LA INDUSTRIA EN AL-ANDALUS
La tradición
minera de la época romana se perpetúa y perfecciona en la época musulmana con
la explotación de nuevos yacimientos y el descubrimiento de nuevas técnicas y
tratamientos en el campo de la metalurgia.
El oro ( dahab
o tibr) se encontraba principalmente en los ríos Segre, Tajo y
Darro, afluente del Genil. Las aguas de estos ríos arrastraban arenas auríferas
y el oro aparecíيa en forma de pepitas o incluso de hojas.
Según los autores andalusíes el río Segre proporcionaba oro en abundancia ya la
desembocadura del Tajo acudían los buscadores de este precioso metal durante la
estación de lluvias para recoger pepitas en la playa de Almada (al-mal'din, 'la
mina'). El oro rojizo del Darro era escaso, aunque de muy buena calidad y algún
autor lo calificaba como el mejor oro del mundo. La mayor parte de la
producción, en forma de hojas, se obtenía entre el Puente de los Pescadores y
el Puente del Cadí, debajo de la Alhambra, en pleno centro de la ciudad de
Granada.
También las
fuentes andalusíes citan minas de oro en Hornachuelos de Córdoba y en otros
puntos imprecisos de la provincia de Ilbira o Granada.
Para la obtención
del oro puro se metían en un crisol refractario, fabricado con yeso y huesos,
las arenas y cuarzos auríferos. Se ponía el crisol sobre un horno alimentado
con carbón de leña y se utilizaba un soplete para elevar la temperatura. Cuando
llegaba el momento de la fundición se añadía bórax vidriado, plomo y jabón. Del
mineral que contenía oro se introducían en el crisol diez partes y del bórax,
plomo y jabón una o poco mلs. La operación duraba medio día con el
fin de que el bórax fundido disolviera los óxidos metálicos de la escoria
formando boratos neutros.
También se
obtenía el oro puro mediante sucesivos lavados de los cuarzos auríferos en agua
hirviendo o con ácidos y sales para conseguir precipitados. Después de varias
condensaciones y nuevos lavados se conseguía el oro limpio de impurezas.
El oro se
empleaba principalmente en la acuñación de dinares y en joyería. Los
tratadistas musulmanes de la Edad Media describen minuciosamente los
procedimientos y operaciones llevadas a cabo en la Casa de la Moneda o Ceca
para la acuñación de dinares por medio de sucesivos lavados o copelaciones para
obtener el oro puro. Esta moneda servía a su vez para comprar más oro, fuera en
lingote, polvo o amonedado o para adquirir joyas. Con ello se seguía el ritmo
de producción marcado por el Jefe de la Ceca y se lanzaba al mercado la moneda
suficiente para las transacciones comerciales y el cambio.
Cualquier
particular podía acudir a la Ceca para acuñar dinares. Se sabe que el derecho
de acuñación se elevaba a 1,75 por 100 y que según Ibn Hawqal, el califa 'Abd
ar-Rahmán III ingresaba anualmente en el Tesoro Real 200.000 dinares. De ser
exacta esta noticia se puede estimar la emisión de dinares califales en más de
once millones.
El oro batido se
usó profusamente en Madinat az-Zahra para dorar muebles y puertas. También era
muy elevada la producción de hilo de oro para los talleres de bordados. Como
era insuficiente la producción nacional se importaba oro del África Negra (Gana).
Controlar el mercado internacional del oro fue una de las causas
determinantes de la intervención omeya en el Norte de África.
El famoso ‘Umar
ibn Hafsûn condecoraba a sus héroes con brazaletes o collares de oro.
Daysam ibn Ishaq,
señor de Murcia, durante el reinado del emir 'Abd Allah (888-912), explotaba
unas minas de plata descubiertas en las costas de Tudmir y llegó a
acuñar dirhemes con su propio nombre. Según parece, estas minas producían
diariamente treinta libras de plata nativa.
La mayoría de
estos yacimientos eran de plomo argentífero y la plata se obtenía por
deplatación de estos plomos o por copelación. Se ponía el plomo argentífero en
un crisol refractario de un tercio de huesos calcinados y dos tercios de yeso.
Se encendía un fuego fuerte hasta conseguir la fusión y evaporación del plomo
quedando en el fondo del crisol o copela la plata.
Otro
procedimiento consistía en introducir en el crisol la mena argentífera con un
cuarto de bórax vidriado y plomo. Con ayuda del horno de carbón y los sopletes
se obtenía la plata al cabo de dos o tres horas de funcionamiento de los
hornos.
La plata obtenida
se aplicaba a la acuñación de dirhemes y en joyería. La Mezquita de Córdoba
tenía en la época de Almanzor cuatro grandes lámparas de plata, cada una de las
cuales consumía cada noche 18 arrobas de aceite. Los clavos que fueron
utilizados en el famoso púlpito o almimbar eran de oro y plata.
Poco antes de la
llegada de los almorávides, el rey Tamim de Málaga mandó hacer una gran lámpara
(zurayya) de plata para la Mezquita Mayor. Todavía se conservaba 300
años más tarde según certifica Ibn al-Jatib. Pocos años más tarde, hacia el
1102, el emir almorávide recibe en Córdoba al príncipe 'Imad al-Dawla, hijo del
rey al-Musta'in de Zaragoza. Trae como regalos 14 arrobas en preciosos vasos y
copones que llevaban labrado el nombre de su abuelo al-Muqtadir. El sultán
almorávide, Yüsuf ibn Tashufin mandó acuñar con esa plata maravedíes que distribuyó
entre las tropas almorávides el día de los sacrificios de aquel mismo año 1118.
El plomo se
utilizaba esencialmente en las conducciones de agua y en las junturas de las
techumbres de los grandes edificios públicos.
Más importante
era el yacimiento de Bellmunt de Ciurana, pues daba una excelente galena que se
exportaba hasta los países de Oriente.
Uno y otro eran
intensamente explotados para la obtención de plomo y azufre. Todavía se explota
con buenos rendimientos la mina de Bellmunt de Ciurana y la toponimia de Baza
recuerda estas explotaciones de la época andalusí en los Baños de Alcribite y
en el mencionado monte de Jabalcol.
También en
Sevilla existía una importante fábrica de alfinde, cuyos productos se
exportaban a todos los países del mundo. El hierro procedía de una mina situada
a tres millas de la capital.
En el siglo x, dos fábricas de armas situadas en
Córdoba y Madinat az-Zahra tenían que entregar cada año y por partes iguales
13.000 escudos y 12.000 arcos árabes y turcos. El abastecimiento mensual de
flechas se elevaba a 20.000. El taller de Córdoba estaba dirigido por
Abu-l-'Abbas al-Bagdadi y el de Madinat az-Zahra por el eslavo Talha. En
al-Madina az-Zahira había un importante depósito de armamento que se distribuía
en los momentos apropiados. Todos estos datos se sitúan cronológicamente en el
mandato de Almanzor.
Bakr ibn Yahya
ibn Bakr, rebelde en Santamaría de Algarve contra el emir 'Abd Allah había
reforzado las puertas de su alcazaba con planchas de hierro.
Segْn al-Idrisi, en el siglo XII, las minas de Ovejo empleaban más de mil
mineros entre picadores, leñadores que se encargaban de la combustión del
mineral, los que hacían los crisoles o recipientes para fundir el mercurio, y
los horneros. Los pozos estaban a más de 250 brazas de profundidad. El mercurio
de Almadén y Ovejo se exportaba a todo el mundo, pero estas minas eran también
beneficiadas para obtener el cinabrio o bermellón (zunyufür,
zinyafr), utilizado como colorante rojo en la industria de las pinturas.
Según Ibn Hayyan,
el califa 'Abd al-Rahman III mandó instalar en el salón principal de Madinat
az-Zahra un estanque lleno de mercurio. Este salón tenía ocho puertas bajo
otros tantos arcos de marfil y ébano incrustados en oro y aljófares. Sobre las
columnas se colocaron piezas de mármol jaspeado y vidrieras de berilo. Cuando
los rayos del sol entraban por las puertas producían maravillosos reflejos en
el techo y paredes del salón. Siempre que el califa recibía una visita ilustre,
sobre todo un rey o embajador de los reinos cristianos del norte o un príncipe
norteafricano, ordenaba a un esclavo agitar el mercurio del estanque para que
los juegos de luces como si fueran relámpagos dejaran estupefactos y hasta
atemorizados a los ilustres visitantes.
Cuando en las
fuentes musulmanas andalusíes encontramos noticias sobre candelabros, candiles,
aguamaniles y estatuas o figuras de «cobre amarillo» ( al-nuhas al-asfar) o
«cobre aguado ( al-nuhas al-mumawwah), en realidad se trata de objetos
de bronce.
Según los autores
andalusíes que describen la mezquita de Córdoba en la época de Almanzor, ésta
tenía 280 lámparas, de las que tres eran de plata y las restantes de bronce,
sin contar las que iluminaban las puertas exteriores. Cuatro de ellas estaban
en la nave central y la mayor estaba colgada en la gran cúpula para iluminar
los nobles coranes, frente a la maqsûra. El número total de luces de
todas las lámparas era de 7.425 y la mayor tenía 1.020. Se encendían estas
grandes lámparas en los diez últimos días del mes de ramadán y consumían todas,
grandes y pequeñas, ciento veinticinco quintales de aceite de los de a 10
arrobas en todo el año, de ellos 75 en el mes de ramadán y 35 en la noche 27
del mismo mes por celebrarse la última revelación del Corán y ser la noche del
Destino. Se quemaba también esa noche tres quintales de cera además de cierta
cantidad de ámbar y otros perfumes. La lámpara mayor tenía una circunferencia
de cincuenta palmos y sus lamparillas estaban revestidas de oro.
También muchas
puertas de Madinat az-Zahra eran de bronce.
Ibn ‘Abdûn de
Sevilla recomienda que los cacharros y calderos de cocina se fabriquen de bronce
o cobre estañado para evitar el cardenillo.
Una de las
fuentes o manantiales del Riotinto recibía el nombre de Fuente del Aceche porque
de ella salía el aceche (zaÿ), sulfato de cobre o caparrosa. Este
mineral se empleaba abundantemente en la medicina y en la tintorería como
colorante. Estos yacimientos eran los mejores del mundo y su producción era muy
elevada.
Otra fuente del
Riotinto se llamaba Fuente del leve, porque allí abundaba el jeve
( shabb, shabûb) o alumbre común. Se utilizaba preferentemente
para fijar los colores de los tejidos o como mordiente. También tenía
aplicaciones medicinales como astringente.
Yacimientos de
fama mundial eran los de alumbre y almagre de Mazarrón de Lorca,
productos básicos para la fabricación del ocre rojo o almazarrón como
mordiente y colorante. Se citan también yacimientos en los Montes de Córdoba.
Según el Calendario
de Córdoba, en octubre se fabricaba el azarcón (zarqûn), tierra
roja o minio, de color anaranjado muy encendido y que también se utilizaba mucho
en pintura.
En octubre se
preparaban el cardenillo o verdagay ( zinÿar ) , carbonato
de cobre, utilizado en pintura como colorante, y el albayalde (bayad),
base de todas las pinturas.
De un mármol
blanco y alabastrino ( kaddan, basra) , blando y poroso se fabricaban en
Granada vasos, platos, copas, bandejas y toda clase de recipientes que se
hacían en otra parte de madera.
En las obras de
Madinat az-Zahra se tallaban y pulían cada día, según Maslama ibn 'Abd Allah,
arquitecto y supervisor de la construcción de la famosa ciudad califal, seis
mil sillares sin contar las piedras no talladas para el pavimento.
El mármol se
traía de las canteras de Tarragona y Málaga. Capiteles y columnas se importaban
de Cartago y Túnez a razón de 3
a 8 dinares la pieza, o según otros autores a una media
de 10 dinares.
También cerca de
Talavera se explotaba el polvo oftálmico que curaba las legañas y otras
afecciones oculares.
Según al-Idrisi,
las aguas de Alhama de Almería eran de elevada temperatura y de todas partes
venían enfermos. Los almerienses con sus mujeres y niños pasaban la primavera
en Alhama y gastaban allí mucho dinero. A veces alcanzaba el alquiler de una
vivienda los tres dinares mensuales. Según otro autor , tenía muchas fondas o
alhóndigas y a veces no se encontraba ninguna clase de alojamiento porque eran
muchos los que iban a curar sus males crónicos. Los Baños tenían dos edificios,
uno para hombres y otro para mujeres. En un tercer edificio se mezclaba el agua
de las termas con el agua fría que se traía a través de un canal, para los que
no podían usar las caldas.
También Alhama de
Murcia tenía dos edificios abovedados, uno para cada sexo. El agua salía del
edificio reservado a los hombres. Igualmente eran muy frecuentadas las fuentes
termales de Artana (Castellón) y Sacedón.
Las extensas
zonas forestales de las Serranías de Cuenca, de la Sierra de Cazorla y de los
Montes de Tortosa proporcionaban en primer lugar buena madera de pino para la
construcción de barcos y para la construcción de casas además de una buena
cantidad de brea y alquitrán. La madera de la Serranía de Cuenca era
transportada en almadías por el Cabriel y el Júcar hasta Alcira y
Cullera. La destinada para la construcción de navíos era embarcada para Denia y
la destinada para la construcción de viviendas era
enviada a Valencia. También llegaba madera de los montes de Teruel a Valencia a
través del río Guadalaviar.
De los montes de
Tortosa y de las zonas prepirenaicas dominadas por los musulmanes, se obtenía
una gran producción de madera de pino, tejo y boj. Por su excelente calidad, su
adecuado grosor y longitud la madera de pino era preferida para la construcción
de barcos, especialmente para mástiles y vergas y para las vigas de los grandes
artesonados. Todavía en nuestros días, reciben en Túnez y otros puntos del
Norte de África el nombre de tortosinos (turtûshî) los troncos de pino
de 45 a 70 cm . de diámetro y de 18 a 25 metros de longitud.
También era muy aprovechada la madera resinosa de los pinos de Tortosa para la
fabricación de teas o antorchas. Igualmente estaba muy desarrollada la
industria local de cucharas, tenedores, platos y otros recipientes de madera de
tejo y boj. La gran producción maderera de Tortosa permitía su exportación no sَlo a todas las provincias del reino sino también al Norte de África,
siempre tan escasa de esta materia prima. Gran parte de la producción local era
destinada a los astilleros de Tortosa, uno de los más importantes de todo
al-Andalus.
De la Sierra de
Segura y Cazorla se extraía también mucha madera de pino que asimismo se
transportaba por el río Guadalquivir y sus afluentes como el Guadalimar. De los
Montes de la Sierra de Alcaraz (Albacete) iba la madera a Murcia por el río
Segura, atravesando el famoso desfiladero de los Almadenes. En Quesada de Jaén
se fabricaban cubos (al-qisa'), jarras ( al-majâbi' ) y platos ( al-atbaq
) de madera que se exportaban a toda la península ibérica y el Magreb.
Seguramente los pinares de Sierra Nevada abastecían de madera el famoso
astillero de Almería así como los bosques del Algarve proporcionaban la madera
de pino que necesitaba el astillero de Alcacer do Sal.
Según Ibn
al-Jatib, la flota de Almería contaba en tiempos de AI-Hakam II con
trescientos barcos de guerra. Ibn Jaldûn, en cambio, limita toda la flota de
guerra de 'Abd al Rahman III a las doscientas unidades. Hay que tener en
cuenta que durante los siglos X y XI los astilleros o atarazanas ( dar
as-sinâ'a) de Alcacer do Sal, Silves, Sevilla, Algeciras, Málaga y
Alicante, además de los citados de Almería, Denia y Tortosa, trabajaron a pleno
rendimiento en la construcción de barcos de guerra y de comercio. En esta época
se construyeron barcos de gran tonelaje «como no se habían visto hasta
entonces», como aquél que capturó un navío fatimí entre Sicilia y Túnez y
provocó la guerra entre 'Abd al-Rahman III y el califa fitimí al-Mu'izz
o aquél otro que envió el rey de Sevilla, al-Mu'tamid, para sitiar por mar con
otros barcos menores la ciudad de Ceuta, cercada por tierra por los almorávides
en 1083.
Ya en el año 931
'Abd al-Rahman III envió la flota a la costa africana. Según el cronista
estaba compuesta de ciento veinte unidades con barcos de transporte (hammala);
exploradores (fattasha) y cárabos de servicio. Llevaba siete mil
hombres, cinco mil de los cuales eran marinos y mil eran soldados mercenarios.
Para las
construcciones reales se necesitaba igualmente mucha madera. Un arquitecto de
'Abd al-Rabman III calculó que necesitaba 300.000 troncos para construir una
almunia real, pero se quedó corto y entonces el ministro Ibn Shuhayd, entre
otros muchos y valiosísimos regalos, envió al califa en el año 939 veinte mil
troncos de la mejor calidad, valorados en cincuenta mil dinares. Posiblemente
procedían de los pinares de Cazorla y Segura donde Ibn Shuhayd tenía extensas
propiedades. Tal vez esta almunia real corresponda a Madinat az-Zahra.
Por sus
abundantes bosques la industria de brea y alquitrán estuvo muy desarrollada en
la provincia de Jaén. Para su preparación se destinaba la leña seca de los
pinos de Cazorla y por un proceso de destilación seca de la madera resinosa se
obtenía la brea y el alquitrán. Esta industria era esencial para el calafateado
de los barcos.
En el año 973, el
califa al-Hakam exonera a la cora de Jaén del suministro gratuito y obligado de
madera, pez y alquitrán para los barcos en construcción y que habitualmente se
transportaban a Sevilla y Algeciras. El Califa decide incluir este suministro
en los gastos de la Corona y ordena al gobernador de la provincia que pague a
los proveedores el importe de lo ya suministrado. También la estopa de lino o
cáñamo alquitranada era un producto básico en el calafateado de los barcos.
Según as-Saqati, la construcción de una galera necesitaba 40 arrobas de clavos
de distintas clases, 30 arrobas de pez y 9 arrobas de lino.
El carbón de leña
se obtenía fundamentalmente de la encina. En la época de Almanzor entraban
diariamente en Córdoba 6.600 cargas de carbón vegetal o leña. Se traía de la
Sierra de Córdoba, de los bosques de Oreto, Priego y otros lugares.
Muy importante
era la industria del lujo. Los autores musulmanes ponderan el famoso almímbar o
púlpito de la mezquita de Córdoba, mandado hacer por al-Hakam II en el año 976.
Trabajaron en él ocho artesanos que recibían diariamente medio dinar cada uno y
tardaron en labrarlo cinco años, según unos autores, o siete, según otros.
Costó toda la obra 37.705 dinares y se emplearon maderas olorosas, sándalo rojo
y amarillo, ébano e incrustaciones de marfil. Este púlpito tenía siete gradas y
se parecía extraordinariamente, según Ibn Marzûq, al almímbar de la mezquita
Kutubiyya de Marrakûsh, obra también ,de artesanos cordobeses y que
afortunadamente todavía se conserva. Este último fue labrado entre 1139 y 1142,
en época almorávide. Como dice Torres Balbás, «es una obra espléndida, producto
de una técnica lujosa, ornamentada con finas y variadas tallas en madera y
labores de taracea de placas de marfil y diminutas piezas de maderas ricas,
pegadas a las tablas del fondo y rebordeadas por delgadas laminillas de
marfil».
Del mobiliario
civil poco se sabe. Cuando Ordoño IV fue recibido por al-Hakam II en Madinat
az-Zahra se sentó en un sitial o trono de madera revestida de plata. AI-Zuhrí
cita la fabricación de muebles en Almería.
En relación con
esta industria del mueble de lujo está la fabricación de botes y arquetas de
marfil. Se conservan veintidós y algunas están fechadas. Entre los presentes
enviados a Hisham II por un príncipe africano figuraba un lote de purísimo
marfil de 8.000 libras
de peso. Casi todos los objetos de marfil conservados son botes cilíndricos y
arquetas y se utilizaban principalmente para guardar joyas y perfumes.
Fue el emir 'Abd al-Rahman II (822-852)
el que renovó y desarrolló las manufacturas reales de tejidos de seda, lana y
lino. Fue su primer director Hariz ibn Bazi y a partir de entonces los talleres
de Córdoba intensificaron su producción de terciopelos, rasos, sargas,
tafetanes y otras telas de seda brochada para la familia real y los grandes
dignatarios de la Corte así como para los príncipes extranjeros que las
recibían como regalos. Estas telas preciosas tenían el marchamo (marsham) real,
es decir, tenían bordado el nombre del emir reinante.
Muy pronto la
calidad y la producción intensiva de los talleres reales facilitó la
exportación de sus productos a todo el mundo islámico y a los reinos
cristianos. Los autores musulmanes de la Edad Media ponderan los tejidos
cordobeses y de otras ciudades del reino y comparan sus telas con las mejores y
más famosas de Oriente. Son significativas las palabras de Ibn Hawqal, el
famoso viajero oriental que visitó al-Andalus en el año 948:
«Existe en
al-Andalis más de una manufactura textil o Ziraz, cuyos productos se
exportan a Egipto ya veces hasta los confines del Jurasán y otras partes...
Córdoba es una
ciudad grande, extensa, floreciente y rica. Su elevado bienestar se manifiesta
en sus mantos ( ziyab ) y túnicas (kisa' ) preciosas de lino fino
y de seda hilada y tejida, en sus ágiles monturas y en sus variados comestibles
y bebidas.
En al-Andalus se
fabrican telas de lana tan excelentes como los mejores tejidos aterciopelados
de armiño y son de elevado precio. Igualmente son preciosos sus paños o tapices
(anmat). De lana y otras fibras que se tiñen, se hacen telas de calidad
extraordinaria, gracias al tinte obtenido de las hierbas tintóreas que hay
allí. Los paños de fieltro (lubûd) occidentales y teñidos con esas
hierbas son muy caros, lo mismo que las telas de seda hilada y tejida que se
tiñen de diversos colores. También se exportan brocados de grana o púrpura (dibaÿ).
Nadie, en
cualquier parte del mundo, puede igualar a los artesanos de al-Andalus en la
confección de fieltros (lubûd) que a veces se fabrican exclusivamente
para el Sultán. Los fieltros o paños de treinta (codos) alcanzan el
precio de cincuenta a sesenta dinares cada uno. Tienen cinco o seis palmos de
ancho y son las telas más hermosas para tapices o cobertores.
En cuanto a los
precios se puede decir que son parecidos a los de las regiones más reputadas
por su baratura, abundancia de recursos y bienestar. Sus frutos de buena
calidad son de precio módico y accesibles a todo el mundo.
En otras zonas
del país se fabrican telas para vestir de lino basto y se exportan a diferentes
lugares e incluso se envían grandes cantidades a Egipto.
Los mantos o
capas ( ardiya) fabricados en Pechina (Almería) son exportados a Egipto,
Meca, el Yemen y otros países. Se confeccionan para el pueblo y para el Sultán
vestidos de lino que se pueden comparar a los mejores tejidos de Dabiq [población
de Egipto famosa por sus telas]. El tejido, tupido, pero muy ligero, es muy
apreciado por los que utilizan la tela llamada sharb [tela o viso de
lino, muy fino y precioso. Tal vez se derive de esta palabra el echarpe,
considerada como galicismo]. Su calidad se aproxima al mejor y más fino tejido
de Shata [ciudad egipcia, cerca de Damieta, donde se fabricaban tejidos de
insuperable calidad y el ziraz o brocado del templo de la Ka'ba de Meca.
Según Yaqût, estos tejidos llegaban a costar mil dirham aunque no tenían
bordados en oro. Y añade que en Damieta se confeccionaban las telas excelentes
de sharb].
Durante el
emirato del emir 'Abd Allah (888-912) cundió la anarquía y el separatismo por
doquier. Algunos rebeldes como Ibn Haÿÿaÿ, señor de Sevilla, crearon sus
manufacturas reales con el marchamo o registro de su propio nombre en las telas
fabricadas.
Pero fue durante
el reinado de 'Abd al-Rahman III cuando los productos de las reales fábricas de
telas preciosas y tapices compitieron con los maravillosos tejidos de Bizancio
y Bagdad. Como dice Ibn al-Jatib, se confeccionaron telas preciosas como los
vestidos de honor o trajes de gala ( jila' ) , túnicas ( kisa' )
, vestidos ( malabis ) para las mujeres del harén y otras piezas.
Entre los valiosos
presentes que regaló el ministro Ibn Shuhayd al califa 'Abd al-Rahman III en el
año 939, incluía «treinta piezas de seda sellada, recamada en oro y de varios
colores y facturas como los trajes de gala que visten los califas; diez
pellizas (farwa- afriya) del mejor alfaneque [especie de zorro pequeño
de Tartaria y del Norte de África] : siete de ellas eran blancas y procedían
del Jurasán y las otras tres eran de varios colores; cinco túnicas o togas ( zihâra
-zahâ'ir) de shu'ayb [alquería de Basora en el Iraq] ; seis trajes de seda
brochada ( muzraf - mazarif) del Iraq; cuarenta y ocho mantos
floreados de seda transparente o almalafas (malhafa) para vestir de día;
otras cien almalafas floreadas ( zuhriyya) para dormir; diez quintales
con cien pieles de marta cebellina ( sammûr ) ; seis tiendas de campaña
( surâdiq -surâdiqât) iraquíes; cuarenta y ocho al- malafas de Bagdad
para enjaezar los caballos, bordadas en seda y oro.
Cuatro mil libras
de seda hilada (magzûl) y mil libras de seda teñida para hilar. Todo
esto se lo llevó el director de la Real Fábrica o Ziraz y lo registró en
su cuaderno; treinta almalafas para cubrir las sillas de montar; treinta
tapices (bisat - busut) de lana pura y de diversas manufacturas y
colores, cada uno de los cuales medía veinte codos de largo; cien alfombrillas
para hacer el salat o almocelas ( musallayat ) de las mejores y más
variadas manufacturas, y quince tapetes (nuj) o escabeles de seda, cuyo
largo era doble que el ancho...».
Los Anales
Palatinos de 'Abd ar-Rahman III y de al-Hakam II recogen interesantes
noticias sobre regalos de estos califas a príncipes beréberes en los que no
faltan las prolijas relaciones de telas preciosas.
En el año 997
dirigió Almanzor la famosa campaña de Santiago de Compostela. Después de
saquear la ciudad, respetando el sepulcro del Apóstol, se despidió en Lamego de
los condes cristianos que habían colaborado con él en la expedición y, como de
costumbre, les hizo valiosos regalos, entre ellos «dos mil doscientas ochenta y
cinco piezas de diversas clases de seda hilada (al-jazz) del Ziraz o
Real Fábrica; veintiún mantos o túnicas ( kisâ' ) de lana marina ( sûf
al-bahr) , dos mantos de ámbar ('anbarí), once de ciclatón o
escarlata (siqlatûn); quince de plumas (murayyas); siete tapices
o cobertores (namaz anmaz) de brocado; dos vestidos (zawb) de
brocado bizantino o romí ( dibaÿ rûmí) y dos pieles (farwa) de
alfaneque (fanak).
Entre las telas
más apreciadas estaban las de lana marina. Según al-Istajrí, famoso geógrafo
oriental del siglo X, «en Santarem se ve llegar, en una determinada época del
año, un animal que se frota contra ciertas rocas de la costa y que deposita
unos pelos de color de oro y finos como la seda hilada (jazz), de la que
no se diferencia en nada. Esta sustancia es muy rara y estimada. Se recogen
estos pelos y sirven para tejer telas ( zawb ) que toman cada día
diferentes colores. Los príncipes omeyas de al-Andalus se reservan su uso y
solamente en secreto se puede conseguir algo. Una pieza de este tejido,
por su gran belleza y calidad, cuesta más de mil dinares».
Se trata de la pluma
de mar o pennatula, pólipo que vive en las profundidades del mar, de
200 a 700 metros en el
Mediterráneo, Mar del Norte, Pacífico y Australia. Las especies más comunes son
la Pennatula rubra y la Pennatula phosphorea.
Según Dozy, que
es quien recoge la cita del Istajrí en su Diccionario, «es lo que los italianos
llaman todavía lana penna, es decir los filamentos producidos por el
gran molusco que se llama pinne marine o jambonneau y que le sirven
para fijar su concha en las rocas. Estas fibras, que son flexibles y finas como
la seda, se emplean desde tiempo inmemorial, sobre todo por los habitantes de
las orillas del Mediterráneo, para confeccionar tejidos notables por la belleza
de su color natural y que brillan como si estuvieran sembrados de polvo de oro.
Con ellos se fabrican medias y guantes, que son muy caros. Igualmente se
confecciona un paño muy estimado, mezclando esta sustancia con la lana» 59, Si
ya en la época califal se citan fábricas de tejidos en Sevilla, Almería y
Zaragoza, además de la Real Fábrica de Córdoba, en el siglo XI proliferan las
manufacturas en otras ciudades. Según al-Idrisí, en Bocairente se
confeccionaban telas blancas de elevado precio y larga duración. Por su blancura
y delgadez no se diferenciaban del papel. Chinchilla era famosa por sus tapices
y alfombras o mantas de lana (wata'); Cuenca fabricaba tapices y mantas
y Jódar de Jaén producía unos paños de insuperable calidad que recibían su
nombre. Pero fue en Almería donde floreció extraordinariamente la manufactura
textil, con 800 telares en los que se tejían telas preciosas como túnicas (hulla)
de grana, brochadas en oro; brocados (dibaÿ) o cendales; ciclatón (siqlatûn);
telas persas como las de Ispahán y Yurÿan; cortinas y velos guarnecidos (sutûr
mukallala); cendales rojos y velos (jumar); telas tabíes (de 'Attab,
barrio de Bagdad famoso por sus tafetanes), terciopelos (ma'aÿir) y
otros tejidos de seda.
Según al-Idrisí,
el iqlim de las Alpujarras, donde está Jaén, y con más de seiscientas
alquerías, daba la mayor parte de la producción de seda. Su territorio estaba
sembrado de moreras.
Otros autores
citan entre las telas de seda confeccionadas en Almería los tafetanes al-juldi;
el alvexí ( al-washy, seda de varios colores y a veces brocada en
oro); el baldaquín (bagdadí) y toda clase de sedas como no se hacían ni
en Sana' ni en Adén. Todas estas telas se exportaban a todas partes.
Las mujeres de
Almería trabajaban como hilanderas mientras que los hombres eran tejedores. En
Valencia se blanqueaban y tejían telas de lino y Zaragoza sobresalió por sus
abrigos de marta cebellina o de castor ( sammûr ).
El Calendario
de Córdoba y las Ordenanzas de Zoco proporcionan valiosas noticias
para un mejor conocimiento de la técnica textil. Según el Calendario de
Córdoba, en el mes de mayo se enviaban cartas a los gobernadores para que
requisaran la grana o quermes (el gusano de robles y carrascas), la seda y el
algazul o barrilla ( al-gasûl ) para el Tiraz o Real Fábrica de
Sedas y Tapices. En agosto se enviaban cartas para la requisa de la seda y el
tinte azul celeste (al-sibag al-samawí), para el Tiraz también.
Finalmente en septiembre se enviaban cartas para la requisa de la rubia ( al-fuwa),
otra planta herbácea tintَrea.
En las Ordenanzas
de los zocos andalusíes aparecen interesantes noticias sobre todas las
operaciones textiles desde el hilado y tejido de las fibras hasta el teñido de
las telas, sin olvidar el cardado y enfurtido de los paños, con mención expresa
de los posibles fraudes en su confección o venta. Igualmente recogen noticias
muy valiosas sobre las industrias afines de la piel, cordonería y alpargatería,
cordobanes y cuero.
La fabricación de
pergaminos constituía un monopolio del Estado y ya en los meses de mayo, junio
y julio se enviaban cartas a las provincias para cazar ciervos y gacelas. Con
sus pieles se hacía un excelente pergamino. Un tipo más ordinario se obtenía de
la piel de oveja aprestada y raspada convenientemente. Para la producción real
se importaban pieles de gacelas, alfaneques y antes del África sahariana. En
Códoba existía el Barrio o Arrabal de los Pergamineros (Rabad al-raqqâqîn) al
otro lado de la Puerta de Sevilla.
Los emires y
califas iban provistos en sus expediciones militares de pergaminos en
abundancia para conceder mercedes o privilegios a los gobernadores y señores de
las provincias o para confirmar los acuerdos firmados con los condes y reyes
cristianos. Cuando estalla la revolución en Córdoba, Sanchuelo, hijo de
Almanzor, vuelve precipitadamente a la capital y en el camino agota la
existencia de pergaminos en un último esfuerzo por atraerse a los jefes
beréberes de sus tropas por medio de concesiones reales.
La fabricación de
papel (waraq o kâgid) en al-Andalus se puede documentar por lo
menos en el siglo X. El geógrafo oriental al-Maqdisi o al-Muqaddasi (936-988)
parece indicar que los andaluces eran muy hábiles en la industria del libro o
de la papelería (wirâqa). También se cita a un tradicionista malagueño
llamado Ibn al-Qallâs, muerto en el aaño 948, porque copiaba en un excelente
papel las obras de sus maestros orientales. Una lectura atenta del texto árabe
parece demostrar que si bien en Oriente ya era de uso corriente el papel en
al-Andalus todavía no se fabricaba. El manuscrito más antiguo de la Biblioteca
de al-Hakam II escrito en papel está fechado en sha'bán del 359 (9 junio-7
julio de 970).
En los siglos XI
y XII ya se fabricaba un papel de calidad en al-Andalus. El mejor era el de
Játiva: Se obtenía el papel de una pasta de lino y cáñamo, macerada en agua de
cal y pasada por el molino papelero sin olvidar el empleo de una cola a base de
almidón para dar apresto a la pasta. Después se colocaba ésta en una cuba
grande ( qasriyya) donde era regada y después por medio de un molde o
prensa ( qâlib ) se iba aplanando y alisando hasta alcanzar la plancha
de papel el grosor y la calidad adecuados. Después se procedía al último
secado.
Muy pronto se
convierte Játiva en el primer centro papelero de Europa y su papel se exporta a
otros países del Mediterráneo, del centro y norte de Europa. A partir del siglo
XI va sustituyendo paulatinamente al pergamino.
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