lunes, 15 de octubre de 2018

LA MALAGA MUSULMANA: VIDA Y URBANISMO


La Málaga musulmana: vida y urbanismo
No apaga en mí la ausencia la llama del amor...


Alcazaba de Málaga.
"A Málaga tampoco mi corazón olvida;
no apaga en mí la ausencia la llama del amor;
¿Dónde están tus almenas ¡oh Málaga querida!,
tus torres, azoteas y excelso mirador?
Allí la copa llena de vino generoso
Hacia los puros astros mil veces elevé,
y en la enramada verde, del céfiro amoroso,
Sobre mi frente el plácido susurrar escuché.
Las ramas agitaba con un leve ruido
Y doblándolas ora, o elevándolas ya,
Prevenir parecía el seguro descuido
Y advertimos si alguien nos venía a espiar"
(Aben Said)
Málaga, ciudad de historias de llegada y de idas. Paraje costero, mediterráneo, y ambiciado. Ciudad con mar a sus anchas, situación estratégica envidiable, sur del Sur. ¿Podrían ser estas razones un poco bucólicas las que hicieron de Málaga una ciudad importante dentro del contexto sur-peninsular en tiempos de la llegada de los musulmanes?
Cronistas musulmanes describieron la ciudad, al igual que harán los cristianos. Gente como Al- Bakri, Al- Idrisi o Ibn al-Jatib nos hablan de una ciudad en plena efervescencia social y económica, al igual que constructiva.
Sin duda, la Málaga musulmana tiene el sello propio de una urbe de Al- Andalus o de cualquier territorio islámico. Componentes característicos como la Madina bien protegida por murallas y torres, callejuelas recorriendo la urbe en sí, las mezquitas, la Madraza, la fortaleza vigilante, o el puerto lleno de vida. Todos esos componentes y más iremos desgranando y describiendo poco a poco en el artículo. Algo así como un paseo por la Málaga medieval contando con el factor social y económico que interactúa con la estructura urbana, que es cuando cobra verdadero sentido.
Málaga cumplía su función de ciudad portuaria, a la que llegaban comerciantes, sobre todo italianos. Esta ciudad tiene su centro fundamental en la madina amurallada, donde vive la población principal; una fortaleza también amurallada auxilio de las gentes y vigilante de las costas; y unos arrabales como núcleos de población resultante del incremento demográfico en la madina y que se adosan a los alrededores del núcleo principal.
Habiendo expuesto las tres partes más importantes de la Málaga musulmana, comencemos nuestro viaje.
Iniciemos por el puerto, como si fuéramos recién llegados a la ciudad. La línea costera, desde el s. VIII, se situaría, desde su formación en la escollera del puerto romano, sobre lo que hoy es la Plaza de la Marina. En esta zona se situarían unos almacenes portuarios y una Aduana muy posterior, sirviendo también como necrópolis emiral. Se continuaría la línea siguiendo lo que actualmente es la Alameda. Es de destacar como detalle curioso aportado por Guillén Robles, que existiría una isla llamada Arriarán sobre la Puerta del Mar, que mantiene todavía su nombre.
Málaga, junto a al puerto de Almuñécar, serían de los puertos más importantes del litoral andalusí. Fueron zonas cobraron gran auge con la llegada de tribus del norte de África en época de los Banu Zirí. Incluso el puerto de la ciudad tenía competencia con el de Bezmiliana, localidad cercana, quizás para ayudar al flujo comercial, puesto que aquella zona, llamada Axarquía, era muy importante para el comercio, aportando seda muy apreciada en época nazarí, entre otras cosas.
Fueron los Hammudíes los que sobre en el s. IX fortificaron el fondeadero para rechazar posibles ataques normandos, al igual que en este tiempo se construye la alcazaba, como vigía de excepción del puerto. Hay que recordar que el fondeadero era la playa misma, donde se llevaban a cabo las cargas y las descargas.
También desde el fondeadero se podía llegar al Arenal, zona de playa situada en la parte oeste del río junto al arrabal de los mercaderes de paja. Recordemos que ese Arenal era conocido hasta el s. XVIII como la rambla.
La playa tenía por supuesto su utilidad social. Era un lugar de reunión para la población malagueña, donde se organizarían actos en común para fines como la recaudación de dinero para pago de rescates. Se habla también de que se levantarían pabellones, y se llevarían a cabo alardes de jinetes sobre el s. XV.
De gran importancia es la relación de los genoveses con la ciudad en época nazarita. Con la pérdida de Sicilia y la importante abertura del Estrecho navegantes italianos, flamencos, y del norte de Europa llegarían a participar del comercio y riqueza de la tierra.
Pero el caso genovés es de especial importancia, puesto que la capital, Granada, y Málaga eran para ellos focos de gran interés, en virtud del pacto nazarita-genovés a partir de la segunda mitad del s. XIII. Productos para ellos de interés eran el azúcar, la seda, cereales, los higos de gran fama en aquellos tiempos, pasas, salazones malagueños o almendras. También mostrarán gran interés por la loza dorada, al igual que lo hizo la flota nazarita.
Los genoveses contaban con un baluarte adosado al muro, pero fuera de la propia madina, algo que no se ve en muchas ciudades musulmanas, haciendo las veces de fortificación y alhóndiga. Sería utilizado como almacén y base para importantes genoveses como los Spínola o los Grimaldi.
Después de la conquista cristiana de la ciudad en 1487 ya nada volvería a ser igual. Los genoveses volvieron, pero con distintas funciones. El mercado se reanudó, se reactivaron las ferias semanales y anuales, y de nuevo los comerciantes ocupan su puesto junto al puerto, pero ya en menor medida.
A las afueras de la ciudad propiamente dicha, se encontrarían los dos arrabales: el arrabal Funtanalla y el arrabal Tabbanin o el de los mercaderes de paja.
El arrabal Tabbanin estaría situado al SO de la madina, y conectaría con la ciudad por la llamada Puerta del río o Bab al- Wadi. Esta que contaría con un puente construido sobre el año 1193-1194 por Mamad al- Massufi, situado a la altura de lo que hoy es el Puente de Santo Domingo. Sería un puente con cuatro arcos y torres según el cronista Hernando del Pulgar, siendo víctima de tormentas y riadas como la del año 1661 y que destruiría el puente.
Este arrabal llamado "de los mercaderes de paja" tendría una gran actividad en la fabricación y venta de artículos de mimbre, como cestas de hojas de palmera, y también leña. La extensión del arrabal vendría a ocupar lo que actualmente son los populares barrios del Perchel y la Trinidad. Incluso a la altura de la actual Calle Mármoles habría otra torre defensiva.
El arrabal de Funtanalla sería de la segunda mitad del s. XI, y estaría situado al NO de la madina. También es llamado "arrabal de Antequera" o "arrabal de Granada". Su extensión iría desde el mismo cementerio hasta la zona actual de La Goleta, siendo bien grande. Sería el arrabal de la entrada a la ciudad, y estaría conectado a la ciudad por varias puertas. La puerta que unía el arrabal con el cementerio sería la llamada Puerta del Alcohol o Bab al- Khul, creada hacia el año 1178. La puerta principal que conectaba con la ciudad se llamaría Bab al- Funtanalla, que se documenta ya en 1082, y que sería reformada por Abd Allah b. Zannun a principios del s.XIII. Bien podría ser esta la Puerta de Granada, que estaría situada sobre la actual Calle Victoria. Otra puerta que daba al arrabal era la llamada Bab al- Jawja, del s. X, más tarde denominada Puerta de San Buenaventura o Puerta de Antequera.
Siguiendo la muralla por este arrabal, de forma paralela se creó un foso que llegaba hasta el río. La muralla discurría desde la Puerta de Granada pasando por las actuales Calle Álamos y Carretería hasta llegar a una nueva puerta, Bab al- Mal’ab o Puerta de la Explanada de los Alardes.
El gran arrabal sería una auténtica nueva madina, con todo tipo de servicios como hornos, casas, baños, mesones, tejares, alfares (en la actual Calle Ollerías) o tenerías. Un auténtico nuevo foco de población con gran incidencia en el desarrollo de la vida urbana.
Desde fuera, lo que seguro imponía era la alcazaba y fortaleza de Gibralfaro, que se situaría al Este dominando toda la ciudad y costa. Esta alcazaba conectaba con la ciudad mediante la Puerta de la Alcazaba o Puerta de la Cuesta, llamada Bab al- Qasba.
Ya al final incidiremos en la alcazaba después de entrar en la ciudad y describamos su vida.
Si antes hemos resaltado como una de las puertas principales de la ciudad, la otra estaba mirando a la costa, siendo la Puerta del Mar o Bab al- Bahr. Desde la Puerta del Río el lienzo de muralla desembocaba en los torreones de Atarazanas, que contaba también con una torre albarrana o Torre Gorda. Sería esta una auténtica puerta que daba al Arenal, viéndose reorganizada en época cristiana cuando se abre la Calle Nueva. Siendo una nueva salida que venía desde la Plaza de las Cuatro Calles, sitio desde donde se hizo el pregón definitivo del edicto de expulsión general el 1 de enero de 1492. Otra puerta situada al Sur de la ciudad sería la Puerta de la Espartería o Bab al- Faray, situada aproximadamente sobre el lienzo de la actual Plaza de La Marina.
Llegó la hora de entrar en la ciudad amurallada. Como todas las ciudades musulmanas, el componente religioso marca el devenir de la urbe. Málaga contaba con una mezquita mayor y madraza, además de multitud de mezquitas menores repartidas a lo largo y ancho del emplazamiento.
Aproximadamente unas 20000 personas discurrirían por las callejuelas, llenando las mezquitas y mercados. Un eje central ya en época moderna partiría la ciudad transversalmente pasando por Calle Alcázar, Los mercaderes, la Plaza de las Cuatro Calles y Guardas. Luego hacia el Sur iría la Calle Nueva, que se abriría para dar con el Arenal.
Claramente los elementos más visibles de la ciudad serían la Mezquita Mayor y la alcazaba. La Mezquita Mayor se situaría dentro de la madina como un ágora, siendo un espacio de divulgación de las enseñanzas religiosas. Hay que recordar que las escuelas jurídico-religiosas actuarían como uno de los pilares fundamentales en el mundo árabe. La educación hacia lo que el Corán divulgaba era la principal vía para el buen musulmán. La Mezquita Mayor inicial contaría con cinco naves, previas a un patio lleno de naranjos y palmeras, a cuya sombra enseñaban maestros como Abu Bakr al Ansari. Allí mismo incluso se instalaba también un mercadillo. La ampliación de la mezquita sería llevada a cabo desde época almohade, quedando en el momento de la conquista un espacio con trece naves en forma de T, de las que cuatro de ellas serían almohades. El viajero Munzer describe la sala de oración con 113 columnas.
Seguramente habría varias entradas para acceder a esta Mezquita Mayor. Probablemente la puerta principal estaría en la que hoy es Calle Cister, habiendo otra en Calle Santa María (para R. Amador de los Ríos sería la principal), y luego otra por Calle Molina Larios.
Tras el patio habría un atrio para las abluciones, necesarias para alcanzar la pureza antes de la oración, y un minarete desde donde el muecín llamaría a la oración. Todavía queda parte de la cimentación de ese alminar en la cripta del Sagrario.
Las funciones de la Mezquita Mayor eran de centro religioso, de centro donde se administraba justicia e incluso se nombraba al cadí desde su cúpula mayor, y centro político al ser lugar de reuniones oficiales y lecturas de actas de sumisión.
La Madraza se confundiría con la Mezquita Mayor en su parte occidental, siendo construida por Al Muhammam. El carácter de la Madraza malagueña tendería más al proselitismo y misticismo, quizás por la figura que la llevaba, el místico Abd Allah al- Sahili, mientras que la de Granada tenía un carácter más institucional.
Como dato significativo y contundente es que en el mimbar o púlpito al lado del mihrab se colocaban las banderas enemigas capturadas en las grandes jornadas para los musulmanes.
En el tránsito a época moderna, tras la conquista en 1487, la mezquita sería consagrada como templo cristiano por D. Pedro Díaz de Toledo, limosnero mayor de los RRCC, y dedicada a Ntra. Sra. de la Encarnación. Las reformas se irían sucediendo hasta llegar a lo que hoy es la catedral, creándose la Puerta del Perdón en el Sagrario, o capillas levantadas en el s. XVI. El 31 de agosto de 1588 se abriría y daría misa por primera vez.
Ya en el s. XI se tiene mención de más mezquitas, además de la situada en la parte baja de la alcazaba. Están la mezquita de la palmera, la mezquita del cadí Al- Ansari, la del cadí Ibn Hassun, y la del cadí al- Wahidi, que tenían las mismas funciones que la Mezquita Mayor.
Muchas mezquitas eran construidas de manos particulares como actos de bondad y regalo a la comunidad, siendo una obra piadosa. Incluso, según Ibn al- Zubayr, Yusuf ben al- Sayj construyó unas 25 mezquitas.
Destacan también mezquitas como la del cadí al- Madhiyi, la mezquita del prudente, la mezquita del arrabal oriental, o la de al- Sahili. En la mezquita de los perfumistas enseñaba al- Ansari, y puede que estuviera en el zoco denominado igual, sobre la Calle Especierias. La mezquita de al- Gubar se situaría cerca del cementerio, en lo que hoy es la Calle Agua.
Como dato curioso también hay que nombrar a los eremitas o morabhitos. Estos vivirían fuera del mundo material, y tendrían su influencia en Málaga. Destacaríamos a Beljair, que se movería por la zona de la Torre del Guadalhorce; Cidi Buzedhra en la zona de Cruz del Molinillo actual; Cidi Abdallah en la hoy Cruz de Humilladero; y la importante figura de Xarifa. Respecto a Xarifa, decir que en memoria suya se llevaban a cabo celebraciones con música y las candeladas en el Camino de Antequera. Incluso la costumbre pervivió entre los cristianos, celebrándose en la víspera del Día de la Victoria con fogatas y fiestas.
Otro elemento con el que debemos contar eran los ribats, especies de ermitas o conventos fortificados a las afueras de la ciudad. Se tienen documentadas unas 6 rabitas, variando su número según autores como Torres Balbás o Medina Conde. Podrían definirse perfectamente como centros intelectuales alrededor de personalidades importantes, como Ibn Qantaral en la rábita de Al- Batí (podría estar en el barrio de Saria, cerca del cementerio), Yahya al- Bargawati en el ribat de al- Sudan, o Muhammad al- Sahili en la rabita de Abu Qasim al- Murid. Sin duda podrían ser pequeñas mezquitas apartadas de la vida terrenal, con un número de seguidores piadosos, y místicos.
Dentro del plano económico la vida de las ciudades se hacía en los zocos, la alhóndiga o la alcaicería. Allí se movían todos los productos que llegaban de la provincia. De Ronda llegaba la ganadería, de la Axarquía la importante seda, cereales de Alfarnate, los afamados higos, pasas, árboles frutales, y el vino. Respecto al vino malagueño, también llamado charab almalaquí, diremos que a pesar de su prohibición los musulmanes tuvieron que darle la vuelta y distinguir entre vinos lícitos y no lícitos. No sólo tenía incidencia el mercado interior, sino que también al exterior se mandaban productos, jugando un papel importante los genoveses de los que anteriormente hemos hablado.
Los principales zocos se estructurarían en la zona de la Mezquita Mayor, barrio-mercado que bien podría estar por la actual Calle Salinas o Bolsa, además del suq al- gubar o zoco cerealístico, y el zoco de los mercaderes de paja. Incluso se habla de un pequeño arrabal de los herreros en la zona de Puerta del Mar.
La alcaicería malagueña se documenta en los s. XI- XII, con un amín en cada gremio y un Sahib al- Suq al frente del mercado. Se debió situar muy cerca de la Mezquita Mayor, y estaría conformada por un barrio enteramente comercial, donde se llevaban a cabo actividades comerciales con productos de lujo, como pieles, orfebrería o paños de seda.
Mientras que las telas de lino y de algodón, alfombras y mantas, se realizaban en los talleres particulares, la seda y los brocados eran manufacturas reales, realizándose en talleres llamados tiyaz. En Málaga se tejían túnicas de seda bordadas con hilos de oro que llevaban los miembros de la élite y gobernantes. Incluso habría un personal exclusivo dedicado al peso y calidad de la seda, los yalis o inspectores. Hay datos de que la zona actual de Calle Cristo de la Epidemia y Calle Lagunillas sería zona de tejares. Otro producto del que Málaga tenía fama eran los platos dorados y esmaltados, que incluso se exportaban a oriente y tendría mucho mercado sobre todo en el s. XV.
También las manufacturas del cuero, tanto fundas, cinturones o cojines, destacarían dentro de estas actividades comerciales, teniendo documentadas cortadurías y tenerías en la zona actual de La Goleta.
Sobre las alhóndigas en Málaga, como centro de compra-venta de trigo, además de la alhóndiga del Castil de los Genoveses, destacaban las de la callejuela llamada de San José, otra en Puerta del Mar, un almacén de trigo en la calle de los caballeros o actual San Agustín, y otra alhóndiga en la Calle Curtidores. Y otra alhóndiga era la conocida como de Ibn Salim, dedicada a la venta al por mayor, siendo utilizada también como posada y huerta.
Así mismo, habría un zoco del hilado o Suq al- gazl, donde se movían cereales, alimentos y fibras textiles. Este zoco estaría cercano a la alcaicería, formado por talleres gestionados por el Estado.
Si antes hemos dicho que la población podría a ascender a unos 20000 habitantes, claro está que habrá desigualdad. No era lo mismo la élite que vivía en la zona actual de Calle Beatas, con casas principescas como la de los Banu Manssur, que las zonas pobres y llenas de muladares, como la Calle Camas.
Respecto a los cristianos, habría tratados de libertad de movimientos, sobre todo para catalanes y valencianos (comerciantes o alfaqueques negociadores de cautivos), que tendrían cónsules y se moverían sobre todo por los puertos de Málaga y Almería a partir del S. XIV.
La judería estaría emplazada enfrente de la alcazaba, lo que hoy es Calle Granada. La población judía, reducida a cautividad en 1487, ascendía a 450, algo menos del tercio del total de los judíos de todo el reino. Estos judíos vestían de árabe o morisco y hablaban bien el árabe, llevando a cabo actividades comerciales e incluso como poetas en la corte de Granada.
De nuevo nos movemos por las callejuelas de la ciudad y llegamos a un edificio de otra índole, las Atarazanas, en el campo económico y militar. Sobre su construcción, aunque la mayor opinión es que se realizó en época nazarí, hay datos que nos da Ibn Zannun que puede llevarnos a pensar que puede ser anterior. Lo que está claro es que sus primeras noticias datan del s. XII- XIII. La función primordial del edificio iría desde almacenes hasta su uso como astilleros y arsenal. Su situación estaría frente al Castil de los Genoveses. El cronista Al- Basti habla de sus arcos y de su torre albarrana, posiblemente utilizada como observatorio por su tamaño. A principios del s. XVIII la torre sería rebajada y denominada Torre Gorda, al tiempo que se construiría en esa zona el fuerte de San Lorenzo. Más tarde, las Atarazanas albergarían navíos castellanos y toda clase de instrumentos y objetos de navegación, siendo arsenal también.
Y al fin llegamos al fortín, al tercer elemento de la ciudad, el militar, su alcazaba. Su construcción, concebida por Bodis b. Habus, se llevaría a cabo por fases, y se utilizaría la ladera del monte de Gibralfaro para aprovechar su situación estratégica. La zona áulica superior se realizaría en tiempos del emir Yahya, la doble muralla en tiempos del zirí Badis, luego habría algunas realizaciones taifas, y sobre todo con los nazaritas se completaría.
El uso del edificio como ente independiente a la ciudad, como ciudadela separada de la ciudad, comprendería un pequeño barrio en la zona superior, en la zona de los cuartos de Granada, del s. XII. En la alcazaba, el sitio más seguro del territorio, respaldado por el castillo, residiría el gobernante o walí, y su defensa siempre estaría encomendada a un cuerpo mercenario beréber. Cabe destacar en la historia del edificio una de las resistencias en el s. XII por el beréber Magluf Ben Mallul.
En el s.XIII de nuevo la alcazaba en obras, construyéndose la Torre Maldonado, el patio de Surtidores, las Puertas de los Arcos, o el Arco del Cristo. La alcazaba dominaría todo el territorio, tanto por mar como por tierra, y en época hammudí tendría un simbolismo de inexpugnable, incluso fue utilizada como prisión del califa Al- Qasim Ben Hammud y sus hijos, y también dos siglos más tarde Ibn Zannun.
Los almorávides tuvieron que resistir en la alcazaba ante la revuelta en la ciudad, cuyo cabecilla con la llegada de los almohades sería ejecutado y su cabeza llevada a Marrakech.
Ya un poco antes de la mitad del s. XIII llegarían los nazaritas; con la dinastía de los Banu Asqilula, con un gobierno auspiciado por los granadinos, pero a la vez combatiendo contra ellos con la ayuda de Alfonso X, sin ningún efecto, puesto que caerían.
De nuevo le seguirían más revueltas y la alcazaba como centro de resistencia a principios del s. XV, hasta que la ciudad cae en manos cristianas.
Sobre el otro ente militar, el Castillo de Gibralfaro, se concebiría como protección a la alcazaba en el s. XIII, con la mayor torre albarrana de toda Al- Andalus, la llamada Torre Blanca. Allí se llevaban primeramente a cabo actividades de tipo religioso, quedando documentada una rabita, hasta que ya se le da un carácter más estable y reformas con Yusuf I.
Se uniría a la alcazaba por medio de una coracha terrestre, cerrándose así como espacio compacto. En la historias de la resistencias, cabe resaltar la última resistencia musulmana de Ahmad al- Tagrí, "el Zegrí" frente a las ideas que sostenía el rendido Boabdil en Granada.
La despedida de la ciudad está cerca, dejamos de lado las calles descritas por el Libro de Repartimientos, andamos por calles estrechas con olores, actividad y vida, y salimos de la madina rumbo al puerto. Ya el mes de agosto se rendiría a los cristianos, Málaga ya no disfrutará de las riquezas musulmanas y el aire brinda un nuevo olor, el de las deportaciones y una nueva población. Todos los pueblos, igual que llegaron a Málaga, se van, pero hay algo que siempre permanecerá sonriendo a la ciudad: el mar, que nos llevará a otros puertos...
BIBLIOGRAFÍA
CALERO SECALL, M.I. Málaga, ciudad de Al- Andalus. Editorial Ágora. Univ. Málaga. Málaga, 1995.
LIÑÁN, A. (et alii.). Sobre la estructura urbana de la Málaga nazarí. Cuadernos de la Alcaicería. Málaga, 1985.
GUILLÉN ROBLES, F. Historia de Málaga y su provincia. Editorial Arguval. Málaga, 1985.
LÓPEZ DE COCA CASTAÑER, J.E. El Reino de Granada en la época de los Reyes Católicos. Biblioteca de bolsillo Univ. Granada. Granada, 1989.
MENÉNDEZ PIDAL. Historia de España. VOL. VIII: El Reino Nazarí de Granada (1232-1492). Espasa Calpe. Madrid, 1997.
GARCÍA MALDONADO, A. El reino nazarita y Málaga. Ediciones del Área de Cultura de la Diputación Provincial, 1985.
ARIE, R. El reino nasri de Granada. Mapfre. Madrid, 1992


LA TOMA DE MÁLAGA POR LOS REYES CATÓLICOS (1487)


LA TOMA DE MÁLAGA POR LOS REYES CATÓLICOS (1487)

Juan V. Navarro Valls
.

Contexto histórico

La conquista de Málaga por los Reyes Católicos hay que entenderla como un hecho decisivo dentro de la Guerra de Granada (1482-1492), con la que se puso fin al último estado musulmán en la Península Ibérica: el emirato Nazarí de Granada, o simplemente, el Reino de Granada.

Guerra civil en el Reino de Granada

Isabel de Castilla y Fernando de Aragón supieron aprovechar las circunstancias en que se encontraba el mencionado reino, inmerso en una guerra civil desde 1482 en la que se enfrentaron el rey Muley Hacén contra su hijo Boabdil  y, posteriormente, éste último contra su tío El Zagal, que hereda el trono a la muerte de su hermano Muley en 1485. Esta lucha familiar acaba con la división del emirato entre El Zagal, que se convierte en señor de  Málaga, Almería y Guadix, y Muhammad XII, más conocido como Boabdil o también como el Rey Chico, que quedaba como emir de la ciudad de Granada, convertido en vasallo de los Reyes Católicos. Todo ello provocó un gran desgaste político, social y económico en el reino nazarí, lo cual gestionaron hábilmente los  monarcas cristianos.

Importancia de la ciudad de Málaga dentro del Reino de Granada

Para los granadinos, la ciudad de Málaga era una plaza primordial porque, aunque el puerto no era fondeadero seguro los días de temporal, la riqueza e importancia de la ciudad, el considerable tráfico de mercancías y la proximidad a África, hacían de ella un enclave económico y de suministros de víveres y hombres fundamental para el socorro y abastecimiento del reino. Del puerto Málaga llegaban a Granada hombres, caballos y dinero recogido en diversas regiones africanas para el pago de las guarniciones, así como importantes rentas, diezmos y gabelas que se imponían sobre los testamentos, herederos y rescates de cautivos cristianos.

Una lucha en la que se mezcla lo medieval y lo renacentista

La guerra de  Granada, combina características de guerra medieval con la nueva forma de lucha de la Edad Moderna, en la que fueron protagonistas  caballeros, infantes y peones junto con la artillería y la intendencia. La conquista de Málaga es un claro ejemplo de ello. A todo esto, se sumará el juego psicológico y el maquiavelismo (término que se acuñará más tarde) del que fue un claro exponente el rey Católico.
.
Los preliminares del cerco
Tras la toma de Vélez-Málaga, el rey D. Fernando decide marchar sobre Málaga para cortar el trafico marítimo al que antes se ha aludido y así debilitar más aún al ya endeble reino nazarí logrando, a la vez,  la consolidación de las tierras conquistadas. Por otra parte, el alcaide de Málaga, Abén Comixa (o Ibn Kumasa), partidario de Boabdil y , por tanto, más favorable al rey Católico que El Zagal, es depuesto por la guarnición africana de los gomeres de Hamet El Zegrí, contrario a cualquier entendimiento con los cristianos. Esto obligaba al monarca cristiano a no demorar la toma de la ciudad.

Propuesta del rey D. Fernando para que Málaga se entregue

D. Fernando ordena cargar en la flota la artillería rumbo a  Málaga, mientras que él con las tropas avanza por tierra. Como el terreno era muy escabroso, los soldados no podían avanzar sino en fila, uno tras otro, de forma que, según palabras del cronista Diego de Valera, "...paresçían subir al çielo e abaxar a los abismos". Se detuvieron en  Bezmiliana, poblado abandonado en la zona del actual Rincón de la Victoria, a unas dos leguas (catorce Kms. aproximadamente) del objetivo. Allí mandó el rey montar  provisionalmente el real. Envía emisarios  a la ciudad conminando a sus pobladores a que se rindan y así establecer unas capitulaciones dignas para ellos, respetando su libertad y sus bienes, tal como había hecho con anterioridad en otras ciudades y fortalezas.

Pero se encontraban en la ciudad refugiados de otras comarcas,  elches (cristianos renegados), monfíes(mudéjares proscritos que formaban parte de cuadrillas de salteadores) procedentes de la Serranía de Ronda y los ya mencionados gomeres norteafricanos que, confiando en la seguridad de la ciudad, tanto por sus murallas, como por las fuerzas que la defendían, se mostraban totalmente contrarios a la rendición, aún cuando otros sectores de la población hubiesen preferido pactar unas capitulaciones favorables. Escuchadas por El Zegrí las propuestas del rey Católico, las rechaza de pleno y, haciendo gala de su carácter de guerrero y responsable de la ciudad ante el Zagal que lo había nombrado alcaide, asegura que la defenderá a toda costa.

Conocida  la respuesta y la alta moral de los defensores malacitanos, D. Fernando  convoca una reunión con los nobles que le acompañan en la que se barajaron varias opciones: una consistía en no cercar la ciudad, pues al estar aislada tanto por mar como por tierra (se habían tomado todas las comarcas que la rodeaban y en el mar dominaban los cristianos) no tendrían otra opción a medio plazo que rendirse; la otra opción era establecer el cerco, pensando que de esta forma la presión para la rendición sería mayor y que, a la vez, era más seguro que no recibirían ayudas de las zonas interiores; también se argumentaba que había que aprovechar la proximidad  del ejército cristiano a la ciudad. Oídas las distintas opiniones, el rey Fernando decide seguir con la idea inicial de poner sitio sobre Málaga.

Descripción de la ciudad

Hernando del Pulgar nos narra las características de la medina. Indica que estaba totalmente  rodeada por una muralla y asentada sobre un llano, junto a un monte, Gibralfaro, coronado por un fornido castillo, y en cuya falda se erguía la Alcazaba, protegida, a su vez, por dos murallas altas y fuertes, con  torres gruesas y otras torres menores. Un acceso, flanqueado por dos formidables muros paralelos (coracha),  comunicaba ambas fortificaciones. Por la parte del mar, la muralla tenía también una pequeña fortaleza con seis torres (el Castillo de los Genoveses) y otros torreones que defendían las Atarazanas (almacenes y astilleros). Contaba Málaga con dos arrabales: uno en la zona septentrional, cercado con muros y torres (arrabal de la Fontanella) y otro más pegado a la costa de poniente, en la orilla derecha del río Guadalmedina, con huertas y casas caídas (el arrabal de Attabanim o de los Tratantes de la Paja). Termina el cronista la descripción diciendo que el aspecto de la ciudad era muy hermoso, con palmas, naranjos y cidros, y muchos otros árboles y huertas.

Plano de la medina malagueña sobre foto satélite (Elaboración: Juan V. Navarro Valls)
1 - 3
< 
> 

Problemas de las huestes cristianas para establecer el cerco

El primer gran problema que encuentra el ejército cristiano es que junto al monte de Gibralfaro se alineaba el cerro Victoria (o de San Cristóbal), y tras él una serie de elevaciones como el cerro del Calvario que hacían que el único paso para acceder a los llanos, controlar los pozos y establecer el cerco de la ciudad fuera entre las dos primeras elevaciones mencionadas, fácilmente defendidas por los musulmanes, los cuales al advertir la llegada de los cristianos por tierra y por mar se apresuraron a reforzar con guardias las fortalezas, las murallas, los torreones y la zona costera.

El Zegrí manda salir de la medina a tres cuerpos de ejército que distribuye de la siguiente forma: uno por la zona próxima a la costa de levante,  en las faldas de Gibralfaro; otro en el cerro Victoria; y un tercero en el valle existente entre ambos, por donde habrían de pasar los cristianos. El primer encuentro fue durísimo, y ambos ejércitos avanzaban y retrocedían según el empuje del contrario. Al final los cristianos toman el cerro Victoria y expulsan del valle y de la costa a los gomeres de El Zegrí, accediendo a la zona de huertas del arrabal de la Fontanela,  y disponiendo el cerco con tres reales. Esto ocurría el 7 de mayo de 1487.

Distribución de las tropas en el real

El real principal, con más gente, rodeaba Gibralfaro, desde el mar hasta el arrabal, y estaba al mando del marqués de Cádiz. Un segundo real se asentó en las huertas del arrabal y los cerros del Calvario y la Victoria,  y en él se estableció el rey junto con otros nobles como el conde de Cifuentes, el conde de Ureña, y el alcaide de los Donceles con las gentes del duque de Medina Sidonia (el duque se incorporó más tarde), entre otros. El tercer real ocupaba la margen derecha del Guadalmedina, hasta la costa, y allí estuvieron D. Fadrique de Toledo, D. Diego Hurtado de Mendoza, el comendador mayor de León y las Órdenes de Santiago, Calatrava y Alcántara. En esa zona, en lo que hoy es la Trinidad, estableció su real la reina Isabel cuando se incorporó al asedio  más tarde. La flota, estaba al mando del noble catalán Galcerán de Requesens conde de Trivento, con los capitanes  Martín Ruiz de Mena, Garcí López de Arriarán y Antonio Bernal.

Un prolongado y encarnizado asedio

Una vez asentado el ejército cristiano, transcurrirán más de tres meses  (desde el mes de mayo al de agosto de 1487) hasta que la ciudad se entregue. Fue un cerco muy cruento, plagado de continuos ataques y enfrentamientos en los campos aledaños de la ciudad entre la caballería e infantería de ambos bandos; pero, sobre todo, fue una guerra de desgaste, donde el castigo constante de la artillería, el hambre, las enfermedades y la guerra psicológica jugaron un papel decisivo ante la dificultad de asaltar un recinto amurallado que hacía la ciudad inexpugnable.

Número de combatientes

Sobre el número de combatientes, los cronistas no se ponen de acuerdo: para los defensores de la ciudad, dan cifras que  oscilan entre los nueve mil guerreros según Diego de Varela, los ocho mil de Andrés Bernáldez,  y los cinco mil que establece Alonso de Palencia. En cuanto al ejército cristiano, también los datos son dispares: para Alonso de Palencia fueron doce mil caballeros y cincuenta mil infantes; mientras que para Andrés Bernáldez sumarían diez mil los de a caballo y ochenta mil los peones. Sea como fuere, hay que tener en cuenta que  en el ejército cristiano tuvieron lugar algunos relevos en el transcurso del cerco, lo cual pudo hacer variar las cifras.

En el real se encontraban igualmente gente no combatiente, entre los que cabe destacar a carpinteros,  herreros, aserradores, hacheros (dedicados a la tala y corte de árboles), fundidores, albañiles, pedreros para buscar y labrar las piedras que iba a disparar  la artillería, azadoneros, carboneros y esparteros.  Al frente de cada uno de estos oficios había un responsable llamado "ministro", encargado de pedir los oficiales y darles lo necesario. También contaban los cristianos con maestros para fabricar pólvora, que era guardada en cuevas practicadas bajo tierra, las cuales eran vigiladas noche y día por 300 hombres, aunque era tal su uso, que los reyes tenían que pedirla a menudo a otros lugares y era traída por la flota. Otros no combatientes que residían en el real eran los prelados que trajo la reina Isabel,  los clérigos, dedicados a hacer misas, predicar y dar absoluciones plenarias por virtud de la Santa Cruzada y los  cantores de las capillas del rey y reina,  pertenecientes también al estamento clerical.

Los diversos tipos de lucha durante los meses del sitio

En cuanto a las escaramuzas y enfrentamientos que sucedieron, se contaron en torno a  quince, en los que la caballería y/o la infantería  musulmana salía, bien del castillo, bien de la ciudad, para asaltar por sorpresa las estancias (posiciones militares cristianas a modo de avanzadillas dispuestas estratégicamente, más o menos cercanas a los muros y protegidas por parapetos, vallas, fosas, etc.), utilizando entre otras armas, lanzas, espingardas (especie de arcabuces) y ballestas,  llegándose a establecer la lucha cuerpo a cuerpo. Estos ataques solían dejar sobre el terreno una cantidad importante de heridos y muertos por ambas partes. Cuando la oposición del ejército cristiano era manifiesta, por la ayuda de los contingentes cercanos, los malagueños se retiraban tras los muros para intentar minimizar  las pérdidas humanas.

En una de las últimas incursiones se hizo famosa entre los cristianos la hidalguía de un guerrero musulmán, llamado Ibrahim Zenete, lugarteniente de El Zegrí, que yendo al frente de un cuerpo de caballería, se disponía a atacar  la estancia del maestre de Alcántara. Encontrando a un grupo de jóvenes cristianos dormidos en la playa, en vez de alancearlos, los despertó y les espetó a que huyeran. Ante el reproche de algunos compañeros de armas por no haberlos matado, el cronista A.  Bernáldez escribe que Zenete contestó "no maté porque no vide barbas"

La utilización de la artillería jugó un papel muy importante, con el fin de causar destrozos  en las murallas y en el interior de la ciudad. También contribuía a minar la moral de los sitiados. Las piezas más utilizadas eran los cuartagos o morteros pedreros, ribadoquines (cañones de pequeño calibre montados en paralelo sobre una plataforma) y, las más destructivas, las lombardas gruesas (eran famosas "las Siete Hermanas Ximonas" y "la Reina" en el bando cristiano). Los sitiados contaban igualmente con abundante artillería instalada, tanto en las torres y murallas, como en Gibralfaro.

Al respecto, mientras escribía este trabajo, ha tenido lugar un hallazgo en la cripta de la Iglesia de Santiago de la ciudad. Esta iglesia está cercana a lo que fue la antigua muralla musulmana, a pocos metros de la Puerta de Granada. Pues bien, se están llevando a cabo unas obras de restauración del templo y al sacar escombros que antaño habían apilado en la cripta, ha aparecido un bolaño de los que bombardas y pedreros disparaban a las murallas de Málaga en la época del asedio.
Con vistas a un  posible asalto, se practicaron por diversos lugares minas, o sea, excavaciones subterráneas que traspasasen las murallas con la doble finalidad de debilitar los muros y de poder introducir soldados en la medina. Se llevaron a cabo minas por parte del duque de Nájera, del conde de Benavente, del clavero de Alcántara y del comendador mayor de Calatrava. Cuando los defensores las descubrían, construían contraminas, les prendían fuego e incluso llegaron a enfrentarse en ellas soldados de ambos bandos.

También se luchó por conseguir los torreones estratégicos, con diferente fortuna. Se consiguieron así algunos  que protegían  los arrabales, aunque, sin duda, el hecho más destacado en la lucha por los torreones lo protagonizaron el capitán Francisco Ramírez de Madrid "el Artillero" y sus gentes que, ya bastante avanzado el sitio, consiguieron tomar la torre defensora de la entrada de un puente  sobre el Guadalmedina que daba acceso a la ciudad (cerca del actual puente de Santo Domingo). Construyó una mina e introdujo un cuartago bajo el suelo de la torre. En la superficie fue estableciendo paso a paso baluartes y artillería. Al cuarto día, los cristianos acercaron a la torre mantas (protecciones de madera y cuero para los soldados)  y escalas. Estando en pleno combate, Francisco Ramírez mandó disparar el cuartago instalado en la mina lo que hundió el suelo de la torre, cayendo cuatro defensores y huyendo los demás, que se refugiaron en otra torre que se situaba al extremo opuesto del puente, pegada a la muralla. Al cabo de duros combates , donde la artillería fue la protagonista, se logró también tomar la segunda torre. Debido a esta heroicidad, el rey nombró caballero a Francisco Ramírez.

En cuanto al mar, la supremacía de la flota cristiana era manifiesta, y sirvió sobre todo, a excepción de alguna escaramuza naval sin mayor importancia, para asegurar el abastecimiento al real, al tiempo que impedía el tráfico marítimo de las posibles  ayudas, tanto de militares como de suministros, procedentes de otros puertos musulmanes norteafricanos a los sitiados malagueños como antes se ha explicado.
Desgaste de la contienda

Con el transcurrir de los días tanto la moral como los recursos iban disminuyendo. Esto se agudizaba sobremanera  entre los ciudadanos sitiados, entre los que empezaba a escasear el pan. A los dos meses de sitio, en la ciudad se pasaba hambre y las crónicas narran que sus pobladores comían cueros de vaca cocidos, harina de los troncos de palma, asnos, caballos, ratas y comadrejas, lo que causaba no pocas enfermedades en la población. Aunque una buena parte de los malagueños (artesanos y comerciantes sobre todo, intentaban llegar a un acuerdo con los sitiadores, El Zagal, los gomeres a su mando y otros sectores (monfíes, renegados, apóstatas, desertores...) se oponían rotundamente  a cualquier tipo de rendición y amenazaban con matar a todo aquel que hablase a favor de ella. Los partidarios de resistir contaban con el apoyo de algunos alfaquíes (personas doctas en la ley islámica) y de "un moro santo" (visionario, especie de profeta) que arengaba a todos a defenderse hasta que recibiesen de Allah, la orden de salir y atacar a los cristianos con la seguridad de vencerlos y levantar el cerco.

Las ayudas que Málaga demandaba a sus hermanos musulmanes (entre ellos a Boabdil), no encontraron respuesta positiva, salvo dos excepciones: una cuadrilla que al amparo de la noche intentó introducirse en la ciudad atravesando por los montes el cerco, siendo interceptados por los cristianos que dieron muerte a la mayoría y tomaron al resto prisioneros; y un destacamento de caballería e infantería enviado desde Guadix por El Zagal que fue atacado por Boabdil  (recordemos que era vasallo de Castilla) viéndose obligado a replegarse a su punto de partida.

En lo que se refiere al desgaste que el cerco provocó en los cristianos lo solventó el rey Fernando pidiendo más apoyo, tanto en dinero, como en tropas de refresco y avituallamiento, lo cual fue atendido con celeridad por la nobleza. el clero y las ciudades, que enviaron todo tipo de ayudas. También cooperaron los portugueses y el  Imperio alemán. Como quiera que se había transmitido el rumor del descontento de algunos sectores del ejército cristiano, el rey comunicó a la reina Isabel la conveniencia de que estuviese presente en  el cerco. Ante esta solicitud, la reina partió de Córdoba, desde donde se dedicaba a las cuestiones administrativas de la guerra y  se estableció en el real hasta el final del sitio.

El factor psicológico también jugó su papel. Se trataba de desmoronar por todos los medios la moral del contrario. Para ello los sitiados recurrían a mandar algún que otro habitante de la ciudad al real dejándose apresar por los cristianos, para así, al ser interrogado, comentar que la ciudad  estaba abastecida y que no se pensaba en entregarla pues se confiaba en la victoria final. Por su parte, los sitiadores hacían alarde de sus tropas y su maquinaria de asalto, mostrando así su fuerza y poderío militar y amontonaban el trigo para que fuese visto desde las murallas.

Pérdidas humanas

En lo referente a las bajas  militares, el cronista Diego de Valera da las siguientes cifras de combatientes  muertos: tres mil cristianos y cinco mil musulmanes, que, aunque haya que verlas con cierta reserva, nos puede dar una idea aproximada de los que perdieron la vida combatiendo o a causa de las heridas o de sus secuelas. Aquí no se detallan las cifras de la población civil, en la que es de suponer que el hambre y las epidemias declaradas en la medina causarían también un buen número de fallecidos . Que el número de heridos y muertos fue también importante entre los cristianos lo podemos confirmar por la creación de un gran hospital de campaña que Diego de Valera lo describe con dos pabellones, quince tiendas y doscientas camas de colchones. Asimismo, en el real pudo aparecer algún caso de peste, según insinúa el cronista Alonso de Palencia.

El frustrado atentado a los Reyes

Estando en pleno cerco, y ante las penurias que ya atravesaba la ciudad de Málaga, un santón llamado Ibrahim Algerbí, procedente de  Guadix, se propuso acabar con la vida de los reyes, pensando que de esa forma los cristianos levantarían el sitio. Se hizo apresar fingiendo rezar en un barranco cerca del real, siendo  llevado a presencia del marqués de Cádiz al que comunicó que sabía por revelación divina la inminente  toma de Málaga, pero que eso solo se lo diría a los reyes. El marqués lo envió ante los monarcas tal y como lo habían apresado, sin desarmarlo de un alfanje que llevaba ceñido, evidenciándose así la imprudencia y la curiosidad de los acompañantes, que iban más pendientes del personaje y sus noticias que de otra cosa.

Llegado a la tienda de los reyes, D. Fernando no se encontraba, por haberse retirado a dormir, y la reina no quiso recibirlo hasta estar presente su marido. Ibrahim fue conducido entonces a otra tienda cercana donde se hallaban Dª. Beatriz de Bobadilla, marquesa de Moya, conversando con  el caballero D. Álvaro de Portugal. El musulmán, que no los conocía los confundió con los monarcas y sacando su alfanje, arremetió contra D. Álvaro al que hirió en la cabeza y a Dª. Beatriz le asestó una cuchillada que, a no ser por el alboroto que se generó, hubiese sido mortal de necesidad. Ruy López de Toledo abrazó al frustrado regicida  inmovilizándolo, y la gente que lo rodeaban lo acribillaron a cuchilladas. Su cuerpo fue descuartizado y lanzado a la ciudad con un trabuco (catapulta). Por su parte, los malagueños mataron a uno de los principales cautivos cristianos y, colocado sobre un asno, lo espolearon hacia el real.

A partir de este hecho, se acordó que los reyes estuviesen guardados día y noche por doscientos caballeros de los reinos de Castilla y de Aragón, de manera que ninguna persona pudiese acceder a ellos con armas. De igual modo se ordenó que ningún musulmán entrase en el real sin estar perfectamente identificado y que no llegase a ellos en ningún caso.


Contexto histórico

La conquista de Málaga por los Reyes Católicos hay que entenderla como un hecho decisivo dentro de la Guerra de Granada (1482-1492), con la que se puso fin al último estado musulmán en la Península Ibérica: el emirato Nazarí de Granada, o simplemente, el Reino de Granada.

Guerra civil en el Reino de Granada

Isabel de Castilla y Fernando de Aragón supieron aprovechar las circunstancias en que se encontraba el mencionado reino, inmerso en una guerra civil desde 1482 en la que se enfrentaron el rey Muley Hacén contra su hijo Boabdil  y, posteriormente, éste último contra su tío El Zagal, que hereda el trono a la muerte de su hermano Muley en 1485. Esta lucha familiar acaba con la división del emirato entre El Zagal, que se convierte en señor de  Málaga, Almería y Guadix, y Muhammad XII, más conocido como Boabdil o también como el Rey Chico, que quedaba como emir de la ciudad de Granada, convertido en vasallo de los Reyes Católicos. Todo ello provocó un gran desgaste político, social y económico en el reino nazarí, lo cual gestionaron hábilmente los  monarcas cristianos.

Importancia de la ciudad de Málaga dentro del Reino de Granada

Para los granadinos, la ciudad de Málaga era una plaza primordial porque, aunque el puerto no era fondeadero seguro los días de temporal, la riqueza e importancia de la ciudad, el considerable tráfico de mercancías y la proximidad a África, hacían de ella un enclave económico y de suministros de víveres y hombres fundamental para el socorro y abastecimiento del reino. Del puerto Málaga llegaban a Granada hombres, caballos y dinero recogido en diversas regiones africanas para el pago de las guarniciones, así como importantes rentas, diezmos y gabelas que se imponían sobre los testamentos, herederos y rescates de cautivos cristianos.

Una lucha en la que se mezcla lo medieval y lo renacentista

La guerra de  Granada, combina características de guerra medieval con la nueva forma de lucha de la Edad Moderna, en la que fueron protagonistas  caballeros, infantes y peones junto con la artillería y la intendencia. La conquista de Málaga es un claro ejemplo de ello. A todo esto, se sumará el juego psicológico y el maquiavelismo (término que se acuñará más tarde) del que fue un claro exponente el rey Católico.

Los preliminares del cerco
Tras la toma de Vélez-Málaga, el rey D. Fernando decide marchar sobre Málaga para cortar el tráfico marítimo al que antes se ha aludido y así debilitar más aún al ya endeble reino nazarí logrando, a la vez,  la consolidación de las tierras conquistadas. Por otra parte, el alcaide de Málaga, Abén Comixa (o Ibn Kumasa), partidario de Boabdil y , por tanto, más favorable al rey Católico que El Zagal, es depuesto por la guarnición africana de los gomeres de Hamet El Zegrí, contrario a cualquier entendimiento con los cristianos. Esto obligaba al monarca cristiano a no demorar la toma de la ciudad.

Propuesta del rey D. Fernando para que Málaga se entregue

D. Fernando ordena cargar en la flota la artillería rumbo a  Málaga, mientras que él con las tropas avanza por tierra. Como el terreno era muy escabroso, los soldados no podían avanzar sino en fila, uno tras otro, de forma que, según palabras del cronista Diego de Valera, "...paresçían subir al cielo e abaxar a los abismos". Se detuvieron en  Bezmiliana, poblado abandonado en la zona del actual Rincón de la Victoria, a unas dos leguas (catorce Kms. aproximadamente) del objetivo. Allí mandó el rey montar  provisionalmente el real. Envía emisarios  a la ciudad conminando a sus pobladores a que se rindan y así establecer unas capitulaciones dignas para ellos, respetando su libertad y sus bienes, tal como había hecho con anterioridad en otras ciudades y fortalezas.

Pero se encontraban en la ciudad refugiados de otras comarcas,  elches (cristianos renegados), monfíes(mudéjares proscritos que formaban parte de cuadrillas de salteadores) procedentes de la Serranía de Ronda y los ya mencionados gomeres norteafricanos que, confiando en la seguridad de la ciudad, tanto por sus murallas, como por las fuerzas que la defendían, se mostraban totalmente contrarios a la rendición, aun cuando otros sectores de la población hubiesen preferido pactar unas capitulaciones favorables. Escuchadas por El Zegrí las propuestas del rey Católico, las rechaza de pleno y, haciendo gala de su carácter de guerrero y responsable de la ciudad ante el Zagal que lo había nombrado alcaide, asegura que la defenderá a toda costa.

Conocida  la respuesta y la alta moral de los defensores malacitanos, D. Fernando  convoca una reunión con los nobles que le acompañan en la que se barajaron varias opciones: una consistía en no cercar la ciudad, pues al estar aislada tanto por mar como por tierra (se habían tomado todas las comarcas que la rodeaban y en el mar dominaban los cristianos) no tendrían otra opción a medio plazo que rendirse; la otra opción era establecer el cerco, pensando que de esta forma la presión para la rendición sería mayor y que, a la vez, era más seguro que no recibirían ayudas de las zonas interiores; también se argumentaba que había que aprovechar la proximidad  del ejército cristiano a la ciudad. Oídas las distintas opiniones, el rey Fernando decide seguir con la idea inicial de poner sitio sobre Málaga.

Descripción de la ciudad

Hernando del Pulgar nos narra las características de la medina. Indica que estaba totalmente  rodeada por una muralla y asentada sobre un llano, junto a un monte, Gibralfaro, coronado por un fornido castillo, y en cuya falda se erguía la Alcazaba, protegida, a su vez, por dos murallas altas y fuertes, con  torres gruesas y otras torres menores. Un acceso, flanqueado por dos formidables muros paralelos (coracha),  comunicaba ambas fortificaciones. Por la parte del mar, la muralla tenía también una pequeña fortaleza con seis torres (el Castillo de los Genoveses) y otros torreones que defendían las Atarazanas (almacenes y astilleros). Contaba Málaga con dos arrabales: uno en la zona septentrional, cercada con muros y torres (arrabal de la Fontanella) y otro más pegado a la costa de poniente, en la orilla derecha del río Guadalmedina, con huertas y casas caídas (el arrabal de Attabanim o de los Tratantes de la Paja). Termina el cronista la descripción diciendo que el aspecto de la ciudad era muy hermoso, con palmas, naranjos y cidros, y muchos otros árboles y huertas.




Plano de la medina malagueña sobre foto satélite (Elaboración: Juan V. Navarro Valls)
1 - 3
< 
> 

Problemas de las huestes cristianas para establecer el cerco

El primer gran problema que encuentra el ejército cristiano es que junto al monte de Gibralfaro se alineaba el cerro Victoria (o de San Cristóbal), y tras él una serie de elevaciones como el cerro del Calvario que hacían que el único paso para acceder a los llanos, controlar los pozos y establecer el cerco de la ciudad fuera entre las dos primeras elevaciones mencionadas, fácilmente defendidas por los musulmanes, los cuales al advertir la llegada de los cristianos por tierra y por mar se apresuraron a reforzar con guardias las fortalezas, las murallas, los torreones y la zona costera.

El Zegrí manda salir de la medina a tres cuerpos de ejército que distribuye de la siguiente forma: uno por la zona próxima a la costa de levante,  en las faldas de Gibralfaro; otro en el cerro Victoria; y un tercero en el valle existente entre ambos, por donde habrían de pasar los cristianos. El primer encuentro fue durísimo, y ambos ejércitos avanzaban y retrocedían según el empuje del contrario. Al final los cristianos toman el cerro Victoria y expulsan del valle y de la costa a los gomeres de El Zegrí, accediendo a la zona de huertas del arrabal de la Fontanela,  y disponiendo el cerco con tres reales. Esto ocurría el 7 de mayo de 1487.

Distribución de las tropas en el real

El real principal, con más gente, rodeaba Gibralfaro, desde el mar hasta el arrabal, y estaba al mando del marqués de Cádiz. Un segundo real se asentó en las huertas del arrabal y los cerros del Calvario y la Victoria,  y en él se estableció el rey junto con otros nobles como el conde de Cifuentes, el conde de Ureña, y el alcaide de los Donceles con las gentes del duque de Medina Sidonia (el duque se incorporó más tarde), entre otros. El tercer real ocupaba la margen derecha del Guadalmedina, hasta la costa, y allí estuvieron D. Fadrique de Toledo, D. Diego Hurtado de Mendoza, el comendador mayor de León y las Órdenes de Santiago, Calatrava y Alcántara. En esa zona, en lo que hoy es la Trinidad, estableció su real la reina Isabel cuando se incorporó al asedio  más tarde. La flota, estaba al mando del noble catalán Galcerán de Requesens conde de Trivento, con los capitanes  Martín Ruiz de Mena, Garcí López de Arriarán y Antonio Bernal.

Un prolongado y encarnizado asedio

Una vez asentado el ejército cristiano, transcurrirán más de tres meses  (desde el mes de mayo al de agosto de 1487) hasta que la ciudad se entregue. Fue un cerco muy cruento, plagado de continuos ataques y enfrentamientos en los campos aledaños de la ciudad entre la caballería e infantería de ambos bandos; pero, sobre todo, fue una guerra de desgaste, donde el castigo constante de la artillería, el hambre, las enfermedades y la guerra psicológica jugaron un papel decisivo ante la dificultad de asaltar un recinto amurallado que hacía la ciudad inexpugnable.

Número de combatientes

Sobre el número de combatientes, los cronistas no se ponen de acuerdo: para los defensores de la ciudad, dan cifras que  oscilan entre los nueve mil guerreros según Diego de Varela, los ocho mil de Andrés Bernáldez,  y los cinco mil que establece Alonso de Palencia. En cuanto al ejército cristiano, también los datos son dispares: para Alonso de Palencia fueron doce mil caballeros y cincuenta mil infantes; mientras que para Andrés Bernáldez sumarían diez mil los de a caballo y ochenta mil los peones. Sea como fuere, hay que tener en cuenta que  en el ejército cristiano tuvieron lugar algunos relevos en el transcurso del cerco, lo cual pudo hacer variar las cifras.

En el real se encontraban igualmente gente no combatiente, entre los que cabe destacar a carpinteros,  herreros, aserradores, hacheros (dedicados a la tala y corte de árboles), fundidores, albañiles, pedreros para buscar y labrar las piedras que iba a disparar  la artillería, azadoneros, carboneros y esparteros.  Al frente de cada uno de estos oficios había un responsable llamado "ministro", encargado de pedir los oficiales y darles lo necesario. También contaban los cristianos con maestros para fabricar pólvora, que era guardada en cuevas practicadas bajo tierra, las cuales eran vigiladas noche y día por 300 hombres, aunque era tal su uso, que los reyes tenían que pedirla a menudo a otros lugares y era traída por la flota. Otros no combatientes que residían en el real eran los prelados que trajo la reina Isabel,  los clérigos, dedicados a hacer misas, predicar y dar absoluciones plenarias por virtud de la Santa Cruzada y los  cantores de las capillas del rey y reina,  pertenecientes también al estamento clerical.

Los diversos tipos de lucha durante los meses del sitio

En cuanto a las escaramuzas y enfrentamientos que sucedieron, se contaron en torno a  quince, en los que la caballería y/o la infantería  musulmana salía, bien del castillo, bien de la ciudad, para asaltar por sorpresa las estancias (posiciones militares cristianas a modo de avanzadillas dispuestas estratégicamente, más o menos cercanas a los muros y protegidas por parapetos, vallas, fosas, etc.), utilizando entre otras armas, lanzas, espingardas (especie de arcabuces) y ballestas,  llegándose a establecer la lucha cuerpo a cuerpo. Estos ataques solían dejar sobre el terreno una cantidad importante de heridos y muertos por ambas partes. Cuando la oposición del ejército cristiano era manifiesta, por la ayuda de los contingentes cercanos, los malagueños se retiraban tras los muros para intentar minimizar  las pérdidas humanas.

En una de las últimas incursiones se hizo famosa entre los cristianos la hidalguía de un guerrero musulmán, llamado Ibrahim Zenete, lugarteniente de El Zegrí, que yendo al frente de un cuerpo de caballería, se disponía a atacar  la estancia del maestre de Alcántara. Encontrando a un grupo de jóvenes cristianos dormidos en la playa, en vez de alancearlos, los despertó y les espetó a que huyeran. Ante el reproche de algunos compañeros de armas por no haberlos matado, el cronista A.  Bernáldez escribe que Zenete contestó "no maté porque no vide barbas"

La utilización de la artillería jugó un papel muy importante, con el fin de causar destrozos  en las murallas y en el interior de la ciudad. También contribuía a minar la moral de los sitiados. Las piezas más utilizadas eran los cuartagos o morteros pedreros, ribadoquines (cañones de pequeño calibre montados en paralelo sobre una plataforma) y, las más destructivas, las lombardas gruesas (eran famosas "las Siete Hermanas Ximonas" y "la Reina" en el bando cristiano). Los sitiados contaban igualmente con abundante artillería instalada, tanto en las torres y murallas, como en Gibralfaro.

Al respecto, mientras escribía este trabajo, ha tenido lugar un hallazgo en la cripta de la Iglesia de Santiago de la ciudad. Esta iglesia está cercana a lo que fue la antigua muralla musulmana, a pocos metros de la Puerta de Granada. Pues bien, se están llevando a cabo unas obras de restauración del templo y al sacar escombros que antaño habían apilado en la cripta, ha aparecido un bolaño de los que bombardas y pedreros disparaban a las murallas de Málaga en la época del asedio.
Con vistas a un  posible asalto, se practicaron por diversos lugares minas, o sea, excavaciones subterráneas que traspasasen las murallas con la doble finalidad de debilitar los muros y de poder introducir soldados en la medina. Se llevaron a cabo minas por parte del duque de Nájera, del conde de Benavente, del clavero de Alcántara y del comendador mayor de Calatrava. Cuando los defensores las descubrían, construían contraminas, les prendían fuego e incluso llegaron a enfrentarse en ellas soldados de ambos bandos.

También se luchó por conseguir los torreones estratégicos, con diferente fortuna. Se consiguieron así algunos  que protegían  los arrabales, aunque, sin duda, el hecho más destacado en la lucha por los torreones lo protagonizaron el capitán Francisco Ramírez de Madrid "el Artillero" y sus gentes que, ya bastante avanzado el sitio, consiguieron tomar la torre defensora de la entrada de un puente  sobre el Guadalmedina que daba acceso a la ciudad (cerca del actual puente de Santo Domingo). Construyó una mina e introdujo un cuartago bajo el suelo de la torre. En la superficie fue estableciendo paso a paso baluartes y artillería. Al cuarto día, los cristianos acercaron a la torre mantas (protecciones de madera y cuero para los soldados)  y escalas. Estando en pleno combate, Francisco Ramírez mandó disparar el cuartago instalado en la mina lo que hundió el suelo de la torre, cayendo cuatro defensores y huyendo los demás, que se refugiaron en otra torre que se situaba al extremo opuesto del puente, pegada a la muralla. Al cabo de duros combates, donde la artillería fue la protagonista, se logró también tomar la segunda torre. Debido a esta heroicidad, el rey nombró caballero a Francisco Ramírez.

En cuanto al mar, la supremacía de la flota cristiana era manifiesta, y sirvió sobre todo, a excepción de alguna escaramuza naval sin mayor importancia, para asegurar el abastecimiento al real, al tiempo que impedía el tráfico marítimo de las posibles  ayudas, tanto de militares como de suministros, procedentes de otros puertos musulmanes norteafricanos a los sitiados malagueños como antes se ha explicado.
Desgaste de la contienda

Con el transcurrir de los días tanto la moral como los recursos iban disminuyendo. Esto se agudizaba sobremanera  entre los ciudadanos sitiados, entre los que empezaba a escasear el pan. A los dos meses de sitio, en la ciudad se pasaba hambre y las crónicas narran que sus pobladores comían cueros de vaca cocidos, harina de los troncos de palma, asnos, caballos, ratas y comadrejas, lo que causaba no pocas enfermedades en la población. Aunque una buena parte de los malagueños (artesanos y comerciantes sobre todo, intentaban llegar a un acuerdo con los sitiadores, El Zagal, los gomeres a su mando y otros sectores (monfíes, renegados, apóstatas, desertores...) se oponían rotundamente  a cualquier tipo de rendición y amenazaban con matar a todo aquel que hablase a favor de ella. Los partidarios de resistir contaban con el apoyo de algunos alfaquíes (personas doctas en la ley islámica) y de "un moro santo" (visionario, especie de profeta) que arengaba a todos a defenderse hasta que recibiesen de Allah, la orden de salir y atacar a los cristianos con la seguridad de vencerlos y levantar el cerco.

Las ayudas que Málaga demandaba a sus hermanos musulmanes (entre ellos a Boabdil), no encontraron respuesta positiva, salvo dos excepciones: una cuadrilla que al amparo de la noche intentó introducirse en la ciudad atravesando por los montes el cerco, siendo interceptados por los cristianos que dieron muerte a la mayoría y tomaron al resto prisioneros; y un destacamento de caballería e infantería enviado desde Guadix por El Zagal que fue atacado por Boabdil  (recordemos que era vasallo de Castilla) viéndose obligado a replegarse a su punto de partida.

En lo que se refiere al desgaste que el cerco provocó en los cristianos lo solventó el rey Fernando pidiendo más apoyo, tanto en dinero, como en tropas de refresco y avituallamiento, lo cual fue atendido con celeridad por la nobleza. El clero y las ciudades, que enviaron todo tipo de ayudas. También cooperaron los portugueses y el  Imperio alemán. Como quiera que se había transmitido el rumor del descontento de algunos sectores del ejército cristiano, el rey comunicó a la reina Isabel la conveniencia de que estuviese presente en  el cerco. Ante esta solicitud, la reina partió de Córdoba, desde donde se dedicaba a las cuestiones administrativas de la guerra y  se estableció en el real hasta el final del sitio.

El factor psicológico también jugó su papel. Se trataba de desmoronar por todos los medios la moral del contrario. Para ello los sitiados recurrían a mandar algún que otro habitante de la ciudad al real dejándose apresar por los cristianos, para así, al ser interrogado, comentar que la ciudad  estaba abastecida y que no se pensaba en entregarla pues se confiaba en la victoria final. Por su parte, los sitiadores hacían alarde de sus tropas y su maquinaria de asalto, mostrando así su fuerza y poderío militar y amontonaban el trigo para que fuese visto desde las murallas.

Pérdidas humanas

En lo referente a las bajas  militares, el cronista Diego de Valera da las siguientes cifras de combatientes  muertos: tres mil cristianos y cinco mil musulmanes, que, aunque haya que verlas con cierta reserva, nos puede dar una idea aproximada de los que perdieron la vida combatiendo o a causa de las heridas o de sus secuelas. Aquí no se detallan las cifras de la población civil, en la que es de suponer que el hambre y las epidemias declaradas en la medina causarían también un buen número de fallecidos. Que el número de heridos y muertos fue también importante entre los cristianos lo podemos confirmar por la creación de un gran hospital de campaña que Diego de Valera lo describe con dos pabellones, quince tiendas y doscientas camas de colchones. Asimismo, en el real pudo aparecer algún caso de peste, según insinúa el cronista Alonso de Palencia.
El frustrado atentado a los Reyes

Estando en pleno cerco, y ante las penurias que ya atravesaba la ciudad de Málaga, un santón llamado Ibrahim Algerbí, procedente de  Guadix, se propuso acabar con la vida de los reyes, pensando que de esa forma los cristianos levantarían el sitio. Se hizo apresar fingiendo rezar en un barranco cerca del real, siendo  llevado a presencia del marqués de Cádiz al que comunicó que sabía por revelación divina la inminente  toma de Málaga, pero que eso solo se lo diría a los reyes. El marqués lo envió ante los monarcas tal y como lo habían apresado, sin desarmarlo de un alfanje que llevaba ceñido, evidenciándose así la imprudencia y la curiosidad de los acompañantes, que iban más pendientes del personaje y sus noticias que de otra cosa.

Llegado a la tienda de los reyes, D. Fernando no se encontraba, por haberse retirado a dormir, y la reina no quiso recibirlo hasta estar presente su marido. Ibrahim fue conducido entonces a otra tienda cercana donde se hallaban Dª. Beatriz de Bobadilla, marquesa de Moya, conversando con  el caballero D. Álvaro de Portugal. El musulmán, que no los conocía los confundió con los monarcas y sacando su alfanje, arremetió contra D. Álvaro al que hirió en la cabeza y a Dª. Beatriz le asestó una cuchillada que, a no ser por el alboroto que se generó, hubiese sido mortal de necesidad. Ruy López de Toledo abrazó al frustrado regicida  inmovilizándolo, y la gente que lo rodeaba lo acribilló a cuchilladas. Su cuerpo fue descuartizado y lanzado a la ciudad con un trabuco (catapulta). Por su parte, los malagueños mataron a uno de los principales cautivos cristianos y, colocado sobre un asno, lo espolearon hacia el real.

A partir de este hecho, se acordó que los reyes estuviesen guardados día y noche por doscientos caballeros de los reinos de Castilla y de Aragón, de manera que ninguna persona pudiese acceder a ellos con armas. De igual modo se ordenó que ningún musulmán entrase en el real sin estar perfectamente identificado y que no llegase a ellos en ningún caso.