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jueves, 13 de abril de 2023

ZAHARA, EL PUEBLO QUE CAMBIÓ LA HISTORIA

 

ZAHARA

 El pueblo que cambió la Historia

Publicado porAdrián Yánez.




Zahara de la Sierra es en la actualidad un pequeño municipio en la sierra de Cádiz que apenas supera los 1.400 habitantes. Pero el 28 de diciembre de 1481  este minúsculo pueblo cambió la Historia para siempre.  Una pequeña escaramuza sin importancia desató una guerra de más de 10 años que culminó con la conquista de Fernando e Isabel de la ciudad de Granada.

Pongámonos en antecedentes. Desde mediados del siglo XIII conviven en el sur de la península dos realidades. En la parte occidental un territorio perteneciente a la Corona de Castilla desde la conquista de Fernando III. En la parte oriental, el Reino de Granada, gobernado por la dinastía musulmana de los nazaríes. Entre ambos una extensa y cambiante frontera a la que todavía hacen referencia los nombres de muchos municipios de la zona: Jerez de la Frontera, Arcos de la Frontera o Chiclana de la Frontera.

Zahara, erigida sobre una peña entre los ríos Guadalete y Bocaleones, es un punto estratégico de esa frontera. Los cristianos la conquistan en 1407 y bajo la Corona de Castilla pertenece durante más de 70 años hasta que el rey granadino Muley Hacen, del que toma su nombre el pico más alto de la península ibérica, decide tomar la villa por sorpresa. Ocurre el 28 de diciembre de 1481 y nadie podía adivinar las neLos Reyes Católicos se ven sorprendidos por el movimiento de los nazaríes, con los que habían mantenido una razonable paz desde el inicio de su reinado. Fernando e Isabel no harán esperar su respuesta. Apenas dos meses después, el 28 de febrero de 1482 lanzan una ofensiva sobre Alhama de Granada instalándose el rey Católico en esta población desde el mes de abril. Estos dos acontecimientos darán inicio a una guerra que se extenderá durante más de diez años y que culminará con la entrada de Fernando e Isabel en Granada el 2 de enero de 1492.

A Muley Hazen el arrebato de tomar Zahara le costó caro. Cuando dos meses después pierde Alhama las conspiraciones en la corte nazarí no se hacen esperar. Su hijo Boabdil se levantará contra él en una guerra civil en la que padre e hijo se enfrentarán hasta la muerte del primero en 1485.

En octubre de 1483 Rodrigo Ponce de León, a las órdenes de los Reyes Católicos, recupera Zahara en una operación llena de leyendas. Según la tradición, los cristianos treparon por uno de los salientes de la peña del castillo. La guardia musulmana tenía un método sencillo para comprobar si había intrusos en ese barranco. Tiraban piedras sobre el desfiladero y si los pájaros que allí anidaban levantaban el vuelo asustados los nazaríes podían quedarse tranquilos porque significaba que en ese lugar no había nadie. Ponce de León y sus hombres observaron este comportamiento y esperaron a que la guardia tirara la rutinaria piedra de aviso. En ese momento ellos soltaron a unos pájaros enjaulados interpretando los musulmanes que aquel flanco estaba despejado. Los cristianos aprovecharon su tranquilidad para escalar la montaña y tomar el castillo por sorpresa.

MARBELLA DESPUÉS DE LA CONQUISTA

 

MARBELLA DESPUÉS DE LA CONQUISTA

Fuente. Excno. Ayuntamiento de Marbella

Una escueta ojeada a través de la historia de Marbella nos permite reconocer a una ciudad cuyos caracteres esenciales se conforman con la conquista cristiana. Marbella se rinde al rey Fernando el 8 de junio de 1485, según consta en las capitulaciones. Las noticias de la rendición de la ciudad apenas si se reflejan en las crónicas, posiblemente por el eco que tuvieron las resistencias de Ronda y Málaga.  Con la rendición de la primera de estas ciudades, el 23 de mayo de 1485, desapareció el más duro de los sectores fronterizos; el camino hacia Marbella quedaba expedito para las tropas del rey Fernando, quien delega en el conde de Ribadeo los detalles de la entrega de la ciudad. Dicha entrega se va a producir, pues, sin lucha ni brillantez, lo que obviamente no satisface a un guerrero como Fernando.

Las Capitulaciones de la ciudad siguen el modelo de las establecidas para Álora, y en ellas se estipula la obligación por parte de los antiguos habitantes de abandonar la ciudad, otorgándoles ciertas facilidades para su exilio. Es de notar, en cualquier caso, la poca predisposición del Rey por integrar a los musulmanes. Las Capitulaciones de las alquerías de Marbella se llevan a cabo en Fuengirola unos días después, y sus apartados son mucho más duros y exigentes que los dispuestos para la ciudad, quizás por haber sido otorgadas a instancias de los vencidos.

La llegada de los nuevos pobladores y la ocupación de las viviendas de los musulmanes se harán de forma paulatina, mostrando especial interés la monarquía en dotar a la ciudad de un número de habitantes suficiente que evitara la vuelta de los antiguos pobladores. La nueva población estará compuesta por un grupo heterogéneo de personas en el que predominan los soldados y los campesinos, en un número total que podría ascender a 275 vecinos, lo que supone una disminución sensible respecto al periodo musulmán.

En cuanto al Concejo de Marbella, su constitución no se produciría hasta unos años después de la entrega de la ciudad, debido a los problemas derivados del desalojo de los naturales y de la organización de la vida castrense. De tal manera que desde 1485 a 1490 las instrucciones que se conservan van dirigidas a personajes del entorno real: una minoría de familias que ostenta el poder local y cuyo máximo exponente es el conde de Ribadeo, alcaide de la fortaleza y justicia mayor. En este sentido, como ha señalado Catalina Urbaneja, «se intuye la inexistencia del cabildo en las provisiones emitidas durante este periodo, pues los asuntos de gobierno son dirimidos por personas allegadas a los Reyes Católicos (…). La administración local comienza a perfilarse a principios de la década de los noventa y se configura definitivamente al finalizar la “reformación” de Serrano», personaje conocido como el bachiller Serrano y que fue enviado para organizar el apeo y el repartimiento de las haciendas musulmanas.

En cualquier caso, una vez finalizada la guerra en 1492, Isabel y Fernando se disponen a recompensar los servicios prestados por los nobles que han participado en la contienda mediante la entrega en señorío de un buen número de villas y lugares esparcidos por todo el reino. Benahavís y Daidín son donados a don Juan de Silva, conde de Cifuentes, mediante Merced el 25 de junio de 1492 . La enajenación de villas y lugares dependientes de las ciudades a favor de los miembros de la nobleza siempre provocaron un enorme malestar y descontento en los concejos urbanos. En el reino de Granada, las primeras concesiones de señoríos suscitaron escasas reacciones, pues los concejos se habían constituido hacía poco tiempo, y sólo Vélez Málaga y Marbella expresaron abiertamente su disgusto por las mercedes otorgadas, en el caso de Marbella al conde de Cifuentes, y en el de Vélez a los Fernández de Córdoba. «Ambas ciudades se negaron a reconocer la jurisdicción de estos señores sobre las villas que les habían sido concedidas, lo que obligó a la Corona a confirmar los privilegios otorgados y a ordenar su cumplimiento».

Se producen disputas y pleitos entre los señores y las ciudades. En Marbella, según la capitulación de rendición, los moros que vivían en ella y en las alquerías de Montemayor y Cortes «habrían de abandonar sus casas y tierras, las cuales serían repartidas entre los repobladores cristianos». Sin embargo, Antonio de Dueñas, criado del conde de Cifuentes, al tomar posesión de Benahavís y Daidín, pretende extender la jurisdicción de su señor sobre la alquería de Tramores y la fortaleza de Montemayor, a lo que se opuso Marbella, «que apoyándose en declaraciones de los propios mudéjares de Benahavís y de otras alquerías vecinas, efectuadas en el transcurso de una pesquisa realizada por el bachiller Juan Alonso Serrano en el otoño de 1490, alega que todas las alquerías situadas en sus alrededores carecen de términos propios y, por tanto, no reconoce al conde más jurisdicción sobre dichos lugares que “de las tejas adentro”». Serrano inicia su pesquisa a raíz de la reclamación presentada por los mudéjares de las alquerías de Benahavís, Daidín, Tramores, Ojén, Istán, Almachar y Arboto, quienes se quejan de que los repartidores de Marbella los han despojado de las viñas y heredades que poseían, desde tiempo inmemorial, en las alquerías de Cortes, Benabolas, Esteril, Maguetes, Benamarín y Fontanilla, las cuales se habían despoblado antes de la conquista. Después de oír los testimonios de los vecinos más viejos de las citadas alquerías, que reconocen su dependencia jurisdiccional respecto a Marbella y la inexistencia de mojones que separasen sus términos de los de la ciudad, desestima su petición y adjudica a ésta última todos los términos de las alquerías despobladas. Serrano fundamenta su sentencia en la cláusula de la capitulación de Marbella que reservaba todas las tierras situadas debajo de las fortalezas de Montemayor y Cortes a los conquistadores. Las declaraciones de los mudéjares ofrecen interesantes detalles respecto a la organización administrativa de los distritos más occidentales del reino nazarí durante el siglo XV .

«No todas las ciudades tuvieron la misma suerte en la batalla judicial emprendida para tratar de reducir al mínimo posible el espacio sobre el que los señores podrían ejercer su jurisdicción. Únicamente Marbella alcanza una victoria total en este sentido». Resultó decisivo el testimonio de los mudéjares en la pesquisa del bachiller Serrano, para que el Consejo Real reconociera que Benahavís y Daidín carecían de términos.

 

miércoles, 15 de marzo de 2023

ALCAUDETE JAEN EN AL-ANDALUS

 ALCAUDETE (JAEN)


https://es.jimdo.com

Época árabe

En el año 715, el caudillo Tarik se apoderó de Alcaudete, en posesión hasta entonces de los visigodos.

En el 715, Tarik, camino de Toledo y siguiendo las calzadas romanas, tomaba Alcaudete. Los árabes, que aquí se instalaron en pequeño número, no lo hicieron en el poblado visigótico del parque, sino en torno a una antigua torre romana situada en un cerro. Reforzada y acondicionada, fue el antiguo castillo. Alrededor fueron creciendo las cinco murallas y el núcleo urbano. Entre este año y el 888, Alcaudete sufrió diversos saqueos, junto con Jaén y otros pueblos de la provincia por rebeldes árabes. Finalmente, Abderramán III en el 888 forma un ejército y se apodera de la ciudad.

En esta primera época lo más importante fue la sublevación de los mozárabes y muladíes contra los emires de Córdoba, lo que motivó que uno de estos, Abd Allah, enviara a su propio hijo en el 894, y destruyera el castillo primitivo, al igual que hizo con los de Luque y Priego de Córdoba. Abderramán III se apoderó definitivamente de Jaén y de Alcaudete, en el año 912 a 918.

Durante el Califato hubo un largo periodo de paz. La agricultura prosperó, incluso con nuevos cultivos como la morera, para el gusano de seda. Había muchos manantiales (Serrano Díaz dice que Alcaudete -Medina al-Qabdat-, significa "ciudad de los manantiales"). Hay variantes como Algaldair, Alcabdet, Algatdat, Algaidac, más la primera. Las fuentes actuales tienen nombres árabes, como Zaide, Zagales, Alcubilla, Amuña y Benamazor.

En los siglos siguientes Alcaudete será testigo del paso de diferentes ordas militares musulmanas, así en el 1090 es conquistado por los almorávides.

En el siglo XII y dada su posición estratégica político-militar, Alcaudete se convertirá en un importante punto de intercambios.

Como podemos observar, la autentica trayectoria histórica de la villa comienza durante la época musulmana en torno al actual emplazamiento, donde levantaron un castillo, que actuó como aglutinante de un pequeño núcleo de población en principio, fortalecido a su vez por un cinturón amurallado, cuyos vestigios, aún son hoy visibles. En este sentido conviene señalar dos rasgos importantes de Alcaudete, destacados ya por Idrisi durante el siglo XII, que son su fortaleza o "fuerte considerable, bien poblado, construido al pie de una montaña que mira al occidente" y su mercado, "muy concurrido".

Esta actividad comercial estaría en función de su privilegiada situación en un cruce de caminos equidistante de Córdoba, Jaén y Granada.

De entre los personajes más relevantes de esta villa durante este período debemos destacar la figura de Ahmad B. Zakariya b. Mas’ud al-Ansari Abu Yafar al-Kassad, que fue almocri, es decir, lector del Corán en la mezquita, y además recitador de poesías religiosas, transmisor de la tradición profética del Islam, insigne estudioso de la lengua árabe, prestigioso comentador del libro del Corán, y brillante profesor de gramática árabe y de cultura general. Nación entre los años 1156/7 y murió en Córdoba.

Época cristiana

Se sabe que en 1085, Alfonso VI, acompañado por el Cid, tomó Alcaudete. Lo vuelve a retomar Yusuf y en 1212 tras la batalla de las Navas, lo recupera Alfonso VIII, manteniéndola en su poder hasta 1214 en que volvió a manos de los musulmanes cuando se pierde nuevamente y, Fernando III “el Santo” (1217-1252), la reconquista en 1243. El rey Fernando IV "el Emplazado" (1285-1312), murió en Alcaudete. Vuelve a perderse y en el 1340, la recobra Alfonso XI “el Justiciero” (1311-1350), definitivamente. Quedó ya en poder de los reyes cristianos y cedido a la casa de Córdoba, y después a las de Oropesa, Alba y Frías.

A partir del siglo XIII, cuando la mayor parte de la depresión Bética se vio envuelta en el torbellino militar que culmina con la conquista de Fernando III de la Andalucía del Guadalquivir y la creación del último estado musulmán, la villa de Alcaudete, situada en la línea divisoria de las Subbética, frontera natural y política entre los dos reinos fluctuó alternativamente entre Castilla y Granada. Así, Fernando III la conquistó en repetidas ocasiones en 1225, 1240 y 1245 a los musulmanes y éstos de las de aquél en otras tantas, incluso en posteriores reinados, como bajo la minoría de edad de Fernando IV, en que fue arrebatada entre 1299 y 1300 por Muhammad II, incorporándola nuevamente a la frontera del reino granadino. Los monarcas nazaríes retuvieron la villa no solo militar, sino incluso diplomáticamente, con un firme y decidido interés en mantenerla en su territorio, dado su valor de enclave fronterizo y estratégico, según se puede deducir de los tratados de paz realizados con Castilla a comienzos del siglo XIV. Pero si por la diplomacia no fue posible recuperarla, Fernando IV lo intentó por la fuerza de las armas, cercándola en la primavera-verano de 1312, aunque por su enfermedad tuvo que retirarse a Jaén, donde moriría días más tarde, mientras que "el infante don Pedro que fincara en la hueste afinco a los moros tanto fasta que le dieron la villa e entregaron la lunes cinco días de septiembre".

Estas vicisitudes hacen que durante los siglos XIII y XIV, la población disminuyera notablemente, quedando sólo la guarnición militar. Las casas eran pocas y dentro del recinto amurallado. A mediados del siglo XIV queda definitivamente en poder de los cristianos, así como Alcalá la Real, lo que hace que ya no se encuentre en primera línea con los árabes. Alfonso Xl concede privilegios con objeto de atraer nuevos habitantes y poco a poco éstos aumentan, así como las edificaciones.

Esta conquista marcó un cambio en los anteriores propietarios de la villa, que dejo de ser patrimonio de la Orden de Calatrava en el obispado de Jaén, si bien ésta continuó como beneficiaria y recipendiaria de "las dos partes de todo el diesmo del dicho lugar e de su término por composiçion que era entre la dicha orden e el obispo e el cabildo de la Eglesia de la noble çibdat de lahen", pasando a depender ahora de la Corona como villa de realengo: "porcue al tiempo que el rey don Fernando, mio padre, que Dios perdone, gano el lugar de Alcabdete de lo moros lo detovo en si e lo tenemos nos agora en quanto la nuestra merced fuese”; según palabras de Alfonso XI. Fue también este monarca que de una forma firme y definitiva se planteó la repoblación de la villa para consolidar la definitivamente en el territorio castellano, como resultado de una concepción global de afianzamiento y refuerzo de los enclaves fronterizos, mediante la concesión de una amplia serie de ventajas, mercedes y exenciones a "todos los vecinos e moradores que agora moran e hicieren morar e poblar a Alcaudete de aquí adelante". De esta manera la empresa repobladora de la villa contó y se vio reforzada por unos privilegios de carácter jurídico-político, como la concesión del fuero de Córdoba a la villa de Alcaudete, así como el mismo "status" de libertades y franquicias de los vecinos de aquella ciudad, derecho de asilo para redención de los homicianos, dependencia de la justicia real a la población alcaudetense; y como complemento, por una serie de privilegios, o mejor dicho, de ventajas comerciales y económicas como exenciones de impuestos de tráfico a las personas, diezmos, veintena, portazgo, montazgo, castillería, pasaje, peaje, roda, etc. y del impuesto comercial o alcabalas, donación de la aldea de Cabañas, normativa para realizar el repartimiento de la villa y término de Alcaudete; libertad de saca de cereal y otros mantenimientos para abastecimiento de la villa.

En el último tercio del siglo XIV, instalada ya la dinastía Trastámara en el trono castellano, se produjo un cambio radical en la historia de la villa al ser enajenada de la Corona y donarla en merced a un particular como señorío. Una de las ramas de los Fernández de Córdoba, la de Montemayor, asentó su base territorial y estableció un amplio marco jurisdiccional sobre la villa y término de Alcaudete hasta finalizar el Antiguo Régimen, primero como señorío y luego como condado. Entre los señores de la vilIa de Alcaudete a lo largo de la baja Edad Media hay que señalar: Alonso Fernández de Córdoba y Montemayor (1372-1390). D. Martín Alonso de Córdoba y Montemayor (1390-1428). D. Alonso Fernández de Córdoba y Montemayor (1426-1459). D. Martín Alonso de Córdoba y Montemayor (1459-1489). D. Alonso Fernández de Córdoba y Montemayor (1489-1521). D. Martín Alonso de Córdoba y Velasco (1521-1558), sexto señor y primer conde de la Casa de Alcaudete.

El siglo XV muestra el desarrollo y afianzamiento del régimen señorial en Alcaudete, iniciado anteriormente, la pervivencia de la frontera, aunque cada vez más alejada, que tuvo una triple influencia en la vida de la villa: militarmente va a ser escenario de la última gran algarada granadina por tierras castellanas que concluyó con el cerco de la misma por el ejército de Muhammad VII, la conversión a su vez de la villa en enclave y plataforma de entrada de las tropas castellanas en territorio granadino, sobre todo en la guerra de Granada, y socialmente la frontera no fue una barrera infranqueable, sino más bien una línea de separación entre dos mundos que estaban más relacionados de lo que hoy pudiera pensarse, como lo testimonian instituciones originarias (alcaide entre moros y cristianos, alfaqueques, fieles del rastro, etc.) o los continuos intercambios comerciales. En este sentido, Alcaudete jugó un importante papel dentro del comercio granadino-castellano, como lugar de trueque e intercambios en la frontera de ambos estados durante los momentos de paz y tregua. Concretamente con la capitulación provisional de tregua realizada en Jaén el 11 de Abril de 1439, se regulaba este carácter de mercado fronterizo estipulando "que los cristianos y judíos del reino de Castilla puedan entrar en el de Granada con sus mercancías no vedadas, precisamente por Alcalá la Real y hasta Puerto Lope, y no más allá; y que los moros que vinieren a Castilla con mercancías, siempre por el camino de Alcalá puedan llegar hasta Alcaudete, y no más adelante.

En 1455 la grandeza, conjurada, intentó prender a Enrique IV durante su estancia en Alcaudete, pero, avisado a tiempo por D. Iñigo de Mendoza, aquél logró marchar secretamente a Córdoba.

A finales del siglo XV vuelve a disminuir la población a consecuencia de las matanzas de judíos. Los que no murieron se marcharon. Fueron sustituidos por los gitanos, que acudieron en gran número y se establecieron, hacia el año 1470, dejando su nomadismo, y favorecidos por el mismo Martín Alonso de Montemayor señor de la ciudad. Los Reyes Católicos pasaron por aquí en varias ocasiones durante el año 1490, e incluso firmaron varios decretos.

Durante la guerra de la conquista de Granada, sirvió de base de aprovisionamiento y punto de partida para expediciones. Terminada la conquista pierde su carácter militar, aunque conserva guarnición y alcaide, hasta mediados del siglo XVII.

Martín Alonso de Montemayor entró en Granada, con el séquito de los Reyes Católicos, el 2 de enero de 1492, según consta en el archivo de la Casa de Alba. Iba con la artillería, en unión del Alcaide de Soria, con 300 lanzas y 200 peones.

 

miércoles, 18 de mayo de 2022

¿HUBO UN PRECEDENTE CRISTIANO EN EL ORIGEN DE LA MEZQUITA DE CÓRDOBA?

 

¿HUBO UN PRECEDENTE CRISTIANO EN EL ORIGEN DE LA MEZQUITA DE CÓRDOBA?

www.alandalusylahistoria.com

El tópico de la suplantación de los espacios sagrados, surgido sin base empírica, se esfuma cuando se ha excavado

FERNANDO ARCE SAINZ
BIBLIOTECA TOMÁS NAVARRO TOMÁS (CCHS-CSIC)

Patio de los Naranjos de la Mezquita de Córdoba. Wikimedia Commons.


Con la información disponible (documental y arqueológica) se puede afirmar que la gran mezquita de Córdoba se levantó en tiempos, y por impulso, de Abderramán I (756-788). No está claro, dentro de esas fechas, cuándo arrancó el proyecto. En algunos de los relatos que hacen alusión al origen del edificio se menciona el año 170 de la Hégira (784-785 a. d.), si bien los textos que la proclaman, aparte de ser tardíos (del siglo XII en adelante), suelen contener noticias desacreditadas desde otras fuentes informativas. Es del todo improbable, como se dice en esas fuentes, que la obra se ejecutara en un solo año.

La mezquita no es una consecuencia directa e inmediata de la conquista. Aparece cincuenta años después de ella. A mediados del siglo VIII, Abderramán Ibn Muawiya, nieto del califa omeya Hisam, ha conseguido escapar de la violencia abasí y establecer, en la Península Ibérica, una entidad político-territorial independiente sobre la legitimidad de su pertenencia a la estirpe de los conquistadores de al-Andalus. La aparición del emirato independiente significa el arranque de la dinastía omeya andalusí. Siguiendo modelos ensayados, la naciente dinastía impulsa espacios monumentales desde los que proyecta su poder e ideología a la sociedad. Uno de ellos es la aljama, una mezquita promocionada por el poder político en la que la comunidad de creyentes, con el sultán a la cabeza, se reúne para el rezo colectivo. Hasta que llegó Abderramán a Córdoba el rezo común no se desarrollaba en un edificio construido, una mezquita, sino en musallas, espacios al aire libre someramente señalizados en el suelo en los que se congregaban los creyentes. Las explanadas abiertas y despejadas usadas como musallas solo se podían encontrar fuera de unos límites urbanos llenos de obstáculos físicos.

La obra de la aljama, frente a las musallas, significaba un fuerte impacto en la trama urbana. Al levantarse dentro de las antiguas murallas romanas era necesario, en primer lugar, preparar un enorme solar en un sector de la ciudad secularmente urbanizado. ¿Por qué se eligió ese entorno? ¿Qué se tuvo que eliminar? En este punto entra en juego una vieja discusión respecto al pasado inmediato de la mezquita. Desde Francisco Javier Simonet, un arabista del siglo XIX, se habla de una presencia cristiana bajo la forma de una iglesia que fue necesario eliminar para dejar sitio a la mezquita. Se apoya Simonet en una tradición literaria musulmana según la cual, cuando la ciudad fue conquistada, se derribaron todas las iglesias menos una que, además, fue obligada a compartir para dar cabida al rezo musulmán. Décadas después, según ese relato, cuando Abderramán I decide emprender la construcción de la aljama, se entra en negociación con los cristianos para conseguir su mitad del templo. Estos últimos abandonarán el lugar tras recibir una indemnización económica y obtener el permiso para rehabilitar las iglesias que fueron destruidas. Una de las versiones de esta tradición literaria menciona, como escenario de los hechos, a la iglesia de  Sant B.n.y.n.t, nombre que tradicionalmente se identifica con San Vicente.


Francisco Javier Simonet (1829-1897​ ). Wikimedia Commons.


Se fue forjando así un mito histórico que ha hecho que la mezquita de Córdoba sea habitual escenario de batallas historiográficas, políticas, ideológicas y patrimoniales. Actualmente, la discusión sobre el pasado cristiano de la mezquita ha dado un salto cualitativo y cuantitativo por parte de los defensores de dicho pasado. Parece haberse abandonado la idea una solitaria iglesia (la basílica de San Vicente). Ahora se habla de todo un barrio episcopal integrado por diversos edificios, tanto religiosos como residenciales y de servicio. ¿Estaba el complejo episcopal visigodo en el lugar donde se erigió la aljama?

Una respuesta afirmativa reforzaría la lectura más conservadora que dice que la implantación musulmana sería, más bien, una suplantación simbólica y material. Los poderes locales derrotados y sometidos fueron obligados a dejar sus espacios representativos para ser usados por los conquistadores. Sin ir más lejos, el caso de Córdoba con la supuesta basílica de San Vicente, ha dado origen a un persistente tópico historiográfico que consiste en afirmar que las catedrales preislámicas fueron expropiadas para erigir sobre ellas las mezquitas principales de las ahora medinas.

Pasemos a valorar los orígenes de la mezquita desde el análisis de las fuentes informativas disponibles, documentales y arqueológicas. En conjunto, el dosier documental ofrece más bien confusión. Aparte de la famosa tradición literaria sobre la iglesia primero compartida y luego comprada hay otras que, de forma injustificada, no suelen ser manejadas. Reunidas todas, siempre procedentes del canal documental árabe, se ofrecen situaciones diversas, irreconciliables. Unas dicen que Abderramán I construyó su mezquita sobre una mezquita anterior que se remontaba a los tiempos de la conquista. Otras que había una iglesia pero que no estaba siendo compartida. Luego, como no, la de la iglesia de San Vicente, y otra que dice que el templo cristiano que se derribó no estaba en la sala de oración sino en lo que pasó a ser el patio de la aljama. Si ordenamos cronológicamente las fechas de elaboración de las fuentes que dan noticias sobre el origen de la mezquita comprobamos que son, las más tardías, aquellas que incluyen la presencia de iglesias. Autores de los siglos X y XI como al-Razi, Ibn Hayyan (quien dice tomar la noticia del anterior) o Ibn al-Qutiya muestran escenarios de exclusividad musulmana: el emir levanta la mezquita sobre otra anterior erigida por los conquistadores. Es a partir del siglo XII (Ibn Idari) cuando asoma el templo compartido en lo que parece ser una clara adaptación, a Córdoba, de una tradición literaria que tenía por escenario Damasco.


Tejado de la mezquita de Córdoba. Wikimedia Commons.


En cuanto al registro arqueológico, no han sido muchas las excavaciones  realizadas en la mezquita, aunque sí suficientes para poder descartar que este sector urbano contara con algún edificio religioso que fuera necesario eliminar como paso previo a la construcción de la aljama. Esto vale tanto para iglesias como para mezquitas ya que, no lo olvidemos, hay relatos que hablan de templos cristianos mientras que otros aluden a mezquitas. Las campañas excavatorias más extensas y ambiciosas se desarrollaron en los años 30 del siglo pasado, siendo impulsadas por Manuel Gómez-Moreno y dirigidas por Félix Hernández. Los resultados fueron del todo desmitificadores ya que, según sus propios testimonios, nada apareció que pudiera asimilarse a la basílica esperada. Los últimos niveles de uso, aquellos que tuvieron que ser arrasados para hacer el solar, presentaban estructuras arquitectónicas lejos de los estándares monumentales y, además, no definían espacios litúrgicos mínimamente coherentes. Había que bajar hasta los niveles más profundos, romanos, sepultados por los anteriores, para encontrar restos de cierta monumentalidad y calidad ejecutoria. Algunos de ellos pueden ser contemplados a través de un cristal en el suelo de la mezquita, a unos tres metros por debajo de él. Se le dice al visitante que son parte de la basílica de San Vicente. Falso. Se trata de un ámbito doméstico, residencial, erigido en torno al siglo IV.


Localización de las estructuras encontradas por Félix Hernández. Plano realizado a partir de la información de Félix Hernández revisada por Pedro Marfil y Antonio Fernández-Puertas, publicado en José Manuel Bermúdez, “El atrium del complejo episcopal cordubensis. Una propuesta sobre la funcionalidad de las estructuras tardoantiguas del patio de la mezquita de Córdoba”Romula, nº 9 (2010), pp. 315-341.


Excavaciones acontecidas tiempo después (años 90 y 2017) arrojan la misma secuencia, al tiempo que siguen sin aportar evidencias de un centro de culto arrasado. No es ninguna sorpresa que bajo la aljama cordobesa no aparezcan iglesias amortizadas. El tópico de la suplantación de los espacios sagrados (de catedrales a aljamas), surgido sin base empírica, se esfuma cuando se ha excavado. En Córdoba, pero también en Zaragoza y Toledo, bajo cuyas catedrales medievales encontramos los oratorios islámicos pero, si continuamos profundizando, no aparecen por ningún lado las catedrales visigodas.

Cuando Abderramán I, emir independiente de al-Andalus, comienza a gobernar en Córdoba hereda una ciudad emanada de la conquista. El área en la que se levantará la aljama contaba ya con una rotunda presencia musulmana: un potente edificio fortificado junto a la muralla, el alcázar, que era la residencia de los gobernadores vicarios que se fueron sucediendo en los anteriores cincuenta años. Las excavaciones de la mezquita han aportado interesante información sobre lo que estaba pasando en esta parte de la ciudad en la primera mitad del siglo VIII. En el patio se excavó un suelo de empedrado en el que aparecieron un buen número de monedas musulmanas de plomo (llamadas feluses), un tipo de numerario que se usaba de forma cotidiana en las pequeñas transacciones. Cronológicamente todos los feluses corresponden al emirato dependiente (primera mitad del siglo VIII). Son monedas perdidas por gentes que se muen e interactúan, con sus dineros, en esta parte de la ciudad. En la puerta de San Esteban, Félix Hernández excavó un pozo ciego, sellado por la construcción de la mezquita, que arrojó materiales cerámicos propios de ambientes domésticos que presentaban las primeras novedades respecto a la tradición alfarera local tardorromana. Las cosas, sin duda, estaban cambiando en la ciudad y en la vida de sus residentes.


Arquería de la mezquita de Córdoba. Wikimedia Commons.


Esta medina en ciernes dará un salto adelante con la aparición del emirato, empezando por la construcción de la mezquita aljama ¿De qué manera pudieron verse afectadas las iglesias cordobesas en este nuevo escenario? Pues seguramente de ninguna. En la zona de la mezquita no había ningún templo que perder, ni antes ni después de hacerse la aljama, por lo que nada hay que decir al respecto en esta parte de la ciudad. Miremos mejor donde tenemos evidencias materiales de iglesias preislámicas que se enfrentaron a un nuevo tiempo que empezó tras la toma de la ciudad. Hoy por hoy solo conocemos, con garantías arqueológicas, tres de las iglesias cordobesas tardoantiguas y altomedievales. Las tres se localizan en Cercadilla, un arrabal en el oeste de la ciudad, y funcionan sin solución de continuidad más allá de la conquista. Una de estas iglesias, identificada con la basílica de San Acisclo de las fuentes árabo-cristianas, estuvo con seguridad en activo hasta inicios del siglo XI.

Lo que tenemos es un modelo de implantación antes que de suplantación. Las ciudades en las que se instalan los que llegan seguirán teniendo los mismos habitantes. Unos habitantes que se han quedado donde están porque las élites que dominaban y articulaban las sociedades locales han llegado a un pacto con el poder entrante. La ciudad, con sus moradores, va redefiniendo su topografía, pero no de una manera arbitraria o conflictiva. El poder musulmán naturalmente impone sus intereses pero no va a disputar, a los que han pactado, sus espacios de representación. La legitimidad del acuerdo, respaldada por la fuerza, permite a los musulmanes actuar de forma decidida en ciertas partes de la ciudad, como se ve en la parte sur, donde primero apareció el alcázar y más tarde la mezquita. Al mismo tiempo, otras partes de la ciudad siguen manteniendo, sin ser cuestionados, sus referentes religiosos previos (cristianos). Este es el caso de Cercadilla, donde las iglesias ni son destruidas ni son desafiadas colocando, cerca, mezquitas. La primera mezquita acreditada arqueológicamente en este arrabal aparece en el siglo X y es consecuencia de un contexto (el explosivo crecimiento de la ciudad en época califal) que nada tiene que ver con lo que ocurría en el siglo VIII.

Este modelo de implantación no es algo original de al-Andalus. Lo encontramos en otros territorios de conquista. La gran mezquita de Damasco, aljama de los Califas Omeyas, se levanta dentro de los límites de un colosal templo pagano, sin restos de iglesias intermedias. La Cúpula de la Roca y la mezquita al al-Aqsa, en Jerusalén, se alzan en la Explanada del Templo, un barbecho urbano deliberadamente mantenido bajo la dominación bizantina como humillación al colectivo judío. En Amán, una de sus colinas que albergaba un conjunto de ruinas romanas vio surgir un gran complejo palatino omeya además de una mezquita y un mercado.

La implantación, sin duda, supuso una solución de continuidad en la historia de las ciudades, pero no se hizo a costa de provocar desplazamientos forzosos, sino con la intención de generar nuevos polos de desarrollo urbano propiamente musulmanes. Desde esta perspectiva pensemos de nuevo en el tópico historiográfico sobre las catedrales y las aljamas: ¿se imaginan que en todas y cada una las ciudades de al-Andalus que siguieron teniendo obispados (cerca de veinte) los mitrados tuvieran que hacer las maletas para dejar atrás su catedral y trasladarse a otra iglesia? De momento no tenemos ningún dato, documental o arqueológico, que acredite estas mudanzas.


Mihrab de la mezquita de Córdoba. Fototeca del Patimonio Histórico.


Terminemos preguntando por el edificio que lleva rato sobrevolando estas líneas ¿Dónde estaba la catedral cordobesa? Al no existir pruebas de traslados (bajo la mezquita no hay iglesias y mucho menos un complejo episcopal) tenemos que pensar que siempre estuvo en el mismo lugar, desde época preislámica hasta, por lo menos, finales del siglo X, momento en el que sabemos con seguridad que seguía existiendo el obispado cordobés (colofón de la Biblia Hispalense, escrito por el entonces obispo de Córdoba, Juan, en 988). Existe un conjunto de obras literarias debidas a escritores cristianos cordobeses de mediados del IX (Eulogio, Álvaro y Sansón) en las que se dan bastantes noticias sobre la actualidad del momento. Vemos desfilar por ellas a muchas personas y, también, a muchos establecimientos religiosos que van desde la ciudad hasta sus alrededores. Alguna de ellas tenía que ser necesariamente la catedral. El problema es que ninguno de los tres escritores usa el término catedral para referirse a una iglesia en concreto. Entre todas las iglesias mencionadas, por lógica y casuística, la catedral tiene que ser una de las ubicadas en el medio urbano cordobés: San Acisclo, San Zolio, Los Tres Santos. Todos estos centros religiosos se localizan en diferentes suburbios que iban más allá de los límites marcados por las murallas romanas, lo que no significa que no formen parte efectiva de la ciudad de Córdoba. Dentro de sus murallas, por cierto, no encontramos información sobre la presencia de iglesias. Ni en los textos de época visigoda ni en los textos árabe-cristianos hay referencias a iglesias intramuros, presentes o pasadas. En cuanto a las propuestas hechas desde el registro arqueológico (la basílica de San Vicente en la mezquita y la iglesia del Convento de Santa Clara) carecen de bases argumentales solventes.

Entre las candidatas a catedral tal vez sea San Acisclo la que tenga más opciones: hay obispos enterrados en su necrópolis (lápida del obispo Lampadio muerto en 549, anillo del obispo Sansón sin fecha); la información textual árabe-cristiana muestra una fuerte vinculación entre esta iglesia y autoridad episcopal. Sea o no San Acisclo la catedral, lo importante es que la ciudad a la que llegan los musulmanes tenía, fuera del viejo recinto romano, sus principales edificios religiosos. Esta circunstancia, consecuencia de unas dinámicas históricas previas que son comunes a los núcleos urbanos postclásicos hispanos, jugó a favor de los que vinieron, permitiéndoles ocupar unos espacios, antes centrales, que han perdido dinamismo pero que ofrecen escenarios en los que desarrollar los nuevos discursos monumentales. La verdadera suplantación llegará más adelante, cuando los poderes cristianos medievales van conquistando las grandes medinas de al-Andalus: las aljamas se transforman en catedrales, los alcázares en fortalezas-palacio cristianos, las mezquitas de barrio en parroquias, los zocos en mercados.


PARA AMPLIAR:

 

 

 

 

 

miércoles, 23 de marzo de 2022

ALCAZABA DE ALHAMA DE GRANADA

 

ALCAZABA DE ALHAMA


DE GRANADA


Estaba jalonados de torres, portillos y cuatro puertas



TORRE DE LOS ESCALADORES- Alcazaba de Alhama

Alhama de Granada está enclavada en un punto estratégico, a medio camino entre Málaga y Granada. Desde lo alto de la peña se domina el basto territorio circundante. Aquí se asentaron los musulmanes desde el siglo IX hasta la reconquista por parte de las tropas cristianas, el 28 de Febrero de 1482.

Alhama fue desde el primer momento una ciudad fortificada. Estaba constituida por zonas diferenciadas. Por un lado la medina, donde se estableció la población y por otro la alcazaba, que albergaba la guarnición militar, y sería la zona defensiva que presidía a la ciudad. Todo el conjunto estaba circundado por murallas, aprovecharon la protección que les daba los tajos por dos de sus flancos para levantar parte de la fortificación. Esto hizo de Alhama un lugar casi inexpugnable. El recinto de la ciudad estaba constituido por altos muros jalonados de torres, portillos y cuatro puertas que eran la de Granada, la de Málaga, la del Agua y la de la Mina.

En el interior se encontraba la medina cuyo trazado, de estrechas y serpenteantes calles, aun pervive. El centro de la ciudadela musulmana sería la actual Plaza de los Presos. Aquí se encontraba la mezquita mayor, el zoco, las alhóndigas y la alcaicería. La sede del gobierno de la ciudad también estaría cerca de la mezquita.

La parte Noroeste y Suroeste de Alhama era la más vulnerable, por lo que fue la zona mejor fortificada, emplazando en ella la parte más importante de la alcazaba.

TORRE DE LA VIUDA – Alcazaba de Alhama

La Alcazaba de Alhama  estaba separada de la población por una ronda. Albergaba las dependencias de los militares con viviendas, caballerizas y almacenes. Además contaba con una gran torre que era la residencia del alcaide, conocida posteriormente como El Castillo.

En las partes más importantes de lo que formó la fortaleza de Alhama, se han instalado hitos informativos, de los que destacamos los siguientes:

Puerta de Málaga: De ella partía el camino que comunicaba directamente con la ciudad de Málaga.

De gran importancia para Alhama, fue junto con la Puerta de Granada, uno de sus principales accesos.

Comunicaba directamente con la medina a través de calles anchas, facilitando así el acceso a las caballerías y los carros que abastecían la población.

Torre del Mirador o de las Almunias: Llamada así por los baluartes situados sobre los tajos, denominados también  Miradores del Concejo. Daban hacia las villas o casas de campo cercanas.

Puerta de la mina: Formaba parte del camino que comunicaba la población con las alquerías de Arenas, Játar y la costa de Almuñécar.

Bajo la torre se encuentra una vía subterránea, excavada parcialmente en la roca, que comunicaba la ciudad de Alhama con el río. Ideada para que fuese posible el suministro de agua en momentos de asedio.

Torre de la Viuda de Juan de Vallarta o del regidor: Era una torre de ronda de la muralla. Ubicada, al parecer, a la espalda de la casa del regidor.

Torre de los escaladores o de las peñas del adarve:  Según los cronistas por este lugar un grupo de escaladores musulmanes intentó el asalto a la ciudad.

Puerta del agua: Fue un punto de acceso de la población a la vega del río. Se sitúa entre la Puerta de la Mina y la de Granada.

Puerta de Granada o Torre de las Campanas: Fue la puerta principal de la ciudad de Alhama. De ella partía el camino medieval que unía Granada y Málaga. Se comunicaba directamente con la medina. En el siglo XVI se instalaron en su torre unas campanas, denominándose a partir de ese  momento Torre de las Campanas.

Torre de las Carnicerías, o del adarve del matadero: Se encontraba en dirección a las Carnicerías Reales, cuya portada blasonada todavía queda en pie.

Torre del portillo, de vergara o de la barbacana: Situada en una posición estratégica del perímetro amurallado de Alhama.

Torre de las escalas: Construida como refuerzo, se encontraba en el poniente del adarve de la muralla de Alhama. Por esta zona, según las crónicas, se concentraron las tropas castellanas.


Fortaleza de Alhama

Torre del homenaje: Adyacente a la Torre de las Escalas, cumplía funciones defensivas en la parte más vulnerable de la muralla, por donde los tajos pierden su elevación.

Torre de los arcos de la fortaleza: Por este espacio el acueducto entra en la ciudad llevando el agua a la población de Alhama. 

Torre de Vélez: Llamada así por encontrarse en el Camino de Vélez. Constituyó una de las vías principales de Alhama.

Portada de las Carnicerías Reales (1568-1571): En cuya ejecución intervino el alarife de Granada Juan Castellanos. Destacan en ella, los escudos del corregidor Gome Mesía de Figueroa, quien organizó las milicias de Alhama, Loja y Alcalá la Real para luchar contra los moriscos sublevados en las Alpujarras y Sierra de Bentomiz. La portada se volvió a remodelar en 1738.

A extramuros de la ciudad se encontraba la Al-musarà o al-musallà, un espacio reservado para el adiestramiento militar tanto ecuestre como de infantería, donde también se realizaban funciones públicas.