LAS FIESTAS DE LA GRANADA MUSULMANA
Autor- Demetrio E. Brisset Martin
No abunda la
documentación sobre el desarrollo festivo durante el largo periodo en el que
los pueblos ibéricos profesaron la religión musulmana. Sin embargo, parece
razonable suponer que los caudillos árabes y bereberes aportarían sus gustos
festivos, influenciando así las costumbres de los peninsulares, que eran
designados genéricamente «andalouch» (1).
En la actualidad,
lo que se considera herencia directa de los hispanomusulmanes es la música
andalusí (tal como se ha conservado en el Norte de África) y las zambras del
Sacromonte (a cargo de las familias gitanas). Aunque por «zambra» se conozcan
ciertas cuevas con una o varias dependencias, de paredes encaladas, decoradas
con vasijas de cobre bruñido y cerámica local, donde se ofrece bebida, cante y
baile acompañados con guitarras, para el diccionario de la Real Academia
Española la palabra proviene del árabe samra,«fiesta nocturna, velada,
sarao», y se describe como«Fiesta que usaban los moriscos con bulla, regocijo y
baile (...) Fiesta semejante de los gitanos de Andalucía». Conocida la afición
trashumante del pueblo gitano, desde que a mediados del siglo XV comenzaron a
llegar a Andalucía las extensas familias de los «Condes del Pequeño Egipto» (2),
no resulta descabellado suponer que se les unieran luego muchos de los moriscos
que se dedicaban a oficios tales como arrieros, trajinemos, herreros y
albañiles, que les permitían la movilidad conveniente para escapar al creciente
control y a las órdenes de expulsión. Así, en las caravanas de gitanos y
moriscos se habría perpetuado el arte musical hispanomusulmán en su vertiente
popular, originando el flamenco al confluir con las tradiciones propias de los
gitanos.
Antiguos datos
sobre las fiestas hispanomusulmanas
El primer poeta
andalusí conocido fue Abu-l-Majsi, quien por enfrentarse a los poderosos con
sus sátiras, fue castigado a que le arrancasen los ojos y la lengua. A pesar de
ello siguió componiendo, acompañado por una joven que recitaba las poesías.
Según cuentan, siendo anciano le volvió a crecer la lengua. Murió el afío 794
en Elvira, capital por entonces del reino de Granada (3).
En el siglo IX,
en el Emirato Omeya de Córdoba, algunos juristas fanáticos arremetieron contra
la música de los hispanomusulmanes, destruyendo sus instrumentos. Pero lo
habitual fue la tolerancia de los cadíes hacia las borracheras colectivas a las
que los indígenas eran tan afectos, y su fomento de la creación musical: en el
822 se funda un conservatorio en Córdoba, que difundirá las «nubas» o especie
de sinfonías profanas, con predominio de la música sobre el canto (4).
Mientras, en los zocos o mercados se congregaban los paseantes en torno a
los«rawi»,narradores o recitadores gesticulantes de leyendas épicas y amorosas,
en prosa y verso, a veces en colaboración con músicos, semejantes a los que aún
hoy día integran el decorado de los zocos de Marrakech, Fez y otras ciudades
marroquíes. Esta especie de juglares fueron bien acogidos en varias cortes de
reyes cristianos peninsulares, al igual que eran muy valoradas las esclavas
cantoras y danzarinas.
En la Córdoba
califal de Abderramán III (siglo X), que marca el apogeo de Al-Ándalus, gozaba
de esplendor la pascua de Ansara o fiesta del solsticio de verano, el 24 de
junio, que conmemoraba tanto la natividad de Juan el Bautista como la hazaña de
Josué al detener el curso del sol para conseguir el exterminio del ejército de
los Amorrheros (5).
En tal día destacaban las carreras de caballos, ejercicios de destreza, disfraces
carnavalescos, certámenes poéticos y hogueras, preferentemente .encendidas
junto a higueras. Otras costumbres típicas, como regar las casas y sacar los
vestidos al rocío, eran criticadas como propias de «incrédulos» (6).
El influjo de costumbres de los cristianos sobre los musulmanes es denunciada
en un documento enviado al poeta y rey de Toledo y Córdoba Al-Ma'mun (siglo
XI), respecto de una de sus mayores fortalezas, la de Magerit, posterior ciudad
de Madrid: «En las noches de San Juan y de san Pedro se tenía que reforzar la
vigilancia en las murallas de la plaza, porque los infieles y enemigos de Alá
se juntaban a pretexto de sus devociones a los benditos siervos del Señor, y
recorrían los campos con lascivos bailes y gritos de alegría, así los hombres
como las mujeres, que, sin velos que tapasen sus rostros, corrían
desordenadamente ofendiendo a Alá con sus gritos», y a pesar de las
advertencias en sentido contrario, los musulmanes acudían «a estas escandalosas
fiestas a pretexto de encender luminarias, en las que oían azalás(preces)
subversivas y blasfemias contra el profeta querido de Dios»,por lo que se
solicitaba del poderoso monarca «que tales noches prohíba ir a los cristianos a
la ermita de la Virgen de las Tochas, que contra la ley del Corán se les
permite adorar como gentiles idólatras de los ídolos, y que mande se cierren
las casas de los ídolos cristianos, que cercando la población eran cuarteles
donde, además de juntarse para maldecir a Alá y al Profeta, tramaban
conspiraciones para apoderarse de las fortalezas» (7).
Respecto al rey Al-Ma'mun, fue el organizador de una de las más famosas f
¡estas de su época, con motivo de la circuncisión de su hijo y heredero el año
1063 (8).
Esta especie de «presentación en sociedad» de los varones a los ocho días de
nacidos era esplendorosamente celebrada, con bailes y banquetes, sacrificando
animales según las posibilidades económicas del padre. Posteriormente se
trasladó la fiesta de la circuncisión a cuando el niño cumplía los ocho años.
Buena prueba de
las dificultades para rastrear los datos sobre la evolución de las fiestas la
ofrece el último rey zirí de Granada, Abd Allah, contemporáneo de Al-Ma'mun y
que así mismo fue destronado por los almorávides y exiliado en Marruecos. Allí,
a finales del siglo XI entretuvo su exilio con la redacción de unas Memorias
de su linaje y reinado, inéditas en castellano hasta 1980. Entre sus recuerdos
son escasísimas las pinceladas descriptivas de cómo eran las fiestas de la
corte granadina. Según cuenta, se practicaban carreras de caballos en la
rambla, y «eran mis secretarios los que solían recitar poemas en las sesiones
de aparato organizadas cuando había vagar para ello, con objeto de pasar el
tiempo si no había otra ocupación... A ello añadía yo, tomados de obras
literarias o de vidas de personajes, algunos trozos escogidos, de los que se
quedan en la memoria» (9).
Cerca del final de sus Memorias, Abd Allah se defiende de los ataques
lanzados contra su vida privada: «También busqué a veces diversiones frívolas y
me entregué, sin que hubiera en ello afrenta para el reino ni mengua para mi
autoridad, a esas distracciones que suelen tomarse a hurtadillas, al acabar el
trabajo, para cobrar ánimos y consolarse de las dificultades que nos rodean.
Los sabios sostienen, en efecto, que prescindir en absoluto de los placeres es
causa de indigestiones, de enfermedades de la piel y otras perniciosas
dolencias... Sólo te queda que digas: 'El rey de Granada no deseaba más que
amontonar riquezas, amar a las bellas mujeres y convidar efebos'. Pero si tal
haces, demostrarás no haber reflexionado sobres las cosas. ¿Es que no sabes,
ignorante, que un rey no utiliza el dinero más que para liberarse de los fardos
que sobre él pesan?... En cuanto a que yo invitaba efebos a mis fiestas, dado
que era fuerza hacer un uso moderado del vino -cosa de la que ya Dios me habrá
perdonado- ¿por qué tienes que ocuparte de mis libaciones y de mis convidados?
No se trataba de reuniones de Estado» (10).
En aquel tiempo
las mayores fiestas del calendario religioso de los hispanomusulmanes eran la
ruptura del ayuno tras el Ramadán, en la luna nueva del décimo mes del afío, y
la Pascua del Sacrificio, que conmemoraba el sacrificio de Abrahán con la
muerte de carneros. Como los habitantes de los países conquistados por el Islam
tenían ya arraigadas sus tradiciones festivas cristianas, había varias que se
celebraban conjuntamente, entre las cuales:
-La circuncisión
de Jesucristo, al séptimo día de su nacimiento.
-El jueves santo,
llamado por los sirios «jueves del arroz» o «de los huevos», porque se comían
tales manjares.
-La ya mencionada
natividad del Bautista o pascua de Ansara, que en Granada gozaba de un fenómeno
particular: Según documentos anteriores al siglo XIII, en el cerro que domina
al Albaicín había una ermita cristiana, una fuente y un olivo. Al despuntar el
sol en tal fecha, aumentaba el caudal de la fuente y florecía el olivo. A
medida que transcurría la jornada se veía nacer y crecer las olivas, y la
muchedumbre que subía en romería al monte «toman cuanto pueden de aquellas
aceitunas y de aquel agua, guardando lo uno y lo otro para sus remedios, y así
se consiguen entre ellos grandes beneficios» (11).
Actualmente se sigue celebrando la romería al cerro, en honor del arcángel
Miguel, y un rito imprescindible es beber de la fuente. «Milagro de las olivas»
no se aprecia, porque a fines de septiembre ya están maduras de por sí.
- La natividad de
Jesucristo, tan arraigada que provocó el asombro de Abu l-Qasim al-Azafí, rey
independiente de Ceuta a fines del XIII, quien escribió: «¿No es maravilla cómo
(los musulmanes) llevan el cómputo de las fechas de los cristianos... se
preguntan acerca de la navidad de Jesús, del 72 día de su nacimiento y el día
del nacimiento de Yahya (sobre él y sobre nuestro profeta sea la paz)», este
Yahya no siendo otro que Juan el Bautista, y prosigue: «Se han añadido
innovaciones reprobables... en estas fiestas se hacen unos a otros preciosos
regalos... mesas adornadas para comilonas... poner una col debajo del lecho
para la buena suerte... Todo esto se ha propagado (como una enfermedad) a esta
orilla del Estrecho... causadas por la vecindad de los cristianos... en
Al-Ándalus está la sede del saber en occidente... quien imita a gente extraña
se convierte en uno de ellos» (12).
Para evitarlo, instauró este rey la fiesta del nacimiento del profeta Mahoma en
sustitución de la de Jesús, arrinconando así la navidad al interior de los
hogares cristianos en el occidente musulmán. Llamada Mawlud, en esta
fiesta competían los poetas con versos y casidas elogiosas para el profeta y el
monarca reinante, en el precedente de lo que serían los «villancicos».
Diversiones en
el siglo XIV
Cuando sólo
permanecía musulmán el Reino de Granada, en la Península, a mediados del siglo
XIV, el rey nazarí Yusuf I firmó una tregua con los cristianos y se volcó en
reglamentar la vida de sus súbditos. Así, para uniformar el culto proclamó unas
ordenanzas en las que incluye:
«-Las fiestas
para celebrar las pascuas de Ruptura del Ayuno y de las Víctimas han sido causa
de alborotos y escándalos... Cuadrillas de hombres y mujeres circulan por las
calles arrojándose aguas de olor, y persiguiéndose con tiros de naranjas,
limones dulces y manojos de flores, mientras tropas de bailarines y juglares
turban el reposo de la gente piadosa con zambras de guitarras y de dulzainas,
canciones y gritos: Se prohíben tales excesos...
-En los regocijos
de bodas, en los que se celebran para poner a los reciennacidos bajo el
auspicio de las buenas hadas y en reuniones familiares sea licito divertirse
con zambras y convites espléndidos, pero obsérvese el mayor decoro, reine la
discreción y no incurra convidado alguno en el abuso de la embriaguez...
-Siendo las
calles y plazas lugares impropios para rogar a Dios, se prohíbe hacer en ellas
procesiones ni rogativas en tiempos de seca (deberán salir al campo)» (13).
Durante el
reinado de Yusuf I ocupó el cargo de visir el historiador y poeta Ibn al-Jatib,
quien refleja las costumbres populares: «Los días festivos son hermosos de ver
en esta ciudad, dando ocasión para la composición de versos y poesías,
resonando el canto por todas partes, y hasta en los bazares, donde concurre
gran muchedumbre de jóvenes»,añadiendo que en tales días se come pan de trigo,
frutas, unas y frutos secos (14).«Es
costumbre trasladar al campo su domicilio, para pasar la pascua del otoño en
vendimia, así como también el salir a regocijarse a las campiñas con sus hijos
y familiares, si bien yendo prevenidos y confiados en su valor y en sus armas» (15),
por miedo a las incursiones de los cristianos fronterizos. En otro lugar habla
del valle de la Plata, cerca del Generalife, donde:«destinado a lugar de recreo
y esparcimiento estaba el palenque abierto en el que los caballeros, así moros
como cristianos, solían ventilar sus recíprocos agravios y querellas, la plaza
de torneos, corridas de toros con perros alanos y otras fiestas» (16).
Estos toros o «vacas salvajes» eran atacados primero con fuertes perros alanos,
que se colgaban de las orejas como si fueran pendientes, restándoles vigor (en
función parecida a la de los actuales picadores), para entrar luego en la lidia
los hombres, que solían montar a caballo y emplear el rejón. También menciona
el juego al-tabla, consistente en un blanco de madera colgado en el
aire, contra el que los caballeros tiraban sus lanzas (17).
Otro conocido
poeta del siglo XIV, Ibn Jaldún, refiere que por entonces la música andalusí
ejercía gran influjo en todo el Norte de África, y destaca las«bailarinas
vestidas de muchachos, montadas en caballitos de madera... que simulaban...
verdaderos combates singulares» (18).
En este siglo,
ingredientes imprescindibles de las fiestas eran el vino y el hashish.
Respecto al vino de Málaga, diría el poeta granadino Ibn Sadra: «En esta tierra
puede ser lícito beber vino a pesar de estar prohibido. Y si el fuego del
infierno será nuestro castigo, en un día frío como éste el infierno parece
delicioso», mientras que para el también poeta Ibn Jamis, el hashish era
preferible (19).
El calendario
anónimo y los juegos de cañas
Ciertamente, hay
penuria de datos sobre las fiestas en Al-Ándalus, no recogidas por cronistas
cristianos y perdidas las fuentes de información directas. Por este motivo es
destacable el reciente hallazgo de un calendario manuscrito granadino, que
ilumina ciertos aspectos de la vida popular en los últimos tiempos de la
Granada nazarí.
Son escasos los
tratados populares donde los astrónomos musulmanes asociaron un sistema de
combinaciones astrológicas de la India con otro propio, para previsiones
meteorológicas y agrícolas, en almanaques anuales. El occidente, tan sólo se
conservan uno de Córdoba del siglo X, otro marroquí del XIV, basado en él, y
éste granadino del siglo XV. Para el cómputo del tiempo se emplea el calendario
romano «juliano», mientras que para las fiestas se sigue otro lunar. El
conjunto, al que se añaden consejas prácticas y creencias populares, constituye
un complejo religioso-técnico-moral para cubrir las necesidades de los
agricultores pertenecientes al Islam.
Así, sabemos que
se conmemoraba entre los nazaríes de Granada:
Enero
1 Noche del
destino.
6 Día bendito.
10 Muerte de Abu
Bakr (suegro de Mahoma y sucesor suyo).
12 Y le sucede
nuestro señor Umar (califa conquistador de Siria, Palestina, Persia y Egipto).
14 Nuestro Señor
Jesucristo.
15 Salen los
caballos.
Febrero
3 Día bendito y
Alá es más sabio.
8 Día nefasto y
Alá es más sabio.
21 Entra el husum(¿?).
Marzo
8 Nacimiento de
Moisés, sobre él sea la paz.
18 Se vende a
José, sobre él sea la paz.
23 Fiesta de la
Ruptura del Ayuno (que es variable).
30 Fin de la
fiesta.
Abril
11 Muere Adán,
sobre él sea la paz.
17 Se reveló el
Evangelio. (20)
Por desgracia, a
partir del mes de mayo el ejemplar está incompleto, sin apenas detalles. Pero
por las fiestas anteriores se pueden establecer curiosas relaciones:
permanencia festiva del 1 y 6 de enero; cambio del José del Antiguo
testamentopor el José esposo de María un día después; posible que el san
Marcos Evangelista de la liturgia católica tenga que ver con la fiesta nazarí
ocho días anterior; recuerdo de la muerte del primer padre, Adán, tiempo ha
olvidada.
Para el romancero
morisco, elemento esencial de toda fiesta nazarí era el Juego de Cañas,
asimilado en los reinos cristianos de tal modo que fue luego, junto con las
corridas de toros y las comedias, la diversión más extendida. Se sabe que aún
subsistió en Andalucía hasta principios del XIX, aunque hoy día tan sólo quede
su recuerdo en la frase«las cañas se tornaron lanzas» y en algunas
representaciones populares de moros y cristianos. Para el orientalista
Mercier, es«un juego pasado por alto por los historiadores y que es el único
que sigue vivo en oriente... me inclino a su origen árabe puro, por participar
del carácter del jinete oriental... basado en la concepción de la guerra que el
beduino expresa en su táctica de la carga y el repliegue brusco, la huida
simulada... su persistencia en Abisinia, donde se sigue practicando en el campo
de competiciones de Addis Abeba con ocasión de las grandes fiestas religiosas,
como Epifanía-, Pascua, Día de la Cruz... me hace descartar la hipótesis del
origen cruzado. ¿Serían ellos los inventores de este tipo de torneo, exportado
al sur de Arabia desde el siglo I, y luego extendido al emigrar las tribus
árabes hacia Siria y Mesopotamia?... En Siria figura en el programa de toda
fiesta o feria en centros urbanos» (21).
Llamado Jerid(que
significa en árabe palma deshojada, vara de palma/jabalina de justa -sin
hierro-),consiste en la lucha entre dos o varias cuadrillas, separadas por
líneas de demarcación que sólo al ser traspasadas por un atacante se permite a
uno o varios de los caballeros defensores contraatacar, intentando rodear al
agresor y hacerlo prisionero, lanzando sus cañas o jeridsque son
detenidas con los escudos. El golpe recibido de frente no es deshonroso, pero
sí lo es por la espalda, lo que exige la venganza del bando humillado. A veces,
los adversarios se desafiaban recitando versos. En la Península Ibérica, los
caballeros solían disfrazarse con marlotas moriscas y costosas libreas,
cabalgando a la jineta, que era la técnica de los árabes. En vez del jerido
palma se usaban cañas afiladas, con un corcho (a menudo plateado) en su punta.
Para terminar con
la mentalidad festiva de los descendientes de hispanomusulmanes, se puede traer
a colación el alegato editado en Huesca, en 1612, por el P. Aznar, donde
justificaba la expulsión de los moriscos. En el capítulo titulado«De la
condición, trato, traje, comida, oficio, vicio y pestilencia pegajosa de los
moriscos», expone lo siguiente: «Eran muy amigos de burlarías, cuentos,
berlandinas, y sobre todo amicísimos (y así tenían comúnmente gaytas, sonajas,
adufes) de baylas, danzas, solazes, cantarcillos, aldabas, paseos de huertas y
fuentes, y de todos los entretenimientos bestiales en que con descompuesto
bullicio y gritería, suelen ir los mozos villanos vozinglando por las calles.
Vanagloriábanse de baylones, jugadores de pelota y de la estornija, tiradores
de bola y del canto, y corredores de toros, y de otros hechos semejantes de
gañanes. Eran dados a oficios de poco trabajo... echados al sol en invierno con
su botija al lado» (22).
Volviendo al
principio, resulta difícil de entender el odio que llegó a despertar la
diversión de la zambra. En una pragmática de 1566, Felipe II se opone a los
rasgos
culturales
diferenciales de sus vasallos moriscos, entre otras prohibiciones con: «Que en
bodas, velaciones y fiestas semejantes siguieran las costumbres cristianas,
abriendo ventanas y puertas, sin hacer zambras, ni leilas, con instrumentos y
cantares moriscos, aunque éstos no fueran contrarios al cristianismo» (23).
Y para que nadie se olvidase, durante muchísimos años se publicaba en las
iglesias de España, tras la misa del tercer domingo de cuaresma, el Edicto
de las delaciones de la Santa Inquisición, conteniendo, entre otros motivos
de denuncia, que «alguno se haya casado según rito o costumbre de moros. 0 que
haya cantado cantares de moros o hecho zambras o leylas con instrumentos
prohibidos» (24).
Y a pesar de todo, las zambras han persistido.
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