lunes, 6 de agosto de 2012

Historia de los musulmanes en al-Ándalus. Jerez, los origenes de una ciudad islámica

JEREZ, LOS ORÍGENES DE UNA CIUDAD ISLÁMICA

Miguel Ángel Borrego Soto*



Los hallazgos de las recientes excavaciones en puntos claves del centro Histórico de Jerez, y la reinterpretación de las fuentes históricas y biográficas Árabes han obligado a retrasar la génesis de la ciudad de Jerez al siglo VIII, Cuatro centurias antes de lo estimado hasta hace poco tiempo.



Introducción

Los orígenes de Jerez de la Frontera, en la provincia de Cádiz, han sido desde antiguo tema muy debatido y sobre el que existen diversas y variadas hipótesis. Una de ellas defiende que Jerez procede y está situado en el solar de la romana Ceret o Cerit, tesis ya clásica y enfrentada tanto a la idea de aquellos investigadores que respaldan una fundación islámica para Jerez, como a la teoría que, partiendo de esta última, mantiene que la ciudad es producto de la progresiva evolución de una supuesta alquería o población hispanorromana de nombre desconocido y escasa relevancia, colonizada por los musulmanes a partir del año 711.

Es cierto que, a pesar del empeño de algunos historiadores locales por dar a Jerez un pasado ancestral y remoto, casi legendario, el legado documental y arqueológico de que disponemos evidencia que la ciudad carece de esa pretérita historia, aunque no así su entorno. Habría que añadir, no obstante, que la nula o escasa información con la que contamos sobre esta cuestión dificulta enormemente la tarea de refutar el testimonio de la crónica anónima Dikr bilad al-Andalus (segunda mitad s. XIV ó XV), que hace de Jerez una población moderna, una de las que se construyeron en tiempos del Islam.

Es más, las fuentes históricas y geográficas árabes suelen especificar, llegado

el caso, el origen preislámico del lugar que describen, algo que nunca ha sucedido, por ahora, con Jerez. Y aunque parece fuera de toda duda que el germen de la ciudad debe rastrearse, efectivamente, en época andalusí, es * Miembro del grupo de investigación Al-Andalus-Magreb (PAI HUM-385), Universidad de Cádiz, y del Centro de Estudios Históricos Jerezanos (e-mail:

edabordo@telefonica.net). también cierto que desconocemos la fecha exacta de ese asentamiento y si éste tomó el nombre de algún enclave preexistente de origen romano o visigodo.



El Jerez prealmohade



En el siglo V de nuestra era, tras la crisis del Bajo Imperio Romano, comienza a despuntar en la zona del Guadalete la ciudad de Assidona, población que en el último cuarto de la centuria siguiente –con la monarquía visigótica bien asentada ya en nuestro territorio– se convirtió en el centro administrativo y espiritual de una comarca cuyos límites coincidían con los del antiguo Conventus Gaditanus.

Tras la llegada del islam a la Península el año 711, esa comarca quedó integrada en la provincia o cora de Sidonia, unidad político-administrativa con capital en la ciudad del mismo nombre y extensión prácticamente similar a la de

sus antecesoras goda y romana. Sidonia limitaba al norte con las coras de Niebla, Sevilla y Morón; al este, con la de Takuruna; al sur, con la de Algeciras, y al oeste, con el Océano Atlántico.



Hacia mediados del siglo IX, la ciudad preponderante de la Cora aún era Sidonia, pero a partir de las incursiones normandas del año 844, inicia un declive paralelo al ascenso de otros núcleos urbanos como la hoy desaparecida Calsena y Jerez, sucesivas capitales que al tiempo se convirtieron en centros intelectuales de cierta importancia, coincidiendo con el período de bonanza económica que la cora experimentaba por entonces. Este esplendor tiene su reflejo en la Historia de los ulemas de al-Andalus del cordobés Ibn al-Faradi (m. 1013), que inmortaliza a una treintena de sabios de Sidonia y otras ciudades y alquerías de la zona, especialmente las mencionadas Calsena y Jerez.

Si hacemos caso de las fuentes escritas, la ruina de Sidonia y de Calsena parece concretarse en el siglo de las taifas. A partir de ese momento, los datos sobre ambas poblaciones, sobre todo los de la primera, desaparecen. Sobre la ciudad de Sidonia sabemos muy poco durante la época islámica y su exacta ubicación, pero la coincidencia toponímica ha llevado a localizarla comúnmente

donde hoy se levanta Medina Sidonia.



Sin embargo, en el entorno del castillo de Doña Blanca, a medio camino entre Jerez y El Puerto de Santa María, se hallan los restos islámicos más antiguos de la provincia de Cádiz conocidos hasta ahora, fechados a comienzos del siglo VIII. El nombre de este yacimiento y el de toda la zona donde se localiza es, desde época medieval, Sidueña. En su solar hay vestigios importantísimos de una importante polis fenicia de nombre aún por concretar y otros de origen romano, visigodo e islámico. La idea de que este enclave pueda relacionarse con la Asido fenicia que citan Plinio y el anónimo de Rávena y que sería la génesis de la supuesta Assidona romana o visigoda y, por ende, de la Sidonia andalusí, es demasiado sugestiva como para desecharla. La etimología y las fuentes geográficas parecen darnos la razón.



Tradicionalmente, la traducción del topónimo árabe /Shiduna/ o /madinat Shiduna/ al español, ha sido la de “Medina Sidonia”, interpretación que, aunque

obvia, resulta más confusa e imprecisa que las apropiadas “Sidonia”, “ciudad de Sidonia”, “(cora de) Sidonia” o, mejor, “Sidueña”, denominación que, como ya hemos apuntado, existe hoy día.



Las descripciones que las fuentes árabes hacen del enclave en el que la Sidueña islámica se situaba nos obligan a revisar y reinterpretar los textos, ya que aquéllas poco o nada tienen que ver con Medina Sidonia, y bastante con la

Sidueña localizada a los pies de la Sierra de San Cristóbal, sobre el extenso valle de Sidueña por el que discurre el río Guadalete y –según al-Mas’udi (m. 956)– frente a la “isla de Cádiz”.



En efecto, nos cuenta el historiador Ahmad al-Razi (m. 955) que Sidueña fue una ciudad “muy grande a maravilla”, con un monte sobre ella “de muchas fuentes que dan muchas aguas”, semejante al “hermoso promontorio vestido de diversos frutales y fecundado con copiosos nacimientos de agua, a quien hoy llamamos la Sierra de San Cristóbal, por su ermita, castillo y atalaya […]” que nos refiere el jerezano Fray Esteban Rallón en pleno siglo XVII y que recuerda a la “Montaña Media” que al-Himyari (m. 1325-6) coloca “cerca de Sidueña”, con restos antiguos y una gruta en su interior. Sea como fuere, el emplazamiento coincide con el mismo donde, al sur del alfoz jerezano, se ubicaba el pago, dehesa o lugar de Sidueña que encontramos en documentos castellanos desde el siglo XIV, una zona de viñedos, olivares y huertas en la que es posible que estuvieran situadas, en el siglo XII y “sobre el Guadalete”, las ruinas de la yerma y deshabitada ciudad de Sidueña, como parece señalar la versión medieval de al-Zuhri (s. XII).



Una visita al lugar nos hace pensar, también, si no fue éste el lugar fácilmente practicable por mar para los ataques normandos de los años 844-5 o el debatido escenario de la famosa batalla que en el año 711 enfrentó a las tropas del rey don Rodrigo con las musulmanas de Tariq.



Lo cierto es que los primeros nombres de los habitantes del Jerez islámico aparecen en los años finales del siglo IX, momento en el que se advierte un mayor número de nombres de sabios musulmanes en los repertorios bio-bibliográficos, y la proliferación en las crónicas de noticias sobre la ampliación de mezquitas y la construcción o fundación de nuevas ciudades.



De estos ulemas, muchos tendrán origen muladí, lo que evidencia la progresiva

islamización de la Península en esas fechas.

En la primera fase de este proceso, que iría desde el siglo VIII hasta comienzos del IX, el grado de asimilación de la población autóctona había sido prácticamente nulo, debido al escaso número de musulmanes que entró en la Península durante la conquista y otros factores como la endogamia característica de los clanes árabes que conformaban la élite política y militar invasora, o la fuerte oposición, espoleada por combativas y díscolas sedes episcopales, que la minoría musulmana encontró en el arraigado cristianismo de muchas de las urbes conquistadas. Esto llevó, en no pocas ocasiones, a la edificación de nuevos asentamientos puramente musulmanes junto a las insurrectas metrópolis cristianas. Se procuraba, de esa forma, el control del territorio a escasa distancia del enemigo militar y espiritual. ¿Sucedió esto con Sidueña, sede del obispado de la región, y Jerez?. No sería el primer y único caso de este tipo en al-Andalus, recuérdese, por ejemplo, lo sucedido con las ciudades de Elvira y Granada.



Desconocemos las causas por las cuales Sidueña fue perdiendo importancia en favor de Jerez, pero las continuas ofensivas normandas y el posible enfrentamiento con la cúpula eclesial asidonense pudieron provocar en la autoridad musulmana la necesidad de hallar o construir otra población. Ésta pudo ser Jerez, lugar cercano aunque más hacia el interior, en el centro de una

rica comarca agrícola próxima al mar de nombre Cerit. Lo cierto es que, en el siglo X, las autoridades envían a Jerez intelectuales y hombres expertos en ciencias religiosas desde la cercana Sidueña, tal vez para asegurar la arabización e islamización de sus habitantes.



Es significativo que algunas fuentes de finales del siglo X y del XI denominen a esta nueva población, que cuenta ya con mezquita aljama, /Sharish Shiduna/, Jerez Sidonia (o Jerez Sidueña). Con todas las reservas y objeciones que quieran hacerse, el hecho revela que Jerez fue, de alguna manera, consecuencia y continuación de Sidueña. Con el paso de los años, Jerez pierde el “apellido” y a su vecina Sidueña, de la que, como señalamos anteriormente, apenas quedaban rastros en el siglo XII. Dice al-Razi (m. 955): […] Et Xerez Sadunia es nombrada entre todas las cibdades de Espanya, et en

ella ha todas las bondades de la tierra et de la mar; que si vos yo quissiese contar todas las bondades della et de su termino, non podria. Et las aguas non se dannan como otras, et la su fruta dura mucho. Et Xerez es tan buena que le non puede escusar en lo mas de Espanya […]. De la misma forma llama Ibn Hayyan (m. 1076) a Jerez en un fragmento dedicado al ataque normando del año 844 a la zona, en tiempos del emir Abd al-Rahman II (m. 852). Aún en el siglo XIII, Ibn Dihya (m. 1235) sigue haciendo lo propio cuando menciona el lugar al que pertenece la alquería de Jarana y la ciudad de nacimiento y residencia del poeta y juez Ibn Lubbal (m. 1187-8), autor de los versos siguientes [metro tawil]:



“Cuando el que está afligido contempla el bello rostro

de la tierra de Sidueña, olvida su pena.

Parece que la mano de la lluvia hubiera cubierto

de verdes brocados sus valles y majadas.

Como un aladar por las mejillas del hermoso,

discurren los arroyos por sus marjales".



Tal vez por todas estas razones, comprendamos mejor por qué el Dikr bilad al-Andalus considera a Jerez una población moderna, una de las que se construyeron en tiempos del Islam. Esta aseveración podría dejar fuera de toda

duda que el germen de la ciudad debe rastrearse en la Sidueña emiral o califal,

si no fuera porque seguimos sin saber la fecha exacta de ese asentamiento y si

éste tomó el nombre y ocupó el espacio de algún enclave o región preexistente

de origen romano o visigodo, Ceret o Cerit, al que se le añadió el de su antecesora, Sidueña. Recordemos, con todo, a Casiri, quien afirma que Jerez debe su nombre al persa Xiraza, en cuyo honor, la colonia del mismo origen allí

asentada –parte tal vez de los contingentes militares del sirio Balch b. Bishr llegados a la Península en el 741– llamó a esta ciudad que, poco a poco, fue recibiendo a los habitantes de la colindante Sidueña y otros puntos del entorno.

En conclusión, la Sidueña de las crónicas y repertorios bio-bibliográficos árabes no es la actual Medina Sidonia, que debió de llamarse de otra forma, probablemente Madinat Ibn al-Salim, porque lo que encuentra Alfonso X a mediados del siglo XIII es un castillo y una villa que conserva el apelativo de Medina y “que es en la tierra de Sydonia”. El enclave de la /Shiduna/ andalusí, tal vez la Asido latina de origen fenicio a la que el arzobispo toledano Jiménez de Rada adjudica el nombre de Assidona, se halla en Sidueña, lugar cercano a

Jerez cuya descripción concuerda con la de los textos árabes. Este enclave terminó despoblándose y, por diversas razones, cedió su hegemonía a Jerez, ciudad con la que llegó incluso a identificarse.



Almorávides y almohades



La época de los reinos de taifas (s. XI) supuso para Jerez la merma paulatina de su naciente hegemonía tras someterse a los Banu Jizrun de Arcos –que convirtieron a esta ciudad en la capital del reino del mismo nombre– y, posteriormente, a los Banu Abbad de Sevilla, metrópoli que absorberá y eclipsará política e intelectualmente a las poblaciones y coras bajo su dominio. La entrada de los almorávides, primero, y la de los almohades, después, supone un cambio en la situación, ya que muchas ciudades importantes de la zona tendrán la oportunidad de luchar por su autonomía y conseguir alguna preeminencia. Jerez destaca por su oposición al poder almorávide entre los años 1143 y 1145, convirtiéndose en un pequeño reino influyente –gobernado por Abu l-Gamr Ibn Azzun, de los Banu Ganiya– en el período conocido como segundas taifas o taifas de transición entre almorávides y almohades.



Con estos últimos recupera Jerez su peso político en la región debido, tal vez, a su inmediata sumisión al califa Abd al-Mu’min y a que éste, a cambio, declarara libre de confiscaciones a la ciudad. Los geógrafos Ibn Galib (s. XII) y

Yaqut (s. XIII) la vuelven a citar como capital de la cora en esos siglos.



La importancia mercantil y estratégica que la ciudad llegó a alcanzar entre mediados del XII y las primeras décadas del XIII fue notable. Antes de ser tomada por los cristianos, Jerez era una medina de unos 20.000 habitantes, con más de 20 mezquitas, rodeada de una fuerte muralla y dotada de alcázar, adarves, alcaicería, y todos los elementos de una gran urbe andalusí, judería y arrabales incluidos.



De la mano de este indudable avance comercial y urbano de Jerez durante los siglos XII y XIII, llega su desarrollo cultural. Los sabios jerezanos eran, en su mayoría, aristócratas y notables que, junto a su ocupación erudita, ostentaban cargos religiosos y jurídicos de responsabilidad en la ciudad. Éstos, al igual que otros ulemas de su tiempo, acudían a aprender, perfeccionar su formación e, incluso, enseñar a los lugares de referencia de la época, es decir, Córdoba, Sevilla, Málaga o Granada, sin olvidar las peregrinaciones en busca de conocimiento a Oriente. Es el caso de los jerezanos Ibn Lubbal (m. 1187-8), Ibn Malik (m. entre 1195 y 1197) o Ibn Azhar (m. 1188-9), convertidos pronto en prestigiosos maestros en la propia Jerez, centro de obligada visita para muchos

sabios de al-Andalus y, en menor medida, del resto del Islam, desde principios del XII. El poder, asimismo, promovería y se impregnaría de ese ambiente ilustrado. Uno de los gobernadores de Jerez durante la época almohade fue, por ejemplo, el prolífico poeta sevillano Abu Umar Ibn Abi Jalid (m. 1215-6). Entre los jerezanos que estudiaron con los arriba mencionados se cuentan, entre otros muchos, el gramático Ibn Abd al-Mu’min (m. 1223), muy conocido por su excelente comentario a las Macamas de al-Hariri de Basora, el poeta Ibn

Shakil (m. 1208-9), el médico Ibn Rifa’a (m. 1239) o el visir y poeta Ibn Giyat (m. 1223) quienes, a su vez, continuaron la labor de instruir a nuevos discípulos

en la ciudad procedentes de la misma Jerez y de otras partes de al-Andalus. Con la conquista de la ciudad por las tropas del rey castellano Alfonso X, culmina la historia andalusí de Jerez. Tras la entrega de la ciudad a las tropas cristianas y la consiguiente expulsión de la población musulmana, muchos ulemas de origen jerezano acabaron por prosperar fuera de al-Andalus. Los repertorios bio-bibliográficos nos dicen que algunos eligieron el Magreb como lugar de residencia, en concreto las ciudades de Salé y Mequinez, y otros Oriente, ya que se asentaron en Alejandría, Jerusalén o Damasco.

Para saber más:

- ABELLÁN PÉREZ, Juan, El Cádiz islámico a través de sus textos, Cádiz,

2005 (2ª ed.).

- ABELLÁN PÉREZ, Juan, Poblamiento y administración provincial en al-

Andalus. La Cora de Sidonia, Málaga, 2004.

- AGUILAR MOYA, Laureano, “Jerez islámico”, en CARO CANCELA, Diego

(coord.), Historia de Jerez de la Frontera. De los orígenes a la época

Medieval, I, Cádiz, 1999, pp. 193-256.

- BORREGO SOTO, Miguel Ángel, “Algunas consideraciones sobre el Jerez

prealmohade y preislámico (Cerit)”, Estudios sobre Patrimonio, Cultura y

Ciencia Medievales, VII-VIII (Cádiz, 2005-6), pp. 55-70.

- BORREGO SOTO, Miguel Ángel, “La ciudad andalusí de Shiduna (Siglos

VIII-XI)”, Al-Andalus--Magreb, 14 (Cádiz, 2007), pp. 5-18.

- BORREGO SOTO, Miguel Ángel, “Sabios musulmanes de Jerez (ss. IXXIV)”,

Al-Andalus--Magreb, 11 (Cádiz, 2004), pp. 7-66.

- BORREGO SOTO, Miguel Ángel, “Poetas del Jerez islámico”, Al-Andalus--

Magreb, 15 (Cádiz, 2008), pp. 41-78.

- GONZÁLEZ RODRÍGUEZ, Rosalía, “La ciudad islámica de Jerez: una visión

desde la arqueología urbana”, en LÓPEZ ENAMORADO, Mª Dolores y

REYES RUIZ, Antonio (eds.), Tetuán y Jerez: dos ciudades a través de la

historia, Jerez 2006.

- GONZÁLEZ RODRÍGUEZ, Rosalía y RUIZ MATA, Diego, “Prehistoria e

Historia Antigua de Jerez”, en CARO CANCELA, Diego (coord.), Historia de

Jerez de la Frontera. De los orígenes a la época medieval, I, Cádiz, 1999, p.

155.

- RUIZ MATA, Diego, “La fundación de Gadir y el Castillo de Doña Blanca:

contrastación textual y arqueológica”, Complutum, 10 (Madrid, 1999), pp.

279-317.

- VEGA GEÁN, Eugenio José y GARCÍA ROMERO, Francisco Antonio,

Origen e historia del antiguo obispado asidonense, Jerez, 1997.

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