Hoy pocos saben, ni los propios españoles
(incluido los madrileños), que Madrid fue una ciudad fundada por los musulmanes
y que el nombre Madrid es de origen árabe.
Mucho menos se conoce que en aquella urbe
nacieron famosos investigadores como Abu-l-Qasim Maslama al-Maÿriti y Abu
Maslama Muhammad al-Maÿriti, y sus discípulos, que desarrollaron múltiples
ciencias, entre ellas la astronomía y la alquimia, las que a través de las
traducciones al latín tuvieron una influencia importantísima en el Renacimiento
europeo.
El primero de nuestro madrileños fue el astrónomo,
filósofo y matemático Abu-l-Qasim Maslama Ibn Ahmad Al-Faradi al-Hasib
al-Qurtubi al-Maÿriti nacido, como lo indica su nísba (patronímico del nombre
árabe) en Maÿrit, hoy Madrid, a mediados del siglo X, y fallecido en Córdoba en
1007.
Parece que Maslama se estableció tempranamente en Córdoba, por entonces la capital del califato de Al-Ándalus, y fue discípulo del geómetra Abd al-Gafir Ibn Muhammad.
Parece que Maslama se estableció tempranamente en Córdoba, por entonces la capital del califato de Al-Ándalus, y fue discípulo del geómetra Abd al-Gafir Ibn Muhammad.
En el año 1004, existía
en Madrid una Escuela de Matemáticas y de Astronomía fundada por Maslama
al-Maÿriti.
Parece que hacia 979 llevó a cabo observaciones
astronómicas y que por esa misma época adoptó las tablas de Al-Juarizmi al
meridiano de Córdoba. Esta versión de Maslama sería traducida al latín por el
sabio inglés Adelardo de Bath.
Y, precisamente como bien dice Juan Vernet, el gran arabista e islamólogo de la Universidad de Barcelona, especialista en ciencias, «La primera mención de una medida de la Tierra realizada por los árabes penetró en Occidente con la traducción de las tablas astronómicas traducidas por Adelardo de Bath en 1126» (J. Vernet, Lo que Europa debe al Islam de España, El Acantilado, Barcelona, 1999, p. 199).
Y, precisamente como bien dice Juan Vernet, el gran arabista e islamólogo de la Universidad de Barcelona, especialista en ciencias, «La primera mención de una medida de la Tierra realizada por los árabes penetró en Occidente con la traducción de las tablas astronómicas traducidas por Adelardo de Bath en 1126» (J. Vernet, Lo que Europa debe al Islam de España, El Acantilado, Barcelona, 1999, p. 199).
Además de introducir en Al-Ándalus (y por
añadidura en la Europa cristiana) esta obra clave del “Padre del álgebra”,
Maslama hizo lo mismo con el saber enciclopédico de los “Hermanos de la
Pureza”.
Maslama fue maestro de la filosofía pura,
de la ciencia exacta, de la precisión astral y de la melodía de los números.
Maestro de la armonía del universo..., de la matemática del Cosmos que permite
medir distancias terrestres con la sombra de los astros. También perfecciono el
Astrolabio y tradujo el Planisferio de Ptolomeo al árabe y lo anotó. Su láqab
(apodo) Al-Faradi habla con elocuencia de sus capacidades.
Que Maslama fue famoso incluso entre sus
contemporáneos no hay ninguna duda. Ibn Hazm de Córdoba lo cita en su obra
principal: «Abu Dulaf el librero me contó que Maslama Ibn Ahmad, el filósofo
conocido por Al-Maÿriti...» (Ibn Hazm, El collar de la paloma. Versión e
introducción de Emilio García Gómez, y Prólogo de José Ortega y Gasset, Alianza
Editorial, Madrid, 2007, p. 163).
Discípulos de Maslama fueron al-Kirmani; Ibn Al-Samh; Ibn Al-Saffãr e Ibn Al-Jayyãt.
Discípulos de Maslama fueron al-Kirmani; Ibn Al-Samh; Ibn Al-Saffãr e Ibn Al-Jayyãt.
Entre los numerosos trabajos de Maslama
se cuentan el “Tratado del Astrolabio”, que se conserva en la biblioteca del
Monasterio de El Escorial con el número 967 del Fondo Árabe; el “Extracto de
las Tablas de Al-Battani, para posición de los astros y ecuaciones de los
planetas”; el “Libro de Aritmética práctica”; la “Teoría de la perfección de
las ciencias numerales” (en árabe Fi taman ilm al-adad), y también el “Cálculo
comercial” (al-Mu’amalat).
Como atribuible a Maslama también se
señala una verdadera enciclopedia que seguramente debe ser adaptación, o nueva
forma de la ya nombrada de los “Hermanos de la Pureza”, y que forma un conjunto
de cincuenta y dos tratados de muy diversas materias
En el año 1004, existía en Madrid una
Escuela de Matemáticas y de Astronomía fundada por Maslama al-Maÿriti. No debe
quedar la menor duda que Maslama lega a la posteridad conocimientos
documentales de grandísimo valor, especialmente aquellos referidos a la
astronomía y las matemáticas. Para aquellos que conocemos la ciudad atravesada
por el río Manzanares, pensamos que naturalmente debió ser parte muy destacada
en el espíritu inquieto de Maslama, el bonancible clima y la diafanidad de sus
serenas noches que invitan a la observación de los astros y otras maravillas
creadas por el Señor de los Universos.
La obra de Maslama sería ampliada y perfeccionada por otro andalusí, el astrónomo y matemático Abu Ibrahim Ibn Yahia al-Naqqás (el Grabador), llamado entre sus contemporáneos al-Zarqali, por lo que fue conocido en el mundo latino y la posteridad como Azarquiel, nacido en Córdoba hacia 1029, y muerto en Toledo en 1087.
La obra de Maslama sería ampliada y perfeccionada por otro andalusí, el astrónomo y matemático Abu Ibrahim Ibn Yahia al-Naqqás (el Grabador), llamado entre sus contemporáneos al-Zarqali, por lo que fue conocido en el mundo latino y la posteridad como Azarquiel, nacido en Córdoba hacia 1029, y muerto en Toledo en 1087.
El alquimista y astrólogo Abu Maslama
Muhammad al-Maÿriti es nuestro otro gran madrileño. Vivió en la primera mitad
del siglo XI. Sus dos trabajos de alquimia y magia, son respectivamente “Rutbat
al-hakim fil-kimíya” (“La Distinción del Sabio en la alquimia”) y ‘Gayat al-hakim
fil-sir” (“El Acierto del Sabio en el secreto”). Esta última obra fue hecha
traducir por el rey castellano Alfonso X el Sabio en 1256.
En la parte normativa de estas obras, junto a los conceptos apuntados de
influencias astrales, transmutación de metales, elixires, encantamientos,
amuletos, etc., figuran datos de excepcional importancia relativos a sistemas
de pesas y medidas; y también operaciones, en realidad científicas, de
laboratorio, y que en opinión de distinguidos tratadistas, como el doctor Eric
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