Al-Andalus y Sefarad
Los judíos del occidente musulmán
Ocho siglos de civilización en España y Portugal (711-1492)
El
Doctor en Filosofía Semítica de la Universidad de Zaragoza, especializado en el
pensamiento musulmán andalusí Lomba Fuentes, dice en su libro La raíz semítica
de lo europeo (ediciones Akal, Madrid, 1997).
“Si
se quiere entender en profundidad el ser de Europa, no basta con volver la
mirada a Grecia y Roma para encontrar en
ellas sus raíces. El mundo semita, en su vertiente musulmana y judía,
constituye una de las bases
fundamentales de nuestra historia y cultura. No en vano “Europa”, es la mitología
griega, era de ascendencia fenicia. Esas raíces semíticas de lo europeo se
detectan especialmente en la Edad Media. Durante ese periodo el desnivel
cultural entre Europa y el mundo árabe fue patente. Europa estaba sumida en los
restos empobrecidos de una tardía latinidad mientras el Islam y el Judaísmo
recuperaban lo mejor del legado griego, lo asimilaban y lo perfeccionaban.
Tanto, que empieza un ingente flujo de
trasvase cultural hacia Europa gracias al cual esta rejuvenece, adopta nuevas
formas de hacer ciencia, filosofía y literatura, aprende estilos nuevos de
comportarse, de vivir la religión, de sumirse en los abismos misteriosos de la mística,
de practicar la ascética, de amar, de disfrutar de la belleza. Reconocer esta
deuda, agradecer a la Historia este regalo, es ser europeos auténticamente”….
Ante todo, Europa pudo leer por primera vez la ciencia y filosofía griega no
solo como en su día fue sino reinterpretada, elaborada y perfeccionada por
musulmanes y judíos.
Con
ello y, como consecuencia, aparece
emparejado el tema, de procedencia semita, árabe y judía, cual es el de las
relaciones entre fe y filosofía, o razón, entre religión y fe, entre
pensamiento humano y revelación.
Para
Averroes y Maimónides, la filosofía y la religión no se pueden contradecir a
pesar de que son autónomas, porque apuntan y llevan la misma Verdad…
En
la Edad Media (según la historia de Europa), la civilización musulmana – que
entonces brillaba por el dinamismo y el prestigio de su filosofía, su
literatura y sus ciencias- ejerció una gran influencia sobre la cultura judía.
En
aquella época, sabios, eruditos, poetas y literatos judíos escribieron en árabe
la mayoría de sus obras. También adaptaron en hebreo los modelos literarios árabes,
muy especialmente en al-Andalus –la España islámica-, que conoció el
florecimiento de una esplendida cultura judeomusulmana a lo largo de ocho
centurias.
La
Sefarad bíblica.
Pese
a su poética resonancia oriental, la palabra hebrea “Sefarad” no se refiere a
Asia: designa a la península ibérica, y “sefardí” quiere decir judío oriundo de
España o Portugal.
Sefarad
es un toponímico bíblico. La Biblia Hebrea se reconoce por las siglas de Tanaj
- la suma de la Tora o Pentateuco, Neviim Tishonim o Primeros Profetas, Neviim
Aharoním o Profetas Posteriores y
Ketuvím o Escrituras- En el libro de Abdias (en hebreo Ovadiau), desempeñaron
los zelotes en la sublevación, así como sus oponentes los fariseos, quienes lo
consideraron inútil.
SEFARAD EN AL-ANDALUS
El
historiador español Ignacio Olagüe explica en su obra “La Revolución Islámica
en Occidente (fundación Juan March, Barcelona, 1974), como los arrianos y judíos
solicitaron la ayuda y el auxilio de los musulmanes para liberarse del yugo de
la monarquía visigoda con sede en Toledo. Estos habían consolidado su dominio
en la Ifriqiya (Tunicia) hacia el 670; en 701 alcanzaron el extremo occidental
del Magreb y en 708 entraron en Tánger.
La
llegada de los musulmanes
La
historia de la España musulmana comienza en el año 711/92, a finales de abril en que Tariq Ibn Ziad (m. 720), a la
cabeza de un ejercito de siete mil hombres en el domina la etnia bereber de la que forma parte
(los árabes eran menos de 300), cruza el estrecho que llevara a partir de
entonces su nombre
“Monte
de Tariq”, es decir, Gibraltar. El 19 de julio de ese mismo año, por las
orillas del río Guadalete, logro una victoria decisiva sobre el rey visigodo
Don Rodrigo. Un mes mas tarde, su
lugarteniente Mugir ar-Rumi cercó la ciudad de Córdoba; para desembarcar en la Península Ibérica. El
contingente islamo-bereber hizo la travesía a bordo de la flota del conde Don Julián,
el antiguo gobernador bizantino de Ceuta (septum: por sus siete colinas) que se
había puesto al servicio del gobernador o Wolf musulmán de la provincia de
Ifriqiya, Musa Ibn Nusair (640-714), con sede en Qairauán.
Dice el erudito judeomarroqui y profesor emerito
de la Universidad de Paris, Haim Zafrani (Essaouira, 1922) “durante el asedio a
Córdoba, los judíos se encierran en sus hogares esperando impacientemente el
desenlace. Contrariamente a lo que sienten por los godos y su clero, no temen
en absoluto la llegada de los musulmanes en los que tienen puesta todas sus
esperanzas, pues no olvidan que los reyes visigodos los han oprimido
despiadadamente. Sirviéndose de estratagemas, los judíos –según narran los
historiadores musulmanes y cristianos- contribuyeron a facilitar la entrada del
ejército islámico a la ciudad, celebrando su victoria. Mughit los tomo a su
servicio, confiándoles la guardia de la ciudad. Lo mismo ocurrió en Toledo, y
en Sevilla, donde Musa Ibn Nusair dejo una guarnición judía para mantener el
orden (haim Zafrani: Los judíos del Occidente Musulmán. Al-Andalus y el Magreb,
Editorial MAPFRE, Madrid 1994, Pág. 21). Desde entonces España entro en el seno
de Dar al-Islam, “La casa del Islam”.
Respecto
a Musa Ibn Nusair, el historiador musulmán almohade Ibn al-Kardabús, del siglo
y musulmanes en al-Andalus, durante las Cruzadas (1099-1291) y a lo largo de la
historia del imperio otomano (1299-1909), hizo nacer las fobias antisemitas
entre los europeos. “El judío como aliado del musulmán era algo inconcebible
para la paranoia que azotaba la Europa altomedieval.
El
esplendor del califato de Córdoba
En
863, el emir cordobés Muhammad I (g.852-886) convoca un congreso para la unión
y fraternidad de los judíos, cristianos y musulmanes. El erudito español Felipe
Torroba Bernardo de Quirós nos confirma esta crónica, bastante poco reconocida
pero históricamente fidedigna:
“Tras
la ruina del estado visigodo, los israelitas irrumpen nuevamente en España de
la mano de los musulmanes. Comenzó entonces la época dorado de los judíos
españoles……Se instalaron por doquier y prosperaron por todas partes.
Encontraron un ambiente de tolerancia –característica de los árabes en sus
conquistas-…. A la sombra de la Media
Luna, los israelitas lograron el poderío, el saber, y las riquezas, que convergían
en sus manos… Los hebreos, aparentemente
identificados con los vencedores árabes, ven llegado el momento de renacer de
su raza, en adoptar sus costumbres y su lenguaje. Los omnipotentes califas de
Córdoba presenciaron el apogeo de una cultura –complementaria de la suya- que
irradiara un esplendor cegador frente a las incipientes civilizaciones europeas
“(F. Torroba Bernardo de Quirós: Historia de los sefarditas. Eudeba, Buenos
Aires, 1968, Pág. 14-15).
“Desde
el primer momento lo judíos se pusieron del lado de los invasores, quienes
reforzaron las colonias judías establecidas en las ciudades como Córdoba,
Granada, Sevilla, Toledo y otras, con los contingentes judíos que durante los
siglos VIII y IX inmigraron desde el norte de Afrecha. En el siglo IX se tenía
a Lucena por la ciudad judía y con tal denominación designaron los geógrafos árabes
de los siglos X y XII a ciudades como Granada y Zaragoza….. Los árabes
toleraban a los judíos como “gente del Libro”, es decir, de la Biblia., y al servicio de los nuevos señores se
convirtieron en eficaces auxiliares para
el comercio y la administración. La época más gloriosa de judaísmo en tierras
europeas de todos los tiempos comenzó con el reinado de Abderrahmán III
(012-961) y se prolongo hasta el siglo XII. En la corte de Abderraman ocupo un
lugar de preeminencia el judío Hasday Ibn Shaprut quien ejerció las funciones
de medico real y diplomático en las relaciones del califato con los reyes
cristianos peninsulares y con los emisarios del emperador alemán Oton I y del
de Bizancio; es notable también su carta a José, ultimo rey de los jazares. El
alto cortesano ejerció el mecenazgo con los suyos, favoreciendo la poesía y la gramática
hebrea así como las traducciones de obras científicas del griego al árabe. El
fue el primer impulsor de la cultura hebrea en la Península y del renacer del
hebreo como lengua literaria; en su tiempo recibieron también decisivos
impulsos los estudios rabinitos, fundándose academias en Córdoba y Lucena.
Al-Andalus había de convertirse en el centro espiritual del pueblo judío, arrebatándole
a Babilonia su preponderancia.
Con
la caída a comienzos del siglo XI del califato Cordobés y su desmembración en
los llamados reinos de taifas no decayó sino que por el contrario aun alcanzo
mayor esplendor la cultura hebrea, destacando sobre todo las comunidades de
Granada y Zaragoza. La gran figura del reino de Granada fue Samuel Ibn Nagrela,
llamado Hanaguid visir del rey Badis y hábil político que durante muchos años
fue el organizador de la política granadina y general de sus ejércitos, a la
vez que extraordinario poeta y erudito rabino. A su muerte en 1056 le sucedió
en el cargo su hijo Yosef, quien como su padre se rodeo de judíos en los altos
puestos de la administración del reino….En el reino de Zaragoza varios
personajes judíos ocuparon destacados puestos en la corte, al amparo de cuyo
patronazgo alentaron poetas como Salomón Ibn Gabirol y moralistas como Bahia
Ibn Paluda.
El
tipo de judío andalusí que se plasma en la poesía hebrea de la época es la de
cortesano culto y refinado, que siendo amante de los placeres del mundo, de las
letras y de las ciencias, se esfuerza en aunar con todo ello la religiosidad
tradicional judía. Los jóvenes estudiaban junto con el Talmud otras materias,
como poética, filosofía, medicina. Sin embargo, debemos ser objetivos en la
evaluación de estas dos dinastías africanas. Su autoritarismo más se debía a su
rudeza tradicional e incapacidad para gobernar un territorio tan complejo como
al-Andalus que a una deliberada mala intención. Nunca consumaron matanzas ni
represiones generalizadas contra los judíos ni contra ninguna otra minoría. Su
grave equivocación fue tratar de convertir compulsivamente al Islam a éstos y a
los mozárabes.
Sin
lugar a dudas, almorávides y almohades estuvieron en las antípodas de los Reyes
Católicos Isabel I (1451-1504) y Fernando II (1452-1516) y sus sucesores. Los
Habsurgo Carlos V (1500-1558), Felipe II (1527-1598) y Felipe III (1578-1621).
Estos monarcas reaccionarios trataron de erradicar definitivamente el Islam y
el Judaísmo de la Península mediante una
sistemática campaña de asesinatos masivos e individuales, la desaparición de
personas, la institunacionalización de la delación y la tortura, y la
destrucción de l patrimonio cultural y religioso de judíos y musulmanes.
Contaron
para ello con los recursos de una organización terrorista como el Santo Oficio
–que lo único que tenia de santo era el nombre-, y luego con la Inquisición
española (fundada en 1478), encabezada
por expertos verdugos como el fraile dominico Toma de Torquemada (Valladolid
142º-Ávila 1498) –confesor de los Reyes Católicos- y su sucesor, el cardenal
Francisco Jiménez de Cisneros (1436-1517), Inquisidor general, el mismo que el
18 de diciembre de 1499 hizo quemar en la puerta de Bib Rambla de Granada las librerías
de los moriscos; mas de ochenta mil manuscritos árabes de la España musulmana
se perdieron para siempre.
La
Inquisición no solo era un tribunal religioso sino también un instrumento del
poder estatal que convenció a los monarcas de la necesidad de expulsar a los judíos
y musulmanes para erradicar los males de la sociedad. El 31 de marzo de 1492 a tres meses de la caída
del último baluarte musulmán en la Península, Isabel y Fernando firmaron el
Edicto de expulsión, según el cual los judíos que no se convirtiesen deberían
abandonar España en cuatro meses dejando todos sus bienes.
Cerca
de trescientos mil judíos (el 5% de la población total del país) se vieron
obligados a emigrar a regiones más seguras: al Mundo Islámico (Norte de África,
Imperio otomano, Egipto, Palestina), y a
la Europa cristiana (Sur de Francia, Países Bajos, Italia, y Alemania). Unos
ciento veinte mil cruzaron el Tajo y se refugiaron en Portugal bajo la
especulativa protección del rey Juan II el Perfecto (1455-1495), quien le concedía
temporalmente a cambio de gruesas sumas de dinero.
El paraíso de Granada nazarí
(1232-1492)
“En
los tiempos del Reino de Granada los judíos convivían con los árabes en
perfecta armonía. Era la Granada exquisita y tolerante de los reyes Nazaríes
que supieron engalanarla como a una joya prodigiosa con los torreones
esplendidos y las primorosas taraceas, que tienen por verde marco los jardines
maravillosos, esos jardines árabes cautivos entre patios, muros y arcadas. Cúpulas
y yeserias, columnas y arcos, mosaicos y artesonados, bordaron la belleza
incomparable del Mirador de Daraxa, de la Torre de Comares, del Patio de los
Leones. Y por doquier, el regalo cristalino del agua. El agua de la Alambra, se
deshilachaba en hilos tenues. Los surtidores brotan entre las qasidas de Ibn
Zamrak (1333-1393), que ornamentan los muros y circundan las tazas marmóreas de las fuentes. En Granada el sonido del agua
es tenue, susurrante; se diría el desgranar melódico de un prestigioso collar
de perlas. Fue aquella la época dorada de los israelitas, que estuvieron
siempre en pie de igualdad con los musulmanes” (F. Torroba Bernardo de Quirós: historia
de los sefarditas. O. Cit. Pág. 189).
“Mayor
interés (Instituto de Estudios Jienenses, Jaén, 1956) despertó esa floreciente
cultura árabe entre los embajadores transpirenaicos que trataron misiones diplomacias
ante los califas cordobeses. Instalados en la capital del Califato, pronto
vieron la superioridad científica, filosófica y cultural del Islam sobre los
reinos cristianos europeos y sintieron enseguida la avidez de llevarse cuanto podían
de libros, de saberse y aun de
intelectuales y científicos en persona. Es el caso de los embajadores recibidos
por Abd al-Rahmán (912-961) y su amigo intimo, eminente científico, el judío
Hasday Ibn Shaprut (h 910-970), que tanto le ayudo en misiones diplomáticas, a través
de las cuales la ciencia árabe penetro en Europa. Tales fueron las que recibió
del emperador germánico Otón (912-973) y del rey franco Hugo Capeto
(938-996)” (Joaquin Lomba Fuentes)
Ibn Gabirol
Salomón Ibn Gabirol
(1022-1053/1070), latinizado Avincenbrol, fue un renombrado poeta y filosofo judío
andalusí nacido en la ciudad de Málaga, que durante años estuvo al servicio de
Samuel Ibn Nagrila (993-1055), visir (ministro) de los soberanos beréberes
ziríes de Granada Habús Ibn Maksán (1025-1038) y Badis Ibn Habas (1038-1077). Neoplatónico,
mantuvo fuertes controversias con los sectores opuestos al pensamiento filosófico.
Su trabajo poético mas destacado es “Corona Real (en hebreo Kéter Maljút). Allí
afirma su profunda convicción monoteísta, tan cara a judíos y musulmanes.
Eres Uno, el principio de toda enumeración
Y la base de todo el edificio.
Eres uno, y, por el misterio de tu Unidad,
La razón de los sabios queda estupefacta,
Porque de ello no conocen nada…
En efecto, no se concibe en Ti
Ni multiplicación ni modificación…
Eres Uno. Tu sublimidad y tu trascendencia
No pueden disminuir ni descender.
¿Podría existir el Uno que decae?
Su
obra por excelencia, escrita en árabe, es Yanbu al-hayat “la fuente de la vida”
(en hebreo Mekor Jáim).
Podríamos seguir citando grandes personajes de la época en la poesía, la filosofía y la medicina, tales como: Yehudá al-Harizi, Moisés Ibn Ezrá, Ibn Paluda, Ben Sahl, Ibn Falaqera, Moisés de León. Pro seria muy extenso de escribir y de leer.
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