domingo, 22 de abril de 2012

Historia de los musulmanes en al-Ándalus. La industria en Al-Ändalus



LA INDUSTRIA EN AL-ANDALUS


I. Explotaciones mineras. La metalurgia.


La tradición minera de la época romana se perpetúa y perfecciona en la época musulmana con la explotación de nuevos yacimientos y el descubrimiento de nuevas técnicas y tratamientos en el campo de la metalurgia.


El oro ( dahab o tibr) se encontraba principalmente en los ríos Segre, Tajo y Darro, afluente del Genil. Las aguas de estos ríos arrastraban arenas auríferas y el oro aparecíيa en forma de pepitas o incluso de hojas. Según los autores andalusíes el río Segre proporcionaba oro en abundancia ya la desembocadura del Tajo acudían los buscadores de este precioso metal durante la estación de lluvias para recoger pepitas en la playa de Almada (al-mal'din, 'la mina'). El oro rojizo del Darro era escaso, aunque de muy buena calidad y algún autor lo calificaba como el mejor oro del mundo. La mayor parte de la producción, en forma de hojas, se obtenía entre el Puente de los Pescadores y el Puente del Cadí, debajo de la Alhambra, en pleno centro de la ciudad de Granada.


También las fuentes andalusíes citan minas de oro en Hornachuelos de Córdoba y en otros puntos imprecisos de la provincia de Ilbira o Granada.


Para la obtención del oro puro se metían en un crisol refractario, fabricado con yeso y huesos, las arenas y cuarzos auríferos. Se ponía el crisol sobre un horno alimentado con carbón de leña y se utilizaba un soplete para elevar la temperatura. Cuando llegaba el momento de la fundición se añadía bórax vidriado, plomo y jabón. Del mineral que contenía oro se introducían en el crisol diez partes y del bórax, plomo y jabón una o poco mلs. La operación duraba medio día con el fin de que el bórax fundido disolviera los óxidos metálicos de la escoria formando boratos neutros.


También se obtenía el oro puro mediante sucesivos lavados de los cuarzos auríferos en agua hirviendo o con ácidos y sales para conseguir precipitados. Después de varias condensaciones y nuevos lavados se conseguía el oro limpio de impurezas.


El oro se empleaba principalmente en la acuñación de dinares y en joyería. Los tratadistas musulmanes de la Edad Media describen minuciosamente los procedimientos y operaciones llevadas a cabo en la Casa de la Moneda o Ceca para la acuñación de dinares por medio de sucesivos lavados o copelaciones para obtener el oro puro. Esta moneda servía a su vez para comprar más oro, fuera en lingote, polvo o amonedado o para adquirir joyas. Con ello se seguía el ritmo de producción marcado por el Jefe de la Ceca y se lanzaba al mercado la moneda suficiente para las transacciones comerciales y el cambio.


Cualquier particular podía acudir a la Ceca para acuñar dinares. Se sabe que el derecho de acuñación se elevaba a 1,75 por 100 y que según Ibn Hawqal, el califa 'Abd ar-Rahmán III ingresaba anualmente en el Tesoro Real 200.000 dinares. De ser exacta esta noticia se puede estimar la emisión de dinares califales en más de once millones.


El oro batido se usó profusamente en Madinat az-Zahra para dorar muebles y puertas. También era muy elevada la producción de hilo de oro para los talleres de bordados. Como era insuficiente la producción nacional se importaba oro del África Negra (Gana). Controlar el mercado internacional del oro fue una de las causas determinantes de la intervención omeya en el Norte de África.


El famoso ‘Umar ibn Hafsûn condecoraba a sus héroes con brazaletes o collares de oro.


La plata (fidda) se podía obtener en los yacimientos en explotación de Hornachuelos de Córdoba y en otros de las provincias de Sevilla, Almería, Murcia y Granada.


Daysam ibn Ishaq, señor de Murcia, durante el reinado del emir 'Abd Allah (888-912), explotaba unas minas de plata descubiertas en las costas de Tudmir y llegó a acuñar dirhemes con su propio nombre. Según parece, estas minas producían diariamente treinta libras de plata nativa.


La mayoría de estos yacimientos eran de plomo argentífero y la plata se obtenía por deplatación de estos plomos o por copelación. Se ponía el plomo argentífero en un crisol refractario de un tercio de huesos calcinados y dos tercios de yeso. Se encendía un fuego fuerte hasta conseguir la fusión y evaporación del plomo quedando en el fondo del crisol o copela la plata.


Otro procedimiento consistía en introducir en el crisol la mena argentífera con un cuarto de bórax vidriado y plomo. Con ayuda del horno de carbón y los sopletes se obtenía la plata al cabo de dos o tres horas de funcionamiento de los hornos.


La plata obtenida se aplicaba a la acuñación de dirhemes y en joyería. La Mezquita de Córdoba tenía en la época de Almanzor cuatro grandes lámparas de plata, cada una de las cuales consumía cada noche 18 arrobas de aceite. Los clavos que fueron utilizados en el famoso púlpito o almimbar eran de oro y plata.


Poco antes de la llegada de los almorávides, el rey Tamim de Málaga mandó hacer una gran lámpara (zurayya) de plata para la Mezquita Mayor. Todavía se conservaba 300 años más tarde según certifica Ibn al-Jatib. Pocos años más tarde, hacia el 1102, el emir almorávide recibe en Córdoba al príncipe 'Imad al-Dawla, hijo del rey al-Musta'in de Zaragoza. Trae como regalos 14 arrobas en preciosos vasos y copones que llevaban labrado el nombre de su abuelo al-Muqtadir. El sultán almorávide, Yüsuf ibn Tashufin mandó acuñar con esa plata maravedíes que distribuyó entre las tropas almorávides el día de los sacrificios de aquel mismo año 1118.


Las principales minas de plomo ( rasas) se encontraban en las coras o provincias de Ilbira y Tudmir. El citado reyezuelo de Murcia, Daysam ibn Ishaq, sacaba a finales del siglo IX mil cargas de caballería. Posiblemente esta mina era de plomo argentífero y se explotaba también para beneficiar la plata.


El plomo se utilizaba esencialmente en las conducciones de agua y en las junturas de las techumbres de los grandes edificios públicos.


Importantes eran las minas de alcohol ( kuhul ) o galena en el «monte del alcohol» o Jabalcol (Yabal al-Kuhul), cerca de Baza, y en la región de Tortosa (Bellmunt de Ciurana). Los autores andalusíes cuentan que del Jabalcol salía a primeros de mes una galena negra e iba aumentando la producción hasta mediados de mes. A partir de entonces decrecía paulatinamente hasta finales de mes. Su abundante producción servía no sóَlo para abastecer el consumo nacional sino que se llegaba a exportar al Norte de África.


Más importante era el yacimiento de Bellmunt de Ciurana, pues daba una excelente galena que se exportaba hasta los países de Oriente.


Uno y otro eran intensamente explotados para la obtención de plomo y azufre. Todavía se explota con buenos rendimientos la mina de Bellmunt de Ciurana y la toponimia de Baza recuerda estas explotaciones de la época andalusí en los Baños de Alcribite y en el mencionado monte de Jabalcol.


En al-Andalus se explotaron muchas minas de hierro (Hadid}. Las más importantes estaban situadas en Constantina del Hierro, en la provincia de Sevilla y en otros lugares de la misma, en Guadix (Alquife), Onda (Castellón), Almería, Montes de Toledo y Saltes. Tal vez los yacimientos de Bielsa, Gistain y Ainsa, en la provincia de Huesca, eran explotados por los andalusíes porque una importante farga o dar as-sinâ'a existía en la ciudad de Huesca donde se fabricaban corazas, yelmos preciosos y otros instrumentos de hierro y cobre.


En al-Andalus se fabricaba también el acero indio o alfinde ( al-hindi}. El método indio consistía en recocer el hierro y enfriarlo varias veces hasta adquirir la dureza y temple del acero. En la campaña dirigida por Almanzor contra Barcelona en el 985, sus soldados llevaban armaduras de alfinde ( qarâmid al-Hind} para proteger sus brazos y parar el golpe de las espadas de los francos.


También en Sevilla existía una importante fábrica de alfinde, cuyos productos se exportaban a todos los países del mundo. El hierro procedía de una mina situada a tres millas de la capital.


En el siglo x, dos fábricas de armas situadas en Córdoba y Madinat az-Zahra tenían que entregar cada año y por partes iguales 13.000 escudos y 12.000 arcos árabes y turcos. El abastecimiento mensual de flechas se elevaba a 20.000. El taller de Córdoba estaba dirigido por Abu-l-'Abbas al-Bagdadi y el de Madinat az-Zahra por el eslavo Talha. En al-Madina az-Zahira había un importante depósito de armamento que se distribuía en los momentos apropiados. Todos estos datos se sitúan cronológicamente en el mandato de Almanzor.


Bakr ibn Yahya ibn Bakr, rebelde en Santamaría de Algarve contra el emir 'Abd Allah había reforzado las puertas de su alcazaba con planchas de hierro.


Igualmente se elaboraba la hojalata ( al-hadid al-muhayyad bi-l-qasdir) estañando planchas de hierro. Algunas puertas de Madinat az-Zahra eran de hierro estañado.


Durante siglos el mercurio ( zi'baq ) ibérico ha abastecido la industria mundial. Los musulmanes andalusíes, como antes los romanos, explotaron intensamente los célebres yacimientos de Chillón en Almadén ( «la mina» ), además de los de Paterna, a seis millas de Castell de Ferro y a doce de Salobreña, en la provincia de Granada, y los de Ovejo, a una jornada de Córdoba.


Segْn al-Idrisi, en el siglo XII, las minas de Ovejo empleaban más de mil mineros entre picadores, leñadores que se encargaban de la combustión del mineral, los que hacían los crisoles o recipientes para fundir el mercurio, y los horneros. Los pozos estaban a más de 250 brazas de profundidad. El mercurio de Almadén y Ovejo se exportaba a todo el mundo, pero estas minas eran también beneficiadas para obtener el cinabrio o bermellón (zunyufür, zinyafr), utilizado como colorante rojo en la industria de las pinturas.


Según Ibn Hayyan, el califa 'Abd al-Rahman III mandó instalar en el salón principal de Madinat az-Zahra un estanque lleno de mercurio. Este salón tenía ocho puertas bajo otros tantos arcos de marfil y ébano incrustados en oro y aljófares. Sobre las columnas se colocaron piezas de mármol jaspeado y vidrieras de berilo. Cuando los rayos del sol entraban por las puertas producían maravillosos reflejos en el techo y paredes del salón. Siempre que el califa recibía una visita ilustre, sobre todo un rey o embajador de los reinos cristianos del norte o un príncipe norteafricano, ordenaba a un esclavo agitar el mercurio del estanque para que los juegos de luces como si fueran relámpagos dejaran estupefactos y hasta atemorizados a los ilustres visitantes.


El cobre ( nuhâs ) se beneficiaba en minas de Granada, Almería y Montes de Toledo. Tal vez se explotaban los grandes criaderos de cobre situados en la provincia de Huelva, aunque las fuentes andalusíes citan los famosos yacimientos de Riotinto como principales productores de aceche o caparrosa y alumbre común o jeve.


En la mina o Almadén, donde nace el Mesones, muy cerca de Riopar (Albacete), se obtenía el azófar (sufr) o cobre amarillo. El llamado cobre amarillo corresponde también al latón, aleación de cobre y cinc, y al bronce. Curiosamente el léxico árabe carece de un término preciso para denominar el bronce. Tal vez estas minas de Mesones correspondan a las actuales minas y fábricas de latón y cinc de Riopar. Otro yacimiento del mismo mineral de azófar se encontraba en la provincia de Ilbira.


Cuando en las fuentes musulmanas andalusíes encontramos noticias sobre candelabros, candiles, aguamaniles y estatuas o figuras de «cobre amarillo» ( al-nuhas al-asfar) o «cobre aguado ( al-nuhas al-mumawwah), en realidad se trata de objetos de bronce.


Según los autores andalusíes que describen la mezquita de Córdoba en la época de Almanzor, ésta tenía 280 lámparas, de las que tres eran de plata y las restantes de bronce, sin contar las que iluminaban las puertas exteriores. Cuatro de ellas estaban en la nave central y la mayor estaba colgada en la gran cúpula para iluminar los nobles coranes, frente a la maqsûra. El número total de luces de todas las lámparas era de 7.425 y la mayor tenía 1.020. Se encendían estas grandes lámparas en los diez últimos días del mes de ramadán y consumían todas, grandes y pequeñas, ciento veinticinco quintales de aceite de los de a 10 arrobas en todo el año, de ellos 75 en el mes de ramadán y 35 en la noche 27 del mismo mes por celebrarse la última revelación del Corán y ser la noche del Destino. Se quemaba también esa noche tres quintales de cera además de cierta cantidad de ámbar y otros perfumes. La lámpara mayor tenía una circunferencia de cincuenta palmos y sus lamparillas estaban revestidas de oro.


También muchas puertas de Madinat az-Zahra eran de bronce.


Ibn ‘Abdûn de Sevilla recomienda que los cacharros y calderos de cocina se fabriquen de bronce o cobre estañado para evitar el cardenillo.


Una de las fuentes o manantiales del Riotinto recibía el nombre de Fuente del Aceche porque de ella salía el aceche (zaÿ), sulfato de cobre o caparrosa. Este mineral se empleaba abundantemente en la medicina y en la tintorería como colorante. Estos yacimientos eran los mejores del mundo y su producción era muy elevada.


Otra fuente del Riotinto se llamaba Fuente del leve, porque allí abundaba el jeve ( shabb, shabûb) o alumbre común. Se utilizaba preferentemente para fijar los colores de los tejidos o como mordiente. También tenía aplicaciones medicinales como astringente.


Yacimientos de fama mundial eran los de alumbre y almagre de Mazarrón de Lorca, productos básicos para la fabricación del ocre rojo o almazarrón como mordiente y colorante. Se citan también yacimientos en los Montes de Córdoba.


Según el Calendario de Córdoba, en octubre se fabricaba el azarcón (zarqûn), tierra roja o minio, de color anaranjado muy encendido y que también se utilizaba mucho en pintura.


Las minas de azufre se podían localizar en Sierra Morena, Benamaurel de Baza y sobre todo en Hellín (Albacete). Recibía también el nombre de alcrebite rojo y amarillo ( al-kibrit al- ahmar y al-asfar ). Los veneros de Hellín, situados en la confluencia de los ríos Mundo y Segura, sin igual en el mundo, beneficiaban una elevada producción que se exportaba al Iraq, Yemen, Siria y otros países.


Las fuentes musulmanas citan minas de atutía ( tütiya) u óxido de cinc en Salobreña y en los Montes de Córdoba; de zafre ( safr ) u óxido de cobalto en la provincia de Granada y empleado principalmente para dar color azul a la loza y al vidrio; de cristal de roca o esmaltina (billawr, zuÿaÿ) en la región de Tortosa para barnizar la loza y para vidriados.


En octubre se preparaban el cardenillo o verdagay ( zinÿar ) , carbonato de cobre, utilizado en pintura como colorante, y el albayalde (bayad), base de todas las pinturas.


Según al-'Udri (siglo XI} se extraía de las pizarras bituminosas de un monte que dominaba Sigüenza (Guadalajara) un asfalto como una pez negra (zaft aswad) o nafta parecida al betún (qar). Ya a principios del siglo X la flota de Abd al-Rahmán III llevaba bolas o bombas de nafta (naft) para incendiar los barcos enemigos. En realidad equivalía al llamado fuego griego. Esta interesante noticia destruye la tradiciَó que mantiene que los bizantinos conservaron el secreto de su fabricación hasta la caída de Constantinopla en 1453. Otros autores sostienen que los musulmanes ya utilizaron la nafta o fuego griego en el sitio de Damieta por San Luis de Francia en 1248-1249.


Entre las canteras de mármol (rujâm), los geógrafos andalusíes citan las de mármol blanco, duro y jaspeado, llamado firrishi, al norte de Constantina de Sevilla; las de mármol jaspeado de Montemayor de Málaga, y los excelentes mármoles blancos de Macael en Almería, sin olvidar los mármoles rojos de los Almadenes de Murcia.


De un mármol blanco y alabastrino ( kaddan, basra) , blando y poroso se fabricaban en Granada vasos, platos, copas, bandejas y toda clase de recipientes que se hacían en otra parte de madera.


En las obras de Madinat az-Zahra se tallaban y pulían cada día, según Maslama ibn 'Abd Allah, arquitecto y supervisor de la construcción de la famosa ciudad califal, seis mil sillares sin contar las piedras no talladas para el pavimento.


El mármol se traía de las canteras de Tarragona y Málaga. Capiteles y columnas se importaban de Cartago y Túnez a razón de 3 a 8 dinares la pieza, o según otros autores a una media de 10 dinares.


Las canteras de cal ( ÿîr ) y yeso ( ÿibs ) eran muy abundantes, pero las fuentes andalusíes no las registran por su uso puramente local. A las citadas obras de Madinat az-Zahra llegaban cada tres días 500 cargas de cal y otras tantas de yeso.


Entre los yacimientos de piedras preciosas y otros minerales se pueden citar las canteras de jacinto ( yâqût ) en Málaga; de lapislázuli (lazaward) de Lorca; de marcasita (marqasita) de Barcelona y Ubeda; de piedra judaica ( al-hayar al-yahüdi) de Alpuente; de piedra sanguínea o hematites ( al-hayar al-ladi yaqta ad-dam) en la Sierra de Córdoba; de piedra imán ( al-magnatis al-shadanÿ) en Cehegín de Murcia; de rubíes ( yaqüt ahmar) de Almería y talco (talq).


En Magán (Toledo) se encontraban los famosos yacimientos de polvo comestible (tafl). Se mezclaba con la harina y fermentaba como fermenta la levadura. Se comía después y se comía a gusto. También se utilizaba como detergente para limpiar la cabeza. Se exportaba a Egipto, Siria, Iraq y pueblos turcos, así como a los países norteafricanos.


También cerca de Talavera se explotaba el polvo oftálmico que curaba las legañas y otras afecciones oculares.


El ámbar (‘anbar), de excelente calidad, se encontraba en las playas del Océano Atlántico. El de Lisboa se exportaba a todo el mundo y se comparaba al mejor ámbar de la India. Se empleaba fundamentalmente en perfumería y en la fabricación de objetos de adorno. Tal vez se refiera a esta misma resina fósil, que según la tradición se producía en los intestinos de los cachalotes, la noticia que trata de un monte próximo a Lisboa y que se iluminaba de noche como una antorcha por tener el ámbar o electro (hayar al-bazadi o ÿaz').


La sal común ( milh) se obtenía, lo mismo que hoy, de dos maneras distintas: del mar (sal marina) y de las minas (sal gema). Eran muy explotadas las salinas de la costa de Cádiz, Almería, Alicante e Ibiza. Entre los yacimientos de sal gema se citan los de Zaragoza (tal vez los famosos de Remolinos) y los de la Malá ( al-Mallaha, «la salina», en la provincia de Granada). Las salinas se arrendaban y en los contratos se preveía incluso la reducción o exención de pago en caso de rendimiento inferior al concertado.


Las aguas termales fueron explotadas extraordinariamente por los musulmanes andalusíes que apreciaron sus especiales cualidades para el tratamiento de toda clase de dolencias, especialmente las reumáticas. A esta causa se debe el hecho de que muchas ciudades y pueblos conserven el nombre de Alhama (baños de aguas termales) como Alhama de Aragón, Alhama de Murcia, Alhama de Granada, Alhama de Almería, etc.


Según al-Idrisi, las aguas de Alhama de Almería eran de elevada temperatura y de todas partes venían enfermos. Los almerienses con sus mujeres y niños pasaban la primavera en Alhama y gastaban allí mucho dinero. A veces alcanzaba el alquiler de una vivienda los tres dinares mensuales. Según otro autor , tenía muchas fondas o alhóndigas y a veces no se encontraba ninguna clase de alojamiento porque eran muchos los que iban a curar sus males crónicos. Los Baños tenían dos edificios, uno para hombres y otro para mujeres. En un tercer edificio se mezclaba el agua de las termas con el agua fría que se traía a través de un canal, para los que no podían usar las caldas.


También Alhama de Murcia tenía dos edificios abovedados, uno para cada sexo. El agua salía del edificio reservado a los hombres. Igualmente eran muy frecuentadas las fuentes termales de Artana (Castellón) y Sacedón.


2. Industrias derivadas de la madera.


Las extensas zonas forestales de las Serranías de Cuenca, de la Sierra de Cazorla y de los Montes de Tortosa proporcionaban en primer lugar buena madera de pino para la construcción de barcos y para la construcción de casas además de una buena cantidad de brea y alquitrán. La madera de la Serranía de Cuenca era transportada en almadías por el Cabriel y el Júcar hasta Alcira y Cullera. La destinada para la construcción de navíos era embarcada para Denia y la destinada para la construcción de viviendas era enviada a Valencia. También llegaba madera de los montes de Teruel a Valencia a través del río Guadalaviar.


De los montes de Tortosa y de las zonas prepirenaicas dominadas por los musulmanes, se obtenía una gran producción de madera de pino, tejo y boj. Por su excelente calidad, su adecuado grosor y longitud la madera de pino era preferida para la construcción de barcos, especialmente para mástiles y vergas y para las vigas de los grandes artesonados. Todavía en nuestros días, reciben en Túnez y otros puntos del Norte de África el nombre de tortosinos (turtûshî) los troncos de pino de 45 a 70 cm. de diámetro y de 18 a 25 metros de longitud. También era muy aprovechada la madera resinosa de los pinos de Tortosa para la fabricación de teas o antorchas. Igualmente estaba muy desarrollada la industria local de cucharas, tenedores, platos y otros recipientes de madera de tejo y boj. La gran producción maderera de Tortosa permitía su exportación no sَlo a todas las provincias del reino sino también al Norte de África, siempre tan escasa de esta materia prima. Gran parte de la producción local era destinada a los astilleros de Tortosa, uno de los más importantes de todo al-Andalus.


De la Sierra de Segura y Cazorla se extraía también mucha madera de pino que asimismo se transportaba por el río Guadalquivir y sus afluentes como el Guadalimar. De los Montes de la Sierra de Alcaraz (Albacete) iba la madera a Murcia por el río Segura, atravesando el famoso desfiladero de los Almadenes. En Quesada de Jaén se fabricaban cubos (al-qisa'), jarras ( al-majâbi' ) y platos ( al-atbaq ) de madera que se exportaban a toda la península ibérica y el Magreb. Seguramente los pinares de Sierra Nevada abastecían de madera el famoso astillero de Almería así como los bosques del Algarve proporcionaban la madera de pino que necesitaba el astillero de Alcacer do Sal.


Según Ibn al-Jatib, la flota de Almería contaba en tiempos de AI-Hakam II con trescientos barcos de guerra. Ibn Jaldûn, en cambio, limita toda la flota de guerra de 'Abd al Rahman III a las doscientas unidades. Hay que tener en cuenta que durante los siglos X y XI los astilleros o atarazanas ( dar as-sinâ'a) de Alcacer do Sal, Silves, Sevilla, Algeciras, Málaga y Alicante, además de los citados de Almería, Denia y Tortosa, trabajaron a pleno rendimiento en la construcción de barcos de guerra y de comercio. En esta época se construyeron barcos de gran tonelaje «como no se habían visto hasta entonces», como aquél que capturó un navío fatimí entre Sicilia y Túnez y provocó la guerra entre 'Abd al-Rahman III y el califa fitimí al-Mu'izz o aquél otro que envió el rey de Sevilla, al-Mu'tamid, para sitiar por mar con otros barcos menores la ciudad de Ceuta, cercada por tierra por los almorávides en 1083.


Ya en el año 931 'Abd al-Rahman III envió la flota a la costa africana. Según el cronista estaba compuesta de ciento veinte unidades con barcos de transporte (hammala); exploradores (fattasha) y cárabos de servicio. Llevaba siete mil hombres, cinco mil de los cuales eran marinos y mil eran soldados mercenarios.


Para las construcciones reales se necesitaba igualmente mucha madera. Un arquitecto de 'Abd al-Rabman III calculó que necesitaba 300.000 troncos para construir una almunia real, pero se quedó corto y entonces el ministro Ibn Shuhayd, entre otros muchos y valiosísimos regalos, envió al califa en el año 939 veinte mil troncos de la mejor calidad, valorados en cincuenta mil dinares. Posiblemente procedían de los pinares de Cazorla y Segura donde Ibn Shuhayd tenía extensas propiedades. Tal vez esta almunia real corresponda a Madinat az-Zahra.


Por sus abundantes bosques la industria de brea y alquitrán estuvo muy desarrollada en la provincia de Jaén. Para su preparación se destinaba la leña seca de los pinos de Cazorla y por un proceso de destilación seca de la madera resinosa se obtenía la brea y el alquitrán. Esta industria era esencial para el calafateado de los barcos.


En el año 973, el califa al-Hakam exonera a la cora de Jaén del suministro gratuito y obligado de madera, pez y alquitrán para los barcos en construcción y que habitualmente se transportaban a Sevilla y Algeciras. El Califa decide incluir este suministro en los gastos de la Corona y ordena al gobernador de la provincia que pague a los proveedores el importe de lo ya suministrado. También la estopa de lino o cáñamo alquitranada era un producto básico en el calafateado de los barcos. Según as-Saqati, la construcción de una galera necesitaba 40 arrobas de clavos de distintas clases, 30 arrobas de pez y 9 arrobas de lino.


El carbón de leña se obtenía fundamentalmente de la encina. En la época de Almanzor entraban diariamente en Córdoba 6.600 cargas de carbón vegetal o leña. Se traía de la Sierra de Córdoba, de los bosques de Oreto, Priego y otros lugares.


Muy importante era la industria del lujo. Los autores musulmanes ponderan el famoso almímbar o púlpito de la mezquita de Córdoba, mandado hacer por al-Hakam II en el año 976. Trabajaron en él ocho artesanos que recibían diariamente medio dinar cada uno y tardaron en labrarlo cinco años, según unos autores, o siete, según otros. Costó toda la obra 37.705 dinares y se emplearon maderas olorosas, sándalo rojo y amarillo, ébano e incrustaciones de marfil. Este púlpito tenía siete gradas y se parecía extraordinariamente, según Ibn Marzûq, al almímbar de la mezquita Kutubiyya de Marrakûsh, obra también ,de artesanos cordobeses y que afortunadamente todavía se conserva. Este último fue labrado entre 1139 y 1142, en época almorávide. Como dice Torres Balbás, «es una obra espléndida, producto de una técnica lujosa, ornamentada con finas y variadas tallas en madera y labores de taracea de placas de marfil y diminutas piezas de maderas ricas, pegadas a las tablas del fondo y rebordeadas por delgadas laminillas de marfil».


Del mobiliario civil poco se sabe. Cuando Ordoño IV fue recibido por al-Hakam II en Madinat az-Zahra se sentó en un sitial o trono de madera revestida de plata. AI-Zuhrí cita la fabricación de muebles en Almería.


En relación con esta industria del mueble de lujo está la fabricación de botes y arquetas de marfil. Se conservan veintidós y algunas están fechadas. Entre los presentes enviados a Hisham II por un príncipe africano figuraba un lote de purísimo marfil de 8.000 libras de peso. Casi todos los objetos de marfil conservados son botes cilíndricos y arquetas y se utilizaban principalmente para guardar joyas y perfumes.


3. La industria textil.


Fue el emir 'Abd al-Rahman II (822-852) el que renovó y desarrolló las manufacturas reales de tejidos de seda, lana y lino. Fue su primer director Hariz ibn Bazi y a partir de entonces los talleres de Córdoba intensificaron su producción de terciopelos, rasos, sargas, tafetanes y otras telas de seda brochada para la familia real y los grandes dignatarios de la Corte así como para los príncipes extranjeros que las recibían como regalos. Estas telas preciosas tenían el marchamo (marsham) real, es decir, tenían bordado el nombre del emir reinante.


Muy pronto la calidad y la producción intensiva de los talleres reales facilitó la exportación de sus productos a todo el mundo islámico y a los reinos cristianos. Los autores musulmanes de la Edad Media ponderan los tejidos cordobeses y de otras ciudades del reino y comparan sus telas con las mejores y más famosas de Oriente. Son significativas las palabras de Ibn Hawqal, el famoso viajero oriental que visitó al-Andalus en el año 948:


«Existe en al-Andalis más de una manufactura textil o Ziraz, cuyos productos se exportan a Egipto ya veces hasta los confines del Jurasán y otras partes...


Córdoba es una ciudad grande, extensa, floreciente y rica. Su elevado bienestar se manifiesta en sus mantos ( ziyab ) y túnicas (kisa' ) preciosas de lino fino y de seda hilada y tejida, en sus ágiles monturas y en sus variados comestibles y bebidas.


En al-Andalus se fabrican telas de lana tan excelentes como los mejores tejidos aterciopelados de armiño y son de elevado precio. Igualmente son preciosos sus paños o tapices (anmat). De lana y otras fibras que se tiñen, se hacen telas de calidad extraordinaria, gracias al tinte obtenido de las hierbas tintóreas que hay allí. Los paños de fieltro (lubûd) occidentales y teñidos con esas hierbas son muy caros, lo mismo que las telas de seda hilada y tejida que se tiñen de diversos colores. También se exportan brocados de grana o púrpura (dibaÿ).


Nadie, en cualquier parte del mundo, puede igualar a los artesanos de al-Andalus en la confección de fieltros (lubûd) que a veces se fabrican exclusivamente para el Sultán. Los fieltros o paños de treinta (codos) alcanzan el precio de cincuenta a sesenta dinares cada uno. Tienen cinco o seis palmos de ancho y son las telas más hermosas para tapices o cobertores.


También fabrican los andalusíes telas de seda cruda, fina y tupida para el Sultán y su calidad sobrepasa a las sedas del Iraq. Se confecciona igualmente una tela encerada que la hace impermeable a la lluvia.


En cuanto a los precios se puede decir que son parecidos a los de las regiones más reputadas por su baratura, abundancia de recursos y bienestar. Sus frutos de buena calidad son de precio módico y accesibles a todo el mundo.


En otras zonas del país se fabrican telas para vestir de lino basto y se exportan a diferentes lugares e incluso se envían grandes cantidades a Egipto.


Los mantos o capas ( ardiya) fabricados en Pechina (Almería) son exportados a Egipto, Meca, el Yemen y otros países. Se confeccionan para el pueblo y para el Sultán vestidos de lino que se pueden comparar a los mejores tejidos de Dabiq [población de Egipto famosa por sus telas]. El tejido, tupido, pero muy ligero, es muy apreciado por los que utilizan la tela llamada sharb [tela o viso de lino, muy fino y precioso. Tal vez se derive de esta palabra el echarpe, considerada como galicismo]. Su calidad se aproxima al mejor y más fino tejido de Shata [ciudad egipcia, cerca de Damieta, donde se fabricaban tejidos de insuperable calidad y el ziraz o brocado del templo de la Ka'ba de Meca. Según Yaqût, estos tejidos llegaban a costar mil dirham aunque no tenían bordados en oro. Y añade que en Damieta se confeccionaban las telas excelentes de sharb].


Durante el emirato del emir 'Abd Allah (888-912) cundió la anarquía y el separatismo por doquier. Algunos rebeldes como Ibn Haÿÿaÿ, señor de Sevilla, crearon sus manufacturas reales con el marchamo o registro de su propio nombre en las telas fabricadas.


Pero fue durante el reinado de 'Abd al-Rahman III cuando los productos de las reales fábricas de telas preciosas y tapices compitieron con los maravillosos tejidos de Bizancio y Bagdad. Como dice Ibn al-Jatib, se confeccionaron telas preciosas como los vestidos de honor o trajes de gala ( jila' ) , túnicas ( kisa' ) , vestidos ( malabis ) para las mujeres del harén y otras piezas.


Entre los valiosos presentes que regaló el ministro Ibn Shuhayd al califa 'Abd al-Rahman III en el año 939, incluía «treinta piezas de seda sellada, recamada en oro y de varios colores y facturas como los trajes de gala que visten los califas; diez pellizas (farwa- afriya) del mejor alfaneque [especie de zorro pequeño de Tartaria y del Norte de África] : siete de ellas eran blancas y procedían del Jurasán y las otras tres eran de varios colores; cinco túnicas o togas ( zihâra -zahâ'ir) de shu'ayb [alquería de Basora en el Iraq] ; seis trajes de seda brochada ( muzraf - mazarif) del Iraq; cuarenta y ocho mantos floreados de seda transparente o almalafas (malhafa) para vestir de día; otras cien almalafas floreadas ( zuhriyya) para dormir; diez quintales con cien pieles de marta cebellina ( sammûr ) ; seis tiendas de campaña ( surâdiq -surâdiqât) iraquíes; cuarenta y ocho al- malafas de Bagdad para enjaezar los caballos, bordadas en seda y oro.


Cuatro mil libras de seda hilada (magzûl) y mil libras de seda teñida para hilar. Todo esto se lo llevó el director de la Real Fábrica o Ziraz y lo registró en su cuaderno; treinta almalafas para cubrir las sillas de montar; treinta tapices (bisat - busut) de lana pura y de diversas manufacturas y colores, cada uno de los cuales medía veinte codos de largo; cien alfombrillas para hacer el salat o almocelas ( musallayat ) de las mejores y más variadas manufacturas, y quince tapetes (nuj) o escabeles de seda, cuyo largo era doble que el ancho...».


Los Anales Palatinos de 'Abd ar-Rahman III y de al-Hakam II recogen interesantes noticias sobre regalos de estos califas a príncipes beréberes en los que no faltan las prolijas relaciones de telas preciosas.


En el año 997 dirigió Almanzor la famosa campaña de Santiago de Compostela. Después de saquear la ciudad, respetando el sepulcro del Apóstol, se despidió en Lamego de los condes cristianos que habían colaborado con él en la expedición y, como de costumbre, les hizo valiosos regalos, entre ellos «dos mil doscientas ochenta y cinco piezas de diversas clases de seda hilada (al-jazz) del Ziraz o Real Fábrica; veintiún mantos o túnicas ( kisâ' ) de lana marina ( sûf al-bahr) , dos mantos de ámbar ('anbarí), once de ciclatón o escarlata (siqlatûn); quince de plumas (murayyas); siete tapices o cobertores (namaz anmaz) de brocado; dos vestidos (zawb) de brocado bizantino o romí ( dibaÿ rûmí) y dos pieles (farwa) de alfaneque (fanak).


Entre las telas más apreciadas estaban las de lana marina. Según al-Istajrí, famoso geógrafo oriental del siglo X, «en Santarem se ve llegar, en una determinada época del año, un animal que se frota contra ciertas rocas de la costa y que deposita unos pelos de color de oro y finos como la seda hilada (jazz), de la que no se diferencia en nada. Esta sustancia es muy rara y estimada. Se recogen estos pelos y sirven para tejer telas ( zawb ) que toman cada día diferentes colores. Los príncipes omeyas de al-Andalus se reservan su uso y solamente en secreto se puede conseguir algo. Una pieza de este tejido, por su gran belleza y calidad, cuesta más de mil dinares».


Se trata de la pluma de mar o pennatula, pólipo que vive en las profundidades del mar, de 200 a 700 metros en el Mediterráneo, Mar del Norte, Pacífico y Australia. Las especies más comunes son la Pennatula rubra y la Pennatula phosphorea.


Según Dozy, que es quien recoge la cita del Istajrí en su Diccionario, «es lo que los italianos llaman todavía lana penna, es decir los filamentos producidos por el gran molusco que se llama pinne marine o jambonneau y que le sirven para fijar su concha en las rocas. Estas fibras, que son flexibles y finas como la seda, se emplean desde tiempo inmemorial, sobre todo por los habitantes de las orillas del Mediterráneo, para confeccionar tejidos notables por la belleza de su color natural y que brillan como si estuvieran sembrados de polvo de oro. Con ellos se fabrican medias y guantes, que son muy caros. Igualmente se confecciona un paño muy estimado, mezclando esta sustancia con la lana» 59, Si ya en la época califal se citan fábricas de tejidos en Sevilla, Almería y Zaragoza, además de la Real Fábrica de Córdoba, en el siglo XI proliferan las manufacturas en otras ciudades. Según al-Idrisí, en Bocairente se confeccionaban telas blancas de elevado precio y larga duración. Por su blancura y delgadez no se diferenciaban del papel. Chinchilla era famosa por sus tapices y alfombras o mantas de lana (wata'); Cuenca fabricaba tapices y mantas y Jódar de Jaén producía unos paños de insuperable calidad que recibían su nombre. Pero fue en Almería donde floreció extraordinariamente la manufactura textil, con 800 telares en los que se tejían telas preciosas como túnicas (hulla) de grana, brochadas en oro; brocados (dibaÿ) o cendales; ciclatón (siqlatûn); telas persas como las de Ispahán y Yurÿan; cortinas y velos guarnecidos (sutûr mukallala); cendales rojos y velos (jumar); telas tabíes (de 'Attab, barrio de Bagdad famoso por sus tafetanes), terciopelos (ma'aÿir) y otros tejidos de seda.


Según al-Idrisí, el iqlim de las Alpujarras, donde está Jaén, y con más de seiscientas alquerías, daba la mayor parte de la producción de seda. Su territorio estaba sembrado de moreras.


Otros autores citan entre las telas de seda confeccionadas en Almería los tafetanes al-juldi; el alvexí ( al-washy, seda de varios colores y a veces brocada en oro); el baldaquín (bagdadí) y toda clase de sedas como no se hacían ni en Sana' ni en Adén. Todas estas telas se exportaban a todas partes.


Las mujeres de Almería trabajaban como hilanderas mientras que los hombres eran tejedores. En Valencia se blanqueaban y tejían telas de lino y Zaragoza sobresalió por sus abrigos de marta cebellina o de castor ( sammûr ).


El Calendario de Córdoba y las Ordenanzas de Zoco proporcionan valiosas noticias para un mejor conocimiento de la técnica textil. Según el Calendario de Córdoba, en el mes de mayo se enviaban cartas a los gobernadores para que requisaran la grana o quermes (el gusano de robles y carrascas), la seda y el algazul o barrilla ( al-gasûl ) para el Tiraz o Real Fábrica de Sedas y Tapices. En agosto se enviaban cartas para la requisa de la seda y el tinte azul celeste (al-sibag al-samawí), para el Tiraz también. Finalmente en septiembre se enviaban cartas para la requisa de la rubia ( al-fuwa), otra planta herbácea tintَrea.


En las Ordenanzas de los zocos andalusíes aparecen interesantes noticias sobre todas las operaciones textiles desde el hilado y tejido de las fibras hasta el teñido de las telas, sin olvidar el cardado y enfurtido de los paños, con mención expresa de los posibles fraudes en su confección o venta. Igualmente recogen noticias muy valiosas sobre las industrias afines de la piel, cordonería y alpargatería, cordobanes y cuero.


4. La industria del papel y del pergamino.


La fabricación de pergaminos constituía un monopolio del Estado y ya en los meses de mayo, junio y julio se enviaban cartas a las provincias para cazar ciervos y gacelas. Con sus pieles se hacía un excelente pergamino. Un tipo más ordinario se obtenía de la piel de oveja aprestada y raspada convenientemente. Para la producción real se importaban pieles de gacelas, alfaneques y antes del África sahariana. En Códoba existía el Barrio o Arrabal de los Pergamineros (Rabad al-raqqâqîn) al otro lado de la Puerta de Sevilla.


Los emires y califas iban provistos en sus expediciones militares de pergaminos en abundancia para conceder mercedes o privilegios a los gobernadores y señores de las provincias o para confirmar los acuerdos firmados con los condes y reyes cristianos. Cuando estalla la revolución en Córdoba, Sanchuelo, hijo de Almanzor, vuelve precipitadamente a la capital y en el camino agota la existencia de pergaminos en un último esfuerzo por atraerse a los jefes beréberes de sus tropas por medio de concesiones reales.


La fabricación de papel (waraq o kâgid) en al-Andalus se puede documentar por lo menos en el siglo X. El geógrafo oriental al-Maqdisi o al-Muqaddasi (936-988) parece indicar que los andaluces eran muy hábiles en la industria del libro o de la papelería (wirâqa). También se cita a un tradicionista malagueño llamado Ibn al-Qallâs, muerto en el aaño 948, porque copiaba en un excelente papel las obras de sus maestros orientales. Una lectura atenta del texto árabe parece demostrar que si bien en Oriente ya era de uso corriente el papel en al-Andalus todavía no se fabricaba. El manuscrito más antiguo de la Biblioteca de al-Hakam II escrito en papel está fechado en sha'bán del 359 (9 junio-7 julio de 970).


En los siglos XI y XII ya se fabricaba un papel de calidad en al-Andalus. El mejor era el de Játiva: Se obtenía el papel de una pasta de lino y cáñamo, macerada en agua de cal y pasada por el molino papelero sin olvidar el empleo de una cola a base de almidón para dar apresto a la pasta. Después se colocaba ésta en una cuba grande ( qasriyya) donde era regada y después por medio de un molde o prensa ( qâlib ) se iba aplanando y alisando hasta alcanzar la plancha de papel el grosor y la calidad adecuados. Después se procedía al último secado.


Muy pronto se convierte Játiva en el primer centro papelero de Europa y su papel se exporta a otros países del Mediterráneo, del centro y norte de Europa. A partir del siglo XI va sustituyendo paulatinamente al pergamino.



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