Mostrando entradas con la etiqueta Historia de Al-Andalus: gastronomía. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Historia de Al-Andalus: gastronomía. Mostrar todas las entradas

martes, 24 de junio de 2025

UN LARGO CAMINO HACIA EL ÉXITO, LA HISTORIA DEL AZÚCAR EN E AL-ANDALUS

 

UN LARGO CAMINO HACIA EL ÉXITO. LA HISTORIA DEL AZÚCAR EN AL-ANDALUS


Refinamiento, sofisticación y lujo eran las virtudes que adornaban en el imaginario de la cultura medieval el aprecio por el azúcar de caña, por encima de su exquisito dulzor. Así se percibía en la cultura islámica de adopción de esta planta, de cuya mano viajó hacia el Mediterráneo y bajo cuya experiencia se desarrollaron las técnicas de procesado para la obtención de azúcar en Occidente


Adela Fábregas
Universidad de Granada

Caña de azúcar. Wikimedia commons.


Un lujo al alcance de pocos 

Al Mu‘tamid, rey y señor de Sevilla, vive en su corte ‘abbadí días de opulencia. En sus jardines florecen plantas exóticas, que estudian, miman y cultivan los más experimentados botánicos. Abundan en su casa las más preciadas y sofisticadas especias y perfumes. Un día, su esposa I‘timād vio hacer a las mujeres del pueblo ladrillos amasando con sus pies la arcilla. Quiso ella hacer lo mismo y así lo dijo a su esposo. Éste, para complacerla, hizo traer al patio del palacio grandes cantidades de azúcar, canela, jengibre y perfumes de varios tipos para crear una especie de limo oloroso que amasar con los pies. 

La escena descrita por el poeta al-Tiŷānī subrayaba del mejor modo posible las virtudes que adornaban en el imaginario de la cultura medieval el aprecio por el azúcar de caña, por encima de su exquisito dulzor: refinamiento, sofisticación, lujo. Así se percibía en la cultura islámica de adopción de esta planta, de cuya mano viajó hacia el Mediterráneo y bajo cuya experiencia se desarrollaron las técnicas de procesado para la obtención de azúcar en Occidente. Y así se trasladó también al imaginario cultural europeo, conocedor de esta nueva sustancia endulzante a partir del descubrimiento en Siria por parte de los Cruzados en el siglo XI de “un dono del cielo insospettato ed inestimabile” y cuyo eco fue alcanzando progresivamente las cortes cristianas y casas de la nobleza europea entre los siglos XII y XIII. Tanto en su forma de sustancia terapéutica como en su acepción de bien de consumo alimenticio, que fueron las dos aplicaciones básicas de este producto en época medieval, el azúcar era percibido como un bien excepcional, de lujo.  


Plantación de caña de azúcar según la obra Tacuinum sanitatisMs. Lat 9333, Biblioteca Nacional de Francia.


También fue así en al-Andalus. Los diversos usos que se le daban en cosmética y farmacopea primero, como principio activo, pero también por sus propiedades endulzantes, como aglutinante y excipiente y como sustancia conservante; su aprecio como aderezo de recetas de cocina en platos sofisticados y endulzante de repostería exquisita; su presencia en forma de figurillas… En todos los casos se mostraba siempre al azúcar como una sustancia excepcional, frente al uso mucho más extendido de otros endulzantes como la miel, por ejemplo, destacable en su uso y reservada para ocasiones especiales y destinos particulares. Solo en sociedades tan tardías como la nazarí el azúcar aparece ya como un ingrediente utilizado en confitería en recetarios como el preparado por al-Arbūlī y presente en los dulces vendidos en los zocos de al-Saqaṭī. Dulces caros, pero ya no inaccesibles.  

Un cultivo nuevo y exótico 

Y sin embargo, a pesar de mantener esa consideración como sustancia excepcional, el azúcar había sido introducido y se producía en tierras andalusíes desde bien pronto. La caña dulce era conocida en el entorno mediterráneo islámico oriental desde mediados del siglo VIII y completaría con bastante rapidez su viaje hacia el extremo occidental del Mediterráneo musulmán. Hasta aquí se trasladó la planta, los conocimientos básicos acerca de su cuidado y cultivo y unas nociones de manipulación y procesado posterior para la obtención de cristales de azúcar a partir de su jugo. Se conoce su presencia en al-Andalus desde época muy temprana, en las tierras del sur, donde las condiciones climáticas permitían la adaptación de una planta procedente de entornos tropicales, exigente de agua y temperaturas cálidas y estables durante buena parte del año. Una breve mención al trabajo con la caña dulce en el Calendario de Córdoba ya confirma su conocimiento a mediados del siglo X, y la más amplia reseña dada por al-Rāzī sobre su presencia en tierras andalusíes nos indica ya las primeras localizaciones de su cultivo. Está centrado entonces en llanuras aluviales del área sevillana, Vega de Ilbīra y sobre todo zonas costeras de la franja literal mediterránea, dotadas de unas condiciones climáticas e hidrológicas idóneas y de una posición geográfica de acceso a la ruta marítima que en el futuro se revelaría esencial.  

Esa temprana presencia no solo no se vería ya interrumpida en ningún momento, sino que consolidaría su valor como apuesta económica evidente. Su atractivo lleva a incluir la caña dulce en los ensayos agronómicos de reyes como nuestro al-Mu‘tamid (1069-1091), que además de ofrecer el azúcar para disfrute de su esposa, impulsaría los estudios para una aclimatación dirigida de la planta desarrollados por la escuela agronómica sevillana en sus propios jardines botánicos; o al-Mu‘taṣim (1955-1091), rey de la taifa de Almería, quien, en palabras de al-‘Udrī, “…construyó un parque de artística traza [donde] se cultivan plantas exóticas como las bananas, en sus diversas especies, y la caña de azúcar”. Puede que fueran conscientes ya de las posibilidades de acceso del azúcar al circuito comercial mediterráneo, a través de los ejemplos de los azúcares egipcios y magrebíes, que describiría poco después al-Idrīsī. Lo cierto es que en este interés por aclimatar definitivamente e introducir la planta en la práctica agrícola andalusí subyace el reconocimiento de la rentabilidad económica que podía aportar una sustancia cada vez mejor conocida y valorada en Occidente. Su mercado estaba aún dominado por los exóticos y lejanos azúcares orientales, procedentes de Siria, Palestina o Egipto, pero pronto se le sumarían azúcares mediterráneos de “segunda generación”, como este andalusí, el chipriota o el siciliano. Llegaría con ellos la etapa de máximo esplendor de la historia mediterránea y medieval del azúcar y el inicio de su incorporación a los patrones de consumo masivos de Occidente. 

Los nuevos azúcares y la clave del éxito 

A partir del siglo XIV asistimos a la época de esplendor comercial de la historia medieval del azúcar, cuando multiplica su presencia en los principales mercados del Occidente latino, como fase previa a su masificación en los patrones de consumo del mundo moderno. En esta nueva etapa de crecimiento asume un protagonismo decisivo la producción andalusí, entre otras. Hasta ese momento, los azúcares vendidos en Europa no eran solo bienes exóticos, procedentes de áreas lejanas, sino que se trataba además de productos extraordinariamente refinados, de altísima calidad. Y muy caros. Esta característica suponía un principio de restricción básica de este producto a un espectro de consumo extraordinariamente limitado. 

Los azúcares de nueva generación procedían en buena parte de áreas de tradición cultural islámica, como ocurría con los más clásicos y valorados, aunque abiertos también a estrategias productivas más dinámicas. Eran resultado de una tecnología productiva bien consolidada en la tradición islámica y sujeta a una evolución constante. No era fácil hacer azúcar. El proceso contemplaba básicamente tres fases: extracción del jugo, cocción o purga y refinado. Todas ellas incluían tareas delicadas y se debían suceder con cierta rapidez, una vez que la caña era recogida de los campos. Ibn al-‘Awwām ya nos explicaba cómo se realizaban estas operaciones en el siglo XIII andalusí. La primera fase, la molienda y filtrado del jugo, era la más urgente, ya que debía realizarse en un periodo máximo de 72 horas tras la cosecha de la planta, si se quería obtener la mayor cantidad de jugo posible. La segunda etapa, el purificado del líquido, que detendría la acción microbiológica y retiraría proteínas innecesarias, era la más compleja. Requería de unos conocimientos técnicos específicos durante el proceso de cocción del líquido para aplicar la cantidad necesaria de sustancias defecadoras (ceniza, sangre, huevo o lejía), que indujeran procesos de precipitación química de sustancias sobrantes, y decidir el tiempo de cocción requerido para ello. Esta fase, dirigida por maestros azucareros, finalizaba, tras una o varias cocciones, con un caldo decantado y espesado, que cristalizaría conforme avanzara el enfriado. Si se multiplicaba el número de cocciones a que era sometido el jugo, aumentaba la calidad del producto final. La última fase, la del purgado del azúcar, buscaba separar los cristales de azúcar de la miel o melaza que no había cristalizado y eliminar las impurezas finales de aquéllos mediante arrastrado, dándole a los conocidos como panes de azúcar el apreciado color blanco y la forma cónica de los recipientes en que se completaría este proceso de refinado durante un periodo prolongado que podía durar 30 o 40 días.  


Producción de azúcar, donde se observan los conos. Tractatus de herbisBritish Library, Ms Sloane 4016


En manuales de mercancía del siglo XIV tan conocidos como el de Francesco Pegolotti es aún evidente la mayor consideración de los azúcares en panes de procedencia oriental, principalmente egipcios y sirios. Sin embargo, en esos momentos ya no son los más consumidos. Para entonces, habrían hecho ya aparición en los mercados europeos nuevas generaciones de azúcares, como el producido en el reino nazarí, reconocido en las fuentes bajo la denominación de azúcar de Málaga, aunque sabemos que su producción se concentraba entonces en las regiones costeras de los valles del Guadalfeo y Río Verde, ambos en la franja litoral granadina. Estas variedades están presentes en la documentación mercantil más viva, aquella que refleja de manera más cercana el pulso real de los mercados medievales. Correspondencia mercantil, listados de precios de productos, contabilidad de hombres de negocios, registros notariales de actos de compraventa, registros aduaneros de entrada de mercancías en puertos como Génova…Todos ellos reflejan el dinamismo del mercado de azúcares de segunda generación. Encontramos entre ellos algunas variedades de buena calidad, aunque en ningún caso equiparable al prestigio con que contarían los grandes y antiguos azúcares orientales. Lo más destacable, sin embargo, es que bajo esta denominación se venderían también variedades menos refinadas, sometidas a menos procesos de cocción y limpieza menos rigurosos. Encontramos constantemente en los listados de precios de mercados de Brujas, París, Montpellier, Aviñón, Barcelona o Génova, azúcares nazaríes de una, dos y tres cocciones, apuntando con ello la mayor calidad de refinado. Conviven con los azúcares orientales, pero son los andalusíes, los sicilianos o los chipriotas, todos ellos de las mismas características, los que estarían ya dominando el incipiente mercado del azúcar en Europa en aquellos momentos. Estas variedades de menor calidad eran aceptadas por un mercado que, por cierto, las consumía con facilidad, aunque sin alcanzar ni mucho menos los volúmenes alcanzados a partir de la segunda mitad del siglo XV con la entrada de los azúcares atlánticos y sobre todo poco después americanos. De mano de estas nuevas variedades aún mediterráneas, un poco peores, pero mucho más baratas, el azúcar empezaría, tímidamente aún, a abandonar el ámbito del lujo al que hasta entonces había quedado relegado. De este modo se convirtieron, el producto y las zonas proveedoras del mismo, en objetivos extremadamente atractivos a los intereses de las emprendedoras naciones mercantiles europeas. 


Vendedor de azúcar según la obra Tacuinum sanitatisMs. Lat 9333, Biblioteca Nacional de Francia.


Grandes momentos del azúcar andalusí. La estrategia de mercado 

La presencia de algunas de las casas mercantiles más importantes de la Europa de los siglos XIV y XV en suelo nazarí respondería en parte a los intereses que desarrollaron en torno a la exportación de azúcar y otros artículos nazaríes a Europa. A las costas granadinas accederían mercaderes venecianos, catalanes, genoveses o florentinos. Llegarían a estas tierras, en algunos casos se asentarían y organizarían, e incluso obtendrían compromisos de apoyo por parte de las autoridades nazaríes que les facilitarían alcanzar sus objetivos de máxima rentabilidad y el desarrollo de actitudes monopolísticas con productos como el nuestro. Este fue el caso de los genoveses, una de las comunidades mercantiles extranjeras más sólidamente asentadas en suelo nazarí y referencia de la única sociedad internacional de explotación mercantil que conocemos activa en suelo nazarí. Tenía entre sus objetivos precisamente la exportación de azúcar a Europa. 

La conocida como Sociedad de los Frutos, activa casi un siglo (1378-1460), fue el principal vehículo para la salida del azúcar nazarí y la plataforma desde la que se organizó su incorporación a los mercados europeos en condiciones de competitividad muy favorables. Se trataba de una sociedad de origen genovés, similar en su estructura y funcionamiento a otras grandes compañías genovesas de explotación monopolística, como pudo ocurrir con la sociedad del alumbre en Oriente. Su pretensión fue liderar la exportación de azúcar nazarí a los mercados europeos, cosa que consiguieron, aunque sin llegar a alcanzar condiciones monopolísticas. Estuvo formada mayoritariamente por miembros de la familia Spinola, pero no de manera exclusiva. Sí parecen, sin embargo, cumplir la regla de pertenencia estricta a la familia los exponentes organizativos de la Sociedad, sus gobernadores y socios principales. Mantuvieron socios y agentes en Granada, Málaga, Almuñécar, Velez Málaga, Brujas y Génova. Al menos en cada uno de estos lugares contaban con gestores de manera permanente, encargados de organizar las operaciones de compra, almacenamiento y distribución de los frutos secos (almendras, higos y uvas pasas) y el azúcar objeto de su interés. La ciudad de Almuñécar que, en palabras de Ibn al-Jaṭīb, era un puerto naval cuya tierra “se llena de cañas de azúcar, de las que obtiene su riqueza y reputación…”, se dibuja como el centro de recepción del azúcar producido en su entorno inmediato y cuya adquisición quedaría registrada y depositada en la domus Muleche, de titularidad genovesa. Por lo que hemos podido llegar a entender hasta el momento, no llegaron nunca a participar en la producción azucarera nazarí, reservada a sectores muy minoritarios de la población local, pero sí que interactuaron de manera muy dinámica con sociedades de mercaderes nazaríes, musulmanes y judíos, que ejercerían de interlocutores con los hombres de negocios genoveses y proveedores de azúcar. En muchas ocasiones obtendrían el azúcar a cambio de paños ingleses, de buena acogida en el mercado local, llegando a convertirse en una moneda de cambio muy atractiva y conveniente. Disponían de una flota propia, con la que efectuaban una parte importante del transporte de mercancías y que nos aparece reflejada por vez primera en 1407. Estaba formada por naves y galeras, embarcaciones con unas características de seguridad, rapidez y capacidad de carga media y grande que pudo hacerlas particularmente favorables para el tráfico atlántico. A partir fundamentalmente de los centros de Málaga, Almuñécar y Velez Málaga se organizaba la recogida y traslado de mercancía y la sociedad y sus gestores decidían su destino final. Para ello evidentemente aprovecharon la extensa y organizada red que la familia Spinola mantenía actuando en los principales centros económicos europeos, que  ofrecían puntualmente informaciones estratégicas acerca de las circunstancias y condición de cada plaza y organizaban las recepciones y salida a mercado. Los receptores de la mercancía eran miembros de la familia, en algunos casos con estrechísimas relaciones con los protagonistas de las operaciones en el reino granadino. En algunos mercados, como el flamenco, la competencia genovesa es tan extraordinariamente dura que suscitó las quejas de los demás miembros de la comunidad del negocio azucarero, que explican desesperados en Montpellier que “me(n)tre genovesi metono qui zucheri di Malica non se ne potrebe chavare profitto…”. Y es que su estrategia pasaba por montar operaciones coordinadas, muy atentas a entrar en el momento oportuno, que tendrían como resultado la recepción masiva de la mercancía granadina en el momento más adecuado. Esto provocaría un descenso automático de los precios de mercado de las de otras procedencias que, si no se habían vendido con anterioridad, resultaban ya poco competitivas e incluso totalmente fallidas, como ocurría en Brujas en 1393, cuando “…que’ di Malicha (azúcares) tolgo’ la condizio’ a tutti per buon merchato ne fano…”. 

La atención a los tiempos de recepción y a la urgencia de las operaciones con que se ha de llevar a cabo este negocio es una constante. De este modo, favorecidos por una estructura mercantil bien definida y amparada por las autoridades nazaríes, con quienes mantuvieron vínculos estrechos, gracias a operaciones audaces emprendidas en los mercados europeos y beneficiándose de un modelo productivo que se habría lanzado sin complejos a una diversificación cualitativa que facilitaría el acceso a este antiguo producto de lujo a sectores de consumidores más amplios, asistimos a los momentos más dulces de un producto crecido en la tradición andalusí. El futuro del azúcar, todos lo sabemos, sería brillante, su ascenso como bien de consumo de masas fulgurante. Lo protagonizarían nuevas variedades, producidas en circunstancias y lugares muy diversos al nuestro. Fueron siempre, sin embargo, deudores fundamentales de la tradición anterior, de estas tierras mediterráneas de maestros azucareros, reinas que jugaban a ser campesinas, gentes que despertaban al gusto por lo dulce y principios especulativos ensayados con los últimos azúcares andalusíes que mantuvieron su lógica de crecimiento y se deshicieron, ya en mundos nuevos, de las últimas y fundamentales rémoras para su despegue. Pero esa es otra historia. 


PARA AMPLIAR:

·         1492: Lo dulce a la conquista de Europa. Actas del IV Seminario Internacional de la caña de azúcar, Granada, 1994. 

·         Adela Fábregas, Producción y comercio de azúcar en el Mediterráneo medieval. El ejemplo del reino de Granada, Granada, 2000. 

·         Mohamed Ouerfelli, Le sucre. Production, commercialisation et usages dans la Méditerranée médiévale, Leiden-Boston, 2008. 

·         Antonio Malpica y Adela Fábregas, “La dimensión cultural y económica del azúcar en Al-Andalus: viejos y nuevos problemas de una planta que ha recorrido el mundo”, en El azúcar antes y después de Colón. Funchal, CEHA, 2009, pp. 49-62.

 

martes, 3 de junio de 2025

TARTA ANDALUSI DE NARANJA

 

TARTA ANDALUSÍ DE NARANJA

 

Uno de los aspectos en que mejor se ha conservado la influencia andalusí en nuestra cocina, es la repostería, dulces de almendra, pistachos, y delicados, piñones rociados con agua de azahar y en rosas y embebidos en miel transparente y dorada, mazapanes, hojaldres, masa-quebrada espolvoreada con azúcar fino y semillas de ajonjolí (sésamo), con aceite de almendras dulces, o de sésamo.

En Al-Ándalus encontramos dos grandes grupos de dulces, ligados a los procesos básicos de elaboración: fritura y horneado; no obstante, también se daban otras formas combinadas o intermedias.

Los productos estrella para endulzar eran el azúcar y la miel. A los andalusíes debemos la introducción de los cítricos y también de la caña de azúcar. Hicieron fortuna y lo siguen haciendo, las combinaciones de azúcar y frutas.

Ingredientes

12 huevos

1 k de azúcar

180 gr de harina

6 naranjas

2 cucharadas de maicena

 

Elaboración

En un bol grande batimos 6 huevos, con 200 gr de azúcar, y la ralladura de piel de una naranja, hasta que estos doblen su volumen y tengan un color blanquecino, añadimos el zumo de una naranja y lo batimos suavemente para su integración, añadimos la harina y con movimientos envolventes la incorporamos suavemente hasta su integración total.

En molde desmoldarle de 20 centímetros, debidamente engrasado tanto la base como las paredes, vertemos la masa del bizcocho, y metemos en el horno previamente precalentado a 180º. Durante 25-30 minutos, o hasta que al pincharlo con una aguja veamos que esta sale limpia. Una vez en su punto, sacamos del horno y dejamos enfriar a temperatura ambiente.

En dos boles, vamos abriendo los huevos y en uno echamos las yemas y en otro las claras. En un cazo vertemos las yemas de los 6 huevos junto con el zumo de las naranjas y azúcar al gusto, batimos bien y ponemos al fuego medio-bajo batiendo continuamente hasta que estén cremosos.

Desmoldamos el bizcocho, cubrimos con la crema de huevo y naranja.

Por último, montamos las claras de huevo a punto de nieve fuerte, con bastante azúcar glas, y cubrimos la preparación anterior.

Metemos en el horno solo con el gratinador y espolvoreado con ralladuras de naranja.

Una vez sacado del horno, dejamos enfriar y servimos adornados con rodajas de naranjas confitadas.

¡Buen provecho!

 

LECHE DE ALMENDRAS

 

LECHE DE ALMENDRAS

Bebida refrescante, deliciosa y energética. La leche de almendras era simplemente conocida y utilizada por los musulmanes. Posteriormente en Al-Ándalus, se utilizó tanto como bebida, como en cocina. En la edad media ya era ampliamente conocida en toda Europa y se le denominaba con la forma latinizada “amygdalate”, por esa razón aparece en muchas recetas de origen medieval como alimentos empleados en los platos cuaresmales y también en otros que actualmente se preparan con leche de vaca.

Muy adecuada para los calurosos meses estivales, porque aporta gran cantidad de electrolitos como el potasio y vitaminas sobre todo del grupo B como la tiamina y la niacina.

 

Ingredientes

200 gr de almendras

350m gr de azúcar glas

1 litro de leche

Agua de azahar

 

Elaboración

 Pelamos las almendras y se mezclan con la mitad del azúcar glas, pasando a cuatro veces por la picadora.

En un mortero vaciamos la mezcla de almendras y azúcar y las majamos lo mas fina posible, y después la ponemos en una jarra con un litro de agua fría para su maceración.

Mezclamos otros 175 gramos de azúcar glas con el litro de leche, perfumamos con un chorrito de agua de azahar y pasamos la pasta de almendras por el chino, mezclamos con la leche azucarada, removiendo para la integración total de los ingredientes.

Servir bien fría.

¡Buen provecho!

 

 

viernes, 30 de mayo de 2025

PIMIENTOS ASADOS ANDALUSIES

 

PIMIENTOS ASADOS ANDALUSIES

Los pimientos asados, los podemos usar como ensalada, para conserva o como acompañamiento de platos de nuestro gusto-Los pimientos dulces, aportan a la dieta compuestos con capacidad antioxidante, entre ellos carotenoides, tocoferoles, acido ascórbico y polifenoles, además de minerales, fibra y agua.

Es una delicia sabrosa, solo o como acompañamiento.

Ingredientes

Pimientos grandes de calidad

Ajo

Sal

Pimienta negra recién molida

Aceite de oliva virgen extra

 

Elaboración

Precalentamos el horno a 200º, calor arriba y abajo.

Lavamos y secamos los pimientos, los disponemos en una bandeja de horno y los impregnamos en aceite de oliva virgen extra. Metemos en el horno y horneamos durante 40-45 minutos, dependiendo del tamaño de los pimientos.

Apagamos el horno y los dejamos entibiar sin sacarlos. así se reblandecen y luego nos resulta más fácil de pelar.

Sacamos del horno y escurrimos. Reservamos el liquido que han desprendido al asarse para combinarlos o para la conserva.

Pelamos y vaciamos los pimientos eliminando todas las semillas.

Los cortamos en tiras largas.

Apartamos los que vamos a utilizar para la ensalada y el resto lo introducimos en botes de cristal con cierre hermético. Los cubrimos con su caldo.

Vertemos un chorro de aceite de oliva virgen extra sobre ellos y cerramos los tarros. Podemos conservarlos en el frigorífico durante bastante tiempo, sin abrir, una vez abierto se estropearán en unos días, por eso mejor conservarlos en tarros pequeños que uno o dos grandes.

Para la ensalada de pimiento; pelamos y picamos un diente de ajo, montamos la ensalada de pimientos asados, salpimentamos al gusto, y coronamos con ajo picado y aderezamos con aceite de oliva virgen extra.

Podemos servirla sola, o acompañando otros platos.

¡Buen provecho!

domingo, 25 de mayo de 2025

AGRICULTURA ANDALUSÏ´Y SU LEGADO EN SHARQ AL-ANDALUS

 

AGRICULTURA ANDALUSÍ Y SU LEGADO EN SHARQ AL-ANDALUS.

(711-1492) Al-Andalus es el nombre con el que se conoció a todas aquellas tierras, gobernadas por musulmanes, que habían formado parte del reino visigodo: la Península Ibérica, la Septimania francesa y las Islas Baleares.  La zona este andalusí de la Península Ibérica se denominó Xarq o Sharq al-Andalus. Su herencia agrícola ha perdurado hasta nuestros días.

La llegada de los árabes a partir del s. VIII marca el comienzo de un nuevo y más profundo desarrollo agrícola en la Península Ibérica. Es a partir del siglo X cuando los científicos andalusíes comienzan a hacer aportaciones originales a la ciencia.


Sabemos de la tristeza y añoranza de los hispano-musulmanes valencianos expulsados de Sharq al-Andalus, la melancolía de sus corazones al recordar la tierra que les vio nacer, murieron manifestando que nunca vieron ni encontraron otras tierras, a sus ojos más ricas y bellas, que las de sus antepasados, cruelmente perdidas en guerras contra los invasores catalano-aragoneses. Ibn al-Abbâr es un buen ejemplo de ello.


Pero lo más paradójico es que aquellos que se las arrebataron también admiraron su belleza y la exuberancia conseguida con el trabajo y esfuerzo de generaciones y generaciones de sus anteriores pobladores: valencianos musulmanes, judíos y cristianos; Jaime I, en su Crónica, hace una detallada descripción de la tierra recién conquistada, la veían sus ojos en toda su belleza natural y el esplendor que le habían proporcionado sus antiguos pobladores; por ejemplo, cuando en su Crónica nos describe el Pla de Xátiva (Medina Sateba):

«Anc no vim Xátiva, e volem-la veer. E anam lla, a aquell coll agut qui és part del castell, e veem la pus bella horta, moltes e espesses, e veem encara lo Castell, tan noble e tan bell, e tan bella horta, e haguem-ne gran goig e gran alegre en nostre cor».

Cuando los musulmanes llegaron a la Hispania romanogoda, se encontraron con un panorama alimentario poco reconfortante. La tierra era pobre de recursos, y por tanto la alimentación escasa y poco variada; se basaba casi exclusivamente en el consumo de cereales y en la vid, una agricultura de base romana, conservada, prácticamente sin variación, por los visigodos, cuyos elementos principales eran los cereales. Lo mismo sucedía en el resto de Europa donde el cultivo de frutas y hortalizas era prácticamente inexistente.


En base a esta situación, la política de los dirigentes Omeyas de al-Andalus, fue la de impulsar todo lo relacionado con el desarrollo agrícola Para ello en primer lugar se recopilaron y tradujeron gran cantidad de textos antiguos sobre agricultura -la mayoría orientales- y se perfeccionaron y aumentaron los sistemas de regadío de origen romano existentes en el suelo peninsular, tanto en las técnicas de extracción, como de conducción del agua. Se aclimataron e introdujeron nuevas especies vegetales.


La agricultura que, a partir de ese momento se iba a desarrollar en al-Andalus se basaría en tres modelos:

A) El modelo Oriental que tenía cuatro fuentes básicas: 1.- Bolo Demócrito de Mendes agrónomo egipcio. 2.- Enlaza la tradición griega con la siriaca y la persa 3.- Bizantinos (rumíes). 4.- Agricultura Nabatea.
B) El modelo Latino proviene de distintos autores entre los que destacan Columela, Varrón, Plinio, Paladio y Martialis.
C) El modelo Mozárabe se reduce al uso de los textos latinos que los musulmanes hallaron en España guardados en monasterios.



La prosperidad que alcanzó la comunidad musulmana conllevó una elevada densidad de la población y determinadas formas de asentamiento, lo que implica asimismo la necesidad del máximo aprovechamiento de los recursos, naturales o creados. De donde se derivan unas formas de utilización intensiva de la tierra, pero sumamente respetuosa del equilibrio del ecosistema.


La agricultura andalusí se orientó hacia cultivos preferentemente alimentarios aunque existieran otros de uso comercial, como los empleados en los tejidos, en la cría de gusanos de seda, o en la fabricación del papel, por lo que no podemos olvidar las moreras, las plantas textiles y las medicinales.


La base de la agricultura la constituían los cereales, las hortalizas y verduras, legumbres, arroz, plantas aromáticas, frutas y árboles frutales…

Para los cereales, existían molinos de diversos tipos, incluso móviles y transportables, que daban idea de la gran demanda de este producto y de su valía, algo que, también, se refleja en las ordenanzas de los zocos. Las frutas también originaron una industria, la conservera, con la creación de almíbares, arropes o jarabes, mientas las plantas aromáticas creaban una industria de perfumes.



Las labores del campo se desarrollaban de acuerdo con un calendario popular, en enero se amontonaba las cañas de azúcar, en marzo se plantaba el algodón, en abril aparecían las violetas y las rosas y se plantaban las palmeras y las sandias. Las lluvias de ese mes hacían crecer el trigo, la cebada y los demás cereales, en mayo cuajaban la aceitunas y aparecían los albaricoques, las ciruelas y las manzanas tempranas. Se recogían las habas, se segaba la cebada y las abejas producían la miel; junio y julio eran los meses de la siega y de la trilla; a finales de agosto maduraban la uvas y los melocotones, se recogían las nueces, se sembraban los nabos, las habas, y los espárragos; septiembre traía la vendimia y la recolección de granadas y membrillos; en octubre se preparaba la carne de membrillo; en noviembre se cosechaba el azafrán; diciembre era mes de lluvias abundantes y en los huertos se plantaban calabazas y ajos.


Los cambios introducidos en la agricultura hispano-goda, además de repercutir en los sistemas de cultivo y en los productos, provocaron una alteración sustancial en la alimentación. Frente a la clásica trilogía cristiana de trigo, carne y vino, los andalusíes crearon nuevos hábitos alimenticios en los que las verduras no fueron solo la base, sino el elemento imprescindible, bien a solas, bien acompañando las carnes, las sopas, el pescado, con una enorme cantidad de variantes en sus recetas.



Los andalusíes podían consumir verduras y hortalizas frescas durante todo el año. Precisamente, este elevado consumo de verduras y de frutas, frescas y secas, será tan andalusí que el posterior tribunal del Santo Oficio descubrirá al moro reincidentemente por la afición al consumo de vegetales.

En cuanto a las frutas, desde el siglo XI se daban en al-Andalus prácticamente las mismas que hoy se encuentran en nuestros campos. La producción agraria llegó a ser tan elevada, que surgieron «Excedentes alimentarios», que al ser vendidos, favorecieron el que otras personas de la comunidad se especializaran en determinados oficios, lo que dio lugar a una economía y a una cultura urbana muy desarrolladas. Lo que sucedió fue, en definitiva, lo que los especialistas han dado en llamar una auténtica «revolución verde».



Las buenas mañas hortícolas de los andalusíes, no solo fueron estimadas por los musulmanes norteafricanos que les acogieron tras ser expulsados de España, sino que también eran valoradas por los propios cristianos, como así lo demuestra un refrán popular que todavía se emplea entre nosotros y que dice: «¡Una huerta es un tesoro, si el que la trabaja es un moro!».

En el 714 los musulmanes llegaron a Sharq al-Andalus, los hispano-latinos que la habitaban se mostraron pacíficos, por lo que, los de estado independiente conservaron íntegra su libertad personal y el dominio de sus bienes. En cuanto a las clases serviles, la llegada de los musulmanes les favoreció ostensiblemente. Los siervos de los cristianos, continuaron en verdad ligados a sus amos como antes, pero adquirieron el inapelable derecho de disponer de sus bienes, y los que permanecieron en tierras de los musulmanes, se transformaron en una especie de arrendatarios aparceros, casi sin ninguna dependencia de sus tareas agrarias.


Todos los antiguos esclavos y siervos que declaraban la fe islámica, se convertían en verdaderos musulmanes y eran liberados, pasando inmediatamente a tener derecho sobre el reparto de las tierras, lo que provocó un crecimiento demográfico espectacular a causa de la cantidad de nativos que llegaban huidos de las tierras del interior, todavía bajo el dominio visigodo, también se produjo un considerable aumento de la producción agraria, pues, ya no eran siervos ni posesión de nadie, ahora trabajaban su propia tierra.

La primera medida tomada fue la parcelación y redistribución de las tierras, haciendo desaparecer la mayoría de los antiguos latifundios visigodos, convirtiéndolos en pequeñas explotaciones familiares.

En Shar al-Andalus solo quedó una pequeña zona sin parcelar, la Almúnia del rey Ibn ‘Abd al-‘Aziz al norte de la capital (donde ahora están los Viveros), no era ninguna explotación agraria latifundista, sino el parque o jardín de esparcimiento de los reyes musulmanes. En las Almúnias, se entremezclaban exóticas flores de ornamentación, con plantas aromáticas, árboles frutales, juegos de agua y albercas rodeadas de pavos reales que se contoneaban desplegando impasibles toda su belleza. En Denia hay un pueblo denominado Ràfol d’Almúnia, pero es solo el apellido de su último señor, su nombre anterior era Ràfol dels Murs por la misma razón.


En el siglo X los científicos andalusíes comienzan a hacer aportaciones originales a la ciencia. Junto a una incipiente tendencia a independizarse de la cultura y ciencia orientales, en al~Andalus van a confluir, a partir de este momento, una serie de elementos y circunstancias que serán el embrión de la llamada «escuela agronómica andalusí». Esta alcanzará su máximo auge en los siglos XI y XII.

En el siglo XI surgió en Sharq al-Andalus un nuevo género literario que describía con júbilo los jardines y frutos de la época. Conocidas son las narraciones del poeta Ali ben Ahmad sobre lo que presenciaba en los jardines de la almunia de al-Mansu, en Valencia. En el siglo XI-XII se crearon los primeros jardines botánicos, a menudo estos jardines tenían un fin puramente farmacológico y terapéutico, y se creaban junto a los propios hospitales.

Las tierras de regadío se dividieron en pequeñas parcelas, la unidad rural más importante en tierras de regadío era la qariya que tenía una casa principal con habitaciones, solía tener una torreta, patio interior y disponía de construcciones anexas, de hornos, graneros, molinos, etc. por esa razón abundan los pueblos denominados Alquería: de la Condesa, de Aznar, de Roca, de Jordá, de Pallés, de Alba… Alquerieta y el diminutivo árabe de Alcoraia (Alicante) y el plural Alcora.

El núcleo rural y unidad más abundante era el rahl, una masía de cierta importancia provista de graneros, almáceras, corrales, etc. en la toponimia valenciana tenemos Rafal y Rafol, y los compuestos: Rafelcofer, Rafelguaraf, Rafelbuñol. Debían ser muy modestas las explotaciones agrarias que originaron los actuales pueblos denominados Zucaina ó Bunia, que significa caseta; Xinquer igual a cabaña y muchos otros topónimos valencianos de etimología arábiga denotan que se desarrollaron sobre determinadas construcciones agrícolas como: Algorfa y Alforí (granero), Almássera (molino de aceite), y tantos otros que resultan innumerables.

Para el cultivo de la tierra de secano había numerosas posesiones de mediana extensión, dichas en singular diya, provistas de un castillo donde solían protegerse de las incursiones de castellanos, aragoneses y catalanes, y alrededor de los cuales se desarrollaba pequeños centros urbanos.

Establecieron el cultivo intensivo para las tierras de regadío, con numerosas acequias era aprovechada al máximo el agua de los ríos Millares, Turia o Guadalaviar, Júcar, Alcoy y Segura, había también numerosas balsas y pozos. La condición de los labradores iba mejorando continuamente, la mayoría de los trabajadores de las tierras pasaron a ser parceleros. Con el tiempo, esta masa de campesinos indígenas de ascendencia ibero-romana se islamizó totalmente, y los moriscos expulsados de la Península en el siglo XVII eran descendientes de ellos.

La tierra era estudiada para su mayor aprovechamiento. Ibn Bassal en su libro de Agricultura (siglo X), estudia las diferentes clases de tierra, su naturaleza, sus propiedades y el modo de distinguir la buena tierra de la mala. Registra dieciséis clases de tierra. Analiza su naturaleza o complexión y sus ventajas o desventajas agrícolas. Distingue la viabilidad de la tierra según la estación del año en que se cultive, así como las distintas plantas que prosperan en cada tipo de terreno.

Se seleccionaban los tipos de cultivo según las características del terreno, la composición de la tierra y la climatología del lugar. En el secano abundaban los algarrobos y los olivos, siendo muy nombradas las de Morvedre, Xátiva y Crevillente. También eran importantes los cultivos de vid para la obtención de uvas y pasas de gran fama valoradas tanto dentro como fuera de la Península y muy utilizadas en la gastronomía andalusí, abundando en el litoral desde las tierras de Tudmir hasta Burriana, siendo especialmente apreciadas las de Denia. Tenía fama el esparto de Alicante y el azafrán de Valencia. Abundaban las moreras para la cría de los gusanos de seda, también introducidos por los árabes. Igualmente abundaban los árboles frutales en tierras levantinas, higueras, perales, palmeras datileras, almendros.

Una práctica a la que se prestó mucha atención en aquella época, fue la de la producción de plantas de vivero. Ibn al-Awwänó Abü Zaccaria es el autor de origen andalusí que con más detalle escribió sobre agronomía en su Libro de Agricultura Kitäb al-filäha. Durante la Edad Media, los escritores hispano-musulmanes de al-Andalus nos legaron un completo tratado de citricultura muy adelantado para su época, algunas de cuyas prácticas están aún vigentes.

En los siglos XI-XII, Abu l’jayr, en su Tratado de Agricultura, dedica un capítulo de injerto de frutales. El injerto necesita un preciso conocimiento de la naturaleza, de los árboles, de las estaciones y los instrumentos para operar. L’jayr cita las diferentes clases siguientes de injerto. Clasifica también los géneros básicos de los árboles, distinguiendo los árboles oleosos como el olivo, el acebuche o el laurel; los resinosos como el melocotonero, el almendro o el ciruelo; los lechosos como la higuera y la morera; y los acuosos como el manzano el ciruelo, la vid o el granado.

El éxito o fracaso de los injertos está basado en diferentes conceptos, pero sobre todo en la naturaleza de la savia. Ibn Bassäl las clasificó en cuatro grupos y estableció un quinto grupo formado por plantas acuosas pero de hoja perenne. Además, creó una clasificación climática estableciendo siete categorías y situando a los cítricos: cidro, naranjo amargo, limero, zamboa, limonero y semejantes como idóneos para nuestro clima, por ser caluroso y seco pero no extremo.

Ibn al-AwwänIbn Bassäl y Abü-l-Jayr nos proporcionan la información más interesante respecto a los fertilizantes, especificando épocas de utilización, tipos de estiércol según su procedencia: ser humano, palomina, de otros animales, diferentes beneficios y utilidades según fuera fresco o fermentado y si era de cabra, de caballería, de cenizas de algodón, o de distintas leñas….. Tratados con infinidad de combinaciones según la especie a abonar y el resultado deseado con respecto al crecimiento, a la floración o al fruto.

Los musulmanes también perfeccionaron inmensamente las técnicas de riego, se convirtieron en los maestros de la técnica hidráulica agrícola, aprovecharon los sistemas de riego romanos que aquí encontraron, y junto a las técnicas orientales que conocían, pudieron lograr un excepcional aprovechamiento del agua, no podemos pasar por desapercibido el hecho del contenido etimológico árabe de las palabras actuales con las que se designan las obras hidráulicas o de riego: sèquia, assut, assarb, sínia, nória, alcaduf, aljub, safareig, martava, tanda, etc.

Los dos sistemas de regadío tradicionales todavía vigentes en la actualidad provienen de la época musulmana, además de las canalizaciones del agua ó acequias, por las que corría el agua de los ríos o de los manantiales, sirviéndose de los desniveles del suelo. En la utilización de las aguas fluviales emplearon los azudes o presas, y los alquezares o cortes. Para captar aguas subterráneas se utilizaron pozos y unas galerías perforabas, aplicando técnicas de origen oriental. También utilizaron técnicas de drenaje y desecación de marchales y tierras pantanosas.

Tanto las aguas de los ríos como de los pozos y las galerías se podían aprovechar empleando ruedas elevadores que permitían llevar el agua hasta una alberca de donde salían las acequias y los canales. Entre estas ruedas se encontraban las que se movían directamente por la corriente del agua, las que funcionaban con la fuerza de un animal, o las de balancín.

Ar-Razí nos habla del sistema de regadío del Segura, muy similar al del Nilo en Egipto.

Lo que más evidencia el alcance de la agronomía árabe es la introducción de nuevas especies, hasta entonces exóticas, realizada con tanta sabiduría y acierto, que no se malogro ninguna de las que intentaron añadir a las indígenas.

Hasta nuestros días han llegado fragmentos y reproducciones de los escritos que narran las experiencias de los musulmanes que estaban repartidos por todo el mundo conocido, pero unidos por el sentir religioso, por las redes comerciales y las peregrinaciones a la Meca; sus escritos nos revelan el alto nivel cultural y agrónomo de aquellas gentes.

Los musulmanes introdujeron nuevos productos muy populares hoy, no solamente en la Península, sino en toda Europa, como es la berenjena (badinÿana), originaria de la India y difundida por el Mediterráneo a través de Irán. Tan apreciada llegó a ser ésta en al-Ándalus, que los almuerzos de mucho bullicio y gentío, se les llamaba «berenjenales».

Entre las verduras también trajeron la espinaca (para los árabes era la reina de las verduras y la trajeron a Europa a finales de la Edad Media, donde no tardó en imponerse), las alcachofas (jarshuf) y los espárragos, que tenían la propiedad de evitar los malos olores de la carne. Las hortalizas más cultivadas eran, además, la calabaza, los pepinos, las judías verdes, los ajos, la cebolla, la zanahoria, el nabo, los jaramagos, las acelgas (as-silqa), las espinacas (isfanaj) y muchas otras.

El higo, que llegó a ser reputado en al-Ándalus hasta el punto de exportarse a Oriente, se introdujo en la península, procedente de Constantinopla, en tiempos de Abderrahmán II. Los cítricos, como el limón (laimún), el toronjo y la naranja (del árabe: naranÿa, y éste del persa: naranguí) amarga fueron importados de Asia oriental. Eran utilizados para conservar los alimentos, pero también se extraía de ellos para la elaboración de zumos y de sus flores, esencias para la elaboración de perfumes. Igualmente, la ciencia del injerto se desarrolló en al-Ándalus hasta límites insospechados, logrando, por ejemplo, una extraordinaria variedad de pomelos.

El naranjo amargo, en al-Andalus närany fue introducido por los árabes a finales del siglo X o principios del XI y aparece citado en el Tratado Agrícola Andalusí Anónimo. El método de reproducción por semilla lo aplicaban a todos los cítricos y se hacía en un lugar resguardado del frío. Según Ibn Bassäl, las semillas se sembraban en enero-febrero. Un año más tarde se hacía el trasplante a macetas teniendo en cuenta que solo debía haber una planta en cada una, donde permanecían dos años, al cabo de los cuales se llevaban al terreno definitivo.

El limón, su nombre deriva del árabe «laymun» y parece que fueron ellos quienes los introdujeron en la península Ibérica en el siglo X, según los que mantienen el que ya aparecía en las obras gastronómicas cordobesas del siglo X, mientras que otros afirman que el limonero debió ser introducido por los árabes hacia la segunda mitad del siglo XI, ya que no aparece en el Calendario de Córdoba (s. X), ni en el Tratado Agrícola Andalusí Anónimo (ss. X-XI), ni tampoco en la obra de Ibn Wäfid de Toledo (primera mitad del s. XI). Sin embargo si lo nombra Ibn Bassäl (s. XI). Procedente del sureste asiático. Florece en abril – mayo. Los frutos, conocidos como limones, de color amarillo, se han usado en gastronomía desde entonces. No resisten bien las heladas. Es frecuente en huertas y jardines, especialmente en las ciudades de al Andalus.

También cabe destacar la introducción de la caña de azúcar en el siglo X, su cultivo fue numeroso en la etapa musulmana de la actual Comunidad Valenciana, siendo uno de los más importantes cuando se produjo la expulsión de los moriscos valencianos; el arroz, que sigue siendo un cultivo primordial en la marchal, base de nuestra alimentación más tradicional, y producto de exportación; la sandía, que provenía de Persia y del Yemen; el melón, del Jorasán; el altramuz, tan ligado a nuestra tradición; el azafrán, indispensable en nuestra cocina actual, fue el cultivo mayoritario en Balansiya; el algodón, para el textil; el albaricoque; el plátano; el jazmín y muchas otras.

La granada de Siria, convertida, en la imaginación colectiva, en el símbolo por excelencia de la España musulmana. A propósito, en el «Libro de Agricultura» de Ibn al-Awwám (siglos XII y XIII), traducido por Banqueri, AECI, Madrid, 1988, podemos leer una tradición del Profeta Muhammad sobre esta hermosa fruta, rescatada por este hacendado andalusí de la zona de Aljarafe, cerca de Sevilla:

«Cuidad del granado; comed la granada, pues ella desvanece todo rencor y envidia».

en general se produjo un sensible aumento de variedades de verduras, hortalizas, y árboles frutales, algunas de ellas ya eran conocidas por lo chinos, persas o indios, pero fueron los árabes los que consiguieron su difusión en Occidente.

Otras especies frutales, como el olivo, ya existían en nuestro suelo, pero fueron los hispanomusulmanes quienes fomentaron y organizaron su cultivo a gran escala, así como la introducción del aceite de oliva en la gastronomía, de hecho, el uso del aceite de oliva prácticamente desapareció de la cocina en amplias zonas, después de la expulsión de los moriscos, siendo sustituido por la indigesta manteca de cerdo, hasta hace bien poco.

FUENTES Y BIBLIOGRAFÍA:

– El jardín científico. Centro Virtual Cervantes. El jardín andalusí. Instituto Cervantes (España), 2004-2019.
– Hitos históricos de los regadíos españoles. Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación. ISBN:84-7479-915-5.
– Historia General de la Farmacia. El medicamento a través del tiempo. Ediciones Sol. Madrid 1986. ISBN: 86624-00-2.
– Abderrahman Jah y Margarita López. Al-Andalus, una cultura de agua.
– Abu Zacaria Iahia. LIBRO DE AGRICULTURA «Kitäb al-filäha». Traducido al castellano y anotado por Josef Antonio Banqueri. Madrid en la Imprenta Real año de 1802.
– Ahmed Tahiri. Las clases populares en Al-Andalus Editorial Sarriá. Málaga 2003. ISBN 84-95129-81-7.
– Ahmed Tahiri. Agricultura y doblamiento rural en Sevilla durante la Época ‘Abâdî. Ayuntamiento de Sevilla. Sevilla, 2001. ISBN: 84-95020-81-5.
– Ahmed Tahiri. Epítome del libro de agricultura. Compuesto por Ibn Luyün. Ahmed Tahiri.
– Al-Arbülï. Traductor: Amador Díaz García. Un tratado nazarí sobre alimentos. Al-kaläm ‘alà l-agdiya de al-Arbülï. Colección facsímil 4.
– Ambrosio Huici Miranda.  Historia Musulmana de Valencia y su Región. Novedades y Rectificaciones. Valencia, 1970.
– Andrés Piles Ibárs. Valencia Árabe. Valencia 1901. Imprenta de Manuel Alufre, Copia facsímil SERVICIO DE REPRODUCCIÓN DE LIBROS. Colección Biblioteca Valenciana. Librerías «PARÍS-VALENCIA». Depósito Legal: V3372-1980.
– Amador Díaz García. Un tratado nazarí sobre alimentos: Al-Kalam ala l-agdiya, de al-Arbulí. Ediciones Arráez. Almería. 2000.
– Anónimo del siglo XIII traducido por Ambrosio Huici Miranda. LA COCINA HISPANO-MAGREBÍ durante la época Almohade. Ediciones Trea, SL. 1966-2005. ISBN: 84-9704-175-5.
– Ana Prandoni y Fabio Zago. Los sabores de la cocina ÁRABE. Editorial De Vecchi SAU. Barcelona, 2005. ISBN: 84-315-3237-8.
– Avenzoar (Abu Marwan abd al-Malik b. Zuhr). Kitab al-agdiya (Tratado de los alimentos). Edición, traducción e introducción de Expiración García Sánchez. Madrid: CSIC, 1992.
– Camilo Álvarez de Morales. La herencia árabe en la agricultura y el bienestar de occidente: Agrónomos andalusíes y sus Legados. Editorial de la UPV. Valencia. ISBN: 84-9705-244-7.
– Carlos Ortiz Mayordomo y Lina Gracia i Vicente. Análisis paisajístico del Palmeral de Elche. Un agrosistema milenario monumental. INTERLIBRO. ISBN: 84-930085-8-3. Depósito legal: MU-2671-2000.
– Carmen Trillo San José. Agua, tierra y hombres en Al-Andalus. La dimensión agrícola del mundo Nazarí. Ajbar Colección.
– César Gómez Campos. La deuda olvidada de occidente. Aportaciones del Islam a la civilización occidental. La ciencia agronómica andalusí. Editorial Centro de Estudios Ramón Areces. Madrid. Depósito legal: M.34.257-2004.
– Cherif Abderrahman Jah. Los aromas de al-Andalus. Alianza Editorial – Fundación de Cultura Islámica. 2001. ISBN: 84-2066-798-6.
– Expiración García Sánchez. La herencia árabe en la agricultura y el bienestar de occidente: El sabor de lo dulce en la gastronomía andalusí. Editorial de la UPV. Valencia. ISBN: 84-9705-244-7.
– Expiración García Sánchez. 2011. La producción frutícola en al-Andalus: un ejemplo de biodiversidad. Trabajo elaborado en el marco del Proyecto de I+D+I: “Paisajes agrícolas y forestales en al-Andalus” (FFI2009-09826), avalado por el Ministerio de Ciencia e Innovación (enero 2010-diciembre 2012), dirigido por E. García Sánchez.
– Francisco Picó Meléndez. La herencia árabe en la agricultura y el bienestar de occidente: La palmera datilera. El árbol de la vida. Editorial de la UPV. Valencia. ISBN: 84-9705-244-7.
– Francisco Vidal Castro. La deuda olvidada de occidente. Aportaciones del Islam a la civilización occidental. El agua en la civilización árabo-islámica. Editorial Centro de Estudios Ramón Areces. Madrid. Depósito legal: M.34.257-2004.
– Germán Navarro Espinach. Los musulmanes de la Ruta de la Seda entre Oriente y Occidente. La herencia árabe en la agricultura y el bienestar de Occidente.. FUNDACIÓN LA HUELLA ÁRABE. Editorial Universidad Politécnica de Valencia. Ref.:2002.2205. Depósito legal: V-3350-2002. I.S.B.N.:84-9705-244-7.
– Habeeb Salloun y James Peters. From the Lands of Figs and Olives. Interlink Books. Nueva York, 1995.
– Ibn al-Awwám (siglos XII y XIII).  Libro de la Agricultura. Traducido por Banqueri. AECI. Madrid, 1988 (facsímile de la de 1802).
– Inés Eléxpuru. La Cocina de Al Andalus. Alianza Editorial SL. Madrid, 1994. ISBN: 84-206-9402-9.
– Inés Eléxpuru Eeckman y Margarita Serrano Hernández. AL-ANDALUS magia y seducción culinarias. Instituto Occidental de Cultura Islámica. AL-FADILA. Madrid, 1991. ISBN: 84-86714-05-2.
– J. Esteban Hernández Bermejo, Expiración Garda Sánchez. Botánica económica y etnobotànica en al-Andalus (Península Ibérica: siglos X-XV): un patrimonio desconocido de la humanidad Arbor CLXVI, 654 (Junio 2000).
– J. Esteban Hernández Bermejo. La deuda olvidada de occidente. Aportaciones del Islam a la civilización occidental. Biodiversidad agrícola en Al-Andalus. Editorial Centro de Estudios Ramón Areces. Madrid. Depósito legal: M.34.257-2004.
– Joaquín Vallvé Bermejo. La agricultura en al-Andalus. Al-qantara: Revista de estudios árabes, ISSN 0211-3589, Vol. 3, Fasc. 1-2, 1982.
– Jeffrey Alford y Naomi Duguid. Flatbreads and Flavors: A Baker’s Atlas, William Morrow and Company, Nueva York, 1995.
– Jorge Fernández Bustos y José Luis Vázquez González. Herencia de la cocina andalusí. Fundación Al-Andalus. Imprenta Chana. Granada, 2000. ISBN: 8-4607-3716-0.
– Jorge Hermosilla Pla. Emilio Iranzo García. Alejandro Pérez Cueva. Miguel Antequera Fernández. Juan Antonio Pascual Aguilar. LAS GALERÍAS DRENANTES DE LA PROVINCIA DE ALMERÍA: ANÁLISIS Y CLASIFICACIÓN TIPOLÓGICA. Cuad. de Geogr. ● 76 ● 125 – 154 ● València 2004.
– José F. Ballester-Olmos y Anguís. La deuda olvidada de occidente. Aportaciones del Islam a la civilización occidental. El jardín islámico. Editorial Centro de Estudios Ramón Areces. Madrid. Depósito legal: M.34.257-2004.
– José Jiménez Lozano. Guía espiritual de Castilla. Alarife. Valladolid, 1984. ISBN 9788481831238.
– José Luis Manzanares Japón. La ingeniería civil en Al-Andalus. La herencia árabe en la agricultura y el bienestar de Occidente.. FUNDACIÓN LA HUELLA ÁRABE. Editorial Universidad Politécnica de Valencia. Ref.:2002.2205. Depósito legal: V-3350-2002. I.S.B.N.:84-9705-244-7.
– Josep A. Gisbert Santonja. La herencia árabe en la agricultura y el bienestar de occidente. Azúcar de caña. Su secular viaje hacia occidente. Historia e impronta arqueológica de una técnica medieval. Editorial de la UPV. Valencia. ISBN: 84-9705-244-7.
– Julia María Carabaza Bravo. Las palomas en la agricultura andalusí.. BIBLID [0211-9536(2001) 21; 233-256] Fecha de aceptación: 2 de febrero de 2001.
– Justo del Río Moreno. Influencia de la cultura agraria árabe en la agricultura que implantaron los europeos en América. La herencia árabe en la agricultura y el bienestar de Occidente.. FUNDACIÓN LA HUELLA ÁRABE. Editorial Universidad Politécnica de Valencia. Ref.:2002.2205. Depósito legal: V-3350-2002. I.S.B.N.:84-9705-244-7.
– Kiple, Kenneth F.; Ornelas, Kriemhild Coneè (2000). «II.A.10 «Tomato»». The Cambridge World History of Food. Cambridge: Cambridge University Press. ISBN 9780521402149.
– L. Benavides Barajas. Al-Andalus. La Cocina y su Historia. Ediciones Dulcinea. Motril, 1992. ISBN: 84-604-4946-7.
– L. Benavides Barajas. La Alhambra bajo la media Luna. La Historia y Cocina Siglos XIII-XV. Ediciones Dulcinea. Granada, 1999. ISBN: 84-921100-7-4.
– L. Benavides Barajas. NUEVA-CLASICA COCINA ANDALUSÍ. La auténtica cocina andaluza. Ediciones Dulcinea. ISBN: 84-921100-0-7.
– Llorenç Millo Casas. Gastronomía valenciana. Consell Valencià de Cultura. 1997. ISBN: 84-482-1661-X.
– Manuel Pineda Priego, Josefa Muñoz Amarillo, Pedro Piedras Montilla y Rafael Pineda Reyes. Las ciencias en la Córdoba andalusí. La alimentación y el consumo del vino. Real Academia de Ciencias, Bellas Letras y Nobles Artes de Córdoba. 2019. ISBN: 978-84-120698-6-0. Depósito Legal CO 135-2019.
– Manuel Sanchís Guarner. HISTÒRIA DEL PAÍS VALENCIÀ. Época Musulmana. Volumen I. Edicions 62 SA. Barcelona, 1988ISBN: 84-297-2882-1.
– Margarita Box Amorós. El regadía medieval en España: Época árabe y conquista cristianaHitos históricos de los regadíos españoles. Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación. ISBN:84-7479-915-5.
– María de la Concepción Vázquez de Benito. La deuda olvidada de occidente. Aportaciones del Islam a la civilización occidental. La medicina Árabe. Editorial Centro de Estudios Ramón Areces. Madrid. Depósito legal: M.34.257-2004.
– María del Carmen Hidalgo Brinquis. El papel, lazo de unión entre Oriente y Occidente. La herencia árabe en la agricultura y el bienestar de Occidente.. FUNDACIÓN LA HUELLA ÁRABE. Editorial Universidad Politécnica de Valencia. Ref.:2002.2205. Depósito legal: V-3350-2002. I.S.B.N.:84-9705-244-7.
– María Magdalena Martínez Almira. La administración de Justicia andalusí en materia de riegos. El Tribunal de las Aguas de Valencia en la edad media. La herencia árabe en la agricultura y el bienestar de occidente. Editorial de la UPV. Valencia. ISBN: 84-9705-244-7.
– Melchor Bellver y Vicente del Cacho. INFLUENCIA que ejerció la dominación de los árabes en la AGRICULTURA, INDUSTRIA Y COMERCIO de la provincia de Castellón de la Plana. Imprenta de F. Segarra. Castellón, 1889. Servicio de reproducción de libros. Colección Biblioteca Valenciana. Depósito legal: V.2507-1982. Copia Facsímil.
– Salah Jamal. Prólogo de Ignasi Riera. Aroma árabe. Recetas y relatos. Editorial Zendera Zariquiey. Barcelona, 1999, 2000, 2001, 2002, 2003 y 2004. ISBN: 84-8418-032-8.
– Salvador Zaragoza Adriaensens. La herencia árabe en la agricultura y el bienestar de occidente. Los cítricos: Su dispersión y asentamiento en el entorno islámico mediterráneo. Editorial de la UPV. Valencia. ISBN: 84-9705-244-7.
– Sami Zubaida y Richard Tapper. Culinary Cultures of the Middle East. I.B. Tauris, Londres, 1994.
– Thomas F. Glick. Los cultivos árabes en la América del Norte colonial: Glosas sobre el pensamiento agronómico de Jefferson. La herencia árabe en la agricultura y el bienestar de Occidente.. FUNDACIÓN LA HUELLA ÁRABE. Editorial Universidad Politécnica de Valencia. Ref.:2002.2205. Depósito legal: V-3350-2002. I.S.B.N.:84-9705-244-7.
– Vicente Coscollá Sanz. LA VALENCIA MUSULMANA. Carena Editors. 2003. ISBN: 9788487398759