EL VINO EN AL-ANDALUS(II)
Durante
la dominación árabe y aunque parezca extraño, ya que nuestra religión prohibe
beber bebidas alcoholicas, el vino brilló con todo su esplendor y fue musa
poética y literaria.
No
puede olvidarse que la gran mayoría de la población seguía siendo puramente
andaluza, cordobesa en este caso, y que sus costumbres y tradiciones nunca
fueron suplantadas aunque, en ocasiones, tuviesen que recurrir a argucias como
la fatua, que era una especie de bula que debían adquirir los creyentes
musulmanes para poder beber sin pecar, el vino que los médicos les recetaban
como medicamento, hecho más que frecuente dadas las probadas virtudes
terapéuticas que tienen los caldos cordobeses para combatir las enfermedades
del cuerpo y del espíritu.
Los
propios Emires y Califas, las más altas autoridades, no fueron ajenas a esa
atracción por el vino. Era notoria, a modo de ejemplo, la desmedida afición al
alcohol del emir al-Hakam I, que reinó entre los años 796 y 822, que fue
especialmente criticada por los teólogos del momento y que constituyó una de
las causas que motivaron que la población del arrabal de Shaqunda se amotinase.
Posteriormente, ya en tiempos del califato, tenemos constancia de que el propio
Abd al-Rahman III, con el paso de los años y a medida que envejecía se iba
volviendo cada vez más dócil a la bebida y la lujuria.
Durante
el Al-Ándalus la uva se vendimiaba con el objeto de tomar su fruta que
desecaban en forma de pasas y formaba parte de alimentación de sus hombres
durante las campaña en contra de los cristianos.
Tambien
elaboraban un mosto cocido que adquría la consistencia de jarabe y que se
denominaba rubb (origen etimológico de la palabra arrope), a pesar de las
prohibiciones religiosas musulmanas todas las clases sociales andalusies bebían
vino y el delito de embriaguez era judgado con penas leves.
Pero
los abusos debían ser frecuentes... Y fue durante el reinado de Al-Hakam II
para arrasar las viñas. En muchas ocasiones se comercializaba el vino con la
excusa de que era un producto vendido y para mozárabes. Pero a pesar de todo,
lo arrancado se repuso y alguna parcela volvió a ser arrasada, la última vez
por Boabdil, en 1483, que atacó los viñedos de los ruedos de Montilla como si
de guerreros de las huestes de Gonzalo Fernández de Córdoba se trataran.
Mientras,
los poetas arábigo-andaluces dedicaban al vino sus más deliciosos versos, los
agricultores e investigadores debieron mejorar su calidad estudiando la manera
ideal de cultivar las viñas y de elaborar y envejecer sus caldos, estudios que
quedaron plasmados en diversas enciclopedias escritas por árabes.
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