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miércoles, 29 de agosto de 2018

ABDERRAMAN III, CALIFA DE AL-ÁNDALUS (891-961)


Abd al-Rahman o Abderramán III, Califa de al-Andalus (891-961).
Octavo emir de la dinastía Omeya independiente de Córdoba (912-929) y primer califa de Córdoba (929-961), nacido el 7 de enero del año 891 en Córdoba y muerto el 15 de octubre del año 961 en el palacio de Medina Azahara (Córdoba), en pleno apogeo de su fama y poderío, a la edad de setenta años y cuarenta y nueve de reinado. Se le conoció también como al-Nasir li-Din Allah ('el vencedor por la religión de Alá').
Sucedió a su abuelo Abd Allah (888-912) en uno de los momentos más críticos para el emirato. Afrontó con éxito las pretensiones independentistas de la levantisca nobleza andalusí, desarmó la amenaza externa proveniente del califato fatimí y frenó el avance territorial de los diferentes reinos cristianos del norte. Autoproclamado califa (929), favoreció la cohesión y la prosperidad de sus territorios con una prudente política administrativa. En materia religiosa, fue el gobernante cordobés más tolerante con la comunidad judía y cristiana y protegió el cultivo de todas las artes.
Ascenso al trono del emirato
Abd al-Rahman III era hijo del príncipe heredero Muhammad y de la princesa Íñiga, hija de Fortún el Tuerto, y nieto, por tanto, del rey navarro Iñigo Arista (820-852).
El emir Abd Allah nombró a su hijo Muhammad heredero al trono, pero éste fue brutalmente asesinado por su hermano al-Mutarrif, el cual a su vez fue muerto por el propio Abd Allah como represalia por tan execrable acto. El trágico fin del heredero obligó al emir a designar como sucesor a su nieto Abd al-Rahman, lo que postergaba a sus otros hijos a un papel secundario. El príncipe creció desde muy joven rodeado de los mejores maestros, además de ser instruido en los secretos de la política de Estado. Su abuelo le fue confiriendo paulatinamente cargos y asuntos de gran responsabilidad, hasta que, a la muerte de éste, Abd al-Rahman III heredó el trono del emirato sin oposición alguna, cuando ya contaba con una valiosa experiencia. El 16 de octubre del año 912, Abd al-Rahman III recibió la acostumbrada obediencia jurada por parte de sus tíos y otros miembros de la familia Omeya.
Guerras civiles: la obra unificadora de Abd al-Rahman III
Nada más subir al trono, Abd al-Rahman III se encontró con la ingente tarea de unificar un Estado con tremendas divisiones internas, amenazado desde el exterior por poderosos adversarios, situación que se agravaba por el continuo estado de conmoción en el que se hallaban todas las provincias del reino. Aunque Abd al-Rahman III heredó un puesto que nadie parecía querer, su primer objetivo fue emprender, lenta pero firmemente, la tarea de pacificar y unificar nuevamente todo al-Andalus bajo el poder de la dinastía Omeya.
Lo primero que hizo el joven emir fue determinar con qué alianzas y fidelidades contaba, para lo cual envió emisarios a todos los gobernadores pidiéndoles sus respectivos juramentos de lealtad, obteniendo pocas adhesiones y sí muchas negaciones. En vista de que la diplomacia no surtió efecto, Abd al-Rahman III utilizó la fuerza contra todos sus súbditos rebeldes; así, marchó en primer lugar hacia el sur, concretamente contra Sevilla, ciudad que se había independizado bajo la familia de los Banu Hachchach, y que fue rápidamente reconquistada, sin gran derramamiento de sangre a finales del año 915, así como un buen número de fortalezas de los alrededores.
El segundo objetivo Abd al-Rahman III, y el que más le costó sin duda alguna, fue detener las continuas correrías del muladí Omar Ibn Hafsun, el cual se había aprovechado de los caóticos años de gobierno de Abd Allah para sublevarse y gobernar como soberano efectivo gran parte de la Andalucía oriental desde su inexpugnable cuartel general de Bobastro. Abd al-Rahman III dirigió todos sus efectivos contra Ibn Hafsun, gracias a lo cual conquistó, en el año 913, primero Écija y después más de setenta plazas gracias a la campaña de Monteleón, todas ellas comprendidas en las provincias de Jaén, Granada y Málaga y la serranía de Ronda, con lo que limitó considerablemente el margen de acción del rebelde, el cual se vio obligado a permanecer en Bobastro sin posibilidad de moverse y privado de acceso al mar. Ibn Hafsun continuó su obstinada oposición contra Córdoba hasta su muerte en el año 917, circunstancia que favoreció los designios de Abd al-Rahman III. Sus cuatro hijos siguieron las tácticas de su padre, es decir, firmar un día la paz para romperla al día siguiente, pero todos ellos se mostraron incapaces de mantener la sublevación con la misma fortuna que su padre, lo que no evitó que lograsen sobrevivir doce años largos a los asedios constantes por parte de las tropas de Abd al-Rahman III. Por fin, en el año 928, el último hijo de Ibn Hafsun, Hafs, fue obligado a rendir Bobastro, último refugio seguro de la familia. Abd al-Rahman III visitó la fortaleza de Bobastro y destruyó todos los edificios emblemáticos del lugar, además de lo cual ordenó desenterrar los restos de Ibn Hafsun para exponerlos públicamente en Córdoba clavados en cruces.
La rendición de Bobastro proporcionó a Abd al-Rahman III un gran prestigio ante los ojos de sus enemigos, contra los que inmediatamente se lanzó con todas las fuerzas de que pudo disponer. Asegurada Sevilla y terminada la amenaza de los Hafsun, el emir cordobés se dirigió al primero de los focos independentistas que aún quedaban, Badajoz, ciudad que había gozado de una total independencia bajo el reinado de su abuelo por medio de la familia de los Banu Marwan, los cuales al ver el poderoso ejército con el que se presentó Abd al-Rahman III a las puertas de la ciudad no tuvieron más remedio que someterse a su autoridad y jurándole fidelidad en el año 930.
Un año antes, Abd al-Rahman III tomó la decisión política más significativa de su carrera: ordenar a todos los gobernadores que el título de amir al-muminin('príncipe de los creyentes') fuese empleado en todos los escritos oficiales dirigidos a él y que se le invocase en todas las oraciones como califa rasul-Allah ('sucesor del enviado de Alá'). También tomó el sobrenombre o apodo (laqah) de al-Nasir li-Din Allah. Las intenciones de semejante medida estaban bien claras: la institución califal abassí de Bagdad había entrado en franco declive, mientras que los fatimíes del norte de África empezaban a dar muestras de respetabilidad y poderío, debido a la institución califal. Abd al-Rahman III, con el propósito de contrarrestar la ambición fatimí y de reivindicar su papel de ortodoxo en el mundo islámico, decidió adoptar el título de califa.
El califato cordobés
Antes de poder dirigir su atención a los problemas fronterizos surgidos en la Marca Superior y el norte de África, Abd al-Rahman III sofocó los dos últimos focos independentistas de importancia en el interior: Toledo y Zaragoza. En la primera plaza, los métodos diplomáticos desplegados por el califa fracasaron, por lo que tuvo que organizar un largo asedio de más de dos años hasta que, faltos de alimentos, los toledanos acabaron por rendirse el 2 de agosto del año 932. En cuanto a Zaragoza, Abd al-Rahman III se tuvo que contentar con mantener una especie de semiprotectorado con el gobernador Muhammad el Tuerto, de la poderosa dinastía de los Tuyibí, acuerdo del todo punto necesario para ambas partes: mientras que el gobernador seguía manteniendo una posición de privilegio a la hora de gobernar la ciudad, con libertad absoluta, éste, a su vez, se comprometía ante el califa a parar todos los ataques cristianos al califato que provenieran desde sus fronteras y, sobre todo, a vigilar constantemente los movimientos de la familia muladí de los Banu Qasi, cada vez más debilitada pero todavía muy peligrosa por los intrincados lazos de consanguineidad que tenía con la alta nobleza navarra y catalana.
De regreso a Córdoba, Abd al-Rahman III logró hacerse con el control de las últimas ciudades y poblaciones reacias a su poder, tales como Beja y Ocosnoba, a la par que otro contingente de sus tropas hacía lo mismo con Sagunto y Játiva en el Levante peninsular.
A partir de ese momento, Abd al-Rahman III reintegró al dominio de Córdoba todos los territorios de la antigua al-Andalus, a excepción de algunos núcleos rebeldes de poca importancia en la Marca Superior, todos los cuales pagaban sus tributos con toda normalidad al Estado califal, el cual se convirtió en el más rico y poderoso de toda Europa occidental.
Enfrentamiento con los reinos cristianos peninsulares
Ocupado en la reconstrucción interna, los primeros años de su reinado se saldaron con resultados negativos en la guerra que sostuvo con los cristianos. El rey astur Ordoño II (914-924) conquistó en el año 913 la plaza de Évora, a la que literalmente arrasó, repitiendo un año después la misma operación contra el castillo de Alanje en Mérida. El monarca astur sembró el terror en toda la región del Algarve, ante lo cual bien poco pudo hacer Abd al-Rahman III. En el año 917, el emir cordobés mandó a su general Ibn Abi Abba a tierras leonesas para apoderarse de San Esteban de Gormaz, en el valle del Duero, con un pésimo resultado, pues la inmensa mayoría de sus soldados perecieron en el curso de una sangrienta batalla contra las huestes de Ordoño II el 4 de septiembre.
A partir del año 920, Abd al-Rahman III estuvo en mejor disposición para afrontar los ataques cristianos. Así pues, ese mismo año preparó a conciencia la famosa "campaña de Muez", que dirigió en persona para enfrentarse a una peligrosa alianza astur-navarra. La aceifa duró tres meses largos, y en ella conquistó Osma, San Esteban de Gormaz, las fortalezas de Carcar y Calahorra, aparte de vencer con contundencia a la alianza en la batalla de Valdejunquera el 26 de julio, gracias a la cual las tropas del emir penetraron en el corazón de las tierras navarras para saquear Pamplona. Años más tarde, como represalia a la ferocidad de los ataques navarros contra los últimos reductos de los Banu Qasi, Abd al-Rahman III volvió a saquear la misma ciudad, después de vencer en una batalla de ubicación incierta al rey navarro Sancho Garcés I (905-926), quien no tuvo más remedio que huir precipitadamente.
Tras un período de relativa calma en las fronteras, coincidente con los años de crisis sucesoria y política en el reino astur-leonés, la subida al trono del rey Ramiro II(930-950) trajo consigo la reanudación de las hostilidades entre ambos reinos. En el año 932, Ramiro II se apoderó de la ciudad fronteriza de Magerit (Madrid), apresamiento al que siguió una campaña triunfal en la que derrotó a las tropas cordobesas ante los muros de Osma. En el año 937, Ramiro II concertó una importante alianza con el rey navarro y con el gobernador musulmán de Zaragoza, Muhammad Ibn Hashim, nieto de el Tuerto. Al enterarse de la traición de su gobernador, Abd al-Rahman III se dirigió a toda prisa a Zaragoza. Tras pasarla por las armas, la ciudad acabó rindiéndose a Córdoba. Dos años después, el 1 de agosto del año 939, el califa sufrió el mayor descalabro militar en la desastrosa batalla de Simancas, donde los contingentes astur-leoneses de Ramiro II, los castellanos del conde Fernán González (930-970) y los navarros García Sánchez I (926-970) se cubrieron de gloria. Abd al-Rahman III salvó la vida de milagro al huir a uña de caballo, experiencia que hizo que ya nunca más dirigiera personalmente una aceifa. La estruendosa victoria fue aprovechada por leoneses y castellanos para repoblar la ribera del Tormes (Salamanca, Alba, Ledesma) y Sepúlveda.
La muerte de Ramiro II en el año 950 posibilitó a Abd al-Rahman III recuperar el papel hegemónico en la Península. Su sucesor, Ordoño III (950-956), fue vencido por una coalición de oficiales musulmanes en el año 956 y perdió más de diez mil hombres. El califa cordobés firmó con el monarca astur-leonés una paz ventajosa para Córdoba y bastante onerosa para León que su sucesor, Sancho el Craso (956-966) no reconoció, lo que obligó al califa a reanudar las luchas en el norte.
En el año 957, Sancho el Craso sufrió una severa derrota que le supuso la pérdida del trono en favor de Ordoño IV (957-960), yerno y hechura del poderoso conde castellano Fernán González. El destronamiento provocó una profunda escisión entre los partidarios de uno y otro bando que Abd al-Rahman III se apresuró a aprovechar en su favor para convertirse en el árbitro de las disputas. Sancho el Craso se refugió en Pamplona bajo la protección directa de su abuela, la reina Toda, y, ésta a su vez, pidió ayuda a Córdoba para reponer en el trono a su nieto. Ambas partes llegaron pronto a un acuerdo por el que el califa se comprometía a ayudar al destronado rey a recuperar su trono a cambio de varias plazas fronterizas de importante valor estratégico. En el año 960, el monarca astur-leonés recuperó el trono tras conquistar Zamora con la ayuda de las tropas cordobesas, mientras que los navarros apresaron al molesto conde castellano. El reino leonés pasó a convertirse en tributario del califato cordobés.
Política norteafricana
Abd al-Rahman III no tuvo más remedio que desarrollar una gran actividad política por todo el norte de África para asegurar la estabilidad y seguridad de al-Andalus, amenazada seriamente por la presencia en Marruecos del califato fatimí. Abd al-Rahman III utilizó una táctica tan atinada como audaz para atraerse hacia la órbita omeya a un buen número de partidarios con bastante antelación al único intento serio de los fatimíes contra al-Andalus, el saqueo de Almería, en el año 955, por las tropas del califa fatimí al-Muizz. Abd al-Rahman III ejerció sobre los príncipes idrisíes y tribus beréberes un protectorado conseguido y basado más en el empleo de dinero que en la intervención militar, lo que hizo posible que se apoderase de Cuta (927) y Tánger (951), las plazas marítimas más importante del litoral africano en el Estrecho. Finalmente, el califa fatimí inició, en el año 958, una gran ofensiva terrestre que arrebató todo el norte de África, excepto las dos plazas antes citadas, a la soberanía omeya, todo lo cual vino a amargar los últimos años del califa.
La sucesión al trono
Abd al-Rahman III designó como sucesor al trono a su hijo mayor, el príncipe al-Hakam II (961-976) cuando éste contaba sólo con ocho años de edad; éste recibió desde su más tierna infancia la mejor educación que entonces era posible dar a un príncipe de su categoría, y desde muy joven acompañó a su padre en varias expediciones de castigo contra los cristianos y a ocuparse de importantes asuntos del Estado, lo que le proporcionó una enorme experiencia y madurez cuando alcanzó el trono.
El segundo hijo de Abd al-Rahman III, el príncipe Abd Allah, nunca aceptó de buen grado el nombramiento de su hermano como sucesor, habida cuenta de las manifiestas inclinaciones de al-Hakam al mundo de la cultura y su poca inclinación a la política, mientras que él sí se encontraba a gusto guerreando en las continuas aceifas. Inducido por su preceptor, el ambicioso Ahmed Ibn Muhammad, Abd Allah montó una conjura palaciega para derribar a su padre y proclamarse califa, pero la conjura fue descubierta por los servicios de espionaje de Abd al-Rahman III, antes de que ésta se llevara a la práctica. Abd al-Rahman III, ante la evidencia de la trama, tomó la trágica decisión de mandar decapitar a su propio hijo, en junio del año 949, para proteger al Estado y la candidatura de al-Hakam.
Doce años después de los trágicos sucesos, imbuido por una profunda melancolía, falleció Abd al-Rahman III en su espléndida residencia palaciega de Medina Zahara, tras un dilatado reinado en el que, según sus propias palabras, tan sólo gozó de catorce días de descanso y felicidad.
Gobierno y administración
Una de las características principales de la administración del reinado de Abd al-Rahman III fue su gran movilidad. Los numerosos visires, supervisados en un principio por el hayib o chambelán (cargo introducido por Abd al-Rahman II) y sometidos en última instancia al control directo del califa, llevaban a cabo misiones muy parecidas a la de una especie de jefes de oficina, es decir, de secretarios superiores encargados de una función gubernativa muy concreta. Todos ellos eran renovados constantemente para evitar la concentración del poder y el establecimiento de molestas y peligrosas clientelas. En cuanto a la administración provincial, también mostraba el mismo dinamismo, con constantes nombramientos, traslados y revocaciones de los cargos.
Aún así, el funcionariado califal no dejó de estar en manos del casi monopolio constituido por el núcleo duro de poder omeya-qaisí, que acabó constituyendo la única baza de poder desde los primeros años de la constitución del emirato cordobés sobre los distintos gobernadores. Por otro lado, también es interesante observar la creciente importancia de la posición de los beréberes y el papel paulatinamente restringido de los muladíes.
El papel del ejército y del fisco
La política africana, las continuas expediciones contra los cristianos y las operaciones militares encaminadas al mantenimiento del orden interno que Abd al-Rahman III desplegó para mantener su autoridad necesitaban de un ejército eficaz cuyo coste, por fuerza, debía ser bastante elevado.
El soldado andalusí, financiado a partir de las pensiones recabadas del propio Tesoro Real o de los impuestos procedentes de las provincias, vio su papel progresivamente disminuido a causa del reclutamiento masivo de mercenarios y soldados provenientes del centro y norte de Europa. Éstos, dóciles al principio, llegaron a tener un importante papel en la corte y en los asuntos políticos posteriores de al-Andalus.
La garantía dada en varias ocasiones a los rebeldes que aceptaban la sumisión, por la que se les permitía sólo el pago de los impuestos coránicos, induce a pensar que la fiscalidad califal buscaba, como es lógico en todo Estado musulmán, paliar la insuficiencia crónica de ingresos imponiendo unos impuestos suplementarios mal aceptados por la población para hacer frente a la ingente maquinaria del Estado y al mantenimiento de los efectivos militares. Teniendo en cuenta que bajo el reinado de Abd al-Rahman III el fisco llegó a recaudar en concepto de impuestos la cantidad de 5 millones y medio de dinares (moneda musulmana de oro), es lógico pensar que el número de impuestos que pesaba sobre la población debía de ser bastante considerable. Por otro lado, las acuñaciones de moneda mantuvieron un ritmo constante durante gran parte de su reinado, sólo ralentizadas en los últimos años.
Valoración de su reinado
Hombre de grandes dotes intelectuales, Abd al-Rahman III se comportó en materia religiosa como el más tolerante de todos los príncipes omeyas cordobeses. Tanto los cristianos como los judíos gozaron de una vida tranquila y próspera. Poseyó a imprimió mejor que nadie el sentido exacto de la majestad califal, e impuso una rígida etiqueta protocolaria que le impedía presentarse muy a menudo ante el pueblo, lo cual hacía solamente en ocasiones muy especiales y siempre rodeado de un gran fasto y ostentación de poder, según un protocolo que se hacía más pomposo y teatral a medida que crecían las posibilidades económicas del Estado, lo que también trajo consigo un aumento en el gasto de construcciones públicas, civiles y religiosas, como lo atestiguan las creaciones y reconstrucciones de edificios: Dar al-Sikka (la ceca de Córdoba), el Dar al-Rawda (la casa del jardín florido dentro del Alcázar), la construcción de su soberbia residencia palaciega de Medina al-Zahara, la ampliación de la Mezquita Aljama de Córdoba, la construcción del arsenal de Tortosa y, por último, la puesta en marcha de una magnífica red de canales de riego que mejoró considerablemente la agricultura del califato. La corte de Abd al-Rahman III, servida por cerca de diez mil esclavos, sólo comparable a la del emperador bizantino, superó en magnificencia a todas las europeas.
Abd al-Rahman III puede ser perfectamente comparado con Abd al-Rahman I en tanto que, como él, partió de una situación caótica, estableció un reino sólido y firme que se ganó el respeto de cristianos, rebeldes, norteafricanos y bizantinos; forzó a los fatimíes a retirarse hacia el este hasta Egipto al fracasar éstos en su intento por dominar al-Magrib y, aún más, al-Andalus. Alabado por los poetas, la tradición musulmana le considera como uno de los más insignes gobernantes de la historia del Islam.
Bibliografía
  • CHEJNE, Anwar G. Historia de España musulmana. (Madrid: Ed. Cátedra. 1980).
  • GLICK, Thomas F. Cristianos y musulmanes en la España medieval (711-1250). (Madrid: Ed. Alianza Editorial. 1991).
  • GREUS, Jesús. Así vivían en al-Andalus: vida cotidiana. (Madrid: Ed. Anaya. 1991).
  • GUICHARD, Pierre. La España musulmana: al-Andalus omeya (siglos VIII-XI). (Madrid: Ed. Grupo 16. 1995).
  • ------------------------ al-Andalus: estructura antropológica de una sociedad islámica en occidente. (Granada: Ed. Universidad de Granada. 1985).
  • LEVI-PROVENÇAL, E. España musulmana hasta la caída del califato de Córdoba (711-1031). Volumen nº4 de Historia de España de Ramón Menéndez Pidal. (Madrid: Ed. Espasa-Calpe. 1982).
  • MARTÍN, José Luis. La Edad Media en España: el predominio musulmán. (Madrid: Ed. Anaya. 1989).
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Autor
  • Carlos Herraiz García
FUENTE. Texto extraido de www.mcnbiografias.com

jueves, 16 de agosto de 2018

AL-GHASAL, EL DIPLOMATICO ANDALUSÍ ENVIADO A NEGOCIAR CON LOS VIKINGOS TRAS EL SAQUEO DE SEVILLA, ¿AMIGOS O ENEMIGOS?


entre rubios
Al-Ghazal, el diplomático andalusí enviado a negociar con los vikingos tras el saqueo de Sevilla, ¿Amigos o enemigos?

El embajador era un tipo alto, bien parecido, inteligente y muy perspicaz. De Jaén, para más señas. Pese a tener cincuenta años, edad avanzada para aquellos tiempos, era capaz de montar a caballo y disparar con el arco mejor que muchos jóvenes. Además, su ingenio, sabiduría y pasión habían hecho de él uno de los mejores poetas de Córdoba. Años antes el emir Abderramán II, conociendo sus habilidades y destrezas, le envió a una misión similar ante el emperador bizantino Teófilo y fue tal su éxito que, para muchos, sentó las bases de las relaciones entre los dos extremos del Mediterráneo durante los cincuenta años siguientes. Poeta, sabio y gran embajador ¿quién mejor que él para conocer la lejana corte de los “madjus”, los paganos adoradores del fuego que ahora enviaban un emisario a Córdoba
En diciembre del año 844 partió desde Al-Andalus Yahia ibn-Hakam el Bekri al Djayani, conocido como Al-Ghazal, “la gacela”, embajador especial de Abderramán II ante el rey de los westfaldingi, los temibles vikingos que habían arrasado Sevilla unos pocos meses antes. Su misión era una apuesta tanto militar como comercial del emir andalusí, a fin de cuentas, esos gigantones de pelo rubio habían saqueado y robado sin contemplaciones de ningún tipo. Eran peligrosos, sí, pero también podían ser muy útiles para el Al-Andalus. Los vikingos eran a ojos de los cordobeses unos inesperados posibles aliados ya que, pese a la distancia que les separaba, ambos pueblos tenían un magnífico pero decante enemigo común: el Imperio Carolingio. Y, además, existía otro asunto importante: la posibilidad de crear una nueva ruta comercial en el Atlántico entre las tierras del norte y la rica y próspera Hispania musulmana . Así que cuando se presentó en Córdoba un embajador rubio y fortachón, lo más sabio y prudente era tratarle benévolamente y responder a su ofrecimiento con uno similar: enviar un hombre de confianza para que fuese capaz de abrir una novedosa y única vía de comunicación con aquellos norteños tan peculiares. Y Al-Ghazal era el hombre adecuado.
No queda claro el origen exacto de los vikingos que conoció Abderramán II. Algunos historiadores se inclinan por pensar que eran noruegos, conocidos como “westfaldingi de Vestfold”,  siendo Turgeis su príncipe. Sus bases se encontrarían en Irlanda, una isla que estaba prácticamente en sus manos pese a la resistencia de los nativos, y desde allí habían lanzando incursiones contra las costas de Inglaterra, Bretaña y Aquitania durante los cuarenta años anteriores. Para otros, en cambio, serían vikingos de origen danés cuyas bases estarían en Bretaña e Inglaterra.
Para los vikingos las tierras de Al-Andalus no eran del todo desconocidas. En sus bases y asentamientos se sabía que al sur, en la vieja Hispania, se alzaba un reino de inusitada belleza y riqueza. Y allá marcharon usando su peculiar y sangriento modo de viajar: incursiones en la costa para saquear, robar y tomar prisioneros que vender como esclavos aquí y allá. Los seres humanos eran una mercancía más, como el oro, las joyas o las pieles. Y en el sur, al parecer, había joyas, oro y muchas personas dispuestas a ser esclavizadas a la fuerza.
Así en el año 843 una de sus incursiones avanzó más al sur de lo que solían(al parecer arrastrados por una tormenta en el océano Atlántico mientras regresaban de saquear Aquitania) atacando la costa cantábrica de la península ibérica y llegando a suponer un serio problema para el rey Ramiro I de Asturias, que sólo logró expulsarles tras muchos combates y derrotas.  Pero eso no desanimó a los vikingos que continuaron sus pillajes y ataques desde Asturias hasta Arcila, en Marruecos, llevándose por delante las ricas ciudades musulmanas de Lisboa, Media Sidonia y  Cádiz. Finalmente, atraídos por las riquezas andaluzas remontaron el río Guadalquivir y se asentaron en Captel, una isla en el Guadalquivir a poca distancia de Sevilla.  El gobernador musulmán, viéndose el percal, se fugó de la ciudad horas antes del ataque vikingo. Cuando llegó a Carmona, llorando y aterrado, mandaron un mensaje urgente al mismísimo Emir. ¡Sevilla había caído y estaba siendo cruelmente saqueada!¡Los demonios del norte, los madjus, se habían enseñoreado de la ciudad y los campos!

La reacción de Abderramán II no se hizo esperar y ordenó concentrar los ejércitos del emirato. En Córdoba se agruparon las huestes de los generales Said Rustam, desde Toledo, y Nasr al-Fata, llegando desde Valencia, e incluso llegó la temible caballería ligera árabe de la Marca Superior, guarnecida en Zaragoza. Sólo entonces los musulmanes, reforzados con cientos de soldados de origen godo, eslavo e hispano-cristiano, avanzó sobre Sevilla derrotando a los sorprendidos  incursores el 11 de noviembre de 844 en Tablada. Treinta y cinco barcos vikingos ardieron y murieron o fueron capturados entre 400 y 14.000 wetsfaldingi (y ahora nos quejamos de que cuando hay una manifestación dan cifras distintas organizadores y autoridades), obligando a los supervivientes a negociar.
Fue entonces cuando se presentó en Córdoba un embajador vikingo. El rey de aquellos piratas solicitaba abrir relaciones con el emir andalusí. Y es entonces cuando un poeta de Jaén se convirtió en el primer andalusí en pisar una corte vikinga.
Es fácil imaginar lo sorprendente que debió ser para el príncipe Turgeis recibir en su palacio a tan extravagante individuo, vestido con sedas jamás vistas en el norte, llevando en sus brazos brazaletes labrados en un oro tan fino que parecía casi elaborado por criaturas mágicas. ¿Y el porte de aquél emisario? ¡Cuanta locura debió despertar en las mujeres de rubios cabellos puesto que la mismísima reina Nud (¿o quizás su nombre era nombre Ottar?) se encaprichó con él! Con sus poemas, su elegancia, su sabiduría y su belleza del sur, al-Ghazal encontró en la reina una poderosa aliada y confidente.
De los datos del viaje poco más hay que añadir realmente. Duró veinte meses y no queda claro si visitó la corte vikinga de origen noruego asentada en Irlanda o bien una corte vikinga en Dinamarca. En esto, como en casi todo, los sesudos historiadores no se ponen de acuerdo y prefieren especular como locos. El resultado meramente diplomático del viaje es dudoso. No se llegó a ningún tipo de alianza contra los Carolingios aunque sí una breve tregua en las incursiones vikingas a Al-Andalus. El aspecto comercial sí tuvo un cierto reflejo temporal para ambos pueblos ya que mientras los vikingos siguieron controlando las costas de Irlanda y de Bretaña se realizaron algunos intercambios entre ellos y los andalusíes.
En cualquier caso fue este viaje de Al-Ghazal el primer contacto entre vikingos y musulmanes y fue uno de Jaén el protagonista de aquél “primer contacto”.
NOTA: Un viaje similar, en este caso de un embajador árabe llamado Ibn Fadlan a tierras de los varegos (los vikingos de origen sueco que lanzaron sus incursiones por el este y conocidos por los musulmanes como los “ar-rus”) es quizá más más conocido popularmente por la película “El guerrero número 13”. Pero esa es otra historia.
Este artículo se publicó el el sábado 13 de abril de 2013



Rea Silvia


IBN AL-HAKÍM DE RONDA


Categoría: Andalusies ilustres
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Muhammad ibn ‘Abd al-Rahmân ibn Ibrâhîm b. Yahyâ Futûh b. al-Hakîm, al-Lajmî. Poeta e historiador. Nació en Ronda en el año 1261. Fue asesinado en 1308. Pertenecía a una familia de los Lajmíes de Sevilla que se habían trasladado a Ronda durante el reinado de sus parientes los Banû ‘Abbâd (la familia de Al-Mu’tamid, el rey-poeta de Sevilla). La mayoría de sus antepasados habían ejercido profesiones liberales hasta que debieron reunir ciertas riquezas e influencia y, ya en el siglo XIII, dos de los hermanos mayores de nuestro personaje, abû Zakariya y Abû Ishâk eran los más poderosos terratenientes y con suficiente poder para ser los caciques de Ronda.

Como hermano menor, a Ibn al-Hakîm le tocó el camino de la gente de la pluma. Joven de una prodigiosa memoria, llegó a reunir unos amplísimos conocimientos que recibió de maestros de su ciudad natal. Contando 23 años decidió emprender un viaje a La Meca para ampliar su formación, viaje que hizo en compañía del joven ceutí Muhammad ibn Rusayd, al que había conocido en Almería y que tenía sus mismos propósitos: ir a La Meca y aprender junto a los más famosos maestros del Oriente.

Recorrió, en compañía de su amigo, todas las ciudades importantes de Oriente, en donde escuchó a numerosos maestros y adquirió una gran cantidad de libros, principalmente de poesía, que era la actividad que más le interesaba. Volvió a Ronda (1286) recorriendo las más importantes ciudades del norte de África, mientras que su amigo ceutí continuaba su viaje, que luego relataría en un libro.

Los conocimientos y títulos que Ibn al-Hakîm había adquirido durante su viaje le dieron gran prestigio entre sus paisanos y le servirían, como ahora veremos, para acceder a los más altos puestos de la administración del reino de Granada.

Durante la estancia en Ronda del sultán Muhammad II, que había acudido a esta ciudad para sofocar una rebelión, Ibn al-Hakîm recitó una Qasîdah laudatoria para con el sultán y llena de desprecio para con los vencidos:

Un grupo de rebeldes se levantaron contra su poder
y por ello son merecedores del peor castigo.

Les engañó el largo alejamiento

y tenían a Satán como supremo señor.

Y con ellos, Ronda o sus gentes

con la misma conducta y proceder.

Muhammad quedó impresionado por la preparación y la cultura de Ibn al-Hakîm y le invitó a ir a la corte de Granada para que entrara a su servicio, cosa que nuestro biografiado no dudo en aceptar. Fue nombrado secretario del monarca para la correspondencia extranjera, y desarrolló también una labor mediadora entre el sultán y sus propios hermanos sublevados en Ronda; sus hermanos Abû Zakarîya y Abû Ishâk se habían declarado independientes, reconociendo sólo la soberanía del sultán Marín Abû Ya’kûb, que los nombró gobernadores del territorio rondeño. Ante los fallidos intentos por someter a la fuerza a los separatistas, Mwhammad II optó por enviar a Ibn al-Hakîm a negociar con los insurrectos, logrando éste un acuerdo satisfactorio por ambas partes: los Banû-l-Hakîm reconocían la soberanía del monarca granadino y, a cambio, éste les mantuvo en sus cargos de gobernadores con el título de wazîr (visir). Los Banû-Hakîm conservarían esta posición durante toda la historia del Reino de Granada pues, según Ladero Quesada, sería un alguacil, Abrahem al-Haquime el que entregaría Ronda a los llamados Reyes Católicos.

Dominó a la perfección el arte militar, conociendo como pocos los secretos y ardides de la táctica, como lo demostró cumplidamente en el cerco de Quesada, para el que había sido elegido general en jefe, pues habiendo simulado una fuga nocturna, los cristianos abandonaron sus posiciones para entregarse al pillaje, cayendo entonces sobre ellos y apoderándose de la ciudad. Sobre esta victoria escribió al sultán Muhammad II una epístola que el historiador Ibn al-Jatîb reproduce en su obra.

Sin embargo, una nota sombría vendría a palidecer momentáneamente la buena estrella de Ibn al-Hakîm. Se le atribuyen unos versos satíricos contra la dinastía nasrí, que llegados a oídos del príncipe heredero, el futuro Muhammad III, ordenó que los castigasen muy duramente, huyendo nuestro personaje para salvar su vida, escondiéndose en descampados y ruinas, hasta que la cólera del príncipe se apaciguó y pudo Ibn al-Hakîm volver a ocupar su antiguo puesto.

En el año 1302 muere envenenado Muhammad II; todos los indicios apuntan como culpables al príncipe heredero. Los historiadores nos presentan a Muhammad III con una personalidad que raya lo patológico. Crueldad, superstición, sentido del humor y afán por la cultura se mezclan paradójicamente en este soberano.

No sabemos bien de qué maniobras tuvo que valerse Ibn al-Hakîm, pero el hecho es que el nuevo monarca lo nombró su visir, cargo al que unía el de câtîb, por lo que –según la ‘Ihâta de Ibn al-Jatîb- recibió el título de Dû l-Wizâratayn.

A causa de la ceguera de Muhammad III, nuestro Ibn al-Hakîm va a convertirse en el personaje más importante del reino, llevando todas las riendas del poder. Unas de sus primeras medidas políticas será cambiar el sentido de las alianzas que hasta entonces había tenido el reino granadino. La administración nasrí era desde los últimos años de Muhammad II, aliada de los mariníes, entonces dueños de las tierras norteafricanas, rompiendo al mismo tiempo su antiguo vasallaje con Castilla, y entrando en buenas relaciones con Aragón.

Sin embargo, en 1303, Ibn al-Hakîm firma, en nombre del sultán de Granada, un tratado con el castellano Fernando IV, en el que se restablece el anterior pacto de vasallaje. La situación se vendría a complicar más, por cuanto que los aragoneses, hasta el momento unidos a los meriníes, conciertan un pacto con Castilla, en la que entra Granada como vasallo de esta última.

La coalición de los tres reinos peninsulares han dejado aislado a los Banû Marîn que, ocupados en la interminable guerra de Tremecén, no van a poder impedir que los granadinos realicen unos de sus mayores deseos: la conquista de la plaza fuerte de Ceuta.

Poco duraría la alegría de los granadinos, pues el sentido de las alianzas pronto se volverían contra Granada, codiciada por los reinos cristianos. Jaime II de Aragón será quien organice una campaña contra el reino andalusí en la que participó Castilla, y en cuyos planes se encontraba el reparto del reino de Granada entre Castilla y Aragón, según se estipuló secretamente en Alcalá de Henares en 1308.

A pesar del secreto con que se había llevado a cabo el pacto castellanoaragonés, algunas noticias sobre movimientos de tropas se filtraron antes de la campaña, y llenaron de inquietud a la corte y al pueblo granadino. No era extraño, pues, que los enemigos de Ibn al-Hakîm, que no eran pocos, prepararan una conspiración para derribarle del poder. La conjura, promovida por Atik b. al-Mawl y con la participación del propio hermano del sultán, el príncipe Nasr, aprovecharía los negros nubarrones que se cernían sobre el reino granadino para asestar el golpe definitivo; asaltaron el palacio de Ibn al-Hakîm y el mismo Ibn al-Mawl se encargó de matarle. El cadáver de nuestro personaje fue ultrajado, pasando de mano en mano hasta que se perdió y no pudo ser enterrado.

Ibn al-Hakîm fue un personaje de tan pocos escrúpulos políticos, que no le importó, en aras de aumentar su prestigio y poder personal, concertar alianzas con los estados cristianos de la Península en perjuicio del poderío de los fatimíes, aliados naturales de los andaluces, para detener el expansionismo de los cristianos, quienes un siglo antes ya habían invadido los reinos andalusíes del Valle del Guadalquivir y que esperaban el momento oportuno para asestar un golpe definitivo al reino de Granada, último baluarte soberano de la nación andaluza. Parece cuanto menos paradójico que un sujeto de tales características no abandonara nunca sus aficiones literarias. A lo largo de toda su vida continuó componiendo poesías con mayor o menor acierto y utilizó los medios que le proporcionaba su alta posición para rodearse de los mejores poetas y literatos de la época, muchos de ellos venidos de las matanzas cristianas, y a quienes acogió y protegió. Entre los miembros de la tertulia literaria de Ibn al-Hakîm, destaca un excelente poeta, Ibn Jamis de Tremecén, quien le dedicó una hermosa Qasîdah a nuestro biografiado, en donde a la alabanza del visir la nostalgia de su patria norteafricana.

De las composiciones poéticas de Ibn al-Hakîm, en las que se muestra como un mediano poeta, hemos seleccionado ésta que compuso en el transcurso de su viaje a Oriente, y que envió a su familia desde Túnez:

¡Ven aquí, ven, oh viento del Nayd

y lleva contigo mi pasión y mi amor!

Cuando esparzas entre ellos mis noticias,

les llegará mi saludo con la fuerza de mi amor.

No les he olvidado. ¿Acaso lo han hecho ellos

debido a mi larga ausencia?

Mis ansias no son debidas a la belleza

ni a los habitantes de Nayd.

¡Oh viento! Cuando llegues a un lugar

cuya tierra se llena de ajenjo y laurel (<>)

da vueltas sobre él y hazles llegar,

de mi parte, albricias.

Diles que he llegado por su amor a un tal estado

que amo todo laurel y espino (<>).



En opinión de la traductora de estos versos, Mª Jesús Rubiera Mata, hay un juego de palabras entre Ronda (Runda) y los términos laurel (Rand) y espino (Zand). Siente afecto por el laurel y el espino porque se escriben de forma parecida a su ciudad.
Escribió igualmente una Historia de Al-Andalus en cuatro volúmenes donde trata exhaustivamente sobre los avatares de la nación andaluza, así como de los pormenores de la vida de los califas y reyes, el origen de las familias distinguidas, y finalmente de los personajes que más destacaron, tanto en el cultivo de las ciencias como por sus hazañas bélicas. Se vanagloriaba hasta tal punto de su obra que decía que quien leyera este trabajo no necesitaría leer las demás obras de sus contemporáneos.-

LOS BANU JALID DE AL-FUTIN (LOJA): EL ASENTAMIENTO DE UN LINAJE DE CLIENTES OMEYAS EN AL-ÁNDALUS (SIGLOS VIII-X)


Los Banu Jalid de al-Funtin (Loja): El asentamiento de un linaje de clientes omeyas en al-Andalus (siglos VIII-X)
Miguel JIMÉNEZ PUERTAS. Universidad de Granada.
8/5/09
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LOS BANU JALID DE AL-FUNTIN (LOJA): EL ASENTAMIENTO DE UN LINAJE DE CLIENTES OMEYAS EN AL-ANDALUS (SIGLOS VIII-X)
Miguel Jiménez Puertas (Universidad de Granada)


* Este artículo forma parte del libro “Linajes y poder en la Loja islámica. De los Banu Jalid a los Alatares (siglos VIII-XV)”, estudio financiado y publicado por la Fundación Ibn al-Jatib de Estudios y Cooperación Cultural (www.ibnal-jatib.org).
* Puede verse el índice del libro en el siguiente Enlace
* El libro completo puede adquirirse a través de Pórtico 


LOS BANU JALID DE AL-FUNTIN (LOJA): EL ASENTAMIENTO DE UN LINAJE DE CLIENTES OMEYAS EN AL-ANDALUS (SIGLOS VIII-X)


En el año 632, tras la muerte de Mahoma, se inicia la expansión islámica, protagonizada por las tribus árabes, unificadas en torno a una misma creencia religiosa. Este hecho tuvo una gran trascendencia en un amplísimo ámbito territorial, en el que se incluye la antigua Hispania, conquistada por las tropas musulmanas a partir del año 711 a costa del reino visigodo de Toledo, que apenas ofreció resistencia. Así apareció al-Andalus, Montblanc Replica Watches nombre con el que se conoció desde un principio el territorio bajo autoridad de los musulmanes en la península Ibérica.

Si bien Loja no se menciona en las fuentes escritas hasta el año 893, cuando se construye su castillo, su territorio aparece en cambio como escenario de la historia andalusí desde un momento muy temprano. El hecho de que los reyes visigodos tuviesen propiedades en esta zona y, además, que un hijo del rey Witiza, que por su colaboración con los invasores había recibido parte de ese patrimonio, donara algunas de esas propiedades a dos miembros del ejército árabe hacia el año 750, hace que tengamos una información excepcional sobre este territorio y sobre distintos personajes vinculados a él.

Uno de estos dos miembros de los ejércitos árabes fue el fundador del linaje de los Banu Jalid, asentados en al-Funtin (El Frontil, Loja), de entre cuyos miembros los distintos emires cordobeses, sobre todo desde ‘Abd al-Rahman I (756-787) a &#8190;Abd Allah (888-912), nombraron a sus más altos funcionarios, con el título de visires (consejeros o ministros de Estado) y caídes (generales del ejército), pero también de este grupo salieron gobernadores de provincias o los más destacados cargos de la propia ciudad de Córdoba.

El estudio de este linaje nos permite conocer, dentro de los límites de la información disponible, a uno de los linajes más importantes de al-Andalus, lo que nos puede ayudar a entender los mecanismos de transmisión del poder y también sus límites, observando sus estructuras familiares y su implantación territorial. No obstante, nos hemos centrado fundamentalmente en intentar captar la trascendencia que debió tener su instalación en el territorio de Loja.

LOS CLIENTES OMEYAS: DE SIRIA A AL-ANDALUS

Uno de los capítulos más importantes de la historia de la Loja islámica comienza a escribirse en Próximo Oriente, en concreto en Siria (1), en la época en la que se consolidó el Imperio árabe, cuando con el nombramiento como califa de Mu&#8190;awiya, en el año 661, se impone la dinastía omeya y se traslada la capital desde Medina a Damasco.

Junto a la propia familia omeya, a nivel político jugaron un papel esencial en ese momento sus clientes (en árabe mawali, plural de mawlà), personajes aliados o dependientes de la dinastía, según los casos. En efecto, aunque el término árabe mawlà tiene el significado habitual de individuo no árabe convertido al Islam al amparo de un árabe, lo que genera un vínculo de clientela (2), se observa que no todos los clientes tienen una similar situación de dependencia con respecto a su patrón, ya que en muchos casos son esclavos liberados, mientras que en otros pueden ser personajes poderosos que establecen lazos de clientela con un árabe a raíz de su conversión al Islam (3). Pero también se documenta en Arabia, sobre todo antes del inicio de la expansión islámica, la presencia de árabes que son clientes de otros árabes, tanto esclavos liberados, con un alto nivel de dependencia de su antiguo dueño, como individuos que establecen una alianza con otra tribu para integrarse en ella (4). En cualquier caso, hay que destacar que esta relación entre patrono y cliente se transmitía a los herederos, por lo que se trata de una institución que tuvo una gran trascendencia en la sociedad musulmana, sobre todo en los primeros momentos de la expansión islámica.

Uno de estos individuos que era clientes de los omeyas terminaría instalándose en Loja en el siglo VIII, se trata de &#8190;Abd Allah b. Jalid, el fundador en al-Andalus del linaje de los Banu Jalid, respecto a los cuales tenemos información hasta comienzos del siglo XI. El origen de esta situación de clientelismo hay que situarlo en la lejana Arabia de la primera mitad del siglo VII, tal vez en la ciudad de Medina, donde un antepasado de este personaje pasó a ser cliente del omeya &#8190;Utman b. &#8190;Affan (c. 580-656), yerno de Mahoma y primer notable de La Meca en convertirse al Islam, que llegó a ser califa. Este antepasado de &#8190;Abd Allah b. Jalid sería de origen árabe, teniendo en cuenta la antroponimia de todos sus ancestros, pero no sabemos si se trató de un esclavo liberado o de un hombre de otra tribu árabe que libremente decidió integrarse en la familia omeya.

La vinculación de los miembros de la dinastía omeya con sus clientes no sólo incidió en el ámbito estrictamente personal o político, sino que también tuvo un impacto en el campo económico, tal como ha puesto de relieve H. Kennedy, al destacar su participación en la puesta en explotación de las propiedades territoriales de los primeros omeyas en Siria, en concreto con la creación y mantenimiento de los sistemas de irrigación:

«Hay una considerable evidencia literaria que muestra que los omeyas dieron una gran importancia a sus propiedades agrícolas y estaban preparados para gastar amplias sumas en ponerlas en explotación. Incluso antes de la llegada del Islam, la familia omeya tenía una propiedad en Balqa&#789; (5), denominada Qubbash (ahora no identificable), que permaneció entre las posesiones de la familia hasta después de la revolución abbasí, cuando fue confiscada. La política de adquisición de propiedades territoriales fue continuada por Mu&#8190;awiya. En su artículo sobre el trasfondo de la batalla de Harra (683), en la que las fuerzas de Yazid b. Mu&#8190;awiya derrotaron a la gente de Medina, Kister muestra como gran parte de la oposición a los Omeyas era el resultado de sus despiadadas políticas de compra o confiscación de propiedades en y alrededor de los oasis. La evidencia muestra que Mu&#8190;awiya empleó a agentes especiales [...] (wakil es el término árabe) para poner en explotación dichas propiedades y organizar la irrigación y la recolección de la producción. Una serie de cuestiones emergen. Estas propiedades no eran residenciales, en el sentido en el que Mu&#8190;awiya fuera a vivir en ellas, sino que eran compradas como medio para sustituir el grano y los dátiles que eran comprados para él en Siria. Eran cultivadas por libertos omeyas (mawali), probablemente prisioneros capturados en las guerras de conquista, que fueron asentados en esta zona y cuyas actividades, especialmente en llevar la valiosa agua a los campos de sus señores, provocaron el surgimiento de violentos enfrentamientos con la población local.» (6)

Desde nuestro punto de vista es fundamental destacar este enfoque para entender como el asentamiento de los Banu Jalid en el territorio de Loja debió contribuir a una profunda transformación el paisaje agrario, como veremos a continuación.

Aparte de estas funciones, debemos destacar las propiamente militares, que a la postre fueron decisivas para que este grupo terminara instalándose cerca de Loja. En la época del califato omeya de Damasco (661-750), el control de Siria, antiguo territorio del Imperio Romano de Oriente y donde existía una mayoría de población cristiana, se realizó mediante la instalación, en una serie de distritos (de sur a norte: Palestina, Jordán, Damasco, Hims y Qinnasrin), de los ejércitos (en árabe aynad, plural de yund), que eran pagados con una parte de los impuestos recaudados entre las poblaciones sometidas (7). En estos ejércitos, mayoritariamente formados por árabes, también estaban enrolados un grupo de clientes omeyas, quizá solamente aquellos que, como los Banu Jalid, eran también de ascendencia árabe.

Los ejércitos establecidos en Siria también fueron utilizados en campañas militares en diversos territorios del Imperio árabe, contra los turcos junto al mar Caspio, contra los bizantinos e incluso, en el año 741, para sofocar la sublevación de los bereberes del Norte de África (8). El resultado de esta última campaña fue algo inesperado, como ha puesto de relieve E. Manzano:

«Ante las noticas de lo que ocurría en Occidente [revuelta bereber en el Magreb y al-Andalus], el califa Hisam decidió enviar allí a lo mejor de sus tropas, los efectivos del ejército (yund) acantonados en Siria y que formaban la espina dorsal de los organización militar puesta en pie por los califas omeyas. El resultado de la campaña fue un nuevo desastre añadido a la larga lista de catástrofes cosechadas por los ejércitos del califa, ya que las tropas sirias fueron completamente derrotadas por los rebeldes bereberes junto al río Sebú. Una parte de los restos de este ejército al mando del general Baly b. Bisr huyó hacia el oeste, consiguiendo guarecerse en la ciudad de Ceuta. Aislados de sus bases y rodeados de un enemigo que les impedía cualquier posibilidad de retorno, a los supervivientes de este ejército sirio no les quedaba más recurso que el paso a al-Andalus a través del estrecho. La negativa inicial del entonces gobernador &#8190;Abd al-Malik b. Qatan a permitir dicho paso tuvo que trocarse en un consentimiento ante la amenaza que suponía la rebelión bereber en al-Andalus. La llegada de los sirios en el año 741 supuso un refuerzo militar inestimable que permitió poner punto final a la sublevación. Los recién llegados, sin embargo, no se limitaron a derrotar a los rebeldes. Pronto manifestaron que su intención no era regresar a su país de origen, ni siquiera volver al norte de África para ayudar a sofocar la rebelión que todavía estaba viva en este territorio. Decidieron instalarse definitivamente en al-Andalus, un acontecimiento que el paso del tiempo demostraría que fue trascendental.» (9)

Esta instalación supuso una fuente de conflictos para los emires de Córdoba, por la oposición de los baladíes, es decir los árabes llegados a al-Andalus en los primeros momentos de la conquista, en el año 711 y en los siguientes, que se negaban a compartir con los árabes de los yund/s siros los privilegios que tenían como población que había conquistado al-Andalus.

La solución dada fue su dispersión por varias provincias (en árabe kuwar, plural de kura) en el año 743, bajo el emir Abu l-Jattar, según transmite Ibn al-Jatib:

«Habiendo hecho arrestar a los jefes de los sirios, pretendía obligarlos, según se dijo, a abandonar el país. Después, para evitar que la guerra civil volviese a comenzar a causa de ésto, proyectó establecer las tribus sirias por las provincias. Llevó a cabo este plan y asignó a los sirios la tercera parte de las contribuciones fiscales de los cristianos. Las tribus sirias abandonaron entonces Córdoba.


Según Abu Marwan [Ibn Hayyan], Artubas, conde de al-Andalus (qumis al-Andalus), jefe de los cristianos y perceptor (mustajriy) del impuesto (jaray) que debían pagar al emir, fue el que sugirió ésto. Este conde era famoso, en los primeros tiempos de la dominación musulmana, por su sabiduría y por su gran influencia. Fue el que aconsejó al gobernador que alejase a los sirios de Córdoba, la capital, donde no había lugar para ellos, y establecerlos en las provincias, donde ellos vivirían como lo habían hecho en las provincias de Siria. El gobernador siguió este consejo, después de asegurarse el consentimiento de los propios sirios. Estableció entonces al yund de Damasco en la kura de Ilbira; al de Jordán [en la kura de Rayya; al de Palestina en la kura de Sidonia; al de Hims en la kura de Sevilla; al de Qinnasrin] (10) en la kura de Jaén; al de Egipto, una parte en la kura de Beja y otra parte en la de Tudmir.» (11)

Uno de los individuos enrolados en el yund de Damasco y que se instaló en la kura de Ilbira fue el ya citado &#8190;Abd Allah b. Jalid (12). Tras este establecimiento, los árabes procedentes de Siria tuvieron sobre todo una función militar, consistente en participar en las campañas más o menos regulares que los emires cordobeses dirigían cada año para controlar el territorio andalusí o sofocar revueltas. Estas funciones eran retribuidas con los impuestos pagados por los cristianos, en concreto se les concedía la tercera parte de lo recaudado (13). E. Manzano ofrece, a este respecto, una interesante interpretación de los datos que nos indican una fuerte dispersión por el medio rural de los árabes del yund de Damasco en un primer momento. Se habrían instalado junto a la población sometida, dado que se encargarían de la recaudación de los impuestos que debía pagar los cristianos, quedándose con el tercio que se les había asignado y remitiendo las dos terceras partes al fisco omeya (14). Se trata de una hipótesis que, ciertamente, permite explicar tanto los datos de las fuentes escritas sobre el acuerdo de asentamiento de los sirios en el año 743, como el hecho de que observemos una dispersión por núcleos rurales, sin que ello signifique que sean propietarios de bienes en dichas poblaciones.

Ahora bien, pese a su importante función militar y fiscal, por la que los miembros del yund de Damasco asentados en la kurade Ilbira eran retribuidos, como hemos dicho, con un tercio de los impuestos pagados por los cristianos, además de estipendios por su participación en las campañas militares, se observa una dificultad para acceder a la propiedad de la tierra por otros medios que no sean la donación o el matrimonio (15). ¿Qué les impide comprar tierras? La respuesta probablemente no es sencilla y tal vez obedece a diversas circunstancias, pero indica que, pese a su indudable poder, éste tiene limitaciones que no pueden sortearse fácilmente y que deben ser los derechos de propiedad de otros grupos (cristianos, árabes baladíes, Estado, etc.) o la ausencia en la práctica de un mercado de la tierra, que permita la compraventa de propiedades de un modo sencillo (¿debido, entre otras cosas, a que no es fácil apropiarse de una tierra fuera del ámbito de la clientela, del parentesco o a través de las alianzas matrimoniales?).

LOS BANU JALID Y AL-FUNTIN

La propiedad de la tierra

Esta dificultad por parte de los árabes de los yund/s sirios para acceder a la propiedad de la tierra, al menos en un primer momento, se observa a través del relato sobre el modo en el que &#8190;Abd Allah b. Jalid, el cliente omeya llegado de Siria en el año 741 enrolado en el yund de Damasco, obtuvo su heredad (daya) en el entorno de Loja, en concreto en al-Funtin (El Frontil). Se trata de una donación que, entre los años 750 y 754 (16), le hizo el poderoso aristócrata cristiano Artubas, hijo del rey visigodo Witiza (703-710), a petición de los propios sirios.

Estas fechas coinciden con una época de hambrunas que sacudió al-Andalus, aproximadamente entre los años 132 h./749-750 y 136 h./753-754, por lo cual cabe relacionar la “necesidad” que tenían los árabes con este fenómeno. La crónica denominada Ajbar Maymuya habla del siguiente modo sobre este período:

«Siguió apretando el hambre, y la gente de al-Andalus salió en busca de víveres para Tánger, Asila y el Rif berberisco, partiendo desde un río que hay en el distrito de Sidonia, llamado río Barbate, por lo cual los años referidos son llamados años de Barbate. Los habitantes de al-Andalus disminuyeron de tal suerte, que hubieran sido vencidos por los cristianos, a no haber estado éstos preocupados también por el hambre.»(17)

Merece la pena reproducir el texto de Ibn al-Qutiyya (m. 977), también descendiente de Witiza, sobre esta donación:

«Hay muchas historias que se refieren a ella (Sara la Goda), a su padre Olmundo (Ulmund) y a su tío Ardabasto (Artubas) y que se remontan al comienzo de la dominación árabe en al-Andalus. Una de ellas es la que cuenta el alfaquí Muhammad b. &#8190;Umar b. Lubaba al-Maliki:
Un día se dirigieron a casa de Artubas diez jefes sirios, entre ellos al-Sumayl, Ibn al-Tufayl, Abu &#8190;Abda y otros. Los hizo sentar en sendos sillones y se desvivió por honrarles. Después entró Maymun el asceta, aunque estaba muy apartado de ellos por su entrega a la vida ascética y piadosa.
Cuando lo vió Artubas se dirigió a él para enaltecerle más que a los otros. Lo llevó hacia su trono, en el que estaba sentado, y que estaba revestido de planchas de oro. Lo cogió de la mano para sentarlo en su propio lugar, pero se negó Maymun, que se sentó en el suelo. Artubas hizo lo mismo y dirigiéndose a él, con más consideraciones que a los demás, le preguntó:
- ¡Oh señor mío!, ¿qué es lo que te trae a mí?
Le contestó [Maymun]:
- Lo que vas a oir. Nosotros llegamos a este país pensando que nuestra estancia no se prolongaría, pues no estábamos preparados para residir aquí, ni andamos sobrados de recursos. Después sucedió a nuestros señores [los Omeyas de Oriente] y a nuestros ejércitos [tal desgracia] que desesperamos de volver a nuestros países.
Como Dios te ha favorecido con largueza, quisiera que me dieses una de tus aldeas o propiedades rústicas [dayya] para cultivarla yo mismo. Te daré el derecho legal correspondiente y tomaré yo el resto para vivir decorosamente.
Dijo (Artubas):
- No me parece bien aplicarte el régimen de aparcería (musahama) antes bien, prefiero darte la propiedad como donación pura y simple.
Después llamó a su administrador (wakil) y le dijo:
- Entrégale el cortijo (maysar) que tenemos en Guadajoz (Wadi Sus) con todos los siervos, bestias de carga y labranza, vacas (18) y todo lo demás que haya en él. Dale también la aldea que está en Jaén.
Recibió Maymun las dos propiedades y las heredaron sus hijos. De ellos recibe el nombre de Qal&#8190;at Hazm. Le dio las gracias Maymun, le elogió y se despidió, sin que al-Sumayl se dignara saludarle.
Éste se dirigió a Artubas y le dijo:
- Yo te creía más sensato, pues yo vengo a verte, siendo como soy el señor de los árabes en España, con estos compañeros, que son los jefes de los mawali, sin sobrepasarte en generosidad al hacernos sentar en estos maderos, pero viene este mendigo y llegas a honrarle hasta donde has llegado.
- ¡Oh Abu Yawsan! La gente de tu religión me ha contado que su cultura (árabe) [adab] no te ha refinado, pues en caso contrario, no me habrías reprochado lo que he hecho. Ciertamente vosotros, ¡Dios os favorezca!, sois honrados por vuestras riquezas y poder. Yo he sido generoso con este hombre por el amor que tengo a Dios, ensalzado sea. El Mesías, sobre Él sea la paz, dijo ésto que se nos ha transmitido:
“Aquél de sus siervos al que favorece Dios, por la obediencia que le debe a Él, tiene que mostrarse generoso con el prójimo”.
Y lo redujo al silencio (le hizo tragar una piedra). Al-Sumayl era analfabeto y por eso aludió a ello.
Entonces le dijo la gente (a Artubas):
- Déjanos de eso y mira por nuestro asunto. Nuestra necesidad es la misma que la de ese hombre que ha venido (a verte) y al que tú has favorecido. Atiéndenos.
Les contestó (Artubas):
- Vosotros sois reyes o señores de la gente [muluk] y no os conformais sino con mucho. He aquí que yo os hago donación de cien aldeas [diya&#8190;a], que os repartireis a razón de diez cada uno.
Redactó el acta notarial de donación y ordenó a sus administradores que se les entregasen. Cuenta la gente que eran sus mejores propiedades. Les hizo donación de cien aldeas, diez a cada uno de ellos. De éstas correspondió Turrus a Abu &#8190;Utman; al-Funtayn [al-Funtin] a &#8190;Abd Allah b. Jalid, y &#8190;Uqdat al-zaytun (‘la heredad del olivo’) en al-Mudawwar (Almodóvar) a al-Sumayl» 
(19).

Que estas heredades o day&#8190;a/s donadas constituyeron la base de los bienes fundiarios de los diversos personajes citados, se ve en el hecho de que Abu &#8190;Utman &#8190;Ubayd Allah b. &#8190;Utman y su yerno &#8190;Abd Allah b. Jalid se instalaron casi inmediatamente en Turrus y al-Funtin, ambos lugares situados cerca de la actual ciudad de Loja.

Así lo evidencian los datos de los cronistas árabes, en este sentido, en relación al recibimiento del futuro emir omeya de al-Andalus &#8190;Abd al-Rahman I en la costa de Ilbira en el año 755 (20), cuenta Ibn al-Qutiyya: “Allí salieron a rebibirle Abu ‘Utman y ‘Abd Allah b. Jalid, llevándoselo primero a la residencia (manzil) de ‘Abd Allah b. Jalid en al-Funtin, que les venía al paso, e inmediatamente después a Turrus, de la cora (kura) de Ilbira, residencia (manzil) de Abu ‘Utman” (21). Y aún a fines del siglo IX, en concreto respecto a un suceso del año 888, se alude a este lugar de al-Funtin como hisn de los Banu Jalid (22).

¿Qué queda en la actualidad de este asentamiento? En el caso de al-Funtin permanece aún el nombre, ligeramente transformado, en referencia a un importante nacimiento de agua, el manantial de El Frontil. Se observan también importantes restos arqueológicos situados en el actual núcleo de población de La Esperanza, en torno a la ermita de este nombre, al sur del nacimiento, tanto al oeste del río de Frontil, en el término municipal de Loja, como al este, en el término municipal de Huétor-Tájar. Los restos están, no obstante, muy deteriorados por diversos elementos (naves del polígono industrial de El Frontil, línea del ferrocarril, casas del barrio de La Esperanza, etc.). De ellos se deduce la existencia, aparte de un asentamiento de época romana y de una necrópolis excavada en la roca que datamos en los siglos VII y VIII, evidencias de estructuras y de cerámica en superficie que corresponden a una ocupación entre los siglos IX y XII. Es probable que a lo largo del siglo XII el lugar se abandonara o, al menos, su extensión e importancia se viera reducida significativamente, sin duda por el desarrollo de Loja (23).

En efecto, Loja, surgida en el año 893 como consecuencia de la alianza entre el Estado omeya y los Banu Jalid, en principio sólo es un castillo (hisn), pero luego se transforma, ya en el siglo XI, en una ciudad (madina), concentrando probablemente la población existente en otros núcleos rurales de su entorno, como debió ser el caso de al-Funtin (24).

Aparte de esta donación en al-Funtin, &#8190;Abd Allah b. Jalid recibió otras nueve propiedades, pero no tenemos ninguna evidencia de su posible localización. Por su parte, a su suegro Abu &#8190;Utman &#8190;Ubayd Allah b. &#8190;Utman le fue donada la heredad (day&#8190;a) de Turrus. Este topónimo se ha podido localizar porque a fines del siglo XV aún era conocida como “atalaya de Torrox” una torre vigía de época nazarí situada en un cerro junto al actual Cortijo del Aire, al oeste de Plines, en el término municipal de Loja. Justo en el mismo cerro donde se sitúa la atalaya se observa la existencia de un yacimiento arqueológico también muy importante, con una ocupación que tiene antecedentes en época tardoantigua (siglos V-VI a VII-VIII) (25), pero sobre todo destaca una ocupación en torno al siglo IX, asociada a una fortificación, o refortificación, del lugar (26).

Es posible que esta propiedad también terminara pasando a los Banu Jalid, teniendo en cuenta la referencia a que, hacia los años setenta del siglo IX, se produjo la sublevación de un miembro de este grupo, &#8190;Ubayd Allah b. &#8190;Abd al-&#8190;Aziz, en el monte (yabal ) de Turrus de Ilbira. La vinculación entre Abu &#8190;Utman &#8190;Ubayd Allah b. &#8190;Utman y &#8190;Abd Allah b. Jalid, que era su yerno, nos lleva a pensar que el parentesco fue fundamental en este traspaso de propiedad.

Con posterioridad no tenemos más evidencias sobre la posible evolución de las propiedades de los descendientes de &#8190;Abd Allah b. Jalid, si bien habría que destacar dos cuestiones importantes. Por una parte, que se trata de un grupo que creció demográficamente de forma notable, como se verá en el apartado del estudio de los personajes pertenecientes a este linaje, sobre todo hasta fines del siglo IX. Así, frente a un sólo fundador, cuatro generaciones después tenemos referencias a siete personajes que son descendientes por línea agnática. Ello llevaría a un importante fraccionamiento de la propiedad inicial, sin descartar el incremento de la misma, aspectos sobre los cuales no tenemos ninguna información concreta. Por otra parte, la promoción política de este linaje llevó a muchos de sus miembros fuera de su núcleo de origen, especialmente a la ciudad de Córdoba. Por tanto, se establecieron alianzas matrimoniales con individuos instalados en otros ámbitos territoriales y ello llevó también a la adquisición de propiedades en otras zonas. Así, pasó a manos de Hasim b. &#8190;Abd al-&#8190;Aziz, por herencia, una alquería de Jaén que era de su tío-abuelo, el poeta al-Gazal, hermano de su abuela (27). Tal vez esta misma propiedad fue sobre la que al-Jusani informa que fue objeto de un pleito (28). De estas informaciones parece deducirse la importancia de la adquisición de propiedades a través del parentesco y los lazos matrimoniales.

Los Banu Jalid y el poder: alianzas matrimoniales y parentesco

Sobre los lazos matrimoniales tenemos diversas informaciones. En primer lugar debemos señalar que los datos que tenemos nos indican que, como ya planteó P. Guichard para el conjunto de los invasores (29), los árabes sirios llegaron no como soldados aislados, sin estructuras familiares, sino que debieron trasladarse junto a sus familias o, más probablemente, producirse una posterior reagrupación familiar. Así, sabemos que &#8190;Abd Allah b. Jalid estaba casado con una hija de Abu &#8190;Utman &#8190;Ubayd Allah b. &#8190;Utman, pero también tenemos referencia a un sobrino de Abu &#8190;Utman, hijo de su hermana. La mujer, la hija o la hermana de Abu &#8190;Utman &#8190;Ubayd Allah b. &#8190;Utman, ¿quedaron en la lejana Siria? No parece muy probable, si no marcharon en un primer lugar con el ejército que pretendía sofocar la rebelión bereber en el 741, es posible que después llegaran a al-Andalus, dado que se observa la relativa facilidad de contacto entre al-Andalus y Oriente durante los primeros momentos de la ocupación islámica de la península Ibérica (30).

Los datos sobre las alianzas matrimoniales nos permiten conocer una amplia estrategia de alianza con grupos muy diversos. Así, estos clientes omeyas establecen alianzas dentro del grupo (como es el caso del matrimonio de &#8190;Abd Allah b. Jalid con una hija de Abu &#8190;Utman, también cliente omeya), pero también con otros grupos árabes (la hermana de Abu &#8190;Utman se casó con un personaje árabe, de nisba al-Gassani; un nieto de &#8190;Abd Allah b. Jalid se casó con una hija del poeta Al-Gazal, de nisba al-Bakri, procedente de la kura de Jaén), pero también se establecen alianzas matrimoniales con grupos de origen hispano, es el caso de la referencia a que Hamdin b. Ubba, médico cordobés en tiempos del emir Muhammad (852-886), era yerno de los Banu Jalid (31); e incluso debemos señalar, como un caso más curioso, que Hasim b. &#8190;Abd al-&#8190;Aziz contrajo matrimonio con Hamduna, hija del músico Ziryab (789-857) (32), que llegó a la corte cordobesa en el año 822 procedente de Iraq.

Estos datos nos indican el establecimiento de alianzas fuera del propio grupo de parentesco (33), aunque se realiza con otros grupos de poder, con objeto de consolidar o extender el que se posee. En este sentido, podemos estar de acuerdo con E. Manzano cuando afirma:

«Es lógico suponer que los linajes que copaban los principales puestos de la administración califal practicaban su particular forma de “endogamia”. Alianzas y uniones matrimoniales cimentaban unos vínculos que les permitían acrecentar su poder y su influencia. Su incremento aseguraba un mayor número de partidarios, un mayor número de puestos ocupados dentro de la administración y, en definitiva, un mayor acceso a las fabulosas riquezas que la formidable maquinaria administrativa del califato aseguraba de forma regular.» (34)

Pero esta estrategia matrimonial exogámica, ¿significa que los linajes agnáticos o que el parentesco ya no tienen ninguna significación en la sociedad omeya, que se camina hacia la familia nuclear o sencilla? En la discusión preliminar hemos intentado demostrar que, a pesar de diferentes estrategias (hogares con familias extensas o nucleares, endogamia o exogamia, etc.), todos los datos apuntan a que el parentesco funcionó como una estrategia fundamental de los distintos grupos sociales, por lo cual habría que observar otros datos que nos permitan entender si los Banu Jalid funcionaron como un linaje coherente.

El carácter fuertemente agnático, patrilineal, del parentesco puede sin duda explicar que los matrimonios exógamos, es decir fuera del propio grupo, no rompan los linajes, si bien queda claro, como ya se dijo también en su momento, que no hablamos de linajes tribales, sino de la importancia del parentesco en la caracterización de una sociedad que definimos, en primer lugar, como tributaria, por el papel fundamental del Estado en la distribución del excedente producido por grupos rurales o urbanos, materializado en los impuestos. Este excedente que se apropia el Estado, se redistribuye entre la propia familia de la dinastía gobernante, los omeyas, pero también entre una serie de grupos de poder que son lo que realmente se encargan de que el sistema funcione en todos los territorios. Ahí es donde situamos a los Banu Jalid como un grupo que acaparó elevadas cuotas de poder, tanto en algunas de las kura/s de al-Andalus como en la propia corte omeya, es decir, en Córdoba. Podemos ver en que medida la transmisión del poder en el seno de este grupo a lo largo de tres siglos implica a una sucesión de familias nucleares, que revelaría la escasa fuerza del parentesco amplio, o implica a una estructura familiar más extensa.

Veamos algunos datos relativos a finales del siglo IX. La noción de linaje está implícita en la referencia, según hemos visto, a al-Funtin como hisn de los Banu Jalid en el año 888. En otra ocasión se dice que el gobernador de la kura de Rayya era de los Banu Jalid (35). Pero también cuando se utiliza la nisba al-Jalidi, así cuando se habla de que el jefe de este grupo, que también era gobernador de la kura de Ilbira, era Ya&#8190;d b. &#8190;Abd al-Gafir al-Jalidi. Nisba, al-Jalidi, que también la encontramos en otros personajes con un parentesco no directo con éste, pero respecto a los cuales también se señala su pertenencia a este grupo, es el caso de la referencia que nos da Ibn Hayyan sobre &#8190;Ubayd Allah b. Yahyà b. Idris al-Jalidi, respecto al cual nos dice que era “un poeta de la nobleza, que pertenecía a una casa aristocrática, fundada en España durante el reinado de la familia Marwani” (36). También de Aslam b. &#8190;Abd al-&#8190;Aziz se dice que pertenecía a un linaje aristocrático (sarif al-bayt) (37).

Por otra parte, son interesantes las referencias a la transmisión del poder, que en ocasiones, en lugar de pasar de padres a hijos, pasa a otra rama del linaje. Así, cuando se destituye en el año 276 h./889-890 a Ya&#8190;d b. &#8190;Abd al-Gafir al-Jalidi como gobernador de la kura de Ilbira, le sustituye su primo &#8190;Umar b. &#8190;Abd Allah b. Jalid. Y en el mismo año, al frente de la kura es sustituido Muhammad b. Jalid al-Jalidi por su primo Umayya b. &#8190;Abd al-Gafir al-Jalidi.

También observamos la actuación conjunta de varios hermanos, como cuando el citado Ya&#8190;d b. &#8190;Abd al-Gafir sale de Córdoba, por temor a represalias, y lo hace «acompañado de sus hermanos Hasim y &#8190;Abd al-Gafir y otros clientes y amigos». Atacado por el camino, se defendió «hasta que sucumbió –con sus dos hermanos- vencido por el número excesivo de sus atacantes» (38).

Otros datos que indican la conciencia de linaje de los Banu Jalid tienen que ver con la transmisión de los nombres propios. Aunque los datos son insuficientes, por incompletos, observamos que algunos nombres de los antepasados de &#8190;Abd Allah b. Jalid (39), no demasiado habituales en al-Andalus, como Jalid, Ya&#8190;d o Aslam, los encontramos habitualmente a lo largo de todo el período, así conocemos dos Jalid, un Ya&#8190;d y dos Aslam. Por otra parte, es habitual la transmisión del nombre de los abuelos a los nietos, seguramente en el caso de los primogénitos, sistema que es normal en grupos basados en el parentesco extenso, en concreto documentamos un total de ocho casos, sobre una base de 31 individuos, lo que revela un índice del 26%, suficientemente alto. Por otra parte solo documentamos un caso de hijos con el mismo nombre que el padre, sobre 34 casos (3 %).

El impacto de los Banu Jalid en el territorio: el sistema de regadío de Frontil

Por tanto, nos encontramos ante un grupo de clientes omeyas de origen árabe, los Banu Jalid, caracterizados por la importancia del parentesco agnático y una destacable conciencia de linaje, pero también, en contacto en Damasco y sus alrededores con una realidad que promueven los gobernadores y califas omeyas, que es la intensificación de la producción de sus propiedades mediante la irrigación.

Respecto a su papel en el desarrollo de los sistemas de regadío en el territorio de Loja, puede verse la asociación que hemos establecido en otros trabajos entre su asentamiento en al-Funtin y el desarrollo del importante sistema de regadío de Frontil, que, tras algunas ampliaciones en época moderna, abarca una extensión de 132 hectáreas en el regadío occidental (Huertas Bajas y Hoya del Higueral, en el término municipal de Loja) y 116 hectáreas en el oriental (Vega de Don Antonio, en el término municipal de Huétor-Tájar) (40).

Así, cuando al-Razi (888-955) habla de Loja, ya en época de &#8190;Abd al-Rahman III, nos dice, según se conserva a través de la versión romanceada de su obra, que «Loxa es muy natural tierra de muy buenos lugares, de muy buenas frutas e huertas, e yaze sobre el rrio de Xenil» (41).

¿Como se organizó la producción en este espacio? No tenemos ninguna información al respecto. El punto de vista de E. Manzano es que los árabes, especialmente los sirios, situados en el poder, no se dedicarían a cultivar las tierras con sus manos, recurrirían para ello a esclavos, clientes y aparceros, con una fuerte dependencia personal respecto a los grupos de poder. Evidentemente un personaje como Hasim b. &#8190;Abd al-&#8190;Aziz, que llegó a ser la mano derecha del emir Muhammad, no se dedicaría a trabajar la tierra con sus manos, pero es probable que dentro del linaje de los Banu Jalid no todos tuvieran la misma riqueza y poder, en su momento ya dijimos que linaje y parentesco no es sinónimo de igualitarismo y propiedad colectiva.

Pero también podemos recurrir a testimonios que nos hablan que distintos personajes árabes trabajaban en sus tierras con sus propias manos, es el caso de dos personajes que llegaron a ser jueces de Córdoba en época de &#8190;Abd al-Rahman II (822-852). Así a Yahyà b. Ma&#8190;mar, alfaquí perteneciente a los yund/s sirios, que vivía en un barrio situado en las afuera de Sevilla, se le vio cuando «estaba en un huerto suyo, extrayendo el agua con un cigüeñal, para regar las verduras» (42). Por su parte, a Sa&#8190;id b. Sulayman lo encontraron «arando con su yunta de bueyes en el cortijo que poseía en el Llano de las Bellotas» (43). Naturalmente estas referencias pretenden destacar la humildad de estos individuos y el hecho de que, a pesar de su sabiduría y preparación, son personas trabajadoras, que no han usado sus cargos para enriquecerse. Pero, por otra parte, podemos pensar que reflejan la realidad de la mayor parte de la población árabe, excluida la capa más poderosa.

Por otra parte, otros datos nos permiten concretar la vinculación de clientela entre los grupos de población hispana que se convierten a la religión musulmana y que se integran en la sociedad islámica en diversos grados. En este sentido, hemos encontrado varias referencias a individuos que son citados como clientes (mawali) de Abu &#8190;Utman, el cliente omeya asentado en el Turrus próximo a Loja, o mejor dicho, como descendientes de clientes de este personaje. Por una parte, está el alfaquí Muhammad b. &#8190;Umar b. Lubaba (841-926), que fue nombrado para dirigir la oración de los viernes en Córdoba en el año 913, lo cual es señal evidente de su integración (44).

Por otra parte, tenemos referencia a dos primos llamados &#8190;Abd al-Wahab b. Yary y Muhammad b. &#8190;Abd al-Rahman b. Yary. Nos dice Ibn Hayyan que, durante el emirato de &#8190;Abd Allah, algunos de los habitantes de la región de Ilbira se reunieron «en la fortaleza de Bakur para defenderse de sus adversarios, y como necesitaban un adalid que los organizara y uniera sus filas, llamaron a &#8190;Abd al-Wahab y le nombraron su jefe. Tomó éste la dirección de su gente y empezó a fortificar el castillo y sus alrededores; defendióse de las incursiones de los descarriados y permaneció leal al emir de los fieles». Luego cuenta el historiador andalusí que se volvió déspota e intolerable y fue destituido, y murió a raíz de ello, en el año 303 h./915-916. Su primo y colaborador también fue expulsado y se alió con &#8190;Ubayd Allah b. Umayya b. al-Saliyya, señor de Somontín, hasta que finalmente &#8190;Abd al-Rahman III lo sometió y llevó a Córdoba (45). Observamos, por tanto, que hay una importante promoción social de estos personajes dentro de la sociedad islámica.

En estos dos casos el último elemento de la cadena onomástica corresponde a nombres extraños dentro de los musulmanes (Lubaba y Yary), siendo probablemente nombres de los individuos cristianos que se convierten a la religión musulmana como clientes de Abu &#8190;Utman o sus descendientes. Destacamos esta información porque observamos que estos personajes, aún siendo clientes de los árabes, ocupan una posición destacada y, en absoluto, cabe pensar que se trata de población con una dependencia total respecto a los árabes. Y no creemos que estos personajes sean una excepción.

Por otra parte, es cierto que los Banu Jalid eran los propietarios de al-Funtin, pero no sabemos si acaparaban la propiedad o también había otros propietarios ajenos al linaje. El hecho de tomar la iniciativa en la creación del sistema de regadío puede significar que tienen la fuerza y la autoridad suficiente para ello, o tal vez la influencia y el liderazgo necesarios, no necesariamente que controlan directamente todas las tierras.

En definitiva, pensamos que las tendencias a la jerarquización de la sociedad eran contenidas por toda una serie de circunstancias, lo que debía dificultar la polarización de la sociedad en torno a un grupo aristocrático rico y poderoso, acaparador de la propiedad de la tierra, y una mayoría de dependientes, sometidos a duras cargas en el ámbito rural. Esta advertencia es necesaria para situar en su justa medida el poder de los Banu Jalid y entender la formación del espacio rural vinculado a su asentamiento de al-Funtin.

Podemos pensar que su interés por ocupar cargos de poder, la misma ambición de Hasim b. Abd al-&#8190;Aziz por acapararlo, según veremos en su biografía, está en el hecho de que los sueldos que reciben constituyen la base fundamental de su riqueza, que su separación del poder es muy perjudicial. Y esto nos llevaría a pensar que la base de su poder no está en sus grandes propiedades y en la dominación de los campesinos, aunque ciertamente tuviesen importantes propiedades y trabajasen en ellas gentes más o menos dependientes.

El fin de los Banu Jalid

Es muy probable que desde el siglo IX algunos de los miembros de los Banu Jalid, tal vez las familias más destacadas por su riqueza y vinculación al poder, tuvieran la tendencia a instalarse en la capital omeya. Hasim b. &#8190;Abd al-&#8190;Aziz, que llegó a ser el miembro más poderoso del linaje, por su influencia sobre el emir Muhammad, estuvo muy vinculado a Córdoba, siendo hijo y nieto de individuos que habían estado vinculados al poder cordobés. Sin embargo, la vinculación al asentamiento inicial no se perdió, así el nieto de este personaje, Ya&#8190;d b. &#8190;Abd al-Gafir al-Jalidi, aparece como jefe de los Banu Jalid asentados en al-Funtin.

No obstante, los últimos miembros de este linaje son conocidos con la nisba al-Qurtubi o se habla de ellos que son de la gente de Córdoba («min ahl Qurtuba»). Probablemente fueron algunas de las familias de este linaje las que se instalaron de una forma más definitiva en Córdoba en el siglo X. Sin embargo, los demás miembros del grupo (¿la mayoría?) permanecerían en al-Funtin y Loja; recordemos en este sentido que, al fundarse este castillo en el año 893, quedó como gobernador un miembro de los Banu Jalid.

Pero un grupo que basaba su conciencia de linaje en el hecho de ser clientes de los omeyas desde el siglo VII, no resistió a la caída de la dinastía omeya en al-Andalus. Ni en Córdoba ni en el territorio de Loja volvemos a encontrar referencias a estos personajes después de comienzos del siglo XI. Probablemente, para evitar represalias de los que se oponían al poder omeya, hubo una necesidad de ocultar su vinculación a la dinastía. En otros casos esta circunstancia nos consta expresamente, así los Banu Jattab, una familia también descendiente de un mawlàomeya e instalada en la kura de Tudmir, tras el fin del califato intentaron borrar este pasado y pretendieron pasar a ser considerados como árabes pertenecientes a la tribu de Azd (46).

En cualquier caso, el final del califato omeya debió ser un duro golpe para los Banu Jalid. En el año 395 h./1004-1005 murió en Córdoba el poeta Aslam b. Ahmad b. Sa&#8190;id, último miembro de renombre de los Banu Jalid, poco antes de que en el año 1009 se desencadenara la crisis final de la dinastía omeya y del califato. Seguramente esos años de graves dificultades para los partidarios de los omeyas le tocaron vivir a su hijo Abu l- Ya&#8190;d, último personaje que conocemos de este linaje.

Por su parte, en Loja, aunque no sabemos con certeza en que lugar, un tesorillo fue enterrado poco después del año 400 h./1009-1010, por lo que el ocultamiento se hizo en los momentos convulsos del final del califato. Consistía en un collar de oro, una pulsera de plata y otras pequeñas joyas, así como seis monedas de plata (dirham/s), una norteafricana y las demás andalusíes, la más tardía fechada en el citado año (47). Para E. Manzano: «Los atemorizados dueños de estos tesoros eran gentes ricas e incluso muy ricas. Podía tratarse de familiares de la dinastía, altos funcionarios, jefes militares o incluso ulemas de quienes las fuentes nos transmiten las grandes riquezas que llegaban a acumular o el boato del que se revestían» (48). Tal vez podemos pensar, sin posibilidad de confirmarlo, que fue algún miembro de los Banu Jalid el que ocultó este tesoro (49) y, por circunstancias que desconocemos, no pudo volver a recuperarlo. Podría ser el símbolo, en este caso arqueológico, de la repentina desaparición de este poderoso linaje de clientes omeyas.

Los Banu Jalid y el origen de Loja

El origen más inmediato de la ciudad de Loja es la construcción del castillo en el año 280 h./893, tal como nos cuenta, entre otros, el historiador Ibn Hayyan (987-1076) «El infante al-Mutarrif se dirigió a Loja (Lawsa), edificó su castillo (hisn) y lo perfeccionó, y dejó en ella a Idris b. &#8190;Abd Allah como gobernador» (50).

¿Por qué surge el castillo de Loja en este momento? En el año 893 la rebelión de Ibn Hafsun está en uno de sus momentos de máximo apogeo. Domina el territorio montañoso de la actual provincia de Málaga, en torno a su fortaleza de Bobastro; además desde el año anterior controla la capital de la kura de Ilbira, Madinat Ilbira, en la Vega de Granada (51). Sin embargo, el pasillo de Loja, la principal vía de comunicación entre la Vega y las tierras malagueñas, está controlado por los poderosos Banu Jalid, instalados en al-Funtin. A pesar de que este linaje había fortificado tanto su asentamiento como el entorno (52), su control de la zona probablemente era muy precario en ese momento, pues los rebeldes están fortificados muy cerca, en Turrus. Ante esta situación, en una enérgica reacción de los poderes estatales omeyas, en el año 893 el ejército cordobés, encabezado por el infante al-Mutarrif, hijo del emir &#8190;Abd Allah, atacó a Ibn Hafsun en Bobastro, construyó el castillo de Loja, en una posición estratégica y con un gobernador de los Banu Jalid, y sometió la capital de la kura de Ilbira.

En fechas posteriores el castillo de Loja vuelve a citarse como punto de apoyo de las tropas emirales que participan en acciones contra los rebeldes al poder omeya (53).

Muy interesantes son las noticias sobre la organización administrativa califal. Hacia el año 930, una vez pacificado el territorio, según puede deducirse de la división administrativa de la kura de Ilbira de al-&#8190;U&#7695;ri (54), el castillo de Loja constituye la cabecera de un partido o yuz&#789;, pero su extensión territorial es limitada pues en el espacio que en época nazarí pertenece al distrito de Loja encontramos también el clima o iqlim de Tayara y los partidos de Turrus y Sayna. Sin embargo, conforme pasan los años y el control estatal se hace evidente, se produce una tendencia a la reducción del número de distritos, que ganan en extensión superficial. Así, frente a los 62 distritos citados por al-&#8190;U&#7695;ri, una información relativa al año 974, solo menciona los distritos de Granada, Jete, Jubiles, Berja, Dalías, Priego, Alcaudete, Loja y Alcalá la Real (55). En este sentido, según las informaciones de Al-Razi y de &#8190;Arib, Loja constituye el centro de un territorio más amplio en el que existen diferentes castillos y alquerías (56).

Sin duda, esta centralidad administrativa en época califal debió ir configurando un poblamiento más complejo en torno al castillo de Loja, pero ni hay que suponer un desarrollo urbano (otras cabezas administrativas como Jete o Jubiles nunca lo tuvieron) ni debe deducirse la construcción de nuevas fortificaciones, ya que lo que sabemos de la fortificación califal es su localización estratégica para la defensa de las zonas fronterizas o costeras, y a lo largo de la ruta que conecta el Estrecho de Gibraltar con la frontera, siendo escasa en otras zonas (57). Habrá que esperar al siglo XI para ver nacer la ciudad de Loja.

NOTAS

(1) En aquella época con el nombre de Siria se conocía a un espacio mucho más amplio que el Estado actual así llamado, abarcando también los territorios actuales de Líbano, Jordania, Palestina e Israel.

(2) Felipe MAÍLLO SALGADO, Vocabulario básico de Historia del Islam, Madrid, 1987, pp. 109-110.

(3) Eduardo MANZANO MORENO, Conquistadores, emires y califas. Los omeyas y la formación de al-Andalus, Barcelona, 2006, pp. 228-234.

(4) Sobre los clientes árabes ver los recientes estudios de Ella LANDAU-TASSERON, “Alliances in Islam”, en M. Bernards y J. Nawas (eds.), Patronate and Patronage in Early and Classical Islam, Leiden-Boston, 2005, pp. 1-49 (esp. p. 27, donde analiza la figura del mawlà bi al-hilf, en el sentido de aliado, no de dependiente; y 28-29, donde hace referencia a un esclavo árabe liberado durante la yahiliyya, época de la Arabia preislámica, con un carácter claramente dependiente); y de Ulrike MITTER, “The origin and development of the Islamic patronate”, en M. Bernards y J. Nawas (eds.), Patronate an Patronage..., pp. 70-133, esp. p. 112.

(5) Balqa (ár. Al-Balqa) es actualmente un distrito de Jordania.

(6) Hugh KENNEDY, “The impact of muslim rule on the pattern of rural settlement in Syria”, en P. Canivet y y J.-P. Rey-Coquais (eds.), La Syrie de Byzance à l’Islam VIIe-VIIIe siècles, Damascus, 1992, pp. 291-292.

(7) Eduardo MANZANO MORENO, Conquistadores, emires y califas..., pp. 95-100.

(8) Eduardo MANZANO MORENO, Conquistadores, emires y califas. .., pp. 99, 93 y 90-93.

(9) Eduardo MANZANO MORENO, Conquistadores, emires y califas..., p. 93.

(10) Esta parte entre corchetes no aparece en el texto original de Ibn al-Jatib, pero se puede reconstruir sobre la base de lo que cuentan otros autores árabes, como IBN &#8190;IDARI, al-Bayan al-mugrib, trad. F. Fernández González, Historias de al-Andalus, por Aben-Adharí de Marruecos, Granada, 1860, vol. I, p. 80.

(11) La traducción de este texto de Ibn al-Jatib, que aparece en su obra al-Ihata fi ajbar Garnata, la han realizado Reinhart DOZY, Recherches sur l’histoire et la littérature de l’Espagne pendant le moyen age, Leyde, 1860 (2ª ed.), tomo I, pp. 85-87; Francisco Javier SIMONET, Historia de los mozárabes de España, Madrid, 1983, tomo I, pp. 197-198; de Joaquín VALLVÉ, La división territorial de la España musulmana, Madrid, 1986, pp. 195-199. Nosotros ofrecemos una versión propia a partir de estas traducciones.

(12) Así se deduce del siguiente texto de Ajbar Maymuya, relativo a los apoyos a una campaña militar de Yusuf al-Fihri para sofocar una revuelta: «Con ellos iban también los Banu Umayya, que eran entonces muchos en la división de Damasco, y se les agregaron en número de treinta caballeros, entre ellos caudillos principales, como Abu &#8190;Utman &#8190;Ubayd Allah b. &#8190;Utman y &#8190;Abd Allah b. Jalid, designados para llevar la bandera de los Banu Umayya, y alternando en este cargo» (Ajbar Maymu&#8190;a, ed. y trad. E. Lafuente Alcántara, Ajbar Machmuâ (Colección de tradiciones). Crónica anónima del siglo XI. Madrid, 1867, p. 70).

(13) Teoría defendida en su momento por C. Sánchez Albornoz, que P. Guichard piensa que se ajusta mejor a los datos existentes, pese a que los textos conservados no son claros y no permiten asegurarlo (Pierre GUICHARD, Al-Andalus. Estructura antropológica de una sociedad islámica en Occidente, Barcelona, 1976, pp. 321-325).

(14) Eduardo MANZANO MORENO, Conquistadores, emires y califas..., pp. 102-105.

(15) Los datos sobre este modo de acceso a la propiedad son recogidos por Pierre GUICHARD, Al-Andalus... , p. 325; y Eduardo MANZANO MORENO, Conquistadores, emires y califas..., pp. 106-113.

(16) En el texto se hace referencia a la caída de la dinastía omeya en Damasco, que tuvo lugar en el año 750, por lo que la donación tuvo lugar con posterioridad. Asimismo, Ibn al-Qutiyya hace referencia a que cuando el futuro &#8190;Abd al-Rahman I, que estaba en África, envió a Badr para contactar con los clientes omeyas en el año 754, ya estaba Abu &#8190;Utman &#8190;Ubayd Allah b. &#8190;Utman asentado en la alquería (qarya) de Turrus, donde había recibido las propiedades a raíz de esta donación: «Dirigióse [Badr] primeramente a buscar a Abu &#8190;Utman, que era entonces el más respetable de los clientes (omeyas) y hombre a quien se le guardaba mucha consideración. Fuése, pues, a parar a la alquería de Turrus; Abu &#8190;Utman mandó llamar a su yerno &#8190;Abd Allah b. Jalid, y le habló de la comisión que había traído Badr» (IBN AL-QUTIYYA, Tarif, trad. J. Ribera, Madrid, 1926, p. 16).

(17) Ajbar Maymu&#8190;a, trad. E. Lafuente Alcántara, p. 67. En Ibn &#8190;Idari leemos: «Y en el año 131 adoleció Al-Andalus de sequedad, y se hizo frecuente la sequía; todo aquel año fue seco, al cual siguió un año de lluvia, habiendo sobrevenido una sequía horrorosa el año 31 ó 32; despues el año 33 dió agua a las gentes, con lo cual tornaron las cosas en parte al buen orden. En este año se levantó la gente de Galiquia y volvieron las algaras contra ella, habiéndose fijado luego el hambre y la esterilidad durante el año 34, el 35 y parte del 36, salió la mayor parte de la gente para Tanja, Zagüila y Rif del mar en la parte opuesta al Estrecho, y tuvieron que abastecerse del rio de Xidhona, conocido por el rio Barbate, de que tomó nombre el año» (IBN &#8190;IDARI, al-Bayan al-mugrib, trad. F. Fernández González, p. 91).

(18) El texto árabe dice: «al-baqar wa l-ganim wa l-&#8190;abid», que puede traducirse mejor como «el ganado mayor, el ganado menor y los esclavos».

(19) IBN AL-QUTIYYA, Tariq iftitah al-Andalus, ed. J. Ribera, Historia de la conquista de España de Abenalcotía el Cordobés, Madrid, 1926, pp. 38-40 (ed.) y 39-31 (trad.); reproducimos la trad. de este pasaje realizada por Joaquín VALLVÉ, La división territorial de la España musulmana, Madrid, 1986, pp. 200-202; también trad. de Francisco Javier SIMONET, Historia de los mozárabes..., I, pp. 204-206. Sobre este pasaje es interesante el comentario de Eduardo MANZANO MORENO, Conquistadores, emires y califas..., p. 110.

(20) Sobre el lugar exacto del desembarco es interesante la aportación realizada por Virgilio MARTÍNEZ ENAMORADO, “Y al-Dajil arribó a al-Andalus... En torno al desembarco de &#8190;Abd al-Rahman I en la playa de Burriana/Bitruh Riyana”, Al-Qantara, XXVII-1, 2006, pp. 199-210.

(21) IBN AL-QUTIYYA, Tariq iftitah al-Andalus, trad. J. Ribera, pp. 18-19; también recoge este dato el Ajbar Maymuya, trad. E. Lafuente Alcántara, pp. 98-99.

(22) IBN HAYYAN, al-Muqtabis III, trad. J.E. Guráieb, “Al-Muqtabis de Ibn Hayyan”, Cuadernos de Historia de España, XVII, 1952, p. 158.

(23) Miguel JIMÉNEZ PUERTAS, “Consideraciones sobre el poblamiento altomedieval de la tierra de Loja (Granada): Turrus y al-Funtin”, Arqueología Espacial, 21, 1999; y El poblamiento del territorio de Loja en la Edad Media, Granada, 2002, pp. 106-108 y 117-119.

(24) Sobre la evolución de la ciudad de Loja, veáse Miguel JIMÉNEZ PUERTAS, “Loja en época andalusí: Evolución de la ciudad y de su territorio”, en A. Malpica Cuello (ed.), Ciudad y arqueología medieval, Granada, 2006, pp. 153-190.

(25) Dado el hallazgo, aunque escaso, de fragmentos cerámicos de terra sigillata africana, jarritas con incisiones a peine, ollas de borde vuelto, etc.

(26) Miguel JIMÉNEZ PUERTAS, “Consideraciones sobre el poblamiento altomedieval de la tierra de Loja (Granada): Turrus y al-Funtin”, Arqueología Espacial, 21, 1999; y El poblamiento del territorio de Loja en la Edad Media, Granada, 2002, pp. 110-112 y 114-117.

(27) IBN HAYYAN, al-Muqtabis II-1, trad. M.A. Makki y F. Corriente, Crónica de los emires Alhakam I y &#8190;Abdarrahman II entre los años 796 y 847, Zaragoza, 1981, p. 144.

(28) AL-JUSANI, Kitab al-Qudat bi-Qurtuba trad. J. Ribera, Historia de los jueces de Córdoba por Aljoxani, Granada, 1985, pp. 169-170.

(29) Pierre GUICHARD, Al-Andalus..., pp. 197-208.

(30) Se observa en muchos de los relatos transmitidos por AL-JUSANI, Kitab al-Qudat bi-Qurtuba trad. J. Ribera, passim.

(31) «Hamdin b. Ubba [= Oppas). Fue experto y hábil médico. Era yerno de los Banu Jalid. Tenía en Córdoba toda clase de bienes y propiedades. Sólo montaba en los caballos de sus cuadras, comía de sus cosechas, vestía de lino de sus fincas y se hacía servir por los hijos de sus esclavos nacidos en su casa» (Antonio ARJONA CASTRO, Anales de la Córdoba musulmana (711-1008) , Córdoba, 1982, doc. núm. 42).

(32) IBN HAYYAN, al-Muqtabis II-1, trad. M.A. Makki y F. Corriente, Crónica de los emires Alhakam I y &#8190;Abdarrahman II entre los años 796 y 847, Zaragoza, 1981, p. 210.

(33) Eduardo MANZANO MORENO, Conquistadores, emires y califas..., pp. 139-146.

(34) Eduardo MANZANO MORENO, Conquistadores, emires y califas ..., p. 486.

(35) En concreto al relatar Ibn al-Qutiyya el motivo de la rebelión de Ibn Hafsun, nos dice: “Fué causa de su rebelión el que uno de los Banu Jalid llamado Dunnikayr, que era amil de Rayya, lo cogió in fraganti en una fechoría y lo mandó azotar” (IBN AL-QUTIYYA, Tariq iftitah al-Andalus, trad. J. Ribera, p. 76; damos la traducción de este párrafo de Emilio GARCÍA GÓMEZ, “D.w.n.k.y.r = Doñeguero”, Al-Andalus, XIX, 1954, pp. 225-227).

(36) IBN HAYYAN, al-Muqtabis III, trad. J.E. Guraieb, Cuadernos de Historia de España, XVI, 1951, p. 153.

(37) Eduardo MANZANO MORENO, Conquistadores, emires y califas..., p. 111.

(38) IBN HAYYAN, al-Muqtabis III, trad. J.E. Guraieb, Cuadernos de Historia de España, XXI-XXII, 1954, p. 332.

(39) La cadena onomástica que nos han transmitido los autores árabes es la siguiente: ‘Abd Allah b. Jalid b. ‘Abd Allah b. Husayn b. Ya‘d b. Aslam b. Aban b. ‘Amr.

(40) Miguel JIMÉNEZ PUERTAS, Los regadíos tradicionales del territorio de Loja. Historia de unos paisajes agrarios de origen medieval, Granada, 2007, pp. 221-241.

(41) AL-RAZI, Ajbar muluk al-Andalus, ed. de la versión romanceada D. Catalán y M.S. De Andrés, Crónica del moro Rasis, Madrid, 1974, p. 27.

(42) AL-JUSANI, Kitab al-Qudat bi-Qurtuba trad. J. Ribera, pp. 124 y 132.

(43) AL-JUSANI, Kitab al-Qudat bi-Qurtuba trad. J. Ribera, p. 156.

(44) Sobre la relación de clientela de Muhammad b. &#8190;Umar b. Lubaba, véase Joaquín VALLVÉ BERMEJO, “España en el siglo VIII. Ejército y sociedad”, Al-Andalus, XLIII, 1978, p. 93, nota 109; y María Isabel FIERRO, “Familias en el Ta&#8190;riq iftitah al-Andalus de Ibn al-Qutiyya”, Estudios Onomástico-Biográficos de al-Andalus, IV, 1990, p. 52, nota 35. Sobre el nombramiento para dirigir la oración del viernes, &#8190;ARIB B. SA&#8190;ID, al-Mujtasar, trad. J. Castilla Brazales, La crónica de &#8190;Arib sobre al-Andalus, Granada, 1992, pp. 122 y 193.

(45) IBN HAYYAN, al-Muqtabis III, trad. J.E. Guráieb, Cuadernos de Historia de España, XV, 1951, p. 162.

(46) Eduardo MANZANO MORENO, Conquistadores, emires y califas..., p. 108.

(47) Manuel GÓMEZ MORENO, El arte árabe español hasta los almohades. Arte mozárabe, Ars Hispaniae, III, Madrid, 1951, pp. 338-341; Felipe MATEU LLOPIS, “Hallazgos numismáticos musulmanes, X”, Al-Andalus, XXI, 1956, p. 192..

(48) Eduardo MANZANO MORENO, Conquistadores, emires y califas..., p. 452.

(49) Otro miembro de los Banu Jalid, Ya&#8190;d b. &#8190;Abd al-Gafir, cuando tuvo que marchar de Córdoba de forma precipitada, en el año 276 h./889-890, depositó «su dinero y joyas en lugares seguros» (IBN HAYYAN, al-Muqtabis III, trad. J.E. Guraieb, Cuadernos de Historia de España, XXI-XXII, 1954, p. 332).

(50) IBN HAYYAN, al-Muqtabis III, ed. M. Martínez Antuña, París, 1937, p. 109; citando como como fuente a &#8190;Isà b. Ahmad al-Razi (m. 989). Ibn al-Jatib (1313-1374) resume la información de Ibn Hayyan en la Ihata (IBN AL-JATIB, al-Ihata fi ajbar Garnata, ed. M.A. &#8190;Inan, El Cairo, 1973-1978, III, pp. 278-279). Además en otra obra hace referencia a esta información con las siguientes palabras: «Dice Ibn Hammama en su Historia: Loja de Elvira, al suroeste de Córdoba, junto al río Genil, fue edificada en el año 280 en tiempo de &#8190;Abd Allah b. Muhammad , abuelo de al-Nasir» (IBN AL-JATIB, Lamha al-badriyya, trad. J.M. Casciaro Ramírez, J.M. y est. E. Molina López, Historia de los Reyes de la Alhambra, Granada, 1998, p. 16). Otra cadena de transmisión nos la proporciona Ibn &#8190;Idari, un autor de los siglos XIII-XIV, que al recoger los datos de fines del emirato se basa en la obra de &#8190;Arib b. Sa&#8190;id (m. 980). Este autor es más escueto en su relato sobre los acontecimientos del año 280 de la Hégira: «En el mismo año mandó el emir &#8190;Abd Allah edificar el castillo de Loja, y dejó en él a Idris b.&#8190;Abd Allah» (IBN &#8190;IDARI, al-Bayan al-mugrib, trad. F. Fernández González, p. 239). Finalmente, esta noticia pasó a la historiografía castellana, en concreto la encontramos en la Primera Crónica General, obra dirigida o compuesta por Alfonso X el Sabio y ampliada en tiempos de Sancho IV. Nos dice esta crónica: «Abdala este rey empos esto, mando labrar muy bien el castiello de Loxa» (Primera Crónica General, ed. R. Menéndez-Pidal, Madrid, 1955, I, p. 378).

(51) Sobre Madinat Ilbira son indispensables los estudios de Antonio MALPICA CUELLO, “La formación de una ciudad islámica: Madinat Ilbira”, en A. Malpica Cuello (ed.), Ciudad y arqueología medieval, Granada, 2006, pp. 65-85; y del mismo autor “El paisaje rural medieval en la Vega de Granada y la ciudad de Ilbira”, Arqueología Espacial, 26, 2006, pp. 227-242. En relación al conjunto de la Vega de Granada en esta época puede consultarse el reciente trabajo de José Cristóbal CARVAJAL LÓPEZ, La cerámica de Madinat Ilbira (Atarfe) y el poblamiento altomedieval de la Vega de Granada, Granada, 2008.

(52) Tras un ataque de Ibn Hafsun contra su asentamiento de al-Funtin, que fue repelido, los Banu Jalid «fortificaron los lugares adyacentes» (Ibn Hayyan, al-Muqtabis III, trad. J.E. Guraieb, Cuadernos de Estudios Medievales, XVII, 1952, p. 158).

(53) Así en el año 894 Ibn Hayyan nos dice que el ejército emiral, tras atacar Turrus, se retiró pasando por Loja y Frontil, «cuyos habitantes permanecían en la obediencia y no fueron molestados» (IBN HAYYAN, al-Muqtabis III, trad. J.E. Guráieb, Cuadernos de Historia de España, XXV-XXVI, 1957, p. 337). En el año 904, al narrar una expedición contra las fortalezas de Turrus, al-Ruyul y al-Jusan, se cita a Loja como punto de acogida de las tropas emirales, donde quedó acampado el infante Aban, hijo del emir &#8190;Abd Allah (&#8190;ARIB B. SA&#8190;ID, al-Mujtasar, trad. J. Castilla Brazales, p. 90; IBN HAYYAN, al-Muqtabis III, trad. J.E. Guráieb, Cuadernos de Historia de España, XXIX-XXX, 1959: 352-353).

(54) AL-&#8190;UDRI, Tarsi&#789; al-ajbar, trad. parcial M. Sánchez Martínez, “La cora de Ilbira (Granada y Almería) en los siglos X y XI según al-&#8190;Udri (1003-1085)”, Cuadernos de Historia del Islam, VII, 1975-1976, pp. 65-66. Los argumentos para datar hacia 925-930 la relación de distritos de al-&#8190;Udri en Miguel JIMÉNEZ PUERTAS, El poblamiento del territorio de Loja ..., pp. 127-130.

(55) IBN HAYYAN, al-Muqtabis VII, trad. E. García Gómez, Anales palatinos del califa de Cordoba al-Hakam II, por &#8190;Isà Ibn Ahmad al-Razi (360-364 H.: 971-975 J.C.),Madrid, 1967, p. 242.

(56)«El otro castillo ha nombre Loxa; e naçe contra el poniente de Eliberan e contra el poniente de meridion de Cordova. E Loxa es muy natural tierra de muy buenos lugares, de muy buenas frutas e huertas, e yaze sobre el rrio de Xenil» (AL-RAZI, Ajbar muluk al-Andalus, ed. de la versión romanceada D. Catalán y M.S. De Andrés, Crónica del moro Rasis, Madrid, 1974, p. 27). «Dice &#8190;Arib en su libro: ‘Es una ciudad [balad] grande, muy fértil y de abundante agua, con muchos castillos [husun] y alquerías [qurà] y centro agrícola y comercial [yama&#8190;a al-marafiq]» (IBN AL-JATIB, al-Lamha al-badriyya, trad. J.M. Casciaro Ramírez, Historia de los Reyes de la Alhambra, Granada, 1998, p. 16; María del Carmen JIMÉNEZ MATA, La Granada islámica, Granda, 1990, p. 58). El término utilizado para definir a Loja en este último texto, balad, que tiene varios significados (entre ellos el de país), pero que referido a una localidad concreta puede indicar que se trata de una ciudad, aunque quizá con una categoría inferior a la madina, puede estar indicando un incipiente desarrollo urbano a mediados del siglo X, pero hay que advertir que Ibn al-Jatib, que nació en Loja, siempre utiliza este término (balad) para referirse a su localidad de nacimiento (nunca usa el término madina), por lo que creemos que dicha palabra es introducida por Ibn al-Jatib y no debe corresponder al texto original de &#8190;Arib b. Sa&#8190;id.

(57) Manuel ACIÉN ALMANSA, “La fortificación en al-Andalus”, Archeologia Medievale, XXII, 1995, pp. 18-23.
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Comentarios
1 Miguel, enhorabuena por el artículo! Eres un excelente investigador y una gran persona. Saludos.
Comentario realizado por Ana Ruiz. 23/5/09 11:45h
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Iqlim al-Tayarat

Una vez más tengo que deshacerme en elogios hacia el Dr. Jiménez Puerta, por el auténtico puzzle que ha hecho con éste pequeño pero para mi esclarecedor artículo sobre los primeros asentamientos omeyas en Al-Andalus, concretamente el yund de Damasco en nuestra querida Vega.

Me parece esclarecedor la vinculación del desarrollo de los regadíos con la instalación de los asentamientos sirios en la zona, sobretodo porque mis inquietudes sobre al-Tayarat encajan.

Ya ley varias veces (tengo el fallo de no recordar de que autores saco la información) que la “trilogía” –válgame la expresión- Tajara del Monte, Tajara del Llano y Tajara del Río pueden deberse a un sistema de asentamiento tribal como forma de separar u organizar un asentamiento.

La Verdeja también cuadra en este puzzle, ya que es de época califal y recordemos la cercanía al Arroyo Vilanos –si no me falla la memoria ya regado desde tiempos mucho anteriores-. Hasta aquí los para bienes, jeje que no son pocos. Ahora me surgen mis dudas.

Me parece genial como el autor solventa la supremacía de Lawsa y la disminución cada vez mayor del número de distritos en la zona, hasta llegar a conformar lo que luego sería el alfoz de la ciudad cristiana de Loxa. Pero no me queda claro la forma de organización de los asentamientos poblacionales en ésta época. Tenemos el binomio yuz e iqlim, que hasta la fecha no he leído una aclaración que me deje en paz ;)

Para variar no recuerdo el autor, pero recuerdo que habla que la diferencia estriba en que los iqlim eran distritos más “urbanos” ligados al cultivo intensivo, mientras que los yuz eran distritos más orientados a una economía expansiva, ligada a sistemas de explotación ganadera. Esta explicación puede valernos para diferenciar el juz de Lowsa del iqlim de Tayarat –haciendo coincidir este con el término de Huétor Tájar (Tájara – Huétor – Verdeja/Tajarilla). Sin embargo en una cita del ibn al Jatib –creo- se dice que Loja era la capital del iqlim de Tayarat. Yo m
Comentario realizado por Juan Pedro Ruiz. 20/7/09 8:49h
3 
continuación...

Yo me pierdo... y antes de seguir escribiendo tonterías pido al autor que nos aleccione con una explicación sobre la distinción en estos términos, incluyendo también el término Hisn (Castillo).

Una vez resuelta esta distinción me surgen otras dudas... cuantas poblaciones podría tener un iqlim o un juz? había una cabecera? Hasta que época se utilizan estos términos? Existen variaciones geográficas en la utilización de los mismos?, por ejemplo, se utilizan de igual forma en el Guadalquivir que en la Alta Andalucía? El término “alquería” cuando surge? A que término se puede equiparar –juz o iqlim-?

Otra cosilla, Tayarat significa fortaleza? Creía que si... pero ahora, no se porque, pero no me cuadra.

Una vez más gracias por tus magníficas explicaciones y aún más, gracias al foro por ponerlas accesibles a todo el mundo.
Comentario realizado por Juan Pedro Ruiz. 20/7/09 8:51h
4 
Iqlim y yuz en la kura de Ilbira

Son varias las cuestiones de gran interés que plantea Juan Pedro Ruiz y no son fáciles de responder. En relación a los términos iqlim y yuz, aparecen para denominar a los distritos administrativos de la kura de Ilbira por parte del autor almeriense al-Udri, que aunque escribe en el siglo XI parece utilizar un documento que yo dato hacia los años 925-930, en relación al esfuerzo de Abd al-Rahman III por controlar el territorio de la kura tras la fitna (guerra civil) iniciada hacia el año 880. Al imponer este control es posible que se crearan dos tipos de entidades administrativas, no relacionadas -como se dijo en su momento- con la economía (agrícola o ganadera) sino con la misma modalidad de control. Los yuz/s parecen territorios segregados del control directo del gobernador de la kura, con sus propios gobernadores asentados en castillos (Loja, Torrox, Cesna ...). Suelen situarse en lugares periféricos a las "capitales" (Medina Elvira y Hisn Garnata) y seguramente la intención en mantener bajo un control más férreo estos territorios. Estos castillos son los denominados husun (pl. de hisn). Los iqlim/s, en cambio, se sitúan más próximo a las "capitales" y tal vez no necesitaron un control tan directo, probablemente no disponían de su propio gobernador y de una fortaleza mantenida por el Estado (el caso de Tájara). Pero esta realidad de la primera mitad del siglo X se transformó rápidamente debido a que la situación política cambió y no se hacía necesaria esta excesiva fragmentación administrativa. A ello se añadió a partir del siglo XI el peso de las ciudades (Granada, Loja, Guadix, Almuñécar, ....). Al hablar de todo esto, hay que tener en cuenta que estamos viendo como el Estado estructura el territorio a efectos de su control, pero a la vez tenemos que conocer la dinámica del poblamiento a través del análisis arqueológico del territorio (tipología y cronología de castillos y alquerías, por ejemplo) pero también a través del estudio de los espacios agrícolas.
Comentario realizado por Miguel Jiménez Puertas. 22/7/09 8:20h
5 
Continuación ...

Según la interpretación que he dado a la distinción entre yuz e iqlim, los primeros tenían en efecto una "cabecera" que era el castillo y por eso los que cita al-Udri son relativamente fácil de identificar con lugares concretos, pero no ocurre así en el caso de los segundos, que más habitualmente tienen un nombre "comarcal", como puede ser el caso del Qanb Qays que perduró hasta época nazarí (Quempe), en el que se documentan diversas alquerías, ninguna de las cuales parece tener una preeminencia. El término árabe qarya (de donde procede alquería) tiene en al-Andalus un significado muy general, equivalente al término castellano 'pueblo', es decir una agrupación de viviendas en un medio rural, pero es significativo que sea el tipo de poblamiento más característico, dado que nos informa del predominio de un hábitat agrupado, lo que tiene una explicación social y económica, relacionada con la organización del espacio rural y la importancia de los espacios de regadío como elementos que fijan la ubicación de los núcleos de población.
Por otra parte, en relación al topónimo Tájara (que ha pervivido en el nombre del pueblo de Huétor-Tájar), debe tener relación con los numerosos Tájara/s existentes en Argelia y Túnez, por lo que parece tratarse de un topónimo beréber que se supone procedente de una raíz beréber con el significado de 'estar elevado, sobrepasar'.
Finalmente, agradecer a Juan Pedro su interés y espero que mi respuesta pueda servirle a él y a aquellos que estén interesados en la historia y aqueología de al-Andalus y en particular de Granada.
Comentario realizado por Miguel Jiménez Puertas. 22/7/09 8:45h
6 
Los Banu Salih de Nakur (Neckor)

Los Banu Salih procedían del Yemen. Con ese nombre se establecieron cerca de Alhucemas en el siglo VIII y llevaron a cabo la islamización del RIF. Son los fundadores del Reino de Nakur (Neckor) junto a Tensanmam.
Encontré esta libro de Isidoro de las Cagigas, editado durante el !rotectorado español, en 1951. Se llama como el título de mi comentario y lo ofrezco a quien lo necesite.
Intento documentar desde hace un año la historia de los ocho siglos de la Melilla islámica o musulmana. Hay muchos puntos oscuros, muchos olvidados y otros tapados deliberadamente.
Ofrezco mis modestas colaboraciones desde Melilla y solicito la colaboración de quien pueda ayudarme. Necesito el acceso a las fuentes árabes para poder leerlas completas, sin los recortes con los que habitualemnte se publican en Melilla y su historiografía.
Comentario realizado por Hospitalario desde Melilla. 13/12/09 18:11h
7 
más interrogantes

Hola profesor Jiménez, me gustaría abrir una nueva línea de debate en este tema. He encontrado una referencia de Miquel Barceló:

http://ddd.uab.cat/pub/faventia/02107570v22n1/02107570v22n1p87.pdf

en la que habla del asentamiento de grupos tribales bereberes en al-Andalus. Entre ellos nombra a los Yetturey, de los que derivan el topónimo wtr aplicable a los núcleos de la vega de Granada.

En esta misma línea se encuentra la tesis:

http://tesis.com.es/documentos/asentamientos-campesinos-espacios-irrigados-yator-granada-letur-lietor-albacete-ejemplo/

de la que es director el propio Barceló y en la que me ha “sorprendido” ver como secretario al Dr. Malpica. En ella hace referencia a las mismas alquerías que en el artículo anterior se presuponen pobladas por los Yetturey a excepción de las alquerías llamadas Huétor en nuestra Vega de Granada.

Estos textos son de finales de los 90, y si no creo mal, no he visto referencias a ellos en ninguno de tus textos. ¿Carecen de base h
Comentario realizado por 2/1/12 13:38h
8 
continua

¿Carecen de base histórica o arqueológica?

Estos grupos bereberes desarrollaron una economía basada en el regadío al margen del poder andalusí, algo que se opone a la visión dada en tus estudios, en los que el poder emiral cordobés supone una base fundamental para el desarrollo de estas estructuras irrigadas.

Entiendo la complejidad del tema, más cuando por ejemplo en Sikamb, arqueología y fuentes escritas parecen no converger en la construcción de un paradigma que de explicación a la evolución de la población en la Tierra de Loja.

En el proceso de construcción del poder omeya en al-Andalus me surgen algunas dudas:

1. Cómo se ha de interpretar la total ausencia de referencias en los numerosos textos sobre la guerra de Ibn Hafsun y las rebeliones de la kura de Elvira al topónimo Tayarat? Entiendo que la ausencia de un hisn o espacio fortificado que acogiera a tropas emirales o fuera un foco de rebelión lo justificaría. Pero que papel jugó estos pobladores bereberes en este p
Comentario realizado por juanpruiz desde Huétor Tájar. 2/1/12 13:40h
9 
continua

Pero que papel jugó estos pobladores bereberes en este proceso? Parece ser que la fundación de Loja como plasmación del poder emiral supuso el germen de los regadíos de Tájara y Huétor. Los pobladores bereberes fueron un instrumento de este poder central emiral? El clima de estabilidad política facilitó su desarrollo por parte de los bereberes y el poder central simplemente participó como recaudador de impuestos?

2. Volviendo al tema de los iqlim y yuz. El iqlim al-Tayarat parece bajo la orbita de Elvira más que de Loja, en base a la explicación dada. Sin embargo en las fuentes Loja (amal) aparece como capital del iqlim, en consonancia con la explicación dada por Cressier, donde el binomio hisn/yuz suponían la cabecera de uno o varios aqalim. ¿Hubo una evolución de la dependencia del iqlim de Tayarat de Elvira/Garnanta a Loja durante todo el período emiral/califal hasta el reino Nazarí donde parece que esta clara la adscripción de Tajara a la ciudad de Loja?