lunes, 29 de junio de 2020

LAS CALLES DE AL-ANDALUS (Segunda parte)


LAS CALLES DE AL-ANDALUS (segunda parte)



La idea de un trazado irregular de calles que caracterizaría a la ciudad islámica por serlo ha sido abandonada por haberse demostrado que en ciudades fundadas por musulmanes hay una planificación con regularidad de trazado y porque el aspecto laberíntico lo produce en realidad una evolución histórica

MARIBEL FIERRO Y LUIS MOLINA
CCHS Y EEA (CSIC

El derecho islámico distingue entre la calle verdadera, abierta por los dos extremosque es un camino público por donde todo el mundo (musulmanes y no musulmanes) tiene derecho a circular, y el callejón que la mayor parte de los autores considera una vía ‘privada’ que pertenece en co-propiedad a los vecinos.

La vía pública

El gobernante o sus delegados eran los responsables de establecer la mezquita del Viernes en los núcleos urbanos que así lo requerían, fijar la ubicación de los edificios del gobierno y del tesoro, el zoco, las murallas y sus puertas, así como las vías públicas que conectaban todas esas estructuras, especialmente las que iban desde el centro político-religioso de la ciudad hasta las puertas. Esas eran las vías públicas. Nadie posee esa vía en propiedad. Tal y como ha expuesto Jean-Pierre van Staevel:
«La vía pública es como un río, algo de utilidad general, que no es susceptible de apropiación sino de derecho de uso, de paso y circulación, por ello la ley se fija en aquello que causa perjuicio a ese derecho».
En la Mérida bajo-imperial, según Miguel Alba, se ha podido detectar cómo miembros de las élites logran apoderarse de espacios públicos. En la Córdoba musulmana conocemos un intento por hacerlo, estudiado por Christine Mazzoli-Guintard. El chambelán del emir ʽAbd Allāh, Ibn al-Salīm (m. 914), se apoderó de una parte de la calle incorporándola a su jardín y rodeando de un muro el espacio que había robado a la calle. Esto ocurrió entre 888 y 907. Los juristas emitieron —como era normal— dictámenes contradictorios sobre lo hecho por el chambelán. Pero la mayor parte se mostró contraria, siendo condenado Ibn al-Salīm a destruir el muro que materializaba su acaparamiento de la vía pública. En este caso, alguien se había erigido en muhtasib denunciando lo hecho por el chambelán. Algunos años más tarde, Ibn ‘Abd al-Ra’ūf estipulaba que nadie podía beneficiarse en su propio interés de los caminos y vías. En enero de 972, el califa cruzó con su cortejo un barrio de Córdoba y pudo comprobar que una calle que bordeaba un foso se había vuelto muy estrecha, por lo que hizo comprar y luego destruir las tiendas que bordeaban esa calle para asegurar la circulación por ella.
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Ibn al-Imām de Tudela atribuye esta defensa de lo público al Profeta: “Quien se apodera sin derecho de un pedazo de tierra,  de un campo, de un camino público o del finā’ de una casa, Dios le pondrá un collar de la anchura de siete campos el día del Juicio”. La tradición es de dudosa autenticidad y establece un castigo de tipo religioso (tendrá lugar en el más allá) y no legal. El jurista malikí de Qayrawan Saḥnūn (m. 820) condenó toda usurpación de los caminos públicos, siendo obligada la restitución aunque hubiesen pasado veinte años “porque los caminos públicos no prescriben”. Pero introduce dos correctivos:
  • Acepta el hecho cumplido sobre el suelo usurpado si existe un edificio ocupado, la posesión se ha realizado desde hace tiempo, no se ha producido protesta alguna y se ha olvidado el origen exacto de la ocupación. Esa larga posesión en el tiempo implica que el ocupante queda protegido contra una posible reivindicación, pero sin conferirle la propiedad plena y efectiva. Es, en cualquier caso, una puerta abierta al abuso, sobre todo en época de desorden o de debilidad de la autoridad, y que pueda llevar a que se toleren usurpaciones del dominio público y a que se atente contra los caminos públicos.
  • Saḥnūn prohibió que se acaparase el finā’ si ello suponía que se impedía el paso, lo cual implica que se admite lo que no impide el paso. Otro jurista malikí admite el hecho cumplido como también lo hace Ibn al-Imām de Tudela cuando la invasión de la vía pública es tan leve que no incomoda a nadie, en concreto, si se sigue permitiendo el paso de camellos cargados con fardos, fijándose la dimensión mínima de la vía pública en 7 codos  (entre 3,36 y 3,78 metros), anchura en principio estimada para una calle privada por el fundador de la escuela malikí y que los malikíes acaban adoptando para las vías públicas (1). Muḥammad b. Talīd (m. 908) conectó la anchura de la calle a quienes pasan por ella: si son hombres, siete codos; si también ganado y vacas, 20 codos. Hubo otros juristas que se mostraron más severos. En Túnez, el cadí Ibn ‘Abd al-Rafī` ordenó a Ibn al-Rāmī (siglo XIV), maestro albañil, que destruyese las tiendas que habían sido construidas por los vecinos de una calle, en todos los tramos de esa calle, independientemente de si la calle se había estrechado mucho o poco. El hecho de que se mostrase tan firme indica que se sentía apoyado por un gobernante fuerte, ya que la norma parece haber sido la indulgencia.
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Otros casos de apropiación de la vía pública mencionados en los dictámenes legales son la construcción de un abrevadero o el caso de unos tintoreros que extienden sus tejidos teñidos y mojados sobre la calle molestando a los transeúntes  y ensuciando sus vestidos. También los tenderos tendían a ir acaparando la vía pública con sus puestos y en el caso de un zoco en Túnez, los cadíes intentaron evitarlo pero no lo lograron.
¿Quiénes son los que hacen apropiaciones? Si eran gentes poderosas, los afectados podían no iniciar un litigio y esta falta de acción en contra podía llevar a la prescripción adquisitiva (ḥiŷāza). El jurista qayrawaní al-Suyūrī (m. 1067) fue preguntado por el caso de una persona que había incluido dentro de su casa una parte de la vía pública y contra el que los vecinos habían iniciado un litigio después de veinte años. Contestó que lo que había sido construido debía ser destruido, restituyendo a la vía lo que le había sido robado si la prueba (bayyina) era clara. No podía haber prescripción adquisitiva en este caso. La tentación de apropiación parece haber sido fuerte y debía ocurrir con frecuencia: por ello, al-Ŷazīrī (m. 1189), autor de una compilación de documentos notariales, incluye un acta para casos de invasión de la vía pública.

Los callejones o adarves

Las calles y callejuelas sin salida eran consideradas propiedades privadas sobre las que tenían derecho los vecinos, ya fuesen individuos o grupos familiares. Su beneficio es común a todos los vecinos y por ello ninguno tiene el derecho de hacer nada en ellas —puerta, saledizo o foso, en la zona que sea— si no es con el acuerdo de las otras personas que allí residen. Por otro lado, cada vecino tiene un derecho de uso preferencial (mirfaq) a lo largo de su muro, junto a su puerta. Por ello, a los vecinos les interesa mostrar generosidad con los demás, permitiendo, por ejemplo, a su vecino poner una viga en sus muros o darle derecho de paso sobre su fondo, así como no molestarse entre sí (un vecino no puede abrir una puerta justo enfrente de la puerta de su vecino para evitar la intrusión visual). Para prevenir los litigios, se les anima a alcanzar el consenso y actuar en común.
Aparte de aquellos aspectos que estaban en manos del gobernante, la formación de una ciudad dependía en gran medida de las decisiones y acciones de los que residían en los barrios, ya que cuando construían sus casas y otras estructuras se veían influidos por las propiedades adyacentes a las que tenían que ajustar sus propios diseños. Las alineaciones de las calles respondían a las estructuras que a lo largo de ellas se creaban y a los cambios que ocurrían en ellas. El sistema era auto-regulador y adaptativo.

El barrio en una ciudad islámica pertenece a sus habitantes y de alguna manera es una prolongación de las casas, por ello Juan Zozaya dijo que los callejones estrechos penetrando en las manzanas siguen las mismas pautas que los pasillos en las casas, como sistema de acceso a los domicilios o a las habitaciones. Las vías internas de los barrios dependen en gran medida de la discreción de sus habitantes y de ahí que se forme una red arbórea de calles.
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Estas calles o callejones de los barrios que se ramifican de las vías públicas se conocen como adarves y pueden acabar siendo callejones sin salida. Los juristas no parecen haberse preocupado por fijar la anchura de los callejones. El fundador de la escuela malikí se limitó a decir que esa anchura debía equivaler a la distancia que permitiese el paso de una carga sobre una montura, refiriéndose posiblemente a las dos cargas simétricas cargadas sobre un camello  acompañado por su dueño (2).
Este tipo de callejones están atestiguados en las fuentes árabes andalusíes desde fechas muy tempranas. Leopoldo Torres Balbás concluye: “Los barrios de habitación de las ciudades hispanomusulmanas estaban, pues, formados en gran parte por una yuxtaposición de adarves, cuyas puertas se abrían a calles de tránsito libre. El adarve podía estar abierto por su otro extremo a una calle, a un corral, o cerrado, es decir, en este último caso, sin salida; unas veces se reducía a una pequeña calle o callejón —adarvillo o adarvejo en el castellano medieval— y otras tenía varias calles o callejuelas y aún, en ocasiones, como el de la Sueca de Toledo, una plazoleta en la que se celebraba un mercadillo. En el adarve podía haber pocas o muchas viviendas, según su extensión. Treinta y tres hemos visto que encerraba uno de Mallorca y nueve el de Dabuchec de la misma ciudad”.
¿Qué tipo de actuaciones se les permitía a los vecinos cuyas residencias daban a los callejones? ¿Podían actuar como quisieran, por ejemplo, abriendo puertas (3), o tenían que ponerse de acuerdo para cualquier modificación o innovación? Para los malikíes —de nuevo— rige el principio de lā ḍarar: cada vecino puede hacer lo que quiera mientras no moleste a los demás. La práctica de Córdoba era que toda apertura de puerta requería el acuerdo de los vecinos. El jurista de Qayrawan al-Suyūrī fue preguntado por una casa que estaba al fondo de un callejón cuyo propietario construyó una extensión metiéndose en la vía tres codos; cubrió además la extensión con una galería que incluía una cocina. La respuesta fue que era indispensable volver al estado original. Saḥnūn ya había dicho que era necesario tener el consenso de los vecinos para cualquier cambio que se hiciese en un callejón, de manera que es de suponer que el propietario no había buscado tal consenso. El jurista cordobés Ibn ʽAttāb (m. 1069) emitió una fetua en la que concluía que, si los vecinos estaban de acuerdo en reparar un adarve, el que rehusase contribuir debía ser obligado a hacerlo.
La práctica de cerrar un callejón con una puerta está atestiguada en ciudades como Qayrawan durante el siglo X y en las ciudades andalusíes desde el s. XIII. Ibn Saʽīd (m. 1286) registró en efecto que en las ciudades de al-Andalus había adarves con puertas que se cerraban por la noche y que en cada calle había serenos armados que llevaban una luz y  un perro de vigilancia. Esta precaución era necesaria para evitar los asaltos, robos y asesinatos nocturnos. Esto se hacía no sólo por razones de seguridad contra ladrones y tal vez contra soldados que exigían pagos, sino —como bien ha señalado Jean-Pierre van Stäevel— por fenómenos de cristalización puntual de grupos de solidaridad familiar y vecinal, marcados por una pertenencia topográfica común. Esta práctica podía dar lugar a litigios cuando nuevamente no había habido consenso entre los vecinos o cuando uno de los vecinos sufría molestias por el ruido de la puerta cuando se abría y cerraba. En Túnez, el dueño de varias casas que daban a un callejón puso una puerta para cerrarlo, pero el dueño de una de las casas que también daba al callejón lo denunció ante el juez y éste ordenó que la puerta fuese demolida y que con la venta de los escombros se pagase al operario encargado de la demolición. Otro caso —estudiado por Mazzoli-Guintard— recoge que un hombre construyó una casa cuya parte trasera daba a un callejón sin salida que pertenecía a un grupo familiar (qawm). El hombre abrió una puerta en ese callejón. Al cabo de tres años, las gentes del callejón vendieron su casa y el comprador quiso hacer cerrar la puerta alegando que se trataba de una modificación reciente. Los alfaquíes consultados contestaron que el nuevo propietario no tenía derecho a protestar y que solo los vendedores tenían ese derecho, es decir, sólo si hubiese habido un litigio anterior a la venta podría el nuevo comprador haber tenido derecho a actuar.

Saledizos

El derecho romano prohibía explícitamente la construcción de saledizos sobre una vía pública. En el derecho islámico y en concreto en el malikí no hay nada parecido. De nuevo, los juristas malikíes permitían esas construcciones siempre y cuando no causasen molestia a los transeúntes. Saḥnūn dice además que si alguien es propietario de una casa a cada lado de una calle puede construir un puente de unión entre ambas, mientras que otro jurista, Ibn Ziyādat Allāh, lo prohibió aunque no sabemos si las circunstancias eran las mismas. Esta permisividad se puede entender como una extensión del concepto de finā’. Entre las condiciones que se imponen está el hecho de que esas extensiones sobre la vía no debían provocar oscuridad, aunque el hecho de que esos saledizos quitasen luz podía no ser mal visto en sitios calurosos. Ese tipo de construcciones además tenían que tener la suficiente altura como para permitir el paso de quienes fuesen montados. Se llega incluso a contemplar la posibilidad de rebajar la calle para evitar causar perjuicio a los transeúntes que van montados.

Otros asuntos que dan lugar a discusiones legales

A diferencia del derecho romano, el derecho islámico no impone nada respecto a proteger el aspecto exterior de las casas y las calles. ¿Qué pasa cuando un edificio ha caído en ruinas en una calle y el lugar se llena de basura? Saḥnūn dijo que el dueño era responsable de la limpieza del lugar, bastando con que solo hubiese molestado a un vecino. Pero si molestaba a más, todos los vecinos eran responsables de ocuparse de la limpieza del lugar, pues, como dijo Ibn Abī Zayd, lo más probable era que hubiesen sido los vecinos los que hubiesen tirado la basura.

Respecto a la evacuación de aguas, se diferenciaba entre las aguas pluviales y las aguas fecales. La evacuación del agua de lluvia desde una casa a la calle no se veía mal siempre y cuando no afectase al vecino de enfrente por ser la calle estrecha. En un callejón sí se prohibía a no ser que se hubiese creado una costumbre. Si eran aguas sucias estaba prohibido que saliesen a la calle.

Callejón del Albaicín (Granada). Wikimedia Commons.

La puerta de la sala de abluciones de una mezquita que daba a la calle fue desplazada hacia el interior de la mezquita. A partir de ese momento, los niños y las gentes que no deberían entrar en la mezquita empezaron a meterse en la sala de abluciones. Algunas gentes del barrio opinaron que había que volver a colocar la puerta en su anterior sitio y algunos de los ulemas consultados se mostraron de acuerdo.
Se plantea la siguiente cuestión: el gobernante ha construido unas tiendas que alquilan las gentes para comerciar y junto a esas tiendas hay tres mezquitas con unos imames asalariados. Uno de los tenderos empezó a hacer la oración a mitad del día y a mitad de la tarde, parándose en medio de las tiendas en el momento de la oración y llamando a las gentes a que fuesen a rezar con él. Los otros tenderos empezaron a hacerlo así, dejando de acudir a las mezquitas ‘oficiales’. Los alfaquíes consultados condenaron que se rezase en el zoco. Entre los pocos hadices (tradiciones del Profeta) que tratan temas relacionados con las calles se cuenta uno en el que prohíbe que se rece en ellas.
Un tendero dijo a su empleado que echase agua sobre una vía pública y como consecuencia de ello una persona murió. El jurista hanafí Abū Yūsuf opinaba que si el tendero se beneficiaba por mojar la calle era responsable por el daño que tal acción podía haber causado. Si alguien monta a un animal en la vía pública y el animal se tropieza y mata a alguien, su propietario es responsable, pero solo si el animal ha utilizado las patas delanteras (que el propietario controla), no las patas traseras o la cola que el propietario no controla. También es responsable si había parado al animal en medio de la calle, pero no si el animal circulaba. En general, si el animal es doméstico el propietario no es responsable. Preguntado Mālik por la balconada de una casa que se había caído matando a un transeúnte, respondió que no se puede considerar responsable a quien la había hecho construir.

Reflexiones finales

La idea de un trazado irregular de calles que caracterizaría a la ciudad islámica por serlo ha sido abandonada por haberse demostrado que en ciudades fundadas por musulmanes hay una planificación con regularidad de trazado y porque el aspecto laberíntico lo produce en realidad una evolución histórica. ¿Cuándo se produce y por qué?
En la evolución histórica pudo haber influido la herencia de la Tardo-Antigüedad, la inseguridad ciudadana o la acción de grupos familiares; según Bulliet, el abandono del tráfico rodado ha de ser tomado en cuenta. Decisiva parece haber sido la influencia del derecho islámico que permite apropiaciones de la calle que poco a poco le van confiriendo un trazado irregular. A pesar de reticencias iniciales, los juristas malikíes dieron muestra de una gran tolerancia cuando el suelo acaparado estaba construido desde hacía tiempo, cuando la persona afectada no había protestado y sobre todo cuando la construcción invasiva no afectaba al tráfico. Para van Staëvel, la obstrucción de una vía y su transformación en callejón se produce por evolución y es circunstancial, no estructural. Mazzoli-Guintard nos recuerda además que la impresión de desorden es errónea: hay una jerarquización entre las calles que responde a las necesidades de la vida económica y social. Así, en Murcia había cuatro categorías de calles: las vías de comunicación principales, escasas en número, que ponen en relación el centro de la ciudad con las puertas; luego, las calles que salen de estas vías principales para articular en torno a ellas los sectores de la ciudad, las calles principales de los barrios; en tercer lugar, calles públicas secundarias que completan la red de las calles de un barrio; en cuarto lugar, los callejones que representan las últimas ramificaciones del sistema y que dan acceso a las viviendas. Frente a la interpretación tradicional de una ciudad que se transformaba de manera anárquica por la iniciativa individual, de las obras jurídicas se deduce una ciudad gestionada por sus ciudadanos para su beneficio común, recurriendo al aparato judicial para regular los abusos de los vecinos.

NOTAS:
Esta panorámica —que está basada en los estudios citados en la Bibliografía, donde se encuentran las referencias de los ejemplos dados— se presentó en 2017 en el VIII Taller Toletum ¿Conectando ciudades? Vías de comunicación en la Península Ibérica, Universidad de Hamburgo. https://www.toletum-network.com/es/2017/10/toletum-viii-staedte-verbinden-kommunikationswege-auf-der-iberischen-halbinsel/.
(1) Cf. la anchura de 5 y 6 metros de las vías de Mérida.
(2) En 1845 la anchura de una calle en El Cairo se determinó midiendo la anchura de dos camellos cargados con fardos.
(3) Mazzoli-Guintard ha señalado que la frecuencia de litigios a los que daba lugar la apertura de puertas en las calles se refleja en el hecho de que al-Yaziri en su formulario notarial incluye un acta para denunciar el perjuicio causado por la apertura de una puerta.
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LAS CALLES DE AL-ANDALUS (Primera Parte)


Las calles de al-Andalus (primera parte)

Publicado por LUIS MOLINAel19 MARZO, 2020

En ausencia de tráfico rodado, las calles estrechas y tortuosas de las ciudades musulmanas tienen muchas cosas a su favor: proporcionan sombra, aminoran el viento, permiten una densidad mayor de habitabilidad y que una ciudad grande sea accesible a los peatones, facilitan las relaciones sociales y son fácilmente defendibles

MARIBEL FIERRO Y LUIS MOLINA
CCHS Y EEA (CSIC)

Las vías dentro de las ciudades

En el urbanismo de al-Andalus no sólo hubo una acción directa del Islam sobre el mundo tardo-antiguo y cristiano sino también una acción inversa con la conquista cristiana. Muchas ciudades andalusíes sufrieron profundas modificaciones tras la conquista cristiana (por ejemplo, ensanche de las calles y supresión de adarves), por lo que es muy difícil reconstruir su topografía anterior sobre todo si no se ha podido excavar en las mejores condiciones.

El urbanismo de las ciudades islámicas del área mediterránea no sólo se vio afectado por las creencias y la cultura de la nueva religión, sino también por el complejo proceso de evolución urbana del mundo tardo-antiguo. Frente a quienes tienden ver una cierta continuidad entre ese mundo tardo-antiguo y los primeros siglos islámicos, Manuel Acién considera que las ciudades andalusíes que se configuran históricamente entre los siglos IX y XI, no tienen nada que ver con sus antecesoras, aunque estén en el mismo espacio físico, y que de hecho se pueden considerar todas ellas como de nueva fundación, porque la ciudad islámica exige la desaparición de la ciudad antigua, lo cual quedaría confirmado por el registro arqueológico. Naturalmente, Acién no niega la pervivencia de hechos físicos —como restos de edificios, trazas, viarios o parcelarios— y no sólo físicos, ya que un elemento tan vinculado a la ciudad como son los obispos también va a pervivir bajo gobierno musulmán. Pero todos ellos terminarán por desaparecer, al igual que la ciudad antigua, en cuanto a su función. Es posible, pues, conocer o restituir en la actualidad los parcelarios y viarios de la ciudad antigua que pueden haberse conservado (como en el caso de Mérida), pero ello no implica que sus funciones fuesen las mismas.

Aparte de reutilizar ciudades preexistentes, los musulmanes fundaron nuevas urbes por necesidades militares, administrativas, socio-económicas o como expresión material del poder de los gobernantes. Al no hallarse condicionadas por un urbanismo previo, estas ciudades —como Murcia, Úbeda, Badajoz y Palma de Mallorca, así como las ciudades palatinas (Madīnat al-zahrā’ y Madīnat al-zāhira), ciudades fronterizas (Talavera de la Reina, Medinaceli, Madrid) y ciudades portuarias (Almería, Tarifa)— son especialmente relevantes para comprender mejor la relación entre Islam y ciudad. En general, la intervención de los gobernantes en la planificación urbana se limitaba a la configuración de su trazado que incluía calles principales, mezquita, murallas y la alcazaba, donde residía el poder; a veces, se ha podido detectar también la planificación de la red de saneamiento. En Cercadilla (Córdoba), se han excavado unos extensos arrabales en los que se han descubierto numerosas viviendas alineadas en calles rectas y amplias, orientadas de norte a sur, para facilitar la evacuación de las aguas residuales que a ellas vertían las atarjeas de las casas.

Cuando el poder político no intervenía de forma directa en la ordenación del espacio, eran los vecinos quienes ejercían el papel de agente ordenador, bien mediante mediaciones y arbitrajes a nivel de barrio o calle, bien mediante el recurso al derecho islámico (fiqh), que propiciaba el entendimiento y que no penalizaba la invasión del espacio público, siempre que no se causara un perjuicio grave al bien común o no se produjera un daño a otro. El espacio público era considerado como una copropiedad de la comunidad y su utilización estaba determinada por el uso así como por el equilibrio entre la molestia causada a los usuarios y la pérdida de beneficio de los vecinos.  Podemos reconstruir estas realidades gracias a los textos legales islámicos, siendo de especial interés los dictámenes jurídicos o fetuas que surgen fundamentalmente con ocasión de litigios provocados por apropiación del espacio público o privado en calles o adarves, por problemas de saneamiento en relación con la evacuación de aguas pluviales o fecales o por falta de limpieza, entre otros motivos.

En las ciudades islámicas no se desarrolló una maquinaria administrativa extensa con instituciones municipales comparables a las que se desarrollaron en el Occidente cristiano a partir del siglo XI. Sí existió un armazón administrativa que iba desde la autoridad política o sus representantes a los cargos de tipo jurídico tales como el cadí o juez, el ṣāḥib al-madīna o zalmedina, el inspector del mercado o ṣāḥib al-sūq, también llamado muḥtasib (encargado de la moralidad pública y en general de lo que hace posible la vida en común). Había un margen amplio para la iniciativa de los habitantes de la ciudad actuando —individualmente o como grupo— en pro de un bien común, en cuya creación y mantenimiento toman parte, sobre todo a nivel de barrio. El barrio generalmente se estructuraba alrededor de su mezquita, espacio de sociabilidad comunitaria y lugar de encuentro donde se discutían asuntos que afectaban a los vecinos. Las relaciones entre vecinos, surgidas de la densidad del tejido urbano, se gobiernan por reglas tácitas que tienden al mínimo perjuicio y al respeto dentro de la vida en común, siendo esto lo que permite el funcionamiento de la ciudad. Cuando no se respetan las reglas y se produce una ruptura del consenso vecinal, interviene el muḥtasib e incluso el cadí para restablecer el orden urbano y asegurar el buen funcionamiento del sistema. Los casos más frecuentes en los que se producían conflictos eran los relacionados con la invasión de lo privado en el espacio público. Antes de ver algunos de esos casos, es necesario tratar del supuesto ‘desorden urbano’ del mundo islámico.

El supuesto ‘desorden urbano’ del mundo islámico

En la literatura sobre la ciudad islámica se insiste en un supuesto ‘desorden urbano’ que tendría su expresión en la planta laberíntica de sus calles y en la influencia del Islam en ese desorden así como en su inmutabilidad.
Para Bulliet, sin embargo, las calles estrechas, la invasión de las edificaciones sobre las vías públicas, y en general el aspecto laberíntico de las ciudades islámicas —rasgos todos ellos descritos a menudo como algo negativo frente a lo positivo conformado por la ciudad romana con su planta rectilínea— han de ser atribuidos no tanto al derecho islámico o a la ausencia de instituciones municipales,  sino al hecho de que formaban parte de sociedades sin tráfico rodado. Bulliet pone de relieve que las calles estrechas y tortuosas tienen muchas cosas a su favor: siguen la disposición del suelo, en países calurosos proporcionan sombra, aminoran el viento, permiten una densidad mayor de habitabilidad lo que a su vez hace que una ciudad grande sea accesible a los peatones, facilitan las relaciones sociales y son fácilmente defendibles.

Explica Bulliet que si hay tráfico rodado, las calles deben ser llanas, sin escaleras o desniveles grandes y, si es posible, debe estar pavimentadas; además hay que mantenerlas en ese estado para que la circulación no se interrumpa. Tienen que tener la anchura adecuada para que, idealmente, puedan pasar dos vehículos al mismo tiempo; las esquinas no pueden ser demasiado agudas o estrechas para las maniobras; los callejones sin salida deben ser evitados. Que los edificios o los comerciantes con sus mercancías ocupen la vía pública debe ser evitado a toda costa. Y hay que contar con que los vehículos son ruidosos y peligrosos (recordemos el accidente del hijo de Ibn Waḍḍāḥ).
A medida que fueron desapareciendo los vehículos, las ciudades de Oriente Medio y el Norte de África gradualmente desarrollaron tipos y disposiciones de calles que se adaptaban mejor a las necesidades humanas. Una vez que sólo había que atender a peatones y animales de carga,  la calle podía transformarse en un mercado abierto o en un callejón sin salida que daba acceso a los que residían en las casas allí situadas. Dada la ausencia de una sanción ideológica respecto a anchuras constantes y vueltas en ángulo recto, con poca legislación – sigue diciendo Bulliet – se podían mantener calles viables. Pero esto no quiere decir que hubiese una sanción ideológica para el desorden, ya que —tal y como ha puesto de relieve Acién— en las ciudades de nueva fundación se daba una planificación específica a pesar de que, al no haber transporte rodado, la necesidad de esa planificación era escasa. La llegada del Islam además no destruyó los viarios previos de ciudades como Antioquía y Herat en las que todavía se preservan largas vías derechas que se remontan a la época pre-islámica. Pero el Islam —surgido en una región donde no se usaba la rueda— prosperó en un mundo, el tardo-antiguo, en el que el uso de la rueda estaba en retroceso y por ello no incorporó una postura ideológica favorable al tráfico vehicular. La evolución de un diseño geométrico a otro orgánico tuvo lugar de forma natural en esas sociedades. Cuando el Islam se expandió por el Yemen, Indonesia o la India, donde el transporte se hacía de otra manera, se encuentran otras plantas de ciudades.

Las calles y el derecho islámico

Si seguimos a Bulliet en dar prevalencia al factor de la desaparición del tráfico rodado, entonces el derecho islámico no habría hecho otra cosa que adaptarse a ese contexto más que determinarlo. Predomina, sin embargo, la visión de que fue el derecho islámico el que determinó el viario de la ciudad islámica. Para Robert Brunschvig, autor de un estudio fundacional sobre la relación entre derecho y el urbanismo en el Islam publicado en 1947, no sólo la ciudad está regida por la ley islámica, sino que dicha ley marca su evolución. Una evolución estrechamente vinculada al derecho de finā’, es decir, el derecho que tiene el propietario o habitante de una casa al uso de un espacio alrededor de la misma tanto a lo ancho como a lo alto (es un derecho de usufructo, ya que esos espacios —los afniya— pertenecen al conjunto de los musulmanes como es también el caso de los bienes habices). El fināʾ (o ḥarīm) mide aproximadamente 1-1.5 metros de ancho y va alrededor de todos los muros exteriores de un edificio y también se extiende verticalmente a lo largo de esos muros.

Según el jurista granadino ʽAbd al-Malik ibn Ḥabīb (m. 853), los dueños de las casas tienen el uso (intifā’) de sus afniya en tres circunstancias: para tener reuniones (maŷālis), para servirse de ellos como establos donde dejar a sus bestias de monta y carga, y para instalar banquetas; además pueden usarlas los vendedores ambulantes, pero el fina’ no puede ser ocupado por una construcción o rodeado por algo que lo encierre.

Según el segundo califa ortodoxo ʽUmar, el propietario puede disponer del finā’ de su casa, lo cual para algunos significa que puede apropiarse de él, por ejemplo, mediante una construcción, construcción que dependerá en su tamaño del ancho de la fachada de cada vecino. Pero el fundador de la escuela malikí —Malik ibn Anas (m. 795)— habría dicho que no le gustaba que se hiciesen construcciones, aunque no las prohibió. Uno de sus discípulos sí lo hizo, diciendo que cualquier construcción en la vía pública está prohibida incluso si la calle es tan ancha como el desierto. Posteriormente prevalece la idea de que se pueden hacer construcciones siempre que se deje espacio suficiente para los transeúntes, tanto los que van a pie como los montados. El propietario o inquilino de un edificio tiene el derecho de usar el fināʾ para fines temporales, siempre y cuando no entorpezca el tráfico de la calle. Es además responsable de mantener su parte del fināʾ limpia y libre de todo tipo de obstrucciones y de acumulación de agua o nieve. El fināʾ vertical permite proyecciones hacia fuera de los pisos superiores en forma de balcones y pasadizos, justificándose porque lo que se utiliza es un espacio ‘muerto’ que no daña el tráfico en la parte de abajo.

Hemos visto que se establece una conexión entre lo que se puede hacer con el finā’ de uno y las molestias que ese uso puede causar a terceros. Un alfaquí qayrawaní del siglo XI lo expresó así: si lo que se construye no hace daño a nadie está permitido; si perjudica a alguien, está prohibido. Al-Māzarī (m. 1141), por su parte, se regía por  el dicho ‘de dos males el menor’. Detrás de esas posturas están el principio general de lā ḍarar wa-lā ḍirār («no se debe causar daño ni perjuicio»): todo perjuicio debe ser suprimido siempre que ello no cree un perjuicio mayor que el primero (ḍirār es perjuicio desproporcionado o ejercicio malintencionado por alguien de su derecho). La preeminencia absoluta acordada al derecho de uso a su vez implica que la ḥiŷāza (posesión a largo plazo) se convierte en derecho de propiedad privada.

De esta orientación jurídica tenemos evidencia muy temprana en al-Andalus, en concreto, gracias al tratado sobre construcciones y vías urbanas compuesto por el jurista Ibn al-Imām de Tudela (m. 996). Las cuestiones legales relativas al viario se tratan sobre todo en los capítulos sobre los daños, es decir, junto con problemas de vecindad y perjuicio a los derechos de particulares —árboles, vigas, derecho de paso, molestias diversas—. Como ya señaló Brunschvig, esto significa que las cuestiones del viario se ven más como problemas de la esfera privada que no del derecho público. Esta estrecha vinculación de la materia con litigios y sentencias judiciales es recogida por Ibn Jaldūn (m. 1406) quien indica que el derecho de paso es una de las causas de conflictos entre las gentes que les incita a iniciar procesos ante el juez.

NOTA:
Esta panorámica —que está basada en los estudios citados en la Bibliografía, donde se encuentran las referencias de los ejemplos dados— se presentó en 2017 en el VIII Taller Toletum ¿Conectando ciudades? Vías de comunicación en la Península Ibérica, Universidad de Hamburgo: https://www.toletum-network.com/es/2017/10/toletum-viii-staedte-verbinden-kommunikationswege-auf-der-iberischen-halbinsel/.
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UN BREVE CALENDARIO DE ORIGEN ANDALUSÍ


UN BREVE CALENDARIO DE ORIGEN ANDALUSÍ

 JULIA MARÍA CARABAZA BRAVO Universidad de Sevilla EXPIRACIÓN GARCÍA SÁNCHEZ Escuela de Estudios Árabes de Granada (CSIC)

Dentro de las variadas líneas de investigación a las que se ha dedicado nuestro querido profesor Rafael Muñoz se halla, en un lugar preferente dados los muchos trabajos que de ella tratan, la literatura calendárica. Estas breves páginas vienen a sumarse a este interesante campo de estudio, como modesta aportación de las autoras al tema. Abordamos el análisis de un pequeño calendario agrícola andalusí, de autor anónimo, registrado en los folios 101r-105r del manuscrito número 1410 D de la Biblioteca General y Archivos de Rabat, análisis al que seguirá, en un futuro, la edición, traducción y estudio en profundidad del texto. Este códice de carácter misceláneo, ya analizado ampliamente en otros trabajos1 , es una copia de finales del siglo XIX salida de manos de Muh.ammad b. al-H. a - yˆyˆ al-Fa - t.imi - al-Rayˆrayˆi- , como consta en el folio 98r. Está escrito en letra magrebí, posee escasas notas marginales y reclamos; el número de líneas por página es irregular, pero predominan los folios de 23 líneas, y los epígrafes y palabras que indican cambios temáticos se hallan resaltados en letra más gruesa y de distinto color de tinta, apareciendo alguna vocalización no relevante y ciertos signos ortográficos. Como puede observarse en los folios correspondientes al calendario objeto de nuestro estudio, el copista comete algunos fallos gramaticales y deja espacios en blanco que dificultan la correcta interpretación del texto. 

1. RESUMEN DEL CONTENIDO Este calendario, por su brevedad, no se detiene en reseñar los acontecimientos propios de cada día del mes sino que ofrece información general sobre el período en cuestión. Comienza por septiembre como otros tantos calendarios consultados, fun20.pmd 233 11/03/2013, 10:52 234 JULIA MARÍA CARABAZA BRAVO Y EXPIRACIÓN GARCÍA SÁNCHEZ damentalmente de tema agrícola porque, como expone Ibn al-c Awwa - m, «Entre los agricultores (dice Abu el Jair y otros) la primera estación del año es la del otoño, la qual es de tres meses, que son septiembre, octubre y noviembre»2 . El nombre de dicho mes no aparece al estar el folio 100v, donde tendría su inicio el calendario en sí, en blanco. La primera información que registra el folio 101r es la complexión, el humor y la naturaleza propios de este mes, comienzo del otoño. Se da una breve referencia astronómica (paso del sol de Virgo a Libra), y el grueso del texto restante se dedica a cuestiones agronómicas como, por ejemplo, maduración y recolección de ciertos frutos, comienzo de labores de arado y siembra, etc., dándose también dos referencias zoológicas sobre las serpientes y las gaviotas. Le sigue el mes de octubre, nombre del que se explica su etimología latina y del que se ofrecen sus sinónimos en hebreo, persa y copto. A continuación, se ofrecen datos astronómicos como son el signo y las mansiones propias de este mes, y se establece la duración del día y la noche en este mes de 31 días. Al igual que en el caso anterior, se especifica la complexión, humor y naturaleza de este mes otoñal, se expone el traslado del sol hacia Escorpión y, para terminar, se indican cuestiones de carácter agrícola como son el comienzo de la siembra y de la recogida de aceitunas, siembra de lechugas y verdolagas, y plantío de diversos árboles como el olivo, higuera, morera, granado, naranjo, etc. Se anota brevemente que paren las ovejas, que se abandonan las vestiduras blancas, y que se extrae el aceite del bálsamo de Judea, entre las noticias agrícolas. En cuanto al mes de noviembre, también se explica su etimología latina y se ofrecen sus sinónimos en hebreo, en persa y en copto. Se habla del signo y las mansiones del mes, de la duración del día y la noche en sus 30 días, y se especifica que el final de este mes ya pertenece al invierno. Se expone la complexión, humor y naturaleza propios de noviembre, el traslado del sol hacia Sagitario, y cuestiones agrícolas tales como la caída de las hojas de los árboles, la siembra, y el plantío de diversos árboles como la higuera, las vides, la morera, el olivo, el granado, los cerezos, melocotoneros, etc. Finaliza la estación explicando el significado de su denominación en árabe. Ya en el invierno, el autor anónimo del texto dedica unas breves líneas a diciembre, en las que explica la etimología latina del nombre de este mes, sus sinónimos en hebreo, copto, siríaco y persa, el signo y la duración del día y la noche 
1. CARABAZA BRAVO, Julia Mª, GARCÍA SÁNCHEZ, Expiración y LLAVERO RUIZ, Eloísa. «Obras manuscritas de los geóponos andalusíes (siglos X-XII)». Homenaje al Profesor Jacinto Bosch Vilá. Granada, 1991, vol. II, pp. 1.127-1.129. CARABAZA BRAVO, Julia Mª y GARCÍA SÁNCHEZ, Expiración. «Códices misceláneos de agronomía andalusí». Al-Qant.ara XIX,2 (1998), pp. 400-401. 2. IBN AL-c AWWAM. Libro de agricultura (ed. y trad. J.A. Banqueri; estudio prelim. y notas J.E. Hernández y E. García). Madrid, 1988 (ed. facsímil de 1802), vol. II, p. 428. 20.pmd 234 11/03/2013, 10:52 UN BREVE CALENDARIO DE ORIGEN ANDALUSÍ 235 que le corresponden, y especifica los granos que ahora se siembran y los árboles que en él se disponen. Enero es el mes invernal en el que más se detiene el autor. Como en las ocasiones anteriores, lo primero que se lleva a cabo es la explicación de la etimología latina del nombre del mes, a la que siguen sus sinónimos esta vez en copto, hebreo y nubio. Se expone un mayor número de datos astronómicos, pues al signo y mansiones propias del mes se añade información sobre cuándo desaparece el crepúsculo y aparece el alba, la salida de Canopea, y a cuántos grados asciende el sol al mediodía. Como es usual, se expone la duración del día y la noche en sus 31 días y se habla de la complexión de este mes, tras lo cual se hacen breves comentarios meteorológicos. Se acaba el mes con cuestiones agrícolas (siembra de trigo y lino, plantío de higueras, vides, olivos, moreras, perales, etc.), entre las que se introduce, por primera vez, una referencia a un día concreto del mes: el día 6, fecha en que se corta la madera y no se pudre. Con respecto a febrero, se indica la etimología latina del nombre de este mes y sus sinónimos en copto, hebreo y persa. Se insertan los datos astronómicos del signo del mes, sus mansiones, horas del crepúsculo y del alba y traslado del sol a Piscis. Se contabilizan las horas del día y de la noche de sus 28 días, se expone la complexión que le es propia y, por primera vez, se indican dos cuestiones médicodietéticas: la conveniencia de administrar medicamentos3 y la de practicar sangrías. Se termina, como siempre, con datos agrícolas ahora relativos al trasplante de árboles de brote lento. La primavera se inicia con unas referencias que, en principio, parece que son de tipo general aplicadas a la estación aunque, realmente, son específicas del mes de marzo, primero de este tercer período del año. La única mención de carácter genérico es que el sol efectúa su entrada en Aries y su salida en Géminis, lo cual marca el inicio y final de la estación. Le sigue la enumeración de las mansiones lunares pertenecientes al signo propio del mes —Piscis— y la indicación del humor, complexión y naturaleza dominantes en el mismo. Tras una escueta referencia astronómica (traslación del sol de Piscis a Aries), el calendario señala dos cuestiones, una de carácter astronómico, referida a la medición de la altura meridiana de sol, y otra médico-dietética (conveniencia de practicar la sangría y administrar medicamentos en este mes). De este mes de marzo, primero del año para 3. Como hemos podido comprobar en otras obras sobre el tema, se sobreentiende que estos medicamentos son laxantes, ya que en la medicina clásica, fuente de dichas recomendaciones, tales remedios van unidos a la práctica de la sangría como forma de evacuar del organismo los elementos residuales y nocivos. Cf. GARCÍA, Expiración. «Las normas dietéticas a través de los calendarios andalusíes», Proceedings of the 14th Congress of the Union Européenne des Arabisants et Islamisants (ed. A. Fodor). Budapest, 1995, vol. I, pp. 227-250. 20.pmd 235 11/03/2013, 10:52 236 JULIA MARÍA CARABAZA BRAVO Y EXPIRACIÓN GARCÍA SÁNCHEZ los c ayˆam (cristianos) según el autor del calendario, da los sinónimos en copto, persa e hindú, pasando a explicar la etimología latina del mismo. Junto al número de horas que tienen el día y la noche, aplicado de forma general para todo el mes, como sucede en los restantes, en éste se concreta que en el día 24 se iguala la duración de uno y de otra. Entre las tareas agrícolas propias se citan el plantío de algunas variedades arbóreas como el manzano, el melocotón, el membrillo, el ciruelo, la higuera y el azufaifo. Las indicaciones sobre el mes de abril, de treinta días, son más breves y en su exposición se retoma el orden temático normalmente seguido en los meses anteriores a marzo. Aparte de reseñar los temas astronómicos —signo zodiacal y correspondientes mansiones, recorrido del sol, duración del día, además del humor, complexión y naturaleza propios— y lingüísticos habituales —etimología latina del mes con su paralelismo en árabe, y los sinónimos en copto, hebreo y persa—, vuelve a repetir la recomendación médico-dietética incluida en los dos meses anteriores. En el apartado agrícola se limita a prohibir durante este mes la plantación de cualquier tipo de árbol. Por lo que se refiere al último mes de la primavera, mayo, el autor vuelve a indicar que no se plante durante él ningún árbol, dada la proximidad del calor intenso y la escasez de lluvias. Siguiendo con las cuestiones agrícolas, también se fija en mayo el inicio de la recolección de las mieses y el momento adecuado para injertar la higuera. Precediendo a estos temas se recogen los habituales ya señalados, entre los que hay que destacar algunas omisiones —la duración de la noche— o, por el contrario, la inclusión de otros no siempre presentes, como es la medición de la altura meridiana del sol. Al intentar explicar la etimología latina del mes mezcla, igual que lo hace en algunas otras ocasiones, términos latinos con otros romances. Los sinónimos mensuales que registra son los más frecuentemente citados, es decir, copto, hebreo y persa. Pasando a la estación estival, única de la que indica su duración exacta —91 días y medio octavo—, la inicia el mes de junio. Junto a la habitual explicación etimológica latina de su nombre se encuentran únicamente dos sinónimos: en copto y en persa. En esta ocasión se señala la duración del día y de la noche. Sin especificar cuáles son, el autor indica que en junio tienen lugar el día más largo del año (que, a su vez, es el último de la primavera) y la noche más corta. El signo zodiacal, las mansiones, humor, complexión y naturaleza correspondientes a dicho mes, además de la traslación del sol de uno a otro signo, son los acontecimientos reflejados antes de la alusión al inicio de las labores de cosecha del trigo, única cuestión agrícola contenida en este mes, junto con la relativa a la aparición de las uvas y los higos tempranos. Finalmente, se alude a la fiesta de la c ans.ara, sin concretar el día en el que tiene lugar, y se recoge la extendida idea de que el trigo que se cosecha ese día no se agusana. En la explicación de la etimología latina del segundo mes del verano, julio, el autor vuelve a mezclar elementos romances; entre los sinónimos menciona el he20.pmd 236 11/03/2013, 10:52 UN BREVE CALENDARIO DE ORIGEN ANDALUSÍ 237 breo y el copto. A continuación, como es norma casi generalizada, se recogen el signo zodiacal, mansiones lunares, naturaleza y humor propios del mes, el número de días que contiene éste, junto con la duración del día y de la noche. Entre las noticias no siempre presentes en todos los meses aquí se recogen varias: una de carácter astronómico —orto de la estrella al-Šic rà al-gumays.a - ’4 —, otra relativa a la meteorología —inicio de los samum de verano5 — y una tercera en la que se señala la celebración de una fiesta cristiana, la de santa Rufina. Entre las tareas agrícolas que se realizan en julio se señalan la cosecha del trigo y de algunas hierbas aromáticas, al tiempo que se da cuenta del período de maduración de determinadas frutas. Las noticias relativas al mes de agosto son breves. Las inicia la etimología romana de su nombre del que, en esta ocasión, sólo se da su sinonimia hebraica. El signo zodiacal de este último mes estival de 31 días, el cómputo de las horas diurnas y nocturnas, las mansiones que le corresponden, junto con su naturaleza propia son las cuestiones reseñadas en el texto, además de la traslación solar al signo de Virgo. Tras ellas se intercala una creencia, bastante arraigada en este tipo de obras, referida a que la madera que se corta en determinados días de este mes no se apolilla, seguida de la recomendación de recogida de frutos precoces. Por último, se anuncia el final del período de los samum estivales, iniciados el mes anterior. 2. FUENTES DEL TEXTO Las fuentes que menciona el autor están tomadas directamente del Calendario de Córdoba escrito en el siglo X por c Arib b. Sac i - d. Así, la única cita que hallamos de los médicos griegos Hipócrates y Galeno, relativa a que septiembre representa el comienzo del otoño (folio 101r), también se registra en la fuente cordobesa, en la que se especifica que inicia dicha estación el orto del asterismo al-Simak al-Ramih. 6 . Igual sucede con la solitaria cita del Sindhind (folio 101r), libro de astronomía 4. Dicha estrella es muy importante dentro de la astrometeorología popular por sus efectos climáticos. Cf. IBN c A - S.IM. Kitab al-Anwa- ´ wa-l-azmina -al-qawl fi- l-šuhu - r- (estudio, trad. y ed. crítica por M. Forcada Nogués). Barcelona, 1993, p. 80. 5. Viento estacional que coincide con la canícula. Cf. MUÑOZ, Rafael. «Un Calendario egipcio del siglo XVIII (1ª parte)», Awraq I (1978), p. 75. 6. Le Calendrier de Cordoue (publié par R. Dozy; trad. annotée par Ch. Pellat). Leiden, 1961, pp. 140-1. Esta misma referencia a Hipócrates y Galeno se halla en una obra del siglo XIII y en el calendario del marroquí Ibn al-Banna-´(siglos XIII-XIV). Cf. Risala fi- awqat al-sana. Un calendario anónimo andalusí (ed., trad. y notas de Mª Ángeles Navarro). Granada, 1990, p. 221; IBN AL-BANNA- ´. Risala fi- l-anwa- ´ (ed. y trad. H.P.J. Renaud). Paris, 1948, pp. 14-50. 20.pmd 237 11/03/2013, 10:52 238 JULIA MARÍA CARABAZA BRAVO Y EXPIRACIÓN GARCÍA SÁNCHEZ hindú introducido en al-Andalus por c Abba - s b. Firna - s en el siglo IX7 , que hallamos tal cual en el calendario andalusí ya indicado8 , y que expone el traslado del sol de Virgo a Libra en el mes de septiembre. El anónimo autor de nuestro calendario menciona en repetidas ocasiones el término rih. como otra de sus fuentes de información9 , siempre dentro del tema astronómico pues la señala en todas las ocasiones tras hablar del paso del sol de un signo zodiacal a otro. Consideramos que se trata de un error de grafía por la palabra ziyˆ, «tabla astronómica», opinión que viene avalada por el hecho de que, en el Calendario de Córdoba y en la Risala fi- awqat al-sana, este traslado del sol de uno a otro signo queda constatado por la «práctica de la observación» o «la habitual observación» (en árabe al-mumtah.an10), es decir, por las observaciones de las personas que usan las ziyˆ al-mumtah.an asociadas, tradicionalmente, con las tablas realizadas por los astrónomos del califa c abbasí al-Ma´mun y, más concretamente, con las de al-Battani-11. Hay dos alusiones a la «gente de experiencia» a propósito de unas indicaciones de tipo mágico-agrícola (folios 104v y 105r), alusiones que también encontramos en la obra de c Arib12 y que, incluso, hallamos en el tratado agrícola de Ibn al-c Awwam13. Finalmente, en el folio 104v, tras mencionar el día más largo del año y último de la primavera, parece leerse en el texto c alà madhab al-c arif que bien podría tratarse de una grafía alterada de la que se lee en el Calendario de Córdoba: c alà mahab al-c arab14. Corrobora esta opinión el hecho de que, en la obra de Ibn alBanna- ´, que tiene como fuente básica en las cuestiones astronómicas el texto de c Arib, siguen a este mismo pasaje las palabras c alà madhab ahl hada- l-ša’n15, con 7. SAMSÓ, Julio. «La tradición clásica en los calendarios agrícolas hispanoárabes y norteafricanos», Actas del II Congreso Internacional de Estudios sobre las Culturas del Mediterráneo Occidental. Barcelona, 1978, p. 178. 8. Le Calendrier, pp. 142-3. También en esta ocasión se encuentra citado este libro en la Risala fi- awqat al-sana, p. 222. 9. Concretamente en los folios 101r, 103r, 104r, 104v y 105r. En el folio 101v este rih. está alterado en su grafía y se lee zanyˆ, pero creemos que se trata de la misma fuente. 10. VILADRICH, Mercé. «The Mumtah.an Tradition in al-Andalus. Analysis of Data from the Calendar of Cordova Related to the Entrance of the Sun in the Zodiacal Signs», De Bagdad a Barcelona. Estudios sobre Historia de las Ciencias Exactas en el Mundo Islámico en honor del Prof. Juan Vernet. Barcelona, 1996, vol. I, pp. 253-265. 11. SAMSÓ, Julio. Las ciencias de los antiguos en al-Andalus. Madrid, 1992, p. 73. IBN c A - S.IM. Kitab al-Anwa- ´, p. 41. 12. Le Calendrier, pp. 100-1 y 122-3. Como en casos anteriores, estas citas se reiteran en la Risala fi- awqat al-sana, pp. 203 y 214. 13. IBN AL-c AWWAM, Libro de agricultura, vol. II, p. 442. 14. Le Calendrier, pp. 98-99. 15. IBN AL-BANNA- ´. Risala, pp. 10-43. 20.pmd 238 11/03/2013, 10:52 UN BREVE CALENDARIO DE ORIGEN ANDALUSÍ 239 lo cual se demuestra que el término al-c arab no quedó claro para los sucesivos copistas. 3. COTEJO CON OTROS CALENDARIOS16 Comparando el calendario que nos ocupa con la obra de c Arib b. Sac i - d, podemos observar que debe a ésta gran parte de su información. Así, salvo las etimologías latinas de los meses, algunos sinónimos de los nombres de éstos, y los datos agrícolas referentes a árboles en los meses de otoño, invierno y primavera, lo demás procede sin duda del Calendario de Córdoba dadas las constantes equivalencias textuales. Casi las mismas palabras podemos emplear para el cotejo de nuestra obra con la Risala anónima antes mencionada y con la obra de Ibn al-Banna- ´ pues, si bien hay más diferencias textuales que en el caso anterior, las similitudes y divergencias son las mismas que hallamos con respecto al calendario cordobés, fruto, creemos, de que los tres textos parten de esta fuente común. Los mismos comentarios ya efectuados pueden aplicarse a otros calendarios que copian del de Ibn al-Banna- ´ (y que, por tanto, pertenecen al «área de influencia» del calendario cordobés), aunque las analogías con nuestro texto vayan disminuyendo a medida en que la fecha de redacción de cada uno de ellos es más tardía. Nos referimos a dos calendarios anónimos: el supuestamente granadino del siglo XV o XVI, y a otro marroquí del siglo XIX17. No sucede lo mismo al comparar el texto objeto de nuestro análisis con la obra de Ibn c A - s.im (m. 403/1013) ya anotada, ya que en ésta se introducen muchos más elementos astronómicos y meteorológicos que agrícolas, mientras que en nuestro texto éstos son los predominantes. De hecho, las escasas semejanzas entre una y otra obra se dan, básicamente, en el terreno geopónico, sobre todo en los meses de verano en los que ambas siguen las indicaciones del Calendario de Córdoba. Sucede, incluso, que hay meses en los que las dos obras no tienen nada en común como es el caso de diciembre, febrero, marzo, abril y mayo. 16. Dentro de la amplia literatura calendárica, nos hemos centrado para este cotejo en las obras de temática variada y no en aquellas referidas a un solo aspecto, ya sea el astronómico, el agrícola o el médico-dietético. 17. VÁZQUEZ RUIZ, José. «Un Calendario anónimo granadino del s. XV», R.I.E.E.I. IXX (1961-62), 23-64 (no obstante su título, parece ser que es un siglo más tardío; cf. SAMSÓ, Julio.«Un Calendrier tunisien —d’origine andalouse?— du XVIè siècle», Les Cahiers de Tunisie, Tome XXVI, nºs 103-104 [1978], p. 69). JOLY, A. «Un Calendrier agricole marocain», Archives Marocaines III (1905), 301-319. 20.pmd 239 11/03/2013, 10:52 240 JULIA MARÍA CARABAZA BRAVO Y EXPIRACIÓN GARCÍA SÁNCHEZ Si salimos de al-Andalus y comparamos nuestro texto con los cinco calendarios egipcios editados y traducidos por Ch. Pellat18, observaremos que hay algunas coincidencias en cuestiones astronómicas (signos, mansiones...) y apenas equivalencias en el plano agrícola en el caso de las dos versiones de la obra de Ibn Mammati - (siglos XII-XIII) Qawanin al-dawawin. Por lo que respecta al Minhayˆ de al-Majzumi - (siglo XII) y el Jit.at. de al-Maqri - zi - (siglos XIV-XV), las similitudes son muy escasas, y tan sólo se dan algunas ideas semejantes en el ámbito agrícola y zoológico y en el plano meteorológico. Finalmente, los datos comunes a nuestro texto y al calendario anónimo de París (siglo XVII?) que cierra la obra de Pellat se multiplican, en relación con los calendarios anteriores, en el terreno agronómico (aunque el tratamiento de aquéllos es diferente en ambas obras), dándose también coincidencias en cuestiones como complexión de los meses, humores reinantes y duración del día y la noche. Ya en el siglo XVIII, las similitudes de nuestro texto con otro calendario egipcio anónimo19 van siendo cada vez más escasas, puesto que sólo encontramos algunas referencias comunes de tipo general dentro de los planos agrícola, zoológico, meteorológico y médico-dietético. Por último, nos hemos acercado a la obra del sultán yemení al-Malik al-Ašraf (siglo XIII)20 que tan sólo presenta algunas alusiones genéricas coincidentes con nuestro calendario, y relativas a ciertos aspectos astronómicos de carácter común (signos zodiacales, mansiones, etc.), así como a otros meteorológicos. Las extensas cuestiones agrícolas que recoge son específicas de la zona —Yemen— y casi todas cerealísticas, por lo que poca o ninguna relación guardan con las de nuestro texto. 4. COMENTARIOS Estamos ante una copia muy tardía de una obra de origen andalusí cuyo autor, de acuerdo con la información que nos ofrece, hubo de estar en contacto con los ambientes cristianos de la Península (o puede que formara parte de ellos). De dicho contacto surgieron los elementos más originales del texto, esto es, las distintas etimologías latinas que siguen a cada uno de los nombres de los meses del calendario juliano. En efecto, pese a la brevedad de la obra, es el único ejemplo conocido de calendario en el que se recogen dichas etimologías, y de ahí su valor 18. PELLAT, Charles. Cinq calendriers égyptiens. El Cairo, 1986. 19. MUÑOZ, Rafael. «Un Calendario egipcio del siglo XVIII (1ª parte)», Awraq I (1978), 67-81; (2ª parte), Awraq II (1979), 100-122. 20. VARISCO, Daniel Martin. Medieval Agriculture and Islamic Science. The Almanac of a Yemeni Sultan. Seattle-London, 1994. 20.pmd 240 11/03/2013, 10:52 UN BREVE CALENDARIO DE ORIGEN ANDALUSÍ 241 frente a la literatura de este género hasta ahora estudiada. Incluso, nuestro anónimo autor concede un lugar preferente a este tipo de información, a la que añade una serie de sinónimos que enriquecen el aspecto lingüístico del texto. Y ello a pesar de los múltiples errores en las grafías de los nombres de los meses que, creemos, serían cometidos por los sucesivos copistas de la obra. Por tanto, tenemos un autor especialmente interesado en el tema lingüístico del que, desgraciadamente, no podemos dar ningún dato de tipo biográfico ni encuadrarlo cronológica ni geográficamente, ya que no nos lo permite su obra. En cuanto a las etimologías latinas ya aludidas, el autor dice, por ejemplo, de octubre (qutuyir): «palabra tomada de los romanos y proveniente de u - qtuh cuyo significado es ‘mes octavo’, contando a partir del comienzo de su año21, porque los romanos llaman al número ocho u - qtuh» (fol. 101r), o de junio (yulyuh por error): «nombre tomado del de un idólatra llamado Yunan al que los romanos acudían en sus peticiones relativas a asuntos pequeños, pues yunyuh, en palabras de los romanos, quiere decir ‘pequeño’, mientras que se emplea mayur para referirse a lo grande» (fol. 104r). Rastreando en fuentes mozárabes el posible origen de estas denominaciones, acudimos a las Etimologías de S. Isidoro22 en donde hallamos, si no una coincidencia literal entre ambos textos, sí unas ideas comunes en las dos obras, aunque no desarrolladas de la misma forma y con variadas alteraciones de grafías en nuestro calendario23. Así pues, es probable que el autor anónimo de nuestra obra conociera la fuente isidoriana y que de ella extrajera las etimologías ya aludidas24. No obstante, el tiempo transcurrido desde la elaboración de este texto y la copia que ha llegado hasta nosotros, tiempo en el que seguramente se efectuarían copias intermedias entre uno y otra, conlleva el que encontremos multitud de erratas en los nombres latinos apuntados, fruto del lógico desconocimiento de los diversos copistas del texto de dichos nombres. En esta misma línea, un segundo aspecto que destacar en el calendario que nos ocupa es el de los continuos errores que comete el autor, seguidos por los de los sucesivos copistas, con respecto a los nombres de los meses en distintas len21. Se refiere a un «antiguo año» que se iniciaba en el mes de marzo. Cf. VARRON. De lingua latina (ed. y trad. R. G. Kent). London, 1938, vol. I, p. 204. 22. ISIDORO DE SEVILLA. Etimologías (ed. J. Oroz Reta & M.A. Marcos Casquero). 2 vols. Madrid, 1982-3. 23. Ibidem V-33-3, 6, 7, 8, 9, 10 y 11, pp. 544-5. 24. El primitivo origen de la explicación de las etimologías latinas de los meses se encuentra en la obra de Varrón antes citada, aunque creemos más probable que el autor de nuestro calendario utilizara el texto de S. Isidoro, dada la mayor proximidad temporal y espacial con él. Cf. VARRON. De lingua latina, vol. I, pp. 204-206. Un estudio bastante completo sobre el tema podemos verlo en ERNOUT, A. y MEILLET, A. Dictionnaire étymologique de la langue latine. Paris, 1947 (4ª ed.). 20.pmd 241 11/03/2013, 10:52 242 JULIA MARÍA CARABAZA BRAVO Y EXPIRACIÓN GARCÍA SÁNCHEZ guas, es decir, los sinónimos del nombre derivado del calendario juliano que encabeza cada mes25. De este modo, a veces ofrece como nombre persa o copto el que, en realidad, es siríaco; también se dan equivocaciones varias con respecto al nombre copto: en enero, éste se convierte en término nubio; en febrero y abril, el término copto es nombrado como persa, y, en marzo, se ofrece como hindú una grafía alterada de la denominación copta. Finalmente, en diciembre, aparece un nombre «siríaco» que no es tal: kazil, que pudiera ser deformación de la palabra kanun. De todo lo dicho se infiere que el autor del texto no conocía bien las sinonimias que expone en su obra (pese a que mostrara interés por ellas), y menos aún las deberían conocer los transmisores de ésta por lo que, siendo este manuscrito de fecha tardía, no debe extrañarnos que el copista magrebí altere continuamente las grafías de los nombres de los meses en las lenguas citadas. Veamos, para ilustrar este hecho, un solo ejemplo: «El primero es el mes de marzo (mars) ... Dicho mes, en copto, se llama nisan [nombre siríaco del mes de abril], con énfasis en el sin; en persa a - dar [nombre siríaco de marzo] y en hindú bazhamat [deformación del nombre copto de este mes, barmahat]» (fol. 103r). Queremos, finalmente, comentar los datos agrícolas de nuestro calendario. Como ya hemos podido entrever en los cotejos realizados, las cuestiones astronómicas, meteorológicas, zoológicas y de temas varios tienen, por lo general, su correspondencia con el Calendario de Córdoba. No obstante, en el plano agrícola hay bastantes diferencias debidas, en buena parte, a que nuestro texto se dedica fundamentalmente a datos sobre especies arbóreas, en tanto que el resto de los calendarios consultados hacen mucho más hincapié en cultivos hortenses y en los diversos tipos de cereales. Incluso, un calendario de base eminentemente agrícola como es el registrado en la obra del sevillano Ibn al-c Awwam26 (siglos XIIXIII) se dedica, al igual que la literatura calendárica vista, a hortalizas, verduras, legumbres y cereales en mucha mayor medida que a cultivo de árboles. Esta circunstancia motiva el que nuestro calendario sí se asemeje mucho más a la fuente cordobesa en los meses de verano ya que, en ellos, no hay labores propias de árboles y, por tanto, no hay referencias a éstos. ¿A qué puede responder el especial interés por las especies arbóreas que muestra nuestro autor? Una posible respuesta podría ser que en el lugar donde viviera, dentro de nuestra Península, las labores agrícolas se basaran casi exclusivamente en dichas especies, y así quedara reflejado en la obra. No nos ayuda en esta cuestión el propio texto ya que no hay ninguna referencia a topónimos concretos; es más, cuando el autor copia datos del Calendario de Córdoba suprime toda alusión a lugares determinados27, aunque esta supresión también puede deberse a 25. Los nombres hebreos son los únicos que aparecen correctamente escritos. 26. IBN AL-c AWWAM. Libro de agricultura, II, pp. 428-444. 27. Esto sucede con las referencias a Córdoba en los meses de septiembre y octubre, y con la alusión a Egipto en este último mes. 20.pmd 242 11/03/2013, 10:52 UN BREVE CALENDARIO DE ORIGEN ANDALUSÍ 243 copistas posteriores. Tampoco nos sirven los árboles que aparecen registrados con mayor asiduidad ya que, al tratarse de olivos, vides, higueras y diversos árboles frutales, son comunes a todo nuestro territorio. Así pues, nos quedamos en el terreno de la hipótesis. Otra posible respuesta sería que, al igual que el autor copia unos datos de la literatura calendárica conocida, partiera de otra fuente que no se nos haya conservado en el aspecto agrícola. Estamos ante una nueva y mera hipótesis puesto que, en el recorrido que hemos efectuado por los calendarios que han llegado hasta nosotros, hemos observado una serie de características comunes a todos ellos en los distintos campos que tratan y, por tanto, parece poco probable que existieran otras obras que siguieran unas coordenadas diferentes. No obstante, no es una posibilidad absolutamente descartable ya que, en una edición tunecina de primeros de siglo en la que se recoge el tratado agrícola del toledano Ibn Wafid28, se añade al final un calendario agrícola en el que se trata, principalmente, de las especies arbóreas y, como ya indicamos en su correspondiente estudio29, este calendario mantiene algunas semejanzas con las obras occidentales y orientales consultadas, pero no parte de ninguna de ellas sino, tal vez, de una obra desconocida y de elaboración tardía. Desafortunadamente, esta edición tunecina tan sólo aporta algunos pasajes similares a los de nuestro texto, por lo que no podemos hablar de una fuente común a ambos calendarios pero, al menos, nos demuestra que circulaban otras obras en las que se trataba, en mayor medida, del cultivo de los árboles. Una última posibilidad sería, cómo no, que nuestro autor partiera de experiencias personales en el terreno agrícola, pero dicha posibilidad nos resulta muy difícil de aceptar pues, como hemos comprobado en las páginas anteriores, los variados datos que ofrece el texto provienen, en su conjunto, de fuentes escritas.

viernes, 26 de junio de 2020

TARTA DE ALMENDRAS Y CHOCOLATE SIN GLUTEN


TARTA DE ALMENDRAS Y CHOCOLATE SIN GLUTEN



Hoy es el día mundial del chocolate. Hoy toca.

Ingredientes
6 Huevos
200 gr de azúcar
200 gr de almendras en polvo
10 gr de levadura en polvo sin gluten
50 gr de cacao en polvo
Para la ganache:
180 gr de chocolate negro de buena calidad
180 gr de nata montada (guardada en el frigorífico), e inmediatamente vertimos sobre el
Moras y arándanos para la decoración


Elaboración
Precalentamos el horno a 150º con ventilador.

En un molde  de 24 cm desmoldable, previamente untado de mantequilla, lo guardamos en el frigorífico.

En un bol, batimos los huevos con el azúcar, hasta que doblen su volumen, dejamos reposar unos minutos para favorecer la disolución del azúcar.

A continuación añadimos las almendras en polvo, el cacao y la levadura, yo procuro tamizar el cacao y la levadura juntos, para que sea homogéneo, Mezclamos muy bien  hasta que todos los ingredientes estén bien integrados.

Sacamos el molde del frigorífico, y vertimos en el la masa anterior. Metemos en el horno y horneamos durante 25 minutos. Es un bizcocho que no debe cocinarse mucho, estará listo cuando aún tenga cierto grado de humedad.

Dejamos enfriar, antes de desmoldar.

Colocamos sobre la pastelera o tartera, una vez desmoldado.

Preparamos el ganache, ponemos en bol especial de microondas y colocamos el chocolate troceado, y el microondas a potencia mínima, cada 20 segundos vamos viendo su punto de licuado. Cuando el chocolate este completamente derretido, sacamos del microondas, vertimos sobre el la nata montada, mezclamos suavemente, aunque la mezcla se espesara rápidamente.

Decoramos la superficie del pastel con el ganache de chocolate y decoramos con las moras y arándanos...

Para chuparse los dedos.

¡Buen provecho!
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