AJUARES EN LA GRANADA NAZARÍ: LA APORTACIÓN DE LA DOCUMENTACIÓN NOTARIAL
Parece razonable
considerar que la selección de objetos de ajuar incluida en los contratos de
acidaque – dote matrimonial – cumplía un valor social, dando visibilidad a
bienes que destacaban por su ostentación y suntuosidad, y omitiendo otro tipo
de enseres más modesto y anodino, por mucho que fuese necesario en el día a día
del hogar. Da la impresión de que con estas donaciones matrimoniales puestas
por escrito las familias andalusíes pretendían hacer gala de su prestigio
MARÍA DOLORES RODRÍGUEZ GÓMEZ
UNIVERSIDAD DE GRANADA
Bordado nazarí con
lacería. Museo Lázaro Galdiano.
En pleno siglo XIV, en unas fechas imprecisas que tuvieron que ser con
posterioridad al año 1340, tuvo lugar el enlace matrimonial en el reino nazarí
de Granada de dos miembros de la familia gobernante magrebí de los benimerines.
La desposada era Masʻūda, nieta del poderoso “jefe de los combatientes por la
fe” (šayj al-guzāt) ʻUṯmān b. Abī l-ʻUlà, cuya
participación en la política nazarí fue absolutamente relevante y decisiva
durante el gobierno de los emires Muḥammad III, Naṣr, Ismāʻīl I y Muḥammad IV
(r. entre 1302 y 1333). Su prometido era Abū ‛Alī Manṣūr, cuyo padre se había
rebelado contra el sultán benimerín Abū Saʻīd ʻUṯmān II (r. 1310-1331), de
quien era hijo. Ambos contrayentes pertenecían a ramas disidentes de la misma
familia, que encontraron refugio en Granada.
El contrato de acidaque, palabra hoy en día en desuso que hace referencia a
la dote (del árabe al-ṣidāq), fue puesto por escrito por uno de los
personajes más influyentes de la política y la cultura del emirato granadino,
el visir natural de Loja, Lisān al-Dīn Ibn al-Jaṭīb, del que nos ha llegado una
versión resumida inserta en una recopilación de sus escritos.
Además de una importante cantidad en metálico y un número considerable de
esclavas, Abū ‛Alī Manṣūr agasajó a su prometida en el contrato de acidaque con
un elenco de piezas de ajuar que resulta abrumador, incluyendo, en palabras del
propio Ibn al-Jaṭīb, “un surtido de ropa suntuosa y joyas de oro puro, según
corresponde al elevado y destacado rango de ambos contrayentes” (Hoenerbach:
1965, pp. 94 ed., 113 trad.).
Veamos seguidamente la extraordinaria relación de pertenencias de ajuar,
comenzando por los textiles y cueros: un cordón de seda (šarrāba)
valorado en cien dinares de oro; doce vestidos de seda (ṯawb) bordados
de oro: cinco al estilo mansūqa, tres al estilo muṯaqqala y
cuatro al estilo muqaḍḍaba; doce piezas de tela (maqṭaʻ)
trabajados a la manera de Ifrīqiya, y otros doce a la manera de Susa; doce
alquinales de lino; doce pañuelos para la cabeza (šarabiyya)
de seda o lino crudo; tres mantos (munūt) de seda bordados de oro; tres
mantos de paño escarlata (iškarlaṭ); cuarenta alifafes (liḥāf)
de seda, de ellos diez bordados de oro al estilo mansūqa, diez de
seda, diez de paño y diez de lana; veinte alhamares (ḥanbal) de lana,
diez de ellos con trabajo de Ouarsenis y los otros diez con
trabajo ʻudwī; veinte almadraques (maṭraḥ), de los que diez
eran de cuero decorados con pan de oro, y el resto, de paño; diez tejidos (anwāḥ)
de lana; catorce colchones (muḍarrabāt) de tipos diversos y cincuenta
almohadones (mijādd), veinte de los cuales eran de seda, diez de ellos
recubiertos y bordados y el resto, de lino blanco.
Tejido nazarí de seda. Patronato de la Alhambra.
Además de los textiles suntuosos, no podía faltar en el ajuar dotal de una
persona de tal alcurnia las joyas, algunas de las cuales, como se comentó
anteriormente, eran de oro: cuatro alfileres (jalā’il), una corona o
diadema (tāŷ) y dos cadenas (qilāda), pero también se encuentran
aljófares (ŷawhar) en cuatro collares (ʻuqūd), y en un
colgante para la frente (sullam ŷawhar). Otras preseas de las que no se
precisan los materiales que las componen son brazaletes (d.ḥḥa) y aros
para los pies (qarāqis), así como un collar o colgante de un tipo
denominado mazamm. El valor total de estas alhajas ascendía a la
elevada cantidad de mil dieciocho dinares.
Brazalete o ajorca nazarí. Museo Lázaro Galdiano.
En esta escritura de esponsales apenas si se hace referencia a otro tipo de
objetos del hogar necesario para la actividad cotidiana, pues únicamente se
anotan dos elementos de tocador: un espejo y una ampolla para perfumes, cuya
cuantía en total ascendía a ciento diez dinares de oro.
En la escritura de Masʻūda y Manṣūr se percibe el papel relevante que
ocupan los textiles por el número de artículos que contiene, así como por su
diversidad, encontrándose piezas elaboradas en seda, lino de diferentes clases,
paños y lana, a los que habría que añadir elementos realizados en cuero. No
suele ser este tipo de documentación notarial muy proclive a dar datos sobre
colores, formas, diseños, etc., pero, en este caso, en algunos artículos se
precisan más detalles de su hechura, y se mencionan bordados de oro en
diferentes estilos: mansūqa, muṯaqqala y muqaḍḍaba,
así como otras piezas trabajadas a la manera ifrīqī (de
Ifrīqiya, aproximadamente el actual Túnez), sūsī (de la ciudad
tunecina de Susa), wanšarīsī (de la región del Ouarsenis, en
Argelia) y ʻudwī (“de allende”, haciendo referencia al
Magreb). Únicamente se mencionan dos colores, el escarlata y el
blanco.
Puede llamar la atención la cantidad de almadraques, colchones y
almohadones que se observan en este ajuar, pero no es nada de extrañar si
tenemos en cuenta que estas piezas con relleno tenían un mayor uso del que se les
da hoy en día, puesto que también servían como asiento en lugar de sillas o
sillones, o de colchonetas sobre una especie de bancos, a la manera de lo que
en Marruecos en la actualidad se les da el nombre de “metarbas”. Este es un
ejemplo claro de cómo los textiles cumplían una importante función como
mobiliario, elemento éste que solía ser poco frecuente en las viviendas
andalusíes y que, de hecho, no cuenta con ninguna pieza en el contrato de esta
pareja de nobles benimerines.
Este precioso documento, de gran valor asimismo por ser uno de los pocos
contratos matrimoniales que se conservan sobre al-Andalus de personas de tan
alto rango, se ajusta a un modelo dotal dirigido a mujeres de posición elevada
en donde no pueden faltar las joyas, los textiles, objetos de tocador o
domésticos, todos ellos de una calidad y riqueza excelentes. Traemos a colación
las palabras del imprescindible Ibn al-Jaṭīb quien, en otra de sus obras,
describe el atuendo de los habitantes del reino nazarí:
«El vestido más usado por las distintas clases sociales y más propagado
entre ellos es el de paño de lana teñido en invierno. Son muy variadas las
calidades de las telas, según la fortuna y la posición social. En verano usan
el lino, la seda, el algodón, el pelo fino de cabra, la capa de Ifrīqiya,
los velos tunecinos y los finísimos mantos dobles de lana […].
Los turbantes son muy poco usados por los habitantes de esta ciudad; solamente
lo llevan los jeques, cadíes, ulemas y el ejército magrībí […].
Las joyas de los ricos, como, por ejemplo, collares, brazaletes, ajorcas y
pendientes son, hasta hoy día, de oro puro e, incluso, muchos adornos de los
pies, de los que no son precisamente ricos, están hechos de plata pura. Las
piedras preciosas, como el jacinto, topacio, esmeralda y aljófar, son copiosas
entre las personas que ocupan una posición elevada, al arrimo de la sombra
protectora del gobierno, o son de familia de rancio abolengo […].
Sus mujeres […] han llegado al colmo hoy en día en la variedad de los adornos,
el empleo de afeites, la emulación en los tisúes de oro y brocados, y la
frivolidad en las formas de los atavíos». (Ibn al-Jaṭīb: 2010, 128-9).
Collar en filigrana de oro del tesoro de Bentarique. Museo Arqueológico Nacional.
También las andalusíes menos pudientes recibían en sus contratos de
esponsales tejidos, algunas joyas, perfumes y, en menor medida, otro tipo de
enseres domésticos, aunque, obviamente, más modestos que los de la princesa
benimerín. Al contrario de lo que ocurre en las cartas de dote y arras
moriscas, quizás influidas por el mayor detalle con que eran precisadas las
dotes cristianas, la mayoría de los objetos útiles para la vida diaria en el
seno del hogar no aparece especificado en estas escrituras. Conviene precisar
que, si bien son las novias las destinatarias del acidaque, sus prometidos
solían abonar una primera parte del mismo en dinero metálico, que los padres de
ellas o sus tutores en caso de fallecimiento de éstos empleaban para adquirir
los objetos del ajuar doméstico, e incluso ellos mismos hacían entrega de este
tipo de bienes como donación matrimonial para facilitarles una convivencia más
cómoda. Por otra parte, las propias mujeres podían emplear el montante de la
dote en adquirir pertenencias, tal y como recogió por escrito el viajero alemán
Jerónimo Münzer quien, en su visita a Granada en 1494, recién conquistada por
los cristianos, comentaba de las mudéjares: “Cada esposa invierte la dote en
gastos propios, como collares, ropas, etc.” (Münzer: 1987, 57-8).
Parece razonable considerar que la selección de objetos de ajuar incluida
en estos contratos de acidaque cumplía un valor social, dando visibilidad a
bienes que destacaban por su ostentación y suntuosidad, y omitiendo otro tipo
de enseres más modesto y anodino, por mucho que fuese necesario en el día a día
del hogar. Da la impresión de que con estas donaciones matrimoniales puestas
por escrito las familias andalusíes pretendían hacer gala de su
prestigio.
Continuando con la información aportada por el material documental notarial sobre este tipo de bienes, los testamentos o repartos de herencias resultan asimismo de gran utilidad para estos fines. Al igual que ocurre con los contratos de acidaque, suelen ser parcos en la descripción de este tipo de elementos del hogar, pero se conserva algún caso que merece la pena ser detallado. La protagonista se llamaba Fāṭima bt. Saʻīd b. Lubb, y era una mujer que, como muchas granadinas, tenía una casa y un terreno. Concretamente su casa se hallaba en el Albaicín, y poseía una viña en Pinos Puente, en las afueras de Granada. El 28 de abril de 1481 se puso por escrito su legado y el 7 de febrero de 1495, su pliego particional, en donde se mencionan numerosas piezas que formaban parte de su vida cotidiana, cuya cuantía total sumaba 141 dinares y 516 dírhames.
Tejido de seda nazarí de lacerías y gacelas. Museo Lázaro Galdiano.
Los textiles, como cabría suponer, constituían los elementos más
importantes del ajuar de Fāṭima, encontrándose entre sus vestimentas medio
manto de lienzo de importación; tres almaizares (manšaf) de
diferentes clases; una marlota (mullūṭa) de paño; una
camisa (qamīŷa) de lienzo; dos calzas (ŷawrab); un vestido del
tipo durnūq remendado; unos zaragüelles (sarwāl) de
mujer; un mandil (manḏīl) bordado; tres tocas y otras
gastadas por el uso; una almalafa (milḥafa) para la cabeza; dos camisas;
un vestido de diario de lienzo y un manto de paño. Asimismo Fátima dejó en
herencia diversos artículos para la casa, entre los cuales se encontraban cinco
almohadas usadas, otra sin usar, y cinco de esparto; una alcatifa (qaṭīfa)
de lana; una sábana de lienzo; una alfombra o estera para orar y una almalafa
de cama. Además, en su casa tenía madejas de lino, lo cual era muy frecuente en
una sociedad como la andalusí, en donde las viviendas solían contar con telares
para confeccionar la mayoría de las prendas de uso de la casa. Aunque no sean
productos textiles propiamente dichos, como parte de los atuendos y elementos
del hogar también se observa el cuero entre las piezas de su ajuar,
concretamente en dos zapatos (sabbāṭ), unas zaleas (salā’ij) y
en un almadraque.
Zapato de cuero curtido. Patronato de la Alhambra.
Si bien son pocas las joyas mencionadas entre las pertenencias de esta
mujer granadina, que tendría una condición social media, sin ahogos económicos,
pudo disfrutar de una manilla (miqyās) de oro tres aljófares y un tūt (“tute”,
pieza tubular de collar), también de oro.
Si en algo destaca la partición de herencia de Fāṭima bt. Saʻīd b. Lubb es
por la presencia de mobiliario y objetos del hogar, que son mencionados
raramente en los documentos notariales árabes granadinos. Cabe destacar los
utensilios de cocina, tales como tres redomas (maḍraba) de vidrio, (una
de ellas de tipo “malagueño”), un almirez (mihrās) chino, una sartén (miqlā) de
cobre, una tinaja de barro (jābiya) para el agua, una caldera (burma)
de cobre, una orza (baṭīra) de barro y un ataifor (ṭayfūr). Otros
elementos que podrían estar en cualquier dependencia de su casa eran un arca (tābūt)
de madera, de gran utilidad como objeto que servía para guardar telas y otras
pertenencias, y un armario o aparador (marfaʻa), mueble no demasiado
habitual, puesto que lo más frecuente para contener piezas eran las alacenas
encastradas en las paredes, que se solían cerrar con puertas de madera.
Gran ataifor nazarí del árbol. Patronato de la Alhambra.
No podían faltar en la casa de Fāṭima las herramientas e instrumental de
trabajo, con utensilios propios de las faenas agrícolas como una sierra pequeña
(munšāyir) y un azadón (bašāṭīr) de hierro, además del telar (maramma)
con el que probablemente se dispondría a tejer las madejas de lino que también
había dejado como herencia.
Los documentos de Masʻūda y Fāṭima constituyen una fuente de información
valiosísima para conocer aspectos de la vida doméstica en el reino nazarí. En
ellos figura una simple muestra de la enorme riqueza de vocabulario que se
observa en los ajuares andalusíes. Quienes hayan leído este trabajo con
atención, sin duda se habrán percatado de la importante cantidad de arabismos
que ha generado este tipo de material en nuestra lengua (alifafe, alhamar,
almohada, zalea, etc.). Aunque muchos de ellos hayan caído hoy en día en
desuso, gracias al Diccionario de la Lengua Española, por ejemplo,
sus significados pueden ser rescatados del olvido.
PARA AMPLIAR:
- HOENERBACH,
Willhem. Spanisch-islamische Urkunden aus des Zeit der Nasriden
und Moriscos, Berkeley-Los Ángeles-Bonn: University of
California-Universität Bonn, 1965, doc. nº 3.
- IBN
AL-JAṬĪB. Al-Lamḥa al-badriyya, trad. de José María Casciaro
Ramírez y Emilio Molina López, est. preliminar de Emilio Molina
López. Historia de los Reyes de la
Alhambra (Al-Lamha al-badriyya). Resplandor de la luna llena acerca de la
dinastía nazarí, Granada: Editorial Universidad de Granada,
2010.
- MARTÍNEZ
RUIZ, Juan. “Siete cartas de dote y arras del Archivo de la
Alhambra”, Revista de Dialectología y Tradiciones Populares,
22 (1966), pp. 41-72.
- MÜNZER,
Jeronimo. Itinerarium sive peregrinatio excellentissimi viri,
est. preliminar por Fermín Camacho Evangelista y trad. J. López
Toro. Viaje por España y Portugal. Reino de Granada, Granada,
TAT, 1987.
- RODRÍGUEZ
GÓMEZ, María Dolores. “Ajuares dotales en casas
nazaríes aristocráticas: los casos de la nieta del šayj al-guzāt ‛Uṯmān
b. Abī l-‛Ulà y de Cetti Meriem Venegas”, en María Elena Díez
Jorge (ed.). De puertas para adentro: la casa en los siglos XV y
XVI, Granada: Comares, 2019, pp. 317-339.
- RODRÍGUEZ
GÓMEZ, María Dolores. “Entre sedas y esparto: la
posición social de las familias andalusíes del siglo XV a través de sus
ajuares”, en Dolores Serrano-Niza (ed.). Vestir la
casa: objetos y emociones en el hogar andalusí y morisco. Madrid:
CSIC, 2019, pp. 103-126.
- SERRANO-NIZA,
Dolores. “Una habitación con telas. El
mobiliario textil de origen andalusí en una casa morisca”, en
María Elena Díez Jorge (ed.). De puertas para adentro: la casa en
los siglos XV y XVI, Granada: Comares, 2019, pp. 365-394.
- ZOMEÑO,
Amalia. “Siete historias de mujeres:
sobre la transmisión de la propiedad en la Granada nazarí”, en
María Isabel Calero Secall (coord.). Mujeres y sociedad islámica:
una visión plural, Málaga, Universidad, 2006, pp.
173-197.