lunes, 6 de abril de 2020

FILOSOFIA JUDIA : EL PENSAMIENTO DE YEHUDA HALEVI


FILOSOFÍA JUDÍA: EL PENSAMIENTO DE YEHUDA HALEVI
Escrito por Tribuna Israelita. Publicado en Judaísmo
Yehuda ben Samuel Halevi (1086?-1145) vivió en un período único en la historia del judaísmo en España, conocido como la "Edad de Oro". Fue el primer poeta nacional judío y el más grande de su tiempo, un hombre que capturó el corazón y la imaginación de su pueblo. A la fecha sus piezas litúrgicas son entonadas en sinagogas alrededor del mundo.
Halevi escribió sobre el amor, la amistad, el vino y la naturaleza, pero su preocupación fundamental se centró en el destino y el futuro del pueblo judío. Sin embargo no fue un poeta pesimista, ya que a pesar de que lamentaba el difícil presente de su pueblo, preveía un futuro resplandeciente. Amaba la vida y en sus obras logró plasmar la armonía entre las lágrimas y las risas, la desesperanza y la exaltación, la derrota y el triunfo. Su propia vida fue poesía en acción marcada por el estigma del infortunio y por la eterna añoranza por la Tierra Prometida.
HISTORIA
No existen datos fidedignos sobre el nacimiento de Halevi, pero se cree que vio la luz por primera vez en Toledo, capital de Castilla, en 1086. Fue un niño talentoso, favorecido por el ambiente en el que se desarrolló. Su educación, como la del resto de los judíos que vivían en la España musulmana, fue liberal. La curricula escolar, intensa y extensa, incluía la gramática y la poesía hebreas, el estudio de la Torá (Biblia), el árabe, la aritmética y la astronomía. El estudio sistemático del Talmud (compendio de leyes judías), coronaba estas disciplinas.
En 1100 Halevi fue enviado por su padre a Lucena centro de enseñanza de la cultura judía- a estudiar bajo la tutoría de Isaac Alfasi, rabino reconocido por su creación de un compendio talmúdico, del que asimiló multitud de conocimientos sin esfuerzo ni dificultad. Más adelante logró el dominio de los idiomas árabe y hebreo hasta alcanzar un estilo preciso y lúcido. A la vez se dedicó al estudio de las ciencias físicas, penetró en las profundidades de la metafísica y reconoció la grandeza de la filosofía grecoárabe, misma que más adelante trató de refutar.
Fue en la academia de Lucena donde Halevi comenzó a cultivar la literatura y la música. Su talento trascendió a lo largo de toda España, desde Toledo a Granada, de Sevilla a Córdoba. Gracias a sus contribuciones la enseñanza y la cultura judías lograron mayor prestigio.
Posteriormente Halevi se estableció en Toledo, contrajo matrimonio y se dedicó a la medicina al servicio de reyes y nobles. Su profundo entrenamiento en ciencias físicas y el cariño con que atendía a sus enfermos lo hicieron merecedor de numerosos elogios como médico.
Sin embargo este éxito no fue suficiente para Halevi. Ante la necesidad de nutrir su espíritu con nuevas experiencias que le permitiesen enriquecer su trabajo creativo, se dedicó a viajar por la Península Ibérica.
Halevi fue de ciudad en ciudad, escribiendo nuevas poesías. En éstas se refería a la alegría de la vida y a la belleza de la naturaleza. En Córdoba, ciudad sofisticada que impulsaba las artes, Halevi escribió cientos de poemas con un lenguaje atrevido y pasional.
Años después Halevi regresó a Toledo. La atmósfera política se había transformado y las condiciones bajo las que vivían los judíos se tornaron precarias. En 1108, en violentos motines, casas y tiendas de judíos fueron destruidas y se perpetraron decenas de asesinatos. Los terribles incidentes minaron la jovialidad y complacencia de Halevi. Cuando decidió escribir de nuevo su poesía ya no tenía los tintes eróticos de una canción de amor, sino que se había transformado en la voz de esperanza y en la conciencia de su pueblo.
Por su pensamiento político intenso y realista, su desilusión ante las posibilidades de vivir una existencia judía segura fuera de Jerusalem, su deseo de realizar un acto que lo redimiese y el clima mesiánico que prevalecía, Halevi decidió emigrar a Sión. Esta alternativa se vio fortalecida por una filosofía religiosa propia que remarcaba la unidad indivisible entre Dios y el pueblo de Israel. Para él era evidente que el ideal de existencia judía sólo se lograría en tierra santa, pero también entendía las dificultades que implicaba la emigración.
En un acto de redención personal Halevi inició su  emigración a Jerusalem. Abandonó a su familia y amigos, así como la fama que había logrado en España, y en 1140 arribó a Alejandría. Más adelante viajó a El Cairo y Damasco en donde recibió grandes honores. No existe un consenso final entre los historiadores en cuanto a su destino. Algunos afirman que murió en Egipto en 1145 sin haber conocido la Tierra Prometida mientras que otros aseveran que sí logró llegar a Jerusalem.
Yehuda Halevi enriqueció la liturgia sinagogal con sus poemas religiosos que celebran cada etapa del calendario judío. Sin embargo es por sus canciones patriotas -los lamentos sobre la caída de Sión y las visiones del futuro- que el poeta es recordado. A través de sus canciones y oraciones Halevi relata todo lo que los judíos han amado y perdido, sus más terribles derrotas y sus más grandes triunfos. Fue el poeta y el profeta que restauró la naturaleza de su pueblo.
Poesía. En la actualidad conocemos alrededor de 800 poemas escritos por Halevi, en los que abarca todos los temas comúnmente abordados por la poesía hebrea española, así como las formas y patrones artísticos utilizados por la poesía secular y religiosa.
Halevi compuso cerca de 80 poemas de amor, 180 poesías de alabanzas a famosos contemporáneos suyos y de lamentaciones por la muerte de amigos y conocidos. Estas últimas, que son conocidas como qasida, se caracterizan por un lenguaje rico y brillante y contienen espléndidas descripciones.
Piyyutim. Halevi compuso más de 350 obras en honor de las festividades hebreas. Estos poemas conocidos como piyyutim se caracterizan por el realismo con el que refleja la trágica historia de su pueblo. En ellos combinó aspectos estilísticos de la poesía judeo-española con características del antiguo hebreo. Gracias a la riqueza de su lenguaje son considerados como uno de los capítulos más destacados dentro de la poesía hebrea de todos los tiempos.
Canciones a Sión. Para Halevi, Sión era el centro del mundo y representaba el amor de su pueblo por su hogar y por la libertad. Con originalidad escribió 35 poemas en los que aborda la añoranza por la Tierra de Israel, la tensión entre el amor y el dolor y entre el sueño y la realidad.
Halevi consideraba, que para muchos, la vida en España había constituido una especie de esclavitud y encontraba en sus canciones la verdadera libertad en servir a Dios.
SU FILOSOFÍA
El pensamiento filosófico de Halevi se encuentra contenido en el Kuzari, Libro de Argumentos y Demostraciones en Ayuda de la Fe Despreciada que fue traducido del árabe al hebreo a mediados del siglo XII. En éste el poeta plasmó sus ideas y sentimientos con fuerza y elocuencia, contribuyendo en gran medida al desarrollo de la literatura filosófica judía e influyendo en sus corrientes espirituales y culturales.
Halevi fue el primer poeta medieval en abordar las trágicas consecuencias del exilio judío y en concebir la redención de Israel como un ideal alcanzable. En las páginas de esta obra descubrimos las bases del nacionalismo espiritual judío, precursor del sionismo El Kuzari está basado en un episodio dramático así como romántico de la historia hebrea. Describe la conversión al judaísmo en 740 e.c. de los khazars, un pueblo guerrero ubicado en la margen occidental del  Mar Caspio, que hablaba en idioma griego y cuya religión era una mezcla de creencias cristianas y paganas.
Halevi fue uno de los pocos filósofos medievales con un sentido de la historia. El Kuzari no es un trabajo especulativo o metafísico sino una interpretación de la manifestación divina a través de la historia judía. Representa una filosofía de la religión  en la que la diferencia fundamental entre el judaísmo, el cristianismo y el pensamiento filosófico no es simplemente una cuestión de credo o doctrina. El judaísmo, afirmó, no es una filosofía ni una teología, sino una religión visual o real, una manifestación  histórica de Dios en la que los judíos han experimentado  contacto directo con El Creador.
La voz de Yehuda Halevi expresó las esperanzas y el sentir más íntimo de su pueblo, así como su añoranza sempiterna por la Tierra Prometida. Fue el profeta de  su generación, un guía y una influencia para las generaciones posteriores.
Bibliografía
Encylopaedia Judaica
Keter Publishing Co., Israel, 1991
Noveck, Simon
Creators of the Jewish Experience
B'nai B'rith Books, USA, 1985

Torrona Bernaldo de Quirós, Felipe
Los Judíos Españoles
España, 1991


TARIQ BIN ZIYAD - EL CONQUISTADOR DE ESPAÑA


TARIQ BIN ZIYAD - EL CONQUISTADOR DE ESPAÑA

Actualizado 21 de mayo de 2015
ABU TARIQ HIJAZI
22 de mayo de 201503:00
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Quema tus barcos, dijo Tariq bin Ziyad mientras se dirigía a su pequeño ejército después de ingresar a España a través del mar en el 711 dC La orden fue seguida instantáneamente por sus fuerzas a pesar de un enorme ejército de oponentes listos para atacarlos.
Tariq demostró acertadamente esta confianza definitiva en Alá y una fuerte determinación de luchar por una causa justa, aparentemente dando a luz a la máxima mencionada anteriormente.
“Mis queridos hermanos, estamos aquí para difundir el mensaje de Allah. Ahora, el enemigo está delante de ti y el mar detrás. Luchas por su causa. O serás victorioso o martirizado. No hay una tercera opción. Todos los medios de escape han sido destruidos ”, tronó mientras se dirigía a sus fuerzas antes de que comenzara la batalla. La victoria del Islam tras los actos de valor, así como la piedad, era inminente.
Tariq bin Ziyad era un nuevo converso al Islam de la tribu bereber de Argelia. Se decía que era un esclavo liberado.
El Islam proporcionó un alto estatus incluso a los esclavos. Salman Farsi, Bilal ibn Rabah y Zaid ibn Harithah fueron esclavos antes de ser liberados durante el tiempo del Santo Profeta Muhammad (la paz sea con él). Salman Farsi fue nombrado gobernador de Madayen. Bilal era conocido por su hermosa voz con la que llamaba a la gente a sus oraciones. Zaid lideró una fuerza durante la Batalla de Mauta. Incluso en el período posterior, los Mamalik (esclavos) gobernaron Egipto y Qutubuddin Aibak estableció su dinastía en la India y gobernó durante siglos.
Se cree que Tariq bin Ziyad pertenece a la tribu bereber Ash-Shadaf del norte de África. Probablemente nació en 50 AH. El historiador Ibn Idhari, sin embargo, afirma que era de la tribu Ulhasa. Ibn Khaldun ha escrito que la tribu Ulhasa fue encontrada a ambos lados del río Tafna en Tlemcen, Argelia.
Tariq bin Ziyad es considerado uno de los comandantes militares más importantes de la historia ibérica. Se dice que vio al Santo Profeta (la paz sea con él) en su sueño, quien dijo: “¡Anímate, oh Tariq! Y lograr lo que estás destinado a realizar ". Luego vio al Mensajero de Allah (la paz sea con él) y sus compañeros entrando en Andalus. Tariq se despertó con una sonrisa, y desde ese momento, nunca dudó de su victoria. Lideró una pequeña fuerza desde Marruecos en el 711 dC y aterrizó en la roca alta que se llama Jabal-Al-Tariq (Gibralter) por su nombre en España.
El ejército de Tariq, compuesto por 300 árabes y 10.000 conversos bereberes al Islam, desembarcó en Gibraltar. El rey Roderic de España acumuló una fuerza de 100.000 combatientes contra los musulmanes. Tariq pidió refuerzos y recibió un contingente adicional de 7,000 soldados de caballería bajo el mando de Tarif bin Malik Naqi (después de que Tarifa se nombra en España).
Cuando Tariq bin Ziyad descubrió que las filas musulmanas estaban un poco nerviosas frente al gran enemigo frente a ellos, ordenó quemar las naves y luego entregó la dirección histórica y conmovedora a los muyahidines. Los dos ejércitos se encontraron en el campo de batalla de Guadalete, donde el Rey Roderic fue derrotado y asesinado en Ramadán 28, 92 AH.
El ejército español derrotado se retiró hacia Toledo. Tariq bin Ziyad dividió a sus tropas en cuatro regimientos para una persecución ardiente. Un regimiento avanzó hacia Córdoba y lo sometió. El segundo capturó Murcia y el tercero avanzó hacia Zaragoza. Tariq mismo se movió rápidamente hacia Toledo. La ciudad se rindió sin resistencia. El gobierno del rey Roderic llegó a su fin en España.
Al escuchar la gran victoria, el comandante Musa bin Nusair se apresuró a España con otra gran fuerza de 18,000. Los dos generales ocuparon más de dos tercios de la Península Ibérica. En rápida sucesión, Zaragoza, Barcelona y Portugal cayeron uno tras otro. Más tarde, los Pirineos se cruzaron y Lyon en Francia fue ocupada. España permaneció bajo el dominio musulmán durante más de 750 años, desde 711 hasta 1492. En su rapidez de ejecución y su completo éxito, la expedición de Tariq a España ocupa un lugar único en los anales militares medievales del mundo.
El dominio musulmán fue una gran ayuda para los residentes locales. No se confiscaron propiedades ni propiedades. En cambio, los musulmanes introdujeron un sistema inteligente de impuestos, que pronto trajo prosperidad a la península y la convirtió en un país modelo en Occidente. Los cristianos tenían sus propios jueces para resolver sus disputas. Todas las comunidades tenían igualdad de oportunidades para ingresar a los servicios públicos. Los judíos y los campesinos en España recibieron a los ejércitos musulmanes con los brazos abiertos. Se abolieron las servidumbres que prevalecieron y se instituyeron salarios justos. Los impuestos se redujeron a una quinta parte del producto. Cualquiera que aceptara el Islam fue relevado de su esclavitud. Un gran número de españoles abrazaron el Islam para escapar de la opresión de sus amos. Las minorías religiosas, los judíos y los cristianos,
Como resultado del dominio musulmán, España se convirtió en un faro de arte, ciencia y cultura para Europa. Se construyeron mezquitas, palacios, jardines, hospitales y bibliotecas. Se repararon canales y se cavaron otros nuevos. Se introdujeron nuevos cultivos de otras partes del imperio musulmán y aumentó la producción agrícola. Andalus, como España fue llamada por los musulmanes, se convirtió en el granero de Occidente. Se alentó la fabricación y el trabajo de seda y brocado de la península se hizo muy conocido en los centros comerciales del mundo. Las ciudades aumentaron de tamaño y prosperaron.
Córdoba, la capital, se convirtió en la principal ciudad de Europa y en el siglo X tenía más de un millón de habitantes. Un historiador cristiano escribe: "Los moros (musulmanes) organizaron ese maravilloso reino de Córdoba, que fue la maravilla de la Edad Media, y que, cuando toda Europa se vio sumida en la ignorancia y la lucha bárbaras, solo encendió la antorcha del aprendizaje y la civilización. y brillando ante el mundo occidental ".
El califa Walid bin Abdul Malik invitó a Musa bin Nusair y Tariq bin Ziyad a Damasco. Pero cuando llegaron a la capital, el califa estaba en la cama de la muerte. Los honró generosamente pero falleció pronto. El califa Sulaimán lo sucedió en febrero de 715 y se volvió contra los dos comandantes y los privó de todas las comodidades. Tariq murió en Damasco en 720 en el anonimato. El califa Sulaimán era un gobernante vengativo.

ABU BAKR IBN AL HAKIM


ABU BAKR IBN AL HAKIM

Nació en ¿Granada?, 1295 ó 1296. Se le conoce por ser hijo del famoso biministro Abu Abd Allah Ibn Al Hakim de Ronda, y por haber sido uno de los maestros de su único biógrafo, el famoso Ibn Al Jatib.

Pertenecía a una familia de los Lajmíes de Sevilla que se habían trasladado a Ronda durante el reinado de sus parientes los Banu Abbad (la familia de Al-Mutamid, el rey-poeta de Sevilla). La mayoría de sus antepasados habían ejercido profesiones liberales hasta que reunieron riquezas e influencia hasta que, ya en el siglo XIII, dos de sus hermanos mayores, fueron caciques de Ronda.

Como hermano menor, a Ibn Al Hakím le tocó el camino de la gente de la pluma. Fue autor de poesía, además de numerosas epístolas y ocho obras en prosa. Joven de una prodigiosa memoria, llegó a reunir unos amplísimos conocimientos que recibió de maestros de su ciudad natal. Contando 23 años decidió emprender un viaje a La Meca para ampliar su formación, viaje que hizo en compañía del joven ceutí Muhammad Ibn Rusayd, al que había conocido en Almería. Recorrió, en compañía de su amigo, todas las ciudades importantes de Oriente, en donde escuchó a numerosos maestros y adquirió una gran cantidad de libros, principalmente de poesía, que era la actividad que más le interesaba. Volvió a Ronda (1286) recorriendo las más importantes ciudades del norte de África, mientras que su amigo ceutí continuaba su viaje, que luego relataría en un libro. Los conocimientos y títulos que Ibn Al Hakim había adquirido durante su viaje le dieron gran prestigio entre sus paisanos y le servirían, para acceder a los más altos puestos de la administración del reino de Granada.

Durante la estancia en Ronda del sultán Muhammad II, que había acudido a esta ciudad para sofocar una rebelión, Ibn Al Hakim recitó una Qasidah laudatoria para con el sultán y llena de desprecio para con los vencidos. Muhammad quedó impresionado por la preparación y la cultura de Ibn Al Hakim y le invitó a ir a la corte de Granada para que entrara a su servicio, cosa que no dudo en aceptar. Fue nombrado secretario del monarca para la correspondencia extranjera, y desarrolló también una labor mediadora entre el sultán y sus propios hermanos sublevados en Ronda.

Dominó a la perfección el arte militar, conociendo como pocos los secretos y ardides de la táctica, como lo demostró cumplidamente en el cerco de Quesada, para el que había sido elegido general en jefe, pues habiendo simulado una fuga nocturna, los cristianos abandonaron sus posiciones para entregarse al pillaje, cayendo entonces sobre ellos y apoderándose de la ciudad. Sobre esta victoria escribió al sultán Muhammad II una epístola que el historiador Ibn Al Jatib reproduce en su obra.

Sin embargo, una nota sombría vendría a palidecer momentáneamente la buena estrella de Ibn Al Hakim. Se le atribuyen unos versos satíricos contra la dinastía nazarí, que llegados a oídos del príncipe heredero, el futuro Muhammad III, ordenó que los castigasen muy duramente, teniendo que huir para salvar su vida, escondiéndose en descampados y ruinas, hasta que la cólera del príncipe se apaciguó y pudo volver a ocupar su antiguo puesto.

En el año 1302 muere envenenado Muhammad II; todos los indicios apuntan como culpables al príncipe heredero. No se sabe bien de qué maniobras tuvo que valerse Ibn Al Hakim, pero el hecho es que el nuevo monarca lo nombró su visir. A causa de la ceguera de Muhammad III, Ibn Al Hakim va a convertirse en el personaje más importante del reino, llevando todas las riendas del poder.

En 1303, Ibn Al Hakim firma, en nombre del sultán de Granada, un tratado con el castellano Fernando IV, en el que se restablece un anterior pacto de vasallaje. La situación se vendría a complicar más, por cuanto que los aragoneses, hasta el momento unidos a los meriníes, conciertan un pacto con Castilla, en la que entra Granada como vasallo de esta última. Poco duraría la alegría de los granadinos, pues el sentido de las alianzas pronto se volverían contra Granada, codiciada por los reinos cristianos. Jaime II de Aragón será quien organice una campaña contra el reino andalusí en la que participó Castilla, y en cuyos planes se encontraba el reparto del reino de Granada entre Castilla y Aragón, según se estipuló secretamente en Alcalá de Henares en 1308.

A pesar del secreto con que se había llevado a cabo el pacto castellano-aragonés, algunas noticias se filtraron antes de la campaña, y llenaron de inquietud a la corte y al pueblo granadino. No era extraño, pues, que los enemigos de Ibn Al Hakim, que no eran pocos, prepararan una conspiración para derribarle del poder. La conjura, promovida por Atik Ibn Al Mawl y con la participación del propio hermano del sultán, el príncipe Nasr, aprovecharía los negros nubarrones que se cernían sobre el reino granadino para asestar el golpe definitivo; asaltaron el palacio de Ibn Al Hakim y el mismo Ibn Al Mawl se encargó de matarle. El cadáver de nuestro personaje fue ultrajado, pasando de mano en mano hasta que se perdió y no pudo ser enterrado. Ibn Al Hakim moría en Ronda el 11 de julio de 1349.

Ibn Al Hakim, un personaje de pocos escrúpulos políticos que no le importó, en aras de aumentar su prestigio y poder personal, concertar alianzas con los estados cristianos de la Península, no abandonará nunca sus aficiones literarias. A lo largo de toda su vida continuó componiendo poesías con mayor o menor acierto y utilizó los medios que le proporcionaba su alta posición para rodearse de los mejores poetas y literatos de la época.

Escribió igualmente una Historia de Al Andalus en cuatro volúmenes donde trata exhaustivamente sobre los avatares de la nación andaluza, así como de los pormenores de la vida de los califas y reyes, el origen de las familias distinguidas, y finalmente de los personajes que más destacaron, tanto en el cultivo de las ciencias como por sus hazañas bélicas. Se vanagloriaba hasta tal punto de su obra que decía que quien leyera este trabajo no necesitaría leer las demás obras de sus contemporáneos.



ABD AL - AZIZ B. 'ABD AL - RAHMÁN (SANCHUELO)

'ABD AL-'AZĪZ B. 'ABD AL-RAḤMĀN (SANCHUELO)


Abū 'Abd al-Malik 'Abd al-'Azīz b. ‘Abd al-Raḥmān (Sanchuelo) b. Muḥammad (Almanzor) b. Abī Āmir. ?, ÿumādà 397 H. / 23.I-22.III.1007 C. – Valencia, dū-l-ḥiÿÿa de 452 H. / 27.XII.1060-25.I.1061 C. Primer soberano amirí de la taifa de Valencia.
Como indica su nombre, 'Abd al-'Azīz b. Sanchuelo era hijo de 'Abd al-Raḥmān, llamado Sanÿūl o Sanchuelo, hijo de Almanzor. Nieto de Almanzor, fue el primer soberano amirí de Valencia, sucediendo a los eslavos, que inicialmente se habían hecho con el control de la ciudad. Con 'Abd al-'Azīz, la taifa valenciana conoció un período de notable estabilidad política, ya que, a su largo gobierno, hay que sumar su sucesión por dos hijos y un nieto, hasta el año 1086, completando un ciclo de sesenta y cinco años de gobierno amirí en la capital valenciana. A pesar de esta longevidad política, son pocas las noticias que las crónicas y diversas fuentes históricas nos han transmitido sobre el gobierno de 'Abd al-'Azīz.
En circunstancias en gran medida desconocidas, Valencia cayó, inicialmente, bajo la influencia de los grandes funcionarios eslavos que habían servido al califato y que se hicieron fuertes en todo el litoral mediterráneo. Como señala el cronista magrebí Ibn ÿIārī, cuando los beréberes se apoderaron de Córdoba, los esclavos amiríes temieron por sus vidas y se marcharon a la zona del Levante. Así pues, a partir de 1010 son Mubārak y Muẓaffar quienes ejercen el poder soberano en la capital valenciana, si bien su gobierno fue efímero, ya que, la población se mostraba descontenta con su gestión.
Aprovechando, al parecer, un incidente que costó la vida a Mubārak, los valencianos se levantaron contra ellos y se apoderaron del alcázar, siendo proclamado 'Abd al-'Azīz en dū-l-ḥiÿÿa de 411/18 de marzo-16 de abril de 1021, según la fecha que indica la Crónica anónima. El joven soberano, que hasta entonces había estado refugiado en Zaragoza, tenía solo catorce años. Era hijo de 'Abd al-Raḥmān, llamado Sanÿūl o “Sanchuelo” debido a su parecido con Sancho Garcés II Abarca, su abuelo. Como es sabido, Sanchuelo había sucedido a su hermano 'Abd al-Malik Muẓaffar en la dignidad de chambelán (ḥāÿib), y su ejecución durante la revolución cordobesa de 1009 dio inicio al desarrollo de la desmembración del califato (fitna). De esta forma se inicia su extenso período de gobierno sobre Valencia, uno de los más largos de un régulo taifa, que se prolongó por espacio de cuarenta años, algo insólito en el volátil panorama político andalusí del siglo XI.
Inicialmente 'Abd al-'Azīz reconoció al soberano malagueño al-Qāsim b. Ḥammūd, la autoridad de referencia en ese momento, quien lo ratificó en su puesto y le dio los sobrenombres de ¼ū-l-sābiqatayn y al-Mu’tamin. Sin embargo, cuando en 1035 los abadíes de Sevilla proclamaron al supuesto HiŠām II, presuntamente reaparecido tras largos años en paradero desconocido, 'Abd al-'Azīz se apresuró a prestarle juramento de fidelidad, al igual que otros soberanos, haciendo figurar el nombre del califa omeya junto al suyo en las monedas.
Junto al dominio de Valencia, 'Abd al-'Azīz ejerció, temporalmente, la soberanía sobre Almería. El emir eslavo Zuhayr, sucesor de Jayrān, murió el último día de Šawwāl de 429/4 de agosto de 1038 a manos del emir de Granada, Bādīs b. Ḥabbūs. Ante el temor de verse sometidos a su poder, los habitantes de Almería proclamaron soberano a 'Abd al-'Azīz, quien llegó a acuñar moneda a su nombre en la ciudad, de 429/1038 a 432/1040-1041. Inicialmente, ÿAbd al-ÿAzīz confirió el mando de la misma a su hijo 'Abd Allāh, quien adoptó el título de al-Nāîir. Tras un breve período al frente de su gobierno murió, sustituyéndolo Maÿn b. Ṣumādiḥ, un aristócrata árabe expulsado de la Marca superior por motivos políticos que se había refugiado en Valencia, donde 'Abd al-'Azīz lo convirtió en visir y lo casó con una hija suya. Sin embargo, a partir de raÿab de 433/24 de febrero-25 de marzo de 1042, Ma'n dejó de reconocer la soberanía del valenciano, por lo que Almería quedó fuera de su dominio, aunque lo cierto es que no parece haberse proclamado verdaderamente soberano, ya que no se le conocen ni sobrenombre honorífico (laqab) ni emisiones monetarias.
Entre las informaciones de que disponemos respecto a la actuación gubernamental de 'Abd al-'Azīz se encuentran las relativas a las denominadas construcciones principescas, un fenómeno muy característico del período, aunque peor documentado en Valencia en comparación con otras taifas, como Almería. En este sentido, se debe al primer amirí valenciano la construcción de la llamada almunia de 'Abd al-'Azīz, una finca de recreo situada extramuros que duplicaba el antiguo alcázar situado en el centro de la ciudad y considerado insuficiente para expresar la pujanza de la nueva dinastía. Al igual que otras similares, como la Ṣumādiḥiyya de Almería, esta almunia se inspiraba en modelos orientales y constaba de salones, jardines, estanques y cursos de agua artificiales, siendo descrita y elogiada por los literatos y poetas que tuvieron la ocasión de visitarla. La importancia y el lujo de estos palacios principescos son, a juicio de P. Guichard, otra manifestación de soberanía, de forma que la amplitud de las construcciones principescas durante las taifas es producto tanto de la necesidad de afirmación y de ostentación de los signos del poder como del gusto por el lujo que ya las fuentes de la época reprochaban a estos soberanos.
Tras un largo período de gobierno, ÿAbd al-ÿAzīz murió en dū-l-ḥiÿÿa de 452/27 de diciembre de 1060-25 de enero de 1061, a los cincuenta y cinco años de edad, siendo sucedido por su hijo ÿAbd al-Malik, a quien se prestó juramento de fidelidad el mismo día de la muerte de su padre.

Bibl.: A. Huici Miranda, Historia musulmana de Valencia y su region: Novedades y rectificaciones, vol. I, Valencia, Ayuntamiento, 1969-1970, págs. 165-181; D. Wasserstein, The Rise and Fall of the Party Kings. Politics and Society in Islamic Spain, 1002-1086, Princeton, Princeton University Press, 1985; F. Maíllo Salgado (intr., trad. y notas), Crónica anónima de los reyes de taifas, Madrid, Akal, 1991, pág. 22; M.ª J. Viguera, Los reinos de taifas y las invasiones magrebíes (Al Andalus del XI al XIII), Madrid, MAPFRE, 1992, págs. 77-80; F. Maíllo Salgado (est., trad. y notas), La caída del califato de Córdoba y los Reyes de Taifas = Al-Bayān al-Mugrib / Ibn I¼ārī, Salamanca, Universidad-Estudios Árabes e Islámicos, 1993, págs. 142-143 y 163; M.ª J. Viguera (coord. y pról.), Los reinos de taifas. Al-Andalus en el siglo XIen J. M.ª Jover Zamora (dir.)Historia de España de Menéndez Pidal, vol. VIII-I, Madrid, Espasa Calpe, 1996, págs. 92-93; F. Clément, Pouvoir et légitimité en Espagne musulmane à l’époque des taifas (Ve-XIe siècle). L’imam fictif, pról. de P. Guichard, París, L’Harmattan,1997; P. Guichard, Al-Andalus frente a la conquista cristiana los musulmanes de Valencia (siglos XI-XIII), Madrid-Valencia, Biblioteca Nueva-Universitat de València, 2001, págs. 54-55, 408 y 410.

Alejandro García Sanjuán




ALMANZOR


ALMANZOR

Militar cordobés (940-1002). Tal es el nombre que en la literatura cristiana de la España medieval responde al título honorífico al-Mansur bi-llah, el victorioso por Allah, adoptado por el célebre Abu 'Amir Muhammad Abi ‘Amir al-Ma'afiri. Miembro de una familia noble, aunque no ilustre, pertenecía a la tribu yemení de Ma'afir, y podía muy bien gloriarse de su puro linaje, por cuanto su séptimo abuelo, Abd al-Malik, era uno de los pocos árabes que habían penetrado en España a las órdenes de Tariq Ziyad.
Como premio a su valor en la toma de Carteya, recibió el castillo de Torrox, a orillas del Guadiaro, en el distrito de Algeciras, junto con las tierras que le pertenecían. Sus descendientes, que nunca se desligaron de este primer patrimonio, tomaron luego el patronímico de Banu Abi 'Amir, y, viviendo principalmente de la renta de aquellas posesiones, se sintieron más inclinados a las letras que a las armas, llegando algunos de ellos a ser notables jurisconsultos y a desempeñar, en ocasiones, el cargo de cadies. El mismo padre de Almanzor se distinguió como teólogo tradicionalista y hombre piadoso; se llamaba Abd Allah Abi 'Amir, y murió en Trípoli de Berbería, al regresar de la peregrinación a la Meca, en los últimos años del reinado de Abd al-Rahman III.
Su mujer, de la que nació Almanzor y su segundo hermano, Yahya, llamábase Burayha, hija del magistrado Yahya al-Tamimi, por sobrenombre Ibn Bartal, de la tribu de Tamin. Siendo aún muy joven, se trasladó Ibn Abi 'Amir a la ciudad de Córdoba, con objeto de realizar allí sus estudios bajo la tutela de sus tíos paternos y maternos. Tres fueron sus principales maestros: el tradicionalista Abu Bakr Muawiya fue su preceptor en materias jurídicas, mientras el célebre literato Abu Ali al-Qalí y Abu Baker al-Qutiyya le descubrían los secretos de la lengua árabe. Su inteligencia nada común secundada por una proverbial tenacidad, le habrían deparado un halagüeño porvenir, lo mismo en los círculos literarios que entre los propios alfaquíes. Pero su ambición de empujaba por otro camino: desde su juventud concibió la idea de ser primer ministro, y dotado de gran talento, fecundo en recursos, firme y audaz, prudente y poco escrupuloso de los medios para conseguir un fin brillante, podía, sin presunción, pretenderlo todoDozy, Hist. des Mus. d'Espagne, 2. ed., II, págs. 189-90.
Aparte estos primeros años de formación podemos señalar en la vida de Ibn Abi 'Amir dos períodos perfectamente caracterizados, que, si bien se ofrecen desiguales en su duración temporal y en el alcance de sus consecuencias político-militares, pueden, sin embargo, considerarse como dos etapas consecutivas de una trayectoria claramente definida Ambos periodos pudieran muy bien denominarse lucha por el poder y reinado, tomando esta última palabra en lo que tiene de contenido efectivo y no simplemente en su aspecto jurídico.
Pero antes de pasar adelante, juzgamos necesario hacer una observación de carácter general en torno a las fuentes de que hoy disponemos para estudiar la vida y actuación de Almanzor. En cuanto a la historiografía cristiana, puede afirmarse que deja en el ánimo del lector la impresión de un sistemático empeño en hablar tan solo lo estrictamente imprescindible de un adversario tan poderoso e implacable.
La documentación árabe hasta ahora conocida sobre la España musulmana en tiempos de Almanzor es también mucho menos abundante y explícita que la que poseemos sobre al-Andalus en los dos primeros tercios del siglo X; pero refiriéndonos concretamente a la vida pública de Ibn Abi ‘Amir, el valor histórico de las fuentes se ofrece muy desigual, pues, mientras narran con minuciosidad, a veces prolija, las variadas circunstancias que le permitieron escalar las últimas cumbres del poder, se muestran excesivamente parcas en lo que respecta a las múltiples actividades del dictador 'amirí hasta el momento de su muerte. Puede afirmarse, en resumen, que en cuanto a la época de Almanzor, no ha variado sensiblemente, salvo ligeras modificaciones, el cuadro general trazado por DozyHist. des Mus. d'Esp., II, págs. 186-275, y reproducido por Lévi-Provençal en su reciente Historia de la España musulmana, traducida por García GómezHistoria de España, dirigida por Ramón Menéndez Pidal, t. IV, Madrid, 1950, págs. 397-437.
La lucha por el poder
Los límites del primer período en la vida de Almanzor, que hemos calificado de lucha por el poder, deIbn fijarse entre los años 964-981. Tras haberse consagrado por algún tiempo a redactar memoriales e instancias a las puertas del Alcázar, viviendo del mediocre salario de un escribano público, entró como empleado subalterno al servicio del cadí supremo de Córdoba, Muhammad al-Salim, quien lo presentó al primer dignatario del Estado, el visir al-Mushafí, decidiendo con ello la futura suerte del joven Ibn Abi 'Amir. En 967 es nombrado intendente de los bienes del príncipe Abd al- Rahman, hijo de al-Hakam II y de Subh la Vascona (la Aurora de Dozy), agregándosele siete meses después el bien remunerado cargo de director de la ceca.
A fines de 968 es designado tesorero y curador de las sucesiones vacantes, luego cadí de Sevilla y Niebla, y en 970, a la muerte del niño Abd al-Rahman, se le confía la administración de los bienes patrimoniales del príncipe heredero Hisham. A causa de cierta denuncia por malversación de fondos públicos, se vio seriamente comprometido el porvenir del joven intendente; pero gracias a la generosidad de su amigo el visir Ibn Hudayr logró salvar este escollo y continuó disfrutando de la plena confianza de al-Hakam II, que, en 972, le confirió la magistratura de la Shurta media, viniendo a ser de este modo uno de los primeros dignatarios de la capital.
El antiguo escribano público, poseedor ya de una considerable fortuna, estimó llegado el momento de construirse en el barrio de al Rusafa una suntuosa residencia, donde pudiese vivir conforme a la dignidad de su rango y obsequiar espléndidamente al ya nutrido círculo de sus amistades. Al enjuiciar la vertiginosa rapidez con que Ibn Abi ‘Amir se remontó en esta primera etapa de su ascensión, no puede olvidarse la protección enérgica y eficaz que le dispensó Subh, la gran princesa (al-sayyida al-kubra), como se la designaba oficialmente, incluso pueden sospecharse relaciones amorosas entre ambos, apoyándose en reticencias, y aun ciertas insinuaciones, de algunos cronistas árabes.
Lo que ahora juzgaba imprescindible el ya poderoso valido, era entablar relaciones con los generales del ejército; y el desarrollo de los acontecimientos en el litoral norteafricano iba a depararle semejante oportunidad, pudiendo tratar personalmente al veterano Galib, comandante en jefe de la frontera media, que recibió orden de pasar el Estrecho con lo mejor de las tropas españolas y hacer la guerra al idrisí al-Hasan Gannun, a quien por fin logró reducir en su castillo de Hachar al-Nasr, roca de las águilas, trayéndole prisionero a Córdoba. Ibn Abi 'Amir, que acompañó a Galib en calidad de inspector de los fondos destinados a la campaña, supo conciliar a maravilla su interés personal con el deber que le imponía su cargo, granjeándose el aprecio de todo el ejército e iniciando, además, su primer contacto personal con los príncipes africanos y los jefes de las tribus bereberes, que luego habrían de prestarle no poca utilidad en las ulteriores realizaciones de su política africanista.
La muerte de al-Hakam II, ocurrida el 1 de octubre de 976, brindó a Ibn Abi Amir la ocasión de apuntarse un nuevo triunfo en su carrera política, al intervenir personalmente, de acuerdo con el primer ministro al-Mushafi, en la violenta eliminación de al-Mugira, joven hermano del finado monarca y candidato apoyado por los dos influyentes Fa‘iq al-Nizami y Chawdhar. El aún niño Hisham II fue solemnemente entronizado al día siguiente de morir su padre, siendo el propio Ibn Abi Amir el encargado de redactar el acta de la investidura y recibir el juramento de las diversas clases del pueblo, luego que lo hubieron hecho los altos dignatarios del Estado ante el cadí supremo Ibn al-Salim.
A partir de este momento, al-Mushafi e Ibn Abi Amir se constituyen en tutores políticos de Hisham II e inauguran una especie de duumvirato, eficazmente apoyado por la gran princesaSubh, madre del soberano. Reanudada la lucha con los cristianos, que habían advertido el revuelo producido a la muerte de al-Hakam II, Ibn Abi ‘Amir se pone al frente del ejército y va a sitiar el castillo de al-Hamma, hoy los Baños, en la actual provincia de Salamanca, de cuyo arrabal se apodera, cogiendo un cuantioso botín y numerosos prisioneros. La victoria, sin ser importante, causó gran alegría en la capital y aumentó la simpatía de los jefes militares hacia el improvisado caudillo, que ya ostentaba el título de visir desde el 7 de octubre de 976.
Solamente se interponía ahora un postrer obstáculo en su triunfante carrera; el háchib al-Mushafí, hombre de origen oscuro y no muy sobrados alcances, que, por diversos motivos, se había concitado la animosidad de los altos dignatarios y, lo que era más decisivo, el menosprecio del jefe de la frontera media. Ibn Abi 'Amir, con una de sus más audaces maniobras, logra desarticular enteramente los planes de acercamiento entre ambos personajes, obteniendo para sí la mano de Asmá, hija de Galib, cuando por un contrato matrimonial, ya extendido, se había otorgado a uno de los hijos de al-Mushafí.
Esto y el que poco antes se hubiese arrogado el título de prefecto de la capital (sahib al-madina), en ausencia y con ignorancia del que hasta entonces lo desempeñaba, uno de los hijos del háchib, hizo a este percatarse de la crítica situación en que se hallaba. Efectivamente, el 29 de marzo de 978 era destituido y puesto en prisión, donde parece fue estrangulado o envenenado en 983. Huelga decir que el mismo día de su caída pasó a Ibn Abi 'Amir el título de háchib, con las correspondientes prerrogativas.
Los tres años siguientes constituyen en su vida un período de transición, durante el cual va preparando cuidadosamente el golpe definitivo: en el orden político, hace fracasar una peligrosa conjuración, que, apoyada por el gran oficial eslavoChawdhar, por algunos dignatarios de la capital y también por el célebre poeta Yusuf Harun al-Ramadí, intentaba asesinar al pequeño califa y colocar en el trono a Abd al-Rahman Ubayd Allah, nieto de 'Abd al-Rahman III; bajo el aspecto religioso, procura atraerse a los alfaquíes, dando muestras de una piedad algo dudosa, y, sobre todo, ordenando un lamentable expurgo en la biblioteca de al Hakam II, que fue despojada de casi todos los libros de filosofía, astronomía y otras ciencias, consideradas por la gran masa del pueblo como sospechosas o ilícitas.
En cuanto a su residencia, juzgó asimismo necesario Ibn Abi Amir introducir alguna modificación: ya se había trasladado desde su villa de al-Rusafa a otra más amplia, denominada, conforme a su propio patronímico, al-'Amiriyya, en las proximidades de Madinat al Zahra; mas no satisfecho todavía, hizo construir en las inmediaciones de la capital una especie de ciudad administrativa, llamada al-Madina al-Zahira, la ciudad brillante, cuya efímera existencia apenas sobrepasó los seis lustros.
El reinado
A partir de 981, Almanzor se constituye en árbitro absoluto del califato, tanto en el orden político como en el militar y administrativo, iniciando su reinado de hecho, mediante una declaración de Hisham II —hábilmente preparada—, en la que el inepto califa anunciaba su propósito de consagrarse por completo a ejercicios de piedad y otorgaba al háchib Ibn Abi 'Amir una delegación absoluta para todas las funciones de gobierno.
Entre las múltiples facetas de su prodigiosa actividad durante este último período de su vida vamos a destacar principalmente tres de sus directrices fundamentales: orden interno, guerra santa y política africanista.
En cuanto al primer aspecto, un obstáculo de considerable importancia tenía aún que salvar nuestro háchib, si deseaba consolidar su nueva posición: la resistencia de Galib, quien profundamente reconocido a la dinastía omeya, estimaba ilegal la actuación de Almanzor. Esto dio motivo a que las relaciones entre el nuevo dictador y su suegro se fuesen agriando progresivamente hasta que, tras algunas alternativas, se enfrentaron, cada uno con su ejército, ante el castillo de San Vicente, cerca de Atienza (10 de julio de 981). La suerte fue adversa al anciano Galib, el cual, no obstante su increíble temeridad, resultó muerto en la refriega, al igual que su aliado el príncipe Ramiro, hijo del rey de Pamplona Sancho Garcés II, mientras el conde de Castilla, Garci Fernández, pudo salvarse en la huida.
La desaparición del emérito Galib viene a despejar definitivamente los horizontes a la insaciable ambición del dictador cordobés, quien en adelante se verá tan solo inquietado por dos conatos de conjuración: el primero (989), dirigido por el marwani Abd Allah Abd al-Aziz -más conocido por su apodo romance de Piedra Seca- y apoyado por el jefe de la Marca superior, 'Abd al-Rahman Mutarrif quienes habían prometido a un joven hijo de Almanzor, Abd Allah, el puesto de su padre; el segundo (996), inspirado por la madre de Hisham, cuyo afecto hacia Ibn Abi Amir se había trocado en odio implacable fue una débil tentativa del abúlico soberano para recobrar su poder efectivo y liquidar la regencia de Almanzor.
Pero este hizo desautorizar a la gran princesa por un Consejo de gobierno, y no vaciló en sacrificar a su propio hijo, que hubo de entregarle el conde de Castilla, Garci Fernández, destituyendo a Ibn Mutarrif y encerrando en un calabozo, donde murió, a 'Abd AllahPiedra Seca, entregado por el rey de León, Vermudo II. Aparte estas ligeras tentativas, puede decirse que al-Andalus, durante el mandato de Ibn Abi Amir, disfrutó de una envidiable tranquilidad y de una vida altamente próspera en todos los órdenes, lo mismo en las ciudades que en el campo.
En cuanto a la guerra santa (chihad), la causa primordial de las múltiples y resonantes victorias de Almanzor contra los diversos Estados de la España cristiana, ha de buscarse en la total reorganización del ejército que él inició poco después de ser nombrado háchib, con el doble propósito de eliminar a Galib y alcanzar éxitos militares que, aumentando su prestigio, le asegurasen indefinidamente el poder. En poco más de veinte años, emprendió unas cincuenta expediciones contra los territorios cristianos, siendo por ahora sumamente incompleta la información que sobre ella poseemos.
La batalla anteriormente aludida, en la que fue derrotado y muerto el general Galib, dio motivo a Ibn Abi 'Amir para realizar la primera incursión victoriosa contra los aliados de aquel, el conde de Castilla Garci Fernández y Sancho Abarca de Pamplona, al igual que contra el joven rey de León, Ramiro III, que habría enviado refuerzos al jefe de la Marca media. Zamora fue saqueada, aunque su ciudadela logró resistir el asalto del general Piedra Seca, anteriormente aludido.
Muy poco después (agosto de 981), hubo de reanudar Almanzor la campaña, al tener noticia de una alianza defensiva concertada entre los tres caudillos cristianos, que fueron nuevamente derrotados en Rueda, al oeste de Simancas, plaza esta última que también fue tomada y arrasada. Se encaminó luego Ibn Abi 'Amir hacia la ciudad de León, a cuyas puertas llegó triunfalmente, viéndose precisado a suspender el ataque a causa de una tormenta, Al regresar de esta expedición fue cuando tomó el título honorífico de al-Mansur bi-llah, que debía pronunciarse en todas las mezquitas andaluzas después del nombre de Hisham II, ordenando, además, el protocolo de sus audiencias conforme a las normas de la etiqueta regia.
Las incursiones de Almanzor en el reino leonés provocaron la sustitución del joven Ramiro III por uno de sus primos hermanos, Vermudo II, hijo de Ordoño III, que, tras la muerte de su competidor, concertó un tratado con el dictador cordobés, de quien obtuvo, sin duda, a cambio de un fuerte tributo anual, la ciudad de Zamora y el envío de un ejército musulmán, con cuya ayuda pudiese reducir a la obediencia a ciertos nobles que aún rehusaron reconocerlo por soberano. Este fue el momento elegido por Almanzor para emprender su gran expedición contra Barcelona, capital de la Marca hispánica, ante cuyos muros llegaron las tropas cordobesas el 1 de julio de 985, tras una victoriosa correría por tierras de Levante, mientras una escuadra musulmana anclaba frente a la ciudad, la cual, seis días después, era tomada e incendiada, quedando muertos o cautivos la casi totalidad de sus habitantes.
En 987, queriendo Vermudo II sacudir el yugo de Almanzor, y tras vanas reclamaciones para que fuese retirado el ejército musulmán de ocupación, se decidió a romper las relaciones con el 'amiri; pero este, reaccionando al instante, ocupó Coimbra, que fue totalmente devastada, y en una segunda campaña (988) se apoderó de León y Zamora, abandonadas sucesivamente por el monarca leonés.
Al lado de esta lucha sin cuartel contra los pueblos del norte de la Península, hemos de recordar como caso curioso, aunque no único en la historia de al-Andalus, el doble matrimonio de Almanzor con princesas cristianas: primeramente, con una hija de Sancho Garcés II, conocida entre los cronistas árabes por Abda la vascona, que fue madre de Abd al-Rahman, a quien daba familiarmente el nombre de Sanchuelo, en recuerdo de su propio padre; luego, con una hija del rey Vermudo II, identificada por Dozy con la Teresa o Tarasia que aparece en la crónica de Pelayo de Oviedo.
En 997 realiza Almanzor su más terrible y famosa expedición contra la España cristiana, llevando sus armas victoriosas hasta el extremo noroeste de la Península y destruyendo Santiago de Compostela, considerada por los mismos cronistas árabes como uno de los santuarios más venerados de la cristiandad medieval. De esta expedición poseemos afortunadamente una relación de fuente árabe bastante completa en elBayan de Ibn Idhar 1. II, págs. 316-331 del texto; 11 traducción francesa de Fagnan, Argel, 1904, 91-98, ampliamente utilizada por Dozy y extractada por Lévi-Provençal en su reciente Historia.
En el verano del año 1000, emprende Almanzor la expedición llamada de Cervera, para desbaratar una coalición anti musulmana dirigida por el conde de Castilla Sancho García. Fue esta una de las contadas ocasiones en que, si no fuera por la perspicacia y habilidad del caudillo andaluz, la campana hubiera constituido un desastre para las armas cordobesas, que, victoriosas por una estratagema de última hora, tomaron la ciudad de Burgos, capital del conde castellano, tras una veloz correría por Zaragoza.
A comienzos del verano de 1002, tuvo lugar la última campaña de Almanzor contra la España cristiana. Únicamente sabemos que sus tropas llegaron a Canales, unos 50 kilómetros al sudoeste de Nájera, y que, prosiguiendo su camino hacia Burgos, saquearon el monasterio de San Millán de la Cogolla. Al regresar de esta expedición, murió Almanzor en Medinaceli, durante la noche del 10 al 11 de agosto del citado año, siendo sepultado, por indicación suya, en el patio del Alcázar de dicha ciudad. Una sencilla inscripción de dos versos recordaba su gloria imperecedera como defensor de la fe y de las fronteras del Islam.
La inesperada muerte de Almanzor dio origen a una leyenda muy difundida, según la cual el gran caudillo musulmán habría sido derrotado en Calatañazor como castigo de Dios por la destrucción de Santiago de Compostela; pero ya Dozy negó la autenticidad de este relato, no obstante la afirmación de los cronistas Lucas de Tuy y Rodrigo de Toledo. Recientemente, donRamón Menéndez Pidal Historia y epopeya, págs. 21 y 22, califica dicha batalla de completo anacronismo, aunque fundamentalmente cree descubrir el origen de la leyenda en la actitud agresiva del conde Sancho García, cuyos pequeños éxitos habría amplificado progresivamente la epopeya castellana.
Política norteafricana
Por no interrumpir las actividades de Almanzor contra la España cristiana, y aun a costa de invertir el orden cronológico, hemos relegado a esta última parte su política norteafricana, sobre la cual nos hallamos hoy bastante bien informados, gracias a que el anónimo autor de la compilación sobre los fastos de la nación bereberMafajir al-Barbar, redactada en 1312, tuvo la feliz idea de reproducir íntegramente el capítulo en que Ibn Hayyan estudia las relaciones entre Córdoba y el norte de África en la época del califato hispano-omeyaLévi-Pro vençal, Fragments historiques sur les Berbères au moyen âge, Rabat, 1934, págs. 15-36.
Esta actuación africanista de Almanzor venía a continuar la política iniciada ya por Abd al-Rahman III para prevenirse contra el peligro fatimí, a lo que viene a añadirse ahora la necesidad de mercenarios norteafricanos para las repetidas campañas emprendidas por el dictador contra la cristiandad hispánica. En el desarrollo de esta política cabe distinguir dos etapas, que pudieran muy bien calificarse de equilibrio y virreinato.
En la primera, aparte la conquista de Sichilmasa por el Magrawí Jazrun Falful (980), galardonado por la cancillería andaluza con el gobierno de aquella región, merecen destacarse dos momentos de verdadero peligro para los planes del 'amirí, quien hubo de trasladarse personalmente a Algeciras para seguir más de cerca el desarrollo de los acontecimientos: primero, debido a la campaña de Buluggin Zirí, soberano de Ifriquiya, que llegó hasta las proximidades de Ceuta, sin atreverse, empero, a atacar la ciudad por temor a la escuadra omeya mandada por Chafar Hamdun (980); luego (985), para reprimir la sublevación del idrisí al-Hasan Gannun, que fue derrotado y enviado a Córdoba por un primo paterno del dictador, Amr Abd Allah, llamado Asqalacha. A esto sigue toda una serie de maniobras de carácter más bien político, a fin de contrarrestar la defección de algunos jefes indígenas con la atracción de otros, procurando siempre conservar cierto equilibrio, dentro de la inestabilidad general.
La segunda etapa se inicia con la sublevación del magrawí Ziri Ativa, vencido, finalmente (998), por uno de los mejores generales de Almanzor, el gran oficial eslavo Wadih, comandante en jefe de la frontera media. Ibn Abi Amir volvió personalmente a Algeciras, desde donde envió a su hijo Abd al-Malik con nuevos refuerzos. El joven amirí logró entrar en Fez, donde se instaló como un auténtico virrey, hasta que su padre lo llamó de nuevo a España (999), reemplazándolo por Wadih —que se había reintegrado a su puesto de la frontera—, a quien sucedieron otros jefes andaluces en el gobierno de Marruecos hasta la muerte de Almanzor.
Terminaremos con las palabras de Dozy, que aún conservan sustancialmente su valor: el dictador cordobés hubiera sido uno de los grandes príncipes del mundo, de haber nacido sobre las gradas del trono; pero habiendo visto la luz en una vieja casa provinciana, se vio obligado, para llegar al fin de su ambición, a abrirse camino a través de mil obstáculos, y se le debe reprochar que, al tratar de vencerlos, rara vez se ocupase de la legitimidad de los medios. Era, bajo muchos aspectos, un gran hombre, y, sin embargo, por poco que se respeten los principios eternos de la moral, es imposible amarlo y muy difícil admirarloHist. der Mus. d'Espagne, II, pág. 275.
CABANELAS, Darío, Diccionario de Historia de España, dirigido por Germán Bleiberg. 2ª edición. Ed. de la Revista de Occidente, 1969, T. A-E, págs. 170-175.