HISTORIA DE LA ESCUELA MÍSTICA SUFÍ
EN ALMERÍA
Sufíes de Al-Andalus
Recogiendo
la estela que Guillermo Herrera Plaza, en su prólogo a la traducción que hizo
Asín Palacios del "Mahasin Al-Machalis", para describir el contexto
humano de lo que fue la escuela sufíen Almería, se agrupan pequeñas biografías
de todos aquellos personajes que tuvieron relación directa o indirecta con la
escuela almeriense
Ibn Masarra, de Córdoba
El punto de partida en España de la historia
que nos ocupa es lbn Masarra de Córdoba, maestro del gnosticismo islámico, que
vivió del 830 al 931, siendo acompañado desde su adolescencia por un grupo de
discípulos. Para escapar a las críticas de los teólogos, se vió obligado a
viajar al oriente hasta que regresó en tiempos de Abd al-Rahman III y pasó el
resto de su vida rodeado de sus seguidores en una ermita en la serranía de
Córdoba.
Su
doctrina parte de la metafísica neoplatónica de Plotino de Alejandría, con la
que interpreta el significado esotérico del Corán. También se remonta a la
doctrina de la creación según Empédocles: Dios no crea el mundo a partir de
algo existente fuera de él, sino a partir de la materia original, la simbólica
virgen madre del universo. Para explicar esta doctrina recurre a una parábola
de Alí, el yerno de Mahoma: las partículas de polvo que flotan en el aire no
serían visibles sin la irradiación del sol, y los rayos del sol tampoco se
distinguirían en el aire si no existieran estas partículas; el sol simboliza la
luz divina, y el polvo la materia original. Así pues, según esta visión el
mundo carece de realidad propia, ya que sólo es un reflejo del único absoluto o
Dios.
Mohamed de Almería
El síntoma más claro de la continuidad del
espíritu de Ibn Masarra en el seno del sufismo peninsular, lo encontramos en el
enorme influjo ejercido por el foco cultural esotérico-místico de la escuela de
Almería. Esta capital, heredera de Pechina, vino a ser un semillero de sufistas
heterodoxos de filiación masarrí.
Por
el año 1063 aparece aquí un asceta muy popular llamado Mohamed, hijo de Isa, el
de Elvira, que predica por las calles y plazas de la ciudad la unión mística de
Dios con el alma, en un sentido panteísta y teosófico. Enseñaba que los que
creen de corazón, aunque de palabra digan lo contrario, son fieles y merecen el
cielo; también decía que Dios habita en los seres que escoge. El hijo de Isa
era pues un filósofo que vivía alejado del mundo, y consagrado a predicar en
Almería muy elocuentes pláticas morales y con oratoria difusa y prolija.
Al-Gazel, el persa
El teólogo y místico iraní al-Gazel, nació en
la provincia de Jorramshar, Persia (1058-1111). A los 20 años tuvo un crisis
intelectual que le obligó a revisar todos los principios del conocimiento.
Siendo profesor en Bagdad escribió un libro «Tahafot» contra los filósofos
aristotélicos.
Una
nueva crisis le hizo abandonar su cátedra para practicar el ascetismo, y
entonces escribió su célebre libro Ihiá 'Ulum al-Din «Vivificación de las
ciencias de la fe», para demostrar que la ciencia jurídica de las reglas
formales es insuficiente en la vida espiritual. Habiendo regresado a su labor
pedagógica escribe el «Makacid» (El Salvador), donde se resume su itinerario
filosófico: ataca a la escolástica y al derecho canónico y reivindica la
conquista del conocimiento y del amor mediante la purificación de los
corazones. Este ataque explica el odio de los musulmanes ortodoxos hacia su
doctrina, así como la posterior quema de sus libros.
Rebelión en Almería
A comienzos del siglo XII, en plena dominación
almorávide. Almería viene a ser la metrópoli espiritual de todos los sufistas
de la península. Aquí fue donde se dio el primero y único grito de protesta
colectiva contra la excomunión y auto de fe con los libros de Al-Gazel, el
persa, que los alfaquíes de Córdoba calificaron de obras impías tan pronto como
penetraron en la península. En vida del propio autor sus obras principales
«Makacid» y «Tehafot» fueron entregadas a las llamas por edicto oficial de 1109
promulgado por el sultán almorávide Yusuf Ibn Tashfin.
Los
alfaquíes de Almería, capitaneados por «El Berchí», natural de Berja, en un
extremo de audacia y bravura por parte de los almerienses, redactaron una
"fatwa"(respuesta jurídico-teológica) de protesta que condenaba la
conducta de Aben Hamin, cadí de Córdoba. En Fez y en Cala Benihamad (África) se
limitaron a protestar aisladamente y en privado.
Ibn al-Arif de Almería
La doctrina metafísica del cordobés Ibn
Masarra fue mal interpretada por el filosófo Ibn Hazm de Córdoba, que escribió
una de las obras cumbre de la literatura hispanomusulmana: «El collar de la
paloma» (Tauq al-hamamah). Sin embargo, la más fiel heredera de la doctrina
masarrí fue la escuela sufí de almería, que floreció en el siglo XI y cuyo
maestro más destacado fue Ibn al-Arif, el cual resumió el camino espiritual en
reglas concretas y prácticas. Tales reglas fueron aplicadas a una numerosa
comunidad de adeptos al sufismo que se estableció en la capital de Almería.
El
místico batiní, Ibn al-Arif (1088-1141), autor de el «Mahasín Al-Machalis»
(bellezas de las tertulias), se erige en maestro y definidor de una nueva regla
de vida religiosa, inspirada en la más sublime doctrina extática, y en los
mismos principios de ocultismo teosófico de la escuela masarrí. Muy pronto se
agrupan en su derredor una gran cantidad de adeptos, no sólo de Almería y su
región, sino además de otros varios puntos de Andalucía, especialmente de
Sevilla, Granada y de los Algarbes. De entre estos discípulos hay tres
apósteles que difunden la nueva regla sufí del maestro Ibn al-Arif en sus
respectivas regiones: Ibn Béquer, el mallorquín, en Granada, Ibn Barrachán en Sevilla
y Ibn Qasi en los Algarbes.
Pero
esta comunidad fue perseguida por los intolerantes almorávides: La muchedumbre
de discípulos y su adhesión al Jeque sufí de Almería, hizo temblar al sultán
almorávide Alí, por una posible sublevación en favor de Ibn al-Arif con el fin
de encumbrarlo como Imán. Para evitar el peligro, dio órdenes terminantes de
trasladar al profeta hacia su corte de Marruecos, en compañía de sus
principales seguidores, bajo la acusación de profesar doctrinas heterodoxas y
heréticas. Ibn Béquer consiguió eludir la persecución, lo mismo que Ibn Qasi,
pero el maestro almeriense fue deportado a África junto con Ibn Barrachán.
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