SEFARDÍES
Autor: Carmen Peres
Callejón - Fuente: Webislam
Sefardí es el judío oriundo de la Península Ibérica, que ellos llamaron Sefarad. Unas fuentes nos dejan claro que llegó un gran contingente aquí desde la diáspora del pueblo judío a Babilonia. Además tenemos testimonios históricos que, al extremo occidente del bloque euroasiático, que es España, llegaron unos seis siglos antes de Cristo los fenicios en sus naves desde Tiro y Sidón para negociar con los oriundos, que por lo visto fue la poderosa civilización tartessa. Estos son los serfadíes. Como vemos, la conexión de nuestra península con Oriente nos viene de épocas muy remotas.
Existe la otra gran rama de judíos askenazíes, tanto europeos como del resto del mundo, con características, que poco tienen que ver con el judío de Sefarad, sino es su religión.
Se da además el sionismo. Éste es un moderno movimiento político, el cual reivindica un espacio territorial, como pueblo con identidad propia, para los portadores de la estrella de David, contra las apetencias de sefardíes y askenazíes, que han elegido, desde la diáspora ser ciudadanos del mundo; considerándose iberos con los iberos, sajones con los sajones, francos con los francos, rusos con los rusos, indonesios con los indonesios, irakíes con los irakíes, etc.
Establecidas estas elementales diferenciaciones entramos en el tema, con un tanto de temor. Nos veríamos recompensados si contribuyéramos a promover otras aportaciones a parcela tan singular y rica, que se toca tan raramente y tan pobremente.
Los conocimientos y datos almacenado, que manejan los eruditos del tema entre ellos, se divulgan poco, quedando sin digerir entre el gran público, ciertas incompletas informaciones; indigestión que históricamente nos daña. Éste es el caso de nuestro sefardismo. Como mucho, la palabra suena e incluso está de moda, pero vacía de su total contenido.
Tratamos solamente de promover un tema. A los judíos peninsulares los tenemos relacionados únicamente con las negras páginas de la Inquisición por asuntos religiosos; a su inexplicable y extemporánea expulsión, sin motivos aparentes y tan a destiempo. Paralelamente, muy poco se nos presentan los beneficios obtenidos del convivir durante siglos con esta variante de nuestra gran cultura medieval.
Tuve la oportunidad de asistir a las lecciones magistrales del ciclo de conferencias, que bajo el título de “Curso de Cultura Hebrea” se celebró en Córdoba en marzo de 1985, con motivo del 850 aniversario del nacimiento de Maimónides.
El estudio que presento viene avalado por la solvencia de los profesores responsables de este curso. Para evitar constantes citas declaro que, las dos líneas maestras, de esta aportación, las extraigo del curso completo, como quien lo desee puede comprobar en sus Actas. Sí se impone presentar el elenco de profesores, que bajo la dirección de Jesús Peláez del Rosal, fueron responsables de él: Antonio Piñero Sáez, Universidad Complutense. Carlos Carrete Parrondo, Universidad Pontificia de Salamanca. Mª de los Ángeles Navarro Peiró, Universidad Complutense, Ángel Sáez Vadillo y Mª Encarnación Varela Moreno, Universidad de Granada. Fernando Díaz Esteban, Universidad de Barcelona. Haim Beirat, Universidad Hebrea de Jerusalén. David Romano Ventura, Universidad de Barcelona.
Aparte de otros detalles, muy importantes por cierto, pero imposible de tratar en este corto espacio, me llamó poderosamente la atención que ni uno solo de estos profesores discrepa a la hora de resaltar dos peculiaridades del sefardismo. Características que vienen a diferenciarlo del judaísmo askenasí.
LA PRIMERA característica, gracias a la cual los sefardíes pudieron por siglos ir avanzando en la profundidad de sus estudios, fue el amparo, protección o mecenazgo que recibieron constantemente durante el período de Al-Ándalus, tanto en la época califal, como en los reinos de taifas.
Después del largo etc. de leyes, disposiciones y decretos en contra de la minoría judía y de las largas persecuciones bajo el dominio de la monarquía visigoda, es natural que los sefardíes acogieran con los brazos abiertos a los musulmanes a partir del 711.
Salvado el paréntesis de fanatismo vivido, durante el dominio de los almohades, incluso para los de su misma religión, una vida plácida, sin especiales problemas de convivencia, había sucedido al anterior sinvivir bajo la férula goda. Esta situación duraría más de ocho generaciones.
Hay un dato que nos hace calibrar la concordia en que vivían con su entorno: En los levantamientos de los cristianos, que hubo en el sur de la Península contra Abderramán II, no queda constancia ninguna, que los núcleos o barrios judíos se unieran a ellos. Lo que sí consta es que en época anterior, en tiempos de Al-Hakam I (798-822), continuaron llegando a la Península judíos de la diáspora, los cuales fueron muy bien acogidos.
Todos los autores están de acuerdo al señalar la lealtad de los sefardíes a los gobiernos musulmanes, a los que llegaron a prestar valiosos servicios, tanto en el campo del saber como en el de la economía y en el de la administración.
Avanzamos en el tiempo y encontramos los testimonios escritos de, cómo la época de Abderramán III se caracteriza por las altas cotas de cultura a que se llega, gracias a las estrecha convivencia, la cual se dan entre las diferentes comunidades, cuyo pensamiento y costumbres propias estaban garantizadas por la Ley musulmana vigente.
Respecto a los núcleos judíos o juderías, “contaban legalmente con autoridades rabínicas propias, que juzgaban los litigios entre judíos, de acuerdo a la ley judía. Maimónides menciona esta circunstancia en su obra sobre la Misná” ( Los Judíos de la España Musulmana, de Haim Beinart). Estas mismas disposiciones, que garantizaban los derechos religiosos, las costumbres e incluso los aspectos legislativos, regían lo mismo para los grupos cristianos.
Concretando, nada mejor que traer el sentir de uno de los grandes sabios de esta época, un sefardí granadino, Moisés Ibn Ezra: “Después que los árabes se hicieron dueños de la península de Al-Ándalus, conquistándola de manos de los godos, los israelitas que se encontraban en la península aprendieron de los árabes, en el transcurso del tiempo, las distintas ramas de las ciencias. Gracias a su constancia y aplicación aprendieron la lengua árabe, pudieron escudriñar sus obras y penetrar en lo más íntimo de sus composiciones, se hicieron perfectos conocedores de sus diversas disciplinas, al mismo tiempo que se deleitaban en el encanto de la poesía...”
La lengua materna de Maimónides era el árabe. Su obra va escrita en árabe, aunque parte de ella la escriba en lengua hebrea, usando caracteres árabes, es decir; estas obras son aljamiadas hebraicoárabes o arábigohebreas. Precisamente, una de las peculiaridades del sefardismo, que le dio superioridad intelectual sobre el resto del judaísmo de su época, fue su dominio hablado y escrito esta lengua.
La gramática hebraica fue objeto de gran atención y notables progresos gracias al mecenazgo del califato y posteriormente de los reyes o sultanes de las taifas. Tanto, que la literatura hebrea alcanza en la Península su mayor esplendor al incorporar a su literatura las formas poéticas de la lengua árabe. Tanto avanzó el sincretismo entre estos núcleos de población que, en las sinagogas la lengua empleada para los cultos religiosos llegó a ser el árabe.
Respecto a este sentido de integración y pertenencia a los proyectos comunes, nacido de la especial protección y apoyo que recibieron en Al – Ándalus, presento textualmente las palabras del Profesor Carrete Parrondo: “Hay que afirmar, una vez más, una evidencia que todavía hay quienes no están dispuestos a aceptar: el judío castellano, aragonés, navarro o catalán y, en su caso, andaluz era y se sentía –antes que propiamente judío-, profundamente castellano, aragonés, navarro, catalán y andaluz. Mientras esta realidad no se admita en todos sus extremos poco avanzaremos en la investigación histórica.”
El tejido social de nuestro medievo, que duró ocho siglos, no lo olvidemos, estaba tan estrechamente imbricado, que el escritor Francisco Bueno, en la presentación de su reciente obra: “Los Reyes de la Alhambra”, afirma: “Llevo muchos años estudiando a los judíos en España. Pues, para estudiar el judaísmo ha sido necesario conocer la historia de los musulmanes españoles, especialmente la historia de los reyes de Granada.”
LA SEGUNDA peculiaridad del judío sefardí es algo muy singular. El centro de los religiosidad y de la educación de los judíos es el Talmud, el cual contiene las disposiciones universalmente reconocidas para todos ellos. Pero, en España la norma religiosa que tenía validez era el Talmud de Babilonia, no el de Palestina. “Los judíos españoles reconocían que, los verdaderos expertos en temas religiosos se hallaban en las Academias teológicas de la judería de Babilonia”, a las que consultaban constantemente para resolver sus dudas religiosas y jurídicas de aplicación de sus leyes y costumbres.
Para que lleguemos a darnos cuenta de la trascendencia de este desplazamiento de centro interpretativo del Talmud, imaginemos que hoy nace una corriente innovadora, con tal fuerza que, España se convirtiera en el modelo interpretativo del Corán para adecuarlo al siglo XXI.
Entonces se convierte Córdoba, y esto ya en el siglo IX, en el centro de consultas del resto del mundo para el judaísmo.
Adquirieron fama espacial, ya en este siglo, Eleazar Ben Samuel de Lucena, autor de múltiples respuestas. Preguntas y respuestas que, entre los judíos, se archivaban hasta ir formando un cuerpo jurídico aplicable a todas las juderías.
Eleazar Ben Samuel sintió la necesidad de afianzar sus conocimientos de la Ley o Tora y se traslada a Sura, ciudad en lo que hoy es Irak, centro tan importante como Babilonia, para formar a los expertos en la interpretación de la Ley judaica. No elige Jerusalén para acabar su formación talmúdica.
De Eleazar Ben Samuel nos dice el Profesor Carrete Parrondo que: “Su vida es un testimonio claro de la solidez de los lazos entre la judería culta española, fundamentalmente andaluza y los asentamientos judíos de Babilonia.”
El medievalista italiano Franco Cardini en su obra: “Nosotros y el Islam”, publicada el 2002 nos aporta lo siguiente: “Durante el período europeo de las cruzadas muchas familias judías de Francia e Inglaterra se instalan en Jerusalén. Tanto Maimónides, como el célebre Benjamín de Tudela visisitan estas comunidades, y el famoso organizador de la cultura judía en Jerusalén, en esta época fue el español Mosén Ben Nahman o Nahmánides.”
Mientras tanto, en estos intercambios de discusiones rabínicas entre grandes pensadores sefardíes, quedó siempre excluida la consulta al judaísmo palestino. Incluso se trajo a la Península el Talmud de Babilonia, del que se hacían copias y se vendían a otros países, una vez que Al-Ándalus y especialmente Córdoba se convirtió en centro especial de estudios talmúdicos.
Le ocurrió algo insólito a nuestro sefardismo integrador, al aceptar los avances filosóficos de Aben Rush y de otros muchos pensadores musulmanes; llega más tarde al intento de sincretismo hispanomusulmán elaborado por Raimon Llul en el siglo XIII.
El pensamiento español de aquella época había ido tan lejos en sus avances, que era terreno abonado desde hacía siglos para elaborar este sincretismo. Hoy tenemos perdidas esas rutas del pensamiento. Que estamos anhelando ese objetivo, lo tenemos en la propuesta, de esa especie de diálogo entre civilizaciones.
Pero, “Los dirigentes judíos de Centroeuropa observaban con sorpresa – a veces con indignación- los rumbos liberadores y creativos que adoptaban sus correligionarios de Sefarad: el averroísmo podía convertirse en un auténtico peligro para la pureza doctrinal mosaica; el contacto con la población cristiana era un síntoma de asimilación... Los askenasíes no podían comprender que en Sefarad se estuviera produciendo una simbiosis hispanojudaica, de la misma manera que antes se produjo una cordial convivencia judeomusulmana. Por consiguiente había que intervenir con decisión. Y es a mediados del siglo XIII cuando, destacados dirigentes de Asquenaz se trasladaron a Toledo para revisar en profundidad la situación jurídica y religiosa de la España cristiana...” ( “El Legado Renovador de los Judíos Españoles”, Carrete Parrondo)
Se dieron estos siglos de esplendor del pensamiento, gracias a todos los componentes de una sociedad plural, como no se ha vuelto a dar. Recordemos, como ejemplo, la Escuela de Traductores de Toledo, que podría servirnos hoy de paradigma social y de pensamiento. Tanto Alfonso X como su padre Fernando III firmaban sus documentos, como “rey de las tres religiones”. En estos siglos no se habló nunca de tres culturas. Era una sola sociedad; una sola cultura. Lo tenían bastante más claro que hoy, nosotros.
¿Qué ocurre, entonces en marzo del 1492 ¿ Qué repentinos e incomprensibles motivos, que aún hoy, en el siglo en que estamos lo tenemos sin aclarar, tuvo el rey de Aragón para firmar, junto con el inquisidor general, un Decreto de drástica expulsión no solo de los súbditos de la Corona de Aragón, sino también de los del Reino de Castilla, con gran asombro y sobresalto de Isabel I , sólo porque eran judíos? ¿Cuándo había ocurrido esto en Al-Ándalus con el sector judío de la población?
Isabel y Fernando firman la última Capitulación con el reino musulmán de Granada dos meses antes de ese Decreto contra los sefardíes, en estos términos: “...Item más, les dejaremos vivir en su ley y no serán apremiados ni constreñidos a seguir ni guardar otra ley, y les dejaremos y mandaremos dejar sus almuédanos y algimias y alfaquíes y serán juzgados por su ley sarracena...”
Por simple lógica, esta elemental comparación de comportamiento de los Reyes Católicos, con sus súbditos, nos induce a pensar que los sefardíes no fueron expulsados de la Península por motivos religiosos, ni siquiera económicos, como se divulga intencionadamente. Esos no son motivos. No dan para tanto, de la noche a la mañana. Empiezan a divulgarse ensayos, donde se apunta el verdadero motivo de esta disposición.
Auque con ese Decreto de bautismo o expulsión se pretendió acabar con los sefardíes, han vivido soterrados. Para bien de todos, vuelven a organizarse a través de la “Red de Juderías en España”, que “es una Asociación sin ánimo de lucro, la cual tiene como objetivo la defensa del patrimonio urbanístico, arquitectónico, histórico, artístico y cultural del legado sefardí en España”.
Empiezan muy bien porque empiezan a reclamar patrimonio cultural y sobre él han organizado unas rutas turísticas, allí donde se conserva patrimonio arquitectónico judío.
Es el momento de dar esta información: Granada, a pesar de la buena voluntad de todos no puede tener acceso a esta “Red de Juderías de España”. Aquí no ha quedado piedra sobre piedra, del barrio de la judería, que los granadinos conocemos por tradición oral. Este es el barrio del Realejo, que aquí, de vecino a vecino de llama, “el barrio de las greñúas”. Parece ser que las judías se ponían el pañuelo en la cabeza, de forma que por delante se dejaban ver unas “greñas”.
Esta “Red de Juderías” cuenta ya con 17 ciudades asociadas. Y nacen con un claro objetivo, el cual ha caracterizado a los judíos a través de toda su historia, desde las naves de Tiro y Siudón: promover la economía de nuestro país, contando como motor y fundamento el patrimonio cultural capaz, ya de por si, de generar economía.
El 2004 se celebró en Córdoba un gran Congreso, con motivo del 800 aniversario de la muerte de Maimónides, en el que participaron treinta y un profesor de las más prestigiosas universidades del mundo, cuyos nombres sería prolijo enumerar, organizado por la “Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales”. Rabinos de EE.UU. , de Inglaterra, de Jerusalén participaron unos pocos. Rabinos que estudia exhaustivamente al serfadí cordobés, como fuentes inagotable de pensamiento. Y en el moderno Sefarad, justo conocemos su nombre...
Don Miguel Cruz Hernández de la Autónoma de Madrid, en su conferencia magistral sobre “Maimónides, el gran rabino de su tiempo”, nos trajo esta preciosa anécdota. Parece ser que, en el testamento que deja a su hijo, Maimónides no manifiesto complejo ninguno al recomendarle lo siguiente: “No te fíes más que de los pensadores serfadíes”.
Con mucho gracejo, el Profesor Cruz apostilla la cita haciéndonos caer en la cuenta que: “decir esto es una cosa muy gorda, porque con ello está previniendo a su hijo, incluso, contra los pensadores griegos.” (Anoté esta frase tal y como salió de boca del Profesor)
No está descubriendo nada nuevo el Profesor Cruz, con esta aportación y estos comentarios. Conocemos, que el sefardí cordobés puso en duda en muchas ocasiones el pensamiento griego.
Esto que dejo escrito no son eufemismos ni mitos históricos sobre Sefarad. Los mitos son los que circulan aún hoy en tantos y tantos textos de divulgación, a nivel de masas, sobre los judíos.
Estos se han limitado a repetir y repetir los sufrimientos que les causaba la Inquisición, pero nos cuentan muy poco o nada de sus aportaciones al pensamiento español. Con esto se logra gravar una imagen o sospecha de “culpabilidad”. “Cuando tanto se les persiguió y tan duramente, algún motivo habría...” Ahí queda eso.
Imposible entrar aquí en el tema de los sefardíes por el mundo. Marruecos está lleno de ellos, conservando “el ladino” o lengua romanceada. Felipe Torraba Bernardo de Quirós, en su obra “Los Judíos Españoles", nos informa que: “Hoy viven en Estambul cien mil sefarditas, que se expresan en el mismo idioma que trajeron de España sus antepasado en el siglo XV”
Para completar esta información, recomiendo las siguientes obras: “Los judíos españoles" de Felipe Torraba Bernardo de Quirós. “Los Serfadíes” de Paloma Díaz-Mas. “Si me olvido de Ti, Jerusalén... Cantos de las sinagogas de al Ándalus”, de Israel Levin y Ángel Sáez-Badillos. “Estudios Sefardíes”, Consejo Superior de Investigaciones Científicas”, Nº 1-Madrid 1978, dedicado a la memoria de Moshe Attias ( Salónica 1898-Jerusalén 1973)
Carmen Peres Callejón es investigadora del Medioevo y colaboradora de Webislam.
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