EL LEGADO DE AL-ANDALUS (III)
HISTORIA DE AL-ANDALUS
La
primera imagen que se nos viene a la memoria cuando hablamos del legado que
hemos heredado de la civilización andalusí es la de algunos monumentos muy
conocidos como la Alhambra, la Mezquita o la Giralda. Es decir; enseguida
pensaríamos, como un insigne académico nacido en Andalucía, que de al-Andalus
sólo nos quedan unas cuantas piedras.
Esta
visión tan simplista del legado andalusí es como consecuencia de la, también,
simplista visión de la Historia de al-Andalus que se da en la enseñanza y que se
basa en historias "oficiales" de batallas, reyes, conquistas y
reconquistas sin profundizar en cómo era la vida normal y corriente de la
gente, incluidos la de los mismos mandatarios. Es, estudiando estos aspectos
más "banales" de la vida de los andalusíes, como nos damos
cuenta de lo poco que ha cambiado
Andalucía desde el Califato andalusí hasta nuestros días -exceptuando,
obviamente, los últimos cuarenta o cincuenta años en los que Andalucía se ha
transformado radicalmente en muchos aspectos-.
Es
difícil hablar de lo que al-Andalus nos ha legado si primero no desbrozamos su
historia , aunque sea muy someramente, de los tópicos que la han desvirtuado.
El
primero de ellos es la confusión entre los términos musulmán y árabe .
Al-Andalus fue una civilización en la que muchos de sus habitantes tenían como
religión la musulmana y como lengua culta y de rezos, la del Corán, es decir:
el árabe. Pero eso no quiere decir que la población andaluza de la época fuera
étnicamente árabe. Sin negar la existencia de algunos componentes de etnia
árabe, primero, y beréber después, la gran mayoría de la población seguía
siendo autóctona que, o bien se había convertido al Islam o seguía siendo
cristiana pero islamizada. Para convencerse de ello sólo basta con leer los
anales palatinos de Medina Azahara en los que en ningún momento, los propios
andalusíes, se autocalifican de árabes
sino sólo de musulmanes o creyentes, o
leer un excelente libro sobre la vida en la Andalucía de aquella época como es
el de Henri Pérès ("Esplendor de al-Andalus"- Libros Hiperión,) en el
que el autor nos asegura que "la gran masa de la población musulmana está
constituida por hispanos convertidos al Islam y que, al abrazar la religión de
los vencedores, han cambiado en realidad poco en su forma íntima de vivir"
y añade más adelante: "pero este país de Occidente anexionado al Islam
marcó por su parte con un fuerte sello todo lo que le legó Oriente. La mayor
parte de su población, tanto en el campo como en la ciudad, es hispánica, no
solamente por su métodos agrícolas, sus prácticas estacionales, su técnicas
artesanales y el ritmo de sus fiestas, sino también por su inspiración poética
y sus preocupaciones morales e intelectuales".
Otro
de los tópicos históricos que se han hecho correr sobre la historia de
Andalucía es que después de la conquista
castellano-leonesa se produjo la expulsión de sus habitantes y la repoblación
con nuevas gentes venidas de los reinos cristianos. La historiografía española,
haciendo una gran simplificación, ha decretado que con la conquista de Castilla
desaparece en Andalucía todo el sustrato cultural anterior, naciendo una nueva
Andalucía como apéndice de Castilla; “la novísima Castilla” la han llegado a
calificar algunos. Sin embargo, cuando las premisas son falsas se cae en la
contradicción. Los mismos que defienden que con la conquista y repoblación de
Andalucía nace una “Andalucía nueva, distinta de la hasta entonces existente y
radicalmente transformada en sus estructuras básicas -demográficas... ”(Manuel
González Jiménez, EN TORNO A LOS
ORÍGENES DE ANDALUCIA: LA REPOBLACION DEL SIGLO XIII, Universidad de Sevilla),
reconocen la escasa fiabilidad de las fuentes: “en algunos casos, del
repartimiento sólo han llegado a nosotros simples nóminas o listas de
pobladores, casi todas ellas de escasa fiabilidad”(pág. 24); “Nunca llegaremos a conocer, ni siquiera de
forma aproximada, el número de las personas que acudieron a establecerse en
Andalucía a raíz de su conquista en el siglo XIII”(pág. 45). Incluso se
reconoce el fracaso de la repoblación oficial a la que aluden las crónicas
tendenciosas de la época: “Es evidente que puede hablarse de un cierto fracaso,
todo lo relativo que se quiera, pero fracaso al fin, de la repoblación
“oficial” realizada en tiempos de Fernando III y de Alfonso X”. (pág.
156). Por lo tanto, es necesario aclarar
que el fenómeno histórico de la expulsión-repoblación apenas se produjo en la
zona del valle del Guadalquivir y sí en mayor medida en la zona del antiguo
reino de Granada después de la rebelión de los moriscos en 1569. Pero tampoco en este caso se puede
hablar de expulsión total (las crónicas hablan de unos 75.000) y la repoblación
se hizo en gran parte con pobladores de las zonas limítrofes, es decir,
andaluces en su mayoría.
Por
último, otro de los tópicos que conviene aclarar para poder entender la
continuidad socio-cultural de al-Andalus con el período bético-romano anterior
y el de dominio castellano posterior es la coexistencia de las denominadas
"tres culturas" en una clara confusión entre cultura y religión. No
se trata de negar la impronta cultural que supone la práctica de una religión
determinada pero en el caso de al-Andalus tenemos que hablar de una cultura
andalusí donde convivían personas que profesaban religiones distintas pero con
una gran interrelación entre ellas. Un claro ejemplo de esta interrelación
religiosa son los calendarios en los que se mencionaban tanto las fiestas
religiosas musulmanas, judías o cristianas, como las continuas anécdotas que
nos han llegado de celebración conjunta.
Así
pues, debemos tener en cuenta estas premisas; -que la gran mayoría de la
población de al-Andalus es la descendiente de la bético-romana y que la gran
mayoría de la población de la Andalucía moderna es la descendiente de la
población andalusí y, por tanto, de la bético-romana que a su vez , en gran
parte, también tiene un gran componente de población tartésico-turdetana- para poder entender la gran importancia del
legado de al-Andalus, no sólo en relación al patrimonio artístico sino también
a la idiosincrasia del pueblo andaluz que tiene mucho que ver con la del pueblo
andalusí.
Vamos
a ir rastreando, de una manera no exhaustiva, por las distintas facetas de la
cultura andaluza en su más amplio sentido, todo aquello que nos han legado
aquellos "hombres de luz" que vivieron en el solaz andaluz hace más
de quinientos años.
El Patrimonio
Una
parte importante del rico patrimonio andaluz se debe a la civilización
andalusí. No solo los conocidos monumentos de la Alhambra, Mezquita, Giralda,
Alcazabas, ...sino también esa multitud de pequeñas construcciones que jalonan
el territorio andaluz como son las mezquitas convertidas en iglesias, las
torres almenaras, los baños, aljibes, albercas y antiguas acequias que aún
quedan, algunas de ellas en uso, así como casas y palacios de la época que han
sufrido restauraciones posteriores. Pero no nos importa tanto la enumeración
del patrimonio como resaltar la peculiaridades arquitectónicas del arte
andalusí que han influido con posterioridad y, de las que algunas de ellas, han
llegado hasta nuestros días.
El
andaluz de entonces, lo mismo que el de ahora, concede una gran importancia a
la casa cuidando todos los detalles, no sólo del interior sino también del
exterior. Es una casa encalada con tejas rojizas -tejas árabes se les llama
actualmente en Andalucía y tejas
andaluzas se les llama en el
magreb- con patio interior, si es
posible, y un zaguán a la entrada; todo ello adornado de plantas y flores.
"Los burgos de al-Saraf (el Aljarafe), nos decía el cordobés al-Saqundí en
el siglo XII, superan a todos los demás por la feliz elección de las casas y
por el cuidado que los habitantes dedican tanto a su interior como a su
exterior, de suerte que bajo el blanco encalado parecen estrellas en un cielo
de olivares". El visir y poeta Ibn al-Hammâra expresa la misma idea en un
verso: "Las aldeas de Andalucía aparecen en medio de la verdura de los
vergeles como perlas (blancas) engastadas en medio de esmeraldas"
(Esplendor de Al-Andalus, pág. 127). También el andaluz de entonces, aunque
viviera en la ciudad, al igual que el de hoy, si sus condiciones económicas o
familiares se lo permitían gustaba de tener una casa de campo (la munya) con su
huerta.
La
arquitectura andalusí en parte no hizo más que seguir una tradición anterior de
la época romana a la que le puso su sello personal en la decoración y el
revestimiento utilizando materiales como el yeso, el azulejo, el ladrillo y la
madera, que aunque han sido catalogados por muchos como "pobres", la
maestría y el gusto de los albañiles, yeseros y artesanos de la madera
andaluces consiguió darle un toque personal lleno de exquisitez y sensualidad.
La
influencia de la arquitectura andalusí pasó al mundo cristiano, ya en muy
tempranas fechas, a través de la diáspora mozárabe que llenó de iglesias, entre
otras cosas, el norte peninsular. Pero esta influencia ha seguido en el tiempo
a través del arte mudéjar, llamado así
al que eleboraban los alarifes andalusíes ya bajo dominio de los reyes
cristianos. Algunas de las soluciones arquitectónicas introducidas por los
andalusíes tuvieron una gran aceptación en los estilos importados de Europa.
Como dice F. Sánchez Mármol (Andalucía
Monumental, de la Mezquita al Mudéjar,
B.C.A. pág. 218) "Una de las formas arquitectónicas de origen andaluz que
logró una mayor y más dilatada difusión, a través del arte mudéjar, fue la
bóveda nervada. Bóveda que había llegado a su más pleno e inteligente
desarrollo en las cúpulas con nervios cruzados que se desarrollaron en la
Mezquita de Córdoba bajo el reinado de al-Hakam II. Su difusión alcanzó varios
puntos de la península: catedral de
Oviedo, la del Salvador de Sepúlveda, la de Jaca, etc. Ejemplos más completos
los encontramos en las cúpulas de S. Miguel de Alamazán (Soria) y de Torres del
Río (Navarra); edificios completamente románicos, pero con cúpulas enteramente
andaluzas, con sus arcos por parejas, cruzados, y su ojo central con cupulilla
o linterna."
Otra
de las soluciones andaluzas, el recubrimiento de las naves con artesonados de
madera, tuvo una continuidad a través
del mudéjar que lo impuso como solución en muchas de las iglesias y palacios de
toda la geografía peninsular. Estos artesonados se caracterizan por su
decoración geométrica formada por líneas o cintas que se entrecruzan formando
polígonos o estrellas. Este tipo de decoración es una de las características
del arte andalusí presente en todo tipo de revestimientos, desde los mismos
artesonados, hasta las celosías y enrejados, pasando por la profusión de
figuras geométricas de los alicatados; que por cierto son una de las más claras
pervivencias andalusíes en la decoración arquitectónica actual.
Por
lo tanto, lo andalusí ha pervivido en el tiempo a través del mudejarismo
mezclándose y transformando otros estilos impuestos. Como señala L. Torres
Balbá: "bien enraizado en el alma popular, el mudejarismo persistió
durante siglos a través de múltiples transformaciones artísticas, más o menos
exóticas, que apenas lo rozaron. Y en ellas se mantiene latente la afición a la
riqueza decorativa, a la profusión ornamental, a la policromía violenta, unida
a la repugnancia por todo lo clásico y equilibrado, esperando el momento
propicio para crear un nuevo barroquismo" (Andalucía Monumental. Pág. 251)
La Toponimia
En
el caso de la Toponimia está clara la procedencia andalusí de multitud de
nombres de nuestros pueblos, ciudades, ríos, lugares, pagos agrícolas, etc, ya
sea directamente del árabe, o bien a
través de la arabización de un topónimo anterior, la corrupción de una
palabra árabe o latina al arabizarse. No se trata de hacer una mención
exhaustiva de la gran cantidad de topónimos andalusíes que perviven en la
actualidad, sino de resaltar su importancia a través de dos ejemplos muy
ilustrativos, el de Andalucía y el de Sevilla.
Está claro que el nombre de Andalucía viene del término Andalus al que se le añadió el artículo árabe al. El primer documento que conocemos con el nombre de Andalus son las monedas bilingües del año 716 en las que aparece en una de las caras de la moneda escrito en árabe y en la otra cara, escrito en latín, aparece como sinónimo el término de Hispania; por lo que debemos deducir que para aquellos primeros musulmanes el término Andalus es sinónimo de Hispania. Y eso fue así en los primeros siglos de la islamización. A pesar de que parezca sorprendente, de las crónicas de los primeros reinos cristianos del norte se deduce que Hispania era la zona de al-Andalus y no sus incipientes reinos, como señala R. Menéndez Pidal (Orígenes del español, pág. 442) "la voz Hispania fue, para los cristianos independientes, sinónimo de tierra musulmana". Pero la "historia" da muchas vueltas y la hispania andaluza (andalusí) es conquistada y combatida por "la España, punta de lanza de Europa contra Andalucía" que diría Blas Infante, y los reyes cristianos como Alfonso VI "combaten el sentimiento hispano" (Orígenes del español, pág. 480)
Pero
continúa siendo un misterio el significado del nombre de Andalucía, porque
"Andalus" no es traducción de "Hispania". Ha existido una
versión, ya desechada, que lo hacía provenir de los vándalos -vandalicia,
tierra de los vándalos. Una versión del significado de al-Andalus nos la da A.
Medina en el boletín "La identidad andaluza" que edita la Yama'a
Islámica de al-Andalus que nos dice que Andalus es una palabra de origen
beréber y viene a significar "tierra labrada y surcada por ríos o por un
gran río".
Otra
posible etimología de al-Andalus nos la da Joaquín Vallvé en "El nombre de
al-Andalus", (Revista Al-Qántara, Madrid) que cree que los vencedores de
Rodrigo pusieron el nuevo nombre por una especie de arrebato romántico
identificando Al-Andalus con la Atlántida. Isidro de las Cagigas también ve un
"cierto olorcillo, sabio y pedante" en la voz al-Andalus.
Si
bien muchos topónimos vienen directamente del árabe, aunque sufriendo alguna
que otra corrupción, como Guadalquivir, Almería, Jaén; hay otros que vienen de
un topónimo anterior pero que han sufrido una arabización fonética y una
corrupción. Es el caso de Sevilla que
del Ispalis latino se ha ido transformando hasta dar el Sevilla actual,
cambiando la -p-, inexistente en árabe, por una -b-, (Isbalia); añadiendo una
-y- entre la -i- y la -a-, -en árabe no se escriben las vocales y debe ir una
consonante entre dos vocales-_(Isbaliya) y corrompiéndose con el tiempo la
fonética hasta dar el actual nombre. Por lo tanto, hoy Sevilla no se llamaría
así si no hubiera existido al-Andalus.
También
de la época de al-Andalus viene, indirectamente, uno de los símbolos institucionales
que identifican a la actual Comunidad Autónoma de Andalucía, es la bandera
blanca y verde que los andalucistas históricos, con Blas Infante a la cabeza
recogen de la tradición andaluza y proponen como bandera de Andalucía. El
primer texto que conocemos referente a una bandera blanca y verde es de la
época de al-Andalus. Es un texto de un poeta de Guadix que vivió en el siglo XI
y que fue visir del rey Almutassim de Almería. Abu Asbag Iben Arqam, que así se
llamaba, escribió: "Una verde
bandera que se ha hecho de la aurora blanca un cinturón, despliega sobre
ti un ala de delicia, que ella te asegure la felicidad al concederte un
espíritu triunfante". El verde y blanco ha sido un color muy habitual en
los estandartes andalusíes, así vemos como en el escudo del Conde de Cabra,
según nos cuenta el padre Enrique Iniesta Collaut-Valera en su libro Blas
Infante, una historia de leyenda, (publicado por Almenara, Sociedad Cultural
Andaluza en 1993) "el escudo del Conde de Cabra que se haya tallado y policromado
en lo alto del retablo mayor del
convento de la Madre de Dios en Baena alude a la batalla de Lucena en 1483 en
la que Boabdil fue hecho prisionero. En ese escudo aparece su cabeza como
trofeo. De las veintidós banderas cogidas a los granadinos dieciocho son verdes
y blancas".
La Lengua
Una
idea muy común y simplista es la de pensar que en la Andalucía islamizada solo
se hablaba el árabe. Es cierto que el árabe, la lengua del libro sagrado, fue
la lengua de rezos, de civilización y de cultura. También es cierto que el
conocimiento del árabe se fue extendiendo por
al-Andalus gracias al fuerte grado de escolarización que existía.
También es cierto que la arabización lingüística abarcó también a los
cristianos y judíos de al-Andalus como
reconoce el propio Alvaro de Córdoba en su "Indiculus Luminosus"
(Alvaro de Córdoba y la polémica contra el Islam, Feliciano Delgado, Cajasur
publicaciones, pág. 185) ¿No es verdad que todos los jóvenes
cristianos, de brillante presencia, elocuentes, distinguidos en sus gestos y
vestimentas, sobresalientes en la sabiduría
de los gentiles, notables por su conocimiento de la lengua arábiga, se
cuidan con avidez de los libros de los caldeos...¡Ay dolor!". También es
cierto que el árabe traspasó los límites del al-Andalus y se extendió a los
países cristianos limítrofes, llevado por los diáspora mozárabe andalusí -así
vemos en los monasterios del norte textos escritos en latín pero que contienen
anotaciones en árabe- (Gómez Moreno, Iglesias Mozárabes). Pero a pesar de toda
esta fuerza del árabe, también es cierto que junto a él pervivió la lengua
romance proveniente del latín y no sólo entre los cristianos mozárabes sino
también entre los propios musulmanes y judíos: "tan lejos de olvidarse
estaba la lengua vulgar, que sabemos había entre los musulmanes muy altos
personajes que no sabían hablar árabe y sólo se expresaban en lengua aljamiada
o romance." (R. Menéndez Pidal- Orígenes del español, Espasa Calpe. pag.
418). El romance andaluz pervivió tan fuertemente enraizado en la población que
incluso en el muy arabizado reino de Granada se hablaba un árabe vulgar
salpicado por gran cantidad de palabras romances como podemos deducir del
vocabulario de Pedro de Alcalá publicado en Granada el año 1505.
Es
necesario entender este bilingüismo de la sociedad andalusí para poder
comprender el legado lingüístico de al-Andalus, no sólo en lo que se refiere a
la terminología proveniente del árabe - apenas un 7% de las palabras de la
actual habla andaluza, según datos de Jose
Mª de Mena en el "Polémico dialecto andaluz"- sino también de
otras muchas palabras de origen latino provenientes directamente del romance
aljamiado andalusí que han pervivido en Andalucía, muchas veces catalogadas
como arcaísmos, o que han pasado a engrosar directamente el vocabulario actual,
bien a través de su incorporación al castellano en la propia Andalucía después
de la conquista del valle del Guadalquivir durante el siglo XIII -época, no
olvidemos, de formación del idioma castellano- o bien directamente en los
propios reinos cristianos del norte a través de la gran emigración andaluza a
esos territorios durante los siglos VIII al XII. (ver F. García Duarte
"Andaluces en la génesis de Castilla y el castellano", actas del VI
Congreso sobre el andalucismo histórico, -Huelva-1993).
La idiosincrasia.
Si
en otros aspectos de la cultura andaluza la influencia de al-Andalus se ha ido
diluyendo, mezclándose o incluso desapareciendo por los avatares de la vida
moderna, en el caso de la idiosincrasia podemos ver como la gran mayoría de los
rasgos, actitudes vitales, sentimientos y carácter de los andaluces -pues esto, y no otra cosa,
es la cultura, como dice el antropólogo Isidoro Moreno- han permanecido
inalterables a través del tiempo.
La
cultura andaluza es eminentemente popular - paradójicamente, la élite ilustrada
heredera de los conquistadores, poco ha tenido que ver en la conformación de
esa cultura andaluza- pues es el pueblo llano, el de raigambre campesina o el
andaluz-morisco, que diría Blas Infante, el que ha sido depositario de esa
cultura a través del tiempo.
En
cuanto al carácter de los andalusíes podemos dar tres ejemplos de escritos de
la época; uno, referente a los andaluces en general del historiador al-Maqqarî
que nos dice que "los habitantes del al-Andalus tienen en su conversación
una forma de bromear, decir las cosas con determinada dulzura y de dar réplicas
tan espontáneas, que reducen al silencio al interlocutor" (Esplendor de
al-Andalus- pág. 27). Otro, del geógrafo
al-Zuhrî que refiriéndose a Sevilla en
el siglo XII dice: "sus habitantes son amables, elegantes, descarados,
insolentes y distinguidos". (el mundo en el siglo XII, El tratado de
al-Zuhrî, editorial Ausa, pág. 154). Y un tercero, del último rey zirí de
Granada describiendo a sus súbditos "granaínos": "La ciudad de
Elvira, situada en una llanura, se hallaba poblada por gentes que no podían
sufrirse unas a otras, hasta el punto que había persona que se hacía construir
delante de su casa un oratorio y unos baños para no tropezarse con su vecino,
Por un lado, no querían someterse a nadie ni aceptar las decisiones de un
gobernador; pero, de otra parte, eran las gentes más cobardes del mundo, y
temían por la suerte de su ciudad, ya que eran incapaces de hacer la guerra a
nadie, aunque fuese a las moscas.." (El siglo XI en 1ª persona, Las
memorias de Abd Allâh, último rey Zirí de Granada. Alianza tres, pág 84).
En
estos textos podemos ver algunas de las peculiaridades del carácter de los
andaluces de aquella época que en muy poco difieren de los de ahora, con la
lógica "corrección" al rey granadino de origen beréber que exagera la
"malafollá" granaína y el poco gusto por la guerra de unos andaluces
que por encima de todo aman la vida.
Vamos
a ir rastreando con Henri Pérès en su libro "el Esplendor de
al-Andalus" diferentes aspectos de la idiosincrasia de los andalusíes y
nos daremos cuenta de lo poco que ha cambiado comparándola mentalmente con la
de los actuales andaluces.
Los
habitantes de al-Andalus eran, sobre todo, amantes de la vida y de sus
placeres, a través de las fiestas, de la
música, de la poesía, de la comida y la bebida. Es curioso ver como para los no
andaluces de aquella época, tanto para los cristianos del norte como para los
beréberes, estas inclinaciones eran vistas como cobardía o libertinaje.
Ejemplos de ello los tenemos en que el principal reproche que hacen los
Almorávides por boca de su Califa Yusuf ibn Tasufín para justificar la
destronación de los reyes de Taifas es, precisamente, el de amar demasiado el
placer : "su poco interés en hacer
la guerra, sus disensiones internas.... Cada uno de ellos no tenía otra
preocupación que vaciar copas, escuchar a las cantantes, pasar la
vida en diversiones..." Curiosamente Alfonso VI les acusaba también
de "haber dado lugar a la aparición
del libertinaje y el espíritu de desobediencia, y de entregarse continuamente a
los placeres del canto y de la música". (Esplendor de al-Andalus. pág-363)
Poesía
y música van íntimamente ligadas para los andalusíes, hasta el punto de que
muchos poetas son a la vez músicos. Multitud de poetas pueblan las cortes
reales y las casas pudientes. Son poetas de toda condición social, desde
campesinos y artesanos hasta reyes y príncipes que tratan sobre todo de temas
amorosos,. Como dice Henri Pérès: "La poesía báquica o amorosa parece
caracterizar mejor al andaluz, que gusta de la vida placentera y tiene una
sensibilidad delicada, civilizada"(Esplendor de al-Andalus- pág-361). Y
añade: "los andaluces aman la
poesía por ella misma, por el ritmo que hay en ella, que la hace nacer de los
labios, porque, <<palabra alada>>, es música antes de ser discurso.
Se la canta, más que se la recita". Los andaluces son los creadores de dos
géneros poéticos, la muaxaja y el zéjel, que son dos tipos de poemas destinados
a ser cantados.
Los
andalusíes eran muy fiesteros; cualquier reunión social servía de excusa para
una fiesta. Son famosas las fiestas andalusíes llamadas zambras (veladas de
noche) que siguieron conservando los moriscos hasta que los edictos de los
reyes castellanos terminaron por prohibírselas, aunque han pervivido a través
del pueblo gitano-morisco del que más adelante hablaremos. Las fiestas no se
pueden entender sin música, bebida y comida. El poeta andalusí Abù Amir Ibn
Maslama nos dice: "¡Oh anfitrión mío!, levántate para verter la copa de la
mañana y en el laúd improvisa una canción. La vida sólo es agradable por la
música, la flauta y el cubilete" (Esplendor de al-Andalus. pág-368) El
mismo rey-poeta al-Mutamid de Sevilla declara:
"¿Te dejarías llevar por la tristeza hasta la muerte cuando el laúd
y el vino fresco están aquí y te esperan?" (Esplendor de al-Andalus.
pág-365) El consumo del vino en la sociedad andalusí era mucho más frecuente de
lo que podríamos pensar de una sociedad mayoritariamente musulmana. Son muchas
las anécdotas que encontramos en las fuentes históricas y poéticas del consumo
del vino en fiestas de todo tipo, no solo por la población normal, sino por los
mismo mandatarios.; "los cordobeses se distinguían, según el padre de Ibn
Sa'id, el historiador, por la elegancia de su traje... y el celo en romper los
recipientes de vino" (Esplendor de al-Andalus. pág-370). En muchas
ciudades andaluzas existían tabernas que eran frecuentadas por los cristianos
pero a las que también se acercaban los musulmanes. Incluso muchas de estas
tabernas eran regentadas por mujeres, si hemos de creer al poeta Ibn
al-Labbâna: "¡A cuántas taberneras he despertado cuando ya el cielo había
quebrado y dispersado las perlas de su rocío!" (Esplendor de al-Andalus.
pág-371). Viñedos había en general por todo el territorio, pero había un vino
especialmente apreciado por los andaluces, de antes y de ahora; el vino de
Málaga. Posiblemente ya se conocía un vino de color dorado semejante al vino
fino, según podemos deducir de estos versos de al-Mutamid : "El
escanciador nos ha ofrecido, gracias a la alquimia, oro fundido en agua
helada". Frecuentemente los poetas hacen referencias a los aperitivos que se ponen como acompañantes del vino o de
otras bebidas y que se conocen con el nombre genérico de "nadl" que tanto nos recuerdan a las actuales tapas.
Los
andalusíes eran amantes de la naturaleza, del ocio al aire libre, de la casa de
campo. Son muchas las referencias que nos hacen los poetas de al-Andalus por
estos placeres. Son muchas las anécdotas de como los sevillanos se van a pasar
el día o la noche a las orillas del río Guadalquivir, o en los islotes que
formaba el río que "al atraer a los alegres vividores, vieron elevarse
sobre su suelo, consolidando con el tiempo, construcciones sin duda efímeras,
donde podían tomarse comidas y bebidas" (Esplendor, pág, 145). Los viajes
de placer en barca por el río, tanto en Sevilla como en Córdoba, es
referenciado continuamente por los poetas. Algunos versos "nos permiten
adivinar todo el encanto que el Guadalquivir encerraba para los sevillanos,;
éstos no solamente se paseaban por sus orillas sombreadas, sino que además
navegaban en barcas por sus aguas y parece ser que este género de distracción
era especialmente caro a los andaluces.....esta costumbre debía existir desde
hacía mucho tiempo en España y es posible que se remontara a la época
romana" (Esplendor de al-Andalus. pág- 213). En los alrededores de las ciudades había
lugares preferidos para ir a pasar un día de campo. Eran sitios como la
"pradera de plata" a las orillas del Guadalquivir pero alejado de
Sevilla; un lugar de recreo que describe el poeta Ibn Said llamado
Al-Sultaniyya; el llamado "valle de las desposada"; Triana y el
islote de Qabtal, al lado de la ciudad, el valle de las Acacias en el Aljarafe
y el Mirador de la fuente. En los alrededores de Almería, las personas
importantes poseían villas llamadas "Bury (torre) donde se retiraban a
descansar de sus trabajos en la ciudad. En Granada existía un paseo de álamos
en la orilla derecha del Genil que "a partir del siglo XII se hizo célebre
por las citas de los enamorados que los poetas nos han descrito"
(Esplendor. pág-151). en Córdoba existía una presa sobre el río Guadalquivir a
cuyas orillas acudían los cordobeses. Estas pequeñas presas (los llamados azud
y de los que todavía quedan) al igual que las albercas, abundaban por todo el
país y a la misma vez que servían para el desvío y canalización del agua
servían de lugar de recreo y asueto de los andalusíes. En los alrededores de
las ciudades y los pueblos existían vegas y campiñas salpicadas de casas de
campo (munyas) con sus huertas y jardines. El visir sevillano Abû Marwân tenía
una munya a orillas del Guadalquivir que "como todas las munyas, tenía un
jardín en el que las flores más diversas formaban perfumados arriates"
(Esplendor. pág-145).
El
perfume -los olores- es parte esencial de una cultura sensitiva como la
andaluza desde tiempos tan remotos como Tartesos (recordemos las estatuillas
como la diosa de Galera con vasijas quema perfumes o los "quema
perfumes" tartésicos de Lebrija... Tanto hoy como entonces, a los
andaluces nos gusta que todo huela bien, las casas se llenan de flores, frutos
u otros productos que impregnaban de intensos olores el ambiente. Como dice
Henri Pérès: "perfumes y ungüentos eran de uso general en todas las clases
sociales, y los hombres, lo mismo que las mujeres, los usaban en gran
cantidad" (Esplendor de al-Andalus.
Pág-314)
Una
civilización tan refinada también hacía uso con profusión de las joyas (los
oros que gustaban lucir nuestras abuelas y madres, sobre todo con motivo de las
fiestas) siguiendo una tradición muy antigua que se remonta al neolítico.
Tradición que, por supuesto, no es exclusiva de Andalucía, pero que aquí ha
tenido una especial importancia su fabricación y diseño que va desde el
repujado de las joyas tartésicas hasta los talleres de los actuales plateros
cordobeses, clara continuación de los famosos orfebres de la Córdoba andalusí.
La música
Ya
hemos visto lo amante que era el pueblo andalusí de las fiestas en las que no
faltaba la música y la danza. En cualquier tipo de celebración estaba presente
la música: bodas, circuncisiones, veladas nocturnas (zambras) etc.. La música
andalusí era una mezcla de lo oriental con lo autóctono dando lugar a unos
ritmos con una marcada personalidad entre los que destacan las nubas en las que
el ritmo y la poesía se integran perfectamente. Con la música, las
composiciones poéticas creadas por los andalusíes como la muaxaja y el zéjel
adquieren carta de naturaleza. Es decir, que para un andaluz, melodía y letra
van íntimamente ligados. En este sentido cabe recordar como la Copla andaluza
une a la melodía una auténtica y completa historia de la vida cotidiana en la que prevalece el tema del amor y el
desamor, normalmente contado desde el punto de vista de una mujer al igual que
la moaxaja, a diferencia de la poesía tradicional árabe. "tanto o más que
su bilingüismo o su estructura estrófica, la novedad de la moaxaja radica en
haber incorporado a la poesía árabe, a través de la coplilla romance
recogida,(la jarcha) los tonos amorosos de la lírica occidental cristiana, esa
lírica un tanto ingenua que el poeta coloca las más de las veces en labios femeninos" (Darío Cabanelas y Maria Paz
Torres en Poesía arábigo andaluza, revista Litoral) La existencia de las cancioncillas romances
que incluyen las moaxajas demuestran la existencia "de una literatura
romanceada en Andalucía" como nos dice Emilio García Gómez y profetizó el
gran arabista andaluz Ribera. García Gómez también pone de manifiesto la
influencia de las jarchas en la poesía y la música posterior: "es evidente
la similitud, en métrica y sentido, de las jarchas romances, o medio romances,
descubiertas hasta ahora con las coplas y villancicos castellanos
posteriores". (E. García Gómez, "Las jarchas romances de la serie
árabe en su marco"-Seix Barral, 2ª edición). Henri Pérès abunda también en
este sentido: La música andaluza -nos dice Pérès- "se enriquece con formas
nuevas más flexibles, más vivas que las que le habían sido legada; deja cada
vez más sitio a la inspiración popular al acoger esas cantinelas y canciones
que son especialmente "españolas", la moaxaja y el zéjel. Es
verdaderamente en el siglo XI cuando la música andaluza adquiere la fisonomía
que debería mantener después; es ella la que , a su vez, se difundirá entre los
cristianos españoles e irradiará a Marruecos y a Túnez, conservando hasta
nuestros días el nombre bien característico de canto andaluz o de palabras de
Granada" (El esplendor de Al.Andalus. pág- 395)
Aunque
la influencia de la música andalusí ha sido más patente en el norte de Africa a
través de la persistencia de las nubas también ésta influencia ha llegado hasta
nuestros días como pone de manifiesto Mahmoud Guettat en "El universo
musical de al-Andalus"- Música y poesía del sur de al-Andalus-. "La
música andalusí -nos dice Mahmoud- fue la fuente de las expresiones más
sobresalientes del lirismo español y de
los trovadores provenzales, ya sea en su cuadro métrico, en su temática o en
sus estructuras melódicas y rítmicas.........podemos añadir que los râwi y las
"troteras" moriscas, los trovadores y los juglares (catalanes,
provenzales, etc.) y más tardíamente los cantaores de flamenco desempeñaron un
papel considerable en la transmisión y la continuidad del arte andalusí. Por
otra parte, a través de la conquista española y portuguesa, la influencia de la
música andalusí se ha extendido por toda la América latina, donde hizo
"buenas migas" con la música nativa (según las regiones y la cualidad
de los emigrantes". Un apartado especial habría que dedicar a la
influencia de la música andalusí en la más genuina expresión musical del pueblo
andaluz: el flamenco. Como viera Blas Infante, existe una relación, más o menos
directa, entre el fondo melancólico de la nuba andalusí cantada por ese pueblo
andalusí errante -cante jondo se llega a denominar a alguna composición
andalusí en Túnez- y la rabia melancólica del cante jondo desarrollado en
Andalucía por ese pueblo andaluz-gitano-morisco. En este sentido cabe recordar
que muchos de los "gitanos" -expresión que se utilizaba en el siglo
XVII para denominar a todos los marginados en general- son de origen morisco y
han guardado en su memoria histórica muchas de las tradiciones moriscas.
Singular
importancia tiene la cultura de al-Andalus en el movimiento cultural que se ha
denominado como modernismo, que en el caso de la arquitectura nos ha dejado una
serie de edificios calificados como de "neo-mudéjares" y que en otros
aspecto culturales como la música ha influido en los grandes creadores del
siglo pasado y de éste, no sólo españoles como Pedrell, Albéniz, Granados,
Morrera, Vives y Falla, sino también en extranjeros, especialmente en la
escuela rusa.
Gastronomía
La
gastronomía es en uno de los aspectos culturales en el que también se ve
claramente el componente andalusí, sobre
todo en la más popular, que básicamente ha quedado inalterable. La hortaliza,
sobre todo habas y alcachofas -el tomate y la patata vendrían de América
después- junto con las legumbres, las frutas (frescas o secas), el aceite y los
cereales constituían la base de la alimentación del pueblo. A ello se unía un
poco de carne, pescado, leche y queso en algunas ocasiones. En definitiva, la
base de la alimentación poco ha cambiado desde hace siglos pero en cada época
se ha dado un toque personal a la forma de preparar o cocinar los alimentos. En
la gastronomía actual podemos encontrar fácilmente muchos platos que tienen una
clara ascendencia de la época andalusí (ver al-Andalus, la cocina y su
historia, de L. Benavides-Barajas, editorial Dulcinea-1992). Ya hemos
mencionado, cuando hemos hablado del vino, de los acompañantes que se servían y
que constituyen un antecedente de la peculiar costumbre del tapeo. Además,
existen algunas formas de preparar los alimentos que nos vienen de al-Andalus.
Entre ellas podemos destacar los cocidos en los que se mezclaban tres elementos
básicos de la alimentación: las verduras, carnes y legumbres; las albóndigas y
empanadas que servían para aprovechar las carnes sobrantes de platos
anteriores, las gachas, hechas sobre todo de harinas de garbanzos y las migas
hechas de trozos de pan sobrantes; los salazones -que ya tenían una tradición
reconocida desde la época tartésica- y los escabechados con vinagres y plantas
aromáticas -también podemos ver en el garum un antecedente tartésico de éstos-
y los fritos, tanto en lo que concierne a los pescados y la carne, como a las
llamadas "frutas de sartén" (buñuelos, churros, pestiños, roscos de
huevo, piñonates..etc...). Otras características de la cocina andalusí que nos
han llegado hasta hoy es el uso de los condimentos con multitud de especies y
plantas aromáticas; la utilización de los sabores dulces en platos salados a través del empleo de frutos secos
(almendras, castañas, piñones,, etc.) y frutas secas (pasas, higos y dátiles,
fundamentalmente) o la miel en el guisado de carnes o pescados.
Uno
de los componentes básicos de la actual gastronomía andaluza es la chacina
hecha básicamente con carnes de cerdo que como es sabido no era consumida por
la población musulmana de al-Andalus, aunque sí por la cristiana. Sin embargo,
tenemos constancia a través de los
poetas (El esplendor de al-Andalus, pág-318) de que los andalusíes comían
apreciadísimas salchichas que incluso, -como recoge el cordobés Miguel Salcedo
Hierro en su libro La Cocina Andaluza, Editorial Nebrija- se vendían en puestos de los mercados de los
pueblos andaluces junto con el pescado frito, pinchitos, albóndigas y otras
viandas. Aunque el tema del legado
gastronómico de al-Andalus es muy amplio, no podemos dejarlo sin hacer una
especial referencia a la rica y variada repostería, en su gran mayoría legada
por el pueblo andalusí. No sólo nos referimos a las ya mencionadas "frutas
de sartén" sino a la variada pastelería que tiene como componentes básicos
la harina, el azúcar, la miel, los frutos secos y los huevos. Los mazapanes,
turrones, alfajores, tocinos de cielo.... son algunos de los más conocidos
dulces que nos han legado nuestros antepasados de generación en generación.
Francisco García Duarte
Miembro del Centro de Estudios
Históricos de Andalucía
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