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jueves, 19 de octubre de 2023


HISAM I

Biografía

I. al-Ridà: Abū l-Walīd b. ‘Abd al-Raḥmān b. Mu‘āwiya, Córdoba, 1.III.757 – 22.IV.796. Segundo emir omeya de Córdoba (independiente).

De acuerdo con la descripción que dan de él las crónicas, era de tez clara, aunque algo rubicunda, estrábico y zanquilargo. Su madre era una Hišām esclava llamada Ḥawra, su padre, el emir ‘Abd al-Raḥmān I, lo nombró sucesor antes de morir, prefiriéndolo a su hijo mayor Sulaymān, nacido en Oriente (c. 746) antes de la huida de ‘Abd al-Raḥmān a al-Andalus.

En el momento del fallecimiento de su padre (30 de septiembre de 788), Hišām desempeñaba el gobierno de Mérida, desde donde acudió con rapidez a Córdoba al ser informado de ello. En la capital tuvo lugar la ceremonia de su proclamación el siete de octubre.

En los escasos días transcurridos entre la muerte de ‘Abd al-Raḥmān y la llegada a Córdoba de Hišām, el encargado de velar por que se cumplieran los designios sucesorios del emir fallecido fue otro de sus hijos, ‘Abd Allāh, que entregó el poder a su hermano Hišām con prontitud y sin vacilación. Según alguna fuente, ‘Abd al-Raḥmān no había designado explícitamente sucesor, sino que había encomendado a ‘Abd Allāh que diese el emirato al primero de los dos hermanos, Hišām o Sulaymān, que llegase a Córdoba. Esta explicación es muy poco creíble, tanto porque hubiera supuesto una grave equivocación política por parte de un soberano tan inteligente y hábil como el fundador de la dinastía omeya andalusí, como porque, conocida la noticia de la muerte del emir, Sulaymān no hace el menor intento de dirigirse hacia Córdoba para aventajar a su hermano Hišām, sino que permanece en Toledo, ciudad que dista de Córdoba apenas una cincuentena de kilómetros más que Mérida.

Pero la inicial pasividad de Sulaymān no era debida a que aceptara disciplinadamente su marginación en la sucesión de su padre. Muy al contrario, enseguida se preocupó de asegurarse el apoyo de los toledanos y de reclutar un ejército con el que alzarse en rebeldía contra el emir. Las tropas partieron hacia Córdoba, desde donde salió a su encuentro el emir con sus ejércitos y el encuentro se produjo en el mes de diciembre en tierras de Jaén, en las cercanías de Vilches, batalla en la que el rebelde fue duramente derrotado, viéndose obligado a huir y refugiarse de nuevo en Toledo.

La severa derrota de Sulaymān no puso fin a la rebelión, pues no sólo el aspirante al trono siguió protegido en Toledo sin dar la menor muestra de arrepentimiento, sino que el otrora fiel ‘Abd Allāh abandona a su hermano el emir y se une a Sulaymān. Las crónicas no son muy explícitas sobre las causas de esta defección, pero hay alguna alusión a que ‘Abd Allāh pretendió compartir el trono con Hišām sin conseguirlo, por lo que, a pesar de que su hermano el emir lo trataba con suma consideración y lo honraba por encima de todos los miembros de la familia omeya, siete meses después de la muerte de ‘Abd al-Raḥmān I, es decir, a comienzos de la primavera del 789, ‘Abd Allāh abandona Córdoba en dirección a Toledo, a donde llegó sin que pudieran alcanzarlo los enviados que el emir había mandado para convencerlo de que regresase.

El paso al bando rival del hermano que le había facilitado el ascenso al trono representó para Hišām más una preocupación personal que un real reforzamiento de la facción rebelde. En efecto, ‘Abd Allāh se comporta como un secundario sin relieve, siempre a la sombra de uno de sus dos hermanos y su aportación a la causa de Sulaymān no parece que fuera más allá de su mera presencia personal y del dudoso prestigio de su nombre.

Hišām decidió no dar ocasión a que la revuelta se consolidase y parte al mando de sus tropas contra Toledo para sofocarla. Sulaymān cree llegada su ocasión y aprovecha la llegada del ejército emiral para escabullirse y dirigirse a marchas forzadas hacia Córdoba, que creía desamparada. Pero los cordobeses se muestran fieles a Hišām y se enfrentan a Sulaymān, que no puede hacer otra cosa que acampar frente a la ciudad, en el arrabal de Secunda, escenario de tantas batallas en la historia de la Córdoba islámica. Mientras tanto Hišām, que continuaba el asedio de Toledo en la que habían quedado ‘Abd Allāh y un hijo de Sulaymān, enterado de la estratagema de su hermano, envía a su hijo ‘Abd al-Malik con un contingente de tropas hacia Córdoba, pero el enfrentamiento no se produce: la sola noticia de su llegada hace que Sulaymān abandone precipitadamente Secunda para dirigirse hacia Mérida, desde donde, rechazado por el gobernador omeya, se encamina hacia Levante.

Mientras tanto el asedio de Toledo se mantenía, pero, tras dos meses de infructuosos intentos por conquistarla plaza, el emir regresa a Córdoba con las manos vacías. Poco tiempo después la situación da un giro radical: ‘Abd Allāh abandona Toledo y regresa a Córdoba sin haberse garantizado antes el perdón del emir, que, a pesar de su anterior traición, lo acoge amablemente y lo instala en la residencia de su hijo al-Ḥakam, el futuro emir. Casi simultáneamente Sulaymān, refugiado en la región de Murcia, ve cómo un ejército emiral avanza sin oposición hacia él y busca refugio entre los bereberes de Valencia, aunque, finalmente, decide hacer las paces con su hermano: él se retirará al Norte de África con su familia y sus bienes y recibirá una sustanciosa compensación en metálico, nada menos que sesenta mil dinares de la herencia de su padre ‘Abd al-Raḥmān. Allende el Estrecho Sulaymān, a quien se había vuelto a unir el inquieto ‘Abd Allāh, se asienta entre los bereberes, con quienes siempre tuvo una especial relación tanto en al-Andalus como en su exilio norteafricano, hasta el punto de que, si bien no puede en modo alguno hablarse de un “partido beréber” del que Sulaymān fuera el cabecilla —menos aún puede sostenerse, como se ha hecho en ocasiones, que fuera el candidato de un supuesto “partido sirio”—, sí parece evidente que Sulaymān buscó sus apoyos en sectores descontentos con la situación vigente, como podían ser los habitantes de la siempre rebelde Toledo —antigua capital de la Hispania visigótica sustituida por Córdoba— o los bereberes de las zonas rurales, en este caso, los de la zona de Mérida y “del Interior” (al-Ŷawf, la zona entre los cursos medios del Tajo y del Guadiana) y los de Valencia. Cuando muera Hišām y sea sucedido por su hijo al-Ḥakam, Sulaymān y ‘Abd Allāh volverán a la Península a plantear de nuevo sus reivindicaciones y de nuevo tendrán en los bereberes su principal apoyo.

Consolidado en el trono Hišām tras la pronta resolución de la cuestión sucesoria, el soberano gozará de un relativamente tranquilo reinado, apenas ensombrecido en el plano interno —si es que se puede considerar internos a los asuntos de las Marcas, que en muy pocos momentos de la historia del emirato omeya se encuentran efectivamente sometidas al domino de Córdoba— por las habituales discordias en Zaragoza y su región y por un levantamiento beréber en las sierra de Ronda.

En efecto, la Marca Superior hereda los problemas que habían marcado la historia de la región durante el reinado del fundador de la dinastía omeya andalusí, ‘Abd al-Raḥmān b. Mu‘āwiya, es decir, árabes contra muladíes y ambos contra Córdoba. Los nombres de los protagonistas nos resultan familiares: son los hijos de los rebeldes con los que tuvo que lidiar ‘Abd al-Raḥmān I, Ḥusayn al-Anṣārī y Sulaymān al-‘Arabī, destacados participantes en los sucesos que rodearon la entrada de Carlomagno y su posterior retirada que dio lugar a la leyenda de Roncesvalles. El hijo del primero de ellos, Sa‘īd, hijo de Ḥusayn al-Anṣārī, se había apoderado de Tortosa y, con el apoyo de buena parte de los árabes de la Marca, intentaba hacerse con Zaragoza. El emir, que se hallaba ocupado con los problemas que le planteaban sus hermanos -estos acontecimientos ocurrían en los primeros meses de su reinado-, no pudo o no quiso ocuparse personalmente de Sa‘īd, cuyas andanzas, sin embargo, fueron muy breves, pues un muladí de la familia de los Banū Qasī, Mūsà b. Furtūn, alzó la bandera de los omeyas y, tras derrotar y dar muerte a Sa‘īd, se adueñó de Zaragoza en nombre de Hišām, aunque muy probablemente sin contar con para nada con él. Tampoco Mūsà pudo disfrutar mucho de su victoria, porque un partidario de Sa‘īd se tomó cumplida venganza asesinándolo.

Un poco más duradera fue la rebelión del hijo de Sulaymān al-‘Arabī, Maṭrūḥ, quien llevaba algún tiempo dominando por su cuenta Barcelona y que, en aquel momento, se traslada a Zaragoza. En el año 791 el emir Hišām, liberado ya de los problemas fraternos, toma medidas decididas y envía una expedición militar al mando de uno de sus generales favoritos, ‘Ubayd Allāh b. ‘Uṯmān, para desalojar a Maṭrūḥ. El cerco no tiene éxito, por lo que las tropas omeyas se instalan en Tarazona, desde donde continúan asediando a distancia la capital de la Marca. De nuevo son los muladíes los que facilitan las cosas a Hišām: habiendo salido de caza Maṭrūḥ acompañado únicamente de dos compañeros, en un momento de descuido fue atacado por éstos, que lo mataron, le cortaron la cabeza y se la llevaron al general ‘Ubayd Allāh, que pudo entrar entonces en Zaragoza. Uno de los asesinos de Maṭrūḥ era ‘Amrūs, sirviente de la familia que, años antes, había arriesgado su vida para salvar la de su señor, ‘Aysūn, hermano de Maṭrūḥ. A partir de la muerte de Maṭrūḥ, ‘Amrūs inició una larga y productiva carrera política a las órdenes de los omeyas, en cuyo transcurso se encargó del gobierno de la Marca Superior y del aplastamiento de la rebeldía toledana en la célebre “Jornada del Foso”.

En cuanto al levantamiento beréber de la Serranía de Ronda (Takurunna en las fuentes árabes), no son muchas las noticias que sobre él poseemos. Los bereberes de esa zona se habían alzado en armas contra el emir, que envió a sus tropas en el año 794 para sofocarlo. Tan violenta debió ser la represión que, según refieren las crónicas, los supervivientes huyeron a Talavera y Trujillo —zonas de gran presencia beréber también— y la comarca quedó despoblada durante siete años.

La tranquilidad interna durante el reinado de Hišām le permitió dedicar toda su atención a los reinos cristianos del norte, tanto al de Asturias como al de los francos. Su actividad militar registró grandes éxitos, como el saqueo de Narbona o el de Oviedo, pero también conoció derrotas más o menos serias.

En el año 791 se llevaron a cabo dos campañas: la dirigida contra “Álava y los Castillos” —por emplear la denominación utilizada por los cronistas árabes— estuvo comandada por ‘Ubayd Allāh b. ‘Uṯmān, que se internó en territorio enemigo tras la toma de Zaragoza antes mencionada, mientras que Yūsuf b. Bujt se ponía al frente de la columna que entraba en los territorios de Vermudo e infligía una dura derrota a los ejércitos asturianos en el río Burbia (en el Bierzo). Algunos autores atribuyen a esta derrota la renuncia al trono del rey Vermudo el Diácono, que dejó como sucesor a Alfonso II el Casto.

La más renombrada gesta guerrera de los ejércitos de Hišām tuvo lugar en la Septimania franca, con el asedio a Narbona del año 793, saqueo que, si bien militarmente no produjo ningún rédito, ya que la ciudad no fue tomada, como expedición de rapiña constituyó un memorable éxito: el botín obtenido era recordado muchos años después por los cronistas como término de comparación insuperable, tanto por las riquezas que inundaron Córdoba como por el amplísimo número de cautivos que acabaron como esclavos en las ciudades andalusíes. Precisamente fue un grupo de estos esclavos francos los que sirvieron para formar el núcleo de la guardia personal del emir. Las tropas, al mando del general ‘Abd al-Malik b. Mugīṯ, de regreso de Narbona, tuvieron un encuentro con los francos mandados por Guillermo, conde de Tolosa —San Guillermo de Gellone, el Guillermo d'Orange de las gestas épicas— cerca del pueblo de Villedaigne, a orillas del Orbieu; la victoria cayó del lado musulmán e Ibn Mugīṯ pudo regresar a Córdoba triunfador y cargado de botín.

Las campañas militares de los dos últimos veranos anteriores al fallecimiento del emir, 794 y 795, están envueltas en cierta confusión, puesto que las fuentes árabes y cristianas discrepan en sus fechas y en sus resultados. A pesar de la minuciosidad con la que algunos investigadores han descrito itinerarios y batallas, lo único que parece claro es que hubo varias expediciones, como mínimo dos, que fueron dirigidas por los hermanos Ibn Mugīṯ, ‘Abd al-Malik y ‘Abd al-Karīm, que en alguna de ellas fue asolada la recientemente fundada capital del reino asturiano, Oviedo, y estuvo a punto de ser capturado su rey, Alfonso II, y que, de regreso de una campaña, el general ‘Abd al-Malik b. Mugīṯ sufrió una emboscada de la que salió malparado, aunque, en contra de lo que mantienen las crónicas cristianas, ni fue un desastre de importancia para los ejércitos omeyas, ni en ella murió el general ‘Abd al-Malik b. Mugīṯ, cuya actividad política y militar en el reinado del sucesor de Hišām, al-Ḥakam I, está plenamente documentada.

El 22 de abril del 796 moría en Córdoba el emir Hišām, tras siete años y medio de reinado. Había designado como sucesor a su hijo al-Ḥakam que, como había ocurrido en su propio caso, no era el primogénito, que había caído en desgracia y se hallaba en prisión. En esta ocasión nadie en el alcázar cordobés se opuso a su entronización, aunque no por ello se vio a salvo de querellas dinásticas: muy pronto los obstinados Sulaymān y ‘Abd Allāh regresarán de allende el Estrecho para intentar arrebatar el poder de manos de su sobrino. En éste, como en tantos otros aspectos, el breve reinado de Hišām no había supuesto cambio alguno en el devenir de los acontecimientos de al-Andalus: los problemas que habían quedado en pie a la muerte de ‘Abd al-Raḥmān I allí seguían sin resolver, si bien es preciso reconocer que durante la etapa de Hišām dichos problemas permanecieron larvados, sin provocar dificultades dignas de mencionarse.

Hišām I es considerado unánimemente como un soberano mesurado y de profunda religiosidad. Bajo su mandato se concluyó la primera fase de la mezquita aljama de Córdoba y se llevaron a cabo numerosas obras públicas, entre las que los cronistas destacan la reconstrucción del puente sobre el Guadalquivir en Córdoba. Pero esta imagen de Hišām como emir piadoso y preocupado por el bien de la comunidad no debe hacernos pensar en un monarca débil o pusilánime; ya se ha visto anteriormente que su actividad militar contra los reinos cristianos fue intensa y que las revueltas internas fueron sofocadas con firmeza y habilidad, en el caso de sus hermanos, y con dureza y crueldad, en el de los bereberes de Ronda. Pero es que, además, tampoco le tembló el pulso cuando se creyó en la necesidad de actuar contra posibles intrigas palatinas: otro de sus hermanos, Maslama, apodado Kulayb, fue encarcelado y murió en prisión durante el reinado de al-Ḥakam I, e idéntica suerte corrió el primogénito de Hišām, ‘Abd al-Malik, ambos por sospechas que las fuentes no nos detallan.

El reinado de Hišām I constituyó un período de relativa tranquilidad en la etapa de arraigamiento de la dinastía omeya en al-Andalus, entre los gobiernos de su padre ‘Abd al-Raḥmān, que tuvo que luchar sin tregua para instaurarla, y de su hijo al-Ḥakam, que se vio en la necesidad de conjurar con mano férrea los peligros que la amenazaban desde el interior muy seriamente.

Bibl.: Ibn el-Athir, Annales du Maghreb et de l'Espagne; traduites et annotées par E. Fagnan, Argel, Typographie Adolphe Jourdan, 1898, págs. 137-153; E. Fagnan, Histoire de l'Afrique et de l'Espagne intitulée al-Bayano 'l-Mogrib traduite et annotée par [...], t. II, Argel, Imprimerie Orientale, 1901-1904, págs. 96-109; J. Uría, “Las campañas de Hixem I contra Asturias y su probable Geografía”, en Estudios sobre la Monarquía Asturiana, Oviedo, 1949, págs. 500-545; F. de la Granja, La marca superior en la obra de al-‘Udrí, Zaragoza, Impr. “Heraldo de Aragón”, 1966; C. Sánchez Albornoz, Orígenes de la nación española. Estudios críticos sobre la historia del Reino de Asturias, vol. II, Oviedo, Instituto de Estudios Asturianos, 1972-1975, págs. 469-529; F. Hernández Giménez, “La travesía de la sierra de Guadarrama en el acceso a la raya musulmana del Duero”, en Al-Andalus, XXXVIII (1973), págs. 163-167; E. Lévi-Provençal, España musulmana hasta la caída del Califato de Córdoba (711-1031 de J.C.), t. IV. de Historia de España dirigida por Ramón Menéndez Pidal, Madrid, Espasa Calpe, 1976, págs. 91-98; M. J. Viguera, Aragón musulmán, Zaragoza, Librería General, 1981, págs. 50-53; Una descripción anónima de al-Andalus = Ḏikr bilād al-Andalus, t. II, ed. y trad. Luis Molina, Madrid, Instituto “Miguel Asín”, 1983, págs. 126-132; M. Fierro, La heterodoxia en al-Andalus durante el periodo omeya, Madrid, Instituto Hispano-Árabe de Cultura, 1987, págs. 33-37; E. Manzano Moreno, La frontera de al-Andalus en época de los omeyas, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1991; M. J. Viguera, El Islam en Aragón, [Zaragoza], Caja de Ahorros de la Inmaculada, 1995, págs. 45-54; Ibn Ḥayyān, Crónica de los emires Alḥakam I y Abdarraḥmān II entre los años 796 y 847 [Almuqtabis II-1], trad., notas e índices de Maḥmūd ‘Alī Makkī y Federico Corriente, Zaragoza, Instituto de Estudios Islámicos y del Oriente Próximo, 2001; P. Guichard, De la expansión árabe a la Reconquista: esplendor y fragilidad de al‑Andalus, Granada, El Legado Andalusí, 2002, págs. 58-86; P. Sénac, Les Carolingiens et al-Andalus (VIIIe-IXe siècles), Paris, Maisonneuve et Larose, 2002, págs. 59-69.


Luis Molina Martínez

 

sábado, 29 de julio de 2023

LA BATALLA DE LAS NAVAS DE TOLOSA, LA DECISIVA VICTORIA DE LA RECONQUISTA

 

LA BATALLA DE LAS NAVAS DE TOLOSA, LA DECISIVA VICTORIA DE LA RECONQUISTA

 


El 16 de julio de 1212, el ejército cristiano organizado por el Rey Alfonso VIII de Castilla, el arzobispo Rodrigo Ximénez de Rada y el Papa Inocencio III derrotaba a los almohades que dominaban Al-Ándalus en la batalla de las Navas de Tolosa
La llegada de los almohades a la Península Ibérica tuvo lugar entre los años 1146 y 1147. Por entonces, ocuparon las bases fronterizas de Tarifa y Algeciras y, en el 1195, derrotaron a Alfonso VIII de Castilla en Alarcos, haciendo que las tropas castellanas retrocediesen hasta la ciudad de Toledo.

Tras esta derrota, Alfonso VIII de Castilla pidió ayuda al Papa Inocencio III, quien puso en marcha una bula de cruzada. Este hecho, propició que el resto de reinos cristianos peninsulares se unieran a la contienda y lograsen reunir una fuerza de 27.000 hombres, la mayoría de ellos castellanos.

El contingente cristiano abandonó Toledo en mayo de 1212, y avanzó hacia el sur al encuentro de los almohades. El 13 de julio de ese mismo año se encontraron frente a frente, pero la batalla de las Navas de Tolosa no comenzó hasta la mañana del 16 de julio de 1212, con las primeras horas del alba.

El inicio de la batalla de las Navas de Tolosa transcurrió tal y como habían previsto los almohades. Estos, pudieron frenar el avance cristiano, y no solo eso, durante un momento de la contienda pusieron contra las cuerdas a las tropas cristianas. Sin embargo, el Rey Alfonso VIII de Castilla, quien no quiso repetir lo sucedido en Alarcos y regresar a sus tierras con la vergüenza de ser nuevamente derrotado, supo resolver la crisis con un ataque de todas las reservas en una carga histórica que pasaría a la posteridad como la ‘carga de los Tres Reyes’, puesto que en el ataque le acompañaron los monarcas Pedro II de Aragón y Sancho VII de Navarra, apoyados por los caballeros de las órdenes militares.

La ‘carga de los Tres Reyes’ destrozó las defensas almohades y precipitó la fuga de su califa, que abandonó a sus tropas y huyó hacia Baeza. La victoria cristiana en la batalla de las Navas de Tolosa fue absoluta.

 

 

viernes, 23 de junio de 2023

EL ENFRENTAMIENTO EN EL QUE LOS REYES CATÓLICOS CAPTURARON AL ÚLTIMO REY DE GRANADA

 

EL ENFRENTAMIENTO EN EL QUE LOS REYES CATÓLICOS CAPTURARON AL ÚLTIMO REY DE GRANADA




El 21 de abril de 1483, tenía lugar la batalla de Lucena, el enfrentamiento en el que las tropas de los Reyes Católicos hicieron prisionero al último Rey de Granada, Boabdil ‘el Chico’.

También llamada batalla de Martín González, la batalla de Lucena fue un hecho de armas en el que se enfrentaron fuerzas cristianas de la Corona de Castilla y musulmanas pertenecientes al último Reino musulmán de la Península Ibérica, el Reino nazarí de Granada. Un enfrentamiento durante el cual las tropas de los Reyes Católicos capturaron e hicieron prisionero a Boabdil ‘el Chico’, el último Rey de Granada.

El origen de la batalla de Lucena no fue otro que la pretensión de Boabdil ‘el Chico’ de realizar una incursión para tomar la localidad andaluza de Lucena y emular la victoria que había logrado su tío El Zagal en Axerquía. 

Boabdil puso sitio a Lucena el 20 de abril de 1483 con ayuda de su suegro el alcaide de Loja Aliatar. Sin embargo, el asedio no fue como se esperaba y las tropas musulmanas fueron sorprendidas por refuerzos cristianos. Al verse superado, Boabdil y su ejército se retiraron del lugar a las afueras de la ciudad. Fue en ese momento cuando dio comienzo la batalla de Lucena.

Las tropas de los Reyes Católicos hicieron que los musulmanes huyesen nuevamente en desbandada. Aliatar murió en batalla, por su parte el Rey Boabdil intentó escapar pero su caballo quedó atascado en el fango, un hecho que le obligó a esconderse de los soldados castellanos, sin embargo, un peón de infantería logró reducirle.

Las tropas de los Reyes Católicos pronto supieron que se trataba de una figura importante pues sus finos ropajes le delataban. Boabdil fue hecho prisionero y llevado al castillo de Lucena.

 

 

EL SITIO DE ALGECIRAS, LA GRAN VICTORIA DEL REY ALFONSO XI

 

EL SITIO DE ALGECIRAS, LA GRAN VICTORIA DEL REY ALFONSO XI




El 27 de marzo de 1344, el Rey Alfonso XI de Castilla entraba en la vieja villa de Algeciras tras cuatro años de asedio.

El sitio de Algeciras llevada a cabo por las tropas castellanas de Alfonso XI junto a las flotas de Aragón y Génova durante la Reconquista con el objetivo de conquistar la ciudad musulmana de al-Ŷazīra al-Jaḍrāʔ, llamada Algeciras por los cristianos. Se trataba de un importante punto estratégico de vital importancia para acabar de una vez por todas con la reconquista, pues se trataba del principal puerto árabe en las costas del sur de la Península Ibérica.

El sitio fue más duro de lo esperado. Este llegó a extenderse hasta veintiún meses durante los cuales la población de la ciudad, unas 30.000 personas entre civiles y soldados bereberes, sufrió las consecuencias de un férreo asedio que impedía la entrada de alimentos a la ciudad.

El 26 de marzo de 1344, tras la derrota en las vegas del río Palmones del ejército del Reino de Granada que debía socorrer la ciudad, se produjo la rendición de la capital europea del Imperio meriní y su incorporación al Reino de Castilla.

A pesar de la notable importancia que tuvo el sitio y la toma de Algeciras en la sociedad de su época son escasas las fuentes escritas que relaten los hechos acaecidos durante los meses del asedio y las pocas que lo hacen hablan desde el punto de vista cristiano. La principal obra utilizada en la historiografía medieval es la ‘Crónica de Alfonso XI’ que narra los principales acontecimientos del reinado de este monarca cuya parte concerniente al asedio de Algeciras se supone escrita en el campamento cristiano por los escribas reales.

 

sábado, 13 de mayo de 2023

EL INICIO DE LA GUERRA DE GRANADA (1481); LA CAIDA DE ZAHARA Y LA TOMA DE ALHAMA

 

EL INICIO DE LA GUERRA DE GRANADA (1481): LA CAÍDA DE ZAHARA Y LA TOMA DE ALHAMA


La Guerra de Granada, que acabó con el dominio musulmán en la Península, como la Guerra de Troya, duró doce años.


El principio del fin del reino nazarí llegó con la venganza por la incursión cristiana sobre la población fronteriza de Villaluenga -hoy Villaluenga del Rosario, Cádiz- que había sido quemada, la tenebrosa y desapacible noche del 27 de diciembre de 1481 (hoy hace quinientos treinta y tres años de aquello), los guerreros nazaríes escalaron las murallas de la villa de Zahara, abrieron sus puertas y entraron tomando por sorpresa a sus habitantes; los supervivientes de la matanza fueron hechos cautivos y conducidos a Ronda.

La corte de los Reyes Católicos, que en ese momento se encontraba en la villa vallisoletana de Medina del Campo, recibió la noticia de manos de Antón Serrano, jurado del concejo de Sevilla. Mientras, temiendo que la toma de Zahara supusiera el principio de una ofensiva nazarí, reforzaron las patrullas de vigilancia. La toma de Zahara no obtuvo una respuesta inmediata por parte de los cristianos. Se ordenó alertar a todas las guarniciones de la frontera y se encargó a Rodrigo Téllez, maestre de la Órden de Calatrava la defensa de la zona de Jaén y a Alonso de Cárdenas, maestre de la Órden de Santiago, la defensa de la de Écija.

Con el objetivo de finalizar la reconquista de la Península Ibérica, los cristianos atacaron Alhama. Los preparativos militares se concentraron en Marchena, Sevilla, reuniéndose un ejército de 2.500 jinetes y entre 3.000 y 8.000 peones, dependiendo de la fuente consultada. Rodrigo Ponce de León fue puesto al mando de estas fuerzas por el rey Fernando de Aragón. Juan Ortega de Prado, caballero veterano de anteriores campañas, reconoció previamente y el terreno y las defensas de la plaza para asegurar el éxito del plan de ataque. Era necesario mantener el secreto de la concentración de tropas y la misión de las mismas, entrar sin ser vistos en territorio enemigo -procurando eludir las patrullas fronterizas- y la toma de Alhama por sorpresa asaltando con escalas las murallas.

Siguiendo la ruta que coincide con la actual carretera A-92 desde Marchena a Alhama, el ejército cristiano avanzó en grupos que se reunirían en las cercanías del Arroyo del Cuervo, cerca de Archidona, hasta presentarse finalmente frente Alhama el 27 de febrero de 1482. Aunque la conquista de la fortaleza de la ciudad fue rápida, el resto de la población ofreció resistencia durante algunos días. Una vez tomada la plaza por los cristianos, estos quedarían aislados en territorio enemigo.

jueves, 13 de abril de 2023

ZAHARA, EL PUEBLO QUE CAMBIÓ LA HISTORIA

 

ZAHARA

 El pueblo que cambió la Historia

Publicado porAdrián Yánez.




Zahara de la Sierra es en la actualidad un pequeño municipio en la sierra de Cádiz que apenas supera los 1.400 habitantes. Pero el 28 de diciembre de 1481  este minúsculo pueblo cambió la Historia para siempre.  Una pequeña escaramuza sin importancia desató una guerra de más de 10 años que culminó con la conquista de Fernando e Isabel de la ciudad de Granada.

Pongámonos en antecedentes. Desde mediados del siglo XIII conviven en el sur de la península dos realidades. En la parte occidental un territorio perteneciente a la Corona de Castilla desde la conquista de Fernando III. En la parte oriental, el Reino de Granada, gobernado por la dinastía musulmana de los nazaríes. Entre ambos una extensa y cambiante frontera a la que todavía hacen referencia los nombres de muchos municipios de la zona: Jerez de la Frontera, Arcos de la Frontera o Chiclana de la Frontera.

Zahara, erigida sobre una peña entre los ríos Guadalete y Bocaleones, es un punto estratégico de esa frontera. Los cristianos la conquistan en 1407 y bajo la Corona de Castilla pertenece durante más de 70 años hasta que el rey granadino Muley Hacen, del que toma su nombre el pico más alto de la península ibérica, decide tomar la villa por sorpresa. Ocurre el 28 de diciembre de 1481 y nadie podía adivinar las neLos Reyes Católicos se ven sorprendidos por el movimiento de los nazaríes, con los que habían mantenido una razonable paz desde el inicio de su reinado. Fernando e Isabel no harán esperar su respuesta. Apenas dos meses después, el 28 de febrero de 1482 lanzan una ofensiva sobre Alhama de Granada instalándose el rey Católico en esta población desde el mes de abril. Estos dos acontecimientos darán inicio a una guerra que se extenderá durante más de diez años y que culminará con la entrada de Fernando e Isabel en Granada el 2 de enero de 1492.

A Muley Hazen el arrebato de tomar Zahara le costó caro. Cuando dos meses después pierde Alhama las conspiraciones en la corte nazarí no se hacen esperar. Su hijo Boabdil se levantará contra él en una guerra civil en la que padre e hijo se enfrentarán hasta la muerte del primero en 1485.

En octubre de 1483 Rodrigo Ponce de León, a las órdenes de los Reyes Católicos, recupera Zahara en una operación llena de leyendas. Según la tradición, los cristianos treparon por uno de los salientes de la peña del castillo. La guardia musulmana tenía un método sencillo para comprobar si había intrusos en ese barranco. Tiraban piedras sobre el desfiladero y si los pájaros que allí anidaban levantaban el vuelo asustados los nazaríes podían quedarse tranquilos porque significaba que en ese lugar no había nadie. Ponce de León y sus hombres observaron este comportamiento y esperaron a que la guardia tirara la rutinaria piedra de aviso. En ese momento ellos soltaron a unos pájaros enjaulados interpretando los musulmanes que aquel flanco estaba despejado. Los cristianos aprovecharon su tranquilidad para escalar la montaña y tomar el castillo por sorpresa.

MARBELLA DESPUÉS DE LA CONQUISTA

 

MARBELLA DESPUÉS DE LA CONQUISTA

Fuente. Excno. Ayuntamiento de Marbella

Una escueta ojeada a través de la historia de Marbella nos permite reconocer a una ciudad cuyos caracteres esenciales se conforman con la conquista cristiana. Marbella se rinde al rey Fernando el 8 de junio de 1485, según consta en las capitulaciones. Las noticias de la rendición de la ciudad apenas si se reflejan en las crónicas, posiblemente por el eco que tuvieron las resistencias de Ronda y Málaga.  Con la rendición de la primera de estas ciudades, el 23 de mayo de 1485, desapareció el más duro de los sectores fronterizos; el camino hacia Marbella quedaba expedito para las tropas del rey Fernando, quien delega en el conde de Ribadeo los detalles de la entrega de la ciudad. Dicha entrega se va a producir, pues, sin lucha ni brillantez, lo que obviamente no satisface a un guerrero como Fernando.

Las Capitulaciones de la ciudad siguen el modelo de las establecidas para Álora, y en ellas se estipula la obligación por parte de los antiguos habitantes de abandonar la ciudad, otorgándoles ciertas facilidades para su exilio. Es de notar, en cualquier caso, la poca predisposición del Rey por integrar a los musulmanes. Las Capitulaciones de las alquerías de Marbella se llevan a cabo en Fuengirola unos días después, y sus apartados son mucho más duros y exigentes que los dispuestos para la ciudad, quizás por haber sido otorgadas a instancias de los vencidos.

La llegada de los nuevos pobladores y la ocupación de las viviendas de los musulmanes se harán de forma paulatina, mostrando especial interés la monarquía en dotar a la ciudad de un número de habitantes suficiente que evitara la vuelta de los antiguos pobladores. La nueva población estará compuesta por un grupo heterogéneo de personas en el que predominan los soldados y los campesinos, en un número total que podría ascender a 275 vecinos, lo que supone una disminución sensible respecto al periodo musulmán.

En cuanto al Concejo de Marbella, su constitución no se produciría hasta unos años después de la entrega de la ciudad, debido a los problemas derivados del desalojo de los naturales y de la organización de la vida castrense. De tal manera que desde 1485 a 1490 las instrucciones que se conservan van dirigidas a personajes del entorno real: una minoría de familias que ostenta el poder local y cuyo máximo exponente es el conde de Ribadeo, alcaide de la fortaleza y justicia mayor. En este sentido, como ha señalado Catalina Urbaneja, «se intuye la inexistencia del cabildo en las provisiones emitidas durante este periodo, pues los asuntos de gobierno son dirimidos por personas allegadas a los Reyes Católicos (…). La administración local comienza a perfilarse a principios de la década de los noventa y se configura definitivamente al finalizar la “reformación” de Serrano», personaje conocido como el bachiller Serrano y que fue enviado para organizar el apeo y el repartimiento de las haciendas musulmanas.

En cualquier caso, una vez finalizada la guerra en 1492, Isabel y Fernando se disponen a recompensar los servicios prestados por los nobles que han participado en la contienda mediante la entrega en señorío de un buen número de villas y lugares esparcidos por todo el reino. Benahavís y Daidín son donados a don Juan de Silva, conde de Cifuentes, mediante Merced el 25 de junio de 1492 . La enajenación de villas y lugares dependientes de las ciudades a favor de los miembros de la nobleza siempre provocaron un enorme malestar y descontento en los concejos urbanos. En el reino de Granada, las primeras concesiones de señoríos suscitaron escasas reacciones, pues los concejos se habían constituido hacía poco tiempo, y sólo Vélez Málaga y Marbella expresaron abiertamente su disgusto por las mercedes otorgadas, en el caso de Marbella al conde de Cifuentes, y en el de Vélez a los Fernández de Córdoba. «Ambas ciudades se negaron a reconocer la jurisdicción de estos señores sobre las villas que les habían sido concedidas, lo que obligó a la Corona a confirmar los privilegios otorgados y a ordenar su cumplimiento».

Se producen disputas y pleitos entre los señores y las ciudades. En Marbella, según la capitulación de rendición, los moros que vivían en ella y en las alquerías de Montemayor y Cortes «habrían de abandonar sus casas y tierras, las cuales serían repartidas entre los repobladores cristianos». Sin embargo, Antonio de Dueñas, criado del conde de Cifuentes, al tomar posesión de Benahavís y Daidín, pretende extender la jurisdicción de su señor sobre la alquería de Tramores y la fortaleza de Montemayor, a lo que se opuso Marbella, «que apoyándose en declaraciones de los propios mudéjares de Benahavís y de otras alquerías vecinas, efectuadas en el transcurso de una pesquisa realizada por el bachiller Juan Alonso Serrano en el otoño de 1490, alega que todas las alquerías situadas en sus alrededores carecen de términos propios y, por tanto, no reconoce al conde más jurisdicción sobre dichos lugares que “de las tejas adentro”». Serrano inicia su pesquisa a raíz de la reclamación presentada por los mudéjares de las alquerías de Benahavís, Daidín, Tramores, Ojén, Istán, Almachar y Arboto, quienes se quejan de que los repartidores de Marbella los han despojado de las viñas y heredades que poseían, desde tiempo inmemorial, en las alquerías de Cortes, Benabolas, Esteril, Maguetes, Benamarín y Fontanilla, las cuales se habían despoblado antes de la conquista. Después de oír los testimonios de los vecinos más viejos de las citadas alquerías, que reconocen su dependencia jurisdiccional respecto a Marbella y la inexistencia de mojones que separasen sus términos de los de la ciudad, desestima su petición y adjudica a ésta última todos los términos de las alquerías despobladas. Serrano fundamenta su sentencia en la cláusula de la capitulación de Marbella que reservaba todas las tierras situadas debajo de las fortalezas de Montemayor y Cortes a los conquistadores. Las declaraciones de los mudéjares ofrecen interesantes detalles respecto a la organización administrativa de los distritos más occidentales del reino nazarí durante el siglo XV .

«No todas las ciudades tuvieron la misma suerte en la batalla judicial emprendida para tratar de reducir al mínimo posible el espacio sobre el que los señores podrían ejercer su jurisdicción. Únicamente Marbella alcanza una victoria total en este sentido». Resultó decisivo el testimonio de los mudéjares en la pesquisa del bachiller Serrano, para que el Consejo Real reconociera que Benahavís y Daidín carecían de términos.

 

miércoles, 15 de marzo de 2023

ALCAUDETE JAEN EN AL-ANDALUS

 ALCAUDETE (JAEN)


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Época árabe

En el año 715, el caudillo Tarik se apoderó de Alcaudete, en posesión hasta entonces de los visigodos.

En el 715, Tarik, camino de Toledo y siguiendo las calzadas romanas, tomaba Alcaudete. Los árabes, que aquí se instalaron en pequeño número, no lo hicieron en el poblado visigótico del parque, sino en torno a una antigua torre romana situada en un cerro. Reforzada y acondicionada, fue el antiguo castillo. Alrededor fueron creciendo las cinco murallas y el núcleo urbano. Entre este año y el 888, Alcaudete sufrió diversos saqueos, junto con Jaén y otros pueblos de la provincia por rebeldes árabes. Finalmente, Abderramán III en el 888 forma un ejército y se apodera de la ciudad.

En esta primera época lo más importante fue la sublevación de los mozárabes y muladíes contra los emires de Córdoba, lo que motivó que uno de estos, Abd Allah, enviara a su propio hijo en el 894, y destruyera el castillo primitivo, al igual que hizo con los de Luque y Priego de Córdoba. Abderramán III se apoderó definitivamente de Jaén y de Alcaudete, en el año 912 a 918.

Durante el Califato hubo un largo periodo de paz. La agricultura prosperó, incluso con nuevos cultivos como la morera, para el gusano de seda. Había muchos manantiales (Serrano Díaz dice que Alcaudete -Medina al-Qabdat-, significa "ciudad de los manantiales"). Hay variantes como Algaldair, Alcabdet, Algatdat, Algaidac, más la primera. Las fuentes actuales tienen nombres árabes, como Zaide, Zagales, Alcubilla, Amuña y Benamazor.

En los siglos siguientes Alcaudete será testigo del paso de diferentes ordas militares musulmanas, así en el 1090 es conquistado por los almorávides.

En el siglo XII y dada su posición estratégica político-militar, Alcaudete se convertirá en un importante punto de intercambios.

Como podemos observar, la autentica trayectoria histórica de la villa comienza durante la época musulmana en torno al actual emplazamiento, donde levantaron un castillo, que actuó como aglutinante de un pequeño núcleo de población en principio, fortalecido a su vez por un cinturón amurallado, cuyos vestigios, aún son hoy visibles. En este sentido conviene señalar dos rasgos importantes de Alcaudete, destacados ya por Idrisi durante el siglo XII, que son su fortaleza o "fuerte considerable, bien poblado, construido al pie de una montaña que mira al occidente" y su mercado, "muy concurrido".

Esta actividad comercial estaría en función de su privilegiada situación en un cruce de caminos equidistante de Córdoba, Jaén y Granada.

De entre los personajes más relevantes de esta villa durante este período debemos destacar la figura de Ahmad B. Zakariya b. Mas’ud al-Ansari Abu Yafar al-Kassad, que fue almocri, es decir, lector del Corán en la mezquita, y además recitador de poesías religiosas, transmisor de la tradición profética del Islam, insigne estudioso de la lengua árabe, prestigioso comentador del libro del Corán, y brillante profesor de gramática árabe y de cultura general. Nación entre los años 1156/7 y murió en Córdoba.

Época cristiana

Se sabe que en 1085, Alfonso VI, acompañado por el Cid, tomó Alcaudete. Lo vuelve a retomar Yusuf y en 1212 tras la batalla de las Navas, lo recupera Alfonso VIII, manteniéndola en su poder hasta 1214 en que volvió a manos de los musulmanes cuando se pierde nuevamente y, Fernando III “el Santo” (1217-1252), la reconquista en 1243. El rey Fernando IV "el Emplazado" (1285-1312), murió en Alcaudete. Vuelve a perderse y en el 1340, la recobra Alfonso XI “el Justiciero” (1311-1350), definitivamente. Quedó ya en poder de los reyes cristianos y cedido a la casa de Córdoba, y después a las de Oropesa, Alba y Frías.

A partir del siglo XIII, cuando la mayor parte de la depresión Bética se vio envuelta en el torbellino militar que culmina con la conquista de Fernando III de la Andalucía del Guadalquivir y la creación del último estado musulmán, la villa de Alcaudete, situada en la línea divisoria de las Subbética, frontera natural y política entre los dos reinos fluctuó alternativamente entre Castilla y Granada. Así, Fernando III la conquistó en repetidas ocasiones en 1225, 1240 y 1245 a los musulmanes y éstos de las de aquél en otras tantas, incluso en posteriores reinados, como bajo la minoría de edad de Fernando IV, en que fue arrebatada entre 1299 y 1300 por Muhammad II, incorporándola nuevamente a la frontera del reino granadino. Los monarcas nazaríes retuvieron la villa no solo militar, sino incluso diplomáticamente, con un firme y decidido interés en mantenerla en su territorio, dado su valor de enclave fronterizo y estratégico, según se puede deducir de los tratados de paz realizados con Castilla a comienzos del siglo XIV. Pero si por la diplomacia no fue posible recuperarla, Fernando IV lo intentó por la fuerza de las armas, cercándola en la primavera-verano de 1312, aunque por su enfermedad tuvo que retirarse a Jaén, donde moriría días más tarde, mientras que "el infante don Pedro que fincara en la hueste afinco a los moros tanto fasta que le dieron la villa e entregaron la lunes cinco días de septiembre".

Estas vicisitudes hacen que durante los siglos XIII y XIV, la población disminuyera notablemente, quedando sólo la guarnición militar. Las casas eran pocas y dentro del recinto amurallado. A mediados del siglo XIV queda definitivamente en poder de los cristianos, así como Alcalá la Real, lo que hace que ya no se encuentre en primera línea con los árabes. Alfonso Xl concede privilegios con objeto de atraer nuevos habitantes y poco a poco éstos aumentan, así como las edificaciones.

Esta conquista marcó un cambio en los anteriores propietarios de la villa, que dejo de ser patrimonio de la Orden de Calatrava en el obispado de Jaén, si bien ésta continuó como beneficiaria y recipendiaria de "las dos partes de todo el diesmo del dicho lugar e de su término por composiçion que era entre la dicha orden e el obispo e el cabildo de la Eglesia de la noble çibdat de lahen", pasando a depender ahora de la Corona como villa de realengo: "porcue al tiempo que el rey don Fernando, mio padre, que Dios perdone, gano el lugar de Alcabdete de lo moros lo detovo en si e lo tenemos nos agora en quanto la nuestra merced fuese”; según palabras de Alfonso XI. Fue también este monarca que de una forma firme y definitiva se planteó la repoblación de la villa para consolidar la definitivamente en el territorio castellano, como resultado de una concepción global de afianzamiento y refuerzo de los enclaves fronterizos, mediante la concesión de una amplia serie de ventajas, mercedes y exenciones a "todos los vecinos e moradores que agora moran e hicieren morar e poblar a Alcaudete de aquí adelante". De esta manera la empresa repobladora de la villa contó y se vio reforzada por unos privilegios de carácter jurídico-político, como la concesión del fuero de Córdoba a la villa de Alcaudete, así como el mismo "status" de libertades y franquicias de los vecinos de aquella ciudad, derecho de asilo para redención de los homicianos, dependencia de la justicia real a la población alcaudetense; y como complemento, por una serie de privilegios, o mejor dicho, de ventajas comerciales y económicas como exenciones de impuestos de tráfico a las personas, diezmos, veintena, portazgo, montazgo, castillería, pasaje, peaje, roda, etc. y del impuesto comercial o alcabalas, donación de la aldea de Cabañas, normativa para realizar el repartimiento de la villa y término de Alcaudete; libertad de saca de cereal y otros mantenimientos para abastecimiento de la villa.

En el último tercio del siglo XIV, instalada ya la dinastía Trastámara en el trono castellano, se produjo un cambio radical en la historia de la villa al ser enajenada de la Corona y donarla en merced a un particular como señorío. Una de las ramas de los Fernández de Córdoba, la de Montemayor, asentó su base territorial y estableció un amplio marco jurisdiccional sobre la villa y término de Alcaudete hasta finalizar el Antiguo Régimen, primero como señorío y luego como condado. Entre los señores de la vilIa de Alcaudete a lo largo de la baja Edad Media hay que señalar: Alonso Fernández de Córdoba y Montemayor (1372-1390). D. Martín Alonso de Córdoba y Montemayor (1390-1428). D. Alonso Fernández de Córdoba y Montemayor (1426-1459). D. Martín Alonso de Córdoba y Montemayor (1459-1489). D. Alonso Fernández de Córdoba y Montemayor (1489-1521). D. Martín Alonso de Córdoba y Velasco (1521-1558), sexto señor y primer conde de la Casa de Alcaudete.

El siglo XV muestra el desarrollo y afianzamiento del régimen señorial en Alcaudete, iniciado anteriormente, la pervivencia de la frontera, aunque cada vez más alejada, que tuvo una triple influencia en la vida de la villa: militarmente va a ser escenario de la última gran algarada granadina por tierras castellanas que concluyó con el cerco de la misma por el ejército de Muhammad VII, la conversión a su vez de la villa en enclave y plataforma de entrada de las tropas castellanas en territorio granadino, sobre todo en la guerra de Granada, y socialmente la frontera no fue una barrera infranqueable, sino más bien una línea de separación entre dos mundos que estaban más relacionados de lo que hoy pudiera pensarse, como lo testimonian instituciones originarias (alcaide entre moros y cristianos, alfaqueques, fieles del rastro, etc.) o los continuos intercambios comerciales. En este sentido, Alcaudete jugó un importante papel dentro del comercio granadino-castellano, como lugar de trueque e intercambios en la frontera de ambos estados durante los momentos de paz y tregua. Concretamente con la capitulación provisional de tregua realizada en Jaén el 11 de Abril de 1439, se regulaba este carácter de mercado fronterizo estipulando "que los cristianos y judíos del reino de Castilla puedan entrar en el de Granada con sus mercancías no vedadas, precisamente por Alcalá la Real y hasta Puerto Lope, y no más allá; y que los moros que vinieren a Castilla con mercancías, siempre por el camino de Alcalá puedan llegar hasta Alcaudete, y no más adelante.

En 1455 la grandeza, conjurada, intentó prender a Enrique IV durante su estancia en Alcaudete, pero, avisado a tiempo por D. Iñigo de Mendoza, aquél logró marchar secretamente a Córdoba.

A finales del siglo XV vuelve a disminuir la población a consecuencia de las matanzas de judíos. Los que no murieron se marcharon. Fueron sustituidos por los gitanos, que acudieron en gran número y se establecieron, hacia el año 1470, dejando su nomadismo, y favorecidos por el mismo Martín Alonso de Montemayor señor de la ciudad. Los Reyes Católicos pasaron por aquí en varias ocasiones durante el año 1490, e incluso firmaron varios decretos.

Durante la guerra de la conquista de Granada, sirvió de base de aprovisionamiento y punto de partida para expediciones. Terminada la conquista pierde su carácter militar, aunque conserva guarnición y alcaide, hasta mediados del siglo XVII.

Martín Alonso de Montemayor entró en Granada, con el séquito de los Reyes Católicos, el 2 de enero de 1492, según consta en el archivo de la Casa de Alba. Iba con la artillería, en unión del Alcaide de Soria, con 300 lanzas y 200 peones.