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lunes, 11 de noviembre de 2024

RODRIGO PONCE DE LEÓN Y LA CONQUISTA DE LA PLAZA DE ALHAMA DE GRANADA

 

RODRIGO PONCE DE LEÓN Y LA CONQUISTA DE LA PLAZA DE ALHAMA DE GRANADA


El 28 de febrero de 1482, Rodrigo Ponce de León conquistaba la plaza de Alhama de Granada.

Segundo hijo de Juan II Ponce de León, Rodrigo Ponce de León fue acreditado como valiente guerrero en vida de su padre. Por herencia paterna obtuvo la ciudad de Cádiz, también, a través del Rey Enrique IV, el marquesado de igual nombre, un título que, los Reyes Católicos elevaron a ducado en el año 1484.

Con diecinueve años, Rodrigo Ponce de León participó en el histórico sitio de Gibraltar. Años más tarde, durante la Guerra Civil Castellana, a pesar de ser un conocido partidario de la Princesa Juana ‘la Beltraneja’ nunca se unió a su bando de forma abierta ni luchó contra su rival, Isabel ‘la Católica’, quien le recibió cortésmente cuando llegó a Sevilla con el propósito de acabar con las continuas peleas entre él y el duque de Medina-Sidonia.

En el año 1482, Rodrigo Ponce de León dirigió la reconquista de Alhama. La plaza cayó tal día como hoy de 1482. Al año siguiente intervino en la victoria de Lucena y en la reconquista de Álora. En 1485 tomó Benamejí y, a continuación, participó en la toma de Ronda. También lo hizo en la toma de Vélez-Málaga dos años después, en la toma de Baza en 1490 y, finalmente, en el cerco y la toma de Granada.

Su gran lealtad y compromiso hicieron que los Reyes Católicos le entregaran las localidades jienenses de Villaluenga, Ubrique, Benaocaz, Archite y Grazalema, localidades que debía repoblar.

Rodrigo Ponce de León falleció en la ciudad de Sevilla. Su muerte tuvo lugar poco antes de cumplir los cincuenta años de edad. En reconocimiento por su labor y vínculos con la ciudad, su imagen tiene hoy un lugar destacado en la galería de Doce Sevillanos Ilustres del Palacio de San Telmo.

Rodrigo Paz

 

jueves, 25 de julio de 2024

IBN DUD HALEY

 

IBN DUD HALEVI

 

Ibn Daud Halevi, Abraham. Abraham Ben David de Toledo. Córdoba, c. 1110 – Toledo, c. 1180. Historiador, filósofo y teólogo judío, y, quizá, traductor.

Abraham ibn Daud nació en al-Andalus, probablemente en Córdoba, no más tarde de 1110, en plena época almorávide. Fue nieto de un conocido intelectual judío, Yishaq ben Baruk ibn Al-Baliah, y sobrino de Baruk ben Yishaq Al-Baliah, que sería al mismo tiempo su maestro. Su formación incluyó, no sólo las disciplinas propias de la cultura judía, Biblia y Talmud, Poesía y Filosofía, sino también las de la árabe y la ciencia griega en versión árabe, sin olvidar algunos aspectos de la cultura cristiana. Al llegar los almohades a la Península, Abraham huyó a Castilla y se estableció en Toledo (tal vez hacia 1148), donde ejerció la mayor parte de su actividad, hasta su muerte, alrededor de 1180, como consecuencia, se dice, de su fidelidad a la fe de sus mayores. Lamentablemente, no se conserva ninguna otra noticia segura sobre su vida.

De su actividad literaria destaca sin duda su papel como historiador apologético en favor del verdadero judaísmo. Hacia 1160-1161 comenzó a escribir sus obras fundamentales, entre ellas el Sefer ha-qabbalah (Libro de la tradición), primera parte de una trilogía histórica de carácter apologético y teológico al mismo tiempo. En él defendió el judaísmo contra las enseñanzas sectarias de los caraítas, que no aceptaban las enseñanzas de los rabinos, queriendo demostrar que sólo la transmisión de las tradiciones rabínicas significaba el cumplimiento de la Escritura. Desde Moisés hasta sus días se habían ido transmitiendo esas tradiciones, eslabón tras eslabón, a través de cada una de las etapas de la historia del pueblo judío, formando una verdadera cadena. El autor se detuvo de modo particular en la historia del judaísmo de Sefarad, comenzando por la conocida historia de los cuatro cautivos, que explica la llegada de Mošeh ben Hanok a Córdoba, conectando así la Península con el saber rabínico y poniendo de relieve su independencia y pleno derecho como continuación de las tradiciones más fieles. Los judíos de al-Andalus, y en concreto, de Toledo, están legitimados frente a los caraítas para servir de guía espiritual a las comunidades de su tiempo, como depositarios de esa tradición fielmente transmitida. Terminaba aludiendo a la llegada de los almohades y la creación del nuevo centro de estudios rabínicos en Toledo. Teniendo en cuenta que su interés primario no era escribir historia, sino demostrar que su forma concreta de judaísmo estaba justificada por una tradición ininterrumpida, es preciso leer la obra con ojos particularmente críticos. Como es lógico, utilizó listas anteriores de los transmisores de la tradición rabínica, como el Seder Tannaim we-amoraim o la Carta de Šerirah Gaon, y empleó los mismos procedimientos utilizados por los historiadores árabes de su tiempo. Esta perspectiva histórica se completa con una Zikron diğre Romi (Historia de Roma), desde Rómulo hasta Recaredo, en la que quitaba autoridad al cristianismo, describiendo el Nuevo Testamento como una invención de Constantino, y una Diğre malke Yiśrael be-bayit šeni (Crónica de los Reyes de Israel durante el Segundo Templo); este último escrito, dirigido contra los saduceos, precursores de los caraítas, estaba basado en crónicas, como el Sefer Yosippon, y no tiene excesivo valor histórico, pero deja entrever la esperanza del autor en la llegada de los tiempos mesiánicos.

Como filósofo, Ibn Daud siguió la línea aristotélica, al igual que la mayor parte de los pensadores musulmanes de la época, apartándose de la tradición neoplatónica de la mayoría de los pensadores judíos que le precedieron, y adelantándose a Maimónides, que, con su gran personalidad, le eclipsaría por completo. El tratado filosófico Al-‘aqīda al-rafī‘a, escrito también en torno a 1160, no se ha conservado en su lengua original, el judeo-árabe, sino solamente en dos traducciones hebreas; la más conocida le da el nombre de Ha-emunah ha-ramah (La fe sublime). Según el propio autor, lo compuso cuando alguien le preguntó cómo se puede compaginar la omnipotencia divina con el libre albedrío del hombre. Defendiendo la fe judía frente al cristianismo y el islam, Ibn Daud sostenía que se daba un total acuerdo entre la Torah y la razón humana, subrayando que en la Torah se encontraba implícito lo que otros pueblos han adquirido tras muchos siglos de esfuerzos por el camino de la razón. Dios es el Primer Motor, necesariamente existente, y sólo conocemos sus atributos negativos; no hay contradicción entre la omnipotencia divina y la libertad y responsabilidad del hombre; el alma racional es inmortal, y llega al conocimiento gracias al Intelecto Agente; la profecía es el más alto grado de unión del entendimiento humano y el Intelecto Agente; su ética combina elementos neoplatónicos y aristotélicos. G. D. Cohen, uno de los mejores estudiosos de Ibn Daud, resume esta obra filosófica y la histórico-apologética, tomadas en conjunto, como una “defensa del judaísmo a través de la razón y la historia”.

Al parecer, compuso asimismo otras dos obras que no se han conservado: un tratado de astronomía, y un escrito polémico anticaraíta sobre la interpretación de la Escritura. La investigación más reciente sobre Abraham ibn Daud ha quedado marcada por la hipótesis avanzada por la investigadora francesa M. T. D’Alverny, quien en 1954 sugería que este escritor judío era, además, el traductor llamado “Avendaut Israelita”, que intervino en algunas de las traducciones toledanas del siglo xii. La personalidad de “Avendaut” había sido objeto de largas discusiones, desde el siglo xix, que trataban de identificarle con diferentes personajes. En contra de lo tradicionalmente sostenido, D’Alverny sugería que Avendaut Israelita no podía ser un converso, sino un fiel judío, y que el contenido de su trabajo de traducción, en el que exaltaban la nobleza de la razón que es la que da su dignidad al alma humana, y afirmaban el deber de buscar las verdades, objeto de la creencia, coincidía en buena medida con la filosofía de Abraham ibn Daud, que por ese mismo tiempo se encontraba en Toledo.

El nombre de “Avendaut Israelita” (con variantes ortográficas: Avendeuth, Avendehut, Avendar, Avendevech, Habendana, o incluso Anohavet) únicamente se conoce por su conexión con algunas traducciones del árabe al latín impulsadas por el arzobispo de Toledo Raimundo de la Sauvetat (1124-1152), y continuadas por sus inmediatos sucesores, Juan (1152-1166) y Cerebruno (1167-1180). Como los cristianos que querían acceder a la ciencia oriental no dominaban suficientemente el árabe, para llevar a cabo las traducciones de obras filosóficas y científicas tenían que contar casi siempre con judíos, conversos o mozárabes, generalmente bilingües, entendidos en esas materias; éstos, por su parte, no solían dominar la lengua latina, y tenían necesidad también de un experto en esa lengua. Así se fueron formando parejas de traductores: un arabista y un latinista trabajando juntos podían obtener resultados muy satisfactorios. Era un procedimiento bastante frecuente, aunque a veces los manuscritos no mencionen más que a uno de los dos. Precisamente uno de los pares de traductores más conocidos es el que forman “Avendaut” y el arcediano de Cuéllar (Segovia) y canónigo de Toledo “Dominicus Gundisalvi” (en otras fuentes, Gundissalinus, que firma la actas capitulares de 1162 a 1178). Avendaut habría sido en consecuencia uno de los judíos o conversos que participaron en las traducciones promovidas por los arzobispos de Toledo entre 1135 y 1180.

En el prólogo a la versión del De anima de Avicena explica “Avendaut” en qué consistía esa colaboración y cuál era la parte de cada uno de ellos en el trabajo: “Habes ergo librum, uobis praecipiente, et me singula uerba uulgariter proferente et Dominico archidiacono singula in latinum conuertente, ex arabico translatum (Aquí tenéis este libro traducido del árabe por mandato vuestro; yo iba diciendo cada una de las palabras en lengua vernácula, y el arcediano Dominicus las ponía en lengua latina)”. Además del citado Liber Avicennae de anima, se menciona a “Avendaut (Avendehuth) Israelita” en la dedicación incluida en el prólogo al Kitab al-Šifa, “sanatio” o enciclopedia filosófica, del mismo autor (“Verba Auendaueth Israelitae”), y en su Metafísica.

El nombre “Avendaut”, o cualquiera de sus variantes, derivado del hebreo Ibn Daud o Ibn David, indica la familia o el nombre del padre, pero ninguna de las fuentes informa sobre su nombre propio. Siguen en pie no pocas incógnitas en torno al nombre y la personalidad de este traductor. La duda fundamental, discutida ampliamente por los investigadores, es si el nombre de Avendaut Israelita y los nombres de Johannes Hispanus, Johannes Hispalensis (de Luna), o simplemente Johannes (Toletanus), que aparecen en distintos manuscritos de traducciones toledanas del siglo xii, corresponden o no a una misma persona.

Uno de los pioneros del estudio de los manuscritos de las traducciones latinas medievales, A. Jourdain, fue el primero en plantear, a comienzos del siglo xix, que Johannes Hispalensis, Hispanensis o Hispanus eran una misma persona, leyendo además el prefacio al De Anima “Joannes Avendehut Israelita philosophus,” lo que le permitía relacionar también a Avendaut con los mencionados Johannes. Como años más tarde demostraría M. D’Alberny, nunca existió un “Joannes Avendaut”: la lectura correcta de los manuscritos permite ver que la traducción de la obra está dedicada a “Joanni”, esto es, al arzobispo de Toledo, Juan, por “Avendehut Israelita”.

En 1893 un investigador de tanto prestigio y ciencia como M. Steinschneider afirmaba igualmente que todos esos nombres corresponden a una sola persona. Dando un paso más, incluso un Johannes David, amigo toledano de Platón de Tívoli, al que éste dedicó una traducción latina de un tratado sobre el astrolabio de Abu-l Kasim Ibn al-Saffar, sería en su opinión el propio “Jo. Avendehut, oder Jo. Hispalensis”. Además, atribuye al mismo, bajo el nombre de “Johannes Hispalensis”, la traducción de otro tratado sobre el astrolabio de Maslama b. Ahmed al-Maųriti, maestro de al-Saffar, citada por Alberto Magno. Recoge asimismo una información de la época que afirma que Johannes de Toledo, converso, hijo de un rabino, llegó a ser canónigo de la catedral toledana. Toda esta información la aplica Steinschneider a Avendaut. El nombre preferido por él es “Johannes Hispalensis” (“oder Hispanus, genannt Avendeuth... d. i. ibn Daud, auch Joh. Toletanus”). Le describe como judío bautizado en Luna (Limia), uno de los primeros traductores o intérpretes que trabajaron en Toledo para el arzobispo don Raimundo. Su colaboración con Gundisalvi no habría sido más que una parte de su actividad como traductor, ya que hizo también al parecer su propio trabajo independiente, vertiendo sobre todo obras astrológicas y astronómicas, además de algunas filosóficas. Reuniendo bajo un único epígrafe las traducciones atribuidas específicamente a todos esos nombres (más algunas anónimas), son, en total, más de una treintena las obras recogidas por Steinschneider como traducciones del árabe que se pueden atribuir —con mayor o menor seguridad— a Avendaut.

Sin embargo, no pocos medievalistas piensan que no hay argumentos de peso para sostener la identificación de esos cinco nombres. Ni siquiera hay pruebas convincentes de que los cuatro “Johannes” sean una misma persona. Ch. Haskins ponía ya en duda las identificaciones de Steinschneider, y destacaba el carácter de “personaje misterioso” que tiene Avendaut, cuya actividad e identidad se deben seguir investigando. L. Thorndike discutía asimismo las citadas identificaciones, indicando que a Johannes Hispanus no se le llama en ningún manuscrito Avendaut, ni viceversa. En las últimas décadas, la investigación histórica ha ido separando cada vez con más claridad las distintas personalidades de los diversos Johannes, con pruebas documentales concluyentes, y coincidiendo en no identificar a Avendaut con ninguno de ellos.

El nombre de “Juan de Sevilla” (Johannes Hispalensis, “astrologo celeberrimo”) podría haber sido un converso, que al parecer llegó a ocupar cargos eclesiásticos, y que escribió obras originales y tradujo escritos de carácter astronómico y sobre todo astrológico. Una de las primeras traducciones (de Qusta b. Luca), dedicada al arzobispo don Raimundo, lleva su nombre. Pero no hay razones suficientes para identificarle con el “Johannes Hispanus” que, junto con Gundisalvi, tradujo, por ejemplo, el Fons vitae de Ibn Gabirol. Así opinaba M. Alonso, quien sostenía que no se les debía identificar, ya que se trataba de un astrólogo andaluz converso y de un filósofo toledano con muy pocas cosas en común. Atribuía a “Juan Sevillano” no menos de diez obras propias y veintisiete traducciones, de carácter astronómico o astrológico en su mayor parte, afirmando que no tiene relación directa con Toledo, ni con don Raimundo, ni con Gundisalvi. Es verdad que en las abreviaturas de los manuscritos se encuentra a veces un Joh. Hisp. que en teoría podría corresponder a cualquiera de los dos nombres.

En cambio, M. Alonso identifica a “Juan Hispano” con “Avendaut”, llegando a hablar de “el convertido filósofo Ibn Dāwūd”, que llegaría a ser más tarde obispo de Toledo: don Juan; todo ello resulta más que improbable, y, en todo caso, es imposible de demostrar.

Rivera Recio, que ha estudiado de modo muy competente la figura de “Juan Hispano”, sostiene que, de acuerdo con documentos concretos, en 1194 era arcediano de Cuéllar, algo posterior a Gundisalvi, y que fue también deán del Cabildo de Toledo; se le confirmaría en la posesión de su cargo en 1199. Si se analiza su entronque eclesiástico y las fechas, poco pudo tener en común este personaje con Avendaut. Tampoco se encuentran argumentos suficientes para identificar a Avendaut con “Johannes Toletanus”, ni con el Johannes David mencionado por Steinschneider.

El proceso de clarificación de la personalidad de los diversos traductores sufrió un giro decisivo con la ya mencionada hipótesis de D’Alverny, que identifica a Avendaut con Abraham ibn Daud. No obstante, esa hipótesis presenta algunas dificultades serias. Para algunos investigadores, no es muy verosímil que una persona, nacida en al-Andalus arabófono como Abraham ibn Daud, tuviera un alto dominio del romance, como para traducir con soltura a esa lengua, de modo que pudiera trabajar de modo eficaz con un latinista poco habituado al árabe. Mientras que el traductor de Avicena contribuye a difundir una obra con no pocos elementos neoplatónicos, Abraham ibn Daud fue, en sus obras originales, uno de los primeros defensores claros del aristotelismo. El autor que se manifiesta en las obras hebreas de Abraham ibn Daud estaba preocupado únicamente por la problemática del judaísmo de su tiempo, sus disputas con el caraísmo y la interpretación de su propia fe en categorías filosóficas, mientras que el cristianismo quedaba en muy mal lugar en sus obras. No es fácil imaginarlo trabajando en estrecha colaboración con un eclesiástico cristiano pocos años después de su salida traumática de alAndalus, y de haber elaborado sus duras críticas al cristianismo, dedicando su obra al arzobispo, y menos todavía escribiendo en latín los prólogos mencionados. Aunque no sea algo totalmente descartable, la imagen de este pensador judío no parece coincidir plenamente con la figura del traductor de Avicena que trabajó en colaboración con Gundisalvi.

“Avendaut Israelita” pudo ser otro estudioso judío afincado en Toledo, nacido en la ciudad, o en un entorno similar, en el que se utilizara tanto la lengua árabe como la romance, experto en filosofía, aunque con insuficiente dominio del latín, que (por encargo de los arzobispos) ayudó a verter del árabe al latín algunas obras filosóficas.

 

Obras de ~: Das Buch Emunah Ramah oder: Der erhabene Glaube, Ins Deutsche übersetzt und herausgegeben von Šimšon Weil, Frankfurt / Main, Typographische Anstalt, 1852; G. D. Cohen (ed.), A Critical Edition with a Translation and Notes of The Book of Tradition (Sefer ha-qabbalah) by Abraham ibn Daud, Philadelphia, Jewish Publication Society of America, 1967; Sefer ha-kabbalah, libro de la tradición, traducción por J. Bages, Valencia, Anubar Ediciones, 1972; Emunah ha-ramah, The exalted faith / Abraham ibn Daud, translated with commentary by N. M. Samuelson, translation edited by Gershon Weiss, Rutherford, Fairleigh Dickinson University Press, London, Associated University Presses, 1986; Libro de la tradición (Sefer ha-qabbalah) / Abraham ibn Daud, intr., trad. y notas por L. Ferre, Barcelona, Ediciones Riopiedras, 1990.

 

Bibl.: A. Jourdain, Recherches critiques sur l’âge et l’origine des traductions latines d’Aristote et sur les commentaires grecs et arabes employés par les docteurs scolastiques, Paris, Fantin, 1819 (2.ª ed., 1843); M. Steinschneider, Die hebräischen Übersetzungen des Mittelalters und die Juden als Dolmetscher, Berlin, Bibliograph. Bureau, 1893 (reed. Graz, Akademische Druck- u. Verlaganstalt, 1956); Ch. Haskins, Studies in the History of Medieval Science, 1927 (2.ª ed.); A. González Palencia, El Arzobispo don Raimundo de Toledo, Barcelona, Labor, 1942; M. Alonso Alonso, “Notas sobre los traductores toledanos Domingo Gundisalvo y Juan Hispano”, en Al-Andalus, 8 (1943), págs. 155-188; “Traducciones del Arcediano Domingo Gundisalvo”, en Al-Andalus, 12 (1947), págs. 295-338; “Juan Sevillano: sus obras propias y sus traducciones”, en Al-Andalus, 18 (1953), págs. 17-49; M. T. D’Alverny, “Avendauth?”, en Homenaje a Millás Vallicrosa, Madrid-Barcelona, CSIC, I, 1954, págs. 19- 43; L. Thorndike, A History of Magic and Experimental Science, New York, Columbia University Press, 1958; R. Lemay, “Dans l’Espagne du XIIe siècle. Les traductions de l’arabe au latin”, en Annales, Economies, Sociétés, Civilisations, 18 (1963), págs. 639- 665; J. F. Rivera Recio, “Nuevos datos sobre los traductores Gundisalvo y Juan Hispano”, en Al-Andalus, 31 (1966), págs. 267-280; G. D. Cohen (ed.), A Critical Edition with a Translation and Notes of The Book of Tradition (Sefer ha-qabbalah) by Abraham ibn Daud, Philadelphia, Jewish Publication Society of America, 1967; J. F. Rivera Recio, Los Arzobispos de Toledo en la baja Edad Media, Toledo, Diputación Provincial, 1969; A. S. Halkin, “Avendauth”, en Encyclopaedia Judaica, t. III, Jerusalem, Keter, 1972, pág. 948; E. Bertola, “Filosofia e religione in Abraham Ibn David Ha-Levi”, en Sefarad, 40 (1980), págs. 283-307; J. S. Gil, La Escuela de traductores de Toledo y sus colaboradores judíos, Toledo, Instituto Provincial de Investigaciones y Estudios Toledanos, 1985; C. Sirat, A History of Jewish Philosophy in the Middle Ages, Cambridge, New York, Cambridge University Press, 1985; D. Romano, “El papel judío en la transmisión de la cultura”, en Hispania Sacra, 40 (1988), págs. 955-978; D. Jacquart, “L’École des traducteurs”, en L. Cardaillac (ed.), Tolède, XIIe-XIIIe. Musulmans, chrétiens et juifs: le savoir et la tolérance, Paris, Éd. Autrement, 1991, págs. 177-191 (trad. española, Madrid, 1992); J. Samsó, “Las traducciones toledanas en los siglos XII y XIII”, y A. Sáenz-Badillos, “Participación de judíos en las traducciones de Toledo”, en VV. AA., La Escuela de Traductores de Toledo, Toledo, Diputación Provincial, 1996, págs. 17-22 y págs. 65-70, respect.


Ángel Sáenz-Badillos Pérez

 

SAN SISENANDO

 

SAN SISENANDO

Sisenando, San. Beja (Portugal), c. 825 o 826 – Córdoba, 16.VII.851. Diácono, mártir y santo.

Acerca de su vida y martirio san Eulogio de Córdoba, padre y doctor de la iglesia mozárabe escribió: “Denique Levita Sisenandus ex Pacensi oppido ortus”.

Ciudad Pax Julia (Beja), no Pax Augusta (Badajoz), erróneamente atribuida debido a que dicho título pasó en 1255 a la sede episcopal de la Baja Extremadura.

Llegó a Córdoba animado por el deseo de aprender.

“Fue aquí esmeradamente educado —escribe san Eulogio— en la iglesia del santísimo Acisclo, donde descansa el cuerpo del mismo mártir y, según él mismo refirió a sus familiares, por invitación de los santísimos Pedro y Walabonso, ya instalados en el cielo, también él personalmente afrontó el martirio”.

Cierto día se disponía a contestar una carta a un amigo suyo; estaba escribiendo los primeros renglones, cuando de repente se la entregó a un joven que estaba junto a él y le dijo: “Vete, hijo, al instante, para que no te atropellen los sayones de la justicia; pues el poder de las tinieblas ordena que me saquen de la cárcel.

Me van a degollar al momento”. Era ya diácono, cuando presintió el martirio “con alegre ánimo, seguro de la corona de su victoria, pues había sido invitado al banquete celestial por exhortación de los santos”.

Murió joven. Su tránsito ocurrió un jueves a 16 de julio de 851, en tiempo del rey ‘Abd al-Raűmān de Córdoba. El cuerpo lo dejaron abandonado a las puertas del Alcázar. Muchos días después, unas mujeres encontraron sus restos mortales en la grava del río Guadalquivir. Después recibió sepultura en la Iglesia de San Acisclo.

Su memoria permaneció ignorada hasta 1574, en que se publicaron las obras de san Eulogio. Seguidamente, en 1586, el Martirologio Romano lo inscribe así: “Cordubae in Hispania S. Sisenandi Levitae, et matyris, qui por fide Christi a sarracensis jugulatus est”.

Desde 1601 la diócesis de Córdoba lo introduce en su calendario litúrgico, y celebra el 20 de julio su fiesta juntamente con Pablo, diácono. Sigue Beja declarándole patrono principal de la ciudad el 24 de octubre de 1651. Por fin, comienza una gran devoción al santo en la ciudad de Badajoz desde el 1654, figurando en el propio diocesano.

La iconografía que se conserva es una litografía de todos los mártires cordobeses que sitúa detrás de San Pelagio a Pablo, diácono, con dalmática, y Sisenando, también diácono, con túnica blanca “Ang. M.ª Barcia inv. Et pinxt.”. Un relieve de la sillería del coro en la Catedral de Córdoba lo muestra vestido de dalmática y con la palma del martirio en la mano.

 

Bibl.: Memorial de los Santos, San Eulogio de Córdoba, s. l., s. f., lib. 2, 5; J. Solano de Figueroa, Historia eclesiástica de la ciudad y obispado de Badajoz, Badajoz, 1664 (Badajoz, Centro de Estudios Extremeños, 1929-1935); Continuación de la Historia de Badajoz. S. xviii, Badajoz, s. xviii; J. P. Migne, Patrologia Latina, París, 1844-1865, págs. 772-773; T. Lozano Rubio, Aportación a la Historia de Badajoz, Badajoz, Imprenta Arqueros, 1930; A. Camacho Macías, Episcopologio pacense, en VV. AA., Actas del VI Congreso Histórico de Extremadura, Badajoz, 1975; T. A. López López, “Los Propios de los Santos en la Archidiócesis de Mérida-Badajoz” en Apuntes para Historia de la Archidiócesis de Mérida-Badajoz III, Cáceres, 1999; M. Nieto Cumplido, Córdoba: Patrimonio de la santidad, Córdoba, Catedral de Córdoba, 2004.

 

Teodoro A. López López

 

 

ALBARO DE CÓRDOBA

 

ALBARO DE CÓRDOBA

Álbaro de Córdoba. ?, c. 800 − Córdoba, c. 863. Teólogo y escritor.

Este intelectual mozárabe afincado en Córdoba, según algunos de origen judío, fue sin duda educado en el cristianismo. Ambrosio de Morales postuló, sin pruebas sólidas, su ascendencia nobiliaria. De lo que no cabe duda es que era muy rico, ya que siendo un laico casado y probablemente con hijas pudo dedicarse sin problemas al estudio.

Álbaro es sobre todo conocido porque una parte de su vida corre pareja a los importantes hechos acaecidos en Córdoba a mediados del siglo ix: la muerte de cristianos que insultaban públicamente la fe musulmana para alcanzar de ese modo la salvación mediante el martirio, y la polémica desatada dentro de la iglesia en torno a esta práctica (había quienes la fomentaban y quienes la desaprobaban, e incluso la juzgaban pecaminosa).

Partícipe en dicha polémica religioso-política del lado de quienes apoyaban los martirios, Álbaro escribe el Indiculus luminosus. Su primera parte está dedicada a defender a los mártires voluntarios y la segunda al desprestigio de Mahoma mediante su asimilación con el Anticristo. Igualmente, inmerso en estos sucesos, cuando se consuma el martirio de su amigo Eulogio (11 de marzo de 859) emprende la redacción de una Vita Eulogii al hilo de cuya composición va produciéndose su decadencia física y anímica. Recibe el sacramento de la penitencia en 861, pero no debió de morir hasta más de un año después. En esta época, quien recibía dicho sacramento y no moría en breve debía llevar una vida prácticamente religiosa. Es precisamente en este lapso de tiempo cuando escribe suConfessio. Su muerte se produjo en 863 o muy poco antes. Pronto debió de ser aclamado como santo por el pueblo, porque en el calendario de Recemundo (961) el 7 de noviembre está dedicado a su memoria.

Además de las tres obras citadas, se conservan de Álbaro catorce cartas (doce en su epistolario, con ocho contestaciones de sus corresponsales; y otras dos copiadas junto a las obras de su amigo Eulogio), varios poemas y algunas notas quizá autógrafas escritas en los márgenes de sus lecturas personales. Gracias a estos documentos se pueden conocer otros aspectos de su vida.

Las cartas reunidas en su epistolario, cuya cronología no está unánimemente fijada por los especialistas, tienen los siguientes remitentes, destinatarios y temas: las epistulae I-VI son correspondencia retórico-teológica con Juan de Sevilla (un seglar, no el homónimo arzobispo sevillano vivo en 839). Pudieron haber sido escritas entre 848 y 851. Las VII y VIII (¿escritas en torno a 840?) se cruzan entre Álbaro y Esperaindeo (maestro de Álbaro y de Eulogio). La carta IX va dirigida al médico Romano, a propósito de una fundación patrocinada por Álbaro, hecho que prueba su riqueza, y debe probablemente datarse después de 861.

Suele aceptarse que la décima carta, anónima (“de un obispo a otro obispo”), está relacionada con las cartas XI-XIII, cruzadas entre Álbaro y el obispo Saulo, con sede en Córdoba del 850 al 861. Las seis debieron de escribirse en esos años. Las últimas cartas (de la xiv a la xx) son el intercambio epistolar de Álbaro con el judío Eleazar. Probablemente este Eleazar sea el diácono germano Bodo, de origen noble, quien en 839 se convirtió al judaísmo, cambió su nombre por el de Eleazar, se casó con una judía y marchó a vivir primero a Zaragoza y luego a Córdoba. De ser así, podrían fecharse en torno a 840.

Al margen de su epistolario se conservan otras dos cartas de Álbaro, que, por estar dirigidas a su amigo Eulogio en respuesta a las que éste le envió con motivo de la aparición de sus Memoriale Sanctorum Documentum martyriale, se copiaron junto a tales obras. También han llegado hasta nosotros bajo el nombre de Álbaro once poemas (Carmina), escritos en torno al año 850, y se atribuyen a él un Hymnus in diem sancti Eulogii, un Epitaphium sancti Eulogii y una Oratio Albari. Estas dos composiciones, como las dos cartas antes mencionadas, se hallan escritas en el códice que conserva la Vita Eulogii (Biblioteca Nacional de España, ms. 10029). Y, en fin, se podrían haber conservado algunas notas de Álbaro en los márgenes de dos códices fechados en el siglo ix: Madrid, Boletín de la Real Academia de la Historia, n.º 80, y San Lorenzo de El Escorial, Biblioteca del Real Monasterio, ms. &.I.14.

 

Obras de ~: Indiculus luminosus, s. l., s. f.; Vita Eulogii, s. l., c. 859; Confessio, s. l., s. f.; Epistolario [840-861] [ed. de J. Madoz, Epistolario de Álvaro de Córdoba, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), 1947, págs. 91-281; trad. de G. del Cerro Calderón y J. Palacios Royán, Epistolario de Álvaro de Córdoba, Córdoba, Universidad de Córdoba, 1997]; (Carmina), s. l., c. 850; Hymnus in diem sancti Eulogii; Epitaphium sancti Eulogii Oratio Albari (atribs.) (en Vita Eulogii, Biblioteca Nacional de España, ms. 10029); [autógrafos y notas en códices], s. ix [en Boletín de la Real Academia de la Historia, n.º 80 y Biblioteca del Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, ms. &.I.14; reprod. en J. Madoz, “Autógrafos de Álvaro de Córdoba”, en Estudios Eclesiásticos, 19 (1945), págs. 519-522 y págs. 519, 520].

 

Bibl.: F. J. Simonet, Historia de los mozárabes de España, Madrid, Real Academia de la Historia, 1897-1903, 4 vols. (reimp. Madrid, Turner, 1983); G. Antolín, “Códices visigóticos de la biblioteca del Escorial”, en Boletín de la Real Academia de la Historia (BRAH), 86 (1925), págs. 605-639 (espec. págs. 612, 613 y 634-635); J. García Soriano, “Un códice visigótico del s. ix”, en BRAH, 106 (1935), págs. 479-484 (más láminas IVIII); J. Zarco Cuevas, “El nuevo Códice visigótico de la Academia de la Historia”, en BRAH, 106 (1935), págs. 389-442 y 390-392; C. M. Sage, Paul Albar of Cordoba. Studies on his Life and Writings, Washington, The Catholic University of America Press, 1943; J. Madoz, “Autógrafos de Álvaro de Córdoba”, en Estudios Eclesiásticos, op. cit.; (ed.), Epistolario de Álvaro de Córdoba, op. cit.; “Un caso de materialismo en España en el siglo vi”, en Revista Española de Teología, 8 (1948), págs. 203- 230 (espec. págs. 227-230); A. S. Ruiz (ed. y trad.), Obras completas de San Eulogio, Córdoba, Imprenta provincial, 1959, págs. 2-43, 52-57 y 290-293; J. Gil (ed.), Corpus Scriptorum Muzarabicorum, vol. 1, Madrid, CSIC, 1973, págs. 144-361, y vol. 2, págs. 365-366 y 460-461; D. Millet-Gérard, Chrétiens mozarabes et culture islamique dans l’Espagne des viiie-ixe siècles, Paris, Études Augustiniennes, 1984; J. A. Coope, The Martyrs of Córdoba. Community and Family Conflict in an Age of Mass Conversion, Lincoln-London, University of Nebraska Press, 1995; J. Gil, “Aproximación a la literatura latina de los mozárabes”, en Actas del I Congreso Nacional de Cultura Mozárabe, Córdoba, Obra social y cultural Cajasur, 1996, págs. 89- 104; F. Delgado León (ed. y trad.), Álvaro de Córdoba y la polémica contra el Islam. El “Indiculus luminosus”, Córdoba, Cajasur, 1996; F. González Muñoz, Latinidad Mozárabe. Estudios sobre el latín de Álbaro de Córdoba, Córdoba-La Coruña, Universidad de La Coruña, 1996; G. del Cerro Calderón y J. Palacios Royán (trads.), Epistolario de Álvaro de Córdoba, op. cit.; M. J. Aldana García (trad.), Obras completas de san Eulogio. Introducción, traducción y notas, Córdoba, Universidad de Córdoba, 1998, págs. 82-84 y 174-176; A. Christys, Christians in al-Andalus (711-1000), Richmond (Surrey), Curzon, 2002; F. González Muñoz, “El conocimiento del Corán entre los mozárabes del s. ix”, en M. Domínguez García, J. J. Moralejo, J. A. Puentes y M. E. Vázquez (eds.), Sub luce florentis calami. Homenaje a Manuel C. Díaz y Díaz, Santiago de Compostela, Universidad de Santiago de Compostela, 2002, págs. 390-409; F. González Muñoz, “En torno a la poesía latina de la Córdoba del siglo ix”, en J. Casas Rigall y E. M. Díaz Martínez (eds.), Iberia cantat. Estudios sobre poesía hispánica medieval, Santiago de Compostela, Universidad de Santiago de Compostela, 2002, págs. 31-60 (Lalia, 15); P. Henriet, “Sainteté martyriale et communauté de salut.

Une lecture du dossier des martyrs de Cordoue (Milieu ixe siècle)”, en M. Lauwers (ed.), Guerriers et moines. Conversion et sainteté aristocratiques dans l’Occident médiéval, ixe-xiie siècles, Antibes, APDCA, 2002, págs. 93-139 (espec., págs. 100-112); U. Domínguez del Val, Historia de la antigua literatura latina hispano-cristiana, vol. 6, Madrid, Fundación Universitaria Española, 2004, págs. 13-87; J. Mellado Rodríguez, “Paulus Albarus Cordubensis”, en P. Chiesa y L. Castaldi (dirs.), La trasmissione dei testi latini del Medioevo. Mediaeval Latin Texts and their Transmission. Te.Tra. I, Firenze, Sismel-Edizioni del Galluzzo, 2004, págs. 340-348.


María Adelaida Andrés Sanz

 

SAN FANDILA

 

SAN FANDILA

Fandila, San. Guadix (Granada), p. m. s. ix – Córdoba, 13.VI.853. Monje, mártir y santo.

La Passio de san Fandila está vivamente narrada por san Eulogio en su Memoriale Sanctorum (851-856).

San Fandila es citado en el Martirologio Romano y en el de Usuardo, y el Acta Sanctorum recoge una amplia relación de autores que han escrito sobre la vida y el martirio del santo: Ambrosio de Morales, Alonso de Villegas y Tamayo Salazar, entre otros.

Fandila nació en Acci (Guadix) y se educó en diversas escuelas mozárabes cordobesas, profesando, muy joven, en el monasterio tabanense, prestigiosa institución cercana a Córdoba y dirigida, entonces, por el abad Martín; de Tábanos pasó al monasterio de San Salvador de Peñamelaria y, pese a sus reticencias, fue ordenado sacerdote, destacándose por sus obras y su labor pastoral. Fandila pertenece al grupo de los llamados mártires cordobeses que murieron en tiempos de ‘Abd al-Raűmān II por confesar abiertamente su fe y buscar el martirio. Fue encarcelado y decapitado el 13 de junio del año 853 y, según las fuentes, su cuerpo colgado en un patíbulo al lado del río y sus cenizas arrojadas al Guadalquivir.

 

Bibl.: S. Eulogio, Memoriale Sanctorum, lib. III, s. l., 851, cap. VII; Acta Sanctorum Database, Antuerpiae-Bruxellis, Sociedad de Bollandistas, 1643-1940junio IIcols. 698-699 (www. acta.chadwyck.com); I. Villapadierna, “Fandila”, en Bibliotheca Sanctorum, vol. V, Roma, Pontificia Università Lateranense, 1961-2000, págs. 450-451; J. Vives Gatell, “Fandila” y “Mártires de Córdoba”, en Q. A ldea Vaquero, T. Marín Martínez y J. Vives Gatell (dirs.), Diccionario de Historia Eclesiástica de España, vols. II y III, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Instituto Enrique Flórez, 1972 y 1973, pág. 905 y pág. 1440, respect.; J. F. Rivera Recio, “La Iglesia Mozárabe”, en R. García Villoslada (dir.), Historia de la Iglesia en España, vol. II, t. I, Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 1982, págs. 46-60; F. J. S imonet, Historia de los mozárabes en España, II. De Abderramán I a Mohamed I (años 756-870), Madrid, Turner, 1983; J. L. Repetto, “Fándila”, en C. Leonardi, A. Ricardi y G. Zarri, Diccionario de los santos, vol. II, Madrid, San Pablo, 1998, págs. 762-763; M. J. Aldana García (ed.), Obras completas de San Eulogio, Córdoba, Universidad, 1998, págs. 160-161.

 

Elena Sainz Magaña

 

 

bn. JÂGÂN

 

BN  JÂGÂN


bn Jāqān: Abū Naṣr al-Fatḥ Ibn Jāqān b. Muḥammad b. ‘Ubayd Allāh al-Qaysī al-Išbīlī. Alcalá la Real (Jaén) o Sevilla, ú. t. s. XI – Marrakech (Marruecos), 22 muḥarram 529 H./11.XI.1134 C. Literato.

Este gran literato vivió durante parte de la época de los taifas y conoció la dinastía almorávide, pero se desconoce el lugar exacto de su nacimiento. Varios autores árabes indican que era originario de Ṣajrat al-Wād (la peña del río), una de las alquerías de Alcalá la Real (Qal‘at Yaḥṣub). Asimismo se desconoce la fecha de su nacimiento, que sus biógrafos la sitúan en el último tercio siglo XI. En cambio el lugar y la fecha de su fallecimiento no presentan muchas dudas por haber acontecido en circunstancias dramáticas, pues tuvo lugar en Marrakech el 22 muḥarram 529/11 de noviembre de 1134.

Estudió de la mano de maestros como Abū Bakr Ibn Sulaymān b. al-Qaṣīra, Abū Bakr Ibn al-Labbāna, Abū Ŷa‘far Ibn Sa‘dūn al-Kātib, Abū Jālid Ibn Baštagayr, Abū l-Ṭayyib Ibn Zarqūn, Abū ‘Abd Allāh Ibn Jalaṣa al-Kātib, Abū ‘Abd al-Raḥmān Ibn Aḥmad b. Ṭāhir, Abū ‘Āmir b. Surūr, Abū Muḥammad ‘Abd al-Maŷīd b. ‘Abdūn al-Yābūrī, Abū al-Walīd Ismā‘īl b. Ḥaŷŷāŷ e Ibn Durayd al-Kātib. Con el filólogo Abū Muḥammad b. al-Sīd al-Baṭalyawsī estudió Kitāb al-Intiṣār (Libro del apoyo), compuesto en el año 516/1122-1123, del que Ibn Jāqān llegó a hacer una copia, como también la hizo Abū Bakr Ibn al-‘Arabī. También consta que cursó estudios con el afamado tradicionista Abū ‘Alī al-Ṣadafī, a quien le leyó la obra Adab al-Ṣuḥba (La instrucción de los Compañeros del Profeta) de al-Sulamī.

Ibn Jāqān debió de vivir largo tiempo en Sevilla, pero su interés por contactar con literatos y mandatarios le animó a viajar a diferentes ciudades como Valencia, Mallorca, Zaragoza, Játiva y Granada.

Los biógrafos de Ibn Jāqān destacan su afición al vino, a los placeres y a la buena vida. Incluso se dice que utilizaba su literatura como medio de presión y chantaje para conseguir sus fines materiales. Según se cuenta, cuando decidió componer su obra Qalāid al-‘iqyān (Collares de oro), envió misivas a reyes, emires, visires y personas ilustres en las diferentes ramas del saber, informándoles de su intención y pidiéndoles algunas muestras de su producción literaria para incluirla en el libro. Como éstos conocían la forma de ser de Ibn Jāqān y por miedo a ser atacados y criticados por él, se cuenta que la mayoría le hizo llegar lo que pedía, acompañado de una cantidad de dinero para no ser criticados en la obra. Aquellos que no le hicieron caso, quedaron mal parados como Ibn Bāŷŷa, uno de los filósofos y sabios andalusíes más relevantes.

El carácter licencioso y la preocupación materialista de Ibn Jāqān están reflejados también en la selección que hizo de los textos de los distintos autores. Hay una clara preferencia por el tema báquico, el ambiente festivo y juerguista así como la descripción de la naturaleza. Además, en su propia producción literaria, demostró una mayor capacidad al escribir sobre estos mismos temas. Incluso los juicios y valoraciones que hace de los biografiados, dependen más del tipo de relación que tienen con él que de opiniones literarias objetivas.

Su ambición de poder era conocida y por esta razón frecuentaba los palacios de las autoridades y entablaba con ellos relaciones de amistad. Se relacionó con Abū Isḥāq Ibrāhīm b. Yūsuf b. Tāšufīn, a quien le dedicó su obra Qalā’id al-‘iqyān. Y según algunos autores, parece ser que llegó a ocupar el cargo de visir en el gobierno de los almorávides y fue conocido por el sobrenombre de Ḏū l-Wizāratayn (el de los dos visiratos).

Sus biógrafos destacan que fue coetáneo del secretario Abū ‘Abd Allāh Ibn Abī l-Jiṣāl, si bien Ibn Jāqān no llegó a alcanzar el rango de este por su oscuridad. Otros autores lo ponen en relación con otro gran antologista de la época, Ibn Bassām al-Šantarīnī, autor de al-Ḏajīra (El tesoro), comparando a ambos con los autores preislámicos Quss b. Sā‘ida y Saḥbān b. Ŷa‘far b. Iyās al-Wā’il, destacando que mientras Ibn Bassām recoge mayor y más útiles datos, Ibn Jāqān es más elocuente y su prosa embelesa más a las almas.

Ibn Jāqān estaba orgulloso de su producción literaria y admiraba su propia capacidad creativa. Esta tendencia se manifestaba a través de las afirmaciones que frecuentemente hacía, hablando de sus libros y sus virtudes de escritor. Lo cierto es que tenía una vasta cultura y una sólida formación, gracias, por un lado, a su talento personal y su inteligencia y, por otro, a las circunstancia culturales y políticas que le rodeaban, teniendo en cuenta que vivió durante parte de la época de los taifas y conoció la dinastía de los almorávides, con todo lo que significaron estas dos etapas de florecimiento cultural, científico y literario.

En cuanto a su estilo, la prosa de Ibn Jāqān, que causaría gran admiración, se caracteriza por ser rimada y estar repleta de recursos estilísticos; es el suyo un lenguaje preciso, bello y rico que refleja su amplia cultura y su auténtico talento.

Ibn Jāqān falleció en Marrakech el 22 de muḥarram de 529/11 de noviembre de 1134, degollado y ultrajado en circunstancias ambiguas y dramáticas en la habitación de una fonda de esta ciudad en la que se hospedaba. Su cadáver no fue encontrado hasta tres días después, recibió sepultura en la Puerta de los Curtidores. La mayoría de sus biógrafos que relatan su asesinato acusan al emir almorávide ‘Alī b. Tāšufīn de estar tras el mismo.

Entre los discípulos que tuvo se mencionan Abū ‘Abd Allāh Ibn Zarqūn, Abū Bakr Yaḥyà b. Muḥammad al-Arkušī, Abū al-Ḥasan Nuŷaba b. Yaḥyà y Abū ‘Abd Allāh Ibn ‘Ubayd Allāh b. al-‘Uwayṣ.

La obra de Ibn Jāqān trata fundamentalmente de la literatura, tanto textos creativos como correspondencias o biografías. Algunos de sus escritos han desaparecido y solamente se han tenido noticias sobre ellos por otros autores como: Bidāyat al-maḥāsin wa-gāyat al-muḥāsin (El comienzo del bien y el objetivo del bienhechor), que según algunos se trataba de una colección de sus correspondencias. Así como Ḥadīqat al-ma’āṭir (El Jardín de las hazañas) o Kanz al-fawā’id (El Tesoro de las utilidades).

Y son pocos los libros que han llegado hasta hoy entre ellos: Maqāma (Relato en prosa rimada) que se trata de una composición sobre su maestro Ibn Sīd al-Baṭalyawsī; Qalā’id al-‘iqyān (Collares de oro), el libro más famoso de Ibn Jāqān que contiene sesenta y cuatro biografías de diferentes personalidades pertenecientes a los siglos V y VI/XI y XII; Maṭmaḥ al-anfus wa-masraḥ al-ta’annus fī mulaḥ ahl al-Andalus (Anhelo de las almas y foro del solaz, acerca de la gente de al-Andalus), que es considerado como obra complementaria de Qalā’id al-‘iqyān (Collares de oro) y Ta’līf ṣagīr fī tarŷamat Ibn al-Sīd al-Baṭalyawsī (Pequeña obra acerca de la biografía de Ibn al-Sīd al-Baṭalyawsī).

Su escasa producción poética es de una calidad inferior en comparación con su prosa según algunos autores árabes que afirman que su poesía es mediocre, mientras su prosa es excelente.


Obras de ~: Qalā’id al-‘iqyān (Collares de oro), Paris, Rašīd al-Dahdāh, 1860; Maṭmaḥ al-anfus wa-masraḥ al-ta’annus fī mulaḥ ahl al-Andalus (Anhelo de las almas y foro del solaz, acerca de la gente de al-Andalus), Estambul, 1884; Bidāyat al-maḥāsin wa-gāyat al-muḥāsin (El comienzo del bien y el objetivo del bienhechor), s. l., s. f.; Ḥadīqat al-ma’āṭir (El Jardín de las hazañas), s. l., s. f.; Kanz al-fawā’id (El Tesoro de las utilidades), s. l., s. f.; Maqāma (Relato en prosa rimada), s. l., s. f. (en Biblioteca del Monasterio de El Escorial, ms. 538); Ta’līf ṣagīr fī tarŷamat Ibn al-Sīd al-Baṭalyawsī (Pequeña obra acerca de la biografía de Ibn al-Sīd al-Baṭalyawsī), s. l., s. f. (en Biblioteca del Monasterio de El Escorial, ms. 488).


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Waleed Saleh