lunes, 30 de diciembre de 2019

AL-QASIM BEN MUHAMMAD, REY DE LA TAIFA DE ALGECIRAS


AL-QASIM BEN MUHAMMAD, REY DE LA TAIFA DE ALGECIRAS

Javier Iglesia Aparicio

[Algeciras, ¿? – Almería, d. 1055]

Rey de la taifa de Algeciras y califa hammudí (1049-1055)
Su nombre completo era al-Qasim ben Muhammad ben al-Qasim ben Hammud al-Watiq. En árabe القاسم الواثق بالله
El citado Muḥammad ben al-Qasim fue el primer soberano hammudí de Algeciras y murió en 440H (16 de junio de 1048-4 de junio de 1049). al-Qasim fue elegido como sucesor, sin que hubiese a este respecto discrepancias, tomando el sobrenombre de al-Watiqen quien confía Dios.
No obstante, se conservan cuños fechados entre los años 1051 a 1055 en los cuales sigue apareciendo el nombre y el título de su padre. Ello podría significar que la fecha que las fuentes narrativas dan de la fecha de la muerte de Muhammad es incorrecta o, tal vez, que su hijo no llegase a proclamarse califa, como afirma una crónica magrebí (Mu’yib).
Apenas sabemos nada sobre su gobierno en Algeciras, que se prolongó durante más tiempo que el de su padre, aunque tampoco fue muy extenso. Prácticamente la única información disponible es la relativa al momento de su deposición, de nuevo recogida por las fuentes narrativas.
En concreto es Ibn Idari el que cuenta cómo la taifa algecireña fue otra de las víctimas de expansionismo abadí, en concreto de al-Mu’tadid ben ‘Abbad.
Al-Qasim pudo resistir el acoso durante cierto tiempo, pero apenas disponía de un contingente de doscientos jinetes, de forma que fue presa fácil.
El soberano sevillano organizó un gran ejército y puso sitio a Algeciras por tierra y mar, ante lo cual al-Qasim pidió ayuda al gobernador de Ceuta, Saqqut al-Bargawatí, que teóricamente gobernaba allí en nombre de los hammudíes. Sin embargo, la ayuda no se produjo y al-Qasim se vio forzado a capitular, pactando con ‘Abd Allah ben Sallam, ministro y general abadí, la entrega de la ciudad, a cambio de cual se le concedió poder salir libre con su familia.
Así lo cuenta Ibn Idari:
Luego extendió su mano hacia al-Qasim ben Hammud, señor de Algeciras. El caso es que cuando halló que este muchacho, pese a su nobleza y a la excelsitud de sus acciones, [era] el más débil de los emires bereberes en poderío y el más pobre de ellos en hombres, se dirigió contra él y lo sitió. Imploró entonces el auxilio de sus aliados en al-Andalus y del señor de Ceuta Suqqut al-Bargawatí, cliente de Ibn Hammud, que se demoró, hasta que [al-Qasim] perdió la esperanza y fue incapaz de arreglar el asunto. Se entregó mediante amán y se vio reducido en su situación a refugiarse en Córdoba, donde permaneció bajo la égida de Ibn Yahwar en compañía de sus iguales, los destronados.
Ibn Idari, al-Bayan al-Mugrib, trad. Felipe Maíllo Salgado, pp 178-179

En el año 446H (12 de abril de 1054-1 de abril de 1055), al-Qasim abandonaba Algeciras en barco dirigiéndose a Ceuta, donde pretendía refugiarse. Sin embargo, durante el camino tuvo noticias de la escasa disposición de al-Bargawatí para acogerlo, de forma que decidió cambiar el rumbo. Ibn Idarí da versiones distintas de cual fue su lugar de exilio. Por un lado dice que se refugió en Córdoba, acogido por Muhammad ben Yahwar, junto a a otros príncipes destronados; por otro que se fue a Almería.
Es posible que primero estuviera en Córdoba bajo la protección de Ibn Yahwar y posteriormente se acogiera al favor de al-Mutasim de Almería. Ibn Idari dice que permaneció en esta ciudad hasta su muerte, ocurrida en fecha desconocida.
Acuñaciones monetarias

al-Qasim ben Muhammad realizó acuñaciones monetarias entre los años 443H y 446H. Se conservan muy pocas piezas.

TÁRIQ BEN ZIYAD, EL CONQUISTADOR DE AL-ÁNDALUS


TÁRIQ BEN ZIYAD, EL CONQUISTADOR DE AL-ÁNDALUS

.Javier Iglesia Aparicio

Táriq ben Ziyad o Tarik ibn Ziyad  (en árabe, طارق_بن_زياد) 
[670 o 679 – Damasco, 720]
Militar y conquistador de Al-Ándalus (711-714)


Táriq ben Ziyad fue un general árabe, persa de Hamadan o bereber de Nafza o Sadif, las fuentes árabes no se ponen de acuerdo en su procedencia, al servicio del gobernador musulmán del norte de África (Ifriqiya), Musà ben Nusayr.
A las órdenes de Musá ben Nusayr logró incorporar Tánger (705) y se convirtió en su gobernador.
Atendiendo a la llamada de ayuda de los partidarios de Agila II, el conde Julián, gobernador de Ceuta, que había pactado su sumisión a los árabes (709), aconsejó a Táriq invadir la península Ibérica. Tras una primera incursión a cargo de Tarif (710), en la zona de Algeciras, en el 711 Táriq es enviado con un ejército, en su mayor parte compuesto por bereberes. El número de soldados varía según la fuente árabe que se estudie: 1.700, 7.000, 12.000 o 13.000 soldados.
Ibn Qutayba relata así las órdenes dadas por Musa ben Nusayr a Tariq una vez que éste había logrado tomar Tánger:
«Tariq escribió a Musà, su señor:”He encontrado aquí seis bajeles”; y Musà contestó:”Prueba a hacerlos llegar al número de siete, y cuando este número esté completo, llévalos a la costa del mar, y llénalos de hombres y provisiones; entonces buscarás un hombre entendido en los meses sirios, y cuando sea el 21 del mes sirio llamado Adar, hazte a la mar con tus hombres, después de implorar el favor del Todopoderoso. Si no hay entre los tuyos quien sepa los meses sirios y los meses romanos, ten en cuenta que éstos coinciden con aquellos, y que corresponde con el llamado en romance Marzo; de manera que, cuando sea el día 21 del mismo, equipa los barcos como te he mandado, si a Dios place. Una vez en el mar, debes dirigir el rumbo hasta que veas delante de ti un monte sin vegetación, de color rojo, que tiene en sus laderas una fuente que corre hacia el Este, y en el lado de la fuente una basa con un ídolo en lo más alto, de figura de toro. Tu harás trizas el ídolo, por primera providencia, y después buscarás entre los tuyos un hombre de elevada estatura, que tenga el pelo rubio, de blanco color de cutis, con un desvío en uno de sus ojos y una mancha en la mano. Da a este hombre el mando de la vanguardia, y no te muevas dondequiera que estés entonces, esperando ulteriores instrucciones mías, si a Dios place”.
Cuando Tariq recibió las anteriores órdenes de Musà, contestó lo siguiente: ” He cumplido escrupulosamente tus mandatos; pero respecto al hombre a que te refieres, no puedo encontrarlo en ninguna parte, conforme lo describes, a no ser mi propia persona”.»


Invasión y conquista del reino visigodo por Táriq ben Ziyad
Táriq desembarcó en Yabal Táriq (Gibraltar) en primavera o verano del 711,  y estableció su base de operaciones en Algeciras. Durante una semana, del 19 al 26 de julio del 711 se enfrentó al ejército del rey visigodo Rodrigo en al batalla de Guadalete. La localización exacta de esta batalla sigue siendo un enigma. Para unos se produjo en el entorno de la Laguna de la Janda, en Cádiz; para otros en el campo de Sangonera, entre Murcia y Lorca. Dejando aparte esta cuestión, lo cierto es que el resultado de esta batalla marcará la historia de España. El rey Rodrigo fue derrotado y muerto. Con este acontecimiento se inicia el desmoronamiento del reino visigodo y el comienzo de la dominación musulmana sobre la península Ibérica: el origen de al-Ándalus.
Poco después conquistó Écija tras una dura batalla. Desde aquí Táriq dividió su ejército. Encargó la conquista de Córdoba a su lugarteniente Mugaith al-Rumi; envió un ejército hacia Granada, y otro hacia Málaga. Mientras tanto Táriq ben Ziyad se encaminó hacia Toledo, el centro político del reino visigodo. La capital visigoda le abrió sus puertas, probablemente porque en ella estaban los partidarios del rey Agila II, enfrentado a Rodrigo.
Ya es el año 712 cuando Táriq ben Ziyad cruza el Sistema Central, para unos por Buitrago de Lozoya, para otros desde Guadalajara hacia la sierra soriana, conquistando las plazas de Clunia y Amaya, posiblemente la capital del ducado de Cantabria. Mientras tanto, los ejércitos enviados hacia Málaga y Granada, tras cumplir con éxito su cometido, se reunieron y se encaminaron hacia Tudmir (Orihuela, en Murcia) donde derrotaron al conde Teodomiro quien tras la derrota firmó un pacto.
Según la tradición árabe, durante este recorrido por la Meseta Norte, Táriq encontró fabulosos tesoros entre los que destacaba la Mesa de Salomón del Templo de Jerusalén en una ciudad llamada Almeida (La Mesa) «cuyos bordes y pies, en número de 365, eran de esmeralda verde»¹.
Mientras tanto Musà, valí de Ifriqiya y superior de Táriq, había desembarcado en la península. Se encontró con Táriq probablemente en la ciudad de Toledo. El encuentro no parece haber sido muy cordial ya que Musà exigió a Táriq la entrega de los tesoros encontrados e incluso llegó a atizar a Táriq con un látigo.

Tariq ben Ziyad según Theodor Hosseman
En el 713, Musà y Táriq emprenden una nueva campaña dirigiéndose por Medinaceli hasta Zaragoza donde logró la conversión al Islam del conde Fortún Casio, origen de los posteriormente poderosa dinastía de los Banu Qasi. Desde aquí Táriq partió a la conquista de Huesca, Lérida y Tarragona; mientras Musà se fue hacia León, Astorga y Lugo.

Exilio y muerte de Táriq ben Ziyad
En el 714, el califa de Damasco, al-Walid I, llamó a su presencia a Musà y a Táriq. Ambos abandonaron la península en el verano del 714 dejando como gobernador al hijo de Musà, ‘Abd al-Aziz. Cuando llegaron a Damasco, al-Walid I ya había fallecido y fueron recibidos por su hermano, el califa Suleymán.
Algunos autores árabes posteriores cuentan que, en dicha reunión, Táriq proporcionó al califa una serie de valiosos libros. Ibn ‘Abd al-Barr2 dice que Táriq llevó veintidós libros en cuya encuadernación había pedrería incrustada y entre los que se encontraban: textos de la Biblia; uno, chapeado en plata, acerca de las propiedades de las piedras, los árboles los animales y que contenía extraños talismanes; otros referidos a la alquimia, la fabricación de jacintos…, supuestamente todos ellos escritos en latín.
A pesar de su éxito en la conquista, Táriq fallecerá olvidado en la ciudad siria de Damasco en torno al año 720.

1.   Así lo cuenta la crónica anónima musulmana Ajbar Machmua, del siglo XI.
2.   Vernet, Juan: Lo que Europa debe al Islam de España. Ed. Acantilado, Barcelona, 2006. págs. 110-111.


domingo, 29 de diciembre de 2019

FELIZ 2020


LOS JUDÍOS DURANTE LA CRISIS BAJO MEDIEVAL


.LOS JUDÍOS DURANTE LA CRISI BAJO MEDIEVAL

Aunque no se puede hablar, realmente, de convivencia idílica entre cristianos y judíos durante gran parte de la Edad Media, no cabe duda de que, si comparamos con lo que ocurrió en la crisis bajomedieval, se puede considerar que durante los siglos XI y XIII los judíos vivieron en relativa paz en la reinos cristianos peninsulares. La mayoría de los judíos habitaban en las ciudades en  juderías o call. Tenían la condición de servi regis, es decir, dependientes de los reyes, los cuales tenían la obligación de protegerlos. Los judíos gozaban de autonomía administrativa y religiosa. Aunque sus actividades abarcaron el abanico de las que se daban en el Medievo, es cierto que destacaron en las ocupaciones artesanales y comerciales, así como en las de tipo intelectual y en la medicina. Algunos judíos se dedicaron a servir a los monarcas en sus cortes e instituciones. En el campo cultural su aportación a la denominada Escuela de Traductores de Toledo y al entorno del rey Alfonso X está considerada como muy importante. Judá Mosca fue un intelectual reconocido de aquel momento histórico.
Pero, a pesar de estos aspectos señalados sobre la convivencia pacífica entre cristianos y judíos,  siempre hubo una larvada corriente popular antijudía. Esta mentalidad tenía su origen en la consideración de los judíos como el pueblo deicida, así como en el recelo que muchos cristianos sentían por el enriquecimiento de un sector de los mismos, considerados como usureros. En Al-Andalus, por su parte, los judíos disfrutaron de una situación de relativa calma hasta la llegada de los almorávides y almogávares, procedentes del Norte de África y defensores de una visión muy rigurosa del Islam. Se produjeron  persecuciones que provocaron emigraciones hacia los reinos cristianos
El estallido de la persecución contra los judíos en los reinos cristianos estuvo en íntima relación con la crisis bajomedieval, convirtiéndose en verdaderos chivos expiatorios de muchos de los males que aquejaron a las sociedades medievales. Motines y levantamientos de campesinos, y de grupos populares urbanos derivaron, en muchas ocasiones, en asaltos a juderías y asesinatos de judíos. Pero, tampoco se puede obviar en el estudio de las causas de estas persecuciones la presión ejercida por el fanatismo de un conjunto de clérigos que enardecieron y empujaron a masas de cristianos contra sinagogas, haciendas y vidas.
En las primeras décadas del siglo XIV comenzó la violencia contra las juderías en el reino de Navarra, aumentando la tensión  con la llegada de la Peste Negra, a mediados de siglo. Fue el momento en el que se asaltaron muchas juderías de la Corona de Aragón. En Castilla, la persecución con los judíos se agudizó como consecuencia del enfrentamiento dinástico entre Pedro I y Enrique de Trastámara, ya que, éste lanzó duras soflamas contra los judíos en  su estrategia para ganarse el apoyo popular para destronar al rey.
Los ataques contra los judíos llegaron al paroxismo en el año 1391 cuando la violencia se desató en Sevilla. Para los historiadores es el momento clave que marca un punto de inflexión en la historia de la comunidad judía en España. El clérigo Fernán Martínez –arcediano de Écija- venía predicando de forma virulenta contra los judíos desde el año 1378, aunque la jerarquía eclesiástica intentó frenarle. El propio arzobispo de Toledo llamó la atención de Juan I sobre los excesos oratorios del clérigo, lo que motivó varias advertencias del rey. Pero el arcediano no se amilanó y siguió con su furibunda campaña contra los judíos, a pesar de que pesaba sobre él la amenaza de la excomunión. La suerte favoreció a Fernán Martínez porque al morir el arzobispo se convirtió en la máxima autoridad eclesiástica de Sevilla. Mandó derribar sinagogas y confiscar los libros de oración, además de seguir predicando contra los judíos. La primera furia popular estalló en enero de 1391 aunque las autoridades la reprimieron con decisión. Pero el Consejo de Regencia destituyó a estas autoridades y Fernán Martínez se sintió ya todopoderoso: el día 6 de junio lanzó a sus hombres contra la judería, se quemaron dos sinagogas, otras dos fueron convertidas en iglesias y fueron asesinadas unas cuatrocientas personas, aunque no es fácil determinar el número exacto de víctimas. Es evidente que el vacío de poder civil facilitó esta catástrofe.
La chispa encendida en Sevilla se propagó por todo el Valle del Guadalquivir y parte de la Meseta, así como amplias zonas de Aragón. Se calcula que pudieron morir unas cuatro mil personas, aproximadamente, además de los cuantiosos daños que sufrieron las juderías; algunas de ellas quedaron completamente arrasadas. La tercera consecuencia fue el gran número de conversiones para intentar salvar vidas y haciendas, mucho más que por convicción religiosa. Eran los conversos. Si nos atenemos a los números, y siempre con estimaciones, en 1390 habría unos 200.000 judíos en los reinos cristianos peninsulares. Pues bien, después de las persecuciones de finales de esa centuria, el número de judíos descendió a la mitad. El fenómeno de la conversión siguió produciéndose y, no cabe duda, que uno de los protagonistas en fomentarlo fue el dominico San Francisco Ferrer con sus predicaciones. Tanto las autoridades civiles como las eclesiásticas, aunque condenaron la violencia, vieron en esta situación una oportunidad para reducir el número de judíos y no pusieron objeciones a las conversiones. Los conversos pasaron a convertirse ser un problema político, social y religioso que tendrá mucho que ver con el establecimiento posterior de la Inquisición, y que se agudizaría en la época moderna.
Cuando la violencia física desapareció fue sustituida por la violencia legal. En 1405 se prohibió la usura judía. Las leyes de Ayllón de 1412, en las que influyó Ferrer, supusieron un hecho decisivo en relación con la discriminación de los judíos. Se estableció que, tanto moros como judíos, debían estar estrictamente encerrados, se abolió la autonomía judicial de las aljamas, se estipuló una lista de oficios cuyo ejercicio quedaba prohibido para los judíos (médicos, boticarios, herradores, tundidores, carniceros, peleteros, zapateros), se prohibió el uso del tratamiento de “don” y se les obligó a lucir barba y pelo largo para ser fácilmente identificados, así como llevar una rodela roja cosida en su ropa que, además, debía ser modesta, sin lujos. El objetivo de esta política no era otro que el hacer la vida muy difícil a los judíos para que se convirtieran.
Por otro lado, desde la Iglesia se organizaron debates teológicos para combatir la religión judía. La más famosa de estas controversias fue la conocida como Disputa de Tortosa, debate público que se celebró entre 1413 y 1414 en dicha ciudad catalana, con el objetivo de intentar convencer a los judíos de sus supuestos errores. Fue promovida por un converso, Jerónimo de Santa Fe, médico del papa Benedicto XIII, que participó en la misma. No fue un debate libre porque los rabinos participantes tenían que tener mucho cuidado en sus alegatos si no querían caer en la acusación de injuria y se les pusieron muchas trabas. Aún así, los rabinos intentaron defender sus posiciones, pero el papa decidió suspender las sesiones porque, realmente, lo que se pretendía era que los judíos admitiesen y confesasen públicamente sus errores.
En el siglo XV el antijudaísmo se dirige hacia los judeoconversos, llamados “cristianos nuevos” por los “cristianos viejos” que se consideran a sí mismos como los verdaderos cristianos. Así cuando en Castilla entre 1449 y 1474 se vivió un período de dificultades económicas y de crisis política (especialmente durante la guerra civil del reinado de Enrique IV) estallaron revueltas populares contra los conversos, de las que la primera y más importante fue la que tuvo lugar en 1449 en Toledo, durante la cual se aprobó una Sentencia-Estatuto que prohibía el acceso a los cargos municipales de nigún confesso del linaje de los judíos –un antecedente de los estatutos de limpieza de sangre del siglo siguiente-.
Para justificar los ataques a los conversos se afirma que éstos son falsos cristianos y que en realidad siguen practicando a escondidas la religión judía. Sin embargo, los conversos que judaizaban, según Joseph Pérez, eran una minoría aunque relativamente importante.​ Lo mismo afirma Henry Kamen que además señala que cuando se acusaba a un converso de judaizar, en muchas ocasiones las “pruebas” que se aportaban eran en realidad elementos culturales propios de su ascendencia judía –como considerar el sábado, no el domingo, como el día de descanso-, o la falta de conocimiento de la nueva fe –como no saber el credo o comer carne en Cuaresma-.​
Cuando en 1474 accede al trono Isabel I de Castilla, casada con el heredero de la Corona de Aragón, el futuro Fernando II de Aragón, el criptojudaísmo no se castigaba, “no, por cierto, por tolerancia o indiferencia, sino porque se carecía de instrumentos jurídicos apropiados para caracterizar este tipo de delito”. Por eso cuando deciden afrontar el “problema converso” se dirigen al papa Sixto IV para que les autorice a nombrar inquisidores en sus reinos, lo que el pontífice les concede por la bula Exigit sincerae devotionis del 1 de noviembre de 1478.​ “Con la creación del tribunal de la Inquisición dispondrán las autoridades del instrumento y de los medios de investigación adecuados”. Según Joseph Pérez, Fernando e Isabel “estaban convencidos de que la Inquisición obligaría a los conversos a integrarse definitivamente: el día en que todos los nuevos cristianos renunciaran al judaísmo nada les distinguiría ya de los otros miembros del cuerpo social”.

'ABIDA AL-MADANIYYA


'ABIDA AL-MADANIYYA

Biografía

‘Ābida al-Madaniyya. Medina (Arabia), s. VIII – Córdoba, p. s. IX. Esclava experta en tradiciones islámicas.
Era Ābida una esclava negra, que se especializó en tradiciones islámicas, se dice que había transmitido diez mil hadices y que transmitió de Malik b. Anas, el fundador de la escuela jurídico-religiosa malikí, y de otros ulemas de Medina. La historia de su viaje a al-Andalus es la historia de su dueño, Habīb b. al-Walīd, conocido por Dahhun.
Podemos situarla cronológicamente, por los datos de este Habīb, que nació en época del emir Abd al-Rahman I (756-788). Pertenecía Habīb a la familia omeya de los Habibíes, descendiente del califa de oriente Al-Walīd, y había sido criado por su abuelo, que llevaba su mismo nombre y que llegó a al-Andalus incluso antes que Abd al-Rahman I, el primer emir omeya de al-Andalus. Él dio origen a la rama de la familia conocida por los Banu Dahhun. Interesado por las tradiciones musulmanas, viajó a Oriente con el fin de cumplir el precepto islámico de la peregrinación a la Meca y de recopilar tradiciones. Allí le fue regalada por un pariente suyo, Muhammad b. Yazīd b. Maslama b. Abd al-Malik, la esclava Ābida, que le impresionó por su saber y su inteligencia. Dahhun la tomó como concubina y la llevó a al-Andalus. De su unión nació un hijo llamado Bisr, conocido por el Habībí, que fue tradicionista como sus padres, además de poeta. Según Manuela Marín, las esclavas negras no estuvieron bien consideradas en al-Andalus y tal vez las virtudes que se le atribuyen a Ābida no respondieran a la realidad, sino más bien a la necesidad de justificar el amor que le profesaba su dueño.

Bibl.: Ibn al-Abbar, Al-Takmila li-kitab al-Sila, ed. de M. Alarcón, en VV. AA., Miscelánea de estudios y textos árabes, Madrid, Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas-Centro de Estudios Históricos, 1915, n.º 2.850, pág. 397 [ed. de Ben Cheneb, Alger, 1920, pág. 265 (dentro de la biografía de su hijo Bisr)]; Al-Maqqari, Nafh al-tib min gusn al-Andalus al-ratib, ed. de I. ‘Abbas, III, Beirut, Dar Sadir, 1968, pág. 139, n.º 174; ,U. R. Kahhala, A,lam al-nisa,, III, Beirut, Mu’assasat al-Risala, [1959] 1379 de la Hégira, pág. 199; M. ‘A. Makki, Ensayo sobre las aportaciones orientales en la España musulmana: y su influencia en la formación de la cultura hispano-árabe, Madrid, Instituto Egipcio de Estudios Islámicos, 1968, pág. 191; E. Terés, “Dos familias marwaníes de al-Andalus”,  en Al-Andalus, 35-1 (1970), págs. 93-117, espec. pág. 99, nota 19; M. L. Ávila, “Las mujeres sabias en al-Andalus”, en M.ª J. Viguera (ed.), La mujer en al-Andalus: reflejos históricos de su actividad y categorías sociales, Madrid, Universidad Autónoma, 1989, pág. 150, n.º 3; M. Marín, Mujeres en al-Andalus, en M. Marín et al. (eds.), Estudios Onomástico-biografícos de al-Andalus, vol. XI, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 2000, págs. 126, 127 y 649.

María Luisa Ávila Navarro

MUJERES EN AL-ÁNDALUS


MUJERES EN AL-ANDALUS

ANTONIA GSOUSA

Si alguna vez existió una civilización cuyo esplendor proporcionó reflejo al resto del mundo conocido, fue sin duda Al-Andalus. Transmisora de conocimientos y de técnicas que permitieron un auge cultural entre los siglos VIII-XV, aunque como es lógico en este periodo de tiempo existieron altibajos dependiendo de los avatares políticos. Lo cierto es que su legado aún permanece. Sus conocimientos en arquitectura, filosofía, literatura, o avances técnicos y científicos, permitieron mejorar la vida de las personas: sistema de regadíos, o fabricación de papel y seda. Aportaron además, variedades vegetales y frutas que por entonces se desconocían.
Sorprende que a pesar de los ocho siglos de estancia en nuestro país, no exista la suficiente documentación que por la magnitud de sus fronteras y su índice demográfico, tan poco común para la época, debía generar dicha administración.
Afortunadamente quedaron obras de poesía, literatura, medicina o astronomía… Autores como Averroes, Maimónides Ibn-Zaydum, Wallada bint al-Mustakfi, Muhya bint al-Qurtubiyya o Hafsa bint al-Havy ar-Rakuniyya. Seguro que a todo nos son más familiares los primeros nombres, pero las mujeres en Al-Andalus tenían opción a la educación y a desarrollar su cultura. Eran ellas las que enseñaban a los hijos y para eso debían estar preparadas. Por supuesto, la posibilidad de estudiar no era igual para la clase alta que para el pueblo llano. Así como también hay que tener en cuenta que se trata de una sociedad patriarcal, donde en muchos aspectos prevalecen las opiniones y actuaciones masculinas. Aclarado este aspecto, nos remontamos a hace tan solo cinco siglos, cuando parte de Andalucía aún no pertenecía a la Corona de Castilla. Por entonces y posteriormente bastantes décadas después, la cultura musulmana impregnaba nuestras costumbres, y aunque no existe acuerdo sobre si la convivencia fue buena, lo cierto es que los matrimonios mixtos proliferaban incluso entre las elites políticas. Conocidos mandatarios tenían un gran porcentaje de sangre cristiana como Hixam II, el último omeya.
Se consiguió un modelo de sociedad donde permanecían los derechos de igualdad de oportunidades para las mujeres, y se conoce por fuentes documentales que practicaban la medicina, la caligrafía, la jurisprudencia, cocina, canto o poesía.
La razón de esta diferencia con respecto a la edad media castellana y europea es que cuando apareció el islam no se modificó la estructura social, así la mujer andalusí no estaba bajo los preceptos del islam, como las del resto del mundo islámico, en resumen, “los conquistadores se hispanizan más que los nativos se arabizaron”. Por otro lado, nada tenían que ver, en cuanto a su concepto sobre la mujer, los musulmanes españoles con respecto a los orientales.
Las mujeres en Al-andalus ejercieron oficios y funciones públicas como dirigentes religiosas, ejerciendo justicia o siendo portavoces de la comunidad. Son citadas por autores como Ib-Jaldúm que destaca a una jurisconsulta, mujer del cadí de Loja que poseía un gran conocimiento del derecho malikí. A ella acudían estudiosos para aprender y su marido como juez, nunca prestaba una resolución sin consultar con ella.
Otras autoras en sus estudios, destacan el poder que ejercían las mujeres que vivían en palacio. Su participación en estos asuntos estaba limitada, pero hay claros ejemplos de esta influencia en los asuntos oficiales. La más conocida es la madre del último rey de Granada Boabdil. Se llamaba Aïsha bin Muhammad ibn al-Ahmar y era una mujer poderosa por su lugar en el palacio y por sus propiedades.
Otros casos resultan de las mujeres que formaban parte del Harim. Además de ser bellas se debía tener cultura y conocimientos de diversas artes, cuando no, inteligencia. No es de extrañar ciertas influencias en los gobernantes e incluso en asuntos de Estado y que conocieran todo cuanto ocupaba al califato.
En Religión la mujer participa en los estudios religiosos. La lectura del Corán es obligatoria por tanto debían saber leer. Del mismo modo comienzan a ejercer de copistas del Corán y otras obras. Para esto es imprescindible tener una caligrafía bella y perfecta. Así, un gran número de mujeres lo convirtieron en un oficio.
El velo islámico era obligatorio en las mujeres andalusíes, igual que para las orientales, pero ésta ley era mucho más permisiva en al-Andalus que en Oriente.
En el campo de la enseñanza destacan muchas mujeres en los campos de la ciencia, la poesía o la literatura. Para poder practicar la docencia, era necesario recibir una enseñanza superior en un periodo determinado de tiempo. Algunas de ellas, cuando recibían el certificado pasaban a enseñar a los niños de las clases socialmente altas, y recibían el nombre de adiba.
Las escritoras, llamadas katibat, debían tener educación y conocimientos caligráficos para copiar ejemplares del Corán e incluso se les encargaba escribir cartas. Se conoce a Lubna, que era la escritora del califa Al-Hakam escribió desde cartas y comunicados hasta libros. Existen fuentes que nos llevan a conocer los nombres de varias poetisas.
Decía Al-Maqqari: “la superioridad literaria en Al-Andalus es como el instinto y la poseen hasta las mujeres y los niños”.
La poesía conservada demuestra la libertad que tenía la mujer andalusí, algunas de estas autoras consideradas libertinas fueron: Wallada bint al-Mustakfi, Muhya bint al-Qurtubiyya y Hafsa bint al-Havy ar-Rakuniyya. Como ejemplo citaré a la primera:
Wallada es una de las más originales de la Córdoba Omeya, con un gran nivel literario reunió en su alrededor a los escritores más importantes de la época. Usa la literatura para expresar sus deseos y muestra indiferencia ante las críticas. De hecho, en la manga derecha de su vestido llevaba bordado: “Estoy hecha, por Dios, para la gloria, y camino orgullosa, por mi propio camino”. En la izquierda: “Doy poder a mi amante sobre mi mejilla y mis besos ofrezco a quien los desee”. Su pertenencia a la clase alta le proporcionaba independencia y privilegios. Mantuvo una relación con trágico final con el poeta Ibn Zaydum. En Córdoba existe un monumento conocido como el de los Enamorados y que recuerda su amor. Esta historia ha llegado hasta nosotros contada por ambos autores.
Podemos citar nombres de médicas, comadronas, hilanderas, nodriza, educadoras, cocineras…trabajos ejercidos por mujeres que fueron poetisas, lexicógrafas, gramáticas, juristas, matemáticas, astrónomas. En realidad no están todas las que son, la destrucción documental y la selección de fuentes informativas condiciona el trabajo de investigación y solo se puede acudir “a lo que hay”.
Finalmente comentaré que para poder elaborar este escrito, he contado con un trabajo de investigación de mi amiga Maribel Cabanillas. Su estudio es mucho más extenso que el mostrado en esta entrada y está basado en una amplia bibliografía. Muestro algunos de los libros que me parecen más representativos para ampliar la parte presentada, así como dos direcciones de internet que me parecen interesantes, ya que constituyen opiniones diferentes.

Hay que tener en cuenta que en este tema no se llega a un acuerdo común y cada cual tendrá que sacar sus propias conclusiones.

FUENTES M.J. Velos y desvelos. Cristianas, musulmanas y judías en la España Medieval, La esfera de los libros, Madrid, 2006.
CRUZ HERNÁNDEZ N. El Islam de al-Andalus: historia y estructura de su realidad social, Instituto de Cooperación con el Mundo Árabe, Madrid, 1996,
CASTILLA BRAZALES J. Érase una vez al-Andalus, Fundación el Legado Andalusí, Granada,
Revista electrónica: 
http://www.islamyal-andalus.org/
Revista electrónica: 
http://www.an-nisa.es/
Mujeres sabias en Al-andalus Mª Luisa Ávila.
http://digital.csic.es/bitstream/10261/14481/1/Avila_Las%20mujeres.pdf
Mujeres en Al-ándalus. Mª Jesús Nadales Álvarez
http://dialnet.unirioja.es/servlet/oaiart?codigo=2543118