martes, 18 de diciembre de 2018

MUJERES DE AL-ANDALUS

Mujeres de Al-Andalus

Autor: Mª Dolores F.-Fígares
publicado el 20-09-2018
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Al-Andalus es un espacio y a la vez un tiempo. Un tiempo-espacio privilegiados, donde se encontraron los ricos legados que el pasado había ido dejando en una tierra dispuesta a recibir a los pueblos distantes y dejarse conquistar por ellos, dándoles a cambio su propia riqueza, a través de las diversas maneras de concebir la vida. A lo largo de los siglos y de las vicisitudes que planteó la historia, el espacio andalusí se fue modificando: como hacen los mundos, primero, con el impulso de los inicios se fue ampliando, para luego volverse hacia sí mismo, en un proceso imparable de decadencia y debilidad, apenas frenado por la intervención de personajes singulares.
A medida que Al-Andalus dejaba de ser en la historia y otras formas políticas y culturales entraban en acción, se dejaba absorber a la vez por el olvido y por el mito de un paraíso irremediablemente perdido. Es decir, que se fueron olvidando sus importantes aportaciones al proceso civilizatorio de Occidente y al mismo tiempo iba quedando en la memoria la difusa impresión de que en al-Andalus habían acaecido sucesos singulares por la hermosura de sus realizaciones y lo irrepetible de sus circunstancias. No volvió a vivir el Islam un esplendor como el logrado en al-Andalus, tal era la huella que había dejado en la memoria colectiva el final de la civilización andalusí.
Aquel mundo que la investigación histórica ha ido reconstruyendo pacientemente había dejado de interesar desde hacía mucho tiempo, y se había reducido su imagen al estereotipo de los invasores que habían sido expulsados triunfalmente de nuestro territorio. Se cortaron los vínculos que nos habían unido a esa parte tan sustancial de nuestro pasado, ya que la historia la escriben siempre los vencedores. Fuera de los ámbitos de los especialistas, poco ha llegado al gran público de la fecunda historia de al-Andalus y la mayoría de sus grandes actores permanecen completamente desconocidos, como si no pertenecieran al legado que ha ido elaborando nuestras formas de construir el mundo.
Desde las brumas de ese olvido sobresalen figuras que componen el variado panorama de aquella sociedad, de aquel mundo, como aspectos destacados inevitablemente de un caldo de cultivo, de una base social que les dio sustento y justificación.
La reactualización del protagonismo del Islam en determinados países y conflictos parece sustentar el nuevo interés que despiertan ciertas realidades que se produjeron en al-Andalus. Pero ese interés contiene el sesgo de la imagen deformada y muchas veces reducida por los prejuicios, con la cual tiene que luchar en Occidente todo aquel que se plantee un acercamiento al mundo islámico, en su conjunto. El complejo de superioridad de Occidente no ha podido curarse todavía, a pesar de la larga historia de sus crisis y la impotencia que ha manifestado para cicatrizar sus propias heridas, lo cual no le impide erigirse en juez y dictaminar sobre la pureza de intenciones de otros pueblos y otras formas culturales.
Sin embargo, aquellos momentos señalados en la historia, en los cuales Oriente y Occidente lograron abrir puentes de complementariedad fueron precisamente los que se nos aparecen 

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