miércoles, 1 de julio de 2020

MUHAMMAD I "IBN AL-AHMAR"


MUHAMMAD I "IBN AL-AHMAR"
Emir de Arjona (1194/5<1232-1238>1273)
Emir de Granada (1194/5<1238-1273>1273)
Genealogía



Su reinado

Muhammad ben Yusuf ben Nasr (o Nazar), más conocido como Ibn al-Ahmar, inició en 1238 su reinado en Granada cuando fue aclamado por los habitantes de la ciudad, que se habían sublevado y matado al gobernador que había puesto Ibn Hud, régulo de Murcia y emir de los musulmanes de todo al-Andalus.
Pero antes, en 1232, Ibn al-Ahmar se había proclamado emir en Arjona al sublevarse contra Ibn Hud y contra los almohades.
(La trayectoria de Muhammad I “Ibn al-Ahmar” desde ese año hasta 1238, está descrita en esta misma web dentro de la página “Terceros reinos de taifas (1224-1287)”en su apartado Reino de Arjona (1232-1238)).
En 1238, Muhammad I, después de haber sido proclamado en Granada, recibió la noticia del asesinato en Almería de Ibn Hud por su amigo Ibn Ramimi, que se había hecho con el poder en aquella ciudad. De inmediato se trasladó a Almería y lo sitió en su alcazaba. Tras una negociación, Ibn al-Ramimi se rindió y abandonó la plaza para dirigirse a Túnez.
Tras la muerte de Ibn Hud, Muhammad I, que se había quedado sin rivales que le disputaran su autoridad en al-Andalus, adoptó el título honorífico de “emir de los musulmanes”, y desde su nueva capital inició su propia dinastía en el llamado reino nazarí de Granada.
En ese mismo año, los malagueños se rebelaron contra su régulo y entregaron la ciudad y el reino al enviado de Muhammad I. Con esta incorporación, el emirato nazarí de Granada alcanzó, aunque por poco tiempo, la máxima extensión territorial que tuvo en toda su historia.
A principios de 1239 o a finales del año anterior, Muhammad I se vinculó a al-Rasid, califa almohade que acababa de ser reconocido en Ceuta y Sevilla, al considerar que políticamente le favorecía. Antes de aquella fecha, Muhammad I ya había casi conseguido consolidar su poder al someter a la mayoría de los dirigentes de los territorios de la mitad oriental de la actual Andalucía, y había comenzado a organizar la administración de su reino designando altos cargos y acuñando moneda. También había iniciado en la ciudad de Granada las obras de la Alhambra sobre la antigua fortaleza del siglo IX. Sus éxitos le habían convertido en el máximo oponente musulmán frente a los cristianos y una esperanza para los musulmanes de reunificar al-Andalus.
En 1242, al haber expirado las treguas acordadas con Fernando III de Castilla y León, Muhammad I reanudó las hostilidades realizando una incursión por Martos y Andújar. Durante la misma se enfrentó y venció a Rodrigo Alfonso, hermanastro del rey castellano-leonés.
En 1244, Fernando III respondió a aquellos ataques iniciando una campaña con la que logró apoderarse de Arjona, la antigua capital de Muhammad I, Pegalajar, La Guardia, Begíjar, Cárchel y Mata Begid. Además, taló los campos de Jaén, Alcaudete y cercó Granada durante veinte días. Al terminar la campaña, el castellano-leonés había conseguido dejar aislada la casi inexpugnable plaza de Jaén.
En 1245, Fernando III se dispuso a cercar Jaén, pero antes volvió a asolar sus alrededores, y los de Alcalá, Íllora y la vega de Granada, aunque también sufrió una derrota a manos de Muhammad I en Belillos, cerca de Granada. En agosto inició un duro asedio que obligó al emir granadino a negociar un pacto de vasallaje con Castilla de veinte años de duración y un pago de ciento cincuenta mil maravedíes anuales. El pacto le obligaba a ayudar militarmente al castellano-leonés y a asistir a las cortes de Castilla cuando se convocaran.
En septiembre de 1246, Muhammad I, después de que Fernando III hubiera tomado posesión de Jaén en marzo, acudió con quinientos jinetes, obligado por el pacto de vasallaje, para apoyar al castellano-leonés en el asedio a Carmona. Sin llegar a conquistar la plaza, levantaron el sitio y se dirigieron a Alcalá de Guadaíra. Los habitantes de esta ciudad, conocedores de los destrozos causados por los cristianos en los aledaños de Carmona, entregaron la plaza a Muhammad I, que a su vez la entregó a Fernando III. A continuación, Muhammad I, el infante Enrique y el maestre de Calatrava, con una parte del ejército, marcharon hacia el bajo Guadalquivir donde conquistaron o consiguieron el vasallaje de numerosas plazas, entre las que se encontraban: Jerez, Arcos, Vejer, Medina Sidonia, Sanlúcar, Rota y Cádiz.
En 1248, Muhammad I tuvo también que colaborar, por exigencia de Fernando III, en el asedio y conquista de Sevilla. Tras la muerte del rey castellano-leonés en 1252, el pacto de vasallaje se renovó con el nuevo rey Alfonso X.
En 1262, el vasallaje al castellano-leonés, obligó a Muhammad I a enviar tropas procedentes de Málaga, al mando su yerno el valí Abú Muhammad Abd Allah ben Asqilula, a Niebla para colaborar en su asedio y rendición.
También en aquel año, Muhammad I intentó conquistar la plaza de Ceuta, independiente de los almohades en aquella fecha, para anular la competencia marítimo-comercial de aquella ciudad. Para ello, solicitó la ayuda de Alfonso X, pero ante su exigencia de entregarle Tarifa y Algeciras, decidió acometer la empresa en solitario. La escuadra que envió fue derrotada y muchos de sus barcos apresados.
En 1263, Muhammad I, que veía con preocupación los incumplimientos de los pactos de Alfonso X con los mudéjares, como la expulsión de estos en Écija o la conquista de Niebla a pesar de que era un reino vasallo de Castilla, decidió adelantarse al siguiente movimiento del castellano-leonés que posiblemente sería su propio reino de Granada. Para ello, comenzó a fomentar la rebelión de la población mudéjar, que ya estaba muy descontenta por el endurecimiento de las medidas impuestas por Alfonso X sobre sus comunidades. Además, escribió al emir de los benimerines o meriníes de Fez Abú Yusuf pidiéndole ayuda.
En 1264, tropas meriníes cruzaron el Estrecho, desembarcaron en Tarifa y fueron acuarteladas en Málaga. Enterado Alfonso X de los movimientos de Muhammad I, lo citó en Sevilla con la excusa de revisar los acuerdos mutuos. En realidad preparó una emboscaba para acabar con el granadino. Éste acudió, pero logró sortear el peligro y volver con todo su séquito a Granada. Lo sucedido supuso la enemistad definitiva de los dos reyes.
En la primavera de aquel año, los mudéjares, incitados por Muhammad I, se rebelaron contra el poder cristiano y consiguieron apoderarse en tres semanas de unas trescientas villas y castillos de al-Andalus. Jerez y Murcia fueron el núcleo de la rebelión porque en ellas Muhammad I concentró gran número de efectivos militares. El éxito de la rebelión en Jerez, cuyo alcázar fue conquistado por tropas meriníes, arrastró a la rebelión a casi todas las poblaciones de su zona de influencia, incluyendo Arcos, Medina Sidonia, Alcalá, Vejer, Puerto de Santa María, Lebrija, Sanlúcar, Rota y Lebrija. El reino taifa de Murcia, vasallo de Castilla, también se levantó en aquellas fechas, siendo Abú Bakr, que ya había reinado unos pocos meses en 1238, el que se puso al frente de la rebelión con la ayuda del alcaide de la fortaleza de Málaga, enviado por Muhammad I. Las ciudades de la zona, como Orihuela, Galera y Moratalla también se sublevaron. Sólo en Sevilla, la rebelión fracasó. En ella, parece ser que se descubrió un plan para apresar y asesinar a Alfonso X y a su familia que fue abortado.
La reacción de Alfonso X no se hizo esperar. A finales de año ya había conseguido recuperar Medina Sidonia, Jerez, Arcos y todas las poblaciones de la bahía de Cádiz. También recuperó algunas de las principales fortalezas de la frontera con el reino de Granada, como fue el caso de Osuna.
En el verano de 1265, las tropas de Alfonso X, después de haber recuperado un gran número de plazas, se instalaron entre Alcalá de Benzaide (Alcalá la Real) y Granada para ir contra la capital del reino nazarí. Allí, el castellano-leonés ordenó la quema de toda la cosecha de la Vega. Ante la potencia del ataque cristiano, Muhammad I pidió una tregua que Alfonso X aceptó porque necesitaba acudir a Murcia para sofocar la rebelión.
En otoño, tropas aragonesas del infante Pedro, realizaron dos cortas expediciones en tierras de Murcia y, a continuación, Jaime I de Aragón realizó otra de mayor envergadura que consiguió la toma de Villena, Elda, Petrel, Elche, Orihuela y Lorca, entre otras plazas.
A principios de 1266, Jaime I sitió la ciudad de Murcia y Muhammad I intentó socorrerla, pero al no conseguirlo la ciudad capituló en un mes. A continuación, el aragonés la entregó con todo el reino de Murcia a Alfonso X, como le había prometido anteriormente. En junio, los murcianos renovaron el vasallaje a Castilla.
También en aquel año, el gobernador de Málaga Abú Muhammad Abd Allah, yerno de Muhammad I y miembro de la poderosa familia de los Banu Asqilula, cofundadora del reino nazarí, se sublevó contra el emir. También lo hicieron los gobernadores de Guadix Abú l-Hasan Alí y Abú Muhammad Abd Allah, nietos de Muhammad I e hijos de Abú Ishaq Ibrahim ben Asqilula. Lo hicieron porque vieron amenazado el poder de su familia cuando el emir dio el control del ejército a los benimerines. Los rebeldes Asqilulas de Málaga pidieron la ayuda de Alfonso X, que no dudó en enviarles mil caballeros al mando de Nuño González. A finales de año, Muhammad I inició un asedio a la ciudad.
En 1267, fracasado el asedio a Málaga, que había durado tres meses, y temiendo un ataque a Granada de cristianos y rebeldes, Muhammad I encargó a su hijo, el futuro Muhammad II, que negociara la paz con Alfonso X. En la paz que se firmó en Alcalá de Benzaide, el rey castellano se comprometió a retirar el apoyo a los Banu Asqilula a cambio de que el Muhammad I renunciara a sus pretensiones sobre Jerez y Murcia, cediera cuarenta castillos y plazas amuralladas (ciento cincuenta según otras fuentes), y pagara un tributo anual de doscientos cincuenta mil maravedíes. El tratado de paz supuso el fin de la rebelión de los mudéjares en al-Andalus.
En 1272, Muhammad I y Alfonso X acordaron una entrevista en Jaén para renovar el tratado de 1267. Tratado que no había sido cumplido por el castellano-leonés al seguir apoyando a los Banu Asqilula, y que el granadino había respondido teniendo tratos con los nobles castellano-leoneses enfrentados a Alfonso X y llamando a los benimerines que habían vuelto a cruzar el Estrecho y atacado la plaza de Vejer. Ante aquella situación, el castellano-leonés desistió de renovar el tratado y decidió guerrear contra Granada. Pero, a pesar de su traición, Alfonso X necesitaba la colaboración de los nobles rebeldes para su proyecto imperial, y continuó negociando con ellos. No hubo acuerdo y los nobles decidieron “desnaturarse” y retirarse hacia el reino de Granada asolando las tierras de Castilla a su paso. Antes de entrar en territorio granadino, en Sabiote (cerca de Úbeda), los rebeldes, que habían vuelto a rechazar unas muy ventajosas ofertas de Alfonso X, firmaron un pacto de servicios con Muhammad I. Después entraron en Granada, donde fueron acogidos con grandes honores por el emir. En julio, en virtud del pacto, ayudaron al hijo del emir, el futuro Muhammad II, a atacar y a recuperar Antequera que estaba en manos de los Banu Asqilula.
El 20 de enero de 1273 murió el emir nazarí de Granada Muhammad I. Su hijo regresó a la capital y se hizo con el trono nazarí.


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