martes, 24 de junio de 2025

UN LARGO CAMINO HACIA EL ÉXITO, LA HISTORIA DEL AZÚCAR EN E AL-ANDALUS

 

UN LARGO CAMINO HACIA EL ÉXITO. LA HISTORIA DEL AZÚCAR EN AL-ANDALUS


Refinamiento, sofisticación y lujo eran las virtudes que adornaban en el imaginario de la cultura medieval el aprecio por el azúcar de caña, por encima de su exquisito dulzor. Así se percibía en la cultura islámica de adopción de esta planta, de cuya mano viajó hacia el Mediterráneo y bajo cuya experiencia se desarrollaron las técnicas de procesado para la obtención de azúcar en Occidente


Adela Fábregas
Universidad de Granada

Caña de azúcar. Wikimedia commons.


Un lujo al alcance de pocos 

Al Mu‘tamid, rey y señor de Sevilla, vive en su corte ‘abbadí días de opulencia. En sus jardines florecen plantas exóticas, que estudian, miman y cultivan los más experimentados botánicos. Abundan en su casa las más preciadas y sofisticadas especias y perfumes. Un día, su esposa I‘timād vio hacer a las mujeres del pueblo ladrillos amasando con sus pies la arcilla. Quiso ella hacer lo mismo y así lo dijo a su esposo. Éste, para complacerla, hizo traer al patio del palacio grandes cantidades de azúcar, canela, jengibre y perfumes de varios tipos para crear una especie de limo oloroso que amasar con los pies. 

La escena descrita por el poeta al-Tiŷānī subrayaba del mejor modo posible las virtudes que adornaban en el imaginario de la cultura medieval el aprecio por el azúcar de caña, por encima de su exquisito dulzor: refinamiento, sofisticación, lujo. Así se percibía en la cultura islámica de adopción de esta planta, de cuya mano viajó hacia el Mediterráneo y bajo cuya experiencia se desarrollaron las técnicas de procesado para la obtención de azúcar en Occidente. Y así se trasladó también al imaginario cultural europeo, conocedor de esta nueva sustancia endulzante a partir del descubrimiento en Siria por parte de los Cruzados en el siglo XI de “un dono del cielo insospettato ed inestimabile” y cuyo eco fue alcanzando progresivamente las cortes cristianas y casas de la nobleza europea entre los siglos XII y XIII. Tanto en su forma de sustancia terapéutica como en su acepción de bien de consumo alimenticio, que fueron las dos aplicaciones básicas de este producto en época medieval, el azúcar era percibido como un bien excepcional, de lujo.  


Plantación de caña de azúcar según la obra Tacuinum sanitatisMs. Lat 9333, Biblioteca Nacional de Francia.


También fue así en al-Andalus. Los diversos usos que se le daban en cosmética y farmacopea primero, como principio activo, pero también por sus propiedades endulzantes, como aglutinante y excipiente y como sustancia conservante; su aprecio como aderezo de recetas de cocina en platos sofisticados y endulzante de repostería exquisita; su presencia en forma de figurillas… En todos los casos se mostraba siempre al azúcar como una sustancia excepcional, frente al uso mucho más extendido de otros endulzantes como la miel, por ejemplo, destacable en su uso y reservada para ocasiones especiales y destinos particulares. Solo en sociedades tan tardías como la nazarí el azúcar aparece ya como un ingrediente utilizado en confitería en recetarios como el preparado por al-Arbūlī y presente en los dulces vendidos en los zocos de al-Saqaṭī. Dulces caros, pero ya no inaccesibles.  

Un cultivo nuevo y exótico 

Y sin embargo, a pesar de mantener esa consideración como sustancia excepcional, el azúcar había sido introducido y se producía en tierras andalusíes desde bien pronto. La caña dulce era conocida en el entorno mediterráneo islámico oriental desde mediados del siglo VIII y completaría con bastante rapidez su viaje hacia el extremo occidental del Mediterráneo musulmán. Hasta aquí se trasladó la planta, los conocimientos básicos acerca de su cuidado y cultivo y unas nociones de manipulación y procesado posterior para la obtención de cristales de azúcar a partir de su jugo. Se conoce su presencia en al-Andalus desde época muy temprana, en las tierras del sur, donde las condiciones climáticas permitían la adaptación de una planta procedente de entornos tropicales, exigente de agua y temperaturas cálidas y estables durante buena parte del año. Una breve mención al trabajo con la caña dulce en el Calendario de Córdoba ya confirma su conocimiento a mediados del siglo X, y la más amplia reseña dada por al-Rāzī sobre su presencia en tierras andalusíes nos indica ya las primeras localizaciones de su cultivo. Está centrado entonces en llanuras aluviales del área sevillana, Vega de Ilbīra y sobre todo zonas costeras de la franja literal mediterránea, dotadas de unas condiciones climáticas e hidrológicas idóneas y de una posición geográfica de acceso a la ruta marítima que en el futuro se revelaría esencial.  

Esa temprana presencia no solo no se vería ya interrumpida en ningún momento, sino que consolidaría su valor como apuesta económica evidente. Su atractivo lleva a incluir la caña dulce en los ensayos agronómicos de reyes como nuestro al-Mu‘tamid (1069-1091), que además de ofrecer el azúcar para disfrute de su esposa, impulsaría los estudios para una aclimatación dirigida de la planta desarrollados por la escuela agronómica sevillana en sus propios jardines botánicos; o al-Mu‘taṣim (1955-1091), rey de la taifa de Almería, quien, en palabras de al-‘Udrī, “…construyó un parque de artística traza [donde] se cultivan plantas exóticas como las bananas, en sus diversas especies, y la caña de azúcar”. Puede que fueran conscientes ya de las posibilidades de acceso del azúcar al circuito comercial mediterráneo, a través de los ejemplos de los azúcares egipcios y magrebíes, que describiría poco después al-Idrīsī. Lo cierto es que en este interés por aclimatar definitivamente e introducir la planta en la práctica agrícola andalusí subyace el reconocimiento de la rentabilidad económica que podía aportar una sustancia cada vez mejor conocida y valorada en Occidente. Su mercado estaba aún dominado por los exóticos y lejanos azúcares orientales, procedentes de Siria, Palestina o Egipto, pero pronto se le sumarían azúcares mediterráneos de “segunda generación”, como este andalusí, el chipriota o el siciliano. Llegaría con ellos la etapa de máximo esplendor de la historia mediterránea y medieval del azúcar y el inicio de su incorporación a los patrones de consumo masivos de Occidente. 

Los nuevos azúcares y la clave del éxito 

A partir del siglo XIV asistimos a la época de esplendor comercial de la historia medieval del azúcar, cuando multiplica su presencia en los principales mercados del Occidente latino, como fase previa a su masificación en los patrones de consumo del mundo moderno. En esta nueva etapa de crecimiento asume un protagonismo decisivo la producción andalusí, entre otras. Hasta ese momento, los azúcares vendidos en Europa no eran solo bienes exóticos, procedentes de áreas lejanas, sino que se trataba además de productos extraordinariamente refinados, de altísima calidad. Y muy caros. Esta característica suponía un principio de restricción básica de este producto a un espectro de consumo extraordinariamente limitado. 

Los azúcares de nueva generación procedían en buena parte de áreas de tradición cultural islámica, como ocurría con los más clásicos y valorados, aunque abiertos también a estrategias productivas más dinámicas. Eran resultado de una tecnología productiva bien consolidada en la tradición islámica y sujeta a una evolución constante. No era fácil hacer azúcar. El proceso contemplaba básicamente tres fases: extracción del jugo, cocción o purga y refinado. Todas ellas incluían tareas delicadas y se debían suceder con cierta rapidez, una vez que la caña era recogida de los campos. Ibn al-‘Awwām ya nos explicaba cómo se realizaban estas operaciones en el siglo XIII andalusí. La primera fase, la molienda y filtrado del jugo, era la más urgente, ya que debía realizarse en un periodo máximo de 72 horas tras la cosecha de la planta, si se quería obtener la mayor cantidad de jugo posible. La segunda etapa, el purificado del líquido, que detendría la acción microbiológica y retiraría proteínas innecesarias, era la más compleja. Requería de unos conocimientos técnicos específicos durante el proceso de cocción del líquido para aplicar la cantidad necesaria de sustancias defecadoras (ceniza, sangre, huevo o lejía), que indujeran procesos de precipitación química de sustancias sobrantes, y decidir el tiempo de cocción requerido para ello. Esta fase, dirigida por maestros azucareros, finalizaba, tras una o varias cocciones, con un caldo decantado y espesado, que cristalizaría conforme avanzara el enfriado. Si se multiplicaba el número de cocciones a que era sometido el jugo, aumentaba la calidad del producto final. La última fase, la del purgado del azúcar, buscaba separar los cristales de azúcar de la miel o melaza que no había cristalizado y eliminar las impurezas finales de aquéllos mediante arrastrado, dándole a los conocidos como panes de azúcar el apreciado color blanco y la forma cónica de los recipientes en que se completaría este proceso de refinado durante un periodo prolongado que podía durar 30 o 40 días.  


Producción de azúcar, donde se observan los conos. Tractatus de herbisBritish Library, Ms Sloane 4016


En manuales de mercancía del siglo XIV tan conocidos como el de Francesco Pegolotti es aún evidente la mayor consideración de los azúcares en panes de procedencia oriental, principalmente egipcios y sirios. Sin embargo, en esos momentos ya no son los más consumidos. Para entonces, habrían hecho ya aparición en los mercados europeos nuevas generaciones de azúcares, como el producido en el reino nazarí, reconocido en las fuentes bajo la denominación de azúcar de Málaga, aunque sabemos que su producción se concentraba entonces en las regiones costeras de los valles del Guadalfeo y Río Verde, ambos en la franja litoral granadina. Estas variedades están presentes en la documentación mercantil más viva, aquella que refleja de manera más cercana el pulso real de los mercados medievales. Correspondencia mercantil, listados de precios de productos, contabilidad de hombres de negocios, registros notariales de actos de compraventa, registros aduaneros de entrada de mercancías en puertos como Génova…Todos ellos reflejan el dinamismo del mercado de azúcares de segunda generación. Encontramos entre ellos algunas variedades de buena calidad, aunque en ningún caso equiparable al prestigio con que contarían los grandes y antiguos azúcares orientales. Lo más destacable, sin embargo, es que bajo esta denominación se venderían también variedades menos refinadas, sometidas a menos procesos de cocción y limpieza menos rigurosos. Encontramos constantemente en los listados de precios de mercados de Brujas, París, Montpellier, Aviñón, Barcelona o Génova, azúcares nazaríes de una, dos y tres cocciones, apuntando con ello la mayor calidad de refinado. Conviven con los azúcares orientales, pero son los andalusíes, los sicilianos o los chipriotas, todos ellos de las mismas características, los que estarían ya dominando el incipiente mercado del azúcar en Europa en aquellos momentos. Estas variedades de menor calidad eran aceptadas por un mercado que, por cierto, las consumía con facilidad, aunque sin alcanzar ni mucho menos los volúmenes alcanzados a partir de la segunda mitad del siglo XV con la entrada de los azúcares atlánticos y sobre todo poco después americanos. De mano de estas nuevas variedades aún mediterráneas, un poco peores, pero mucho más baratas, el azúcar empezaría, tímidamente aún, a abandonar el ámbito del lujo al que hasta entonces había quedado relegado. De este modo se convirtieron, el producto y las zonas proveedoras del mismo, en objetivos extremadamente atractivos a los intereses de las emprendedoras naciones mercantiles europeas. 


Vendedor de azúcar según la obra Tacuinum sanitatisMs. Lat 9333, Biblioteca Nacional de Francia.


Grandes momentos del azúcar andalusí. La estrategia de mercado 

La presencia de algunas de las casas mercantiles más importantes de la Europa de los siglos XIV y XV en suelo nazarí respondería en parte a los intereses que desarrollaron en torno a la exportación de azúcar y otros artículos nazaríes a Europa. A las costas granadinas accederían mercaderes venecianos, catalanes, genoveses o florentinos. Llegarían a estas tierras, en algunos casos se asentarían y organizarían, e incluso obtendrían compromisos de apoyo por parte de las autoridades nazaríes que les facilitarían alcanzar sus objetivos de máxima rentabilidad y el desarrollo de actitudes monopolísticas con productos como el nuestro. Este fue el caso de los genoveses, una de las comunidades mercantiles extranjeras más sólidamente asentadas en suelo nazarí y referencia de la única sociedad internacional de explotación mercantil que conocemos activa en suelo nazarí. Tenía entre sus objetivos precisamente la exportación de azúcar a Europa. 

La conocida como Sociedad de los Frutos, activa casi un siglo (1378-1460), fue el principal vehículo para la salida del azúcar nazarí y la plataforma desde la que se organizó su incorporación a los mercados europeos en condiciones de competitividad muy favorables. Se trataba de una sociedad de origen genovés, similar en su estructura y funcionamiento a otras grandes compañías genovesas de explotación monopolística, como pudo ocurrir con la sociedad del alumbre en Oriente. Su pretensión fue liderar la exportación de azúcar nazarí a los mercados europeos, cosa que consiguieron, aunque sin llegar a alcanzar condiciones monopolísticas. Estuvo formada mayoritariamente por miembros de la familia Spinola, pero no de manera exclusiva. Sí parecen, sin embargo, cumplir la regla de pertenencia estricta a la familia los exponentes organizativos de la Sociedad, sus gobernadores y socios principales. Mantuvieron socios y agentes en Granada, Málaga, Almuñécar, Velez Málaga, Brujas y Génova. Al menos en cada uno de estos lugares contaban con gestores de manera permanente, encargados de organizar las operaciones de compra, almacenamiento y distribución de los frutos secos (almendras, higos y uvas pasas) y el azúcar objeto de su interés. La ciudad de Almuñécar que, en palabras de Ibn al-Jaṭīb, era un puerto naval cuya tierra “se llena de cañas de azúcar, de las que obtiene su riqueza y reputación…”, se dibuja como el centro de recepción del azúcar producido en su entorno inmediato y cuya adquisición quedaría registrada y depositada en la domus Muleche, de titularidad genovesa. Por lo que hemos podido llegar a entender hasta el momento, no llegaron nunca a participar en la producción azucarera nazarí, reservada a sectores muy minoritarios de la población local, pero sí que interactuaron de manera muy dinámica con sociedades de mercaderes nazaríes, musulmanes y judíos, que ejercerían de interlocutores con los hombres de negocios genoveses y proveedores de azúcar. En muchas ocasiones obtendrían el azúcar a cambio de paños ingleses, de buena acogida en el mercado local, llegando a convertirse en una moneda de cambio muy atractiva y conveniente. Disponían de una flota propia, con la que efectuaban una parte importante del transporte de mercancías y que nos aparece reflejada por vez primera en 1407. Estaba formada por naves y galeras, embarcaciones con unas características de seguridad, rapidez y capacidad de carga media y grande que pudo hacerlas particularmente favorables para el tráfico atlántico. A partir fundamentalmente de los centros de Málaga, Almuñécar y Velez Málaga se organizaba la recogida y traslado de mercancía y la sociedad y sus gestores decidían su destino final. Para ello evidentemente aprovecharon la extensa y organizada red que la familia Spinola mantenía actuando en los principales centros económicos europeos, que  ofrecían puntualmente informaciones estratégicas acerca de las circunstancias y condición de cada plaza y organizaban las recepciones y salida a mercado. Los receptores de la mercancía eran miembros de la familia, en algunos casos con estrechísimas relaciones con los protagonistas de las operaciones en el reino granadino. En algunos mercados, como el flamenco, la competencia genovesa es tan extraordinariamente dura que suscitó las quejas de los demás miembros de la comunidad del negocio azucarero, que explican desesperados en Montpellier que “me(n)tre genovesi metono qui zucheri di Malica non se ne potrebe chavare profitto…”. Y es que su estrategia pasaba por montar operaciones coordinadas, muy atentas a entrar en el momento oportuno, que tendrían como resultado la recepción masiva de la mercancía granadina en el momento más adecuado. Esto provocaría un descenso automático de los precios de mercado de las de otras procedencias que, si no se habían vendido con anterioridad, resultaban ya poco competitivas e incluso totalmente fallidas, como ocurría en Brujas en 1393, cuando “…que’ di Malicha (azúcares) tolgo’ la condizio’ a tutti per buon merchato ne fano…”. 

La atención a los tiempos de recepción y a la urgencia de las operaciones con que se ha de llevar a cabo este negocio es una constante. De este modo, favorecidos por una estructura mercantil bien definida y amparada por las autoridades nazaríes, con quienes mantuvieron vínculos estrechos, gracias a operaciones audaces emprendidas en los mercados europeos y beneficiándose de un modelo productivo que se habría lanzado sin complejos a una diversificación cualitativa que facilitaría el acceso a este antiguo producto de lujo a sectores de consumidores más amplios, asistimos a los momentos más dulces de un producto crecido en la tradición andalusí. El futuro del azúcar, todos lo sabemos, sería brillante, su ascenso como bien de consumo de masas fulgurante. Lo protagonizarían nuevas variedades, producidas en circunstancias y lugares muy diversos al nuestro. Fueron siempre, sin embargo, deudores fundamentales de la tradición anterior, de estas tierras mediterráneas de maestros azucareros, reinas que jugaban a ser campesinas, gentes que despertaban al gusto por lo dulce y principios especulativos ensayados con los últimos azúcares andalusíes que mantuvieron su lógica de crecimiento y se deshicieron, ya en mundos nuevos, de las últimas y fundamentales rémoras para su despegue. Pero esa es otra historia. 


PARA AMPLIAR:

·         1492: Lo dulce a la conquista de Europa. Actas del IV Seminario Internacional de la caña de azúcar, Granada, 1994. 

·         Adela Fábregas, Producción y comercio de azúcar en el Mediterráneo medieval. El ejemplo del reino de Granada, Granada, 2000. 

·         Mohamed Ouerfelli, Le sucre. Production, commercialisation et usages dans la Méditerranée médiévale, Leiden-Boston, 2008. 

·         Antonio Malpica y Adela Fábregas, “La dimensión cultural y económica del azúcar en Al-Andalus: viejos y nuevos problemas de una planta que ha recorrido el mundo”, en El azúcar antes y después de Colón. Funchal, CEHA, 2009, pp. 49-62.

 

PASTEL SUAVE DE AZAHAR ANDALUSÍ

 

PASTEL SUAVE DE AZAHAR ANDALUSÍ

Ingredientes

450 gr de harina

150 ml de leche entera

4 cucharadas de agua de azahar

3 cucharadas de miel

1 sobre de levadura en polvo

3 huevos

175 gr de azúcar

125 gr de mantequilla

1 pizca de sal

Azúcar glas

 

Elaboración

Derretimos la mantequilla con la leche en una cacerola a fuego lento o en el microondas.

Precalentamos el horno a 299º.

En un bol, batimos los huevos y el azúcar con una varilla o una batidora eléctrica hasta doblar su volumen y este la superficie blanquecina. Añadimos la pisca de sal, el agua de azahar, la harina y la levadura en polvo, mezclamos muy bien hasta que todos los ingredientes estén bien mesclados y formen una masa homogénea.

Sin dejar de mezclar, agregamos poco a poco a esta masa la mantequilla derretida en la leche, hasta obtener una masa suave.

En un molde redondo o de corona de 2 cm. desmoldable, engrasando con jun poco de mantequilla o aceite el fondo y los bordes del molde.

Vertemos la mezcla en el molde y dejamos reposar unos 15 minutos antes de meter en el horno.

Metemos en el horno durante 30-35 minutos.

En una cacerola con un vaso de agua hirviendo añadimos la miel, una cucharada de agua de azahar y la diluimos.

Una vez sacado del horno el pastel, lo colocamos sobre plato de servir, y rociamos suavemente con la miel diluida por encima, para empaparlo un poco y una vez empapado espolvoreamos con azúcar glas

Buena merienda.

¡Buen provecho!

 

viernes, 20 de junio de 2025

GAZPACHO DE MELÓN

 

GAZPACHO DE MELÓN



Como la cocina es un mundo libre, yo decidí hacer otra versión del gazpacho de melón, el cual resulto riquísimo y delicioso, no quedo una gota del gazpacho, a mi familia les encanto.

 

Ingredientes

1 melón

1 pepino pequeño

1 diente de ajo

2 cebolletas

60 gr de pan duro (del día anterior)

1 cucharada de vinagre de Jerez

3 cucharadas de aceite de oliva

1 bulbo de hinojo

Sal

Pimienta negra recién molida

Un poco de pimiento choricero o ñora

Elaboración

Lavamos y pelamos el pepino y la cebolla. Los cortamos en dados y añadimos el ajo pelado y cortado en rodajas. Sazonamos con sal y dejamos escurrir en un bol durante 1 hora en un lugar fresco.

Lavamos y cortamos el bulbo de hinojo con juna mandolina o un buen cuchillo afilado, y reservas en un recipiente con agua frías.

Pelamos y quitamos las semillas de melón, lo cortamos en dados y vertemos en la batidora o licuadora.

Añadimos los pepinos, la cebolla y el ajo escurrido, el pan, cortado en dados pequeños, un vaso de agua fría, sal y pimienta negra recién molida y la carne del pimiento choricero, todo ello en la licuadora o batidora – Mezclamos todo muy bien hasta que este licuado totalmente.

Vamos añadiendo poco a poco sin dejar de batir el aceite de oliva el vinagre de Jerez, hasta que este todo integrado.

Transferimos el gazpacho de melón a un bol y guardamos en el frigorífica, tapado con papel fil, al menos durante 2 horas.

Vertemos en cuencos el gazpacho y terminamos adornando con las láminas de hinojo.

¡Buen provecho!

 

 

LA DIFUSIÓN DE LAS MAQAMAT DE AL-HARIRI EN JEREZ

 

LA DIFUSIÓN DE LAS MAQAMAT DE AL-HARIRI EN JEREZ


«Pasaba yo por Jerez de vuelta de la tierra del Magreb en compañía del alfaquí Abū Bakr Muammad b. ʽAbd Allāh b. al-ʽArabī Dios lo tenga en su gloria y, cuando llegamos a su campiña, entre viñedos y huertos, el alfaquí Abū Bakr se puso a hablar maravillas de todo cuanto veía allí»


Miguel Ángel Borrego Soto
Universidad de Cádiz

Detalle de una de las ilustraciones de las Maqāmāt de al-Ḥarīrī. BNF, ms. Arabe 5847, f. 59r.


Introducción

El término árabe maqāma, derivado del verbo qāma, “levantarse”, se refiere a cualquier encuentro informal o fortuito que se tiene de pie, en la calle u otro lugar diferente del formal y organizado maŷlis, del verbo ŷalasa, “estar sentado”. En un contexto literario, se consideraba maqāma cualquier sesión poética e, incluso, las audiencias ante el Califa de ascetas y ulemas que, en sus admoniciones, incluían exempla para ilustrar sus enseñanzas. Gracias a la obra de Abū l-Faḍl al-Hamaḏānī (969-1008), la maqāma se convirtió en un género narrativo que consistirá, sobre todo a partir de Abū Muḥammad al-Ḥarīrī de Basora (m. 1122), en una serie fija de cincuenta relatos de tema anecdótico, cuyo interés e importancia va a radicar en el contraste entre la extraordinaria erudición y la grandilocuencia del lenguaje empleado por su autor, y la trivialidad o simpleza extrema de su contenido.

En al-Andalus, como ya apuntaba Fernando De la Granja, la maqāma clásica tuvo pocos continuadores y llegó a confundirse con risāla. De esta forma, la primera pasó a designar cualquier ejercicio retórico, en prosa rimada, con intercalación o no de versos, inspirado por cualquier motivo: felicitar a un recién nombrado juez de provincia, acompañar un azafate de fruta temprana que se envía de regalo, describir un paisaje, narrar un sucedido de mínima importancia, o los azares de un viaje; con ánimo de disculparse, elogiar o denostar, o simplemente para solaz del escritor o por matar el tiempo […] y esa composición, arropada hasta la asfixia por todas las galas del lenguaje, de la erudición y la pedantería, al punto de resultar indescifrable, se llamará indistintamente risāla o maqāma, sin atender al tema (si es que hay tema), aun cuando risāla continúe siendo, con mucho, el término más socorrido.

El texto de al-Hamaḏānī, que incluía cincuenta y dos maqāmāt o relatos breves e independientes, narra las peripecias del pícaro Abū l-Fatḥ al-Iskandārī en boca de ‛Isà b. Hišām, del mismo modo que al-Hāriṯ b. Hammān lo hará con Abū Zayd al-Sarūŷī en la obra de al-Ḥarīrī, cuyas Maqāmāt pronto obtuvieron mayor notoriedad que las de su predecesor al-Hamaḏānī en todo el mundo árabe. 

En al-Andalus, fueron usadas recurrentemente como modelo para el estudio de la gramática y las bellas letras, por lo cual necesitaban rigurosos comentarios que aclararan los aspectos más singulares u oscuros de la lengua de las mismas y de sus alusiones históricas y literarias. Buena parte de los diccionarios biográficos las citan entre los libros que los maestros transmitían y enseñaban a sus alumnos, y fueron varios los andalusíes que las oyeron del propio al-Ḥarīrī en Bagdad, entre ellos, Abū l-Qāsim Ibn Ŷahwar al-Šarīšī (PUA, 7214), alfaquí natural de Talavera, pero afincado en Jerez (Šarīš, de ahí al-Šarīšī, el jerezano), que murió en Sevilla a mediados de 1132, ciudad en la que ejerció de maestro, como antes lo había hecho en Córdoba y Jerez. En esta última población inició una importante cadena de transmisión (isnād) de las Maqāmāt de al-Ḥarīrī, a través de sus discípulos:

·         Abū l-Ḥasan Ibn Lubbāl al-Šarīšī, destacado gramático y poeta de Jerez, ciudad donde ejerció como cadí y en la que falleció en 1186 (PUA, 6349).

·         Abū Bakr Ibn Azhar al-Šarīšī, yerno de Ibn Ŷahwar y cadí y maestro en Jerez, población en la que murió en 1188 (PUA, 11624).

·         Abū Bakr Ibn Mālik al-Šarīšī, fallecido en Jerez en 1195-6 ó 1196-7 (PUA, 10309).


Difusión de las Maqāmāt de al-Ḥarīrī en Jerez


Ibn ‘Abd al-Mu’min al-Šarīšī

El Comentario (Šarḥ) más celebrado de las Maqāmāt de al-Ḥarīrī pertenece a otro jerezano, Ibn ‘Abd al-Muʼmin al-Šarīšī (PUA, 1291), pupilo común, junto a otros ulemas de su ciudad natal (véase tabla), de los autores arriba mencionados, y sobresaliente gramático, lexicógrafo, hombre de letras y maestro. Completó sus estudios en Sevilla, Ceuta, Algeciras, Fez, y también en Egipto y Siria, adonde viajó en busca de ciencia en otros sabios de allí, de los que apenas nos han llegado datos. Según sus biógrafos, Ibn ‘Abd al-Muʼmin era un hombre ávido de saber y transmisor digno de confianza. Tras su periplo por Oriente, regresó a al-Andalus, donde enseñó y tuvo fama de maestro experto en lengua (luga), bellas letras (adab) y prosodia (ʽarūd), tanto en su aula (maŷlis) de Jerez, como en Murcia y Valencia. Ibn ʽAbd al-Muʼmin murió en su ciudad natal el domingo 15 de enero de 1223.

El Comentario de las Maqāmāt de al-Ḥarīrī

Entre sus obras, conviene detenerse en la que le ha dado mayor gloria, su Šarḥ Maqāmāt al-Ḥarīrī (Comentario de las Maqāmāt de al-Ḥarīrī), dedicada al califa Abū Yaʽqūb Yūsuf al-Manṣūr (m. 1199), lo que delata no sólo el fructífero mecenazgo intelectual de la dinastía almohade, sino también la cercanía de al-Šarīšī al poder.

Este comentario se hizo en tres versiones: una extensa, en la que al-Šarīšī se emplea a fondo explicando los sentidos literarios; otra mediana, en la que hace una selección de la anterior; y una tercera breve, en la que se limita a comentar los aspectos lingüísticos. Otros autores afirman, además, que el mayor de los comentarios era literario, el mediano lexicográfico y el menor, un resumen. 

Ya hemos comentado cómo las Maqāmāt de al-Ḥarīrī obtuvieron más fama que las de su predecesor al-Hamaḏānī. En al-Andalus, el ya mencionado Ibn Yahwar se ocupó de difundirlas desde Jerez, hecho del que se hace eco el propio al-Šarīšī en la introducción a su magno comentario:

El primero del que tomé su transmisión y con quien aprendí [las Maqamat] en mi ciudad de Jerez fue el maestro, alfaquí y almocrí Abū Bakr Ibn Azhar al-Ḥaŷarī. Me instruyó en ellas a partir de la enseñanza de su suegro, el alfaquí, tradicionista y transmisor Abū l-Qāsim Ibn ʽAbd Rabbih al-Qaysī, conocido como Ibn Ŷahwar quien, a su vez, las había recogido de su autor, Abū Muḥammad al-Ḥarīrī. También en Jerez me las transmitió el alfaquí y transmisor Abū Bakr Ibn Malik al-Fihrī, que las aprendió del mencionado Ibn Ŷahwar y del maestro y alfaquí Abū l-Haŷŷāŷ al-Ubbadī al-Quḍāʽī [m. 1147], ambos a su vez de Abū Muḥammad al-Ḥarīrī. […].


Detalle de una de las ilustraciones de las Maqāmāt de al-Ḥarīrī. BNF, ms. Arabe 5847, f. 69v.


El resto de la obra se compone del prefacio y las cincuenta Maqāmāt de al-Ḥarīrī que Ibn ʽAbd al-Muʼmin al-Šarīšī interrumpe, sin un orden preciso ni preestablecido, tantas veces como cree necesario, para introducir sus glosas. En éstas, nuestro autor aclara los términos de peor comprensión o interpretación y expone, con ejemplos extraídos de obras poéticas o en prosa (cuentos, anécdotas, relatos, etc.), el uso que otros autores hacen de las expresiones, vocablos o asuntos tratados por al-Ḥarīrī.

El Comentario es también un alarde de los saberes de Ibn ʽAbd al-Muʼmin en disciplinas como la gramática, la ortografía, la lengua, la retórica o las bellas letras en general, en el que ofrece secciones fijas destinadas a aclarar referencias del corpus de al-Ḥarīrī y a instruir al lector sobre prosodia o tratamiento del léxico. Conviene señalar que lo más valioso de los comentarios de al-Šarīšī se centra en los cuentos y relatos que introduce para ilustrar algunas de sus explicaciones gramaticales, léxicas o literarias. Causa extrañeza la escasez de ejemplos sacados de la literatura andalusí y sus autores, pero buena parte de los que hay están ligados a la ciudad de Jerez y a dos de sus maestros, el citado Abū l-Ḥasan Ibn Lubbāl, y Abū ʽAbd Allāh Ibn Zarqūn (m. 1190) (PUA, 9041). Del primero recopila no pocos versos, algunos de los cuales, dedicados a una alameda jerezana, los encontramos en una de las glosas de la maqāma XXVII [metro ṭawīl, rima –ir]:

Oh cuán agradable es El Llano (Iŷŷāna), en primavera o en otoño.

Los arroyos de agua parecen plata sobre guijarros, que se esparcen en el fondo como perlas relucientes.

Cuando su arena no está empapada de agua, nos gusta ir allí y prescindir del ámbar y los aromas.

Y hay unos higos que parecen pezones; pechos de vírgenes negras en sus pecheras.

Diríase que hay allí alcobas fulgurantes con novias reposando sobre estrados de seda.

Por su parte, Abū ʽAbd Allāh Ibn Zarqūn aparece como interlocutor del sevillano Abū Bakr Ibn al-ʽArabī (m. 1148) (PUA, 9681) en un diálogo que contiene un interesante intercambio de versos de temática jerezana. La historia la inserta al-Šarīšī en uno de sus comentarios de la maqāma XXX, al final de la cual el pícaro Abū Zayd al-Sarūŷī recita unos versos sobre su ciudad natal, Sarūŷ, al narrador de la obra al-Hāriṯ b. Hammām [metro ramal, rima –uy]:

Mi patria chica es Sarūŷ, de la que pronto fui separado.

Es una ciudad en la que hay de todo, y provienen

sus aguas del Salsabil, siendo verdes prados sus arenales […]

El relato de al-Šarīšī, en el que Ibn Zarqūn e Ibn al-ʽArabī adaptan a su manera estas rimas, cambiando, entre otras cosas, el topónimo Sarūŷ por Šarīš, dice lo siguiente:

Esto me lo contó en su jardín de Triana el alfaquí Abū ʽAbd Allāh Ibn Zarqūn –que era, Dios lo tenga en su gloria, miembro de la cofradía de las buenas letras y distinguido en la de los alfaquíes–, en la época en que yo leía con él las Nawādir y el Kāmil, pues una tarde en que la conversación giraba en torno a los géneros literarios me dijo –Dios lo bendiga–, dichoso y contento, hasta el punto de contagiar su alegría a este jovenzuelo cuya barba aún no apuntaba, lo que sigue:

    – ¿Sabes que entre tú y yo hay una relación de fraternidad?

A lo que repliqué:

    – ¿Y cómo es eso, maestro?

Y respondió:

    – Porque yo también he nacido en tu ciudad de Jerez.

Como la conversación ganara en interés, le pedí que me diera más detalles y añadió:

    – Tengo a este propósito un curioso relato:

“Pasaba yo por Jerez de vuelta de la tierra del Magreb en compañía del alfaquí Abū Bakr Muḥammad b. ʽAbd Allāh b. al-ʽArabī –Dios lo tenga en su gloria– y, cuando llegamos a su campiña, entre viñedos y huertos, el alfaquí Abū Bakr se puso a hablar maravillas de todo cuanto veía allí, diciendo:

    – En verdad, las cosas que aquí se reúnen difícilmente se dan en otro lugar, por el primor de la agricultura y la ganadería, el aceite, el vino, la sal y demás productos.

Y le dije:

    – Debes saber que yo nací aquí.

Y Abū Bakr me respondió:

    – Pues tal vez tendrías que recitar ahora el siguiente verso [metro ramal]:

    – Mi patria chica es Jerez,

Y yo le dije, completando el verso:

    – donde yo vivía.

Y replicó Abū Bakr:

    – Es una ciudad en la que hay

Y añadí:

    – de todo, y se abastecen

Y dijo Abū Bakr:

    – sus manantiales del Salsabil

Y completé:

    – y están emparrados sus arenales.”

De este modo hicimos el camino con los versos sarūŷíes (sobre la ciudad de Sarūŷ) transformándolos en Šarīšíes (de Jerez), y así, sin darnos cuenta, el camino se hizo más corto.

Fue una de las tardes más felices que he pasado en mi vida, pues en ella mantuve esta conversación con mi ilustre maestro Ibn Zarqūn, cuya edad era entonces de 82 años [lunares], que solía hablarme de Ibn al-ʽArabī, Ibn ʽAbdūn y otros sabios en aquel ameno jardín a la orilla del río de Sevilla –ciudad que se alzaba ante nosotros en toda su belleza y esplendor–, y el cual, en aquella ocasión, me hizo este elogio de mi ciudad natal, Jerez, que tanta alegría me causó. ¡Roguémosle a Dios que le dé el mismo goce a él en la otra vida!

Para saber más:

·         BORREGO SOTO, Miguel Ángel (2012), “Al-Šarīšī, Abū l-‘Abbas”, Biblioteca de al-Andalus, 7, Almería, pp. 334-9.

·         BORREGO SOTO, Miguel Ángel (2006), “¿Una macama jerezana? Jerez y la difusión de las “Macamas” de al-Ḥarīrī en al-Andalus”, Al-Andalus–Magreb, 13, Cádiz, pp. 7-66.

·         BORREGO SOTO, Miguel Ángel, “Sabios musulmanes de Jerez (ss. IX-XIV)”, Al-Andalus–Magreb, 11, Cádiz, 2004, 7-66.

·         DE LA GRANJA, Fernando, Maqāmas y risālas andaluzas. Traducciones y estudios. Madrid, 1997.

·         FERRANDO, Ignacio, Las sesiones del Zaragocí. Relatos picarescos (maqāmāt) del siglo XII. Zaragoza, 1999.

·         HÄMEEN-ANTTILA, “Marginalia ḥarīriana”, ZGAIW, 11, Frankfurt, 1997, 251-280.

·         HÄMEEN-ANTTILA, Jaakko, Maqama. A History of a Genre. Wiesbaden, 2002.

·         AL-ŠARĪŠĪ, Abū l-‛Abbās Aḥmad b. ‛Abd al-Mu’min al-Qaysī al-Šarīšī, Šarḥ Maqāmāt al-Ḥarīrī, ed. Ibrāhīm Šams al-dīn, 3 vols., Beirut, 1998.