Como se sabe, el ideal de la Reconquista, tal
como se presenta en las fuentes hispánicas desde el siglo IX hasta el siglo XV,
sostenía que los monarcas y poblaciones cristianas del norte eran herederos
legítimos de los visigodos. Como tales, tenían el derecho y la obligación
histórica de recuperar aquello que había pertenecido a sus antepasados y que,
como consecuencia de la invasión musulmana, les había sido injustamente
arrebatado. Dado que lo que se había “perdido” a raíz de la irrupción de los
musulmanes no había sido sólo la “patria” de sus antepasados, sino también la
Iglesia, que había quedado aniquilada por los seguidores de otra religión,
aquella recuperación territorial se presentaba íntimamente asociada a la
restauración eclesiástica. Mientras existiera un poder islámico sobre el solar
que en otro tiempo había ocupado el reino visigodo, quienes se postulaban como
sus herederos tendrían la inexcusable misión de combatir a los conculcadores
hasta que el dominio perdido fuera plenamente reintegrado y la fe de Cristo
volviera a su antiguo esplendor, un sentimiento que a veces ha sido comparado
con una especie de «destino manifiesto».
Fuera de España las cosas se han visto de una forma menos problemática. El
profesor Derek William Lomax escribió todo un libro titulado "The
Reconquest of Spain". Consciente de la exaltación y del rechazo de que
había sido objeto el tema por parte de unos y de otros, el gran hispanista
inglés expresaba en las primeras líneas de su obra, con total contundencia, su
punto de vista:
"" La
Reconquista es un marco conceptual utilizado por los historiadores. Pero, a
diferencia del concepto de Edad Media, no se trata de un concepto artificial.
Por el contrario, la Reconquista fue una ideología inventada por los
hispano-cristianos poco después del año 711, y su realización efectiva hizo que
se mantuviera desde entonces como una tradición historiográfica, convirtiéndose
también en objeto de nostalgia y en un cliché retórico de los publicistas tanto
tradicionales como marxistas "".
El término parecería asimismo confuso, más aún considerando el hecho de que
tras el derrumbe del Califato (a comienzos del siglo XI), los reinos cristianos
optaron por una política de dominio tributario -parias- sobre las Taifas en
lugar de por una clara expansión hacia el sur; o las pugnas entre las
diferentes coronas –y sus luchas dinásticas-, que solo alcanzaron acuerdos de
colaboración contra los musulmanes en momentos puntuales.
Sin embargo, la temprana reacción en la cornisa cantábrica en contra del Islam
(recordemos que Don Pelayo rechazó a los sarracenos en Covadonga apenas siete
años después de que atravesaran el estrecho de Gibraltar), e incluso su rechazo
del territorio actualmente francés después de la Batalla de Poitiers del año
732, pueden sustentar la idea de que la Reconquista sigue casi inmediatamente a
la conquista árabe. Más aún, «gran parte de dicha cornisa cantábrica jamás
llegó a ser conquistada», lo cual viene a justificar la idea de que la
conquista árabe y la reconquista cristiana se superponen, por lo que podría
considerarse como una sola etapa histórica, sobre todo si tenemos en cuenta que
la batalla de Guadalete, la primera batalla por defender el reino visigodo en
el año 711, marca el inicio de la invasión musulmana.
Escritores como Ignacio Olagüe Videla, en La Revolución islámica en Occidente
(1974), consideran que la invasión militar árabe es un mito y sostienen que la
creación de Al-Ándalus fue el resultado de la conversión de gran parte de la
población hispana al Islam. Estas tesis han sido estudiadas por el conocido
arabista González Ferrín en su obra Historia General de Al-Andalus, en la que
hablando de la Reconquista dice «que en verdad nunca existió»; igualmente
plantea que Al-Andalus «constituye un eslabón insustituible de la historia
europea».
Las hipótesis de Olagüe no cuentan con ningún apoyo significativo en la
historiografía actual. La obra de Olagüe ha sido calificada de «historia
ficción» y rechazada en círculos académicos. La arqueología y los textos
antiguos desmienten esta teoría, ya que son abundantes las fuentes clásicas y
los restos arqueológicos que prueban que la conquista islámica fue violenta,
con numerosas batallas y asedios, donde poblaciones enteras fueron exterminadas
por los ejércitos islámicos, como fueron los casos de Zaragoza o Tarragona en
la Conquista musulmana de la península ibérica, así mismo tanto en fuentes
cristinas, como musulmanas aparecen numerosas citas acerca de los elevados
impuestos especiales que han de pagar solo los no musulmanes, como la gizya,
harag así como leyes que tratan en condiciones de inferioridad a los no
musulmanes.
En su España invertebrada, José Ortega y Gasset,
desde la filosofía, afirmaba que «Una reconquista de ocho siglos no es una
reconquista». Curiosamente, se usa normalmente el término «conquista de
Granada» en lugar del de «reconquista de Granada».
Algunos autores[cita requerida] propusieron con poco éxito el término
alternativo de «conquista cristiana», sin las implicaciones ideológicas del
término «reconquista»; no obstante, el término sigue utilizándose por
especialistas y profanos para designar a ese periodo histórico.
El catedrático arabista Serafín Fanjul, en sus libros “Al-Andalus contra
España” y "la quimera de Al-Andalus", desmonta los mitos de una
invasión poco violenta, la idealización de la convivencia de culturas o
religiones en Al-Andalus y usa el término reconquista, entendiéndolo como la
recuperación por parte de las comunidades cristianas del territorio previamente
cristiano invadido por los musulmanes.
Un concepto ambiguo y discutido
El término Reconquista, referido a la lucha entre cristianos y musulmanes
durante la Edad Media hispánica, es uno de aquellos conceptos historiográficos
cuyo significado ha generado no pocos debates entre los especialistas.
Siguiendo las conclusiones alcanzadas por Martín Ríos en sus
trabajos, el concepto de Reconquista se consolidará en la historiografía
hispánica durante la segunda mitad del XIX. Desde un principio, la noción
aparece asociada a la formación de la identidad nacional española, asegurando
una empresa y un pasado común a todas las regiones y ofreciendo al mismo tiempo
una singularidad esencial frente a otros países europeos: la reconquista,
entendida como una lucha armada contra el Islam que se extendería a lo largo de
ocho siglos y que permitiría a los “españoles” la recuperación del solar patrio
que les había sido arrebatado por los “extranjeros” musulmanes, se convertía a
partir de entonces en el elemento nuclear de la formación de la identidad de
España como nación y patria común de todos los españoles.
Hay que reconocer que la irrupción de este concepto en la
historiografía hispánica del siglo XIX, con su fuerte carga nacionalista,
romántica y, en ocasiones, colonialista, tuvo un éxito notable y se transmitió,
manteniendo algunos de sus rasgos identitarios más llamativos,a la del siglo
XX.Bastaría recordar aquí,a título de ejemplo y como verdadero paradigma historiográfico,
las consideraciones al respecto de Ramón Menéndez Pidal: para el ilustre
maestro, ni la destrucción del reino godo en
el siglo VIII, ni la disgregación política a la que se vio abocada España
durante las siguientes centurias, consiguió borrar de la mente ni del
sentimiento de los españoles la idea de unidad nacional.
Los distintos reinos medievales cristianos que se originaron a raíz de la
conquista islámica no sólo no contribuyeron a la ruptura de la unidad goda –esa
responsabilidad, en todo caso, sería islámica-, sino que por el contrario
procuraron remediar la ruina de aquella quiebra. De esta forma, la invasión de
los musulmanes vino, paradójicamente,a robustecer el concepto unitario de
España, entroncándolo a la vez con un ideal religioso –la restauración del
culto católico- y con «un propósito nacional de recuperación del suelo patrio».
Consecuentemente, la idea de reconquista, tal como se expresaba en los escritos
pidalianos, vinculaba estrechamente al menos cuatro aspectos que se complementaban
para forjar la identidad nacional española:
- uno, la permanencia y aún el reforzamiento, entre los reinos cristianos
peninsulares de la Edad Media, de la idea de una España unida;
- dos, la recuperación del territorio usurpado por los musulmanes, entendida
ésta como la liberación total de una patria que había quedado en manos
extranjeras a raíz de la conquista islámica;
- tres, la conjunta participación de todos los
españoles en esta empresa, que por supuesto se presenta como una labor común,
por
encima de las circunstanciales divisiones políticas de cada momento;
- cuatro, la imbricación de este proceso político-militar, de corte nacional,
con un catolicismo militante que da la pertinente cobertura religiosa y
necesaria trascendencia a todo el edificio interpretativo.
.
Como Menéndez Pidal, Sánchez Albornoz estaba convencido de que la reconquista
era una empresa común de todos los españoles, en el curso de la cual un grupo
disperso de reinos cristianos, tras varios siglos de «lucha nacional y religiosa»,
conseguirían no sólo recuperar «el solar nacional» invadido en el siglo VIII
por los musulmanes y liberado completamente a finales del XV, sino también
alcanzar la libertad. De manera contundente, convirtió a la Reconquista en
«clave de la historia de España», subrayando con ello tres aspectos
fundamentales para la formación de la identidad española,a los que conviene
aludir:
- en primer lugar, la extraordinaria influencia que aquel proceso tuvo en la
formación de la realidad histórica de España. En sus propias palabras, fueron
muchas «las proyecciones históricas de esa larga y compleja empresa en la
cristalización de muy variadas facies del vivir hispano», desde la política a
la economía, pasando por la religiosidad o la cultura. A este respecto, podría
concluirse que, a su juicio, fue la Reconquista la que «hizo» a España.
- En segundo lugar, cabe indicar que en este proceso de formación no todos los
agentes políticos que intervinieron parecen tener el mismo protagonismo: la
Reconquista moldeará con mayor vigor a unos reinos cristianos que a
otros,siendo así que el castellano-leonés se verá especialmente influido, en su
organización constitucional y económica, por la dinámica reconquistadora.
Consecuentemente, si la
Reconquista es el fenómeno histórico forjador de España y si Castilla es el
ámbito en el que la incidencia de aquella se observa con mayor nitidez, bien
podría entenderse que Castilla resume en sí misma a toda España, o que España
es, básica y esencialmente, Castilla.
- en tercer lugar, además de configurar sus estructuras internas, la
Reconquista le otorga a la historia española una fuerte singularidad respecto a
otras naciones europeas: «esta empresa multisecular -señalaba este autor-
constituye un caso único en la historia de los pueblos europeos, no tiene
equivalente en el pasado de ninguna comunidad histórica occidental. Ninguna
nación del viejo mundo ha llevado a cabo una aventura tan difícil y tan
monocorde, ninguna ha realizado durante tan dilatado plazo de tiempo una
empresa tan decisiva para forjar su propia vida libre»
El paralelismo entre una “guerra de liberación” emprendida por los españoles
contra los extranjeros musulmanes para recuperar su patria y restaurar la
religión y la unidad, y la otra “cruzada” iniciada por Franco para –según sus
defensores- igualmente liberar a la patria, subyugada y maltratada por sus enemigos
comunistas, para defender a la Iglesia católica humillada y perseguida, y para
recomponer su unidad, quebrada por los separatismos, resultaba demasiado
evidente para no ser aprovechado:
«así como los requetés lucharon contra los comunistas,entonces, los buenos
españoles guerreaban contra los moros, que se habían apoderado de casi todo el
solar de los españoles»
.
La identificación del Cid con Franco, o mejor aún, de Pelayo con Franco,ambos
“caudillos de España” iniciadores de un movimiento patriótico de salvación,
sintetiza de manera gráfica esta absorción de la idea de Reconquista por la
ideología y la propaganda franquista, si bien todos los rituales de victoria
empleados por los vencedores de la guerra civil ponen de manifiesto el retorno
del «imaginario de la Reconquista como fantasía mítica privilegiada», la
constante evocación simbólica de aquellas gestas militares (Covadonga, la
reconquista de Toledo, Las Navas de Tolosa), de sus referentes sagrados
(Santiago) y sus protagonistas (Pelayo, el Cid,Alfonso VI, Fernando III, los
Reyes Católicos), la consideración de la guerra civil como una cruzada o una
«segunda reconquista», la omnipresencia, en fin, del «espíritu de la
Reconquista».
Sin duda, la publicación de las tesis de Abilio Barbero y de Marcelo Vigil a
finales de la década de los años sesenta y principios de los setenta vino a
representar una ruptura radical con el modelo de interpretación hasta entonces
aceptado por la historiografía española en torno a los orígenes y el
significado histórico de la Reconquista. Las palabras de los autores lo
dicen todo:
" «los cántabros-astures y vascones que con su independencia
[frente al reino visigodo] habían conservado un régimen social antagónico al de
los visigodos, donde los hombres libres eran mayoría y las diferencias de clase
eran mínimas, tenían poderosos motivos para continuar defendiendo su libertad
[contra los nuevos dominadores musulmanes]... Es decir, la región nunca
dominada por los musulmanes y de donde surgiría la “Reconquista” fue la misma
que defendió su independencia frente a los visigodos y seguía luchando por ella
todavía contra el último rey godo don Rodrigo en el año 711. Por consiguiente,
el fenómeno histórico llamado Reconquista no obedeció en sus orígenes
a motivos puramente políticos y religiosos, puesto que como tal fenómeno
existía ya
mucho antes de la llegada de los musulmanes… Se ha adjudicado habitualmente a
estos
montañeses, enemigos tradicionales de los visigodos, el papel de ser sus
sucesores políticos
frente a los musulmanes; pero el deseo de “reconquistar” unas tierras que
evidentemente
nunca habían poseído, no se puede aceptar hasta tiempos posteriores en los que
se creó realmente una conciencia de continuidad con el reino visigodo» "
Ni los astures de Pelayo habían pretendido la recuperación del reino y de la
unidad política de
tiempos visigodos, ni habían luchado contra los musulmanes por la restauración
del catolicismo. Sus motivaciones habían sido de orden socioeconómico y sólo
muchas décadas después se había inventado un argumentario vindicador, unionista
y cristiano para justificar y dar trascendencia a un movimiento que no era sino
la continuación de lo que venía ocurriendo en aquella zona desde siglos
antes.Ante tal cúmulo de evidencias, sólo podía llegarse a la conclusión, como
hicieron los propios autores, de que el concepto de Reconquista, entendida como
«una empresa nacional», era
ficticio.
José Luis Martín ahondaba en la idea de que la Reconquista fue una noción
elaborada siglo y medio después de Covadonga, que consecuentemente no vino de
la mano de los visigodos vencidos en el 711,sino de los clérigos mozárabes
expulsados o huidos de al-Andalus en el siglo IX.Éstos fueron sus «inventores»,
y con aquella creación respondían tanto a sus situaciones personales como a los
problemas que el reino asturiano tenía planteado en aquellos momentos: la
defensa y
restauración de la fe cristiana frente al Islam, la recuperación de los
dominios visigodos y la restauración de la unidad política visigoda, todo ello
bajo la dirección de la monarquía asturleonesa, que de esta forma se presentaba
como legítima sucesora de la toledana, en evidente detrimento de cualquier otro
competidor peninsular, ya fuera pamplonés o catalán.
La Reconquista: un estado de la cuestión.
Autor: Francisco GARCÍA FITZ
Universidad de Extremadura