundo gobernante, con el título de ḥāŷib, de la dinastía jizrūní de la taifa de Arcos. Este grupo de procedencia bereber, de la tribu Yarniyyān, pertenecientes al gran grupo Zanāta, se asentó en al-Andalus al mando de Muḥammad b. Jizrūn para engrosar el gran contingente de tropas bereberes enrolado por al-Manṣūr b. Abī ‘Āmir. Tras la guerra civil y el subsiguiente hundimiento del califato de Córdoba, los jizrūníes se apoderan de la región de Sidonia, incluyendo Qalšāna (Calcena), Cádiz, Jerez y Arcos (c. 1012). Debido a la extraordinaria posición defensiva de esta última plaza y a la inestabilidad política imperante, trasladaron la capitalidad del territorio a Arcos.

 ‘Abdūn sucedió a su padre en el trono en el año 420/1029-1030. Las crónicas andalusíes, siguiendo el criterio establecido por Ibn Ḥayyān, describen de manera muy desfavorable a ‘Abdūn: blando, afeminado y cobarde, astuto y traicionero. Sin embargo, los hechos parecen contradecir esta descripción, pues sus súbditos estaban muy satisfechos de él, cosa muy poco común entre los reyes de taifas y su muerte no parece corresponder con la de una persona astuta.

Mantuvo una política de alianzas con los bereberes de al-Andalus, tanto con los del occidente de al-Andalus (Carmona, Morón y Ronda) como con el gran reino bereber de Granada, principal valedor de los primeros ante la expansiva taifa de Sevilla, y no reconoció al falso califa Hišām cuando los ‘abbādíes de Sevilla intentaron utilizarlo como medio de expandir su influencia; en cambio reconoció como califa a Muḥammad al-Qāsim b. Ḥammūd al-Mahdī (439/1039-1040), hecho que podemos inscribir en la pertenencia de este personaje al partido bereber de al-Andalus.

Tras varios años de combates intermitentes entre los sevillanos y los reinos bereberes, el rey al-Mu‘taḍid  los invitó a acudir a Sevilla, para afianzar la paz, y una vez allí los agasajó y los hizo asesinar emparedándolos en un baño (445/1053-1054), en una narración con indudable sabor literario, muy posiblemente con antecedentes orientales. Su cabeza quedó expuesta por al- Mu‘taḍid en su alcázar, y no recibió sepultura hasta la conquista de Sevilla por los almorávides (1091).

La desaparición de los régulos de Morón y Ronda condujo a la entrega de ambas poblaciones al Rey de Sevilla. A ‘Abdūn le sucedió su hermano Muḥammad, que mantuvo las hostilidades con la taifa de Sevilla, en las que no llevó la mejor parte.

La obra de ‘Abdūn es difícil de evaluar, pues las fuentes apenas nos dan pie a ello. Sin embargo, el hecho de que sólo su reino se mantuviera a su muerte, y gozara del respaldo de la población local, indica un grado de integración extraordinario en el territorio bajo su gobierno, que fue en muchas ocasiones el punto débil de los reinos beréberes, como señaló en su día el rey Bādīs de Granada.

Fuentes

Ibn Bassām, Al-Ḏajīra fī mahāsin ahl al-Ŷazīra, p. s. XII (ed. de I. ‘Abbās,  vol. III, Beirut, 1979, págs. 28, 39-40)

Ibn al-Jaṭīb, Kitāb a‘māl al-a‘lām, m. s. XIV (ed. de E. Lévi-Provençal, Beirut, 1956, págs. 238-240)

Ibn ‘Iḏārī, Al-Bayān al-Mugrib, f. s. XIV (ed. de E. Lévi-Provençal, vol. III, Paris, 1930, págs. 206, 215, 220, 230, 231, 271, 273)

Al-Maqqarī, Nafḥ al-ṭīb, p. s. XVII (ed. de I. ‘Abbās, vol. I, Beirut, 1968, pág. 429)

Bibliografía

J. Vallvé, La división territorial de la España musulmana, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1986, pág. 325

J. Sánchez Herrero, Cádiz, la ciudad medieval y cristiana, Cádiz, Cajasur, 1986, págs. 26 y ss.

F. Maíllo (est. y trad.), Crónica anónima de los reyes de taifas, Madrid, Akal, 1991, págs. 27, 67

Mª. J. Viguera Molins, Los reinos de taifas y las invasiones magrebíes, Madrid, Mapfre, 1992, págs. 121-123

F. Maíllo (est. y trad.), La caída del Califato de Córdoba y los Reyes de Taifas, Salamanca, Universidad, 1993, págs. 174, 180, 184, 192, 225

Mª. J. Viguera Molins, “Las taifas”, en La España Musulmana de los siglos XI al XV, I. Los reinos de Taifas Al-Andalus en el siglo XI, en J. M.ª Jover Zamora (dir.), Historia de España de Menéndez Pidal, t. VIII. Madrid, Espasa Calpe, 1994, págs. 42, 50-52

Autor/es

  • José Ramírez del Río

 

viernes, 28 de noviembre de 2025

ABD ALLAH AL-MUZAFFAR AL-NASIR

 

'ABD ALLAH AL-MUZAFFAR AL-NASIR

‛Abd Allāh al-Muẓaffar al-Nāṣir. Abū Muḥammad ‛Abd Allāh b. Buluggīn b. Bādīs b. Ḥabūs b. Māksan b. Zīrī b. Manād al-Ṣinhāŷī. Granada, ḏū l-qa‛da 447 H./I.1056 C. – Āgmāt (Magreb), post. 488 H./1095 C. Último rey de la taifa de Granada (467 H./1075 C. - raŷab 483 H./IX.1090 C.)

Rey de Taifa

Biografía

El menor de los nietos conocidos del rey Bādīs era ‛Abd Allāh, que residía en Granada cuando murió su abuelo, en 467 H./1075 C., y, según precisa su biógrafo Ibn al-Jaṭīb, los “funcionarios palatinos” (juddām dawlati-hi) y los jeques inhāŷa (ašyāj qabīlati-hi), pese a su juventud, unos diecinueve años, le prefirieron sobre su tío Māksan, que regía Jaén, y sobre su hermano mayor Tamīm, que regía Málaga, y le invistieron del poder, bajo la tutoría de uno de ellos, Simāŷa, que durante casi dos lustros ejerció como todopoderoso visir. Su padre era uno de los dos hijos conocidos de Bādīs, y se llamaba BuluggīSayf al-Dawla (“Espada de la dinastía”), que había muerto envenenado, en 1064, a los 25 años de edad. Es curioso que las fuentes árabes no coincidan en fechar la muerte de Bādīs y el acceso al trono de ‛Abd Allāh, oscilando entre 465 H./1073 C., 469 H. /1077 y la más probable: 467 H./1075 C.

Escribió sus Memorias, entre 1094-1095, conservadas en manuscrito único en la Qarawiyyīn de Fez, que son un extraordinario documento de su historia, y acción insólita entre los soberanos medievales; aunque redactadas después de ser depuesto por los Almorávides, ya en Āgmāt (Magreb), y debiendo halagarles, contienen las pistas esenciales sobre los deterioros de las taifas, entre ellas la de Granada: pugnas dinásticas, conflictos administrativos, heterogénea población, ataques entre taifas, acoso militar y tributario cristiano [...] el emir ‛Abd Allāh no pudo enderezar tanto problema: “cobarde [...]. asustadizo, dado a los placeres, y que confiaba los visiratos a sinvergüenzas”, le retratan algunas fuentes árabes, sobre las cuales comentarán los especialistas modernos, como E. Lévi-Provençal y E. García Gómez, al introducir su traducción de las Memorias o autobiografía de ‛Abd Allāh, su extraño destino y su falta de cualidades: “un tiranuelo impopular” que, ya en su destierro africano, “irá precisándose en su pensamiento la necesidad de reaccionar contra la opinión de su contemporáneos, que hasta entonces lo han tenido por un mentecato y un traidor al Islam.... [y escribirá sus Memorias] como una justificación de su conducta”. Las tituló al-Tibyāan al-ḥādita al-kā’ina bi-dawlat Banī Zīrī fī Garnāṭa (Exposición de los sucesos acaecidos en el Estado de los Zīríes de Granada). En sus Memorias muestra su arabización cultural.

Adoptó el sobrenombre pseudo-califal de al-Muẓaffar, “el Triunfante”, que también había llevado su abuelo, y que además contenía referencias al ejercicio del poder por parte de los chambelanes Āmiríes, pues así se tituló el primero de los hijos de Almanzor en sucederle, ‛Abd al-Malik al-Muaffar, y ahora, exhibido dos veces por los beréberes Zīríes de Granada, parece sobre todo un reto al partido pro-‛Āmirí de las taifas eslavas, con quien tanto pugnaban. Pero las pretensiones de este ‛Abd Allāh, último rey Zīrí de Granada, aún volaron más alto, pues para mostrar que no se amilanaba frente a las reminiscencias omeyas de que alardeaban las taifas “andalusíes”, también enemigas de los Zīríes, y especialmente entre ellas la taifa de Sevilla, este ‛Abd Allāh duplicó su titulatura con al-Nāṣir (“el Triunfador”), como había llevado el primer Califa de Córdoba ‛Abd al-Raḥmān al-Nāṣir, y que sólo se atrevió a adoptar otro rey de taifas, unos años antes que él: Muḥammad ibn ‛Īsà al-Nāṣir de los Banū Muzayn de Silves. Sin embargo, el emir ‛Abd Allāh sólo acuñó monedas de plata, y en esos dirhemes no consta su lugar de ceca.

Su emirato se inició con el agrio sabor de la presión cristiana. Alfonso VI y su aliado el rey al-Mutamid de Sevilla le cogieron parte del territorio jiennense, incluso Jaén, en 1074, alzándole la cuña del castillo de Belillos, desde donde algareaban la Vega granadina. ‛Abd Allāh perdió plazas, tuvo que entregar otras y pagar parias. Hacia 1082 empezó a ocuparse el emir granadino más directamente de todo, y el visir Simāŷa se trasladó a Almería, alentando allí algún conflicto territorial entre ambas taifas. Al poco, su hermano Tamīm de Málaga empezó a atacarle, por Almuñécar y Jete; contraatacó el emir de Granada, y al cabo ambos hermanos pactaron el reparto de varios enclaves, “aunque le privé de otros territo­rios, de cuyos habitantes era de temer que, instigados por él, perturbaran mis dominios”, según confiesa en sus Memorias, es decir, las rebeldías locales estaban latentes: aún tuvo que reducir ‛Abd Allāh las de Archidona y Antequera, y seguir aplacando conjuras en su misma corte.

El final se precipitó. En muarram 478 H./mayo de 1085 C., Alfonso VI conquistó Toledo. Antes de aquel mayo de 1085, en que al-Andalus retrocedió hasta el centro de la Península, ya se habían entablado contactos con los Almorávides, sobre todo por iniciativas aisladas e individuales, e incluso a veces por razones personales, según cuenta el emir ‛Abd Allāh en sus Memorias: que su hermano Tamīm de Málaga, pidió ayuda a los Almorávides contra él, aunque ellos no le hicieron caso, pero después de tan alarmante fecha, el recurso a los Almorávides fue oficial y por intereses generales, protagonizado tal recurso incluso por los reyes de las taifas de Sevilla, de Badajoz y de Granada, en realidad sólo entonces unidos en una acción conjunta, tan crítica la situación resultaba. Con cadíes de esas taifas, y algún otro personajes significativo, partió entonces una embajada para pedir auxilio a los Almorávides, cuyos ideales de Guerra Santa, requeridos también por sus planteamientos ortodoxos, armonizaban con su intervención en al-Andalus, adonde llegaron por primera vez en 1086, para ayudar a las taifas, venciendo a Alfonso VI en Sagrajas o Zallāqa. El pujante movimiento político-religioso les llevó a formar un Imperio por el Occidente y Centro del Magreb, originado por reciente reacción de los beréberes inhāŷa, oriundos los Almorávides del Occidente del Magreb, pero contríbulos de los zīríes granadinos, que eran inhāŷa de Ifrīqiya o Túnez.

Tras esa victoria, en 1086, el emir Yūsuf ibn Tāšufīn regresó al Magreb, pero la incapacidad política, militar y económica de las taifas continuaba, e incluso seguían en tratos con Alfonso VI, que atacó por Aledo, y el emir almorávide decidió apoderarse de las taifas, comenzando por Granada. El apoyo de alfaquíes y ulemas, el inicial entu­siasmo de los andalusíes por los Almorávides, y su predicada ortodoxia política y fiscal, les facilitó en parte su conquista de las taifas andalusíes, cuya fragmentación contrariaba además la política ortodoxa de unión centralizada, que los Almorávides propugnaban. No faltan versos políticos (como los de al-Sumaysir, traducidos en la revista Al-Andalus (1936: 125), que critican al señor de Granada, el emir Abd Allāh: “El señor de Granada es un necio / que se cree el hombre más sabio. / Trata con Alfonso y los cristianos, / ¡vaya juicio más discreto!, / y fortifica edificios, desobedeciendo / a Dios y al emir [almorávide]”.

El propio emir Abd Allāh, incapaz de resistir tantos conflictos, detalla su crítica situación y el final de su reino en sus Memorias: Yūsuf ibn TāšufĪn avanzó sobre Granada, donde la población le esperaba alborozada, y ‛Abd Allāh salió a entregarle el poder, el domingo 8 de septiembre de 1090. Un mes después, los Almorávides ocuparon la taifa de Málaga, en parecidas circunstancias. Ambos reyes hermanos, ‛Abd Allāh y Tamīm, que eran de origen beréber inhāŷí como el mismo emir almorávide, tratados con bastante miramiento, fueron deportados al Magreb, adonde regresó también el emir almorávide, dejando a su sobrino Sīr al frente de sus nuevos territorios y de los siguientes proyectos de conquista, realizados con planificación militar excelente, proponiéndose a continuación acabar con la extensa taifa de Sevilla.

Sobre la heterogénea población de la taifa granadina hay valiosas, aunque aisladas, referencias en las Memorias de Abd Allāh, pues, por ejemplo, documenta aún la importancia del poblamiento cristiano en algunos enclaves, al señalar cómo: “Riana y Jotrón, cuyos habitantes eran cristianos, por estar situados entre ambos territorios [la taifa de Granada y la de Málaga] no podían rebelarse contra ninguno de los dos”. El párrafo alude también a la condición “levantisca” atribuida con frecuencia por las fuentes a las poblaciones, sobre todo rurales, de cristianos andalusíes, que se encontraban ya en minoría dentro del conjunto de la población andalusí. También los judíos de Granada disminuyeron desde la segunda mitad del siglo XI, por conversión real o figurada y por emigraciones. El detonante fue el alzamiento contra el todopoderoso cortesano de Granada José ibn Nagrela y contra los demás judíos granadinos, en diciembre de 1066, muriendo muchos. Una famosa casida del alfaquí Abū Isḥāq de Elvira prendió la mecha: “Ve y di a todos los inhāŷa, lunas de su tiempo, valientes leones / las palabras de uno que les quiere y cree que un consejo es prueba de amigos y deber sagrado. / Vuestro señor [Bādīs de Granada] ha caído en un error grave que a los maldicientes les ha dado tema: / pudiendo elegirle entre los musulmanes, nombró a un infiel [judío] secretario suyo. / Con él los judíos se han vuelto altaneros, siendo antes los más despreciados...”. En sus Memorias, el emir ‛Abd Allāh no menciona estos famosos versos, pero no deja de comentar estos sucesos, ocurridos en tiempos de su abuelo y antecesor, pues a José ibn Nagrela le responsabiliza del envenenamiento de su propio padre, Buluggīn ibn Bādīs, en 1064. Sobre estas tensiones, las Memorias detallan también la rebelión de los judíos de Lucena, y el conflicto con los Zanāta. Al emir ‛Abd Allāh le correspondieron quince años de crítico reinado, sobre los cuales y sobre sus antepasados proyectó una inaudita luz en su inusual autobiografía.

Es notable que ‛Abd Allāh, dejando su Granada como cuatro siglos después tuvo que hacer Boabdil, también comparte algún protagonismo con su madre, según cuenta él mismo, incluyendo de ella varias referencias, como la de su partida conjunta mientras entraban los Almorávides: “al salir de Granada, en efecto, la idea de que podía ser encarcelado me hizo temer verme separado de mi madre, si la dejaba en el alcázar, y salí con ella, sin cuidarme de la suerte de nadie más”. Pinceladas humanas de un autorretrato excepcional, pero atiéndase al significativo comentario (G. Martínez Gros, 1986: 375): “notons enfin que les femmes n’apparaissent qu’avec la crise de la monarchie”.


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VI [1941], págs. 1-63

Muḏakkirāt al-amīr ‛Abd Allāh, ed. E. Lévi-Provençal, El Cairo, 1955

trad. de E. Lévi-Provençal y E. García Gómez, El siglo XI en 1.ª persona. Las “Memorias” de ‘Abd Allāh, último rey Zīrí de Granada, destronado por los Almorávides (1090), Madrid, Alianza Editorial, 1980 [reimprs. post.]

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