EJÉRCITO E IMPUESTOS
Derechos
Desarrollo
La política africana,
las expediciones contra los cristianos y las operaciones militares
destinadas a mantener el orden o a extender el control del sultán
sobre las regiones todavía insumisas necesitaba un ejército eficaz cuyo coste era,
a la fuerza, elevado. El yund arabo-beréber, dotado de pensiones sacadas, por
un lado, del tesoro, pero también de los gobiernos locales en las Marcas y
probablemente de concesiones de bienes raíces y tributarias, vio -como dijimos
antes- su papel progresivamente contestado a causa del reclutamiento masivo de
Saqaliba que había que comprar y mantener. La garantía dada, en varias
ocasiones, a los rebeldes que aceptaban la sumisión (en Mérida y en Toledo, por
ejemplo) permitiéndoles pagar solamente los impuestos canónicos, induce a
pensar que la fiscalidad califal buscaba, como es lógico en todo Estado
musulmán, paliar la insuficiencia crónica de ingresos imponiendo impuestos
suplementarios, mal aceptados a la fuerza. Pero es muy difícil hacerse una idea
precisa de cómo era el sistema impositivo con Abd al-Rahman III. Ibn
Hawqal enumeró una serie de impuestos: sadaqa, yibava, jarayat, alshar,
damanat, marasid, yowali, rusum, que son términos cuya traducción no es
evidente la mayoría de las veces, y que dieron, a mediados del X, una cifra
global de ingresos en el tesoro muy considerable que llegaría a veinte millones
de dinares. Ibn Idhari, en el Bayan, indicó que la yibaya (tributación) en
tiempos de al-Nasir llegó a 5,5 millones. Pedro Chalmeta piensa que
la diferencia se debe a que el término yibaya sólo designa los impuestos
legales, lo que supondría una cantidad considerable de impuestos ilegales.
Dudaríamos siempre a la hora de aceptar esta interpretación si consideramos
que, siempre desde el punto de mira de Ibn Hawqal, las imposiciones eran poco
gravosas en al-Andalus. Las indicaciones proporcionadas por las fuentes
escritas sobre los impuestos y la moneda plantean varios problemas: al-Hamadani
(muerto en el 903) indicó, por ejemplo, que los habitantes de al-Andalus no utilizaban
fracciones de dirham sino solamente fulus (pequeña moneda partitiva de bronce o
de cobre), lo que no deja de ser sorprendente si consideramos que este tipo de
moneda era raro tanto en las colecciones conocidas como las descubiertas en las
excavaciones arqueológicas y que conocemos numerosas fracciones de dirhams,
pero tal vez pertenecientes a épocas posteriores al siglo IX. Los problemas
relativos a los impuestos y a la moneda, así como a los precios y salarios, no
se han investigado de forma sistemática y exhaustiva a través de los textos y
las colecciones numismáticas, lo que permitiría analizar toda la información
potencialmente disponible. También habría que situar los datos obtenidos en el
contexto del mundo musulmán, o al menos, del Occidente en su conjunto. Un hecho
importante como la acuñación de oro, cuya significación política y simbólica es
evidente, pero que, a su vez, es consecuencia de varios factores de orden
económico y de él derivan implicaciones del mismo orden, parece realizarse en los
cinco o seis primeros años de forma continuada (años 317-322/929-934), luego se
ralentiza pero manteniendo un ritmo regular (años 323-336/935-947), hasta
llegar a ser episódica y casi insignificante al final del reino. Tales
constataciones no tienen, en el momento actual de nuestros conocimientos,
explicaciones satisfactorias. Hay que reconocer que el restablecimiento
del poder omeya y su reforzamiento en la primera mitad del X plantean
tantos problemas como la desorganización de al-Andalus al final del siglo
precedente. En una evolución cuyos aspectos políticos resaltan con más
evidencia a nuestros ojos, conviene evidentemente colocar en su justo lugar la
inteligencia política del gran soberano Abd al-Rahman III.
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